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RESUMEN

La discriminación ataca el corazón mismo de lo que significa ser humano. Discriminar es


dañar los derechos de alguien simplemente por ser quien es o por creer en lo que cree. La
discriminación es nociva y perpetúa la desigualdad.

Todos tenemos derecho a ser tratados por igual, con independencia de nuestra raza, etnia,
nacionalidad, clase, casta, religión, creencias, sexo, género, lengua, orientación sexual,
identidad de género, características sexuales, edad, estado de salud u otra condición. Y aun
así, con demasiada frecuencia oímos historias desgarradoras de personas que sufren la
crueldad sólo por pertenecer a un grupo “diferente” de quienes están en posiciones de
privilegio o de poder.

La discriminación tiene lugar cuando una persona no puede disfrutar de sus derechos
humanos o de otros derechos legales en condiciones de igualdad con otras personas debido
a una distinción injustificada que se establece en la política, la ley o el trato aplicados. La
labor de Amnistía Internacional se basa en el principio de no discriminación. Trabajamos
con comunidades en todo el mundo para cuestionar leyes y prácticas discriminatorias y
garantizar que todas las personas puedan disfrutar de sus derechos en condiciones de
igualdad.

¿QUÉ IMPULSA LA DISCRIMINACIÓN?


En el fondo de todas las formas de discriminación están el prejuicio basado en conceptos de
identidad y la necesidad de identificarse con un grupo determinado. Esto puede generar
división, odio e, incluso, la deshumanización de otras personas porque tienen una identidad
diferente.

En muchas partes del mundo, las políticas de la culpa y el miedo están en auge. La
intolerancia, el odio y la discriminación causan una fractura cada vez mayor en las
sociedades. La política del miedo divide a la población mientras los dirigentes difunden un
discurso tóxico y culpan de los problemas económicos o sociales a determinados grupos o
personas.

Algunos gobiernos intentan reforzar su poder y el statu quo justificando abiertamente la


discriminación en nombre de la moral, la religión o la ideología. La discriminación puede
incorporarse a la legislación nacional, a pesar de infringir el derecho internacional: por
ejemplo, la criminalización del aborto, que niega a las mujeres, a las niñas y a las personas
embarazadas los servicios de salud específicos que necesitan. Las autoridades pueden
incluso considerar que ciertos grupos tienen más probabilidades de delinquir por el mero
hecho de ser quienes son, como los pobres, los indígenas o los negros.
PRINCIPALES FORMAS DE DISCRIMINACIÓN
La discriminación étnica y racial

El racismo afecta a todos los países del mundo. De forma sistemática, niega a las personas
la totalidad de sus derechos humanos sólo por su color, raza, etnia, ascendencia (como la
casta) u origen nacional. El racismo sin control puede alimentar atrocidades en gran escala,
como el genocidio de Ruanda en 1994 y, más recientemente, la limpieza étnica y
segregación racial de las comunidades rohinyás en Myanmar.

En India, miembros de las castas dominantes cometen múltiples abusos contra los derechos
humanos de la comunidad dalit. Debido a actitudes discriminatorias, la policía no se toma
en serio los crímenes contra la comunidad dalit —entre ellos violaciones por parte de
grupos, asesinatos, y la destrucción de sus viviendas— y a menudo no los investiga.

Amnistía Internacional también ha documentado la discriminación generalizada a la que se


enfrentan millones de personas romaníes en Europa, que incluye amenazas de desalojos
forzosos, hostigamiento policial y segregación de los niños y niñas romaníes en las
escuelas.

Discriminación contra personas extranjeras o xenofobia

La discriminación contra la población extranjera se basa muchas veces en ideas de


superioridad y racismo fomentadas a menudo por políticos que buscan chivos expiatorios
para problemas económicos y sociales en un país.

Desde 2008, Sudáfrica ha experimentado varios estallidos de violencia contra personas


refugiadas, solicitantes de asilo y migrantes procedentes de otros países africanos, con
asesinatos, saqueos, y quema de tiendas y negocios. En algunos casos, los discursos
cargados de odio de los políticos han avivado la violencia, al calificar erróneamente a las
personas extranjeras como “delincuentes” y acusarlas de sobrecargar el sistema de salud.

La discriminación también es una característica común de la respuesta de la autoridades a


las personas refugiadas y solicitantes de asilo en otras partes del mundo. Muchas personas
de países que reciben a personas refugiadas y solicitantes de asilo consideran la situación
como una crisis , y tanto políticos como dirigentes explotan ese miedo para prometer, y en
ocasiones, promulgar políticas abusivas e ilícitas.

