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PRÓLOGO 2
5 La enfermedad ilustrada 48
6 Errar e ignorar 59
10 Sueño y pasión 91
1
PRÓLOGO
2
nuestra alma tiene una subsistencia?, ¿estoy preparado para ese paso?, ¿el
mensaje cristiano, en el que creía mi abuelo, puede decirme algo al respecto?
3
1
Es cierto que tenemos la cualidad del Hommo Sapiens, pero, ¿hasta qué punto
estamos haciendo de la vida humana un ejercicio de la razón cada vez más
excluyente de otras aptitudes que pudieran ser parte de ese puesto que
tenemos en la cúspide de la evolución?
4
citar frases, criticar políticos, o reírnos de los ocurrentes y graciosos videos que
se comparten digitalmente? ¿Podemos hacer algo más que realizar
larguísimas conversaciones con nuestros colegas, flirtear en la adolescencia o
dejarnos guiar el pensamiento por el guionista de una película? En resumen,
¿sabemos hacer algo más que consumir, usar pantallas y pensar dentro del
algoritmo de las redes sociales?
Pero para ir más lejos, debemos saber por qué pensamos de esa
manera, ¿por qué hoy somos mayoritariamente agnósticos?, ¿por qué damos
tanto crédito a la razón y a la ciencia?, ¿es una decisión libre y personal?, ¿el
5
avance tecnológico nos obliga a negar lo que está fuera de la comprensión
racional?
6
2
7
realizar un minucioso estudio racional, tan sólo nos mantiene los pies bien
asentados en tierra, puesto que una supuesta libertad que esté rodeada de
infelicidad, de perturbación, tristeza, rabia o desesperación, no es libertad.
8
precepto, traspasar toda ley, toda sumisión y colocarse a sí mismo como única
referencia, lo he visto siempre convertido en comediante, en triste caricatura de
la prepotencia. Pues no hay nadie más esclavo de su ignorancia que aquel que
cree que puede deshacerse de todo lazo, de toda sumisión y obediencia1, y
que en dicho intento puede alcanzar algo de valía.
De manera similar, todo hombre, en tanto que ser racional está enlazado
a las leyes de la razón, que en principio, están contenidas en una hermosa
ciencia que un brillante macedonio logró abstraer del funcionamiento del
pensamiento, ese carácter común que tenemos los humanos. La ciencia se
llama lógica y su mentor Aristóteles. Así pues, nuestro pensamiento obedece a
las leyes lógicas. Así mismo, en el campo de la afectividad, mientras somos
niños, estamos enlazados con nuestros padres y familiares, y luego creamos
lazos de amistad, nada de esto es contrario a la libertad bien entendida, pero sí
es contrario a esa perjudicial idea de la absoluta autonomía. Y me atrevo a
llamarla “perjudicial” pues intentar eliminar estos y otros buenos lazos nos
conduce a la desesperación y a la muerte. El lazo inquebrantable y más
importante que tiene el hombre es el lazo con su Creador, y por pensar e
intentar ser autónomos de ese lazo, ángeles y hombres han caído, y aún así
caídos, ni los unos ni los otros alcanzaron a vivir en autonomía respecto a su
creador.
1
Hbr 5, 8.
9
Es un poco paradójico, pues una palabra que puede ser sinónimo de
libertad, como lo es la autonomía, cuando intentamos alcanzarla y seguir su
camino, termina esclavizándonos y es por una sola razón: la mentira. Para el
hombre, ser autónomo, o libre de todo lazo, es una mentira, y al intentar
esforzarnos por alcanzar algo que no es posible alcanzar, no hallamos otra
cosa que la desesperación y la esclavitud. El resultado final de la búsqueda de
la autonomía es la esclavitud, pero el hecho de que la causa de la esclavitud
sea tener como anhelo una mentira no es irrelevante, pues esto confirma no
solamente que existe una Verdad y una mentira, sino que es la Verdad la que
nos hace libres2, y la mentira nos trae la caída, la desesperación, la esclavitud y
la muerte.
2
Jn 8, 32.
3
Mt 5, 48.
10
judaísmo. La concepción del pecado (el error moral) como una forma de
esclavitud, es una derivación, o la otra cara de la misma moneda, que era ese
anhelo de perfección.
Sin embargo, en las ciencias lógicas, hay un discreto axioma que nos
indica que toda sentencia puede ser reducida al absurdo. ¿Por qué digo esto?,
porque una ciencia que dice de sí misma, que todo lo que diga o pueda decir
es de algún modo absurdo, debe hacernos cuestionar sobre la fiabilidad de esa
ciencia. En la línea que llevábamos, no parecía descabellada la posibilidad de
alcanzar la libertad, entendida como una manera de vencer al error, al pecado y
a la muerte, pero este poderoso ente social llamado ciencia, con su método
que mezcla la lógica y la observación, es un ente en quien se deposita
demasiada confianza, frente a él y frente a la tecnología, que de él se deriva,
parecen arrodillarse casi todos los hombres de nuestra época. La ciencia nos
dice: no hay alma, no hay pecado, no hay posibilidad de liberarse de la muerte;
y la muerte no es producida por el pecado, sino por un proceso natural de
todos los seres vivos.
De ser así, la moral se nos resquebrajaría –lo que ha ocurrido con los
espíritus débiles de la modernidad–, pues si la muerte es un momento
inevitable dentro del proceso natural de todos los seres vivos, ¿para qué
4
y buena parte de los hombres del hemisferio oriental
11
anhelaríamos la perfección y la libertad?, si la muerte es un momento inevitable
dentro del proceso natural de todo ser vivo, ¿para qué anhelaríamos y nos
esforzaríamos por alcanzar una mentira?
Como ya hemos dicho, las leyes de la lógica de las que ellos se valen
para intentar destruirnos las más hermosas bases de nuestra cultura y tradición
moral, reconocen que toda sentencia lógica, puede ser reducida al absurdo,
esto pone en tela de juicio todo lo que dice la propia ciencia. Es verdad que
cuando tratamos de observar con honestidad benevolente, todo parece indicar
que los seres vivos, naturalmente, siguen un proceso en el que nacen, se
reproducen y mueren; todo parece indicar, además, que como seres vivos
estamos todos emparentados dentro de un proceso evolutivo, que nos vincula
con géneros, especies y con toda forma de vida. Pero hay tantas cosas que
desconocemos, hay incluso quienes quieren emparentar en nuestros días a la
física cuántica con lo que la tradición ha entendido como el estudio del mundo
espiritual; en todo caso, ¿cómo podría ser sensato poner en riesgo nuestra
existencia, la existencia del sujeto, a partir de los enunciados de una ciencia
que trata del objeto?, ¿qué pasaría, por ejemplo, si, como prominentes
científicos y pensadores ya se han planteado5, en realidad, todo esto que
percibimos con nuestros sentidos, fuese una trampa de un genio maligno, que
nos ha sumergido dentro de una gran ilusión, para arrebatarnos el más
precioso tesoro? El tesoro de nuestra alma, de la búsqueda de la perfección y
la libertad.
12
afirmación, científica o no, puede ser reducida al absurdo. Esta demostración
se realiza desde la nomenclatura de la lógica formal, pero desde el propio
sentido común y de un modo menos técnico, podemos encontrar muchos
elementos para desconfiar de la razón científica como señora -y no sierva- de
nuestras vidas.
13
la Belleza y de todo el esfuerzo que debemos hacer para acercarnos a Dios y
para saber recibir y disfrutar de la salvación y la vida eterna que nos concede
desde la más amorosa generosidad. No podemos terminar todos confundidos,
sin moral, sin Camino, sin un sentido por el cual esforzarnos, debemos cerrar
filas en esta batalla espiritual, y exigir a ese genio maligno que está tomando
posesión de los gobiernos, que se haga a un lado, que si para él y sus esclavos
toda ‘teoría de la realidad’ es una ‘ficción de la realidad’, si para ellos no hay
verdad, y todo lo que creamos y digamos no tiene más que valor simbólico y
relativo, si para ellos es así, no pueden imponernos esta mentira, nosotros no
la aceptamos, y tomamos en nuestras manos esta facultad del libre arbitrio,
para elegir el bien.
Y que quede claro, que no es nada ‘moderna’, sino muy antigua, aquella
voz rastrera que serpea entre esas raíces diciendo: “desprecia a Dios,
desprecia su mandato, no creas en Él ni en su palabra, haz lo que te apetece,
procura la autonomía y serás tan grande como Dios”. Según el relato bíblico del
Génesis, el pecado original, la primera y más grave desobediencia, estuvo
relacionada con el conocimiento del bien y del mal. Y sí, esto es una verdad
revelada, pero la podemos constatar, pues cuando queremos saborear el fruto
de este árbol, cuando queremos nosotros mismos determinar, a partir de
14
nuestro juicio, lo que es bueno y lo que es malo, estamos despreciando a Dios,
desobedeciéndole, esto nos trae el gran malestar, nos desestructura, nos
enferma y nos provoca la muerte del alma; y como suele ocurrir a los hombres
en la adolescencia, al desobedecer, no nos damos cuenta, en primer lugar, que
tenemos un Padre, en segundo lugar, que nos ama y, en tercer lugar, que
cuando nos da un mandato lo hace por nuestro bien.
6
Inmanuel Kant. Periódico alemán Berlinische Monatschrift. 1784.
15
Que el genio maligno conspira contra Dios y contra el hombre, no lo digo
yo, se viene diciendo desde al menos veintiséis siglos. Que ni tú, querido lector,
ni yo nos habíamos dado cuenta que el genio maligno había esparcido su
cizaña por todo el mundo y que, entre muchos disfraces, se había instalado en
el seno de nuestra cultura y de nuestra época, es verdad, pero y ahora qué
hacemos.
16
invitación a construirnos un ídolo a nuestro antojo, a que cada quien se dé su
propia ley, que cada quien actúe de acuerdo a su maleable juicio, y desprecie
así, no sólo la autoridad y el magisterio de la Iglesia que el mismo Jesucristo
instituyó, sino también toda la tradición de los santos, de los sabios y hombres
de bien, que dejaron su testimonio inscrito y resguardado en las manos de los
herederos de la asamblea de los apóstoles.
Claro está que decir todo esto en nuestra época es un poco difícil, pero
más difícil aún es poner en práctica todas las implicaciones que trae. Por
ejemplo, yo, personalmente pasé más de treinta años considerando que las
ideas evolucionistas son sensatas, correctas y verdaderas, más de treinta años
creyendo como verdad científica que todos los seres vivos mueren en un
momento dado, llevo más de treinta años creyendo que los conocimientos
siempre me ayudan a vivir más y mejor. Y así, sin darme cuenta, todos
nosotros sin darnos cuenta, nos vamos convirtiendo en ateos o en bicéfalos, en
seres con dos cabezas, con dos ciencias, con dos morales. Una cabeza que
responde el exámen a la profesora de biología diciendo: todos los seres vivos
nacen, se reproducen y mueren; y otra cabeza que dice al cura de la primera
comunión: soy un alma que nunca muere.
17
que había escrito, su nombre: Santo Tomás de Aquino, él se dio cuenta que
todo el conocimiento y toda la ciencia, al final, no es nada ante la grandeza y el
amor de Dios.
Así que al llegar la época de las luces, luego la modernidad, luego la era
informática, nunca ha estado el conocimiento tan al alcance de todos como
ahora y, ¿en qué se ha transformado el hombre, hijo de esta época y de estos
ideales? ¿En un ser luminoso y ‘autónomo’ o más bien en un ser abominable y
decadente? Yo lo conozco por sus frutos: aborto, perturbación bioquímica,
hormonal y genital, mercadeo de vientres, incitación a la transgresión de las
leyes de Dios, incomprensión por doquier, trata de mujeres, trata de niños,
violencia a sangre fría, mercado de armas, etc, etc.
Con esto de "la mayoría de edad intelectual" con esto de "pensar por
nosotros mismos" se apunta a una autonomía moral que no tenemos, es un
intento de poner la razón humana por encima de todo y de promover que cada
hombre se aisle, que corte los lazos con la familia, con la comunidad, con la
maestría de la Iglesia, con la sabiduría de la tradición, y luego que se hunda en
un solipsismo desesperado, desconfiando de todo y de todos, y entonces ahí
su alma se pierde, pues es incapaz de sentir el amor de su Padre como una
fuerza salvadora, su estado de desconfianza y desesperación le hace sentir
ese amor como un fuego insoportable.
18
plenitud en la obediencia a su rey y el rey en su obediencia a Dios y a la ley de
Dios.
19
que, sin moral, sin Verdad, y en el marco de una cínica ética científica, hacen lo
que les parece.
20
reina del Universo, y finalmente someternos con humildad a la Santa Iglesia
Católica, la asamblea de creyentes y amigos de Jesús, que él mismo instituyó
para que permaneciéramos unidos en su amor, como un sólo cuerpo, hasta el
fin de los tiempos.
