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Holmes, Seth M. Frutas Frescas, Cuerpos Marchitos
Holmes, Seth M. Frutas Frescas, Cuerpos Marchitos
IIS
OT, MARCHITOS —
dora ici migrantes en Estados Unidos
LY A
TS pe Wk IN
Seth M. Holmes, phd, md
Trabajadores agricolas
migrantes en Estados Unidos
2016
0%
Fruta fresca, cuerpos marchitos
Trabajadores agricolas migrantes en Estados Unidos
© Seth M. Holmes, PHD, MD
0%
Para Ed y Carolyn Holmes,
por iniciarme en una vida abierta
a nuevas preguntas.
Dolores Huerta
0%
Indice
2 .
Lista de ilustraciones
Prólogo
Agradecimientos
Capítulo 1
Introducción
“¿Vale la pena arriesgar tu vida?”
Capítulo 2
“Somos trabajadores del campo”
Antropología encarnada de la migración
Capítulo 3
Segregación en la granja agrícola
Capítulo 4
“Cómo sufre el pobre”
La encarnación del continuo de la violencia
Capítulo 5
“Los doctores no saben nada”
La mirada clínica en la salud para migrantes
Capítulo 6
4
'Porque están más cerca del suelo”
La naturalización del sufrimiento social: La ocultación de los
cuerpos de los migrantes
Capítulo 7
Conclusión
Cambio, solidaridad pragmática y allende: Las posibilidades de
esperanza y cambio
Apéndice
La escritura etnográfica y el conocimiento contextual
(O por qué este libro no tiene una sección de metodología)
Bibliografía
1%
Resenas sobre Fruta fresca, cuerpos marchitos
1%
Lista de ilustraciones
Mapa del trabajo de campo de la migración
El autor Macario y sus compañeros triquis en el desierto
fronterizo
El autor, con algunos hombres en el desierto fronterizo
Triquis durmiendo bajo bolsas de basura en el desierto
fronterizo
Campamento de trabajo en un campo de cultivo
Jerarquía laboral en la granja
Supervisora joven blanca con piscadores mexicanos
Marcelina recolectando fresas
Samuel poda acompañado de niños en un viñedo de California
Diagrama conceptual de jerarquías en la granja
Abelino mientras trabaja en un campo
Automedicación: latas de cerveza detrás de una cabaña
San Miguel, Oaxaca
Día de mercado en el centro de San Miguel, donde está el Centro
de Salud
El padre y la hermana de Samuel de regreso a San Miguel, luego
de cortar leña
Peligro: zona de almacenamiento de pesticidas
Una supervisora de pie mientras los piscadores trabajan de
rodillas en un campo de fresas
Huelga de piscadores de fresa, Tanaka Brothers Farm
Piscadores de fresas en huelga leen la lista de quejas
2%
Prologo
La violencia simbolica de
la acumulacion primitiva
en Estados Unidos
Philippe Bourgois
2%
“cuidado de uno mismo” y el sufrimiento impuesto
a los trabajadores agrícolas indígenas mexicanos que
se han vuelto invisibles a través de la naturaliza-
ción de las jerarquías racializadas. Nos muestra la
urgencia de reconocer que los ensamblajes globales
son estructurados de modo injusto y su carga de su-
frimiento distribuida de manera diferencial en las
poblaciones estructuralmente vulnerables (Quesada,
Hart y Bourgois, 2011). Los riesgos son altos: estas de-
sigualdades globales dañan el cuerpo y con frecuencia
son mortales. Holmes muestra con exactitud quién
recibe el daño físico y emocional -y la manera íntima
cómo lo recibe- por los efectos del racismo, la política
comercial internacional, las prácticas cotidianas que
normalizan la desigualdad, la aplicación de la ley y
las formas disciplinarias de conocimiento. Explora las
implicaciones intelectuales, políticas, prácticas y éti-
cas de las ideas de Marx y en especial de Bourdieu -sin
olvidarse de Foucault en su etapa temprana- para que
los lectores reconozcan por fin la relación entre los
beneficios del biopoder y el daño infligido a los cuer-
pos y a las vidas de los trabajadores indígenas indo-
cumentados. De hecho, mientras Holmes documenta
etnográficamente el acceso a la fruta fresca, asequible
en Estados Unidos y en muchas de las partes másricas
del mundo, también deja en evidencia de que esto es
posible gracias a una violencia simbólica que consi-
dera el racismo como un estado natural de las cosas.
De manera más concreta, muestra cómo lo anterior se
traduce en jerarquías abusivas en la zona de trabajo,
segregación interna y condiciones de vida insalubres.
3%
medico de cabecera. Ante todo, Holmes es un cruza
fronteras que esta sin duda del lado del pobre. Viola
las segregaciones de clase, nacionalidad, etnicidad, es-
tatus ocupacional, espacio y cultura -que organizan
a la mayoría de las sociedades y que son poderosas
e injustas en el nexo hiperglobalizado entre Estados
Unidos y México-, al igual que de género, sexualidad,
normatividad, edad y destreza. Tiene el descaro de
poner el habitus de confrontación de los doctores (que
su rigurosa capacitación en la Escuela de Medicina
y su socialización en la infancia como el hijo de un
doctor que se especializaba en radiología impusieron
en él) en práctica al traicionar a su bien intencio-
nado gremio de médicos. Revela desde dentro las ló-
gicas despolitizadas involuntariamente de uno de los
nichos ocupacionales más privilegiados, autoprotegi-
dos y herméticos en Estados Unidos: el de los médicos
en práctica.
4%
Holmes tambien demuestra en estas paginas ser un
maestro artesano experto en una metodologia esen-
cial que hace que la antropología cultural sea tan
fascinante: la versión observación-participante de la
etnografía. Al vivir (y tiritar de noche) en barracas de-
crépitas delos trabajadores agrícolas y cosechar fresas
durante largas horas (dañando sus propios tendones
en el proceso y tosiendo por el rocío de pesticidas); al
acompañar a sus compañeros agricultores a clínicas
y abogar por ellos con los médicos; al asistir a bodas
y bautizos; al unirse a una red familiar y migrar con
ella a través del Valle Central de California durante
la temporada baja en busca de trabajo temporal por
subsistencia (en una travesía que evoca la de los okies);
al ofrecerse como voluntario para conducir uno de los
coches atestados que viajan con cuidado -en una ca-
ravana comprometedora-, a una velocidad por debajo
del límite para mantenerse fuera del radar de los ofi-
ciales hostiles que patrullan las autopistas; al bañarse
y acampar con estas familias en áreas de descanso; al
insistir con discreción en apropiarse de un clóset para
dormir por las noches como si se tratara de un cuarto
propio durante el resto del invierno, y, finalmente, al
“ir a casa”, a las inaccesibles rancherías rurales de sus
compañeros en México, Homes transmite las histo-
rias de la gente real de la manera en que la antropolo-
gía —con todo y sus debilidades y sus pecados elitistas
más serios- puede hacerlo tan bien.
4%
Agradecimientos
6%
canne Adams, por apoyar mis exploraciones en nue-
vas ideas; Gay Becker, por las lecturas constructivas y
minuciosas de mi trabajo; Donald Moore, por uno de
mis seminarios de teoria social favoritos durante el
posgrado; Judith Justice y Jeanne Simonelli, por dar
forma a un compromiso antropologico en el mundo
de la salud global; Paul Farmer y Adrienne Pine,
por dar forma a los modos diferentes de solidaridad
estrategica y apasionada; Catherine Maternowska,
Steffanie Strathdee, Wayne Cornelius, Lois Lorentzen,
Jennifer Burrell y el taller de manuscritos en SUNY Al-
bany, por una miriada de perspectivas sobre la inves-
tigacion relacionada con la migracion; Jim Quesada,
Rosemarie Chierichi, Xochitl Castañeda, Heide Casta-
ñeda, Sarah Willen, Liz Cartwright y Kurt Organista,
por los debates interesantes sobre migración, además
del apoyo moral; Donna Goldstein y Laurie Hart, por
alentarme a escribir a larga distancia y en mi tra-
yectoria profesional; al UC Berkeley Center for Latin
American Studies, por crear espacios para investiga-
dores comprometidos con temas contemporáneos en
Latinoamérica; al UC San Diego Center for Compara-
tive Immigration Studies, por ofrecer una comunidad
espacialmente extendida de colegas y mentores aca-
démicos de la inmigración; Tom Boyce, Nancy Adler,
Paula Braveman, Ray Catalano, Len Syme, Denise
Herd, Merry Minkler, Rachel Morello-Frosh y Maha-
sin Mujahid, por apoyar mi investigación y preguntas
aun cuando usé métodos en general diferentes a los
suyos; Jeff Gaines, John Fife y BorderLinks, por creer
que mi trabajo es importante para la búsqueda de jus-
ticia social; No More Deaths, Jennifer Hill y Daniel
Ramírez, por ofrecerme un lugar para recuperarme de
6%
mi estadía en el desierto de Arizona y en la cárcel de
la Patrulla Fronteriza; Joe Figini y Heather Williams,
por el asesoramiento legal antes y después de mi en-
cuentro con la Patrulla Fronteriza; John Hughes, Walt
Odets, Chris Bartlett, Jeff Darcy y Susan Phillips, por
mantenerme cuerdo en medio de este trabajo agota-
dor y maravilloso; y a Steve McPhee, por dar forma a la
compasión profunda por aquellos que sufren.
Seth M. Holmes
Berkeley, CA
Verano de 2012
6%
CAPITULO 1
Introduccion
“¿Vale la pena arriesgar tu vida?”
7%
convencido de que soy el coyote que guio a mis amigos a
un trabajo en Estados Unidos. Me explica que estos rete-
nes militares son financiados por la Agencia Antidrogas
de Estados Unidos (DEA) para detener el tráfico en la
frontera y la inmigración indocumentada a su país. Me
dice que me lleve al asistente del conductor a “El Norte”
gratis, por ser tan amable con todo el mundo en el au-
tobús. Éste -que colecta la tarifa del boleto de los pasa-
jeros, hace respetar los horarios durante las paradas de
comida y se asegura de que todos estén a bordo después
de comer- se sonríe como única respuesta. Le contesto
que no soy coyote. El soldado ríe y pregunta en español:
“Entonces, ¿por qué te llevas a todos estos chavos?”.
7%
Durante varios anos, despues de 2000, busque de ma-
nera activa un proyecto etnografico importante para
llevar a cabo. Dados los críticos temas sociales, políti-
cos y de salud relacionados con la migración entre Mé-
xico y Estados Unidos, elegí trabajar en este contexto.
James, director de una organización no lucrativa que
trabaja con jornaleros migrantes en el Skagit Valley,
en el estado de Washington, y muy conocido en las
redes de montañismo, me animó atrabajar con los tri-
quis de San Miguel, Oaxaca. Me explicó que este grupo
de personas era de gran interés, en especial porque
solo en los últimos años había comenzado a migrar a
Estados Unidos, y tenía la reputación de ser violento y
de vivir y trabajar en ambientes insalubres en los esta-
dos de Washington y California.
8%
j
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% CANADA , { i
ESTADOS UNIDOS
*
OCEANO
PACIFICO
8%
jadores del sector salud para migrantes y a residentes
de otras áreas.
8%
edad exacta pero se veía a sí mismo como un an-
ciano; su hermana de veintiocho años y sus sobrinas
y sobrinos, a quienes consideraban demasiado jóve-
nes para cruzar la frontera con sus padres. La casa
era de simples bloques de concreto construida poco a
poco con el dinero enviado por Samuel, quien seguía
trabajando en California. Compartía con su familia
la letrina habitada por culebras, visitaba el centro de
salud del gobierno cuando me enfermaba, acarreaba
agua del pozo, cosechaba y sembraba maíz y frijol y
sacaba a los toros y a los borregos a pastorear. Du-
rante este periodo experimenté, de una manera más
íntima, el aspecto de “comunidad colectiva cerrada”
de este pueblo rural triqui, que no dejaba de ser
hostil y de guardar muchas sospechas sobre mi per-
sona, desde el primer día. Me advirtieron en muchas
ocasiones sobre la violencia de la gente del pueblo, y
me acusaron de espiar para la policía estadounidense.
Un puñado de veces me amenazaron de forma explí-
cita con secuestrarme y meterme a la cárcel, porque
“los gabachos (blancos estadounidenses) no deberían
estar aquí”.
Rumbo a la frontera
9%
la Patrulla Fronteriza y de si moriremos o no tratando de
cruzar.
Sufrir la frontera
11%
algunos restaurantes, tiendas de abarrotes con pasillos
llenos de botellas de agua y Gatorade, y mercados al aire
libre repletos de ropa oscura y mochilas pequeñas. Trato
de calcular cuándo tendré que enviar los tres libros de
antropología que llevo en mi mochila a mi dirección en
Estados Unidos para no tener que cargarlos durante la
caminata.
Externalización y extracción
Como lo describe el sociólogo Michael Burawoy
(1976), los sistemas de trabajo del migrante se carac-
terizan por una separación temporal y física de los
procesos de reproducción de la fuerza de trabajo y de
la producción de esa fuerza. El trabajador migrante
puede sobrevivir con salarios bajos mientras contri-
buye a la producción económica, en un contexto,
11%
porque la familia, la comunidad y el Estado, en el
otro contexto, proveen educacion, atencion medica
y otros servicios necesarios para la reproduccion. De
esta forma, el Estado anfitrion externaliza los costos
de la renovación de la fuerza laboral y se beneficia aún
más con el fenómeno de la migración laboral. En el
caso de mis compañeros triquis, este análisis se man-
tiene vigente, ya que estos hombres y mujeresjóvenes
y saludables llegan a Estados Unidos para trabajar des-
pués de ser educados y criados en Oaxaca. Más allá del
análisis de Burawoy, mis compañeros triquis regresan
a su pueblo natal cuando no pueden trabajar debido
a la vejez, enfermedad o lesiones. De esta manera en
11%
trabajando en Estados Unidos, llega y saluda a todos en
una mezcla de espanol y triqui. Explica que saldremos
al otro dia por la tarde y después va en busca de comida
para todos nosotros. Macario va con él para explicarle
quién soy y por qué estoy ahí. Me pongo nervioso y me
pregunto si éste es el final de mi viaje con el grupo. Ma-
cario regresa más tarde y me cuenta que le explicó que
soy un estudiante que quiere experimentar por sí mismo
cómo sufre el pobre. El coyote acepta que siga adelante y
dice que no me cobrará ya que estoy tratando de hacer
esto para cooperar (aunque usa la palabra cooperar en
un sentido más tangible y material, como hacer mi parte
o pagar la parte que me corresponde por los gasto del
grupo) con aquellos que sufren.
12%
como ratero. La confusion semantica se mezcla en mi
mente con mi incertidumbre sobre las identidades e in-
tenciones de todos con los que nos encontramos.
12%
agitan la mano o me saludan. Todos sospechan que soy
coyote y varios me preguntan cuándo llevaré gente al
norte. Macario y sus amigos me dicen que bromee con
ellos y que les ofrezca llevarlos en coche a Arizona por
dos mil dólares. Estoy demasiado concentrado y nervioso
para este tipo de juego. Después de los preparativos, espe-
ramos -intentando jugar a las cartas- nuestra salida.
12%
nos dice que está caliente hoy y que está nervioso de que
lo vayan a agarrar.
13%
receria que otro coche nos Sigue. La camioneta parece
tomar muchos desvios innecesarios solo para regresar a
la carretera principal otra vez. A esta altura no hay mas
opción que seguir adelante, estamos en sus manos.
Cruce
13%
un cáctus alto para escondernos bajo su sombra parcial.
Nuestro coyote se va a hurtadillas, regresa después de
varios minutos y nos dice que hay mucha actividad de la
Patrulla Fronteriza y que debemos esperar aquí. Nos sen-
tamos en un círculo, algunas personas sacan su comida y
todos compartimos totopos y frijoles. Se siente bien com-
partir el alimento entre nosotros. Se siente como estar
en familia, la solidaridad es casi un ritual de comunión
antes de una prueba peligrosa de proporciones bíblicas.
Dos personas en nuestro grupo tienen diarrea y me piden
pastillas que tengo en mi bolsa para combatirla. Otro se
torció el tobillo la semana pasada en una colina cerca
de su casa y pregunta por ibuprofeno. Cada vez que
escuchamos el sonido de un automóvil, creemos que son
asaltantes o más migrantes que planean cruzar. Esta-
mos sentados, nerviosos, en silencio. Macario saca dien-
tes de ajo de su bolsa y frota uno en sus botas. Me indica
hacer lo mismo para mantener alejadas a las serpientes
de cascabel. Después de una hora de espera angustiosa,
cargamos nuestras mochilas y seguimos al coyote en una
sola fila, adentrándonos más en el desierto, hacia el
norte. Puedo ver otra fila que camina a la distancia, con
la esperanza de cruzar la frontera, mientras el sol co-
mienza a ponerse. En lo hondo de mi bolsillo, aprieto mi
suerte.
13%
I
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L q
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A
E,
14%
pienso en los pueblos a nuestra izquierda y en la gente
que vive ahí, que, con seguridad, está cómoda y dor-
mida. Macario me dice que ahora estamos en Arizona.
No veo ninguna diferencia.
14%
De repente, nuestro coyote regresa corriendo y habla ra-
pido en triqui. Dos agentes de la Patrulla Fronteriza —
uno negro y otro blanco- aparecen corriendo a través
de los árboles, brincan a nuestro lecho de arroyo y nos
apuntan con sus armas.
15%
cruzar la frontera no es elegir una conducta de riesgo,
Sino un proceso necesario para la sobrevivencia, para
hacer que la vida sea menos arriesgada.
Aprehendidos
Los agentes nos dicen en espanol que levantemos las
manos y que no nos movamos. Nos indican sacar los bo-
lígrafos, cuchillos y cepillos de dientes de nuestras bolsas,
dejarlos en el suelo y levantar las manos. Los agentes me
separan de mis amigos y nos conducen a todos hacia la
carretera. Dejamos botados en el desierto los bolígrafos,
cortaúñas, cepillos y otros artículos.
15%
mientras nos perseguía. El aire acondicionado no fun-
ciona en la celda trasera de nuestra camioneta y se siente
como si nos estuviéramos cocinando. Mientras espera-
mos, golpeo en las ventanas y le pido al agente que pasa
por ahí que haga algo respecto al calor en ascenso. Abre
la puerta trasera y la asegura con unas esposas.
