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ESTRATEGIAS PARA
ADOLESCENTES.
INTRODUCCIÓN:
En el contexto de la formación integral, es necesario abordar de manera diferenciada
trata de la etapa donde inicia la vida sexual y el conocimiento de la propia sexualidad que
arranca con los cambios fisiológicos y psicológicos que ocurren durante esta etapa, y es
vital contar con información adecuada y redes de apoyo que permitan la culminación
adecuada de los proyectos de vida, académicos, deportivos, etc. Los altos índices de
mujeres adolescentes pero que también tiene efectos de largo plazo sobre los hombres
adolescentes que la sufren son un problema que debemos atacar desde distintos
frentes, pero con un mismo horizonte que es el de garantizar los derechos de esta
defensa de los derechos, así como en las planificaciones y ejecuciones de los distintos
protocolos de actuación y atención vigentes a fin de que tanto integrantes del entorno
Objetivos específicos:
Nro
CONTENIDOS SUB CONTENIDOS TIEMPO
HORAS
2. Estrategias de Prevención de
Violencia Sexual contra Adolescentes. 3 2 Horas
Masculinidad y violencia.
Los estudios mas importantes que se han desarrollado sobre el tema en América Latina
como el caso de Fuller (1997); Viveros (2002); Olavarría (2003) o Boira (2018) muestran
que no existe un patrón único de masculinidad que persista de manera uniforme en
todo lugar, inclusive dentro de un mismo territorio nacional pueden existir procesos
culturales e históricos que construyen la masculinidad de una manera diferente. A eso
hay que añadir las diferencias inherentes a las condiciones económicas y de clase, pues
“ser un hombre” no significa lo mismo para los jóvenes de la clase trabajadora que para
la población de clase media o del quintil más pudiente. La construcción de la identidad
masculina es, en este sentido, una experiencia subjetiva y única para cada individuo.
Sin embargo, autoras como Raewyn Conell (2013) sostienen que en territorios como
Latinoamerica hay evidencia suficiente como para afirmar la existencia de patrones
sociales relacionados con profundas raíces históricas de misoginia, producto de procesos
sociales muy complejos como el colonialismo o la religión que han configurado una
imagen de masculinidad vinculada a la violencia como algo cotidiano y “natural”.
Conell advierte que en las sociedades latinoamericanas, el “hacerse hombre” es un
proceso que se encuentra atravesado por múltiples formas de violencia correlacionadas
entre si:
- La cultura patriarcal que, en pocas palabras, organiza la sociedad con una preeminencia
de lo masculino y perpetúa visiones estereotipadas de cómo deberían comportarse las
mujeres y hombres, con la persistencia de “ritos de iniciación”, comportamientos de
riesgo y mandatos de género poco negociables.
Para muchos jóvenes, cumplir con estos mandatos es muy difícil. Implica una presión
y una “necesidad de encajar” que puede llevar a situaciones de ansiedad y depresión
o ponerlos en situación de riesgo frente a sus propios compañeros. Por otra parte, la
socialización entre pares, cuando no ha existido información oportuna ni espacios
seguros, puede estar mediada por escenarios frecuentes de violencia o por discursos o
prácticas que la legitiman u ocultan . Esto es particularmente preocupante en el ámbito
educativo que es el espacio de socialización más importante para las y los adolescentes.
Las estadísticas indican que de los casos de violencia sexual cometidos por personas
dentro del sistema educativo un 38% corresponden a estudiantes. Es decir casi 4 de
cada 10 casos de violencia sexual han sido cometidos entre pares, lo cual habla por
un lado de la complejidad del tema y por otra parte reafirma la condición de mayor
vulnerabilidad en la que se encuentran las niñas y adolescentes. Es necesario aprender a
identificar los factores de riesgo que puedan alertar sobre la posibilidad de que ocurran
casos de violencia y violencia sexual entre estudiantes. Pero sobre todo es imperativo
comenzar a cuestionar y transformar las condiciones materiales y culturales en las que
se configura una masculinidad basada en la violencia.