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LOS YANGUEROS: HISTORIA POBLACIONAL DE LA COMARCA DE YANGA, VERACRUZ

Agustín García Márquez


Universidad Pedagógica Nacional

INTRODUCCIÓN
El 18 de agosto de 2006 se realizó en la Ciudad de México la Sexta sesión del
seminario permanente de Antropología de la región de Orizaba con el tema: Histo-
ria y perfil genético de la población de Yanga, convocado por el Instituto de Inves-
tigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. En
aquella actividad académica el interés estaba centrado en el reconocimiento de los
antecedentes históricos y la historia poblacional, para la interpretación de los datos
que ofrecían los estudios genéticos.
En ese sentido, participé con una contribución, “Historia poblacional de la zona de
Yanga, Veracruz”, para que sirviera como marco comprensivo del perfil genético
de los yangueros, es decir el grupo descendiente de los seguidores de Yanga,
aportando la historia particular del grupo humano yanguero y del contexto pobla-
cional del territorio donde actualmente está asentado.
Al invitarme, los coordinadores del seminario me explicaron que se requiere un
contexto histórico para las muestras biológicas estudiadas, y realizar comparacio-
nes entre poblaciones que posiblemente entraron en contacto en algún momento
de su pasado e intercambiaron su carga genética, de tal manera que es necesario
identificar periodos temporales de estancia, el orden de sucesión y el tipo de
presencia que mantuvieron en la zona con la finalidad de establecer cuáles grupos
deben ser comparados e interpretar el resultado del estudio genético.
En este caso específico, la pregunta establecida por mis colegas antropólogos
físicos partía de un hecho concreto que ya habían observado en Yanga: la
población del fenotipo propio de quien tiene ascendencia africana ahora se
encuentra en Mata Clara, congregación del vecino municipio de Cuitláhuac y se
observa muy poco en la población de Yanga. ¿Por qué existe esta aparente
contradicción? Que en la cabecera municipal llamada Yanga ya no sea el grupo
mayoritario el de ascendencia africana, se constituyó en un enigma de la historia
regional que requería una revisión historiográfica.

Para efectos de esta exposición la zona de Yanga incluye los municipios de Yanga
y Cuitláhuac, dado el interés manifestado por los integrantes del seminario en la
cabecera municipal de Yanga y las congregaciones de Cuitláhuac (figura 1).

Figura 1. La zona de Yanga con las localidades de Yanga, Palmillas, Mata Clara y Cuitláhuac en Veracruz.
(INEGI carta topográfica E14B57).

Le agradezco al doctor Carlos Serrano Sánchez, investigador del IIA-UNAM, su


invitación para participar en el seminario, así como las observaciones que los asis-
tentes aportaron para mejorar el diálogo interdisciplinario.

EL ANTECEDENTE INDÍGENA
Los yangueros compartieron el territorio con los indígenas antes y después de la
fundación de San Lorenzo Cerralvo, así que conviene revisar su historia poblacio-
nal. Se supone que el centro de Veracruz fue originalmente ocupado por dos gru-

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pos humanos con diferentes tipos físicos, que de forma económica llamaremos
mayence y oaxaqueño.

Figura 2. Extensión de las lenguas protomayas 2600 aC (Manrique 1990: 220).

Según los lingüistas, el primero se extendió desde el norte del estado de Veracruz
hasta la península de Yucatán por todo el territorio adyacente a la costa del Golfo
de México (figura 2). Desde el 2500 aC y con el paso del tiempo se formaron
variantes dialectales que pertenecían a la familia de lenguas mayas y cuyo único
superviviente en Veracruz es el idioma huaxteco (Manrique 1990: 210).
Actualmente entre el huaxteco y las demás lenguas de esa familia existen
numerosos idiomas que en tiempos muy antiguos rompieron su continuidad
territorial. Sin embargo, para fines de los estudios genéticos conviene recordar que
anteriormente se demostró que los diversos grupos indígenas de Veracruz
comparten un tipo físico común con los huaxtecos y los mayas de Yucatán
(Faulhaber 1953, Montemayor 1956: 11, 19, 77), lo que probablemente indica que
posteriores grupos humanos como otomíes, tepehuas, totonacos, nahuas, y

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popolucas, llegaron a Veracruz e impusieron su idioma, pero predominó el tipo
físico de la población original.
El segundo tipo físico oaxaqueño ha sido encontrado entre los nahuas de la Sierra
de Zongolica (Serrano 1999). Se caracteriza por su gran similitud a los mazatecos
y cuicatecos de Oaxaca (figura 3). Aún cuando se carece de una historia de las
lenguas en la sierra, considerando el fenómeno de la unidad biológica y la diversi-
dad lingüística que ocurre en el caso del otro grupo mayence, es posible suponer
que de manera similar algún grupo o varios que utilizaban lenguas oaxaqueñas,
habitaron en la sierra antes de la llegada de los nahuas, los cuales heredaron el
tipo físico ya existente y aportaron su lengua.

Figura 3. Comparación de la estatura masculina promedio en grupos nahuas del estado de Veracruz con mazatecos
y cuicatecos de Oaxaca (Serrano 1999: 134).

