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Texto 1
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Carmelo Mesa-Lago
INTRODUCCIÓN
reserva, sino que nutren los ingresos fiscales. Por otra parte, los
gastos de seguridad y asistencia social, así como los de salud, se
cubren con asignaciones presupuestarias a los ministerios cen-
trales a cargo de dichos programas. El Ministerio de Trabajo y Se-
guridad Social (MTSS) administra tres programas: 1) pensiones de
vejez, invalidez y muerte (VIM), 2) asistencia social, y 3) coloca-
ción de trabajadores sin empleo y compensación por desempleo;
también supervisa el pago de los subsidios por enfermedad, mater-
nidad y riesgos ocupacionales. El Ministerio de Salud Pública
(Minsap) administra el sistema nacional de salud, totalmente fi-
nanciado por el presupuesto del Estado y gratuito; ofrece atención
de salud preventiva, curativa (médico, hospitalaria, rehabilitadora,
odontológica y medicamentos), tanto para enfermedades y acci-
dentes comunes como los derivados de riesgos ocupacionales, así
como maternidad; además, opera o supervisa instituciones asis-
tenciales (asilos de ancianos y minusválidos). Las empresas esta-
tales y mixtas son responsables de la concesión y el pago de las
licencias por enfermedad, maternidad y riesgos ocupacionales (sub-
sidios), con cargo a una cotización salarial que ellas administran.
El Ministerio de las Fuerzas Armadas (Minfar) y el Ministerio del
Interior (Minin) administran las pensiones y prestaciones mone-
tarias de sus empleados, con cargo a sus propios presupuestos; el
Minfar también opera hospitales propios. Los Órganos Locales de
Poder Popular (OPP) gestionan ciertas pensiones menores y todas
las prestaciones asistenciales (Enríquez, 1997; Lugo y Peñate,
1998; Gobierno, 2000).
A fines de los ochenta, la seguridad y asistencia social cubanas
se colocaban en el primer o segundo lugar de América Latina y del
campo socialista en cuanto a su cobertura poblacional y gratui-
dad, entre otras. Pero la crisis de los noventa, que alcanzó su pun-
to más álgido en el año 1993, generó en ese año una serie de
reformas económicas que se profundizaron en 1994-1995, si bien
su ritmo de avance disminuyó a partir de 1996. Las reformas detu-
vieron la caída en el PIB y fomentaron la recuperación económica
pero, en 2000, el PIB a precios constantes todavía se encontraba
15 puntos porcentuales por debajo del nivel de 1989 (basado en
ONE, 1998; BCC, 2001). La crisis ha tenido un efecto adverso en la
seguridad social, aunque el gobierno ha tomado una serie de me-
didas para evitar un deterioro mayor y continuar garantizando los
servicios esenciales a la población.
La Tabla 1 exhibe la distribución de los gastos de seguridad so-
cial (pensiones VIM y subsidios), asistencia social y salud, en el
período de 15 años entre 1986 y 2000; sólo se excluye la compen-
sación por desempleo por falta de información. El monto de cada
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Fuente: elaborada por el autor con base en MFP (2000, cuadros A.13 y A.14) y ONE
(2001); gastos per cápita estimados por el autor con base en serie de población de
ONE (2001).
Esperanza de vida
Edades de retiro
al año de retiro
Países Hombre Mujer Hombre Mujer
Argentina 65 60 13,5 21,3
Bolivia 65 65 12,1 16,8
Brasil 65 60 15,3 20,2
Colombia 62 57 16,2 21,7
Costa Rica 62 60 17,5 22,4
CUBA 60 55 19,5 25,7
Chile 65 60 14,5 21,8
El Salvador 60 55 18,1 23,9
Guatemala 60 60 17,8 19,9
Honduras 65 60 15,3 20,8
México 65 65 15,6 17,4
Nicaragua 60 60 18,3 20,5
Panamá 62 57 17,0 22,3
Perú 65 65 13,0 14,5
Rep. Dominicana 60 60 18,5 20,7
Uruguay 60 60 16,8 25,0
Venezuela 60 55 17,7 24,6
Fuente: Mesa-Lago y Bertranou (1998), y legislación posterior; esperanza de vida
en Cuba de ONE (2001).
