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Viernes 22 de setiembre

EL RATÓN CAMPESTRE Y EL CORTESANO


Un ratón campesino tenía por amigo a otro de
la corte, y lo invitó a que fuese a comer al
campo. Pero como solo podía ofrecerle trigo
y yerbajos, el ratón cortesano le dijo:
—¿Sabes amigo que llevas una vida de
hormiga? En cambio yo poseo bienes en
abundancia. Ven conmigo y a tu disposición
los tendrás.
Partieron ambos para la corte. Mostró el ratón ciudadano a su amigo trigo y
legumbres, higos y queso, frutas y miel. Maravillado el ratón campesino,
bendecía a su amigo de todo corazón y renegaba de su mala suerte.
Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta.
Espantados por el ruido los dos ratones se lanzaron temerosos a los
agujeros. Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona incursionó
en el lugar, y al verla, los dos amigos se precipitaron nuevamente en una
rendija para esconderse.
Entonces el ratón de los campos, olvidándose de su hambre, suspiró y dijo
al ratón cortesano:
—Adiós amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás 16 muy satisfecho;
pero es al precio de mil peligros y constantes temores. Yo, en cambio, soy
un pobre diablo y vivo mordisqueando la cebada y el trigo, pero sin angustias
ni temores hacia nadie.
Esopo.
Lunes 25 de setiembre

EL FANTASMA PROVECHOSO
(Parte I)
Un caballero rural tenía una vieja casa que era todo lo que quedaba de un
antiguo monasterio o convento derruido, y resolvió demolerla, aunque
pensaba que era demasiado el gusto que esa tarea implicaría.
Entonces pensó en una estratagema, que
consistía en difundir el rumor de que la casa
estaba encantada, e hizo esto con tal habilidad
que empezó a ser creído por todos. Con ese
objeto se confeccionó un largo traje blanco y con él
puesto se propuso pasar velozmente por el patio
interior de la casa justo en el momento en que
hubiera citado a otras personas, para que
estuvieran en la ventana y pudiesen verlo. Ellos
difundirían después la noticia de que en la casa había un fantasma. Con
este propósito, el amo y la esposa y toda la familia fueron llamados a la
ventana donde, aunque estaba tan oscuro que no podía decirse con
certeza qué era, sin embargo, se podía distinguir claramente la blanca
vestidura que cruzaba el patio y entraba por una puerta del viejo edificio.
Tan pronto como estuvieron adentro, percibieron en la casa una llamarada
que el caballero había planeado hacer con azufre y otros materiales, con el
propósito de que dejara un tufo de sulfuro y no sólo el olor de la pólvora.
Como lo esperaba, la estratagema dio resultado. Alguna gente fantasiosa,
teniendo noticia de lo que pasaba y deseando ver la aparición, tuvo la
ocasión de hacerlo y la vio en la forma en que usualmente se mostraba.
Sus frecuentes caminatas se hicieron cosa corriente en una parte de la
morada donde el espíritu tenía oportunidad de deslizarse por la puerta
hacia otro patio y después hacia la parte habitada.
Inmediatamente se empezó a decir que en la casa había dinero escondido,
y el caballero esparció la noticia de que él comenzaría a excavar, seguro
de que la gente se pondría muy ansiosa de que así se hiciera. En cambio,
no hacía nada al respecto. Se seguía viendo la aparición ir y venir, caminar
de un lado para otro, casi todas las noches, y siempre desvaneciéndose
con una llamarada, como ya dije, lo cual era realmente extraordinario.
Al fin, alguna gente de la villa vecina, viendo que el caballero daba a la
larga o descuidaba el asunto, comenzó a preguntarse si el buen hombre les
permitiría excavar, porque sin duda había allí dinero escondido. Pues, si él
consentía en que ellos lo cogieran si lo encontraban, excavarían y lo
encontrarían, aunque tuvieran que excavar toda la casa y tirarla abajo.
Martes 26 de setiembre

