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NOTAS Y DISCUSIONES
experiencia mexicana de setenta y cinco sensos que tales disensos —a veces también
años de gobierno continuo del PRI, esa violentos— presuponen.
«dicta-blanda», como solía describírsela,
es, en este sentido, ejemplar.) Acercándo- Aplicar tal máxima de inmediato invi-
se en cierto modo a Muguerza, Villoro re- ta a participar en prácticas de dar y darse
conceptualiza la alternativa del disenso razones, y cuando esas prácticas se vuelven
con lo que se podría llamar «la alternati- explícitas, en prácticas públicas de dar y
va del daño vivido». darse argumentos. Claramente, es introdu-
ciendo prácticas de argumentar cómo, en
Así, frente a los consensos sociales medio de los consensos más rotundos, se
—frente a cualquier himno acerca «de lo podrá dar voz fuerte al disenso y sobre todo
bien que estamos» y «de lo bien que se- al daño: a las voces que discrepan o procu-
guiremos estando si persistimos en este ran hacerlo. A su vez, frente a los disensos,
rumbo»—, hay que tomar conciencia del incluso frente a los disensos más intempes-
daño que siempre está ahí —no por poco tivos, con tales prácticas se podrá rescatar
o nada publicitado menos horroroso— todo aquello que también nos reúne o que
producido por acciones u omisiones de posiblemente nos podría reunir. No se olvi-
quienes forman parte triunfal del con- de: desatender el disenso tarde o temprano
senso. Y se debe hacerlo, aunque ese implica tener que reprimir, pero sin algún
daño se produzca muy lejos de quienes consenso se borra la posibilidad misma de
administran y/o se benefician de ese los disensos y se habita en mundos parale-
consenso. Por eso, indica Villoro que los. (Quienes habitan en mundos incomu-
para la política, e incluso para la refle- nicados no disienten, no discrepan. Simple-
xión moral: mente habitan en mundos paralelos.)
El punto de partida estaría en la compro- No se olvide tampoco que en estas
bación de la sociedad real como carencia. Una prácticas de dar y darse razones, de dar y
sociedad carente es una sociedad dañada. La darse argumentos, se debe hacer un in-
ausencia de valor en ella se experimenta como menso esfuerzo —se debe tener el coraje
daño. Daño no es sólo falta, necesidad no sa- de hacer un inmenso esfuerzo— para que
tisfecha; es también sufrimiento causado por los consensos a menudo resultados de al-
un agente. 5
gún poder no sofoquen las razones a ve-
Teniendo en cuenta estas observacio- ces apenas balbuceadas del sufriente: los
nes, he aquí la necesidad de sustituir el gestos no pocas veces torpes y casi mu-
primer fetiche que arma la alternativa dos tanto de muchos grupos de víctimas
«consensos» o «disensos» sociales como como de victimas solitarias que ya no tie-
la última palabra, por una máxima de la nen otra razón que abrazarse a su pérdida,
confrontación ininterrumpida de los con- a su daño.
sensos y los disensos sociales procuran- Entre esos consensos que sofocan, si
do detectar carencias. Esta máxima se es que no directamente asesinan, uno de
podría formular como sigue: los más frecuentes en la vida pública es el
que se expresa en el entusiasmo naciona-
Cada vez que te enfrentes con un consen- lista. Tal algarabía suele provenir de lo
so social, cuídate de atender al menos algu- que se pueden llamar las diversas y muy
nos de los disensos que este consenso oculta
y, con frecuencia, procura eliminar con vio- efectivas «industrias de los nacionalis-
lencia. A su vez, cada vez que en torno tuyo se mos». Esas rendidoras industrias —que
multipliquen los disensos que, como conse- tan buenas ganancias han reportado en la
cuencia buscada o involuntaria deshacen la historia y continúan reportando— suelen
vida social, ten el coraje de rescatar los con- ser uno de los productos más publicitados
de lo que Villoro llama el «Estado homo- nas. Y en eso consiste el respeto a la libertad,
géneo». Villoro señala: base de la democracia. 7
El Estado-nación que se pretende homo- En consecuencia, porque se aleja con
géneo no admite concepciones opuestas sobre radicalidad —y felizmente a menudo sin
lo que debiera constituir el bien común... Sin nostalgias— de las industrias del multi-
embargo, la unidad de Estado y nación no co- culturalismo vulgar, esas otras políticas
rresponde a la realidad en la mayoría de los de lo homogéneo —de lo homogéneo en
países. En casi todos, el poder del Estado se
ejerce sobre comunidades de culturas diferen-
pequeñito—, Villoro puede no sucumbir
tes... El reconocimiento de esa diversidad en el tercer engaño-fetiche que tanto dis-
conduce al abandono de la idea del Estado-na- curso y disparate (y no poco terror) ha
ción homogéneo y al proyecto de una nueva suscitado y continua sin cesar suscitando:
