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I. La fascinación por el Monstruo: una introducción.

La fascinación es uno de los efectos del monstruo. La sugestiva interpretación de Jáuregui sobre el
episodio de Mala Cosa, el monstruo-brujo descrito por Cabeza de Vaca, que descoyunta
extremidades, saja los cuerpos, y extrae vísceras que luego lanza a las brasas, revitaliza la
fascinación que los Naufragios han generado históricamente en la crítica. Fijar el análisis en este
especial episodio, asumiendo la postura de que puede sintetizar el mundo concreto de la Relación
(Jáuregui, 2014, pág. 426), nos permite ampliar el universo de elementos a tomar en cuenta para
continuar desentrañando el sentido del texto. También permite superar cierto estancamiento en los
análisis que oscilan en la búsqueda obsesiva del sentido del texto en su apego a la verdad histórica.
Jáuregui hace un análisis textual apelando a la coherencia interna del relato, un trabajo detectivesco
que se basta a sí mismo y le permite llegar a una conclusión asombrosa: Mala Cosa y Cabeza de
Vaca son la misma persona, o por lo menos son dos caras de una misma moneda. En palabras del
autor: “… las repetidas coincidencias entre Mala Cosa y Cabeza de Vaca indican que—además de
una lectura indígena de la extrañeza y la malignidad colonial y un posible emplazamiento de dicho
peligro— el relato ofrece un modelo colonial que Cabeza de Vaca y sus compañeros aprovechan
para inspirar terror y, en últimas, para restituirse como conquistadores, pese a su precariedad
material” (Jáuregui, 2014, pág. 441)Y es que para el crítico mexicano se impone una lectura sobre
la Relación que a todas luces se enmarca dentro del colonialismo sin matices, por sobre de aquellas
que caracterizan al conquistador español como “conquistador conquistado” o “conquistador
pacífico”.

El punto de partida de Jáuregui incita a un debate sobre la función del monstruo Mala Cosa en la
Relación, con todo el potencial de su riqueza— que no es otra cosa que una síntesis de los
elementos del espacio sociocultural que sirve a su construcción y sobre el que se despliegan sus
significados (Moraña, 2017, pág. 45)—, en función de las intenciones declaradas de su autor, pero
sobre todo con respecto a otras pistas del texto que podrían contradecir la tesis de Jáuregui.

Dispuestos así los elementos, la pregunta central de este ensayo es ¿Qué función cumple el episodio
de Mala Cosa en la Relación, a la luz de la propuesta incitadora que hiciera Jáuregui?

II. El tema de la justificación: ¿para qué cosa sirve Mala Cosa?

Lewis identificó el proemio escrito por Nuñez Cabeza de Vaca dirigido a Carlos V, que habría
desaparecido luego de las dos primeras ediciones del texto, como un elemento fundamental para la
interpretación literaria de la Relación. Y es que su carácter no obligatorio para el tipo de escrito que

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Cabeza de Vaca iba a realizar, sumado a las características particulares que lo diferenciaron de otros
textos similares de la época, hablan de la necesidad de hablar que tiene el conquistador motivado
por su doble fracaso: el de una expedición desastrosa y el de la ausencia de un testigo que cuente su
sufrida historia. Esta necesidad de hablar tendría el fin específico de lograr que los esfuerzos
realizado por Cabeza de Vaca sean debidamente reconocidos y recompensados. (1987). Fijado el
objetivo, según Lewis, los problemas de composición de la Relación se traducirían en tres tipos:
“1)en tanto narración personal autobiográfica, la tarea artística es la de organizar de una manera
coherente los recuerdos, impresiones, y anécdotas significativos de diez años de experiencia; 2)en
tanto relación de servicios, el problema narrativo es el de presentar al autor-protagonista de tal
forma que no de lugar a dudas acerca del valor de sus actuaciones; 3) en tanto noticia verdadera de
‘muy estrañas tierras’ el problema es el de interpretar de una forma comprensible vivencias que aún
dentro de las normas de verosimilitud de la epoca rayaban en lo increíble”

Pienso que los episodios milagrosos o marvillosos de la Relación, particularmente el de Mala cosa,
debe ser análizado en torno a estos tres problemas y más precisamente entorno a cómo contribuyen
a la solución de uno o más de ellos.

