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CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA *
* Para más detalles, cf. cap. 1, Vol. II de mis Philosophical Papers, Cambridge,
1981. El punto de vista descrito en el texto no es nuevo. Ya era un lugar común
para Boltzmann, Mach, Einstein y Bohr, y contribuyó a las revoluciones científicas
del siglo XX. Comparados con la «revolución» producida por el Círculo de Viena y
sus locuaces oponentes, el racionalismo crítico representa una nueva forma de
primitivismo filosófico.
TRATADO CONTRA EL MÉTODO XVII
Nota: Para algunos comentarios referentes al uso del término 'anarquismo" cf.
nota 12 a pie de página, y el capítulo 16, texto correspondiente a notas 244 ss.
BuenOs Aires, 1965). Lenin se dirige a los partidos y a las vanguardias revolu-
cionarias y no a los científicos y metodólogos. La lección es, no obstante, la misma.
Cf. nota ."i.
- Herbert Butterfield, The Whif; Interprelatio of History, New York, 1965, 66.
' Ihkl.. 2Í.
"* Ihkl.. 25; cf. Hegel, Philo.\opbie der Ge.xchichle. Wcrke. vol. 9, ed. Edward
Gans, Berlin, 1837, 9: "Lo que enseña la experiencia y la historia es lo siguiente:
las naciones y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia, y nunca han
actuado según las reglas que podrían haber inferido de ella. Cada período posee
circunstancias peculiares tales, y se encuentra en una situación individual tal, que
habrán de tomarse decisiones, y tomar decisiones es lo único que puede hacerse, en
él y fuera de éV. —'Muy lúcido", 'sutil y muy lúcido': escribe Lenin en sus notas
marginales a este pasaje (Collected Work.t. vol. 38. London, 1%2, 307).
•^ Se ve con toda claridad cómo unas pocas sustituciones pueden convertir una
lección política en una lección metoJolóf;icu. Esto no es, en absoluto, sorpren-
dente. Tanto la metodología como la política constituyen medios por los que nos
movemos de una etapa histórica a otra. La única diferencia consiste en que las
metodologías standard pasan por alto el hecho de que la historia produce cons-
tantemente nuevas formas. También puede verse cómo un individuo, tal como
Lenin, que no esté intimidado por barreras tradicionales y cuyo pensamiento no
esté ligado a la ideología de una profesión, puede dar un consejo útil a todos,
filósofos de la ciencia incluidos.
INTRODUCCIÓN 3
'' Albert Einstein, Alherl Einstein: PlUtosoplier Scientist, ed. P. A. Schilnp New
Yorlt, 1951, 683 s.
4 PAUL FEYERABEND
por compresión, al igual que el pie de una dama china, cada parte
de la naturaleza humana que sobresalga y que tienda a diferenciar
notablemente a una persona del patrón' de los ideales de racio-
nalidad establecidos por la ciencia, o por la filosofía de la ciencia.
El intento de aumentar la libertad, de procurar una vida plena y
gratificadora, y el correspondiente intento de descubrir los secretos
de la naturaleza y del hombre implican, por tanto, el rechazo de
criterios universales y de todas las tradiciones rígidas. (Ciertamen-
te, también implican el rechazo de una gran parte de la ciencia
contemporánea).
Es sorprendente comprobar cuan rara vez ha sido analizado
por anarquistas profesionales el efecto embrutecedor de 'las Leyes
de la Razón' o de la práctica científica. Los anarquistas profesio-
nales se oponen a cualquier tipo de restricción y piden que se
permita al individuo desarrollarse libremente, desembarazado de
leyes, obligaciones o deberes. Y sin embargo aceptan sin protesta
alguna todos los rígidos criterios que científicos y lógicos imponen
a la investigación y a toda actividad que produzca conocimiento o
lo cambie. A veces, las leyes del método científico, o aquello que
un escritor particular concibe como leyes del método científico,
han sido insertadas en el mismo anarquismo. 'El anarquismo es
una concepción del mundo que se basa en una explicación mecáni-
ca de todos los fenómenos', escribe Kropotkin'". Su método de
investigación es el de las ciencias naturales exactas... el método de
inducción y deducción'. 'No está nada claro', escribe un profesor
moderno 'radical' de Columbia", 'que la investigación científica
exija una libertad absoluta de palabra y de debate. Por el contra-
rio, la evidencia sugiere que ciertos tipos de esclavitud no suponen
ningún obstáculo en el camino de la ciencia...'
