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Tiene una faz negativa, si existiera una mujer joven soltera en la familia, inmediatamente se enamora de
ella y se siente dueñ o. Es muy celoso y corre a cualquier pretendiente. Se pone malo si no lo hacen fumar
los viernes y puede traer desgracias al padre de la joven.
Historia:
El ekeko es una deidad venerada desde siglos antes de la conquista del territorio por los españ oles. Sus
seguidores creían que ahuyentaba la desgracia de los hogares y atraía la fortuna.
Se piensa que se originó entre los Tiwanaku, habitantes del altiplano boliviano y de las riberas del lago
Titicaca. Tras la conquista por los incas, estos adoptaron la deidad, y la convirtieron en símbolo de la
fertilidad y la buena suerte.
En sus inicios, el Ekeko era de piedra, jorobado, tenía rasgos indígenas y no llevaba ningú n tipo de
vestimenta: su desnudez era el símbolo de la fertilidad. En la colonia el culto a la deidad tomó nueva
fuerza y en La Paz (actual capital de Bolivia) durante el cerco que ésta ciudad soportó durante un
alzamiento indígena contra el control españ ol.
La Iglesia Cató lica intentó erradicar su culto en tiempos de la conquista, sin mayor éxito, aunque la
imagen llegó a sufrir ciertos cambios: fue vestida y sus rasgos cambiaron a los de un mestizo. Hoy en día,
existe en la sierra sur del Perú como en el occidente de Bolivia la creencia de que el ekeko es capaz de
conceder los deseos de sus seguidores si estos le ofrecen una copia de ellos en miniatura, y muchos tienen
en casa una imagen para que les resuelva los problemas, dejando dinero a su lado y manteniendo un
cigarro encendido en su boca, que só lo puede consumirse hasta la mitad. Las figuras que le ofrecen son de
cerá mica, metal o piedra, reproducciones exactas del objeto de sus peticiones: automó viles,
electrodomésticos y alimentos. Cuando se desea amor, se le entregan miniaturas de gallos y gallinas.
La deidad es conocida en los diferentes lugares del mundo donde colonias de emigrantes bolivianos han
extendido su culto. La figura del Ekeko tomó gran popularidad en la provincia de Buenos Aires
(Argentina) durante el periodo hiperinflacionario de los añ os ochenta. Allí sus adeptos lo tomaron como
una especie de patrono de la fortuna.