Se ha propuesto que el episodio de Mala Cosa, considerado como un elemento de carácter


novelesco y derechamente ficticio y fantástico, puede entenderse como la condensación de la
representación de lo fantástico desde el punto de vista del indígena, transculturado por la mirada
europea, y que en la narración se complementa con los episodios de los milgros cristianos, muy
comunes en las obras historiográficas de la época, pues en su proposición en la narración no se
cuestionada su veracidad (Pastor, 1983, págs. 331-332). Desde este punto de vista es claro que el
episodio puede ser entendido como una noticia verdadera vinculada a la relación de los servicios
en orden a relevar el carácter comprometido de Cabeza de Vaca con la empresa de la
evangelización. Es explícito el primer elemento cuando atendemos el momento de verificación de la
historia contada por los indígenas en la observación de las cicatrices que dejan las sajaduras de
Mala Cosa:

“De estas cosas que ellos decían, nosotros nos reíamos mucho, burlando de ellas; y como
ellos vieron que no lo creíamos, trujeron muchos de aquellos que decían que el había
tomado, y vimos las señales de las cuchilladas que el había dado en los lugares en la manera
que elllos contaban. Nosotros le dijimos que aquél era un malo, y de la mejor manera que
podríamos les dábamos a entender que si ellos creyesen en Dios nuestro señor y fuesen
cristianos como nosotros, no tenían miedo de aquel, ni él osaría venir a hacelles aquellas
cosas; y que tuviesen por cierto que en tanto que nosotros en la tierra estuviésemos, él no

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osaría parescer en ella. De esto se holgaron ellos mucho y perdieron mucha parte del temor
que tenían” (Cabeza de Vaca, 2007, pág. 117).

En el contexto del relato y ya no como un hecho aislado, cuyo valor es meramente fantástico o
novelesco, el episodio de Mala Cosa ha sido interpretado como un escalón dentro de un proceso
mayor que se inicia con toda claridad cuando nuestro Cabeza de Vaca se vuelve chamán, o como él
gusta escribir físico. Spitta sostiene que el inicio de la carrera de Cabeza de Vaca como chamán se
inicia cuando este se ve forzado a ejercer como tal a cambio de comida. El náufrago y sus
compañeros deben, por tanto, observar y aprender la forma en que los chamanes sanan a los
enfermos, sin embargo, no pueden incorporar las practicas tal como se les presenta, pues su
formación cristiana se los impide. Al ver que sus curaciones tienen éxito, señala Spitta, Cabeza de
Vaca no puede evitar sugestionarse y pensar que lo ha hecho es un milagro, “que describe en
terminos muy similares a los de de la resurrección de Lázaro en la Biblia. Esto apunta hacia la
movilizacion discursiva de un imaginario bíblico en su relato” (Spitta, 1993, pág. 320). Apunta la
autora que lo anterior va en dirección de una lógica dobles en su discruso, ya que aunque “[Cabeza
de Vaca]se vuelve curandero indio de mucho éxito a la hora de relatar sus experiencia logra hacerlo
apelando a un discurso religioso occidental, y solo de paso deja traslucir la extensión de sus
prácticas chamánicas” (Spitta, 1993, pág. 321) Bajo esta perspectiva la experiencia chamánica de
Alvar se ve constantemente ofuscada por la cultura cristiana y el lenguaje bíblico, lo que se iría
acrecentando en la medida que el grupo de naufragos se acerca al norte de México. Es en éste
marco en el que el episodio de Mala Cosa aparece, bajo la perspectiva de Spitta, como una
oportunidad para Cabeza de Vaca, quien no solo ha podido asegurarse un sustento volviéndose
Chamán, sino que después de haber escuchado la historia de boca de los indios, procede a ocupar su
posición como un arma de doble filo, invocando el lado “malo” del chamán para motivar el miedo
entre los indígenas y así poder controlarlos. Lo señalado por Spitta, y que también aprovecha la
teoría de Jáuregui, se puede colegir sin dudas del propio texto del capítulo XXX “De cómo se mudó
la costumbre de recebirnos”:

“Dijímosle que nos llevasen hacia el Norte: respondieron de la misma manera, diciendo que
por allí no había qué comer, ni se hallaba agua; y con todo eso, nosotros porfiamos y
dijimos que por allí queríamos ir, y ellos todavía se excusaban de la mejor manera que
podían, y por eso nos enojamos, y yo me salú una noche a dormir al cambio, apartado de
ellos; las muego fueron donde yo estaba, y toda la noche estuvieron sin dormir y
diciéndome cuan atermorizados estaban, rogándonos que no estuviésemos más enojados, y
que aunque ellos supiesen morir en el camino, nos llevarían por donde nosotros quisiésemos

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ir; y como nosotros todavía fingíamos estar enojados y por que su miedo no se quitase
sucedió una cosa extraña, y fue que este día mesmo adolescieron muchos de ellos, y otro día
siguiente murieron ocho hombres” (Cabeza de Vaca, 2007, págs. 145-146)

Dispuestas de esta forma las cosas, pareciera que efectivamente el episodio sobre Mala Cosa es una
demostración de lo que Jáuregui llamó una curiosidad intelectual subordinada explícitamente a la
inteligencia militar. Esto ocurriría no solo en el marco del texto de la propia Relación, sino también
como un mensaje explícito sobre cómo se puede manipular a los indígenas mediante la sugestión y
el miedo, justificándose en la solución de la relación de los servicios.

III. Las caras del monstruo: Balance de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca como ejemplo de
humanidad.
IV. Conclusiones.

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