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8479-Texto Del Artículo-29703-1-10-20220615
8479-Texto Del Artículo-29703-1-10-20220615
ESTADO DE LA CUESTIÓN
calado al respeto de las dos imágenes del otro. Por otra parte, sería consciente
de que la mayor parte de su actividad comunicativa supone una agresión
potencial a alguna de esas imágenes o a ambas, y que, paradójicamente, sus
posibilidades de éxito están sometidas a la eliminación o compensación de
tal agresión, por lo que deberá emplear, como ser racional que es, alguna
estrategia que repare o disminuya ese componente agresivo. Las estrategias
son múltiples y se pueden evaluar por su mayor o menor efecto reparador
o compensador. Se disponen, pues, en una escala cuyos extremos están ocu
pados por la formulación explícita y directa de la intención del hablante (u
on-record) o la evitación de cualquier formulación. Entre tales polos se sitúan
en orden de menor a mayor cortesía: la formulación directa pero con pro
cedimientos que apelan a la imagen positiva del interlocutor para establecer
lazos de solidaridad con él (estrategias de cortesía positiva), la utilización de
atenuadores de la imposición (estrategias de cortesía negativa) y la utiliza
ción de formulaciones implícitas (estrategias off-recard, basadas en implicaturas
conversacionales). La selección de una u otra estrategia depende del cál
culo que realiza el hablante sobre el Peso o la Gravedad de la ofensa; este cál
culo está basado en la evaluación de tres factores: el Poder (o relación jerár
quica que existe entre los participantes), la Distancia (o relación horizontal)
y el Grado {rank) de la imposición (este último subsume, en parte, la esca
la coste-beneficio de Leech). Dado el carácter deductivo del modelo, la uni
versalidad no atañe solo a los principios (las necesidades de imagen), sino
a cada uno de los pasos, de tal manera que tanto la escala de cortesía como
las estrategias que componen cada uno de los grados se postulan como uni
versales. Para contrastar su hipótesis, Brown y Levinson se valen de la ejem-
plificación en tres lenguas no emparentadas: el inglés, el tzeltal y el tamil. La
variación observable en las distintas comunidades lingüísticas quedaría expli
cada por la distinta importancia que se otorgaría en cada una de ellas a los
tres parámetros, Poder, Distancia y Grado, que regulan la selección de una
u otra estrategia.
El modelo de Brown y Levinson ha recibido críticas concernientes a
cada uno de los pasos de su despliegue interno (véase Kasper, 1990). La
primera de ellas atañe a la concepción pan-cultural del concepto de imagen.
Ligado al hecho de que la hipótesis aparentemente biologista de tal con
cepción entra en conflicto con los estudios socio-antropológicos y psicoló
gicos que hacen hincapié en la naturaleza social de la adquisición del con
cepto de individuo (Janney y Arndt 1993: 17-18), se ha puesto seriamente en
duda la naturaleza pan-cultural o universal de los componentes de tal ima
gen2. Tal crítica ha procedido fundamentalmente de estudios tanto sobre
3 Parece también que los niños aprenden las fórmulas de cortesía como índices sociales,
más que como mecanismos de persuasión (Ervín-Tripp el al., 1990).
250 Silvia Iglesias Recuero
4 Véanse los trabajos, básicos para esta polémica, de Gordon y Lakoff (1971), Saddock
(1972) Morgan (1978), Clark (1979) Sperber y Wilson (1994 [1986]: 296yss.). Una última pro
puesta, interesantísima, es la de Levinson (2000).
5 Un problema adicional es el de la comparabilidad de los actos de habla. De nuevo, las eti
quetas comunes pueden esconder diferencias culturales en cuanto a la concepción de las accio
nes designadas (Janney y Arndt, 1993).
252 Silvia Iglesias Recuero
bre, antiguos imperativos como mira, oye, fíjate, imagínate, estructuras inte
rrogativas con verbos en segunda persona: ¿sabes?, ¿ves?, ¿entiendes?
