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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

UNIVERSIDAD DE JAÉN
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Empatía y Autismo: Una


revisión Bibliográfica.

Alumno/a: María Castilla Ortiz

Tutor/a: Ángeles Agüero Zapata


Dpto.: Psicobiología

Junio, 2021
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Índice

Resumen y palabras clave/ Abstract and key words. Pág. 3


Introducción. Pág. 4
Hipótesis de las neuronas espejo, la teoría de la mente y el autismo. Pág. 11
Estudios relevantes sobre la empatía y el autismo. Pág. 16
Desarrollo normotípico de la empatía. Pág. 22
Diferencias de empatía según el género. Pág. 24
Líneas actuales de investigación sobre empatía y autismo. Pág. 27
Conclusiones. Pág. 28
Referencias bibliográficas. Pág. 30

2
Resumen:

El concepto empatía ha estado en el punto de mira desde la primera vez que se


utilizó, por innumerables autores y desde distintas perspectivas. Por ello se hace un breve
recorrido a través de la historia de los autores más relevantes y sus contribuciones sobre este
constructo. Seguidamente se exponen las zonas cerebrales relacionadas con este término y las
posibles explicaciones halladas en relación al autismo. Posteriormente se realiza un recorrido
a través del tiempo de los autores que han trabajado sobre el autismo y sus contribuciones. Se
trata la hipótesis de las neuronas espejo, la teoría de la mente y el autismo, así como las
posibles diferencias de empatía por género. Este trabajo pretende realizar una revisión
bibliográfica de documentos de carácter científico, así como de investigaciones y
publicaciones de este ámbito, bajo el fin de enunciar dichos hallazgos facilitando su
comprensión.

Palabras clave: empatía, autismo, neuronas espejo, teoría de la mente, género.

Abtract:

The concept of empathy has been in the spotlight since the first time it was used, by
countless authors and from different perspectives. For this reason, a brief journey is made
through the history of the most relevant authors and their contributions to this construct. Next,
the brain areas related to this term and the possible explanations found in relation to autism
are exposed. Subsequently, a journey through the time of the authors who have worked on
autism and their contributions is made. The mirror neuron hypothesis, theory of mind, and
autism are covered, as well as possible gender differences in empathy. This work aims to
carry out a bibliographic review of documents of a scientific nature, as well as research and
publications in this field, in order to state said findings, facilitating their understanding.

Key words: empathy, autism, mirror neurons, theory of mind, gender.

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Introducción:

Son muchos los autores que se han dispuesto a dar la definición más correcta del
término empatía o la han usado para dotar de significado a sus teorías, dando lugar a un
persistente debate sobre cuál de ellas ha sido la forma más correcta.
Según Jeremy Rifkin, un famoso sociólogo, en el año 1909 se empezó a utilizar el
término empatía como elemento innovador, coincidiendo en este mismo año con la primera
traducción de esta palabra al alemán de la mano de Tichener (Olmedo y Montes, 2009).
Más tarde, en el 1914, aparece el Role-playing de la mano de J. L. Moreno. Este autor
piensa que se debe considerar la importancia de la empatía en el uso de esta técnica, también
conocida como técnica de dramatización o de roles, puesto que sin ella no podría haber
conducta ni conciencia social. Abriendo así un nuevo pensamiento encaminado no solo a la
propiocepción, sino también a la forma en la que los seres humanos piensan de los demás
(Olmedo y Montes, 2009).
En el 1924 Theodor Lipps acuñó el término de empatía desde un prisma más
psicológico, para poder describir cómo explicaban las personas el sentimiento que les
ocasionaban otras, dependiendo de su apariencia física, e incluso qué sentimientos les
despertaban diferentes objetos cuando los observaban (Olmedo y Montes, 2009).
Schopenhauer también habló de este concepto, pero desde un enfoque más general,
puesto que para este autor los seres humanos empatizamos los unos con los otros en muchos
aspectos, pero sobre todo cuando hay sufrimiento (Olmedo y Montes, 2009). Esto debe
entenderse poniendo de referencia la filosofía de vida de este autor, la cual se basa en el amor
al prójimo.
En 1934, Mead en busca de conseguir una nueva perspectiva que lograra explicar
porqué los individuos nos comportamos de una forma u otra y poder describir que ocurre
desde una perspectiva social, sin aislar al individuo, publica su obra Role-Taking (Olmedo y
Montes, 2009). En esta obra el autor junto con Jean Piaget, pretende potenciar el estudio de
los roles sociales como una variable que afecta a la comunicación entre las personas, así como
aclarar dicho constructo (Robert, Kelley, Osborne, & Hendrick, 1974). Posteriormente,
debido al impulso que surge con la utilización de la empatía en otras teorías, G. Mead decide
cambiar su teoría añadiendo a la misma dos factores, que según este autor deberían ser
estudiados, puesto que la influencia de estos dos factores podría hacer que varíe la empatía

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(aumentándola o disminuyéndola), y son: las relaciones interpersonales del individuo y los
factores sociales.
Sigmund Freud también adquirió este término dentro de su teoría psicoanalista en
1953, como un talento que posee el ser humano y que se transfiere genéticamente, el cual dota
al portador de la competencia de poder comprender, tanto al entorno como a sí mismo, poder
relacionarse con su entorno y las diferentes personas que formen parte de él, y reaccionar
antes los distintos estímulos que se le presenten (Olmedo y Montes, 2009). Aunque este autor
apunta de esta forma en su teoría, no usa este concepto como eje central de la misma, sino que
utiliza el yo, el ello y el superyó, para explicar cómo el ser humano forma su identificación
personal, así como que dependiendo de la formación que tenga la persona obtendrá un
desarrollo sano o alterado.
Coincidiendo la descripción de Freud con la de Hoffman, se puede observar que
ambos siguen la misma vertiente psicológica, pero no determinan la empatía de la misma
forma, puesto que para este autor la verdadera aptitud era el altruismo y la empatía surgía una
vez adquirida genéticamente la primera (Roda, 2019).
Haciendo una breve comparativa entre los autores psicoanalistas y G. Mead, se ha de
destacar que para este último la importancia está en lo cognitivo y no en el subconsciente
como pensaban los dos anteriores. Es decir, es un constructo cognitivo. Discrepando de esto,
autores como Watson, que considera que la empatía es independiente y congénita de la raza
humana (Rivera & Triana, 2014). Estimando pues, que el ser humano no necesita la vivencia
propia de un hecho para lograr comprenderlo.
Siguiendo la historia, el primer autor que consideró la empatía con un enfoque
multidimensional fue Davis en el año 1983, es decir, a partir de ese año se consideró que la
empatía era una mezcla formada por elementos emocionales y cognitivos (I. Fernández-Pinto,
B. López-Pérez y M. Márquez, 2008).
Después de todas las perspectivas tratadas con anterioridad, actualmente se puede
definir la empatía según el diccionario de la Real Academia Española (2021) como, el sentirse
identificado con una persona u objeto además de poseer la capacidad de identificarse y
compartir los mismos sentimientos. Dentro de esta definición queda encuadrada la imitación
del ser humano, de las acciones que realizan las personas de su entorno y que el individuo
poco a poco va interiorizando y adquiriendo para realizarlas en un futuro.
Si quisiéramos equiparar los comportamientos que hace una persona con empatía de
otra que no la posee, o no en el mismo grado, los que poseen empatía presentan de forma
inconsciente un mayor grado de reproducción de los comportamientos, posturas y

