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Amor Bandido
Amor Bandido
complejidad y al hecho de que está poco complejidad y por el hecho de que está poco
desarrollado y comprendido en las Ciencias Sociales. Identifica entonces, tres
expresiones conceptuales de la identidad en la historia social, que revelan diferentes
etapas de desarrollo de la humanidad: el sujeto de la Ilustración, el sujeto sociológico y
el sujeto postmoderno (cf. Hall, 2004).
Hall vislumbra aspectos de una escisión entre lo masculino y femenino, aún hoy
estudiamos en las sociedades contemporáneas, sin dejar de observar la prevalencia de lo
masculino en la formación de las identidades (cf. Hall, 2004).
De la idea de sujeto sociológico, nace de la identidad y del "yo". "El sujeto sigue
teniendo un núcleo interno o esencia que es el 'yo real', pero éste se forma y modifica en
un diálogo continuo con los mundos 'exteriores' y las identidades que estos mundos
ofrecen" (Hall, 2004: 11).
Para Hall, sin embargo, esta forma de identidad ata al sujeto a la estructura,
estabilizando tanto a los sujetos, como a los mundos culturales que habitan, haciéndolos
unificados y predecibles (Hall, 2004: 12).
Muchas de las mujeres traficantes, a pesar de ser conscientes de que su acto representa
transgresión de la norma penal y son conscientes del repudio social a la figura del
tratante, no se ven a sí mismas como delincuentes porque, para ellas, las identidades
relacionadas con la vida doméstica -madre, compañera, hija; que priman sobre las
relacionadas con su condición de tratantes. De hecho, en opinión de las mujeres
tratantes, sus múltiples identidades no están disociadas en su vida cotidiana, como se
observa en las palabras de una de las mujeres entrevistadas de una de las mujeres
entrevistadas:
Situaciones como ésta sugieren que los vínculos afectivos son los más importantes en la
vida de la mujer traficante, de forma y privaciones debido a la imposibilidad de estar
presente en momentos importantes de la vida de sus hijos.
Además de las condiciones bajo las cuales la vida es dada al hombre en la tierra y, en
cierta medida a partir de ellas, los hombres crean constantemente sus propias
condiciones que, poseen la misma fuerza condicionante que las cosas naturales. Todo lo
que toca la vida humana o entra en relación duradera con ella, asume inmediatamente el
carácter de condición de la existencia humana. Por eso los hombres, independientemente
de lo que hagan, son siempre seres condicionados" (Arendt, p. 18). seres condicionados
(Arendt, 2005: 17).
Las mujeres actúan en nombre del afecto, en la medida en que sus prácticas están
directamente relacionadas con su identidad en la relación afectiva. Por lo tanto, las
prácticas sociales de las mujeres en el contexto del narcotráfico no tienen los mismos
fundamentos representacionales que las prácticas masculinas, especialmente justificadas
aspectos financieros y la necesidad del hombre de establecerse como sujeto en un
determinado grupo social.
Se desarrolla así en torno a aspiraciones más estables que oscilantes. Esto concierne
sobre todo a la comprensión de que el amor debe ser desinteresado, al margen de los
cálculos de los intereses financieros, fiel y exclusivo, además de basarse en la
reciprocidad (Lipovetsky, 2000: 20).
Lipovetsky considera que esta visión del amor, que fomenta la verdadera inversión
femenina en búsqueda de la felicidad y la realización íntima (cf. Lipovetsky, 2000). Los
estereotipos del romanticismo sentimental, los tópicos del amor a primera vista, las
escenas de castos abrazos, de suspiros y miradas inflamadas, los sueños del hombre
cariñoso y rico se convirtieron en una evasión y consumo femenino de masas. Con ello,
un sentimentalismo azucarado sentimentalismo se generalizó, así como una ideología
que identifica a felicidad femenina y la realización amorosa (Lipovetsky, 2000: 26/27).
Las representaciones sociales que crean sobre el amor y los papeles que desempeñan en
las relaciones son el resultado de los intercambios simbólicos que tienen lugar en el
contexto social en el que viven.