Mira/e, oye/oiga buscan la implicación del interlocutor en la interacción
(Fuentes 1990a: 176 y ss.). Martín Zorraquino y Portóles (1999: 4181 y ss.)
señalan que la diferencia entre ellos reside en la distinta dirección que supo
ne la acción originariamente solicitada: en el caso del primero se intenta
aproximar al interlocutor, hacerse comprender por él; con el segundo es el
hablante el que expresa su intención de acercarse al oyente. Por eso, este últi
mo, en posición final del enunciado, se suele emplear como estr ategia de bús
queda de la complicidad. No obstante, de nuevo es fundamental, tanto la pro
sodia como el contexto discursivo (Briz 1998: 226-7), porque pueden
tranformar a ambos marcadores en expresiones de agresividad hacia el alo-
cutario.
Con ambos contrasta (vamos) a ver. Montolío y Unamuno (2000) estudian
las funciones de ¡A ver! (y de su correlato catalán a veure) en las reacciones
a aserciones en la interacción conversacional y en ellas sirve, como había
señalado Beinhauer (1991: 204), para expresar un acuerdo completo, como
ocurría con claro. Pero en el discurso escolar-y en otros tipos de interacción
en que haya un participante privilegiado o dominante- se emplea para cam
biar la orientación discursiva, bien en lo que se refiere al tema o a la secuen
cia de turnos. En el discurso escolar, los maestros lo emplean en la tercera
intervención de la secuencia elicitadora de respuesta, y en esa posición con
lleva una evaluación implícitamente negativa. Llórente Arcocha (1996: 129)
en su análisis de las intervenciones telefónicas en la radio, lo encuentra vin
culado siempre a la reparación de fallos de interpretación, y a intervencio
nes que funcionan como quejas, protestas o disconformidades que afectan
al interlocutor. En este sentido, sería menos empática como iniciadora que
mire.
Fíjate, imagínate (Fuentes, 1990a: 173-74) son una apelación al interlo
cutor en busca de su implicación con lo dicho por el hablante, y, conse
cuentemente, con él. También pudiera contribuir a ello el hecho de que en
el señalamiento de una información que el hablante considera especial
mente sobresaliente, transmitieran la presuposición de que esa valoración
es compartida, lo que supone el deseo de contar con la complicidad del
in terlocutor.
Otro grupo de marcadores estaría formado por lo que Ortega Olivares
(1986) llamó «apéndicesjustificativos»: ¿sabes?, ¿ves?, ¿entiendes?, ¿comprendes?
(aunque sus funciones no se limitan a la aparición en posición final). Según
Boretti (1999), que trata específicamente su condición de estrategias de
cortesía lingüística, son instrumentos de la negociación de los significados
e intenciones con el interlocutor. A la búsqueda de la ratificación de la
información proporcionada (Fuentes, 1990 191; Christi, 1996: 133,
256 Silvia Iglesias Recuero
7 Aunque, como indica Braun (1988: 42) y han señalado los estudios para el dominio his
pánico (véase infra), no siempre el trato marcado como respetuoso o cortés lo es en la interacción.
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 257
8 La utilización de la forma plural V (vous, voi, vos), que tales lenguas comparten con otras
muy diferentes (Brown y Levinson), puede ser explicada de varias maneras (Brown y Gilman,
1969: 255): como plural real para incluir a los emperadores de Oriente y Occidente en el trato
o para indicar que el emperador asumía la representación de su pueblo (en ambos casos podría
haber sido la forma paralela a la autodesignación con nos), o bien como simple metáfora del poder
(‘te consideramos más grande que uno’) (véase también Brown y Levinson 1987: 198-9).
258 Silvia Iglesias Recuero
9 Sobre las formas de tratamiento empleadas en las relaciones verticales, véase infra.
10 A ello habría que sumar dos variaciones más: la primera relacionada con los pronombres
objeto y las formas verbales que se utilizan con ustedes en algunas zonas (Andalucía occidental,
Mondéjar, etc.); la segunda la constituyen los distintos paradigmas verbales empleados para la
concordancia con la forma vos.
