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5.

La oratoria en las arengas


La oratoria es la lucha por la razón pública entre los hombres libres. Es una
herramienta interna pero también externa, dirigida al pueblo y a los hombres no libres
para justificar la desigualdad. Es una herramienta que justifica la desigualdad en
las sociedades abiertas. Está presente la oratoria en géneros del discurso que sirven
para convencer a otros de acciones que deben llevar a cabo. Esas acciones son la
guerra, normalmente. El género más importante son las arengas. La arenga es un
discurso militar que tiene como objetivo infundir ánimo en las tropas ante una
batalla que se prevé complicada. Hay arengas modernas muy famosas. Un ejemplo
es la del general Patton al ejército norteamericano en el final de la II Guerra
Mundial en 1944:

“¡Muchachos!, estas historias que algunos medios están difundiendo por ahí sobre que
América quiere mantenerse al margen de esta guerra, que no quiere luchar, son un montón
de mierda. A los americanos tradicionalmente les ha encantado luchar. Todo verdadero
americano ama el rugir de la batalla […] No todos vosotros vais a morir. Solo el dos por
ciento de los que estáis hoy aquí morirá en combate. No se debe temer a la muerte. Con el
tiempo, la muerte le llega a todo hombre. Y todo hombre está asustado en su primera
batalla. Si dice que no lo está, es un maldito mentiroso […] Un ejército es un equipo. Vive,
duerme, come y lucha como un equipo. Todo este asunto de la heroicidad individual es un
montón de estiércol. […] Mis hombres no se rinden, y no quiero oír que ningún soldado
bajo mi mando ha sido capturado si no es porque lo han herido. Incluso si os hieren,
todavía podéis seguir luchando […] Todos y cada uno de los hombres de este ejército juega
un papel vital. Cada hombre es un eslabón vital de una gran cadena. […] Por supuesto que
queremos volver a casa. Queremos terminar esta guerra. La manera más rápida para
hacerlo es ir a por los bastardos que la empezaron. Mientras más rápido sean borrados del
mapa, más pronto volveremos a casa […] La guerra es un asunto sangriento y mortal.
Tendréis que verter vuestra sangre, o ellos tendrán que verter la suya. Desgarradles el
vientre. Dispararles en las entrañas […] De vez en cuando habrá quejas de que estamos
exigiendo mucho de nuestra gente. Me importan una mierda ese tipo de quejas […] Hay una
magnífica cosa que vosotros muchachos podréis decir una vez haya acabado la guerra y
estéis otra vez en casa. Podréis estar agradecidos que dentro de 20 años cuando estéis
sentados al calor de la lumbre con vuestro nieto en la rodilla y os pregunte que hicisteis en
la segunda guerra mundial, no tendréis que toser, cambiarlo de rodilla y decirle, «Bueno, tu
abuelito cargaba estiércol en Louisiana». No señor, lo podréis mirar fijo a los ojos y decirle,
«Hijo, tu abuelito marchó con el Gran Tercer Ejército y con un maldito hijo de puta llamado
George Patton». Eso es todo.”

Patton no destacaba por su elocuencia. Otra de las más importantes es la que


dirigió Churchill al pueblo inglés tras su toma de posesión como presidente de la
cámara de los comunes en Gran Bretaña. No es estrictamente una arenga militar, sino
política. Pero la dificultad del momento, con luchas políticas internas y la amenaza nazi
haciendo peligrar la democracia y la paz mundial hizo famosa a esta alocución que ha
sido titulada “Sangre, sudor y lágrimas”. En final dice así:
Tenemos ante nosotros un desafío de lo más doloroso. Tenemos ante nosotros muchos,
muchos largos meses de lucha y sufrimiento. Me preguntáis, ¿cuál es nuestra política?
Puedo deciros: es hacer la guerra, por tierra, por mar y por aire, con todas nuestras fuerzas
y con toda la fortaleza que Dios pueda darnos; hacer la guerra contra una monstruosa
tiranía, nunca superada en la lamentable historia de la criminalidad humana. Esa es
nuestra política. Me preguntáis, ¿cuáles son nuestros objetivos? Responderé con una sola
palabra: la victoria, victoria a cualquier coste, victoria a pesar de cualquier terror, victoria,
no importa lo largo y duro que el camino pueda ser; porque sin victoria, no hay
supervivencia.

Hagamos que se produzca; no habrá supervivencia para el Imperio Británico, no


habrá supervivencia para todo lo que el Imperio Británico ha defendido, no habrá
supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la
humanidad avance hacia sus metas. Pero tomo posesión de mis funciones con optimismo y
esperanza. Estoy seguro de que nuestra causa no fallará a los hombres. En el momento
presente me siento con derecho a reclamar la ayuda de todos, y digo, «venid entonces,
avancemos juntos con nuestras fuerzas unidas».

Hay arengas militares también en la actualidad: son las arengas deportivas.


Las arengas futbolísticas son muy famosas. Con el avance de la civilización y la
minimización o la sofisticación de la crueldad las arengas se transforman. Se debe
convencer de ganar un partido, pero también de ganar el voto (la democracia es el
cambio de gobierno sin verter sangre sobre la tierra) o de seguir en el poder
(presupuestos del Estado).