La zona de Yanga está en medio de las tierras bajas de Veracruz y la Sierra de


Zongolica, es decir, pudo estar ocupado por cualquiera de los grupos oaxaqueño o
mayence, e inclusive por ambos. Desde el punto de vista de la arqueología, esta-
ba habitada por grupos humanos que compartían una cultura material llamada de
remojadas (figura 4) por el nombre de un sitio en el municipio de Soledad de Do-
blado en donde primero se encontró (Medellín 1960: 8.). Por su fuerte arraigo en la
costa y algunos rasgos culturales, remojadas quizá fue creada por integrantes del
grupo mayence (León Pérez 1997), aunque cabe decir que todavía no hay manera

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de descartar la presencia oaxaqueña en la zona de Yanga debido a que se
desconoce la arqueología de la sierra.

Los asentamientos con cultura remoja-


das mantuvieron contactos con los
diferentes centros olmecas del sur de
Veracruz y Tabasco entre el 1200 y 400
aC. Hasta ahora no se ha observado
una presencia masiva de la cultura
olmeca, más bien parece que hubo
contactos de diferente intensidad entre
las elites de los pueblos de la cultura
remojadas y los centros olmecas (Clark
y Pérez 1998; Wilkerson 1981). La
cultura remojadas sobrevivió a los
Figura 4. Zonas de la cultura remojadas (Medellín 1960:
9).
olmecas y también trascendió a los
teotihuacanos con los cuales contactó
entre el 400 y 600 dC.
Como en el caso de los olmecas, no se tienen evidencias de migraciones o
grandes asentamientos teotihuacanos en el centro de Veracruz y la relación
parece haberse reducido al comercio. Sin embargo, debe notarse que la
producción de objetos de barro, su decoración y simbolismo estuvieron
fuertemente influenciados por el arte olmeca y teotihuacano siendo ambos
importantes antecedentes del llamado arte clásico de Veracruz caracterizado por
el alto desarrollo artístico y tecnológico. Por esta razón, no debe descartarse la
presencia de pequeños grupos de artesanos y aún sacerdotes que aportaron las
técnicas de barro y los significados simbólicos a los pueblos de la cultura
remojadas (Proskoriakoff 1954; Scott 1980; Manzanilla 1993).
En el valle del río Seco, en donde se encuentra la zona de Yanga, los sitios
prehispánicos más antiguos datan del 800 aC a 400 aC. Hasta ahora se han
contabilizado siete por lo que probablemente hubo poca población, aún cuando

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entre el 400 aC y 300 dC se observó un aumento demográfico en esos sitios. El
crecimiento fue mucho más notable a partir del 300 dC y hasta el 900 dC, cuando
hubo hasta 61 asentamientos. No se ha determinado si fue a causa de la llegada
de una nueva población o se trató de un aumento demográfico local, pero no se
han advertido rupturas en la tradición de cultura material (Daneels y Miranda 1998:
64, 67; Miranda y Daneels 1998 57; Miranda 1999).

La llegada de grupos nahuas es sin


duda el cambio más importante para la
historia poblacional en el centro de Ve-
racruz. De acuerdo con los estudios
lingüísticos (Hasler 1999: 167), una se-
rie de dialectos nahuas llamados orien-
tales, se extendieron desde la Sierra de
Zongolica hasta las sierras de Perote y
Norte de Puebla y probablemente más
hacia el norte de Veracruz (figura 5). En
los textos escritos únicamente es
relacionado con el centro de Veracruz
el grupo olmeca xicalanca de habla
Figura 5. Dialectos nahuas en el centro de Veracruz
(Hasler 1999: 169). náhuatl (Benavente 2003: 62; Clavijero
1987: 110; Zapata y Mendoza 1995: 89,
91).

A los olmecas xicalancas algunos autores los hacen venir del norte de México
(Benavente 1971: 52; Chimalpahin 1991: 95; Muñoz Camargo 1998: 71), o de
Potonchan, Tabasco (Ixtlilxóchitl 1985: II, 7-8), lo cual no es contradictorio porque
parecen haber sido un grupo plurilingüe (Sahagún 2000: II, 970-971), con varios
orígenes geográficos. Cuentan los arqueólogos que en Tlaxcala aparecieron hacia
el 650 dC y entraron en contacto con otros grupos de cultura tajín, huaxteca y
teotihuacana; luego dominaron la región por el 750 dC, ocupando el sitio de
Cacaxtla (García Cook 1978), y llegaron a Cholula hacia 700 – 990 dC (McCafferty

