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Pneumatologia

P. Jose Coti

TAREA 4.
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO SEGÚN EFESIOS

INTRODUCCION:

En este resumen daremos una mirada panorámica a la obra del Espíritu Santo en la
carta del apóstol Pablo a los Efesios. Un análisis sencillo del contexto, la estructura, y
los idiomas originales nos permitirá descubrir algunas facetas del obrar del Espíritu en
el creyente. Ellas enriquecerán nuestro conocimiento para estar más conscientes de su
presencia en nuestras vidas.

El espíritu Santo aparece 4 veces en este libro.


El sello del Espíritu Santo de Dios sobre su pueblo
Los pecados contra el Espíritu Santo
Viviendo en la luz
El apóstol Pablo nos llama ser llenos del Espíritu Santo

El sello de Dios sobre su pueblo.

Efesios 1:13 en el también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad y el evangelio


de nuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu santo de
la promesa.

Este pasaje tiene paralelo en 2 Corintios (Corintios 1:22; 5:5). Dios ha sellado con el
Espíritu Santo a todo aquel que ha creído su palabra. En la vida del creyente el Espíritu
Santo es la promesa de salvación, una garantía del futuro de los cristianos de que
recibiremos la herencia para el día de la redención. El Espíritu Santo es como el
anticipo, en el corazón del creyente.

El ¨Sello¨ las ¨arras¨. (Efesios1:14)


La palabra como ¨arras¨ traducida del griego en estos pasajes es arrabon; que significa
¨promesa¨, ¨prenda¨, esto es parte del dinero de la compra o propiedad dada como
adelanto, enganche o anticipo garantizando lo que falta. El Espíritu Santo a los
cristianos, es el enganche de nuestra herencia divina, la que nuestro señor Jesucristo
prometió confirmo asegurándola con su muerte en la cruz. Por medio de que el Espíritu
Santo nos ha sellado nos asegura nuestra herencia, esto si por medio de nuestra
conversión, a través del don del Espíritu santo Dios nos renueva y santifica, Dios nos
ha dado el espíritu santo como parte de su promesa y garantía de que somos suyos.
Dios con su Espíritu Santo nos ha sellado, seguros de nuestra salvación. Y nadie
puede romper el sello de Dios.
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Los pecados contra el Espíritu santo.

Efesios 4:30 y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellado para
el día de la redención.

Pablo en este pasaje nos manda a no contristar al Espíritu Santo de Dios. El simple
hecho de contristar al Espíritu en gran manera implica que el Espíritu ama al pueblo de
Dios. Podemos contristar a alguien cuando no agradecemos por su amor, su atención y
bondad para con nosotros, y que a cambio le damos indiferencia. El hecho de que el
Espíritu santo nos sella con eso nos revela que su amor hace que more en nosotros
para hacernos crecer como cristianos, y ayudarnos a transformar nuestra vieja manera
de vivir a una vida nueva y llena de bendición, El Espíritu Santo es contristado por
nuestra manera pecaminosa de vivir siendo cristiano, pues nuestro cuerpo su morada
es y debemos de vivir en santidad porque Santo es él, y aborrece el pecado. En esta
parte de vesícula (con el cual fuisteis sellado para el día de la redención Ef. 4.30). Nos
demuestra su promesa de que nunca nos abandonara. Pablo acá nos hace ver el gran
amor de Dios para con cada uno de nosotros. Sabiendo de tan grande amor, debemos
de analizar, si continuar con la antigua manera pecaminosa de vivir. Contristamos al
espíritu cada vez que no reflejamos el carácter de Dios.

Viviendo en la luz.

Efesios 5:9 (porque el fruto del Espíritu Santo es en toda bondad, justicia y verdad).