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 259
13 Evidentemente tales tendencias no se están produciendo al mismo ritmo en todos los paí
ses, ni siquiera en todos los grupos en cada país. Son factores fundamentales en la velocidad de
la evolución las diferencias urbano/rural, in dustrial/agrícola, edad, etc. En general, las socie
dades más uadicionales son más lentas, mientras que sociedades innovadoras son más rápi
das.
11 Y como muestra el hecho de que la simetría del trato pronominal no siempre va acom
pañada de una simetría en el tratamiento nominal que le acompaña (Fontanella, 1999: 1118).
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 261
18 Es casi innecesario a este res pccro recordar que el pronombre usted procede de la gra-
inalicalización del tratamiento nominal vuestra merced.
264 Silvia Iglesias Recuero
ción» del yo (Calsamiglia y Tusón, 1999: 138), Para ello, se sirve normal
mente de expresiones referenciales inespecíficas o implícitas, que cumplen
una función doble: sugerir que existe un consenso sobre el punto de vista
expresado en el enunciado y, de esta manera, impedir el ser atacado direc
tamente por el destinatario u oyente. Como su misión fundamental es en la
mayor parte de los casos proteger la imagen del hablante, creemos que su
estatuto en relación con la cortesía es a menudo ambiguo.
Una de estas estrategias, bien estudiadas, es el uso de la primera persona
del plural (Fernández Ramírez, 1986:30; Lapesa, 2000a: 311-12; Haverkate,
1984: 84 y ss.; Carricaburo, 1997: 65). Referirse a sí misino como nosotros puede
ser una estrategia de reforzamiento del yo, y, por tanto, indicio de que se
exige de los demás el respeto y la deferencia (Brown y Levinson, 1987: 200),
tanto en lo que se ha llamado «uso mayestático», reservado tan solo a altas
jerarquías y dignidades eclesiásticas, como en el nosotros de inclusión en una
clase (Haverkate, 1984: 88-9): la utilización de la primera persona del plural
puede venir dado por el deseo del hablante de presentarse como miembro de
una clase, por lo que lo expresado en el enunciado aparece como comparti
do por todos los miembros de ella; es muy frecuente en el discurso de los
negocios, o de la política (Brown y Levinson, 1987: 202 también señalan que
el reforzamiento del yo puede tener su origen en el deseo de transmitir la
información 'no estoy solo’). En tanto que reforzador del yo, es explicable su
abundante utilización en los discursos de naturaleza argumentativa y supone
un intensificado!’ de la posición del hablante con respecto al destinatario, lo
que no lo convierte precisamente en un mecanismo de cortesía.
Menos claro en cuanto a sus implicaciones a pesar de su nombre es el
llamado «plural de modestia» (o «pluralis auctoris»). Con él entramos en
los usos pseudo-inclusivos de la primera persona del plural (Haverkate, 1984:
84-7), puesto que el hablante parece incluir, al menos simbólicamente al
destinatario en la referencia. Propia de los discursos expositivos y argumen-
tantivos, esta inclusión virtual del destinatario, lector u oyente, en el ámbito
referencial de la primera persona del plural ha recibido interpretaciones
opuestas en lo que concierne a la expresión de la cortesía: como intento de
disolución del yo en un grupo indeterminado supondría la renuncia a la aser-
tividad de la presencia explícita de la primera persona, de ahí el especifica
tivo «de modestia»; pero, por otra parte, como intento por hacer corres
ponsable al receptor de la responsabilidad de la defensa de un punto de vista
o de una determinada acción, suponen más la preocupación del hablante por
defender su propia imagen y protegerla de un posible ataque por pai te de
aquel (Haverkate, 1984: 88) que la expresión de una posición de inferioridad.
Esa preocupación por la propia imagen tiene la primacía en un uso del
llamado «plural sociativo» mediante el cual el hablante parece querer invo
lucrar al oyente en la responsabilidad de alguna acción (Nos hemos equivoca
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 269
21 Véanse Hemanz (1990a y b) y Fernández Soriano y Táboas Baylín (1999:1732) y ss. para
las propiedades sintácticas que favorecen la interpretación genérica.
