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Capítulo 7

Pedagogías
en el camino:
un modelo
de acompañamiento

Si de veras quieres ayudarme:


No camines por mí, déjame caminar por mi camino;
No hables por mí, déjame hablar y escúchame;
No llores por mí, déjame llorar y acompáñame;
No decidas por mí, déjame elegir y respeta mis decisiones;
No te arrojes al agua por mí, déjame que aprenda a nadar;
No me impongas tu experiencia, déjame hacer la mía;
No aciertes por mí, déjame aprender equivocándome:
Porque yo crezco más con mis errores que con tus aciertos.
René Trossero

En el origen de las palabras se encuentra el trasfondo de su significado, y gra


bado en ellas podemos descubrir el trazo de su historia. Para iniciar este proceso de
análisis del acompañamiento a las personas, es necesario empezar realizando una
mirada arqueológica18 al concepto de persona.
Etimológicamente hablando, existen tres aproximaciones al término persona. Una
primera mirada, y también la más antigua, proviene de la lengua etrusca (800 años a.
de C.) y la relaciona con Phersum, que era la diosa de la tierra etrusca. De Phersum
deriva phersumalia, que era el lugar donde la gente se vestía con aquello que más les
gustaba para adorar a la divinidad. Este tipo de fiestas eran conocidas como personalia
y designaba aquello que se ponían para disfrazarse en las fiestas.

18 Hago referencia al concepto foucaultiano de arqueología.


92 Jordi Planella

El segundo acercamiento a la palabra persona tiene su origen en una forma


de la lengua griega. S e trata de peri-sdma (alrededor del cuerpo), es decir, aquello
que envuelve el cuerpo, el vestido.
Y la tercera y más cercana etimología del término persona la encontramos en
la lengua latina. Persona deriva de la contracción per más sonare y, en su forma
per-sonanst designaba la máscara teatral usada por los romanos. Por lo tanto, el
sentido de esta tercera etimología sería el de máscara, aquello que nos esconde y
nos protege a la vez de los demás.
En las tres etimologías, la palabra persona tiene en común que siempre se trata
de una representación, ya sea teatral o de un ente, aunque también es cierto que las
designaciones del concepto todavía no hacen referencia al individuo. Esto no suce
derá hasta que San Agustín plantee a lo largo de su obra la noción de “intimidad de
la persona”. A partir de entonces, el individuo, considerado desde la categoría de
persona, ya tendrá sentido (y existencia) por él sólo. Con anterioridad, si era apar
tado de la colectividad, su vida carecía de sentido, no merecía la pena ser vivida.
Esta conceptualización de persona será retomada más adelante con la deno
minación de sujeto por diferentes movimientos sociales y, posteriormente, por la
psicología con el término personalidad. Nosotros seguiremos utilizando, a lo largo
de este capítulo, el término persona.

1 . ¡Atención! hay personas


Después de reconstruir la trayectoria del sustantivo que nos acompaña, cree
mos que es necesario reflexionar sobre el verbo atender del enunciado. La acción
inicial que nos ha traído hasta aquí es la acción que hemos denominado “atender”.
Si bien ésta ha sido la acción que hasta el momento ha marcado la terminología del
campo de la acción social, cada vez más existen alternativas, terminológicas y de
acción, que permiten hablar no solamente de atención sino, también, de interven
ción, acompañamiento, etc.
En relación a la acción de atender, existen muchos significados para designar
otras acciones sinónimas del atender a la persona: cuidar, curar, apoyar, acompañar,
intervenir o actuar son algunas de ellas. Además, cada acción, incluida la de atender,
parte de unas concepciones teóricas y de una antropología (Planella 1999). No es la
misma la concepción que se tiene del hombre desde el modelo del cuidar que desde
el modelo de intervenir. Analicemos otros campos de trabajo en los cuales se ofrece
atención, que nos pueden ayudar a comprender lo que estamos comentando.
En el campo de la medicina, los servicios de urgencias ofrecen atención mé
dica: en el campo de la gestión municipal, se ofrece atención al ciudadano', existen
Los hijos de Zotikos. Una antropología de la educación social 93

servicios que ofrecen atención telefónica, y variadas asociaciones de automovilistas


