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“¡Muchachos!, estas historias que algunos medios están difundiendo por ahí sobre que
América quiere mantenerse al margen de esta guerra, que no quiere luchar, son un montón
de mierda. A los americanos tradicionalmente les ha encantado luchar. Todo verdadero
americano ama el rugir de la batalla […] No todos vosotros vais a morir. Solo el dos por
ciento de los que estáis hoy aquí morirá en combate. No se debe temer a la muerte. Con el
tiempo, la muerte le llega a todo hombre. Y todo hombre está asustado en su primera
batalla. Si dice que no lo está, es un maldito mentiroso […] Un ejército es un equipo. Vive,
duerme, come y lucha como un equipo. Todo este asunto de la heroicidad individual es un
montón de estiércol. […] Mis hombres no se rinden, y no quiero oír que ningún soldado
bajo mi mando ha sido capturado si no es porque lo han herido. Incluso si os hieren,
todavía podéis seguir luchando […] Todos y cada uno de los hombres de este ejército juega
un papel vital. Cada hombre es un eslabón vital de una gran cadena. […] Por supuesto que
queremos volver a casa. Queremos terminar esta guerra. La manera más rápida para
hacerlo es ir a por los bastardos que la empezaron. Mientras más rápido sean borrados del
mapa, más pronto volveremos a casa […] La guerra es un asunto sangriento y mortal.
Tendréis que verter vuestra sangre, o ellos tendrán que verter la suya. Desgarradles el
vientre. Dispararles en las entrañas […] De vez en cuando habrá quejas de que estamos
exigiendo mucho de nuestra gente. Me importan una mierda ese tipo de quejas […] Hay una
magnífica cosa que vosotros muchachos podréis decir una vez haya acabado la guerra y
estéis otra vez en casa. Podréis estar agradecidos que dentro de 20 años cuando estéis
sentados al calor de la lumbre con vuestro nieto en la rodilla y os pregunte que hicisteis en
la segunda guerra mundial, no tendréis que toser, cambiarlo de rodilla y decirle, «Bueno, tu
abuelito cargaba estiércol en Louisiana». No señor, lo podréis mirar fijo a los ojos y decirle,
«Hijo, tu abuelito marchó con el Gran Tercer Ejército y con un maldito hijo de puta llamado
George Patton». Eso es todo.”
Cuando creo mi propio puesto de trabajo quien se vende realmente soy yo. La oratoria
me permite venderme. Me convierto en el empresario de mí mismo. El mundo
moderno es el de la creación de las necesidades. El hombre primitivo tenía unas
necesidades, pocas, y las cubría a diario (supervivencia). Hoy, al tenerlas cubiertas,
debemos crear necesidades nuevas para ser realmente necesarios. Para ser necesario
debo inventar una necesidad a la que yo daré la solución que otros me comprarán. Steve
Jobs decía que para crear productos nuevos no se debía preguntar a los consumidores
qué necesitaban. Más bien al contrario, se les debía enseñar lo que iban a necesitar. Él
creía que el consumidor no sabe lo que necesita hasta que tú se lo enseñas. Nadie
necesitó un iPad hasta que él lo enseñó. Y lo hizo mediante una presentación de
producto (oratoria).
Uno de los productos de oratoria más importantes de la actualidad son las charlas
TED. Estas charlas TED son famosas porque mediante ellas, personas que
dominan un campo concreto, especialistas, exponen grandes ideas que merecen ser
compartidas y difundidas por el mundo. De hecho, el lema de estas presentaciones es
“ideas worth spreading”. El formato de18 minutos de presentación se ha estandarizado,
y se cree que es la mejor forma de presentar una idea ante alguien para convencerlo.
Hay libros acerca de cómo fabricar una charla TED que están basados en la oratoria y
en la retórica griega y romana.
En realidad, estas charlas no son un invento tan nuevo como parece, pues la oratoria
sigue teniendo el mismo objetivo que el que tuvo con la irrupción de la Historia en la
Antigüedad: la justificación de la desigualdad.