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TEMA 2.

HISTORIA Y NATURALEZA DE LA OPINIÓN PÚBLICA

A pesar del gran uso que se hace del concepto de opinión pública, los distintos autores y
pensadores siguen sin ponerse de acuerdo sobre distintas cuestiones. Algunos como Childs
creían que esta era simplemente la suma de lo puntos de vista de cada uno de los individuos;
mientras otros como Cooley o Blumer consideraban que consistía en un producto surgido a
partir del debate y la discusión, algo que no puede separarse individualmente. Con el progreso
y la aparición de nuevas técnicas que han sido utilizadas para medir la opinión pública desde
principios del siglo XX, han ido apareciendo otros conceptos y teorías sobre el tema y se han
ido refinando y adaptando las teorías antiguas al nuevo contexto social.

A principios de los años 90, Baker afirmó que el concepto de opinión pública que se tenía en el
siglo XVIII era paradójico. El autor dice que, al decir que la opinión es “pública”, esto lleva
implícito que sea universal, objetiva y racional. Para él, el hecho de unir los conceptos de
opinión y pública significa unir uno y muchos. Como consecuencia de esto, es muy complicado
definir el concepto de opinión pública, ya que existen muchos puntos de vista distintos, incluso
opuestos, dentro de la colectividad de la sociedad y es muy complicado reducirlos a una única
opinión.

Gran parte de los estudios sobre la opinión pública comienzan preguntándose qué se entiende
por opinión pública. Sin embargo, la búsqueda de una simple definición sobre este concepto no
es posible. Este concepto sigue utilizándose hoy en día en una gran cantidad de ámbitos, pero
sigue sin haberse logrado una definición completamente aceptada. Por ello, muchos autores
han centrado sus investigaciones en entender los distintos usos y aspectos de la opinión púbica
en lugar de intenta reducirlo a una simple definición. Actualmente, los problemas que se
estudian sobre el uso del concepto de la opinión pública no son los mismos que cuando se
empezó a estudiar el término. Sin embargo, hay muchos aspectos que interesan actualmente y
ya se encuentran algunas explicaciones sobre ellos en los artículos publicados a lo largo de los
siglos.

2.1. ORÍGENES DE LA VIDA

El término de opinión pública no se difundió en sí mismo hasta el siglo XVIII. Sin embargo,
muchos pensadores antiguos ya habían expresado una serie de anticipaciones y
aproximaciones sobre las teorías modernas de este concepto. En la antigua Grecia ya se
estudiaban los aspectos positivos y negativos de un posible gobierno popular. Platón, por
ejemplo, menospreciaba a los políticos democráticos y creía que la filosofía debía ser la
encargada de regir los aspectos humanos y decidir quiénes eran lo suficientemente
competentes para formar parte de un grupo de pensadores que debería deliberar asuntos
filosóficos. Por otro lado, Aristóteles creía que los pensamientos colectivos podían ser útiles
para las decisiones políticas.

Concepciones primitivas sobre la opinión: Según Habermas, antes de que se definiera este
concepto en términos liberales y democráticos, se habían propuesto dos sentidos para la
opinión que existen actualmente. El primero es epistemológico y tiene su origen en su uso para
diferenciar juicios sobre algún asunto que se cree cierto, porque se ha demostrado o por sus
creencias. Esta noción de opinión pública sigue utilizándose en la actualidad. Con respecto a la
sociedad en general, este concepto a veces es entendido como algo negativo al expresarse
como “opinión común” u “opinión vulgar”; aunque también puede tener una concepción
menos peyorativa si se entiende como una forma menor de conocimiento.
Otro sentido de la palabra opinión está más relacionado con las maneras, la moral y las
costumbres, como comentaba Noelle-Neumann. Se definía a la “opinión popular” como una
forma de presión y control social. Según Speier, y en relación con este sentido, la opinión
estaba relacionada con la reputación y la visión general del resto. Esto proporcionaba cierto
interés a los investigadores porque tenía efectos sobre la conducta humana. Locke también
aportó sus conocimientos sobre este sentido de la opinión a partir de tres leyes generales que,
según él, gobiernan la conducta humana. Estas leyes eran la “ley divina”, la “ley civil” y la “ley
de opinión o reputación”. Este autor no cree que la opinión sea una forma de conocimiento,
sino que está enfocada a la aprobación o la censura por parte de la sociedad. Como comentaba
Ozouf, esta visión mostraba la opinión como algo perjudicial y no racional, ya que se
relacionaba con los sentimientos y, por lo tanto, se oponía a la razón.