15%
haber criminales mucho mas peligrosos en las fronteras
en quienes enfocar su tiempo y energia. Me pregunto por
qué me están acusando de tráfico de extranjeros si parece
que todos admiten saber que estaba haciendo esto “por
mi tesis”. Después de todo, me digo para mis adentros,
¿qué traficante loco cargaría con libros pesados de antro-
pología, además de cartas de autoridades universitarias
que explican sus planes?
15%
tes mirando mientras uno de ellos hurga en mi mochila,
examina mi camara, grabadora, libros de antropologia,
pasaporte y cartas de gente en San Miguel para sus seres
queridos en Estados Unidos.
16%
sión mientras espero que el sistema legal procese mi caso.
Ésa es la última vez que mis amigos de San Miguel me
ven. Mientras lloro en el teléfono, se los llevan, los ponen
en un autobús y los deportan a México.
16%
soy yo, no los agentes de la Patrulla Fronteriza. ¿Por
qué los funcionarios que deben hacer cumplir la ley no
tienen respeto por el otro ser humano con quien están
interactuando? Me pregunto, cómo pagaré la multa. Me
pregunto cómo les estará yendo a mis amigos triquis y
cómo se sentirá saber que tienes que intentar la larga ca-
minata una vez más.
16%
gracion laboral. En primer lugar las politicas que re-
fuerzan las desigualdades, como TLCAN y el Tratado
de Libre Comercio de Centroamerica (TLC), tienen
que renegociarse, y la legislacion de la reforma de
la salud debe ampliarse para incluir poblaciones es-
tructuralmente vulnerables, como los migrantes. Sin
este replanteamiento, continuaremos presenciando
no solo una externalización de los costos de la repro-
ducción sino también la individualización del riesgo y
de la responsabilidad: cuando el riesgo y la culpa son
individualizados, las soluciones imaginadas y las in-
tervenciones planeadas se enfocan en cambiar la con-
ducta del individuo. Sin embargo, intentar intervenir
en la conducta individual en dichos contextos desvía
la atención de las fuerzas estructurales que producen
el peligro mortal y la muerte, en primer lugar. Sin
la reorientación de nuestra comprensión del riesgo y
de nuestras intervenciones subsecuentes continuare-
mos siendo testigos de la muerte de cientos de seres
humanos cada año en las zonas fronterizas y el su-
frimiento que padecen a lo largo de sus circuitos de
migración.
17%
desierto. Sin saber qué más hacer, vuelo de regreso a Cali-
fornia unos días después.
17%
Aunque he escrito este libro con el formato basico de
capitulos substanciales, pretendo retratar la natura-
leza narrativa en curso de la experiencia de la migra-
ción. Esta estrategia pone en evidencia las alegrias y el
sufrimiento cotidianos de la migración, además de las
experiencias corporales del trabajo de campo en trán-
sito, en múltiples sitios. Las conversaciones, entrevis-
tas y citas se basan en las grabaciones como en mis
propias notas tanto escritas a mano, como tipeadas.
Las traducciones son mías, a menos que se indique lo
contrario. He cambiado los nombres de la gente y de
algunos lugares descritos en este libro para proteger la
identidad de aquellos que me tuvieron confianza y me
permitieron entrar en sus vidas; no obstante, man-
tengo en lo posible los detalles y la riqueza de las ex-
periencias reales y de las observaciones a lo largo del
libro.
18%
CAPITULO 2
“Somos trabajadores del campo”:
Antropología encarnada
de la migración
19%
genas indocumentados. Sin embargo, tambien esta
claro que los ejecutivos y gerentes de la granja agrícola
no se plantean, ni desean, de manera específica, esta
jerarquía nociva, sino más bien que ésta es un pro-
ducto de las grandes estructuras sociales. Cabe señalar
que muy pocas veces un grupo de personas en la
granja agrícola, ni siquiera los más explotados, pone
en cuestión estas estructuras de desigualdad. En la in-
formación etnográfica encontramos que estas estruc-
turas se vuelven invisibles a través de las diferencias
corporalmente percibidas, incluyendo las concepcio-
nes étnicas de orgullo. Usando la teoría de Bourdieu
sobre la violencia simbólica, digo que la naturalidad
con que se dan por sentado estas asimetrías sociales
y de la salud contribuye a su justificación y repro-
ducción. El libro concluye planteando posibles salidas
hacia la solidaridad pragmática (Farmer, 1999) y alen-
tando un cambio positivo en el futuro.
19%
habitacion cerrada. En vez de ello, implementamos
la observacion del participante de longue duree, obte-
niendo datos de campo de las observaciones y de la
participacion encarnada en las conversaciones y en
las actividades de la vida cotidiana. En 1922, Bronis-
law Malinowski expuso su concepcion de la observa-
cion del participante como un proyecto cientifico, al
explicar que “existe una serie de fenómenos de gran
importancia que es imposible de registrar a través de
preguntas o documentos informáticos, y que deben
observarse en su actualidad total”. Sin embargo, para
la mayor parte del mundo, esto significa sobre todo
pasar el rato, hacer preguntas frívolas y usar una gra-
badora o escribir en un cuaderno. De hecho, Clifford
Geertz y James Clifford (en “Deep Hanging Out”, New
York Review of Books, 1998) llegaron incluso a utilizar
la frase “pasar el rato con intensidad” para debatir el
trabajo de campo de inmersión fundamental en la an-
tropología.
Antropología encarnada
A lo largo de la historia, los antropólogos se han
imaginado a sí mismos simplemente documentando
hechos del mundo exterior. Como Nancy-Scheper-
Huges (1992) afirma: “Actuaban como si no hubiera
un etnógrafo en el campo”. Dice la autora que trataban
al “propio yo como si éste' fuera una pantalla permea-
ble e invisible a través de la cual los datos puros,
los 'hechos', podían filtrarse y registrarse de una ma-
nera objetiva”. Nosotros mismos, nuestros cuerpos se
daban por sentados y se consideraban sin más una he-
20%
rramienta util para la observacion (si es que se llego
a pensar sobre ello). En general, no hemos tomado en
cuenta nuestros cuerpos en las experiencias de tra-
bajo de campo. Si bien la documentacion de *hechos”
es importante y quiza un asunto de vida o muerte,
tambien es esencial para los antropologos reflexionar
sobre sus propias experiencias encarnadas durante el
trabajo de campo. Paul Stoller (1997) hace un llamado
a la “erudición sensorial”, la que “incorporaría en los
trabajos etnográficos el cuerpo sensorial: sus olores,
gustos, texturas y sensaciones”. Aunque Stoller se en-
foca más en los cuerpos de sus informantes songhai
que en sus propias experiencias encarnadas, un en-
foque en el cuerpo del etnógrafo podría considerarse
una forma íntima de erudición sensorial o de antro-
pología encarnada. Loic Wacquant (2005), sociólogo
etnográfico, utiliza la palabra carnal para hablar de
una investigación de campo que reflexiona sobre el
cuerpo del etnógrafo (Estroff, 1985, y Farquhar, 2002,
para más ejemplos de antropología encarnada).
21%
mi trabajo de campo, me habia vuelto un invitado. En
uno de esos dias, fui con Samuel y su familia de cinco
integrantes, en su minivan. Pedimos lo de siempre:
cuatro Whoppers, cuatro porciones grandes de papas
fritas y dos comidas para niños. En esta ocasión, sin
embargo, las cuatro Whoppers y las dos comidas para
niños llegaron con tres porciones medianas de papas
fritas, Sin pensar en el estatus social, sugerí que uno
de nosotros se acercara y pidiera las papas correc-
tas. Samuel y su esposa, Leticia, se miraron entre sí
arrugando el ceño. Me explicaron que nunca podrían
hacer algo así porque no les darían otras papas y, pro-
bablemente, se meterían en problemas por preguntar.
Samuel me dijo que fuera yo y viera qué le hacían
a un gabacho. Me dieron cuatro porciones grandes
de papas fritas y se disculparon de una manera edu-
cada pero con cierto resentimiento. Todos esperaban
algo así pero, de igual modo estaban impresionados.
Mi cuerpo recibió un trato como si fuera poderoso y
mereciera el poder, mientras que los suyos fueron tra-
tados muchas veces como cuerpos subordinados, que
22%
de que quiza era un agente de la CIA o un traficante
de drogas buscando una buena forma de encubrir mi
identidad. Despues de vivir ahi durante varios meses,
Samuel y los otros piscadores que habia llegado a
conocer, refutaron dichos rumores, usando lo que se
había convertido en la explicación más común sobre
mi persona: “era el gabacho chakuh que quería expe-
rimentar cómo sufre el pobre”. Este aumento de con-
fianza dio paso a invitaciones a comer, cumpleaños,
bautizos, sanaciones y hasta a una huelga. “También
resultó en ser partícipe involuntario de alianzas, ene-
mistades familiares, odio, rumores y hasta brujería”.
La realidad inesperada de estas relaciones resultó en
llamadas frecuentes desde el otro lado del país pi-
diendo ayuda para lidiar con una clínica, con la gente
que robó el coche de su amigo o con la policía; además
de generar esperanzas de volar al otro lado del país
para hacer una visita o mantener una comunicación
regular.
22%
gunas ocasiones cuestionaban la organizacion de esta
Sociedad y del mundo, y me pedian que siguiera in-
volucrado en sus vidas, hablando y escribiendo sobre
ellas, y que me uniera a ellos para lograr un mejor
futuro. Me solicitaron que los invite a hablar con otros
gabachos, y me sorprendió la no inclusión de migran-
tesen las conferencias sobre migración que presumen
de la presencia de expertos en el tema. En la con-
clusión de este libro formularé, sustentándome en el
análisis de mis compañeros triquis y el mío, algunas
sugerencias para fomentar el cambio positivo.
23%
los costos de tratamientos de emergencia de migran-
tes en la frontera (Migration News, 2003).
23%
ven obligados a migrar, cada vez mas, para sobrevivir
(Bacon, 2004; Simon, 1997 & Stephen, 2007). Acti-
vistas mexicanos estan presionando al gobierno para
que renegocie el N.A.F.T.A. para evitar que más propie-
tarios de granjas agrícolas y trabajadores del campo
se vean obligados a emigrar por la pobreza (Migration
News, 2003).
23%
jadores agrícolas mexicanos (Sassen, 1998: cap. 3;
Grillo, 1985; Bustamante, 1983;Quesada, 1999). Estos
jornaleros son amenazados de diversas maneras bru-
tales en México y Estados Unidos, además de ser el
foco de debates continuos sobre políticas y leyes in-
migratorias en ambos países. Sin embargo, sabemos
relativamente poco sobre la vida cotidiana de esta
población, en gran medida oculta. Para afrontar estas
realidades, es necesario que entendamos con mayor
profundidad qué es lo que provoca que la gente migre,
el sufrimiento como resultado de las condiciones de
vida y de trabajo de los migrantes mexicanos en Esta-
dos Unidos, las respuestas de las clínicas de salud para
migrantes y de los responsables de formular las políti-
cas, además de las percepciones y estereotipos que po-
drían normalizar estos problemas.
24%
meta financiera especifica como ahorrar lo suficiente
para construir una casa o pagar la dote por la novia
con quien quieren casarse. Es demasiado peligroso y
costoso cruzar la frontera cada año. En San Miguel
todos conocen a alguien que murió en el desierto de
Arizona, o que fue secuestrado o asaltado durante el
trayecto. Si bien la mayoría de migrantes triquis gana
entre 3 y 5 mil dólares al año, cada cruce cuesta ahora
de 1.500 a 2.500 dólares para cubrir transporte, co-
mida y coyote. Algunos de los migrantes, adolescen-
tes y jóvenes, aún intentan regresar a casa cada año,
en noviembre y diciembre, para celebrar al santo pa-
trón y la Navidad. Por esta razón, San Miguel tiene una
mayor población en noviembre y diciembre y después
se achica lentamente conforme el invierno da paso a
la primavera y la gente toma los autobuses hacia la
frontera del norte para arriesgar otro cruce.
24%
mexicanos, y los politicos mexicanos, ademas de los
grupos indigenas y mestizos de la zona. Su presente lo
caracteriza su reputacion de violencia, tanto externa
como interna. Cada una de estas experiencias de do-
minacion y violencia los han desplazado en el pasado;
en el presente, los triquis responden a la violencia
estructural y la desigualdad con otra forma de des-
plazamiento: la migracion. Es importante entender a
los migrantes triquis debido a su desplazamiento re-
lativamente reciente hacia el trabajo migrante, el au-
mento de su presencia en los circuitos migrantes y
su posición en el peldaño más bajo de las jerarquías
sociales.
24%
lencia y sufrimiento que produce el fenomeno del
trabajo migratorio en Norteamerica. Este libro tiene
la intencion de dar sentido a las vidas, el trabajo y el
sufrimiento de los trabajadores triquis migrantes en
México y Estados Unidos amparado en estos concep-
tos. De un modo más amplio, emplea una antropolo-
gía encarnada y crítica para confrontar las maneras
por las que cierta clase de personas es considerada
irrelevante o se considera menos humana.
25%
CAPITULO 3
Segregacion en la granja
agrícola!!!
25%
expansion, edificios de departamentos y desarrollos
de viviendas. Los hogares de la elite local disfrutan de
vistas magnificas de las cimas de las colinas arboladas
y del litoral a la orilla del valle. La mayoria de la tierra
ocupada por los pequenos centros comerciales, nada
inspiradores, fue campo de bayas o flores a finales de
la decada de 1990 o principios de 2000. En el valle,
es comun escuchar historias desgarradoras del dificil
estado de la agricultura familiar en Estados Unidos.
Historias como la de la granja lechera del vecino Ben-
son, que cerró después de cinco generaciones porque
no podía competir con la agroindustria corporativa
en el medio oeste después de los cambios recientes en
la política federal; los campos de bayas del granjero
Johnson, que fueron cerrados después de casi un siglo
debido a la competencia creciente con China y Chile;
y la vergúenza del agricultor Christensen al vender
su tierra a los constructores de un nuevo Wal-Mart,
después de que su familia había sembrado manzanas
desde que llegaron de Escandinavia. En el valle es muy
común una calcomanía en la defensa del coche que vi-
tupera contra este fenómeno: “Salva las tierras de cul-
tivo de Skagit, el pavimento es para siempre”. La tierra
agrícola que aún queda es ocupada por diversas gran-
jas familiares, relativamente pequeñas comparadas
con la mayoría de la agroindustria estadounidense.
25%
Rouse, 2002), que incluyen a los indigenas triquis y a
los mixtecos del estado mexicano de Oaxaca. Algunos
miles migran aqui en la estacion de cosecha de bayas
y manzanas, y en primavera para el corte de tulipan.
Viven varios meses en chozas ocupadas ilegalmente,
hechas de carton, laminas de plastico y carros des-
compuestos, o en los campos de trabajo propiedad de
los dueños, a menudo no lejos de las casas de varios
niveles de la clase alta local, con vistas pintorescas
del valle. Los campos de migrantes parecen coberti-
zos de herramientas con techos de lámina oxidada
alineados a no más de un metro de distancia el uno
del otro, o largas filas de “pequeños gallineros” -que
fue con lo que los confundió un agente desarrollador
de viviendas-. En el campo de trabajo donde llegué a
vivir, las paredes de triplay están cubiertas en algunas
partes por pintura rosa y café, descascarada. No hay
aislamiento y el viento sopla con facilidad a través de
hoyos y grietas, en especial durante la noche. Cada
unidad está a unos treinta centímetros por encima
del suelo y tiene dos pequeñas ventanas a un lado, al-
gunas de ellas rotas, la mayoría cubiertas con pedazos
de viejas cajas de cartón. A menudo, el suelo alrededor
de los campos es un lodazal o una tormenta de polvo
que espera ser alborotada por el coche que pasa. Du-
rante los días de verano, los techos de lámina oxidada
hacen que las unidades parezcan un horno, que sobre-
pasa los 37 grados. En la noche, el aire es húmedo y
frío y la temperatura baja hasta O grados durante la es-
tación de bayas en el otoño.
26%
Foto: Seth M. Holmes.
26%
rano, el empleo mengua a mas o menos cincuenta
trabajadores. Los duenos y administradores de esta
granja familiar son la tercera generación de japoneses
estadounidenses. La generación de sus padres perdió
la mitad de sus tierras durante el internamiento en
la década de 1940. Fueron internados de repente y
cientos de acres en la zona de Bainbridge Islan, cerca
de Seattle, fueron decomisados por el gobierno. El
lado de la familia en el Skagit Valley tuvo tiempo de
confiarle su granja a una familia estadounidense an-
glosajona con quien mantenía una amistad y de este
modo evitó la misma suerte. Actualmente, la granja
es famosa por sus fresas, muchas son de la “variedad
noroeste”, cultivadas por el padre de los que ahora
dirigen la granja. El negocio se administra de manera
vertical e incorpora todo: desde un vivero de semi-
llas y plantas hasta la producción de bayas y fruta,
sin mencionar la planta procesadora. Sin embargo, la
mayoría de la fruta y bayas producidas en la granja
se vende con la etiqueta de grandes negocios, de com-
pañías de bayas como Driscoll, o compañías lecheras
como Háagen-Dazs. La granja tiene varios cientos de
hectáreas, la mayor parte de la tierra es visible por el
oeste del valle, cuando uno conduce por la autopista
Interestatal 5. Casi toda la tierra esta dividida en sur-
cos extensos de matas de fresa, aunque una extensión
considerable está dedicada al cultivo de frambuesas y
manzanas, al igual que a los muy conocidos aránda-
nos orgánicos.
27%
Ezcutivos
ds bganp
(10)
G erente
de cosecha
It
Superv bo res
(10)
Asblentes
adn n strat vos
(10)
: Trabajdores
de
: cam po por hora
; (60)
Trabapdores
de
cam po por contrato
(300)
Las líneas indican supervisión directa; las punteadas, supervisión menos formal.
Elaboración: Seth M. Holmes
27%
llos “abajo” o “arriba” de ellos, de “supervisar” o de
estar “hasta abajo”. Las responsabilidades, inquietu-
des, privilegios y experiencias de tiempo difieren de
arriba abajo en esta organización laboral. La metáfora
simbólica vertical también corresponde con el oculta-
miento o la visibilidad: los que están en el nivel más
alto son los más visibles desde el exterior de la granja
y los que están en el nivel más bajo, los que menos
se perciben. En consonancia con las metáforas verti-
cales utilizadas por aquellos en la granja, el resto de
este capítulo revela la estratificación social del trabajo
agrícola, que se desplaza de “arriba” hacia “abajo”.