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manierismos, así como de expresiones faciales y verbales. Siendo estos los que actúan a modo
de cimientos de este complejo término que conocemos como empatía y que algunos autores
confunden con la mera imitación, como podrían ser las conductas intrínsecas que poseen los
recién nacidos (Meltzoff y Moore, 1977).
La activación de la empatía según distintos estudios, se produce de forma automática y
produce en la persona que está viendo una conducta o suceso concreto, una respuesta
fisiológica concreta producida por una representación mental del suceso observado. Estos
descubrimientos hacen de la empatía un fenómeno social, que ha estado en el punto de mira
de numerosos autores. Eisenberg (Zhou, Valiente y Eisenberg, 2003) postuló que para que
una persona se desarrolle moralmente, debe comprender la situación que está observando y
ponerse en el lugar de esa persona, dotándola así de empatía y capacidad de poder realizar una
respuesta empática. Para ello esa persona debe acudir a su memoria y a la información que
está accediendo a su cerebro (input) por los distintos canales sensoriales, para obtener una
buena perspectiva y darle la mejor respuesta empática posible, facilitando la capacidad de
percibir tanto las sensaciones como las emociones propias y ajenas. La persona empática
posee la capacidad de adecuarse al contexto en el que se encuentra, favoreciéndose así su
supervivencia en la sociedad y por lo tanto adquiriendo a su vez la flexibilidad necesaria para
adecuarse al contexto, situación y a la persona con la que se encuentre, al igual que el cargo
que tenga la misma.
El poder comprender el mundo que nos rodea hace que las interacciones sociales sean
mejores y más fluidas, al igual que los procesos básicos que necesitamos para sobrevivir, tales
como la percepción, interpretación, recuerdo y respuestas ante los estímulos externos, se
produzcan de forma más rápida y eficaz. Estos procesos que se realizan de forma automática
y sin esfuerzo, hacen que se realicen las inferencias y creencias de cada individuo,
demostrando así la interdependencia existente entre la cognición de la persona y la conducta
que realiza. Dichos procesos estarían incluidos en áreas cerebrales relacionadas con el
reconocimiento y procesamiento emocional, la percepción propia y ajena, la interiorización de
las normas sociales, así como de donde llevar a cabo esas normas. Además de involucrar la
teoría de la mente, de la que hablaremos posteriormente y el estilo atributivo.
Estas atribuciones desembocaron en la creación de los modelos más actuales de la
neurociencia de la empatía, que la definen como parte motora, perceptiva y emocional que se
activan en un individuo tras la observación de un suceso y la activación de dicho suceso en su
memoria dando lugar a diversos procesos mentales.

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El descubrimiento de las neuronas espejo fue un hallazgo muy importante para la
neurociencia de la empatía y fue el impulso que necesitaban diversos estudios sobre este
término. Gracias a estos estudios hoy sabemos que hay neuronas espejo en las cortezas
Premotora y Parietal que se activan cuando se observa una determinada acción o cuando esa
misma conducta se lleva a cabo por otra persona, insinuando que el sistema nervioso
representa las acciones que observamos en la sociedad en el sistema motor del sujeto
observador (Seitz, Nickel y Azari, 2006). Concretamente, las neuronas del lóbulo parietal
inferior no solo tienen la capacidad de codificar el sistema motor, sino que además logra
comprender las acciones e inferir porque se realizan, incluso poseen la capacidad de activarse
antes de la acción adelantándose así a la misma. Esto posee una implicación adicional, puesto
que esta corriente que se produce por las neuronas espejo, se puede observar incluso cuando
la descripción visual o la visualización de una conducta u acción no sea completa,
relacionándose así plenamente con la Teoría de la Mente. Es decir, estas neuronas podrían
explicar cómo el ser humano es capaz de meterse en la mente de los demás, entenderla y
reproducir una acción a modo de respuesta, favoreciendo la conducta social (Seitz, Nickel y
Azari, 2006).
Otros estudios han demostrado que hay además mecanismos fisiológicos que implican
a neuronas específicas y sistemas neuronales que hacen que se produzcan los diferentes
constructos sociales y representaciones cognitivas.
Las primeras investigaciones no estaban dotadas de suficientes evidencias científicas que
aclararan si los componentes clave de la empatía (parte cognitiva y parte emocional)
interactuaban entre sí o eran independientes, pese a que se sabía que sus circuitos reguladores
eran diferentes. Ambos componentes fueron estudiados mediante neuroimagen cerebral por
diferentes autores como el equipo de LaBar (LaBar, Gitelman, Parrish y Mesulam, 1999), así
como Gallagher y colaboradores (Gallagher, Happe, Brunswick, Fletcher y Frith, 2000), entre
otros, y obtuvieron unos resultados parecidos, mostrando estos una mayor activación para la
parte cognitiva de las zonas cerebrales más anteriores del giro frontal superior y medio,
además del giro orbital y la zona anterior del giro superior frontal (área 10 y 11 de
Brodmann). Mostrando diferencias con la emocional, puesto que las más activadas fueron la
parte más opercular del giro frontal inferior (véase en la imagen 1 el área 44 de Brodmann).

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Imagen 1: Áreas de Brodmann.
Munive Azcárate, A. (s. f.). Áreas de Brodman - Anatomía de Sistema Nervioso.
https://sites.google.com/site/anatomiadesistemanervioso/home/unidad-8-cerebro/areas-de-
brodman

Para intentar evidenciar y contrastar las diferentes estructuras cerebrales implicadas en


la empatía se han realizado diversos estudios usando diversa estimulación y gracias a ellos se
ha podido manifestar que las cortezas prefrontales y temporales, la amígdala y las estructuras
límbicas (como la ínsula y la corteza cingulada) son fundamentales para el desarrollo y
funcionamiento de la empatía. Estas presentan a su vez una estrecha relación con la
agresividad y la violencia, pudiendo poner de manifiesto que la empatía y la violencia pueden
compartir circuitos neuronales. Es decir, algunas partes del cerebro, las cuales serían la
corteza prefrontal, la amígdala, el lóbulo temporal y algunas estructuras del sistema límbico,
presentan un papel fundamental dentro de la empatía y a su vez también serían importantes
para las conductas violentas, puesto que la empatía es la inhibidora por excelencia de la
violencia y la agresividad, debido a que si tu comprendes a la persona y la situación que
posee, es menos probable que se produzcan respuestas violentas sobre dicha persona. Esta
evidencia se está contrastando actualmente realizando estudios de neuroimagen y por los
resultados recientemente obtenidos se puede decir que los circuitos que se activan al realizar
conductas empáticas coinciden, aunque no totalmente, con los que se activan al realizar
conductas agresivas o violentas, pudiendo tener estos la capacidad de producir respuestas
agresivas/violentas o de inhibirlas y producir respuestas empáticas, puesto que al activarse

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estos circuitos inhibirían de forma automática los otros, es decir, si se activan los circuitos
empáticos inhibirían automáticamente los violentos y viceversa (Mcginley, & Carlo,2007).
Esta posible relación entre circuitos podría abrir una puerta a la explicación de
diversas enfermedades mentales que se han basado en la teoría de la mente entre otras para
postularlas, las cuales serían la esquizofrenia y el autismo.
El término autismo fue utilizado por primera vez en 1908 de la mano del psiquiatra
Eugen Bleuler, para referirse a un paciente esquizofrénico. Posteriormente, en 1943 otro
psiquiatra, Leo Kanner, comenzó una investigación con niños que poseían diversas
características que les hacían socializar con dificultad, como serían trabas a la hora de
adaptarse, ecolalias y oposición al cambio de rutinas, entre otras.
Un año más tarde en 1944 Hans Asperger comenzó su investigación con niños con
características similares a los de Kanner, pero estos no presentaban ecolalias, eran más torpes
y presentaban distinto desempeño que los niños normales en tareas de motricidad fina.
Bettelheim (Alonso, 2020) creó una terapia y la llevó a cabo con niños a los que él
denominó autísticos. Sus resultados se guiaron por el mismo camino que las de Kanner,
llevando la culpabilidad a la frialdad con la que las madres habían criado a sus hijos (madres
neveras), toda esta hipótesis y su estudio fue plasmado en un libro ‘The Empty Fortress:
Infantile Autism and the Birth of the Self’, el cual fue publicado en 1967 y obtuvo mucho
apoyo en la época, ya que muchas personas pensaban lo mismo que el autor.
Bernard Rimland (Alonso, 2020) fue un psicólogo que estudió a su hijo con autismo,
puesto que no estaba de acuerdo con las investigaciones realizadas hasta la fecha. Su estudio
se publicó con el nombre de ‘Autismo infantil: El síndrome y sus implicaciones para una
teoría de los nervios del comportamiento’. Este estudio se publicó en 1964, pero como
proponía una teoría distinta a la que postulaba Kanner y este estaba considerado una
celebridad en el ámbito del autismo, fue dejada a un lado. Años más tarde, cuando Kanner
reconoció que debía de haber causas neurobiológicas que fomentaban que las personas
tuvieran autismo, esta teoría de Rimland cobró importancia al igual que su Sociedad de
Autismo de América (ASA), la cual se creó en 1965 y tras su reconocimiento hasta el día de
hoy ha seguido con el legado de su fundador, facilitando la vida a las personas con autismo y
promoviendo la investigación de esta enfermedad.
El autismo se fue haciendo cada vez más conocido por las numerosas investigaciones
que se realizaron, aunque aún en los años 80 se confundía el autismo con deficiencias
mentales o con otra enfermedad mental, la psicosis. Estas investigaciones hicieron diferentes
descubrimientos, como que los afectados tenían alteraciones genéticas, metabólicas (como