21
3
Honoré de Balzac
7
Sin duda, en su palabra y en contexto, el dandismo tiene una influencia y relevancia inglesa,
no sólo por George Brummell, sino también por algunas figuras ejemplares del dandismo como
Lord Byron o Sheridan (Irlanda).
8
Para Balzac todo dandi es ocioso, pero no todo ocioso es dandi, pues el dandi tiene el plus de
la elegancia.
9
Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855., p. 26
10
Cfr. Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855., p. 26
22
Balzac nos explica que en esta nueva sociedad se reúne lo que él
considera lo mejor de la aristocracia y de la burguesía; la primera pone “sus
tradiciones de elegancia, buen gusto y alta política”11 mientras la segunda, “sus
conquistas prodigiosas en las artes y las ciencias”12.
11
Ibid. p. 26
12
Ibid. p. 26
13
Dice: “La vie élégante repose sur les déductions les plus sévères de la constitution sociale”.
Ibid. p. 31
14
Ibid. p. 28
23
aristocracia por otro; de la burguesía un tanto de ciencia y de arte ; y como
aderezo una supuesta fuerza (o la no-debilidad que faltaba a los francos);
anotemos también la advertencia subsiguiente, dice : “si existiese algún
privilegio en esta sociedad, éste ya no derivaría de la sangre azul ni de la
voluntad divina, sino de la ‘superioridad moral’”15. De ahí el valor que tendrá
–para ese ocioso gobernante que será el dandi– el desarrollo intelectual, la
‘pureza del lenguaje’16, el charme en la conversación y la manera adecuada en
la que se porta una prenda17.
15
Ibid. p. 29
16
Ibid.
17
Cfr. Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855., p. 29
18
Cfr. Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855., p. 42
19
Cfr. Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855., pp. 18, 26
24
el ejercicio constante es lo único que puede hacer descubrir
repentinamente las relaciones, prever las consecuencias,
adivinar el lugar o el alcance de los objetos, de las palabras, de
las ideas y de las personas.20
25
los temas de conversación y otros tantos aspectos de la sociedad, requiere un
esfuerzo y una capacidad que sólo se consigue con un riguroso trabajo ético y
estético sobre sí mismo.
22
Ibid. p. 45
23
Ibid. p. 31
24
Tal como lo mostró Brummell. Cfr Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie
Nouvelles, 1855., p. 42
26
de la sede del pensamiento y no debe ocupar más que el
segundo rango en esta vasta teoría de la elegancia.25
25
Ibid. p. 45
26
Aunque los valores son diferentes, por dar un ejemplo, a los de la aristocracia helénica, en la
que «los mejores» (aristoi) eran aquellos que encarnaban la moral del guerrero, y éste era el
modelo educativo por excelencia. Tal como dice W. Jaeger respecto a la épica homérica y la
figura de Aquiles, que sin ser rey, se posiciona moralmente por encima de éste, al punto de
darse el lujo de desobedecer y darle prioridad a su orgullo guerrero sobre las muertes y
calamidades que vive su pueblo durante la guerra de Troya, nada ni nadie lo convence de ir a
la guerra, hasta que su propia cólera por la muerte de Patroclo lo lleva finalmente a la batalla.
Cfr. Werner Jaeger. Paideia. México: Fondo de Cultura Económico, 2001., Libro Primero pp.
57-59
27
Lo que coincide con una muy antigua tradición que Heráclito de Éfeso recoge muy bien en la
siguiente frase: "Sólo los mejores, (aristoi) quienes constantemente se demuestran ser los
mejores (aristeuein) y prefieren la fama inmortal a las cosas mortales, son verdaderamente
humanos; los demás, satisfechos con los placeres que les proporciona la naturaleza, viven y
mueren como animales." frg. B29 (traducción tomada de Hannah Arendt. La Condición
Humana. Buenos Aires: Paidós, 2009., p. 31).
28
No por ello dejaba de tener un significado especial la espada o la armadura del guerrero o
alguna otra posesión.
29
No olvidemos que, a fin de cuentas, Balzac, al ser hijo de campesinos, sabía por experiencia
vital propia aquello de lo que hablaba.
30
Cfr. Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855., p. 65
27
Balzac consigue resumir, o decir de otro modo, que el poder
propiamente dandi proviene –con un cierto aire de misterio– de una genuina
búsqueda de la elegancia y de una manera de llenar cada detalle de la vida con
la belleza y el buen gusto; siendo un anhelo que ocurre solamente en algunos
hombres, aquellos cuyas bellas almas poseen lo que el escritor ha llamado
‘poder magnético’31.
31
Ibid. p. 71
32
Aunque no pueden llamarse ‘antropocéntricos’ los movimientos monacales cristianos, son
quizás unos de los poquísimos movimientos ascéticos que ponían su atención en el atuendo, a
causa de ello nos llega la famosa frase “el hábito hace al monje”. Cfr. Juan H. de Freitas. El
Cinismo de Michel Foucault (2019). p. 151-153.
33
Honoré de Balzac. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855., p. 45
34
Ibid. p. 46
35
Cfr. Ibid. p. 52
36
Ibid. p. 55
28
Jules Barbey D’Aurevilly
Para continuar con el análisis de esta figura que encarna los valores
ilustrados y modernos, es importante detenernos en lo que Barbey señala del
dandi y su relación con la regla, esta reflexión nos permite complementar lo ya
dicho por Balzac del ocioso-dandi en ese vínculo tan estrecho con la sociedad:
37
Recordemos que, en Inglaterra, se les llamó beaux (en francés) a personajes dandis o muy
cercanos al dandismo desde el siglo XVII tal como el caso de Richard Nash, conocido como Le
beau Nash, de esta tradición surge Brummell.
38
Cfr. Jules Barbey D’Aurevilly. Du Dandysme et de G. Brummell (1845). p. 11
39
Jules Barbey D’Aurevilly. Du Dandysme et de G. Brummell (1845). p. 15
29
ilustrado; el segundo es un movimiento de lucha, de rebelión, si se quiere, en
todo caso de oposición; y el tercer movimiento es un movimiento de
dominación, de persuasión y conquista donde la creatividad dandi es impuesta
sobre el mundo.
40
Cfr. Ibid. p. 15
41
Cfr. Ibid. pp. 114 - 115
42
Cfr. Ibid. p. 24
30
Para ver más de cerca la relación del dandi con la regla, quizás esta cita
de Barbey pueda encerrar de algún modo lo que intentábamos diagramar a
través de los tres movimientos dandis respecto a la sociedad:
Otro rasgo curioso y relevante del dandi que apunta Barbey, y en el que
no se detiene Balzac, es la calma, entendida como un sello distintivo de su
gestualidad. En España es muy común, en un sentido coloquial, el uso del
apelativo ‘enterao’ o ‘enterado’, y la Real Academia de la Lengua Española
recoge su uso en sus tres acepciones: ‘conocedor y entendido’,44 en primer
lugar; de segundo, ‘orgulloso, entonado, estirado’45; y, finalmente, ‘que presume
de saber mucho de algo’46. Quizás, por estos tres significados, no hay mejor
manera de resumir en una palabra lo que subyace en la gestualidad calmada
de los dandis, ese “nil mirari de estos hombres [...] que quieren siempre
producir la sorpresa manteniendo la imperturbabilidad”47. A ese respecto
Barbey nos deja una descripción muy precisa y una significativa imagen que la
representa:
43
Ibid. p. 30
44
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
45
Ibid.
46
Ibid.
47
Jules Barbey D’Aurevilly. Du Dandysme et de G. Brummell (1845). p. 29
48
Ibid. p. 29
31
Barbey coincide con Balzac en el enaltecimiento de la vanidad49, que
será para ambos una virtud más que otra cosa, pues ella se enmarca dentro de
la sociedad europea del siglo XIX; ambos coinciden, también, en la manera
orgullosa en la que el dandi llevaba su vanidad, pero Barbey especifica un
aspecto que permite dilucidar mejor hasta qué punto el dandi está
49
Cfr. Ibid. p. 63. Dice también (en Ibid. p. 69) “La vanidad satisfecha puede bastar a la vida
tanto como el amor satisfecho”
32
comprometido con esa idea de la vanidad, y por qué la ‘ascética dandi’ era
rigurosa a su manera. No sólo el descuido, sino incluso el cuidado de otros
valores o el cultivo de otras pasiones, amenazan a la vida cuidadosamente
vanidosa del dandi, por ello, según Barbey, el seductor no puede ser dandi o, al
menos, no puede serlo mientras practica la seducción:
50
Ibid. pp. 40-42
51
Ibid. p. 48
33
la más refinada educación ni del buen vestir, el dandi acepta estos paradigmas,
encarna esa moral pero será él quien determine las maneras de seguir estos
preceptos. Entonces, la oposición dandi, es una reafirmación de los valores
modernos, del yo-sin-Dios, del anti-Cristo; pero, al mismo tiempo, una
oposición a las maneras que no sean las propias, da una muestra de arrojo y
de moderación, y si bien puede distinguirse en cada dandi ese movimiento
común de confrontación social, no podemos olvidar que su motor es la
afirmación de la propia originalidad, y como la originalidad de cada dandi es
diferente (valga la redundancia), no hay una legislación dandi que los unifique a
todos en las maneras de afirmar esa originalidad.52
Balzac habla del talento como una de las tres virtudes del ocioso-dandi,
da a entender, como vimos, que este talento se manifiesta de manera especial
en su discurso, en la palabra oportuna, en el momento preciso, pero Barbey se
atreve a ser más específico y afirmar que la ironía es un rasgo característico
del discurso dandi. Dice de ella que es “un talento que dispensa de todos los
otros”53, de esta manera, mete al discurso en una compleja ambivalencia, pues
la ironía se caracteriza por la proyección de un mensaje disfrazado de su
inverso o contrario, para algunos la ironía es “la broma oculta en la seriedad”54,
que en cualquier caso deja siempre la duda de la intencionalidad de quien la
practica, y siempre genera algo de estupefacción, duda y desconcierto en el
destinatario, ya que el mensaje irónico está siempre acompañado de mensajes
no-irónicos, y quien se enfrenta a un discurso de estas características, está
obligado a emplear un tiempo y un ejercicio intelectual extra para descifrar cuál
mensaje es irónico y cuál no.
52
Así lo muestra Barbey cuando sostiene que “lo que hace al dandi es su independencia [...]
podría haber una legislación del dandismo y no la hay. Todo dandi es un osado, pero un osado
que tiene tacto, que se detiene a tiempo y que encuentra, entre la originalidad y la
excentricidad, el famoso punto de intersección de Pascal.” Ibid. p. 49. O cuando nos menciona
el énfasis de los dandis al hablar de la dignidad. Cfr. Ibid. p. 63.
53
Ibid. p. 60
54
Arthur Schopenhauer. El Mundo como Voluntad y Representación. Volumen II (2005) p. 131
34
haber dejado atrás el feudalismo y la supuesta decadencia de la nobleza, para
constituir esa aristocracia de la elegancia, Barbey no muestra ningún agrado
por la estructuración social de su época, muy por el contrario, le parece que los
dandis viven en una sociedad deformada55, en una habitación malsana, o en la
Tour de la Peste56, además piensa que siendo el dandi un hombre que vive en
función de una sociedad deformada, el dandi se ve obligado a deformar su
encanto para ser mejor percibido por una sociedad como ésta57.
Para terminar con esta perspectiva que nos aporta Barbey queremos
detenernos en el tercer movimiento: la dominación. Deformado por la sociedad
o no, el dandi –y en esto vuelve a coincidir con Balzac– ejerce, para Barbey, un
poder de dominación. Siendo, por ejemplo, maestro de la apariencia y la
gestualidad, y manejando al mismo tiempo una fuerte influencia sobre la
opinión pública: “su acción sobre los otros era más inmediata que aquella que
se ejerce únicamente por el lenguaje.”58 No en vano, Barbey nos recuerda que
Byron “decía preferir ser Brummell que el emperador Napoleón”59, pues el
dandi regía sobre cada detalle de la vida cotidiana: la vestimenta, la manera de
caminar, los modales60, la palabra; y su opinión sobre un hombre tenía un
alcance y una repercusión inestimables. El dandi “circunda todo con su
caché”61 y de ese modo esparce la semilla de su dominio.
Charles Baudelaire
35
precedentes, no describe al hombre elegante en sí, ni a un único y específico
hombre como paradigma absoluto del dandismo, pero logra dar al dandi62una
amplitud universal63, de tal modo que lo vuelve una figura tan atrayente dentro
de la moralidad emergente, que incita a muchos a seguirlo. Esta noción ha
dado pie incluso a lo que otros64 han querido llamar “heroísmo moderno”65, que
aunque no tiene un marco ético idéntico para cada dandi –requisito obligatorio
de todo heroísmo–, el término simboliza la encarnación de los valores
modernos, pero también la admiración y el anhelo de imitación que causó la
figura dandi, en su época y aún en nuestros días.
