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Vitoria-in-between-Gasteiz.

(reducido 2)
869 Palabras.
4028 Caracteres.

Para formalizar el título de este artículo, in-between, un modismo inglés que nosotros
decimos más castizamente ‘entre-medias’, se ha situado entre las dos palabras que
forman el nombre oficial de esta ciudad, delatando así, más si cabe, su condición
mixta o dual.

De hecho y sin que haga falta ningún modismo, el mismo nombre ‘Vitoria-Gasteiz’, dos
palabras con un guión en medio, algo de esto está ya señalando. Y es que la ciudad
siempre ha estado en medio. Desde los romanos, entre Astorga y Burdeos. Ahora,
entre Madrid e Irun. En la edad media también, Vitoria estuvo ‘sitiada’ entre los reyes
de Navarra y los de Castilla, entre los señores de Mendoza y los de Guevara, oñacinos
unos y gamgoinos los otros. Y es que hasta incluso geográficamente la ciudad nunca
dejará de estar en medio, en medio de la llanada, en medio de dos climas, en
definitiva, medio de dos culturas sin terminar de pertenecer del todo a ninguna de las
dos.

Y es que la ciudad no tiene un nombre en Euskera y otro en Castellano, como el resto


de ciudades vascas, sino que tiene dos al mismo tiempo. No sólo la ciudad, los
apellidos alaveses son también característicos de esta condición dual: Díaz de Arkaia,
Fernández de Romarategi, etc.

Esta condición dual afecta también directamente al desarrollo urbano. Pues la ciudad
desde sus orígenes se configuró a partir de una primera calle central que dio paso a
sucesivas ampliaciones alternativas hacia el este o el oeste. Se trata de un paradigma
de crecimiento que se ha perpetuado definitivamente, hasta los recientes ensanches
de Salburua y Zabalgana, los cuales han forzado a la generación baby boom a elegir
vivir en plena burbuja inmobiliaria a un lado o al otro de la ciudad.

Sin embargo, esta condición alternativa de la ciudad no sólo afecta a sus ampliaciones
sino que también se manifiesta en su propio núcleo más íntimo. ¡Los Vitorianos no nos
podíamos conformar con un solo centro! La plaza de la Virgen Blanca parecía
insuficiente y justo al lado colocamos otra plaza, la Plaza Nueva. Así las dos plazas,
una regular y cerrada, la otra irregular y abierta, se sitúan una al lado de la otra
haciendo gala del mismo doble nombre de la ciudad que representan.

La plaza nueva también ha tenido varios nombres ya que el generalísimo la bautizó


como plaza España como en tantos otros lugares del país. Pero en este caso estoy
seguro que el pobre tuvo que dedicar un tiempo a pensar si el nombre de España se lo
ponía a una plaza o a la otra. ¡Cómo no! finalmente se decidió por la plaza más regular
y estricta. A la cual, a diferencia de las plazas rebautizadas en otras ciudades, todavía
hoy hay gente que le llama plaza España independientemente de su color político. Y
es que, aunque la Plaza Nueva ha tenido a lo largo de su historia infinidad de
nombres, los Vitorianos hemos mantenido el uso de los dos últimos, regodeándonos
así una vez más en la dualidad que nos caracteriza.

La identidad de la ciudad mantiene también esta doble y mixta condición. Y así las
fiestas son una mezcla. En la Retreta de San Prudencio, por ejemplo conviven las
tamborradas que vienen de la gente de Guipuzcoa asentada aquí, así como las jotas
que provienen del sur de Álava. Y en la Blanca se mezclan las trikitixas de los valles

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del norte con las dulzainas del valle del Ebro, las jotas vascas en una plaza y las
aragonesas en otra.

El pañuelo de fiestas en Vitoria tampoco puede ser uno y único como en San Fermín,
ya que los Vitorianos podemos –y estamos forzados a– elegir entre el pañuelo rojo o el
pañuelo azul a cuadros que procede de la zona costera.

Pero ya, el rizo que riza el rizo y el colmo de los colmos es la confitería. En ella la
gente está obligada a decidir si quiere un pastel de crema o de nata como si de un
color político se tratara. Los Vitorianos vamos más allá y hemos inventado el Goxua.
Un postre que está hecho de nata y crema al mismo tiempo, una capa encima de la
otra y ya está.