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PKU) o anormalidades cromosómicas (como el síndrome de X frágil) y junto a ellos se le
fueron añadiendo características descriptivas de las personas que presentaban autismo.
Lovaas por su parte, en los 90 también realizó su estudio y este hizo que se fomentara
el análisis y tratamiento de los niños con autismo. En 1995 fundó un instituto para la
intervención temprana del autismo al que llamó LIFE (conocido por sus siglas en inglés como
Lovaas Institute for Early Intervention). Actualmente este instituto sigue trabajando sobre el
legado que su fundador le dió: ‘trabajar para poder liberar a aquellos de los que sus mentes
se sirven’ (Lovaas,1996).
Actualmente la Asociación Americana de Psicología (APA,2014) clasifica el
Trastorno del espectro Autista en el DSM-V, como aquella enfermedad mental que presenta
deficiencias a largo plazo tanto en la comunicación como en la interacción social,
independientemente del contexto en el que se encuentre. Dichas deficiencias pueden ser
diferentes, dependiendo de la persona y nivel de gravedad de las mismas, pero las más
características son: un acercamiento anormal a otras personas, un malogro de la conversación
que da lugar a la pérdida del interés social, falta de contacto visual, falta del lenguaje activo,
falta de comprensión y lenguaje no verbal, dificultades en el mantenimiento, comprensión y
desarrollo de relaciones interpersonales, presencia de ecolalias y estereotipias, conductas
ritualizadas e inflexibles al igual que intereses restringidos, entre otras.
Por todo lo comentado con anterioridad y en vista de la importancia que ha tenido y
tiene la empatía y el autismo en nuestra sociedad, se plantea este estudio con el objetivo de
analizar las diferentes investigaciones sobre estos dos constructos, así como las diferentes
estructuras involucradas en los mismos y si difieren dependiendo del género.
Para ello se ha realizado una revisión bibliográfica de diversos documentos de carácter
científico, así como de investigaciones y publicaciones de este ámbito.
Primeramente, se hizo una búsqueda informativa en Google Scholar, donde se obtuvo
información sobre los descubrimientos realizados, así como de las teorías más relevantes y las
líneas de investigación que más se han llevado a cabo. A continuación, se ajustó más la
búsqueda, utilizando los diferentes autores y sus hallazgos. Posteriormente, se realizó una
lista por fecha y autor de los descubrimientos. Después se buscó más información sobre estos
hallazgos escogiendo los más representativos e importantes, para la realización de esta
revisión. Más adelante, se realizó una nueva búsqueda sobre las características encontradas
que unen la empatía y el autismo, además de realizar una selección de las más notables.
Seguidamente se fue redactando cada parte incluyendo la información encontrada y
contrastandola con el conocimiento adquirido.

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Finalmente, se realizó otra búsqueda de información sobre las líneas de investigación
más actuales, para observar si han seguido sobre las mismas ya estudiadas o han cambiado de
perspectiva por los hallazgos encontrados hasta la fecha.

Hipótesis de las neuronas espejo, la teoría de la mente y el autismo:

El descubrimiento de las neuronas espejo por Rizzolatti en 1996, dio lugar al aumento
de las investigaciones relacionadas con la empatía. Son neuronas visomotoras, localizadas en
el área frontal-motor F5 de la corteza premotora, según su descubridor. Estas neuronas son
características por activarse cuando se realiza una acción y cuando se ejecuta o se realiza una
representación mental de dicha acción.
Primeramente, se pensaba que la activación de estas neuronas estaba muy relacionada
con la empatía y que dicha activación era la que ocasionaba que se realizaran
comportamientos o acciones empáticas. Desde su descubrimiento han estado muy vinculadas
con los procesos interpersonales, con las acciones y con las respuestas que los sujetos
realizan.
Actualmente se ha demostrado que son muy importantes en los procesos donde media
la empatía, puesto que numerosos estudios han encontrado respuestas parecidas en animales
humanos y no humanos. Pero otros estudios han demostrado que no son necesarias ni
suficientes para que se dé la empatía, puesto que ésta puede ser evocada a través de la
observación o incluso de la imaginación.
Según estudios recientes, mediante resonancia magnética funcional, se ha podido
comprobar que la mayoría de estas neuronas se encuentran en el área de Broca. Esta área
cerebral se encuentra vinculada con el lenguaje y está fuertemente relacionada con la corteza
parietal posterior, las cuales en su conjunto permiten al ser humano imitar gestos, sonidos y
palabras. Además, estas neuronas dotan al ser humano de la capacidad de interpretar y
decodificar el lenguaje no verbal, para que este lo entienda y pueda dar una respuesta al
respecto.
Al estar conectadas con el sistema límbico pueden interpretar aspectos emocionales y
hacerlos suyos e introducirlos dentro del repertorio de conductas propias del individuo.
Las investigaciones de Marco Lacoboni, hallan que los niños que imitan y observan
con más detenimiento las expresiones faciales de los adultos de su entorno presentan una
mayor activación de sus neuronas espejo y, según sus estudios, esto hace que muestren más
empatía. Este fenómeno, según dicho autor, se produce porque cuando el niño ve a alguna

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persona de su entorno sonreír, causa una activación de sus neuronas espejo y estás con su
activación provocan que se haga una representación mental de esa sonrisa observada enviando
señales al sistema límbico, entrando así en juego la parte emocional (Cuevas, 2019).
La teoría de la mente fué propuesta por Premack y Woodruff en 1978 y para estos
autores dentro de este término estaban los conocimientos que dotan a los seres humanos de la
capacidad de reconocer las creencias, sentimientos y deseos de las demás personas para poder
entender, explicar y controlar las distintas conductas, tanto propias como ajenas (Orihuela &
Ugarte, 2020).
El ser humano nace con la predisposición de procesar la información que le llega del
medio que le rodea, puesto que nace con una mente física, lingüística y social, que le dota de
esa capacidad y que le permite dar la respuesta que necesita adaptándose a la situación y al
contexto.
Es la mente la que nos permite adaptarnos al mundo y crear una representación
adecuada del medio en el que nos encontramos. Según diversas investigaciones todos los
niños, indistintamente de la cultura en la que nazcan, presentando la misma edad cronológica,
tienen unas funciones mentales desarrolladas y estas son: la capacidad mental, el lenguaje y el
juego simbólico. Estas funciones se desarrollan durante la misma etapa evolutiva, presentan la
misma complejidad y la adquieren todos los seres humanos. Estas capacidades adquiridas son
las que producen el crecimiento personal, dictaran los logros que podrá adquirir esa persona,
así como su forma de interactuar con el medio que le rodea y de socializar con el resto de
personas, además de que son las encargadas de que los seres humanos aprendan a conocerse a
sí mismos y finalmente a saber autocontrolarse.
Desde que el ser humano nace, dispone de un conocimiento estructural básico que
diferencia los rostros humanos de los no humanos, los conocidos de los no conocidos y los
diferentes estados de ánimos por las expresiones faciales de los que estos se caracterizan. De
forma innata los bebés distinguen los estímulos sociales y los no sociales, prefiriendo sin duda
los primeros.
Los seres humanos somos seres sociables y desde el nacimiento necesitamos esos
estímulos sociales, por eso mismo venimos predispuestos genéticamente a distinguir los
distintos estímulos, así como la voz y el rostro de nuestros progenitores, sobre todo de nuestra
madre, de los diferentes estímulos que se pueden hallar en el medio en el que nos
encontremos.
Cuando los bebés humanos cumplen el primer año de vida, ya pueden realizar
interacciones intencionales con otros seres humanos, tienen la capacidad de resolver

