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Trabajo 3: La poesía hispanoamericana y César Vallejo

Sofia Levio Hevia

La poesía hispanoamericana del siglo XX: César Vallejo

La poesía y, en general, la literatura hispanoamericana surgiendo con


complejidades. En el siglo XIX, había cierta incertidumbre en si llamar como propia a la
poesía ya que quienes la escribieron se sintieron más identificados con lo español debido a
las colonias. La identidad hispanoamericana comenzará a ser un tema que considerar desde
Andrés Bello, quien ve a la poesía como una forma de discurso público y que sufrirá un
sinfín de cambios hasta llegar a Darío, quien se encargó de ofrecer una nueva sensibilidad
poética llena de belleza, musicalidad y juego con un uso distinto de vocabulario y
estructura.

De esta manera, llegamos a la poesía del siglo XX; fenómeno que aún está vivo
actualmente y que es uno de los géneros literarios más importantes de la literatura
latinoamericana. Para situarnos correctamente, debemos establecer un inicio y un final
temporal que, respectivamente, es 1910 y 1990 aproximadamente, aunque, en realidad, no
existe una fecha real de término. En este lapsus de 80 años, se plantearon una serie de
poéticas cada cual más potente e innovadora que la anterior y que refleja la gran calidad de
los poetas hispanoamericanos ya que, incluso teniendo menos años que la poesía del siglo
de oro, en un período históricamente pequeño, se dan muchas cosas a nivel poético.

Todo este proceso se ve influenciado por las vanguardias y todas las tendencias
poético-artísticas; las vanguardias romperán con el pasado porque traerán la novedad, lo
nuevo y que implica una transgresión que romperá con el canon. Se encontrará una
posibilidad de abrir las ideas y, con esto, el lenguaje.

El poema se concebirá como un sistema crítico y no será solo una expresión de la


subjetividad. La poesía será un todo compuesto por partes, donde la importancia radicará
no en lo que dice el poema, sino en cómo lo dirá.
Algunos de los autores y poetas significativos durante el siglo XX en
Hispanoamérica serán lo siguientes: Pedro Henríquez Ureña, Ezequiel Martínez Estrada,
José Lezama Lima, Octavio Paz, Alejandra Pizarnik, César Vallejo, entre otros.

César Vallejo es una de las figuras más destacadas en la literatura hispanoamericana


del siglo XX, se erige como un representante paradigmático del lenguaje poético. Su
existencia, marcada por la precariedad y la pobreza en el contexto peruano, se vio moldeada
por su condición de mestizo. Sin embargo, la huella más significativa para él provino de su
vinculación con la religión, que permeó su personalidad, generándole una empatía profunda
hacia sus semejantes, proporcionándole una perspectiva de misericordia y sensibilidad.

A pesar de esta conexión espiritual, la vida de Vallejo se vio trágicamente


atormentada cuando enfrentó acusaciones de violación y asesinato, lo que resultó en su
encarcelamiento y humillación. Su liberación marcó un giro y se inclinó hacia la revolución
y la política, pero terminó optando por emigrar a Francia, donde entabló relaciones con
otros poetas hispanoamericanos exiliados, tales como Pablo Neruda, Juan Larrea y Vicente
Huidobro, estableciendo vínculos con figuras literarias como André Breton y Jorge Luis
Borges.

Este período de migración y encuentros significativos también propició una


transformación profunda en las convicciones religiosas de Vallejo. Su pensamiento, antes
arraigado en lo religioso, experimentó un profundo cambio hacia una perspectiva más
política, vinculada al comunismo. En este paradigmático cambio, la religión cedió paso al
compromiso político, fusionando sus creencias con el ideario comunista.

En el contexto de los exiliados y los intelectuales de la época, Vallejo emergió como


una figura respetada, considerada un genio por sus contemporáneos. Como poeta, se
autodefinió como melancólico, sensible y afectado, desplegando una complejidad
emocional que resonó en su producción literaria, consolidando su lugar destacado en el
panorama poético del siglo XX.