Ejecutivos de la granja
Hoy en día, la tercera generación de hermanos Tanaka
forma la mayor parte de ejecutivos de la granja; el
resto son profesionales estadounidenses anglosajo-
nes contratados de otros negocios agrícolas. Su preo-
cupación primordial es la supervivencia de la granja
en un panorama sombrío donde la competencia en
la agroindustria es cada vez más corporativa, hay ex-
pansión de los límites urbanos y una globalización
económica injusta.
27%
sus trabajadores y su comunidad. Quieren vivir có-
modamente, darles un buen trato a sus trabajadores y
dejar un legado para sus hijos y nietos. Su visión de
la sociedad es buena: incluye la agricultura familiar
y quieren ofrecer oportunidades de avance social a
favor de todos los individuos. Muchos de ellos están
involucrados en trabajo local sin fines de lucro para
lograr dichas esperanzas sociales. En diferentes eta-
pas de mi investigación, la mayoría quería saber mis
opiniones sobre cómo podrían mejorarse los campos
de trabajo para los trabajadores. Después de la huelga
de los piscadores -descrita en el capitulo 6-, donde
salió a la luz el trato racista explícito hacia ellos en los
campos, los productores estaban bastante sorpren-
didos y enojados. Instruyeron inmediatamente a los
gerentes de cosecha difundir el mensaje de que todos
los trabajadores deberían ser tratados con respeto. Por
supuesto, los ejecutivos comparten algo de complici-
dad con el sistema injusto y algunos son activamente
más racistas y xenófobos que otros. Sin embargo,
quizá en lugar de culpar solo a los productores, es más
apropiado entenderlos como seres humanos que tra-
tan de hacer las cosas lo mejor que pueden en medio
de un sistema hostil e injusto.
28%
Washington le pago a un piscador 7,16 dolares: el
salario minimo del estado, compitiendo en el mismo
mercado. Esa es una diferencia enorme. Y el reto
mas grande es, probablemente, la competencia ex-
tranjera. Por ejemplo: China podria tomar una fresa
y traerla a San Francisco y entregarla al restaurante
a un costo mas barato que el nuestro. Y mucho mas
barato a Japon. Pagamos 7.16 dolares la hora. En la
mayoria de paises de los que estamos hablando aqui
(China o Chile o cualquier otro), jno pagan esa canti-
dad al dia!
Ahora, al otro lado está el asunto laboral. Ése es,
probablemente, el próximo asunto más grande que
enfrenta la agricultura. En este momento —hoy-, nos
sentimos cómodos con las fuerzas laborales que te-
nemos y que pensamos que están a nuestra disposi-
ción. Pero, si miramos hacia el futuro, eso ya va a
ser un problema. Actualmente estamos viendo que o
encontramos una manera de hacer lo que hacemos
ahora, pero con máquinas, o hallamos el tipo correcto
de mercado que pueda seguir proveyéndonos de la
fuerza laboral que vamos a necesitar para cosechar
nuestras plantaciones.
Es un asunto multidimensional: la primera genera-
ción llega y está dispuesta a trabajar en los campos.
Pero la próxima generación se educa aquí y no creo
que tenga fervor por los campos. Al tener acceso a
la educación y a otras oportunidades, hacen otras
cosas, que está bien. Nuestra familia hizo lo mismo.
En los cuarentas se veían indígenas canadienses, his-
panos, no de México, sí de la parte este de Washing-
ton y Oregon, California, Texas. Ésa fue la primera
parte. Después vimos a los camboyanos, los vietna-
29%
mitas. Despues comenzamos a ver la migracion de los
hispanos de Mexico. Y despues de mas lejos. Salieron
del estado de Oaxaca, de donde vienen muchos de
ellos ahora. Se ve esa misma tendencia generacional:
la primera trabaja en los campos, muchos se quedan
contigo; la siguiente, solo algunos se quedan contigo;
otros más se educan y hacen cosas. Se cree que una vez
que un grupo en particular pasa por tres generacio-
nes, deja la agricultura, a menos que sean los dueños
de la granja y la administren ellos mismos.
29%
El hermano mas joven de John, Rob Tanaka, es el
responsable de la produccion agricola directa de la
grarya. Rob es un hombre alto, de barba, con una per-
sonalidad gentil y amable. Planea todo desde la siem-
bra hasta la cosecha y supervisa alos que están a cargo
de cada cultivo. Su oficina está ubicada en una casa
pequeña en medio de los campos de bayas, a varios
kilómetros de las oficinas principales. Durante varias
conversaciones en el pequeño vestíbulo en el edificio
de oficinas principal, Rob me describe sus ansiedades
relacionadas con el trabajo. Sus inquietudes primor-
diales que tienen que ver directamente con la agricul-
tura: clima, insectos y pájaros, la calidad de la tierra, el
trabajo; aunque también se preocupa de la competen-
cia y la sobrevivencia de la granja.
29%
creando un portafolio de cosechas. Algunas presen-
tan mas riesgos que otras; es la misma cosa. Por
ejemplo, las manzanas, teniamos el plan de dejar de
cultivar 8 hectareas este ano, pero parece que vamos
a hacer algo de dinero, asi que...
Seth: Probablemente no [risas].
Rob: Sí.
30%
lo contrato para que ayudara a la granja a competir
dentro del pequeno mercado de fruta internacional.
Tiene una oficina en el trailer, como los otros ejecu-
tivos, aunque el se ha tomado la molestia de deco-
rarla mejor que los demas: con orgullo muestra una
pintura colorida de trabajadores chinos recolectando
fresas en China, uno de los paises contra los que debe
competir. Antes, Tom se encargaba del procesamiento
y del marketing de una productora grande de fresas
mexicana. En la granja Tanaka, su trabajo comienza
antes de que salga el sol, cuando llama a los competi-
dores y compradores potenciales en Polonia, China y
Chile. Mas tarde, puede hacer una pausa para reunirse
con amigos o comer fuera. Todos los dias intenta en-
contrar una ventaja competitiva al comprar fruta de
otras granjas para procesarla y despues venderla. Du-
rante varios meses, Tom me describio las desventajas
competitivas considerables de la granja en terminos
globales y domesticos.
30%
centavos por una libra en el campo. Puedo comprar
producto terminado transportado aqui desde China,
camarosa congelada grado A, por cuarenta centavos
la libra. Por eso le estan pagando a la gente de R&D
(investigacion y desarrollo) 80 mil dolares al ano
para sacarle el mayor provecho. Todo se reduce a la
economia. Asi que me aferro a una base de clientes
totalmente menguada. Un comprador de medio mi-
llón de libras se fue a principios de año. Se fue a Chile.
No lo culpo, las cosas son así. Solo espero que Háiagen-
Dazs siga comprando.
Asistentes administrativos
31%
Vive sola en una pequena parcela a varios kilometros
de distancia, con algunos animales de granja de su
propiedad. Su escritorio se ubica en el pasillo entre la
entrada principal y las oficinas privadas de los ejecu-
tivos. Se dio cuenta por primera vez de la diferencia
entre “mexicanos comunes” (como ella lo dice) y me-
xicanos indígenas durante su primer año en la granja
Tanaka. Durante nuestras interacciones, describe a
los indígenas mexicanos de Oaxaca como “sucios” y
“simples”, y que “no saben cómo usar una cuenta de
banco”.
31%
Me llevo bien con la gente. Supongo que por eso he
estado en la oficina durante cinco años. Trato de ayu-
darles, como a este chavo que acaba de venir por lo
de sus tickets (papeles que indican cuánto recolecto).
Me puedo meter en problemas si hago algo con estos
tickets, porque no es mi trabajo. Pero lo hago porque
los entiendo. Yo comencé como ellos; comencé desde
abajo.
Esta temporada fue salvaje y ajetreada. La semana
pasada trabajé 108 horas. Tratando de obtener res-
puestas (para los piscadores); algunas veces para
conseguir una respuesta terminas yendo de un lado
al otro. Uno de los Tanaka sabe escuchar, es bastante
comprensivo y muy útil. Si tengo un problema, voy
directamente con él.
Gerentes de cosecha
32%
encuentras un Tanaka en el campo. Aun participan
activamente.
Seth: ;Es diferente eso de otras granjas donde has
estado?
Scott: Oh, sí. La granja que dirigía al este de Wa-
shington tenía 60 hectáreas. Solo veía al propietario
dos veces al año. Es un gran cambio llegar aquí y
ver al dueño de la granja, allá afuera trabajando
en el campo. Pienso que es bueno para la moral en
general. Esa es justamente la ética de trabajo de Ta-
naka. Son personas prácticas en verdad. Si tú estás
ahí afuera trabajando 14 horas, 7 días a la semana,
también ellos están, y, seguramente, trabajan más
que cualquier otro. Ves a John entrando a las 3 de la
madrugada y quizá se quede allí hasta las 7, 8, 9 de
la noche. Del amanecer a la oscuridad, esa es la natu-
raleza de la agricultura.
Se habla mucho hoy sobre la inmigración, la frontera
y cosas de ese estilo. Terminan gastando muchísimo
dinero para llegar aquí y trabajar. Pienso que de-
beríamos decirle a los políticos, aun cuando no sea
popular, o lo que sea, que realmente los necesitamos
para que trabajen aquí. Eso sería sensato.
33%
Los perfiles de los gerentes de cosecha ponen de re-
lieve algunos de los intentos practicos por parte de
la administracion de dirigir una granja etica y buena
en medio de condiciones dificiles. Al mismo tiempo,
es evidente que Scott esta preocupado por los efec-
tos directos de las politicas de inmigracion y de la
frontera sobre su fuerza de trabajo. Como muchos
granjeros que entreviste, sabe que la estructura actual
de la agricultura estadounidense seria imposible sin
los trabajadores migrantes latinoamericanos indocu-
mentados.
Supervisores
33%
dela cuadrilla blanca local tiene su propia oficina en el
edificio principal de la granja, aunque pasa tiempo de
forma regular en los campos supervisando. Algunos
de los jefes de cuadrilla tratan con respeto a los pisca-
dores indígenas, otros los llaman de manera explícita
con nombres racistas y despectivos. El jefe de cuadri-
lla, a quien los piscadores acusan frecuentemente de
trato racista, tiene una hija, Bárbara, que trabaja tam-
bién como jefa de cuadrilla.
33%
cial pero efectiva, refuerza la segregacion en la granja
de forma involuntaria.
33%
para estudiar espanole ingles con el fin de tener movi-
lidad social y ocupacional.
34%
1937. Se consideran otros significados de “suciedad”
en el capítulo 6). Nunca escuché o vi ninguna acción
irrespetuosa de parte de los trabajadores indígenas.
Sin embargo, la barrera del lenguaje dificultó que pu-
diera darme cuenta. Por un lado, Shelly no habla nada
de triqui o mixteco y su español es deficiente; por el
otro, los piscadores oaxaqueños no hablaban inglés y
muchos de ellos tampoco hablaban español con flui-
dez. Algunos de los jefes de cuadrilla de los piscadores
triquis contradicen directamente la idea de que los
triquis se involucren menos en su trabajo, y argumen-
tan que estos últimos desplazaron a los piscadores
mestizos y mixtecos en la granja porque trabajan
muy duro y rápido. Tomando en cuenta que los pis-
cadores triquis regularmente migran como familias
completas —yo asistí a numerosos bautizos familiares
y fiestas de cumpleaños triquis en los campos- y que
los mestizos tienden a migrar solos -dejando a sus fa-
milias en México-, la concepción de Shelly, que afirma
que los triquis se ocupan menos de su comunidad y
familia, la veo como una percepción errada. Por el
contrario, parece que la suciedad física del trabajo de
los piscadores indígenas se ha vinculado de un modo
simbólico a su carácter (Orwell, 1937). Al mismo
tiempo, la limitada posibilidad de relación entre
Shelly y los trabajadores indígenas debido a la ba-
rrera del lenguaje, se ha proyectado de un modo sim-
bólico sobre los mismos piscadores indígenas como
supuestas deficiencias del carácter (en el capítulo 6 se
amplía el debate sobre naturalización, normalización
y justificación de las jerarquías sociales en la granja).
Además de revelar la “segregación de facto” en la
granja (Bourgois, 1995; Stephen, 2007, acerca de las
34%
relaciones entre jerarquias etnicas en Mexico y Esta-
dos Unidos), los perfiles de los supervisores ejemplifi-
can el rango de respuestas a la diferencia etnica y de
clase en un sistema explotador.
Inspectores
34%
sus padres. Algunos se refieren a los piscadores me-
xicanos como “cabezas grasosas” y hacen chistes que
los retratan conduciendo coches de suspensión baja,
aunque nunca vi a nadie con un coche así en ninguno
de los campos de trabajo o en los estacionamientos de
los campos de bayas. El siguiente extracto de nota de
campo grabada, describe las estaciones de inspección
durante uno de mis primeros días recolectando.
35%
y de recoleccion blancas- ve el empleo de los inspec-
tores jovenes blancos como un desarrollo de valores
positivos hacia la agricultura y la diversidad en el
valle, los inspectores tambien aprenden que merecen
tener poder sobre los mexicanos, hasta sobre los que
podrían ser sus pares o abuelos por su edad. Los jóve-
nes ganan el salario mínimo y se les permite hablar,
además de estar sentados la mayoría del tiempo; los
piscadores tienen que flexionarse constantemente y
trabajar tan rápido como puedan para mantener sus
empleos. A los inspectores blancos se les ha otorgado
el poder con respecto a las libras que marcan en las
tarjetas de los piscadores. Observé que la mayoría de
las veces los inspectores marcan menos peso de lo que
señala la báscula. En numerosas ocasiones durante mi
trabajo de campo oí que algunos supervisores les de-
cían a los inspectores que los jornaleros no deberían
recolectar más de treinta libras de bayas por cubeta.
Los supervisores señalaron que más peso dañaría
las bayas. Asimismo, manifestaron que los piscado-
res tratarían de “salirse con la suya” y poner más
bayas por cubeta porque son “flojos”. Por supuesto
que no había manera de estimar con precisión cuánto
pesarían las bayas en mi cubeta. Y cosechar fresas
me pareció muchas otras cosas pero no una labor de
flojos. A los inspectores también se les permite tra-
tar a los piscadores como personas que no merecen
respeto igualitario. Esto sirve para afinar más la lente
a través de la cual la violencia simbólica, la natura-
lización de la desigualdad, se lleva a cabo (Bourdieu,
1997). Además, Laura señaló que la administración de
la granja algunas veces interviene directamente para
35%
mantener las posiciones laborales y las etnicidades
Segregadas.
35%
Existen diferencias fundamentales entre el trabajo de
los piscadores adolescentes blancos y el de los pis-
cadores mexicanos, resaltando, de forma notable, el
hecho de que los piscadores blancos no tienen que
cumplir con un peso minimo al dia para poder con-
servar su trabajo, se les permite trabajar a su ritmo
y tomar descansos; además, trabajan por lo mucho
unos cuantos veranos. A pesar de estas diferencias
cruciales, varios habitantes blancos de la zona y ami-
gos míos respondieron a la descripción de mi inves-
tigación con piscadores de bayas migrantes diciendo
que “sabían cómo era” porque ellos habían recolec-
tado en una cuadrilla de adolescentes blancos cuando
estaban creciendo. Muchos de ellos hasta lo simplifi-
caron diciendo: “No es tan malo en realidad”.
La cuadrilla mexicana
36%
son mejores porque puedes contar con lo que ganarás.
Pero no nos dan esos trabajos a nosotros”.
36%
lo que significa que los piscadores deben entregar 51
libras de fresas sin hojas cada hora para que la granja
les pueda pagar el salario minimo del estado de Wa-
shintong: 7,16 dólares, en aquel entonces. Con el fin
de cumplir con este requerimiento mínimo, los pisca-
dores hacen pocas pausas o ninguna a partir de las 5
de la mañana hasta la tarde, cuando finaliza el trabajo
en el campo. A pesar de ello, algunos jefes de cuadrilla
los regañan y les llaman “perros, burros oaxacos' (un
error de pronunciación despectivo de la palabra oa-
xaqueño). Muchos no comen o beben nada antes de
trabajar para no tener que hacer una pausa para ir
al baño. Trabajan tan duro y rápido como pueden -
sus brazos vuelan en el aire mientras se arrodillan en
la tierra-, recolectando y corriendo hacia los inspec-
tores con sus cubetas de bayas. Aunque se refieren
a ellos como trabajadores contratados, el término es
engañoso. En unos cuantos casos, los gerentes de co-
secha cambiaron el pago por unidad sin avisar o dar la
oportunidad de negociar.
37%
su experiencia al migrar y recolectar. Con timidez, se
acercó al traductor, cargando su hija de un año de
edad, y habló en español, su segunda lengua.
37%
nas veces quieres quejarte, pero no puedes hablar con
ellos.
37%
habitaciones en una barriada con Samuel, Leticia y su
hijo; Marcelina y su hija; la hermana de Samuel y su
hijo; el hermano de Samuel, su esposa y su hija; y otras
dos familias de cuatro. Una noche en el campo de tra-
bajo de la granja, mientras mirábamos una película de
acción de Jet Li, con el sonido bajo, y tomábamos Kool
Aid azul, Samuel describió en español sus vidas como
trabajadores migrantes.
37%
no quiere que ganemos dinero y me pregunto: “¿Por
qué?”.
Algunos supervisores nos explican cómo vamos a
hacer la recolección o qué se supone que debemos
hacer, pero otros supervisores son gente mala o tie-
nen un temperamento malo y no explican bien qué
debemos hacer o qué debemos recolectar. Hasta nos
gritan, utilizando palabras que no se deben decir. Si
tratas mal a la gente, no van a trabajar tranquilos o
felices. Y si le decimos al jefe, puede no creernos. Nos
gritan y nos llaman “burros tontos” o “perros”. Es ho-
rrible cómo nos tratan.
38%
no tirar tantas. Cuando vamos lentos, no logramos
el mínimo y nos dicen: “¡Apúrate!”, “no sabes cómo
trabajar”, “¡indio, no sabes!”. Ya sabemos cómo tra-
bajar y por qué se caen las bayas. Si vamos lentos,
no podemos hacer nada de dinero y entonces estamos
en problemas. Si nos apuramos, tiramos las bayas, se
acercan y nos castigan. “¡Burro tonto!”. “¡Perro!”. Te-
nemos miedo.