Pensión
Gasto en Pensión
promedio Índice de
pensiones Número de promedio
per cápita precios al
(millones de pensionados per cápita
Años nominal consumidor
pesos (miles) real anual
anual (IPC)
corrientes) (pesos)
(pesos)
1989 1.043 1.072 973 1,4436 674
1990 1.121 1.133 989 1,5086 656
1991 1.173 1.174 999 1,8302 546
1992 1.286 1.218 1.056 3,5146 300
1993 1.377 1.273 1.082 6,5779 164
1994 1.445 1.311 1.102 5,5748 197
1995 1.504 1.352 1.112 2,9402 378
1996 1.533 1.355 1.131 2,8226 400
1997 1.535 1.356 1.158 2,9045 399
1998 1.593 1.364 1.168 2,9830 392
Fuente: gasto en pensiones y número de pensionados en 1989, de cuadro 2 y CCE
(1991), y en 1990-1998 de Peñate (2000b); IPC de Togores (su serie termina en
1998 y no es posible calcularla para 1999-2000); pensión media real calculada por
el autor.
ver Tabla 3), sólo estimados externos en años aislados que difieren
considerablemente, por lo cual no es posible calcular con preci-
sión la relación A/P. La Tabla 5 muestra los estimados del autor:
la relación A/P descendió constantemente de 6,6 por uno en 1970
a 2,5 a uno en 1998. Actualmente sólo hay un país en América
Latina (Uruguay) que tiene una relación A/P inferior, y dentro de
uno o dos decenios Cuba tendrá la más baja (Mesa-Lago y Bertranou,
1998). De acuerdo con Cepal (2000), la distribución porcentual de
las pensiones en 1998 era: 53% por vejez, 20% por invalidez y
27% por sobrevivientes; en el decenio de los noventa el número
de pensiones por vejez casi se triplicó y esa proporción crecerá en
los próximos 25 años.
CONCLUSIÓN
La reforma de la seguridad social cubana no estará exenta de
sacrificios, pero mejoraría la situación financiera, social y econó-
mica del país en el mediano y, especialmente, en el largo plazo. Si
no se acomete la reforma de manera integral y urgente, el déficit
continuará creciendo y se acelerará por la dinámica demográfica,
generando una carga fiscal mayor, un impacto adverso en el balan-
ce presupuestario, y la sustracción de recursos necesarios para la
inversión y el desarrollo. Más aún, la cobertura de la fuerza laboral
seguirá disminuyendo y el nivel real de las prestaciones continua-
rá deteriorándose.
Mientras más se demore la imprescindible reforma, mayor será
su costo fiscal, económico y social. De no cambiarse la situación:
a) la tasa de reparto puro, de acuerdo con la proyección de la OIT,
tendría que aumentarse al menos en 8 puntos porcentuales en
2020 y seguiría creciendo cada año; b) con base en la proyección
de la OIT, el Estado tendría que subsidiar el 40% del costo de las
pensiones de VIM en 2020, mientras que según el estimado del
autor, el subsidio fiscal para toda la seguridad social ya ascendía a
35-40% en 1998-2000, y c) la cotización equivalente al valor pre-
sente de las obligaciones futuras de sólo la pensión de vejez sería
casi igual al salario en 2010. El deseo de mantener una edad de
retiro más temprana, así como otras condiciones liberales de ad-
quisición, constituyen una quimera, pues no son financiables a
largo plazo y provocarían una erosión cada vez peor del nivel real
de las prestaciones.
Las medidas sugeridas en este estudio tendrían efectos benefi-
ciosos, especialmente a largo plazo: la extensión de la cobertura de
la fuerza laboral, la reducción del déficit de la seguridad social, el
apuntalamiento financiero-actuarial del programa, la mejoría del
nivel de las pensiones, y la creación de un fondo que, si se invirtie-
se adecuadamente, coadyuvaría al desarrollo económico.
El autor está consciente, sin embargo, de que sus recomenda-
ciones técnicas tienen implicaciones sociales y este tema ha sido
analizado en dos de sus trabajos recientes (Mesa-Lago, 1999; Mesa-
Lago y Müller, 2002). De ahí que, en sus asesorías en casi todos los
países latinoamericanos, haya recomendado la discusión pública
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BIBLIOGRAFÍA
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