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ISEGORÍA.

Revista de Filosofía Moral y Política


N.º 40, enero-junio, 2009, 169-176
ISSN: 1130-2097

NOTAS Y DISCUSIONES

Villoro, Muguerza y el combate a la razón arrogante


Villoro, Muguerza and the fight against haughty reason
CARLOS PEREDA
Instituto de Investigaciones Filosóficas UNAM - México

RESUMEN. Partiendo de algunas reflexiones de ABSTRACT. I reconstruct several deeply rooted


L. Villoro se reconstruyen varios engaños-fe- deceptions by taking Villoro’s reflections as a
tiches muy arraigados: la alternativa consen- starting point: i.e., the alternative consen-
sos/disensos, el entusiasmo nacionalista o los sus/dissent; the nationalist enthusiasm or the
usos y costumbres como la última palabra, un understanding of habits and costumes as «the
concepto no razonable de razón. Respecto de last word»; a non-reasonable concept of rea-
este último engaño se enriquece la discusión son. With respect to the latter I make use of
con algunas observaciones de J. Muguerza. some observations owed to Muguerza to fur-
ther develop the discussion.
Palabras clave: razón arrogante, consenso, Key words: arrogant reason, consensus, dis-
disenso, engaños, nacionalismo, multicultura- sent, deception, nationalism, multicultural-
lismo, moral, prudencia. ism, morality, prudence.

Con el propósito de vagamente esbozar frentes (filosóficos, culturales, políti-


algunos primeros pasos en el combate a cos...). Este libro es otro ejemplo. Aquí se
la razón arrogante, discutiré algunas exploran, siguiendo a menudo una vía
ideas del libro Los retos de la sociedad negativa, muchos aspectos del problema
por venir 1 de Luis Villoro. Es un libro —del viejo y constantemente gravísimo
luminoso. En parte lo es por su capacidad problema— de la justicia. Además, se
de mostrar callejones sin salida, además vuelven a discutir algunas concepciones
de sugerir varias conexiones con debates de la democracia, del Estado y del multi-
tanto de la tradición como de hoy. No es culturalismo, sin faltar, en el trasfondo
una sorpresa. En México, durante hace pero siempre presente (horizonte que
alrededor de medio siglo, Villoro no ha cuando se pierde, se pierde mucho), una
dejado de indagar, y de luchar —con ri- teoría de la racionalidad. En la mayoría
gor e imaginación— en los más diversos de esas indagaciones se nos enseña algo

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decisivo y, a veces, indispensable. Creo gaños, que llamo «engaños-fetiches» por


