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Tanto los agroecosistemas como los ecosistemas naturales están formados por organismos
y por el medio físico no vivo en el que viven los organismos. Al añadir los componentes
abióticos de los ecosistemas, se alcanza el nivel ecosistémico de estudio. En este nivel,
observamos los sistemas en su totalidad y obtenemos una imagen más completa de su
estructura y funcionamiento.
La agroecología hace hincapié en la necesidad de estudiar tanto las partes como el todo.
Aunque el concepto de que el todo es mayor que la suma de sus partes está ampliamente
reconocido, ha sido ignorado durante mucho tiempo por la agronomía y la tecnología
moderna, que hacen hincapié en el estudio detallado de la planta o el animal de cultivo
individual como forma de abordar las complejas cuestiones de la producción y la viabilidad
de las explotaciones.
En un sistema diverso y complejo, todos los retos a los que se enfrentan los agricultores
pueden resolverse con una gestión adecuada de los componentes y las interacciones del
sistema, lo que hace en gran medida innecesaria la adición de insumos externos. En el
ámbito de la gestión de plagas, por ejemplo, las poblaciones de plagas pueden controlarse
mediante interacciones del sistema establecidas intencionadamente por el gestor del
agroecosistema.
Diversidad ecológica
Una mayor diversidad de especies conduce a una mayor diferenciación de los hábitats y a
una mayor productividad, lo que a su vez permite una diversidad de especies aún mayor. La
diversidad desempeña un papel importante en el mantenimiento de la estructura y la función
de los ecosistemas.
Los ecosistemas naturales suelen ajustarse al principio de que una mayor diversidad
permite una mayor resistencia a las perturbaciones y las alteraciones. Los ecosistemas con
una gran diversidad suelen ser capaces de recuperarse de las perturbaciones y restablecer
el equilibrio en sus procesos de ciclo de materiales y flujo de energía; en los ecosistemas
con poca diversidad, las perturbaciones pueden provocar más fácilmente cambios
permanentes en su funcionamiento, lo que se traduce en la pérdida de recursos del
ecosistema y en cambios en su composición por especies.
Escala de diversidad
Diversidad y estabilidad
- Una gran diversidad hace posible varios tipos de dinámicas de población beneficiosas
entre los herbívoros y sus depredadores. Por ejemplo, un sistema diverso puede favorecer
la presencia de varias poblaciones de herbívoros, de las que sólo algunas son plagas, así
como la presencia de una especie depredadora que se alimente de todos los herbívoros. El
depredador aumenta la diversidad entre las especies de herbívoros al mantener bajo control
las poblaciones de las distintas especies de herbívoros. Con una mayor diversidad de
herbívoros, el herbívoro plaga no puede convertirse en dominante y amenazar ningún
cultivo.
- Una mayor diversidad permite a menudo una mejor eficiencia en el uso de los recursos en
un agroecosistema. Hay una mejor adaptación del sistema al hábitat