ofrecen servicios de atención en carretera.
Existe una serie de aspectos comunes en las cuatro acciones descritas, sobre
todo en relación a su objetivo inicial.
En primer lugar, denotan una cierta pasividad de la persona a la cual se ofrece
atención; de esta forma obtenemos una primera dicotomía: la del que ofrece aten
ción y la del que es atendido. Este último asiste a un servicio o requiere de él para
recibir atención con relación a determinadas necesidades.
En segundo lugar, la relación que se establecerá entre atendedor y atendido estará
vertebrada por la corta duración de la misma. Si seguimos con los ejemplos anterior
mente citados, veremos que, en los servicios de urgencias médicas, la atención ofre
cida se limitará al tiempo necesario para realizar las curas o para derivar el caso a un
especialista. Una vez realizadas dichas acciones, posiblemente médico y persona con
necesidad médica no vuelvan a encontrarse. En el caso de los servicios que ofrecen
atención en carretera, su ayuda se centrará en las operaciones mecánicas necesarias para
reparar el vehículo o para trasladarlo a un taller mecánico cercano. Una vez reparado
o trasladado el vehículo, la relación entre mecánico o técnico y conductor en situación
de necesidad habrá terminado, sin que existan más lazos que los unan o vinculen.
En ambos casos, la acción del profesional se centra en “apagar el fuego” y se
limita a cubrir aquellas necesidades básicas sin prever acciones más allá de estas
intervenciones.
En el campo de la acción social, en cambio, es necesario partir de la idea de
que la persona como ser humano es único e irrepetible, es individual, esté o no
reconocido como sujeto de derechos. Y ese acercamiento a la persona no puede ser
mutilante o mutilado, sino que debe abrirnos, desde una perspectiva global, a su
pluridimensionalidad.
Si bien, tal y como hemos afirmado, una de las actividades fundamentales del
campo de la acción social es atender a las personas, creemos que el planteamiento
del acompañamiento puede aportar nuevas ideas que sirvan para reconceptualizar
algunas prácticas. Este giro terminológico y de acción ha sido desarrollado especial
mente por equipos de trabajadores sociales, primero en Francia 19 y más adelante en
España20. El nuevo enfoque, que no es más que la sistematización de algunas ideas
ya utilizadas por diferentes profesionales, busca acompañar a lo largo del camino y

19 El trabajo más significativo es la publicación Accompagnement social et insertion, que recoge


los grupos de trabajo, entrevistas y discusiones de 40 entidades francesas que han analizado qué
eran para ellas y para sus profesionales las prácticas que realizaban día a día en clave del término
acompañar. (UNIOPSS, 1995). En el documento se presentan los resultados de dicho proceso.
20 En concreto, nos referimos al trabajo realizado por el Equipo del Centro Piloto de Incorporación
Sociolaboral (CEPIS) del Ayuntamiento de Pamplona, que culminó con la elaboración del
documento: El acompañamiento y los procesos de incorporación social. Guía para su práctica.
2001. Gobierno Vasco, Dirección General de Bienestar.
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a través de su propio proyecto vital a las personas en situación de exclusión social,


un acompañamiento hecho de cooperación y no de dirección o de intervención,
donde el profesional ocupa el rol de acompañante pero no de director.

2. Personas pluridimensionales
En el campo de la acción social, una de las claves esenciales es descubrir a la
persona. En demasiadas ocasiones terminamos por olvidarnos de que trabajamos
con personas y tenemos la sensación de que trabajamos con ancianos, discapaci
tados, presos, mujeres maltratadas, toxicómanos, etc. La etiqueta, el diagnóstico
social -que, por otra parte, a los profesionales nos hace sentir seguros en el ejercicio
de nuestra profesión- nos aleja del punto nuclear. Esta no nos permite descubrir el
sustantivo y nos mantiene en la línea del complemento (persona pero maltratada,
persona pero anciana, persona pero toxicómana, persona pero presa, persona pero
discapacitadas, etc.). Para Hayez (1997), “los acompañantes tienen frente a ellos
otros sujetos humanos, portadores de deseos y de un proyecto de vida, al recono
cimiento del cual, en un principio, tienen derecho”. A esta acción de adjetivar y no
ver en realidad el proyecto de vida de los sujetos (y de preponderar la adjetivación
en lugar de hacerlo con la sustantivación), Goffman la llamará estigmatizar. El es
tigma señala y marca aquello negativo del sujeto, arrancándole justamente lo que
de persona poseía.
Por ello es necesario acercarse al hombre desde una perspectiva global. Platón,
a pesar de la insistencia de algunos por revivir su aforismo de el cuerpo es una pri
sión para el alma, ha quedado desplazado. En cambio, compartimos la afirmación
de Tomeu Barceló (2000: 23) al decir que
el hombre es una unidad orgánica en la cual el cuerpo, el sentimiento y el pensa
miento actúan conjuntamente, globalmente y están fuertemente relacionados. Es
una unidad, pues, psicosomática, en la cual no podemos entender ningún aspecto
sin tener en cuenta las otras.