forma de Estado; el Estado plural, formado los usos y costumbres como la última pa-
por la unidad de diversas comunidades de cul- labra de la convivencia social, como la
tura, basada en su decisión autónoma. 6 muralla inexpugnable que hay que procu-
Si Villoro entendiera el pluralismo rar proseguir fortaleciendo. Como vindi-
reduciéndolo al pluralismo de las diver- ca Villoro:
sas culturas, esas piadosas mitologías de junto a su función de dar sentido a la vida co-
las regiones, su propuesta podría con fa- lectiva, los usos y costumbres establecidos
cilidad tacharse de otros de los tantos también son sedimentos de un pasado, a me-
efectos de «la industria del multicultura- nudo perdido; contienen prejuicios y conven-
lismo vulgar». Pero las vociferantes in- ciones aceptados sin crítica... Pertenecer a un
dustrias del multiculturalismo vulgar no pueblo no implica estar enajenado a sus con-
venciones, sino contribuir a su libre creativi-
hacen más que sustituir el entusiasmo na- dad y a su desarrollo. 8
cionalista represor del Estado-nación por
el entusiasmo nacionalista dedicado a la Por eso, no hay que dejar de aplicar
pequeña comarca: el fervor de vez en la máxima de la confrontación ininte-
cuando asesino en nombre de la estrechas rrumpida de los consensos y los disensos
y, no pocas veces, asfixiantes tradiciones sociales tanto frente a las industrias de
propias —o de lo que un grupo o gru- los entusiasmos nacionalistas promovi-
púsculo inventa como tales para prove- dos con fanatismo por los Estados-nación
cho de unos pocos—. Felizmente Villoro con pretensiones de homogeneidad,
tiende a no corrigir un error con otro: en como frente a las no menos fanáticas in-
sus mejores momentos suele no oponer al dustrias de los entusiasmos nacionalistas
Estado homogéneo las industrias del de las comarcas, también con no menores
multiculturalismo vulgar de las culturas y pretensiones de homogeneidad. (No hay
de las tradiciones no menos homogéneas. que dejar de subrayar la dificultad perma-
De este modo, frente a los consensos nente para superar estos engaños: en am-
abusivos de los Estados o de las regiones bos casos se trata de industrias económi-
o de las culturas o de las tradiciones o de camente muy prósperas). Pero, ¿cómo
cualquier grupo, grande o pequeño, que hay que poner a trabajar esta máxima?
falazmente confunda la parte con el todo, Promoviendo prácticas de dar y darse ar-
hay que gumentos que intentarán graduar cuándo,
establecer el pluralismo de la razón y de las cómo y hasta qué momento hay que con-
concepciones del bien. Con ello llega a su raíz solidar un consenso social, y cuándo y
la facultad de todo hombre y mujer a determi- cómo y hasta qué momento es necesario
nar su propio plan de vida conforme a su pro- darle voz al disenso de un grupo o de un
pia visión del mundo, sin imposiciones aje- individuo, y no resignarse nunca a perder
lidad prudente: una moralidad que im- nesse de Pascal, la capacidad de juzgar o
pregne nuestra complicada y no pocas (como quiere Roberto Rodríguez Arama-
veces desalentadora capacidad de ser yo) de discernimiento, de Kant.
agentes efectivos en un mundo a menudo Por ejemplo, Villoro, teniendo en
hostil y lleno de conflictos y perplejida- cuenta la complejidad de la razón prácti-
des. Pero, ¿cómo podemos lograrlo? ca —las ásperas y a veces trágicas rela-
Respuesta rápida: combatiendo a ciones entre las reglas de la moralidad, de
cada paso la razón arrogante que, con fre- la habilidad y de la sagacidad—, no sin
cuencia, se disfraza de razón meramente polémica aunque con justeza observa:
moral, de razón meramente instrumental,
de razón meramente prudente... Sin duda, Sólo la facultad de juzgar conforme a lo
para ganar ese combate hay que apelar, razonable en cada caso, asegura la realización
sin cesar, al ejercicio de una compleja y de lo valioso en nuestras vidas. No mentir
puede formar parte de una norma universal de
sensibilizada razón razonable. la razón práctica. Pero lo razonable puede ser,
Por supuesto, una razón razonable es en un caso, mentir para salvar la vida de un
una razón reflexiva que está tanto atenta amigo perseguido y, en otro, ser veraz para
a las necesidades de los demás como a las hacer honor a un contrato. El juicio sobre la
propias necesidades y que no pierde de aplicación de la norma racional, en uno o en
vista las pasajeras circunstancias en las otro caso, depende del fin más valioso en cada
que, inevitablemente, se encuentra todo circunstancia y de los medios aceptables para
animal humano. Por eso, una razón razo- lograrlo. 13
nable no se deja embobar por la máxima
En este pasaje, Villoro al pasar, im-
de la razón arrogante: por el Siempre es
plícitamente toma distancia del vértigo
bueno más de lo mismo.