Por ejemplo, en 2018 Hungría aprobó un paquete de leyes punitivas, dirigidas contra
grupos que, según el gobierno, apoyaban a las personas refugiadas y migrantes. Además, la
autoridades también sometieron a las personas refugiadas y solicitantes de asilo a violentas
expulsiones y malos tratos e impusieron la detención arbitraria de quienes intentaban entrar
en territorio húngaro.
En Amnistía Internacional no estamos de acuerdo con que sea una crisis de cifras. Es
una crisis de solidaridad. El problema son las causas que empujan a las familias y
personas a cruzar fronteras y las respuestas miopes y poco realistas de los políticos.

Discriminación contra las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e


intersexuales (LGBTI)

En todo el mundo, las personas sufren discriminación por amar a quien aman, por sentirse
atraídas por determinadas personas y por ser quienes son. Las personas LGBTI pueden ser
tratadas injustamente en todas las esferas de su vida, ya sea en el ámbito de la educación, el
empleo, la vivienda o el acceso a los servicios de salud, y pueden sufrir acoso y violencia.

Algunos países castigan a las personas por su orientación sexual o su identidad de género
con penas de prisión o incluso con la muerte. Por ejemplo, en octubre de 2019, el ministro
de Ética e Integridad de Uganda anunció que su gobierno tenía previsto introducir la pena
de muerte para actos sexuales consentidos entre personas del mismo sexo.

En 2019, Amnistía Internacional documentó la violencia, los abusos y la discriminación


generalizada que sufren los soldados gays y trans en Corea del Sur a causa de la
criminalización de las relaciones sexuales consentidas entre hombres en las fuerzas
armadas, y examinó los obstáculos a los que se enfrentan las personas transgénero para
acceder a tratamientos de afirmación de género en China. También trabajamos para
garantizar que las marchas del orgullo pudieran celebrarse en países como Turquía, Líbano
y Ucrania.

Para las personas LGBTI, es muy difícil, y en la mayoría de los casos imposible, vivir su
vida en libertad y obtener justicia por los abusos sufridos cuando las leyes no están de su
parte. Incluso cuando lo logran, las identidades LGBTI están muy estigmatizadas y
estereotipadas, lo que les impide vivir su vida como miembros de la sociedad en
condiciones de igualdad o disfrutar derechos y libertades que están disponibles para otras
personas. Por eso los y las activistas LGBTI trabajan sin descanso por sus derechos, por
ejemplo a no sufrir discriminación, poder amar a quien quieran, conseguir
el reconocimiento legal de su identidad de género o gozar de protección contra los
riesgos de agresiones y abusos.

Véase aquí más información sobre el trabajo de Amnistía Internacional en torno a los
derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales.

©ODTU LGBTI+
Discriminación de género

En muchos países, en todas las regiones del mundo, existen leyes, políticas, costumbres y
creencias que niegan a las mujeres y niñas sus derechos.
La ley prohíbe a las mujeres vestir como quieran (Arabia Saudí e Irán), trabajar por la
noche (Madagascar) o solicitar un préstamo sin la firma de su esposo (Guinea Ecuatorial).
En muchos países, las leyes discriminatorias limitan los derechos de las mujeres al
divorcio, a la propiedad, a ejercer control sobre su propio cuerpo y a disfrutar de protección
contra el acoso.

En la lucha permanente por la justicia, cientos de miles de mujeres y niñas han salido a las
calles para exigir sus derechos humanos y pedir igualdad de género. En Estados Unidos,
Europa y Japón, las mujeres se han manifestado contra la misoginia y el abuso en las
marchas del movimiento #MeToo / #YoTambién. En Argentina, Irlanda y Polonia, las
mujeres se han manifestado para exigir el fin de las leyes opresivas sobre el aborto. En
Arabia Saudí han pedido que se ponga fin a la prohibición de conducir, y en Irán han
pedido el fin del uso obligatorio del velo (hiyab).

En todo el mundo, las mujeres y niñas lideran las peticiones de cambio.

Sin embargo, pese al estratosférico aumento del activismo de las mujeres, la cruda realidad
es que muchos gobiernos en todo el mundo apoyan públicamente políticas, leyes y
costumbres que las someten y reprimen.

En todo el mundo, el 40% de las mujeres en edad de procrear viven en países en los que el
aborto sigue estando estrictamente restringido o es inaccesible en la práctica, aunque esté
permitido por ley, y alrededor de 225 millones de mujeres no tienen acceso a métodos
anticonceptivos modernos.

Las investigaciones de Amnistía Internacional confirmaron que a pesar de que las


plataformas de redes sociales permiten que personas de todo el mundo se expresen
participando en debates, estableciendo redes y compartiendo información, empresas y
gobiernos han dejado sin protección a las personas usuarias frente a conductas abusivas en
Internet, lo que ha hecho que muchas mujeres, en concreto, se autocensuren e incluso
abandonen definitivamente estas plataformas.