62
Siendo el texto de Baudelaire (El Pintor de la Vida Moderna. Valencia: La Olivereta, 1995., p.
113), uno de los principales para comprender el movimiento dandi, en él encontramos un
lenguaje cargado no sólo de metáforas, sino también de paradojas. Según el autor, Alcibíades
era dandi, e incluso el indígena Chactas (personaje de Atalá y René de R. F. de
Chatteaubriand) es un dandi. A causa de este lenguaje podemos decir que Baudelaire aclara y
oscurece la idea de dandi y de dandismo.
63
Cfr. Patrick Favardin et Laurent Bouëxière. Le Dandysme (1988). p. 77
64
Cfr. Françoise Coblence. Le Dandysme, Obligation d’incertitude (1988). pp. 237-282
65
“El último destello del heroísmo en las decadencias” Charles Baudelaire. El Pintor de la Vida
Moderna. Valencia: La Olivereta, 1995., p. 116
66
“Sacerdotes y víctimas” Charles Baudelaire. El Pintor de la Vida Moderna. Valencia: La
Olivereta, 1995., p. 115
36
En tan sólo cinco cuartillas, Baudelaire dice lo mismo que sus
predecesores: “Esos seres no tienen otro estado que el de cultivar la idea de lo
bello en su persona, de satisfacer sus pasiones, de sentir y de pensar.”67, “el
dandi no aspira al amor como fin especial”68, “sus ojos, apasionados ante todo
de distinción”69, “la necesidad ardiente de hacerse una originalidad, dentro de
los límites exteriores de las convenciones”70, una ascética que “confina con el
espiritualismo y el estoicismo”71, etc., pero quizás por la manera en que lo dice,
o por la fama y mercadeo que acompañó a la obra de Baudelaire, su impacto lo
llevó mucho más lejos. Coincide con Balzac en un punto importante: “El
dandismo aparece sobre todo en las épocas transitorias, en las que la
democracia no es aún todopoderosa, en las que la aristocracia sólo está
parcialmente insegura y degradada”72.
Ahora, bien avanzados en el primer tercio del siglo XXI, hemos vivido un
largo desarrollo del proyecto ilustrado, la sociedad se encuentra en un estado
de adoctrinamiento de muchas generaciones de hombres que se han formado
en esta ideología, y podemos ver lo difícil que resulta la liberación de este
paradigma. Es verdad que como toda víctima de adoctrinamiento, el hombre
contemporáneo tiene grandes dificultades para reconocerse a sí mismo en este
estado, incluso pensadores y filósofos se muestran a sí mismos y a sus análisis
con aires de imparcialidad científica, con neutralidad histórica, sin darse cuenta
que están en un estado muy parcializado, en la parcela del objetivismo
67
Ibid. p. 113
68
Ibid. p. 114
69
Ibid.
70
Ibid.
71
Ibid. p. 115
72
Ibid.
37
científico que posee el gran sesgo de una doctrina diseñada para el estudio de
los objetos, no de los sujetos, y que además, es una doctrina que tiene cada
vez más dificultades para no caer en las manipulaciones del mercado y el
fetichismo capitalista.
De este modo, los filósofos que (se) ocultan sus ideologías, que (se)
ocultan sus creencias y disfrazan sus análisis de objetividad histórica e
imparcialidad científica, son los que más daño se hacen a sí mismos y a sus
lectores. Cuando estos ‘filósofos’ se muestran a sí mismos como meros
descriptores del hecho histórico, es ahí cuando más alertas debemos estar;
Así, estos eruditos de época, con efímera sabiduría, les parece que el
dandi no es tampoco pesimista73, pues, aunque Baudelaire dedica parte
importante de su obra al spleen, la figura dandi que crea, es para ellos un
hombre con talante victorioso, un individuo que afirma su voluntad de poder74.
73
Quizás el de Barbey lo es un poco por su alusión a una “sociedad deformada”, tema sobre el
que volveremos.
74
Cfr. A. Compagnon. Los Antimodernos (2007). p. 205.
38
Les parece que el dandi no está resignado a sucumbir ante su entorno, porque
entregando por completo su vida a la vanidad, se concentra en imponer las
maneras en que debe ser practicada esa vanidad, a esto quieren llamar
vitalidad.
75
Estudiaremos este punto del progreso desde la idea kantiana de la Ilustración y la Revolución
Francesa, y desde la revisión que Foucault hace de todo ello.
76
Foucault resalta de Kant su reflexión sobre la Ilustración y el llamado signo «rememorativum,
demonstrativum, prognostikon» refiriéndose a un acontecimiento histórico que muestre un
indiscutible progreso de la humanidad. Cfr. Michel Foucault. Sobre la Ilustración. Madrid:
Tecnos, 2006., p.60.
77
Dice Balzac en el Tratado de la Vida Elegante (1833) “N’avons-nous pas, en échange d’une
féodalité risible et déchue la triple aristocratie de l’argent, du pouvoir et du talent...?” p.25 . Muy
temprano, los intelectuales post-revolucionarios (padres del dandismo en este caso) notarán y
denunciarán de la idea de igualdad, una falta de correspondencia con la realidad social, más
allá de que les parezca inconveniente o impracticable. Cfr. A. Compagnon. Los Antimodernos
(2007). p. 204.
39
de Napoleón no alcanza a persuadir, el dandi intenta, y casi siempre logra,
completar el trabajo.
78
No hay un “padre” de un sentimiento como éste, pero reconocemos en las magistrales letras
de R.F. de Chateaubriand, el primer grito de desencanto de los ideales ilustrados, de la barbarie
revolucionaria, de la egolatría napoleónica, pero también el reconocimiento del final y
decadencia de un mundo donde el sistema nobiliario y los valores cristianos parecen ser
absorbidos por un abismal malestar, claramente perceptibles en el paso de Atalá a René.
79
Foucault hace graffe al contraponer las nociones de moda y modernidad, pues hasta el
mismo Balzac tiene claro que literal y significativamente las dos palabras hablan de lo mismo.
40
4
80
Foucault entiende al dandismo como una de las estéticas de la existencia, término que surge
en su obra a partir de la publicación de la Hermenéutica del Sujeto (1983), para referirse a
algunos grupos o personajes de la Historia que se preocuparon –cada cual a su manera y de
acuerdo a una verdad específica– por hacer de la vida una obra bella y verdadera o cónsona
con la verdad. Cfr. Michel Foucault Hermenéutica del Sujeto. Madrid: Ediciones Akal, 2005., pp.
239-240. Inicialmente como “estética de sí”, luego en el Coraje de la Verdad (Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 2010., pp. 169, 173, 174, 175, 203) y en los textos, conferencias
y entrevistas en los que participará desde 1983 será más frecuente el término “estéticas de la
existencia”.
41
Ilustración y la invocación que Foucault hace de la misma, como una especie
de renovación de la propuesta moral ilustrada, y que es aplaudida por la élite
intelectual del momento.
81
Michel Foucault. Sobre la Ilustración. Madrid: Tecnos, 2006., p. 6
42
tradición de los textos judíos y la tradición oral de los mismos, que teniendo
otros tantos siglos se conecta con la misma historia de la Iglesia–. Al rechazar
el magisterio de la Iglesia se rechaza con él, la tradición de una Iglesia que
reúne el legado de una gran sabiduría en ese mismo campo que él llama
estética de la existencia, la sabiduría de monjes, de ascetas que pasaron
décadas dedicados a la meditación, a la oración, al silencio, al ayuno, a la
lectura, la sabiduría de los santos, de las familias, de los reyes y los profetas,
tanto de la cristiandad como de la historia del pueblo hebreo que también está
incluida en la Iglesia.
43
del trabajo kantiano, la hipótesis de que la crítica procuraba impulsar
éticamente –desde la epistemología– al hombre a que pensara todo cuanto
quisiera, teniendo en cuenta solamente los límites de su propia razón82. La
ilustración, por su parte, invitaría literalmente al hombre a tener el ‘coraje’ o el
atrevimiento, de pensar por sí mismo en plena autonomía, en ‘libertad’, “sin
obediencia”83, –como dice textualmente Foucault– lo cual es una declaración
aún más explícita, un llamado a dejar a una lado la ley de Dios y comer el fruto
del árbol del conocimiento del bien y el mal, a saborear la autonomía moral,
que siempre ha sido un engaño.
82
Michel Foucault. Sobre la Ilustración. Madrid: Tecnos, 2006., pp. 13-14
83
Cfr. Michel Foucault. Sobre la Ilustración. Madrid: Tecnos, 2006., p. 13 - 14
84
Cfr. Michel Foucault. Sobre la Ilustración. Madrid: Tecnos, 2006., p. 13 - 14
44
sido escrito cuatro siglos antes de Cristo, lo que demuestra también que esta
‘moral’ no es tan nueva como se pretende presentar.
85
Cfr. Ibid. pp. 63 - 66
86
Ibid. p. 81
45
los valores de su época, de esa aristocracia de la elegancia. Comprendimos,
además, que en su trabajo persuasivo y dominador, desde el poder que le
confiere su ascética, su riguroso trabajo ético y estético, logra87, sin violencia
física, lo que el Estado francés intentaba imponer y no terminaba de lograr.
Foucault nos dice, adicionalmente, que esa manera del dandi de ejercer la
‘libertad’ podría ser justamente la modernidad en sí. Así, más que una época, la
modernidad es un estado espiritual, es la manera más adornada y persuasiva
que se tiene para nombrar al hombre que dejando a la ley de Dios de lado,
pretende ‘crear su propia ley’, ‘pintar su propia existencia’:
Con la reflexión que elaboramos a partir de los tres libros y tres autores
estudiados entendimos al dandi como un moderno auténtico y como un agente
modernizante, con Baudelaire se suma un carácter universal, un modelo
accesible a todos, y ahora se añade este complemento que da Foucault al final
del siglo XX: entender esa misma actitud dandi como la modernidad misma, en
un complejo proceso de ‘elaboración de sí’, con una ascética estricta y con la
expresión de su vanidad, de su voluntad de poder, no sólo dentro del marco de
la relación con la sociedad, sino en ese proceso de relación consigo mismo,
que convierte a la propia existencia en una supuesta creación del propio
individuo.
46
libertad, me parece que esta actitud histórico-crítica debe
ser también una actitud experimental. Quiero decir que
este trabajo hecho en los límites de nosotros mismos
debe, por un lado, abrir un dominio de investigaciones
históricas y, por el otro, someterse a la prueba de la
realidad y de la actualidad [...] Yo caracterizaría, pues, el
ethos filosófico propio de la ontología crítica de nosotros
mismos como una prueba histórico-práctica de los límites
que podemos franquear y, por tanto, como un trabajo
nuestro sobre nosotros mismos en tanto que seres libres89
89
Ibid. pp. 92 - 93
90
“El discurso tiene que replantear su propia actualidad, por una parte, para volver a encontrar
en ella su lugar propio, por otra, para decir su sentido, y, en fin, para especificar el modo de
acción que es capaz de ejercer en el interior de esta actualidad. ¿Cuál es mi actualidad? ¿Cuál
es el sentido de esta actualidad? ¿Y qué es lo que hago cuando hablo de esta actualidad? En
esto consiste, a mi parecer, esta interrogación nueva sobre la modernidad.” Ibid. p. 57
47
5
LA ENFERMEDAD ILUSTRADA
Todo esto debemos comprenderlo porque, en dado caso que sea cierto
todo lo que dicen las escrituras y la Iglesia, nuestra salvación y redención no
está dada de facto, debemos con nuestro libre albedrío aceptarla y recibirla.
Pero, ¿cómo aceptamos y recibimos la redención y la salvación?
48
escuchar y obedecer el mensaje del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, el
Verbo de Dios encarnado.
Fuera de todo esto, no hay otra enfermedad ni otra curación, no hay otra
muerte ni otra salvación. Claro está que, para no repetir la ofensa de Adán y
Eva, hay que comprender bien lo que hicieron y lo que ocurrió; para esto,
debemos implorar la asistencia del Espíritu Santo, debemos leer con cuidado
las escrituras, la reflexión de los santos, las directrices de la Iglesia y debemos
mantener una recta meditación.
49
Grandeza, autosuficiencia y desobediencia; estas son las tres cosas
que, desde el sentido común, yo creería que debemos evitar si queremos
recibir la redención de Dios y la salvación.
El poder verdadero y la gloria eterna nada tienen que ver con esta
simulación temporal y efímera que nos presenta el genio maligno. Luego, para
recibir la redención y la salvación hemos dicho que, además de evitar repetir la
gran ofensa de Adán y Eva, debemos creer que la palabra de Dios, y la
plenitud de esa palabra, está en Jesucristo y en el mensaje que nos ha dejado.