que lo que acabo de afirmar es una des- su promiscua (y falaz) presencia en las
cripción imparcial de este libro y, en ge- más diversas discusiones.
neral, de una vasta obra que no deja de
asombrarnos. Con esa descripción pue- I
den concordar incluso gente terca y, de
seguro, confundida que, como yo, a me- En relación con el primer engaño-fetiche,
nudo discrepan con Villoro, y hasta lo ha- la alternativa «consensos» o «disensos»
cen de manera radical. sociales como la última palabra, Villoro
«Discrepar con» no es otra expresión retoma una conocida discusión de Javier
para «estar ciegamente en contra». Por el Muguerza y Ernesto Garzón Valdés. Se-
contrario, «discrepar con» es una expre- gún Muguerza, respecto de los derechos
sión que invita a multiplicar prácticas de humanos, más que de un consenso fácti-
dar y darse razones. Sin embargo, en esta co o contrafáctico:
ocasión más que «discrepar con» me in-
extraeríamos más provecho de un intento de
teresa «apropiarme de» algunas —¡sólo «fundamentación» desde el disenso, esto es,
algunas!— propuestas de Villoro. Las desde un intento de fundamentación «negati-
acentuaré de manera tal vez diferente a va» o disensual de los derechos humanos, a la
cómo lo hace Villoro (pero acaso no haya que llamaré la «alternativa del disenso» 2
mejor lectura que la lectura interesada).
Así, ante todo me importa apropiar- A esta alternativa, Garzón Valdés
me de varios de los retos que Villoro responde que «la calidad moral del con-
apunta como propios de las sociedades senso no puede ser referida al consenso
por venir. Elijo cuatro de esos retos. Los mismo» y «lo mismo sucede con el di-
reformulo —los interpreto— como senso» 3, lo cual tiene razón, mucha ra-
— no dejarse engañar por la alterna- zón. Pues nadie ignora (aunque muchos
tiva «consensos» o «disensos» sociales quieran hacerlo) que hay tanto consensos
como la última palabra; como disensos atroces. No obstante,
cuando Garzón Valdés afirma: «el disen-
— no dejarse engañar por el entusias- so es una actitud transitoria enmarcada
mo nacionalista como la última palabra; por dos consensos: el que se niega y el
— no dejarse engañar por los usos y que se desea lograr» 4, a su vez también
costumbres de las diversas tradiciones carece de razón, al menos, lo que deja en-
(por los «nacionalismos de la comarca» tender. ¿Por qué? En la vida social, los
o, si se prefiere, por los «nacionalismos consensos son actitudes tan transitorias
de barrio») como la última palabra. como los disensos. Más todavía, salvo
Y detrás de las enconadas luchas en quizá en asuntos en extremo generales,
contra de esos persistentes engaños, es- como el respecto a algunos derechos hu-
pecialmente se trata de hacer un gran manos básicos, conviene desconfiar
acopio de esa virtud olvidada, la pruden- (como entre otros, recomendaba Jeffer-
cia, para son), de cualquier consenso demasiado
— no dejarse engañar por una razón totalizador de la vida social, peor todavía,
no razonable, por un uso arrogante de la si se prolonga demasiado tiempo. De
razón que cree que puede haber algo así nuevo, ¿por qué? A menudo tales con-
como una última palabra respecto de los sensos no son más que productos de la
problemas sociales. manipulación de algún poder represivo:
Recorreré un poco, aunque sea apre- de imposiciones que, de tan exitosas, se
suradamente, cada uno de esos cuatro en- han vuelto sobrentendidos invisibles. (La

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experiencia mexicana de setenta y cinco sensos que tales disensos —a veces también
años de gobierno continuo del PRI, esa violentos— presuponen.
«dicta-blanda», como solía describírsela,
es, en este sentido, ejemplar.) Acercándo- Aplicar tal máxima de inmediato invi-
se en cierto modo a Muguerza, Villoro re- ta a participar en prácticas de dar y darse
conceptualiza la alternativa del disenso razones, y cuando esas prácticas se vuelven
con lo que se podría llamar «la alternati- explícitas, en prácticas públicas de dar y
va del daño vivido». darse argumentos. Claramente, es introdu-
ciendo prácticas de argumentar cómo, en
Así, frente a los consensos sociales medio de los consensos más rotundos, se
—frente a cualquier himno acerca «de lo podrá dar voz fuerte al disenso y sobre todo
bien que estamos» y «de lo bien que se- al daño: a las voces que discrepan o procu-
guiremos estando si persistimos en este ran hacerlo. A su vez, frente a los disensos,
rumbo»—, hay que tomar conciencia del incluso frente a los disensos más intempes-
daño que siempre está ahí —no por poco tivos, con tales prácticas se podrá rescatar
o nada publicitado menos horroroso— todo aquello que también nos reúne o que
producido por acciones u omisiones de posiblemente nos podría reunir. No se olvi-
quienes forman parte triunfal del con- de: desatender el disenso tarde o temprano
senso. Y se debe hacerlo, aunque ese implica tener que reprimir, pero sin algún
daño se produzca muy lejos de quienes consenso se borra la posibilidad misma de
administran y/o se benefician de ese los disensos y se habita en mundos parale-
consenso. Por eso, indica Villoro que los. (Quienes habitan en mundos incomu-
para la política, e incluso para la refle- nicados no disienten, no discrepan. Simple-
xión moral: mente habitan en mundos paralelos.)
El punto de partida estaría en la compro- No se olvide tampoco que en estas
bación de la sociedad real como carencia. Una prácticas de dar y darse razones, de dar y
sociedad carente es una sociedad dañada. La darse argumentos, se debe hacer un in-
ausencia de valor en ella se experimenta como menso esfuerzo —se debe tener el coraje
daño. Daño no es sólo falta, necesidad no sa- de hacer un inmenso esfuerzo— para que
tisfecha; es también sufrimiento causado por los consensos a menudo resultados de al-
un agente. 5
gún poder no sofoquen las razones a ve-
Teniendo en cuenta estas observacio- ces apenas balbuceadas del sufriente: los
nes, he aquí la necesidad de sustituir el gestos no pocas veces torpes y casi mu-
primer fetiche que arma la alternativa dos tanto de muchos grupos de víctimas
«consensos» o «disensos» sociales como como de victimas solitarias que ya no tie-
la última palabra, por una máxima de la nen otra razón que abrazarse a su pérdida,
confrontación ininterrumpida de los con- a su daño.
sensos y los disensos sociales procuran- Entre esos consensos que sofocan, si
do detectar carencias. Esta máxima se es que no directamente asesinan, uno de
podría formular como sigue: los más frecuentes en la vida pública es el
que se expresa en el entusiasmo naciona-
Cada vez que te enfrentes con un consen- lista. Tal algarabía suele provenir de lo
so social, cuídate de atender al menos algu- que se pueden llamar las diversas y muy
nos de los disensos que este consenso oculta
y, con frecuencia, procura eliminar con vio- efectivas «industrias de los nacionalis-
lencia. A su vez, cada vez que en torno tuyo se mos». Esas rendidoras industrias —que
multipliquen los disensos que, como conse- tan buenas ganancias han reportado en la
cuencia buscada o involuntaria deshacen la historia y continúan reportando— suelen
vida social, ten el coraje de rescatar los con- ser uno de los productos más publicitados