De esta manera, la poesía de César Vallejo tocará el tema del mestizaje, el


sufrimiento interior (pobreza, precariedad, muerte de sus hermanos), la injusticia social
(decadencia y mediocridad de su patria) y la mentalidad respecto al catolicismo.
En el año 1918, Vallejo debuta en el ámbito literario con la publicación de su primer
libro de poesía, Los heraldos negros. Esta obra, si bien incorpora elementos modernistas,
los reelabora con su propia perspectiva. El libro se presenta como una metamorfosis,
evidenciando una huella modernista en numerosos poemas al tiempo que adopta formas
métricas clásicas mientras que, en otros, se acerca a un discurso más íntimo y libre. Un
aspecto distintivo de esta colección es la vinculación con lo indígena o nativo, donde el
poeta rememora tanto a lo indio como a la tierra. Además, aborda temáticas profundas y
universales como la muerte, el dolor y la religión. Estas reflexiones adoptan una
perspectiva existencialista, impregnadas de la subjetividad del poeta, marcando así el
carácter distintivo de su obra inaugural.

Dentro de los poemas que componen Los heraldos negros, encontramos: “Los
heraldos negros”, “Heces”, “Idilio muerto”, “Los dados eternos”, “A mi hermano Miguel” y
“Espergesia”.

En el poema "Los heraldos negros", el autor presenta la profunda emotividad y


reflexión existencial que caracterizan a su obra poética. En la vida, uno recibe golpes
comparables al “odio de Dios”, que apunta a que existe una fuerza trascendental y
despiadada que se abate sobre la existencia de todos. Además, todo aquel sufrimiento, que
se compara al dolor de una resaca, se acumula hasta el punto de ser una carga espiritual.
Aquellos duros golpes que recibimos en la vida pueden ser fieros garañones o heraldos
negros que son mensajeros de la muerte, los cuales vienen a dar anuncios fatales. Estos
anuncios son indicios en la vida que quieren comunicar una pérdida: “algún pan que en la
puerta del horno se nos quema”. El tono del poeta es trágico y triste, hay una vulnerabilidad
e impotencia que el hombre siente a raíz de los duros acontecimientos que se presentan en
la vida, especialmente si está en una situación de pobreza y precariedad. Se puede decir, a
grandes rasgos, que este poeta hace una gran reflexión sobre el sufrimiento y la fragilidad
humana; reflexión que Vallejo sabe manejar gracias a su capacidad de poder plasmar
emociones en un escrito poético.

En el poema “Heces”, Vallejo continua con lo emotivo, pero ahora proyectando la


desesperanza y el dolor. La lluvia que caracteriza la tarde es el símbolo del estado anímico
del hablante, hay mucho dolor y tristeza en aquella tarde; sentimientos inigualables hasta
aquel momento, hasta aquella tarde, donde ya no se tienen ganas de vivir. El recuerdo de las
“cavernas crueles de mi ingratitud” insinúa un pasado intensamente doloroso que, además,
viene lleno de rechazo a su actitud de antaño. A esta situación, se le suma “No seas así”,
expresión para referirse a lo que vive el hablante y que apunta a una dura indiferencia y
rechazo a su estado emocional. El poema termina con la frase "Esta tarde llueve, llueve
mucho", enfatizando la intensidad del momento y el nulo deseo de vivir que se conecta a la
soledad y el sufrimiento. "Heces" puede verse como poesía llena de metáforas y
simbolismos que exploran una compleja lucha emocional interna con el dolor y la
desesperanza, pero también es un mensaje del poeta de que estar al filo de lo romántico no
es causa de alegría, sino que ni siquiera puede amortiguar lo que se transmite.

En el poema “Idilio muerto”, Vallejo presenta una mezcla de melancolía y añoranza


o sufrimiento y ternura mediante la relación entre el hablante y la figura de Rita, una mujer
andina. El hablante siente cierta preocupación por Rita y piensa en qué podría estar
haciendo, contrastándolo con su ánimo atormentado. Al referirse a Rita como andina, nos
lleva directamente al lado mestizo que tiene el poeta y que, con todo lo que pasa en su vida,
termina en la reflexión de lo indígena y la tierra. El hablante está recordando en la ciudad a
aquel amor campestre, ligado a la tierra y a su propia vida de campo inocente que ya no
está presente. "Idilio muerto" es un poema que aborda el contraste entre el mundo rural y el
urbano mediante el recuerdo lleno de nostalgia debido a la distancia y la pérdida mediante
un rico lenguaje poético.