38%
el campo, solo les ofrecen los peores trabajos de la
granja. Las politicas y practicas extraoficiales de la
granja refuerzan, con sutileza, las jerarquías étnicas y
laborales. La posición de los trabajadores triquis, en el
peldaño más bajo de la jerarquía, está determinada de
manera múltiple por la pobreza, el nivel de educación,
el idioma, el estado de ciudadanía y la etnicidad. Ade-
más, estos factores se producen los unos a los otros.
Por ejemplo, la pobreza de una familia interrumpe la
educación de un individuo, lo que limita su capacidad
para aprender español (mucho menos inglés), lo que
a su vez restringe su capacidad para salir de la posi-
ción más baja en el trabajo y la vivienda. La pobreza,
al mismo tiempo, está determinada en parte por el
racismo institucional en el trabajo contra los triquis.
La segregación en la granja es el resultado de un sis-
tema complejo de círculos de retroalimentación y ali-
mentación prospectiva organizado alrededor de estos
nodos múltiples de desigualdad.
Fuera de lugar
38%
xicanos festejan tan fuerte y beben tanto que podia
escuchar bocinas sonando cada manana alrededor de
las 4 de la manana. Sin embargo, como a mis veci-
nos triquis en el campo, el sonido que me despertaba
cada manana era el de las camionetas que llegaban
en el amanecer a recoger a los ninos inscritos en una
guarderia local, antes de que sus padres salieran a re-
colectar. Durante la cosecha del arandano en el otono,
cuando las camionetas llegaban después del amane-
cer, nos despertaba la lluvia fría dentro de nuestras
barracas, ya que el sol de la mañana descongelaba los
techos de chapa, donde nuestro aliento se había con-
densado y congelado durante la noche. De hecho, vi
que se bebía relativamente poco en el campo. Cuando
una familia triqui hacía una fiesta de cumpleaños o de
bautizo se servían tacos, refrescos y cerveza, se tocaba
música norteña mexicana y chilena, y algunas per-
sonas bailaban. En estas ocasiones, una o dos perso-
nas, siempre hombres, se intoxicaban. La mayoría no
bebía alcohol o bebía muy poco.
39%
descubrí que todos eran triquis. Ningún niño mestizo
o mixteco vino a mi barraca. Al parecer, los niños se
dieron cuenta —o sus padres los instruyeron explícita-
mente- de que me encontraba en la posición triqui en
la jerarquía de la granja (Wolfenstein, 1955) y actua-
ron en consecuencia.
California
40%
California, a mis companeros y a mi nos pagaron sis-
tematicamente menos del salario minimo. Encima de
eso, la mayoría de contratistas prohibían que condu-
jéramos o camináramos al campo nosotros mismos.
Teníamos que ir con el raitero (el encargado de trans-
portarnos), que la mayoría de los casos se trataba de
un pariente del contratista, y pagarle de 5 a 7 dólares
diarios. Al final, ganábamos cerca de 10 dólares por un
día de trabajo de cinco horas y un traslado de hasta
dos horas en cada dirección. Además, un sinnúmero
de granjas en California no proveen vivienda, así que
una parte de nuestro salario se iba en el pago de la
renta de nuestro departamento. El estado de Califor-
nia no contaba con guarderías para los trabajadores
agrícolas como el estado de Washington. Por consi-
guiente, un padre o madre tenía que renunciar a su
pago de 10 dólares para quedarse en casa con los hijos,
o los padres pagaban 10 dólares por un programa de
guardería extraoficial en un departamento cercano, o
los padres llevaban a los niños al viñedo mientras po-
daban.
40%
las condiciones de trabajo injustas y pobres fueran
expuestas.
Jerarquias en el trabajo
Las responsabilidades, factores estresantes y privile-
gios difieren de arriba hacia abajo en lajerarquía labo-
ral antes descrita en términos etnográficos. Los traba-
jadores en cada nivel de la escalera se preocupan por
factores sobre los cuales tienen poco control. Todos en
la granja Tanaka son vulnerables estructuralmente
(Quesada, Hart y Bourgois, 2011), aunque las caracte-
rísticas y la profundidad de la vulnerabilidad cam-
bian según la posición del individuo dentro de la es-
tructura laboral. Por ejemplo, las oportunidades dis-
minuyen y las ansiedades se acumulan conforme uno
se desplaza hacia abajo del orden jerárquico. Los que
están hasta arriba se preocupan por la competencia
en el mercado y el clima. Los gerentes, que están en
medio, se preocupan acerca de estos factores y del
trato que les brindan sus jefes. Los piscadores se preo-
cupan por cosechar lo suficiente para lograr el peso
mínimo y de esta manera evitar perder sus empleos y
viviendas. Entre más alto esté uno posicionado en la
estructura, mayor control sobre el tiempo tiene. Los
ejecutivos y gerentes pueden tomar descansos
cuando lo consideren conveniente. Las asistentes ad-
ministrativas y los inspectores pueden elegir cuándo
hacer una pausa, siempre y cuando no estén sus su-
pervisores o cuenten con su consentimiento. Los tra-
bajadores de campo pueden tomar recesos solo muy
de vez en cuando, si están dispuestos a sacrificar parte
de su pago y aun así podrían ser regañados. Entre más
abajo se encuentre uno en la jerarquía, recibe menos
40%
sueldo y es más vulnerable en términos estructurales.
Los ejecutivos y gerentes cuentan con una seguridad
financiera relativa y tienen casas cómodas. El perso-
nal administrativo y los inspectores reciben un sala-
rio mínimo y viven como miembros de la clase traba-
jadora rural en casas modestas. Los piscadores reci-
ben un salario a cuenta gotas y viven en condiciones
de pobreza en las barracas del campo de trabajo. Siem-
pre están conscientes del riesgo de perder incluso esta
vivienda pobre. Entre los piscadores, los que están en
la fresa y el arándano ganan menos dinero y las proba-
bilidades de que no cumplan con el peso mínimo y de
que sean despedidos son mayores que los que trabajan
en la manzana. Aunque todos en la granja trabajan
para el mismo negocio y el pago proviene de los mis-
mos dueños, no son parejos ni el poder ni la vulnera-
bilidad. El salario y las condiciones de trabajo de los
piscadores funcionan como variables semicontrola-
das por los ejecutivos de la granja, como amortigua-
dores parciales entre los cambios en el mercado y la
viabilidad del resto de la granja.
41%
Los cuerpos de los trabajadores son organizados por
la etnicidad y la ciudadania dentro de jerarquias
de trabajo, respeto y sufrimiento impuestas. La de-
terminacion excesiva de la suerte adversa de los
migrantes indigenas mexicanos, piscadores de bayas,
corresponde al concepto de Bourgois: “opresión con-
jugada”.02 En la granja Tanaka, la clase, la raza y la
ciudadanía conspiran para irrespetar a los trabajado-
res triquis y privarlos de salud mental y física.
Respeto
Saud A mertano htno
Trabajr de pe Residente Español
Secur idad fnanciera Estadounidense
| M extano m kteco
41%
esfera publica, los hombres, las primeras tienen pocas
oportunidades de educarse. La mayoria de mujeres
en San Miguel no ha continuado su educación más
allá de la primaria, porque primero deben cumplir las
responsabilidades domésticas. Por ello, muchas mu-
jeres solo hablan unas cuantas palabras en español.
En contraste, la mayoría de hombres termina la se-
cundaria en San Miguel y hablan español con fluidez.
Además, es más probable que los hombres triquis y no
las mujeres triquis en Estados Unidos salgan del hogar
a trabajar, y de este modo tengan más oportunidades
para perfeccionar su español y comenzar a aprender
inglés
14
Como expliqué a través de la información etnográ-
fica, los dueños no están muy conscientes de la se-
gregación. Por lo contrario estas desigualdades son
conducidas por fuerzas estructurales mayores, y por
las ansiedades que producen. La granja puede verse
como una “zona gris”, de alguna manera relacionada
con aquella que describe Primo Levi (1998) en los
campos del Holocausto. La zona gris de Levi hablaba
de que las condiciones eran tan severas que cualquier
prisionero o prisionera que buscara su propia super-
vivencia era cómplice inconsciente de un sistema de
violencia en contra de otros. Levi alentaba el uso de
su análisis, extraído de un entorno violento y terro-
rífico, para entender las situaciones cotidianas como
“una gran fábrica industrial” (Primo Levy 1998). De
un modo similar, Scheper-Hughes y Bourgois (2003)
argumentan que la violencia política directa en tiem-
pos de guerra y la violencia simbólica y estructural en
tiempos de paz se reflejan y se reproducen a sí mismas
a través de un continuo de violencia. En la zona gris de
41%
multiples capas de la agricultura contemporanea es-
tadounidense, hasta los productores que intentan ser
éticos en su lucha por la supervivencia, se ven forza-
dos por un mercado difícil a participar en un sistema
laboral que perpetúa el sufrimiento. Esta zona gris se
percibe de manera más clara cuando los inspectores
buscan impresionar a sus superiores con el fin de as-
cender de rango, por ejemplo, haciéndoles trampa a
los piscadores con el peso o con los minutos.
42%
CAPITULO 4
“Cómo sufre el pobre”: La
encarnación del continuo
de la violencia
42%
cuerpo ya no puede sentir nada”, aunque algunas
veces le dolían sus rodillas. La otra dijo: “siempre me
duelen” las rodillas, espalda y cadera. Poco después,
esa misma tarde, uno de los jóvenes triquis que veía
jugar basquetbol todos los días una semana antes de
la cosecha, me comentó que él y sus amigos ya no
podían correr porque el cuerpo les dolía mucho. “Ya
no corremos, no aguantamos”, dijo. De hecho, hasta el
paisaje que, hasta entonces, me parecía tan sublime y
hermoso, ahora significaba fealdad, dolor y el trabajo
de los piscadores. En diversas ocasiones, mis compa-
ñeros triquis, ante mis exclamaciones sobre la belleza
de la región, me miraban confundidos y me decían
que los campos para ellos eran “puro trabajo”.
42%
que estas expresiones de violencia durante tiempos
de paz y tiempos de guerra se potencian, producen,
ocultan y legitiman entre ellas. Bourgois (2001: 8)
define la violencia política directa como “violencia y
terror físicos orientados, que las autoridades oficia-
les y los que se oponen (a ellos) administran”. La vio-
lencia estructural se manifiesta como desigualdades
y jerarquías sociales, a menudo junto con categorías
de clase, raza, género y sexualidad (Galtung, 1969;
Farmer, 1997). La violencia simbólica, como la define
Bourdieu (2001), es la internalización y legitimación
de la jerarquía, “ejercitada a través de la cognición
y la falta de reconocimiento, del conocimiento y del
sentimiento, con el consentimiento involuntario del
dominado”. Scheper-Hughes (1992, 1997) usa la frase
“violencia cotidiana” para describir las expresiones
microinteraccionales normalizadas de violencia en
los ámbitos doméstico, delictivo e institucional que
producen un sentido común de violencia y humilla-
ción. Bourgois (2001: 30) plantea este reto a los etnó-
grafos: “revisar el impulso a sanear, en lugar de aclarar
las cadenas de la casualidad que vinculan la violencia
estructural, política y simbólica en la producción de
una violencia cotidiana que sostiene las relaciones de
poder injustas y distorsiona los esfuerzos de la resis-
tencia”.
43%
Foto: Seth Holmes.
43%
tos. Desplazarse de un lugar a otro permite ahorrar
para el objetivo que cada trabajador tiene en mente,
ademas de enviar dinero a sus familias en Oaxaca.
Al mismo tiempo, este movimiento constante con-
lleva periodos de indigencia, temor a ser aprendi-
dos y deportados, desarraigo de vínculos y relaciones
fuera del circuito de la migración, y a la pérdida de
productividad y continuidad educativa de los niños.
Desplazarse de un estado a otro también descalifica a
los trabajadores, desde un punto de vista práctico -
incluyendo a las mujeres embarazadas y a las madres
con recién nacidos-, de los servicios de salud y socia-
les, para los que calificarían si su situación fuera otra.
43%
Caminan apurados en condiciones fisicas insoporta-
bles: se pinchan con espinas de cactus, deben evitar
las serpientes de cascabel, trepan y saltan sobre nu-
merosas cercas de alambre, y sin usar linternas du-
rante todo este tiempo para evitar ser vistos por la
Patrulla Fronteriza y los grupos de vigilantes. Como
regla, no cargan suficiente comida o agua por el peso.
Cada etapa de la travesia implica estar temeroso y
consciente de que en cualquier momento se puede
ser aprehendido y deportado; lo que supone repetir el
viaje de pesadilla, después de resolver la manera de re-
unir el suficiente dinero para pagar otro intento.
43%
Me explico que aunque cosechar arandanos en el
otono no es fisicamente extenuante como recolectar
fresas en el verano, ganas mucho menos dinero.
44%
que el dolor desapareciera. Intento recolectar con las
rodillas estiradas mientras flexionaba la espalda a la
altura de la cadera, pero este movimiento le causaba
casi el mismo dolor y demoró su trabajo de forma
considerable, que por poco no logra el peso mínimo.
Al final del día, conforme nos acercábamos a nuestros
vehículos para conducir de regreso al campo, Abelino
le contó a nuestro supervisor sobre el incidente. El
supervisor solo dijo “OK” y se fue en su camioneta
pick-up blanca de la granja, sin darle seguimiento. In-
seguro de qué hacer, Abelino trató de recolectar otra
vez al día siguiente con un intenso dolor y una vez
más apenas logró el mínimo. Abelino terminó viendo
cuatro doctores, un fisioterapeuta y un curandero tri-
qui, además de intentar atravesar la burocracia de la
compensación para el trabajador. Al final, un médico
de rehabilitación le diagnosticó tendinitis rotuliana o
inflamación de los tendones detrás de la rótula.
44%
desarrollarse a lo largo de anos de trabajo excesivo
y empeorar por sucesos de tension extrema en una
etapa en particular. La posicion de Abelino en el
peldano mas bajo de la jerarquia laboral, de ciudada-
nía y etnicidad significó que -como otros cientos de
piscadores triquis con dolores de cadera, espalda y ro-
dilla—- se viera obligado a exponerse a las condiciones
precisas que propician la inflamación y el deterioro
crónico de una articulación. Además, su sufrimiento
se ve agravado por el hecho de que, como otros tri-
quis de Oaxaca, los resultados de políticas económi-
cas internacionales y la expansión de las empresas
multinacionaleslo obligan a cruzar una frontera mor-
tal en términos de peligro, y, posteriormente, a vivir
con miedo y a seguir siendo transitorio sin importar
el trabajo que haga; reproduciendo con pesimismo la
misma situación para sus hijos, que no pueden seguir
en la escuela para tener la oportunidad de buscar un
mejor futuro. Así, su cuerpo es víctima de múltiples
capas de violencia estructural.
Sufrir la jerarquía
En la granja Tanaka, las jerarquías de etnicidad y
ciudadanía se correlacionan de una manera cercana
con el orden jerárquico en la vivienda y el trabajo.
Al analizar con mayor detalle, es evidente que este
complejo en su totalidad se inscribe dentro de una je-
44%
rarquia del sufrimiento. Prestar atencion al cuerpo en
un analisis del continuo de la violencia en la migra-
cion entre Estados Unidos y Mexico permite entender
con mayor agudeza los vinculos entre clase, etnicidad,
ciudadania, salud y enfermedad. De muchas formas,
los empleados de la granya de bayas en el Skagit Valley
encarnan los diferenciales de poder y el prejuicio. Las
condiciones de trabajo y de vida, el grado de respeto
recibido y el acceso al poder politico de cada uno de
los grupos dentro de la jerarquia laboral conllevan
formas diferentes de sufrimiento, que van de arriba
abajo. Un enfoque en la encarnacion de las diversas
expresiones de violencia aclara la participacion reci-
proca de las fuerzas sociales en el sufrimiento corpo-
ral.
44%
acumula de manera desigual de arriba abajo. Algunas
de las formas sociales y mentales de sufrimiento se
pueden describir de la siguiente manera: los ejecuti-
vos de la granja se preocupan por la rentabilidad y
la competencia; las asistentes administrativas por la
rentabilidad de la granja y el menosprecio de sus su-
pervisores; mientras que la ansiedad de los piscadores
se debe a los insultos racistas de los supervisores y a
la supervivencia económica familiar. En el nivel más
estrictamente físico del sufrimiento, dicha acumula-
ción desigual sigue manteniéndose. Por ejemplo, los
ejecutivos de la granja se preocupan más por lo que
llamamos “enfermedades de la clase media alta”: del
corazón y el cáncer de mama. Las asistentes adminis-
trativas, por éstas y las lesiones por tensión repetitiva,
como el síndrome del túnel carpiano. Los piscadores
de fresa están en riesgo de enfermedades del corazón
y diversas manifestaciones de cáncer, pero se preocu-
pan más por el envenenamiento por pesticidas, las le-
siones músculo-esqueléticas y por el dolor crónico.
45%
Despues de un dia completo de recolectar fresas, casi
al final de mi primer verano de trabajo, regrese a
la barraca y me encontre con la clinica para el mi-
grante local, que preparaba una jornada de salud en
el campo de trabajo. Un misionero evangelista cris-
tiano jubilado, que habia servido antes en Sudame-
rica, formaba parte de ella. El misionero llegó en un
vehículo recreativo grande, que había sido convertido
en clínica dental móvil. Lo acompañaban un dentista,
algunas enfermeras, algunos educadores de salud y
varios estudiantes de medicina que llegaron en sus
propios automóviles. Mientras los piscadores se ba-
ñaban y cambiaban su ropa manchada de bayas, las
enfermeras y los educadores de salud anduvieron por
el camino lodoso y polvoriento alrededor del campo
informando a la gente que la jornada de salud sería en
la cancha de basquetbol. La jornada comenzó con las
enfermeras y los educadores de salud reuniendo a los
niños que vivían en el campo para mostrarles cómo
debían cepillar sus dientes y usar el hilo dental. Des-
pués de entregarles cepillos y pastas de dientes a los
niños presentes, sacaron un gran pastel rectangular
con glaseado de vivos colores, lo cortaron en peque-
ños pedazos y lo repartieron entre los niños emocio-
nados de la fila. Después mostraron el video de una
madre soltera mexicana que trabaja en agricultura de
subsistencia y contrae VIH de su novio, después de
que su esposo muere. La enfermera que condujo la
sesión posterior de preguntas y respuestas hizo hin-
capié varias veces en que no solo los jotos (término
peyorativo en México para personas homosexuales) se
contagian de VIH; también las mujeres campesinas,
madres y novias. Los jóvenes con quienes estaba de
45%
pie se reian discretamente cada vez que decia joto. La
docena de estudiantes de medicina, de quienes solo
dos no hablaban espanol, venian de una escuela de
medicina cercana y pasaron las tres horas de la jor-
nada de salud observando, charlando entre ellos y lan-
zando al aire ropa usada sobre una multitud bulliciosa
de trabajadores migrantes.
