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ANTONIO MIRALLES

TEOLOGIA LITÚRGICA DE LOS SACRAMENTOS

3.1. LA MISA

Edición electrónica

Roma 2018
«En primer lugar, se prepara el altar o mesa del Señor, que es
el centro de toda la liturgia eucarística666, y colocando sobre él
el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, a no ser que se
prepare en la credencia» (OGMR 73/2).
Ya antes de la Misa, el altar debe estar cubierto con un mantel
de color blanco por respeto hacia el Misterio que se celebra
sobre él, especialmente porque se hacen presentes el Cuerpo y
Sangre de Jesucristo667. Si el cáliz se prepara en la credencia, se
lleva al altar junto con el pan.

— Presentación de los dones


Después de la preparación del altar:
«Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan
y el vino los presenten los mismos fieles. El sacerdote o el
diácono los recibirá en un lugar oportuno para llevarlos al altar.
Aunque los fieles no traigan pan y vino de su propiedad, con
este destino litúrgico, como se hacía antiguamente, el rito de
presentarlos conserva su sentido y significado espiritual»
(OGMR 73/3).
Se aconseja –es laudable– que los fieles presenten el pan y el
vino, evidentemente no todos, sino un número reducido. En
Occidente, desde los primeros siglos, está abundantemente
testimoniado que los fieles donaban el pan y el vino para la
Eucaristía668. Más aún, debían hacerlo todos los que tenían

666
SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS, Instrucción Inter Oecumenici, del 26
septiembre de 1964, n. 91: A.A.S. 56 (1964) p. 898; Instrucción Eucharisticum
mysterium, del 15 de mayo de 1967, n. 24: A.A.S. 59 (1967) p. 554.
667
«Por reverencia a la celebración del memorial del Señor y al banquete en que
se distribuye el Cuerpo y Sangre del Señor, póngase sobre el altar en el que se
celebra por lo menos un mantel de color blanco, que, en forma, medida y
ornamentación, cuadre bien con la estructura del mismo altar» (OGMR 304).
668
Cf. V. RAFFA, Liturgia eucaristica, o. c., pp. 400-407.

305
intención de comulgar; no se excluía a los pobres669. E Ordo
Romanus I, como hemos visto anteriormente, describe la
recogida del pan y del vino, llevados por todos los participantes
en esta sección de la liturgia de la Misa papal. No había una
procesión de los fieles, sino que los miembros del clero pasaban
a recoger esos dones. Las fuentes litúrgicas posteriores, como ya
hemos visto, testimonian que esta recogida permaneció en siglos
sucesivos; con frecuencia los recibía directamente el sacerdote
celebrante, pero no se describe de qué modo preciso se
realizaba670.
Las ofrendas caritativas para los pobres y la Iglesia con
frecuencia estaban relacionadas con la Misa, pero no de modo
único y frecuentemente de manera distinta de las ofrendas del
pan y del vino; de hecho el Ordo Romanus I no habla de ellas.
En el siglo XI era frecuente en los monasterios que el pan y el
vino eucarísticos los preparasen los mismos monjes con una
elaboración muy cuidada; no usaban el pan y el vino ofrecidos
por los fieles, que se unían a las ofrendas caritativas. Esta
costumbre se difundió y a eso contribuyó la sensible disminución
del número de fieles que comulgaba. Así acabó por desparecer

669
Véase, por ejemplo, este mandato del Concilio de Mâcon, a. 585:
«Cognouimus, quosdam christianos a mandato Dei aliquibus in locis deuiasse, ita ut
nullus eorum legitimo obsecundationis parere uellit offitio Deitatis, dum sacris
altaribus nullam admouent hostiam. Propterea decernimus ut omnino Dominicis
diebus, aris oblatio ab omnibus uiris et mulieribus offeratur, tam panis quam uini, ut
per has immolationes et peccatorum suorum fascibus careant et Abel uel ceteris iuste
offerentibus promereantur esse consortes» (Concilium Masticonense, a. 585, c. 4, in
Concilia Galliæ, A. 511 – A. 695: C. DE CLERCQ [ed.], CCL 148A, pp. 240-241).
Michel Andrieu destaca el valor de este Concilio, que había reunido obispos de casi
todas las provincias de la Francia merovingia, y ofrece una serie de citas de los
sermones de san Cesáreo de Arles en los que exhortaba a los fieles a cumplir la
obligación de donar la materia eucarística (cfr. M. ANDRIEU, Les Ordines Romani du
haut moyen âge, III, o. c., pp. 76-77).
670
Cf. J. A. JUNGMANN, El Sacrificio de la Misa, o. c., pp. 629-655.

