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Contextualizando el tema
y a nosotros con él; y el libro de Peter Brown. Agustín de Hipona. Nueva edición con un epílogo
del autor. Madrid; Acento 2001, tal vez una de las biografías más destacadas del gran Doctor
Africano.
2
“La personalidad histórica de San Agustín está totalmente comprometida en una línea de
sacerdocio y de eclesialidad, es decir, de servicio a la Iglesia. De esta vivencia sacará Agustín
sus planteamientos doctrinales sobre la existencia sacerdotal. Pero es conveniente que
vayamos ya entendiendo esto: Agustín no tiene preocupaciones esencialistas, no se preguntará
qué es el sacerdocio, sino cómo vivir el sacerdocio, la existencia caracterizada por el
compromiso sacerdotal (…) En él el espíritu es antes que el sistema, y éste nace de aquel”.
Jesús Fernández González. “San Agustín y la espiritualidad sacerdotal”. En: Revista
Agustiniana de Espiritualidad, vol. XII (Calahorra 1971), p. 98.
3
Jaime García Álvarez. “Padres de la Iglesia”, art. cit., p. 580.
funciones de ministro de la palabra, de los sacramentos y de la
autoridad. Finalmente, indicamos las enseñanzas pastorales y
espirituales que el Doctor de Hipona extrae de todo lo que dice sobre el
sacerdocio, enseñanzas de particular relevancia para los tiempos que
nos han tocado vivir.
13
Jaime García Álvarez. “Padres de la Iglesia”, art. cit., p. 581.
14
San Agustín. Epístola 21, 3; PL 33, 89.
15
San Agustín. Epístola 228, 2; PL 33, 1014.
El sacerdote es, pues, dispensador del sacramento y la palabra de
Dios. Todo hombre que ejerce el ministerio sacerdotal (sea obispo o
presbítero) actúa en representación de Jesucristo y por lo mismo lo
hace presente a la Iglesia, para santificarla. La polémica con los
donatistas le permitió precisar que Cristo Jesús, el Sacerdote en
plenitud, actúa mediante sus ministros-sacerdotes, y ello no por mérito
o virtud del ministro, sino por el poder que Jesucristo le ha delegado. La
potestas, esto es, el poder sagrado de santificar, viene directamente de
Cristo, no de la santidad del sacerdote. El ministerium, el ejercicio de
dicha potestad, es conferido por la Iglesia y es el canal que hace
presente la acción de Cristo. Por ello, en el ejercicio del ministerium
puede haber mucho pecado, y el ministro ser un pecador redomado,
pero el poder sagrado que posee está directamente vinculado a Cristo.
“Cristo es el que sirve y el que manda o el que habla y enseña en sus
pastores. Si los pastores apacientan, Cristo es el que apacienta por
ellos. Esto tenía que quedar bien claro frente a los donatistas. Aunque
los pastores sean malos es Cristo quien actúa en ellos y por ellos en la
Iglesia”16. Un texto clásico sobre esta cuestión nos dice:
“¿Qué es, según eso, lo que vio por la paloma, para que después
no se le pueda acusar de falsedad? Lo que vio en Cristo fue una
propiedad peculiar suya futura, a saber, que aunque fueren
muchos los ministros santos o pecadores que bautizaran, la
santidad del bautismo no sería atribuida sino a Aquel sobre el
que la paloma descendió, y de quien se dijo: este es quien bautiza
en el Espíritu Santo. Que bautice Pedro, o Pablo, o Judas, siempre
es Él el que bautiza”17.
16
Jesús Fernández O.S.A. “San Agustín y la espirituallidad sacerdotal”, art. cit., p. 115.
17
San Agustín. Tratados sobre el Evangelio de Juan, 6, 7; PL 35, 1428.
18
Manuel Guerra Gómez. “Los significados y las funciones de ‘presbyter’ en los escritos de San
Agustín”. En: Revista Agustiniana, vol. XXXVIII (Madrid 1997), p. 306.
¿A quiénes se elegía para el ministerio sacerdotal? En la época en
que vivió San Agustín, el modo como se elegía a un sacerdote, sea para
el presbiterado o para el episcopado, era ciertamente distinto de lo que
nosotros conocemos por la actual praxis eclesial y tal vez pueda llamar
a sorpresa e incluso a escándalo. No es extraño que en este tiempo el
sacerdote sea elegido por aclamación popular, y a veces sin el previo
conocimiento del nombrado, cosa que ocurrió con san Agustín para el
presbiterado y con San Ambrosio para el episcopado. Pero es también
muy común que el mismo obispo sea quien busque algún candidato
idóneo para el ministerio, cosa que Agustín hacía con mucha
frecuencia. En todos los casos parece que el papel del pueblo cristiano,
tanto en la elección del ministro como en su confirmación, era muy
activo: “Para garantizar la idoneidad moral y del carácter del elegido,
según San Cipriano, como práctica generalizada se consulta
previamente y se pesa en común deliberación del obispo con los
presbíteros la conducta y los méritos de cada candidato. Además se
pide el parecer de la ‘plebe’ o laicado, que conoce perfectamente la vida
de cada uno y su actuación a causa de su convivencia con él. Además,
como en nuestros días, en el rito mismo de la ordenación se preguntaba
formalmente a la plebe asistente. Y esta daba su suffragium, palabra
que en este contexto no significa ‘voto’ sino asentimiento, a veces por
aclamación. El mismo Agustín se sometió a esa norma”19.
19
Ibidem, p. 310.