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problemas sencillos, como coger un objeto que le llama la atención y está fuera de su alcance.
Además, pueden interaccionar con otras personas para que les ayuden a obtener su fin,
mostrando así una acción inteligente y también que se encuentran en el Subestadio 4
propuesto por Piaget, puesto que, si presentan esa aptitud, tienen la suficiente capacidad de
desagregar los medios fines, es decir, pueden separar los medios, que serían las personas que
le pueden entregar el objeto que ha llamado su atención, y el fin, que en este caso sería
conseguir el objeto. (Escaño, 2019). Significando esto que el bebé presenta una capacidad
cognitiva alta, que le permitiría buscar por ejemplo un objeto entre otros que se le
presentarían como obstáculos y lograría encontrar el objeto correcto, siendo esta una de sus
habilidades, entre otras posibles con esta edad.
Cuando el niño empieza a utilizar gestos, implica que este posee la capacidad de
comprender lo que estos significan y de cómo el ser humano se relaciona, indicando así un
crecimiento personal por parte del sujeto y una mayor competencia psicológica intuitiva,
siendo esto el cimiento donde se asienta la teoría de la mente.
Los gestos son el medio por el que se comunican los no hablantes y los bebés vienen
predispuestos para utilizar este medio de comunicación no lingüístico. Para ello primero
necesitan que los sujetos con los que se quieren comunicar les están mirando, es decir, que
exista contacto ocular. Para lograrlo realizan gestos y acciones para conseguir llamar la
atención. Una vez conseguido esto se realiza la comunicación por gestos con esa persona,
para que les ayude a obtener lo que quieren. Esta combinación entre el contacto ocular y luego
mediante gestos comunicarse con la otra persona es lo que se conoce como comunicación
ostensiva prelingüística y se divide en dos tipos, los protodeclarativos y los protoimperativos.
Los primeros consisten en llamar la atención de esa persona y que mire lo que los bebés están
mirando, y los segundos son llamadas de atención, pero para enseñarle a esa persona lo que
los bebés quieren obtener.
A la edad de un año y medio, los infantes ya tienen la capacidad de desarrollar las
habilidades simbólicas y los juegos imaginativos. En esta habilidad se incluyen las imágenes
mentales, la imitación, el lenguaje y el juego ficticio. El desarrollo de esta habilidad produce
un incremento de la inteligencia y las primeras muestras conductuales del uso de la teoría de
la mente. Esta teoría implica la capacidad de poder usar las intenciones, sentimientos, deseos
y creencias, para poder entender los comportamientos del resto de las personas que les rodean.
El uso de estos expresa la necesidad de activar una actitud proposicional para poder describir
el mundo que les rodea y el estado mental tanto propio como social. Así como el poner en

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práctica los juegos imaginativos implica el uso de esta actitud, pese a que aún no se haya
desarrollado el lenguaje.
Entre el año y medio y los 5 años de edad los infantes aprenden la gramática, así como
el conocimiento de la mente social (de la mente de las personas que le rodean) y su propia
mente. Pueden realizar atribuciones causales a las conductas que observan y diferencian sus
pensamientos de sus representaciones mentales, además de lograr realizar inferencias sobre
los deseos, pensamientos y actitudes de los demás (García, 2008).
Tras los estudios realizados siguiendo esta teoría se ha podido consensuar que la
mente humana es un sistema muy complejo, que se forma poco a poco con la aglomeración de
estructuras, que van evolucionando y dotan al ser humano de adaptación al medio y
supervivencia.
Actualmente las investigaciones que se realizan sobre la teoría de la mente siguen un
patrón cuantitativo y buscan construir instrumentos para poder medir la teoría de la mente en
poblaciones de interés desde un punto de vista clínico, como sería la población autista.
Los investigadores que se han especializado en el trastorno del espectro autista, han podido
generalizar que este trastorno puede deberse a un daño cerebral, producido por una deficiencia
o lesión cerebral que ha podido ser genética o se ha producido por una complicación dada
durante el embarazo o en el momento del parto. Este daño cerebral influye en sistemas
neurales que son los que se ocupan de la interacción social, la comunicación y el lenguaje, así
como de los juegos imaginativos. Esto explicaría los síntomas y signos característicos del
autismo. En cuanto a la asociación entre el déficit mental y el autismo se podría explicar por
esta misma lesión, pero que además de afectar a estos sistemas ha afectado al sistema
neuronal que se encarga del crecimiento intelectual, por ello hay algunas personas
diagnosticadas de autismo que preservan la capacidad intelectual, porque no está afectado
dicho sistema.
Si una persona no posee la teoría de la mente, no podría entender el comportamiento,
los pensamientos, los sentimientos, ni la conducta de los demás, produciendo esto que no
entiendan los dobles sentidos, las ironías y dependiendo del desarrollo, tampoco entenderían
las bromas. Siendo esta persona característica por tener un comportamiento sin orden,
inesperado y absurdo. Serían seres humanos ingenuos, incapaces de colaborar con otras
personas e incapaces de reconocer los dobles sentidos y los engaños.
La teoría de la mente funciona de forma automática y se puede localizar bajo el
umbral de la conciencia, mediando en las interacciones humanas. Por eso mismo se nota su
ausencia de mayor forma en las personas que la carecen que en la que la poseen.

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Esto ha conducido a los investigadores a indagar si las personas diagnosticadas como
autistas desarrollan la teoría de la mente u otro tipo de teoría que la sustituya. El experimento
de Baron-Cohen et al. de 1985, junto con otros que han seguido esta misma línea de
investigación, han hallado que los autistas no desarrollan la teoría de la mente como las
personas con desarrollo normotípico, o como otras personas diagnosticadas con otro tipo de
alteración cerebral o trastorno, dando así una explicación al comportamiento y a la conducta
autista (Baron-Cohen, Leslie y Frith, 1985). El experimento consistía en mostrarle a niños con
desarrollo normal y a niños autistas 2 muñecas (Anne y Sally). Luego se les mostraba a los
niños que Sally dejaba un objeto en su cesta y se iba de la habitación, quedando Anne sola. A
continuación, se les mostraba a los niños como estando esta sola en la habitación cambiaba el
objeto del sitio donde lo había guardado Sally. Finalmente, regresaba Sally y se les
preguntaba a los niños sobre donde iba Sally a buscar su objeto. Además de 2 preguntas más:
la primera sería dónde está el objeto realmente (pregunta de realidad) y la segunda sería sobre
dónde estaba el objeto al principio (pregunta de memoria). Estas dos últimas preguntas serían
preguntas de control y pretenden asegurar el conocimiento del niño sobre la ubicación en
tiempo real del objeto y la capacidad de memoria del mismo. Los resultados de este
experimento muestran que los niños autistas presentan más fallos en la pregunta de ubicación,
demostrando así que no distinguen su conocimiento propio del de la muñeca, concluyendo el
autor que estos niños no tiene la capacidad de utilizar la teoría de la mente, puesto que no le
pueden atribuir creencias a otra persona, ni predecir su comportamiento.
Los niños autistas desde su nacimiento presentan diferencias con respecto a los niños
con desarrollo típico normal, ya que los autistas no muestran interés por los estímulos
sociales, ni por los rostros o sonidos. Les prestan la misma atención a los objetos que a las
personas, sin mostrar diferencias de preferencias entre ambos.
Los niños autistas cuando llegan a la etapa prelingüísticas no utilizan la comunicación
protodeclarativa para relacionarse con las demás personas, solo utilizan la comunicación
protoimperativa. Estos niños no son indiferentes, tienen sentimientos y los expresan, pero con
expresiones diferentes a las típicas y difíciles de interpretar.
Son característicos porque parecen no tener la capacidad de percibir las emociones de los
demás, siendo esto lo que puede producir que no realicen conductas empáticas (Frith, 2004).
El sistema de las neuronas espejo se relaciona con la comunicación social, así como
con la capacidad empática de los individuos humanos, por lo que las personas que presentan
incapacidad para desarrollar estas conductas presentarán alteraciones cerebrales en las áreas
cerebrales que se encargan de producirlas. Siguiendo esta perspectiva Theoret en 2005 realizó

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una serie de experimentos con personas autistas, hallando en ellos que las personas autistas no
mostraban activaciones en la corteza motora, ni en la corteza premotora, pero si en la corteza
visual derecha y el lóbulo parietal anterior, cuando se le mostraban imágenes que potenciaban
la activación de las neuronas espejo (García, 2008). Según este autor estos resultados podrían
explicarse porque las personas autistas deben de crear sus propias estrategias de forma
consciente al observar a las demás personas, cosa que no sucede en las personas de desarrollo
típico, debido a que estás lo hacen de forma automática.
Ramachandran fue el que unió la teoría de la mente con las neuronas espejo en su
teoría del paisaje resaltado. En ella este autor narra que las personas autistas muestran
alteraciones en las neuronas espejo, en la corteza premotora, en el giro frontal inferior, en la
ínsula y en la corteza cingulada anterior. Estas son las encargadas de mandar la información
que obtenemos a través de los sentidos a la amígdala, sirviendo esta de puente hacia el
sistema límbico. La amígdala es la que media y selecciona la respuesta correcta y el sistema
límbico prepara al organismo para actuar. Si hay una alteración en el sistema que media entre
estos, sería el que provocaría que la persona tenga autismo (García, 2008).
Estos descubrimientos han dado pie a que se produzcan nuevas investigaciones
relacionadas con las neuronas espejo, la teoría de la mente y la creación de nuevos
tratamientos eficaces para este trastorno.

