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TEMA: ENSÉÑAME OH JEHOVÁ TU CAMINO

TÍTULO: EL DESEO DE ANDAR EN LA VOLUNTAD DE DIOS

TEXTO: SALMOS 86:11

Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo tu verdad; afirma mi corazón para que


tema tu nombre. Salmo 86:11

ENSÉÑAME Y ENCAMÍNAME
Esta es una oración que David hizo muchas veces, como lo muestra el Salmo 25:4-5:
“Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu
verdad, y enséñame; porque tú eres el Dios de mi salud: en ti he esperado todo el día”.

En este pasaje del Salmo 25:4-5 observamos tres peticiones que muestran la actitud
de sujeción de David hacia Dios: Muéstrame (señálame, hazme conocer) tus
caminos; enséñame (instrúyeme, entréname) tus sendas; encamíname (guíame,
dirígeme) en tu verdad

Necesitamos que Dios nos enseñe sus caminos y su verdad, para andar en rectitud,
justicia y verdad; para experimentar su bendición; para no caer en los caminos del
mal. Y eso quiere decir que nosotros debemos caminar en la luz y el conocimiento
que la palabra de Dios – la guía infalible e inerrable - nos proporciona, tal como lo
expresa el Salmo 118:105: “Lámpara es tu palabra para mis pasos (caminos), luz en mi
sendero”. Vivamos, pues, vidas en conformidad con las Escrituras. Y también
necesitamos tener corazones íntegros para temer su nombre: afirma mi corazón
para que tema tu nombre.

Esta oración es expresión del deseo del salmista de hacer la voluntad de Dios. La
voluntad de Dios es “buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Es lo mejor que
nos puede ocurrir.
¿Por qué es tan necesaria esta actitud y oración de pedir ser guiado enseñado por
Dios? Porque solamente los caminos de Dios son perfectos, justos y rectos. Entre
los caminos de Dios y los caminos del hombre existe un profundo abismo. La Biblia
deja bien claro el peligro de excluir a Dios en nuestro caminar: “Hay camino que al
hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12)

"Enséñame, oh Señor, tu camino", debería ser una oración permanente en nuestras


vidas. Esa es la solución para un corazón errante, dividido, fluctuante. Y el Señor ha
prometido instruir a sus hijos. Dice el Salmo 32:8: "…te enseñaré el camino en que
debes andar". Y nuestra respuesta debería ser: "caminaré yo en tu verdad".

David tenía una gran necesidad de ser enseñado. Esto le llevó a decir: “no me des mi
camino, Jehová; enséñame tu camino” … muéstrame tus sendas. Como creyentes
necesitamos imitar esa actitud del corazón de David. Pero “la mayoría de nosotros,
cuando oramos, estamos preocupados por la liberación y ayuda y dirección y tales
cosas. Pero no estamos ni siquiera tan preocupados para servirle y ser enseñado en
el camino de Dios y en ser ayudado para servirle con un corazón no dividido”.

La respuesta del creyente a la propuesta de Dios en el Salmo 32:8: "…te enseñaré


el camino en que debes andar", es caminaré yo en tu verdad, tal como David. Esta
determinación le dio integridad y convicción a la petición de David. Él quería ser
enseñado así para que él pudiera vivir conforme a la voluntad de Dios; para que él
pudiera caminar en la verdad de Dios. Esto no era meramente para satisfacer una
curiosidad intelectual, o a linearse a un fundamento religioso, o para ganar
argumentos; era para poder vivir conforme a los propósitos de Dios.

AFÍRMAME
La otra gran declaración de David en este salmo es: afirma mi corazón para que no
flaquee, o se distraiga, o se desenfoque. Por el contrario, para que se afiance en
mí el temor de Dios. David sabía que él únicamente podría caminar en la verdad de
Dios con un corazón afirmado. Un corazón dividido – dividido entre diferentes
lealtades y diferentes deidades – jamás podrá caminar en la verdad de Dios.
“Nuestras mentes son aptas en estar divididas en una variedad de objetos, como
corrientes de agua las cuales se desperdicia su fuerza en cientos de arroyos; nuestro
gran deseo debiera de ser el tener todos nuestros ríos de vida derramados en un
solo canal y tener dicho canal dirigido únicamente hacia el Señor”.

Afirma mi corazón. “Afirma todos los propósitos, resoluciones, y afectos de mi


corazón en unidad, para temer y glorificar tu nombre. Esta es la oración más
importante. Un corazón dividido es una gran maldición; afecto disperso es una
plaga miserable. Cuando el corazón no está afirmado consigo mismo, la obra de la
religión no puede continuar. La falta de decisión en la mente y la división de los
afectos echan a perder cualquier obra. El corazón debe ser uno. Si esto es lo que
está faltante, todo está mal. Esta es una oración la cual se convierte en la boca de
todo cristiano”.

La verdadera integridad viene de afirmar el corazón en Dios, para hacerlo uno –


unificado e integrado, no dividido. La mejor acepción de la palabra integridad es ser
una totalidad integrada, ser completo – no dividido. Una persona que camina en
integridad tiene la capacidad de vivir enfocado (no disperso), con el esfuerzo
concentrado, con un sistema de prioridades claramente jerarquizadas en
importancia. Eso evita la doblez de corazón, y la falta de consistencia y congruencia
personal. Lo contrario, es el hombre de doble ánimo que es inconstante en todos sus
caminos (Santiago 1:8). Una persona que no logra andar en integridad termina por
ser una persona disfuncional: dividida, no completa, ni plena; que no logra que todo
lo que es, ande en forma armónica y equilibrada, vale decir, que los que es (cuerpo,
alma y espíritu - pensamiento, emoción y voluntad) y lo que hace - roles (padre, hijo,
trabajador, miembro de una comunidad, cónyuge, etc.) funcionen en armonía,
como una totalidad en balance.

Esta intención de caminar en integridad requiere, por un lado, asistencia divina: que
Dios afirme nuestro corazón en integridad; pero, por el otro lado, requiere
disposición para andar en integridad, tal como David: "Entenderé el camino de la
perfección cuando vengas a mí. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi
casa" (Salmo 101:2).

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