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RESUMEN

La discriminación ataca el corazón mismo de lo que significa ser humano. Discriminar es dañar
los derechos de alguien simplemente por ser quien es o por creer en lo que cree. La
discriminación es nociva y perpetúa la desigualdad.

Todos tenemos derecho a ser tratados por igual, con independencia de nuestra raza, etnia,
nacionalidad, clase, casta, religión, creencias, sexo, género, lengua, orientación sexual,
identidad de género, características sexuales, edad, estado de salud u otra condición. Y aun así,
con demasiada frecuencia oímos historias desgarradoras de personas que sufren la crueldad
sólo por pertenecer a un grupo “diferente” de quienes están en posiciones de privilegio o de
poder.

La discriminación tiene lugar cuando una persona no puede disfrutar de sus derechos humanos
o de otros derechos legales en condiciones de igualdad con otras personas debido a una
distinción injustificada que se establece en la política, la ley o el trato aplicados. La labor de
Amnistía Internacional se basa en el principio de no discriminación. Trabajamos con
comunidades en todo el mundo para cuestionar leyes y prácticas discriminatorias y garantizar
que todas las personas puedan disfrutar de sus derechos en condiciones de igualdad.

La discriminación puede adoptar diversas formas:

La discriminación directa tiene lugar cuando se hace una distinción explícita entre grupos de
personas, como resultado de la cual los individuos de algunos grupos tienen menos capacidad
que los de otros para ejercer sus derechos. Por ejemplo, una ley que exige que las mujeres, y
no los hombres, aporten pruebas de un determinado nivel educativo como condición
indispensable para ejercer su derecho al voto constituirá discriminación directa por razón de
sexo.

La discriminación indirecta tiene lugar cuando una ley, una política o una práctica se presenta
en términos neutrales (es decir, no hace ninguna distinción explícita) pero perjudica de modo
desproporcionado a un grupo o grupos específicos. Por ejemplo, una ley que exige que todas
las personas presenten pruebas de un determinado nivel educativo como requisito previo para
ejercer su derecho al voto tendrá un efecto discriminatorio indirecto sobre cualquier grupo
que tenga menos probabilidades de haber alcanzado ese nivel educativo (como los grupos
étnicos desfavorecidos o las mujeres).

La discriminación interseccional tiene lugar cuando varias formas de discriminación se


combinan y dejan a un grupo o grupos específicos en una situación aún mayor de desventaja.
Por ejemplo, la discriminación contra las mujeres en muchos casos supone que a ellas se les
pague menos que a los hombres por el mismo trabajo. La discriminación contra una minoría
étnica suele comportar que a las personas que forman parte de ella se les pague menos que a
otras personas por el mismo trabajo. Cuando las mujeres pertenecientes a un grupo
minoritario reciben un salario inferior al de otras mujeres, y al de los hombres del mismo
grupo minoritario, sufren discriminación interseccional debido a su sexo, género y origen
étnico.

Discurso tóxico y demonización

La política de demonización está en auge en muchas partes del mundo. Dirigentes políticos de
todos los continentes apelan al odio por motivos de nacionalidad, raza o religión y utilizan a los
grupos marginados como chivos expiatorios de problemas económicos y sociales. Sus palabras
y acciones influyen en sus seguidores y la retórica del odio y la discriminación puede incitar a la
hostilidad y la violencia contra grupos minoritarios.

Las graves consecuencias de este tipo de demonización se han visto en Myanmar, donde
decenios de persecución culminaron en 2017 con la huida al vecino Bangladesh de más de
700.000 personas de etnia rohinyá, grupo predominantemente musulmán, tras una brutal
campaña de limpieza étnica.

¿QUÉ IMPULSA LA DISCRIMINACIÓN?

En el fondo de todas las formas de discriminación están el prejuicio basado en conceptos de


identidad y la necesidad de identificarse con un grupo determinado. Esto puede generar
división, odio e, incluso, la deshumanización de otras personas porque tienen una identidad
diferente.

En muchas partes del mundo, las políticas de la culpa y el miedo están en auge. La intolerancia,
el odio y la discriminación causan una fractura cada vez mayor en las sociedades. La política del
miedo divide a la población mientras los dirigentes difunden un discurso tóxico y culpan de los
problemas económicos o sociales a determinados grupos o personas.