Para comprender los papeles sociales que desempeñan en el amor y los papeles que se
espera que desempeñen en las relaciones amorosas.
Para entender los roles sociales de hombres y mujeres a partir de lo que se entiende por
amor, Anthony Giddens (1993) busca distinguir lo que él llama amor pasional y amor
romántico.
Para las mujeres, esta idea incompleta -"amor platónico"- está aún más densamente
reproducida en el sentido común, frente a la cultura de la supremacía de lo masculino
sobre lo femenino lo femenino, que se observa, sobre todo, a través de la "necesidad de
matrimonio" como algo que aporta sentido a la vida de una mujer.
Simone de Beauvoir afirma que "nadie nace mujer: se llega a serlo" (Beauvoir, 1980: 9).
En otras palabras, la identidad femenina es algo construido socialmente a partir de
parámetros culturales, incluidos los relacionados con una determinada idea de la
sexualidad reducida al papel de la reproducción. Por lo tanto, la mujer llega a existir a
partir del otro, que es el hombre, lo que en sí mismo da lugar a una idea de
complemento.
Si hay algo de cierto en la afirmación de Beauvoir de que nadie nace mujer, sino que se
convierte en ella, deriva del hecho de que se convierte en mujer, deriva del hecho de que
la mujer es un término en proceso, un devenir, una construcción de la que no se puede
decir con certeza que tenga un origen o un fin.
Como la mujer no tiene identidad propia, sino que la construye a partir del otro, es en la
diferencia que se establece la identidad del sujeto femenino. En el caso de las mujeres
narcotraficantes, la identidad de madre se reconoce cuando la mujer tiene un hijo o lo
adopta, la identidad de mujer -aquí en el sentido de esposa o compañera- cuando
mantiene una relación afectiva con un hombre, y la identidad de traficante por fuerza de
las determinaciones de la norma jurídica aplicada en el momento de la condena o incluso
antes, en el momento de la detención.
Consideraciones finales
Nuestra investigación se trata, por tanto, de un estudio guiado por las diferencias típicas
de las cuestiones relacionadas de cuestiones relacionadas con la subjetividad.
Las entrevistadas no parecen peligrosas y no viven siempre para delinquir a diario. Son,
de hecho, madres, hijas y compañeras que presentan las mismas características que las
otras mujeres: se disfrazan para esperar a sus maridos en los días de visita a la cárcel, se
preocupan por la salud y la seguridad sus hijos y hacen planes para el futuro.
Como sus prácticas están referenciadas por representaciones, tienden a actuar en nombre
de este afecto. Por lo tanto, comprobamos que existe, de hecho, una estrecha conexión
entre el amor y las prácticas femeninas prácticas relacionadas con las drogas.
Aunque hayamos verificado que la implicación afectiva con los hombres es una
característica común en las denuncias de las mujeres detenidas por tráfico de drogas,
entendemos que es en el ámbito de las diferencias donde se establecen las relaciones de
género en este contexto, porque cada sujeto aporta, en su historia de vida, una realidad
vivida, en la que, sentidos, significados y motivaciones muy específicas se establecen
sentidos y motivaciones muy específicos para sus prácticas sociales.
Las mujeres que entrevistamos están encarceladas por tráfico de drogas y, por tanto, son
identificadas legalmente como traficantes, como si sus como traficantes, como si sus
acciones relacionadas con las drogas fueran similares y homogéneas.
Con la experiencia de la cárcel, la mirada que ponen en todo lo que les ha pasado en la
vida ya no es la misma. Las representaciones que tenían sobre las experiencias afectivas
vividas y que influyeron en su comportamiento parecen transformarse frente a una nueva
realidad que se establece. Muchas están desilusionadas con el amor, otras quieren
distanciarse de los hombres que las han llevado a la cárcel, y otras, por el contrario,
refuerzan sus sentimientos hacia el hombre que aman.
Estas mujeres no comparten una realidad unificada. Son sujetos y, como tales, son
singularidades cuyas vidas conforman historias aún en construcción.