46%
problemas de salud, al cumplimiento deficiente de po-
liticas de salud y laborales en la agricultura, y al hecho
de que muchos migrantes latinoamericanos regresan
a sus países de origen conforme envejecen o se enfer-
man, lo que supone una “predisposición por trabaja-
dores saludables” (Villarejo, 2003).
47%
al cruzar la frontera y el miedo a la deportacion (Mc-
Guire & Georges, 2003).
47%
mas pulmonares, ya que el trabajo agricola afecta la
salud del pulmon tanto como fumar (Mobed, Gold &
Schenker, 1992); un incremento en la incidencia de
enfermedades agudas: infecciones en vias urinarias y
en el rinon, insolacion, antrax, ascariasis, encefalitis,
leptospirosis, rabia, salmonelosis, tétanos y coccidioi-
domicosis. Se cree que la mayoría de estas enferme-
dades son causadas en gran medida por condiciones
de trabajo y de vida precarias, y por la falta de baños
sanitarios (Sakala, 1987). La incidencia de la tubercu-
losis, también relacionada con estas condiciones, es
seis veces más alta entre los trabajadores migrantes
que en la población total de Estados Unidos (Villarejo,
2003); y la infección por el VIH es tres veces más
frecuente que en la población estadounidense y mexi-
cana en general (Migration News, 2005). Finalmente,
los niños de los trabajadores migrantes muestran ín-
dices altos de desnutrición, problemas de la vista y
dentales, anemia y envenenamiento por plomo en la
sangre (Mobed, Gold €: Schenker, 1992).
47%
los empleados de deportar a los migrantes indocu-
mentados si reportan alguna violación a este derecho.
48%
a un partido político oficial. El MULT era un movi-
miento no muy grande, que se concentraba principal-
mente en el pueblo pequeño de San Pedro sin ningún
vínculo claro con otros movimientos contemporá-
neos, como el Zapatismo en Chiapas.
48%
en casi todo México por más de setenta años. Ber-
nardo describe la situación en español mal hablado,
su segunda lengua.
48%
nardo gano migrando hacia Estados Unidos, la familia
pudo construir una vivienda en Juxtlahuaca y abrir
una pequena tienda en una de las habitaciones de la
casa.
49%
duele. Pero me aguanto. Me aguanto hasta que el tra-
bajo termina.
49%
También los soldados. ¿Sabes lo que son los solda-
dos, verdad? Sí, los soldados me golpearon y patea-
ron muchas, muchas veces. Me golpearon así (hace
con la mano un puño y lo lanza al aire), aquí en
mi estómago. ¡Ah! Pero muchos chingadazos hasta
que había sangre por todos lados. Por el movimiento
(MULT). La gente crea rumores en contra de nosotros
y de los soldados, los soldados azules, llegaron y me
golpearon.
49%
Como Abelino y Crescencio, Bernardo sobrelleva una
especie de sufrimiento determinado directamente
por las fuerzas políticas y sociales. El sistema con-
temporáneo del capitalismo corporativo neoliberal
ha construido desigualdades globales, causando una
depresión económica cada vez más profunda en el sur
de México. Esta pobreza es uno de los principales fac-
tores que producen los enfrentamientos locales por
la tierra, al igual que la migración hacia el exterior
en busca de la supervivencia por parte de trabaja-
dores competentes. Las alianzas políticas del ejército
mexicano, y sus lazos financieros, con el gobierno fe-
deral estadounidense han causado la represión de los
movimientos que buscan la redistribución del poder
y de los recursos de una manera más equitativa. La
violencia política contra miembros sospechosos de
movimientos por los derechos indígenas no solo se
encarna como una enfermedad, como en el caso de
Bernardo, sino también fortalece el proyecto econó-
mico neoliberal e incrementa la pobreza y el sufri-
miento de millones de personas marginadas. La lógica
detrás de esta violencia sostiene que los más pobres de
los pobres no deben hacerse valer o no se les debe con-
ceder poder económico y político. El futuro de la acu-
mulación comercial multinacional depende de ello.
50%
Pedro (o Miguel, si la persona que cuenta la historia
es de San Miguel) era un joven triqui que vivió hace
muchos años en tierras fértiles en el centro de Mé-
xico. Pedro tenía un hermano (o bien Miguel o Pedro
en relación con el otro pueblo triqui) y una hermana,
Ana (en relación con el tercer pueblo triqui, Santa
Ana). Cuando Pedro era solo un adolescente, la gente
sacó a patadas a su familia de la zona. Pedro tuvo
que cargar su estatua de Jesús en la cruz mientras
su familia salía del pueblo. Caminaron y caminaron,
y la estatua de Jesús se volvía cada vez más pesada
hasta que la familia tuvo que asentarse en el nuevo
lugar donde se encontraba y crear un nuevo hogar.
Después de varios años, la gente sacó a patadas a su
familia de esta zona. Otra vez, Pedro tuvo que cargar
su estatua de Jesús en la cruz mientras caminaban.
Una vez más la estatua se volvió bastante pesada y
tuvieron que detenerse y crear un nuevo hogar. Sin
embargo, otra vez la gente echó a Pedro y a su familia.
Esto sucedió un sinnúmero de veces hasta que Pedro
llegó a estas montañas áridas en las nubes donde es
difícil que crezca cualquier tipo de cultivo (cada na-
rrador señaló las montañas que rodean a su pueblo)
y la estatua de Jesús se volvió sumamente pesada.
Finalmente, Pedro y su familia se establecieron aquí
en estas montañas áridas y aún se les escucha riendo
y celebrando durante la fiesta del santo patrón cada
año.
50%
la opción de otras formas de trabajo, como las “labores
tranquilas” en las que ve que se ocupan los ciudadanos
estadounidenses. Los prejuicios locales y nacionales
y los estereotipos asentúan aún más la jerarquía del
trabajo de tal manera que los trabajadores triquis a
menudo son tratados con menosprecio e insultos ra-
cistas. Para la inmensa mayoría, su estatus de indocu-
mentado conlleva el miedo a la autoridad y el miedo
a exigir la reparación de los agravios. Estas formas
internalizadas y externas de violencia simbólica no
solo apuntalan las jerarquía laborales injustas a través
de la normalización, sino también conducen a varias
formas de sufrimiento, como los dolores de cabeza
intratables de Crescencio. A su vez, estos dolores de
cabeza conducen de nuevo a la violencia simbólica de
estereotipos de hombres migrantes mexicanos como
alcohólicos y machistas. De manera simultánea, el
ejército mexicano promulga la violencia como una
respuesta al miedo de la elite económica a la posibi-
lidad de que la gente más desfavorecida se organice
para exigir sus derechos económicos, de salud, de edu-
cación y políticos. El dolor estomacal que debilita a
Bernardo comenzó con la violencia política directa de
diversos golpes con puños y botas bien colocados en
su estómago y se desarrolló a través de la violencia es-
tructural que le exige días de trabajo largos y difíciles
en Alaska y Oaxaca para que su familia pueda sobrevi-
vir.
51%
CAPITULO 5
51%
no como un antropologo y me confundieran con un
medico con una formacion s6lida. Le dije que me
interesaba observar al medico y a la enfermera del
pueblo y asistirlos cuando se diera el momento apro-
piado, pero que me encontraba ahi para aprender de
la gente y que no podria practicar medicina por mi
cuenta. Parecio desilusionado y confundido. Cuando
repeti que estaba ahi principalmente para observar y
aprender de los triquis sobre sus vidas y su salud, aún
parecía no estar convencido de que no pudiera llenar
el lugar vacante en la clínica. Traté de explicar que
no había terminado mis estudios como médico y que
todavía necesitaba ser supervisado por un doctor con
mayor experiencia. El síndico respondió: “Ese médico
no sabe nada”.
52%
grantes. En esta parte, continúo con las historias de la
rodilla de Abelino, el dolor de cabeza de Crescencio y el
dolor de estómago de Bernardo mientras interactúan
como pacientes con profesionales de la salud en Wa-
shington, California y Oaxaca. Utilizando estas histo-
rias de enfermedad al igual que algunas entrevistas
con médicos y observaciones de encuentros clínicos,
este capítulo explora tanto los factores estructurales
que afectan el servicio de salud para migrantes como
la lente a través de la cual los profesionales de la salud
perciben a sus pacientes migrantes.
La mirada clínica
Como antropólogo y médico, me interesa tanto la
teorización de las categorías sociales como sus rela-
ciones con los cuerpos y con la posibilidad de que el
sufrimiento pueda aliviarse de una manera más res-
petuosa, equitativa y eficaz. Mi formación dual ha
sido, al mismo tiempo, estimulante y desconcertante.
La lente a través de la cual los antropólogos culturales
y los médicos están capacitados para ver el mundo
es bastante diferente y, algunas veces, contradictoria.
Me parece muy importante el análisis social crítico
de la antropología, además de poder valorar las preo-
cupaciones humanas concretas de la medicina clí-
nica. Algunos otros, al margen de la medicina clínica
y del análisis antropológico, ofrecen percepciones y
metodologías valiosas. Bien conocidos son los artícu-
los de Kleinman (1998) sobre historias relacionadas
con enfermedades y los modelos explicativos de los
pacientes, asimismo los ensayos de Farmer (1997,
1998) sobre la solidaridad pragmática y la violencia
estructural. El trabajo de Kleinman se enfoca en las
52%
formas en que los pacientes somatizan las realidades
sociales y sobre la importancia de que los médicos es-
cuchen la manera en que sus pacientes entienden una
enfermedad. El trabajo de Farmer explica claramente
la importancia de los determinantes estructurales de
una enfermedad y exige una distribución justa de los
recursos biomédicos.U7 Este capítulo se sirve del aná-
lisis de Kleinman sobre las percepciones y los modelos
explicativos de los pacientes, y del trabajo de Farmer
sobre los efectos de la violencia estructural en pacien-
tes; y los pone de cabeza al enfocarse en los profesio-
nales de la salud en lugar de los pacientes. Después
de acompañar a mis amigos triquis a clínicas para
migrantes, hospitales y curanderos tradicionales en
Estados Unidos y México, me he interesado también
en las formas en las que las estructuras económicas y
sociales afectan alos profesionales de la salud, la lente
mediante la que perciben y responden a sus pacientes,
y los cuidados que pueden ofrecer en última instan-
cia.
52%
duele?”, en la que reconocemos la función de la clínica
y el principio de su discurso íntegro.
52%
de las lesiones que yacen debajo de la enfermedad,
hemos dejado pasar por alto la oportunidad de conce-
bir a la persona o al paciente que yace “más allá” de la
enfermedad”. Boyce describe ala mirada clínica como
la “visión miope” que ve a través del paciente y se en-
foca en la patología, el órgano, la lesión.
53%
antropologo y medico, narra sus experiencias como
estudiante de medicina en Becoming a Doctor.2% Du-
rante la mayor parte, escribe, los residentes y médicos
a cargo adquieren habilidades de supervivencia y la
objetivación del paciente en lugar de una relación in-
terpersonal con el paciente. En la conclusión, Konner
especifica que la relación doctor y paciente no es una
relación de “Yo y Usted”, como Martin Buber lo expre-
saría, sino de “Nosotros y Usted”.21 Esto demuestra la
primacía de las interacciones entre los médicos y los
alumnos; quienes forman un equipo médico, cimen-
tando una relación de “Doctor y Doctor”. Después de
que el equipo existe como una entidad relacional se da
una relación con el paciente. Esto también se puede
ver en la descripción de Foucault (1990) sobre Char-
cot y la Salpétriére Clinic. Charcot presenta algunas
pacientes mujeres frente a estudiantes de psiquiatría
con el fin de enseñarles acerca de la histeria. Habla
sobre las pacientes, se las toca y examina sin conside-
ración (incluyendo sus partes púbicas), y las retiran
de la vista si sus poses se vuelven demasiado sexua-
les. De este modo, la relación de Doctor y Doctor de
Charcot y sus alumnos condujo a la objetivación de las
mujeres de tal manera que las escondían si mostraban
una señal de su personeidad.
54%
bajar o cuando el problema se considerara cronico y
sin remedio. El archivo del LNI declara que regresó
a trabajar en “una tarea liviana hasta que se lastimó
otra vez la rodilla”. No es claro de qué manera el
LNI entendió el regreso de Abelino a la recolección de
fresas como una “tarea liviana”. El médico de urgen-
cias reconoció que se trataba de una representación
incorrecta y escribió en el cuadro clínico que no era
“al parecer un trabajo liviano” el de la granja Tanaka,
sin verificar dicha aseveración. El archivo del LNI
también afirmaba: “Manifestó que no habla inglés. Le
pregunté si hablaba español y dijo que sí (creo)”. Sin
embargo, el LNI no ordenó o autorizó un interprete
del idioma español para sus citas médicas durante las
próximas dos semanas. Tres meses después de esta
nota, el LNI puso una alerta en el archivo de Abelino
expresando que toda la comunicación debería enviár-
sele a Abelino en español. Sin embargo, la gran mayo-
ría de cartas que se le enviaron después de esa fecha
seguían estando solo en inglés.
55%
aliviara. No parecía darse cuenta que su intento por
regresar a trabajar le había causado más dolor e infla-
mación. Además, creía que su apellido era su nombre
y se dirigió a él de esa manera varias veces. Me pidió
que tradujera que había “recolectado de una forma in-
correcta y lesionado su rodilla porque no sabía cómo
agacharse”, aunque en medio de su apretada agenda,
no le preguntó cómo recolectaba o se agachaba. Escri-
bió en su cuadro clínico, que estaba plagado de errores
de tipo: “cuenta las cosas con algo de deficiencia, si
bien, como consecuencia del lenguaje”, aunque podría
haber sido igualmente cierto decir que ella era una
mala entrevistadora debido a la barrera del idioma. A
pesar de ello, no solicitó un traductor para las citas fu-
turas con Abelino. Terminó la cita recetándole fuertes
medicamentos antiinflamatorios (AINES). Como los
médicos anteriores, no le preguntó a Abelino si tenía
problemas estomacales causados por medicamentos
contraindicados. Después de algunos meses, el LNI
acordó una reunión entre Abelino y el administrador
de la granja Tanaka y una asesora para determinar qué
tipo de acuerdo laboral podía lograrse. Abelino y yo
fuimos a la oficina principal de la granja para la
reunión. Cuando Samantha llegó a la habitación
veinte minutos más tarde, nos saludó cordialmente.
El ejecutivo de la granja aún se encontraba en una
reunión con la asesora del LNI en otro cuarto y llamó
para decir que se les estaba haciendo tarde. Samantha
contestó, “No hay problema, tomen su tiempo”. Me
pregunté por qué el asesor estaba en una reunión con
el administrador de la granja sin Abelino. Samantha
se dirigió a Abelino y dijo en español que hacía frío
afuera. Abelino respondió que hacía mucho frío en los
55%
campos de trabajo. Le explique que la escarcha de la
mañana en el interior de los techos de chapa se derrite
como lluvia fría sobre la cara del habitante y sus per-
tenencias tan pronto como sale el sol. También le
mencioné que la mayoría de las familias en nuestro
campo tenía que dejar la estufa de gas prendida toda la
noche para evitar el congelamiento. Samantha dijo en
español: “¡Sí, sí, hace mucho frío! Vivo en un ranchito
y tengo dos gansos y cuatro gatos y dos caballos y dos
perros. Y cada mañana el agua para los caballos se con-
gela y tengo que salir en mis pantuflas con agua ca-
liente y darle agua a los caballos y alos demás anima-
les y cuando entro de nuevo a casa tengo tanto frío
que se me dificulta mover las manos”. Recuerdo sen-
tirme sorprendido y ofendido de que Samantha pare-
cía no darse cuenta del hecho de que cientos de perso-
nas en la granja viven y duermen sin aislamiento o ca-
lefacción en temperaturas por debajo de cero centí-
grados, mientras ella se quejaba de un frío temporal
en sus manos, por la mañana. Abelino contestó: “Oh,
¿entonces tienes un rancho?” Samantha: “No, no, solo
son 8 mil metros, es un ranchito”. Muy parecido a la
“competencia de sufrimiento” en la Proposición 187
de California, descrita por James Quesada (1999), Sa-
mantha aminora el sufrimiento actual de los migran-
tes triquis al darle prioridad a su propio sufrimiento
temporal.
56%
En la cita médica posterior, una vez más sin traductor,
el médico de rehabilitación inyectó esteroides activa-
dos a nivel local en varios lugares de la rodilla de Abe-
lino. Esto disminuyó bastante el dolor y la inflama-
ción en la rodilla, aunque Abelino aún experimentó
dolor severo más tarde cuando el fisioterapeuta le
pidió que se agachara o flexionara la rodilla. Ahora
tenía un dolor promedio de 3 o 4 en una escala de
dolor de 10. Esta mejora dio lugar a que el fisiotera-
peuta señalara la ironía de que el tratamiento solici-
tado por Abelino desde un principio y rechazado por
el médico de rehabilitación resultara ser el más efec-
tivo. El fisioterapeuta también me dijo que le preocu-
paba que el médico de rehabilitación parecía no creer
las indicaciones de Abelino acerca de su dolor y en
su lugar solo observaba la radiografía y la IRM. Este
médico ponía más atención a los exámenes de radio-
logía y a los hallazgos de su breve exploración física
que aparecen en el cuadro clínico oficialmente bajo
el encabezado “Objetivo” y daba por descontado las
descripciones de Abelino sobre sus propios síntomas
que aparecen en el cuadro clínico bajo el encabezado
de “Subjetivo”-.22La separación de “Subjetivo” (lo que
el paciente observa y experimenta) y “Objetivo (lo que
el doctor observa o examina en el cuerpo) en el cua-
dro clínico se vuelve un registro permanente de la mi-
rada clínica. Este médico seguía diciéndole a Abelino
que tenía que regresar al trabajo para aliviarse, a pesar
de las indicaciones de Abelino de que aún le causaba
dolor intenso agacharse y flexionarse.
