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4 de Junio 2006

Domingo de PENTECOSTÉS

Ciclo B
Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos. De
repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el
cual llenó toda la casa donde estaban; y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Todos
fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablaran. Vivían entonces en Jerusalén
judíos piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Al oír este estruendo,
se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en
su propia lengua. Estaban atónitos y admirados, diciendo: -- Mirad, ¿no son
galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar
cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos,
elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto
y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de África más allá de Cirene, y
romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes,
los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
Hech 2, 1-11
Salmo 103
Envías tu espíritu,
y renuevas la faz de la tierra

¡Bendice, alma mía, al Señor! Señor,


Dios mío, mucho te has engrandecido;
¡Cuán innumerables son tus obras, Señor!
¡la tierra está llena de tus criaturas!
Envías tu espíritu,
y renuevas la faz de la tierra

Les retiras el aliento y expiran


y vuelven a ser polvo.
Envías tu espíritu, son creadas
y renuevas la faz de la tierra.
Envías tu espíritu,
y renuevas la faz de la tierra

¡Sea la gloria al Señor para siempre!


¡Alégrese el Señor en sus obras!
Dulce será mi meditación en él,
yo me regocijaré en el Señor.
Envías tu espíritu,
y renuevas la faz de la tierra
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero
de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar
donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los
judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo:
-- ¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado.
Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.
Entonces Jesús les dijo otra vez: -- ¡Paz a vosotros! Como
me envió el Padre, así también yo os envío.
Y al decir esto, sopló y les dijo: -- Recibid el Espíritu Santo.
A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados,
y a quienes se los retengáis, les serán retenidos.
Juan 20:19-23

Jerusalén. El Cenáculo

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