Las arengas militares son indirectas gracias a ala sofisticación de la guerra. La


llamada Guerra Fría es uno de los episodios más importantes de los últimos años. Esta
no ha derramado sangre, pero ha significado el derramamiento de dinero más
importante del mundo por la supremacía en el espacio exterior y en la defensa mediante
armas nucleares y escudos de defensa vía satélite. Fue llamada la guerra de las galaxias.
Enfrentó a EEUU y a la URSS y tan violenta fue que terminó por la destrucción de la
segunda y su segmentación en diferentes países, debido al elevado coste económico y al
derrumbamiento del comunismo. La conquista de la luna fue uno de sus episodios
fundacionales y John F. Kennedy se vio obligado a justificar el gasto en semejante
objetivo ante su país en un discurso memorable. En ese discurso dijo que gracias al
trabajo de todos los americanos se podría poner al hombre en la luna,
independientemente del trabajo que cada ciudadano ejecutase. De modo que cuando
Neil Armstrong pisase la luna, todos los estadounidenses, y por extensión los humanos,
estarían pisando a la vez el satélite. Tan convincente fue el presidente con ese discurso
que, tras pronunciarlo, y encontrándose este en La NASA de visita oficial para
supervisar los preparativos de la misión Apollo XI, dice la leyenda que se cruzó en uno
de los pasillos con un limpiador que fregaba los suelos de las instalaciones. Kennedy
preguntó al empleado cuál era su trabajo ese día en la NASA y este le respondió: “Estoy
ayudando a poner un hombre en la luna”.

6. La oratoria moderna: «el empresario de sí»


A pesar de que nuestro mundo ha llegado a tener una cierta sensación de paz
generalizada, la crueldad y la alegría siguen siendo los motores de la vida. La
crueldad simplemente se ha sofisticado. Pero sigue allí. Las guerras entre países se
hacen con armas a distancia (drones, bombas inteligentes) o con herramientas
financieras (cierre de cuentas y de crédito a países canallas, rogue states). A pesar de
que solo las vemos por televisión, el mundo sigue viviendo en permanente guerra.

Nuestra vida en las sociedades democráticas avanzadas también es una guerra, y lo es


porque vivimos en sociedades desiguales. Vivimos en una guerra civilizada, pero
guerra. Es la guerra de la justificación de la existencia personal. En las sociedades
abiertas (masivas) el objetivo de los individuos es justificar su necesidad. Nadie,
realmente, es necesario en una sociedad masiva. Por lo mismo, ya nadie muere
realmente de hambre en las sociedades occidentales. Los sistemas de cobertura de la
pobreza lo han hecho posible. Se puede ser pobre, pero al menos no se muere de
hambre. Las necesidades realmente básicas las han cubierto los estados garantistas de
derecho. Sin embargo, aspiramos a tener un empleo o más que un empleo: algo que nos
satisfaga y nos haga mejores que los demás (más ricos). Para acceder a la empleabilidad
se debe contar con una titulación y se deben pasar filtros de convencimiento de nuestra
necesidad. Estos pueden ser entrevistas de trabajo en el empleo privado por cuenta
ajena, oposiciones en el empleo estatal, o pueden tener otra forma en el empleo por
cuenta propia: la creación de tu propio puesto de trabajo.

Cuando creo mi propio puesto de trabajo quien se vende realmente soy yo. La oratoria
me permite venderme. Me convierto en el empresario de mí mismo. El mundo
moderno es el de la creación de las necesidades. El hombre primitivo tenía unas
necesidades, pocas, y las cubría a diario (supervivencia). Hoy, al tenerlas cubiertas,
debemos crear necesidades nuevas para ser realmente necesarios. Para ser necesario
debo inventar una necesidad a la que yo daré la solución que otros me comprarán. Steve
Jobs decía que para crear productos nuevos no se debía preguntar a los consumidores
qué necesitaban. Más bien al contrario, se les debía enseñar lo que iban a necesitar. Él
creía que el consumidor no sabe lo que necesita hasta que tú se lo enseñas. Nadie
necesitó un iPad hasta que él lo enseñó. Y lo hizo mediante una presentación de
producto (oratoria).

La oratoria es fundamental para convencer a los demás de nuestra


necesidad. Mediante la oratoria, puedo fabricar la sensación de escasez en los
compradores y puedo rellenarla con mis productos, servicios o soluciones, es decir,
conmigo mí mismo.

El esquema de la fabricación de necesidades es el esquema que los psicoanalistas


llaman la fantasía. Creo a las víctimas a las que luego salvo. Hay muchos ejemplos
audiovisuales (películas, series, etc.) de esto: los personajes de Clint
Eastwood, Breaking Bad son dos ejemplos. Esto no es una crítica de este sistema sino
una descripción. No parece que tengamos ninguna alternativa a este sistema. Por lo
tanto, debemos dominarlo para salirnos con la nuestra. Warhol decía que el arte es
salirse con la tuya. También decía que los negocios son el mejor arte. Que sin dinero no
hay arte posible. C. Tangana dice lo mismo, que los negocios no destruyen el arte, sino
que lo hacen posible.
El mundo empresarial es el que mejores ejemplos ofrece de oratoria. Dentro del
mundo de la empresa, las presentaciones tecnológicas, como las de Apple en Cupertino,
son de las mejores. Todo el mundo trata de aprender de ellas. Incluso es muy famoso
el discurso que Steve Jobs dio en la universidad de Stanford (California) en 2005,
en el que dio valiosas lecciones para el mundo empresarial.

Uno de los productos de oratoria más importantes de la actualidad son las charlas
TED. Estas charlas TED son famosas porque mediante ellas, personas que
dominan un campo concreto, especialistas, exponen grandes ideas que merecen ser
compartidas y difundidas por el mundo. De hecho, el lema de estas presentaciones es
“ideas worth spreading”. El formato de18 minutos de presentación se ha estandarizado,
y se cree que es la mejor forma de presentar una idea ante alguien para convencerlo.
Hay libros acerca de cómo fabricar una charla TED que están basados en la oratoria y
en la retórica griega y romana.

En realidad, estas charlas no son un invento tan nuevo como parece, pues la oratoria
sigue teniendo el mismo objetivo que el que tuvo con la irrupción de la Historia en la
Antigüedad: la justificación de la desigualdad.

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