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de lo que Villoro llama el «Estado homo- nas. Y en eso consiste el respeto a la libertad,
géneo». Villoro señala: base de la democracia. 7
El Estado-nación que se pretende homo- En consecuencia, porque se aleja con
géneo no admite concepciones opuestas sobre radicalidad —y felizmente a menudo sin
lo que debiera constituir el bien común... Sin nostalgias— de las industrias del multi-
embargo, la unidad de Estado y nación no co- culturalismo vulgar, esas otras políticas
rresponde a la realidad en la mayoría de los de lo homogéneo —de lo homogéneo en
países. En casi todos, el poder del Estado se
ejerce sobre comunidades de culturas diferen-
pequeñito—, Villoro puede no sucumbir
tes... El reconocimiento de esa diversidad en el tercer engaño-fetiche que tanto dis-
conduce al abandono de la idea del Estado-na- curso y disparate (y no poco terror) ha
ción homogéneo y al proyecto de una nueva suscitado y continua sin cesar suscitando:
forma de Estado; el Estado plural, formado los usos y costumbres como la última pa-
por la unidad de diversas comunidades de cul- labra de la convivencia social, como la
tura, basada en su decisión autónoma. 6 muralla inexpugnable que hay que procu-
Si Villoro entendiera el pluralismo rar proseguir fortaleciendo. Como vindi-
reduciéndolo al pluralismo de las diver- ca Villoro:
sas culturas, esas piadosas mitologías de junto a su función de dar sentido a la vida co-
las regiones, su propuesta podría con fa- lectiva, los usos y costumbres establecidos
cilidad tacharse de otros de los tantos también son sedimentos de un pasado, a me-
efectos de «la industria del multicultura- nudo perdido; contienen prejuicios y conven-
lismo vulgar». Pero las vociferantes in- ciones aceptados sin crítica... Pertenecer a un
dustrias del multiculturalismo vulgar no pueblo no implica estar enajenado a sus con-
venciones, sino contribuir a su libre creativi-
hacen más que sustituir el entusiasmo na- dad y a su desarrollo. 8
cionalista represor del Estado-nación por
el entusiasmo nacionalista dedicado a la Por eso, no hay que dejar de aplicar
pequeña comarca: el fervor de vez en la máxima de la confrontación ininte-
cuando asesino en nombre de la estrechas rrumpida de los consensos y los disensos
y, no pocas veces, asfixiantes tradiciones sociales tanto frente a las industrias de
propias —o de lo que un grupo o gru- los entusiasmos nacionalistas promovi-
púsculo inventa como tales para prove- dos con fanatismo por los Estados-nación
cho de unos pocos—. Felizmente Villoro con pretensiones de homogeneidad,
tiende a no corrigir un error con otro: en como frente a las no menos fanáticas in-
sus mejores momentos suele no oponer al dustrias de los entusiasmos nacionalistas
Estado homogéneo las industrias del de las comarcas, también con no menores
multiculturalismo vulgar de las culturas y pretensiones de homogeneidad. (No hay
de las tradiciones no menos homogéneas. que dejar de subrayar la dificultad perma-
De este modo, frente a los consensos nente para superar estos engaños: en am-
abusivos de los Estados o de las regiones bos casos se trata de industrias económi-
o de las culturas o de las tradiciones o de camente muy prósperas). Pero, ¿cómo
cualquier grupo, grande o pequeño, que hay que poner a trabajar esta máxima?
falazmente confunda la parte con el todo, Promoviendo prácticas de dar y darse ar-
hay que gumentos que intentarán graduar cuándo,
establecer el pluralismo de la razón y de las cómo y hasta qué momento hay que con-
concepciones del bien. Con ello llega a su raíz solidar un consenso social, y cuándo y
la facultad de todo hombre y mujer a determi- cómo y hasta qué momento es necesario
nar su propio plan de vida conforme a su pro- darle voz al disenso de un grupo o de un
pia visión del mundo, sin imposiciones aje- individuo, y no resignarse nunca a perder