El hombre no puede ser visto desde una perspectiva unidimensional, sino des
de cinco perspectivas diferentes, que a la vez están unidas y son complementarias.
Éstas configuran las características del sujeto. Somos conscientes de la parcialidad
del intento d e clasificar sus dimensiones, pero esta aproximación nos ayudará a
conseguir nuestro propósito.
Los hijos de Zotikos. Una antropología de la educación social 95

2.1. La dimensión corporal


La corporeidad es un elemento esencial de nuestra persona. No solamente te
nemos un cuerpo (si es que es posible “tener un cuerpo”21), sino que somos nuestro
cuerpo. Sin él no existimos. Los aspectos físicos nos caracterizan y son nuestra carta
de identidad. El cuerpo nos permite relacionamos con los demás. Por eso, para Cer-
teau (1982), “cada sociedad tiene su propio cuerpo”, un cuerpo construido cultural
mente, un cuerpo que media los relaciones yo-tu. En analogía con el signo lingüístico
de Saussure, que es indisociable, podríamos decir que la persona está formada por
significante y significado. El cuerpo sería el significante que a la vez da significado
a nuestras vidas. Le Bretón (1990: 103) dirá de la dimensión corporal que
situar el cuerpo a través de las pulsaciones de la vida cotidiana es insistir en la
permanencia vital de sus modalidades propias, su carácter de mediador entre
el mundo exterior y el sujeto. El hombre habita corporalmente el espacio y el
tiempo de su vida.

Pero también e s verdad que muchas de las personas que son acompañadas
desde la acción social tienen dificultades con su propio cuerpo, con su presencia
corporal en el mundo. La expresión in-corporarse nos habla de la necesidad de
formar parte del mundo desde la dimensión corporal. Incorporarse no es solamente
la acción de levantarse, sino también la de buscar (y encontrar) el propio espacio
corporal en la sociedad. Por otra parte, la dimensión corporal permitirá el desarrollo
de un aspecto fundamental en las relaciones humanas: la comunicación no verbal.
Muy a menudo, las personas que son acompañadas desde la acción social son
“víctimas” de lo que denominamos hipercorporalización. Esto significa que dejan
de tener muchos atributos y, a efectos hermenéuticos, el otro se convierte sobre
todo en cuerpo, en un determinado cuerpo con connotaciones negativas. Así, por
ejemplo, la persona que tiene una parálisis se convierte en cuerpo paralítico más que
en persona con una parálisis, la persona mayor es vista como un cuerpo envejecido
y moribundo, la persona toxicómana es concebida como cuerpo degradado por el
abuso de las drogas, el niño maltratado como cuerpo violentado, etc. Un ejemplo
de ello es la vida de Robert Murphy (1987), un antropólogo con parálisis y obliga
do a desplazarse en una silla de ruedas, donde pone en evidencia este proceso de
hipercorporalización. S e trata, a la luz de l a perspectiva que hemos planteado, de
personas que encarnan determinados cuerpos, pero sobre todo de cuerpos encar
nados por personas.

