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La misión confiada por Cristo a los Apóstoles es el anuncio del Reino de Dios y la
predicación del Evangelio con vistas a la conversión (Mc 16,15; Mt 28,1820). La tarde
del día mismo de su Resurrección, cuando es inminente el comienzo de la misión
apostólica, Jesús da a los Apóstoles, por la fuerza del Espíritu Santo, el poder de
reconciliar con Dios y con la Iglesia a los pecadores arrepentidos: «Recibid el Espíritu
Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,2223). el «ministerio de la reconciliación» (2 Co
5,18), se ha sentido siempre como una tarea pastoral muy relevante, realizada por
obediencia al mandato de Jesús como parte esencial del ministerio sacerdotal.
solamente un Obispo o un presbítero, que juzga y absuelve, atiende y cura en el
nombre de Cristo –, los actos del penitente: la contrición, la confesión y la satisfacción.
El Concilio de Trento declaró que es necesario «de derecho divino confesar todos y
cada uno de los pecados mortales a todo fiel».
- Todos los sacerdotes que tienen la facultad de administrar el sacramento de la
Penitencia, muéstrense siempre y totalmente dispuestos a administrarlo cada
vez que los fieles lo soliciten razonablemente.
- Los Ordinarios del lugar, así como los párrocos y los rectores de iglesias y
santuarios, deben verificar periódicamente que se den de hecho las máximas
facilidades posibles para la confesión de los fieles. Una presencia visible y en
horarios previstos, en sí antes de la MISA.
- todo bautizado tiene que confesarse por lo menos una vez al año.
- En caso de emergencia en algún lugar dentro o fuera de su jurisdicción, el
ministro del sacramento de la penitencia tiene la facultad de confesar y
perdonar.
- En caso de guerra, el ministro tiene la facultad de confesar en grupo y
perdonarlos.
- - todo fiel que desee de corazón el perdón de Dios tiene el derecho que el
ministro le confiese, dado que el fiel se proponga confesarse por lo menos una
vez al mes los pecados mortales y veniales.
- El ministro tiene la facultad de perdonar los pecados e imprimir carácter y darles
una vida nueva al pecador arrepentido.
Actitudes y deberes del confesor: Para esto, el sacerdote debe tener presente lo
siguiente:
- Funge como juez y médico en nombre de Cristo, pues ha sido constituido por
Dios, ministro de justicia y misericordia divina, para que provea al honor de Dios
y de las almas (c 978, 1; cf, Misericordia Dei)
- Debe atenerse fielmente a la doctrina del Magisterio y a las normas dictadas por
la autoridad competente (c 978, 2), pues es ministro de Dios y la Iglesia. De
modo que, debe juzgar objetivamente.
- En ocasiones, el confesor debe interrogar sobre el número, especie y
circunstancias del pecado, si el penitente no los manifiesta espontáneamente,
Esto debe hacerse “con prudencia y discreción, atendiendo a la condición y edad
del penitente; y ha de abstenerse de preguntar sobre el nombre del cómplice” (c
979).
- Si el confesor no duda de la buena disposición del penitente, no debe negarse ni
retrasarse la absolución (cf. c 980). También debe imponerse una satisfacción
saludable y conveniente, según los pecados y la condición del penitente, que
éste tiene la obligación de cumplir (cf. c 981).
- El Vademécum para los confesores (1997), del Pontificio Consejo para la
Familia, indica que el confesor tiene la obligación de advertir a los penitentes
sobre las transgresiones de la ley de Dios graves en sí mismas, y procurar que
deseen la absolución y el perdón del Señor con el propósito de replantear y
corregir su conducta.
Esta respuesta está tomada de uno de los documentos que nos dio Roberto, se
llama la función de santificar, como les digo, la otra respuesta me parece mas
simple, ya ustedes pueden decidir cuál tomar.