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la sensibilidad ante el inmensamente va- comportamiento sexual... —diferencias


riado sufrimiento humano. molestas y, en algunos casos, hasta repul-
Por otra parte, si a cada paso de estas sivas— que introducen tanto muchos
prácticas de argumentar y de sensibilizar- grupos sociales como individuos en soli-
nos, si en el trabajo de introducir tales tario.
prácticas, de mantenerlas, corregirlas, Además, no hay que dejar también de
transformarlas, evaluarlas... no se nos preguntar: ¿hasta dónde hay que involu-
volviese presente que cada animal huma- crarse con responsabilidad en prácticas en
no es un agente, estamos perdidos. Esto el propio Estado o en las luchas de la pro-
es, estamos perdidos cuando desatende- pia región?, ¿cuándo es ya el momento de
mos que cada animal con razón es capaz dar un salto: de tomar una distancia no
de —en alguna medida y de alguna ma- menos responsable, incluso de tomar esa
nera— decidir su vida. Sin embargo, inmensa distancia que significa situarse en
¿qué implica esa expresión tan ambicio- una de las construcciones más festejadas,
sa, quizá tan utópicamente loca: «una ra- y más —de seguro irrazonablemente—
zón capaz de —en alguna medida y de al- odiadas, de la Ilustración, «el punto de
guna manera— decidir una vida»? vista de la tercera persona», «el punto de
vista del espectador imparcial», «el punto
II de vista del que está afuera y juzga»?
Ante muchas de estas observaciones, de Quien se fastidie demasiado con ta-
seguro, algunas lectoras y lectores, no sin les problemas, quizá ya sucumbió en el
fastidio tenderán a protestar. Por ejem- cuarto engaño-fetiche que se anotó al co-
plo, la máxima de la confrontación inin- mienzo, ese que nos lleva a creer que no
terrumpida de los consensos y los disen- puede haber una razón que no sea arro-
sos sociales ¿qué algoritmo o, al menos, gante: una razón que no sea presa, sea de
qué procedimiento introduce?, ¿acaso los Estados, sea de los usos y costumbres,
nos da algún criterio preciso, fijo y gene- sea incluso del «racional-ismo» y sus
ral para saber hasta qué momento hay principios infalibles: esa postura proclive
que defender un consenso social y cuán- a los vértigos argumentales (como todas
do urge ya introducir el conflicto, la rup- las posturas a que se hace referencia con
tura, la palabra disidente del grupo mino- las palabras de desmesura: con las pala-
ritario, reprimido, cuando no el lamento bras-ismos). O expresándome más positi-
de la víctima, de quien sufre daños en la vamente: frente a tantas protestas que
más absoluta soledad? multiplican las dificultades hay que de-
Por otra parte, respecto de las indus- fender la posibilidad de una razón que
trias de los diversos entusiasmos nacio- sea más compleja y sensible que la razón
nalistas, sea de los Estados con pretensio- arrogante: una razón razonable. Sin em-
nes de homogeneidad, sea de las tradicio- bargo, ¿cómo podemos aproximarnos un
nes y culturas muy minoritarias pero con poco a tal razón razonable?
no menos pretensiones de homogenei- Para hacerlo convendría llevar a
dad, ¿qué se recomienda efectivamente cabo minuciosas lecturas de textos para-
hacer? Por lo pronto, no hay que dejar de lelos, por ejemplo, vincular la caracteri-
tener presente: todos los Estados, tradi- zación de Villoro con la que lleva a cabo
ciones y culturas en alguna medida tien- Javier Muguerza en su trabajo sobre la
den a algún tipo de homogeneidad ence- razonabilidad. 9 Por desgracia, por el mo-
guecida que busca eliminar las diferen- mento me limitaré a una o dos brevísimas
cias de costumbres, de religión, de observaciones.