57%
titulado “Harvest of Shame”. Este programa formaba
parte de un movimiento nacional para incrementar
la sensibilidad sobre las condiciones de trabajo y vida
deplorables de lo que se llegó a conocer por los orga-
nismos gubernamentales como “trabajadores agríco-
las migrantes y temporales”. En ese entonces, la ma-
yoría de trabajadores agrícolas migrantes eran gente
blanca conocida como “migrantes del dust bowl” del
Medio Oeste y gente negra de la Costa Este.
57%
una noche a la semana hasta las 9. Este cambio de ho-
rario, al igual que la mision dela clinica de dar servicio
a la poblacion mas desfavorecida de la zona en lugar
de solo a los trabajadores agrícolas migrantes, ha con-
ducido a un descenso correlacionado en el porcentaje
de pacientes involucrados en el trabajo agrícola. En un
día cualquiera, es probable que uno pueda ver tanto
habitantes blancos de la zona como trabajadores mi-
grantes mexicanos pobres en la sala de espera.
58%
la ciudad de Oaxaca y hablaban solo espanol. Algunas
familias triquis de las zonas fronterizas de los pueblos
triquis se habían desplazado a ciudades más grandes,
en su mayoría mestizas, en el estado de Oaxaca debido
a la violencia fronteriza relacionada con las deman-
das de tierra. En cada una de estas ciudades había
una clínica federal y varios médicos privados con sus
consultorios propios. El gobierno federal había de-
gradado a los otros dos pueblos triquis importantes
de su estatus anterior como cabeceras municipales
y, por ello, habían perdido el apoyo económico para
sus clínicas. Mis amigos triquis explicaron que hubo
demasiada organización política en los otros pueblos
triquis, y que el gobierno del estado de Oaxaca res-
pondió degradando a esos pueblos, que ahora estaban
bajo la jurisdicción política de cabeceras municipales
cercanas, en su mayoría mestizas. Además de buscar
ayuda en las clínicas, mis compañeros triquis acudie-
ron a curanderos tradicionales triquis. Como se ve en
las experiencias relacionadas con la atención médica
de Abelino descritas anteriormente, las prácticas de
curación tradicionales se llevan a cabo no solo en
Oaxaca sino también entre trabajadores agrícolas tri-
quis migrantes en Estados Unidos (ver también Bade,
2004). En particular, el anciano monolingie que
habla triqui, padre del síndico del pueblo, es el curan-
dero tradicional de San Miguel. Asimismo, Crescencio
es aprendiz de curandero pero aún no estan conocido.
58%
circunstancias exigentes y dificiles. La mayoria de
clínicas que atienden son sin fines de lucro y sus
fuentes de financiación son poco confiables e inesta-
bles. Muchas carecen de ciertas medicinas e instru-
mentos costosos. Los médicos y las enfermeras en
estas clínicas realizan un sinnúmero de tareas extras,
desde solicitar medicinas gratis para sus pacientes
hasta llenar documentos para atención perinatal con
descuento para madres embarazadas. Con frecuencia,
estas clínicas se desesperan al ser testigos del de-
terioro sistemático de personas saludables y jóvenes
que llegan a Estados Unidos a trabajar en las granjas.
El doctor Samuelson, médico y alpinista, de la clínica
para migrantes en el Skagit Valley, comentó sobre la
frustración de ver los cuerpos de sus pacientes dete-
riorarse con el tiempo.
58%
gunos pacientes blancos les dicen cosas como: *No
puedo venir a esa hora porque no quiero estar en la
sala de espera con esas personas”; es decir, trabajado-
res mexicanos migrantes. Algunos pacientes blancos
se quejaron del olor de los trabajadores agrícolas des-
pués de recolectar; y otros, de que siempre traen a sus
hijos.
59%
en la atencion medica tambien es un problema grave
porque la mayoria de los trabajadores migrantes se
desplaza entre diferentes ciudades cada tantos meses.
Lo que significa que los medicos de cada nueva ciudad
deben encontrar una fuente nueva de medicamentos
con descuentos o gratuitos. La doctora McCaffree, de
treinta y tantos años de edad, de la clínica para mi-
grantes del Skagit Valley, que creció en una familia
misionera en Sudamérica, me dijo: “La mayoría (de
migrantes) no cuenta con seguro médico, así que eso
lo complica más, porque comienzas una medicación
y sabes que van a dejarla otra vez cuando se vayan”.
La naturaleza migratoria de las vidas de estos traba-
jadores también significa que sus expedientes médi-
cos sean bastante irregulares. Cada clínica tiene por
lo menos un expediente médico de cada paciente que
cubre solo las estaciones de cuando ella o él vivieron
en el área. Muchas clínicas cuentan con más de un
expediente por cada paciente debido a la confusión
acerca de que si el expediente debería ser alfabeti-
zado por el apellido materno, el apellido paterno o
el apellido paterno de la esposa, además de tener la
transcripción errónea de los nombres en español. Asi-
mismo, algunos pacientes indocumentados dan su
apodo o un nombre falso por miedo a que la informa-
ción sea entregada a la Patrulla Fronteriza.
60%
portables despues de que se dirigieran a el con apodos
racistas y de ser tratado de una manera injusta en
el trabajo. A su vez, dijo que deseaba un tratamiento
antes de desesperarse o volverse violento con su fami-
lia. También expresó que había visto varios médicos
en Estados Unidos y México al igual que un curandero
tradicional triqui, pero que ninguna de esas terapias
había tenido algún efecto alargo plazo. Me preguntó si
tenía medicinas que le pudiera dar. Sin saber qué más
hacer, le sugerí a Crescencio que fuera a la clínica local
para migrantes para ver si podían probar algo nuevo
con su problema. Recordé el algoritmo para el diag-
nóstico de dolor de cabeza y el tratamiento que había
aprendido en la escuela de medicina y me pregunté
si los doctores en la clínica para migrantes utilizaban
algo similar: pasar por pruebas de medicación para el
dolor de cabeza por tensión, cefalea en racimos y mi-
graña.
60%
Despues de varias semanas de tratar de hacer una cita
con la doctora que lo vio en la clinica para migran-
tes, pude preguntarle sobre el dolor de cabeza de Cres-
cencio. Pensó por un minuto y después consultó el
expediente de Crescencio para refrescar su memoria.
Me dijo que se había reunido con él por un momento
hacía más de un mes. Le había pedido que redujera su
consumo de alcohol y que regresara a verla para llevar
a cabo una evaluación mayor. Sin embargo, terminó
regresando a un horario diferente y viendo a un doc-
tor diferente, el médico suplente que solo hablaba in-
glés. Después de mirar su nota en el expediente y las
notas del médico suplente, me habló de la situación de
Crescencio desde su perspectiva.
60%
Vino a verme una vez y le dije que regresara dos se-
manas más tarde después de dejar de beber. Pero no
regresó dos semanas después. En su lugar, regresó un
mes más tarde y vio a uno de nuestros suplentes. Al
parecer, le dijo al doctor algo acerca de que cuando la
gente en el trabajo le dice qué hacer, esto lo vuelve loco
y es lo que le produce el dolor de cabeza.
Es obvio que tiene problemas. Necesita aprender a li-
diar con la autoridad. Lo remitimos a terapia. ¿Sabes
si está yendo?
61%
sustancias. Sin la lente para ver que multiples nive-
les de desigualdad social y desprecio determinaban el
sufrimiento de Crescencio, de un modo inadvertido
culparon al perfil psicologico del paciente por su dolor
de cabeza. Al final, sus intervenciones mas importan-
tes tuvieron un doble objetivo. Primero, le dijeron que
parara de beber del todo, aunque beber era la única
intervención efectiva que había encontrado después
de años de investigación activa. Desafortunadamente
y aunque quizá de manera esperada, no pudo dejar de
beber. Segundo, los médicos lo remitieron a terapia,
sin que el paciente entendiera lo que esto significaba.
Llevar a cabo una terapia para ayudar a un paciente
a aceptar el maltrato por parte de los supervisores
podría ser útil para que el paciente desarrollara me-
canismos de aportación en medio de una situación
difícil. Una terapia contra el abuso de sustancias ayu-
daría a un paciente a disminuir los daños por su uso
y a desarrollar comportamientos más saludables. Al
mismo tiempo, la terapia podría también fomentar la
aceptación del lugar del paciente dentro de una jerar-
quía laboral, donde podría darse la falta de respeto e
insultos racistas como los que experimentó Crescen-
cio. De este modo, las intervenciones de la clínica para
migrantes no solo fueron ineficaces sino también de
manera inadvertida cómplices con los factores socia-
les determinantes del sufrimiento, contribuyendo a
reforzar las estructuras sociales que generan la posi-
ción laboral y los dolores de cabeza de Crescencio.
61%
su vez, dan forma a las acciones de esta misma per-
sona en la medida en que actúe en respuesta a otros
y en la medida en que las acciones de otros produz-
can o restrinjan sus acciones potenciales. Asimismo,
estas percepciones y acciones afectan las condiciones
materiales en las que vive esta persona en la medida
en que dichas condiciones son producidas continua-
mente por acciones sociales a una escala económica-
política mayor y a una escala íntima menor.
62%
dificil en la vida”. Muchos medicos me dijeron que
los trabajadores agricolas mexicanos se quejan menos
que los pacientes blancos sobre sus enfermedades y
utilizan menos recursos publicos: servicios medicos,
asistencia social y compensacion laboral. En varias
ocasiones, medicos y enfermeras expresaron que los
trabajadores agricolas mexicanos eran mas respetuo-
sos y que sus niños se comportaban mejor que los pa-
cientes blancos en su clínica; y que la gente indígena
de Oaxaca era especialmente respetuosa.
62%
llano, los doctores y las enfermeras mexicanos que co-
nozco responderían a estas preguntas casi del mismo
modo que yo, por su formación profesional y educa-
tiva, independientemente del idioma que hablen o su
nacionalidad.
62%
Johanna, la partera, dijo que ve mucha violencia
domestica perpetrada por los hombres contra sus es-
posas. Su teoria era que la mayoria de esta violencia
proviene de una desilusion profunda de los hom-
bres acerca de las expectativas incumplidas en Esta-
dos Unidos. Sin embargo, algunas de las enfermeras
en la misma clinica afirmaron que existe muy poca
violencia domestica entre los trabajadores agricolas
migrantes. La doctora McCaffree agrego que ve un
indice elevado de embarazos fuera del matrimonio y
de depresion. La depresion, me dijo, se disfraza como
alcoholismo en los hombres y como molestias y do-
lores vagos en las mujeres. Todos los demás médicos
me dijeron que los trabajadores migrantes presentan
porcentajes más bajos de abuso de sustancias que sus
pacientes estadounidenses. Al mismo tiempo, la en-
fermera de la doctora McCaffree afirmó que ve una
incidencia de depresión más baja entre los pacientes
migrantes que en los pacientes blancos. Además, a
menudo existe un malentendido entre los profesio-
nales de la salud y sus pacientes triquis acerca del
matrimonio. La mayoría de triquis participa en prác-
ticas de matrimonio tradicionales, que implican que
el hombre debe pagar una dote de aproximadamente
1.500 dólares en San Miguel o 2.500 dólares en Esta-
dos Unidos a la familia de su prometida. La mayoría
de las parejas no tienen una boda reconocida oficial-
mente por el Estado o la Iglesia. El estatus legal de
esta relación, por consiguiente, es complicado porque
las parejas no llenan ninguna forma legal de matri-
monio. Sin embargo, para los triquis, estas prácticas
son reconocidas como matrimonio. De este modo,
muchos de los “embarazos fuera del matrimonio” que
63%
la doctora McCaffree mencionó no son tan fáciles de
categorizar (Holmes, 2009).
64%
de indemnizacion. Sin embargo, estan de acuerdo en
culpar a su constitucion corporal y comportamiento
cultural por ciertas condiciones de salud, como los
problemas dentales.
64%
habla solo espanol, al parecer un espanol roto, que es
dificil de entender para la interprete en espanol” (sic).
Posteriormente, el médico concluyó: “He de admitir
que la historia se obtuvo a través de una interprete
y mi impresión es que el paciente tendía a persistir
en cosas que no estaban relacionadas con las pregun-
tas que se le hacían, pero por lo regular no me las
traducían”. Con esta barrera lingúística malentendida
y de múltiples capas, el médico concluyó que “al pare-
cer no tenía un historial médico de años pasados. Sin
historial médico”. La magnitud de la historia social
está resumida en dos oraciones: “Vive en la localidad.
Trabaja como un trabajador ordinario”. Después de
malinterpretar la traducción sobre la golpiza perpe-
trada contra Bernardo, el médico escribió en el ex-
pediente simplemente que Bernardo “es un boxeador
mayor y se pregunta si el traumatismo contundente
en su abdomen podría afectar su condición actual”.
64%
poco comen a su debido tiempo, se esperan mucho
tiempo entre comidas”. El médico le dio una pastilla
a Bernardo para reducir sus niveles de ácido péptico.
Nos explicó que había mejores pastillas que ésta, pero
que eran demasiado costosas para Bernardo. Reco-
mendó que Bernardo tomara leche y comiera yogurt
para ayudar a proteger su recubrimiento estomacal.
El doctor también le recetó inyecciones de vitamina
B-12 para tratar lo que consideraba neuropatía (dolor
neurálgico). Explicó que su neuropatía se debía al
hecho de que los indígenas “se agachan demasiado
cuando trabajan y se encorvan mucho cuando duer-
men”.
65%
las puertas de la clinica estuvieron cerradas con llave
y nadie respondió a mi llamado.
65%
Dia de mercado en el centro de San Miguel,
donde esta el Centro de Salud
66%
que, en algunas casas, viven tres familias juntas”. La
enfermera escribio que estas viviendas sobrepobladas
se deben a las “costumbres de la población”. Por el
problema de la “contaminación”, la enfermera culpó
a “quemar la basura” y “la falta de uso de letrinas”.
En estos ejemplos, se culpa a la conducta y a la cul-
tura triquis por los problemas de salud y se ignoran
las estructuras sociales. ¿En qué sentido rechazar un
Papanicolaou es un problema mayor que los índices
de mortandad infantil debido a la diarrea y desnutri-
ción relacionadas con la pobreza? ¿En qué sentido es
válido afirmar que los padres prefieren que sus niños
trabajen en lugar de dejar en claro que los padres se
ven prácticamente forzados a poner a trabajar a sus
hijos para que los niños puedan sobrevivir en medio
de las desigualdades económicas domésticas e inter-
nacionales? Mientras leía la sección sobre vivienda
sobrepoblada, me pregunté una vez más por qué la
enfermera enumeró “las costumbres” en lugar de la
pobreza, el capitalismo corporativo neoliberal o las
desigualdades económicas y sociales como la causa
subyacente.
66%
una amistad con un indigena? No necesito nada de
ellos.
Solia pensar que los indigenas eran muy pobres y
jodidos. Ahora sé que son simplemente flojos y sucios.
Antes quería dar mi vida para ayudarlos aun cuando
no recibiera nada a cambio y aun cuando no me die-
ran las gracias. Ahora no daría mi tiempo o ni un
peso por un pueblo. ¡Ni siquiera un peso! ¿Eso está
mal, ah? Pero no daría un minuto o un peso por un in-
dígena. No me merecen y no merecen mi amistad.
¿Sabes por qué México tiene una deuda tan grande y
no construye carreteras ni nada? Todo va a los pue-
blos para que puedan tener medicinas. Todo va a las
pueblos.
Y además, ¡no saben cocinar! Algunas veces, cuando
doy seminarios sobre nutrición, les pido que traigan
calabaza o calabacín y carne, y les trato de enseñar
a hacer tamales, pero no los quieren y no traen los
ingredientes para cocinar. Les digo que hagan más
rellenos o masitas o mole, ¡y ni siquiera saben cómo
hacerlos! Todas estas plantas ahí afuera —desde rá-
banos hasta mostaza de hoja- hierven las hojas y se
las comen. ¡Ese es su mundo!
67%
que esta enfermera deje su hogar y amigos en la Ciu-
dad de Oaxaca varios días a la semana para trabajar.
Además, en cuanto a la limpieza, es incapaz de reco-
nocer cuánto trabajo implica bañarse en San Miguel.
En este pueblo en las montañas, uno debe hacer una
excursión hasta el final de una larga colina empinada
y acarrear de diez a quince cubetas de agua del pozo,
a casa, todos los días. Esta agua se utiliza para coci-
nar, para los animales, para beber, para lavar los platos
y cubiertos y para bañarse. Además, uno debe andar
varios kilómetros al bosque comunal, cortar leña con
un machete y llevarla de regreso a casa. Uno también
debe caminar a un río cercano y lavar uno de los pocos
cambios de ropa que tiene.
67%
la familia con quien vivi a cosechar y plantar maiz; y
sacaba al buey y a las cabras a pastar cada dia. Por ello,
pese a estar sudado y sucio debido al trabajo, me ba-
naba alo mucho una vez ala semana. Sin embargo, los
miembros del personal del Centro de Salud pueden ba-
narse todos los dias en la ducha con el agua corriente
que es acarreada con regularidad por las mujeres mas
pobres de San Miguel.
67%
mos que siempre han sido. Algunos de los pueblos
triquis son pueblos sin leyes; solo tienen costum-
bres”. Después me preguntó: “¿Así que piensas cruzar
la frontera? Para ellos (haciendo un ademán con su
mano hacia el pueblo triqui), simplemente es otra
aventura, como mucho en su vida es una aventura.
Aunque deberías llevar un antiveneno para víbora”.
Como Samantha, con respecto a la rodilla de Abelino,
esta enfermera descartó el sufrimiento de los migran-
tes triquis, en especial al referirse al cruce peligroso
y difícil de la frontera como una simple “aventura”.
Además, repitió las interpretaciones sociales darwi-
nistas sobre la simplicidad indígena que se escuchan
en la granja Tanaka.
67%
nen al Centro de Salud lo suficiente. Para ilustrar su
argumento dijo: “Una madre llevó su bebé hasta Tla-
xlaco la semana pasada, en lugar de traerlo conmigo,
y el bebé murió porque le tomó demasiado llegar allá”.
Después se quejó sobre cómo los triquis chismorrean
y crean rumores de que él no está en el Centro de
Salud.
69%
la competencia cultural por una capacitacion en ana-
lisis social y “competencia estructural” (Metzl, 2011).
