Está en la página 1de 1

Eudes Andrés Saltos Martínez

Para que el amor de Dios sea el primero en mi corazón

Como cualquier otro amor, solo se conoce lo que se ama. Para amar a Dios,
antes es necesario conocerlo. Es fundamental tener una concepción correcta de
Dios. Dios no es un ser etéreo o distante, autoritario y déspota, sino al
contrario. Dios es un ser cercano, que busca y ama al hombre; y quiere para él
su felicidad

Es indispensable conocer a Dios. No se ama lo que no se conoce. Dios ha


creado al hombre para tener una relación con él y lo ha capacitado para ello.
Puede conocerlo por medio de las realidades creadas, donde Dios ha dejado
sus huellas y el hombre puede reconocerlo. Otro modo de conocerle es por
medio de la revelación. En ella Dios se ha dado a conocer y se hace conocer.
El hombre debe ser capaz de tener un encuentro personal e íntimo con Dios.

El amor se da entre iguales o hace iguales. Hay una diferencia ontológica entre
Dios y el hombre. Siendo Dios infinito ha capacitado al hombre para tener una
relación íntima y personal con él. Para tener a Dios como primer amor en el
corazón, el primer paso sería tenerlo en el corazón, que sea objeto de nuestro
amor. Es por eso que Dios ha hecho partícipe al hombre de su naturaleza, la
naturaleza divina por medio de la gracia creada.

El amor se consigue amando. Debe haber una intención de amar al otro. Una
intención clara de estar con él, pensar y vivir para él. La intención de amar se
expresa con actos concretos de amor. Para que Dios sea el primer amor en mi
vida, no basta con oraciones, frases y expresiones de amor. No basta el afecto.
El afecto, como sentimientos, es muy frágil. El afecto puede ayudar pero no es
suficiente. El amor es también efecto. Un amor verdadero es un amor efectivo.
Puede haber momentos en que el sentimiento está ausente. Pero por eso no se
deja de amar. Así sucede en el amor entre esposos. El amor se cultiva con
actos voluntarios de amor.

Esta intención y estos actos serían incompletos si no hubiera reciprocidad. En


este caso, hay una sobreabundancia de amor de Dios hacia nosotros. Su amor
sale a nuestro encuentro en cada momento de nuestra vida. Si realmente
queremos a Dios, y ocupa un lugar en nuestra vida, reconoceréis las señales de
amor que nos da en nuestra vida. En este caso, para que Dios ocupe el primer
puesto, no es solo necesario amarle con los actos, es dejarse amar. Ya que el
amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
ha amado.

También podría gustarte