1. P A N O R A M IC A
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de u n a filosofía de la ciencia; la autoridad de la
ciencia co m p arad a con o tras form as de vida; la
au to rid ad de las tradiciones en general y el papel
del p ensam iento científico (filosofía, religión, m eta
física) y de los ideales abstractos (por ejem plo, el
hum anitarism o).
2. LA E ST R U C T U R A D E LA C IEN C IA
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fico p ara la ciénaga en que va a penetrar. Tal p ro
cedim iento le d ará una idea general de la riqueza
del proceso histórico en que él quiere influir; le
an im ará a d ejar atrá s cosas infantiles, com o la
lógica y los sistem as epistem ológicos; le ay udará a
pensar en d erro tero s m ás com plejos, y esto es to d o
lo que podem os hacer, dada la naturaleza del m ate
rial. U na teo ría que p retenda m ás perderá el co n
tacto con la realid ad precisam ente cu an d o debería
ser p uram ente n o rm ativa. N o sólo las norm as son
algo que no usan los científicos: es imposible obede
cerlas, lo m ism o que es im posible escalar el m onte
Everest usando los pasos de ballet clásico.
Las ideas expuestas (ilustradas con ejem plos his
tóricos en TCM ) no son nuevas. Las encontram os
en B oltzm ann, M ach, D uhem , Einstein y tam bién,
de una form a filosóficam ente desecada, en W itt-
genstein. E stos científicos y o tro s antes de ellos han
exam inado abstracciones com o «espacio», «tiem po»,
«substancia», «hecho», «espíritu», «cuerpo», y las
en co n traro n defectuosas. Ni las m ism as leyes de la
lógica q u ed aro n exentas de sus dudas, y, p o r ejem
plo, B oltzm ann las consideraba com o ayudas tem
porales al pensam iento que p ro n to serían sustitui
das p or leyes m ejores
Estos científicos creían que todo lo que influye en
la ciencia debe tam bién ser exam inado p o r ella.
H acer ciencia no significa resolver problem as sobre
la base de condiciones externas previam ente co n o
cidas, po n er restricciones a la investigación y capa
citarnos p ara an ticip ar propiedades generales de
to d as las posibles soluciones (por ejem plo, todas las
soluciones son «racionales» y conform es a las leyes
de la «lógica»); significa a d a p ta r cualquier conoci
m iento que un o tenga y cualquier instrum ento
(físico, psicológico, etC:) que uno use a las ideas y
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exigencias de un particu lar estadio histórico. Un
científico no es un sum iso tra b a ja d o r que obedece
piadosam ente a leyes básicas vigiladas p o r sum os
sacerdotes estelares (lógicos y /o filósofos de la cien
cia), sino que es un oportunista que va plegando los
resultados del p asad o y los m ás sacros principios
del presente a un o u o tro objetivo, suponiendo que
llegue siquiera a prestarles atención 2. Los princi
pios generales pueden desem peñar un papel, pero
son usados (y, todavía con m ayor frecuencia, a b u
sados) de acuerdo con la situación concreta de la
investigación. Es inútil intentar «explicar» o «justi
ficar» o «presentarlos sistem áticam ente» y los cien
tíficos q ue acab o de m encionar llam an realm ente
a sus invenciones «aperçus» u «observaciones m ar
ginales» o incluso «jokes» (brom as) 3. Especial
m ente, M ach rehusaba h ablar de «filosofía». En la
m edida en que el científico está interesado, hay
tam bién investigación, hay m étodos em píricos ilus
trados históricam ente p ara científicos del futuro, y
no hay m ás que hablar.
Los e sq u em atism o s de la lógica form al y de la lógica
inductiva tienen sólo poca u tilid ad p a ra la investiga
ción, p o rq u e la situación intelectual jam á s se repite de
la m ism a fo rm a. Sin em b a rg o , los ejem plos de los
g ran d es científicos son m uy estim ulantes, y así es
co m o se d a el in te n to de realizar experim entos m en ta
les a su m an era. E sta es, pues, la fo rm a en que gene
raciones po sterio res han hecho a v an z ar a la ciencia [...]4.