25 Para el mismo fenómeno en otras lenguas como el francés o el inglés, véanse Laberge
y Sankoff 1979 y Kitagawa y Lehrer (1990).
270 Silvia Iglesias Recuero
29 Las estructuras analizadas son las siguientes: el imperativo (a cuyas propiedades gra
maticales y semánticas) dedica todo un apartado (§3.1); estructuras asertivas con verbos de voli
Los estudios de la. cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión '2.>73
ción (querer), de expectiva (esperar) o de necesidad (impersonales con convienen hace falla)-,
estructuras asertivas con verbos de modalidad dcóntica; estructuras interrogativas con portero
querer, estructuras interrogativas en presente negativas y afirmativas; estructuras interrogativas
encabezadas con por qué; coletillas (¿teparece? ¿quieres?) y marcadores de petición (por favor)',
infinitivos; futuros y presentes progresivos y no progresivos.
30 Véase, por ejemplo, Morgan (1978).
274 Silvia Iglesias Recuero
Pocos estudios se han hecho sobre las órdenes. La razón puede ser que,
excepto en algunos contextos institucionales o situacionales muy específicos,
los hablantes que poseen autoridad sancionada, prefieren reformular sus
enunciados como peticiones, reformulación que es inherentemente más
cortés, porque tiene en cuenta la imagen negativa del interlocutor al evitar
que este se sienta amenazado por el poder del locutor. La fuerza de la orden
no resulta afectada precisamente por la conciencia que tienen los destina
tarios de la relación asimétrica existente. Sim (1992) analiza la expresión escri
ta de órdenes (o instrucciones) que proceden de las autoridades educativas
de Neuquén y van dirigidas a directores de escuelas, y destaca el juego sutil
entre enmascaramiento del enunciador y del destinatario y subrayado de
la imposición que se produce en ellas. La estructura más utilizada es la pasi
va refleja en futuro o con verbo de obligación deóntica {Se hará X; se deberá
hacer X); esta estrategia mostraría, además de la seguridad del enunciador
oculto en el cumplimiento de la orden en virtud de su autoridad institu
cional (lo que también se refleja en oü as selecciones lingüísticas como la mera
expresión de los deseos o de la voluntad del enunciador «Es intención de esta
institución...»), el deseo de bloquear, por medio de ese mismo enmascara
miento, la posibilidad de la réplica. Mecanismos similares y efectos muy
similares se pueden observar en otros tipos de discurso burocrático (Martín
Rojo y Whittaker, 1998).
Como decíamos, el acto de habla directivo más estudiado, no sólo en
español, sino también en otras lenguas, es la petición o ruego. Ha sido pri
vilegiado en los estudios sobre cortesía por reflejar el conficto entre los de
seos del hablante y el respeto a la autonomía del destinatario, además de por
la existencia en las distintas lenguas de formas más o menos convencionales
que tratarían de «solucionar» tal conflicto.
Quizá lo más interesante, por sus implicaciones teóricas, es la consi
deración de que la formulación directa con imperativo no es en español
inherentemente descortés (como podría desprenderse de su carácter direc
to y explícito [Brown y Levinson, 1987: 95]), sino que depende, como ya
habían reconocido todos los gramáticos tradicionales, de factores forma
les del enunciado: la prosodia, la aparición de elementos propios de la
cortesía positiva, como coletillas o vocativos-, de factores contextúales,
como pueden ser el tipo de intercambio -las interacciones rutinarias o, di
ríamos nosotros-de función eminentemente instrumental (cliente-cama
rero; cliente-vendedor), y del peso de la imposición: cuando las peticiones
no suponen un especial coste para el destinatario (Haverkate, 1994: 162 y
ss.). Estas afirmaciones han sido confirmadas en parte por estudios de
campo.