En este último tiempo, la globalización nos lo ha puesto si cabe más difícil, y ahora los
vitorianos, no sólo estamos forzados a encontrar nuestra identidad entre las
celebraciones y los ritos de las regiones cercanas, no sólo miramos alternativamente
al norte vasco y al sur castellano, sino que ahora también miramos al milenario este y
al lejano oeste. Y así, para confundirnos más en nuestra identidad, podemos
encontrarnos en uno de nuestros centros cívicos bailando salsa un día y haciendo Tai
Chi al día siguiente.

Sin embargo, lo que parece confuso y extraño puede ser divertido y hasta
curiosamente desconcertante y, a pesar de que la ciudad parece fría y distante, por
dentro es rica y polifacética. En ese sentido, igual ya os habréis dado cuenta que los
vitorianos pudiéramos ser quizás como la ciudad en la que habitamos, si no, os
animamos a descubrir lo que se esconde en la neutralidad y frialdad aparente detrás
de la que nos gusta escondernos.

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Vitoria-in-between-Gasteiz.
(reducido 1)
1.302 Palabras.
6.241 Caracteres.

El título de este ensayo tiene su origen en un trabajo que desarrollé en inglés acerca
de mi ciudad natal. De ahí que en él aparezca esa palabra rara “in-between” que
nosotros decimos en español más castizamente “entre-medias”.

El ensayo entonces se titula entre-medias porque ésa va a ser precisamente la


condición natural de la ciudad de Vitoria-Gasteiz. Ya su nombre, “Vitoria-Gasteiz”, dos
palabras con un guión en medio, algo de eso nos está ya diciendo.

Puesto que el nombre hace referencia a la condición doble o dual en la que Vitoria-
Gasteiz ha vivido durante todo su recorrido histórico. Ya desde sus inicios, ciudad se
sitúa en el centro de la llanada alavesa, una tierra que estaba repartida entre dos
señores feudales, los de Mendoza y los de Guevara. Los primeros, históricamente más
partidarios del reino de Castilla, mientras que los segundos lo fueron del reino de
Navarra. Pero por si fuera poco, los primeros eran oñacinos y los segundos gamboinos
sumiendo a la ciudad en el centro de las luchas feudales que ‘dualizaron’ y ‘duelizaron’
toda la edad media.

El doble nombre tiene así su raíz en la doble condición que tenía la ciudad desde sus
orígenes. Pues ya desde su inicio, la ciudad era un pequeño cerro fortificado que se
llamaba originariamente Gastehiz, y que fue rebautizado como Victoria. Una
designación que con el tiempo terminó en Vitoria. Más tarde, con el auge del
nacionalismo, la ciudad recuperó sus orígenes, pasándose a llamar oficialmente
Vitoria-Gasteiz.

Fijémonos que esto no pasa en otras ciudades del territorio vasco, las cuales tienen
dos nombres bien diferenciados, uno en euskera y el otro en castellano (Sansebastian
y Donostia), o en su caso, el mismo nombre con diferencias fonéticas (Bilbao y Bilbo),
pero nunca los dos nombres al mismo tiempo como es el caso de Vitoria-Gasteiz.

No sólo el nombre de la ciudad, sino que los nombres y apellidos alaveses son
característicos de esta condición dual: Díaz de Mendarozketa, Fernández de
Romarategi, García de Galarreta… Vemos cómo los nombres tenían que ser dobles
porque así respondían al mismo tiempo al señorío castellano y al topónimo del que
eran originarios.

Esta condición dual afecta también directamente al desarrollo urbanístico y a la


morfología de Vitoria-Gasteiz. Pues ésta, desde sus orígenes, se situó en un pequeño
cerro alargado según la dirección norte sur. De tal forma que una primera calle central
dio paso a sucesivas ampliaciones alternativas hacia el este o el oeste. Se trata de un
paradigma de crecimiento que se ha perpetuado definitivamente en la ciudad, lo cual
nos conduce directamente a los recientes ensanches de Salburua (este) y Zabalgana
(oeste), los cuales han forzado a decidir a la generación baby boom que se encontraba
en edad de comprarse piso en plena burbuja inmobiliaria si querían vivir a un lado o al
otro de la ciudad.

Sin embargo, esta condición alternativa de la ciudad no sólo afecta a sus ampliaciones
sino que también se manifiesta en su propio núcleo más íntimo. De hecho, si nos
fijamos, los Vitorianos no nos podíamos conformar con un solo centro. La plaza de la
Virgen Blanca parecía insuficiente y, no conformes, justo al lado colocamos otra plaza,

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la plaza nueva. Así las dos plazas, una regular y cerrada, la otra irregular y abierta, se
sitúan una al lado de la otra sin solución de continuidad, haciendo gala del doble
nombre de la ciudad que representan.