69%
cluso para los medicos mas idealistas ofrecer un trata-
miento eficaz. Estos medicos no solo son incapaces de
recomendar intervenciones adecuadas, con frecuen-
cia prescriben tratamientos ineficaces con resultados
nocivos no deseados. Algunos de estos tratamientos
-como recomendarle a un paciente con la rodilla
lesionada que regrese a trabajar a tiempo completo-
pueden lesionar directamente a sus pacientes. Incluso
las intervenciones de médicos bien intencionados -
p. e. inyecciones para aliviar el dolor y remisiones a
terapia para, entre otras cosas, aceptar el trato po-
tencialmente cruel de los supervisores- podrían fun-
cionar, sin advertirlo, para reforzar las conformacio-
nes sociales injustas que causan la enfermedad. Estos
tratamientos despolitizan el sufrimiento y refuerzan
las mismas estructuras de opresión que causan la en-
fermedad. La violencia promulgada por las jerarquías
sociales, se extiende desde la granja hasta la clínica
para migrantes y viceversa, a pesar de los valores e in-
tenciones de las personas en ambas instituciones. La
estructura de la atención médica debe cambiar para
ofrecer atención de calidad a todos los pacientes, en
lugar de buscar el beneficio económico privado y la re-
ducción de costos. La mirada clínica contemporánea
del biocomportamiento debe transformarse para re-
conocer los factores económicos, políticos y sociales
determinantes de la enfermedad y la salud, con el fin
de incorporar la competencia estructural. Mientras
tanto, no debe sorprender que mis compañeros tri-
quis concluyan que los médicos no saben nada.
69%
CAPITULO 6
70%
hacia ellos (Scheper-Hughes, 1997). Es de suma im-
portancia, en este caso, entender cómo el maltrato y el
sufrimiento continuos de los trabajadores migrantes
se toma como un hecho: todos los implicados lo han
normalizado y naturalizado. Éste es un primer paso
fundamental hacia el trabajo por el respeto, la equi-
dad y la salud en el contexto de la migración entre Mé-
xico y Estados Unidos.
Violencia simbólica
70%
actores sociales no cuentan con otra opción mas que
percibirse a sí mismos y a su mundo a través de es-
quemas producidos por relaciones de poder asimétri-
cas. Las asimetrías que comprenden el mundo social
se vuelven, por lo tanto, invisibles, se dan por hecho,
son normales para todos los involucrados (Bourdieu,
1997, 2001; Bourdieu €: Wacquant, 1992).
70%
en una eleccion de alcalde, uno debe ser ciudadano
estadounidense. Ademas, el alcalde a quien aludia, a
diferencia de él mismo, era oriundo de California. Este
uso disimula un miedo tácito del Otro étnico como en
la descripción detallada de J.R.: “La primera cosa con
lo que te topas cuando un extranjero gobierna tu co-
munidad es que no sabe nada de nada o sobre política.
Lo único que quiere hacer es asumir el cargo”.
71%
sacion cuando ella se quejo: *Me vuelvo loca cuando
voy a la tienda de abarrotes y estan vestidos con
(atuendos étnicos)... es como, 4j;por que no comien-
zas a vestirte como un estadounidense?!”.
71%
problema, la asistencia social..., es una carga para
mí, porque el mexicano no desea cambiar.
71%
Landa Hunt y otros investigadores explican las supo-
Siciones problematicas en el modelo de aculturacion
en los ensayos sobre salud pública: “De este modo,
se entiende que la cultura étnica está en contrapo-
sición con las ventajas y deficiencias de la cultura
occidental, con el individuo en proceso de acultura-
ción alejándose de la tradición y yendo hacia la mo-
dernidad” (Hunt et al., 2004). Y Matthew Gutmann
(1999) critica los mismos ensayos: “El debate (...) con
frecuencia se basa en un estándar implícito de las
diferencias al compararlas con lo 'normal”. Sin em-
bargo, los ensayos sobre salud pública, al igual que las
afirmaciones de J.R., aunque parezca extraño, evitan
cualquier definición de lo “normal” o de la “corriente
predominante”. Guttman plantea que la corriente
predominante asumida, que no está marcada —hacia
la cual se debe dar la aculturación de los migrantes-
es la blanca, la clase media estadounidense. De este
modo, el concepto de aculturación mezcla ciudada-
nía, raza, clase y habitus (incluyendo la forma de ves-
tir) al borrar la historia y las políticas internaciona-
les. “Los especialistas en estudios de diáspora (Gilroy,
1989; Hall, 1990) proponen la “hibridación” como
una alternativa, y nos recuerdan que las prácticas de
los migrantes son preservadas y transformadas, de
forma simultánea, a través del contacto continuo con
otras personas y lugares.
72%
Raza, lugar y exclusion
Los residentes locales perciben a los trabajadores mi-
grantes de una manera diferente, dependiendo de su
propia posición social y de la proximidad a los me-
canismos internos de la agricultura estadounidense.
Los residentes blancos que conocí en el Skagit Va-
lley y Central California consideran por lo regular a
cualquiera de linaje latinoamericano, independiente-
mente de su ciudadanía: “mexicano”. Los que están
involucrados en la agricultura, pero relativamente
alejados de los trabajadores migrantes mexicanos -
como los ejecutivos y gerentes de cosecha en la granja
Tanaka- reconocen las diferencias entre los latinos es-
tadounidenses (a quienes con frecuencia llaman “his-
panos”), los mexicanos mestizos (“mexicanos comu-
nes” o “mexicanos tradicionales”) y los indígenas me-
xicanos del estado de Oaxaca (a quienes llaman solo
“Ooaxaqueños”). Los que trabajan directamente con los
trabajadores migrantes mexicanos como los jefes de
cuadrilla latinos en la granja Tanaka, casi siempre
distinguen entre latinos estadounidenses (“tejanos”
o “chicanos”), mexicanos mestizos (“mexicanos”),
mixtecos y triquis. Una comprensión realista de las
muchas formas en que las desigualdades sociales se
producen y el sufrimiento social de los jornaleros mi-
grantes se normaliza, exige recordar este paisaje de
categorías sociales de múltiples estratos.22
72%
celulares, llevo armas a la escuela, amenazo a otros
estudiantes y provocó peleas. La administración de la
escuela reaccionó llevando a cabo arrestos o expul-
sando a cualquiera que tuviera WAM escrito en algún
lado del cuerpo o en sus pertenencias. En respuesta a
WAM, otro grupo de estudiantes inició un evento se-
manal llamado “WAMsketball” para aliviar tensiones
y promover relaciones interétnicas positivas. Similar
al uso en Central California, “mexicano” en ambos
ejemplos no significaba principalmente alguien de
ciudadanía u origen mexicano, sino más bien alguien
diferente, alguien a quien se le podía menospreciar
por encima del hombro. Una de las maestras en la es-
cuela explicó: “Hay muchos jóvenes en el bachillerato
que están orgullosos de ser mexicanos y lo ostentan.
Algunos jóvenes en el bachillerato piensan que ellos lo
provocan porque simplemente no eligieron ser como
losjóvenes blancos”. Dio ejemplos de la manera en que
estudiantes ostentan el ser mexicanos: el tipo de jeans
que usan y las formas cómo arreglan su cabello. Con-
tinuó diciendo que no solo eran estudiantes de raza
blanca quienes formaban parte de WAM sino también
samoanos, rusos (quienes son considerados un grupo
étnico separado en el Skagit Valley), asiáticos esta-
dounidenses y estudiantes latinos. Estas prácticas y
percepciones ofrecen una perspectiva de las concep-
ciones competitivas de raza: qué significa ser “blanco”
o “mexicano”, en este valle rural estadounidense.
72%
amigo blanco John, quien formaba parte de WAM
al principio y despues se incorporo a WAMsketball,
intenta explicar la etnicidad de Junior: *Conozco a
Junior, el es mexicano, pero en realidad no. (Dirigien-
dose a Junior) no puedes ser mexicano, porque si fue-
ras mexicano, los blancos no te hablarían en nuestra
escuela”. A pesar del contexto inmediato de violencia
que WAM generó hacía poco, Junior respondió: “Los
mexicanos son lo que parecen gánsteres; eso es lo
que es un mexicano”. Continuó: “Cuando dices que al-
guien es hispánico, es como decir que sientes respeto
por esa persona. Pero si lo llaman mexicano, es como
decir: “es un mexicano sucio”.
73%
de Tanaka Brothers Farm en Washington estaban ro-
deadas de caminos sucios que algunas veces eran puro
lodo cuando llovia y polvo fino en dias soleados. Era
imposible mantener cualquier cosa limpia; todos los
días trapeaba dentro de mi barraca y se cubría rápida-
mente de fino polvo café.
74%
Mary Weismantel (2001: 34) argumenta que las cate-
gorías de raza son innecesarias sin racismo. En otras
palabras, las categorías raciales se utilizan solo en el
contexto de la exclusión. Argumenta totalmente en
contra de las concepciones biológicas de raza, en un
extremo, y de las críticas inmaterialmente construc-
tivistas, en el otro. Weismantel y Stephen Eisenman
(1998: 134) plantean que las concepciones biológicas
contemporáneas de raza borran al cuerpo:
74%
conoce a los indígenas no solo a través del color de sus
ojos o piel sino también a través de los olores “sucios”
que manifiestan su pobreza y el hecho de que viven
con animales en granjas de subsistencia. Por el con-
trario, la blancura involucra la compra y uso de pro-
ductos importados que producen cuerpos que hue-
len o parecen que no han tenido interacción alguna
con otros seres vivientes. Explican que la blancura es
“una serie de privilegios políticos y económicos que
se trasmite de generación a generación” (Weismantel
€: Eisenman, 1998: 136), que determina entonces la
apariencia, la forma y el olor del cuerpo. Esta concien-
cia encarnada y contingente de la raza es pertinente
dentro del contexto de la migración entre México y
Estados Unidos, en la que se entiende que las personas
ocupan diferentes categorías raciales dependiendo de
la posición social del que las percibe; se cree que
la gente “ostenta” su mexicanidad tomando como
punto de referencia la manera cómo se viste y lleva su
cabello; el acto de interpretar un estilo “mexicano”, de
vestir como “pandillero” borra la violencia de las pan-
dillas blancas; y los pobres y las personas que no son
blancas se consideran “sucias” solo en contextos en
los que se consideran fuera de lugar y excluidos.
Culpable de su sufrimiento
En todos los niveles de la jerarquía de etnicidad-ciu-
dadanía en la granja Tanaka, cada grupo de personas
cree que los que están por debajo de ellos merecen
su difícil situación. Los residentes blancos del Skagit
Valley y Central California me dijeron muchas veces
que los mexicanos no cuentan con educación porque
son “flojos”. Varios residentes blancos me explicaron
74%
que los *mexicanos” tiene trabajos malos porque *no
tratan de aprender ingles”. Durante una de nuestras
conversaciones en la granja Tanaka, Samantha afirmó
que “no tienen cuentas de banco porque no saben
cómo hacerlo, son como niños”. En Central California,
Janet me dijo: “Como que me enojan los mexicanos
porque parece que no tratan de aprender inglés, ya
sabes, y están en nuestro país, ¿por qué no lo apren-
den? Más tarde en la misma entrevista, Janet dijo:
74%
las tardes pero temprano, cuando Abelino apenas es-
taba terminando su trabajo o llevando a su familia ala
iglesia local, que regala comida a esa hora.
75%
mida, en el cuidado de los animales y en la economía.
Alguien podría poner una tortillería que abriera
durante unas horas al día, y las personas podrían
venderle a ellos el maíz o podría haber una farmacia
para que así la gente no tuviera que ir a Tlaxiaco o
a una tienda grande de abarrotes -aunque eso sería
difícil porque tendrías que pagarle a alguien para
que se quedara y viera que nadie se robara las ganan-
cias-. No trabajan muy duro y no saben cómo traba-
jar muy duro.
75%
varios estados del oeste. Ahora trabaja en la estacion
de bomberos de la zona, donde lo capacitan para ser
bombero. Curiosamente, culpa a los migrantes mexi-
canos, disculpa al granjero, quien en realidad toma
las decisiones de contratación y guarda silencio sobre
las presiones del mercado internacional. Respecto al
granjero, Phil solo afirmó: “Entiendo su modo de pro-
ceder; quiere administrar su granja con eficiencia”.
Normalización
76%
ral por la mitología “de la miseria a la riqueza” del
éxito estadounidense.2?l
Naturalización
76%
del suelo, asi que es mas facil para ellos agachar-
se” (Thompson, 1999).
Internalización
77%
el ejército mexicano porque “aguantamos”. De este
modo, los triquis internalizan a veces su posición de
clase a través del orgullo étnico que sienten de las di-
ferencias corporales percibidas que, paradójicamente,
podrían contribuir a la naturalización y, por lo tanto,
reproducción de las mismas estructuras de su opre-
sión.
77%
Una supervisora de pie mientras los piscadores
trabajan de rodillas en un campo de fresas
78%
que, para mí, es uno de los trabajos más importantes
en la granja”. Si bien el trabajo de los piscadores es de
suma importancia para la cosecha, mi investigación
etnográfica muestra que su papel, por lo general, no es
respetado o carece de prestigio. A lo largo de mi tra-
bajo de campo en la granja, en diversas ocasiones a los
piscadores de bayas los trataron como infrahumanos.
Durante un aguacero del noroeste, varias mujeres tri-
quis esperaron afuera de la oficina de la granja para
preguntar sobre su salario. Se acurrucaron en el piso
lodoso, bajo el voladizo del techo. Cuando Shelly llego,
dijo en inglés: “¿Qué están haciendo sobre mis flores?
¡Shoo! ¡Shoo! ¡Fuera! ¡Fuera!”, moviendo sus manos
como si quisiera espantar una manada indeseable de
perros.
Resistencias y rechazos
Aunque poderosas, la normalización y naturalización
de estas jerarquías sociales y disparidades en la salud
están incompletas. De vez en cuando, atisbé espacios
78%
en los cuales las personas no aceptaron totalmente su
propia posición social y en su lugar manifestaron crí-
ticas perspicaces.
78%
global y forman grandes conglomerados de marcas de
refrescos que venden a precios muy baratos; sacando
del negocio a las pequeñas empresas por cuestiones
funcionales. Este rumor critica y conduce a la resis-
tencia práctica ante estructuras económicas dañinas
e injustas. Sin embargo, Pepsi y Coca-Cola continúan
creciendo, la mayoría de las empresas pequeñas ha ce-
rrado y hay una tendencia creciente en San Miguel a
tomar Pepsi.
La huelga y el Memo
Una mañana, al final de mi segundo verano en la
granja Tanaka, los piscadores de fresas salieron de los
campos y se declararon en huelga. Ésta no se había
planeado con antelación. Más bien se inició después
de enterarse que habían reducido el pago por peso y
que muchas personas habían sido despedidas porque
no habían recolectado el peso mínimo un día antes;
como reacción, algunos piscadores triquis comenza-
ron a silbar. Más y más personas se unieron al silbido,
hasta que todos salieron del campo. Luego, mis ami-
gos triquis me explicaron que un silbido -que había
escuchado y me había preguntado por su significado,
mientras recolectaba bayas en medio de un aguacero
frío el verano anterior- comunica descontento. En
los días previos a la huelga, la ansiedad era cada vez
más evidente en los piscadores porque las bayas se
habían vuelto día a día más pequeñas y escaseaban
conforme el verano se terminaba. Por consiguiente,
lograr el peso mínimo se había convertido en una
tarea más difícil. Las fresas escaseaban y eran más
pequeñas al final del verano sobre todo porque los
campos ya se habían cosechado a principios de la esta-
79%
cion y tambien porque las plantas simplemente pro-
ducen menos bayas al final de esta. En este contexto,
despedir a varias personas porque no habian podido
recolectar el minimo un dia antes se considero poco
razonable y bajar el pago por peso se percibio como
una injusticia total.
79%
jadores sean tratados con respeto, si bien sus ansieda-
des reales acerca de la supervivencia de la granja los
presionan para no abordar con eficacia las principales
preocupaciones económicas de los piscadores de un
modo perdurable. El mercado cada vez más difícil en
el que opera la granja provoca que estos agricultores
sigan siendo cómplices de un sistema de segregación
laboral pernicioso para los piscadores.
79%
en general porque sucede en un idioma que no es el
ingles.
80%
CAPITULO 7
Conclusion
Cambio, solidaridad pragmatica
y allende: las posibilidades
de cambio y esperanza
80%
entre Mexico y Estados Unidos parecian dejar poco
margen Para la eSPeranza.
80%
migracion deben estar muy conscientes de este sitio
para el cambio potencial.
81%
un circuito transnacional de personas y capital.
Los parientes de una joven triqui -en persona en Ca-
lifornia o via telefonica desde Oaxaca- sopesaron la
decision de si le permitian casarse. Las pocas casas
con estufas de gas en lugar de fogones de lena y las
diversas casas con pisos de concreto en lugar de pisos
de tierra en el pueblo de mis compañeros triquis han
sido construidas con las remesas monetarias de sus
parientes en Estados Unidos. Existen interconexiones
importantes cotidianas entre los lugares y la gente en
la experiencia de migración triqui.
82%
La mayoria de terminos usados para referirse a los
trabajadores migrantes contiene fuertes connotacio-
nes basadas en la raza y la clase. Trabajador agricola
deberia emplearse precisamente para todo aquel que
trabaja en una granja. Sin embargo, en la práctica, alos
propietarios, gerentes, verificadores, asistentes admi-
nistrativos, supervisores de cosecha, jefes de cuadrilla
y alos jefes de campo nunca se les llama trabajadores
agrícolas. En la granja, en la investigación relacionada
con ella y en el uso cotidiano, en su lugar, se refie-
ren a ellos usando sus puestos laborales. “Trabajador
agrícola” se emplea solo para aquellos trabajadores
que cosechan fruta y vegetales a mano. Si bien, en el
pasado este término se refería a los piscadores blan-
cos y negros estadounidenses a menudo provenientes
del Dust Bowl (la cuenca del polvo) del Medio Oeste,
actualmente se usa para designar solo a los piscadores
migrantes de Latinoamérica. En particular, la frase no
se usa para referirse a las cuadrillas de jóvenes blan-
cos que recolectan bayas en la granja Tanaka, aun
cuando realizan exactamente el mismo trabajo que
sus contrapartes mexicanas. Estos trabajadores en su
lugar son representados por los términos “la cuadrilla
blanca” o “la cuadrilla adolescente”.
82%
dos dentro de una categoria de gente latinoamericana
de clase baja.”
