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Ficha de lectura: Gran minería y conflicto.

Una perspectiva socioambiental del


modelo de desarrollo en Colombia. Mayo 2022

Por: Sebastián Solano, Andrés Ospino, Jose Hernández y Aldair Jiménez

Danilo Urrea es filósofo de la Universidad Nacional de Colombia - ATALC, y actualmente


trabaja como facilitador regional de Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe.

Tatiana Rodríguez Maldonado es politóloga con maestría en comunicación. Ha escrito


sobre múltiples temas de interés público, principalmente medio ambiente, ciudad, conflicto
armado y memoria histórica.

Los autores en el texto abordan sobre el extractivismo, una de cuyas expresiones es la gran
minería, ha significado para Colombia y para el resto de países del continente una vieja
historia de despojo y desolación. El despojo y la desolación son expresiones de los
conflictos territoriales socio–ambientales, provocados por la extracción.

Hay experiencias en las que la población reclama justicia y se niega a permitir actividades
extractivas mineras en sus territorios. En los departamentos de La Guajira y Cauca hay
conflictos ecológico–distributivos, de los que pueden extraerse reflexiones generales
orientadas al análisis de todos los territorios. En ellos se combinan elementos del modelo
minero prevaleciente en el país y se observan de manera clara los impactos y conflictos por
el agua.

El capítulo trata las experiencias en materia de conflictos ecológico–distributivos en estos


dos departamentos. Antes de comenzar es útil advertir que hablamos de conflictos
ecológicos.

En la administración de Juan Manuel Santos, lo que su gobierno había llamado la


locomotora minero–energética, derivada de ese antecedente, había hecho manifiestos
conflictos socioambientales muy específicos. La minería a gran escala es una de las
actividades industriales más impactantes para los territorios, las estructuras sociales y
económicas de los pueblos y para la vida misma de quienes habitan regiones donde ella se
instala. Guajira y Cesar, al norte de Colombia, han dejado a las comunidades y a la Nación
una vivencia de deterioro de sus territorios y de su economía. La Guajira es uno de los
departamentos con conflictos más graves por los efectos que tiene la minería del carbón
sobre el agua. Otros grandes proyectos de minería de carbón son El Descanso y La Loma,
en un departamento vecino, el Cesar.

El Cerrejón cuenta con depósitos de carbón que se hallan en una expansión de 69.000
hectáreas. El carbón térmico del departamento de La Guajira tiene elevados contenidos
caloríficos y, al igual que el de Cesar, tiene bajo contenido de cenizas y de azufre,
condiciones que lo elaboran apetecido por los mercados de Europa y norteamericanos. El
último, con 223 kilómetros, nace en la Sierra Nevada de Santa Marta, macizo de una
elevación de 5.775 metros sobre el grado del océano, y desemboca en el océano atlántico,
en el municipio de Riohacha, capital de La Guajira.

En La Guajira, la apropiación del agua se da alrededor de la actividad extractiva y produce


conflictos por competencia y usos. Sin embargo, aquello no es sólo lo que crea problema.
Los apartados en el escrito presentan el sentido del comportamiento empresarial en los
conflictos por el agua en La Guajira: las organizaciones piensan el agua sólo como un
recurso beneficioso y no poseen presente ni su trascendencia ambiental ni su costo social;
tampoco comprenden el agua como factor asociado a valores ancestrales y cosmovisiones
comunitarias.

Hay además serios problemas para el monitoreo de lo que pasa con las aguas subterráneas
como resultado de la explotación minera en el norte de Colombia. De otra parte, la cuenca
del flujo de agua Ranchería se estima un sistema hídrico integral y las afectaciones sobre
las aguas superficiales afectan en el recorrido de las aguas subterráneas. Los socavones de
explotación carbonífera, funcionando en la vida eficaz de la mina, tuvieron efecto en las
aguas subterráneas, generando contaminación y alteraciones en el periodo hidrológico,
puesto que, ejemplificando, los índices de evaporación se ven impactados por las
excavaciones.

Las sociedades afrodescendientes y nativos señalaban que a esta época se han perdido del
todo entre 8 y 10 arroyos y quebradas producto de la minería de carbón, entre ellos,
Bartolico y Araña e’ Gato. Esto ha podido comprobarse al ver lo ocurrido con los arroyos
de Aguas Blancas y Tabaco en el marco del apoyo de Censat Agua Viva y ejecución de
ocupaciones de recomposición de la memoria de las aguas en espacios de trabajo con las
sociedades afrodescendientes y nativos en La Guajira. Con la compra de terrenos a causa de
la organización minera, se ha cercado el territorio y aquello impide el paso de las
sociedades al flujo de agua en aquellos trayectos de las características ahora privadas.