20
San Agustín. Enarraciones sobre el salmo 74, 4; PL 36, 949.
Como dispensator Verbi el sacerdote presta su voz a Jesucristo
para que éste, la Palabra, siga resonando en el mundo y en la historia.
En los Tratados sobre el Evangelio de Juan, recogiendo las expresiones
del Apóstol que distingue entre Cristo, la Palabra, y Juan el Bautista,
que aparece como precursor y anunciador de la Palabra, establece una
comparación muy profunda que se aplica muy bien a todo sacerdote
que ejerce el ministerio de la predicación:
21
San Agustín. Sermón 293 B, 2; PL 38, 1228.
22
Cardenal Joseph Ratzinger. “La doctrina del Concilio Vaticano II sobre el sacerdocio”. En: Al
servicio del Evangelio. Meditaciones sobre el sacerdocio de la Iglesia. Lima; Vida y
Espiritualidad 2004, pp. 198-199.
Un conocido estudioso del pensamiento agustiniano afirma: “Dispensar
la divina palabra fue el más importante de sus deberes pastorales. Ni en
Hipona, ni en Cartago, ni en tantas iglesias africanas a la redonda cesó
de predicar en vida. La palabra que él explicaba a los fieles era el fruto
de una cuidadosa exposición, largamente pensada, sopesada incluso
desde el punto de vista de las traducciones. Divina palabra que el
infatigable predicador empieza a servir a los hiponenses como pan
multiplicado, recién salido del horno, cocido al fuego lento de un
laborioso estudio escriturístico, de una meditación intensa, de una
plegaria incesante que permiten al corazón y a la inteligencia percibir
conjuntamente su misteriosa dignidad”23.
Quiere decir que los sacerdotes (en este caso los presbíteros)
celebran los sacramentos de la iniciación cristiana. Les corresponde el
bautizar, y a lo que parece, también confirmaban. Ahora bien, propio
del sacerdote es la celebración del sacrificio eucarístico, como dejan ver
dos muy breves textos agustinianos. En el primero, hablando a los
monjes, comenta de aquellos que reclaman el derecho de ser
mantenidos por una comunidad eclesial sin trabajar, así como cuenta
la escritura de Pedro y de los hermanos del Señor:
23
Pedro Langa O.S.A. “La ordenación sacerdotal de San Agustín”. En: Revista Agustiniana, vol.
XXXIII (Madrid 1992), pp. 71-72.
24
San Agustín. Sermón 324; PL 38, 1447.
muchas cosas que llevamos discutidas hasta aquí prueban que
Pablo dio el precepto de trabajara los que no disfrutaban de ese
derecho.
Pero estos nuestros hermanos se arrogan, a mi juicio,
temerariamente ese derecho. Si son evangelistas, confieso que lo
tienen. Si son ministros del altar (ministri altaris) y dispensadores
de los sacramentos, lo relaman justamente y no se lo arrogan” 25.
25
San Agustín. Sobre el trabajo de los monjes, 22, 24; PL
26
San Agustín. Epístola 228, 6; PL 33, 1016.
27
San Agustín. Enarraciones sobre el salmo 71, 6; PL 36, 904.
sacerdotes son también pastores, porque se identifican y se unen con el
único pastor Jesucristo, como recuerda el santo de Hipona:
28
San Agustín. Sermón138, 5; PL 38, 765.
29
San Agustín. Sermón 46, 2; PL 38, 271.
30
Jesús Fernández González. “San Agustín y la espiritualidad sacerdotal”, art. cit., pp. 112-113.
porque el servicio y el ministerio es obra y efecto del amor: Sit amoris
officium, pascere dominicum gregem”31.
39
San Agustín. Sermón 129, 7, 8; PL 38, 724.
40
Cfr. San Posidio. Vida de San Agustín, c. IV. En: Obras completas de San Agustín. Tomo I.
Madrid; B.A.C. 1994, pp. 308-309; F. Van der Meer. San Agustín, pastor de almas, o.c., pp. 25
ss; Peter Brown. Agustín de Hipona, o.c., pp. 146 ss.
de Hipona da un testimonio de esta actitud con su personal experiencia
cuando dice:
Servir significa ser para los demás, a semejanza del modelo por
excelencia de todo sacerdote, Jesús, que no vino al mundo a ser servido
sino a servir42. Significa renunciar a sí mismo y por eso mismo,
poseerse de verdad en la plenitud del amor que se dona. “La misión y la
existencia sacerdotal hay que entenderla en este sentido personal
oblativo de ser para los demás a cuya utilidad se está” 43. Servir supone
la necesidad de responder a las necesidades de la Iglesia poniendo a
disposición la propia existencia a través del ministerio sacerdotal. Pero
ello requiere también preparación, y las palabras de Agustín recuerdan
a todo presbítero que la necesaria formación nunca debe ser dejada de
lado, ya que se correría el riesgo de “ser aplastados por la urgencia” 44.
41
San Agustín. La Ciudad de Dios, XIX, 19; PL 41, 648.
42
Cfr. Mt 20, 28.
43
Jesús Fernández González. “San Agustín y la espiritualidad sacerdotal”, art.cit., p. 107.
44
Ver la cita indicada en la nota 41.
45
San Agustín. Sermón 340, 1; PL 38, 1483. Texto citado en la constitución dogmática sobre la
Iglesia Lumen gentium del Concilio Vaticano II, n. 32.
Dr. Gustavo Sánchez Rojas
Doctor en Sagrada Teología
Profesor Principal de la Facultad
De Teología Pontificia y Civil de Lima