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1996: 312). En Cacaxtla pueden apreciarse de Teotihuacan, Xochicalco y
especialmente del arte maya (Baird 1989). Su componente nahua tal vez tuvo
origen en el Occidente, pues la variante dialectal atribuida a sus descendientes
ubicados en la Sierra Norte de Puebla está muy relacionada con el náhuatl de
Occidente registrado en Durango, Nayarit, Jalisco, Colima, Guerrero, Michoacán y
Estado de México (Lastra 1986: 191-192; García Martínez 1987: 46, 49-50; Andrés
Hasler, comunicación personal, 2004).
Este grupo perdió su influencia en el Altiplano como consecuencia de una serie de
migraciones iniciadas en Tula, Hidalgo, que también afectaron el centro de
Veracruz. Uno de los grupos que salieron, llamado tolteca-chichimeca entró a
Cholula como refugiado y después se convirtió en su conquistador. Se apoyó en
grupos chichimecas que provenían de Guanajuato y eran probablemente
nómadas. Hacia el 1168 los olmecas xicalancas fueron desplazados y se movieron
a la Sierra Norte de Puebla, el sur de Puebla y el centro de Veracruz (García
Martínez 1987: 46, 49-50; Zapata y Mendoza 1995: 89, 91; Historia tolteca-
chichimeca 1989: 207). En particular es mencionado Cotaxtla, Veracruz, como un
gran centro olmeca (Clavijero 1987: 110) el cual pudo sostenerse mucho tiempo,
pues los grupos chichimecas y tolteca-chichimeca lo conquistaron en el año 1187
(Historia tolteca chichimeca 1989: 207; Martínez 1984: 30, 241, nota 2; Reyes
García 1988: 40, 44, 46).
Los estudios arqueológicos son escasos en la zona de Yanga y de poca utilidad
para el estudio de la historia poblacional, pero tenemos algunos indicios sobre
este momento de transición en Cerro del Toro Prieto el principal sitio ubicado en el
vecino municipio de Amatlán de los Reyes.
La tradición cultural remojadas continúa presente durante el 600 al 900 dC. La
arquitectura es similar a la de tiempos anteriores, aunque más grande, luego
cambió y adquirió un aspecto de fortificaciones. Se mantienen algunos rasgos y
otros nuevos aparecen, entre ellos elementos de cerámica procedentes de
Tabasco y Campeche (Daneels y Miranda 1998: 81). Estos rasgos arqueológicos
pueden relacionarse con los olmecas xicalancas los cuales compartieron de
alguna forma los asentamientos de la antigua tradición remojadas. Los

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arqueólogos no advierten algún cambio drástico, de manera que la convivencia
entre estos pueblos pudo ser pacífica; después de todo, la gente de cultura remo-
jadas probablemente utilizó alguna lengua mayence y los olmecas xicalancas es-
taban acostumbrados a tratar con los mayas chontales de Tabasco y Campeche
(Izquierdo y Figueroa 1978: 85).
Otro grupo es el nonoalca que se movió desde Tula hacia el sur de Puebla, en la
región de Tehuacán e incursionó a la Sierra de Zongolica ocupándola totalmente
hacia el 1150 (García Márquez 2005: 105-108). Entonces, en Cerro del Toro Prieto
algunos edificios fueron destruidos, aparecieron los altares y la cerámica es muy
diferente, probablemente procedente de La Mixteca Baja o Tehuacán (figura 6).
Tal vez los nonoalcas bajaron de la Sierra de Zongolica llevando los objetos desde
valle de Tehuacán, que también ocuparon (Daneels y Miranda 1998: 84; García
Márquez 2005: 107; Morales Carvajal 2006: 139.

Figura 6. Ubicación de Cerro del Toro Prieto y Palmillas (Miranda y Daneels 1998: 65).

Los arqueólogos observaron que en Cerro del Toro Prieto después ya no aparece
otro complejo arqueológico proveniente del Altiplano poblano atribuido a los tolte-
cas-chichimecas de Cholula y sus aliados chichimecas (Daneels y Miranda 1998:
84-85). Entonces el lugar fue abandonado por los nonoalcas que retrocedieron a la

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Sierra de Zongolica (donde actualmente se localizan) a causa de las incursiones
chichimecas que llegaron hasta Cotaxtla en 1187.
La zona de Yanga pudo pasar por un proceso poblacional muy similar, pero en
este caso no se tiene suficiente información para confirmarlo. Parece que Palmi-
llas, sitio arqueológico, ubicado en tierras ejidales entre los municipios de Yanga y
Cuitláhuac, se convirtió en el centro de la región (Miranda y Daneels 1998: 70),
sustituyendo a Cerro del Toro Prieto. Diversos indicios arqueológicos muestran
que Palmillas estuvo habitado hasta la conquista española (Morales Carvajal
2006: 149-151) y según los historiadores era Tototlan, un pueblo prehispánico
mencionado en los textos históricos (Naveda 1987: 267; Ramírez Lavoignet 1987:
8-9; García Márquez 2005: 29-30).1
Tototlán sirvió como límite del territorio ocupado por los nonoalcas en el siglo XII. A
mediados del siglo XIV estaba bajo el dominio de Coaixtlahuaca, antes de ser con-
quistado por los mexicas de Tenochtitlán hacia 1455; probablemente se rebeló
antes de la muerte de Axayácatl, en 1470, sufriendo graves represalias, y luego
pasó al dominio de Tetzcoco en 1481. De acuerdo con la Matrícula de tributos,
formaba parte de la provincia tributaria de Cuauhtochco en el momento que
ocurrió la conquista (García Márquez 2005: 29-30, 129, 137).
Considerando lo anterior, en resumen, la zona de Yanga fue habitada más de un
milenio por grupos de cultura remojadas física y lingüísticamente relacionados con
los mayas. Entraron en contacto con olmecas y teotihuacanos y tal vez se
nahuatizaron cuando convivieron con los olmecas xicalancas entre los siglos VII y
XII. Luego durante los siglos XII al XVI sufrieron las invasiones sucesivas de los
nahuas nonoalcas que habitaron la Sierra de Zongolica, nahuas chichimecas del
área Puebla-Tlaxcala, de los chochones de Coaixtlahuaca y nahuas mexicas y
tetzcocanos (aztecas) del valle de México. Cabe mencionar que los chichimecas,
nonoalcas y aztecas hablaban dialectos nahuas del centro de México (Hasler
1999).

1 Aunque Rosas (1999: s/p) sostiene que se encontraba en la antigua hacienda de Nuestra Señora
del Pilar, alias Palmillas.

