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Acceso a la justicia: Toda persona tiene el derecho de acceder a los tribunales y demás

organismos encargados de administrar justicia para hacer valer sus derechos y resolver
sus conflictos.
Legalidad: Los procedimientos jurisdiccionales deben llevarse a cabo de acuerdo con lo
establecido en la ley. Ninguna persona puede ser juzgada o condenada sin un debido
proceso legal.
Imparcialidad: Los jueces y demás funcionarios encargados de administrar justicia
deben ser imparciales y no tomar decisiones basadas en prejuicios o intereses
personales.
Oralidad: Los procedimientos judiciales deben ser orales, es decir, deben realizarse a
través de audiencias en las que las partes exponen sus argumentos y pruebas de manera
verbal y directa.
Publicidad: Las audiencias judiciales deben ser públicas, salvo en casos excepcionales
en los que la ley establece la necesidad de mantener el caso en reserva.
Igualdad de armas: Las partes en un procedimiento jurisdiccional tienen el derecho a
presentar sus argumentos y pruebas en igualdad de condiciones, sin privilegios ni
discriminación.
Debido proceso: Toda persona tiene derecho a un debido proceso, que incluye el
derecho a ser notificado de las acusaciones en su contra, a presentar pruebas, a ser
escuchado por un juez imparcial, a contar con la asistencia de un abogado y a impugnar
las decisiones judiciales.
Razonabilidad: Las decisiones judiciales deben ser razonables y fundamentarse en la ley
y en las pruebas presentadas en el proceso.
Gratuidad: El acceso a la justicia debe ser gratuito para las personas que no cuenten con
recursos económicos suficientes, garantizando así el principio de igualdad ante la ley.
Recursos: Las partes tienen el derecho a interponer recursos contra las decisiones
judiciales que consideren injustas o erróneas, y a que sean revisadas por una instancia
superior.

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