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MEMORIA EN LA LUCHA

Era sábado a la hora de la siesta y Lila no tenía ningún plan porque su mamá no
la dejaba salir de su casa por la veda electoral. Estaba harta del tema elecciones y de la
presión que sentía por decidirse por un candidato y tener que aguantarse esas
consecuencias.

El aburrimiento hace que se ponga a buscar unos DVDs viejos en un cuartito en


fondo de su casa; ahí guardan todas las cosas que ya nos les sirven pero no quieren tirar,
ahí también hay cosas de su abuela que guardaron después de su muerte, como libros y
joyas. Empezó a revisarlos y le llamó la atención uno que tenía la cara de una mujer en
la portada, el libro era Un cuarto propio de Virginia Woolf. Cuando lo agarró, se cayó
una nota de su interior; esta le deseaba al receptor del libro lo disfrute y estaba firmado
por Ada, su abuela. Del lado contrario del papel había otra escritura, que decía “si
necesitas de mi guía, llamame a las 15:20” y dejaba un número de teléfono, el mismo
que tenían en su casa.

La hora que indicaba la nota iba ser en exactamente diez minutos y Lila estaba
desesperada por ayuda. Un minuto antes marcó el número y llamó; el teléfono sonó
cuatro veces y luego, del otro lado de la línea, alguien atendió:

¿Hola? ¿Quién me llama? dijo una voz familiar.

Yo soy Lila, ¿quién sos vos?

Me llamo Ada Fisher, pero no conozco a ninguna Lila. Lila no podía creer que
estaba hablando con su abuela muerta, cuando llamó no esperaba que nadie le conteste.

Por más extraño que suene, todavía no me conoces porque soy tu nieta,
hablándote desde el futuro, desde el año 2023.

No lo puedo creer, ¿cómo me pudiste contactar?

Ni yo lo sé, encontré una nota dentro de un libro de Virginia Woolf con una
hora y un número de teléfono.

Ya sé cuál nota, pero no tengo ni idea porqué nos comunicó, estando tantos años
separadas; acá es 1979.
Abuela, estás en el medio de la peor dictadura de Argentina, y todavía quedan
varios años hasta que termine.

Sí, pero hemos pasado tantos golpes de Estado que ya casi ni nos acordamos
qué es la democracia. Si las cosas no fueran así, yo habría votado poco después de
cumplir dieciocho, y no recién en 1973 a los veintiseís, entre los dos golpes de estado le
contó su abuela. Escuchar eso le rompió el corazón, ella era diez años menor y tenía la
posibilidad de votar si ella quería, gracias a una ley q se lo permitía. Me alegra que
digas qué esta pesadilla algún día va a terminar, no tenés idea de lo terrible que es vivir
de esta manera; amigos y familiares que desaparecen sin aviso, nos controlan lo que
enseñamos en las escuelas y prohíben libros y música que encuentren amenazantes a sus
ideas.

Abu, eso lo hablamos todos los años en la escuela; siempre nos recuerdan a los
desaparecidos y a los soldados de Malvinas, aunque todavía eso no lo viviste. También
hablan de luchar por nuestros derechos, pero la verdad es que no tenemos nada por lo
que luchar, total ya los tenemos.

¿Cómo no van a tener por lo que luchar? Tienen que pelear para que no se los
quiten y siempre conmemorar lo que implicó tenerlos.

Pero abu, yo no tengo idea de cómo hacerlo, y no sé qué político lo pueda


garantizar dijo con desesperación, esos pensamientos venían molestándola toda la
semana

Querida, escuchá lo que te voy decir: si ninguno de los candidatos te convence,


vota a alguien con el que puedas luchar, y no te olvides que votar es el primer paso
pelear por…

En el medio de esa frase Lila se despertó de su siesta, desconcertada por el sueño


q había tenido. No sabía que significaba su sueño, pero sí le había dejado un mensaje:
tenía que votar para poder luchar.

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