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T odas las ciencias, psicología, fisiología incluida,
co lab o raro n en el exam en de categorías trad icio n a
les, com o la categoría de una existencia objetiva, y
el estudio de la historia se ad a p ta al m ism o p ro p ó
sito 5. Incluso las leyes m ás fundam entales del pen
sam iento pueden ser derribadas en el curso del
cam bio científico. Esto no fue p alab rería vacía; se
trató de ideas fecundas: la revolución de la física
m oderna hub iera sido im posible sin ellas 6. Surgió
entonces una física que no era ya un esquem a de
predicciones, sino una concepción filosófica, y esta
concepción, a su vez, no era sim ple verbalism o inte
lectual: estaba llena de contenido concreto.
A hora bien, es interesante contem plar cóm o esta
fecunda colaboración entre pensam iento filosófico,
estudio histórico e investigación científica cesó
repentinam ente y fue sustituida por un nuevo prim i
tivism o filosófico 1. C ircundados p o r descubrim ien
tos revolucionarios en el cam po de las ciencias, por
interesantes p u n to s de vista en las artes, p o r sor
prendentes desarrollos en política, los «filósofos»
del C írculo de Viena se retiraron a un estrecho y
mal construido bastión. Se rom pieron los lazos con
la historia; dejó de usarse el tra ta r tem as distantes
p ara solucionar problem as filosóficos; se im puso
una term inología ajena a las ciencias, así com o
problem as sin relevancia científica 8. D espués de un
largo p erío d o de tiem po, Polanyi y luego K uhn fue
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ron los prim eros pensadores qué co m p araro n la
filosofía escolar resultante con su pretendido objeto
— la ciencia— y m ostraron así su carácter de ilu
sión. E sto no m ejoró la situación. Los filósofos no
volvieron a la historia. N o a b a n d o n aro n las c h a ra
das lógicas que eran su negocio actual. Las enrique
cieron con nuevos gestos vacíos, la m ayoría to m a
dos de K hun («paradigm a», «crisis», «revolución»,
etcétera), sin tener encuenta el contexto, y com pli
caron su doctrina, pero no la acercaron más a la
realidad 9. El positivism o pre-kuhniano era infantil,
pero relativam ente claro (esto incluye a P opper que
es un positivista en todos los aspectos relevantes).
El positivism o post-kuhniano ha perm anecido sien
do infantil, pero adem ás es muy oscuro.
Im re L ak ato s fue el único filósofo de la ciencia
que se enfrentó seriam ente con el desafío de Kuhn.
C o m b atió a K uhn sobre su propio fu n dam ento y
con sus p ro p ias arm as. A dm itió que el positivism o
y el falsificacionism o ni ilum inan al científico ni le
ayudan en su investigación. Sin em bargo, negó que
ad en trarse m ás en la historia fo rzara a u n a relativi-
zación de todos los estándares. Esa puede ser la
reacción de un racionalista confuso que se enfrenta
p o r p rim era vez a la historia en todo su esplendor.
Pero un estudio m ás p ro fundo del m ism o m aterial
m uestra que los procesos científicos com parten una
estru ctu ra y obedecen a reglas generales. H ay una
teo ría de la ciencia y, m ás generalm ente, u n a teoría
de la racio n alid ad p o r la que el pensam iento pene
tra en la historia de una form a legítima.
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En TCM, así com o en el capítulo 10 del volum en
II de mis Philosophical Papers (C am bridge 1981) he
in ten tad o refu tar esta tesis. Mi form a de proceder
fue parcialm ente ab stracta, consistiendo en una crí
tica de la interpretación de la historia hecha por
L akatos, parcialm ente histórica. A lgunos críticos
niegan que mis ejem plos históricos apoyen mi causa
(abajo serán trata d as sus objeciones). Sin em bargo,
si estoy en lo ju sto — y me hallo b astan te seguro de
ello— , entonces es necesario volver a la posición de
M ach y Einstein. Entonces es im posible una teoría
de la ciencia. Sólo existe un proceso de investiga
ción, y hay to d o tipo de reglas em píricas que nos
ayudan en n u estro in ten to de avanzar, pero que tie
nen que ser siem pre exam inadas p a ra asegurar que
siguen siendo útiles 10.