La plaza nueva también ha tenido varios nombres ya que el generalísimo la bautizó


como plaza España como en tantos otros lugares del país. Pero en este caso estoy
seguro que el pobre tuvo que dedicar un tiempo a pensar si el nombre de España se lo
ponía a una plaza o a la otra. ¡Cómo no! finalmente se decidió por la plaza más regular
y estricta. A la cual, a diferencia de las plazas rebautizadas en otras ciudades, e
incluso a diferencia de otras calles de esta misma ciudad, todavía hoy hay gente que
le llama plaza España independientemente de su color político. Y es que, aunque la
Plaza Nueva ha tenido a lo largo de su historia infinidad de nombres, los Vitorianos
hemos mantenido el uso de los dos últimos, regodeándonos así una vez más en la
dualidad que nos caracteriza.

Existen también otras situaciones duales de la ciudad que no dejan de ser divertidas.
Como por ejemplo, los topónimos mendizorrotza y mendizaba. Los cuales hacen
referencia a dos minúsculos montes que se encuentran al sur de la ciudad, y que
quieren decir: monte-afilado y monte-chato. El primero es un monte de apenas 15 m
de altura, una pequeña punta muy pronunciada con unos pinos que lo coronan
afilándola todavía más. El segundo monte está al lado y para hacernos una idea de
cómo es, basta con recurrir al nombre con el que popularmente se le conoce: “monte
de la tortilla”. Ambos montes, uno afilado y el otro ‘atortillado’, llevan a hacernos una
idea de hasta qué extremo los vitorianos oriundos miraban asombrados a la realidad
que les rodeaba desde una perspectiva dual, incluso cuando observaban estos dos
minúsculos y ridículos montes.

La identidad de la ciudad mantiene también esta doble y mixta condición. Y así las
fiestas son una mezcla. En las fiestas de San Prudencio, por ejemplo, encontramos la
retreta, una celebración en la que conviven tamborradas que vienen de la gente de
Guipuzcoa asentada aquí, así como las jotas y celebraciones que provienen del sur de
Álava. De este modo, los instrumentos que se utilizan son, alternativamente (gracias a
Dios que alternativamente), trikitixas que vienen de los valles del norte, o gaitas
dulzainas que provienen de los pueblos de la Rioja Alavesa y el valle del Ebro. Esto se
lleva a tal extremo que en las fiestas de la Blanca puedes elegir ir a bailar jotas vascas
a una plaza, o ir a escuchar jotas aragonesas a otra. Pero aunque las dos se llaman
jotas, os aseguro que más diferentes no pueden ser entre sí. El pañuelo de fiestas en
Vitoria tampoco puede ser uno y único como en San Fermín, ya que los Vitorianos
podemos –y estamos forzados a- elegir entre el pañuelo rojo que viene de la rioja y el
sur de Álava, o el pañuelo azul a cuadros que procede de la zona costera.

Pero ya, el rizo que riza el rizo y el colmo de los colmos es la confitería. Yo, siempre
que he estado en una pastelería he oído decir a la gente: “ponme más pasteles de
crema, que en casa somos más de crema”, o lo contrario, “ponme más pasteles de
nata, que en casa somos más de nata”. Pues los Vitorianos vamos más allá y hemos
inventado el Goxua. Un postre que está hecho de nata y crema al mismo tiempo, una
capa encima de la otra y ya está.

En este último tiempo, la globalización nos lo ha puesto si cabe más difícil, y ahora los
vitorianos, no sólo estamos forzados a encontrar nuestra identidad entre las
celebraciones y los ritos de las regiones cercanas, no sólo miramos alternativamente
al norte vasco y al sur castellano, sino que ahora también miramos al milenario este y
al lejano oeste. Y así, para confundirnos más en nuestra identidad, podemos
encontrarnos a nosotros mismos bailando salsa un día y haciendo Qi Gong (Chi Kung)
al día siguiente.

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Sin embargo, lo que parece confuso y extraño, puede ser divertido y hasta
curiosamente desconcertante y, a pesar de que la ciudad parece fría y distante, por
dentro es rica y polifacética. En ese sentido, igual ya os habréis dado cuenta que los
vitorianos pudiéramos ser quizás como la ciudad en la que habitamos, si no, os
animamos a descubrir lo que se esconde en la neutralidad y frialdad aparente detrás
de la que nos gusta escondernos.

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Vitoria-in-between-Gasteiz.
2.225 Palabras.
10.663 Caracteres.

