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En el capítulo anterior, el relato Bíblico nos

llevó a examinar las dos situaciones


importantes que vivió Jacob camino a
Canaán, estos eran: el temor que se apodero
de Jacob al enterarse que su Esaú venia a su
encuentro con 400 hombres y el encuentro
entre Dios y Jacob.
Durante aquella noche, un hombre luchó con
él, el patriarca no estaba precisamente
buscando con quién luchar. Sin embargo
Jacob había ofrecido una tenaz resistencia en
aquel combate, hasta que el toque de Dios le
paralizó y reconociendo a su contrincante,
Jacob se aferró a Él hasta que le bendijo.
A partir de aquel encuentro, comenzaremos a ver
un cambio en su vida y al seguir en este capítulo 33
el desarrollo de su vida, nos parecerá que estamos
frente a un hombre nuevo. Es que, en realidad, era
un hombre nuevo. Cambió las armas carnales por
las de rendición oración y confianza en Dios. Su
victoria fue el sometimiento a Dios.
Hoy veremos
• Del temor a la comunión Génesis - 33:1-15
• Jacob y Esaú viven separados Génesis - 33:16-20
Leamos Génesis 33:1-4
Génesis 33 Nueva Versión Internacional
Encuentro de Jacob con Esaú

1 Cuando Jacob alzó la vista y vio que Esaú se acercaba con


cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lea, Raquel y las
dos esclavas.
2 Al frente de todos colocó a las criadas con sus hijos, luego a Lea
con sus hijos, y por último a Raquel con José.
3 Jacob, por su parte, se adelantó a ellos, inclinándose hasta el
suelo siete veces mientras se iba acercando a su hermano.
4 Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello,
lo abrazó y lo besó. Entonces los dos se pusieron a llorar.
V 1-2 Los 400 hombres de Esaú eran todos
guerreros y con capacidad de destruir a Jacob y a
su familia.
Vemos que para proteger a su familia, pues aun
no estaba claro si su hermano se acercaba a él
como amigo o enemigo, Jacob distribuyó su
familia en tres grupos y emprendió el camino a la
cabeza de ellos al encuentro de su hermano.
Para evitar una destrucción familiar total, Jacob
dispone a sus hijos con sus respectivas madres en
orden de estimación: Primero y en la posición
más vulnerable, las siervas y sus respectivos hijos.
Estos son Bilha y Zilpa; Dan, Neftalí, Gad y Aser.
V 2 Después a Lea, una de las esposas y a
sus hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar,
Zabulón y Dina. Y al final a Raquel, la esposa
amada, y José, a quien Jacob consideraba en
ese momento lo más apreciado y heredero
de las promesas. Todo esto era en previsión
a un ataque por parte de Esaú y con
esperanza de huida.
V 3 Este Jacob no rehuyó el encuentro y
aunque no estaba en la plenitud de su
fuerza física, ya que cojeaba, se adelantó a
todos ellos e inclinándose siete veces, llegó
hasta donde Esaú se encontraba.
Siete veces: Este típico rito
oriental expresa no solo
respeto sino total sumisión. La
única explicación para su
actitud valiente se encuentra
en la fe controlando su
conducta, fe nacida en su
encuentro con Dios en Peniel.
Con temor y deferencia, Jacob
se acercó a su hermano como
un inferior lo haría ante un
protector muy respetado,
mientras que feliz y anhelante
Esaú corría a saludar a su
hermano sin reserva alguna.
V 4 La reacción de Esaú constituye un
ejemplo de magnanimidad tan increíble que
algunos consideran que sirvió de modelo a
la actitud del padre del «hijo pródigo»
(Lucas 15:20)
“Lloraron” porque, después de veintiún
años de separación atormentada, los viejos
recuerdos habían quedado desterrados y las
amenazas de muerte pertenecían a un
distante pasado; los corazones habían
cambiado, ¡los hermanos estaban
reconciliados!
Se ilustra la verdad de Proverbios 16:7
"Cuando los caminos del hombre son
agradables a Jehová, aun a sus enemigos
hace estar en paz con él"
Leamos Génesis 33:5-11
5 Luego Esaú alzó la vista y, al ver a las mujeres y a los niños,
preguntó: —¿Quiénes son estos que te acompañan? —Son
los hijos que Dios le ha concedido a tu siervo —respondió
Jacob.
6 Las esclavas y sus hijos se acercaron y se inclinaron ante
