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El renacer de la humanidad

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Pedro Estudillo

El renacer de
la humanidad
Por Pedro Estudillo

Año 2010

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El renacer de la humanidad

“Cada individuo, cada elemento del gran Universo y


cada parte del Uno pueden comprender al Todo y
llegar a servirse de Él para crear un mundo
infinitamente mejor”
Giordano Bruno.

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Pedro Estudillo

Prólogo

Año 2099; la población mundial alcanza ya los catorce mil millones de


habitantes.
Debido al inminente agotamiento del petróleo y del gas natural sobre el año
2040, la Confederación Mundial de la Energía logró que se aprobara en ese mismo año
la prospección, hasta entonces prohibida, de las regiones de Alaska y Siberia,
consideradas hasta ese momento reservas naturales de la biosfera, las cuales había que
proteger a toda costa, ya que, junto con lo poco que quedaba de la selva del Amazonas,
constituían las únicas grandes zonas del planeta donde aún se podía ver fauna autóctona
salvaje y libre del peligro que siempre supone la cercanía del ser humano. Los
yacimientos fueron muy numerosos y cuantiosos asegurándose de nuevo el
abastecimiento mundial durante al menos otros ciento cincuenta años. Sólo se
necesitaron veinte para acabar con el hábitat antes mencionado y, por tanto, con las
especies que lo habitaban, a pesar de todos los esfuerzos que se hicieron por evitarlo.
Como siempre, todo era cuestión de prioridades.
Al mismo tiempo, se había permitido que una sola empresa se encargase de la
explotación de estos nuevos yacimientos, consiguiendo así el monopolio total sobre la
energía mundial una vez que se agotaron el resto de yacimientos repartidos por el resto
del mundo. Los enormes intereses económicos que suponían dicha explotación, en
manos de las más poderosas naciones del mundo, provocaron la caída en el desarrollo

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El renacer de la humanidad

de las energías limpias alternativas, como la solar, la eólica o la obtenida del hidrógeno,
precipitando de esta forma la destrucción del, ya por sí, maltrecho medioambiente.

En el presente, el setenta por ciento de la población mundial se concentra en los


países desarrollados de Norteamérica, norte de Europa y Asia, por dos razones
fundamentales:
La primera, debido al abandono paulatino por parte de los países desarrollados al
tercer mundo, que se ha traducido en la desaparición total de gran parte de la población
de África, Sudamérica y parte de Asia, debido a las hambrunas, epidemias y a las
guerras entre pueblos por conseguir los, cada vez más escasos, recursos, como son el
agua y las tierras cultivables. Los más afortunados han conseguido emigrar al norte, y
muchos de ellos aún se dejan la vida en el intento.
En segundo lugar, debido al incremento de la temperatura, producido sobre todo
por el continuo aumento de los gases de efecto invernadero vertidos a la atmósfera, y
que han provocado la desertización de gran parte del planeta; la mitad de África, el sur
de Europa y Asia, casi toda Oceanía y parte de Sudamérica se han convertido en
regiones inhóspitas y tórridas donde sólo unos pocos son capaces de sobrevivir durante
parte del año. Por otro lado, la deforestación paulatina del planeta a raíz de la constante
búsqueda de tierras cultivables y de materia prima, también contribuyó a la
precipitación del desastre climático; del bosque amazónico sólo queda un diez por
ciento de lo que había hace cien años. Al igual que el aumento de la masa oceánica
provocado por el masivo deshielo de los polos, invadiendo casi la totalidad de islas
menores y penínsulas situadas en los límites de los bloques continentales con los
océanos. Hasta hace sólo unos sesenta años, las zonas costeras eran las más pobladas del
planeta; su rápida desaparición en apenas quince años, ocasionó una masiva emigración
hacia el centro, desarrollándose de esta forma las grandes metrópolis de la actualidad.

En estas descomunales urbes la situación no es mucho más afortunada. La vida


en los países desarrollados y civilizados se hace más insostenible por día. Las lluvias
son cada año más escasas; los períodos de calor han aumentado hasta siete meses al año,

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en los que el aire se hace prácticamente irrespirable; el polvo y la contaminación


agravan aún más la situación. Durante los restantes cinco meses, la poco agua que cae lo
hace de forma torrencial o en nevadas muy intensas, lo que dificulta enormemente llevar
una vida normal.
Todas estas adversidades climatológicas son combatidas convenientemente con
la tecnología, que ha conseguido que el ciudadano medio se pueda adaptar a estas
circunstancias tan extremas. Por ejemplo, las viviendas, cada vez más pequeñas y
apiladas en enormes moles de hormigón y acero, se encuentran totalmente aisladas del
exterior y climatizadas, al igual que todos los vehículos de transporte, ya sean colectivos
o particulares.
La mayoría de los ciudadanos no necesitan pisar la calle para ir a los lugares de
trabajo o centros comerciales a realizar sus compras y divertirse, ya que todos los
edificios de las ciudades se encuentran enlazados unos con otros a través de los medios
de transporte, convirtiendo a éstas en inmensas redes de carreteras y medios de
comunicación.
Además, gran parte de la población no necesita salir de sus domicilios para nada
gracias al teletrabajo, la telecompra y demás servicios ofrecidos a través de Internet, y
que gracias a los cuales tienen en todo momento cubiertas todas sus necesidades, ya
sean obligatorias o de ocio y entretenimiento. En definitiva, las ciudades se han
transformado en poderosos ordenadores por donde circulan a cada instante billones de
megabytes por segundo.

Los adelantos en la medicina han conseguido alargar la vida del individuo hasta
los ciento treinta años aproximadamente. Claro que sólo de aquellos que tienen una
posición acomodada o un trabajo estable. El resto pueden dar gracias si llegan a los
cincuenta; la mayoría mueren antes de alcanzar la vejez por diversas causas, como
neumonía, cáncer de piel, por algunas de las numerosas epidemias surgidas por el
aumento de la temperatura o simplemente por el calor o el frío; sin contar con la falta de
protección con que cuentan estas clases menos favorecidas y que facilita que se
autodestruyan entre ellos mismos en la lucha por la supervivencia.

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El renacer de la humanidad

Aun así, la población mundial asciende a cerca de catorce mil millones de


habitantes a los que hay que alimentar, transportar, abastecer, educar, curar, iluminar,
entretener,...

La producción de alimentos básicos, como son la carne, frutas y verduras, se


originan en inmensas naves de miles de kilómetros cuadrados donde podemos encontrar
vacas, ovejas, cerdos o gallinas confinados en minúsculos compartimentos de apenas un
metro cuadrado, o menos, para cada animal. O grandes extensiones de cultivo, también
en recintos cerrados, convenientemente climatizados e iluminados con luz eléctrica y
acondicionados para el fin que se persigue: la producción masiva de alimentos al menor
coste posible. Ni que decir tiene que la ingeniería genética está muy presente en todo el
proceso de producción para alcanzar los objetivos esperados.
Las grandes multinacionales dominan el cien por cien del mercado, dirigiendo a
la sociedad a su antojo. Ellos determinan lo que hay que comer, vestir, con qué
podemos entretenernos, donde debemos vivir, etcétera; no hay alternativa ni posibilidad
de escape. También ellos definen quién vive y quién muere; desde que hace treinta y
cinco años que el Senado de los Estados Desarrollados promulgase una ley que permitía
a dichas compañías acceder al código genético de sus trabajadores, se les dio la potestad
de decidir quienes podían ser aptos para trabajar y quienes no con solo un análisis de
sus cromosomas. A estos últimos se les condena a una muerte segura en las calles, ya
que sin trabajo tampoco tienen acceso a una vivienda ni a la salud pública,
convirtiéndolos en delincuentes, parias de la sociedad, hasta que encuentran la muerte
por algunas de las causas antes mencionadas, acabando así con su sufrimiento.
De todas formas, la gran mayoría de los ciudadanos no tienen problemas para
encontrar un trabajo en una de estas grandes compañías, ya que el noventa por ciento de
las parejas que deciden tener un hijo acuden a los genetistas que las mismas empresas
ponen a su servicio, los cuales ya se encargarán de que ese bebé se convierta en un
futuro obrero muy capaz de desempeñar las monótonas y aburridas tareas que se les
encomiende.

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Pedro Estudillo

En cuanto al agua potable, el ochenta por ciento se extrae del mar, utilizando
potentes desaladoras repartidas por todas las zonas costeras, con el inconveniente de que
éstas necesitan consumir una gran cantidad de energía para su funcionamiento; claro
que esto sólo supondría un obstáculo en caso de que ésta desapareciese...
Tan sólo los más ancianos son capaces de recordar como, en su juventud, la
gente acudía en masa a estas mismas playas, ocupadas ahora por la industria desaladora,
o a otras ya desaparecidas, para divertirse y emplear así su espacio de ocio, algo
impensable y totalmente imposible en la actualidad, donde esto sería un auténtico
suicidio. De ahí que, los más jóvenes, observen dicha práctica de la antigüedad con
asombro y cierta curiosidad.

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El renacer de la humanidad

Extracto del diario del capitán Douglas

3 de Marzo del 2105, era terrestre


3 de Marzo del año 5, era espacial

Todo comenzó la noche del 31 de Diciembre del 2099, aunque hacía mucho
tiempo que se esperaba algo así. El punto de partida fue la costa Este de los Estados
Unidos de Norteamérica. Ese invierno estaba siendo más frío de lo normal,
alcanzándose temperaturas de hasta cincuenta grados por debajo de cero en la ciudad de
Nueva York. Los potentes calefactores instalados en todos los edificios públicos y
viviendas particulares funcionaban a pleno rendimiento.
Debido a que la comunidad científica no llegó a alcanzar un acuerdo respecto a
cuándo debía comenzar el nuevo siglo XXII, unos opinaban que debía ser el uno de
Enero del año 2100 y otros que el mismo día del año 2101, hubo un gran debate
internacional (como si no hubiera asuntos verdaderamente importantes que debatir)
llegándose al compromiso de que éste comenzaría en el 2100, algo que ya se preveía,
aunque todos sabíamos que al año próximo se volvería a hacer otra gran fiesta de
celebración del principio de siglo.
La cuestión era que oficialmente esa noche se celebraba la entrada del siglo
XXII y para ello todas las ciudades habían preparado grandes festejos con montones de
luces y fuegos artificiales. En particular, a todo lo largo de la costa Este de Estados
Unidos se había construido un inmenso cartel luminoso de 100 kilómetros de largo
compuesto por un billón de focos halógenos de 200 vatios cada uno, donde se leía
FELIZ SIGLO XXII.

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La idea era que se encendiera a las cero horas del uno de Enero y sería
retransmitido desde el espacio a todo el planeta. Era el plato fuerte de la entrada de año
y todo el mundo esperaba verlo con impaciencia.
Pero lo cierto es que nadie llegó a verlo ni lo verá jamás. Justo a la hora
establecida, miles de ordenadores programados para tal evento repartidos por todas las
grandes ciudades de la costa Este dieron la misma orden: encender millones de lámparas
y demás artilugios electrónicos preparados para la celebración, con lo que se produjo un
colapso energético en las principales centrales eléctricas de la región que empezó
apagando todo Nueva York, ocasionando una reacción en cadena que dejó sin energía a
todo el mundo civilizado en menos de cuarenta y ocho horas.
El monopolio mundial al que estaba sometido todo el planeta por las empresas
suministradoras de energía, y que tanto había sido denunciado por la comunidad
internacional, por fin tuvo sus fatídicos frutos. Hacía algunos años, a alguien se le
ocurrió que por seguridad, todas las centrales eléctricas deberían estar conectadas unas
con otras, de manera que si alguna fallaba podría abastecerse temporalmente de las
otras.
La idea fue tan bien acogida (naturalmente, gracias al ahorro de coste que
suponía) que la conexión se realizó a nivel mundial tirando gruesos cables a lo largo y
ancho de los océanos Atlántico y Pacífico. El temor de todos los gobiernos de quedarse
sin la energía de la que tanto dependían les llevó a cometer el mayor de todos los errores
de la historia de la Tierra.
Si una central fallaba la siguiente se ocupaba del consumo de ésta, además del
consumo propio; a nadie se le ocurrió pensar que si el fallo se producía por un exceso de
consumo en varias centrales consecutivas al mismo tiempo, como así ocurrió esa noche,
se produciría un efecto rebote en el resto de la red ocasionando el desastre que pudimos
presenciar.

El acontecimiento se retransmitía desde la estación espacial Parinirvana, donde


nos encontramos, y desde donde fuimos testigos impotentes del espectacular apagón y
todas sus futuras y terribles consecuencias. Los satélites continuaron funcionando ya

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que eran autónomos, así como la misma estación, lo que nos permitió tener imágenes en
directo de lo que iba sucediendo.
No nos podíamos creer lo que estábamos viendo; en tan sólo treinta minutos toda
la mitad este de Norteamérica quedó a oscuras. En hora y media se extendió al resto del
continente Americano: Canadá, México, Brasil, todas a oscuras. Tan sólo podíamos
distinguir con nuestras cámaras las distintas explosiones que se producían en algunas
centrales, suponemos que por el fallo de las medidas de seguridad frente a sobrecargas.
También se veían muchos edificios dotados con sistemas autónomos de alimentación
ininterrumpida que iluminaban parcialmente a los mismos y mantenían en
funcionamiento algunos equipos informáticos.
El resto del mundo también pudo presenciar esta catástrofe gracias a las
imágenes que les retransmitíamos desde la estación; lo que no podían imaginar es que
no tardaría en alcanzarles a ellos también. Lo más trágico es que lo pudieron haber
evitado; tuvieron hasta ocho horas para cortar las conexiones con el continente
americano. Éstas estaban situadas en el Reino Unido, Japón y Australia; pero a nadie se
le ocurrió hacerlo y a las nueve y cuarenta y cinco minutos, hora de Nueva York, del
uno de Enero, la sobrecarga llegó primero a Tokio, de ahí pasó a China, India y todo el
continente asiático; dos horas más tarde entró en Gran Bretaña y alcanzó a toda Europa.
A las doce horas y cincuenta minutos llegó a Australia dejando sin electricidad al
continente oceánico y algunos países sudafricanos que también se encontraban
conectados.
En definitiva, habían sido necesarias menos de cuarenta y ocho horas para dejar
a todo el planeta desarrollado y civilizado sin el suministro energético del que tanto
dependían.
Los efectos no tardaron en producirse. El clima fue el factor determinante de la
masacre que presenciamos horrorizados desde nuestra privilegiada posición. Los
equipos autónomos de alimentación de que disponían algunos edificios, sobre todo los
oficiales, tan sólo alimentaban parte de la iluminación y algunos equipos informáticos,
pero no a las grandes maquinarias encargadas de climatizar el edificio, ya que éstas
consumían demasiada energía.

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El hemisferio norte vivía uno de los inviernos más duros de las últimas décadas,
soportando temperaturas por debajo de los sesenta grados bajo cero. En algunos lugares
como Rusia y Europa del Este los termómetros bajaban hasta los setenta y cinco grados.
Mientras, en el hemisferio sur, el calor se hacía insoportable; en la ciudad de Sydney se
alcanzaban los cincuenta y cuatro grados. Tan sólo en Australia contamos más de
quinientos incendios, algunos de grandes proporciones y lo mismo ocurría en toda la
mitad sur de Sudamérica y África.
Gracias a los satélites contábamos con imágenes de casi todo el planeta, pero no
podíamos contactar con nadie en la Tierra para contarles lo que estaba sucediendo y, al
mismo tiempo, nadie podía saber lo que estaba ocurriendo en otros lugares; estaban
sordos, ciegos y mudos. Y muy desesperados y asustados.
Pudimos comprobar como intentaban restablecer el funcionamiento de las
centrales menos dañadas sin éxito, ya que las condiciones climáticas hacían muy difícil
su acceso y, además, todo el mantenimiento de las mismas se hacía de forma
automática. Dependían unas de otras para su reparación; nadie había imaginado que
podían fallar todas a la vez.

El caos se desató primero en los países del hemisferio sur debido a que las altas
temperaturas son más difíciles de combatir. En cuanto faltó la climatización del aire y
fue suprimido el suministro de agua (también éste era automático), la población salió a
la calle desesperada en busca de un lugar donde poder refugiarse del asfixiante calor.
Los que vivían cerca de la costa acudieron a las playas; los del interior lo tuvieron más
complicado, en poco tiempo no quedó ni un metro de agua libre, piscinas, ríos,
embalses, se habían convertido en el objetivo de todos en un primer momento. Las
ciudades se colapsaron en pocas horas; los transportes colectivos estaban inutilizados ya
que las centralitas que los gobernaban no funcionaban y los privados también quedaban
inservibles en cuanto se les acababa el combustible o las baterías, al no poder repostar.
La comida no tardó mucho en escasear. La producción de alimentos se cortó en
cuanto se produjo el apagón y las conservas y congelados sólo duraban unos días en tan
elevadas temperaturas. En definitiva, sin agua potable ni comida y temperaturas

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superiores a cuarenta grados, sólo hicieron falta unas pocas semanas para acabar con los
cerca de seis mil millones de habitantes que se concentraban en la mitad sur del planeta.

En el hemisferio norte la situación fue muy distinta. El único problema en


principio era el frío intenso que no tardó en calar en el interior de los edificios. La
mayoría de la población intentaba defenderse provocando pequeños incendios en el
interior de las viviendas, ocasionando en muchas ocasiones más daños que beneficios,
produciéndose innumerables explosiones debido a las conducciones de gas; y en el
mejor de los casos, tan sólo era una solución provisional.
Gran parte de los ciudadanos intentaron huir en sus vehículos en busca de zonas
más cálidas, lo que provocó grandes atascos en todas las carreteras y ciudades de esta
parte del mundo. Tampoco aquí contaron con que no podrían repostar, así que a los
pocos días todo parecía un gran cementerio de coches cubierto de nieve.
El ochenta por ciento de la población murió congelada, otros muchos se mataron
los unos a los otros en las numerosas reyertas que se producían por las calles de las
ciudades por los escasos recursos que quedaban disponibles.
En aquellos momentos, el ecuador del planeta era la zona que mejores
condiciones climáticas presentaba, pero también era la zona del planeta más despoblada
debido a la enorme desertización que padecía desde hacía décadas y al intenso calor que
soportaba durante la mayor parte del año. En esta época las temperaturas eran más
suaves y se podían ver algunos núcleos rurales, sobre todo en el norte de África. Eran
poblados nómadas que vivían ajenos a la gran catástrofe que asolaba el mundo entero,
aunque desgraciadamente no tardarían en darse de bruces con la realidad, ya que, al
llegar la estación calurosa, bajaban al sur, y una vez allí, dependían de los recursos de
que disponían las grandes ciudades, alimentos, agua, cobijo, etcétera.

La Tierra, probablemente el planeta con más vida de todo el Universo; catorce


mil millones de habitantes, el setenta por ciento de ellos viviendo muy por encima de
sus necesidades; tan sólo habían sido necesarios unos meses para convertirlo en el
mayor cementerio de la Galaxia. Desde nuestra posición no podíamos saber con certeza

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si quedaban supervivientes, ya que las cámaras no podían captar el cien por cien de la
superficie del planeta. Sólo podemos decir que estuvimos durante cinco meses
rastreando todo lo que pudimos y lo único que vimos fue muerte y destrucción por todas
partes. Queremos pensar que aquellas poblaciones más primitivas establecidas en zonas
despobladas y marginales lograron sobrevivir.
Precisamente aquellas poblaciones a las que el mundo civilizado siempre les
había dado la espalda, dejándolas morir de hambre y miseria, podían ser ahora la llave
para una futura repoblación del planeta.

La vida en tierra firme se hacía muy complicada en estas condiciones climáticas,


tanto para el ser humano como para cualquier otra forma de vida animal o vegetal más o
menos desarrollada. Pensamos que la tecnología podía suplir de alguna manera a la
sabia naturaleza, y así lo hizo durante muchos años. Nuestra arrogancia y ambición ante
tanto poder ha supuesto al fin nuestra destrucción. Una lección muy cara que espero no
olviden las futuras generaciones, si es que las hay.
Por fortuna, la mano del hombre no llegó a contaminar del todo los océanos, y
éstos estaban llenos de vida, así que podemos contar con que el planeta no murió con el
ser humano. Con el tiempo volverá a ser una tierra fértil y repleta de vida. En esta
batalla del hombre contra la naturaleza los únicos perdedores somos nosotros y el resto
de especies a las que hemos arrastrado en nuestra caída.

Por desgracia para nosotros, la tripulación de la estación Parinirvana, ese tiempo


necesario para que se estabilizara el clima del planeta era demasiado largo, así que se
nos planteaba una seria cuestión: ¿qué hacer?
La estación espacial disponía de ocho lanzaderas con las que poder volver a la
Tierra y aterrizar manualmente, pero tendríamos el problema de que no podríamos
volver a despegar para regresar a la estación y, francamente, a nadie le apetecía
quedarse en esas condiciones en el que había sido nuestro hogar desde siempre.
Estudiamos la forma de reponer la energía en algunas zonas menos dañadas pero, sin

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El renacer de la humanidad

conocer exactamente los daños, era muy complicado y arriesgado y no se podía obligar
a ningún miembro de la tripulación a aventurarse en un viaje sin retorno.
Así que la única opción viable que se nos planteaba era la de quedarse
exactamente como estábamos, sin poder hacer nada.
Al final, la más ambiciosa apuesta de toda la humanidad civilizada, la
construcción de la estación espacial Parinirvana, totalmente autónoma y capaz de viajar
por toda la Galaxia, se había convertido en su herencia y nosotros, sus tripulantes, en los
únicos beneficiarios.
Por fortuna, la estación se encontraba prácticamente finalizada y disponíamos de
todo el material necesario para los pequeños retoques que aún faltaban para su completo
funcionamiento.

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Extracto del diario del capitán Douglas

25 de Marzo del Año 5, era espacial


Estación espacial Parinirvana

“Parinirvana” es un término en sánscrito que literalmente significa “extinción


total”, lo que parece muy premonitorio, aunque la intención de Ian Jefferson, director de
la Agencia Espacial Internacional, cuando lo propuso era muy distinta. La palabra
Parinirvana se utiliza en la religión budista y se refiere normalmente al estado de
emancipación perfecta y libre de la rueda de la vida y la muerte en que todo ser humano
estamos inmersos, alcanzado por el Buda después de su muerte terrenal.
El budismo se había extendido increíblemente por todo el mundo desde
principios del siglo XXI, aunque, eso sí, un budismo muy occidentalizado surgido a raíz
del budismo Zen que entró en occidente en el siglo XX de la mano de algunos maestros
japoneses o que habían estudiado en Japón. El hecho es que el carácter espiritual de esta
religión llegó a calar muy hondo en una sociedad muy escarmentada de otras religiones
plagadas de dogmatismos y doctrinas pero que no hacían nada por acabar con las
miserias de este mundo, más bien todo lo contrario, se habían adaptado de tal manera al
capitalismo y a la globalización total que reinaba en el planeta, que ya formaban parte
de ella.
Todas las grandes religiones habían sucumbido a su cara más oscura quedando
totalmente desconectadas de la fuente que les proporcionó su espíritu original; pero,
como dijo un antiguo maestro Zen, “el espíritu no puede nunca ser completamente
cercenado, se reafirmará a sí mismo continuamente, y si una gran religión deja de
ofrecerle el alimento, se irá a cualquier otro sitio”.