Algunos gobiernos intentan reforzar su poder y el statu quo justificando abiertamente la


discriminación en nombre de la moral, la religión o la ideología. La discriminación puede
incorporarse a la legislación nacional, a pesar de infringir el derecho internacional: por
ejemplo, la criminalización del aborto, que niega a las mujeres, a las niñas y a las personas
embarazadas los servicios de salud específicos que necesitan. Las autoridades pueden incluso
considerar que ciertos grupos tienen más probabilidades de delinquir por el mero hecho de ser
quienes son, como los pobres, los indígenas o los negros.

PRINCIPALES FORMAS DE DISCRIMINACIÓN

La discriminación étnica y racial

El racismo afecta a todos los países del mundo. De forma sistemática, niega a las personas la
totalidad de sus derechos humanos sólo por su color, raza, etnia, ascendencia (como la casta)
u origen nacional. El racismo sin control puede alimentar atrocidades en gran escala, como el
genocidio de Ruanda en 1994 y, más recientemente, la limpieza étnica y segregación racial de
las comunidades rohinyás en Myanmar.

En India, miembros de las castas dominantes cometen múltiples abusos contra los derechos
humanos de la comunidad dalit. Debido a actitudes discriminatorias, la policía no se toma en
serio los crímenes contra la comunidad dalit —entre ellos violaciones por parte de grupos,
asesinatos, y la destrucción de sus viviendas— y a menudo no los investiga.

Amnistía Internacional también ha documentado la discriminación generalizada a la que se


enfrentan millones de personas romaníes en Europa, que incluye amenazas de desalojos
forzosos, hostigamiento policial y segregación de los niños y niñas romaníes en las escuelas.

Discriminación contra personas extranjeras o xenofobia


La discriminación contra la población extranjera se basa muchas veces en ideas de
superioridad y racismo fomentadas a menudo por políticos que buscan chivos expiatorios para
problemas económicos y sociales en un país.

Desde 2008, Sudáfrica ha experimentado varios estallidos de violencia contra personas


refugiadas, solicitantes de asilo y migrantes procedentes de otros países africanos, con
asesinatos, saqueos, y quema de tiendas y negocios. En algunos casos, los discursos cargados
de odio de los políticos han avivado la violencia, al calificar erróneamente a las personas
extranjeras como “delincuentes” y acusarlas de sobrecargar el sistema de salud.

La discriminación también es una característica común de la respuesta de la autoridades a las


personas refugiadas y solicitantes de asilo en otras partes del mundo. Muchas personas de
países que reciben a personas refugiadas y solicitantes de asilo consideran la situación como
una crisis , y tanto políticos como dirigentes explotan ese miedo para prometer, y en
ocasiones, promulgar políticas abusivas e ilícitas.

Por ejemplo, en 2018 Hungría aprobó un paquete de leyes punitivas, dirigidas contra grupos
que, según el gobierno, apoyaban a las personas refugiadas y migrantes. Además, la
autoridades también sometieron a las personas refugiadas y solicitantes de asilo a violentas
expulsiones y malos tratos e impusieron la detención arbitraria de quienes intentaban entrar
en territorio húngaro.

En Amnistía Internacional no estamos de acuerdo con que sea una crisis de cifras. Es una crisis
de solidaridad. El problema son las causas que empujan a las familias y personas a cruzar
fronteras y las respuestas miopes y poco realistas de los políticos.

Discriminación contra las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales


(LGBTI)

En todo el mundo, las personas sufren discriminación por amar a quien aman, por sentirse
atraídas por determinadas personas y por ser quienes son. Las personas LGBTI pueden ser
tratadas injustamente en todas las esferas de su vida, ya sea en el ámbito de la educación, el
empleo, la vivienda o el acceso a los servicios de salud, y pueden sufrir acoso y violencia.

Algunos países castigan a las personas por su orientación sexual o su identidad de género con
penas de prisión o incluso con la muerte. Por ejemplo, en octubre de 2019, el ministro de Ética
e Integridad de Uganda anunció que su gobierno tenía previsto introducir la pena de muerte
para actos sexuales consentidos entre personas del mismo sexo.

En 2019, Amnistía Internacional documentó la violencia, los abusos y la discriminación


generalizada que sufren los soldados gays y trans en Corea del Sur a causa de la criminalización
de las relaciones sexuales consentidas entre hombres en las fuerzas armadas, y examinó los
obstáculos a los que se enfrentan las personas tránsgenero para acceder a tratamientos de
afirmación de género en China. También trabajamos para garantizar que las marchas del
orgullo pudieran celebrarse en países como Turquía, Líbano y Ucrania.