Para las sociedades Wayúu, el flujo de agua representa la probabilidad de llegar al sitio de
tiempo libre luego del deceso, es centro de su cosmovisión. El conglomerado El Cerrejón
planteó en 2013 desviar el cauce del flujo de agua Ranchería para facilitar la ampliación de
la mina y la explotación carbonífera. La desviación del flujo de agua se proyectó en 26,2
kilómetros, para lograr sustraer 500 millones de toneladas de carbón que yacen bajo su
lecho. Conforme con la compañía, aquel trastorno involucra la obra de una totalmente
nueva represa, esta vez sobre el flujo de agua Palomino, tributario directo del Ranchería.

La férrea contraposición a la desviación del flujo de agua diseñó un debate nacional,


ocupaciones de resistencia y apoyo a causa de distintas empresas del territorio y de todo el
territorio. Nace a la privatización del flujo de agua y de sus aguas, al movimiento de las
sociedades nativos y afrodescendientes, lo cual en el lenguaje de las organizaciones y los
gobiernos es denominado reasentamiento, una vez que realmente responde al despojo de las
tierras de las sociedades y al cambio de las maneras de vida arraigadas a los países. Del
mismo modo, la toma de elecciones de las sociedades se condiciona con tácticas de
Responsabilidad Social Empresarial, que en última instancia representan el asistencialismo
y la suplantación del Estado en un simulacro de garantía y efectivización del derecho a
causa de los agentes trasnacionales.

El departamento del Cauca tiene una vocación mayoritariamente agropecuaria. Pese a que
persisten en enorme medida construcciones hacendatarias, se destaca la economía
campesina en buena parte de la región, con cultivos de café, yuca, caña de sacarosa y maíz
y además con la pesca, la ganadería y en algunas ocasiones, la minería ancestral. Se
adelanta en sitios como la cuenca del flujo de agua Patía, el flujo de agua Esmita y los
lechos de los ríos Ovejas y Cauca y fue el soporte de una cantidad enorme de familias
caucanas por bastante más de 400 años. Sin embargo, actualmente, las alzas y bajas en los
costos de los minerales han perjudicado sustancialmente su desenvolvimiento.

Un tema conflictivo por numerosas causas: es devastadora la nocividad de los químicos


mencionados, sus efectos en la salud de los seres vivos y de todo ser vivo. Además, ciertos
mineros ancestrales mencionan asegurar con los químicos la eficiencia económica, dada la
pérdida de procedimientos clásicos.

La minería ancestral, en regiones como el corregimiento de La Toma, municipio de


Suárez, existe ya hace siglos y se confronta al peor de los escenarios probables: por un lado,
en el discurso oficial se cataloga como ilegal –aun una vez que la Corte Constitucional ha
identificado su ancestralidad– lo cual la asimila a la minería de equipos al margen de la ley.

Sumado a esto último, los títulos mineros que entregan las autoridades respectivas para
investigación y explotación integran los nacimientos de agua. En la actualidad, entre los
municipios de La Sierra y La Vega, incrustados en el Macizo, existe una concesión por 30
años para el título minero HGI-08106X que cubre 3.633,76 hectáreas, a nombre de Carlos
José Romero Brugés7, para el análisis y explotación de cobre, oro, molibdeno, níquel,
cromo y demás concesibles. 2 proyectos poseen sitio en las veredas de Santa Lucía,
municipio de La Sierra, y la senda de Hueco Profundo, municipio de La Vega.

Los habitantes usan estas quebradas para el consumo de la casa, la producción agrícola y,
primordialmente, para la explotación artesanal de oro. En etapa de verano, el decrecimiento
en la disponibilidad de los caudales de las quebradas que abastecen el acueducto
comunitario para el consumo humano y el poco suministro de agua para uso agrícola son
preocupaciones manifiestas durante la crónica de la senda, empero que hoy se agudizan con
la existencia de las organizaciones mineras que necesitan ingentes porciones de agua para
su desempeño. Las diferencias se agudizan con la llegada de los proyectos mineros, puesto
que además de las ya existentes se configuran otras en relación con la aprobación o no de la
minería y se muestran contradicciones ante las promesas y ofrecimientos de las
organizaciones. Al ser más notorias aquellas diferencias, se esconden los conflictos
causados por el análisis y explotación de minerales en esta biorregión.

Los apartes anteriores presentaron casos específicos de la interacción entre agua y minería
en Colombia, además de otros componentes de problema y controversia.

Bibliografía: Roa, T., & Navas, L. M. (2014). Extractivismo. Conflictos y resistencias.


Bogotá DC: Censat Agua Viva.

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