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El renacer de la humanidad

Y efectivamente así ocurrió; la sociedad, harta de tanta hipocresía y hambrienta


de grandes verdades, encontró en las palabras y en la sabiduría de los maestros Zen un
refugio donde saciar su apetito espiritual. De esa forma empezaron a proliferar los
centros Zen convirtiéndose el budismo en la religión más extendida del planeta. De
hecho, la mayoría de la tripulación de la estación, lo practicamos.

Cuando el director de la Agencia bautizó a la estación espacial con el nombre de


Parinirvana quería hacer referencia a un renacer de la humanidad a raíz de un proyecto
conjunto tan importante y descomunal como era la construcción de esta inmensa
estación espacial, capaz de albergar en ella toda una civilización y hacerla llegar a
cualquier rincón de la Galaxia.
El proyecto se inició en el año 2020 con la fundación de la Agencia Espacial
Internacional, fruto de la fusión de la antigua NASA con la Agencia Espacial Europea.
Unos años antes se había finalizado la construcción de la llamada Estación Espacial
Internacional que serviría de base para la realización de la Parinirvana. En un principio,
ésta, sólo pretendía ser una estación estática más, eso sí, mucho mayor que su
antecesora y capaz de albergar grandes plantaciones de cultivos y granjas enteras con la
idea de autoabastecerse para poder permanecer en ella períodos de tiempo más extensos;
incluso se proyectó establecer aquí una comunidad entera de familias que se encargaran
de su cuidado y mantenimiento. Lo cierto es que parecía una alternativa bastante buena
a los problemas de desertización y climáticos que empezaba ya a padecer la Tierra.
El reto consistía en crear una fábrica de alimentos universal para abastecer a
todo el planeta sin necesidad de utilizar los recursos energéticos tan costosos y
contaminantes de la Tierra. El agua y el oxígeno se extraían del espacio, lo que parecía
ser una fuente inagotable, así como la energía solar necesaria para los procesos de
fotosíntesis y bioquímicos.
En el año 2052, un equipo de investigadores rusos descubrieron la forma de
transformar la radiación gamma existente en el universo en energía aprovechable. Esta
radiación de carácter electromagnético es la más energética del espacio exterior, con un
poder de penetración considerable; aprovechando estas cualidades se construyeron

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grandes reactores que, una vez en el espacio, poseían una autonomía total e infinita, ya
que la radiación gamma se encuentra en todo el universo conocido.
Este descubrimiento dio un giro de ciento ochenta grados a la carrera espacial.
No tardaron en construirse sondas de todo tipo capaces de viajar por toda la Galaxia, a
estrellas y planetas remotos y a una velocidad hasta entonces jamás soñada.
Como era de esperar, la Agencia también se hizo eco de este descubrimiento y el
proyecto de la estación espacial se amplió enormemente; ya no sólo se trataba de
construir una simple estación que orbitara alrededor de la Tierra; ahora se hablaba de
toda una nave espacial tripulada y lista para viajar por todo el Universo. Como siempre,
la realidad superaba a la ficción; en vista del nuevo proyecto que se acometía, las
grandes superproducciones de Hollywood de ciencia ficción parecían un juego de niños.
Fue entonces cuando la estación fue bautizada con el nombre de Parinirvana y su
capacidad fue ampliada de los treinta mil metros cuadrados que tenía en un principio
hasta los cuarenta mil metros cuadrados de superficie con los que cuenta en la
actualidad. Una de las últimas aportaciones que se hicieron, cinco años antes del
desastre, fue la instalación de doscientas cámaras de hibernación; a pesar de que esta
técnica para alargar la vida de un ser humano aún no había sido perfeccionada ni
probada convenientemente; pensaron que éste sería un lugar perfecto para hacerlo.

En definitiva, la estructura de la nave quedó de la siguiente manera: se encuentra


dividida en cuatro plantas; la primera y más baja alberga los almacenes de
abastecimiento y excedentes en general, los talleres, la maquinaría que produce y
distribuye toda la energía de la nave así como las grandes cisternas donde se produce el
agua para el consumo y los cultivos y, por último, los reactores gamma para el
desplazamiento.
En la segunda planta se encuentran los laboratorios, las cámaras de hibernación,
los invernaderos con todo tipo de cultivos y las granjas.
En la tercera están las residencias de los habitantes de la nave; hay habitáculos
desde treinta metros cuadrados hasta otros de cien metros cuadrados. También en esta
planta se encuentran los salones de entretenimiento, como cines, parques para niños

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El renacer de la humanidad

pequeños y salas de juegos y todo lo necesario para la vida en comunidad, comedores,


cafetería, escuelas, hospital, etcétera; todo ello construido con la más moderna
tecnología existente en el momento.
Por último, la cuarta planta es la más pequeña de todas y en ella tenemos la sala
de control, los hangares con sus lanzaderas y los modernos radiotelescopios capaces de
escudriñar toda la Galaxia.
La nave puede albergar una población total de quinientas personas activas y
doscientas hibernadas, aunque en el momento del desastre en el planeta Tierra sólo
éramos ciento cincuenta habitantes, entre técnicos de mantenimiento, astronautas,
pilotos, científicos y varias familias que habían sido seleccionadas de entre miles de
voluntarias que deseaban experimentar la vida en el espacio. Todas fueron bien
entrenadas en alguna especialidad y se dedican al cuidado de los cultivos, las granjas, y
demás servicios de la nave.
En la actualidad, cinco años después de la partida, nuestra gran familia ha
aumentado en cinco miembros más y, afortunadamente, no ha habido ninguna
defunción. Nuestra población es joven, el mayor soy yo, el capitán, con cincuenta y
ocho años; el resto no pasan de los cuarenta y cinco.
Y por supuesto no podemos olvidar algo tan importante como la población
animal con la que contamos. La granja está formada por ciento ocho vacas, cincuenta
terneros, ciento sesenta y dos ovejas, doscientos cerdos y más de mil gallinas, así como
varios perros y gatos como animales de compañía. Además, los laboratorios cuentan
con numerosos cobayas y algunos chimpancés para experimentación.
El control de la población animal en las granjas debe ser muy estricto, ya que de
ello depende en gran parte nuestra supervivencia. No podemos permitir que bajen de
cierto número ni tampoco que lo sobrepasen. Por fortuna disponemos de una tecnología
genética muy avanzada que nos permite controlar todos los nacimientos a voluntad. En
un futuro es más que probable que tengamos que utilizar también estos procedimientos
para controlar la población humana; en la nave todo está contado y muy limitado, no
nos podemos permitir el lujo de crecer demasiado y tampoco nos gustaría perecer todos

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Pedro Estudillo

sin ver cumplido nuestro sueño: encontrar un planeta habitable donde poder extender de
nuevo nuestra civilización procurando no cometer los errores del pasado.
Todos sabemos, aunque no solemos hablar de ello, que tenemos muy pocas
probabilidades de encontrar un planeta compatible con nuestra forma de vida, pero
albergamos la esperanza de que futuras generaciones sí lo consigan.

La decisión de salir al espacio exterior y alejarnos de nuestro planeta no fue nada


fácil. Durante un año estuvimos orbitando la Tierra, estudiando distintas posibilidades.
Desde el principio éramos conscientes de lo que teníamos que hacer, pero se hacía duro
tomar la decisión de abandonar para siempre el único hogar que conocíamos y el único
hogar que había conocido la humanidad desde su nacimiento. Al final comprendimos
que la mejor solución era utilizar la Parinirvana para el fin que se había construido,
viajar por toda la Galaxia.
El quince de febrero del año 2101 pusimos en marcha los reactores y marcamos
el rumbo a la estrella más cercana al sistema solar, Próxima Centaury, a 4´2 años luz.
Sabíamos que no existía ningún planeta que la orbitara, pero nos serviría de referencia,
ya que desconocíamos la velocidad exacta que podía alcanzar la nave y las condiciones
que nos encontraríamos fuera de nuestro sistema solar; todo era nuevo para nosotros.
Lo primero que pudimos comprobar con cierto alivio, fue que la radiación
gamma constituye una fuente de energía excepcional, no sólo para alimentar los
reactores, sino también para el consumo de toda la nave, que hasta el momento había
sido suministrado por nuestro sol. No sabíamos con seguridad si al alejarnos de él
podríamos mantener los mismos niveles de consumo ni por cuanto tiempo. Nos
llevamos una grata sorpresa cuando comprobamos que los generadores gamma
producían incluso más energía que las placas solares, y, de momento, lo digo cruzando
los dedos, parece que es una fuente de energía inagotable, tal y como se había predicho.
Al mismo tiempo pusimos todos los radiotelescopios trabajando al cien por cien
de su capacidad, cada uno buscando en un rincón distinto de la Galaxia, posibles
sistemas planetarios hacia los que poner rumbo.

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El renacer de la humanidad

Al principio nos llevamos una gran decepción con la velocidad máxima que
alcanzaban los reactores, unos escasos quinientos mil kilómetros por hora. Así nos
llevaría siglos llegar a cualquier parte; pero conforme nos íbamos alejando del centro de
gravedad del sistema solar, la velocidad fue aumentando considerablemente hasta
alcanzar unos asombrosos diez mil kilómetros por segundo aproximadamente; esto
ocurrió después de unos diez meses volando a través del sistema solar. Unos días antes
habíamos dejado atrás Plutón, del que tomamos unas imágenes maravillosas; es curioso
pensar que hace algunos años, los astrónomos de la Tierra hubieran dado lo que fuera
por imágenes como éstas, y sin embargo ahora carecen de toda importancia para
nosotros. Aun así, nuestros científicos han tomado el mayor número de datos posibles
de los planetas del sistema solar y sus lunas a los que nos hemos aproximado; nunca se
sabe y, pensándolo bien, independientemente de que sirvan o no para algo, ése es su
trabajo y todos debemos mantenernos ocupados en algo.
Como iba diciendo, una vez que pasamos Plutón, la velocidad de la nave empezó
a aumentar de forma brutal. Fueron momentos muy tensos; parecía que no iba a parar
nunca de aumentar, y para colmo de males nos estábamos aproximando peligrosamente
al cinturón de Kuiper, una densa nube de asteroides, muchos de los cuales tenían el
tamaño suficiente como para desintegrarnos si nos cruzábamos en su camino.
Al final la velocidad se estabilizó en unos diez mil kilómetros por segundo y,
una vez que nos adentramos en el cinturón de asteroides, comprobamos con alivio que
las distancias que los separaban eran mayores de lo que parecía en un principio y,
afortunadamente, el sistema de conducción automática de la nave disponía de
dispositivos muy sofisticados que funcionaban a las mil maravillas.

De momento no hemos tenido ningún contratiempo serio, aunque en más de una


ocasión hemos tenido que aguantar la respiración al pasar a pocos kilómetros de algunos
asteroides gigantescos, y aún no podemos cantar victoria ya que nos encontramos
inmersos en plena nube de Oort, el cinturón de asteroides que conforma los confines del
sistema solar. Aquí los asteroides parecen más pequeños, pero de vez en cuando
detectamos algunos bloques de hielo que podrían hacernos mucho daño en caso de una

22
Pedro Estudillo

colisión. Y lo peor es que parece interminable, llevamos ya más de un año


atravesándolo y nuestros telescopios no detectan su fin.
Siempre hemos sabido de la inmensidad del Universo, pero hasta ahora que nos
encontramos inmersos en él no nos damos cuenta de que la realidad supera en mucho
todo lo que habíamos imaginado. A pesar de la velocidad tan escalofriante a la que
viajamos, jamás soñada por ningún ser humano, miramos por las ventanillas de la nave
y da la impresión de que no nos movemos. Si no fuera por los asteroides con los que nos
cruzamos de vez en cuando parecería que nos encontramos inmóviles en medio de la
nada.

Los habitantes de la nave, por lo general, eludimos hablar del tema, pero todos
sabemos que nunca más volveremos a pisar tierra firme; si la velocidad se mantiene,
aún tardaríamos unos ciento veinticinco años en aproximarnos a Próxima Centaury, y ya
sabemos que esta estrella no es orbitada por ningún planeta; es una de las estrellas más
pequeñas que se conocen, con una masa diez veces menor que la de nuestro sol. A partir
de ahí ni siquiera nos hemos planteado donde dirigirnos. Conocemos cientos de estrellas
que poseen planetas a su alrededor, pero las distancias son tan enormes que nos da
pereza incluso ponernos a pensar en ello; eso es algo que deberán de debatir nuestros
hijos.
Aunque quién sabe, algún día nos dará por utilizar las cámaras de hibernación
que posee la nave. De momento todos somos jóvenes y nadie quiere oír ni hablar de
ello; ni siquiera sabemos si funcionarán correctamente, se trata de una tecnología muy
novedosa y tan sólo se han hecho algunos experimentos con animales menores durante
cortos espacios de tiempo. En la actualidad tenemos un par de cerdos hibernados desde
hace dos años y sus constantes vitales parecen positivas; todo hace pensar que podrían
seguir así durante muchos años, lo que no sabemos es como despertarán, si lo hacen
algún día. La idea es dejarlos así el máximo tiempo posible, justo hasta cuando
empecemos a plantearnos la hibernación de alguno de nosotros, y considerando que el
mayor soy yo con cincuenta y ocho años y que aún me pueden quedar más de cincuenta
o sesenta años de vida saludable, creo que esos dos cerdos van a dormir durante mucho

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El renacer de la humanidad

tiempo; a no ser que se presente algún voluntario aburrido de la monótona vida en la


nave. Por lo que a mí respecta, no pretendo en absoluto ser eterno; cuando mi tiempo
expire, otros ocuparán mi lugar, como ha venido ocurriendo desde el principio de todos
los tiempos en el Universo, donde cada fenómeno ha tenido, tiene y tendrá su lugar y su
época donde existir y, una vez transcurrido éste, sólo queda lo desconocido. Cuando
llegue mi hora, me sentiré orgulloso de contribuir a la continua transformación que se
produce en la materia desde antes del nacimiento de todo lo conocido. Quién sabe,
quizás algún día, ésta se vuelva a transformar en otra conciencia capaz de recordar todo
lo hasta ahora acontecido.
Nadie sabe lo que nos deparará el futuro.

24
Pedro Estudillo

Nave Parinirvana
Dos mil años después

– “...Nadie sabe lo que nos deparará el futuro”. Y esto es todo –concluyó Elena
después de cerrar el diario que tenía entre sus manos.
– Una historia impresionante –contestó Pet–. Parece increíble que seres humanos
como nosotros propiciaran los hechos que el capitán describe. Es una pena que en esas
viejas cámaras de hibernación sólo se sobreviviera durante siete años; sería fascinante
escuchar el relato de todo lo que ocurrió de su propia voz.
– Quizás sea mejor así; si esas cámaras funcionasen bien, igual no estaríamos
aquí ni tú ni yo para escucharlo; recuerda que la nave tiene un límite de población muy
estricto. Además, ya has oído lo que opinaba el capitán sobre esa absurda idea que
tienen muchas personas de sobrepasar los límites de la muerte. Recuerda: nada es
eterno, y así debe seguir siendo.
– Es verdad, como siempre, tienes razón. Pero hay dos cosas que me intrigan
mucho del capitán Douglas. La primera es por qué se empeñaba en escribir en ese libro
en vez de hacerlo como todo el mundo en una agenda digital; incluso en aquella época
ya nadie utilizaba el papel, que yo sepa.
– Eso te lo puedo explicar –respondió Elena–. El capitán era una persona muy
clásica; él tenía el convencimiento de que el desarrollo y las nuevas tecnologías
aumentaban la desintegración de las personas y las alejaban cada vez más de la
felicidad.

25
El renacer de la humanidad

– Y ahora es cuando viene ese rollo de la felicidad con mayúsculas del que tanto
te gusta hablar, ¿no es así? Supongo que lo aprendiste de él.
– Tranquilo cariño –continuó Elena un poco enojada–, ya sé lo que te aburren
mis sermones. Y para que lo sepas, el capitán Douglas no pretendía dar ninguna lección
con su diario, ya que, en primer lugar, lo que dices de la felicidad no se aprende, sino
que se comprende, aunque dudo que entiendas la diferencia; y en segundo lugar es
difícil aprender nada del capitán porque apenas dejó nada más escrito.
– No te enfades mujer, ya sabes que a mí en el fondo sí que me gusta escucharte.
Por cierto, precisamente eso es lo segundo que me intriga de ese hombre. ¿Por qué dejó
de escribir repentinamente? Que se sepa, vivió hasta los ciento veintiocho años.
– Sí, así es. Murió el trece de octubre del 2175 de la era terrestre o en el año
setenta y cinco de la era espacial, como se le pasó a llamar después. No te puedo
contestar a tu pregunta porque no lo sé. Supongo que sería porque no habría mucho más
que escribir.
» Ten en cuenta que esto no es un diario en el que escribiera todos los días. Al
parecer lo escribió todo en unos pocos días como mucho. Mi idea es que, después de
cinco años viajando, pensó que sería mejor relatar todo lo que pasó en la Tierra para las
futuras generaciones, antes de que se olvidara para siempre. Además todos los
acontecimientos dignos de mención durante el vuelo aparecen en el diario de
navegación tal como se sigue haciendo ahora. Y, aunque las imágenes están grabadas,
supongo que él se fiaría más de la palabra escrita. Ésta permanecerá siempre inalterable
frente a posibles pérdidas de energía, al contrario de lo que ocurre con cualquier registro
electrónico, los cuales necesitan irremediablemente de la energía para poder ser
consultados. Como ves, este hombre pensaba en todo.
– Se nota que lo admiras. Lo que no entiendo es cómo lo conoces tanto si apenas
escribió nada.
– Él no –respondió Elena–; pero sí su hijo Martín, el que le sucedió en el cargo.
No es que escribiese directamente sobre él, pero sí que hacía muchas alusiones a su
padre en el diario de navegación. A través de esas grabaciones es como he podido
comprender bien la naturaleza del capitán Douglas y su forma de pensar.

26
Pedro Estudillo

» Si lo admiro es porque era una persona de gran espiritualidad y de una virtud


intachable. Si todo el mundo fuera como él no hubiera pasado lo que pasó en el planeta
Tierra, te lo puedo asegurar.
– Y dime una cosa, si tan poco aprecio le tenía a la tecnología tu superhombre,
¿cómo demonios se convirtió en capitán del proyecto más moderno y ambicioso de todo
el planeta? –replicó Pet sarcástico.
– Pues, en primer lugar, listillo, mi superhombre no era un simple ingeniero de
radiotelescopios –contestó Elena aludiendo directamente a la labor que ejercía su
marido–, sino que era ingeniero superior en física teórica y practica, siendo el primero
de su promoción, había obtenido varios masteres sobre ingeniería espacial y además
hablaba doce idiomas; era una de las personas mejor preparadas del mundo y con gran
prestigio entre todos los ciudadanos por su implicación en proyectos de ayuda a los
desamparados.
» Y en segundo lugar –continuó algo más seria Elena–, quiso hacerse cargo de la
nave porque parecía que preveía un final así. Él sabía que en el planeta no podía hacer
gran cosa por mejorarlo, estaba todo demasiado corrupto y dominado por el poder
político y por las grandes empresas que controlaban el destino de cada ser humano; así
que pensó que podía hacer de esta nave su pequeño proyecto personal.
» Para él la Parinirvana era como una especie de mini-ciudad a la que podría
preservar de toda la corrupción y contaminación del planeta. De hecho, toda la
tripulación y personal civil habían sido seleccionados por él personalmente. Tenía fama
de ser muy duro e intransigente en las entrevistas y dejó fuera del proyecto a hombres
muy importantes y bien preparados.
– Vaya, y eso por qué –preguntó Pet algo más interesado.
– Porque el capitán, más que en el currículo y en la preparación académica, se
fijaba en la moralidad de las personas, en su forma de ser y en sus convicciones, sus
creencias religiosas y cosas así. Su idea era crear un entorno donde no hicieran falta
jefes ni gobernantes, sino que cada cual supiera lo que tenía que hacer en cada momento
y cumpliera con su trabajo, simplemente, sin que nadie lo tuviera que controlar.

27
El renacer de la humanidad

» Puede que a ti te parezca eso una tontería porque es a lo que nosotros estamos
acostumbrados, pero en aquella época fue todo un logro, créeme.
– Quieres decir que nuestra filosofía de trabajo se la debemos a él ¿no es así?
Pues bendito capitán Douglas; prometo a partir de ahora no volver a burlarme de él
nunca más –comentó Pet con cierto aire irónico, aunque en el fondo, también sentía
admiración por la labor del capitán Douglas.
– Me parece que he escuchado gemir a Eli –dijo Elena dándose la vuelta en la
cama–; seguro que quiere ir al baño. Te toca a ti ahora, cariño.

La pequeña Eli, de tres años, era la hija de Pet, un joven de treinta y dos años,
ingeniero de uno de los radiotelescopios de la nave, y de Elena, que con sólo veintiocho
años de edad se había convertido en la historiadora mejor preparada de la Parinirvana;
daba clases en la escuela de estudios superiores y se había ganado un gran prestigio en
toda la nave gracias a sus numerosas charlas sobre los siglos XX y XXI de la era
terrestre y los acontecimientos que desembocaron en la gran tragedia del planeta Tierra.
Su innata curiosidad y temprana afición por la lectura, inculcada por su madre, la
llevaron a leer todos los libros que se habían conservado en la nave tras su partida. Estos
no eran muchos, pero sí de muy diversos temas, la mayoría seleccionados por el capitán
Douglas para fomentar la lectura entre su tripulación; y junto con la innumerable
cantidad de vídeos almacenados en los ordenadores, daban una idea bastante exacta de
la historia del planeta Tierra.

28
Pedro Estudillo

A la mañana siguiente, Pet se presentó en la sala de control de radiotelescopios,


como siempre sobre las diez. Pet no era muy madrugador, solía decir que para qué
levantarse temprano si allí nunca había prisa para nada. Y lo cierto es que tenía razón,
su trabajo era bastante monótono; era el encargado de uno de los cinco radiotelescopios.
Su misión consistía en que éste funcionase correctamente, vigilando la parcela del
espacio que le habían asignado, en busca de posibles sistemas solares a los que dirigirse.
Podría parecer un trabajo interesante, teniendo en cuenta que el objetivo de la
Parinirvana era encontrar un planeta donde poder asentarse, pero la verdad es que
después de dos mil años sin ningún resultado, era bastante desalentador.
Tan sólo en una ocasión, hacía unos novecientos cincuenta años, se localizó una
estrella a la que se podía llegar en trescientos años y que era orbitada por algunos
planetas con bastantes posibilidades. Pero en cuanto los radiotelescopios la tuvieron
cerca, después de unos doscientos cincuenta años viajando hacia ella, pudieron
comprobar con desilusión que ninguno de los planetas podían ser habitados. Desde
entonces la nave se dirige hacia otra estrella escogida por su “cercanía”, a tan sólo unos
setecientos cincuenta años de viaje por aquel entonces.
En la actualidad, la nave se encontraba bastante próxima a dicha estrella,
aproximadamente a unos veinte años de viaje. Se habían estudiado varios planetas que
la orbitaban, pero con resultado negativo; demasiado fríos y gaseosos, nada podría

29
El renacer de la humanidad

sobrevivir en ellos. Así que hoy tocaba decidir un nuevo rumbo para la Parinirvana;
prometía ser un día interesante, o al menos no tan aburrido como de costumbre.