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Posiblemente el tipo físico mayence se mantuvo, aún cuando el idioma náhuatl se
impusiera como ocurrió en otros sitios de Veracruz. Del mismo modo, por su cer-
canía con la sierra y la presencia nonoalca, debe considerarse al tipo físico oaxa-
queño como parte de la herencia genética de los pueblos prehispánicos en la zona
de Yanga, y el tipo físico de los nahuas posclásicos de menor duración.

SAN LORENZO DE LOS NEGROS


La región fue visitada desde 1519 por grupos de europeos. En octubre de 1521 los
pueblos de la región Orizaba-Córdoba se sometieron al dominio español. Debido a
la impresionante baja demográfica causada por las epidemias europeas, la pobla-
ción de Tototlan fue trasladada a Amatlán seguramente junto con los últimos
habitantes de los otros 13 sitios que estuvieron habitados durante el Posclásico
medio y tardío. Al mediar el siglo XVI, en la región únicamente existía el pueblo de
indígena de Amatlán y la villa de Santiago Huatusco formada por españoles y
mestizos que fungía como cabecera del corregimiento de Huatusco (figura 7).
Desde tiempos muy tempranos, la
administración real empezó a conceder
tierras para establecimientos agrícolas
y ganaderos, y de servicio para los
viajeros a lo largo de la ruta Orizaba –
Veracruz (Ramírez Lavoignet 1987: 3),
en donde había europeos, mestizos,
indígenas y negros. Estos pequeños
asentamientos fueron el origen de las
grandes haciendas que dominaron
económica y políticamente el centro de
Veracruz incluso algunas sobrevivieron
a la Revolución Mexicana y
concentraron la mayor parte de la
Figura 7. La alcaldía mayor de Córdoba (Gerhard 1986:
85).
población. En este contexto se
desenvolvió la vida de los yangueros.

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Se dice que Yanga, el principal líder, se fugó hacia 1570 (Naveda 1987: 125) al
mismo tiempo que el camino Orizaba – Veracruz adquiría mayor relevancia y los
cimarrones se volvieron una amenaza importante (Valle Pavón 2002). Los negros
fugitivos establecieron varias aldeas en zonas relativamente aisladas, desde don-
de organizaban asaltos a los viajeros y como parte del botín obtenían mujeres in-
dias y mestizas. El gobierno virreinal los combatió y al no poder derrotarlos, se les
permitió fundar San Lorenzo Cerralvo, en algún momento durante la primera mitad
del siglo XVII2 y también constituyó la villa de Córdoba en 1618, para mayor segu-
ridad del camino y de los viajeros (Rodríguez y Valero 1984 [1759]: 2).
Se supone con bastante certeza que San Lorenzo Cerralvo fue primero fundado
en el monte de Totutla y después se trasladó a Palmillas (García Bustamante
1988: 231). Para 1696 ya estaba en donde ahora es la villa de Yanga según se
indica en la pila bautismal de su iglesia (Ferrandón 163: 47).
Durante todo el tiempo que duró el comercio de esclavos, los puntos de embarque
en las costas africanas eran muy diversos, pero en la segunda mitad del siglo XVI

la mayoría de los que llegaron a Veracruz eran de Sudán, los llamados


“verdaderos negros” y fueron embarcados en la zona de Cabo Verde. Después, a
principios del siguiente siglo, tuvieron mayor importancia numérica los bantúes.3 El
grupo bantú se define por sus relaciones internas de carácter lingüísticas y
culturales, pero contiene varios tipos físicos diversos entre sí (Berthaux 1985: 32).
Al propio líder Yanga y uno de sus lugartenientes, Francisco de la Matosa, se les
consideró de Angola, nombre con el que eran conocidos varios pueblos y reinos,
en los cuales se hablaba la lengua angola, “más particularmente, esta Angola
parece identificarse con el núcleo político-cultural formado entonces por los reinos
Bungu, Kongo, Matamba, Ngola, Loango, Kakongo y Ngoyo, que se localizan en la

2 En la cronología de estos hechos varios autores especialistas en el tema difieren sobre la funda-
ción de San Lorenzo: 1608 (Aguirre Beltrán 1988: 135), 1609 y confirmada en 1631 (Ngou-Mvé
1997: 38), ¿1610 o 1617? (Israel 1997: 77, 79), 1617 (Carroll y Naveda 1994: 26), 1618
(Castañón 2002: 116), 1630 (García Bustamante 1988: 224) y 1635 (Naveda 1987: 126-127).
3 Para los casos de Xalapa véase a García Bustamente (1988: 177), y para el Papaloapan a
Aguirre Beltrán (1992: 93). Sin embargo, la identificación del origen no es confiable: “La
clasificación racial de origen y mezcla de los esclavos en los documentos –además de no existir
siempre– quedaba sujeta a la subjetividad del escribano o redactor, de tal forma que se dificultan
enormemente las apreciaciones en torno a la procedencia de los esclavos y a las mezclas con
otros grupos en el transcurso del tiempo” (Naveda 2001: 197).