50
El lazo y amistad con nuestros padres y patriarcas del pueblo hebreo, el
pueblo elegido por Dios, hoy debe hacerse más fuerte que nunca, de los judíos
nos ha venido la salvación. Les debemos respeto y obediencia. No debemos
dudar que la crucifixión y muerte que recibió el Hijos de Dios vino de la envidia
de los hombres, vino de la incomprensión, de la traición, pero no vino del
judaísmo.
51
El estudio de la desesperación permite comprender mejor la naturaleza
del error en su sentido moral; nos permite comprender su origen y las causas
que lo promueven, y finalmente nos permite comprender que,él mismo, es
enfermedad y puede llegar a ser muerte. La relación del error con la
consciencia y con la voluntad será determinante, pues la desesperación es ese
multifacético impedimento que se interpone entre el yo y su finalidad, entre el
yo y la plena realización de su existencia.
Aproximación:
91
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 2001,
http://buscon.rae.es/draeI/.
92
Nuestra lengua permite la equivalencia entre ambos términos (Real Academia Española,
Diccionario de la Lengua Española, 2001, http://buscon.rae.es/draeI/).
52
La desesperación es una afección del espíritu, y por pertenecer a una
época y a una cultura tan concentradas en –o tan distraídas con– los objetos
del mundo sensible, ya encontramos una gruesa dificultad para estudiarla y
tratarla. El diagnóstico de una enfermedad como ésta no puede ser elaborado
de cualquier manera. Si las enfermedades comunes requieren un mínimo de
atención para su diagnosis, en ésta habrá que llevar esa atención a un grado
superior, pues se trata de un padecer muy íntimo, originado en la más profunda
subjetividad.
93
Ib., 46.
94
Ib., 33.
95
Ib.
53
Cuando pensamos en una relación cualquiera entre dos cosas, lo
concreto son las dos cosas, y podemos imaginarlas sin mayor problema, pero
la relación es lo no-concreto, por tanto, difícil de imaginar; y si se da el caso de
que esa relación se relacione consigo misma, sería aún más difícil de imaginar,
aunque sea perfectamente razonable.
En una relación entre dos elementos, no sólo están presentes los dos
elementos sino que la relación es un tercer elemento presente en el plano
racional. En el hombre existe una relación entre psique y cuerpo, pero esa
relación entre psique y cuerpo tiene una sutil existencia que no es una
presencia meramente racional.96
54
entre el alma y el cuerpo. Pero además de ser la relación entre estos términos,
es la relación que se relaciona consigo misma, es una relación que al tener
conciencia de sí, es capaz de autorelacionarse, y por no ser un tercer elemento
ideal y sin existencia, no pudo ser puesta por el hombre, sino por un postor97
que se distingue del hombre como alteridad, ya que toda relación puesta por el
hombre, se caracteriza por ser algo sin existencia ni autoconciencia, toda
relación establecida por el hombre pertenece a una realidad exclusivamente
racional.
Otra muestra de que el yo-relación no fue puesto por el hombre, es
justamente que hay dos formas básicas de desesperar: una en la que el yo
busca ser sí mismo, y otra, en la que el yo busca no ser sí mismo, es decir,
deshacerse de su yo, y fabricarse uno a su antojo. De acuerdo con esto, si el
hombre hubiese sido el autor de la relación que él mismo constituye, no podría
desesperar más que de la segunda manera, pero, si al intentar ser sí mismo
también cae en desesperación, tal situación muestra la dependencia que el
yo-relación tiene de aquella alteridad para lograr ser sí mismo y superar la
enfermedad98.
97
Se entiende “postor” aquí como “el que ha puesto”.
98
Søren Kierkegaard, La Enfermedad Mortal. Madrid: Trotta, 2008, p. 34.
55
efectivamente, una realidad física positiva, es decir podemos encontrarlos en la
naturaleza.
56
consigo misma al tener conciencia de sí y buscar el sentido de su existencia,
sino también se reconoce como una relación con su creador, por ese vínculo
originario que le dio existencia.
¿Es, acaso, esto una oda a la dependencia del hombre y por lo tanto
una motivación a una vida sin libertad plena ni autonomía? No, no es una oda a
la dependencia sino una explicación de la realidad espiritual y de su origen;
quizá esa libertad, entendida como la total autonomía e independencia, sea en
su sentido absoluto lo mismo que en su sentido material: una fantasía, producto
del efecto separatista del pensamiento analítico. Éste es uno de los grandes
fantasmas de la razón que ha traído decadencia a Occidente, como he
explicado anteriormente.
99
Ib.
57
La realidad espiritual no se encuentra dentro del campo físico ni dentro
del campo racional, y aunque se reconocen ambas realidades, es necesario
distinguirlas de lo espiritual. Para algunos, el triángulo puede ser una verdad
eterna; para otros puede serlo la materia; pero además de esas dos realidades
existe el espíritu, en el hombre es ese yo-relación, y como seres dotados de
razón podemos intentar dar una explicación racional de esa realidad y de su
origen, pero desde una perspectiva subjetivista.
58
6
ERRAR E IGNORAR
100
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 2001,
http://buscon.rae.es/draeI/.
101
Platón, Protágoras (Madrid: Gredos, 1982), 47, §358c; Platón, Hipias Menor (Madrid:
Gredos, 1982), 8, § 370e y sigs.; Platón, La República (Madrid: Gredos, 1982), 159, § 514a y
sigs; Platón, Hipias Mayor (Madrid: Gredos, 1982), 14, § 296 a y sigs.
102
Søren Kierkegaard, La Enfermedad Mortal Op. Cit., 117.
59
Hipias. -Al menos, en el tiro al arco.
Sócrates. -¿Y en la medicina? ¿No es más conocedora de la
medicina el alma que hace mal a los cuerpos voluntariamente?
Hipias. -Sí.
Sócrates. -Luego, en este arte, ésta es mejor que la que no lo
hace voluntariamente.
Hipias. -Sí, es mejor.
Sócrates. -¿Qué, pues? Del mismo modo lo es la más
conocedora del arte de tocar la cítara y del arte de tocar la
flauta; y respecto a todas las artes y conocimientos, ¿no es
mejor la que voluntariamente hace las cosas mal y torpemente
y comete errores, y es peor la que hace esto
involuntariamente?
Hipias. -Así parece.
Sócrates. -Pero, ciertamente, preferiríamos como almas de los
esclavos las que cometen errores y obran mal voluntariamente,
más bien que las que hacen esto involuntariamente, en la idea
de que son mejores para esto.
Hipias. -Sí.
Sócrates. -Y nuestra propia alma, ¿no quisiéramos que fuera lo
mejor posible?
Hipias. -Sí.
Sócrates. -¿No es cierto que será mejor, si obra mal y comete
errores voluntariamente, que si lo hace involuntariamente?
Hipias. -Sería horrible, Sócrates, que los que obran mal
voluntariamente fueran mejores que los que obran mal contra
su voluntad.
Sócrates. -Sin embargo, así resulta de lo que hemos dicho.103
103
Platón, Hipias Menor Op. Cit., 12, § 375b y sigs.
104
Søren Kierkegaard, La Enfermedad Mortal Op. Cit., 117.
60
causa del error a nomenclatura lógica:
y→i
(Si yerro, entonces ignoro).
Con esta tarea por resolver, nos parece conveniente tomar en cuenta
algunos aspectos generales de la postura socrática. Consideramos que no es
posible concebir el error o el mal obrar sin tener previamente una noción de mal
que lo sustente; por ello, se nos presenta como un requerimiento necesario
para continuar la reflexión, tener una idea de la postura moral de Sócrates,
pero tal apreciación, además de llevarnos a conclusiones inevitablemente
interpretativas y doxográficas, implica, en rigor, un trabajo que duplicaría varias
veces la extensión y complejidad de lo que intentamos esclarecer; apelaremos
por ello a los datos más conocidos y reconocidos dentro del ámbito académico
y de la propia historia de la filosofía107, a los que no les negamos méritos para
proveernos de este requerimiento:
105
Ib., 116.
106
Ib., 117.
107
Quizá la Historia no es la única fuente que tenemos para tener noticia sobre la vida y la
filosofía de Sócrates, pero es un medio que no pretendemos despreciar.
61
Sócrates proclama la esencia como el yo general, como la
consciencia que descansa en sí misma; esto no es otra cosa
que lo bueno como tal, libre de la realidad existente, libre de la
consciencia sensible concreta de los sentimientos y las
inclinaciones, libre, finalmente, del pensamiento dedicado a
especular teóricamente en torno a la naturaleza, el cual, aun
siendo pensamiento, conserva aún la forma del ser, en el cual
yo no puedo, por tanto, estar seguro de mí mismo.
… Por tanto, si también en Sócrates, como en Protágoras, la
esencia es el pensamiento consciente de sí mismo en que se
levanta todo lo determinado, no debe perderse de vista que
Sócrates encuentra en el pensamiento, a la par, el punto fijo y
quieto. Esta sustancia en y para sí y que no hace sino
conservarse, aparece determinada como el fin y, más
concretamente, como lo verdadero, como lo bueno108.
Aparece así, con Sócrates, la subjetividad infinita, la libertad de
la consciencia de sí mismo. Esta libertad, que se cifra en el
postulado de que la consciencia, en todo lo que piense, debe
hallarse sencillamente presente y cabe sí, es postulada en
nuestro tiempo en términos infinitos y de un modo puro y
simple: lo sustancial, aunque eterno y en y para sí, debe ser
producido también por mí; ahora bien, este algo mío no es otra
cosa que la actividad formal.
El principio de Sócrates consiste, pues, en que el hombre
descubra a partir de sí mismo tanto el fin de sus actos como el
fin último del universo, en que llegue a través de sí mismo a la
verdad. El pensamiento verdadero piensa de tal modo que su
contenido no es subjetivo, sino objetivo. Pero objetividad, aquí,
quiere decir generalidad en y para sí, no objetividad puramente
externa. La verdad se postula, así, como un producto elaborado
por medio del pensamiento, mientras que la moralidad libre y
espontánea es, como hace decir Sófocles a Antígona (vs.
454-457), ‘la ley eterna de los dioses, sin que nadie pueda
saber de dónde viene’109.
108
Todas las cursivas son del texto original
109
Georg W. F. Hegel, Lecciones sobre Historia de la Filosofía, II (México: Alianza, 2005),
40-41; a pesar de que Hegel es un autor con un planteamiento al que Kierkegaard se opone
fervorosamente, reconocemos su capacidad analítica y en este punto no encontramos
discrepancias relevantes con lo planteado.
62
sitúa desde una perspectiva contextual, política, y si bien el hombre era, para
los sofistas, la medida de todas las cosas, lo era el hombre, en cuanto
perteneciente a un contexto, a una comunidad con características de
ciudad-estado. Por tener bien delimitado el punto de referencia desde el cual
respondían, ocurría, que frente a toda pregunta moral, tenían una respuesta
muy precisa, y solían dejar en el espectador una sensación de claridad y
certeza indiscutible.
Aunque la respuesta de los sofistas podía llegar a ser muy precisa desde
esa moral contextual, normal, pública y colectiva, el ejemplo socrático impele a
observar el interior antes que cualquier otra cosa. Y por ello, es que esa
pregunta moral, que responden los sofistas desde una perspectiva contextual,
Sócrates quiere hacérsela desde la más íntima perspectiva, y aunque pueda
parecer la más abstracta y general –ya que, con frecuencia encontramos en los
diálogos platónicos la expresión “en sí mismo” que caracteriza las
investigaciones socráticas–, pensamos que preguntar por lo justo en sí mismo
o lo bello en sí mismo, e intentar responder a partir de una profunda
introspección, a partir de una dialéctica de lo íntimo, no es otra cosa que una
apelación a lo más propio del yo, quizá a una ley o estructura, que, a diferencia
de la ateniense, podría encontrarse en las profundidades del yo.
63
pergamino provisto de caracteres gramaticales dispuestos a ser leídos, sino en
el yo, el lugar donde Sócrates investigaba.
110
“Todo hombre es una síntesis de cuerpo y alma dispuesta naturalmente para ser espíritu.
Esta es nuestra estructura.” [Søren Kierkegaard, La Enfermedad Mortal. Madrid: Trotta, 2008,
p.65]
64
voluntad– que atente contra su yo, contra su propia estructura,
independientemente de que lo haga con consciencia o sin ella; de la misma
manera que el errar de los atenienses, en cuanto atenienses, se daba cuando
estos atentaban contra Atenas, y el supuesto desconocimiento de la estructura
jurídica de su ciudad, no les libraba de su responsabilidad al respecto.