– Buenos días, Ayina; ¿qué tal por la galaxia hoy? –cinco años llevaba Pet
trabajando con Ayina, su operadora de telescopio, y siempre el mismo saludo. Aunque
esta vez la respuesta de su ayudante fue algo diferente.
– No te lo vas a creer, Pet. Creo que he localizado varios planetas más, cerca de
esa estrella. Por los menos dos, aunque puede que hasta sean cuatro.
– Imposible. Ya habíamos rastreado todo el perímetro orbital cientos de veces
sin ningún resultado.
– Mira –Ayina le hizo señas a Pet para que se acercase al monitor que tenía
delante en el que se veían unos puntos alrededor de la estrella marcados en rojo–. Son
muy pequeños, por eso no los habíamos visto antes, y el cinturón de asteroides que
tienen delante nos confundió.
– Sí, ya veo –dijo Pet fijándose atentamente en la pantalla–. ¿Puedes obtener
algún dato de ellos a esta distancia?
– Me temo que no mucho. Por su brillo parece que tienen alguna atmósfera,
aunque bastante menos densas que las de sus hermanos mayores. Tendríamos que
acercarnos más para poder obtener datos fiables.
– Para ello tendremos que adentrarnos en esa nube de asteroides que tenemos
delante. No creo que al capitán le haga mucha gracia. Recuerda lo que insistió para que
no nos acercásemos tanto.
– Sí, ya sé que nuestro capitán no se caracteriza precisamente por su arrojo y
valentía –afirmó Ayina–. Pero habrá que decírselo, y que ellos decidan si les merece la
pena o no.
– ¿Quieres decir que los de arriba aún no saben nada de esto?
– Pues claro que no ¿por quién me has tomado? –contestó Ayina fingiendo que
estaba enojada–. Esa es tu misión. Ya sabes que yo nunca pasaría por encima tuya.
– Qué tontería –replicó Pet tranquilizándola–. Seguro que a ti te hacen más caso
que a mí. Para ellos yo soy todavía el nuevo.

30
Pedro Estudillo

– No llores más y vete preparando los datos. En cuanto yo tenga la presentación


lista avisamos a los demás.

Ayina, de cincuenta años, ocupaba el puesto de operadora de radiotelescopios


desde hacía veintitrés. Pet llevaba cinco años con ella y nunca había conocido a nadie
tan trabajadora y eficiente. No había un solo día que no se la encontrase en su puesto de
trabajo a su llegada, y lo primero que hacía siempre es ponerle al día de las pocas
novedades que hubiere. A pesar de todos sus años de experiencia con los
radiotelescopios, tenía un gran sentido del respeto por la jerarquía y nunca haría nada
sin consultarlo antes con su ingeniero jefe, aunque sabía de sobra que no era necesario.
De hecho, Pet siempre le estaba reprochando medio en broma, que le preguntase tanto
sabiendo ella ya la respuesta de antemano.

31
El renacer de la humanidad

– Vamos Pet, no me puedo creer que nuestros potente telescopios no puedan


concretar más datos sobre esos planetas –contestó el capitán Jorel un poco alterado
después de que Pet le contara el descubrimiento de Ayina.
– Pues me temo que así es –le repuso Pet–. Si queremos obtener datos fiables
sobre esos planetas tendremos que acercarnos bastante más.
– Bueno, ya sabes que no depende de mí. Lo tendré que consultar con el consejo;
aunque me temo que sé cual será su respuesta –concluyó el capitán con cara de
resignación.

Pet y Ayina se miraron y esbozaron una sonrisa cuando el capitán se dio la


vuelta. Efectivamente sabían que el consejo de ancianos darían carta blanca a la
aproximación a los planetas, cosa que no agradaría mucho al capitán.
El capitán Jorel tenía sesenta y ocho años y llevaba veinte en el cargo. No era
hombre de acción precisamente; él sostenía la idea de que estaban bien como estaban, y
si eran felices así ¿para qué complicarse la vida buscando un planeta extraño en el que
sabe Dios los peligros que les acecharían?
Aunque a lo que realmente el capitán tenía auténtico terror era al hecho de
quedar mal delante del consejo y de toda la nave. Le producía verdadero pánico el que
ocurriera algún desastre siendo él el responsable. El capitán Jorel era un hombre muy
inteligente y capacitado, que logró el puesto por méritos propios; su único problema es

32
Pedro Estudillo

que tenía la autoestima por los suelos y, dicho sea de paso, no era muy valiente.
Mientras la rutina fuera la que mandara en la nave, era el perfecto capitán; no se metía
con nada ni con nadie. Pero en el momento que surgiera algún problema en el que
tuviera que tomar alguna decisión más o menos importante, se ponía muy nervioso,
dejando al descubierto su falta de arrojo. Después de tantos años, ya todos lo conocían
bien y procuraban no ponerle en ningún aprieto serio; después de todo, el capitán era un
buen hombre.

Sobre el consejo de ancianos hay poco que decir. Lo formaban aquellas personas
que pasaban de los cien años y, por supuesto, querían pertenecer a tan selecto grupo.
Podía parecer un pretexto para mantener ocupados a estos hombres y mujeres que, por
su edad, habían dejado de desempeñar sus respectivos trabajos en la nave; y lo cierto es
que así era, ya que en la práctica eran muy raras las ocasiones en las que tenían que
tomar decisiones verdaderamente importantes. Pero eso sí, tampoco se les puede restar
importancia; la más mínima alteración en el orden de la Parinirvana, no se producía sin
el previo consentimiento del consejo de ancianos, y toda la población de la nave
respetaba su decisión con absoluta obediencia, fuese ésta cual fuese.
Hacía algunos años, un grupo de habitantes solicitó el aumento de la población
de la nave en cincuenta individuos más; se creó cierta división y polémica en la pacífica
comunidad a raíz de la solicitud. La mediación del consejo de ancianos fue de vital
importancia; después del minucioso estudio de todos los datos expuestos por los dos
bandos, llegaron a la conclusión de denegar la solicitud. Todos respetaron la decisión y
no se ha vuelto a hablar más sobre el tema.
Otras de sus funciones es la mediar ante conflictos personales importantes que se
les escape de la mano a los afectados, aunque esto era algo que ocurría en muy pocas
ocasiones. Por lo general, los habitantes de la nave solían solucionar sus pequeñas
diferencias de forma pacífica y educada; esto era consecuencia del sistema educativo tan
estricto que se implantaba en la nave, herencia del capitán Douglas. Desde muy
pequeños se les inculcaba a todos los habitantes la importancia de valores como la
responsabilidad, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, el esfuerzo y el sentido del

33
El renacer de la humanidad

deber. El haber pasado todos por la misma escuela es algo que se nota en el ambiente de
la nave, en donde se respira una cordialidad entre todas las personas que en ocasiones
raya la cursilería.
Y es por ello que el consejo raras veces tenía que intervenir en conflictos
personales. Se podría decir que esta semana ha sido la que más trabajo han tenido en
mucho tiempo, ya que han sido convocados por dos veces por el capitán en menos de
siete días. La primera fue para convencerles de que no era necesario adentrarse en el
cinturón de asteroides al que se aproximaban y, por consiguiente, había que fijar otro
nuevo rumbo. Y la segunda había sido para todo lo contrario, de ahí el estremecimiento
del capitán cuando se presentó ante ellos.
Al capitán Jorel le temblaba la voz cuando les comunicó los resultados de la
investigación de Pet y Ayina. Sabía que los ancianos habían estado trabajando duro
durante seis días para decidir qué nuevo rumbo tomar, ya que ésta era la decisión más
importante que un consejo podía tomar, de ella dependía el destino de toda la nave en el
futuro.

– Capitán, espero que sus conclusiones sean acertadas –expuso Travis con una
seriedad inusual en él erigiéndose portavoz del consejo–. Según estos datos
necesitaríamos varios años para cruzar ese cinturón de asteroides, y, teniendo en cuenta
el tamaño de algunos de esos pedruscos, ¿de verdad piensa que merece la pena
intentarlo?

Travis conocía de sobra la respuesta, pero le divertía ver en apuros al capitán


Jorel. Con ciento veintiocho años de edad, Travis era la persona más anciana de la nave;
había ocupado el puesto de capitán antes de retirarse a los ciento ocho años cediéndole
el puesto al actual capitán. A pesar de su edad, poseía una lucidez mental extraordinaria;
se podría decir que era la persona más respetada de la nave, sus opiniones eran tenidas
en cuenta por todo el consejo con la mayor devoción.

34
Pedro Estudillo

– Se... señor –contestó Jorel consciente de la superioridad de su interlocutor–,


los ingenieros están todos de acuerdo en que se trata de planetas rocosos, pero a esta
distancia es imposible analizar la composición de sus atmósferas. Existen varios
cinturones de asteroides entre la nave y los planetas que impiden que nuestros
telescopios tomen datos fiables. No hay muchas posibilidades de que sean habitables y
el viaje puede ser peligroso; si... si les parece podemos olvidar el asunto y continuar con
el plan anterior.
– No diga estupideces, capitán –le increpó Travis levantando la voz, simulando
que se encontraba muy enojado–. Le creía a usted más sensato. Sabe que no podemos
darle la espalda a ningún planeta sin verificar antes minuciosamente su habitabilidad,
por pequeña que sea la probabilidad. Nos jugamos mucho capitán, así que salga
inmediatamente de aquí y ponga rumbo hacia esa estrella, y si morimos en el intento, lo
haremos con la cabeza muy alta y orgullosos de haber hecho todo lo posible por
preservar la humanidad –concluyó solemnemente el excapitán.
– Creo que te has pasado un poco, Travis –comentó Julia una vez hubo salido el
capitán de la sala–. Creía que esta nave estaba bien equipada para atravesar cualquier
cinturón de asteroides sin peligro.
– Y así es, querida Julia –contestó Travis con una sonrisa maliciosa en la cara–.
Hay menos posibilidades de chocar con un asteroide que de encontrar vida en uno de
esos planetas, imagínate. Pero no me dirán que no les ha hecho gracia la cara del capitán
cuando ha salido de aquí; no se ha mojado los pantalones de milagro.
– Eres muy cruel con él –terminó diciendo Julia, riéndose también junto con los
demás miembros del consejo.

Lo cierto es que muchos habitantes de la Parinirvana, incluido algunos


miembros del consejo de ancianos, compartían la misma opinión que el capitán Jorel
respecto a la necesidad de encontrar algún planeta para vivir; consideraban que en la
nave tenían todas sus necesidades cubiertas y no les apetecía mucho afrontar ningún
peligro por nada, por pequeño que éste fuera.

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El renacer de la humanidad

Pero también sabían que lo que hacían no era por puro capricho. Todos conocían
la fragilidad de la Parinirvana; a pesar de llevar dos mil años viajando sin ningún
accidente serio, nadie podía asegurar que éste no se produjese en cualquier momento.
La rotura de alguna pieza de la nave imprescindible para su funcionamiento, una avería
en los reactores irreparable, alguna enfermad desconocida, una colisión; eran muchos
los peligros que les acechaba ahí arriba, y estaban solos. Aunque a muchos no les
gustase la idea, todos eran conscientes de la necesidad de encontrar un planeta donde
poder establecerse para perpetuar la especie.

36
Pedro Estudillo

Elena se encontraba dando de comer a la pequeña Eli cuando entró Pet muy
emocionado en la cocina.
– Vaya, por fin, ¿es que ahora te ha entrado la vena trabajadora? –dijo con
sarcasmo Elena–. Es la primera vez que llegas tan tarde del observatorio; estaba a punto
de llamarte.
– No te burles, por fin hoy hemos tenido un día emocionante ahí arriba.
– Cuenta, cuenta –quiso saber Elena ansiosa–. Le han robado el desayuno al
capitán ¿o qué?
– Tú ríete –replicó Pet–, pero esto te va a encantar. Hemos descubierto varios
planetas nuevos cerca de esa estrella a la que nos acercábamos. Y atenta, esto que te voy
a decir es extraoficial; por los cálculos que hemos hecho Ayina y yo, hay bastantes
posibilidades de encontrar algo; el tamaño de los planetas y su distancia a la estrella son
muy favorables para que alguno de ellos haya desarrollado una atmósfera benigna.
– Esa es una noticia estupenda; pero ¿por qué es extraoficial? A todo el mundo
le encantará oírlo.
– Bueno, no queremos crear falsas esperanzas. Ya sabes que las posibilidades
son muy remotas; creemos que será mejor esperar a tener más datos. De momento
seguimos rumbo a esa estrella y se han puesto todos los radiotelescopios trabajando en
ello.
– ¿Para cuándo crees que se sabrá algo más concreto? –quiso saber Elena.

37
El renacer de la humanidad

– Es difícil de decir. Aún estamos muy lejos, y esos malditos asteroides


dificultan mucho el trabajo. No creo que antes de cuatro o cinco años podamos saber
nada.
– No es mucho tiempo, teniendo en cuenta las circunstancias –repuso Elena–.
Pero el capitán dijo que era peligroso adentrarse en ese cinturón de asteroides.
– El capitán exageró un poco –dijo Pet mientras preparaba la mesa para
almorzar–. Aunque para él sí que representa un verdadero peligro; ya sabes que Jorel no
se caracteriza por su valentía precisamente. Pero no creo que tengamos de qué
preocuparnos, antes de venir aquí estuve hablando con Jonás, ya sabes el hijo de Ayina,
que es piloto y astronauta, y me estuvo explicando que la nave está muy bien equipada
para navegar a través de asteroides.
» De hecho ya han puesto a un equipo de técnicos a revisar el sistema para no
encontrarnos con ninguna sorpresa desagradable.
– Eso me tranquiliza. Si dependiera de nuestro capitán dejaríamos la nave parada
y no nos moveríamos jamás. No me explico cómo ese hombre ha podido llegar hasta
ahí.
– Vamos, no te enfades con él –la tranquilizó Pet–. Es un buen hombre; además
ya sabes que las decisiones importantes las toma el consejo y, con Travis al frente,
podemos estar tranquilos. Ese hombre sabe lo que se hace.
– Tienes razón, por muy mayor que sea, Travis nunca debió dejar el cargo de
capitán. Creo que es la persona más competente que hay en toda la nave.
– Sí, pero ahí te equivocas; Travis está mejor ahora donde está, que al frente de
la nave. Al fin y al cabo sigue siendo el que manda en la Parinirvana.
» Y termina ya con Eli que el estofado se enfría –concluyó Pet.

38
Pedro Estudillo

Casi todas las tardes después de almorzar y dormir un poco, Pet, Elena y su hija
Eli, se reunían con los padres de Elena, Roberto y Roxi, en el apartamento de éstos. Allí
solían charlar sobre temas muy variados mientras tomaban algo; a veces se les unían
otras personas, como los padres de Pet o algunos vecinos, que participaban también en
la tertulia.
Roberto, el padre de Elena, a sus cincuenta y cinco años, trabajaba en el hospital
de la nave como cirujano jefe. Su trabajo le dejaba mucho tiempo libre, ya que,
afortunadamente, se hacían muy pocas intervenciones quirúrgicas en la nave, por lo
tanto casi toda su jornada laboral la dedicaba a la investigación y a la preparación de
jóvenes estudiantes de medicina en las técnicas de cirugía, cosa que le apasionaba
incluso más que la práctica de la medicina.
También le dedicaba mucho tiempo al estudio del cuerpo humano; solía decir
que la escasez de trabajo de un cirujano como él era uno de los grandes logros de la
humanidad. Él veía al ser humano como un milagro de la evolución y, comprender su
funcionamiento era una de las más altas maravillas a la que se podía aspirar. Esa misma
idea le hacía pensar que ni en diez mil millones de años encontrarían un planeta con
vida inteligente como lo fue la Tierra. Este asunto era fuente de numerosas discusiones
con su hija y otras amistades.
Su mujer, Roxi, y madre de Elena, tenía cuarenta y ocho años y trabajaba en una
de las granjas de la nave como operaria; le encantaban los animales, y cuidar de ellos

39
El renacer de la humanidad

era su pasión. Era una mujer tranquila y muy culta; a pesar de sus fuertes convicciones,
muy pocas veces expresaba su opinión; eso sí, cuando creía necesario hacerlo lo hacía
con contundencia, y pocos eran los que se atrevían a llevarle la contraria, no por temor,
sino porque siempre hablaba con mucha coherencia y cordura, y sus argumentos eran
incuestionables.
Esa tarde sólo estaban los cuatro sentados en el salón del apartamento de los
padres de Elena y, mientras Eli jugaba en el suelo distraídamente con unos bloques de
madera, ellos tomaban una infusión y hablaban sobre el tema del día.
El primero en expresar su opinión fue Roberto, como de costumbre.

– Pues yo no me considero ningún cobarde y pienso igual que el capitán. No hay


necesidad de correr ningún riesgo, por muy pequeño que éste sea, cuando las
posibilidades son tan remotas –dijo con contundencia.
– Papa, ya has oído a Pet –replicó Elena intentando calmarle–. La nave está bien
equipada para atravesar todos los asteroides del universo, no es la primera vez que se
hace. Y aunque sólo haya una posibilidad entre mil millones de encontrar un planeta
compatible con nosotros, merece la pena intentarlo.
– ¡Ja!, ¿sabéis cuál es vuestro problema? –volvió a la carga Roberto señalando a
los dos jóvenes–. Que confiáis demasiado en las máquinas y en esos artilugios
electrónicos. Tú misma nos lo has dicho muchas veces hija, perdimos nuestro planeta
por depender de las máquinas para todo. La máquina más perfecta que conozco es el ser
humano, fruto de millones de años de evolución, y aún así falla en muchas ocasiones;
cuanto más no pueden fallar unos artilugios construidos hace miles de años por hombres
imperfectos y que llevan sin utilizarse otro montón de años.
– Roberto tranquilízate –intervino Roxi con la serenidad que la caracterizaba–.
Te recuerdo que llevamos dos mil años viajando y viviendo en una máquina repleta de
artilugios electrónicos, como tú los llamas, y que gracias a ellos podemos estar aquí
sentados cómodamente, disfrutando de una agradable charla y con aspiraciones de
futuro.

40
Pedro Estudillo

– Pues por eso mismo. Hemos conseguido milagrosamente una estabilidad, un


equilibrio; si nos dejamos llevar por falsas esperanzas y por el ansia de mejorar sin tener
en cuenta los riesgos, estaremos cometiendo el mismo error que cometimos hace dos
mil años, y tarde o temprano conseguiremos destruirnos del todo.
» Elena, tú estás conmigo ¿no? Sólo estoy repitiendo lo que tú has dicho muchas
veces, que las experiencias del pasado deben servirnos para preservar nuestro futuro.
– No papa, estás confundiendo las cosas; tú mismo lo has dicho, no podemos
confiarle nuestras vidas ciegamente a las máquinas, y da la casualidad de que vivimos
en una gran máquina. Esta estabilidad y equilibrio del que hablas es sólo aparente; no
sabemos lo que puede durar, puede que sólo un mes o mil años. De hecho estoy segura
de que los que la construyeron nunca imaginaron que llegaría tan lejos, con lo que se
puede decir que vivimos de prestado.
– Tu hija tiene razón –intervino Pet–. Es un milagro que esto todavía funcione; si
algo tenemos que agradecerles a nuestros antepasados terrestres, es lo bien que la
construyeron. Pero no podemos confiarnos, ni debemos perder de vista nuestro objetivo.
» Además, te recuerdo que tú fuiste uno de los que votaste a favor de aumentar
el número de individuos de la nave ¿me equivoco? Pues imagínate lo que sería vivir en
todo un planeta como fue la Tierra; poder tener todos los hijos que quieras, construirte
una gran casa, cultivar tus propios terrenos, criar cuantos animales se te antoje,...
– Un momento, Pet, no vayas tan deprisa –le interrumpió Roxi–. Si algo hemos
aprendido de la historia de la Tierra es que no hay nada totalmente estable en el
Universo. Si hemos conseguido sobrevivir durante tanto tiempo en un espacio tan
reducido como esta nave ha sido por la organización tan estricta que siempre hemos
llevado. Y precisamente eso fue lo que falló en la Tierra, la organización.
» Un planeta no se diferencia tanto de esta nave, sólo en su tamaño; pero por
muy grande que sea, sus recursos son también limitados, y en cualquier planeta en
donde nos asentemos, si empezamos a actuar con total libertad, sin ningún tipo de
organización, terminaremos como lo hicieron nuestros antepasados terrícolas,
arrasándolo todo, exterminando la vida, como una plaga. De hecho, desde el punto de

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El renacer de la humanidad

vista del planeta Tierra, el ser humano fue una plaga. Si queremos empezar de cero en
otro sitio, más nos valdría no olvidar esta lección.
– Bonito discurso, mama –saltó Roberto cada vez más animado; él llamaba así a
su mujer desde que nació Elena–. Entonces me estás dando la razón; nuestro final es
cuestión de tiempo, lo mismo aquí que en cualquier planeta ¿no es así? Pues para qué
complicarnos la vida, conformémonos con lo que nos ha sido dado, seamos felices
mientras esto dure y, cuando todo se acabe, pues adiós muy buenas.
Roxi hizo un gesto de resignación con la cabeza y siguió hojeando el libro que
tenía entre manos. Sabía que cuando a su marido se le metía una idea en la cabeza era
inútil intentar discutir con él. Pero Elena había heredado parte de su cabezonería, así que
no podía dejar las cosas así y siguió con el tema.
– Papa, no te enteras de nada; mama no te da la razón. Lo que ha querido decir a
su manera es lo mismo que dice una antigua teoría de la evolución: que las especies que
sobreviven no son las más inteligentes ni las más fuertes, sino las que mejor ayudan a
mantener la vida en su entorno.
» Según esta teoría, el hombre, con su comportamiento en la Tierra, estaba
predestinado al auto exterminio; y esto es algo que debemos de tener en cuenta si algún
día colonizamos otro planeta ¿Verdad que tengo razón o no, mama?
– Hija, yo no te doy la razón a ti, ni se la quito a tu padre –contestó Roxi
levantando la vista del libro–. Los dos tenéis razón, sólo que pensáis de forma distinta.
Si nos quedamos en la nave podríamos durar miles de años más o perecer mañana por
un fallo en los reactores. Igualmente, si vamos en busca de algún planeta podríamos
vivir millones de años, o bien, también se podría acabar todo mañana mismo al
colisionar con un asteroide.
» Lo único que sabemos del futuro es que no sabemos absolutamente nada,
tomemos la decisión que tomemos. Lo importante es que nos hemos marcado un
objetivo en el que la mayoría estamos de acuerdo, yo incluida, que es la búsqueda de un
planeta habitable; pero esto no quiere decir que no haya que respetar las demás
opciones, o que éstas estén equivocadas.

42
Pedro Estudillo

Como siempre Roxi puso el punto de sensatez a la discusión. Después de su


sermón nadie se atrevió a decir mucho más sobre el tema, y la conversación se fue
desviando hacia asuntos menos transcendentes. Al poco rato, la pareja con su hija se
retiraron a su apartamento.
Las costumbres horarias se habían mantenido durante estos dos mil años como
en la Tierra, y al llegar las veintitrés horas del día se desconectaba casi toda la
iluminación del exterior de las viviendas, dejando sólo algunas luces de reserva, y los
habitantes aprovechaban para dormir hasta las ocho horas del día siguiente, cuando se
volvía a poner todo en funcionamiento de nuevo.