En el poema “Los dados eternos”, Vallejo presenta temas metafísicos y existenciales


mediante la relación entre el hombre y Dios, ambos están alejados del otro lo que causa un
conflicto emocional profundo. El hombre, si bien peca, debe sufrir y pasar por momentos
llenos de dolor; dolor que Dios no ha pasado y que, por ende, no puede comprender; Dios
“no tiene Marías que se van”. Mientras Dios es perfecto, no siente nada de su propia
creación y el hombre, totalmente imperfecto, sufre a raíz de la divinidad. El poeta visualiza
esta relación fragmentada entre Dios y el hombre como un juego de dados, donde la
divinidad tiene un rol activo en cuanto a la suerte que tendrá el hombre, quien puede
terminar recibiendo las ases de la muerte que es un destino inevitable que, finalmente,
termina con aquel juego. "Los dados eternos" es un poema que reflexiona sobre la
existencia y la relación entre el ser humano y Dios, que conlleva en la muerte inevitable del
hombre; relación que Vallejo asocia poéticamente a un juego de azar.

En el poema "A mi hermano Miguel", Vallejo recuerda a su hermano lleno de


nostalgia por la ausencia de este y la conexión que tuvieron. El poeta expresa que “nos
haces una falta sin fondo”, lo cual implica no solo una ausencia, sino una muy profunda que
es tanto física como emocional. El recuerdo en mente de Vallejo es muy concreto, en el cual
junto a su hermano jugaban a las escondidas; escondidas que dejaron de ser divertidas y
felices porque su hermano nunca más apareció; escondidas que el poeta continúa realizando
en su memoria. El final del poema es una suplica de Vallejo, donde le dice a su hermano
que “no tarde en salir” porque podría preocuparse su madre, esto refleja el deseo del poeta
por querer volver a ver a su hermano en algún momento después de su muerte. El poema
"A mi hermano Miguel" explora la pérdida, la memoria y el amor fraternal que continúa
presente a pesar de la ausencia llevándolo a un reflexión llena de tristeza por medio de la
poesía.

El poema "Espergesia" es el último del libro Los heraldos negros y finaliza con un
sello distintivo, lleno de una complejidad filosófica mediante un tono melancólico que
define la poesía de un Vallejo desesperado y lleno de angustia. El poeta se plantea desde el
vació y desde la falta de Dios: “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo”. Por otro lado, el
poeta menciona que tiene un vacío inaccesible para los demás y le suplica a su hermano que
lo escuche, sus palabras tienen una carga emocional que necesita compartir. El poema
termina con la repetición de la frase “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo” y la adición
de la palabra "grave". Esta adición intensifica las condiciones en las que nació Vallejo de
modo que implica cierta solemnidad y seriedad. "Espergesia" es un poema que fusiona la
reflexión filosófica, cuestionando la divinidad e indagando la singularidad de la existencia
humana. La complejidad tanto de los versos como de las imágenes evocan cierto misterio y
trascendencia, logrando que este poema se considere una obra maestra y compleja de la
poesía vanguardista de Vallejo. Este padeció de la ausencia de Dios que dejó el primer
centenario, el cual dejó al sentido existencial de Latinoamérica sin Dios ya que se abandonó
la religión tradicional. No obstante, incluso si se eliminó a la divinidad del mundo, no se
eliminó al pecado que pesa en la mayoría de las personas sin importar si son creyentes o no.
Bibliografía

Vallejo, César. "Los heraldos negros". Biblioteca Virtual Miguel de


Cervantes, www.cervantesvirtual.com/obra-visor/los-heraldos-negros-989444/html/
eae63b2d-6488-4127-86d9-2afe24d245a4_2.html. Accedido el 25 de noviembre de 2023.

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