Esaú. 7 Luego, Lea y sus hijos hicieron lo mismo y, por último,
también se inclinaron José y Raquel.
8 —¿Qué significan todas estas manadas que han salido a mi
encuentro? —preguntó Esaú. —Intentaba con ellas ganarme
tu confianza —contestó Jacob.
V 5 Después de las expresiones emotivas,
vino la identificación de todos los
miembros de la familia de Jacob, quienes
también saludan con respeto y honor a
Esaú.
V 8 Además, Jacob explica el propósito de
los presentes, los que insiste, sean
aceptados por Esaú como señal de
otorgamiento de gracia.
Las presentaciones familiares y una
explicación del presente para Esaú de los
quinientos cincuenta animales (32:13-15)
fueron acompañadas de un apropiado
reconocimiento de la provisión de Dios
como dones de la gracia de Dios.
Leamos Génesis 33:9-11
9 —Hermano mío —repuso Esaú—, ya tengo más que
suficiente. Quédate con lo que te pertenece.
10 —No, por favor —insistió Jacob—; si me he ganado tu
confianza, acepta este presente que te ofrezco. Ya que me has
recibido tan bien, ¡ver tu rostro es como ver a Dios mismo!
11 Acéptame el regalo que te he traído. Dios ha sido muy
bueno conmigo, y tengo más de lo que necesito. Fue tanta la
insistencia de Jacob que, finalmente, Esaú aceptó.
V 9 Esaú cuestionó el costoso regalo de
Jacob de rebaños y manadas, sobre los
cuales Jacob admitió que se los había
enviado para ganarse su favor.
Resultó ciertamente notable la
transformación experimentada por
Jacob, el mismo a quien recordamos, al
principio de su historia, negociando y
tratando de obtener de su hermano
Esaú el derecho a la primogenitura, a
cambio de un guiso de lentejas. Ahora,
en su nueva época, ofrecía a su
hermano ganado lanar y vacuno, a
cambio de nada.
Esaú, finalmente, aceptó. En aquella
tierra, rechazar un regalo que se ofrecía
con insistencia, hubiera sido
considerado como un insulto.
V 10-11 Jacob fue liberado de su ansiedad
de tal manera que describió aquella
experiencia como la de alguien que
hubiera visto el rostro de Dios sin caer
muerto.
Su gesto no es solo de cortesía sino de
alegría por la acogida dispensada por su
hermano, a la vez que expresa su
reconocimiento por todo lo que Dios le ha
dado.
Esta conversación revela la sanidad en su
relación, la que antes estaba dividida por
su deseo de dominar al otro y obtener
beneficio personal.
Leamos Génesis 33:12-15
12 Más tarde, Esaú le dijo: —Sigamos nuestro viaje; yo te
acompañaré.
13 Pero Jacob se disculpó: —Mi hermano y señor debe saber que los
niños son todavía muy débiles, y que las ovejas y las vacas acaban de
tener cría, y debo cuidarlas. Si les exijo demasiado, en un solo día se
me puede morir todo el rebaño.
14 Es mejor que mi señor se adelante a su siervo, que yo seguiré al
paso de la manada y de los niños, hasta que nos encontremos en Seír.
15 —Está bien —accedió Esaú—, pero permíteme dejarte algunos de
mis hombres para que te acompañen. —¿Para qué te vas a molestar?
—contestó Jacob—. Lo importante es que me he ganado tu confianza.
V 12-14 Esaú no quería separarse de
Jacob. Sin embargo, Jacob declinó el
ofrecimiento de Esaú de acompañarlo en
su viaje para poder suplir las necesidades
de su joven familia y su ganado.
Esaú entonces insistió en dejarle al menos
un grupo de apoyo, Jacob rechaza la oferta
de una “escolta” ya que lo único que
deseaba de Esaú era hallar gracia, es decir,
una reconciliación, la que fue ya lograda.
Detrás de todo esto estaba la intención
firme de Jacob de no ir a Seír, sino a
Canaán, cumpliendo el propósito de Dios.
Leamos Génesis 33:16-20
16 Aquel mismo día, Esaú regresó a Seír.
17 Jacob, en cambio, se fue hacia Sucot, y allí se hizo una casa
para él y cobertizos para su ganado. Por eso a ese lugar se le
llamó Sucot.
18 Cuando Jacob volvió de Padán Aram, llegó sano y salvo a la
ciudad de Siquén, en Canaán, y acampó frente a ella.
19 Luego, por cien monedas de plata les compró una parcela a
los hijos de Jamor, el padre de Siquén, y allí instaló su carpa.
20 También construyó un altar, y lo llamó El Elohé Israel.
