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democrática
En este ensayo, se aborda la profunda crisis social, económica y ambiental que afecta a las
ciudades colombianas. Esta crisis es el resultado de un modelo de desarrollo excluyente que
beneficia a una élite privilegiada. Colombia tiene 1118 municipios, de los cuales el 76% son
urbanos, y se estima un déficit de 1.5 millones de unidades de vivienda, principalmente en estratos
socioeconómicos bajos. La desigualdad en el acceso a derechos básicos como vivienda, servicios
públicos, movilidad y seguridad se ha agravado.
Nuestro propósito en este artículo es proponer alternativas a las leyes vigentes, basándonos en las
necesidades de las comunidades y organizaciones en relación con la realidad urbana. Abordamos
las problemáticas que afectan la vida de los ciudadanos a la luz de la historia y los prosdghjklñ{
Para entender la crisis actual, debemos mirar al pasado. Nuestras ciudades nacieron y se
desarrollaron bajo una estructura colonial y post-colonial excluyente, donde una élite terrateniente
y comerciante ejercía el control político y económico. Tras la independencia esto no cambió. Las
élites criollas heredaron el poder y orientaron el crecimiento de las urbes a su propio beneficio, no
de las mayorías. Es imperativo comprender los mecanismos y la lógica del funcionamiento del
modo de producción capitalista, adaptándolos a las particularidades del desarrollo histórico en
nuestro país. Esto nos permitirá elaborar una vía política alternativa para abordar los problemas
urbanos desde sus dimensiones económicas, políticas, sociales y culturales.
Dicho modelo generó una configuración segregada y excluyente del espacio, que aún pervive en la
marcada separación entre zonas residenciales. Un indicador alarmante es el déficit habitacional de
1.5 millones de hogares, en su mayoría de estratos bajos, evidencia la desigualdad en el acceso a
vivienda digna.
La desigualdad se manifiesta con crudeza en el acceso a la vivienda digna. Mientras las élites viven
en conjuntos cerrados lujosos, gran parte de la población carece de un techo adecuado. El 77% del
déficit habitacional se concentra en hogares de estratos 1 y 2, los más pobres. Los gobiernos han
optado por subsidiar la oferta de vivienda, beneficiando a grandes constructoras, pero esto no
garantiza el acceso a una vivienda digna ni considera las necesidades culturales y sociales de las
comunidades.
Servicios Públicos como Negocio Privado vs. Derechos Colectivos
La privatización de servicios básicos como agua, luz y gas ha resultado en tarifas exorbitantes que
afectan a los más pobres y desconexiones masivas. Esto ha creado un oligopolio controlado por
pocas empresas extranjeras. La lógica del libre mercado es incompatible con la visión de derechos
colectivos. Se requiere una nueva política que garantice el acceso universal a estos servicios
básicos.
El derecho a una movilidad adecuada se ha convertido en un privilegio para unos pocos. El exceso
de vehículos privados, el transporte público inadecuado y la mala planificación vial han creado un
escenario donde las personas de estratos bajos destinan una gran parte de sus ingresos al
transporte público. Urge democratizar la movilidad a través de sistemas de transporte público
dignos y asequibles, además de repensar el ordenamiento urbano para acercar el trabajo a las
viviendas.
La participación ciudadana es esencial para construir una sociedad justa y democrática. Aunque ha
sido reprimida en el pasado, es crucial construir una cultura de participación y empoderar a los
ciudadanos como sujetos políticos activos. La democracia participativa puede ser un camino hacia
la igualdad y la justicia social.
Para superar esta crisis, se propone una reforma urbana democrática que abarque aspectos como
democratizar el acceso al suelo urbano, garantizar viviendas dignas, recuperar la gestión pública de
servicios básicos, invertir en el mejoramiento de barrios marginados y promover la participación
directa de la ciudadanía en la planificación urbana. El objetivo es transformar las ciudades
colombianas en espacios incluyentes donde todos los habitantes puedan ejercer plenamente sus
derechos y desarrollar sus capacidades, en armonía con el medio ambiente.
Frente a este diagnóstico, se plantea la necesidad de una reforma urbana de corte democrático e
incluyente, que democratice el acceso al suelo, la vivienda y los servicios básicos, invierta en
mejoramiento de barrios pobres, promueva la participación comunitaria y reduzca la brecha entre
ricos y pobres.
Para lograr esta transformación, un factor clave es la participación ciudadana, históricamente
limitada por las élites, pero indispensable para el empoderamiento y la movilización popular por
sus derechos. Se requiere construir una cultura ciudadana robusta y canales efectivos de incidencia
en las decisiones públicas. La democracia participativa, más que un eslogan, debe ser el camino
para alcanzar la justicia social en nuestras ciudades.
En síntesis, las ciudades deben dejar de ser escenarios de segregación y convertirse en espacios
incluyentes donde todos sus habitantes puedan ejercer plenamente sus derechos y desarrollar sus
capacidades, en armonía con el ambiente. Esta reforma democrática es urgente y necesaria.
Por eso la construcción del espacio de las problemáticas urbanas es propicio para construir
colectivamente un acuerdo programático que identifique objetivos comunes para satisfacer las
necesidades de las comunidades en todo el territorio nacional. En este orden de ideas, Invitamos a
todos a unirse a la construcción de una iniciativa legislativa popular para reformar la ley de
ordenamiento territorial en las ciudades colombianas, como una expresión de la esperanza y
libertad del nuevo mundo, tal como lo expresó el Libertador.