En cambio, en algunas partes del mundo, las redes sociales han dado más relieve a las
peticiones de las mujeres de igualdad en el trabajo, una batalla que obtuvo una atención
renovada en forma de llamamientos para reducir la brecha salarial de género, que
actualmente es de un 23% a nivel global. En el mundo, las mujeres no sólo reciben de
media un salario inferior al de los hombres, sino que tienen más probabilidades de hacer
trabajos no remunerados y de trabajar en empleos informales, inseguros y no cualificados.
Gran parte de estas condiciones se deben a unas normas sociales que consideran que las
mujeres y su trabajo tienen una categoría inferior.

Aunque la violencia de género afecta de forma desproporcionada a las mujeres, sigue


siendo una crisis de derechos humanos que la clase política continúa ignorando.
©Pablo Blazquez
Discriminación por razón de casta

La discriminación por el trabajo y la ascendencia (también conocida como discriminación


por razón de casta) es una práctica generalizada en Asia y África y afecta a 260 millones de
personas, incluidas comunidades de la diáspora. Debido al grupo social al que pertenecen
por nacimiento, las personas de estas comunidades estás excluidas socialmente, marginadas
económicamente y sometidas a violencia física y psicológica. La discriminación por el
trabajo y la ascendencia está profundamente arraigada en la sociedad y se manifiesta en la
vida cotidiana, en las percepciones individuales de la cultura y las costumbres, en las
estructuras sociales y económicas, en la educación y en el empleo, y en el acceso a
servicios, oportunidades, recursos y al mercado. La discriminación se perpetúa de
generación en generación y en algunos casos está profundamente interiorizada, a pesar de
que en algunos países existen leyes y acciones afirmativas para abordarla. Amnistía
Internacional está comprometida a trabajar en colaboración con entidades asociadas en
favor de los derechos de las comunidades afectadas por este tipo de discriminación.

Discriminación por razón de discapacidad

En todo el mundo, 1 de cada 10 personas vive con discapacidad. Sin embargo, en muchas
sociedades, las personas con discapacidades tienen que enfrentarse al estigma, al
ostracismo y a que las traten con pena o con miedo.

El 80 por ciento de las personas con discapacidad viven en países en desarrollo. La inmensa
mayoría de las personas con discapacidad —el 82 por ciento— viven por debajo del umbral
de pobreza. Las mujeres con discapacidad son dos o tres veces más susceptibles de sufrir
abusos físicos y sexuales que la mujeres sin discapacidad.

En Kazajistán, en aplicación de la legislación vigente, miles de personas con


discapacidades psicosociales e intelectuales han sido declaradas “incapaces” por ley y
puestas bajo el cuidado de un tutor o tutora. En virtud de este sistema, estas personas no
pueden ejercer sus derechos ni impugnar la decisión ante los tribunales.

Amnistía Internacional también ha documentado graves abusos contra los derechos


humanos de las personas con discapacidad en Somalia, donde estas personas corren peligro
de sufrir matrimonio forzado, violación o desalojo forzoso.
Caso práctico: Lucha por mejorar la accesibilidad en Kirguistán

En Kirguistán, donde las personas con discapacidad son etiquetadas a menudo de


“inválidas” y “enfermas”, Gulzar sigue luchando por su dignidad.

Gulzar Duishenova es una mujer kirguís que perdió el uso de las piernas en un accidente de
automóvil. Ahora utiliza silla de ruedas, pero vive en una sociedad donde las personas con
discapacidad sufren discriminación a diario. Una de estas formas de discriminación es la
accesibilidad: desde ir a una consulta médica hasta usar el transporte público.

Pero Gulzar está luchando para cambiarlo. Ha convertido en la misión de su vida conseguir
que las personas con discapacidad puedan vivir con dignidad. Los problemas de
accesibilidad que sufre sólo han servido para fortalecer su determinación de exigir una vida
mejor para ella misma y para otras personas.

Nos dicen que no podemos hablar, pero aun así hablamos. Yo sigo hablando.
Gulzar Duishenova
Tras años de trabajo de campaña por parte de activistas como Gulzar, en marzo de 2019 el
presidente de Kirguistán, Sooronbay Jeenbekov promulgó una ley por la que el país
ratificó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que
prepara el terreno para la inclusión efectiva en la vida social y económica del país de
180.000 personas que viven con discapacidades.

“Si las personas con discapacidad y las personas ancianas viven bien, la sociedad entera
vive bien. También quiero decir alto y claro que no debe hacerse nada sobre nosotras sin
nosotras,” afirma Gulzar.

LA SOLUCIÓN: ¿QUÉ PIDE AMNISTÍA


INTERNACIONAL?
Que los gobiernos:

 acaben con las leyes discriminatorias y pongan en libertad a las personas encarceladas por
su aplicación;
 protejan a todas las personas, sean quienes sean, de la discriminación y la violencia;
 introduzcan leyes y políticas que promuevan la inclusión y la diversidad en todos los
ámbitos de la sociedad;
 tomen medidas para abordar las causas fundamentales de la discriminación, por ejemplo
cuestionando los estereotipos y actitudes que la fomentan.

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