21 En muchas sociedades tradicionales, el cuerpo no se separa de la persona. El cuerpo modélico


conlleva el separar al sujeto de los demás, del cosmos y de él mismo. En una investigación llevada
a cabo por Maurice Leenhardt, la tribu de los Canaques le dijo que lo que les habían aportado los
occidentales era el “cuerpo”. Para ellos, con anterioridad a la llegada de los europeos, el concepto
de cuerpo no existía; existía el de persona, pero no el de persona separada del cuerpo (Le Bretón:
1990: 18).
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2.2. La dimensión intelectual


En muchas ocasiones, el hombre ha sido definido como un animal racional y
éste era el punto de inflexión que separaba a los hombres de los animales. Actual
mente, encontramos otras perspectivas que definen al hombre en relación con los
animales que van más allá de esta concepción22.
La dimensión intelectual de la persona le permite actuar de forma intencio
nada, pensar de forma racional y adaptarse de forma eficaz al entorno. El hombre
no se limita a vivir y a sobrevivir, sino que a través de sus funciones intelectuales
busca dar sentido a su vida. Muchas de las personas que son acompañadas desde
la acción social tienen derecho a hacer uso de sus funciones intelectuales y así dar
sentido a la vida que les ha tocado vivir. Esta concepción no siempre se encuentra
presente en el campo de la acción social. A menudo, tendemos a ver a determinados
colectivos con determinadas dimensiones amputadas 23.
Por otra parte, no podemos olvidar que la dimensión intelectual de la persona
no está aislada de su dimensión corporal, sino que ambas se complementan per
fectamente.

2.3. La dimensión emotiva


Las emociones y los sentimientos dan sabor a la experiencia humana. Es una di
mensión de la persona que implica a las demás dimensiones (cuerpo, intelecto, etc.).
Una organización de las emociones de la persona podría ser la siguiente:
• primarias: serían todas aquellas emociones conectadas con la cólera, la tris
teza, el miedo, la alegría, etc.
•ligadas a sensaciones: dolor, placer, asco, etc.
• ligadas a la autoestima: éxito, fracaso, vergüenza, orgullo, culpa, inferio
ridad, etc.
S e trata de una dimensión muy importante en el campo de la acción social.
Sin un equilibrio emocional será muy difícil la evolución de la persona. La impor
tancia de trabajar las emociones, desde las emociones y a pesar de las emociones,
nos la confirma Goleman (1996: 26) cuando dice que “todas las emociones son, en

22 Una de estas definiciones es la planteada por Josep M“ Vía Taltaüll: “el hombre es aquél que fabrica
herramientas que fabrican herramientas”, mientras que el animal es aquél que simplemente “fabrica
herramientas”. En este sentido, se puede consultar el trabajo del mismo autor: Home i naturalesa.
Consideracions entorn de l’emergencia i aparicíó de Chumá. Faculta! de Filosofía, Universiial
Ramón Llull, Barcelona, 1992.
23 Algunos ejemplos son muy claros de lo que estamos exponiendo: personas con discapacidad,
personas enfermas mentales, personas ancianas, etc.
Los hijos de Zotikos. Una antropología de la educación social 97

esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con
los que nos ha dotado la evolución”.
El equilibrio emocional, pero especialmente el no estar emocionalmente blo
queado, facilitará enormemente el encuentro con la persona.

2.4. La dimensión social


La persona no es un mundo cerrado, sino que tiene sentido en tanto que pone
en juego su dimensión relacional. El hombre es por antonomasia un ser social. El
yo emerge cuando se pone en relación con el tú, nos decía Martin Buber, porque no
somos seres autosuficientes, necesitamos a los demás para vivir y crecer.
Las personas con algún tipo de necesidad no pueden vivir ni solas ni aisladas
de l a comunidad. Es necesario que l a acción social posibilite esta incorporación,
esta conexión con la comunidad y con su entorno. Algunas de estas personas
tienen dificultades para abrirse (miedos con experiencias negativas del pasado los
paralizan), y otras carecen del debido equilibrio cuando se abren totalmente a los
demás (han puesto a su disposición todo lo que tienen, sin tutelar su intimidad).
(Brusco, 1998: 73).

Desde esta perspectiva, las instituciones totales -que denominó Gofíman- han
perdido todo sentido (si alguna vez lo tuvieron); las instituciones o se encuentran
en la comunidad o no tienen razón de ser. De lo contrario, ¿qué sentido tiene pro
ducir seres aislados de la sociedad, del mundo, de la comunidad? Para ayudar a
desbloquear los bloqueos, la acción social debe ser socializadora, no segregadora
o constructora de mundos paralelos.