Chicos a mi parecer esta respuesta es mas simple, y muestra todos los casos
sobre la absolución colectiva, la respuesta esta tomada de la carta apostólica
misericordia dei de Juan Pablo II:
a) Se trata de situaciones que, objetivamente, son excepcionales, como las que pueden
producirse en territorios de misión o en comunidades de fieles aisladas, donde el
sacerdote sólo puede pasar una o pocas veces al año, o cuando lo permitan las
circunstancias bélicas, metereológicas u otras parecidas.
b) Las dos condiciones establecidas en el canon para que se dé la grave necesidad
son inseparables, por lo que nunca es suficiente la sola imposibilidad de confesar
«como conviene» a las personas dentro de «un tiempo razonable» debido a la escasez
de sacerdotes; dicha imposibilidad ha de estar unida al hecho de que, de otro modo, los
penitentes se verían privados por un «notable tiempo», sin culpa suya, de la gracia
sacramental. Así pues, se debe tener presente el conjunto de las circunstancias de los
penitentes y de la diócesis, por lo que se refiere a su organización pastoral y la
posibilidad de acceso de los fieles al sacramento de la Penitencia.
c) La primera condición, la imposibilidad de «oír debidamente la confesión» «dentro de
un tiempo razonable», hace referencia sólo al tiempo razonable requerido para
administrar válida y dignamente el sacramento, sin que sea relevante a este respecto
un coloquio pastoral más prolongado, que puede ser pospuesto a circunstancias más
favorables. Este tiempo razonable y conveniente para oír las confesiones, dependerá
de las posibilidades reales del confesor o confesores y de los penitentes mismos.
d) Sobre la segunda condición, se ha de valorar, según un juicio prudencial, cuánto
deba ser el tiempo de privación de la gracia sacramental para que se verifique una
verdadera imposibilidad según el can. 960, cuando no hay peligro inminente de muerte.
Este juicio no es prudencial si altera el sentido de la imposibilidad física o moral, como
ocurriría, por ejemplo, si se considerara que un tiempo inferior a un mes implicaría
permanecer «un tiempo razonable» con dicha privación.
e) No es admisible crear, o permitir que se creen, situaciones de aparente grave
necesidad, derivadas de la insuficiente administración ordinaria del Sacramento por no
observar las normas antes recordadas (20) y, menos aún, por la opción de los
penitentes en favor de la absolución colectiva, como si se tratara de una posibilidad
normal y equivalente a las dos formas ordinarias descritas en el Ritual.
f) Una gran concurrencia de penitentes no constituye, por sí sola, suficiente necesidad,
no sólo en una fiesta solemne o peregrinación, y ni siquiera por turismo u otras razones
parecidas, debidas a la creciente movilidad de las personas.
a) condición de validez
La validez de la ordenación exige dos condiciones de capacidad: ser varón y estar
bautizado (cf. C.1024)
● La necesidad de ser varón para recibir el sacramento del orden ha sido una
doctrina constante y universal en la iglesia (cf. CCE 1577)
● La Carta Ap. ordinatio sacerdotalis (22.V.1994) en la que Juan Pablo II
afirmó que esta doctrina debe ser considerada definitiva (vide XX, 6) “la
iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la orden sacerdotal
a las mujeres”
Son irregulares para recibir las órdenes, p. ej.: quien padece alguna forma de amencia
u otra enfermedad psíquica que, según el parecer de los peritos, incapacita para
desempeñar rectamente el ministerio; quien haya cometido el delito de herejía,
apostasía o cisma; quien haya cometido homicidio voluntario o procurado un aborto
que se haya verificado efectiva. mente, o cooperado positivamente en él, y quien haya
intentado suicidarse. Y son irregulares para ejercer las órdenes recibidas, p. ej., quien
ha sido ordenado con una de las irregularidades mencionadas. Están simplemente
impedidos para recibir órdenes, p. ej., el varón casado, a no ser que sea legítimamente
destinado al diaconado permanente; o el neófito. Y es tán simplemente impedidos para
ejercer las órdenes recibidas (aunque tampoco deben recibir nuevas órdenes), p. ej.,
quien las recibió ilegítimamente, por tener un impedimento, y quien sufre de una
amnesia u otra enfermedad psíquica como la indicada más arriba, mientras el Ordinario
no le permita el ejercicio del orden, habiendo consultado a un experto.