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El renacer de la humanidad

Nave Parinirvana
Ocho años después

– Señores, muy buenos días –comenzó diciendo el capitán Jorel. Se encontraba


en la sala de reuniones frente al consejo de ancianos; a su lado estaba el recién
ascendido a jefe de ingenieros de radiotelescopios, Pet–. Supongo que se estarán
preguntando la razón de haberlos citado tan apresuradamente. Pues bien parece ser que
por fin tenemos buenas noticias.
Hizo una pausa para crear más expectación.
– El equipo del jefe Pet –continuo diciendo– ha llegado a algunas conclusiones
que parecen fiables referente a los resultados más recientes obtenidos de la exploración
de esos misteriosos planetas a los que nos acercamos.
El capitán cedió la palabra con un gesto a Pet que comenzó su presentación
señalando sobre un gran monitor que presidía la sala, en donde se podía ver la imagen
de un pequeño planeta celeste en el centro de la pantalla.
– Buenos días a todos; fíjense bien en este pequeño planeta porque podría ser
nuestro próximo hogar –el comentario arrancó en los presentes miembros del consejo
gritos de alegría, aplausos y muchos comentarios. Todos querían preguntar algo al
mismo tiempo al joven ingeniero que continuó con su charla–. Calma señores, déjenme
continuar. No quisiera sembrar falsas esperanzas; aún nos tenemos que acercar mucho
más para estar totalmente seguros.
» Les diré lo que hemos descubierto hasta ahora en nuestras exploraciones, y
saquen sus propias conclusiones. El color azulado del planeta se debe a que su

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Pedro Estudillo

superficie está compuesta en su mayor parte por agua; agua líquida, sí. Además su
atmósfera presenta grandes proporciones de oxígeno molecular.
» Si observan estas manchas blancas que aparecen en estas fotografías tomadas a
intervalos de media hora –continuó Pet señalando distintas imágenes que aparecían en la
pantalla–, verán como se mueven y se transforman; son nubes. Lo que nos hace pensar
que tiene su climatología, con lluvias, vientos, etcétera, tal como la tenía nuestra antigua
Tierra. Además, entre las nubes, se pueden apreciar algunas manchas oscuras que
creemos que es tierra firme.
» Si a todo esto le unimos su tamaño y la distancia que lo separa de la estrella,
creo que tenemos motivos más que suficientes para estar contentos, ¿no creen?
– ¿Qué tiempo piensas que será aún necesario para estar totalmente seguros, Pet?
–preguntó Julia, que tras la muerte de Travis, tres años atrás, se había convertido en el
miembro de más edad de la nave y portavoz del consejo.
– Calculamos que por lo menos dos años más –respondió Pet–. Tengan en
cuenta que estamos a tan sólo cinco años de poder situarnos en su órbita; es lo más
cerca que hemos estado jamás de un planeta, sin contar la Tierra, claro.
– Puede que necesitemos menos tiempo –le interrumpió el capitán.
Desde que murió Travis, el capitán Jorel había cogido más confianza en sí
mismo; sin la presencia intimidadora de su antecesor, Jorel sentía que todo el peso de la
nave caía sobre sus espaldas y, esta responsabilidad le había hecho madurar un poco, en
beneficio de todos; aunque eso sí, sus decisiones seguían siendo muy prudentes y sin
demasiado arrojo.
– Hace ahora unos dieciocho meses –continuó diciendo– notamos un progresivo
aumento de la velocidad debido a la atracción gravitatoria de la estrella; y cuanto más
nos acerquemos mayor será. Tanto es así que le hemos estado restando potencia a los
reactores para compensar. No debemos precipitarnos mientras estemos inmersos en este
campo de asteroides; una vez que nos libremos de ellos podremos aumentar la velocidad
considerablemente para acercarnos a ese planeta. Eso si fuera necesario, claro.
– ¿Y cuándo calculamos que ocurrirá eso, Jorel? –volvió a preguntar Julia.

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El renacer de la humanidad

– De veinticuatro a dieciocho meses más o menos. Aunque les advierto que


antes de llegar a ese planeta hay otro pequeño cinturón de asteroides y, aunque no es
muy denso, hemos detectado algunos de ellos de un tamaño considerable como para
hacernos mucho daño. Espero que merezca la pena el riesgo que estamos corriendo.
– Jefe Pet –intervino otro de los miembros del consejo–, ¿y qué hay del gran
parecido de este sistema planetario con el antiguo sistema solar del que partimos?
Incluso ese planeta al que nos dirigimos posee una luna igual que la Tierra. ¿Estamos
completamente seguros de que esa estrella no es nuestro sol y ese planeta, la Tierra?
– Bueno, si fuera así el funcionamiento de nuestro sistema de navegación dejaría
mucho que desear –comenzó diciendo Pet–. Pero tiene usted razón, las similitudes con
el sistema solar que abandonamos hace más de dos mil años son extraordinarias; el
número de planetas, su distribución, tamaños; la estrella, incluso también tiene el mismo
tamaño que el sol y son de la misma edad más o menos.
» Hemos analizado todos estos datos y hemos hallado pequeñas diferencias, pero
también importantes, sobre todo en sus órbitas, que nos aseguran que no se trata de la
Tierra. Por ejemplo, el satélite que orbita al planeta, aunque coincide en tamaño con la
luna, se encuentra más alejado del planeta. Sabemos que la luna se alejaba unos cuatro
centímetros de la Tierra por año; pero después de dos mil ocho años no debería de estar
a esa distancia, ni hay motivos para pensar que se halla podido alejar tanto.
– Podría ser –dijo un miembro del consejo– que el Universo no sea tan variado
como pensábamos y que existan muchas posibilidades de que dos estrellas del mismo
tamaño y edad formen sistemas planetarios parecidos.
– En cualquier caso podemos considerarnos muy afortunados –volvió a
intervenir Julia–. Antes de acabar quisiera pedirles a todos un poco de discreción; como
ha dicho Pet, aún no podemos lanzar las campanas al vuelo, y no quisiera crear falsas
expectativas entre la población. Aunque creo que eso será inevitable.
– Un poco de esperanza nunca le viene mal a nadie, Julia –comentó Isaac
mientras todos se levantaban de la mesa. Isaac, con ciento diez años era uno de los
miembros más jóvenes del consejo–. Además, como bien has dicho, será inevitable. Ya

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Pedro Estudillo

sabes lo difícil que resulta en esta nave guardar un secreto; seguro que a estas alturas la
mitad de la gente sabe ya tanto o más que nosotros.
– Tienes razón –contestó Julia con una sonrisa–, unos cuantos años de esperanza
nos sentará bien a todos. Ojalá se cumplan; sería maravilloso acabar nuestros días en
tierra firme.

Una vez terminada la reunión, Pet salió corriendo y muy enfadado y se dirigió
hacia la sala de control. Allí se encontraba su amigo Jonás trabajando.
– Oye, contéstame sinceramente –le interrumpió sin siquiera saludarlo antes– ¿tú
sabías que llevamos dieciocho meses frenando la nave?
– Cálmate amigo –contestó Jonás sorprendido– ¿Qué ocurre?, ¿Qué ha pasado
en esa reunión para que salgas así?
– No te hagas el tonto. El capitán ha dicho que llevamos un año y medio
reduciendo la potencia de los reactores y quiero saber si tú lo sabías y por qué nadie me
ha dicho nada.
– Pues claro que lo sabía; aquí todos lo sabíamos, no es ningún secreto. Si no te
he dicho nada es porque no lo creí importante. No entiendo a qué viene todo esto.
– ¿Qué no lo creíste importante? –respondió Pet aún más alterado–. El que no lo
entiende soy yo. O sea que llevamos más de dos mil años buscando un planeta donde
vivir y, cuando por fin encontramos uno con muchas posibilidades, parece que nadie
quiere llegar. Y ya puesto por qué no nos damos media vuelta y nos olvidamos de todo.
– Tranquilízate Pet. Yo tengo tantas ganas de llegar como tú, pero no creo que
sea para tanto; ya conoces al capitán, se ahoga en un vaso de agua; en cuanto le dijimos
que se estaba incrementando la velocidad a causa de la atracción gravitatoria, nos
ordenó que redujéramos la potencia para mantener la velocidad. Dijo que no quería
correr más riesgos que los justamente necesarios.
» ¿Qué íbamos a hacer? Él es el que manda ¿no? Además, tampoco le dimos
tanta importancia, sinceramente. Llevamos viviendo aquí toda nuestra vida; por uno o
dos años más no creo que nos ocurra nada. No entiendo el por qué de tanto ajetreo.

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El renacer de la humanidad

– Lo que ocurre –contestó Pet algo más calmado– es que en el fondo, todos
pensáis igual que el capitán. Estáis bien como estáis y no os importaría nada pasar en
esta nave el resto de vuestra vida.
– Eso no es justo, amigo, y tú sabes que no es verdad. Pero no debemos
precipitarnos. ¿Qué ocurrirá si al final resulta que no podemos habitar ese planeta? Yo
te lo diré: no ocurrirá nada; nos daremos media vuelta y nos iremos por donde hemos
venido. Y nuestras vidas seguirán adelante; insulsas, monótonas y aburridas, pero, al fin
y al cabo la única vida que tenemos, y cuanto antes te conciencies de ello, será mejor
para ti, o lo pasarás muy mal llegado el momento.
– Pues cuanto antes lleguemos a ese dichoso planeta, antes llegará ese momento,
¿no crees? –respondió Pet marchándose, no sin antes decir con gesto amenazador–; y ya
me encargaré yo de que este trasto vuele a toda máquina en cuanto salgamos de estos
asteroides.

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Pedro Estudillo

Durante el almuerzo, Pet le contó a su mujer todo lo que había acontecido en la


reunión y su discusión con Jonás.
– No deberías enfadarte con Jonás –contestó Elena–; después de todo él sólo
cumple órdenes.
– Lo sé, en verdad mi enfado es con el capitán; pero lo que me molesta de Jonás
es su conformismo y su complicidad con Jorel, parece que todo le da igual.
» Y lo peor es que no sólo son ellos, incluso los miembros del consejo piensan
igual; no hubo ni uno solo que se molestara con lo que había hecho el capitán. Si Travis
estuviera vivo todo sería muy distinto; con él aquí, el capitán nunca se hubiera atrevido
a disminuir la velocidad cuando estamos tan cerca de nuestro objetivo. Ese hombre si
que fue un gran capitán.
– ¿Sabes cuál es tu problema? –dijo Elena–. Pues que crees que todo el mundo
debería pensar igual que tú, y no es así. Las cosas no son de color blanco o negro, son
de color gris. No existen dos opciones como tú crees: por un lado los que opinan como
tú y por otro lado los que opinan como Jorel.
» Te puedo asegurar que la mayoría de la gente, incluido el consejo de ancianos,
tienen ganas de llegar a un planeta habitable, pero no están tan ansiosos ni tan
implicados como tú.
– Pues lo siento, pero yo no puedo evitarlo. Y no entiendo como no se puede
estar ansioso. Llevamos más de dos mil años persiguiendo este objetivo y resulta que

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El renacer de la humanidad

ahora nosotros lo tenemos al alcance de nuestra mano. Creo que es muy normal mi
excitación ¿no?
– Todos estamos nerviosos y entusiasmados con la idea, pero hasta que no
estemos del todo seguro, no conviene que nos ilusionemos demasiado. Es lo único que
te quiero decir.
– A eso es lo que voy precisamente –continuó Pet sin dar su brazo a torcer–. Si
no hubiéramos disminuido la velocidad, a estas alturas ya sabríamos con seguridad lo
que sea. Lo que me pone tan nervioso es la incertidumbre estando tan cerca.
– Mama, yo también quiero vivir en un planeta como la Tierra –intervino Eli que
había estado siguiendo la conversación muy callada.
– Lo sé hija, todos lo queremos; pero no conviene que nos hagamos muchas
ilusiones, tu padre ya tiene las de toda la nave.

Lo cierto es que Pet no era el único que estaba excitado. La noticia había corrido
como la pólvora y toda la población de la Parinirvana se encontraba en el mismo estado
de nerviosismo y entusiasmo. No se hablaba de otra cosa en toda la nave. Como había
dicho Elena, había opiniones de todo tipo; unos se encontraban temerosos por lo
desconocido, otros emocionados, a nadie dejaba impasible el echo de estar tan cerca de
un objetivo que no hacía tanto tiempo tan sólo era un sueño inalcanzable.
Y el caso es que la mayoría de los habitantes de la nave no tenían ni la más
remota idea de los cambios que produciría en sus vidas el vivir en un planeta, en vez de
en una nave en medio del espacio como habían hecho hasta ahora. Por eso mismo, era
tanto el interés que había suscitado la historia del antiguo planeta Tierra (el único que el
hombre había conocido y habitado alguna vez), que Elena, como principal historiadora
y conocedora de la vida en la Tierra, no daba abasto. Raro era el día que no tenía alguna
charla en la escuela o en el auditorio público sobre cualquier tema que tuviera algo que
ver con la vida de sus antepasados terrestres.

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Pedro Estudillo

Esa mañana, seis meses después de la reunión de Pet y el capitán Jorel ante el
consejo de ancianos, Elena se encontraba en la escuela de estudios superiores dispuesta
a comenzar la primera de una serie de charlas que, a petición de Julia, iba a dar a sus
alumnos. El tema no podía ser más apasionante: la religión en la Tierra.
Empezó leyendo un pequeño libro que tenía entre las manos titulado Budismo:
– “Todas las grandes religiones han sido fundadas por lo que podríamos llamar
un espíritu original, uno de esos individuos extraordinarios escasos, agraciados con el
coraje y la clarividencia necesarios para atreverse en el laberinto de sí mismos y
penetrar el gran misterio encerrado en su núcleo. Una persona así no conoce la verdad
de segunda mano, sino que la conoce directamente bebiendo del manantial. Después es
posible que enseñe a otros, pero los problemas surgen de inmediato. En primer lugar,
los discípulos, por lo general, no poseen el talento espiritual de sus maestros, y, en
segundo lugar, en cualquier caso, hay un límite con respecto a lo que se puede enseñar
porque cada individuo es único, con una configuración enteramente nueva, y debe, a fin
de cuentas, encontrar su propio camino al centro.
» El contacto directo con la presencia inspiradora de un maestro puede hacer que
algunos superen esas dificultades. Mientras una enseñanza (o revelación) nueva está
fresca y flamante, tiene un poder especial, sin embargo, la mayoría de los discípulos se
limitarán a ser imitadores, venerando al maestro y convirtiéndose quizás incluso en
buenos organizadores y misioneros capaces de empaquetar y vender sus enseñanzas con

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El renacer de la humanidad

gran eficacia, pero siempre más desde el punto de partida de la fe o la creencia que
desde la gnosis (conocimiento).
» La muerte del maestro representará inevitablemente una crisis extraordinaria,
y sus enseñanzas –muchas de las cuales, por no decir la mayoría, fueron diseñadas
probablemente para resolver las necesidades de situaciones ad hoc y no para ser
generalizadas– serán puestas en un pedestal. Se formalizarán y se pondrán por escrito, y
así, con el tiempo, se osificarán en mayor o menor medida, perderán vida, como flores
guardadas en plexiglás. El clero y la jerarquía también se impondrán, y se orquestará
una estructura mundial que atraerá gran riqueza y poder, lo que ineluctablemente
conducirá a rivalidades, cismas, arribismo, dogmatismo, etcétera.
» Todo esto es religión en oposición a lo que fue antes, a lo que podemos llamar
espíritu.
» Desde luego que las religiones hacen mucho bien, nos han dado mucho de los
regalos de la civilización, tales como ética, conocimientos y estructura social; pero
también pueden hacer mucho daño. Intolerancia y fanatismo estrechos de miras, guerras
santas y caza de brujas, inquisiciones y autos de fe son aspectos de la cara oscura de la
religión. En el peor de los casos, la religión puede oponerse activamente a la
espiritualidad (por supuesto que movida por las mejores razones posibles); la historia
está salpicada de ejemplos de grandes místicos, de individuos inspirados realmente por
la divinidad que han sido perseguidos e incluso muertos por las camarillas religiosas.
» Si sucumbe a su cara oscura, una gran religión puede, con el tiempo, quedar
más o menos desconectada de la fuente que le proporcionó su inspiración original.”
– Ese espíritu original –continuó diciendo Elena– a que hace referencia el autor
es, como todos sabéis, Jesucristo para los cristianos, Mahoma para los musulmanes, el
Buda para los budistas y, en el caso de los judíos, podría ser Moisés, como autor de los
primeros y más importantes libros de la Biblia, o Abraham, por ser el gran patriarca de
la familia hebrea.
» Estas fueron las cuatro grandes religiones existentes en la Tierra en los últimos
dos mil años. Por supuesto que había muchas más, pero eran minoritarias y casi todas
derivaban de alguna de estas cuatro.

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Pedro Estudillo

» Como sé que todos habéis leído los libros sagrados y conocéis bien la historia
de cada religión, no voy a hacer más hincapié en ninguna de ellas; prefiero abrir un
debate donde participemos todos sobre lo que más os interese. Por supuesto, sin salirnos
del tema de la religión.
Diciendo esto, señaló a uno de los alumnos que había levantado la mano para
intervenir.
– Usted ha dicho que las religiones le dieron a nuestros antepasados regalos
como la ética, conocimiento y estructura social; pero nosotros tenemos todo eso y no
practicamos ninguna religión. ¿Por qué nuestros antepasados necesitaban la religión
para vivir en armonía y nosotros no?
– Bueno, en primer lugar –contestó Elena–, hablas de ellos y de nosotros como
si fuésemos especies distintas, y no es así. Estás olvidando que la historia de nuestros
antepasados es la misma que la nuestra; nosotros estamos aquí gracias a ellos. Nuestro
presente es consecuencia directa de nuestro pasado, o sea de nuestra historia, así que lo
que a ellos les sirvió, también nos ha servido a nosotros; de otro modo no seríamos lo
que somos ni estaríamos donde estamos.
» En segundo lugar, te equivocas al decir que no practicamos ninguna religión.
Aquí hay mucha gente que cree en la existencia de un ser superior que dirige el destino
del Universo; otros también creen que poseen un alma que vivirá eternamente una vez
que mueran, etcétera. Todo el mundo cree en algo, llámesele Dios, Universo, naturaleza
del hombre, ciencia, Tao,... el nombre es lo de menos, lo importante es que todos
tenemos fe en algo en lo que creemos y lo utilizamos para darle sentido a nuestras vidas.
» Y por último creo que dijiste que necesitaban la religión para vivir en armonía,
¿no es así?
El muchacho asintió.
– Pues siento decirte que también te equivocas en eso. La historia está plagada
de miles de ejemplos en donde la religión, no sólo no servía para vivir en armonía, sino
que además la utilizaban como excusa para empezar grandes guerras y matanzas por
todo el mundo.

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El renacer de la humanidad

– ¿Y por qué matarse sólo por unas creencias? –intervino otra alumna–. Como
usted ha dicho, aquí cada uno creemos en lo que queremos y nadie se mete con nadie.
– Aquí somos muy pocos. Tenemos una organización cerrada y todos hemos
sido educados de la misma forma; digamos que todos bebemos de la misma fuente.
Además en la mayoría de los conflictos, la religión era sólo una excusa; todas tenían un
trasfondo político y social. Sólo buscaban el ampliar sus territorios para así conseguir
mayor poder y riquezas.
– Sí, pero al final el poder siempre lo tenían los mismos –dijo un muchacho al
que Elena le dio la palabra–. ¿Cómo se explica el que hubiera tantas personas dispuestas
a morir sólo para que unos pocos vivieran mejor?
– El hecho de que esos pocos estuvieran ahí arriba en el poder no había sido por
casualidad, sino por su inteligencia y gran poder de convicción. Utilizaban estas dos
cualidades para convencer al pueblo de que había una causa justa por la que luchar, ya
fueran creencias religiosas, patriotismo, la defensa de sus recursos naturales, etcétera.
» Pero creo que nos estamos desviando del tema propuesto; todo esto
corresponde a otro debate que tendremos otro día si queréis. ¿Alguna pregunta más
sobre religión? –concluyó la profesora señalando a una chica con la mano levantada.
–¿Y qué hay de los ritos y las celebraciones religiosas?, ¿de donde vienen?
– Sí, en algunos casos, los menos, el mismo creador de la religión, el espíritu
original, antes de morir, dejaba escrito o les decía a sus discípulos lo que debían hacer.
Por ejemplo, en el caso de los musulmanes, Mahoma escribió (o más bien, hizo escribir)
todas las leyes y rituales que debían seguir sus discípulos y, como todos lo consideraban
un profeta, o sea, que estaba inspirado por Dios, su palabra era la del mismo Dios.
» Pero en la mayoría de los casos, las celebraciones religiosas son invención de
los mismos seguidores. Muchas de ellas incluso se implantaban muchos años después
de que muriera su maestro; las utilizaban para tener controlada a la gente. Les hacían
creer que tenían que seguir esos rituales para obtener la salvación de sus almas.
Utilizaban el miedo para tener a los fieles bajo control y poder hacer con ellos lo que
quisieran.

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Pedro Estudillo

» Esa fórmula funcionó durante mucho tiempo, hasta que la cultura y el


conocimiento fueron extendiéndose a todo el mundo y les fue abriendo los ojos. De esa
forma fue perdiendo fuerza, aunque nunca llegó a perderse del todo.
» Nosotros somos un claro ejemplo de que los ritos no son necesarios. Tu
compañero decía antes que aquí no practicamos ninguna religión, y lo que quería decir
es que no hacemos celebraciones religiosas públicas; en esta nave cada uno lleva su
religión por dentro y a nadie se le obliga a hacer o a creer en nada que no quiera.
– ¿Por qué en los últimos tiempos se impuso el budismo, siendo ésta mucho más
antigua que otras religiones? –preguntó un muchacho.
– Es cierto que en los últimos ochenta años hubo un crecimiento muy alto del
budismo. Eso ocurrió sobre todo en los países tradicionalmente católicos, y la razón la
explica muy bien el capitán Douglas en su diario que me supongo que todos habréis
leído. Casi todos los primeros integrantes de la tripulación de la Parinirvana eran
budistas y muchas de nuestras costumbres provienen de ellos, aunque la mayoría de
vosotros no lo sepáis; por ejemplo la meditación y los ejercicios de relajación que
muchos de nosotros practicamos tienen su origen en el budismo.
– El nombre de Parinirvana también proviene del budismo, ¿no es así profesora?
–interrumpió una alumna de la primera fila.
– Exacto –continuó Elena–, ahí tenemos un claro ejemplo. De todas formas,
contestando a tu pregunta de por qué se impuso el budismo, a parte de lo que explica el
capitán Douglas, yo tengo mi propia teoría.
» Las demás religiones, sobre todo el cristianismo, basaban su doctrina
demasiado en los dogmas de fe, por ejemplo, en que Jesucristo era hijo de Dios o que
resucitó al tercer día de morir y demás milagros de ese tipo, y restaban importancia a las
palabras y los actos de Jesucristo. La prueba está en la discriminación y persecución a
que eran sometidos aquellos que no pensasen como ellos, incluso llegando a matarlos,
algo totalmente contrario a lo que Jesús predicaba.
» Para mí, lo verdaderamente importante de Jesucristo no es lo que hizo una vez
que lo mataron, sino lo que hizo y dijo estando vivo. Sus palabras y sus acciones;
palabras como “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra” o

55
El renacer de la humanidad

“bienaventurados los pobres porque ellos heredaran la tierra”, y cosas así que podemos
leer en los libros del Nuevo Testamento.
» Ese es el verdadero mensaje de Jesucristo. El hecho de que resucitase al tercer
día o fuese hijo de Dios es simplemente simbólico, y sin embargo, para los cristianos
ésta era la piedra angular de su religión; por eso creo que fracasó en los últimos tiempos
ante el budismo que se había mantenido más fiel al espíritu original de el Buda.
» Bueno, sólo queda tiempo para una última pregunta –dijo Elena señalando a
un muchacho de la última fila.
– ¿Cree usted en Dios, profesora? –preguntó el alumno.
Elena se quedó pensativa durante un momento. No se esperaba esa pregunta ni
tenía una respuesta preparada. Al fin contestó.
– Me preguntas si creo en la existencia de un ser superior. Mi respuesta es que
no lo sé. Pero no te confundas; no es que no sepa si creer o no creer, lo que no sé es si
existe o no. Es distinto. Me explico: hablando de Jesucristo, yo no sé si fue hijo de Dios
o no, o si resucitó al tercer día y subió al cielo; puede que fuese así, pero para mí esto es
lo de menos. La demostración de que Jesús fue sólo un hombre como otro cualquiera
hubiera sido para los católicos un desastre, sin embargo para mí no hubiera supuesto
nada, ya que yo creo en Jesús como hombre, igual que creo en Mahoma o en el Buda o
tantísimas otras personas que han existido y que han demostrado tener un corazón y
unos sentimientos por encima de todos los demás, creyesen en Dios o no.
» La existencia de Dios es algo que no se puede demostrar; pero tampoco se
puede demostrar lo contrario, que no exista; por tanto es una pérdida de tiempo discutir
sobre eso. Cada uno es libre de pensar lo que quiera y, por supuesto, permitir a los
demás que también piensen lo que ellos quieran.
» No sé si esto contesta a tu pregunta, pero no hay tiempo para más, lo siento.
Nos veremos mañana –concluyó Elena dando por terminada la clase.