2.5. La dimensión espiritual


Todo el mundo tiene en su vida una dimensión espiritual, ligada a la respuesta
sobre qué sentido tiene nuestra vida, los valores que rigen nuestra forma de vivir, las
creencias filosóficas que hemos desarrollado o las creencias religiosas que ordenan
nuestra vida interior.
No podemos limitar únicamente esta dimensión espiritual a aquello relacionado
con la religión. La dimensión espiritual 24 es mucho más amplia. Debemos respetar
esta dimensión, pues se trata de aquello profundo, aquello íntimo de la persona.
Esta dimensión, además, recobra otra lectura desde la óptica de la intercultu-
ralidad. Debemos preguntarnos de qué forma viven su dimensión las personas con

24 Sobre este tema es especialmente recomendable la lectura de (García, 1998).


98 Jordi Planella

las que trabajamos que proceden de una cultura diferente a la nuestra para poder
entender su realidad y no herir sus formas espirituales.

3 . Acompañar a las personas


Después de revisar las dimensiones que configuran la realidad de cada persona,
pasemos a exponer en qué consiste esta propuesta de acompañar a las personas.
En los años setenta, ya se empieza a hablar de acompañamiento como práctica
de referencia en las profesiones del campo de la acción social en los países de habla
francesa. La introducción de la práctica del acompañamiento es posible porque, en
el campo del trabajo con personas enfermas mentales y con retraso mental, se había
iniciado el movimiento de desalienación (en Francia es evidente el movimiento
conocido como Psiquiatría de Sector y, en otros países, el movimiento más global
de Antipsiquiatría).
La primera persona que utilizó el término acompañamiento fue Marie-Made-
liene Dienech en diciembre de 1973 25. La clave principal de este nuevo enfoque de
la práctica profesional del campo de la acción social se encontraba en posibilitar la
participación de las personas a las cuales iban dirigidos los diferentes servicios. En el
periodo de 1974-1975 se empieza a hablar de la necesidad de pasar de la asistencia a la
solidaridad y de permitir que las personas con discapacidad desarrollen al máximo su
autonomía. Para ello era necesario que las personas con discapacidad pudieran acceder
a las instituciones abiertas y situadas en la comunidad, a fin de poder llevar una vida
lo más integrada posible en la sociedad. Paralelamente a las reflexiones y acciones
del campo de la discapacidad en el campo de la psiquiatría, la desinstitucionalización
había provocado la obligación de crear servicios abiertos para los enfermos mentales,
y lo mismo pasó en el campo de la protección a la infancia con el movimiento desasilar
y las comunidades infantiles. Podemos resumir las aportaciones del movimiento para
el acompañamiento social en los tres niveles siguientes:
Asistencia a las Personas
Solidaridad con las Personas
Autonomía de las Personas

25 Se trataba de una circular de una asociación para personas con discapacidad. Por primera vez, se
hablaba de la necesidad de trabajar en clave de acompañamiento. La expresión acompañamiento
(social, educativo, terapéutico) proviene de los países de habla francesa (Francia, Bélgica, Suiza,
Québec, etc.). En el contexto geográfico francófono, han sido publicados muchos trabajos en tomo
al acompañamiento social y educativo y la mayor parte de los profesionales que trabajan en las
áreas socio-educativas utilizan el concepto para referirse a sus prácticas profesionales.
Los hijos de Zotikos. Una antropología de la educación social 99