Estudios relevantes sobre la empatía y el autismo:

Siguiendo un estudio de la Universidad de Viena sobre las bases neuronales de la


empatía (Lamm y Tomova, 2018) hay muchas definiciones sobre la empatía y cada una de
ellas cuenta con un trasfondo dependiendo de la teoría en la que se apoye, pero hay algo que
todas tienen en común, y es que todas concuerdan en que es una construcción multifacética en
la que están involucradas interacciones con distintos componentes.
Para el estudio de las bases neurales de la empatía se han basado en la comparación de
animales humanos y no humanos o inhumanos. Siguiendo con ello, para establecer esta
comparación hacen una distinción sobre el contagio de emociones, en los que incluirían la
empatía, simpatía y compasión, así como los comportamientos prosociales y altruistas, dando
lugar a que gran parte de los informes que estos realizan sobre el comportamiento de los
animales inhumanos se le asignen más los dominios del contagio de emociones o
comportamientos prosociales, y la empatía en el sentido en la que la describe la neurociencia
social, psicológica y social como claramente humana. Entendiéndose la empatía según la

16
neurociencia como la capacidad que tienen los animales humanos para introducirse,
metafóricamente, en la piel de otro ser humano, de forma sencilla y automática, además de
poder conocer las emociones y entenderlas, es decir, de poder experimentar lo mismo que
siente esa persona en esa situación o contexto (García, 2017).
Este punto de vista descrito con anterioridad supone una clara distinción entre la
emoción con la denotación de cazar las emociones de los demás y de la empatía primitiva
(que es con la que cuentan los bebés cuando nacen y consiste, por ejemplo, en comenzar a
llorar cuando escuchan a otros bebés que también lloran). Para la primera se necesitaría tener
desarrollado el componente de autoconciencia, mientras que para la segunda no es necesario,
puesto que sería según este estudio intrínseco de los animales humanos.
Si seguimos este estudio y ponemos como requisito la propia autoconciencia para
poder experimentar la empatía de una forma pura, caeríamos en el mismo error que algunos
eruditos han cometido anteriormente y que se ha demostrado en experimentos que eso no es
veraz. Este error sería asociar la empatía como algo que solo los animales humanos pueden
experimentar. Según los estudios de Bugnyar, hay dos especies de animales no humanos, que
son los cuervos y los caninos, que presentan habilidades sociales avanzadas y que pueden
presentar matices de empatía, que se deberían de estudiar más a fondo (Bugnyar, Reber y
Buckner,2016).
Otro estudio muy relevante es el de Singer, en el que se puede observar que la empatía
se encuentra en un nivel superior y la regulan procesos de arriba hacia abajo, es decir,
utilizamos la información del contexto o el conocimiento general del que disponemos, para
poder comprender o hacernos una idea de lo que estamos percibiendo a través de nuestros
sentidos (Singer y Klimecki, 2014). Al suceder esto se activan distintas áreas cerebrales, pero
las más importantes son la ínsula anterior y la corteza cingulada, ambas fuertemente
implicadas en los procesos empáticos además de en la motivación y en la capacidad
propioceptiva (véase en la imagen ambas áreas cerebrales).

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Imagen 2: Ínsula anterior y corteza cingulada.
Garcia Piñeira, Daniel (s.f) Áreas cerebrales. Neuropsiques.
https://neuropsiques.blogspot.com/2016/01/la-empatia-en-neurociencia.html.

Daniel Batson a su vez, siguiendo una perspectiva reciente como es la Neurociencia


social, la cual se apoya en la resonancia magnética funcional, realizó una investigación que
demostró de forma clara que cuando una persona empatiza con otra desde el prisma
sentimental, se activan en ella redes neuronales que esa persona presenta como recuerdo de
otras experiencias personales, las conocidas redes neuronales compartidas. Esto se descubrió
al presentarle a los participantes en el experimento imágenes de sujetos que estaban
experimentando dolor en ese momento (debido a una enfermedad física, como por ejemplo
apendicitis) y midiendo la activación cerebral tanto del participante como del sujeto. A
continuación, se compararon las actividades cerebrales de los participantes (observadores
vicarios del dolor) y de los que estaban sufriendo dolor, hallando que ambos presentaban la
misma activación y en las mismas zonas cerebrales (la ínsula anterior y la corteza cingulada
anterior), encontrando así evidencias de la existencia de una red neuronal (véase en la imagen
3 las zonas de activación cerebral). También encontraron que la magnitud de la activación era
diferente según el género del sujeto (Batson,2009).
Las investigaciones que más se han llevado a cabo puesto que mostraban resultados
más evidentes han sido de este tipo (empatía a través del dolor), pero se han llevado a cabo
otras investigaciones siguiendo paradigmas parecidos para el estudio del tacto, disgusto, gusto
o recompensas sociales, observando en ellos activaciones en la corteza somatosensorial,

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corteza medial orbitofrontal, estriado ventral y partes de la ínsula anterior, respectivamente.
Además de descubrir que la capacidad de compartir sentimientos con el resto de seres
humanos es posible porque el cerebro humano modula las respuestas que recoge del exterior,
y esta modulación se basa según los factores característicos de la persona, como el género o el
contexto, se confirmaron los hallazgos de Batson (Singer,2012).
Una investigación muy relevante fue la realizada por Lamm y colaboradores, la cual
pretendía encontrar evidencias sobre si la empatía a través del dolor estaba respaldada por
estructuras neuronales y si estas a su vez estaban involucradas con las experiencias directa
que ha tenido la persona con el dolor. Para ello se realizó un metaanálisis de 9 estudios
realizados por resonancia magnética funcional, 4 de ellos se basaban en imágenes, de donde
se obtuvo la empatía (las imágenes por ejemplo mostraban una mano pillada con una puerta),
y 5 que se basaban en señales de dolor eléctrico (se le aplicaba una corriente eléctrica a otra
persona y el participante veía el marcador de la corriente, al igual que las expresiones y
comportamiento de la persona que recibía la descarga). Las imágenes por resonancia
magnética funcional se llevaron a cabo antes y durante la visualización del material visual
para poder comparar los cambios. Los resultados que se obtuvieron le otorgaron a la corteza
cingulada anterior y a la insular un papel protagonista en la empatía por dolor, puesto que
estas se activaron repetidamente durante los estudios en los que se basa esta investigación.
Además, según este estudio la ínsula anterior, así como la corteza cingulada anterior y
posterior constituyen un posible núcleo donde posicionar la red para la empatía del dolor. Y
esta red puede obtener la información mediante dos vías diferentes, la primera podría ser por
la compresión de las acciones observadas y la segunda por la comprensión de los estados
(Lamm, Singer y Decety, 2010).

Imagen 3: activación cerebral.


Lamm, C., Decety, J. & Singer, T. (2010). Activation is displayed on a high-resolution structural
MRI scan in MNI stereotactic space.
[Fotografía].https://www.researchgate.net/publication/47428549_Meta-
analytic_evidence_for_common_and_distinct_neural_networks_associated_with_directly_experie
nced_pain_and_empathy_for_pain.