V 15-17 Con la escolta
de Esaú cortésmente
despedida, finalmente
Esaú parte para Seír
dejando a Jacob.
La intención
de Jacob de
volverse a
encontrar en
Seir no se
materializó.
En lugar de
ello, Jacob
puso fin a su
viaje primero
en Sucot,
luego en
Siquem.
V 18 Finalmente llega en paz a Canaán,
cumpliéndose así la promesa de Dios en Betel y
Harán. El lugar que escoge para vivir en Canaán es
Siquem, ciudad habitada por los cananeos y
ubicada a unos 60 km. A esta misma zona Abram
llega por primera vez al dejar Harán recibiendo
aquí la indicación de la tierra a heredar (12:6-7).
V 19 Jacob compra un campo cerca de la ciudad.
Este campo juntamente con el de la cueva de
Macpela son las dos únicas propiedades
adquiridas por los patriarcas. José será declarado
el heredero de esta propiedad (48:22). Sin
embargo, la tierra no era de Abraham y de sus
descendientes porque la comprasen, sino porque
Dios era el poseedor de toda ella (Lv. 25:23) y la
dio a ellos para su posesión exclusiva.
V 20 Lo primero que Jacob hace allí es
edificar un altar a Dios, que es el mismo
lugar donde Abraham, su abuelo había
primero levantado un altar (12:6-7).
Jacob también dio un nombre nuevo al
lugar, incorporando su propio nuevo
nombre, “El-Elohe-Israel”, es decir, “Dios, el
Dios de Israel”, declarando que adoraba al
“Omnipotente” y dedicó este altar para el
honor de Dios de Israel como Dios del pacto
con él.
El Dios de Israel es la gloria de Israel.
Bendito sea su nombre, Él sigue siendo el
poderoso Dios, el Dios de Israel. Que
nosotros alabemos su nombre y nos
regocijemos en su amor a través de nuestro
peregrinaje aquí en la tierra esperando
llegar a la celestial tierra prometida.
Dios intervino insistentemente para moldear el carácter de
Jacob y atraerlo a Él.
De igual modo, Dios dispone las circunstancias de vida de un
creyente para revelar y desarraigar el pecado y promover la
obediencia y rendición. Dios permite en amor y con intención,
situaciones que nos exigen que reconozcamos nuestra
necesidad de Él.
La vida diaria provee oportunidades regulares para confiar y
obedecer a Dios de formas nuevas y más profundas. Dios usa la
dificultad e incluso el dolor para impulsarnos a superar nuestra
autosuficiencia.
Nuestras alegrías nos enseñan a confiar en Su bondad de
formas nuevas. Nuestras luchas nos llevan a depender de
Dios de formas renovadas.
El proceso de santificación requiere vencer el pecado, un
proceso a menudo doloroso que revela la nueva vida del
Espíritu Santo dentro del creyente.
Sin una comprensión del amoroso y perpetuo compromiso
de Dios con su crecimiento espiritual, las dificultades de la
vida carecen de contexto y parecen funestas. Podría verse
tentado a culpar a Dios antes que confiar en Él.
Al no reconocer los dones de la gracia de Dios en los
momentos de tibio sol y suave brisa en la vida diaria,
usted pasa por alto las benignas formas en que Dios le
expresa Su amor en las tormentas.
Sin una perspectiva eterna, los altibajos de la vida diaria
eclipsan el compromiso intencional y amoroso de Dios
con su crecimiento en la fe y el carácter.
Como Jacob, tal vez usted luche con patrones de pecado
de toda la vida que lo hacen anhelar ser liberado
plenamente del dominio del pecado y el ego.
Debemos creer que la obra más profunda de Dios, está
detrás de todo lo que uno enfrenta y brinda esperanza,
cuando la vida es difícil.
Saber que Dios nos ama lo suficiente para hacer todo lo
necesario para erradicar la rebelión, pone en perspectiva
nuestra constante batalla con el pecado. Dios destronará sus
ídolos y revelará sus debilidades para llamarlo a usted, a una
fe más profunda y una más rica comunión con Él.
Dios lo ama demasiado para permitir que usted ame más
otras cosas. Un día la batalla de cada creyente con el pecado
habrá terminado.
¿Cómo ve usted la obra más grande y profunda de Dios en su
interior en aquello que esté enfrentando en su vida?
¿Cómo lo está moldeando Dios mediante las relaciones en su
vida?

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