El título de este ensayo tiene su origen en un trabajo que desarrollé en inglés acerca
de mi ciudad natal. De ahí que en él aparezca esa palabra rara “in-between” que
nosotros decimos en español más castizamente “entre-medias”.

El ensayo entonces se titula entre-medias porque ésa va a ser precisamente la


condición natural de la ciudad de Vitoria-Gasteiz. Ya su nombre, “Vitoria-Gasteiz”, dos
palabras con un guión en medio, algo de eso nos está ya diciendo.

Puesto que el nombre hace referencia a la condición doble o dual en la que Vitoria-
Gasteiz ha vivido durante todo su recorrido histórico. Ya desde sus inicios, ciudad se
sitúa en el centro de la llanada alavesa, una tierra que estaba repartida entre dos
señores feudales, los de Mendoza y los de Guevara. Los primeros, históricamente más
partidarios del reino de Castilla, mientras que los segundos lo fueron del reino de
Navarra. Pero por si fuera poco, los primeros eran oñacinos y los segundos gamboinos
sumiendo a la ciudad en el centro de las luchas feudales que ‘dualizaron’ y ‘duelizaron’
toda la edad media.

Pero ya antes de la edad Media, y desde tiempos romanos, en los que la calzada que
unía Astorga y Burdeos pasaba por Álava, estas tierras no han dejado de ser un eje de
comunicaciones entre la Meseta Central y Europa. Con la caída del Imperio Romano
también, la ciudad va a situarse, una vez más, como zona marginal intermedia entre la
zona conquistada por los visigodos (al sur) y los francos (al norte). Sin embargo y más
allá de las diferencias bibliográficas que no terminan de coincidir en el hecho de que
Vitoria-Gasteiz se situara entre los visigodos y los francos, en un momento de
inestabilidad como aquel que aconteció a la caída del imperio Romano, es evidente
que el pequeño cerro Vitoriano se situaba entre los que se refugiaban en las montañas
al norte de la llanada y los que lo hacían en las del sur.

El doble nombre tiene así su raíz en la doble condición que tenía la ciudad desde sus
orígenes. Pues ya desde su inicio, la ciudad era un pequeño cerro fortificado que se
llamaba originariamente Gastehiz, y que fue constituida como ciudad por Sancho VI
rey de Navarra en el año 1181, al mismo tiempo que la rebautizaba como Victoria.
Pero una ciudad dual como vemos que es Vitoria-Gasteiz no podía depender sólo de
uno, y es por ello que en el año 1200, el rey castellano Alfonso VIII sitió la ciudad por
ocho meses, obligándole a que se entregara. Una vez la ciudad fue conquistada,
Alfonso VIII decidió mantener, cómo no, el nombre de Victoria.

La ciudad fue así nombrada por los dos reyes como Victoria, designación que con el
tiempo terminó en Vitoria. Más tarde, con el auge del nacionalismo, la ciudad recuperó
sus orígenes, pasándose a llamar oficialmente Vitoria-Gasteiz. Fijémonos que esto no
pasa en otras ciudades del territorio vasco, las cuales tienen dos nombres bien
diferenciados, uno en euskera y el otro en castellano (Sansebastian y Donostia), o en
su caso, el mismo nombre con diferencias fonéticas (Bilbao y Bilbo), pero nunca los
dos nombres al mismo tiempo como es el caso de Vitoria-Gasteiz.

No sólo el nombre de la ciudad, sino que los nombres y apellidos alaveses son
característicos de esta condición dual: Díaz de Mendarozketa, Fernández de
Romarategi, García de Galarreta…. Vemos cómo los nombres tenían que ser dobles

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porque así respondían al mismo tiempo al señorío castellano y al topónimo del que
eran originarios.

Geográficamente también, la ciudad se encuentra en un enclave que muestra las


características típicas de un espacio de transición entre dos áreas. Puesto que la
provincia de Álava, a pesar de su reducido tamaño, integra en su escasa anchura,
apenas 80 Km, tres diferentes paisajes, de los cuales, la llanada es el de medio. Al
norte los valles de Ayala y Aramaiona, éste último se trata de un paisaje verde que
podría recordarnos a una pequeña suiza alavesa, eso sí, a los pies el Anboto en vez
del Mont Blanc. Al sur, la rioja alavesa, un paisaje definitivamente más árido, aunque
no menos fértil. En medio, la llanada en cuyo centro se encuentra Vitoria-Gasteiz, la
cual constituye un paisaje de transición entre el norte atlántico y el sur continental. No
sólo eso, la llanada se encuentra a los pies de los montes prepirineos (Gorbea, Elgea,
Aitzgorri…), unos montes cuyas cumbres y cordilleras determinan la doble vertiente
cantábrica o mediterránea de las aguas que sobre ellos llueven.