C on esto tenem os una sencilla respuesta a las
diversas críticas que o me corrigen p o r oponerm e a
las teorías de la ciencia y p o r llegar a desarrollar yo
m ism o u na teoría, o me reprenden p o r n o d a r «una
determ inación positiva de aquello en que consiste
una buen a ciencia» (D iederich): si un conjunto de
reglas em píricas es llam ado «teoría», entonces,
desde luego, yo tengo una teoría —pero esto difiere
considerablem ente de los antisépticos castillos so ñ a
dos de K ant y Hegel o de las perreras de C arn ap y
Popper. Por o tra p arte, M ach y W ittgenstein care
cen de un im ponente edificio m ental, de un «sis
tem a», com o les gusta decir a los alem anes, no p o r
carecer de potencia especuladora, sino p o r haberse
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p ercatad o de que los «sistem as» po d rían ser la
m uerte de las ciencias (artes, religión, etc.) u . Y las
ciencias n aturales, especialm ente la física y la a stro
nom ía, introducen el argum ento, no porque yo esté
«fascinado p o r ellas», com o han no tad o algunos
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críticos, sino p o rq u e son el tem a en cuestión:
m atem áticas, física y astronom ía fueron las arm as
que u saro n los positivistas y sus angustiados a n ta
gonistas, los racionalistas críticos, p a ra asesinar
o tras filosofías; a h o ra esta arm a se vuelve co n tra
sus utilizadores y dispara contra ellos llfl.
T am poco h ab lo de progreso p o rq u e yo crea en él
o sepa lo que significa, sino con el p ro p ó sito de
crear dificultades a los racionalistas, que son, pues,
los am antes del progreso (utilizar una reductio ad
absurdum no im plica que el argum entante tenga que
acep tar las prem isas 12 [cf. TCM, página 12]). En lo
que concierne al lem a «todo sirve», sin em bargo el
asu n to es m uy sencillo. En TCM, esta consigna sólo
aparece u n a vez y yo explico lo que significa {TCM,
página 12):
A quienes co nsideren el rico m aterial que p ro p o r
ciona la h isto ria y no intenten em pobrecerlo, p a ra d a r
satisfacción a sus m ás bajos in stin to s y a su deseo de
se g u rid ad in telectual con el p re te x to de c la rid a d , p re
cisión, «objetividad», «verdad», a esas p e rso n as les
p a rec erá que sólo hay un principio que puede defen
derse bajo cualquier circunstancia y en todas las etap as
del d e sa rro llo h u m an o . M e refiero al p rin cip io todo
sirve.
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lo ad o p to , p ero describo sim plem ente el destino de
un am an te de los principios que tom a en considera
ción la historia: el único principio que le queda será
el «todo sirve». En la página 17 de T C M (y lo
repito en E F M y en C SL) he rechazado explícita
m ente la p rim era in terp re tació n . Yo escribo ahí:
Mi in ten ció n n o es su stitu ir un c o n ju n to de reglas
generales p o r o tro c o n ju n to ; p o r el c o n tra rio , mi
intención es convencer al lecto r de que todas las m eto
dologías, incluidas las m ás obvias, tienen sus lím ites u .
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La situación se clarifica aún m ás si se consideran
las siguientes circunstancias 15.
D espués de p ro d u cir la consigna «todo sirve»,
escribí: «Este principio debe ah o ra ser exam inado y
explicado en sus detalles concretos (TC M , pági
na 12). Lo que quiere decir: el principio carece
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to davía de contenido. Su contenido lo adquiere
m ediante un análisis de procesos concretos, lo
m ism o que el concepto de R enacim iento, p ara
to m ar un ejem plo histórico, recibe su contenido
desde la investigación histórica, que tra ta situacio
nes m uy diferentes y com plejas. Los procesos h istó
ricos a que aludo son, desde luego, estudios de
caso. Estos estudios m uestran cóm o C opérnico,
New ton, G alileo, los presocráticos y Einstein logra
ron lo que hoy es conocido com o sus éxitos. Los
d erro tero s que siguieron no carecían de dirección, y
todos ellos tenían ideas m uy concretas sobre sus
m étodos, aunque las ideas a las que llegaron fueron
muy distintas de sus puntos de partida. T am poco
p u d o preverse la dirección final de la investigación.