Desde la asistencia hasta la autonomía, el acompañamiento social a personas


en situación de dificultad ha posibilitado una nueva mirada a este colectivo. El
término acompañamiento se viene usando cada vez más en diferentes campos de
acción. Algunos ejemplos de ello son las expresiones de acompañamiento hacia la
muerte, acompañamiento de enfermos de sida, acompañamiento para la inserción
laboral, acompañamiento espiritual, acompañamiento de niños hospitalizados,
etc., aunque, en muchas ocasiones, parece que nos limitamos a denominar con otros
nombres las mismas acciones de siempre. Nuestro propósito es revisar el uso del
concepto acompañamiento, para pasar después a exponer cuáles son, desde nuestra
perspectiva, las características de una relación con personas en situación de dificul
tad fundamentada en el acompañamiento.
En la construcción profesional de la práctica del acompañamiento, diferentes
organizaciones, acompañantes e investigadores han definido lo que entienden por
acompañar. Para LTNIOPSS (1995:21), “el acompañamiento social, en su dimensión
práctica, consiste en una especie de traducción operativa y concreta de este cambio
de aproximación de la intervención social que cada uno ve como necesario”. Es
decir, bajo la expresión acompañamiento social, agrupamos las lecturas (y relectu
ras) realizadas a las prácticas sociales desarrolladas hasta el momento (educación
social, trabajo social, psicología social, pedagogía social, etc.) recogiendo las nuevas
oleadas de aportaciones teórico-prácticas que proponen partir de las necesidades y
de la realidad de la persona (con necesidades sociales) y no del profesional.
De forma sintética, entendemos que la acción de acompañar es una acción que
va de la mano de todo profesional del campo de la acción social; es una práctica
inseparable de dicho tipo de acción.

4. ¿Que es el acompañamiento social?


Tal y como hemos apuntado, el acompañamiento es una forma de entender la
relación entre el profesional de la intervención o de la acción social y la persona
en situación de dificultad. En realidad, se trata de una agrupación de diferentes
prácticas educativas y sociales, que convergen en una serie de puntos y que dan
sentido a un tipo de práctica profesional. Antes de adentrarnos en los aspectos téc
nicos del acompañamiento social, vamos a detenemos en las bases terminológicas
del concepto.
Louis Févre (1993: 137) define el acompañamiento como:
seguir y guiar a las personas usuarias que sufren una deficiencia de recursos para
la vida cotidiana (materiales, psíquicos, relaciónales, culturales) con la finalidad
de llevar a cabo un proyecto adaptado a sus capacidades y a su entorno, teniendo
en cuenta las normas de vida social reconocidas por la opinión pública y por las
autoridades legales.
100 Jordi Planella

Existen muchas otras definiciones que intentamos recoger de forma sistema


tizada en el cuadro siguiente:
Autor Definición de Acompañamiento Social

Susanne Acompañar es aceptar, dejarse interpelar por el otro, es aceptar ir a su


Bruyelles (1996) encuentro sin proyecto y sin una idea preconcebida, es sin duda y antes
que nada, aprender a quererlo, a respetarlo por él mismo.

S. Bruyelles (1996) Acompañar es dar una nueva perspectiva a la persona y a su historia; es


creer en sus potencialidades, a pesar de todo; es ayudarlo a tomar con
ciencia y a desarrollarse, sea cual sea su estado actual.

M-F Frey (s/f) Acompañar es mediar entre una sociedad representada por las institu
ciones, más o menos burocratizadas, y las personas que no puedan hacer
valer su estatus de “tener derecho”.

UNIOPSS (1995) El acompañamiento aporta a las personas acompañadas apoyo, consejo,


participación en las actividades colectivas y asegura la mediación con el
entorno institucional.

SAUVRETRE (1995) No se trata propiamente de un oficio pero sí de la puesta en práctica de


competencias transversales en el conjunto de profesiones ejercidas en el
campo de las discapacidades.

UNIOPSS (1995) Acompañar a las personas es comprender mejor las situaciones que se dan
y los comportamientos de las personas. Se parte de la hipótesis general
de que, escuchando a las personas y ayudándolas a actuar, será posible
hacer evolucionar poco a poco sus relaciones con los demás, su proyecto
personal, su relación con la sociedad.

Desde nuestra perspectiva, la filosofía del acompañamiento social se sustenta


en grandes pilares, que configuran una forma muy precisa y particular de entender el
trabajo con las personas en situación de dificultad. No pretendemos que sean ideas
prescriptivas y determinantes, pero sí un espacio para reflexionar a partir de ellas.
• El acompañamiento social se fundamenta en una demanda hecha libremen
te.
• Acompañamos a las personas caminando a su lado.
• Acompañamos desde el consejo y la orientación.
•Tiene como objetivo privilegiado conectar a las personas con la comuni
dad.
• Busca ofrecer a las personas con necesidades sociales los mismos recursos
que tienen los demás ciudadanos.
• La persona es la protagonista de su proyecto de vida.
Estos son los pilares sobre los que se sustenta esta nueva mirada a la acción
que se desarrolla rnayoritari amente desde las profesiones de la acción social.
Los hijos de Zotikos. Una antropología de la educación social 101