En resumen más detallado del texto sobre las irregularidades e impedimentos para
recibir o ejercer órdenes en la Iglesia Católica:
1. Requisitos para la Ordenación: La ordenación en la Iglesia Católica debe cumplir
con ciertos requisitos legales para ser considerada válida y lícita.
2. Impedimentos y Regularidades: Los requisitos se relacionan con la ausencia de
impedimentos y regularidades, que son categorías legales específicas. Las
irregularidades son impedimentos
3. Circunstancias Objetivas: Estos impedimentos se basan en circunstancias
objetivas que están enumeradas de manera específica en los cánones 1040-1049. Esto
significa que no hay margen para interpretación o flexibilidad en cuanto a lo que
constituye un impedimento.
4. Ejemplos de Impedimentos para Recibir Órdenes:
- Quienes sufren de enfermedades psíquicas que les incapacitan para
desempeñar adecuadamente el ministerio.
- Quienes han cometido delitos graves como herejía, apostasía, cisma, homicidio
voluntario, aborto o intento de suicidio.
5. Impedimentos para Ejercer Órdenes Recibidas: Algunas personas pueden haber
recibido órdenes, pero debido a ciertas irregularidades, no se les permite ejercer esas
órdenes.
6. Impedimentos simples: Además de las irregularidades, existen impedimentos
simples que no son permanentes. Por ejemplo, los hombres casados generalmente no
pueden ser ordenados, a menos que estén destinados al diaconado permanente.
7. Obligación de Informar: Los fieles tienen la responsabilidad de informar al
Ordinario o al párroco sobre cualquier impedimento o irregularidad que tengan
conocimiento antes de la ordenación. Esto es importante para garantizar que la
ordenación cumpla con los requisitos legales.
8. Dispensas: El Ordinario tiene la facultad de otorgar dispensas para algunos
impedimentos, siempre y cuando dichas dispensas no estén reservadas a la Sede
Apostólica. Esto permite cierta flexibilidad en casos específicos.
Este ofrece un resumen una visión más detallada de los conceptos y las regulaciones
relacionadas con las irregularidades e impedimentos en el contexto de la ordenación en
la Iglesia Católica.
1. Los Ordinarios han de recordar a todos los ministros del sacramento de la Penitencia
que la ley universal de la Iglesia ha reiterado, en aplicación de la doctrina católica sobre
este punto , que:
a ) « La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo
ordinario con el que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia
con Dios y con la Iglesia ; sólo la imposibilidad física o moral excusa de esa
confesión , en cuyo caso la reconciliación se puede conseguir también por otros
medios».
b) Por tanto,« todos los que , por su oficio , tienen encomendada la cura de
almas , están obligados a proveer que se oiga en confesión a los fieles que les
están encomendados y que lo piden razonablemente; y que se les dé la
oportunidad de acercarse a la confesión individual, en días y horas determinadas
que les resulten considerables».
2. Los Ordinarios del lugar, así como los párrocos y los rectores de iglesias y
santuarios, deben verificar periódicamente que se den de hecho las máximas
facilidades posibles para la confesión de los fieles. En particular, se recomienda la
presencia visible de los confesores en los lugares de culto durante los horarios
previstos, la adecuación de estos horarios a la situación real de los penitentes y la
especial disponibilidad para confesar antes de las Misas y también, para atender a
las necesidades de los fieles, durante la celebración de la Santa Misa, si hay otros
sacerdotes disponibles.
3. Dado que «el fiel está obligado a confesar según su especie y número todos los
pecados graves cometidos después del Bautismo y aún no perdonados por la
potestad de las llaves de la Iglesia ni acusados en la confesión individual, de los
cuales tenga conciencia después de un examen diligente»(16), se reprueba
cualquier uso que restrinja la confesión a una acusación genérica o limitada a sólo
uno o más pecados considerados más significativos. Por otro lado, teniendo en
cuenta la vocación de todos los fieles a la santidad, se les recomienda confesar
también los pecados veniales.
