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La leyenda de La Dama Tapada habla de un ser misterioso que aparecía a hombres borrachos por la medianoche y los llevaba a lugares remotos con su fragancia agradable, pero cuando descubrían su rostro putrefacto y ojos como bolas de fuego, la mayoría morían por convulsiones u olor pestilente, aunque pocos sobrevivían para contar la historia. Según la cultura popular, el espectro aún transita callejones por las noches en países como Ecuador, Colombia y Venezuela.
La leyenda de La Dama Tapada habla de un ser misterioso que aparecía a hombres borrachos por la medianoche y los llevaba a lugares remotos con su fragancia agradable, pero cuando descubrían su rostro putrefacto y ojos como bolas de fuego, la mayoría morían por convulsiones u olor pestilente, aunque pocos sobrevivían para contar la historia. Según la cultura popular, el espectro aún transita callejones por las noches en países como Ecuador, Colombia y Venezuela.
La leyenda de La Dama Tapada habla de un ser misterioso que aparecía a hombres borrachos por la medianoche y los llevaba a lugares remotos con su fragancia agradable, pero cuando descubrían su rostro putrefacto y ojos como bolas de fuego, la mayoría morían por convulsiones u olor pestilente, aunque pocos sobrevivían para contar la historia. Según la cultura popular, el espectro aún transita callejones por las noches en países como Ecuador, Colombia y Venezuela.
Se dice que la Dama Tapada es un ser de origen desconocido, que se aparecía
a partir de la medianoche a los hombres borrachos que frecuentaban en callejones no muy concurridos. Al estar cerca de la Dama, se dice que despedía a su entorno una fragancia agradable y, por ello, casi todos los que la veían quedaban impactados y estar cerca de ella. Hacía señales para que la siguiesen y, en trance, las víctimas accedían a la causa, pero ella no permitía que se le acercaran lo suficiente. Así, los alejaba del centro urbano y en lugares remotos empezaba a detenerse. Posteriormente, cuando las víctimas se le acercaban a descubrirle el rostro, un olor nauseabundo contaminaba el ambiente y, al ver su rostro, apreciaban un cadáver aún en proceso de putrefacción, el cual tenía unos ojos que parecían destellantes bolas de fuego. La mayoría de las víctimas morían con convulsiones y botando espuma por la boca, algunos por el susto y otros por el pestilente hedor que emanaba el espectro al transformarse. Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban tunantes.2 Y así termina todo. Desde aquellos acontecimientos, hay quienes dicen que posteriormente aún transita por los callejones por las noches en las calles de países como Ecuador, Colombia y Venezuela.