Así Blum-Kulka y House (1989) habían puesto de manifiesto, en su mag
nífico estudio contrastivo sobre las peticiones en inglés australiano, alemán,
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 275
35 Hay que señalar que no son iguales los tipos de encuesta empleadas por Blum-Kulka y
House y por Curco (1994). En el primer estudio, se pidió a los sujetos que produjeran el enun
ciado que consideraban más apropiado para una determinada situación, que se les presenta des
crita en las dimensiones de poder y distancia, mientras que en el segundo se pidió que evaluaran
primero la situación a través de las dimensiones muy familiar /poco familiar, mucho poder /
ningún poder y fácil /difícil de realizar, y, porteriormente, que evaluaran en una escala de
cortesía, distintas formulaciones de actos directivos. F.n consecuencia, los resultados podrían
no ser comparables.
36 Aunque son interacciones controladas: se producen mediante el sistema del «juego de
roles», lo que podría arrojar diferencias con respecto a las interacciones «reales».
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión '2'77
vada a cabo. Parece ser que, en este caso, la variante negativa es más utilizada
y considerada más cortés en la variedad mejicana del español que en la
peninsular (Curco, 1994: 159 y ss.). La explicación que da esta autora se
basa en las distintas inferencias que realizan los miembros de una y otra
comunidad lingüística: la interrogativa negativa podría comunicar a los des
tinatarios peninsulares que el emisor da por supuesto que no están dis
puestos a cooperar con sus deseos10, mientras que para los mejicanos, que
partirían del supuesto de la cooperación, sería una forma de mostrar que solo
sería relevante -por no esperable- la respuesta negativa.
Koike (1994: 521 y ss.), quien estudia igualmente el efecto de la negación
en las peticiones realizadas con interrogativas en las que se utiliza, además, un
verbo modal, en una encuesta «elicitadora» con hablantes también mejicanos
sólo documentó tres casos de aparición de la negación y no encontró dife
rencias en la evaluación de cortesía de las variantes negativas y afirmativas. En
contraste con el inglés, en que este tipo de preguntas son descorteses, supone
que en la evaluación de sus sujetos intervienen factores como la cercanía afec
tiva con respecto a los destinatarios (con lo que la suposición de que la petición
será llevada a cabo es muy alta) o la curva melódica con la que se emiten, por
lo que la negación no sería un elemento inherentemente mitigador.
También son frecuentes los enunciados aseverativos con el verbo querer
en primera persona. Las estrategias mitigadoras más empleadas en estos
casos son las dislocaciones temporales y modales: el uso del condicional,
del imperfecto de subjuntivo y del imperfecto de indicativo (Flaverkate,
1979 y 1994a: 185 y ss.; Mulder, 1994)
Tanto los enunciados imperativos como los interrogativos pueden ir acom
pañados por mecanismos de mitigación, específicos o generales. Entre los
primeros, el uso de porfavor, marcador de la deferencia para con el hablante,
parece ser el más habitual (Molina Redondo, 1987: 151 y ss.; Koike, 1989;
Haverkate, 1994a: 200-3; Martín Zorraquino y Portolés, 1999: 4189-90; nomás
cumple similar función en algunas zonas del español, cf. Bustamante-López
y Niño-Murcia, 1995:889). Igualmente, los enunciados imperativos pueden
llevar apéndices interrogativos con los verbos querer o hacer elfavor (Escandell,
1986: 602, Haverkate, 1994a: 170 y ss.). Hay que mencionar también aquí las
llamadas condicionales regulativas (Montolio, 1993: 129-32, 1999: 3683-86): si
no te importa, si te parece bien, que tratan de paliar la imposición del directivo.
Entre los mecanismos generales de mitigación podemos citar el uso de
tratamientos nominales como vocativos (véase supra) y el uso de minimiza-
dores como los diminutivos (Curco 1993), aunque en este caso parece haber
diferencias de evaluación con respecto a su valor de cortesía entre hablan-
40 De esta manera, puede ser interpretada muy fácilmente como reproche (Haverkate,
1979: 115-6).