Concepciones primitivas sobre el público: con respecto a este concepto, también se puede
dividir en dos sentidos destacados, ambos relacionados con el pueblo. El primero tiene relación
con el acceso común, con los lugares públicos. Para Habermas, lo público consistía en cualquier
cosa abierta a la población, de acceso abierto. Este sentido sigue utilizándose en muchos
aspectos de la vida cotidiana actualmente, por ejemplo, cuando se utilizan expresiones como la
de “hacer público”, entendiendo esta como realizar alguna cosa accesible.

El otro sentido se refiere al uso de esta palabra para hacer referencia a asuntos de interés
general y, como añade Speier, más concretamente, con la admiración y el Estado. Este, a
diferencia del anterior, tiene más relación con los intereses o los bienes comunes. Ozouf
señalaba que, antiguamente, los diccionarios oponían la palabra público a particular o
individual, y no a privado. Esta idea sigue existiendo actualmente, por ejemplo, cuando se trata
de “trabajos públicos” o “leyes públicas”. A diferencia del sentido anterior, en este se entiende
que, por ejemplo, un edificio institucional puede ser considerado como público, aunque no
esté permitido el acceso a aquellos que no pertenezcan a la organización. Baker añade una
concepción muy diferente y, siguiendo la teoría del absolutismo real del siglo XVIII, la única
persona que podía ser considerada como pública era el rey. Más adelante, el término público
se trasladó al Estado y, según Habermas, pasó a entenderse como “una entidad que tiene
existencia objetiva sobre y contra la persona que gobierna”. Actualmente, teniendo en cuenta
todas estas teorías de los distintos autores y relacionando público con bienestar colectivo, no
se pueden separar los temas públicos de los asuntos gubernamentales.

La distintas concepciones de opinión y de público surgieron mucho antes de la aparición del


término de opinión pública. En resumen, opinión se usaba para referirse a aspectos cognitivos
y no a procesos sociales. Por otro lado, público, siguiendo las palabras de Abraham Lincoln,
estaba relacionado con “del pueblo” y “para el pueblo”, haciendo referencia al acceso y al bien
común. Más adelante, se añadió “por el pueblo”.

2.1.1. EL NACIMIENTO DE LA OPINIÓN PÚBLICA

Algunos autores como Speier y Lazarsfeld fueron pioneros a la hora de hablar sobre la unión
entre opinión y público como un único término. Para ellos, el término resultante hacía
referencia a juicios colectivos que tienen impacto sobre las decisiones políticas y provienen de
fuera del núcleo del gobierno. Aunque algún historiador dice que los ingleses utilizaban
conceptos como “opinión del pueblo” en siglos pasados, la mayor parte consideran a los
franceses como los inventores del concepto de opinión pública. Se considera a Rousseau como
el primer sujeto en utilizar la frase l’opinion publique a mediados del siglo XVIII, haciendo
referencia a las costumbres y los modos de vida de la sociedad. Más adelante, a finales de
siglo, como comenta Ozouf, los escritores ya utilizaban este término a menudo, pero para
referirse a aspectos políticos y no sociales.

En el siglo XV, con la evolución de la imprenta y los desarrollos tecnológicos, se empezaron a


difundir muchas más publicaciones y, un siglo después, esto produjo el aumento del comercio,
las clases dirigentes y la alfabetización. Cabe destacar la importancia de la Reforma
protestante, a partir de la cual se organizó un nuevo público lector que no estaba controlado
por la Iglesia. Esto, junto con la profesionalización de la literatura, llevaron a que en el siglo XVII
la literatura moral y política cobraran gran relevancia en las clases cultas. Las enseñanzas de los
líderes de la Reforma hicieron que la sociedad cuestionara a la autoridad y promovieron una
nueva concepción de la individualidad de los ciudadanos. Como afirman varios autores, a
finales del siglo, se había extendido la idea de que los individuos deben poder elegir sus
preferencias en todos los aspectos de sus vidas.

Emergencia de una esfera pública: Habermas afirma que las creencias históricas, sumadas al
crecimiento del capitalismo y la burguesía, desembocaron en una esfera pública donde se
producía un razonamiento crítico. Durante los siglos XVII y XVIII aparecieron nuevas formas de
relacionarse como los salones de París, los cafés de Inglaterra o las tertulias en Alemania
(Speier). Estos espacios de conversación cobraron mucha importancia y trataban
principalmente la literatura y el arte. Habermas explica que en el siglo XVIII el público ilustrado
cobró mucha fuerza pública gracias a estas reuniones, a la consolidación de la burguesía y a la
crítica al Estado absolutista que existía en aquel momento. Nathans añade que el intercambio
de información y las críticas libres se convirtieron en herramientas para la “afirmación pública”
en aspectos de política. La opinión pública apareció como consecuencia del aumento de una
esfera pública en la que la burguesía se enfrentaba al gobierno totalitario.