N adie conocía de antem ano los virajes y vueltas que
ten d ría que hacer; nadie preveía los m étodos que
ten d ría que utilizar en el curso del viaje, p ero nues
tros viajeros no dudaron y se ad en traro n valerosa
m en te en t i e r r a d e n a d ie . R e tro s p e c tiv a m e n te
podem os con frecuencia identificar itinerarios bien
definidos; podem os retrazarlos en detalle y con pre
cisión (TC M , capítulo 11), pero estos itinerarios
difirieron considerablem ente de las heliografías de
los filósofos (ver las m alhum oradas objeciones de
D escartes a G alileo en TCM, página 53) y no eran
conocidos previam ente. O portu n id ad , actividad h u
m ana, leyes n aturales, circunstancias sociales; to d o
esto co n trib u y ó de la form a m ás curiosa y asom
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b rosa a llevarles a sus objetivos. P or esta razón, los
estudios de caso tienen un resultado positivo y o tro
negativo. El resu ltado negativo es que se violan y
hay que violar m uchos estándares si querem os
obtener lo que ah o ra consideram os ser logros de
im portancia. N o hay estándares que tengan un con
tenido y den una explicación correcta de todos los
descubrim ientos hechos en las ciencias. El resultado
positivo es que m étodos que hoy parecen poseer
cierta racio n alid ad e integridad (estas cosas, sin.
em bargo, ten ían un aspecto muy distinto cuando se
las usó p o r prim era vez [cf. M argolis]) tuvieron
éxito y pueden ser considerados com o útiles reglas
em píricas p ara la investigación del futuro. (Estoy
muy lejos de recom endar la elim inación de todas las
reglas y m étodos de las que intento explicar cóm o
ayudaron a conseguir los éxitos pasados, es decir,
sobre qué acciones fueron posibles dichos éxitos; yo
solam ente hago n o ta r que los éxitos se dieron bajo
condiciones específicas prácticam ente desconocidas,
que n o sotros frecuentem ente no com prendem os a
dónde se dirigían y que su repetición no sólo no es
una cosa n atu ral, sino algo b astante im probable;
adem ás, que las ideas sobre éxito y progreso cam
bian de u n episodio de la investigación al próxim o.)
Sólo pocos lectores han escuchado mi advertencia
y han p restad o atención a los estudios de caso. La
m ayoría de los críticos parecen haber suspendido su
lectura después del prim er «todo sirve». P ara ellos,
los estudios de caso o han debido ser dem asiado
difíciles 16, o dem asiado detallados, o, si es que han
tom ado el vacío in terno en sus cabezas com o pauta,
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han debido pen sar que el vacío y el principio sin
explicar eran ya la m ism a cosa.
H ay o tra razón que justifica el que no se tom en
los ejem plos seriam ente. Se b asa en una idea que
desem peña un im p o rtan te papel en todas las trad i
ciones racionalistas y que puede expresarse diciendo
> que lo que importaría en una argumentación no son
los ejemplos mismos sino sus descripciones abstractas.
D esde luego, las descripciones deben ser exam ina
das co m p arán d o las con los ejem plos. Sin em bargo,
si son verdad, entonces su fuerza argum entativa es
independiente de una estrecha fam iliaridad con tales
ejem plos. La idea se viene abajo con las obras de
arte. P ara ju zg ar logros artísticos, uno tiene que
fam iliarizarse con ellos; no b astan las descripciones,
p o r «verdaderas» y «bien confirm adas» que sean.
A hora bien, un o de los principales p u n to s del análi
sis de las ciencias en M ach, de la actitud de Einstein
an te la investigación científica, de la filosofía de
B ohr, así com o de los dos libros que ycr he escrito
p ara defender a estos pensadores, es que precisa
m ente en esta problem ática es donde las ciencias se
asem ejan a las artes. O que, p a ra expresarlo de u n a
fo rm a algo p arad ó jica, la ciencia en su mejor
aspecto, es decir, la ciencia en cuanto es practicada
por nuestros grandes científicos, es una habilidad, o
un arte, pero no una ciencia en el sentido de una
empresa «racional» que obedece estándares inaltera
bles de la razón y que usa conceptos bien definidos,
estables, «objetivos» y por esto también independien
tes de la práctica. O, p ara utilizar una term inología
to m ad a del g ran d eb ate sobre la distinción entre
«G eistesw issenschaften» (Ciencias del espíritu) y
«N aturw issenschaften» (Ciencias de la naturaleza),
no existen «ciencias» en el sentido de nuestros racio
nalistas; sólo hay humanidades. Las «ciencias» en
cuanto opuestas a las humanidades sólo existen en las
cabezas de ¡os filósofos cabalgadas por los sueños.