Solo Dios transforma al hombre, que, a pesar de haber vivido en las tinieblas, el
cristiano pasa a ser luz en el señor, las escrituras nos dicen en cuanto: la luz produce
buenos frutos, Bondad, Justicia y verdad, ¨Bondad¨, la bondad es una virtud en el
individuo que involucra la excelencia moral y que recalca la amabilidad, deseo y el
amor para ayudar a su prójimo. La Justicia esta implica que una persona tiene que ser
justa y hacer lo justo. Comportarse de la manera agradable a Dios. verdad, a la luz de
esta verdad no se trata en lo que nosotros sabemos, sino lo que debemos hacer como
cristianos. La luz nos fortalece para conocer la verdad y para vivirla. Dios rechaza toda
contrariedad a su naturaleza santa, los verdaderos hijos de Dios se juzgan por la
veracidad de su relación estrecha con el Espíritu Santo por medio de esta la
manifestación del "fruto del Espíritu" está en sus vidas. La formación continua de
nuestro carácter va a depender de la influencia ya sea de la carne o del Espíritu Santo.
Dado a que nuestra naturaleza vieja no puede producir nada más que oscuridad. Cada
cosa que agrada a Dios en el cristiano debe ser llamada el "fruto del Espíritu".

El apóstol Pablo nos llama ser llenos del Espíritu Santo

Efesios 5:18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed
llenos del Espíritu.
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Este versículo tiene paralelo en Proverbios (Prov. 23:30) "No os embriaguéis” Este es
un IMPERATIVO PRESENTE PASIVO con el PARTICIPIO NEGATIVO lo cual
usualmente significa detener o parar una acción en proceso, hare una analogía entre
las drogas de algo que controla y caracteriza la vida de una persona, pero tienen que
ser repetidas para efecto. Así como una droga deben de ingerirse en repetitivas
ocasiones para causar un efecto, así también, "la llenura" del Espíritu es repetida para
efecto. Como creyentes deliberadamente se recibe a Cristo para su salvación, también
se debe deliberadamente y repetidamente (PRESENTE PASIVO) abrirse a la guía y
control del Espíritu que nunca se detiene (diaria). "antes bien sed llenos del Espíritu”,
Este es un IMPERATIVO PRESENTE PASIVO significando "ustedes deben de
continuar siendo llenos del Espíritu". ¡Cabe resaltar que este es un mandamiento y no
una opinión! Sino es el estado normal para todos los creyentes, no la excepción. Esta
frase nos implica a los cristianos de debemos estar dispuesto, atentos y obedientes a
ser moldeados por el Espíritu de Cristo en nuestras vidas. De manera que para ser
llenos del Espíritu tenemos que permanecer en una estrecha relación con Dios es decir
oras todos los días dado a que uno no se puede llenar así mismos, sino deben dejar al
Espíritu tener libertad e injerencia para que de esa forma sea él, el que nos guie, para
vivir en santidad. (Ef. 1:4; Col. 1:28)

El Espíritu Santo garantiza la herencia del creyente (Ef. 1:13-14; 4:30; 2:22)

El apóstol Pablo inicia esta carta exponiendo la riqueza de la obra redentora de Cristo,
planificada soberanamente desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). Un
elemento de esta bendición espiritual es la herencia de gloria futura que nos ha sido
dada y garantizada por Dios a través del Espíritu Santo (Ef. 1:14). Es Dios quien sella
al creyente con el Espíritu, como una garantía y seguridad de salvación (Ef. 1:13; cf. 2
Co. 1:22).

La morada del Espíritu en el hombre es entonces señal de que la persona ha oído, ha


creído, y, por ende, ha sido sellada. Los tres verbos en Efesios 1:13, que representan
una secuencia del momento de salvación, están en aoristo (ἀκούσαντες; πιστεύσαντες;
ἐσφραγίσθητε), lo cual indica una consumación definitiva.

En el siguiente versículo, Efesios 1:14, se presenta al Espíritu como las arras de


nuestra herencia (del griego, ἀρραβὼν), es decir, un pago parcial realizado en el
momento de la compra como anticipo y garantía de que el pago se dará por completo
en su debido tiempo.

