Está en la página 1de 4

“Reconozcamos a Cristo en la Eucaristía”

En Jesús se cumplió en plenitud el significado de la palabra entrega, primero se hace hombre, vive con
nosotros, como nosotros, nos da su amor, nos da su palabra a través de dichos y parábolas, hace milagros y
el día de jueves santo en la última cena se entrega en forma de Pan diciendo a sus amigos “Tomen y coman
este es mi cuerpo, tomen y beban esta es mi sangre” cuerpo entregado y sangre derramada al día siguiente
en la cruz. Jesús se entregó para darnos vida y continúa entregándose cada día en la Eucaristía (misa).
Jesús se quedó con nosotros en forma de pan y vino para alimentarnos, para darnos la fuerza que necesitamos y así
podernos entregarnos nosotros en cada acción que hacemos en bien de los demás.
Jesucristo en la santa Eucaristía: Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos, diciendo: “Tomen y coman. Este es mi Cuerpo”. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la
acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo: “Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva
alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados”. (Mt 26:26-28) Recordando estas palabras de Jesús,
en la celebración de la Eucaristía, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo por el poder del
Espíritu Santo y mediante el ministerio del sacerdote. Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de
este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida. Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6:51-55).
¿Por qué se da Jesús a nosotros como comida y bebida?: Jesús se da a nosotros como alimento espiritual en la
Eucaristía porque nos ama. Todo el plan de Dios para nuestra salvación está dirigido a hacernos partícipes de la vida de la
Trinidad, la comunión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Empezamos a participar en esta vida con nuestro Bautismo,
cuando, por el poder del Espíritu Santo, nos unimos a Cristo, y nos convertimos así por adopción en hijos e hijas del Padre.
Esta relación se fortalece y acrecienta en la Confirmación, y se nutre y profundiza mediante nuestra participación en la
Eucaristía. Comiendo el Cuerpo y bebiendo la Sangre de Cristo en la Eucaristía llegamos a unirnos a la persona de Cristo a
través de su humanidad.
Juan 6,57

“Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo, el que ame come también vivirá
por mí.”

Juan. 6,51-55
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne
por la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?. Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.

1 Co 11,23-25
Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue
entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es Mi cuerpo que es para ustedes;
hagan esto en memoria de Mí».

También podría gustarte