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 279
11 Curco achaca las diferentes evaluaciones del diminutivo -alta en el caso de los infor
mantes mejicanos, muy baja en el de los peninsulares- a la distinta fuerza de la asociación de
este mecanismo morfológico con la cortesía. Los españoles tienden, en cambio, a asociarlo a
la ironía. Sin embargo, al menos por lo que respecta a los ejemplos que da, la explicación
debería ser, en nuestra opinión, un poco más matizada. En el primer caso, porfavorcito es una
construcción extraña en español, salvo en contextos de mucha intimidad c incluso en que el
tono de la interacción sea un poco jocoso; en el segundo, en que un jefe se refiere a los erro
res de su secretaria como errorcitos, los factores contextúales hacen extraño en la norma penin
sular el uso del diminutivo.
280 Silvia Iglesias Recuero
dia tales movimientos en la interacción. Según los datos manejados, los más
utilizados son las justificaciones42, los preparatorios y los cumplidos.
Con respecto a las reacciones o respuestas del interlocutor a las peti
ciones (García 1992a), las positivas se formulan directamente (todo lo más
hay movimientos que indican la inexistencia de la imposición), como era espe
rable, dado que son las respuestas preferidas. Las respuestas negativas se
suelen expresar de forma indirecta, utilizando una justificación.
Los actos de habla directivos no impositivos43 han sido menos estudiados.
Dentro de esta categoría se incluirían la advertencia, el consejo, la suge
rencia, la propuesta y la invitación44. En ellos, según la definición de Haverkate
(1979; 1994a) el beneficio de la acción recaería principalmente en el oyen
te mismo. Su estatuto, con respecto a la cortesía, es, no obstante tal carac
terización, ambiguo: aunque serían corteses por el beneficio que se supone
reportarían al destinatario si cumple la acción propuesta y son muestra del
interés del hablante por sus intereses, no dejan de constituir una intromisión
en su libertad de acción. Por tanto, no es del todo cierto que «estén valora
dos positivamente» (Escandell, 1986: 60545), al menos no todos ni en igual
medida. En el caso de las sugerencias, parece clar o, por los estudios realizados,
que existe una preferencia por la formulación indirecta, convencional o no
(Koike, 1994a y 1994b). Koike (1994b), que estudia dos interacciones entre
jefas de estudios y profesores, atribuye esta preferencia, así como el abundante
uso de estrategias de mitigación, a la posibilidad de que se interpreten las suge
rencias como reproches implícitos a comportamientos previos, y, por tanto,
que el hablante se sitúa en una posición de superioridad con respecto a su
destinatario4’’. Pero véase Mulder (1994), quien señala, en su corpus, el alto
uso de formas de 2a persona de verbos modales deónticos.
42 Brown y Levinson (1987: 128) asumen que las justificaciones son un procedimiento de
cortesía positiva porque son una forma de involucrar al oyente. García (1993: 141), en cambio,
las incluye en las estrategias deferenciales. Haverkate (1994a: 68-9) considera que afecta posi
tivamente a las dos imágenes del oyente.
43 Escandell (1986: 604) los denomina «propositivos», porque proponen al oyente realizar
una acción.
44 La distinción entre algunos de estos actos de habla, sobre todo la advertencia, el consejo,
la sugerencia y la recomendación es compleja. Escandell (1986: 604-6) propone diferenciarlos
según una escala basada en el grado en que el hablante piensa que es necesario que el destina
tario realice la acción. Koike (1994b), por el contrario, defiende una clasificación basada en el
peso de la fuerza ilocutiva y la posición adoptada por el hablante con respecto a su destinatario.
45 Sí parece ser éste el caso de las advertencias, cuando están ligadas a situaciones de peli
gro; lo muestra el hecho de que se formulen directamente en imperativo, sin ni siquiera nece
sidad de una curva melódica suavizadora (Escandell 1986: 607), pero también es cierto que en
esas mismas situaciones, se puede emplear un mitigador deferencial como «por favor»: Se ha
producido un aviso de bomba. Hagan el favor de salir.
46 No obstante, Koike pone de relieve en su estudio (1994b) la existencia de importantes
variaciones individuales.
