Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
17,3)
En la Iglesia existe el Código de Derecho Canónico. Es el conjunto de leyes que regula como
debemos actuar, que se puede y que no, que está permitido y que no.
en este Código existe un apartado para regular los sacramentos, que se puede, que no y quien
puede. Obviamente existe el apartado para el sacramento de la confesión.
Es un dato esencial de fe que Jesucristo instituyó el sacramento de la penitencia para que los
fieles caídos en pecado después del bautismo, al acercarse a este sacramento, obtengan de la
misericordia de Dios «el perdón de la ofensa hecha a Él y al mismo tiempo se reconcilien con
la Iglesia, a la que hirieron pecando» (LG, 11).
Tenemos muy grabada la conciencia del pecado personal, pero ignoramos frecuentemente la
dimensión eclesial del pecado, no conocemos que cuando ofendemos a Dios con el pecado,
nuestro pecado tiene repercusiones en la Iglesia, en quien me rodea.
Para que un sacramento existe se nececitan cuatro cosas que no pueden faltar, para que nos
quede un poco más claro pondremos el ejemplo de la Eucaristía: estas cuatro cosas son la
materia la forma el ministro y el sujeto: El ministro de la Eucaristía es el sacerdote, y el
sujeto es el pueblo de Dios, la materia es el pan el vino y el agua y la forma son las palabras
de la consagración, si falta una de ellas no se puede realizar el sacramneto
Son cuatro las partes esenciales que componen el signo sacramental del perdón y de la
reconciliación. Dos de ellas, la contrición y la confesión, son actos del penitente; la
absolución es el acto del ministro o confesor; y la satisfacción o penitencia corresponde al
ministro imponerla y al penitente aceptar cumplirla
La contrición implica tanto el dolor o rechazo claro y decidido del pecado como el propósito
de no volver a cometerlo. Es cierto que para acercarse al sacramento de la penitencia es
suficiente la atrición, o sea, un arrepentimiento imperfecto, debido más al temor que al amor;
«pero en el ámbito del sacramento, bajo la acción de la gracia que recibe, el penitente ex
attrito fit contritus, de modo que la Penitencia actúa realmente en quien está dispuesto a la
conversión en el amor»
1
.
La confesión o acusación de los pecados es un acto del penitente exigido
por la necesidad de que el pecador sea conocido por aquel que en el sacramento
ejerce el papel de juez, y a la vez hace el papel de médico. Pero tiene también
el valor de signo: «signo del encuentro del pecador con la mediación eclesial
en la persona del ministro; signo del propio reconocerse ante Dios y ante la
Iglesia como pecador, del comprenderse a sí mismo bajo la mirada de Dios
(...)». La acusación de los pecados no es un mero intento de autoliberación
sicológica; «es un gesto litúrgico, solemne en su dramaticidad, humilde y
sobrio en la grandeza de su significado»
2
.
Una condición indispensable para que tanto la contrición como la confesión sean fructuosas,
es la transparencia de la conciencia cuyo medio principal es el acto tradicionalmente llamado
examen de conciencia.
La absolución que el sacerdote, ministro del perdón, concede al penitente «es el momento en
el que, en respuesta al penitente, la Santísima Trinidad se hace presente para borrar su pecado
y devolverle la inocencia (...); es el signo eficaz de la intervención del Padre en cada
absolución y de la resurrección tras la muerte espiritual, que se renueva cada vez que se
celebra el sacramento de la penitencia» (RP, 31, III). Mediante la fórmula sacramental y los
gestos que la acompañan (la imposición de la mano y la señal de la Cruz, trazada sobre el
penitente) se manifiesta que en aquel momento, por el ministerio de la Iglesia, el pecador
contrito y convertido entra en contacto con el poder y la misericordia de Dios.
La satisfacción —también llamada penitencia, en cuanto que aceptada por parte del penitente
forma parte sustancial del sacramento— «es el acto final,que corona el signo sacramental»,
aunque el cumplimiento efectivo de los compromisos aceptados se sitúe ya fuera del marco
sacramental.
961 § 1. No puede darse la absolución a varios penitentes a la vez sin previa confesión
individual y con carácter general a no ser que:
1.º amenace un peligro de muerte, y el sacerdote o los sacerdotes no tengan tiempo para oír la
confesión de cada penitente;
2.º haya una necesidad grave, es decir, cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes,
no hay bastantes confesores para oír debidamente la confesión de cada uno dentro de un
tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa por su parte, se verían privados
durante notable tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión; pero no se
considera suficiente necesidad cuando no se puede disponer de confesores a causa sólo
de una gran concurrencia de penitentes, como puede suceder en una gran fiesta o
peregrinación.
966 § 1. Para absolver válidamente de los pecados se requiere que el ministro, además de la
potestad de orden, tenga facultad de ejercerla sobre los fieles a quienes da la absolución.
Por más amigo que sea del padre, sino esta fuera de la obediencia o no tiene permiso del
Obispo para dar la confesión y lo hace, el sacramento es invalido
981 Según la gravedad y el número de los pecados, pero teniendo en cuenta la condición del
penitente, el confesor debe imponer una satisfacción saludable y conveniente, que el
penitente está obligado a cumplir personalmente.
988 § 1. El fiel está obligado a confesar según su especie y número todos los pecados graves
cometidos después del bautismo y aún no perdonados directamente por la potestad de las
llaves de la Iglesia ni acusados en confesión individual, de los cuales tenga conciencia
después de un examen diligente.
Cuales pecados? los propios pecados, condición para confesarse, un examen de conciencia
diligente. PEcados de los cuales se tiene conciencia. Pido perdon por los pecados olvidados,
no es valida esa confesión