19
Estas hipótesis se están contrastando mediante la realización de diferentes estudios,
como por ejemplo el de Angioletti y Balconi, que pretende esclarecer la localización de estas
redes y sistemas, además de que tienen que ver estos con la interocepción (Angioletti y
Balconi, 2020).
Otras investigaciones que se están llevando a cabo actualmente tienen su punto de
mira en la posibilidad de utilizar la plasticidad cerebral para que mediante entrenamiento
puedan los humanos transformar las emociones sociales en compasión o empatía. Los
resultados encontrados siguiendo esta línea de investigación son muy positivos puesto que en
el estudio realizado por Lutz y colaboradores, en el que se expuso a los participantes a un
cortometraje en el que existían diferentes tonalidades de un sonido (desde tonos meditadores
hasta angustiantes), revelan que hay un aumento de activación en la ínsula cuando se expone
al participante a un sonido angustiante mientras ve la angustia de la persona que se muestra en
el material visual, mostrando así sentimiento empático por el cortometraje observado.
Siguiendo con este hallazgo estos autores realizaron otro experimento con partes de varios
cortometrajes, en donde primero se les hizo un escáner cerebral a los participantes, después se
les realizó un entrenamiento de empatía a cada uno de ellos y finalmente se les volvío a
escanear. El entrenamiento consistía en ver unos minutos de varios cortometrajes, durante
varios días y realizar un autoinforme de los sentimientos que la visualización les hacía tener.
Este estudio reveló que el entrenamiento realizado había sido capaz de mostrar activaciones
en la red neuronal (desde la corteza orbitofrontal medial hasta el estriado) y de aumentar el
afecto positivo en los participantes (Lutz, Brefczynski-Lewis, Johnstone y Davidson, 2008).
Este descubrimiento ha sido muy relevante porque ha obtenido resultados positivos a muy
corto plazo y además podrían usar la plasticidad cerebral en algunos trastornos, como el
autismo, para entrenar la empatía y fomentar las conductas empáticas.
Debido a los descubrimientos anteriormente mencionados se relacionó el mal
funcionamiento de esas zonas cerebrales con las conductas más representativas de algunos
trastornos mentales, como el autismo.
Actualmente, tras seguir con las investigaciones por el aumento de la prevalencia del
TEA (un caso diagnosticado por cada cien nacimientos), se sabe que es un trastorno del
neurodesarrollo y se debe a una variación o retraso en el desarrollo de las funciones asociadas
a la maduración del sistema nervioso, concretamente del sistema nervioso central, que
comienzan en la infancia y continúa durante toda la vida de forma estable (Martinez-Morga,
Quesada, Bueno y Martínez, 2019).

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Siguiendo los avances de la biología molecular y la secuenciación de los genomas
completos se están pudiendo hacer investigaciones sobre la regulación del desarrollo cerebral
y qué información genética media en esta regulación.
Otro estudio realizado demuestra que las personas diagnosticadas con autismo
muestran alteraciones en la corteza cerebral, concretamente presentan un aumento de micro-
columnas corticales, además de tener neuronas con un tamaño menor al normotípico y una
disminución de las conexiones de estas neuronas en la corteza cortical e hiper-excitabilidad
intracolumnar (Martinez-Morga, Quesada-Rico, Bueno y Martinez, 2018). Estas variaciones,
según confirma este estudio, correlacionan con las anormalidades relacionadas con la
regulación de la conducta social, características propias del autismo.
Los estudios de neuroimagen cerebral que se han realizado hasta la fecha han
intentado correlacionar fenotipos conductuales con las variaciones en las estructuras
cerebrales mediante resonancia magnética en pacientes autistas. Los datos obtenidos hallan
anormalidades en los circuitos neuronales de la amígdala, la corteza prefrontal y los ganglios
basales (concretamente en el núcleo Acumbens). Siendo todas estas estructuras pertenecientes
a lo que se conoce como cerebro social, puesto que son las encargadas de la vinculación y
socialización humana. Esto ha potenciado que se realicen hipótesis sobre que las alteraciones
anteriormente mencionadas, sobre todo las de la corteza prefrontal y la amígdala, sean las más
importantes a la hora de que una persona padezca autismo (Casanova, M. F. 2013).
Finalmente, se ha de destacar la cantidad de investigaciones recientes que intentan
asociar la oxitocina con la cognición y más concretamente con la empatía. La oxitocina está
considerada como un sustrato neuronal que fomenta la cognición social, además tiene un
papel fundamental en la cognición humana, puesto que participa activamente en ella. Este
neuropéptido es sintetizado en el interior de las neuronas magno y parvocelulares, situadas en
los subnúcleos paraventricular, accesorio y supraóptico. Estas neuronas que se proyectan en la
glándula pituitaria posterior, liberan la sustancia sintetizada a la circulación sanguínea, siendo
esta la primera población de neuronas oxitocinérgicas. La segunda población de neuronas se
proyecta por todo el cerebro en los mamíferos. Al unirse la oxitocina a un receptor neuronal,
se produce un aumento de los niveles intracelulares de calcio y produce la excitabilidad de
dicha neurona. La mayoría de las zonas cerebrales que están asociadas con la cognición
social presentan un elevado enriquecimiento de receptores de oxitocina y reciben
proyecciones parvocelulares de neuronas oxitocinérgicas. Si se produce el proceso anterior en
todas las regiones cerebrales que están asociadas con la cognición social, se produciría un
aumento de los roles canónicos de los que se basa, incluyéndose en ellos el apego que se

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produce entre padres/madres e hijos/as, el reconocimiento social, la vinculación que surge con
la pareja y la empatía. Teniendo en cuenta, todos estos aspectos prosociales que presenta la
oxitocina, una desregulación de su sistema podría tener consecuencias significativas a nivel
de las relaciones sociales y dar lugar a distintas condiciones psiquiátricas, siendo la más
significativa el autismo. Este estudio ha sido el impulsor de diversas investigaciones actuales,
que no han concluido, con el objetivo de comprobar su veracidad (Pisansky, 2016).

Desarrollo normotípico de la empatía:

Los estudios que se han realizado sobre la empatía en los últimos años han contribuido
a que se establezca una comparación entre el desarrollo normal y atípico de las estructuras
cerebrales que, hasta la fecha, han sobresalido por ser las mediadoras en las conductas
empáticas, así como en la manifestación de las mismas.
Los resultados más relevantes que se han obtenido a través de los estudios realizados
se han podido alcanzar mediante el empleo de distintas técnicas, entre ellas:
-La Resonancia magnética funcional:la cual ha demostrado que cuando un sujeto
realiza una tarea, presenta una correlación entre la cantidad de oxígeno sanguíneo cerebral y
el compromiso que tiene dicho sujeto con respecto a la tarea. Siendo en tareas empáticas las
zonas con mayor concentración de sangre oxigenada, los circuitos neuronales de la amígdala,
la corteza prefrontal y los ganglios basales.
-La electroencefalografía: la cual puede captar la actividad cerebral cortical en
microsegundos. Encontrando activación cerebral en las zonas predominantes relacionadas con
la empatía cuando se realizan este tipo de conductas (Foster y Yaseen, 2019).
Estas herramientas han dotado de claridad las investigaciones sobre las estructuras
implicadas en los procesos empáticos y de cómo una activación atípica o anormal, al igual
que una concentración baja del nivel de oxígeno en sangre en las zonas que se encargan con
su activación de producir la respuesta de empatía, pueden ser el aviso de que algo no va bien
y que algo falla en ese sistema, pudiendo deberse a varios factores y siendo el precursor del
trastorno diagnosticado.
La capacidad de comprender la empatía se ha demostrado que está muy relacionada
por una red cerebral que recorre la corteza cerebral prefrontal dorsomedial y prefrontal
ventromedial, la corteza cingulada anterior, así como la unión temporoparietal. Estos
hallazgos están respaldados por estudios de imágenes funcionales y utilizando el Índice de
reactividad interpersonal (IRI) como método de evaluación. Obteniéndose como resultado que