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Pedro Estudillo

Habían transcurrido veintidós largos meses llenos de incertidumbre. Rumores de


todo tipo circulaban por la nave acerca de ese extraño planeta al que se acercaban,
cuando por fin, una mañana, llegó la gran noticia que todos esperaban. El capitán Jorel
apareció en todas las pantallas de televisión y monitores que se encontraban en cada sala
de la nave, diciendo lo siguiente:
– Queridos compañeros y compañeras de la Parinirvana, hoy es un día grande
para la humanidad. Estoy seguro de que todos conocerán ya la noticia o habrán oído
algún rumor, pero como capitán me siento obligado a hacerla oficial ante todos ustedes.
» Ayer por la tarde, nuestros radiotelescopios y su personal, tomaron los últimos
datos necesarios para poder confirmar lo que tanto estábamos esperando. Ese planeta
azul al que nos acercamos, no sólo posee una atmósfera rica en oxígeno compatible con
nuestra forma de vida, sino que además hemos podido obtener unas imágenes muy
nítidas de su superficie en las que se pueden ver espesos bosques repletos de árboles y
vegetación variada y, lo más increíble, manadas enteras de animales campando a sus
anchas. No creo que sea necesario decirles lo que esto significa. Parece ser que la
especie humana vuelve a tener un hogar donde establecerse.
» Esto es sólo el comienzo, aún queda mucho trabajo por hacer; los próximos
meses serán de vital importancia para organizar entre todos la estrategia a seguir. Nunca
antes en el pasado, que se conozca, una civilización se había encontrado en semejante
situación, y no podemos actuar precipitadamente.

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El renacer de la humanidad

» De momento he consultado con el consejo de ancianos y hemos decidido


ponernos en órbita con el planeta, para ello aún restan unos tres meses de viaje, y una
vez allí, estudiar todas las posibilidades y toda su superficie para obtener la mayor
cantidad de datos posibles y no equivocarnos en el último momento. Después de haber
conseguido lo imposible, no nos gustaría echarlo todo a perder por precipitarnos.
» A medida que nos vayamos acercando, iremos tomando nuevos datos e
imágenes que serán transmitidas inmediatamente por toda la nave para que todos
vayamos conociendo la que probablemente será nuestra nueva casa. Así mismo les
comunicaré todo lo que vayamos descubriendo que pueda ser de interés general.
» Un saludo y enhorabuena a todos.

Ni que decir tiene el gran alboroto que se formó en toda la nave en cuanto
apareció el capitán por las pantallas. Ya no había lugar a dudas; se acabaron las
especulaciones. El milagro se había producido; habían encontrado vida más allá del
planeta Tierra. La gran pregunta que durante miles de años se había hecho la humanidad
por fin había sido contestada: no estamos solos en el Universo. Pero el capitán tenía
razón al decir que aquello era sólo el principio; ninguno de los presentes podría
imaginarse lo que les quedaba aún por descubrir ni lo que les esperaba allí abajo.

58
Pedro Estudillo

Esa noche, en casa de Pet y Elena, se reunieron con sus respectivos padres para
celebrar todos juntos la noticia. Después de la cena se sentaron a charlar un poco y,
claro está, el tema de conversación no podía se otro.
– Pet, tú que estás ahí arriba, seguro que sabes mucho más sobre ese planeta.
¿Por qué no nos lo cuentas? –comenzó preguntando Andrew, el padre de Pet.
– Bueno, de momento no creas que hay mucho más que decir. Como habéis
visto en las imágenes, está compuesto por agua en la mayoría de su superficie; pero
también existen grandes placas continentales y multitud de islas donde poder
establecernos. Se ve mucha vegetación, por lo que se supone que la tierra es fértil.
Parece un planeta perfecto para formar una civilización tan grande o más que la que
hubo en su día en el planeta Tierra.
– ¡Espero que no! –exclamó Elena–. No te olvides que uno de los mayores
problemas que tuvo la Tierra fue su excesiva demografía.
– No seas agorera, hija –dio Roberto–; Pet lo único que ha querido decir es que
es un buen planeta donde poder establecerse, ¿no es así?
– Pues claro –contestó Pet–. Algo habremos aprendido de nuestros antepasados
como para no cometer de nuevo los mismos errores.
– Sí, nosotros quizás sí –continuó diciendo Elena–, lo que me preocupa son
nuestras futuras generaciones. Con el tiempo todo se olvida y es fácil caer en los
mismos fallos. La historia está repleta de ejemplos.

59
El renacer de la humanidad

– Creo que te estás adelantando demasiado –intervino Sofía, la madre de Pet–.


Puede que tengas razón, pero ahora mismo no es muy inteligente preocuparse por eso.
Lo único que tenemos que hacer es, sencillamente, lo que está en nuestras manos, seguir
educando a nuestros hijos tal como lo hemos hecho hasta ahora, procurando que no
olviden su historia y que a su vez ellos, enseñen igual a los suyos. No sé hasta cuando
podremos durar así, pero creo que es preferible afrontar el futuro de forma optimista.
– Sofía tiene razón, hija –repuso Roxi–; además no podemos pretender que la
raza humana exista eternamente en un mundo perfecto; eso sería una utopía. Todo tiene
un principio y un final, y el hombre algún día también encontrará su fin sin que ni tú ni
nadie pueda remediarlo.
– Sí, puede que tengáis razón –respondió Elena–, sólo que no me gustaría que
ese final se precipitara antes de tiempo. Si hubierais estudiado tanto como yo la historia
de nuestros antepasados, no seríais tan optimistas.
– Creo que nos estamos poniendo demasiado trágicos –interrumpió Roberto de
repente–. Cambiando de tema, Pet, ¿qué hay de esos animales que se ven?, ¿qué sabéis
de ellos?
– Parecen manadas de herbívoros que están pastando, simplemente. Las
imágenes son muy lejanas todavía y existe mucha nubosidad que no nos permite ver con
más claridad –contestó Pet.
– Si existen herbívoros es lógico pensar que también haya carnívoros –dijo Sofía
como pensando en voz alta.
– Cierto –continuó Pet–. Por eso antes de bajar ahí tomaremos todas las
precauciones necesarias. Tenemos pensado dar las vueltas que hagan falta a ese planeta.
Hasta que no lo conozcamos palmo a palmo, nadie pondrá un pie en él.
– No hace falta que lo jures –dijo Andrew–; conociendo a nuestro capitán es
capaz de tenernos otros dos mil años dando vueltas antes de atreverse a bajar.
– Pues yo no dejo de pensar –continuó Sofía después de que todos dejaran de
reír– en todas las similitudes que existen con el planeta Tierra. En un Universo tan
infinito, ¿cómo es posible que hayamos dado con otro planeta tan parecido?

60
Pedro Estudillo

– A mi me ocurre también lo mismo –dijo Roberto–. Me da la impresión de que


hemos vuelto otra vez donde mismo.
– Nosotros también lo hemos pensado más de una vez –volvió a responder Pet–;
pero aunque las similitudes son muchas, hay que tener en cuenta las diferencias; y éstas
son determinantes.
» Las placas continentales son totalmente distintas a las de la Tierra; su
inclinación también varía un poco; la cantidad de agua es bastante mayor; su luna está
más alejada que la de la Tierra. Además, si hubiéramos vuelto a la Tierra, ya habríamos
visto algunos de los restos de nuestra civilización, tanto en la superficie del planeta
como en su órbita; recordad que allí quedaron cientos de satélites artificiales en órbita y,
aunque ha pasado mucho tiempo, no ha sido el suficiente como para que se hayan
precipitado a la superficie o perdido en el espacio.
Hasta ahora, Eli se había mantenido muy callada y atenta a la conversación de
sus padres y abuelos; aprovechando que todos se quedaron en silencio un momento, se
decidió a intervenir.
– Papa, ¿y qué ocurriría si existiesen personas inteligentes como nosotros?,
¿podrían hacernos daño?
– Buena pregunta, cariño, pero creo que a eso puede contestar mejor tu madre.
¿Tú qué crees, Elena?
– Es poco probable que existan personas como nosotros, hija, sería demasiada
casualidad. Pero si así fuera no tendrían por qué hacernos daño si nos presentamos
amistosamente. En ese caso, lo más importante sería procurar que no se sintiesen
amenazados.
– Toda la comunidad científica, desde los descubrimientos de Darwin, tiene la
teoría –interrumpió Roberto– de que nuestra existencia no es más que el resultado de
una serie complicada de accidentes aleatorios, y que si reiniciáramos el mundo cuatro
mil millones de años atrás, no se llegaría a nada parecido.
– Una vez leí –intervino Roxi– que la vida es un acontecimiento
extremadamente improbable que no volvería a ocurrir en mil millones de años sobre mil
millones de planetas.

61
El renacer de la humanidad

– Pues seguro que al que escribió eso le encantaría estar aquí ahora para
comprobar que estaba equivocado –dijo Sofía.
– La verdad es que no es el único que pensaba así –repuso Pet–. Como ha dicho
Roberto, esa era la idea que tenían la gran mayoría de científicos tanto en la Tierra
como aquí en la nave.
» Para los biólogos sobre todo, nuestra búsqueda era algo así como un
imposible. Este planeta supone el mayor descubrimiento de la historia en muchos siglos
o milenios, diría yo. Os puedo asegurar que todos ellos están deseando bajar ahí para
poder hacer montones de comprobaciones y experimentos.
– Pues claro, yo mismo –intervino Roberto –. Tened en cuenta que después de
miles de años intentándolo, nadie ha sido capaz de reproducir artificialmente las
complejas macromoléculas de la vida a partir de los materiales inorgánicos que la
componen.
» Alguien comparó una vez la probabilidad de la formación de la primera
molécula de ADN o ARN mediante una combinación molecular aleatoria, con la
inverosimilitud de que al pasar por un desguase de aviones un tornado, dejase tras de sí
un Jumbo perfectamente montado.
– ¿Qué es un Jumbo, abuelo? –preguntó Eli.
– Un avión de pasajeros construido en el siglo XX, querida –contestó éste–.
Hasta ahora sólo conocíamos un modelo celular, el de la Tierra; y eso hacía que se
plantearan muchos interrogantes que no podían responderse. Este descubrimiento
supone una oportunidad única para responder todas esas preguntas sobre el origen de la
vida.
– Y digo yo –en esta ocasión fue Andrew el que intervino–, si ya hay vida en ese
planeta como sabemos, y las leyes de la naturaleza son universales, o sea que se
cumplen en todos los lugares del Universo y en todos los tiempos, será sólo cuestión de
tiempo que aparezca una forma de vida inteligente y que desarrolle una tecnología
basada en estas leyes, construyendo herramientas parecidas a las que hemos construido
nosotros, ¿no es así?

62
Pedro Estudillo

– Puede ser –contestó Elena–, pero para eso se necesitarían millones de años de
evolución y no sabemos todavía el nivel evolutivo de las especies que habitan en ese
planeta. Además tendrán que darse muchas casualidades para encontrar ahí algo
parecido a nosotros o a algo que conozcamos.
– Tengo que reconocer que a mí me da un poco de miedo todo esto –dijo Sofía–.
Por lo que estáis diciendo, en ese planeta podría haber montones de especies totalmente
desconocidas para nosotros y, además, también nosotros seremos desconocidos para
ellos, ¿no creéis que puede ser peligroso adentrarse en un mundo tan desconocido y
distinto al nuestro?
– No tenemos por qué temer nada, mama –contestó Pet–. Ya he dicho que antes
de bajar, estudiaremos el planeta palmo a palmo. Incluso estamos preparando varios
robots que lanzaremos con sondas en varios puntos distintos para tomar datos in situ.
Disponemos de la tecnología necesaria para conocer ese planeta mejor que a esta nave.
Os puedo asegurar que no habrá sorpresas.
– Siempre hay sorpresas –repuso Roxi pensativa.

63
El renacer de la humanidad

Dos meses y medio después, la Parinirvana alcanzaba la órbita del planeta


desconocido. Para entonces ya se habían tomado muchas imágenes de él y se conocían
una gran cantidad de datos. Se había trazado un perfecto plano geográfico de su
superficie; se sabía la profundidad de sus océanos, la altura de sus cordilleras, la
temperatura que reinaba en cada punto del planeta, la composición de su atmósfera,
etcétera.
Pero era ahora cuando comenzaba la verdadera labor de investigación. Como
había dicho Pet, se lanzaron cuatro robots en distintos puntos de su superficie, uno de
ello submarino, y no tardaron en empezar a enviar datos de todo tipo, atmosféricos,
medio ambientales, minerales, biológicos, etcétera. No pasaba un solo día sin que se
supiese algo nuevo, y con cada dato que se obtenía, la tripulación de la Parinirvana se
mostraba más y más sorprendida. El parecido con la antigua Tierra era increíble; su
composición mineral y atmosférica eran prácticamente idénticas. Incluso se habían
encontrado especies vegetales que todos conocían, y el resto presentaban similitudes
con otras especies que habían crecido en la Tierra.
Con los animales pasaba lo mismo; habían conseguido imágenes de miles de
especies distintas, la mayoría insectos y pequeños roedores, y al igual que con las
plantas, el parecido con los de la Tierra era extraordinario. Existían pequeñas
diferencias, sobre todo en los animales mayores; conforme la escala evolutiva iba
aumentando, las diferencias se hacían más notables, pero en líneas generales, se podía

64
Pedro Estudillo

decir que las similitudes eran mayores que las diferencias. Prácticamente, cada especie
estudiada, tanto animal como vegetal, podía ser comparada con otra que hubiese
existido algún día en la Tierra.
Por supuesto que nadie en la nave había visto jamás animales salvajes y en
libertad, ni los había conocido, ya que la mayoría de las especies, incluso se habían
extinguido antes de la catástrofe del año dos mil cien de la era terrestre. Por aquel
entonces sólo se conservaban algunos ejemplares vivos en zoológicos, pero era tan alto
el coste que suponían por tener que recrear todo su hábitat artificialmente, que cada vez
eran menos, y estaban condenados a su extinción total.
Los únicos animales salvajes que conocían en la Parinirvana eran los que habían
visto en imágenes de archivo de la segunda mitad del siglo XX y primera del XXI, antes
de que el cambio climático y la acción del hombre fueran acabando poco a poco con
todos los parques naturales y bosques tropicales del planeta Tierra.
Por todo ello, la expectación en la nave era extraordinaria, nadie quería perderse
ni un solo detalle de todas las imágenes que cada día se repetían por los monitores. Para
la mayoría de los habitantes de la Parinirvana todo aquello era algo nuevo y
maravilloso; sólo algunos de los científicos mostraban una preocupación cada vez
mayor; ellos sabían que encontrar un planeta tan parecido al que abandonaron hace más
de dos mil años era algo así como imposible. Pero sin embargo lo tenían ahí delante y
tenían que rendirse ante la evidencia.
A estas alturas, todos se habían hecho a la idea de que ese planeta sería muy
pronto su futuro hogar. Ese era el único tema del que se hablaba en la nave
prácticamente, con lo que las labores rutinarias se habían descuidado; lo único que
importaba era conocer el momento en que el capitán y el consejo de ancianos decidieran
que se podía bajar.
En la escuela, las clases se hacían imposible, ya que a los chicos lo único que les
interesaba era conocer nuevos detalles de ese planeta y del tipo de vida que les esperaba
allá abajo. Elena quiso aprovechar esta excitación general para explicar a los jóvenes
muchos de los aspectos que representaban la vida cotidiana de los antiguos habitantes

65
El renacer de la humanidad

de la Tierra, de modo que les sirviera como ejemplo de lo que debían, o más bien, no
debían de hacer en cuanto se establecieran en esa nueva tierra.

66
Pedro Estudillo

Esa mañana empezó la clase leyendo un pasaje del libro de las Sibilas; éstas eran
mujeres que se creían inspiradas con poderes proféticos por el dios Apolo de las
mitologías griegas y romanas:
– “Hubo una vez una ciudad (no importa donde quedaba, ni cómo se llamaba)
antigua y próspera ubicada en el medio de una basta planicie. Un verano, mientras los
pobladores se afanaban por prosperar y vivir bien, una mujer pobre, vieja y extraña
llegó a una de las puertas de la ciudad cargada con doce pesados libros que puso a la
venta entre los ciudadanos. Dijo que los libros contenían todo el conocimiento y toda la
sabiduría del mundo y que se los cedía a la ciudad por tan sólo un saco de oro.
» La gente de la ciudad consideró la idea bastante graciosa. Pensaron que
obviamente la señora no tenía noción del valor del oro y que lo mejor que podía hacer
era marcharse.
» Ella se mostró conforme, pero antes, dijo, destruiría la mitad de los libros.
Prendió una pequeña fogata, quemó a la vista de todos los habitantes de la ciudad seis
de los libros que contenían todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo, y luego
se marchó.
» Con algunas dificultades, la ciudad logró prosperar a pesar del duro invierno y,
al verano siguiente, la anciana regresó.
» –¡Ah, otra vez usted! –le dijeron–. ¿Cómo están el conocimiento y la
sabiduría?

67
El renacer de la humanidad

» –Seis libros –dijo–, sólo quedan seis. La mitad de todo el conocimiento y toda
la sabiduría del mundo. Otra vez se los ofrezco.
» –Ah, ¿sí? –le contestaron las personas riendo con disimulo.
» –Solo que ha cambiado el precio.
» –No nos sorprende.
» –Dos sacos de oro.
» –¿Qué?
» –Dos sacos de oro por los seis libros que quedan con todo el conocimiento y
toda la sabiduría del mundo. Los toman o los dejan.
» –Nos parece –le dijeron– que usted no debe de tener mucha sabiduría y
conocimiento, ya que de lo contrario sabría que no puede cuadruplicar un precio ya
escandaloso para el mercado del comprador. Si ese es el tipo de conocimiento y
sabiduría que pretende vendernos, entonces francamente se lo puede quedar a cualquier
precio.
» –¿Los quieren o no?
» –No.
» –Muy bien. Si no es molestia, un poco de leña, por favor.
» Prendió otra fogata y quemó tres de los libros restantes a la vista de todos;
luego se marchó por la planicie.
» Esa noche dos o tres curiosos salieron furtivamente a inspeccionar las cenizas
para ver si podían encontrar una página o dos, pero el fuego lo había consumido todo y
la vieja mujer había rastrillado las cenizas. No quedaba nada.
» Pasó otro invierno difícil que afectó a la ciudad, y causó algunos problemas de
hambre y enfermedad a sus habitantes, pero el comercio siguió prosperando y, al llegar
el verano, cuando volvió a regresar la anciana, ya se encontraban bastante bien.
» –Llega temprano este año –le dijeron.
» –Tengo menos que acarrear –explicó mostrándoles los tres libros que llevaba
con todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo–. ¿Les interesa?
» –¿A qué precio?
» –Cuatro sacos de oro.

68
Pedro Estudillo

» –Abuela, usted está totalmente loca. Además, nuestra economía atraviesa por
un período medio difícil en este momento. No podemos pensar en sacos de oro.
» –Leña, por favor.
» –Espere un minuto –dijeron–, esto no le está haciendo bien a nadie. Hemos
estado pensando acerca de todo esto y hemos formado un pequeño comité para mirar
sus libros. Déjenos evaluarlos durante unos meses para ver si tienen algún valor para
nosotros, y cuando regrese el próximo año quizá le podamos hacer una oferta razonable.
Pero no estamos hablando de sacos de oro, ¿eh?
» La anciana meneó la cabeza.
» –No –dijo–. Tráiganme leña.
» –Le va a costar.
» –No importa –dijo la mujer encogiendo los hombros–. Los libros arden bien
sin leña.
» Y diciendo esto procedió a hacer trizas dos de los libros, que se quemaron con
facilidad. Luego, se fue por la planicie dejando a los ciudadanos por otro año.
» Regresó al final de la primavera.
» –El último que queda –dijo, poniéndolo en el suelo delante de ella–. Esta vez
pude traer mi propia leña.
» –¿Cuánto? –le preguntaron.
» –Dieciséis sacos de oro.
» –¡Sólo presupuestamos ocho!
» –Tómenlo o déjenlo.
» –Espere.
» La gente de la ciudad se reunió y regresó a la media hora.
» –Dieciséis sacos de oro es todo lo que nos queda –imploraron–. Son tiempos
difíciles. Debe dejarnos con algo.
» La anciana canturreó en voz baja y comenzó a hacer una fogata.
» –¡Está bien! –exclamaron, y abrieron las puertas de la ciudad para que salieran
dos carruajes tirados por bueyes cargados con ocho sacos de oro cada uno–. ¡Será mejor
que sea bueno! –exclamaron.

69
El renacer de la humanidad

» –Gracias –dijo la anciana–, lo es. Y deberían haber visto el resto.


» Encaminó los dos carruajes alejándose por la planicie y dejando que la gente
se defendiera como mejor pudiera con tan sólo la doceava parte de todo el conocimiento
y toda la sabiduría del mundo.”

Elena hizo una pausa mientras dejaba el libro en la estantería.