Desde esta perspectiva de comunión será también oportuno que los Obispos
diocesanos informen a las respectivas Conferencias Episcopales acerca de si se dan
o no, en el ámbito de su jurisdicción, casos de grave necesidad. Será además deber
de las Conferencias Episcopales informar a la mencionada Congregación acerca de
la situación de hecho existente en su territorio y sobre los eventuales cambios que
después se produzcan.
7. Por lo que se refiere a las disposiciones personales de los penitentes, se recuerda
que:
a) « Para que un fiel reciba válidamente la absolución sacramental dada a varios
a la vez, se requiere no sólo que esté debidamente dispuesto , sino que se
proponga a la vez hacer en su debido tiempo confesión individual de todos los
pecados graves que en las circunstancias presentes no ha podido confesar de
ese modo».
9. Sobre el lugar y la sede para la celebración del Sacramento, téngase presente que:
a) «El lugar propio para oír confesiones es una iglesia u oratorio», siendo claro
que razones de orden pastoral pueden justificar la celebración del sacramento
en lugares de versos.
b) las normas sobre la sede para la confesión son dadas por las respectivas
Conferencias Episcopales, las cuales han de garantizar que están situadas en
«lugar patente» y esté «provista de rejillas» de modo que puedan utilizar las
fieles y los confesores mismos que lo deseen.
10. Que dice el decreto Moss Lugiter sobre los estipendios de las
misas de difuntos
La Congregación para el clero respondió a esta situación con los siguientes artículos
del presente documento:
Art. 1.1: Canon 948: «misas distintas según las intenciones de aquellos por los cuales
el estipendio dado, aunque exiguo, ha sido aceptado». Así se entiende que, el
sacerdote que acepte un estipendio por una intención particular, sea la cantidad que
fuere, está obligado a satisfacer la intención (Canon 949). Si no puede él mismo,
deberá nombrar a otro que la realice. (Canon: 954-955).
Art. 1.2: Quienes no respeten esta norma asume la responsabilidad moral por el
ejercicio del recogimiento y acumulamiento de estipendios para ofrecer una sola Misa.
Pues, contraviene lo dicho en el punto 1 del artículo.
Art 2.1-2: Cuando se haya asumido este compromiso por parte de un presbítero, este
debe hacer pública el día, fecha y hora de la Misa, y no celebrarla más de dos veces a
la semana.
Art 2.3: Cuando la diócesis detecte este uso inapropiado del estipendio, lo tomará en
cuenta, pues es una excepción a la ley canónica. Pero si se extiende su uso será
tomada como abuso, que repercute en la esta antiquísima costumbre saludable para
los fieles y la Iglesia.
Art 3.1: Es lícito retener solo la limosna establecida en la diócesis (Canon: 950).
Art 3.2: Lo excedente de la limosna será consignada al ordinario del lugar, que lo
destinará a los fines establecidos (Canon. 946).
Art 4: Especialmente en los santuarios y lugares de peregrinación, los rectores deben
vigilar que se cumpla lo establecido en los canones 954-956, y lo que dice este
documento.
Art 5.1: Los sacerdotes que recibieron el estipendio y no puedan cumplir con la Misa
particular en el plazo de un año (Canon 953), deben transmitirlo a otro o al ordinario
(canon 956).
Art 6: Es obligación del ordinario diocesano, dar a conocer prontamente, y hacer
cumplir estas disposiciones. Tanto para el clero como para los religiosos.
Art 7: Instruir a los fieles en la materia por medio de una catequesis específica. Que se
muestra en los siguientes puntos: a) Significado teológico del estipendio al sacerdote.
b) Importancia asética de la limosna en la vida cristiana. c) Participación de todos en
los bienes.