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Índice
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Comulgaron. Fueron, vinieron, una delante de la otra, por
el pasillo central con la cabeza gacha y las manos enlazadas. De-
voción de casi monjas. Más preciso: de por poco monjas. ¿re
acuerdas? Les faltó esto, la mitad de una uña, para ingresar de
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la lucha justa de un pueblo en su legítima as_piración a decidir su '
jóvenes en un convento. Y coincidían al cabo de tantos años, 1 destino. Es la lucha de David contra Gohat, de la que yo os
medio en broma, medio en serio, en la misma idea: cada vez
¡ he hablado muchas veces en misa. No es una lucha individual,
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que una de ellas discutía con el marido, se arrepentía de haber egoísta, sino ante todo un sacrificio colectivo y Joxe Mari, como
preferido, qué bobas fuimos, el matrimonio a los hábitos. Jokin y como tantos otros, ha asumido su parte con todas las
-Lo único, los hijos, hermana Bittori. consecuencias, ¿entiendes?
-Ya no hay vuelta atrás, sor Miren. Miren sacudió la cabeza en señal afirmativa. Don Serapio
Antes de abrir la boca y adelantar la lengua para recibir la Je arreó, comprensivo, cariñoso, dos palmaditas en el dorso de
forma consagrada, Miren le susurró a don Serapio que luego la mano. Y prosiguió:
vengo, ¿eh?, y el cura, discreto, parsimonioso, asintió. -¿Acaso Dios ha manifestado que no desea vascos en su
Acabada la misa, los asistentes se encaminaron hacia la sali- presencia? Dios quiere a su lado a sus vascos buenos como tam-
da. Don Serapio sopló las velas del altar; precedido del mona- bién quiere, ojo, a sus españoles buenos y a sus franceses y po-
guillo, que le abrió la puerta, se metió en la sacristía. Y ese era el lacos. Y a los vascos nos hizo como somos, tenaces en nuestros
momento que Miren estaba esperando para ir a hablar con él. propósitos, trabajadores y firmes en la idea de una nación so-
_¿vienes? berana. Por eso me atrevería a afirmar que sobre nosotros recae
-Mejor ve tú sola. Esto es muy íntimo. Te esperaré en la la misión cristiana de defender nuestra identidad, por tanto nues- '
plaza y, si eso, me cuentas. tra cultura y, por encima de todo, nuestra lengua. Si esta desapa-
Don Serapio se estaba despojando de la casulla cuando Mi- rece, dime, Miren, dímelo con franqueza, ¿quién rezará a Dios
ren entró en la sacristía. Al verla, sudoroso de frente, severo el en euskera, quién le cantará en euskera? ¿Te respondo yo? Na-
gesto, mandó al monaguillo que se marchase. Atado por alguna die. ¿Tú crees que Goliat, con su tricornio en la cabeza y sus
obligación, el adolescente retardaba la obediencia. torturadores de sótano de cuartel, va a mover un dedo en favor
-Oye, foo te he dicho que te vayas? de nuestra identidad? Te registraron la casa el otro día, en ple-
El monaguillo se dio entonces prisa en salir de la sacristía, na noche. ¿No te sentiste humillada?
pero coge y deja la puerta abierta. iSerá posible! El cura, re- -Ay, don Serapio, no me lo recuerde que se me corta la
funfuñante, pasos enérgicos, la cerró. No bien se quedó a solas respiración. .. .
con la mujer, ofreció a esta asiento con dulcificados ademanes. _¿Lo ves? La misma humillación que tú y tu familia tuvis-
Y al tiempo que él también se sentaba, le preguntó si ella lo teis que soportar la padecen a diario miles de personas en Euskal
visitaba por el mismo asunto que Juani la de Josetxo y Miren Herria. Y son los mismos que nos maltratan los que luego ha-
asintió. blan de democracia. Su democracia, la suya, la que nos oprime
Le tomó una mano, por encima de la mesa, entre las suyas como pueblo. Por eso te digo yo, con el corazón en la mano,
pálidas, no hechas al rudo trabajo como las de Joxian, que son que nuestra lucha no sólo es justa. Es necesaria, hoy más que
ásperas y parecen de piedra requemada. ¿y para qué me coge nunca. Es indispensable, puesto que es defensiva y tiene por
la mano? Pues no lo sé. Y acariciándole el dorso, le dijo: objeto la paz. ¿No has oído alguna vez las palabras del obispo
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