– ¿Y bien, qué conclusión sacáis de esta historia? –preguntó.
– Yo creo que ese pueblo representa a toda la humanidad –contestó una chica– y
la anciana podría representar a todos los santos, profetas y sabios que han habitado la
Tierra en todos los tiempos intentándoles hacer ver a la gente corriente cómo debían de
vivir sus vidas.
– Sí, y como al final nadie les hacía caso, pues así les fue –bromeó otro de los
alumnos.
– Bueno, bueno, vais por buen camino –prosiguió Elena–. La cuestión es que la
humanidad tuvo en sus manos, a su alcance, la posibilidad de llevar una existencia en
paz y en armonía los unos con los otros, pero siempre terminaban venciendo las ansias
de poder y la ambición; lo que les hacía caer una y otra vez en sucesivas guerras y les
llevaba a inventar todo tipo de artilugios que les hacían la vida más cómoda pero a costa
de destrozar el planeta, conduciéndoles al final a la destrucción total.
» Nosotros tenemos en nuestro poder algo muy valioso, una segunda
oportunidad. No sé si dispondremos de todo el conocimiento y toda la sabiduría del
mundo, pero sí de gran parte. No dejemos que se consuma en la hoguera de nuevo y
utilicémoslo al precio que sea. Ahora sabemos lo que puede estar en juego y también
sabemos que merece la pena, aunque tengamos que pagar un alto precio.
– ¿Qué pretende decirnos cuando afirma que tenemos que pagar un alto precio?
–preguntó un muchacho.
– Me refiero a que seguramente tengamos que sacrificar muchas de las
comodidades a las que estamos acostumbrados. Me refiero a que tendremos que trabajar
muy duro. Comenzar una nueva vida no es nada fácil.

70
Pedro Estudillo

– Pero –interrumpió otro alumno del fondo del aula– el desastre de la Tierra
ocurrió por depender demasiado de la energía; teniendo en cuenta ese detalle y,
conociendo otras formas de obtener energía alternativa, como ya conocemos, no creo
que tengamos que renunciar a las comodidades que estén a nuestro alcance.
– Lo del apagón fue sólo la gota que colmó el vaso –respondió la profesora–. La
extinción del hombre en la Tierra era algo que estaba escrito mucho tiempo atrás.
Recordad el manifiesto que escribieron en el año 1992 de la era terrestre la comunidad
científica internacional1 dirigido a todas las naciones desarrolladas de entonces.
» En él se avisaban a todos esos países de los desastres que les esperaban si no
cambiaban de actitud; cambio climático, epidemias, desertización, escasez de recursos
debido a la excesiva demografía, etcétera. Creo que acertaron en casi todo. En el
noventa y dos aún estaban a tiempo de solucionar algo, pero era tanto el sacrificio que
se debía hacer por parte de toda la población, que ningún gobernante tuvo la fortaleza
necesaria para intentarlo siquiera. Y si lo hubo, no tardarían en echarlo. A nadie nos
gusta tener que renunciar a nada de lo que ya tenemos.
Elena le dio la palabra a una chica que llevaba un buen rato con la mano
levantada.
– Ya hemos visto en otras ocasiones que la mayoría de las guerras comenzaron
por motivos religiosos y, no hace mucho leí en un libro que la religión es el opio del
pueblo, refiriéndose a todo el mal que le causaba a la sociedad. ¿Cree usted que
deberíamos de evitar cualquier tipo de creencia religiosa para no tener problemas en un
futuro?
– No, no, ni mucho menos –contestó Elena–, además eso sería imposible. Fue
Karl Marx, el padre del comunismo, el que dijo eso de que la religión es el opio del
pueblo, pero yo no estoy de acuerdo; en todo caso sería la religión mal entendida. Para
los que no lo sepan, el opio era una droga muy extendida por todo el mundo, que iba
anulando poco a poco el cerebro del que la consumía al mismo tiempo que lo convertía
en un esclavo de la misma, hasta destruirlo del todo; de ahí la comparación de Marx.

1
Documento reproducido íntegramente en el Apéndice al final del libro.

71
El renacer de la humanidad

» Ya comenté en otra ocasión, que la religión sólo servía de pretexto en la


mayoría de las ocasiones; el verdadero trasfondo de casi todas las guerras eran las ansias
de poder de los líderes, capaces de arrastrar a todo un pueblo a la destrucción por
conseguir aumentar su territorio o mayor independencia política.
» En mi opinión, y parafraseando a Karl Marx, el verdadero opio del pueblo son
las fronteras. Mientras yo sea esto y tú seas aquello, o yo quiera esto y tú quieras lo otro,
o sea, mientras haya diferenciaciones entre la población, habrá conflictos. La Tierra
siempre estuvo dividida en multitud de naciones y, éstas a su vez, se dividían también
en diferentes regiones; de ahí que surgieran tantos problemas constantemente y tantas
guerras. Imaginaos cientos y cientos de líderes distintos, cada uno de una nación o de
una región, deseosos por conseguir cada vez más poder. Los conflictos eran inevitables.
– ¿Quiere decir eso que es imposible una convivencia en paz? –preguntó uno de
los alumnos.
– Nosotros llevamos muchos años conviviendo en paz –contestó Elena–; así que
no será del todo imposible. Y no sólo nosotros, en la segunda mitad del siglo XXI,
después de la gran guerra entre Occidente y los países islámicos que se conoció como la
Última Cruzada, el mundo vivió un período de paz que se pudo haber prolongado
durante mucho tiempo, exceptuando algunos conflictos aislados en países del tercer
mundo.
» La clave estuvo precisamente en la unión entre las naciones; la firma de la
Constitución de los Estados Desarrollados y la creación de los distintos organismos que
la regulaban, fue un paso fundamental para conseguir ese período de paz tan deseado.
» Nosotros tenemos la ventaja de que partimos de cero, y sabiendo lo que ya
sabemos, debemos intentar por todos los medios permanecer unidos. Por muy grandes y
fructíferas que sean esas tierra, no debemos caer en el gravísimo error de separarnos y
crearnos fronteras imaginarias; y así mismo debemos inculcar esa misma mentalidad a
nuestros descendientes.
– ¿Cree usted que eso será posible? –preguntó un alumno
– No lo sé, espero que sí; lo que sí sé es que en nuestras manos está el hacer que
no se olvide el legado de nuestro planeta de origen ni nuestra odisea espacial durante

72
Pedro Estudillo

más de dos mil años. Ese será nuestro deber con las futuras generaciones; si lo logramos
podremos darnos por satisfechos –concluyó Elena dándole la palabra a otro chico que
tenía la mano levantada.
– Usted ha dicho que la paz sólo se consiguió al final en los países desarrollados,
mientras que en los del tercer mundo seguían luchando entre ellos. ¿Acaso no había
recursos en todo el mundo suficientes como para repartirlos entre todos, o es que a
nadie les importaba?
– Esa fue la gran deuda pendiente de toda la humanidad mientras vivieron en la
Tierra –contestó Elena poniéndose muy seria–; y como herederos suyos debemos
hacerla nuestra también para que nunca, por muchas generaciones que pasen, se nos
olvide y se vuelva a repetir.
» Durante toda la historia de la Tierra se han conocido cientos de genocidios que
se encuentran perfectamente documentados en los libros, como por ejemplo el de los
judíos a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, los de cristianos y
musulmanes en las Cruzadas, el de serbios y albano-kosovares de la antigua
Yugoslavia, judíos y palestinos, etcétera. Pero el mayor de todos los genocidios ni
siquiera fue conocido como tal. Les estoy hablando de la destrucción casi completa de
todo el continente africano.
» Durante los siglos XX y XXI se dejaron morir allí millones y millones de seres
humanos de la peor muerte que nadie puede conocer, de hambre, sed y olvido. Estas
muertes se podían haber evitado, pero como tú bien has dicho, a nadie les importaba. Y
lo peor de todo es que, no sólo pudieron haber sido evitadas por los países más
desarrollados, sino que para colmo fueron ellos los que provocaron esta situación tan
catastrófica en el continente, por eso lo llamo genocidio. Muchos de estos países ricos
consiguieron serlo gracias, precisamente a los africanos; primero con la esclavitud,
después llegaron las colonias, más tarde la explotación de todas sus riquezas y el cobro
de las deudas contraídas y, por último, cuando ya no tenían nada más que ofrecer, el
abandono.
» Aunque tampoco sería justo culpar a toda la humanidad; sí que había mucha
gente a la que les importaba. Existían multitud de organizaciones que, sin ningún ánimo

73
El renacer de la humanidad

de lucro, se encargaban de ayudar en lo que podían a estas personas tan necesitadas;


pero sin el apoyo de los gobiernos, sus recursos eran muy limitados y, por supuesto,
insuficientes.
» Debemos hacer un esfuerzo y no olvidar tampoco a estos miles de personas
desconocidas que sacrificaron sus vidas para ayudar a otros más necesitados. Lo de
sacrificar yo lo pondría entre comillas porque, como ya os he dicho muchas veces, no
hay mayor satisfacción en la vida que la de ayudar desinteresadamente a otras personas.
Os puedo asegurar que toda esta gente que ofrecieron sus servicios sin esperar nada a
cambio fueron muchos más felices que todos aquellos gobernantes o dueños de grandes
multinacionales que manejaban los hilos del mundo desde sus lujosas mansiones
rodeadas de guardaespaldas, decidiendo quién podía vivir y a quién podían dejar morir.
– De todas formas –dijo un muchacho al que la profesora señaló– tenemos que
reconocer que gobernar un estado con millones de habitantes no debe de ser nada fácil.
Una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica.
– Tienes razón, sobretodo partiendo de la base de que nadie es perfecto. Pero
una cosa es segura, y es que nosotros tendemos a complicarlo todo mucho más de lo
que es de por sí.
» Como tenemos poco tiempo y el tema se pone interesante, os voy a pedir que
para el próximo día os leáis el Tao Te Ching, o lo que es lo mismo, el tratado sobre el
Camino y la Virtud de Lao Tse. No os preocupéis, es muy breve; consta tan sólo de
ochenta y un versículos cortos, y lo podréis encontrar en vuestros ordenadores,
insertados en la red. Para que veáis que tiene que ver con lo que estamos hablando, os
voy a adelantar algo.
Elena cogió un pequeño libro de la estantería del aula y empezó a leer:
– “A gobierno desidioso, pueblo diligente; a gobierno activo, pueblo perezoso.
» Con la rectitud se gobierna un Estado. Con la estrategia se manda un ejercito.
Con no hacer nada, se conquista el mundo. Cuantas más prohibiciones y leyes
coercitivas, más pobre será el pueblo. Cuantas más armas aceradas, más revuelto andará
el pueblo. Cuantos más decretos y leyes se promulguen, más bandidos habrá. Por eso

74
Pedro Estudillo

dice el varón santo: yo nada hago, y el pueblo por sí mismo progresa; yo amo la calma,
y el pueblo por sí mismo se arregla; yo no trabajo, y el pueblo por sí mismo enriquece.
» Gobernar un gran Estado es como freír pequeños peces, no se les puede
manipular mucho no sea que se deshagan.”
» Yo no comparto todos los preceptos taoísta –continuó diciendo Elena–, pero
tengo que reconocer que están llenos de sabiduría y de buenas intenciones. Estoy segura
de que uno de los libros de la vieja que mencionaban las Sibilas, hablaba sobre el Tao.
Si alguien se siente interesado y quiere conocer algo más sobre él, le puedo dejar este
libro que tengo en mis manos y que contiene, aparte del Tao Te Ching, otro tratado
mucho más extenso del Tao, escrito por otro de los grandes maestros de este
pensamiento, discípulo de Lao Tse, llamado Chuang Tzu. Os leeré un fragmento para
picaros la curiosidad y con esto terminamos por hoy:
» “No embarazarse con el mundo, no ataviarse con cosas, no ser descortés, no
oponerse al pueblo, fomentar la paz y tranquilidad en el mundo para que el pueblo viva
su vida. Contentarse con que yo y todo el mundo tengamos lo preciso para sustentar la
vida y no más. De esta manera, purificar los corazones. En las doctrinas antiguas se
hallaban estas cosas.
» Ser justos sin partidismos, igual con todos sin favoritismos; no mandar como
señor, seguir el tenor de las cosas, sin discrepar de ellas; no andar mirando y
considerando, no usar la inteligencia en discurrir y planear, no andar eligiendo, sino
seguir las cosas.
» El cielo puede cubrir, pero no puede sostener; la tierra puede sostener, pero no
puede cubrir. El gran Tao puede contener, pero no puede distinguir. Así, sabemos que
todas las cosas tienen sus posibilidades y sus imposibilidades. Andar eligiendo va contra
la universalidad. Tampoco la enseñanza llega a todo. Al Tao, en cambio, nada se le
escapa.”

75
El renacer de la humanidad

Desde que lo ascendieran a jefe de ingenieros de radiotelescopios y, sobre todo,


desde que comenzó la exploración del nuevo planeta, Pet se había vuelto una persona
mucho más responsable, mostrando un gran interés por su trabajo. No sólo llegaba todos
los días puntual al centro de mando, sino que también se encargaba de que el resto del
equipo lo hiciera. Quería conocer ese planeta mejor que nadie y cuanto antes.
Se pasaba horas y horas, junto con los demás miembros del equipo, visionando
imágenes, tomando muestras, contrastando datos; no quería que se le escapara ningún
detalle, y con razón, ya que él era el encargado de decir al capitán y al consejo de
ancianos cuándo se podía bajar a la superficie con total seguridad. Era mucha la
responsabilidad que tenía, y sabía lo importante que era mantener la calma y no
precipitarse; pero al mismo tiempo, tenía unas ganas enormes de poder pisar tierra
firme. Por eso no podía perderse ningún detalle, quería ser el primero en enterarse de
cualquier novedad por insignificante que ésta pudiera parecer.

Esa mañana, a primera hora, se encontraba en el centro de mando hablando con


el capitán cuando recibió una llamada de Ayina pidiéndole que acudiera
inmediatamente, tenía algo urgente que enseñarle.
Pet entró casi corriendo en el cubículo donde trabajaba su compañera; sabía que
Ayina no lo haría venir por cualquier tontería y, por su tono de voz, parecía algo
importante.

76
Pedro Estudillo

– ¿Qué ocurre Ayina?, ¿algo grave?


– Tranquilízate jefe, bastante nerviosa estoy yo por los dos. No te vas a creer lo
que he visto –contestó Ayina manipulando el ordenador para mostrarle a Pet unas
imágenes.
– No me asustes, a estas alturas no quiero ninguna sorpresa desagradable; no
podría soportarlo.
– No sé si será desagradable o no, lo que sí sé es que esto va a cambiar muchas
cosas. Estas son imágenes grabadas ayer por la tarde sobre las diecinueve horas. Juzga
por ti mismo –dijo Ayina presionando el teclado para comenzar la reproducción de la
grabación.
La imagen mostraba una playa desierta de arena blanca y fina; a los pocos
metros se habría una inmensa selva tropical muy espesa. En ese momento, en la parte
superior de la pantalla, se observa lo que parece una especie de pelota oscura salir
rodando de entre la espesura de los árboles; seguidamente aparecen dos niños
semidesnudos tras el objeto redondo, uno de ellos lo coge y vuelven a adentrarse en el
bosque perdiéndose de vista bajo los árboles.
– Eso es todo –dijo Ayina parando la imagen.
– Dios mío –exclamó Pet perplejo después de unos segundos en silencio y sin
poder apartar la mirada del monitor.
– He visionado todas las grabaciones anteriores y posteriores a ésta en esa
misma zona –continuó diciendo Ayina tras ver como su jefe se había quedado sin
palabras– y no aparece nada más. Además he fijado esas coordenadas en el telescopio.
Mientras nos lo permita la rotación del planeta no perderemos detalle de lo que ocurra
en ese punto.
– Un momento, un momento –acertó a decir Pet–. ¿Cómo es posible que no
hallamos visto nada hasta ahora? Si hay gente viviendo ahí abajo es imposible que estén
tan escondidas.
– ¿Has visto esa selva? –contestó su ayudante–. Es demasiado densa y cerrada.
Ahí dentro podría ocultarse una manada de elefantes durante toda su vida sin que les
viésemos. Además, todavía disponemos de muy pocas imágenes en este sector. Ahora

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El renacer de la humanidad

que lo tenemos localizado y vigilado a diario, seguro que con un poco de paciencia,
veremos algo más. Supongo que alguna vez saldrán a la playa a darse un baño, digo yo.
– ¿Hay posibilidad de mandar allí alguno de los robots? –preguntó Pet.
– El más cercano necesitaría unos seis meses para llegar a esa playa, y antes
tendría que atravesar la cordillera que rodea la selva; no sé si sería capaz teniendo en
cuenta la altura que tiene. De todas formas no creo que sea muy buena idea meter ahí
uno de los robots, después de lo que hemos visto.
– Al capitán esto le va a encantar. Otro motivo más para retrasar la primera
expedición al planeta. Prepara la grabación, vamos a reunirnos con él y con los demás
inmediatamente. Se van a quedar atónitos cuando vean estas imágenes –concluyó Pet
saliendo del cubículo.

Al poco rato, tanto Ayina como Pet, se encontraban en la sala de reuniones junto
con el capitán Jorel y los demás miembros del equipo de radiotelescopios. En una de las
paredes de la sala había una gran pantalla con la imagen congelada de los dos niños
cogiendo el objeto redondo. Todos sin excepción miraban la fotografía con la boca
abierta sin poder salir de su asombro.
Fue uno de los operadores el que rompió el silencio diciendo: “Eso redondo, ¿es
una pelota?”
– Más bien parece un coco o alguna fruta similar. Al menos eso creo yo –le
contestó Pet.
– Supongo que tendréis el telescopio fijo en esa zona –dijo el capitán.
– Sí, Ayina ya se ha encargado de eso –respondió de nuevo Pet–. El problema es
que, debido a la rotación del planeta y la situación de la nave, sólo se podrán grabar
unas seis horas de imágenes cada día. Propongo que nos situemos sobre ese punto y
cambiemos la dirección de la nave para no perderlo de vista ni un momento, tanto de día
como de noche.
– De hecho, de noche sería el mejor momento para grabar –intervino uno de los
ingenieros–; si hay gente viviendo ahí abajo, como así parece, sería lógico pensar que al

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Pedro Estudillo

llegar la noche utilicen fuego o algún otro medio para iluminarse, y puede que sean más
visibles.
– Así se hará –dijo el capitán–; en cuanto salga de aquí ordenaré situarnos sobre
ese área. También quiero que nos turnemos para que haya al menos una persona las
veinticuatro horas vigilando en directo toda esa selva; yo empezaré esta noche, al fin y
al cabo tampoco puedo dormir mucho.
– Pero capitán –interrumpió Ayina–, si hay algún tipo de civilización en esa
zona, no podemos descartar que haya más en otras partes del planeta. Hemos visto otras
selvas parecidas, o quién sabe si viven también en las montañas, en el interior de cuevas
y por eso no los hemos visto.
– Tienes razón –contestó el capitán pensativo–. Pero eso sólo serían
suposiciones, mientras que en esta selva sí que sabemos con seguridad que existen, así
que iremos primero a lo seguro, no le quitaremos ojo a ese sector como ya he dicho.
» Pero es verdad que no podemos descartar la opción de que existan más, por lo
tanto destinaremos sólo dos telescopios a vigilar toda esa área; creo que serán
suficientes. Los otros tres se encargaran de barrer el resto de esta cara del planeta.
¿Están de acuerdo?
– Sí –dijo otro de los ingenieros–, pero creo que sería conveniente hacerlo a la
máxima resolución posible, aunque nos lleve más tiempo. Como ha dicho Ayina,
podrían ocultarse en cualquier cueva o conjunto de árboles. Después de lo que hemos
visto deberíamos de cambiar nuestro método de exploración, cualquier señal podría ser
significativa, no sé, por ejemplo, restos de una hoguera o unas piedras colocadas en
determinada posición; cualquier detalle podría ser importante.
Todos asintieron y uno de los operadores comentó:
– ¿Creen ustedes que serán salvajes?, por su aspecto no parecen muy civilizados.
– No te dejes llevar por su apariencia –contestó Pet–. Con la temperatura que
hace ahí abajo, si nosotros estuviéramos allí, también iríamos igual de desnudos.
– Además, el hecho de que lleven puesto algo tapando sus partes más íntimas
implica un grado de civilización –añadió otro de los operarios–. Desde aquí no se puede
apreciar si sólo llevan puesto un taparrabos o alguna otra prenda más sofisticada.

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El renacer de la humanidad

– Pues ese será nuestro objetivo a partir de ahora –dijo el capitán–, averiguar
todo lo que podamos sobre esa gente; hasta qué punto son civilizados, cuántos son,
cómo viven, etcétera.
» Hasta que no lo sepamos todo sobre ellos no podemos arriesgarnos a bajar.
Quién sabe cómo nos recibirían o si podrían contagiarnos enfermedades para nosotros
desconocidas.
» Ahora mismo convocaré al consejo de ancianos para informarles de todo esto.
Ya les comunicaré si hay algún cambio. Pet, acompáñame; y el resto, creo que tenéis
trabajo, ¿no es así? Ni que decir tiene que quiero que me mantengan bien informado de
todo lo que descubran por insignificante que les parezca.
– Un momento, capitán –interrumpió uno de los ingenieros–, ¿se van a mostrar
estas imágenes al resto de la tripulación o cree que será mejor esperar?
– Es verdad –pensó Jorel–, de momento no digan nada a nadie, que sea el
consejo el que decida sobre este tema.

Todos en el consejo de ancianos estuvieron de acuerdo en que se debería


informar al resto de los habitantes de la Parinirvana de todo lo que se había descubierto,
y mostrar las imágenes abiertamente. La política de la nave siempre había sido que todo
el mundo debe de participar por igual en cualquier acontecimiento que sucediese, y ésta
no iba a ser una excepción.
Así que, al día siguiente, a primera hora de la mañana, las imágenes fueron
proyectadas por toda la nave y el capitán habló a todos anunciando el nuevo
descubrimiento y cuales serían las actuaciones que habían decidido llevar a cabo.
La conmoción fue generalizada, como era de esperar; la existencia de seres
humanos como ellos en ese planeta era algo que nadie esperaba y, en cualquier rincón
de la nave, las mismas preguntas se repetían a cada momento, ¿serían inteligentes?,
¿qué grado de civilización tendrían?, ¿se mostrarían agresivos con ellos?, ¿podrían
convivir juntos?