65
7
Lo que nos dice el sentido común es que el hombre tiene una tendencia
a buscar lo bueno y evitar lo malo. Si nos situamos desde una perspectiva del
bienestar corporal, seguramente diremos que preferimos la salud que la
enfermedad, identificando la salud con lo bueno y la enfermedad con lo malo.
Quizá, en ese caso, buscamos el bien y evitamos el mal; sin embargo sabemos
66
que el hombre yerra, atenta contra su yo y en el ámbito corporal, sabemos que
algunos actos cometidos pueden llegar a ocasionarle un determinado
mal-estar. La pregunta que nos surge de inmediato es: ¿siempre que nos
hemos equivocado a este respecto, ocasionándonos un mal-estar corporal, ha
sido por ignorancia?
67
habría actuado de tal manera.
68
pueda ser más o menos favorable, es evidente que el apetito de placer o
cualquier otro apetito, y las ansias que puedan generarse a causa de ello, se
produce en el interior del hombre, y por lo tanto, le pertenecen; permitir que
ejerzan dominio sobre la voluntad está en manos de cada yo, al igual que la
admisión de ese oscurecimiento de la conciencia, esa inconsciencia o
ignorancia.
Ahora bien, se sabe que hay dos tipos de ignorancia, una material o
estética y una moral, pero se ha dicho que hay varios tipos de moral: una que
se basa en un contexto político, otra basada en el bienestar corporal, otra que
está sujeta al principio de placer, y así mismo, se pueden encontrar muchas
otras perspectivas morales en todo entorno social, pero el planteamiento del
cristianismo se aventura al más acá de todos esos parámetros morales,
precedido temporalmente por Sócrates, el cristianismo apela al más interno de
los parámetros, al del yo en cuanto yo.
69
transgresión de los mismos, relativizando, o, a veces, borrando de la
conciencia, esos parámetros que antes había adoptado.
70
para poder así seguir persiguiendo sus anhelos de grandeza. Esto es el error
por antonomasia, y la tendencia humana hacia ello es consecuencia del
pecado original, que el cristianismo revela como esa condición, esa dificultad
primigenia con la que todos nacemos.
Desde este profundo sentido del ser y actuar del hombre, no se podrá
errar alegremente, para luego refugiarse en el pretexto de que se cometió el
acto “inconscientemente”.
71
pensar, por no conocer, por no saber lo que hacía cuando lo hacía.
Debemos dejar claro que esta enfermedad que tiene sus raíces ahí, en
un acto de la voluntad libre, es la enfermedad del yo, en su sentido más propio,
y es descrita, no como una enfermedad del yo en cuanto ser corporal, ni en
cuanto ser racional, ni en cuanto ser político, sino en cuanto yo, justo en ese
“momento” en que desea constituirse de manera absolutamente independiente
113
“… si el hombre no fuera una síntesis tampoco podría desesperar; y si ésta no hubiese
salido cabalmente armónica de las manos de Dios, entonces el hombre tampoco sería capaz
de desesperar. ¿De dónde viene, pues, la desesperación? De la relación en que la síntesis se
relaciona consigo misma, mientras que Dios, que hizo al hombre como tal relación, lo deja
como escapar de sus manos; es decir, mientras se relaciona consigo misma” en Søren
Kierkegaard, La Enfermedad Mortal. Madrid: Trotta, 2008, p.36.
114
De otro modo, “la nueva libertad cristiana” será la paradoja que consiste en hacerse esclavo
de lo divino, y tal libertad se verá perfectamente ejemplificada en las palabras de María: “He
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
72
Todo este planteamiento va dejando un imperativo latente: el yo debe
dejar de errar, debe intentar salir de ese estado de error, de esa enfermedad
mortal. Y, aunque la desesperación –esa tendencia al error del yo en cuanto
yo– se define inicialmente como una ignorancia de la propia naturaleza
espiritual, como ya hemos advertido, no nos desharemos de tal
desconocimiento con una simple instrucción intelectual; sólo puede decirse que
esa ignorancia o inconsciencia ha desaparecido cuando –más que un recital de
palabras– el yo consciente de su vínculo con su Creador, decide vivir para
amarle por encima de todo, obedecerle con alegría y devoción. Y aunque no se
deshaga por completo de su tendencia a errar, su vida no será un constante y
cada vez más agravado errar.
73
8
74
así, conciencia de negación, conciencia de desafío actualizada, esto es lo que
subyace en la acción de errar. Por ello, visto con lucidez, el pecado no puede
ser ignorancia.
115
Ib., 46.
116
Ib., 123.
75
tiempo como su mejor herramienta, para, muy sutilmente, ir oscureciendo la
idea moral que le obstaculiza en la satisfacción de ese apetito. Así, concluído
ese tiempo, y con aquella idea moral echada al olvido, la facultad racional no ve
ningún inconveniente con que el yo satisfaga aquel apetito que tenía, incluso se
ha fabricado ideas que presentan de manera aceptable dicha satisfacción.
76
este sentido moral, efectiva y previamente al acto de errar, ha cometido un acto
de ignorancia, pero el agregado importante, la observación minuciosa y el
aporte del cristianismo, se encuentra en la demostración de que aún antes del
acto de ignorancia hay un yo, una conciencia que ha deseado cometer el error
y allanar el camino que le conduce al mismo, es decir, ha deseado eliminar los
conocimientos morales que le obstaculizaban, de ahí que en toda oscuridad e
ignorancia exista una especie de concierto dialéctico entre el conocimiento y la
voluntad. De acuerdo con este planteamiento, la antigua fórmula lógica tendrá
que ser modificada o precisada de la siguiente forma:
y → (d ∧ i)
Quien pone esa relación que constituye el yo, quien representa ese
poder que crea y fundamenta al yo, es Dios117.
117
Cfr. Ib., 168.
77
La enfermedad, el mal-estar es el pecado118, todo error se comete
delante de Dios, o para decirlo de un modo más preciso: el error, como toda
acción del yo, siempre se realiza delante de Dios119. El error es esa noción
común que existe entre “el hombre natural” y el cristiano, pero este ‘hombre
natural’ no siempre sabe que todo error se comete delante de Dios y por eso,
todo error es en esencia pecado.
78
pecado, es decir, el pecado original, es el pecado en el sentido más profundo,
los pecados particulares no son más que la expresión notable de ese estado
continuo. Lo que ocurre es que con ocasión de cada nuevo pecado particular
se puede notar de un modo más sensible la marcha del pecado120. Esa
perspectiva de mera intermitencia, la cual sólo mira al nuevo pecado y se salta
todo lo intermedio, todo lo que está entre los diversos pecados particulares y su
origen, es una perspectiva que dificulta la redención.
De esta lamentable manera, puede vivirse toda una vida en ese estado
repetido y progresivo de inconsciencia, que no es otra cosa que un
agravamiento del mal-estar, de la enfermedad, del pecado original. La
inconsciencia puede ser la forma de desesperación más peligrosa, ya que el
que no sabe no suele hacer nada por salir de su ignorancia, e incluso confunde
el mal-estar con felicidad121.
120
Ib., 138.
121
Ib., 67.
79
9
Esto que Karl Popper ha llamado ‘la Sociedad Abierta’ ha tomado, desde
hace más de un siglo, una especie de gusto burgués por las llamadas
espiritualidades asiáticas, también es cierto que algunos han querido, en esta
misma tónica de ‘apertura’, acercarse a las sabidurías aborígenes de las
Américas, de África, de los antiguos celtas o de los habitantes las extensas
estepas de Siberia, algunos rastros étnicos subsistentes en Europa que
pudieran asimilarse en un sincretismo casi siempre ligero, que apenas alcanza
a adornar ese camino del conjunto de la humanidad.
Consciente de haber nacido en esta época, dentro de eso que llaman ‘la
civilización occidental’, y originario de Sudamérica, heredero, pues, de una
parcela de la cosmovisión indígena caribe, tengo la impresión no sustentable
racionalmente, de que en ciertos lugares de la selva espesa, ocurren eventos
extraordinarios, y que algunos pueblos indígenas, en su conocimiento particular
de la selva, la vegetación y la fauna, poseen saberes que no tienen los
ciudadanos occidentales comunes, sumergidos en el espíritu de la Ilustración la
productividad. No obstante, el ciudadano occidental guarda, en alguna parte de
su alma, una relación estrecha con el misterio religioso, y aunque muchos se
declaren ateos, o porten consigo manifestaciones de alguno de los paquetes de
80
creencias o increencias de la época, participan igualmente de muchos temores
u ocultos deseos hacia una dimensión espiritual.
El arte de creer:
81
orígenes de nuestra civilización y observemos que, para el filósofo Sócrates,
activar nuestra facultad de creer era muy conveniente para la vida del hombre.
122
Platón, Fedón [385-370 a.C.] (Madrid: Gredos, 1982), 19, § 68a; ib., 62, § 114d.
82
era tan grande y su moral era tan baja, que prefería arrastrarse, someterse y
vender su voluntad por miedo a la muerte.
83
Ambos tienen tan sólo una interpretación de la realidad; pero el creer per se es
el motor de cualquier búsqueda: creer en la posibilidad de llegar a la
comprensión de una idea, creer en la posibilidad de alcanzar y poseer la
sabiduría, creer que hay alguna verdad que debe ser encontrada.
84
santos como el conocido fraile de Pietrelcina, veremos ateos curados de
enfermedades terminales, científicos halando sus cabellos para comprender
algunos fenómenos que los religiosos llaman milagros, y si alguno de ellos
tenía la valentía de acercarse a quien aparentemente era el causante de estos
fenómenos, su respuesta no sería tan distante a la del científico fiado de su
ciencia, el padre Pío estaba convencido de que estos eventos sobrenaturales
de curaciones, bilocaciones, violaciones de las leyes del tiempo y el espacio,
etc., se producían gracias a su manera de relacionarse con la Verdad.
Es difícil creer que el hombre esté vinculado de alguna manera con una
dimensión atemporal, donde habita Dios y donde reina misteriosamente, pero
creer que el sentido de la vida es poner en práctica el mensaje de un texto cuya
mejor manera de resumirlo en dos palabras es: amor crucificado, esto es
prácticamente imposible de creer para el hombre moderno. Quizás por esa
misma razón nos parezca sorprendente pero creíble poder llegar hasta la luna,
85
o incluso al planeta Marte, pero irritantemente increíble aquellos fenómenos
inexplicables que ocurrían a menudo alrededor de la vida del padre Pío de
Pietrelcina. Y es que participar de la creencia que posee la mayoría produce
una especie de refugio, pues, inconscientemente suponemos, que si lo cree
tanta gente y les va bien, pues a mí me pasará lo mismo. Las creencias
atípicas, excepcionales, van ligadas a comportamientos excepcionales, esto es
una doble dificultad para quien no la posee y se acerca voluntaria o
involuntariamente. Es un choque violento, para un ateo con una enfermedad
terminal, ser curado por el Padre Pío, que por su lado dice que es Dios quien le
ha curado. Entonces el ateo curado se encuentra en una situación muy
desagradable, se siente casi obligado a creer, en algo a lo que no le apetecía
acercarse. En efecto, el milagro ejercido por el Padre Pío (sea él el autor o sea
vehículo de la autoría de Dios), es un ejercicio de poder, y un poder que se
presenta como superior al hombre y a toda ciencia humana. Quizás esta
reacción sea natural, cuando un ente con una cuota de poder se encuentra con
un ente mucho más poderoso. Reaccionar a la defensiva, esto es lo que hace
un perro de cacería cuando se consigue a un jaguar, ladrar; ladramos contra
Dios, ladramos contra la Iglesia y contra los santos donde se manifiesta el
Espíritu de Dios y su poder.
86
según ellos, puede transformar al pemón en un jaguar y otra planta lo
transforma en árbol. ¿Podríamos los ciudadanos occidentales estar abiertos a
conceder esta posibilidad?, seguramente pensaríamos ¿para qué me sirve
convertirme en jaguar?, pero el asunto está, que dentro de este ámbito de las
creencias, recuperemos la apertura que alguna vez tuvimos como especie. Es
cierto que hay mecanismos de poder y que ese poder busca dominar, busca
ejercerse sobre los individuos, pero quizás hemos llevado el asunto hasta una
constante ‘paranoia del oprimido’ que nos encarcela a nosotros mismos dentro
de límites demasiado estrechos.
Lo primero que hay que decir es que en esto los poetas suelen acertar.
Cuando leemos “la vida es sueño”, con o sin plena consciencia, el poeta se
está refiriendo a esta temática, es en esta significación del “sueño” que se
construyen los objetos de creencia. Pero al mismo tiempo hay que decir, que
esto no es tan fácil como soplar y hacer botellas, puesto que hay una cuota
pasional que juega un papel fundamental.