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costa occidental del área bantú: los primeros que entraron en contacto con los por-
tugueses, es decir con la trata de negros” (Ngou-Mvé 1997: 39). Yangá, tal vez
fuera de la tribu “bram”, es decir, “Brama o Bavarama de África Central, que apa-
recen en la mayor parte de los mapas de la costa central africana de los siglos XV,
XVI y XVII” (Ngou-Mvé 1997: 40). Aunque los miembros de la familia lingüística
angola o bantú probablemente fueron los más numerosos, no debe olvidarse que
hubo más grupos con orígenes, lenguas, tipos físicos y culturas diferentes, y que
tal variedad posible proceden los fundadores de San Lorenzo.
Después de fundar San Lorenzo Cerralvo, por un acuerdo con las autoridades vi-
rreinales, los esclavos fugitivos eran capturados y devueltos a sus amos por los
propios yangueros (Israel 1997: 79, nota 39; García Bustamante 1988: 227-229),
pero aun así continuaron llegando de varias partes de la Nueva España (Nicolás
Ngou-Mvé 2003: 30).
Sin duda alguna, el pueblo fundado por Yanga tuvo continuidad como gobierno
local y grupo demográfico. En 1697, Francisco Gemelli Careri (1992: 246) vio al
pueblo aplicado a la agricultura y “como está habitado todo por negros, ahí parece
que se está en Guinea”. Otro informe de alrededor de 1744 decía que San
Lorenzo “habitanlo setenta y ocho familias de negros libres y ocho de indios, que
se han agregado de poco tiempo a esta parte, porque este pueblo se erigió para
habitación de los negros y negras, que consiguen su libertad en los ingenios de la
jurisdicción” de Córdoba (Villaseñor y Sánchez, 1992: 222). Posteriormente, el
fraile Francisco de Ajofrín (1992: 55), lo visitó en 1763: “este pueblo se fundó para
habitación de negros y negras que consiguen la libertad en los muchos ingenios y
trapiches de azúcar que hay en esta jurisdicción, aunque hay varias familias de
indios y algunos españoles en tiendas”. La presencia de europeos e indígenas,
probablemente propició el mestizaje, pero los hacendados y la guerra también
contribuyeron a reducir la herencia del fenotipo afrodescendiente.
Fue constante el acoso de los hacendados, quienes veían al pueblo de San
Lorenzo como un constante incentivo para que sus esclavos buscaran ser libres.
En 1768 sus tierras fueron subastadas y ese mismo año los hacendados
presumían que los habitantes habían “desertado los más de ellos, repartiéndose

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en distintas jurisdicciones llenos de miserias y necesidades” (Naveda 1987: 131);
en 1826 se reportaba que a causa de la anterior guerra de Independencia: “verda-
deramente [San Juan de] la Punta4 es pueblo solo en el nombre, y lo mismo San
Lorenzo, pues ambos casi han desaparecido” (Segura 1935: 60, 68). Se descono-
ce si entonces el grupo yanguero se repuso, pero pocos años después, en 1839,
había casi 400 vecinos dedicados a la agricultura, pero las cinco haciendas y un
trapiche en sus alrededores estaban arruinadas (Ramírez 1854: 107).
Es difícil saber si la población de ascendencia africana se recuperó de la baja de-
mográfica. Durante la guerra de independencia, el sistema de organización social
basado en consideraciones raciales fue abolido y se catalogó como ciudadanos a
todos los súbditos de la corona española. Con eso se dejaron de censar los
miembros de cada casta.
Tal vez se mantuvo un remanente afrodescendiente en San Lorenzo y recibieron
otros negros de la región y aún de más lejos, como indican diversas noticias. Un
observador minucioso como Carl Christian Sartorius (1990: 165), decía a
mediados del siglo XIX que: “el número de negros es muy reducido y casi
exclusivamente confinado a las regiones costeras. Allí conservaron su propia
comunidad, en parte por medio de matrimonios con negros de pura sangre, y en
parte mediante la inmigración de negros liberados de Luisiana, Cuba y otras islas
de las Indias Occidentales”. También hacia 1856 se contaba que algunos esclavos
fugitivos de Estados Unidos intentaban pasar desapercibidos entre la población
afrodescendiente de la región de Córdoba (Burnet 1992: 31).5 La zona rural fue
escenario de combates en los que participaron negros de la Isla Martinica y de
Egipto como tropas del imperio francés (Bullock 1992: 158); también se registró la
leyenda de Hilario Virgen, en la tradición oral de Mata Clara, acerca de un negro
llegado a finales del siglo XIX huyendo de Cuba (Cruz Carretero 1992: 11), y
durante el Porfiriato, la región de Córdoba recibió cubanos especializados en la
producción azucarera (García Díaz 1995: 55).

4 San Juan de la Punta, actualmente es el vecino municipio de Cuitláhuac.


5 Véase a Muñoz Mata (1998: 77-78) para diversos intentos de traer negros a México desde Esta-
dos Unidos como mano de obra temporal y colonos.

