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Cuando nos encontramos de frente con una argumentación científica, es típico confrontar la
situación de que existen argumentos falsos que, sin embargo, son lógicamente validos. Esto
a primera vista parece una locura y suele suceder con frecuencia que algunos
malinterpreten la validez de un argumento, declarándolo automáticamente como verdadero
únicamente porque su estructura lingüística se encuentra en acuerdo con las leyes de la
lógica.
Al lógico le interesa todo razonamiento sin importarle el contenido del mismo, sino sólo
desde un punto de vista especial. Este punto de vista especial es, a resumidas cuentas, la
validez lógica de la estructura del argumento.
En este breve artículo marcaré la distinción entre la veracidad y la validez lógica de un
argumento.
La inferencia es una actividad en la que se afirma una proposición sobre la base de otras
proposiciones aceptadas como el punto de partida del proceso [1].
Las proposiciones son verdaderas o falsas, y en esto difieren de las preguntas, órdenes y
exclamaciones. Es costumbre distinguir entre las oraciones declarativas y las proposiciones
que se afirman al pronunciar aquéllas. La distinción se hace resaltar observando que una
oración declarativa es siempre parte de un lenguaje, lengua en que se dice o se escribe,
mientras que las proposiciones no son privativas de ninguna de las lenguas en que se
expresen.
En cada proceso de inferencia posible corresponde un argumento, y acerca de estos
argumentos trata la lógica primordialmente. Un argumento puede definirse como un
conjunto de proposiciones en los cuales se afirma que hay al menos una que se sigue de
todas las demás, considerando estas como fundamento de la verdad de aquellas. Hay que
tener cuidado de no confundirnos, el concepto «argumento» posee diferentes significados
en el lenguaje cotidiano, pero en la lógica tiene un sentido técnico ampliamente explicado.
Todo argumento posee una estructura, en cuyo análisis se suele dividir entre las «premisas»
y la «conclusión». La conclusión es aquella proposición que se deriva de la otras
proposiciones asumidas como verdaderas, por otra parte, las premisas son aquellas
proposiciones que sirven como base para la aceptación de la conclusión y son,
primordialmente, objetos principales en el proceso de inferencia.
Es importante notar que las proposiciones pueden jugar ambos roles en el proceso de
inferencia. El que una proposición sea conclusión o premisa depende de la estructura
lingüística y lógica que se utilice para expresar un razonamiento. Esto es, depende del
contexto en el que se le utilice. Una proposición es una premisa cuando se presenta en un
argumento en el que se la supone para demostrar otra proposición, y es una conclusión
cuando se presenta en un argumento que se pretende la demuestra basándose en el resto de
proposiciones que se suponen como verdaderas.
Podemos, entonces, notar que la proposición «Todos los hombres son mortales», es premisa
en el argumento [2]:
Y conclusión en el argumento:
En todos los argumentos se pretende que las premisas proporcionen algún fundamento para
la verdad de su conclusión.
Este argumento es lógicamente válido, pues su estructura lingüística se corresponde con las
reglas lógicas de inferencia, de igual forma, se trata de un argumento veraz, pues sus
premisas son verdaderas. Esto hace que la conclusión necesariamente sea verdadera. A este
tipo de argumentos se les suele decir como argumentos «sólidos».
Sin embargo, un argumento puede tener premisas falsas y ser lógicamente válido a pesar de
todo:
Existen dos condiciones que debe satisfacer un argumento para establecer la veracidad de
su conclusión. La primera de ellas es la validez lógica, la segunda de es la veracidad de sus
premisas. Sólo de esta manera podemos afirmar que la conclusión dada por el argumento es
veraz. Al lógico sólo atañe la primera de estas condiciones. Determinar la verdad o la
falsedad de las premisas es tarea de la investigación científica en general, pues las premisas
pueden tratar de cualquier asunto.
~ Rafael
Bibliografía:
[1] Copi, I. (1985). La lógica y el lenguaje. En Lógica Simbólica (pp.16 - 20). México:
Continental.
[2] Ibid.