87
razón. Sin embargo, no todo está perdido. Si bien hemos enfriado nuestras
pasiones a niveles árticos y antárticos, ellas siguen allí, si esto no fuera cierto,
las películas de Quentin Tarantino no habrían sido tan taquilleras en tantas
partes del mundo, o la gente de occidente no caería tan fácilmente en
fanatismos religiosos y políticos.
88
pensables. La una, que es y que le es imposible no ser, es el
camino de la persuasión (porque acompaña a la Verdad); la
otra, que no es y que le es necesario no ser, ésta, te lo
aseguro, es una vía totalmente indiscernible; pues no podrías
conocer lo no ente (es imposible) ni expresarlo. 293 Lo que
puede decirse y pensarse debe ser, pues es ser, pero la nada
no es. Esto es lo que te ordeno que consideres, pues esta es la
primera vía de investigación de la que intento apartarte y
después de aquella por la que los hombres ignorantes vagan,
dicéfalos; pues la incapacidad guía en su pecho el pensamiento
errante; son arrastrados, sordos y ciegos a la vez,
estupefactos, gentes sin juicio, que creen que ser y no ser son
lo mismo y no lo mismo; el camino que todos ellos siguen es
regresivo. 294 Pues nunca se probará que los no entes sean;
mas tu aparta tu pensamiento de esta vía de investigación y no
permitas que el hábito, hijo de la mucha experiencia, te obligue
a dirigirte por este camino, forzándote a usar una mirada
vacilante o un oído y una lengua plenos de sonido sin sentido,
sino que juzga racionalmente la muy discutida refutación dicha
por mí. 295 Permanece aún una sola versión de una vía: que
es. En ella hay muchos signos de que, por ser ingénito, es
también imperecedero, entero, monogénito, inmóvil y perfecto.
296 Ni nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo entero,
uno, continuo. Pues ¿qué nacimiento podrías encontrarle?
¿cómo y de dónde se acreció? No te permitiré que digas ni
pienses de "lo no ente", porque no es decible ni pensable lo
que no es. Pues, ¿qué necesidad le habría impulsado a nacer
después más bien que antes, si procediera de la nada? Por
tanto, es necesario que sea completamente o no sea en
absoluto. Ni la fuerza de la convicción permitirá jamás que de lo
no-ente nazca algo además de ello. Por eso, la Justicia no
afloja sus cadenas para permitir que nazca o que perezca, sino
que las mantiene firmes; la decisión sobre estas cosas se basa
en esto: es o no es. Pero se ha decidido, como es necesario,
abandonar una vía por impensable y sin nombre (pues no es el
verdadero camino) y que la otra es y es genuina. Y ¿cómo
podría lo que es ser en el futuro? ¿Cómo podría llegar al ser?
Pues, si llegó a ser, no es, ni es, si alguna vez va a llegar a ser.
Por tanto, queda extinto el nacimiento y la destrucción es
inaudita. 297 Ni está dividido, pues es todo igual; ni hay más
aquí, esto impediría que fuese continuo, ni menos allí, sino que
está todo lleno de ente. Por tanto, es todo continuo, pues lo
ente toca a lo ente. 298 Mas inmutable dentro de los límites de
poderosas cadenas existe sin comienzo ni fin, puesto que el
nacimiento y la destrucción han sido apartados muy lejos y la
verdadera creencia los rechazó. Igual a sí mismo y en el mismo
lugar está por sí mismo y así quedará firme donde está; pues la
poderosa Necesidad lo mantiene dentro de las cadenas de un
89
límite que por todas partes lo aprisiona. 299 Por ello es correcto
que lo que es no sea imperfecto; pues no es deficiente —si lo
fuera, sería deficiente en todo. Lo mismo es ser pensado y
aquello por lo que es pensamiento, ya que no encontrarás el
pensar sin lo que es en todo lo que se ha dicho *; pues ni es ni
será algo fuera de lo que es, dado que el Hado lo encadenó
para que fuera eterno e inmutable. En consecuencia, ha
recibido todos los nombres que los mortales, convencidos de
que eran verdaderos, le impusieron: nacer y perecer, ser y no
ser, cambio de lugar y alteración del color resplandeciente.
Pero, puesto que es límite último, es perfecto, como la masa de
una esfera bien redonda en su totalidad, equilibrado desde el
centro en todas sus direcciones; pues ni mayor ni menor es
necesario que sea aquí o allí, ya que ni es lo no-ente, que
podría impedirle llegar a su igual, ni existe al modo que pudiera
ser más aquí y menos allí, pues es todo inviolable, porque, por
ser igual a sí mismo por todas partes, se encuentra por igual
dentro de sus límites.
90
10
SUEÑO Y PASIÓN
91
misterio del hombre y de la humanidad, revelado por ese
libro.123
El Espíritu de Vida nos exige que demos más fuerza a esta capacidad de
soñar, de fabricar un axioma, un objeto de creencia, y gracias a este “objeto”
hacer de nuestras vidas algo más libre, más grande, más noble, más bello.
123
F. Dovstoieski, "Diario de un Escritor" sobre el Quijote.
92
ámbito, aquello en lo que creía el famoso arqueólogo Heinrich Schliemann era
una ciudad inventada por él, o una de la que tenía noticia por otros?, ¿es el
sueño, posiblemente realizado, de transformarse en jaguar, un sueño de un
solo indígena? Nuestros sueños, están emparentados con nuestro pasado, con
nuestras tradiciones, con la historia de nuestros pueblos, así que todo sueño,
por muy grande y muy propio que lo sintamos y que logremos hacerlo, es, en
cierta medida, adoptado, lo cual significa que ha requerido de una apertura
inicial de nuestra parte, la apertura necesaria para adoptar algo.
Mi pasión sigue viva y movida por el más alto de todos los sueños, es
esto lo que me ha llevado a escribir este libro y compartir mi experiencia y mi
reflexión.
93
la vida, pero para otros, es algo tan efímero que difícilmente merite creer en
ello como “lo real”.
94
hombre concreto en la completa indigencia respecto a sus necesidades
existenciales particulares.
95
Desde sus inicios en la llamada escuela eleática, esta ciencia de la
objetividad estaba condenada, por definición, a jamás alcanzar la verdad, por
esta razón, al acercarnos al mundo físico que nos rodea, no queda más que el
escepticismo, pues donde no hay verdad sólo hay confusión, duda, tiniebla.
Esto quiere decir, que si bien puede ser útil una ciencia que trate de los
objetos que nos rodean, pues estamos obligados a relacionarnos con ellos, no
puede nunca, esta ciencia, tener prioridad ante la ciencia de la existencia
particular, esa ciencia que me permite conocerme a mí mismo, ocuparme de mí
mismo, gobernarme a mí mismo, y encontrar ahí, en la interioridad a la Verdad,
a Dios, a todo aquello que los entendidos en el tema afirman encontrar.
96
metodología que se estudia a un objeto, tal como lo pretenden hacer algunas
ciencias modernas.
97
existencia individual-. De este modo, podemos decir que la tradición recoge la
experiencia que otros han recorrido sobre este camino interior -que, sin duda,
tiene incidencias en el mundo- y puede servir de guía y acompañamiento a ese
primer recurso que es la Biblia. Finalmente, y sin que sea menos importante,
tenemos un compendio doctrinal y una práctica y reflejo del mismo. Encarnado
en aquello que llamamos magisterio, esto es a mi juicio, aquello que por medio
de la manifestación divina, de la Biblia y de la tradición ha quedado establecido
como una autoridad respecto a ese camino de interioridad y encuentro con
Dios.
98
La fe, que estudiaremos en el marco de la doctrina cristiana, es un paso
que no exige la anulación de la capacidad cognitiva, muy al contrario, lo que
requiere es que esa capacidad racional sepa distinguir que el locus hacia el
cual se aproxima es un sujeto, y que por tanto su metodología de aproximación
debe ser otra que aquella que usa para estudiar el movimiento rectilíneo
uniforme o la anatomía de una tortuga.
Con otro tipo de estructuración hemos transitando ese camino del yo,
guiados por el mensaje cristiano, y ya adentrados en ese mundo interior,
buscaremos algunas pistas sobre dicha estructura, sobre la causa de nuestra
humana indigencia y su vínculo con una aparente tendencia a errar, y cómo
esto mismo impide alcanzar el bien-belleza anhelado.
124
Cfr. Hannah Arendt. La Condición Humana. Buenos Aires: Paidós, 2009., p. 53
99
11
LA FE DE LOS MAYORES
La fe suele ser aquel objeto que distinguimos por sus efectos; vista
desde afuera, puede generar una serie de sentimientos tales como la
incomprensión, la descalificación, la burla, la intolerancia, la envidia, el
desprecio, y en ocasiones hasta el odio y el deseo de aniquilación, que en el
lenguaje bíblico de los tiempos del Segundo Templo (la época en la que vivió
Jesús) podía englobarse todo en la palabra escándalo.
100
de su interior, confía en su infinitamente amorosa y certera procedencia, se
siente movida a ese salto subjetivo que representa el acto de fe.
126
Joseph Ratzinger. Dios existe. Buenos Aires: Espasa Calpe, 2008., p. 15
101
bases estructurales de la cultura occidental, del desarrollo del conocimiento
empírico y de la ramificación de las ciencias introducidas por Aristóteles.
102
Adicionalmente tenemos dos puntos más, relativos a la comprensión y
práctica de la fe desde el punto de vista cristiano: El primero es la
contemporaneidad cristiana, esto significa que el cristiano rompe los límites
temporales y epocales, rompe el supuesto lineal del tiempo, rompe el supuesto
evolutivo de la especie humana y sitúa su temporalidad y su evolucionabilidad
en función de Cristo. Tratando de vivir con Cristo en su (de Cristo) tiempo, y
tratando de que Cristo viva con él en su (del cristiano) tiempo. El segundo
punto está conectado con el primero y con casi toda la reflexión que hemos
hecho hasta ahora, pues consiste en romper también el presupuesto
historicista. Al ser Dios, objeto de adoración, la acción de enmarcarlo
históricamente, como un personaje de la historia, y bajo los parámetros
cientificistas de la historia, es un error, pues cualquier ciencia o disciplina que
parte del método sujeto-objeto, es de antemano, un método errado para el
encuentro con lo divino. Dios no es objeto de juicio, no puede ni debe
equipararse a los objetos físicos, susceptibles de nuestro juicio y
entendimiento.
La ética, por definición pretende ser universal, es decir, válida para todos
y en todos los casos, por lo tanto, desde esta disciplina del saber no se podría
jamás aceptar un comportamiento como el que tiene Abraham cuando se
dispone a dar muerte a su hijo, según observamos en el relato bíblico. ¿El acto
de Abraham es un acto desquiciado y lleno de maldad? ¿Es un acto producto
de una desordenada y caprichosa voluntad? La psicología y la psiquiatría en la
actualidad, sin duda calificarían esta acción, como el producto de una seria
103
patología, otra muestra más que la ciencia sujeto-objeto no puede acceder de
manera legítima al mundo de la subjetividad.
104
deseo hacer con la bolsa, al tomar consciencia que el resultado es catastrófico,
decido no desecharla en cualquier lugar de mi entorno y busco el lugar correcto
para depositarla. Esto no está lejos de una idea desarrollada muchos siglos
antes por Aristóteles que propone que el criterio moral debe siempre girar en
torno al ‘bien común’, la necesidad del respeto mutuo y el orden social.
105
12
¿CREER O DUDAR?
Pocas actitudes son más valiosas y apreciables que la duda radical, muy
al contrario de lo que se pueda esperar de una meditación sobre la fe, pienso
que la duda es una excelente compañera. Ella representa un duro ejercicio, un
camino arduo y extenso, que sólo se puede recorrer personalmente.
127
Ib., 3.En la versión española de Manuel de la Revilla [René Descartes, Obras Filosóficas
(Buenos Aires: El Ateneo, 1945), 485 y 506]
106
Si bien en la obra de Descartes puede notarse su vivencia y
padecimiento de la duda, se hace patente en esta cita que no es propio de ése
a quien llaman el padre de la modernidad, el dudar de Dios ni de la palabra
divina. Sería signo de mala conciencia, quien buscara justificar su propia
insolencia suponiendo que Descartes mentía.
107
autocomplace, sino que es el punto de partida de una incansable búsqueda
existencial. Dudar de lo establecido, de lo presumido y de lo pre-asumido.
Dudemos:
108
Al cuestionar la manera en que se entiende la fe, se asoma una
problemática lingüística, que explicita la pérdida de significado que padece una
palabra cuando es mal utilizada y cuando este mal uso se propaga y generaliza
un nuevo significado que resulta muy alejado del originario.
