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“Convertir el veneno en medicina comienza cuando enfrentamos dificultades con la confianza de que
poseemos en nuestro interior todos los recursos para superarlas”
Todos queremos ser felices. Seamos o no conscientes de ello, casi todo lo que hacemos está
motivado por este deseo. Sin embargo, a pesar de nuestros mejores esfuerzos e
intenciones, nuestras acciones y la forma en que respondemos a las situaciones pueden
terminar generando el efecto opuesto.
Esto es más fácil de observar en circunstancias extremas: en un conflicto o malentendido,
en una relación romántica destructiva o en una adicción al juego. Pero esta misma dinámica
se desarrolla a lo largo de la vida, a menudo de forma menos dramática, modelando la
naturaleza y la calidad de nuestras vidas.
Respondemos de la forma acostumbrada a los sucesos de nuestras vidas, a menudo
tratando de evitar aquello que resulta desafiante o incómodo. Después, cuando surgen las
dificultades, podemos sufrir a causa de la desesperanza o el miedo.
Desde una perspectiva budista, son las tendencias negativas de nuestras vidas, tales como
el egoísmo, la codicia y la cobardía, las que habitan en la raíz del problema. Estas
distorsionan nuestra capacidad de percibir claramente nuestra realidad, haciendo que
respondamos a nuestro entorno y circunstancias de maneras que comprometen nuestra
propia felicidad y nos llevan a atrincherarnos en patrones negativos de comportamiento. En
última instancia, todas estas tendencias están ancladas en una falta de convicción en la
dignidad y el potencial de nuestras vidas y de las vidas de los demás.
Cuando nos enraizamos en el sentido de la amplitud de nuestras vidas, podemos enfrentar
directamente nuestras circunstancias con confianza y un espíritu abarcador. Esto libera
nuestras cualidades innatas de valentía, sabiduría y compasión, lo que nos permite
encauzar la situación hacia un resultado más positivo. La sabiduría nos permite elegir el tipo
de respuesta y el curso de acción que conducirá a un cambio positivo, mientras que
el coraje nos da la capacidad de enfrentar situaciones y perseverar hasta lograr un avance.
La compasión expande y profundiza nuestra motivación al hacernos conscientes del
sufrimiento de los demás, incluyendo a aquellos que están involucrados con nosotros en
una situación difícil. Los miembros de la SGI se refieren a este proceso como “convertir el
veneno en medicina”.
Un ciclo negativo:
Nichiren percibió que, entre los sutras budistas, es el Sutra del loto el que enseña que
la naturaleza de Buda es inherente a la vida de absolutamente todas las personas, incluidas
aquellas normalmente consideradas incapaces de alcanzar la Budeidad. Con este fin,
Nichiren cita un influyente texto budista del siglo III que afirma que “el Sutra del loto, es
como un gran médico capaz de convertir el veneno en remedio”. (Los escritos de Nichiren
Daishonin, pág. 990). El Sutra del loto enseña, en otras palabras, que cada uno de nosotros ya
posee la sabiduría, el coraje y las demás cualidades del Buda.
Convertir el veneno en medicina comienza cuando enfrentamos dificultades con la
confianza de que poseemos en nuestro interior todos los recursos para superarlas.
En el contexto de nuestra vida cotidiana, el proceso de convertir el veneno en medicina
comienza cuando enfrentamos dificultades con la confianza de que poseemos en nuestro
interior todos los recursos para superarlas. Los problemas son problemas precisamente
porque dudamos de nuestra capacidad para superarlos, pero cuando enfrentamos desafíos
con fe en el potencial ilimitado de nuestra naturaleza innata de Buda, cambiamos nuestro
estado de vida y transformamos nuestra ilusoria forma de responder ante ellos. Esto es lo
que Nichiren llama el “cuerpo del Dharma” en relación al ciclo positivo descrito
anteriormente. De esta confianza surge la sabiduría para percibir claramente nuestras
circunstancias y el coraje para enfrentar y luchar en medio de las dificultades. De esta
manera, podemos transformar nuestras circunstancias de manera concreta y experimentar
una creciente sensación de libertad (emancipación). Tales experiencias, a su vez, refuerzan
nuestra fe en nuestra inherente naturaleza de Buda.