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Pedro Estudillo

Pet, Elena y su hija Eli habían quedado esa tarde con sus amigos Jonás y Judith
en el apartamento de éstos. Ambos tenían un hijo, Earl, de la misma edad que Eli y
compañeros en el colegio. Judith trabajaba como bióloga en los cultivos y su marido,
además de astronauta, se estaba preparando en la actualidad para pilotar uno de los
transbordadores para cuando llegase el caso, que todos daban por echo que sería muy
pronto. Jonás había querido reunirse con Pet porque pensaba que éste sabía algo más
sobre el nuevo descubrimiento de lo que se había publicado.
– Te equivocas –contestó Pet a su amigo cuando éste le interrogó–. Te puedo
asegurar que si supiese algo más te lo diría. Todo lo que sabemos es lo que dijo el
capitán esta mañana; el consejo quiso que así fuera y no hay ningún motivo para ocultar
nada.
– No es que dude de ti, Pet –continuó Jonás–, sé que tú no me ocultarías algo así.
Pero es que me cuesta trabajo creer que, con los telescopios tan potentes que tenemos,
sólo se hayan podido captar esas imágenes. Esa gente debe vivir en algún sitio, ¿dónde
están sus casas? También deben cazar o recolectar comida, y no creo que sepan que
estamos aquí arriba vigilándoles, así que por qué esconderse.
– Ten paciencia, amigo –prosiguió Pet–, aún es pronto para averiguar todo eso,
pero lo haremos, te lo puedo asegurar. Hasta ahora nos habíamos dedicado a hacer unos
barridos muy generalizados por toda la superficie; reconozco que movidos por las prisas

81
El renacer de la humanidad

de terminar cuantos antes para poder bajar ahí abajo. Se puede decir que los hemos
descubierto casi por casualidad.
» Pero ahora todo ha cambiado; los telescopios están explorando la superficie
casi centímetro a centímetro. Es cuestión de tiempo que los veamos con mayor detalle.
– ¿Y por qué no se envía a algún robot a ese bosque? Se podrían obtener mejores
imágenes –preguntó Jonás.
– ¡No, eso no se debe hacer de ninguna manera! –saltó Elena antes de que Pet
pudiera contestar–. No sabemos nada de esa gente, no podemos arriesgarnos a introducir
un elemento extraño desconocido para ellos en su hábitat. Imagínate como reaccionarían
al ver uno de nuestros robots. Para ellos sería una amenaza, y se pondrían en alerta sin
necesidad.
» Mientras no sepamos algo más sobre ellos, debemos dejarlos tranquilos, que
sigan viviendo como lo han hecho hasta ahora. Es la única forma de conocer cómo son
realmente.
– Sí, más o menos es lo que habíamos pensado nosotros también –contestó Pet–.
De todas formas es posible que existan otros grupos en alguna otra parte del planeta y
acaben descubriendo a alguno de los robots. De momento no se puede descartar nada.
– ¿Os dais cuenta de lo que significa todo esto? –inquirió Judith pensativa–. En
dos planetas con características similares como son la Tierra y éste, la evolución ha
seguido caminos paralelos llegando a desarrollarse seres también similares. Esto
contrasta totalmente con la teoría de Darwin en la que todos creemos, y que dice que
somos el fruto de millones de casualidades producidas durante el transcurso de la
evolución.
» Sería imposible que se dieran las mismas casualidades dos veces en planetas
distintos. Debe de haber algo más que a todos los científicos se nos ha escapado; y este
planeta es nuestra oportunidad para descubrirlo. ¿Os imagináis? Por fin podríamos dar
respuesta a los grandes enigmas de la humanidad, el origen de la vida y de la conciencia
humana.

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Pedro Estudillo

– Tranquilízate Judith –se apresuró a decir Pet–; creo que te estás dejando llevar
demasiado por la imaginación. Aún no sabemos nada de esa gente; ni sus datos
genéticos, ni de donde proceden, ni nada de nada, ni siquiera si son inteligentes o no.
– ¡Eso es lo de menos, qué más da que sus moléculas sean dextrógiras o
levógiras! –le replicó Judith–. Tú los has visto como yo, ¡son como nosotros! Y no sólo
se trata de ellos, también están los animales; hemos visto roedores, insectos, herbívoros,
carnívoros, peces de todo tipo y plantas y árboles. Todo igual que en la Tierra, con muy
pocas diferencias. Todo esto cuestiona enormemente las teorías que teníamos hasta
ahora sobre la evolución.
– A ver si al final va a resultar que Dios existe –intervino Jonás con cierta
ironía–. Y después del desastre de la Tierra, ha creado otro paraíso. Será mejor que
bajemos cuanto antes para avisarles de que no coman del árbol prohibido.
– Ja, ja, tú ríete que irás derecho al infierno –contestó Judith siguiéndole el
juego.
– Muy agudo, Jonás –dijo Elena también riendo–, pero creo que tu mujer tiene
razón. Aunque me parece que aún es pronto para sacar conclusiones, no podemos negar
que todo esto es muy extraño. Quizás muy pronto tengamos que rescribir muchas de las
teorías que hasta ahora hemos dado por buenas. No sería la primera vez que eso ocurre;
la teoría del Universo geocéntrico estuvo vigente hasta los siglos XVII y XVIII y la del
creacionismo, hasta Darwin en el siglo XIX, nadie la había cuestionado; incluso en el
XXI seguían existiendo muchos partidarios del creacionismo todavía.
– Sí, y además –intervino Pet– sería muy presuntuoso por nuestra parte el pensar
que ya lo sabemos todo o que estamos en posesión de toda la verdad. Puede que este
planeta nos enseñe una buena lección.
– Supongamos por un momento que son inteligentes –volvió a decir Judith–.
¿Qué creéis que pensaran de nosotros si nos ven bajar del cielo en nuestros
transbordadores?, ¿creerán que somos dioses o algo así?
– Eso estaría bien –bromeó Jonás–; como yo seré el primero en bajar, me puedo
convertir en su Dios supremo y hacerlos trabajar para mí. Creo que me podría

83
El renacer de la humanidad

acostumbrar a vivir así sin problemas. ¿Te apuntas, Pet? A ti te podría nombrar dios de
algo, no sé..., del mar o de los árboles, lo que tú elijas.
– No seas bruto –le reprendió Elena–. Precisamente eso sería lo último que
deberíamos hacer; dejar que nos vean bajar volando. Sabe dios cual sería su reacción.
» Lo que tendríamos que hacer, llegado el caso, es aterrizar en algún lugar
aislado e intentar mezclarnos entre ellos de igual a igual y muy poco a poco, con mucha
precaución y cautela. Sería la única forma de conocer cómo son, si son inteligentes,
hostiles, cómo se organizan, etcétera.
– Exacto –continuó Pet–, y una vez bien integrados entre ellos ya habrá tiempo
de enseñarles todos nuestros conocimientos.
– O de aprender de ellos –puntualizó Judith–. No olvides que están en su casa, y
para nosotros, ese planeta es un lugar extraño y desconocido.
– ¿Y qué pasa si son hostiles e intentan matarnos? –preguntó Jonás–.
Tendríamos derecho a defendernos, ¿no?
– Sin son hostiles será porque nos ven como una amenaza –respondió Elena–.
Lo más inteligente en ese caso sería dejarles en paz y marcharnos a otra zona
deshabitada.
– Sí, de esa forma, si son seres racionales, con el tiempo, se darían cuenta de que
no suponemos ningún peligro para ellos y dejarían de ser hostiles –sugirió Judith.
» Lo que nunca debemos hacer es enfrentarnos a ellos ya que ese planeta es su
hogar, allí los forasteros somos nosotros, y porque seamos más fuertes o más
inteligentes (aunque eso está por ver), no tenemos ningún derecho a molestarlos si no
quieren ser molestados.
– En ese planeta hay sitio de sobra para que podamos vivir todos –intervino
Jonás–, ya sea juntos o por separado. De todas formas me hacía ilusión lo de hacerme
pasar por un dios.
– Pues no te hagas ilusiones –le dijo su mujer–, en cuanto te conocieran un poco,
más que por un dios, te tomarían por el demonio y te quemarían en la hoguera, y si no
ya me encargaría yo de convencerles.

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Pedro Estudillo

Dos horas más tarde, Pet y Elena se encontraban ya en su apartamento. Eli se


acababa de acostar en su cama cuando su madre entró en la habitación para darle las
buenas noches.
– Mamá, Earl me ha dicho hoy que su padre es más importante que el mío
porque va a ser el que va a pilotar el primer trasbordador que baje al planeta, y yo le he
dicho que papa fue el primero en verlo y en descubrir a la gente que vive allí, y por eso
es más importante, ¿verdad que sí?
– Cariño, nadie es más importante que nadie. Todos tenemos una misión que
desempeñar en la nave. Si tu padre no hubiera descubierto ese planeta, lo hubiera hecho
otro, y si el padre de Earl no fuese el primero en bajar, lo sería otro, y no pasaría nada.
» Lo verdaderamente importante es que cada uno desempeñemos la función que
se nos ha encomendado, lo mejor posible, y que nos sintamos a gusto con lo que
hacemos y con lo que somos, sin envidiar nada de nadie.
» Mira, esto me ha recordado una historia muy bonita sobre un pez. Te la
contaré si me prometes dormirte después.
– Sí por favor, cuéntamela –exclamó ansiosa Eli.
– Bien, el cuento se llama “El pez que quiso volar” –empezó a relatar Elena–, y
trata sobre un pececito que desde muy pequeño, veía a través del agua a los pájaros
volar muy alto y perderse en la inmensidad del cielo. El los envidiaba y se preguntaba

85
El renacer de la humanidad

por qué no podría él también volar en vez de verse obligado todo el día a nadar y nadar
sin poder salir del agua, cosa que le aburría mucho.
» Así que un buen día decidió que aprendería a volar; si los pájaros lo hacían,
por qué no iba a poder hacerlo él que era más pequeño y pesaba menos. Desde ese día
su único empeño era volar; se pasaba todo el tiempo dando pequeños saltos fuera del
agua al mismo tiempo que agitaba sus pequeñas aletas con todas sus fuerzas. Los demás
peces se apartaban de él porque lo veían como a un bicho raro así que nuestro pequeño
pez estaba siempre solo; pero eso no le importaba, estaba demasiado ocupado en
aprender a volar y no tenía tiempo para jugar con sus compañeros.
» Pasaron muchos años y el pececito se convirtió en un pez adulto, y seguía en
su empeño de aprender a volar. Cada vez conseguía dar saltos más grandes fuera del
agua y eso le motivaba aún más.
» Hasta que un buen día se produjo el milagro; saltó fuera del agua agitando sus
aletas y se elevó por el aire cada vez más y más alto. ¡Estaba volando! No lo podía
creer. En ese momento era la criatura más feliz de todo el universo.
» Quiso que los demás peces lo viesen para que se alegrasen con él, pero lo
único que consiguió es que volviesen a rechazarlo y se alejasen aún más diciendo “qué
se habrá creído ése; pensará que es mejor que nosotros porque sabe volar. A donde
querrá ir”.
» Entonces vio un grupo de pájaros volando a lo lejos y pensó “ahora esos serán
mis nuevos amigos; ellos me comprenderán”. Pero de nuevo se equivocó; cuando los
pájaros le vieron venir, al no conocerlo, creyeron que podría ser una amenaza para ellos
y huyeron a toda prisa. De nuevo se quedó solo.
» Al poco rato vio como se acercaba un gran pájaro y se alegró mucho de que
alguien se le acercara por fin para ser su amigo. Como aquel medio era nuevo para él,
no conocía los peligros que entrañaba ya que nadie se los había enseñado y no podía
saber que aquel pájaro era en realidad un depredador, y cuando éste lo alcanzó, lo mató
y se lo comió.
» El pececito se había pasado toda su vida solo, intentando hacer algo para lo
que no había nacido. Al final lo logró, consiguió algo que nunca jamás nadie había

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Pedro Estudillo

conseguido antes, la gran proeza de que un pez volara. Pero en vez de alabanzas y
reconocimiento, lo único que provocó su éxito fueron envidias, miedo, soledad y, por
último, la muerte; todo por no conformarse con ser un pez como los demás.
» Si le mereció la pena o no todo ese sacrificio por conseguir su sueño, es algo
que deberás de reflexionar tú solita. Hasta mañana cielo, que duermas bien.

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El renacer de la humanidad

No se tardó mucho tiempo en descubrir nuevos datos sobre los misteriosos


habitantes del planeta. A los dos días de conseguir la imagen de los dos chicos, ya se
conocían muchos detalles de sus vidas. Una vez que se supo dónde y cómo buscar, lo
demás fue sencillo.
Vivían en pequeñas chozas redondas cuyos techos cubrían con hojas de palmeras
haciendo que se camuflasen perfectamente desde el cielo con su entorno, por eso no las
habían visto antes. Se habían contado unos trescientos individuos entre niños, hombres,
mujeres y ancianos; aunque seguramente fuesen más.
En cada cabaña parece ser que vivía una familia de unos cuatro o cinco
miembros. Estas cabañas, a su vez, se agrupaban formando núcleos de diez o doce
cabañas cada uno; algunos de ellos bastante alejados entre sí. En total se habían
contabilizado unas sesenta cabañas en cinco grupos distintos esparcidos por toda la
selva.
Se alimentaban de diversos frutos que recolectaban de los árboles y de la
cacería. Se les había visto cazar animales de todo tipo, desde pequeños roedores hasta
herbívoros de mayor tamaño y, para sorpresa de todos, comprobaron como cocinaban
los alimentos, lo que denotaba un grado de civilización bastante elevado. Además eran
muy sociables, cazaban y recolectaban en grupos, uniéndose en ocasiones, individuos de
los cinco mini poblados, los cuales, una vez terminada la cacería, se repartían a partes
iguales el botín.

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Pedro Estudillo

A pesar de su aspecto primitivo, sus formas no lo eran tanto. Disponían de todo


tipo de herramientas construidas con madera, hojas de árboles, piedras y barro cocido y
las manejaban muy hábilmente. Tenían utensilios para pescar, trepar por los árboles,
cocinar, armas para la caza como lanzas, arcos y flechas y una especie de onda o
tirachinas con los que lanzaban piedras a mucha velocidad; incluso fabricaban juguetes
para los niños; se habían visto pequeños animales tallados en madera con mucha
habilidad, columpios colgados de los árboles y, lo que parecían pelotas hechas con
pieles de animales.
Todo hacía ver que se trataba de una pequeña comunidad muy bien organizada.
Indudablemente también conocían el lenguaje hablado ya que se les veía conversar
continuamente entre ellos; hubiera sido muy interesante el poderlos escuchar para
aprender más sobre ellos; pero para eso aún tendrían que esperar un tiempo. La
disposición de los grupos de cabañas tampoco parecía arbitraria; se alineaban a lo largo
de dos ríos que cruzaban la selva y desembocaban en el mar. Estos les suministraban
mucha comida, agua potable, diversión para los niños y, se supone, que también
higiene.
En definitiva, aquello parecía el paraíso; tenían todo lo que se puede necesitar a
mano y, prácticamente, ningún peligro ya que, aunque se habían visto varios tipos de
animales carnívoros depredadores en la selva, parecía que preferían mantenerse alejados
de ellos. Cada especie tenía se territorio de caza muy bien acotado y no se metían los
unos con los otros.

Habían pasado ya tres meses desde el descubrimiento de esa pequeña población


y, prácticamente, conocían todos los detalles importantes sobre sus vidas. En la
videoteca de la nave encontraron un documental sobre algunas tribus que vivieron en el
antiguo Amazonas de la Tierra, antes de que éste desapareciera casi por completo, y
pudieron comprobar como su modo de vida se asemejaba bastante; incluso se podía
decir que los habitantes del nuevo planeta eran más civilizados, o menos primitivos, que
los indios del Amazonas.

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El renacer de la humanidad

Era bien entrada la mañana cuando el capitán Jorel y el ingeniero jefe Pet se
reunieron con el consejo de ancianos. Había llegado la hora de tomar una decisión y
había división de opiniones entre el equipo de ingenieros y el capitán, así que una vez
más sería el consejo el que determinara el siguiente paso.
– Buenos días, señores –empezó hablando el capitán–. Siento mucho haberles
convocado tan tarde, pero algunos no podían esperar ni un solo día más para tomar esta
decisión; yo personalmente hubiera esperado hasta mañana para...
– Vamos capitán –le interrumpió Julia desesperada–, ya sabes que no tenemos
otra cosa que hacer, qué más da cuando nos reunamos. Si hay algo importante que
tratar, cuanto antes lo hagamos, mejor. Déjate de rodeos y ve al grano, por favor.
– Esta bien, lo siento –continuó Jorel–. La cuestión es que hemos dado por
concluida la investigación de esta cara del planeta y, aparte del poblado que ya
conocemos, no se ha descubierto nada más que pueda ser de interés. Aparte, también
consideramos que tenemos suficientes datos sobre esa gente; así que ahora se plantea la
siguiente duda:
» Parte del equipo cree que ya es hora de preparar la primera expedición a ese
planeta, y otros, en los que me incluyo yo, creemos que antes deberíamos de investigar
la otra cara del planeta igual que hemos hecho con ésta.

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Pedro Estudillo

– Se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo –intervino Pet–. Lo que
nosotros planteamos es que se empiece a rastrear la otra cara del planeta, como dice el
capitán, pero que al mismo tiempo se vayan haciendo los preparativos de la expedición.
» Al fin y al cabo sabemos que ésta se hará tarde o temprano; por qué demorarla
más si podemos ganar tiempo. No estamos diciendo que vayamos a bajar mañana, pero
hay muchas cosas que hacer antes y eso es lo que queremos, que se vayan haciendo ya.
Por ejemplo, hay que decidir quiénes bajarán, cómo lo harán, en qué lugar, etcétera.
– Comprendo lo que dices Pet –habló Julia–, y en principio me parece bastante
razonable. ¿Qué inconveniente habría para ello, capitán?
– Bueno, no es que haya inconveniente ninguno, sólo que tendría que dedicar
parte del equipo exclusivamente a esa tarea y ahora mismo me parece más oportuno
tenerlos a todos dedicados a la exploración de la otra cara del planeta. Pienso que es
más importante terminar de conocer ese planeta por completo; ya tendremos tiempo
después para dedicarnos todos a preparar las expediciones.
– ¿Cuánto tiempo calcula que se tardará en concluir la investigación? –preguntó
Julia.
– Unos dos meses más con los cinco telescopios a pleno rendimiento –contestó
el capitán.
– ¿Y por qué no hacemos una cosa? –intervino otro de los ancianos–. Estoy
seguro de que a los miembros del equipo que estén ansiosos por bajar no les importará
dedicar parte de su tiempo libre a preparar la expedición. Podrían reunirse por la tarde
durante un par de horas, o lo que ellos estimasen conveniente, y organizarlo todo. Saben
que pueden contar también con nosotros cuando quieran, a mí no me importaría en
absoluto colaborar con ellos.
– Y bien Pet, ¿qué opinas? –preguntó Julia ante el apoyo masivo del consejo a la
idea.
– Me parece bien –respondió éste–. Yo mismo puedo coordinar al equipo; estoy
seguro de que habrá muchos voluntarios.

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El renacer de la humanidad

– Yo también estoy de acuerdo –dijo el capitán poco convencido–. Como capitán


me veo obligado a formar parte también de ese equipo. Podemos empezar mañana
mismo si quieres.
– Bien, me alegro de que hayamos llegado a un acuerdo –continuo Julia–. Si no
hay ninguna pregunta más...
– Un momento –interrumpió otro de los miembros del consejo–; hay algo que
me preocupa. Viendo el grado de desarrollo de los habitantes del planeta, no me parece
lógico que no se hayan extendido a otros lugares. Normalmente las especies dominantes
tienden a colonizar la mayor parte del terreno posible, sin embargo éstos sólo se
concentran en esa selva; ¿cómo es posible?
– Sí, nosotros también lo habíamos observado –respondió Pet–. La conclusión a
la que hemos llegado es que, si observan bien, se encuentran en un hábitat
prácticamente aislado. Por un lado están rodeados de una cordillera inmensa, con picos
de más de ocho mil metros y bastante escarpados, y por el otro lado tienen un vasto
océano de miles de kilómetros hasta la tierra más próxima. En definitiva, no hay forma
de salir de ahí.
– Ni de entrar –puntualizó la misma mujer–. Es posible que tengas razón, pero
sigue siendo extraño que no se hayan desarrollado en otras regiones del planeta.

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Pedro Estudillo

Como era ya habitual, en todas las clases de Elena se trataban temas


relacionados con el nuevo planeta, con su próxima colonización, o bien con sus
habitantes, de los que prácticamente se conocían todas sus costumbres.

– ¿Quién puede decirme a qué forma de gobierno de las que conocemos se


asemeja más el estilo de vida de ese pueblo? –comenzó preguntando la profesora.
– Son como nosotros –contestó una alumna–. Parece ser que sus líderes son las
personas más mayores, igual que aquí.
– Sí, y tampoco hay distinción de clases –continuó diciendo otro alumno–; todos
son iguales. Trabajan todos para todos y se reparten los bienes según las necesidades.
– Lo que estáis describiendo –siguió hablando Elena– es el comunismo utópico
promulgado por Karl Marx y Frederic Engels en el siglo XIX, y que años más tarde se
intentaría llevar a la práctica en la antigua Unión Soviética.
» Os voy a leer un párrafo correspondiente al tercer Programa del Partido
Comunista de la U.R.S.S., veréis como os suena de algo:
» “El comunismo es un régimen social sin clases, con la propiedad nacional
única de los bienes de producción, una igualdad social total de todos los miembros de la
sociedad en la que, al lado del desarrollo general de la gente, crecerán también las
fuerzas de producción sobre la base de un desarrollo constante de la ciencia y de la
técnica; en la que todas las fuentes de riqueza pública correrán plenamente y en la que

93
El renacer de la humanidad

se realizará el gran principio: `De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus
necesidades`.
» El comunismo es una sociedad de trabajadores libres y conscientes, altamente
organizada, en la que se establecerá la autogestión de la sociedad, en la que el trabajo
para el bien de la sociedad será la primera necesidad vital comprendida por todos por su
necesidad y en la que las capacidades de cada uno se utilizarán para el mayor bien del
pueblo”.
» Este texto –continuó Elena– es casi una copia de la definición de comunismo
dada por Marx en su `Crítica del Programa de Gotha`.
– ¿Por qué ha dicho que el comunismo se intentó llevar a la práctica en la Unión
Soviética? –preguntó un muchacho–. Que yo sepa, este país fue comunista durante casi
todo el siglo XX.
– Sí, y así es –respondió Elena–, pero si conoces la historia de ese país, y me
costa que la conocéis, sabrás que el comunismo que impuso Lenin en 1919 no tiene
nada que ver con el ideado por Marx años atrás. Su planteamiento ideológico sí sería el
mismo, como se puede apreciar en el texto que os he leído, pero la práctica dista mucho
de parecerse en algo. Y lo peor de todo fue que sentó las bases de lo que sería el
comunismo en otros países más adelante, como China o Cuba, por nombrar algunos.
– ¿Y por qué funciona con nosotros y con los de ahí abajo y no pudo funcionar
en la Tierra? –preguntó una chica–. Eso demuestra que no es tan utópico como usted ha
dicho.
– Nosotros tenemos en común con los habitantes de ese planeta que somos una
comunidad muy reducida y con un alto grado de socialización. Somos como somos
porque nos han educado así desde hace mucho tiempo al igual que a esa gente; nadie
nos ha impuesto esta forma de vida. Esa es la gran diferencia.
» Lenin, al igual que Mao Tse-Tung en China en los años cincuenta del siglo
XX, trataron de imponer un régimen totalitario en una sociedad de millones de
individuos, donde había gente pobre, ricos, trabajadores del campo, de la industria,
etcétera. Existían ya muchas clases sociales que no se podían eliminar de la noche a la
mañana.