Este proceso lingüístico tiene una implicación moral que no debe ser
desdeñada. En la Grecia antigua y en la lengua griega, el adjetivo cínico
representaba algo diametralmente opuesto a lo que significa hoy. En el siglo II
de nuestra era el calificativo cristiano para un hombre le costaba una vida de
persecución, tortura y muerte dolorosa, en el año 1000 signficaba otra cosa y si
preguntamos lo que se entiende por esta palabra hoy en medio de una gran
metrópoli, veremos diferencias abismales.
128
El padecer, lo que se padece y dónde se padece, es decir, “el mundo interior”.
109
que casi todas las personas buscan leer aquello con lo que pueden sentirse
cómodos, aquello que puede entretenerles en los momentos de ocio.
129
Ib.
110
13
111
nunca se ha narrado un amor filial más grande y más fuerte que el que sentía
Abraham por su hijo. Es aquí, en estas circunstancias, donde nos encontramos
con la ausencia de una posible explicación causal, es entonces cuando
estamos obligados a preguntarnos por esa misteriosa palabra que ejerce la
función de causa, en tan pavoroso momento. Es así como alcanzamos a
acercarnos a esta sagrada y milenaria tradición, que considera a Abraham el
padre de la fe.
112
Endemoniándose:
113
manifieste el enajenamiento. Esto significa que el endemoniado se esconde,
esconde su anhelo, para que nada ni nadie se lo arrebate, así que si se topa
con alguien que quiera desvelarlo, que quiera mostrar la verdad de lo que está
haciendo, se sentirá molesto, atormentado. Resulta que esta verdad, además
de mostrar su intención y su anhelo, lo sacará de su estado de
ensimismamiento. En el caso de este personaje que a simple vista nos parece
un hombre bueno, pues ama a su hijo y quiere darle lo que considera el más
precioso regalo: la fe, es en realidad un endemoniado, pues a diferencia de
Abraham que tiene una infinita confianza en Dios, este hombre, prefiere confiar
en su propia astucia para darle a Isaac el carísimo regalo antes de que muera
en sus manos. Su comportamiento, que no refleja lo que hay en su interior, ni lo
que anhela, sino que fabrica un δαίμων, un ser artificial distinto de sí pero que
habita en sí, para procurarse el fin deseado. Este hombre a diferencia de
Abraham no sólo teme, sino que se angustia, se perturba ante el bien, ante el
mandato divino, y por eso actúa de esta manera.
Entristeciéndose:
114
de morir esteril, era la esperanza de una gran descendencia. El padre y el hijo
caminaban y se iban alejando de la mirada de la madre, hasta desvanecerse
en el horizonte. El largo y silencioso camino de varios días hasta el monte
Moriah, fue recorrido por el taciturno padre que no lograba sostener erguida su
cabeza; ya en el lugar del sacrificio, amarró con tristeza a su hijo, preparó
calladamente el pequeño altar del sacrificio, tomó el puñal y de golpe apareció
el carnero, el cabizbajo hombre, tomó al carnero, desató al niño e inmoló al
animal. Regresaron, padre e hijo a la casa, pero desde este día hasta el final
de su vida, este obediente hombre se sintió un anciano, nunca pudo olvidar lo
que Dios le exigió. El niño creció con esplendor, pero a su padre se le nubló
para siempre la mirada y nunca más volvió a sentir alegría.131
131
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor Op. Cit., p. 23.
115
lograba ver la bondad del acto, se debía a su misma pobreza, no era pues, tan
ignorante, ni tan atrevido como para pensar que su razón fuese perfecta.
Enjuiciándose:
116
su actuar en la facultad de juzgar, pues la ética es por definición la reflexión
sobre el deber ser.
Ocurre que por nuestra naturaleza racional, los códigos de conducta que
adoptamos socialmente, están determinados por los valores que racionalmente
consideramos más apropiados. De este modo, desde las sociedades
consideradas primitivas o que tienen un nivel de tecnología poco desarrollado,
hasta las grandes civilizaciones, se erige un código moral que proviene de lo
que en líneas generales se considera correcto o incorrecto. Del mismo modo,
una persona que actúa éticamente es aquella que en sus actos se ajusta a
estos parámetros generales dados por su sociedad, y que cumplen la función
de lo que llamamos ley.
117
Pero si las cosas resultan así, ¿por qué esta tradición de tantos siglos da
a Abraham una relevancia y un puesto tan importante? Si es esta la mejor
postura que podemos adoptar, tenemos que decir con franqueza que Abraham
está loco, o que posee, algo a lo que no podemos acceder con nuestra facultad
racional.
Después del holocausto que cometieron los nazis contra los judíos,
comenzamos a hacernos una serie de cuestionamientos sobre la escala de
valores que creamos a partir del llamado siglo de las luces, la era ilustrada o lo
que hemos llamado modernidad. Pero este grave evento de nuestra historia,
este fratricidio de talla colosal no parece haber logrado dejar ninguna
enseñanza, pues nuestra escala de valores se sigue formando de la misma
manera, seguimos siendo una sociedad donde esa móvil y acomodaticia
sensatez sigue siendo la pauta.
118
que luego se convirtieron en personajes heróicos de las tragedias griegas, no
hacían más que seguir los códigos morales que se habían establecido en su
sociedad.
119
función del absurdo, no hay ley humana desde la cual pueda justificarse la
acción de Abraham, por lo tanto tampoco habrá forma de comprenderlo, ni de
acompañar sensatamente su acto. Entonces diremos conclusivamente que el
acto de fe no es el que está contemplado y justificado desde la razón humana,
tampoco tiene por qué atentar siempre y necesariamente contra ella.
120
así, ejerce su objetivo, ya que el sistema de orden no se quiebra por esos
pequeños quebrantos de los individuos, sean castigados o no. Al mismo tiempo
el sistema de leyes, ejerce una presión psicológica en el individuo ya que aún
con la voluntad de siempre obrar dentro de la ley, les es imposible cumplir en la
totalidad del tiempo con todos los puntos que establece el código. Por eso es
digno de estudio, el sentimiento de culpa y el sentimiento de inferioridad que el
código puede infligir sobre el individuo, al sentirse incapaz de ser idéntico a la
plenitud de la ley, en este estadio es imposible no sentirse siempre en deuda
con el código. Incluso siendo un forajido, decidiendo ser prófugo de la justicia,
el hombre que se encuentra encerrado dentro de este parámetro ético, carga
encima un peso psicológico que le mantiene sometido, sea para escapar, sea
para cumplir, vive en función de la ley.
Entorpeciéndose:
132
Ib., 24.
121
En este episodio, el personaje protagónico se encuentra tan
desesperado por el cariño y el apego que siente hacia su hijo, que dicho
sentimiento llega a ofuscar el amor que siente hacia Dios y hacia sí mismo.
133
Dice Kierkegaard en el Panegírico de Abraham: “El poeta no puede hacer lo que el héroe
hace, sólo puede admirarlo, amarlo y regocijarse en él.” “…su amor está hecho de admiración”
“Sigue siempre el impulso de su corazón…” en Ib., 25.
122
hijo, es tan poderoso, que deja al padre en la completa debilidad, si la ley o la
fe amenazan este afecto, y le exigen actuar, no tienen manera de reunir la
fuerza para hacerlo. Comúnmente se llama a este sentimiento amor, pero sin
entrar en una definición purista del amor, cuando observamos de cerca esta
actitud que se desvive por el otro, que no tiene fuerzas para hacer el bien ni
hacer lo bueno, sino sólo para porteger y mantener su afecto, encontramos
entonces situaciones en las que esa pusilanimidad termina perjudicando al
mismo objeto del afecto. El héroe, es un objeto muerto, pero cuando hablamos
de idolatrar a una persona y esta persona padece nuestra idolatría, entonces,
no es sólamente perjudicado el idólatra en su debilidad, en este afecto que le
oprime, sino también puede ser perjudicado el ídolo, puede perder el norte de
su amor propio, puede perder el norte en su manera de vincularse con los otros
y con Dios.
123
14
134
Ib., 25.
135
Ib.
124
Ciertamente, al acercarnos al recuerdo del héroe, nos podemos
encontrar con un amor hecho de admiración136, no puede ocurrir lo mismo
cuando miramos a Abraham, ya que no hay admiración posible. Si entendemos
la admiración como el producto de una previa comprensión, entendemos
también que el actuar de Abraham es imposible de comprender por estar en
función de lo que exteriormente percibimos como algo absurdo, algo que
escapa a la racionalidad.
Con esto no quiere decirse que lo que nos une al héroe sea una razón,
por el contrario, el torpe y persistente amor que sentimos por el héroe, por la
estrella de rock o por la estrella de cine es pura pasión, pero una pasión que se
inicia, conscientemente o no, con la admiración y por tanto en la facultad
racional.
136
Ib.
137
Ib.; Luego dirá que puede comprender su actuar, pero como se comprende una paradoja,
cuando dice en este caso que no puede comprenderlo, parece sugerir que no puede
comprenderse desde la sensata razón.
138
Ib., 25.
125
En la vida encontramos guerreros de distintas naturalezas, guerreros
que triunfan por sus propias fuerzas, hay guerreros que triunfan gracias a su
sabiduría, otros que lo hacen gracias a su esperanza, otros gracias a un gran
amor, pero por encima de todos estos, Abraham fue más grande aún porque la
guerra que ganó fue la de hacerse pequeño, su sabiduría fue la locura, su
esperanza fue la absurdidad de las absurdidades y su amor fue una especie de
odio hacia sí mismo; Abraham fue el guerrero que logró vencerse a sí mismo.
Llama la atención que en nuestra época se tiene un pavor sin igual hacia
aquello que no pueda explicarse con la razón. Por ejemplo, el pavor de no
poder explicar lo que en la lógica objetivista se llama paranormal, ha creado
una extensa rama de estudio, que busca desesperadamente distintas hipótesis
que puedan dar cuenta de esos eventos, así calificados. Resulta, entonces,
que el más frío de los científicos desespera teniendo que recurrir a un sin
número de diagnósticos patológicos que le permitan no morir de miedo frente a
los milagros que a veces rodean al hombre de fe y las posibles deducciones
que se derivan al constatar esos fenómenos.
126
objeto animal no podemos utilizar siempre los mismos instrumentos que
utilizamos para aproximarnos a un objeto mineral, para explorar el mundo
microscópico no podemos utilizar un telescopio, pues debemos comprender
también que para aproximarnos al sujeto no podemos utilizar los mismos
instrumentos y metodologías que utilizamos para aproximarnos al objeto.
Abraham, a diferencia del hombre que vive para el ideal ético, busca su
finalidad, y tiene como sentido de su existencia, hacer la voluntad de Dios, lo
que le hace dejar en suspenso la norma. Abraham, a diferencia del héroe, de la
estrella musical o del correctísimo padre, establece una relación directa y
personal con lo divino140.
139
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor Op. Cit., p.25.
140
Es importantísimo advertir sobre este punto, pues ha sido causa de muchos desvíos y malos
entendidos. La obediencia al magisterio de la Iglesia es un deber cristiano y una gracia, pero la
fe misma, la relación personal y directa con Dios y amarle por encima de todo es el sentido
mismo de la existencia cristiana.
127
La fe comienza precisamente allí donde la razón termina141, y este
movimiento es el único que puede traer al hombre la salvación, es el único que
lo saca de su enfermedad mortal142 y llevándolo por caminos que en ocasiones
pueden parecer absurdos o desquiciados, éste hombre halla el reposo en su
confianza absoluta.
141
Søren Kierkegaard, Diario Íntimo Op. Cit., 23.
142
Dirá específicamente que es la fe en Cristo: “… El, el único que puede ayudar y ayudar con
lo único necesario, que libera de la única enfermedad verdaderamente mortal…” en Søren
Kierkegaard, Ejercitación del Cristianismo Op. Cit., 35.
143
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor Op. Cit., p.26.
144
Es necesario distinguir lo que suele entenderse por “ética” y lo que representa esa
determinación del modelo de conducta, ya que la ética se fundamenta en lo racional y este
modelo de conducta se fundamenta y determina por medio de la fe.
145
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor Op. Cit., p.27.
128
la fe misma; y esa salvación146 y plenitud ganadas por la fe, no van referidas
sólo a una vida póstuma, van referidas a esta vida147, en una interioridad de
amplitud infinita148 y de cualidad eterna. Pese a todo, Abraham creyó en
relación a esta vida. Si su fe sólo se hubiese referido a una vida venidera,
habría podido desprenderse fácilmente de todo, apresurándose a abandonar
un mundo percibido como irrelevante, pero no fue así149.
146
La idea original de salvación en la teología hebrea farisaica y en la teología profética judía
no hacían referencia a lo póstumo, alcanzar la salvación en esta vida, en cambio, se
asemejaba a la manera en que hoy se habla de alcanzar la plenitud. Cfr. Paolo Sacchi, Historia
del Juadísmo en la Época del Segundo Templo (Madrid: Trotta, 2004), Capítulo 13.
