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América Latina
Para el autor, comprender los años veinte y treinta en América Latina, es necesario
investigar las corrientes de vanguardia, estudiar los contextos culturales y las
consecuencias históricas de cada movimiento.
El objetivo del trabajo no es solo defender la legitimidad de las vanguardias ni hacer
su obituario, sino articular las dimensiones estética e ideológica presentes en los
textos, buscar una integración histórico-geográfica y derribar las barreras que han
separado a Brasil de la América hispánica.
Hace una crítica sobre la exclusión de las vanguardias brasileñas en algunos
estudios que abordan el vanguardismo latinoamericano. Destacando que esta
omisión es más problemática en trabajos donde el título incluye la expresión
"América Latina" pero no mencionan las vanguardias brasileñas.
Y de éste modo intenta esbozar una historia concisa de las vanguardias a través de
sus momentos cruciales
Periodización
El texto trata sobre el periodo de las vanguardias en América Latina y las posibles
fechas que marcan su inicio y fin. Aunque comúnmente se ubican en los años
veinte, se sugieren varias fechas clave. En 1909, Marinetti lanzó el Manifiesto
Futurista en París y tuvo repercusiones inmediatas en América Latina.
En los años veinte, la vanguardia en Brasil, Argentina y Perú abordó la idea utópica
de desarrollar un nuevo lenguaje o renovar los existentes.
Estas propuestas reflejan un intento de modificar y distanciarse del español o
portugués tradicionales. Mantener inalterada la tradición lingüística europea
impuesta por las academias significa quedarse en el pasado colonial y negar la
evolución natural del lenguaje y la propia tradición americana. Pero aclara que este
deseo no surge con la vanguardia, sino que tiene sus raíces en el romantisismo,
siendo una respuesta ideológica a las guerras de independencia.
La vanguardia posterior retoma y renueva esta discusión, asociando la creación de
un nuevo lenguaje con la idea de un "país nuevo" y un "hombre nuevo" americano.
Esto surge en un contexto nacionalista y de revisión de la dependencia cultural.
Con la llegada de los colonizadores a América nace una nueva lengua. Este
fenómeno de diversidad dialectal se observa en toda América Latina y representa
una forma de oposición a la idea de una herencia colonial estática, reafirmando la
identidad nacional.
El escritor y crítico Ángel Rama analiza estas tensiones dialectales entre cultura y
poder, distinguiendo dos formas de lenguaje: Uno era público y formal, influenciado
fuertemente por la norma cortesana española, utilizado en las relaciones formales
de la élite letrada.
El otro era el lenguaje popular y cotidiano, utilizado en los estratos sociales más
bajos. A mediados del siglo XIX, pensadores como Simón Bolívar, coinciden
en la necesidad de una expresión lingüística propia para América, una
preocupación que las vanguardias retomarán en los años veinte.
La Semana del 22 en Brasil logra una importante conquista al introducir el
lenguaje coloquial en la poesía. Oswald de Andrade, en particular, incorpora esta
experiencia como tema poético:
Deme un cigarrillo
Reza la gramática
Del profesor y del alumno
Y del mulato sabihondo
Flores aritméticas