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En relación con el concepto de razón, duciría como Klugheit, a saber, la prudencia


y en este debate en particular respecto de entendida como una forma de astucia encarga-
la razón práctica, creo que es una tarea da de regular en provecho propio nuestra inte-
imprescindible evitar una tentación co- racción con otros seres humanos. 10
mún: los vértigos simplificadores. Así, No cabe la menor duda: es de la ma-
respecto de la razón práctica se debe co- yor importancia distinguir entre las re-
menzar por reconocer glas de la moralidad, de la habilidad, de
— la estructura altamente compleja la sagacidad, y con Kant, en cada situa-
de la razón práctica y, por eso ción dar algún tipo de predominio a las
— en necesidad de constantes ajus- primeras. Por desgracia, esa distinción y
tes y reajustes no sólo de sus diversas ese decisivo predominio a menudo han
aplicaciones sino también de sus diversos ocultado en la tradición moral, por lo me-
principios teniendo en cuenta sus diver- nos de los tiempos modernos (y no pocas
sas necesidades. veces continúan ocultando hoy), las difí-
Más todavía, quien no parte de esa ciles y hasta enredadas relaciones que de
complejidad y, en consecuencia, de la caso en caso hay que establecer entre
obligación de atender frecuentes tensio- esos tres tipos de reglas. 11
nes, indefectiblemente se encuentra en el
Este ocultamiento —vértigos simpli-
mal camino. Pero, ¿a qué complejidad y a
ficadores mediante— ha conducido, no
qué ajustes y reajustes se alude?
sin razón, a respaldar cierta difundida
Al presentar su aproximación a la ra- mala fama de la moral. No cuesta mucho
zonabilidad, Muguerza recuerda las mu- comprobar que esta mala fama, en voz
chas reglas de la razón práctica. Con baja pero muy efectiva, circula por la ma-
Kant enumera tres tipos de reglas: los yoría de los grupos sociales en sus más di-
«mandatos de la moralidad» —como el versas empresas. (También esta mala fama
que ordena el respeto de cada persona no pocas veces circula por la Academia.)
como un fin en sí mismo—, las «reglas Así, a cada rato se apela a la moral como
de habilidad», las «reglas de sagacidad». una excusa boba de la ineptitud o, peor to-
Cito largamente a Muguerza. Las reglas davía, como un adorno verbal sólo apto
de habilidad se encuentran para ardientes discursos oficiales (de polí-
desprovistas en sí mismas de significación mo- ticos en apuro, de dueños de bancos que
ral, lo que convierte en igualmente apropiadas no acaban de poder explicar sus despro-
para sus respectivos propósitos las instruccio- porcionadas ganancias cuando no fraudes,
nes de un médico destinadas a curar a su pa- de generales que no saben como justificar
ciente y las de un envenenador cuyo objetivo ciertos daños colaterales, de profesores de
sea hacer desaparecer a ese mismo sujeto de
este mundo. En cuanto a Aristóteles, el ejerci-
filosofía muy frustrados porque la vida no
cio de la racionalidad práctica se hallaba enco- les dio los reconocimientos que espera-
mendado por él a la phrónesis, que suele tradu- ban, como si la vida fuese una agencia pu-
cirse por «prudencia» y podría ser caracteriza- blicitaria...) A partir de esta mala fama de
da —como se ha sugerido alguna vez la moral se suele comprobar que los admi-
contemporáneamente— a la manera de una ca- rables imperativos que la constituyen a
pacidad inventiva que faculta a un agente para nada vinculan, a nada comprometen en el
hacer frente a situaciones imprevistas en el ám- día a día del duro sobrevivir de cada ani-
bito de la conducta, si bien, al margen de la ori- mal humano. (¿Por eso esos imperativos
ginaria concepción aristotélica, la prudencia
como virtud hubo de sufrir a lo largo de la épo-
enternecen tanto?)
ca moderna un irreversible proceso de erosión De ahí la urgencia de hacer de la mo-
hasta acabarse convirtiendo en lo que Kant tra- ralidad una moralidad eficaz y una mora-