22
los animales humanos con daños o lesiones en la corteza prefrontal ventromedial presentaban
una puntuación deficiente en el IRI y a su vez una deficiencia notable en la empatía cognitiva.
El estudio realizado por Simone y colaboradores es un claro ejemplo de investigación
que muestra los hallazgos expuestos en el párrafo anterior. Este estudio tenía como objetivo
encontrar evidencias de que la corteza prefrontal ventromedial es necesaria para la empatía y
la teoría de la mente, así como de que la circunvolución frontal inferior es necesaria para el
reconocimiento de emociones y la empatía afectiva. Además de hallar la relación entre los
sistemas de empatía cognitiva y emocional. Para ello se utilizaron 30 pacientes con daños
localizados en la corteza prefrontal ventromedial y en la circunvolución frontal inferior, en
comparación con 34 pacientes sanos, obteniendo un total de 64 participantes. A todos ellos se
les aplicó el índice de reactividad interpersonal (para medir la empatía de forma
multidimensional), una tarea de reconocimiento de emociones (para evaluar su capacidad de
reconocimiento de emociones, y estas se dividieron por grupos en: emociones básicas,
emociones complejas, emociones negativas y emociones positivas) y una tarea de creencias
falsas (que trata de evaluar la capacidad que tiene esa persona de comprender lo que otra
persona está pensando, siendo para ello muy importante la teoría de la mente). Esta
investigación obtuvo como resultado que ciertamente existe una disociación conductual y
anatómica entre la empatía emocional y conductual, así como que los pacientes con daño en la
corteza prefrontal ventromedial presentan un déficit en la empatía y la teoría de la mente, pero
el reconocimiento de la emoción expresada y la empatía emocional se encuentra intacto. A
diferencia de los que presentan una lesión en la circunvolución frontal inferior que se
obtuvieron evidencias de que tenían la empatía emocional muy deteriorada, al igual que el
reconocimiento de emociones.
Además, se realizó un mapeo anatómico cerebral de las lesiones, hallando en él que el
área 44 de Brodman es muy importante en relación con la empatía emocional y el área 10 y
11 de Brodman es muy relevante para la empatía cognitiva (véase en la imagen 1 las áreas 44,
10 y 11 de Brodman). Este estudio muestra ser una evidencia directa de esta disociación de
sistemas, así como de las áreas cerebrales involucradas en la empatía (Shamay-Tsoory,
Aharon-Peretz y Perry, 2009).
Todas las estructuras mencionadas anteriormente junto con el lóbulo temporal medial
están altamente implicadas en la capacidad de atribuir los procesos mentales de la teoría de la
mente y la toma de perspectivas. Según las investigaciones realizadas por Gallese, Keysers y
Rizzolatti en 2004 con monos (citado por G.Pineda y Hecht, 2009), esta red se desarrolla en
su totalidad en la adolescencia y esto produce una señalización dopaminérgica de la zona

23
donde se encuentra. Si no se desarrolla correctamente o si lo hace, pero de forma más tardía,
produce falta de activación cerebral, falta de señalización dopaminérgica y problemas en los
procesos que se relacionan con la teoría de la mente.
La unión temporoparietal está muy implicada con la empatía cognitiva, puesto que, al
evaluarla mediante estudios con imágenes funcionales, hallaron que las personas con lesiones
en la corteza prefrontal ventromedial poseían menor capacidad de empatía cognitiva y menor
volumen de materia gris en la corteza cingulada (Foster y Yaseen, 2019). Estos hallazgos
ocasionaron que en la actualidad se piense que esta zona cerebral se asocia con la
representación del estado mental propio y de las demás personas.
En cuanto a la parte emocional que media en la empatía, se ha demostrado que las
estructuras cerebrales más implicadas son la circunvolución frontal inferior, el cíngulo
anterior, el lóbulo parietal inferior y la ínsula anterior. En su conjunto estas estructuras crean
la red que permite reconocer las emociones, la empatía motora, el dolor compartido y el
contagio de emociones. Esta red funciona en animales humanos desde la infancia y cuando se
forma con totalidad produce una señalización de oxitocina. Según las investigaciones
realizadas, las personas con lesiones en la ínsula presentan alteraciones emocionales,
alteraciones en la toma de decisiones a nivel emocional y falta de percepción empática.
En relación a la capacidad del individuo de comprender la empatía no verbal, es decir,
a la capacidad de comprender, tras haber traducido un código universal (dado por gestos o
expresiones) lo que otra persona está expresando y tras haberlo entendido dar una respuesta,
son muchos los procesos que en ella intervienen, siendo los más importantes la percepción, la
activación somática, la respuesta anatómica y el funcionamiento de la corteza prefrontal. Si
alguno de ellos falla o no se desarrolla se producirá una alteración de la capacidad
comprensiva empática no verbal (Foster y Yaseen, 2019).
El desarrollo tardío o alterado, así como el no desarrollo de las estructuras o redes
antes mencionadas, podría ser el responsable de la falta de empatía en los trastornos del
neurodesarrollo, tales como el autismo.

Diferencias de empatía según el género:

Hoffman en 1977 fue de los primeros autores que insinuó una mayor tendencia
empática en el género femenino si lo comparamos con el masculino. Dicho autor pensaba que
esto podría ser debido a que las mujeres presentaban una mayor orientación afectiva prosocial
debido a la educación que habían recibido por ser mujer por parte de sus progenitores

24
(Guzmán, Giraldo y Duarte, 2019). Esta educación se basaba en servir a los demás antes que a
sí misma, a cuidar del marido y los hijos, así como a la experimentación de la culpa si algún
ser querido sufría algún tipo de daño.
Esta hipótesis de que las mujeres eran más empáticas que los hombres llamó mucho la
atención y fueron muchos los autores que la cogieron como marco de partida de sus
investigaciones y estudios. Piefke y sus colaboradores realizaron un estudio para intentar
aclarar si existen diferencias de género en las redes neurales y hallar las posibles diferencias
existentes. Para ello realizaron un estudio que consistía en analizar los datos de un
experimento anteriormente efectuado mediante resonancia magnética funcional e investigar
en esos datos las diferencias, que se podrían atribuir al género, de las bases neurales de los
recuerdos autobiográficos y la valencia emocional de los mismos. Los resultados que
obtuvieron estos autores muestran que los hombres presentan mayor activación en la
circunvolución parahipocampal izquierda y las mujeres presentan mayor activación de la
corteza prefrontal dorsolateral derecha. Según sugieren estos autores las diferencias en
las activaciones encontradas pueden mostrar el uso de distintas estrategias utilizadas a nivel
cognitivo, fruto de la diferencia de género y esto afecta a la conducta, así como a la
emocionalidad y por ende a la empatía (Piefke, Weiss, Markowitsch y Fink, 2005).
Schulte-Rüther junto con sus colaboradores en 2008 realizó un estudio cerebral
utilizando la resonancia magnética, para descubrir las diferencias existentes en las regiones
cerebrales que median en la empatía de mujeres y hombres, obteniendo que las mujeres
presentan mayor activación en la circunvolución frontal inferior (zona BA 44/45). Además de
que este estudio confirmó las diferencias encontradas por Piefke et al. en 2005 de que existe
una lateralización de las funciones cerebrales según el género, siendo más activado el
hemisferio derecho en las mujeres y el hemisferio izquierdo en los hombres, lo que postularon
que podría ser la respuesta a la diferenciación de empatía por género. Posteriormente otros
estudios realizados desmintieron este postulado ya que sus resultados no fueron concluyentes
(Schulte-Rüther, Markowitsch, Shah, Fink, y Piefke, 2008).
Un estudio realizado por Galán, Romero, Morillo y Alarcón del 2014 (citado por L.
Guzmán, 2019) , muestra evidencias en sus resultados de que ciertamente las mujeres son más
empáticas que los hombres. El estudio consistió en aplicar a una serie de sujetos de ambos
géneros el Índice de Reactividad Interpersonal de Davis, siendo este índice una de las
medidas autoinformada más utilizadas para evaluar la empatía, sobre todo en el caso del
autismo (L. Guzmán, 2019). Según los autores los resultados obtenidos se deben a que las
mujeres presentan una mayor comprensión de las reacciones emocionales a nivel social, sobre