5 . Persona a persona: el encuentro en el camino


Acompañamos a las personas hasta la salida, para despedimos, para decimos
adiós; podemos acompañar a las personas al médico, a través de un determinado
recorrido; podemos acompañar a alguien a hacer sus compras. En todos los casos, el
hecho de acompañar denota una relación de amistad, de proximidad. La práctica del
acompañamiento social se fundamenta en una expresión de Barry Stevens: persona
a persona. Nuestra apuesta es clara: dejar de ser las etiquetas que nos ponen o que
nos ponemos, para descubrimos personas.
Descubrir al otro persona implica olvidar el adjetivo que le ha llevado justa
mente hasta nuestro encuentro. Esto quiere decir que nos centramos en la persona y
no en la toxicomanía, en la patología, en la problemática social, en la discapacidad,
etc. Nos olvidamos de las “etiquetas” que supuestamente organizan y distribuyen a
los sujetos en grupos a partir de unos grados de normalidad y anormalidad, muy a
menudos arbitrarios, absurdos, clasistas y la mayoría de las veces inhumanos.
Y si por una parte debemos descubrir, entre la máscara de los síntomas y las
etiquetas, a la persona, también debemos permitir que el otro descubra en nosotros
nuestra persona y no solamente nuestro profesional. Decía Guillermo Borja (1995:
24) que “tabú de los tabúes es reconocerse persona ante los pacientes”. Reconocerse
persona implica que las conexiones necesarias, posibles y reales para el acompaña
miento en el camino serán mucho más fáciles. De otra forma, la idea de acompañar
se termina convirtiendo en otra más de las técnicas, de los métodos, de los útiles
guardados en el baúl de la acción social, demasiados de ellos carcomidos, llenos
de polvo u oxidados.
Algunas de las formas de acercarse a la persona, de permitir que precisamente
dos personas compartan el camino son las siguientes:
•Aprender a escuchar. Lo más importante para poder escuchar al otro es
empezar a aprender a estar en silencio: silenciar nuestras ideas, nuestros
recuerdos, nuestras emociones, nuestros consejos, nuestros prejuicios, nues
tras convicciones. Escuchar es salir del rol que la vida nos ha dado, la de
educador social, trabajador social, médico, psicólogo, pedagogo, etc., para
intentar recibir al otro en total plenitud, en todas sus dimensiones. Escuchar
es desligarse, por lo menos momentáneamente, de todo deseo de cambiar;
es consolar, tomar de la mano la vida del otro.
•Aprender a mirar. El otro no es simplemente un caso del cual me ocupo.
Acompañar es traer una mirada nueva sobre la persona y su historia, es creer
totalmente en las potencialidades de la persona, ayudarla a tomar conciencia
y a desarrollarse, sea cual sea su estado actual. Es justamente esta mirada la
que, por efecto de espejo, va a permitir al otro cambiar la imagen que tiene de
él mismo. Este planteamiento del acompañamiento como un aprendizaje de
una nueva mirada sobre el otro se centra en la línea de lo que García-Monge
102 Jordi Planella

( 1998) nos plantea como aprender a desaprender, aprender a no mirar al


otro tal y como lo hemos visto (con todas sus características negativas como
trechos de identidad), tal y como la sociedad ha querido mostrarlo.
• Dejarse transformar por el otro. Dejarse transformar es abrirse a una rela
ción recíproca. Encerrar al otro en el rol de ayudado y cenarnos a nosotros
mismos en el rol de ayudantes y, por lo tanto, privar al otro de su capacidad
de ser, de ofrecerse para ser útil, es hacerle sentirse culpable de ser objeto de
demanda de compasión o de educación social. Acompañar es hacer acto de
presencia física al lado del otro, cuerpo a cuerpo, espacio vital con espacio
vital, para producir un proceso de transformación bidireccional.