EL FANTASMA PROVECHOSO
(Parte II)
El caballero replicó que no era justo que excavaran y tiraran la casa abajo,
y que por eso obtuvieran todo lo que encontraran. ¡Eso era muy duro de
tragar! Pero que él autorizaba esto: que ellos acarrearían todos los
escombros y los materiales que excavaran y aparecían los ladrillos y las
maderas en el terreno vecino a la casa, y que a él le correspondería la
mitad de lo que encontraran.
Ellos consintieron y comenzaron
a trabajar. El espíritu o aparición
que rondaba al principio pareció
abandonar el lugar, y lo primero
que demolieron fue los caños de
las chimeneas, lo que significó un
gran trabajo. Pero el caballero,
deseoso de alentarlos, escondió
secretamente veintisiete piezas de oro antiguo en un agujero de la
chimenea que no tenía entrada más que por un lado, y que después tapió.
Cuando llegaron hasta el dinero, los ilusos se engañaron totalmente y se
maravillaron sin querer razonar. Por casualidad el caballero estaba cerca,
pero no exactamente en el lugar, cuando se produjo el hallazgo, cuando lo
llamaron. Muy generosamente les dio todo, pero con la condición que no
esperaran lo mismo de lo que después encontraran.
En una palabra, este mordisco en su ambición hizo trabajar a los
campesinos como burros y meterse más en el engaño. Pero lo que más los
alentó fue que en realidad encontraron varias cosas de valor al excavar en
la casa, las que tal vez habían estado escondidas desde el tiempo en que
se había construido el edificio, por ser una casa religiosa. Algún otro dinero
fue encontrado también, de modo que la continua expectación y esperanza
de encontrar más de tal manera animó a los campesinos, que muy pronto
tiraron la casa abajo. Sí, puede decirse que la demolieron hasta sus
mismas raíces, porque excavaron los cimientos, que era lo que deseaba el
caballero, y que le hubiera llevado a gastar mucho dinero.
No dejaron en la casa ni la cueva para un ratón. Pero, de acuerdo con el
trato, llevaron los materiales y apilaron la madera y los ladrillos en un
terreno adyacente como el caballero lo había ordenado, y de manera muy
pulcra.
Estaban tan persuadidos -a raíz de la aparición que caminaba por la casa-
de que había dinero escondido ahí, que nada podía detener la ansiedad de
los campesinos por trabajar. De hecho, sí encontraron algunos objetos de
valor del antiguo monasterio, algo que los espoleó aún más. Al final, la
casa fue derruida por entero y los escombros retirados, cumpliendo el
caballero con su deseo y empleando para ello apenas un poco de ingenio.
Daniel Defoe.
Miercoles 27 de setiembre

EL RUISEÑOR Y LA ROSA
(Parte I)
Paseaba muy triste un estudiante cerca de la encina en
donde el ruiseñor había construido su nido. El joven
lloraba amargamente mientras gritaba a los cuatro
vientos su desdicha:
– ¡Una rosa roja! ¡Solo quiere una rosa roja y no
encuentro ninguna!- decía entre lágrimas el estudiante.
El ruiseñor, alertado por el llanto del joven, escuchó con
atención, mientras él seguía hablando:
– Si consiguiera una rosa roja, ella bailaría conmigo toda la noche. Aceptaría a ir al
gran baile en mi compañía. Y al fin podría rozar su cálida piel. Oh, qué desgraciado
soy, ¡qué duro es el amor!
El ruiseñor pensó entonces:
– Pobre chico… Yo, que cada día canto al amor y a la belleza, sé lo que se puede
llegar a sufrir por amor. El mayor sufrimiento, sin duda, porque el amor lo es todo, y
sin amor, la vida carece de sentido.
Por su parte, el joven, que ya se había tumbado sobre el césped, seguía llorando:
– No puedo ser más desgraciado… ¡Si solo quiere una rosa roja! ¡Y no hay ninguna
en todo mi jardín! Si al menos consiguiera
una… ¡qué felicidad! ¡Sería como rozar el
cielo! ¡Como encontrarme de pronto en el
paraíso!
Pasaba por allí cerca una lagartija, quien, al
ver llorar al chico, preguntó:
– Pero… ¿por qué llora así?
– Eso, eso- añadió una mariposa que volaba entre las flores- ¿Por qué?
Y una dulce margarita, levantó su cabeza y también preguntó:
– ¿Por qué llora?
Y el ruiseñor contestó:
– Por una rosa roja. Por amor.
– ¡Vaya ridiculez!- dijeron los tres.
Pero el ruiseñor, que entendía perfectamente el sufrimiento que genera el amor, alzó
el vuelo en busca de una rosa roja. Llegó hasta un rosal y le dijo:
– Rosal, dame una rosa roja y te cantaré las más dulces melodías.
– Me temo que no puedo- contestó el rosal- Mis rosas son más blancas que la luna.
Pero pregunta a mi hermano, el rosal que está junto a la iglesia. Tal vez pueda
ayudarte.
El ruiseñor voló hasta allí y le dijo al rosal:
– Rosal, por favor, dame una rosa roja y te cantaré las melodías más dulces que
hayas escuchado nunca.
– Ya me gustaría- contestó el rosa- Pero mis rosas son amarillas, tan amarillas como
el sol y el trigo. Pregunta al rosal que duerme bajo la ventana del estudiante.
Jueves 28 de setiembre