Para las personas LGBTI, es muy difícil, y en la mayoría de los casos imposible, vivir su vida en
libertad y obtener justicia por los abusos sufridos cuando las leyes no están de su parte.
Incluso cuando lo logran, las identidades LGBTI están muy estigmatizadas y estereotipadas, lo
que les impide vivir su vida como miembros de la sociedad en condiciones de igualdad o
disfrutar derechos y libertades que están disponibles para otras personas. Por eso los y las
activistas LGBTI trabajan sin descanso por sus derechos, por ejemplo a no sufrir discriminación,
poder amar a quien quieran, conseguir el reconocimiento legal de su identidad de género o
gozar de protección contra los riesgos de agresiones y abusos.

Véase aquí más información sobre el trabajo de Amnistía Internacional en torno a los derechos
de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales.

Discriminación de género

En muchos países, en todas las regiones del mundo, existen leyes, políticas, costumbres y
creencias que niegan a las mujeres y niñas sus derechos.

La ley prohíbe a las mujeres vestir como quieran (Arabia Saudí e Irán), trabajar por la noche
(Madagascar) o solicitar un préstamo sin la firma de su esposo (Guinea Ecuatorial). En muchos
países, las leyes discriminatorias limitan los derechos de las mujeres al divorcio, a la propiedad,
a ejercer control sobre su propio cuerpo y a disfrutar de protección contra el acoso.

En la lucha permanente por la justicia, cientos de miles de mujeres y niñas han salido a las
calles para exigir sus derechos humanos y pedir igualdad de género. En Estados Unidos, Europa
y Japón, las mujeres se han manifestado contra la misoginia y el abuso en las marchas del
movimiento #MeToo / #YoTambién. En Argentina, Irlanda y Polonia, las mujeres se han
manifestado para exigir el fin de las leyes opresivas sobre el aborto. En Arabia Saudí han
pedido que se ponga fin a la prohibición de conducir, y en Irán han pedido el fin del uso
obligatorio del velo (hiyab).

En todo el mundo, las mujeres y niñas lideran las peticiones de cambio.

Sin embargo, pese al estratosférico aumento del activismo de las mujeres, la cruda realidad es
que muchos gobiernos en todo el mundo apoyan públicamente políticas, leyes y costumbres
que las someten y reprimen.

En todo el mundo, el 40% de las mujeres en edad de procrear viven en países en los que el
aborto sigue estando estrictamente restringido o es inaccesible en la práctica, aunque esté
permitido por ley, y alrededor de 225 millones de mujeres no tienen acceso a métodos
anticonceptivos modernos.

Las investigaciones de Amnistía Internacional confirmaron que a pesar de que las plataformas
de redes sociales permiten que personas de todo el mundo se expresen participando en
debates, estableciendo redes y compartiendo información, empresas y gobiernos han dejado
sin protección a las personas usuarias frente a conductas abusivas en Internet, lo que ha hecho
que muchas mujeres, en concreto, se autocensuren e incluso abandonen definitivamente estas
plataformas.

En cambio, en algunas partes del mundo, las redes sociales han dado más relieve a las
peticiones de las mujeres de igualdad en el trabajo, una batalla que obtuvo una atención
renovada en forma de llamamientos para reducir la brecha salarial de género, que
actualmente es de un 23% a nivel global. En el mundo, las mujeres no sólo reciben de media
un salario inferior al de los hombres, sino que tienen más probabilidades de hacer trabajos no
remunerados y de trabajar en empleos informales, inseguros y no cualificados. Gran parte de
estas condiciones se deben a unas normas sociales que consideran que las mujeres y su
trabajo tienen una categoría inferior.

Aunque la violencia de género afecta de forma desproporcionada a las mujeres, sigue siendo
una crisis de derechos humanos que la clase política continúa ignorando.

Caso práctico: La menstruación y sus tabúes

“Esos días del mes”, “madre naturaleza”, “marea roja”. En muchas partes del mundo, el
estigma en torno a la menstruación va mucho más allá de los eufemismos. Algunas personas
activistas han sido detenidas o interrogadas por tomar postura y por intentar cambiar
actitudes.

© Anup Subedi

Samikshya Koirala, de Nepal, tuvo la menstruación por primera vez cuando tenía 11 años. No
sólo tuvo que abandonar su casa durante 5 días sino que también se le prohibió tocar a los
miembros varones de su familia durante 11 días y entrar en la cocina durante 19 días.

Ahora forma parte de un grupo estudiantil de Amnistía Internacional que trabaja para acabar
con las actitudes negativas en torno a la menstruación.