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todo si se encuentran involucradas en situaciones desfavorables, respondiendo ante estas
situaciones con preocupación, compasión y cariño, sentimientos muy relacionados con la
empatía.
Otro estudio más actual de Gúzman, Giraldo y. Duarte de 2019 obtuvo unos resultados
parecidos a los encontrados por Galán en 2014, siendo estos que las féminas son más
empáticas, ya que muestran mayor cantidad de componentes que potencian la empatía, sobre
todo a nivel neuronal, así como que presentan más conductas relacionadas con la empatía,
como son las ejecuciones de acciones compasivas, comprensivas y de apoyo. Otro de los
hallazgos que obtuvieron estos autores fue que la edad es un componente que tiene una fuerte
influencia en la empatía y que puede deberse a los cambios que sufren las personas a lo largo
de los años y que se producen por los aprendizajes sociales, las experiencias propias a las que
se exponen los individuos, así como a la recopilación de acciones que ha observado por parte
de las demás personas de su entorno (L. Guzmán, 2019).
Partiendo de estos estudios es muy factible que la sociedad piense que hay más
personas con género masculino diagnosticadas con una enfermedad mental que presente
déficit de empatía, como sería el caso del autismo, puesto que los hombres son los que poseen
menor cantidad de componentes que la potencian.
Según estudios epidemiológicos, este pensamiento es verídico ya que han hallado que
el trastorno del espectro autista se diagnostica con más frecuencia en hombres que en mujeres.
Según la Organización mundial de la salud una de cada 270 personas presenta autismo
(OMS,2021). Si se realiza una separación por géneros como hizo Dworzynski, Ronald, Bolton
y Happé en 2012, podemos obtener que se diagnostican 4 casos de autismo en hombres por 1
diagnóstico de autismo en mujeres.
En las estadísticas más actuales publicadas por el Centro de detección de
enfermedades (CDC) en 2020, se refleja que la proporción de diagnóstico de autismo es que
por una niña se diagnostican 4.3 niños.
El aumento del número de casos diagnosticados en los últimos años, ha hecho que
aumente a su vez el número de investigaciones y estudios relacionados con este factor.
Concretamente los estudios recientes se están planteando bajo la sospecha de que en el pasado
el número de casos era más o menos igual, solo que en el caso de las mujeres pasaba
desapercibido y no eran diagnosticadas como autistas. Esto se podría haber producido por un
enmascaramiento de este trastorno por otro de otro tipo, como sería la ansiedad, la depresión e
incluso un trastorno alimenticio. Además de que algunos de los instrumentos que detectan el

26
trastorno autista pueden ser poco sensibles a la identificación de dicho trastorno en mujeres
(Autismo Galicia, s/f).
Algunos autores a su vez sostienen que el fallo diagnóstico en función al género puede
deberse a que algunas mujeres con trastorno autista pueden preservar sus habilidades
cognoscitivas íntegras, así como una mayor capacidad de adaptación al entorno y mejor
lenguaje que los hombres diagnosticados como autistas y esto produce una ocultación de los
síntomas y deficiencias. Lo anteriormente expuesto produce que tanto la sociedad como los
profesionales tengan dificultades a la hora de observar los síntomas y rasgos, puesto que no
son tan visibles. Además, hay que sumarles los sesgos relacionados con el género que
presenta la sociedad actual que dificultan aún más el diagnóstico acertado (Vega, Álvarez
& Rivera, 2020).

Líneas actuales de investigación sobre empatía y autismo:

Actualmente las líneas de investigación sobre la empatía van encaminadas a la salud


mental debido a la situación pandémica por el Covid-19 que estamos viviendo. Estas
investigaciones tienen como población diana tanto la sociedad en general, como los médicos y
personal sanitario de los hospitales y clínicas, puesto que estos últimos son los que más peso
están llevando desde que comenzó la pandemia.
El estudio de Villalba et al. del 2020 se dedicó a observar a los médicos del hospital de
clínicas de la Universidad Nacional de Asunción en Paraguay, para medir la empatía de los
mismos y utilizando para este fin el índice de Reactividad interpersonal. Hallaron diferencias
de empatía dependiendo de la especialidad siendo más empáticos los médicos que trabajan en
psiquiatría y los médicos de familia. También encontraron que el nivel de empatía aumentaba
cuando aumentaban también los años que llevaban trabajando en el hospital y además
detectaron diferenciación de género, siendo mayor los niveles de empatía en mujeres
(Villalba-Arias, Barrios, Palacios y Torales, 2020).
Otro estudio es el de Gimenez-Espert et al. del 2020 que sigue la misma línea de
actuación que el anteriormente mencionado, pero en este caso se centra en los enfermeros y
enfermeras de Valencia. En este estudio se hallaron diferencias significativas de empatía
dependiendo del tipo de contrato que tuviera el profesional sanitario, teniendo más empatía y
capacidades comunicativas los que tenían un contrato fijo o permanente (Gimenez-Espert,
Castellano-Rioja y Prado-Gascó, 2020).

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Además de las líneas anteriores, también se están realizando estudios sobre la
importancia del papel de la empatía en los profesores y los estudiantes (Duque, Rodriguez-
Saltos, Uma, Nasir, Monteros, Wilczynski y Carruth, 2020), así como en los vendedores y
consumidores de un producto (Salcedo, 2020).
Demostrando así la importancia de la empatía en todos los ámbitos y de igual forma,
verificando que, aunque haya pasado el tiempo desde la primera vez que se utilizó dicho
término, sigue teniendo mucha importancia y aún mucho que hallar con respecto a este
constructo.
En relación a las líneas de investigación que tienen como protagonista el autismo,
siguen intentando contrastar los hallazgos que se han obtenido hasta la fecha y dotarlos de
validez, así como de responder a las cuestiones planteadas que aún no han obtenido
contestación.
Otro nuevo camino que surge en relación a la investigación del espectro autista es el
de adecuar la educación que reciben estas personas diagnosticadas y de potenciar que
expresen sus emociones, así como que se les enseñe a como hacerlo de forma ergonómica y
sencilla, para poder satisfacer sus necesidades y que estas personas tengan un sitio más
representativo y adecuado en esta sociedad cada vez más inclusiva (Hernández y Camacho,
2020)

Conclusiones:

La empatía ha sido un término que ha causado gran repercusión desde el inicio y han
sido muchos los autores que han realizado estudios sobre este tema desde distintas
perspectivas, pero casi siempre se han encuadrado dentro del marco teórico de la teoría de la
mente o de las neuronas espejo. Incluso algunos de dichos autores han expresado que ambos
marcos teóricos pueden ser comunes y pueden complementarse, puesto que el resultado final
es el mismo, la capacidad empática.
Según las evidencias encontradas las zonas más relacionadas con la empatía son la
ínsula anterior y la corteza cingulada, además de la amígdala, las cortezas prefrontales y
temporales. Así como que la mayoría de las neuronas espejo se encuentran en el área de
Broca, lo que podría evidenciar lo ya mencionado en algunas hipótesis de que el ser humano
desde su nacimiento viene predispuesto para la socialización y la supervivencia.

28
A su vez la integración de la teoría de la mente y la hipótesis de las neuronas espejo
abre un camino a seguir para poder obtener más información sobre el sistema que media entre
el sistema límbico y la amígdala.
Son muchas los estudios que se han realizado sobre la empatía y las zonas cerebrales
más representativas a nivel de activación de este constructo. Aunque aún existe debate sobre
las áreas implicadas, las investigaciones van por buen camino y esto lo demuestran los
hallazgos encontrados hasta la fecha, de igual modo que las nuevas investigaciones que están
surgiendo. La oxitocina es una apuesta muy fiable para encontrar la respuesta sobre las
cuestiones que se han presentado con respecto a los aspectos sociales y comunicativos, así
como a esclarecer si la baja cantidad o falta de este neuropéptido, podría ser la clave del
comportamiento autista.
Los estudios realizados han hallado que el área 44 de Brodman es muy importante en
relación con la empatía emocional, al igual que el área 10 y 11 de Brodman es muy relevante
para la empatía cognitiva, confirmando la creencia de que esas zonas sean muy importantes en
el desarrollo de la empatía y la conducta empática. Además, se ha constatado tras diversos
estudios que las mujeres presentan más capacidad empática que los hombres, apuntando como
causa a la cantidad de respuestas empáticas que se les enseña a conferir a las mujeres en
comparación con los hombres. Esto a su vez se ha confirmado en los estudios realizados sobre
la prevalencia de personas autistas, obteniéndose que hay más hombres diagnosticados con
este trastorno que mujeres, debiéndose esto al enmascaramiento producido por la educación
que ha recibido el género femenino, dificultando así el diagnóstico por parte de los
profesionales.
Según todo lo tratado en esta revisión bibliográfica se puede concluir con que tanto la
teoría de la mente, la hipótesis de las neuronas espejo y el papel de la oxitocina, tienen
relevancia en la explicación de la empatía y median en ella de una forma u otra. Así como que
un déficit en alguna de las zonas principales donde se han localizado los sistemas que
intervienen en la empatía, puede ser la explicación de que las personas presenten una
conducta poco empática, siendo este tipo de conductas muy representativa dentro del espectro
autista.
Sin duda alguna queda un largo camino por recorrer, pero con el avance científico, las
nuevas técnicas que están surgiendo, además del progreso y adaptación de las nuevas
tecnologías, se podrán realizar gran cantidad de estudios que logren resolver todos los
enigmas aun presentes sobre este constructo.

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