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Villoro, Muguerza y el combate a la razón arrogante

lidad prudente: una moralidad que im- nesse de Pascal, la capacidad de juzgar o
pregne nuestra complicada y no pocas (como quiere Roberto Rodríguez Arama-
veces desalentadora capacidad de ser yo) de discernimiento, de Kant.
agentes efectivos en un mundo a menudo Por ejemplo, Villoro, teniendo en
hostil y lleno de conflictos y perplejida- cuenta la complejidad de la razón prácti-
des. Pero, ¿cómo podemos lograrlo? ca —las ásperas y a veces trágicas rela-
Respuesta rápida: combatiendo a ciones entre las reglas de la moralidad, de
cada paso la razón arrogante que, con fre- la habilidad y de la sagacidad—, no sin
cuencia, se disfraza de razón meramente polémica aunque con justeza observa:
moral, de razón meramente instrumental,
de razón meramente prudente... Sin duda, Sólo la facultad de juzgar conforme a lo
para ganar ese combate hay que apelar, razonable en cada caso, asegura la realización
sin cesar, al ejercicio de una compleja y de lo valioso en nuestras vidas. No mentir
puede formar parte de una norma universal de
sensibilizada razón razonable. la razón práctica. Pero lo razonable puede ser,
Por supuesto, una razón razonable es en un caso, mentir para salvar la vida de un
una razón reflexiva que está tanto atenta amigo perseguido y, en otro, ser veraz para
a las necesidades de los demás como a las hacer honor a un contrato. El juicio sobre la
propias necesidades y que no pierde de aplicación de la norma racional, en uno o en
vista las pasajeras circunstancias en las otro caso, depende del fin más valioso en cada
que, inevitablemente, se encuentra todo circunstancia y de los medios aceptables para
animal humano. Por eso, una razón razo- lograrlo. 13
nable no se deja embobar por la máxima
En este pasaje, Villoro al pasar, im-
de la razón arrogante: por el Siempre es
plícitamente toma distancia del vértigo
bueno más de lo mismo.
simplificador que en algunas ocasiones
Recordemos que ese aferrarse a «lo
visita a la tradición kantiana, y en algún
mismo» a veces —más veces de las que
momento al propio Kant, y no acepta la
se sospecha— conduce —sin que nos de-
aplicación mecánica o casi de algunas re-
mos cuenta o casi— a la pereza intelec-
glas morales, en este caso, de la regla «no
tual y a la creciente corrupción, cuando
mentir. (Respecto de reglas como ésta, a
no al asesinato o al suicidio. De ahí que
veces la tradición kantiana ha procurado
con un ejemplo simple y cotidiano com-
encerrarse en la vía más fácil, algo así
prueba atinadamente Villoro que:
como una deducción mecánica. De esta
En una situación puede ser razonable manera, se busca eludir confrontarse con
perseguir la soledad, cuando en otra circuns- un obstáculo ineludible: los genuinos
tancia no sería razonable sacrificar a ella conflictos morales. Éstos no pocas veces
nuestra relación con los demás. 12 son resultados inmediatos de la compleji-
La razón razonable, la razón reflexi- dad de la vida práctica, por ejemplo, de
va es, pues, gradual, múltiple, incierta. Es conflictos entre mis deseos y mis intere-
una razón que de caso en caso se obliga a ses, por un lado y mis principios, por
explorar la situación en que se encuentra otro, y a veces, lo peor, genuinos conflic-
sin conformarse con los estereotipos de tos entre la moralidad y la felicidad.)
moda. Por eso, no es demasiado difícil En estas desordenadas reflexiones,
afiliar ese tipo de razón lúcida y generosa ¿hemos aprendido ya algo para empren-
a una larga y venerable tradición de ela- der o proseguir combates contra la razón
boraciones de la razón no arrogante: la arrogante? Sospecho que hemos topado
phrónesis aristotélica, la prudentia me- con algunas pistas. Por lo pronto, tal vez
dieval, el sensus comunis de Vico, la fi- en esta rapidísima discusión hemos en-

