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Historia
Nació en Santiago de Chuco, 1892 y murió en
París, 1938. Es reconocido como un poeta
peruano, una de las grandes figuras de la lírica
hispanoamericana del siglo XX. En el desarrollo
de la poesía posterior al Modernismo, la obra de
César Vallejo posee la misma relevancia que la
del chileno Pablo Neruda o el mexicano Octavio
Paz. Si bien su evolución fue similar a la del
chileno y siguió en parte los derroteros estéticos
de las primeras décadas del siglo XX (pues
arrancó del declinante Modernismo para transitar
por la vanguardia y la literatura comprometida),
todo en su obra es original y personalísimo, y de
una altura expresiva raras veces alcanzada: sus
versos retienen la impronta de su personalidad torturada y de su exacerbada
sensibilidad ante el dolor propio y colectivo, que en sus últimos libros se transmuta
en un sentimiento de solidaridad como respuesta a sus profundas inquietudes
metafísicas, religiosas y sociales.
En 1918 César Vallejo publicó su primer poemario: Los heraldos negros, en el que
son patentes las influencias modernistas, sobre todo de Rubén Darío (a quien
siempre admiró) y de Julio Herrera y Reissig. Esta obra contiene, además, algún
augurio de lo que será una constante en su obra: la solidaridad del poeta con los
sufrimientos de los hombres, que se transforma en un grito de rebelión contra la
sociedad. Acusado injustamente de robo e incendio durante una revuelta popular
(1920), César Vallejo pasó tres meses y medio en la cárcel, durante los cuales
escribió otra de sus obras maestras, Trilce (1922), un poemario vanguardista que
supone la ruptura definitiva con el Modernismo.
Entre sus otros escritos destaca la obra de teatro Moscú contra Moscú, titulada
posteriormente Entre las dos orillas corre el río. Póstumamente aparecieron Poemas
humanos (1939) y España, aparta de mí este cáliz (1940), conmovedora visión de la
guerra de España y expresión de su madurez poética. Contra el secreto profesional
y El arte y la revolución, escritos en 1930-1932, aparecieron en 1973.
Entretanto, Vallejo había iniciado un nuevo libro de poemas que se publicaría tras su
muerte, en 1939: Poemas humanos. Es su obra cumbre, y uno de los libros más
impresionantes jamás escritos sobre el dolor humano. Vallejo trasciende lo personal
para cantar temas generales, colectivos, reuniendo la intimidad lírica con la
conciencia común, en una actitud de unión con el resto de los hombres y el mundo.
El dolor sigue siendo el centro de su poesía, pero ahora, junto a sus torturadas
confesiones, hallamos el testimonio constante de los sufrimientos de los demás; la
conciencia del dolor humano desemboca en un sentimiento de solidaridad, y la
inquietud social inspira la mayor parte de sus versos.
La joven escritora conoció a César Vallejo cuando tenía 18 años. En mayo de 1926,
cuando Vallejo mantenía una relación con Henriette Maisse, Georgette se entera de
la existencia del poeta.
“Nos conocimos de una manera muy curiosa, un poco ridícula si usted quiere. Usted
sabe que los sudamericanos hacen muchos gestos al hablar. Y yo veía en la casa
de enfrente, contra la luz tamizada de una pantalla roja de muy mal gusto, a unas
personas discutiendo, gesticulando. Era invierno y las ventanas estaban cerradas. Y
yo, conmovida le dije a mi madre: Pobres los vecinos de enfrente son sordomudos.
Llegó la primavera; un domingo, yo estaba asomada a la ventana y los vi
gesticulando como siempre, pero también oí su voz. ¡Mamá, el vecino de enfrente
habla! Así, de esta manera, empezaron las cosas. Por eso puse atención en él”,
contó Georgette de Vallejo en una entrevista con la revista española “Triunfo” en
abril de 1976.
En 1927, Vallejo le hace una invitación para tomar café. Marie Travers, madre de
Georgette, se opone a la relación entre ambos. Un año después de la muerte de
Marie, en noviembre de 1928, ella decide comenzar el romance con Vallejo.
“Nos tratamos tres meses y un día desapareció. Mi madre cae enferma, muere y
ese día regresa Vallejo a la calle Molière. Me vino a presentar las condolencias y me
dijo, así como si me dijera: por favor, alcánzame los fósforos, que debíamos vivir
juntos. Y yo no dije ni sí, ni no, siguió la conversación, pero ni por un momento
pensé decir que no. Sin estar enamorada, hacía tiempo que sentía que tendría que
ser así: era la predestinación”, contó.
En octubre de 1934, Vallejo y Georgette se casan por civil en París, dos años
después de retornar al país europeo tras ser expulsados de Francia por sus vínculos
comunistas. La poesía y el marxismo eran dos cosas que unían a la pareja.
MUERTE DE VALLEJO
Llega a Perú en 1951, donde decide vivir bajo una pequeña pensión que obtuvo tras
la llegada de Porras Barrenechea en el Ministerio de Educación hasta 1968. Es
recordada por su mal carácter y la irritabilidad para guardar con celo la memoria de
su esposo.
En 1970 y luego de años de trámite, Georgette logra trasladar los restos de Vallejo
al cementerio Montparnasse, con un epitafio que se lee “Ha nevado tanto, para que
duermas”, haciendo alusión al tiempo que tardaron las gestiones.
El cementerio de Montparnasse guarda en sus tierras los restos de grandes artistas
de la historia mundial: Charles Baudelaire, Samuel Beckett, Jean Paul Sartre,
Simone Beauvoir, Julio Cortázar y Carlos Fuentes.
En 1978, Georgette sufre un severo accidente: rueda por las escaleras y presenta
un accidente cerebrovascular y hemiplejia parcial. Incluso en esa época y en un
difícil proceso de recuperación, Georgette seguía oponiéndose seriamente a la
repatriación de los restos de su esposo “siguiendo su voluntad”. Murió en Lima.
Además del trabajo editorial, Georgette también publicó tres obras: “Máscara de
cal”, “Apuntes biográficos sobre poemas en prosa y poemas humanos” y “Allá ellos,
allá ellos, allá ellos”. Muchos de esos versos, 30 en total, fueron dedicados a Vallejo.