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Está documentada un poco mejor la llegada de colonos de fenotipo europeo pro-
cedentes “del centro y occidente del país”, cuyos descendientes son llamados
“charros” (Cruz Carretero 1992: 10).6 Algunos datos indican que llegaron hacia
1875 – 1880.7 Al mismo tiempo, el embate de los hacendados continuó contra San
Lorenzo, y antes de la Revolución Mexicana el pueblo sólo contaba con cuatro
manzanas como su fundo legal, mientras que el resto del territorio era acaparado
por las haciendas según recordó el cronista de Yanga Leonardo Ferrandón (1963:
34-35, 38). Por eso, entre 1920 y 1949 en el municipio de Yanga se hicieron al
menos 17 solicitudes agrarias para dotación de tierras ejidales y ampliaciones
(Gómezjara 1998), las que al ser aprobadas varias significaron un reacomodo po-
blacional hacia los nuevos ejidos que se fundaron por toda la región de Córdoba.
Al revisar su historia, desde el punto de vista demográfico, se concluye que era
muy difícil que sobrevivieran los yangueros como grupo biológico, cultural y autó-
nomo, por los cuatro procesos históricos que enfrentaron: el acoso de los
hacendados, el mestizaje, la guerra de Independencia y la reforma agraria. Los
negros yangueros se convirtieron en una minoría en el antiguo San Lorenzo
Cerralvo. En 1948, el antropólogo Julio de la Fuente, nacido en Yanga, escribió:
La mayor parte de las concentraciones indígenas y negras, alrededor
de estos centros [Orizaba y Córdoba], ha desaparecido por fusión
biológica, cambio cultural8 y migración. Con referencia a las citadas
dentro de la órbita de Córdoba, San Lorenzo, era anteriormente llamada
informalmente San Lorenzo de los Negros, ahora es una comunidad
campesina de tipo regional, en la que viven pocos negros y mulatos,
más bien en su periferia, y se cuentan en mayor número en las
congregaciones cercanas (De la Fuente 1990: 88).
En esta apreciación coincidió parcialmente Sagrario Cruz Carretero, antropóloga
que en 1987 indagó sobre la identidad de los negros de Mata Clara. Para ella, “en

6 Se dice que los charros ocuparon la cabecera municipal de Cuitláhuac y procedían principalmente
de Michoacán (Sáenz 1994: 67). La tradición oral de municipios desde Orizaba hasta Soledad de
Doblado ubica a esos migrantes durante el Porfiriato como procedentes de Jalisco, Michoacán,
Guanajuato, pero hasta ahora no se tiene mejor información.
7 Archivo General del Estado de Veracruz, Fondo Comisión agraria mixta, expediente Yanga 115,
volumen II, folio 42; expediente Yanga 130, folio 115.
8 Es difícil abordar el tema de la aculturación debido a lo poco que se conoce de la cultura original
de los africanos que llegaron a la Nueva España. Sin embargo, se han citado como rasgos
propios la construcción de chozas redondas (Rejano 1992: 219), los topónimos de origen bantú
(Ngou-Mvé 2003: 31) y su habilidad para la danza (Cruz Carretero, Martínez y Santiago 1990: 29).

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la actualidad, San Lorenzo, hoy conocido simplemente como Yanga, Veracruz, ha
tenido un proceso de mestizaje tal, que hace que los rasgos físicos afro no se en-
cuentren tan acusados como ocurre en la vecina comunidad de Mata Clara” (Cruz
Carretero 1992: 10).

EL ENIGMA DE MATA CLARA


En esas breves líneas nuestra colega planteó un difícil problema sobre porqué en
Yanga ahora no es tan evidente la presencia negra como en Mata Clara; además,
debe agregarse la identificación que todavía mantienen los mataclareños con la
cabecera municipal de Yanga, expresada particularmente durante la celebración
del carnaval de Yanga, que se ha definido como “una fiesta de la negritud” (Cruz
Carretero, Martínez y Santiago 1990), todo ello a pesar de que la congregación
pertenece a Cuitláhuac.
Al preguntarnos acerca de cómo en Mata Clara el mestizaje fue menos frecuente
que en Yanga, es útil el estudio de la historiadora Adriana Naveda Chávez Hita,
acerca de los matrimonios de negros y afromestizos durante el siglo XVIII. En la
villa de Córdoba, de 136 uniones registradas entre personas afromestizas o ne-
gras, en el 97.8% (133) de los casos, uno o dos de los cónyuges tenía anteceden-
tes indígenas o europeos, y el 2.2% (3) de los matrimonios fueron entre negros,
sin mezclas; y además, en el 6.6% (9) los matrimonios se celebraron entre
esclavos y en 93.4% (127) uno o dos de los contrayentes eran libres.9 En las
haciendas, con 132 registros se observó que el 75.7% (100) ocurrió entre negros y
en el restante 24.3% (32) uno de los contrayentes, o los dos, tenían ascendencia
indígena o europea.10 Estas pautas matrimoniales nos indican que en las
haciendas donde había más negros en condiciones de esclavitud, el proceso de
mestizaje fue mucho menor y más lento que en la villa, mientras que los afromes-

9 Naveda (1992: 142, cuadro 2), “Casamientos de afromestizos libres con mestizos, indios y espa-
ñoles, incluyendo esclavos efectuados en la villa de Córdoba 1751-1763”. Para el cálculo se
excluyeron viudos e indio – india.
10 Naveda (1992: 141, cuadro 1), “Casamientos de afromestizos libres con mestizos, indios y
españoles, incluyendo esclavos, efectuados en la villa de Córdoba 1751-1763”. Para el cálculo se
excluyeron viudos y entre indios y españoles.

