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Bajo el ardiente sol limeño, me encontraba en la plaza de armas de Lima, actualmente el 28

de julio de 1821. Observaba con emoción contenida y una pizca de inquietud el nacimiento
de la República en el Perú. Yo José de la Riva-Agüero, un hombre de letras y político, me
encontraba en un momento crucial de definiciones históricas. Había sido nombrado
presidente de la Junta Gubernativa de 1821, una posición que me situaba en el epicentro de
los acontecimientos que sacudían mi amada patria.

En aquellos días, mi general, Don José de San Martín avanzaba inexorablemente hacia
Lima con su ejército libertador. La independencia, durante tanto tiempo un anhelo distante,
se hacía realidad con rapidez. La histórica proclamación de la independencia por fin iba a
suceder.

Hoy, el cual es el día más importante en mi querida patria y la trascendencia en nuestra


población hará que nuestro perú prospere sin los mandaros tan injustos y destructivos de
los españoles, me dirigí a la Plaza Mayor. La bandera nacional ondeaba al viento, y en
nombre del Congreso Constituyente, proclamó solemnemente la independencia del Perú.
Fue un acto que selló nuestro destino como nación independiente y soberana, un momento
que quedará grabado en la memoria colectiva.

No obstante, en medio del regocijo por haber logrado la independencia, sentía la pesada
carga de la incertidumbre. Mi visión de una transición ordenada y respetuosa con las
instituciones republicanas me ponía junto con las voces radicales que abogaban por la
revocación completa de la monarquía la cual hizo tanto daño a nuestros pobladores por tres
siglos.

Mi percepción sobre la independencia peruana fue compleja y ambivalente, y mi


participación política en el proceso de independencia estuvo marcada por mi nacionalismo y
ambiciones políticas, pero esto no quiere decir que buscaba mi bienestar propio. Mi visión
política pudo haber sido superada por los acontecimientos, pero mi compromiso con el Perú
y mi deseo de verlo libre y soberano guiaron cada uno de mis pasos en aquellos días
inolvidables. Mi legado, aunque breve, se funde con la esencia misma de la República del
Perú, esperando que mi patria crezca junto conmigo en el cargo de primer presidente en el
nuevo mandato en el poderío republicano.

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