simplificador que en algunas ocasiones
Recordemos que ese aferrarse a «lo
visita a la tradición kantiana, y en algún
mismo» a veces —más veces de las que
momento al propio Kant, y no acepta la
se sospecha— conduce —sin que nos de-
aplicación mecánica o casi de algunas re-
mos cuenta o casi— a la pereza intelec-
glas morales, en este caso, de la regla «no
tual y a la creciente corrupción, cuando
mentir. (Respecto de reglas como ésta, a
no al asesinato o al suicidio. De ahí que
veces la tradición kantiana ha procurado
con un ejemplo simple y cotidiano com-
encerrarse en la vía más fácil, algo así
prueba atinadamente Villoro que:
como una deducción mecánica. De esta
En una situación puede ser razonable manera, se busca eludir confrontarse con
perseguir la soledad, cuando en otra circuns- un obstáculo ineludible: los genuinos
tancia no sería razonable sacrificar a ella conflictos morales. Éstos no pocas veces
nuestra relación con los demás. 12 son resultados inmediatos de la compleji-
La razón razonable, la razón reflexi- dad de la vida práctica, por ejemplo, de
va es, pues, gradual, múltiple, incierta. Es conflictos entre mis deseos y mis intere-
una razón que de caso en caso se obliga a ses, por un lado y mis principios, por
explorar la situación en que se encuentra otro, y a veces, lo peor, genuinos conflic-
sin conformarse con los estereotipos de tos entre la moralidad y la felicidad.)
moda. Por eso, no es demasiado difícil En estas desordenadas reflexiones,
afiliar ese tipo de razón lúcida y generosa ¿hemos aprendido ya algo para empren-
a una larga y venerable tradición de ela- der o proseguir combates contra la razón
boraciones de la razón no arrogante: la arrogante? Sospecho que hemos topado
phrónesis aristotélica, la prudentia me- con algunas pistas. Por lo pronto, tal vez
dieval, el sensus comunis de Vico, la fi- en esta rapidísima discusión hemos en-
trevisto que lo opuesto del consenso no siempre posible de abrir para darle la
es el disenso sino la voluntad tanto de es- vuelta a la desgracia.
cuchar al otro —al otro que sabe defen- Como consecuencia, no podemos de-
der su causa o que, porque muy dañado, jar de comprobar: lo opuesto de una ra-
apenas la balbucea entre llantos o mera- zón inflexible, sin incertidumbres, arro-
mente la expresa su silencio— como de gante, no es la irracionalidad posmoder-
hablar por sí mismo. Y hablar por sí mis- na, festiva, salvaje o cínica. Es la
mo implica asumir esa responsabilidad compleja y sensibilizada al dolor y, por
en fatigantes prácticas de dar y darse ra- eso, responsable razón razonable: la ra-
zones. También hemos descubierto que zón reflexiva capaz de atender en el caso
lo opuesto del entusiasmo nacionalista de la práctica las indisolubles relaciones
del Estado-nación no es el entusiasmo del entre las reglas morales, instrumentales y
multiculturalismo por los usos y costum- de prudencia, sin olvidarnos de algún
bres tradicionales (a menudo, pretendida- tipo de predominio de las primeras. Este
mente tradicionales y hasta enredados en dominio, a la vez que decisivo, es a me-
imaginarias y asesinas genealogías de la nudo arduo de articular porque es ambi-
sangre) sino el ejercicio de la crítica y de guo y en extremo resbaladizo.
la justicia que tiene muy en cuenta las Por supuesto, todas estas afirmacio-
precisas circunstancias en que nos encon- nes, toda esta confusa discusión no hace
tramos. Que es una manera de recordar- más que apenas esbozar —desde lejos,
nos que no sólo somos en tanto, a partir desde muy, muy lejos— vastos e intrinca-
de algún pasado, pertenecemos casual- dos territorios de la reflexión. Se trata de
mente a cierta tradición y a cierta socie- un inventario de problemas, nada más.
dad, sino que también somos porque Urge ya comenzar a explorarlos deteni-
somos agentes...con futuro: esa puerta damente.
NOTAS
1 Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir, 10 Op. cit., p. 118.
Fondo de Cultura Económica, México, 2007. 11 Al respecto es iluminador tener en cuenta la en-
2 Javier Muguerza, Ética, disenso y derechos hu-
trada sobre la prudencia de Carlos Thiebaut, presente
manos, en conversación con Ernesto Garzón Valdés, en este mismo volumen sobre Democracia y virtudes
Argos, Madrid, 1998, p. 59 (Villoro, pp. 28-29). cívicas, pp. 75-111. Thiebaut defiende lo que se podría
3 Ibid., p. 101 (Villoro, p. 29).
4 Ibid.
llamar un «kantismo de la contingencia». Por eso: «A
5 Ibid., p. 20.
fuer de kantianamente cosmopolitas, e incluso por el
6 Ibid., p. 197.
sólido argumento de una universalidad kantiana me-
7 Ibid., p. 200.
diada en el mundo de las acciones, se nos urge consi-
8 Ibid., p. 168. derar de nuevo los resultados inciertos de nuestros ac-
9 Javier Muguerza, «Razonabilidad» en Democra- tos», p. 102.
12 Op. cit., pp. 214-215.
cia y virtudes cívicas, edición de Pedro Cerezo Galán,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2005. 13 Ibid., p. 215.