Esta situación geográfica convierte a Vitoria en una de las ciudades con uno de los
climas más desapacibles del país, porque estando en medio, aquí tenemos lo peor de
cada lugar. Puesto que disfrutamos (casi) del frío castellano al mismo tiempo que
(casi) la humedad de las zonas vascófonas. La combinación es mortal, hasta tal punto
que la ciudad también es popularmente conocida como Siberia-Gasteiz.

Esta condición dual afecta también directamente al desarrollo urbanístico y a la


morfología de Vitoria-Gasteiz. Pues ésta, desde sus orígenes, se situó en un pequeño
cerro alargado según la dirección norte sur. De tal forma que una primera calle central
dio paso a sucesivas ampliaciones alternativas hacia el este o el oeste. Así, la ciudad
creció sucesivamente como una cebolla a la que se le van añadiendo capas desde la
edad media hasta los últimos ensanches más recientes. Como por ejemplo, los
ensanches de Salburua (este) y Zabalgana (oeste), los cuales han forzado a decidir a
la generación baby boom que se encontraba en edad de comprarse piso en plena
burbuja inmobiliaria si querían vivir a un lado o al otro de la ciudad.

Pero si la ciudad ha forzado a elegir entre el este y el oeste, análogamente, las


condiciones políticas de este territorio nos han forzado también a decidir si queríamos
ser de izquierdas o de derechas. No sólo eso, ni tampoco sencillamente monárquicos
o republicanos como en el resto del país, sino que también teníamos que definir si
queríamos sentirnos españoles o vascos. Pero vamos, este tema pienso que es mejor
dejarlo a un lado.

Porque precisamente, justo antes de este arduo y cansino tema político, estábamos
hablando de la morfología de la ciudad. Una morfología que es tremendamente regular
y neutra debido a su planeidad. Pero no os preocupéis, que esta planeidad tiene su
contraste en el pequeño monte que se encuentra en medio, para que así, Vitoria-
Gasteiz pueda seguir disfrutando también de las dos cosas al mismo tiempo: monte y
llano. Pero incluso, hasta tenemos un pantano, para que así podamos tener también
monte y playa a la vez.

A diferencia de la regularidad con la que se extiende la ciudad por la llanada, la plaza


principal, la plaza de la Virgen Blanca por el contrario, no es regular sino que está
constituida como el espacio resultante de las edificaciones y calles que la rodean. Sin
embargo, de nuevo, los vitorianos no nos podíamos conformar sólo con una, y justo al
lado colocamos otra plaza, la plaza nueva, que en su caso es completamente regular.
Así las dos plazas, una regular y cerrada, la otra irregular y abierta, se sitúan una al
lado de la otra sin solución de continuidad, haciendo gala del doble nombre de la
ciudad que representan.

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Pero la plaza nueva también ha tenido varios nombres ya que el generalísimo la
bautizó como plaza España como en tantos otros lugares del país. Pero en este caso
estoy seguro que el pobre tuvo que dedicar un tiempo a pensar si el nombre de
España se lo ponía a una plaza o a la otra. Como no, finalmente se decidió por la
plaza más regular y estricta. A la cual, a diferencia de las plazas rebautizadas en otras
ciudades, e incluso a diferencia de otras calles de esta misma ciudad, todavía hoy hay
gente que le llama plaza España independientemente de su color político, y a pesar de
que mucha de la gente que le sigue llamando plaza de España, se considera incluso
independentista. Hasta tal punto que aunque la región se llegara a independizar de la
“Patria Hispana”, os aseguro que la plaza se seguiría llamando Plaza España por
algunos, además de plaza nueva por otros. Y es que, aunque la Plaza Nueva ha
tenido a lo largo de su historia infinidad de nombres, los Vitorianos hemos mantenido
el uso de los dos últimos, regodeándonos así una vez más en la dualidad que nos
caracteriza.

Al lado de la plaza se encuentran los arquillos, uno de los edificios más importantes de
la ciudad, diseñados por el mismo arquitecto que diseñó la plaza nueva, Justo Antonio
de Olagibel. La característica más importante de dicho edificio es la habilidad para
situarse como charnela entre el casco histórico y el ensanche decimonónico, entre la
cota alta de la ciudad y la cota inferior. Lo más interesante una calle elevada que se
encuentra en medio, algo inaudito para aquella época.