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trevisto que lo opuesto del consenso no siempre posible de abrir para darle la
es el disenso sino la voluntad tanto de es- vuelta a la desgracia.
cuchar al otro —al otro que sabe defen- Como consecuencia, no podemos de-
der su causa o que, porque muy dañado, jar de comprobar: lo opuesto de una ra-
apenas la balbucea entre llantos o mera- zón inflexible, sin incertidumbres, arro-
mente la expresa su silencio— como de gante, no es la irracionalidad posmoder-
hablar por sí mismo. Y hablar por sí mis- na, festiva, salvaje o cínica. Es la
mo implica asumir esa responsabilidad compleja y sensibilizada al dolor y, por
en fatigantes prácticas de dar y darse ra- eso, responsable razón razonable: la ra-
zones. También hemos descubierto que zón reflexiva capaz de atender en el caso
lo opuesto del entusiasmo nacionalista de la práctica las indisolubles relaciones
del Estado-nación no es el entusiasmo del entre las reglas morales, instrumentales y
multiculturalismo por los usos y costum- de prudencia, sin olvidarnos de algún
bres tradicionales (a menudo, pretendida- tipo de predominio de las primeras. Este
mente tradicionales y hasta enredados en dominio, a la vez que decisivo, es a me-
imaginarias y asesinas genealogías de la nudo arduo de articular porque es ambi-
sangre) sino el ejercicio de la crítica y de guo y en extremo resbaladizo.
la justicia que tiene muy en cuenta las Por supuesto, todas estas afirmacio-
precisas circunstancias en que nos encon- nes, toda esta confusa discusión no hace
tramos. Que es una manera de recordar- más que apenas esbozar —desde lejos,
nos que no sólo somos en tanto, a partir desde muy, muy lejos— vastos e intrinca-
de algún pasado, pertenecemos casual- dos territorios de la reflexión. Se trata de
mente a cierta tradición y a cierta socie- un inventario de problemas, nada más.
dad, sino que también somos porque Urge ya comenzar a explorarlos deteni-
somos agentes...con futuro: esa puerta damente.

NOTAS

1 Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir, 10 Op. cit., p. 118.
Fondo de Cultura Económica, México, 2007. 11 Al respecto es iluminador tener en cuenta la en-
2 Javier Muguerza, Ética, disenso y derechos hu-
trada sobre la prudencia de Carlos Thiebaut, presente
manos, en conversación con Ernesto Garzón Valdés, en este mismo volumen sobre Democracia y virtudes
Argos, Madrid, 1998, p. 59 (Villoro, pp. 28-29). cívicas, pp. 75-111. Thiebaut defiende lo que se podría
3 Ibid., p. 101 (Villoro, p. 29).
4 Ibid.
llamar un «kantismo de la contingencia». Por eso: «A
5 Ibid., p. 20.
fuer de kantianamente cosmopolitas, e incluso por el
6 Ibid., p. 197.
sólido argumento de una universalidad kantiana me-
7 Ibid., p. 200.
diada en el mundo de las acciones, se nos urge consi-
8 Ibid., p. 168. derar de nuevo los resultados inciertos de nuestros ac-
9 Javier Muguerza, «Razonabilidad» en Democra- tos», p. 102.
12 Op. cit., pp. 214-215.
cia y virtudes cívicas, edición de Pedro Cerezo Galán,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2005. 13 Ibid., p. 215.

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