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Este resu ltad o ten d rá luego su im portancia cu an d o
trate de la política.
Los co m entarios de los tres últim os p árrafo s no
sólo se aplican a los críticos que se oponen al «todo
sirve», sino tam b ién a los au to res que lo siguen y
que quieren utilizarlo en provecho propio. En este
caso, mi objeción es que la ausencia de estándares
«objetivos» no hace la vida m ás fácil: la dificulta
aún más. Los científicos no pueden seguir ap o y án
dose en reglas de pensam iento y acción bien defini
das. No pueden decir: nosotros poseem os ya los
m étodos y estándares p a ra u n a investigación correc
ta; to d o lo que necesitam os es aplicarlos. P orque
según la visión de la ciencia defendida p o r M ach,
B oltzm ann y Einstein, y que yo he presentado de
nuevo en TCM, los científicos no sólo son respon
sables de u na aplicación adecuada de los estándares
existentes, sino que además son responsables de esos
mismos estándares. Ni siquiera puede uno referirse a
las leyes de la lógica, p o rq u e pueden darse circuns
tancias que nos fuerzan a revisarlas tam bién (p o r
ejem plo, la m ecánica cuántica analizada p o r Von
N eum ann y B irkhoff, p o r Jau c h y P irón, p o r Pri
mas y otros). H ay que recordar esta situación
cuando consideram os la relación entre los «grandes
pensadores», p o r un lado, y los editores, benefacto
res e instituciones científicas, p o r o tro . Antes, los
científicos con ideas inusitadas y las instituciones a
las que pedían ay u d a com partían ciertas ideas gene
rales, y to d o lo que tenía que hacer un científico
que necesitaba dinero era m ostrar que su investiga
ción, ap a rte de contener ciertas sugerencias origina
les, estaba de acu erdo con estas ideas. Ahora, los
científicos y sus jueces tienen tam bién que argum en
ta r acerca de principios; no pueden confiar ya en
tópicos establecidos (su intercam bio es «libre», no
«guiado» [CSL, p ágina 28]). En esta situación, la
petición de los científicos «anarquistas» de «m ayor
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libertad» puede interpretarse de dos form as: se la
puede considerar com o deseo de que se realice una
discusión científica libre no ligada a regla específica
alguna, pero que intenta (cf. de nuevo CSL,
pág in a 28) llegar a una base com ún. O puede in ter
pretarse tam bién com o exigencia de que se acepten
ideas de investigación sin examen alguno sim ple
m ente p a ra h acer la vida m ás fácil a grandes e in u
sitadas m entes (o en la m ayoría de las veces a gente
que pretende tener tales cabezas). Siguiendo la
arg u m en tació n de T C M y de CSL, el segundo tipo
de petición puede apoyarse en la puntualización de
que las ideas absurdas e inusitadas frecuentem ente
han llevado al progreso. La argum entación pasa
p o r alto que los jueces, editores, benefactores pue
den utilizar la m isma fo rm a de razonar: el statu quo
tam bién ha llevado al progreso y el «todo sirve»
tam bién se aplica a sus defensores. P or esto es nece
sario ofrecer algo m ás que la arrogante petición de
m ayor libertad. Los estudios de caso m uestran que
los científicos rebeldes verdaderam ente ofrecieron
m ucho m ás. G alileo, p o r ejem plo, no se contentó
con quejarse y resignarse: intentó convencer a sus
adversarios con los mejores m edios de que disponía.
Estos m edios frecuentem ente diferían de los proce
dim ientos tradicionales —aquí se encuentra la com
ponente an arq u ística de la investigación de G ali
leo— , pero con frecuencia tuvieron éxito. Y no
olvidem os que una plena dem ocratización de la
ciencia incluso h a rá m ás difícil la vida a los auto-
proclam ados descubridores de G randes Ideas. P or
que éstos ten d rán que dirigirse a gentes que no
com parten precisam ente su interés p o r la ciencia.
¿Qué h arán nuestros «anarquistas» que am an la
libertad en tales circunstancias? Sobre to d o cuando
sus adversarios no son ya odiados personajes de
alto co turno, sino ciudadanos libres queridos por
todos.
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