147
En esta interpretación de Kierkegaard también podemos encontrar una alusión al Evangelio
entendiendo al “Reino de Dios” y “Reino de los Cielos” como la plenitud: “Desde entonces
comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.»”(Mt
4,17) “Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El
Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios
ya está entre vosotros.»” (Lc 17,20-21)
148
En el Tratado de la Desesperación, Kierkegaard hace una descripción de la naturaleza
humana como una síntesis entre lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno.
149
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor Op. Cit., p.27.
150
Ib., 45.
129
Abraham –y todo hombre de fe– no está ni puede estar humanamente
acompañado, está solo en su acción y padeciendo sin posibilidad de ser
compadecido. Aunque la fe cristiana tiene una dimensión comunitaria que es
muy importante, sabemos que su esencia misma parte de una relación
personal con Dios, los apóstoles se mantuvieron juntos mientras seguían al
Maestro. Después de la crucifixión, muerte y resurrección, se reunieron de
nuevo, y aunque partieron de dos en dos a comunicar la buena noticia de
Dios-con-nosotros, seguían comunicados entre sí a través de misivas,
mensajeros y a veces visitas entre ellos. No obstante, Jesucristo les enseñó
que la relación con Dios debía cultivarse en la intimidad personal, les habló del
Dios que observaba en lo secreto la limosna y la generosidad hacia los otros,
les habló de las ofrendas y el ayuno que debía hacerse de manera privada,
oculta. En pocas palabras, les enseñó que como Abraham, la fe aunque podía
compartirse en comunidad, era la relación más íntima que podíamos establecer
y que muchos de los aspectos más importantes de esa relación son
incomprensibles para los otros, aunque sean los más queridos amigos o los
más prominentes pensadores. El mismo hijo de Dios, Dios mismo, rezaba solo
en la montaña como Abraham; Dios Padre, como Abraham, se dispuso a
sacrificar a su amadísimo Hijo, pero Él sí llevó a término este sacrificio.
130
Abraham no puede hablar del propósito de la fe, como hemos dicho: no
hay mediación posible. Cuando comienzo a hablar estoy expresando lo general
y lo que padece Abraham es relativo a la absoluta particularidad, por eso ni
Abraham ni nosotros podemos hablar respecto al propósito más íntimo de la fe,
no existe ninguna expresión de lo general, que esté por encima de la
generalidad propia del lenguaje que el hombre de fe ha transgredido. En este
carácter de la fe, podemos hablar, pero ese habla es sólo una ficción, pues si
hablo y no consigo hacerme entender, en realidad no estoy hablando. Es el
caso de Abraham respecto al sacrificio de Isaac, aunque lo hubiese intentado,
nadie podía comprender el propósito de ir a sacrificar a su amado hijo y el
origen de ese propósito.
151
Ib., 49.
152
Ib., 74.
131
Las personas racionales, ingeniosas suelen presentar dificultades para
moverse hacia la fe, pero tales dificultades no imposibilitan dicho movimiento,
ya que si un entendimiento ordenado y cuidadoso se dedica a enfrentar estas
dificultades con la intención de superarlas, quizás llegue más lejos que el
hombre de pensamientos sencillos que en principio tiene más facilidad para
realizar este movimiento.
153
Ib.
154
Ib., 35.
132
15
133
hombre de fe. Por eso, para todo aquel que, socráticamente, se sienta
ignorante y se encuentre en actitud de apertura ante la posibilidad del saber,
este planteamiento no será, de ninguna manera, escandalizante.
En nuestra época, suele ocurrir, por ejemplo, que para obtener un “bien”
muy valioso, dentro de este mundo socio-sensible, sea suficiente con tener la
cantidad de dinero necesaria para comprarlo, independientemente de que el
comprador sea justo o injusto, o de que el dinero se haya ganado con el propio
trabajo o no.
155
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor (Madrid: Tecnos, 1987), 30.
156
Ib., 58.
157
Cfr. Arthur Schopenhauer, El Arte del Buen Vivir Op. Cit.; Cfr. David Hume, Investigaciones
sobre el Conocimiento Humano (Madrid: Alianza, 2004).
134
menor prestigio, postula también muchos de los principios básicos, que desde
el más sensato análisis, se requieren para llegar a tener una “buena” vida en el
mundo social y sensible del cual participamos.
135
Adicional a lo que hemos dicho es importante mostrar otros datos
importantes relativos al acto o movimiento de fe:
La Concentración
158
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor Op. Cit., 38.
136
máxima apuesta de cualquier hombre que atiende a la voz más íntima de su
subjetividad.
La mundanidad:
137
relación con lo infinito, pero también el dolor de renunciar a lo que ama, y sin
embargo, puede saborear la finitud con el mismo entusiasmo de quien no ha
conocido nada más alto.160
138
mensaje que le fue anunciado, que lo aceptó y que luego tuvo el coraje de
ejecutar una perfecta obediencia haciéndose la esclava de Dios.
Resignación:
161
Ib., 41.
162
Ib., 40.
139
El hombre de fe se lanza al abismo de lo absurdo con los ojos cerrados,
asumiendo la imposibilidad, la limitación propia del ser humano, la finitud; este
asumir la imposibilidad y aceptar el dolor que trae consigo, es la resignación
infinita; pero el hombre de fe no se queda ahí, realiza un segundo movimiento:
la fe, basada en la confianza en Dios, ligada a su vez, al amor que hacia Él
siente, y en ese acto de amor y confianza aparece la posibilidad; de este modo
sabe, aunque desde una absurda esperanza, que Dios le salvará163.
163
Mantengamos la noción de salvación ligada a la plenitud [Paolo Sacchi, Historia del
Judaísmo en la Época del Segundo Templo (Madrid: Trotta, 2004) ], que a su vez vinculamos
con la curación de esa enfermedad mortal.
164
Ib., 38.
165
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 2001,
http://buscon.rae.es/draeI/.
140
vida para proteger a su hijo. Esa forma de amor, que hoy llaman altruismo o
instinto de maternidad, lleva consigo una lógica paradójica, en la cual la madre
ejecuta el máximo acto de amor (hacia su hijo166) en el momento en el que
anula su amor propio y anula su propia vida. Anulando el amor de sí, realiza el
mayor acto de amor, o dicho de otro modo, el amor de la madre hacia el hijo
llega a ser en ese momento: odio a sí misma.
166
Es un ejemplo meramente ilustrativo, porque desde la perspectiva cristiana planteada, un
acto de amor es cabalmente tal, cuando Dios es lo vinculante, y al referirnos a un ejemplo
general, como este de la madre altruista, al ser un ejemplo fuera de la subjetividad, no
podemos determinar en principio, si Dios es lo vinculante o no.
141
La más alta ley judía:
167
Søren Kierkegaard, Temor y Temblor (Madrid: Tecnos, 1987), 52.
168
“el corazón tiene razones que la razón no conoce en absoluto.”Blaise Pascal, Pensées 1671,
Recuperado el 30 de septiembre de 2011, de
http://abu.cnam.fr/cgi-bin/donner_html?penseesXX1.
142
respuesta nos obliga en primer lugar a reconocer que el hombre de fe, puede
equivocarse gravemente en su comprensión de la voz de Dios y tomar por voz
de Dios lo que en realidad es voz de cólera y venganza; pero lo más importante
a este respecto es que el mensaje cristiano se nos ha dado con el fin de alejar
las tinieblas del corazón y la voluntad del hombre de fe. Quien ha leído con
atención el mensaje cristiano no puede sentir la voz de Dios en un mensaje que
le incite a asesinar a otros, antes bien el propio martirio que contra la vida del
amigo o del enemigo; esto significa que si Abraham hubiera recibido el mensaje
evangélico no se habría jamás encaminado a sacrificar a su propio hijo, pero
esto no debe entenderse como una manera más autocomplaciente de vivir la
fe, pues si bien el sacrificio del hijo no será más una exigencia de Dios, sí lo
será el propio camino de la cruz.
169
Sin contradecir lo planteado en esta frase, queremos aclarar que esto no implica el
desprecio de la tradición ni de la autoridad de todos aquellos que como Abraham son “estrella
que sirve de norte y salvación al acongojado.” (Ib., 27.). A fin de cuentas la narración y los
narradores del Evangelio son parte de la tradición en la que Kierkegaard confía para hacer
estas afirmaciones.
143
No hablamos de una ética relativista en la que cada quien se fabrica un
dios a su medida para justificar cualquier acción que le apetezca, tampoco
hablamos de una ética social, del bien común bajo una idea de hombre tan
común que no tiene que ver con ninguno en particular; tampoco hablamos de
una ética impuesta por mayorías alienadas o no alienadas, ni de una ética del
consenso que otorga el poder al que mejor maneje el discurso o al que más
complacencias ofrezca a los miembros de un concejo. El deber absoluto para
con Dios es la moral que subyace en el comportamiento de Abraham y de
Sócrates, y ese deber en cada yo está determinado por su propia relación
particular con lo absoluto.
Actuar en función del Dios que procura nuestra salvación, ese Dios con
quien se logra entablar una relación dentro de la dimensión espiritual, y que
nos mueve a una profunda atención a nuestro mundo interior, es el mismo Dios
que al encarnarse dijo : «cuando ayunes unge tu cabeza y lava tu rostro, para
que los hombres no sepan que estás ayunando.» Esto nos confirma que la
subjetividad es inconmensurable al contrastarla con la realidad objetiva, a la
que incluso tiene el derecho de engañar.170
170
Ib., 72.
171
No afirmamos que sea exclusivamente en él.
172
Cfr. Gal 6,14.
144
Teniendo así presente que lo íntimo es superior a lo exterior, es decir,
que la atención a la propia subjetividad es prioritaria a la entretenida dilación en
el mundo de los objetos, y que además de ser prioritaria es el camino para el
encuentro con la Verdad anhelada por el hombre desde que es hombre.
Corroboramos también la prioridad de este mundo interior al leer aquellas
palabras de Dios hecho hombre: “cuando hagas limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto”, “cuando
ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por
los hombres, sino por tu Padre que está allí en lo secreto”, “cuando vayas a
orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que
está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto te recompensará.”. Es
así como nos enseña el Maestro que debe practicarse el primero de las
mandamientos, es así que cultivamos el amor a Dios, en una intimidad que se
guarda y que exige ser guardada y custodiada.
Orar sin cesar, es otro precepto que nos deja el maestro y que nos
revela de qué manera debemos cumplir el primero de los mandamiento. Y
luego tendríamos que hacer un tratado de teología para explicar
minuciosamente cada uno de los detalles a tomar en cuenta en el cumplimiento
del mandamiento del amor a Dios y del amor al prójimo, pero quedará al menos
enunciada la tarea.
Si ellos piensan que la ley divina fue mal administrada, están juzgando
algo de lo que son incapaces de hacer mejor. Habría que decirles: - Usted
piensa que se administró mal, pues, adminístrelo usted a ver cómo lo haría. La
Iglesia al menos creía en esa ley divina y la respetaba, usted ni siquiera
alcanza a esto. Este relativismo moral, que se desprende de la supuesta
autonomía intelectual inventada por la Ilustración, nos ha llevado a dos guerras
145
mundiales y ésta, la tercera, que es la peor, en donde algunos creen que
asesinar no-nacidos es bueno, donde otros juegan a cambiarse los genitales y
donde el odio reina por doquier. Además, la ley divina que administró la Iglesia,
en ese período, es la misma ley que los judíos administraron desde Moisés
hasta la caída del Segundo Templo.
Sería espléndido que las almas pudieran ‘tomar decisiones’ como las
tomamos durante la vida terrena, pero, ¿si resultase que no?, ¿si resultase que
sin cuerpo nuestra alma tiene una disposición completamente diferente a la que
tiene acá en la Tierra?; ¿si resultase que el alma que siempre se negó a
someterse a Dios durante su vida terrestre, ya sin cuerpo, no pueda ni sepa
cómo someterse a Dios, si no ha practicado este ejercicio durante su vida?
146
ni le hará mal a nadie, confío a Dios que haga el buen efecto en tu alma y que
te dé un impulso duradero.
147
Bibliografía
Balzac, Honoré de. Traité de la Vie Élégante. Paris: Librairie Nouvelles, 1855.
148
Jaeger, Werner. Paideia. México: Fondo de Cultura Económico, 2001.
Kant, Inmanuel. Qué es la Ilustración. Filosofía de la historia. México: Fondo de
Cultura Económico, 1981.
Sacchi, Paolo. Historia del Judaísmo en la época del Segundo Templo. Madrid:
Trotta, 2004.
149
Sartre, Jean P., Martin Heidegger, Karl Jaspers, y Otros. Kierkegaard Vivo.
Madrid: Alianza, 1968.
Fuentes Electrónicas:
150