“Hacemos vídeos, organizamos mítines y realizamos programas comunitarios en zonas rurales


para los niños y niñas. Nos llena de orgullo oírles hablar abiertamente de estas cuestiones. En
Nepal tenemos que empezar a cambiar la mentalidad de la gente sobre las supersticiones
acerca de la menstruación, y creo que de momento estamos haciendo un buen trabajo”, dice
Samikshya.

Discriminación por razón de casta


La discriminación por el trabajo y la ascendencia (también conocida como discriminación por
razón de casta) es una práctica generalizada en Asia y África y afecta a 260 millones de
personas, incluidas comunidades de la diáspora. Debido al grupo social al que pertenecen por
nacimiento, las personas de estas comunidades estás excluidas socialmente, marginadas
económicamente y sometidas a violencia física y psicológica. La discriminación por el trabajo y
la ascendencia está profundamente arraigada en la sociedad y se manifiesta en la vida
cotidiana, en las percepciones individuales de la cultura y las costumbres, en las estructuras
sociales y económicas, en la educación y en el empleo, y en el acceso a servicios,
oportunidades, recursos y al mercado. La discriminación se perpetúa de generación en
generación y en algunos casos está profundamente interiorizada, a pesar de que en algunos
países existen leyes y acciones afirmativas para abordarla. Amnistía Internacional está
comprometida a trabajar en colaboración con entidades asociadas en favor de los derechos de
las comunidades afectadas por este tipo de discriminación.

Discriminación por razón de discapacidad

En todo el mundo, 1 de cada 10 personas vive con discapacidad. Sin embargo, en muchas
sociedades, las personas con discapacidades tienen que enfrentarse al estigma, al ostracismo y
a que las traten con pena o con miedo.

El 80 por ciento de las personas con discapacidad viven en países en desarrollo. La inmensa
mayoría de las personas con discapacidad —el 82 por ciento— viven por debajo del umbral de
pobreza. Las mujeres con discapacidad son dos o tres veces más susceptibles de sufrir abusos
físicos y sexuales que la mujeres sin discapacidad.

En Kazajistán, en aplicación de la legislación vigente, miles de personas con discapacidades


psicosociales e intelectuales han sido declaradas “incapaces” por ley y puestas bajo el cuidado
de un tutor o tutora. En virtud de este sistema, estas personas no pueden ejercer sus derechos
ni impugnar la decisión ante los tribunales.

Amnistía Internacional también ha documentado graves abusos contra los derechos humanos
de las personas con discapacidad en Somalia, donde estas personas corren peligro de sufrir
matrimonio forzado, violación o desalojo forzoso.

Caso práctico: Lucha por mejorar la accesibilidad en Kirguistán

En Kirguistán, donde las personas con discapacidad son etiquetadas a menudo de “inválidas” y
“enfermas”, Gulzar sigue luchando por su dignidad.

Gulzar Duishenova es una mujer kirguís que perdió el uso de las piernas en un accidente de
automóvil. Ahora utiliza silla de ruedas, pero vive en una sociedad donde las personas con
discapacidad sufren discriminación a diario. Una de estas formas de discriminación es la
accesibilidad: desde ir a una consulta médica hasta usar el transporte público.

Pero Gulzar está luchando para cambiarlo. Ha convertido en la misión de su vida conseguir que
las personas con discapacidad puedan vivir con dignidad. Los problemas de accesibilidad que
sufre sólo han servido para fortalecer su determinación de exigir una vida mejor para ella
misma y para otras personas.

Nos dicen que no podemos hablar, pero aun así hablamos. Yo sigo hablando. Gulzar
Duishenova

Tras años de trabajo de campaña por parte de activistas como Gulzar, en marzo de 2019 el
presidente de Kirguistán, Sooronbay Jeenbekov promulgó una ley por la que el país ratificó la
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que prepara el terreno para
la inclusión efectiva en la vida social y económica del país de 180.000 personas que viven con
discapacidades.

“Si las personas con discapacidad y las personas ancianas viven bien, la sociedad entera vive
bien. También quiero decir alto y claro que no debe hacerse nada sobre nosotras sin nosotras,”
afirma Gulzar.

LA SOLUCIÓN: ¿QUÉ PIDE AMNISTÍA INTERNACIONAL?

Que los gobiernos:

acaben con las leyes discriminatorias y pongan en libertad a las personas encarceladas por su
aplicación;

protejan a todas las personas, sean quienes sean, de la discriminación y la violencia;

introduzcan leyes y políticas que promuevan la inclusión y la diversidad en todos los ámbitos
de la sociedad;

tomen medidas para abordar las causas fundamentales de la discriminación, por ejemplo
cuestionando los estereotipos y actitudes que la fomentan

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