15
tizos de la villa cordobés, en su gran mayoría libres, tuvieron más oportunidades y
eligieron casarse con personas afrodescendientes o de otros grupos.
El aumento de la demanda de azúcar durante el siglo XVII y las condiciones ade-
cuadas para su producción promovieron el crecimiento de las haciendas azucare-
ras y de la población negra en calidad de mano de obra, por esa razón, San
Lorenzo nunca fue la única localidad con población negra en la región de Córdoba.
Se han registrado hasta 35 haciendas, entre las cuales hubo varias con más de
100 y hasta 300 personas clasificadas como negros y afromestizos (Naveda 1988:
300).
A pesar de la guerra de Independencia, que hundió económicamente a las
haciendas, sus habitantes se mantuvieron habitando la región y, por ejemplo, en la
hacienda El Potrero en el vecino municipio de Atoyac, cuando la visitó Burnet en
1856, observó que todavía “eran indios con una considerable mezcla de sangre
negra porque muchos esclavos fueron traídos al país en tiempos antiguos por los
colonos españoles. Ahora, por supuesto, ellos y sus descendientes son libres”
(Burnet 1992: 31).11 Más de ochenta años después, la presencia de los
afrodescendientes todavía era evidente para los observadores, como el periodista
español Juan Rejano quién visitó los alrededores de Córdoba en 1939:
La existencia de negros, de mestizaje negro, por estos contornos, me
atrae como un fenómeno extraño. Yo sé que los negros traídos de
África, hace siglos, habitaron algunas zonas de México, y que su sangre
quedó perpetuándose en ellas. Pero el hecho de verlos en un medio
rural, formando núcleo, entregados a sus faenas, despierta vivamente
mi curiosidad. Está uno tan acostumbrado a ver el negro en la ciudad
como un producto exótico, como un motivo decorativo, de distracción,
que apenas se le concibe ya de otra manera (Rejano 1992: 218).
Por ello, también cabe la posibilidad de que los afrodescendientes de Mata Clara
tengan como antepasados a los esclavos de alguna de las haciendas12 cercanas
al actual poblado, como San Antonio de Padua (13), Nuestra Señora de
Guadalupe (23), Trapiche Mesa (27), Santa Cruz de las Palmillas (28), San

11 Nuestra Señora de la Candelaria alias El Potrero con el número 16, en la figura 8.


12 Por otra parte, Teófilo Aquileo Rosas (1999: s/p) da a entender que el primer asentamiento de
San Lorenzo fue en Mata Clara, posibilidad que se abstuvo de argumentar ampliamente, pero
que en el futuro debe ser considerado como parte de una investigación más profunda.

16
Antonio de las Palmillas (29), San Miguel (31), San José de Abajo (32), San José
de Enmedio (33) y San José (35).

Figura 8. Mapa de la región Córdoba con las haciendas durante el siglo XVIII.
(Naveda 1988: 269-272).

CONCLUSIONES PRELIMINARES
Salvo que se realice una investigación más larga, costosa y detallada, hasta ahora
tenemos que la mayor parte de los primeros afromestizos de Yanga debieron per-
tenecer al grupo de “los verdaderos negros”, de la zona bantú, y que después
llegaron otros desde varias partes de la Nueva España y en el siglo XIX de Estados
Unidos, el Caribe y África, aunque esto último no se documentado para el caso
específico de San Lorenzo.
En resumen, antes y después de la fundación de San Lorenzo se mezclaron con el
grupo indígena ya existente en el que participaban muchas etnias y lenguas, pero
considerando el tipo físico sólo hubo tres grandes grupos: mayence, oaxaqueño y
nahuas posclásicos. Al crearse San Lorenzo Cerralvo, durante el paso de los
siglos el mestizaje con otros grupos que se asentaron en la comunidad debió
disminuir el número de los yangueros con fenotipo afrodescendiente. Es posible

17
que durante la guerra de Independencia los yangueros hubieran abandonado San
Lorenzo; al volverse a ocupar pocos años después, alguna gente
afrodescendiente debió regresar, pero no se sabe si nuevamente recuperó su
condición de grupo mayoritario, o si eran yangueros o descendientes de la
esclavomanía de las haciendas cercanas, pero en el resto del siglo XIX y en el
Porfiriato debieron sufrir la competencia de las haciendas por sus tierras y el
pueblo se vio reducido a unas pocas manzanas urbanas.
Además, durante el Porfiriato el grupo de los charros, originario del occidente del
país, parece haber ocupado parte del poblado y, después de la Revolución
Mexicana, cuando la reforma agraria expropió las haciendas y sus tierras fueron
repartidas, hubo reacomodos de la población rural en los ejidos. Es probable que
más afrodescendientes de San Lorenzo emigraran entonces para asentarse a los
nuevos núcleos ejidales.
Como resultado de ese proceso histórico será muy difícil probar que los
descendientes de los fundadores de San Lorenzo encabezados por Yanga, los
yangueros, aún viven en la actual villa de Yanga, pero su principal legado hasta
nuestros días ha sido la posibilidad de construir una salida de la esclavitud,
mensaje que atrajo a San Lorenzo y a la región más esclavos de las haciendas
durante el periodo colonial y a los negros fugitivos de otras regiones y países en el
siglo XIX, quienes probablemente renovaron la herencia genética africana.
Por lo anterior, pueden presentarse dos hipótesis. Primera, los yangueros u otros
afrodescendientes con un fenotipo claramente diferenciado se volvieron una
minoría al convivir con indígenas y mestizos porque, tal vez, como ocurrió en
Córdoba con los negros libres, con mayor frecuencia eligieron casarse con
personas de otros grupos de ascendencia indígena y europea. Si el mestizaje fue
una causa importante de la invisibilización de los rasgos de origen africano en San
Lorenzo, hoy Yanga,13 como suponen de la Fuente (1990) y Cruz Carretero
(1992), esto deberá reflejarse en un aceptable porcentaje genético de africanidad,

13 El nombre de San Lorenzo, o San Lorenzo Cerralvo, fue suprimido y sustituido por el Yanga
mediante decreto del Congreso del Estado de Veracruz del 5 de noviembre de 1932 (Sánchez
Durán, et al., 1977: 444).