Habermas entendía la opinión pública como un proceso de igualdad centrado en la razón, la


conversación activa y el debate procedente de la Ilustración. El debate no es algo tan simple
como la confrontación de intereses individuales, sino que es público porque pretende agrupar
la voluntad o el bien común. Este también es abierto, ya que se basa en la participación
abierta; y también es igualitario, porque no depende del estatus económico o social. Por
último, el debate se centra en buscar las opiniones correctas y sus consecuencias.

Ambigüedades en cuanto al significado de la opinión pública: Las investigaciones de Habermas


tuvieron mucha influencia, sin embargo, muchos otros autores no estaban del todo de acuerdo
con sus interpretaciones, especialmente con su visión marxista de la esfera pública. Además,
también critican las características de igualdad, crítica y racionalidad, argumentando que no
estaban bien relacionadas con las visiones de la opinión pública en la época. Darnton, por
ejemplo, cuestionaba la imagen racional del discurso público en el periodismo en Francia en el
siglo XVIII. Este argumentaba que las publicaciones políticas eran sensacionalistas y no estaban
centradas en la imparcialidad.

Otros autores como Nathans opinan que los intelectuales de la Ilustración no eran para nada
igualitarios, sino todo lo contrario, ya que muchos de ellos no apoyaban las teorías del
individualismo y la contestación abierta en política. Por lo tanto, como dice Ozouf, se
renunciaba a aceptar la emancipación de los individuos de forma separada. Rousseau, aunque
sí hablaba del bien común como resultado de la participación de sujetos libres que realizan
debates para tomar decisiones colectivas, no se centró en explicar la unión de estos intereses
individuales. Sin embargo, pensaba que los ciudadanos sometían sus intereses privados al bien
común tras decidir todos juntos qué es lo mejor para la comunidad de forma colectiva.
Teniendo en cuenta que es muy difícil conocer la opinión pública de una masa tan dispersa y
con unas ideas individuales tan diferentes, crea un problema. En relación con esto, aun con la
dificultad para definir la opinión pública, los autores se ponen de acuerdo en que esta no es la
opinión de la multitud. Esta visión de que la opinión pública emana de los pensamientos
individuales y refleja un bien común difícil de delimitar más que un simple compromiso entre
los intereses individuales, seguía influyendo sobre el pensamiento de la opinión pública hasta
mediados del siglo XX, a través de conocidos pensadores como pueden ser Lowell y Berelson.

Ozouf fue uno de los primeros autores que trató el término de opinión pública. Este dice que
esta estaba muy relacionada con la opinión de aquellas personas que controlaban los asuntos
políticos y sociales, a los que llama los “hombres de letras”; y con los parlaments, que
difundían su opinión a través de protestas contra el rey para lograr ganarse al público. Baker
añade que este término se empezó a consolidar cuando empezaron a desmantelarse los
regímenes autoritarios. Este era un medio que empezó a utilizar la corona francesa para darse
una supuesta legitimidad que fuese más allá del sistema establecido para poder hacer presión
sobre las peticiones de sus contrincantes. El público era entendido como algo político e
ideológico, no sociológico, que dio al gobierno una nueva forma de control a través de pedir la
opinión pública para lograr sus objetivos. Sin embargo, a pesar de las teorías de Habermas, la
opinión pública no era solo una herramienta de la burguesía y sí debía estudiarse con la
sociología.

Necker, que había servido a la corona francesa, utilizaba el concepto de opinión pública en
relación con el estatus económico con la opinión de los encargados de exigirle cosas y afirmaba
que este necesitaba el apoyo de las élites para lograr el éxito. Por ello, creía que era necesario
hacer publicidad de todos los asuntos relacionados con el Estado. Este fue uno de los primeros
autores en mencionar la importancia de las relaciones entre el público y el gobierno, y añade la
frase “solo los locos, los teóricos puros, o los aprendices dejan de tener en cuenta a la opinión
pública”.

Opinión pública y dominio mayoritario: en el siglo XVIII, durante el periodo de la Ilustración,


aparecieron las primeras ideas sobre opinión pública con las reuniones en los cafés y los
salones, sin embargo, estas explicaciones eran imprecisas y dejaban de lado muchos aspectos
relevantes. Este término estaba relacionado con el diálogo, la conversación, las discusiones,
etc., y se suponía que de esto emanaba el bien común y una herramienta para tener
controlado al Estado. Más adelante, otros autores relacionan la opinión pública con las
democracias representativas, pero estos tampoco eran completamente claros en relación con
cómo este elemento podía tener algún impacto sobre las decisiones del gobierno.