Esta condición de charnela y lugar de paso ha sido una de las principales condiciones
de Vitoria a lo largo de su historia. De tal forma que si en la época Romana y medieval
Vitoria unía y comunicaba Astorga con Burdeos, después Castilla con Navarra, ahora
Vitoria es el lugar por el que pasa la Nacional 1, la más importante del país, puesto
que es uno de los principales accesos a Francia. Y así, Vitoria, a pesar de que no tiene
mar (aunque sí playa), se ha convertido en el puerto logístico, en el lugar de transición
donde se han construido inmensos pabellones industriales de almacenaje logístico
para guardar las mercancías producidas en los estrechos valles guipuzcoanos y
vizcaínos antes de ser transportadas hacia Francia o al puerto de Bilbao.

Pero esto se está poniendo un poco serio y académico, volvamos la mirada a otras
situaciones duales de la ciudad que no dejan de ser divertidas. Como por ejemplo, los
topónimos mendizorrotza y mendizaba. Los cuales hacen referencia a dos minúsculos
montes que se encuentran al sur de la ciudad, y que quieren decir: monte-afilado y
monte-chato. El primero es un monte de apenas 15 m de altura, una pequeña punta
muy pronunciada con unos pinos que lo coronan afilándola todavía más. El segundo
monte está al lado y para hacernos una idea de cómo es, basta con recurrir al nombre
con el que popularmente se le conoce: “monte de la tortilla”. Ambos montes, uno
afilado y el otro ‘atortillado’, llevan a hacernos una idea de hasta qué extremo los
vitorianos oriundos miraban asombrados a la realidad que les rodeaba desde una
perspectiva dual, incluso cuando observaban estos dos minúsculos y ridículos montes.

La identidad de la ciudad mantiene también esta doble y mixta condición. Y así las
fiestas son una mezcla. En las fiestas de San Prudencio, por ejemplo, encontramos la
retreta, una celebración en la que conviven tamborradas que vienen de la gente de
Guipuzcoa asentada aquí, así como las jotas y celebraciones que provienen del sur de
Álava. De este modo, los instrumentos que se utilizan son, alternativamente (gracias a
Dios que alternativamente), trikitixas que vienen de los valles del norte, o gaitas
dulzainas que provienen de los pueblos de la Rioja Alavesa y el valle del Ebro. Esto se
lleva a tal extremo que en las fiestas de la Blanca puedes elegir ir a bailar jotas vascas
a una plaza, o ir a escuchar jotas aragonesas a otra. Pero aunque las dos se llaman
jotas, os aseguro que más diferentes no pueden ser entre sí. El pañuelo de fiestas en

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Vitoria tampoco puede ser uno y único como en San Fermín, ya que los Vitorianos
podemos –y estamos forzados a- elegir entre el pañuelo rojo que viene de la rioja y el
sur de Álava, o el pañuelo azul a cuadros que procede de la zona costera.

Pero ya, el rizo que riza el rizo y el colmo de los colmos es la confitería. Yo, siempre
que he estado en una pastelería he oído decir a la gente: “ponme más pasteles de
crema, que en casa somos más de crema”, o lo contrario, “ponme más pasteles de
nata, que en casa somos más de nata”. Pues los Vitorianos vamos más allá y hemos
inventado el Goxua. Un postre que está hecho de nata y crema al mismo tiempo, una
capa encima de la otra y ya está.

En este último tiempo, la globalización nos lo ha puesto si cabe más difícil, y ahora los
vitorianos, no sólo estamos forzados a encontrar nuestra identidad entre las
celebraciones y los ritos de las regiones cercanas, no sólo miramos alternativamente
al norte vasco y al sur castellano, sino que ahora también miramos al milenario este y
al lejano oeste. Y así, para confundirnos más en nuestra identidad, podemos
encontrarnos a nosotros mismos bailando salsa un día y haciendo Qi Gong (Chi Kung)
al día siguiente.

Sin embargo, lo que parece confuso y extraño, puede ser divertido y hasta
curiosamente desconcertante y, a pesar de que la ciudad parece fría y distante, por
dentro es rica y polifacética. En ese sentido, igual ya os habréis dado cuenta que los
vitorianos pudiéramos ser quizás como la ciudad en la que habitamos, si no, os
animamos a descubrir lo que se esconde en la neutralidad y frialdad aparente detrás
de la que nos gusta escondernos.

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