18
entre la población de Yanga. En este caso, los afrodescendientes de Mata Clara
provendrían de los esclavos de alguna otra hacienda azucarera.
En la segunda hipótesis, se extinguieron los yangueros y otros afrodescendientes
como grupo político e histórico independiente, debilitados demográficamente a
causa de la guerra de Independencia, el acorralamiento de los hacendados por
más de doscientos cincuenta años, el arribo de los charros y finalmente porque
recibieron tierras propias en los ejidos. En este caso, de sustitución de población,
un mínimo porcentaje de rasgos genéticos africanos debería estar presente entre
los actuales habitantes de Yanga, y quizás los descendientes de los yangueros
deban ser buscados en las congregaciones y ejidos de Yanga, Cuitláhuac y el res-
to de la región.

EPÍLOGO GENÉTICO
Los anteriores dos supuestos no fueron resueltos después por el equipo de inves-
tigadores de la UNAM, sin embargo, se tuvo noticia sobre una investigación que
mucha luz daría acerca de las preguntas planteadas, pero que lamentablemente
no fue posible consultar sus resultados. Se trataba de Martín Antonio González,
quien presentó la ponencia “Mitos históricos y genética molecular: mestizaje, es-
clavitud y realidad biológica de la población de Yanga, Veracruz”, durante el VII
Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología Biológica, realizado
en la ciudad de México en el año 2002. El doctor Martín Antonio González fue
director de la tesis doctoral de Víctor Acuña Alonzo, por la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, en el año 2005; desafortunadamente en aquel entonces
no se tuvo acceso a ese valioso documento, pero al parecer Acuña Alonzo
participó en la gestión de las muestras biológicas de la población mestiza en
Yanga, que le permitieron mediante su análisis molecular hacer una interpretación
sobre la historia poblacional y las evidencias genéticas.14
Posteriormente, fueron publicados un par de artículos, uno de divulgación y un
segundo de corte más académico, en los cuales presentaron resultados de la in-

14 Víctor Acuña Alonzo, La contribución genética africana a las poblaciones mexicanas contempo-
ráneas, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, 2005.

19
vestigación (Solé Llussa et al. 2015; Gorostiza et al. 2015). En el año 2004 un gru-
po de biólogos, historiadores y antropólogos visitaron la cabecera municipal de
Yanga y con la colaboración de las autoridades locales seleccionaron a sesenta
personas sin parentesco entre ellos, cuyos abuelos hubieran nacido en Yanga. “La
hipótesis de partida era que, dada la historia de esta población, fundada por
cimarrones, catalizadora de esclavos y referente de la identidad afrodescendiente,
cabría encontrar un componente genético africano especialmente elevado”
(Gorostiza et al. 2015: 7).
Los resultados del análisis del ADN, mostraron que los habitantes actuales en un
69% tiene antecedente genético predominantemente indígena, un 23% europeo y
el de ascendencia africana alcanza el 8%, y confirmaron la impresión de varios
investigadores que visitaron Yanga previamente: “una relativamente baja
presencia de africanos y una elevada dilución de su aportación biológica”
(Gorostiza et al. 2015: 13). Los autores señalan que el 8% de herencia africana es
un “valor por debajo de lo esperado, si realmente fue fundada por africanos y fue
colectora a lo largo de su historia, de afrodescendientes”. También hicieron
referencia a que el resultado “requiere de una profunda revisión histórica”.
(Gorostiza et al. 2015: 18).
Desde la perspectiva de la historiografía local, el 8% refleja ambas hipótesis, del
mestizaje y de la sustitución de población. El porcentaje sí es alto considerando
cuatro procesos traumáticos en la continuidad poblacional de yangueros y otros
afrodescendientes: a) el mestizaje, siguiendo patrones regionales para la elección
de pareja; b) la embestida de los hacendados que dispersó a los yangueros hacia
1768, y redujo a su mínima expresión el espacio territorial del pueblo poco antes
de la Revolución Mexicana, c) la guerra de Independencia que hacia 1821 dejó a
San Lorenzo casi despoblado y d) la llegada de los charros, de ascendencia
europea, grupo que se asentó en San Lorenzo y la región durante el Porfiriato. Al
final, ese 8% expresa la capacidad de resistencia del grupo afrodescendiente,
suficiente para sostener simbólicamente a la memoria histórica de Yanga y los
yangueros entre el patrimonio identitario afromexicano.

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26
ÍNDICE DE FIGURAS

Figura 1. La zona de Yanga con las localidades de Yanga, Palmillas, Mata Clara y
Cuitláhuac en Veracruz. INEGI carta topográfica E14B57.
Figura 2. Extensión de las lenguas protomayas 2600 aC (Manrique 1990: 220).
Figura 3. Comparación de la estatura masculina promedio en grupos nahuas del
estado de Veracruz con mazatecos y cuicatecos de Oaxaca (Serrano
1999: 134).
Figura 4. Zonas de la cultura remojadas (Medellín 1960: 9).
Figura 5. Dialectos nahuas en el centro de Veracruz (Hasler 1999: 169).
Figura 6. Ubicación de Cerro del Toro Prieto y Palmillas (Miranda y Daneels 1998:
65).
Figura 7. La alcaldía mayor de Córdoba (Gerhard 1986: 85).
Figura 8. Mapa de la región Córdoba con las haciendas durante el siglo XVIII (Na-
veda 1988: 269-272).

Versión actualizada: Huiloapan, Veracruz, 13 de junio de 2020

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