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 281
sión de las opiniones y de las creencias suele estar mitigada por diferentes pro
cedimientos. Haverkate (1994a) presenta una selección de ellos. Se trata, sobre
todo, de lo que en la tradición anglosajona se denominan «hedges», y entre ellos,
se pueden citar: la modificación modal de performativos o la sustitución de pre
dicados epistémicos o doxásticos (es decir, la selección de predicados asertivos
débiles: creo, me parece) o la utilización de condicionales regulativas relativas a
las máximas de calidad (v. Montolío, 1993 y 1999: 3685). También hay estra
tegias que parecen indicar un acuerdo parcial con el destinatario o con las
posibles objeciones que éste pudiera oponer: así explica Haverkate el valor
discursivo de las subordinadas concesivas (1994; ver también Garachana 1999
para un fundamento cognitive de tal función); en este apartado, se pueden
incluir también las condicionales semifactuales (Montolío 1993).
Otra forma de mitigación de los actos aseverativos es la utilización de
coletillas interrogativas o apéndices «comprobativos»: ¿no? ¿verdad? ¿no es
verdad) ¿no crees?, etc. Ortega Olivares (1985) los pone en relación con la
disminución de la aseguridad asertiva y del compromiso del hablante con lo
asertado. Por otra parte, suponen una apelación al interlocutor para que
confirme la opinión del hablante y, en este sentido, una búsqueda de coo
peración (Haverkate 1998: 203-3),9. Podríamos incluir aquí la interjección
eh, usada como apéndice interrogativo, que también funciona como solici
tud de confirmación (Blas Arroyo, 1995: 99), y que, además, puede ser una
marca de complicidad interaccional (Blas Arroyo, 1995: 101):’°.
La misma función podrían tener las interrogaciones negativas confir
mativas (Escandell Vidal, 1986 y 1999), que tanta relación guardan con los
apéndices anteriores (Escandell Vidal, 1999: 3956). Todas ellas, desde luego,
responden a la estrategia atenuadora de preguntar en vez de aseverar y, por
tanto, de dar opciones al destinatario (Brown y Levinson, 1987: 145 y ss.)51.
Estructura interrogativa, y fuerza de aseveraciones, poseen también las
llamadas preguntas retóricas, pero su estatuto como estrategias de cortesía
es mucho más discutible. Brown y Levinson (1987: 223 y ss.) las incluyen
nada menos que en las estrategias off-record, que, según su escala, supondrían
19 Aunque, como señala este autor, los factores prosódicos son fundamentales para dis
tinguir usos corteses ele usos irónicos o sarcásticos.
511 Ahora bien, como ocurre con ¿no? es fundamental tener en cuenta la prosodia, porque
puede convertirse en un instrumento de agresión (Blas Arroyo, 1995: 100). También el contexto
discursivo es relevante para su interpretación, especialmente con actos de habla directivos
(Blas Arroyo 1995: 103-5)
51 La aparición de la negación ha sido vinculada al carácter orientado y. por tanto, presu
positivo de tales preguntas. Según Brown y Levinson (1987: 122) este tipo de negación y la
presuposición del acuerdo del destinatario es un mecanismo de estrategia positiva (se com
parten las mismas actitudes y opiniones). Sin embargo, y como ocurre con las interrogativas retó
ricas (véase infra), no está tan claro que tal presuposición sea inherentemente cortés al estar
originada, unilateralmente, en el hablante. Podría interpretarse también como una intromisión
y una cierta violencia sobre aquel.
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 283
:'2 Las estrategias oft-record de Brown y Levinson son cuando menos discutibles como
tales. Su inserción en este guipo parece responder a que todas ellas violan alguna máxima
conversacional de Grice, más que a su naturaleza como estrategias de cortesía.
284 Silvia Iglesias Recuero
53 La traducción es mía.
M El artículo de García (1989) estudia a hablantes venezolanos pero en producciones en
inglés. Aun así, parece que las esuategias utilizadas difieren de los hablantes nativos de inglés,
porque los primeros tienden a reforzar la solidaridad y el afecto, frente a la mayor deferencia
mostrada por los segundos.
Los estudios de la cortesía en el mundo hispánico. Estado de la cuestión 285
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296 Silvia Iglesias Recuero