EL RUISEÑOR Y LA ROSA
(Parte II)
Y el ruiseñor llegó hasta el rosal que había bajo la ventana del estudiante y le dijo:
– Rosal, necesito una rosa roja. ¿Podrías dármela tú?
– Oh, lo siento, ruiseñor, pero este año no podré dar rosas, porque la escarcha y las
heladas rompieron mis raíces y mis ramas. Mis rosas son rojas, sí, pero no puedo
crear ninguna.
– ¿Y no hay ninguna manera de solucionarlo? - preguntó entonces el ruiseñor.
– Sí la hay, pero es terrible…
– Dime, rosal, ¿qué puedo hacer?
– Podría dar una rosa roja nacida del sacrificio por amor. Si tú vienes a la luz de la
luna esta noche y cantas hasta el amanecer pegado a mis espinas, y la sangre de tu
corazón llega hasta el mío, podré crear la rosa roja más hermosa.
– Dar mi vida por una rosa me parece un alto precio…
Sin embargo… ¿qué es la vida de un pájaro frente al
amor de un hombre? Esta misma noche vendré, rosal.
El ruiseñor acudió hasta donde estaba el joven, que
aún lloraba desconsolado, y le dijo:
– No llores más, joven enamorado, pues esta misma
noche te conseguiré esa rosa y el amor podrá triunfar,
pero prométeme que será un amor verdadero, un amor
puro y eterno.
Y el joven, que escuchaba cantar al pájaro, no entendía bien lo que decía:
– Oh, es lindo tu trinar, pero seguramente seas solo un ave que no entiende de amor y
sufrimiento, que vuela y piensa en sí mismo de forma egoísta…
Y diciendo esto, el estudiante se fue a su habitación.
Esa misma noche, a la luz de la luna, el ruiseñor fue hasta el rosa y cumplió su
palabra. Comenzó a cantar las melodías más dulces, inspirado por el amor, mientras
se apretaba a las espinas del rosa y dejaba que se hundieran en su carne. La sangre
fue dando vida a una rosa, al principio pálida, luego algo sonrosada, y al final, con los
primeros rayos de la aurora, ya cuando el pequeño ruiseñor cayó desplomado al
suelo, la rosa se tornó roja y hermosa, y abrió sus pétalos a la mañana, llena de vida.
El estudiante abrió la ventana y vio con asombro esa hermosa rosa roja, pero no se
fijó que en el suelo yacía muerto el ruiseñor.
– ¡Oh! ¡Qué suerte la mía! ¡Qué gran dicha! ¡Una rosa roja! ¡Mi amada querrá bailar al
fin conmigo!
Y el joven cortó la rosa y se fue corriendo hasta la casa del profesor, para entregarle
la rosa a su hija.
El estudiante llegó a la casa del profesor y dijo a su amada:
– ¡Mira! ¡Traigo lo que me pediste! ¡Aquí tengo tu rosa! ¿Bailarás esta noche
conmigo?
– Oh, no, claro que no- dijo entonces la joven ingrata–
Tengo otro pretendiente que me ha regalado joyas.
Como comprenderás, una joya vale más que una
estúpida rosa roja. Así que llévatela, porque no la quiero.
El joven se enfadó entonces, pensando en lo estúpido
que es el amor y en lo ingrata que era la joven. Al salir,
arrojó al suelo la rosa y se fue a su cuarto murmurando:
– ¡Ah! ¡El amor! ¡Qué tontería! No merece la pena
dedicarle ni un minuto. Prefiero mis estudios y mis libros,
que me dan muchas y más gratas recompensas.
Oscar Wilde.

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