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el rito de que los fieles entregasen pan y vino al comienzo de la
liturgia eucarística; sin embargo la recogida de las ofrendas
caritativas siguió de algún modo ligada al ofertorio.
El rito de que los fieles lleven los dones de pan y vino para
que se pongan en el altar se ha restablecido en la reforma
después del Concilio Vaticano II, aunque no de modo
obligatorio, y no pan y vino de propiedad suya. Se prevé que los
fieles los lleven en procesión, y se menciona ésta entre otras
procesiones de la Misa671. Los fieles no llevan las ofrendas
directamente al altar, sino a otro lugar adecuado, donde los
entregan al sacerdote o al diácono que lo asiste672. Si no hay
diácono: «Las ofrendas de los fieles las recibe el sacerdote,
ayudado por el acólito u otro ministro. El pan y el vino para la
Eucaristía se llevan al celebrante, que los pone sobre el altar y el
resto de los dones se colocan en un lugar apropiado (cf. n. 73)»
(OGMR 140/2).
«También se puede aceptar dinero u otras donaciones para los
pobres o para la iglesia, que los fieles mismos pueden presentar
o que pueden ser recolectados en la nave de la iglesia; por ello
se colocarán en el sitio oportuno, fuera de la mesa eucarística»
(OGMR 73/4).
La IGMR habla de un valor y significado espirituales del rito
de la presentación de los dones, pero no ofrece más
especificaciones. La antigua práctica de exigir a los que querían
recibir la Comunión la presentación del pan y vino propios
significaba que tenían intención de participar plenamente en el
Sacrificio eucarístico con la comunión. Ahora ya no se exige
esto, pero de algún modo permanece su significado, que se puede
entender como lo explica san Juan Pablo II en la Carta Dominicæ

671
Cf. OGMR 44, citado en 2.3.2.
672
Cf. IGMR 178.

307
Cenæ: «todos aquellos que participan en la Eucaristía, sin
sacrificar como él [el celebrante], ofrecen con él, en virtud del
sacerdocio común, sus propios sacrificios espirituales,
representados por el pan y el vino, desde el momento de su
presentación en el altar. [...] El pan y el vino se convierten en
cierto sentido en símbolo de todo lo que lleva la asamblea
eucarística, por sí misma, en ofrenda a Dios y que ofrece en
espíritu»673.
«Acompaña a esta procesión en que se llevan las ofrendas el
canto del ofertorio (cf. n. 37, b), que se alarga por lo menos
hasta que los dones han sido depositados sobre el altar. Las
normas sobre el modo de cantarlo son las mismas dadas para el
canto de entrada (cf. n. 48). Al rito para el ofertorio siempre se
le puede unir el canto, incluso sin la procesión con los dones»
(OGMR 74).
El canto del ofertorio lo testimonian los antiguos Ordines
Romani. En el Ordo Romanus I se indica que, después de la
colocación de los dones sobre el altar, el Pontífice hace una señal
al coro para que acabe el canto674; lo mismo en el Ordo Romanus
V675. También atestiguan este canto el Micrologus676 y el Ordo
officiorum ecclesiæ Lateranensis del Cardenal Bernardo677. Los
más antiguos antifonarios (siglos VIII-IX) incluyen el canto del
ofertorio678: los de Rheineau (siglos VIII-IX) y de Corbie (siglos

673
SAN JUAN PABLO II, Carta Dominicæ Cenæ, 24-II-1980: www.vatican.va (el
cursivo es del original).
674
Cf. M. ANDRIEU, Les Ordines Romani du haut moyen âge, II, o. c., p. 95, n.
85.
675
Ibídem, p. 220, n. 56.
676
Cf. c. X: PL 151, 983.
677
Cf. L. FISCHER (ed.), Ordo officiorum ecclesiae Lateranensis, o. c., p. 82.
678
Cf. R.-J. HESBERT (ed.), Antiphonale Missarum sextuplex, d’après le Graduel
de Monza et les Antiphonaires de Rheineau, du Mont-Blandin, de Compiègne, de
Corbie et de Senlis, Herder, Roma 1935, reimpresión 1985.

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