Muchas personas en los medios de comunicacion
usan, al referirse a los migrantes indocumentados, el
término “alienígena ilegal”. En primer lugar, la pa-
labra ilegal es un adjetivo que modifica al migrante
como si éste fuera una característica de él o ella como
persona. Aunque, como el jefe de división de la Pa-
trulla Fronteriza en el estado de Washing-ton señaló:
estos migrantes son más trabajadores y respetan más
la ley que la mayoría de los ciudadanos estadouni-
denses. Afirmó que conducen conforme al límite de
velocidad, pagan sus impuestos, trabajan muy duro y
evitan cualquier actividad que atraería la atención de
la policía. De hecho, el jefe de división explicó que la
Seguridad Social en Estados Unidos hubiera quebrado
hace años si no fuera por los trabajadores indocu-
mentados que pagan impuestos sin recibir beneficios.
Continuó diciendo que, de vez en cuando, hay un mi-
grante mexicano que comete un crimen, al igual que
existen ciudadanos estadounidenses que cometen
crímenes, y esos migrantes indocumentados son bus-
cados y deportados. De lo contrario, dijo, no estaría
interesado en perseguir gente que trabaja duro en las
granjas estadounidenses. La única cosa ilegal que han
hecho es cruzar la frontera sin los documentos ade-
cuados. Según él, esto no los convierte en “ilegales”“£
totalmente. Prefiere usar el término “indocumen-
tado”, que es más exacto y no un detonador del miedo
antimigrante. En segundo lugar, la palabra alienígena
connota diferencias extremas, alteridad insalvable y
por lo regular desencadena el miedo.
83%
Asimismo, existen claras inconsistencias en las dico-
tomías que por lo regular se emplean en los estudios
de inmigración: refugiado vs. migrante, político vs.
económico, forzada vs. voluntaria (Morrissey, 1986).
Estos términos: refugiado, migrante político y migrante
forzado están relacionados. Para que alguien sea con-
siderado un refugiado y reciba los privilegios del asilo
en Estados Unidos, debe probar, entre otras cosas,
que fue forzado a migrar por razones políticas. De
este modo, los términos opuestos en las dicotomías
mencionadas funcionan como características que
justifican la exclusión del estatus legal de refugiado
y de los derechos políticos y económicos que esto
conlleva. A los triquis con quienes trabajé se les con-
sidera “migrantes económicos” “voluntarios” dentro
de los estudios de migración tradicionales y en el
discurso del gobierno estadounidense. Sin embargo,
como muestran los datos etnográficos claramente, su
migración es de hecho forzada y no existe una sepa-
ración válida entre las fuerzas económicas y políticas
que los impelen. Para poder sobrevivir, los triquis se
ven forzados a dejar sus hogares, cruzar una frontera
fatal y trabajar en un ambiente inhóspito. Las políti-
cas internacionales y las acciones militares, que con-
ducen al sufrimiento y a desigualdades regionales y
locales, provocan de manera directa las condiciones
políticas y económicas que los obligan a migrar.
83%
cas —propiedad, redistribución, regulación- al igual
que por las estructuras simbólicas. Gramsci diferen-
cia entre dos medios principales para alcanzar el con-
trol de una sociedad. El primero es una “guerra de
maniobra” militar total; el segundo, una “sutil guerra
de posicionamiento” (Gramsci, 1971). Una “guerra de
posicionamiento”, según los términos de Gramsci, se
refiere ala lucha constante sobre las formas culturales
y los significados, que a su vez afectan las estructuras
económicas y políticas.
Solidaridad pragmática
“Solidaridad pragmática” es la frase utilizada por el
médico y antropólogo Paul Farmer para animar a sus
lectores a que se unan, en términos prácticos, a las
luchas de las personas oprimidas (Farmer, 1992). El
proyecto académico de desnaturalizar las desigualda-
des sociales debe ir acompañado por esfuerzos atodos
los niveles en un continuo, desde el micro hasta el
macro. En la granja, la solidaridad pragmática podría
84%
Significar acciones como incluir explicitamente a los
piscadores en las clases de ingles, brindar educacion
sobre seguridad en el uso de pesticidas y disminuir su
uso, y desarrollar medios más justos para la contrata-
ción y promoción de empleados. Durante los últimos
siete años, la granja ha comenzado la transición de va-
rios campos de arándanos para que sean certificados
como orgánicos. Si bien esto podría ofrecer grandes
beneficios para la salud de los piscadores, en teoría,
la marca orgánica le ha solicitado a la granja cambiar
cada uno de estos campos, una vez certificados como
orgánicos, a la “recolección con maquinaria”. Atrapa-
dos en una ironía perjudicial, mis compañeros triquis
continúan cosechando en campos rociados de pestici-
das mientras que las máquinas recolectan en los que
están libres de estas sustancias.
84%
en la granja querían jugar basquetbol con regularidad
y no mostraron interés alguno en el fútbol. Durante
mi segundo verano en la granja, un grupo ad hoc de
los residentes de la zona recolectaron unos cuantos
cientos de dólares para la grava de los caminos del
campo y algunos estudiantes de la universidad local
se ofrecieron a ponerla. Un grupo de voluntarios de
Americorps se ofrecieron a dar clases gratuitas de in-
glés como segunda lengua en los campos una vez a
la semana después de que los piscadores regresaran
del trabajo. Las clases se dieron durante un verano y
no se volvieron a repetir el próximo. Estos esfuerzos
de solidaridad pragmática en la granja fueron útiles
para los trabajadores agrícolas, al mismo tiempo que
señalaron repetidas veces la necesidad de que la soli-
daridad vaya más allá de lo pragmático, lo práctico o
programático.
85%
les de solidaridad, que van mas alla de lo pragmatico,
para desafiar estructuras y representaciones de poder
que son nocivas para los trabajadores agrícolas mi-
grantes.
85%
lugar' y, de este modo, eliminar su potencial para ge-
nerar una crítica activa”.
85%
justicia social. Si bien existe una necesidad genuina
entre doctores biomedicos competentes, capacitados
en un enfoque especifico, estoy convencido de que no
es suficiente.
85%
tienen condiciones preexistentes pueden pagar una
atención médica de alto nivel, mientras que los pobres
y enfermos están relegados a esperar y negociar por
cualquier red de atención médica segura que exista
en su zona. La forma neoliberal del capitalismo que
restructura la atención médica en Estados Unidos ha
llevado a que aquellos con la mayor carga de enferme-
dades sean, al mismo tiempo, los que tengan menos
acceso al cuidado médico. Muchos académicos de las
ciencias sociomédicas y de la salud han demostrado
que este sistema no funciona. Estados Unidos gasta
más en atención médica per cápita que cualquier
otro país postindustrial, sin embargo, tiene los peo-
res resultados en salud. Es tiempo de que aprenda-
mos de nuestros errores y trabajemos en procura de
un sistema de atención médica universal basado en
el acceso igualitario a la atención de alta calidad, en
lugar de en la ganancia empresarial. Una estructura
de atención médica muy prometedora para alcanzar
estas metas es el sistema del contribuyente único, que
se ha llevado a cabo con éxito en muchas partes de Eu-
ropa. La Ley de Atención Médica Asequible (ACA) tan
controversial, durante el primer periodo de Obama
como presidente, es un paso importante y promete-
dor en la dirección correcta, aunque todavía presenta
desigualdades, como la exclusión de la mayoría de mi-
grantes einmigrantes.
87%
granjas, los piscadores y los agentes fronterizos para
formar percepciones más realistas de la migración
mexicana y el trabajo agrícola.
87%
Apendice
La escritura etnografica y el
conocimiento contextual
(O por que este libro no tiene
una sección de metodología)
88%
resultados en la que se presentan la informacion y los
parametros de importancia; y una seccion de conclu-
sión o debate en la que el autor interpreta y teoriza los
resultados. Esta estandarización de estructura ofrece
ciertos beneficios: velocidad para encontrar la infor-
mación específica deseada; facilita la comparación
entre artículos y autores diferentes; y la capacidad
de sintetizar la información con eficacia cuando se
presenta en el orden esperado. Sin embargo, dicha es-
tandarización de la documentación también ocasiona
inconvenientes; en específico: disminuye el flujo na-
rrativo general para mantener el interés del lector, y,
quizá, lo más importante, se suprime la subjetividad
y la posición del autor en la presentación del diseño
e interpretación de la investigación. La última incon-
veniencia acarrea la implicación problemática de que
los hallazgos y el análisis son totalmente acontextua-
les y universales.
88%
Por motivos de diseno, este libro no tiene una seccion
de metodologia. (Holmes, 2006, donde intento tradu-
cir metodos antropologicos para un publico de cien-
cias de la salud). En su lugar, presento mi propia posi-
ción y el contexto y los métodos de mis observaciones
y análisis entretejidos en la etnografía. Espero que, a
través de esta forma de escritura etnográfica, el lector
seinterne a fondo y activamente tanto en la narrativa
como en su análisis.
88%
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migrant Rights: The Fight for Inclusion in the Twenty-
First Century. Berkeley: University of California Press.
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chiatry Residents”. Harvard Review of Psychiatry 18:
247-55.
96%
Reseñas sobre Fruta fresca,
cuerpos marchitos
97%
en tanto que los detalles vivos y el retrato empatico
de la vida de las personas enriquece a la academia.
Holmes hace que el lector no tenga duda de que los
mecanismos economicos, las jerarquias sociales, la
discriminacion y las condiciones de trabajo y vida de-
ficientes producen hondas repercusiones en la salud
de las personas marginadas, y lo logra con el toque de
un escritor talentoso. El lector vive los detalles y se
conmueve de un modo absoluto”.
97%
miento, a menudo invisibles, de aquellos cuyo trabajo
provee nuestro propio sustento.
Arturo S. Rodríguez,
Presidente de United Farm Workers of America
[11 Las notas de campo (en itálicas en este capítulo) se han editado para dis-
minuir la redundancia y maximizar el flujo, con el fin de mantener la narrativa
auténtica de cuando tecleaba y grababa durante e inmediatamente después de
los sucesos.
[2] Los triquis son un grupo indígena de las montañas de Oaxaca en México, de la
zona que se conoce comúnmente como la Mixteca.
3] Mestizos se usa para referirse a los mexicanos de ascendencia indigena-espa-
nola, o, en el lenguaje cotidiano, se les llama simplemente “mexicanos comunes”
o “mexicanos”.
[4] Cornelius, 2001; Green, 2008; Massey et al., 2002 y Migration News, 2003a
para un debate ulterior sobre las muertes en la frontera.
[5] Del nahuatl pixca: recoger, cosechar.
[6] Bandura, 1997; Massey et al., 2002; Portes y Bach, 1985, y Wood, 1982, para
críticas ulteriores sobre el marco de empuje y jale de la migración.
Hay Butler, 2009; Chavez, 2001, 2008; Grillo, 1985, y Jain, 2006, para ver acerca
de las maneras cómo se conciben los migrantes.
[8] Rural Migration News, 2003, y Stephen, 2007, para un debate ulterior sobre
TLCAN y la migracion oaxaquena, al igual que a Edinger, 1996, para la migracion
de Oaxaca a Estados Unidos.
191 Mis compañeros triquis se definían a sí mismos, ante todo, como “pobres”,
un adjetivo que los identifica como individuos que pertenecen a una clase social
antes que a una categoría de etnicidad (triqui), nacionalidad (mexicana), estatus
de ciudadanía (indocumentado) o a otros identificadores potenciales. A lo largo
del libro, estas categorías estarán vinculadas de un modo confuso a la jerarquía
97%
del trabajo en la granja y se emplearán de diferente manera, según quién realiza la
identificación y dentro de qué contexto.
L10] Bourgois, 1988; Eber, 1995; Farmer, 1992, 1997, 1999; Kleinman y Klein-
man, 1994; Scheper-Hughes 1992, 2002, 2003; Singer y Baer, 1995. Wacquant
(2004) señala las trampas analíticas potenciales en el uso inespecifico y abier-
tamente generalizado del término “violencia estructural”. Para no mezclar las
distintas formas de violencia, uso la palabra en su sentido más estricto, que se
apega al de Johan Galtung (1969), y al de Scheper-Hughes y Bourgois (2003), que
se enfocan en la dominación económica y política. Por lo tanto, los efectos de la
dominación estructural son analizados independientemente de, entre otros fe-
nómenos, la violencia física cotidiana, la violencia política armada y la violencia
simbólica ejecutada con la complicidad del dominado (Bourgois, 2001). La frase
indica que las estructuras sociales pueden crear violencia en “tiempos de paz” y
tener los mismos efectos que otras formas de violencia, aunque a una escala de
tiempo diferente (Engels, 1958). Asimismo, ilustro etnográficamente las formas
en que la violencia estructural se ejecuta en cada nivel de la jerarquía social de la
granja y no solo contra los más pobres o los más marginados.
11] Partes de este capítulo se publicaron en: Seth M. Holmes (2006; 2006a;
2007; 2011).
. Como dije en el capítulo 1, uso la palabra etnicidad como un fenómeno
social biologizado. Etnicidad para mi es como el uso que Althusser (1982) hace
del concepto de interpelación: un sujeto humano es posicionado por las estruc-
turas económicas y sociales en una categoría dentro de las jerarquías de poder y
de manera simultánea se reconoce a sí mismo y a otros como miembros de sus
categorías específicas. Como analizaré en el capítulo 6, considero que la etnicidad
y la raza, al igual que Weismantel y Eisenman (1998), son sociales y, a su vez, ma-
terializan. En este sentido, la posición social de una persona (p. ej., la proximidad
con los animales; el acceso al cuidado dental, la ducha y el jabón) produce no solo
percepciones de dicha persona, como racializada en cierto modo, sino también
condiciones diferenciales bajo las cuales su cuerpo material —de ella o él- se desa-
rrolla y cambia con el tiempo.
[13] Bourgois 1988. Ver el concepto de Stephen (2007) sobre “vidas transfronte-
rizas”, que destaca las maneras por las cuales los migrantes indigenas mexicanos
cruzan las multiples fronteras de clase, raza, nacion, estado, etc.
[14] La naturaleza de género del lenguaje no solo afectó la posición de las mujeres
y de los hombres en la jerarquía de la granja, también afectó mi habilidad para
construir afinidades con ellos. Si bien aprendí muchas palabras y frases en triqui,
no pude hablar con fluidez durante mi trabajo de campo, en gran medida porque
el lenguaje triqui tiene una naturaleza tonal difícil y no se escribe. Desafortu-
nadamente, mis escasas habilidades en el idioma triqui y la falta de fluidez de
algunas mujeres triquis, tanto en español como en inglés, impedían llevar a cabo
más entrevistas y conversaciones directas con ellas. En la medida de lo posible,
intento contrarrestar esta dificultad con citas de observaciones y observaciones
directas a mujeres y hombres triquis.
115] Ver también Bade, 1999.
98%
land, 2010- han ampliado el enfoque para considerar el contexto religioso y
economico de las enfermedades infecciosas a nivel global, la racializacion de una
enfermedad mental y de la adicción, el contexto simbólico de envejecer y de la
muerte en el mundo, y las políticas de inclusión y exclusión de los migrantes, al
igual que los procesos culturales y sociales mediante los cuales se producen los
profesionales de la medicina.
[18] Esta cita aparece en diversas formas en publicaciones diferentes. Por ejem-
plo, ver Carrillo, 1999.
191 Holmes £ Ponte, 2011. También ver Fox, 1980, sobre la incertidumbre del
estudiante de medicina.
[20] Konner, 1987. Ver Holms, Jenks & Stonington, 2011, sobre la antropologia
de la capacitación clínica contemporánea.
[21] Tbid.: 365.
122] Holmes & Ponte, 2011, para un debate ulterior sobre la “Subjetividad”, “Ob-
jetividad” en el registro médico que se basa en el problema.
. www.migrantclinician.com.
. Ver también Pine, 2008.
[25] Sesia, 2001, y Stephen, 2007, para antecedentes.
. Rouse, 2002. Ver de Genova, 2005, para espacios transnacionales entre Mé-
Xico y Estados Unidos. Ver Glick Schiller £ Fouron, 2001, para “nacionalismo a
larga distancia”.
Z1 Fox, 2005, 2006, para ciudadania y etnicidad de multiples estratos.
[28] Ver tambien MacLeod, 1993.
[29] Beck, 2009, acerca de la individualización del riesgo y la responsabilidad.
. Si bien es útil el análisis de Strauss, 1966, su límite es su universalidad
asumida. Scheper-Hughes, 1992, y Brandes, 1980, ofrecen un análisis más con-
textual de la posición del cuerpo y la humanidad imputada.
B1 Emmanuel Levinas, el filósofo francés fenomenológico, escribió sobre el su-
frimiento y su justificación en Entre Nous. Sostiene que nuestra responsabilidad
humana es entender el sufrimiento de otros como “inútil” y “sin sentido” y de
este modo trabajar a favor de su mejoramiento. Exige el “fin de teodicea”, porque
argumenta que darle un significado al sufrimiento justifica la producción de ese
mismo sufrimiento. La antropóloga Veena Das (1987) considera en términos et-
nográficos el desastre y la masacre de Bhopal en India para hacer un análisis con
relación a él. Señala que los esfuerzos por darle sentido al sufrimiento pueden ser-
vir para validar las estructuras sociales injustas patriarcales y, al mismo tiempo,
para silenciar a la víctima. Dice que, en su lugar, el sufrimiento debe entenderse
como ilegítimo y caótico que permite la existencia continua de los que sufren. El
sufrimiento no debe justificarse para que las víctimas sean confortadas y, tam-
bién, para prevenir más sufrimiento.
[32] Taussig, 2012, acerca de la naturaleza de la realidad de multiples capas y
Nader, 1972, acerca de la rebanada vertical antropológica.
[33] Uso migrar, migrante y migracion en este libro porque estos terminos se
entienden mejor en este contexto. Sin embargo, no es mi intensión expresar un
consentimiento carente de crítica ante las suposiciones que se encuentran detrás
de estas palabras.
34] Besserer, 2004; Kearney, 1998; Rouse, 2002. Ver Glick Schiller, 2003, acerca
de “espacio social transnacional”.
[35] Al mismo tiempo, estas palabras se utilizan con mucha frecuencia en la
sociedad y en la investigación de la salud y sería engorroso evitarlas a lo largo de
98%
este libro. Por tanto, para contrarrestar estas desventajas y prejuicios en la termi-
nología, sigo usando algunas de estas palabras.
Sl Castañeda, 2010; Stephen, 2007, y Willen, 2007, para un debate ulterior de
la experiencia de ser considerado “ilegal”.
Er Gramsci, 1971. Ver también Kissam € Jacobs, 2004, para sugerencias de in-
vestigación prácticas relacionadas con las comunidades indígenas mexicanas.
99%