El Espíritu Santo adopta al creyente y lo acerca al Padre (Ef. 2:18)

Uno de los problemas que aborda el apóstol en su epístola es la división cultural o


racial que existía entre judíos y gentiles (Hch 19:17). Sin embargo, Pablo afirma que
“por medio de Cristo los unos y los otros tenemos nuestra entrada al Padre”,
refiriéndose a que la obra redentora de Cristo también había alcanzado a los gentiles
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(cf. Ro 5:2). Este acceso es “en un mismo Espíritu” (del griego ἑνὶ, referente a una sola
cosa o unidad; no dos o más), puesto que, así como observamos en el segmento
anterior, la tercera persona de la Trinidad también participa en el momento de
salvación. La herencia espiritual del creyente es tan abrumadora que debe motivarnos
a vivir entregados a Cristo

Por el Espíritu Santo, según Pablo, somos adoptados por Dios (Ro. 8:15) y se nos
afirma en nuestro ser interior que somos sus hijos (Ro. 8:16). El acceso al Padre, si
bien es gracias a la obra de Cristo en la cruz, también es por la obra del Espíritu quien
acerca al creyente al Padre, afirmando que “ya no son extraños ni extranjeros, sino que
son conciudadanos de los santos y son de la familia de Dios” (Ef. 2:19).

El Espíritu Santo revela el misterio de la salvación al creyente (Ef. 3:5)

La aceptación de los gentiles dentro de la familia de Dios era una verdad difícil de
aceptar para los judíos creyentes en aquellos días (1 Co. 2:10-14). Lo que no se había
revelado a generaciones anteriores, ahora ha sido revelado (del griego ἀπεκαλύφθη,
ser o llegar a ser conocido por el público, algo que anteriormente era conocido por
pocos o que se trataba de mantener en secreto) a sus apóstoles y profetas por el
Espíritu (Ef. 3:5). El autor de dicha revelación, afirma Pablo, es el Espíritu Santo. Este
es un respaldo de su mensaje, pues no solo él fue constituido apóstol mediante la
voluntad de Dios (Ef. 1:1; 3:7), sino que también su mensaje provenía de Dios (Ef. 3:5;
cf. 2 Pe. 1:21).

El Espíritu Santo fortalece al creyente (Ef. 3:16; 6:17)

Es necesario resaltar que la fortaleza que trae el Espíritu Santo al creyente tiene lugar
en el “hombre interior” (contrario al “hombre exterior” que se desgasta, figura que Pablo
usa en 2 Co. 4:16). Esta referencia hace alusión al corazón del creyente, lugar donde
está la esencia del hombre (Lc. 11:39). En este contexto, Pablo eleva una oración a
Dios pidiendo que los efesios puedan vivir para Cristo y estar conscientes de su
presencia en sus vidas, siendo fortalecidos por el Espíritu Santo en su lucha contra la
naturaleza pecaminosa, produciendo en cambio su maravilloso fruto (Gál. 2:20; 5:22).

Asimismo, en Efesios 6:17 encontramos otra obra poderosa del Espíritu: nos da la
Palabra. Aquí se hace una conexión entre la “espada del Espíritu” y “la Palabra de
Dios”, pero es importante entender cómo están relacionadas. Primero, no se trata de
una espada de ataque, sino más bien una daga o cuchillo (μάχαιραν) usado en defensa
personal o combate cuerpo a cuerpo. Y esa “daga” es la Palabra de Dios, dada por el
Espíritu al creyente (Καὶ τὴν μάχαιραν τοῦ Πνεύματος, ὅ ἐστιν ῥῆμα Θεοῦ, nótese el
genitivo de cualidad y agente). De esta manera, el Espíritu Santo fortalece al creyente
al darle la Palabra de Dios, para ser usada como defensa personal en la lucha contra el
enemigo (Mt. 4:4-10).
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El Espíritu Santo trae unidad al cuerpo de Cristo (Ef. 4:3-4)

La unidad de la que habla Pablo en este pasaje es una que produce el Espíritu y que el
creyente debe esforzarse por guardar. Esto se ve reflejado en el uso del dativo “la
unidad del Espíritu” (ἑνότητα τοῦ πνεύματος ἐν τῷ συνδέσμῳ τῆς εἰρήνης). Como
observamos en Gálatas, una de las obras de la carne y contraria al Espíritu, es la
rivalidad y disensión (Gá 5:20). Por lo tanto, el creyente, quien es templo del Espíritu,
debe custodiar y resguardar la unidad en la familia de Dios con esmero e interés.

