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Acabó rápido la cena para dar solución a esa preocupación. Llamó al ventero e
hincado de rodillas ante él, con solmenes palabras le pidió que le armase de
caballero. El ventero quedó confuso pero finalmente decidió seguirle la corriente,
lo cual agradeció Don Quijote con un hermoso discurso. El ventero siguió pero ya
buscando reírse a cuenta de Don Quijote, diciéndole que entendía sus palabras ya
que él también había sidocaballero aquí y allá. Dijo también que no había capilla
disponible en el castillo, en realidad la venta, como pretendía Don Quijote, para la
ceremonia de ser armado, pero que no hacía falta, que se haría la ceremonia
siguiendo todos los pasos. Y finalmente le preguntó si traía dinero para la
ceremonia, ante locual Don Quijote respondió que no, que nunca había leído que
fuera necesario para un caballero, pero el ventero le explico, que aunque no se
citara en los libros, el dinero era necesario para un caballero, asó como camisas y
una caja de ungüentos para as heridas y otros males que se pudiesen sufrir. Le
prometió Don Quijote hacerle caso y sin más se puso a velar las armas en el patio
de la venta, tras dejarlas apoyadas contra un pozo, y cogiendo su adarga se puso
a hacer guardia, andando alrededor de sus armas, hasta que se hizo de noche. El
ventero llamó a los huéspedes de la venta para que vieran tal extraña y graciosa
escena, y en esto uno los arrieros alojados en la venta fue a por agua al pozo para
sus mulas, apartando para ello las armas, lo que Don Quijote interpretó como una
afrenta, advirtiendo y amenazando al arriero, pero este hizo caso omiso, Don
Quijote, en lo que él creía su primera batalla como caballero, se puso en combate
y propinó un golpe de lanza que derribó al arriero. Tras lo cual volvió a velar sus
armas. Pero un segundo arriero llegó, que volvió a retirar las armas de Don
Quijote del pozo. Don Quijote volvió a golpear con fuerza de este segundo arriero.
Con el ruido salieron el resto de arrieros y gente de la venta, que comenzaron a
tirar piedras a Don Quijote, y este, esquivándolas coln la adarga los maldecía y
amenazaba a todos, incluido al en su cabeza el señor del castillo que no era más
que el ventero, mientras este se afanaba en tranquilizar a los arrieros,
explicándoles lo loco que estaba Don Quijote. Tal miedo se apoderó de aquellos,
que dejaron de tirar piedras. El ventero aprovechó para ordenar caballero a Don
Quijote cuanto antes, explicñandole que el armar caballero en capilla no era
necesario y que en allñi mismo se podía hacer y que ya habñia velado las armas
lo suficiente. Don Quijote aceptó las razones, pensando además que así entraría
en le castillo cuanto antes a atacar a todos los canallas que habían ido contra él.
Trajo el ventero un libro de cuentas cualquiera, balbuceó una oración y el dió el
golpe y espaldarazo que le consagraba como caballero. Llamó a las cortesanas de
la venta para que le ciñesen la espada y la espuela, y Don Quijote, convencido de
que eran altas damas, preguntó por su origen y ascendencia, y así lo hicieron
ellas, diciendo que eran hijas de un remendón y de un molinero, y Don Quijote les
dio los nombres de doña Tolosa y doña Molinera. Subió a Rocinante y abrazado
al ventero se despidió de él con palabras del todo extrañas, a las que el ventero
asintió brevemente, y sin pedirle dinero por la estancia, le dejo ir.
Don Quijote emprendió contento el camino, pero enseguida pensó que lo mejor
sería volver a casa para, haciendo caso al tendero, coger dinero y proveerse de
camisas, y así dirigió a Rocinante, que de tomas formas ya conocía el camino. En
esto, oyó que de un bosque venían unos lamentos y se congratuló ante lo que era
sin duda para él una primera aventura. Se internó en la espesura y vió a un
muchacho desnudo de cintura para arriba atado a un árbol que era azotado por un
labrador, mientras aquel prometía no hacer otra vez lo que provocaba el castigo
del labrador. Don Quijote, sin pensarlo dos veces, arremetió con duras palabras
contra el labrador, prometiendo un castigo por la cobardía que estaba cometiendo
con el muchacho indefenso. Viéndole el labrador tan pertrechado de armas, cogió
miedo y comenzó a disculparse diciendo que por la negligencia del muchacho
perdía una oveja al día, y que el muchacho decía que era mentira, que el castigo
era por no querer pagarle el salario que le debía. Don Quijote, sin embargo, al
momento tomó partido por el muchacho y exigió que le pagase lo que le debía y
que le desatara. Así lo hizo el labrador, mientras Don Quijote preguntaba al criado
cuanto dinero le debía. 73 reales, dijo. Pero el labrador añadió que había que
descontar zapatos y sangrías (tratamiento médico) que le había pagado, lo que
Don Quijote no aceptó, porque a su vez el labrador también le había estando
azotando cuando no debía. Asintió el labrador, pero dijo que no tenía dinero allí
para pagar al criado y que lo mejor sería este volviera con él a casa. El criado se
negó en redondo, convencido de que una vez se fuese Don Quijote, le apalearáía.
Don Quijote dijo que el juramento del labrador, caballero para Don Qujiote, sería
suficiente para estar seguro de que cumplirá su palabra. El criado, de nombre
Andrés, le aseguró que no era caballero, sino Juan Haldudo, el rico. Haldudo juró
inmediatamente pagarle la deuda, y así aceptó el juramento Don Quijote,
volviendo a dar a conocer quién era. Don Quijote, valeroso caballero. Tan pronto
prosiguió su camino Don Quijote, el labrador con buenas palabras atrajo para así
al criado, que cŕedulo del juramento hecho por su amo, se acercó a él. Pero así lo
hizo, lo cogió el amo y lo volvió a atar a la encina y le dió una buena sarta de
azotes, para soltarle al fijan y reírse al final de que fuera a buscar a Don Quijote.