Autores como Mill y Bentham, daban un papel legislativo y formal al término de opinión
pública y, al contrario de lo que pensaba Rousseau, afirmaban que las personas actúan, casi
siempre, para satisfacer unas necesidades individuales. Estos entienden a la sociedad como un
conjunto de ciudadanos que pretenden conseguir sus propios intereses, pero que necesitan un
mecanismo para organizarlos, ya que son muy diferentes. La solución que proponían ante este
problema eran las elecciones regulares y las asambleas en las que el pueblo tomaba ciertas
decisiones. Held añadía que el Estado debía hacer de árbitro y velar por conseguir satisfacer la
mayor cantidad de intereses de los ciudadanos a través del voto y el mercado libres.

Minar definió la opinión pública como “la reunión de intereses de los hombres de una
comunidad”. Este también habla del modelo democrático utilitarista como el más característico
de la opinión pública por su relación con los sondeos de opinión. Este punto de vista se
diferencia de los de la Ilustración en las distintas formas de definir el bien común y el
pensamiento liberal. Rousseau entendía la opinión pública como una herramienta para lograr
el bien común a través de un debate en el que primaran la igualdad y la razón. En la nuevas
concepciones, sin embargo, se hablaba de satisfacer las voluntades de los diversos individuos a
través del gobierno de la mayoría. Esto define la voluntad general como la idea más compartida
por la mayor cantidad de ciudadanos. Bentham y Mill también dan mucha importancia a la
función del público activo y la prensa. El primero consideraba a la prensa como “el tribunal de
la opinión pública”, con una visión de la opinión como un medio de presión social para
controlar las actividades de los gobernantes y evitar el abuso de poder. Esto puede
considerarse como uno de los primero antecedentes del periodismo como cuarto poder y de la
libertad de información como los entendemos en la actualidad. Sin embargo, estos siguen
considerando que la mejor forma para satisfacer las necesidades populares no era la
participación en los debates públicos de los ciudadanos, sino la elección de la mayoría por
elecciones.

Inicialmente, el público se definía como los individuos de las clases ilustradas que participaban
en las conversaciones de los cafés y los salones. Más adelante, Bentham empezó a hablar del
sufragio universal y de las elecciones parlamentarias anuales para tener controlados de forma
pública a los representantes del pueblo. En sus teorías habla del público como un conjunto de
individuos de gran tamaño y heterogéneo. Este modelo, al igual que el de Rousseau, sugieren
que todos los ciudadanos tienen que ser competentes para formar sus propias opiniones.
Paterman, que no está de acuerdo con estos autores, dice que tenían una expectativas
demasiado amplias sobre las capacidades de los ciudadanos para tratar temas políticos. Añade
que se centraban más en aceptar o rechazar representantes que en su capacidad de tener unas
opiniones políticas bien informadas.

2.1.2. LA OPINIÓN PÚBLICA COMO OBJETO DE ESTUDIO

Los estudios que se habían realizado hasta el siglo XIX sobre la opinión pública eran muy
filosóficos y se centraban más en la política que en la propia opinión. Aunque hubo teorías que
tuvieron mucho éxito, como es la de la democracia representativa, estas investigaciones no
eran firmes y faltaban muchos aspectos por resolver. Los más liberales entendían la opinión
pública como la voz de las clases ilustradas para lograr el progreso y controlar el orden;
mientras los conservadores la veían peligrosa, superficial y desinformada y creían que debía ser
limitada y controlada.

A finales del siglo XIX aparecieron una serie de análisis empíricos para estudiar este fenómeno.
Los pensadores se preocupaban por entender la importancia de la opinión pública en la
sociedad, que tenía un gran poder y se expandía con rapidez. A finales de los 90, se produjo un
cambio radical en los métodos de análisis de este fenómeno. Se empezaron a centrar más en la
sociología y la psicología que en la política y la filosofía. Ahora se centran más en la conducta y
en la comprensión del término que en la idea de transferir los deseos individuales al Estado. El
interés del estudio se ha derivado a la función y el poder de la opinión pública en la sociedad,
los medios a partir de los cuales puede controlarse e incluso modificarse, y su importancia
sobre las emociones. Además, se ha extrapolado a otros campos como la política, los mass
media, la psicología, la propaganda…

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