El Espíritu Santo llena al creyente (Ef. 5:18)

En este punto es importante diferenciar la llenura (plenitud) del Espíritu con el sello o
morada del Espíritu. Todo creyente que ha oído y creído el evangelio, también ha sido
sellado con el Espíritu Santo, tal como vimos en 1:3. Sin embargo, aquí Pablo habla de
otro aspecto de la obra del Espíritu en el creyente, que tiene que ver con una vida
controlada por Él.

El Espíritu Santo nos capacita en nuestra lucha contra el pecado y contra el


enemigo por medio de la Palabra de Dios

Anteriormente, el apóstol enumeró algunos de los pecados que no corresponden a los


santos (Ef. 5:3), es decir, a aquellos en quienes habita el Espíritu y por quien tienen
garantía de recibir la herencia en el reino de Cristo y de Dios (Ef. 5:5). Él continúa con
advertencias y exhortaciones con respecto al andar cristiano: “examinen” (Ef. 5:10); “no
participen” (Ef. 5:11); “tengan cuidado”, (Ef. 5:15); “no sean necios” (Ef. 5:17). Hasta
que llegamos a nuestro pasaje: “Y no se embriaguen con vino, en lo cual hay
disolución, sino sean llenos del Espíritu” (Ef. 5:18).

Es importante observar que se trata de un mandato, pues el verbo está en modo


imperativo (πληροῦσθε –presente, pasivo, imperativo. Lit. Déjense llenar por el
Espíritu). Evidentemente, Pablo no trata de dar una lección acerca de la embriaguez,
sino más bien de una vida controlada por el Espíritu en contraposición con las obras de
la carne. Les está diciendo: “En lugar de emborracharse y permitir que el vino los
controle, déjense llenar por el Espíritu”. Y como se trata de un imperativo, hablamos de
una acción que se puede llevar a cabo, es decir, que no es imposible ni tampoco está
reservada solo para algunos cristianos.
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CONCLUSIÓN

El creyente moderno ha perdido de vista la importancia de una vida fundamentada en


la verdad escatológica. Es decir, es poco común encontrar creyentes deseosos o
alertas ante el fin de todas las cosas. Esto implica no solo vivir atentos y a cuentas ante
el inminente regreso de Cristo, sino también con vista en el glorioso futuro que nos
espera. La herencia espiritual del creyente es tan abrumadora que debería motivarnos
a vivir entregados a Cristo, como hijos obedientes a quienes les ha sido revelado, por el
mismo Espíritu, el misterio de la salvación.

Por supuesto, la vida cristiana no es un camino fácil ni aun teniendo una perspectiva
escatológica de la vida. Por eso, dentro del plan divino estaba la obra del Paracleto, el
Espíritu Santo, quien nos fortalece en la debilidad. Mientras nuestro ser interior se
desgasta por las pruebas y el sufrimiento a causa del pecado en el mundo, nuestro ser
interior se vitaliza por la obra del Espíritu, Aquel que también nos capacita en nuestra
lucha contra el pecado y contra el enemigo por medio de la Palabra de Dios.

La vida del creyente debe ser controlada por el Espíritu. No es una opción, sino un
mandato del Altísimo: “Déjense llenar por el Espíritu”, sin apagarlo (1 Tes. 5:19) y sin
contristarlo (Ef. 4:30). No para jactarnos de ser más espirituales o hacer una
demostración de dones espectaculares, sino para dar evidencia de que somos de
Cristo (Ro. 8:9).

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