6. Los caminos del acompañamiento


El objetivo básico del acompañamiento social (A. S.) es ayudar a las personas
en situación de dificultad a resolver algunos problemas generados por situaciones de
exclusión y establecer con ellas una relación de escucha, soporte, consejo y ayuda
mutua. El A. S. será una acción que tendrá lugar de forma transversal, incorporando
todos los ámbitos y espacios de la vida de la persona. Esto significa que el A. S.
tiene lugar en la residencia, en el hogar tutelado, en el centro de día, en el centro
ocupacional, en el centro especial de trabajo, en los proyectos de inserción laboral,
en las actividades de ocio y tiempo libre, en los clubes deportivos y en todos los
espacios de la comunidad. Nuestra propuesta no es una propuesta excluyeme, que
busque centrar y delimitar su marco de intervención de forma extremadamente
acotada. Pensamos que la apertura de la maniobrabilidad del profesional acompa
ñante puede permitir una mayor eficacia en la consecución de los objetivos de la
propia persona.
El A. S. se apoya en las capacidades de las personas (y no en sus discapaci
dades, incapacidades, patologías o aspectos negativos en general) para desarrollar
sus propias necesidades, sus iniciativas, con la finalidad de conseguir los objetivos
que se han marcado en su proyecto de vida. Las etiquetas hacen que el grupo vea
a la persona de forma exclusiva con lo que la etiqueta la marca, la presenta y la
define.
Acompañar a una persona con necesidades sociales lleva consigo la idea de
recorrido, de camino, de trayectoria, de desplazamiento desde y hacia, de esfuer
zo, de horizonte hacia el cual avalizamos. Estas son, en definitiva, algunas de las
metáforas que pueden ilustrar de forma poética el sentido del A. S. Para que el
acompañamiento tenga el sentido que intentamos plantear a través de estas páginas,
es necesario “vivir el camino, sentir cada piedra, cada paisaje, cada rama y cada
arbusto [ . . . ] y es necesario también, sentir el cuerpo que se queja al ritmo de la
Los hijos de Zotikos. Una antropología de la educación social 103

tierra que va pisando” (Úcar 1997). Porque precisamente es en este sentir (el darse
cuenta, en definitiva, de que uno está vivo) donde las personas pueden incorporarse
al espacio social.
Aunque también es cierto que el camino no siempre es un camino real, una
carretera, sino que, a menudo, el A . S . deambula por caminos que nos descubren
nuestro propio interior. Es lo que Durrell (1979: 158) decía, hablando del viaje,
cuando afirmaba que éste “es solamente una especie de travesía metafórica, un
símbolo exterior de una marcha interior sobre la realidad”. Este viaje de descu
brimiento interior es especialmente importante en las personas con necesidades
sociales, pues de forma habitual se las ha tenido como personas sujetas a activi
dades instrumentales y reproductivas, que difícilmente podían permitirles llevar
a cabo un crecimiento personal. La perspectiva del crecimiento personal o del
camino interior en el A . S . queda reafirmada por el planteamiento de Maslow
(1973: 3) al decir que cada hombre posee una estructura interior que en parte es
natural, innata e inalterable.

7. Addenda
Acompañar es una alternativa no solamente terminológica a atender; acompa
ñar tiene connotaciones directas sobre aquello que hacemos con las personas y no
en las personas. Acompañar posiciona al sujeto en el camino, un camino que debe
recorrer él mismo, acompañado por nosotros, pero no “caminado” por nosotros (por
lo menos no solamente por nosotros).
Creo firmemente en las posibilidades reales que ofrece esta nueva mirada a
la práctica de la acción social, básicamente porque recupera del fondo de muchas
realidades a las personas escondidas en ellas, porque levanta muchas máscaras y
descubre proyectos vitales escondidos, caminos, a veces largos caminos, soñados
y nunca realizados.
Construimos nuestra vida en función de las decisiones que, expresa o táci
tamente, vamos tomando. Los lugares a los que llegamos siempre dependen de
los pasos que hemos dado y de la forma en que hemos caminado. Nosotros cons
truimos nuestro propio camino y aunque los demás pueden ayudarnos dándonos
pistas (cómo caminar, con qué calzado, por qué sendas, etc.) son nuestros pies los
que tendrán ampollas y nuestros músculos los que estarían cansados
Xavier Úcar (1997: 7)

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