94
Pedro Estudillo

» Además, una de la premisas del marxismo es la ausencia de gobierno, “Todo


por el pueblo y para el pueblo”, cosa que no se da en estas circunstancias, ya que sí que
existe un gobierno, o mejor dicho, un dictador rodeado de algunos seguidores, que son
los integrantes del partido, y de un gran ejército, necesario para tener controlados y
sometidos al resto de los ciudadanos.
» De esta forma, el pueblo ya no trabaja para el pueblo, sino para el gobierno y
para el ejército, que serán los únicos que vivan más o menos bien. Y, si sobra algo,
entonces se repartirá entre los trabajadores. Es cierto que se eliminan las clases sociales;
ya no hay ricos ni pobres, sólo pobres, soldados y militantes del Partido Comunista, que
son los que se convertirán en los nuevos burgueses, contradiciendo de nuevo la
definición de comunismo dada por Marx.
– Eso quiere decir –interrumpió un muchacho– que si nos establecemos en ese
planeta y nos multiplicamos como en la Tierra, será imposible seguir viviendo como lo
hacemos ahora, ¿o cree usted que si nos esforzamos será posible?
– Bueno... –intentó responder Elena pensativa–, sinceramente creo que es muy
difícil; es la propia esencia del ser humano la que lo hace imposible. Tarde o temprano
surgirá en alguien el deseo de tener más que los demás o de tener más poder; la avaricia,
la ambición, la envidia, son instintos que todos poseemos, en mayor o menor grado,
sólo están esperando las condiciones adecuadas para que afloren a la superficie y
dominen nuestra personalidad.
– Pues yo sigo sin entender por qué es tan complicado –dijo una alumna–. A
esos humanos no creo que nadie les haya enseñado nada, y sin embargo parece que les
va muy bien, al menos se les ve muy felices sin que nadie les diga lo que tienen o no
tienen que hacer.
– Sí –continuó Elena–, seguramente los primeros homínidos de la Tierra también
convivieron igual. Al principio la sociedad sólo era recolectora y cazadora, exactamente
como ahí abajo. En primer lugar, la unión para cazar y recolectar alimentos les favorecía
a todos ya que los hacía más fuertes, y eso por aquel entonces era imprescindible para la
supervivencia de la especie.

95
El renacer de la humanidad

» En segundo lugar, al no haber forma alguna de conservar los alimentos, no


existían los excedentes. Todo se repartía para consumirlo al momento, de lo contrario se
echarían a perder y no les serviría a nadie, era inútil intentar guardarlo para otro día, por
tanto, todos poseían lo mismo, no había ricos ni pobres.
» Todo cambió con la aparición de la agricultura y la ganadería. El que el
hombre aprendiese a cultivar la tierra y a domesticar animales trajo dos cosas consigo
muy importantes. La primera era la posesión de una tierra propia y de unos animales
también particulares de cada uno y con los que podía subsistir todo el año sin apenas
ayuda de nadie, sólo de la familia. Y la segunda fue la creación de unos excedentes con
los que poder negociar con otros propietarios. De esa forma empezó el comercio y la
individualización, que llevó al hombre hasta los tiempos modernos.
– O sea, que si nos olvidamos de cosechar y de criar animales de granja y nos
dedicamos sólo a cazar y a recolectar los frutos que da la tierra, podemos seguir como
estamos. Así evitaríamos que unos fuesen más ricos que otros –dijo un muchacho de la
primera fila.
– Ojalá fuera tan sencillo –le respondió la profesora–. Me temo que las cosas no
son tan fáciles. No podemos olvidar de la noche a la mañana todo lo que sabemos, ni
creo que fuese muy inteligente por nuestra parte. El problema aparecería cuando
empezásemos a multiplicarnos; llegaría un momento en que acabaríamos con la caza,
incluso exterminaríamos del todo algunas especies como ya ocurrió en el pasado. La
agricultura y la ganadería son necesarias para una sociedad en expansión.
– Entonces la solución podría ser –interrumpió otra de las alumnas– limitar el
número de habitantes exactamente como hacemos ahora. Es decir, seguir viviendo como
lo hacemos aquí, pero en tierra firme.
– Esa podría ser una solución –continuó Elena–, pero no creo que durase mucho.
Tarde o temprano nuestra naturaleza nos llevaría a hacer lo que haría cualquier especie
en nuestro lugar, multiplicarse y conquistar el máximo posible de terreno. Si en esta
nave hemos podido sobrevivir así es porque el hábitat es limitado. Es cuestión de
supervivencia.

96
Pedro Estudillo

» Además, ¿de qué hubiera servido más de dos mil años viajando por el espacio
en busca de un planeta donde establecerse si cuando lo encontramos tenemos que seguir
con las mismas limitaciones? No tendría sentido.
» Y todavía hay más; seguro que ninguno de vosotros os habéis puesto a pensar
en la cantidad de cosas a las que tendríamos que renunciar ahí abajo. Me refiero a cosas
que ahora mismo nos parecen tan normales como por ejemplo el agua caliente, comer
pan todos los días, gozar de una temperatura estable, un salón donde poder reunirnos
para dar clases, etcétera, etcétera. Tendríamos que empezar de cero y trabajar muy duro,
cosa a la que no estamos acostumbrados. Estoy segura de que muchos terminarían
echando de menos las comodidades de la Parinirvana.
– ¿Está usted diciendo que es mejor que nos quedemos aquí y nos olvidemos de
ese planeta? –preguntó un joven.
– No, ni mucho menos. Yo particularmente estoy deseando poner el pie en ese
planeta, lo tengo muy claro. Lo que quiero deciros es que llegará el momento en que
haya que tomar una decisión. No todo el mundo quiere bajar a tierra firme, hay quien
tiene muy claro que prefiere quedarse aquí y no renunciar a algo que ya conoce y les
resulta cómodo, por un mundo totalmente desconocido para ellos. Es una decisión muy
respetable, yo por mi parte no les reprocho nada; a nadie se le puede obligar a hacer
algo que no quiere si no comporta con ello ningún riesgo para los demás.
» Por eso quiero que tengáis claro todos lo inconvenientes que nos podemos
encontrar. Cuando os llegue la hora de tomar esa decisión, que seguramente será la más
importante de vuestras vidas, conviene que conozcáis los pros y los contras. Así tendréis
menos probabilidades de equivocaros y arrepentiros el día de mañana.
– Pues la verdad es que no lo ha pintado usted muy bien –dijo un alumno–.
Ahora sí que estoy hecho un lío. ¿Qué se supone que tendremos que hacer cuando
estemos en ese planeta?
– No lo sé –le respondió la profesora–. Por desgracia no hay una fórmula
mágica, ni un modo de actuar perfecto. Tendremos que improvisar sobre la marcha.
Aunque llevemos un plan perfectamente trazado, lo más probable es que cuando

97
El renacer de la humanidad

lleguemos ahí abajo, nada resulte como habíamos imaginado; tendremos que estar
alertas y preparados para cualquier imprevisto.
» Para empezar tendremos que reprogramar todos nuestros sentidos. Ninguno de
nosotros sabe lo que es pasar frío o calor, subir una montaña, pisar hierba fresca, oler la
tierra húmeda, cruzar un río, aguantar picaduras de insectos o tener que dormir encima
de un árbol. No creáis que pretendo asustaros, a mí todo eso me parece maravilloso; lo
que de verdad me aterraría sería el hecho de no tener siquiera la posibilidad de intentar
hacer realidad un sueño.
– ¿Y qué ocurrirá si enfermamos? –preguntó una chica–. No tendremos
hospitales, ni laboratorios para fabricar medicinas, ni nada de nada.
– Serán muchos los riesgos a los que se enfrenten las personas que decidan bajar,
y ése será uno de ellos. Afortunadamente nosotros contamos con unos profesores
excepcionales; lo que tenemos que hacer es aprender todo lo posible de los habitantes
del planeta. A ellos parece que les va muy bien sin hospitales ni medicinas y, si pueden
sobrevivir así, ¿por qué no nosotros?
– Es curioso –sugirió un muchacho–, con toda nuestra tecnología y
conocimientos sobre todas las ciencias, al final vamos a acabar aprendiendo de gente
que en su vida han visto un libro, para poder sobrevivir.
– Exacto, ése es su mundo y, si queremos vivir en él, tendremos que ser
humildes y dejadnos guiar por ellos –continuó Elena–. Tendremos que olvidar muchas
de las cosas que hemos aprendido y empezar de nuevo, como si fuéramos niños
pequeños.
» Me viene a la mente la respuesta que le dio el maestro Philip Kapleau a uno de
sus alumnos cuando éste le preguntó cómo debían de vivir. El maestro respondió:
“Aprenda a vivir del mismo modo que un pez nada o un pájaro vuela, sin conciencia de
sí mismo. Abandone la ambición, que conduce a la agresión. Esté alerta y sea receptivo.
De todo lo que se ocupe su mano derecha haga que la izquierda se ocupe también. Evite
los juicios innecesarios. Sea modesto y no tenga presunción; dé su opinión solamente
cuando se la pidan. Olvide sus buenas acciones y confiese las malas. Y nunca deje de
relacionar cada efecto con la causa que lo produce”.

98
Pedro Estudillo

» Bien, con esto tendremos que dar por terminada la clase de hoy; lo siento
chicos pero no hay tiempo para más. Continuaremos otro día. Espero que os haya
servido lo que hemos hablado para reflexionar un poco, y recordad que, cuando llegue
el momento, decidáis lo que decidáis, estará bien.

99
El renacer de la humanidad

– ¿Dónde están Pet y Eli, hija? –preguntó Roberto al ver entrar sola a Elena.
Eran las seis de la tarde y Elena había ido al apartamento de sus padres a buscar
compañía y charlar un poco.
– A Eli la he dejado en casa de Judith, jugando con su hijo, y Pet está trabajando.
Han formado un grupo de voluntarios y se reúnen todas las tardes para ir preparando la
primera expedición al planeta. También Jonás está con ellos y el capitán Jorel.
– Vaya, de Pet y Jonás no me extraña, pero el capitán... –comentó Roberto.
– Ya sabes que ese hombre tiene un gran sentido del deber –contestó Elena–. No
podía permitir que hubiera hombres haciendo horas extras y él no. De todas formas ya
ha dejado bien claro que él se quedará en la Parinirvana. Según dice, alguien tiene que
quedarse al mando.
– Claro, por no decir que no se atreve –volvió a decir Roberto–. Como si aquí en
la nave no hubiera gente responsable de sobra para hacerse cargo.
– No te metas con el capitán, Roberto –intervino Roxi–. Recuerda que nosotros
tampoco vamos a bajar.
– Es verdad –reconoció Roberto poniéndose más serio–; pero mis motivos son
diferentes. Yo soy muy feliz aquí; al fin y al cabo la felicidad es la vocación de todo ser
humano, ¿no? Tú misma lo has dicho muchas veces, hija. No creo que en ese planeta
pueda estar mejor que aquí, ni tampoco comprendo a los que preferís dejar todo esto y
arriesgar vuestras vidas en un mundo extraño y desconocido.

100
Pedro Estudillo

– Papá –le dijo Elena–, ¿recuerdas aquel documental que vimos hace algunos
años sobre unos alpinistas subiendo al monte Everest? También entonces comentaste lo
mismo sobre ellos. Esas personas estaban pasando frío, hambre, apenas podían dormir,
sus vidas corrían un peligro extremo a cada minuto; sin embargo, te puedo asegurar, que
en aquel momento eran tan felices como lo puedes ser tú ahora, o más incluso, porque
estaban haciendo lo que realmente les gustaba y, además, la escalada les obligaba a
esforzarse al máximo y a poner todos sus sentidos al cien por cien en lo que estaban
haciendo.
– Pues sigo sin comprender qué puede tener de divertido el sufrimiento y por
qué debemos de buscarlo innecesariamente –respondió Roberto.
– “Sólo en la aflicción y el sufrimiento, el hombre atrae a sus semejantes, para
que, sólo entonces, su vida se vuelva hermosa” –intervino Roxi–. Esto no lo digo yo, lo
dijo Henry Miller, un escritor norteamericano del siglo XX, y yo estoy completamente
de acuerdo con él. Muchas personas no se dan cuenta de lo hermosa que puede ser la
vida hasta que no sufren algún tipo de penalidad, como una enfermedad grave o alguna
experiencia que les acerque a la muerte.
– Yo ya sé que la vida es hermosa –replicó su marido–. No necesito ninguna
mala experiencia para darme cuenta de eso.
– Tu problema papá –volvió a intervenir Elena– es que lo ves todo desde tu
punto de vista nada más. No comprendes que puede haber personas con otras realidades
y otras inquietudes. Te voy a contar una historia que le cuento a mis alumnos más
pequeños, ya que tú eres igual que ellos:
» Estaba un maestro budista con su discípulo echando de comer a los cerdos del
templo cuando, viendo como los cerdos se revolcaban en sus propios excrementos y se
comían los desperdicios, el maestro le dijo al discípulo: “Si cuando muera me reencarno
en cerdo y, por casualidad, me descubres, mátame por favor, para así poder volver a
reencarnarme en algo más digno”.
» Pasado un tiempo, el maestro murió, y al cabo de unos años, su antiguo
discípulo se convirtió en maestro del mismo templo. Un buen día se encontraba éste
mirando a los cerdos cuando reconoció en uno de ellos a su antiguo maestro y le dijo:

101
El renacer de la humanidad

“No se preocupe, maestro; ahora mismo le mataré como usted me pidió”; y éste le
respondió: “Ni se te ocurra”. El discípulo extrañado le preguntó por qué ahora no quería
morir y, su maestro reencarnado en cerdo le contestó: “Cuando te hice esa petición veía
a los cerdos desde la perspectiva de los humanos, y no me gustaba; ahora que lo veo
desde el punto de vista de un cerdo, tengo que reconocer que me gusta y soy muy feliz
así”.
» ¿Comprendes lo que te quiero decir, o no? –concluyó Elena.
– Moraleja, antes de matar un cerdo, pregúntale –bromeo su padre–. Claro que te
entiendo, hija, no soy tan tonto como crees. Ya sé que vosotros tenéis inquietudes, sólo
que yo pensaba que también erais felices aquí.
– Y lo somos, pero tienes que entender que no podemos dejar escapar esta
oportunidad. Es lo que siempre habíamos deseado. Os echaré mucho de menos, y echaré
de menos estas charlas contigo; me encantaría que vinierais con nosotros, pero sé que
no os puedo obligar.
» Además, podremos seguir en contacto; me ha dicho Pet que están preparando
unos transmisores alimentados con energía solar para poder comunicarnos con la nave
desde ese planeta, y vosotros nos estaréis viendo todo el tiempo, así que como veis, no
os vais a poder deshacer de mí tan fácilmente.
– Francamente, hija –añadió Roxi con seriedad–, preferiría no tener que veros
desde aquí. Puede que ahí abajo lo paséis muy mal, y no me gustaría ver a mis seres
queridos sufriendo sin poder hacer nada para evitarlo. Prefiero pensar que estáis bien y
que por fin habéis encontrado lo que tanto deseabais.
– Pero mama, ya sabes que yo estoy preparada para todo, incluso para la muerte;
eso no me da miedo. Tú te encargaste de ello, y muy bien por cierto.
– Puede que tú estés preparada para sufrir o para morir incluso, como dices; pero
yo no estoy preparada para verlo. Y no sólo se trata de ti, también estarán Eli y tu
marido.
– Tienes razón –contestó Elena pensativa–. Ahora me alegro de que Eli tenga
edad suficiente para decidir por ella misma. Sería una responsabilidad muy grande si
fuera más pequeña. De todas formas creo que nos estamos poniendo demasiado

102
Pedro Estudillo

trágicos; aún falta mucho para que podamos ir a ese planeta, y eso contando con que se
pueda. Todavía tiene que bajar la primera expedición y comprobar las condiciones de
vida in situ. Después de eso, ya hablaremos.

Unas horas más tarde, Elena se reunió con Pet en su apartamento. Durante la
cena estuvo muy callada; la conversación con sus padres la había dejado algo
preocupada.
– ¿Te ocurre algo cariño? –preguntó Pet antes de acostarse–. Has estado muy
pensativa durante toda la comida.
– No, no es nada. He estado hablando con mis padres sobre nuestra posible
partida al planeta y, ya sabes como son ellos, no les hace mucha gracia la idea. Y no
sólo son ellos, hay mucha gente indecisa en la nave, sobretodo los más jóvenes. Ellos
me ven a mí como un ejemplo a seguir y me da miedo convencerles de algo de lo que
no están muy seguros, para que después se lleven una decepción; a veces, incluso hasta
yo misma no estoy segura de lo que quiero. Es demasiada responsabilidad, ¿no lo
entiendes?
» Nosotros estamos más o menos preparados mentalmente tanto para el éxito
como para el fracaso, pero la mayoría de la gente no lo está. Yo intento hacerles ver
todos los pros y los contras que se van a encontrar, pero al mismo tiempo creo que les
estoy contagiando mi entusiasmo; no soy lo suficientemente objetiva como para
hacerles pensar por ellos mismos.
– Pues yo creo que te estás preocupando demasiado. Tus alumnos ya son
mayorcitos como para saber lo que quieren. Además, para eso están sus padres. Quizás
tú te estés involucrando demasiado, deberías limitarte a dar tu asignatura y ya está.
– No puedo. Fue Julia la que me pidió por favor que intentara preparar a los
chicos para una posible colonización del planeta. Me dijo que a mí me respetaban y que
no conocía a otra persona mejor para hacerlo. Y en parte, como profesora, me veo
obligada. Nuestro éxito en ese planeta depende mucho de la preparación que le demos a
los más jóvenes. Ellos son el futuro y no podemos dejar al azar algo tan importante.

103
El renacer de la humanidad

– Entonces estoy seguro de que lo estarás haciendo muy bien. Julia tiene razón,
no hay nadie en la nave que esté mejor preparada que tú para esa tarea. Aunque mucho
me temo que te vas a tener que dar un poco de prisa ya que van a tener que tomar una
decisión muy pronto.
– ¿Por qué lo dices? –preguntó Elena–. ¿Acaso pensáis mandar ya la primera
expedición?
– No, no, para eso aún faltan uno o dos meses. Es que hoy nos hemos encontrado
con el primer problema serio. Resulta que la nave cuenta con ocho transbordadores; en
cada uno puede ir hasta cincuenta personas con total seguridad. Teniendo en cuenta que
cada transbordador sólo podrá realizar un viaje de ida, tan sólo cuatrocientas personas
podrán bajar y, ya sabes que en la nave somos quinientos. Sabemos que mucha gente
quiere quedarse, pero no sabemos exactamente cuantos.
» La mayoría del equipo queremos aprovechar el primer vuelo al máximo por si
acaso, pero el capitán y unos cuantos más, dicen que no están dispuestos a arriesgar
tantas vidas, y pretenden que el transbordador baje prácticamente vacío.
– En mi opinión, creo que lo mejor es hacer antes que nada la encuesta. Igual
nos llevamos una sorpresa y la mayoría de la gente prefiere quedarse; aunque lo dudo.
– Sí, eso es lo que habíamos pensado –continuó diciendo Pet–, pero como tú
dijiste antes, ahora mismo hay mucha gente indecisa a la espera de lo que ocurra con la
primera expedición.
» Imagínate que vemos que todo les va de maravilla; todo el mundo querrá
apuntarse a los próximos viajes, y entonces tendremos un gran problema.
» Lo que yo propongo es aprovechar el transbordador al máximo, seleccionando
de entre toda la tripulación a las cincuenta personas mejor preparadas tanto física como
mentalmente, y que sean capaces de resolver cualquier eventualidad que les surjan. Y,
por supuesto, que quieran ir claro.
– Sí, esa parece una buena idea. Pero de todas formas yo haría la encuesta cuanto
antes para que la gente se vaya ya mentalizando y, al mismo tiempo, eso nos podrá dar
una idea de la situación.

104
Pedro Estudillo

» Por cierto, la selección de esas cincuenta personas que bajarían primero,


podría causar más de un conflicto. ¿Quiénes se encargarían de hacerla?
– Yo había pensado en el consejo de ancianos. Creo que ellos son los más
adecuados y estoy seguro de que no pondrán ninguna objeción –dijo Pet apagando la luz
del dormitorio–. Será mejor que nos durmamos ya, mañana me espera otro día muy
entretenido.
– Pet, ¿has pensado presentarte voluntario para la primera expedición? –quiso
saber Elena antes de dormirse.
– Eso es algo que tendremos que decidir los tres –contestó Pet después de
pensarlo durante unos segundos–. No pienso dejaros solas a ti y a Eli aquí arriba. Ya lo
hablaremos cuando llegue el momento.

Esa noche, Elena apenas pudo conciliar el sueño. A pesar de lo que le había
dicho su marido, seguía pesándole demasiado la responsabilidad que tenía sobre esos
jóvenes. Incluso ella misma empezaba a tener dudas cuanto más se acercaba el
momento.
Sus alumnos la consideraban una persona segura de sí misma y decidida, la
seguirían a donde fuera. ¿Y si los conducía a una muerte segura? O, lo que es peor, a
una vida de sufrimiento y miserias, ¿podría vivir con esa carga sobre su conciencia? Al
fin y al cabo todos ellos eran felices en la nave; aquí disponían de todo lo que podían
necesitar, ¿acaso no es la felicidad el fin primordial que persigue todo ser humano?,
¿por qué arriesgarse en un futuro incierto? Sí, todos saben que la Parinirvana no va a
durar siempre, y que en cualquier momento puede surgir algún problema que los
conduzca a una catástrofe, pero también en cualquier planeta corren ese riesgo; ya
sucedió en la Tierra, donde, que se sepa, hubo hasta seis extinciones masivas, contando
con la última y definitiva para el ser humano.
Por otro lado, si dejaba escapar esta oportunidad, sabía que se arrepentiría
durante toda su vida; igual que sabía que era conveniente que al menos bajaran la mitad
de la población de la nave al planeta mientras que el resto deberían quedarse en ella. De
esa forma la especie humana tendría el doble de posibilidades de sobrevivir por más

105
El renacer de la humanidad

tiempo o, incluso, de propagarse por más planetas de la Galaxia; si ellos habían


conseguido llegar hasta allí, ¿por qué detenerse?, ¿acaso no tenían la obligación de
seguir intentándolo?
Eso significaba que en la nave se tendrían que quedar mucha gente joven y
personal suficientemente capacitado como para seguir manteniendo los niveles actuales
de producción en todos los aspectos. Y entonces surgiría el siguiente problema, si la
mayoría de la gente quiere bajar y, sobre todo, la gente más joven, ¿quién es ella ni
nadie para intentar convencerles de que algunos se tienen que quedar? No se puede
obligar a nadie a hacer algo que no desea, y mucho menos cuando se trata de algo tan
trascendental para el resto de su vida.
Pero lo que más la inquietaba era el hecho de saber que, tanto Pet como ella, se
encontraban entre las cincuenta personas mejor capacitadas para formar parte de la
primera expedición. Y en el fondo, ella también sabía que su marido lo deseaba y no
tardaría mucho en decírselo. Quería estar preparada para cuando llegara el momento;
pero era tan difícil. Por un lado estaba el bien común de su especie, al que podía serle
muy útil en ese planeta; y por otro lado estaba la seguridad de su familia y la de ella
misma que le decía que era mejor esperar a que otros bajasen primero a comprobar la
habitabilidad de ese mundo nuevo para ellos. En ese momento deseaba tener a alguien
que decidiese por ella.

Fue a la mañana siguiente durante la hora de meditación a la que acostumbraba


nada más levantarse, cuando le vinieron a la mente las siguientes palabras dichas por el
Buda hacía más de cuatro mil quinientos años:
“No creas solamente porque te muestren el testimonio escrito por un antiguo
sabio... y no creas nada sólo por autoridad de tus maestros o sacerdotes. Lo que debes
aceptar como verdad y como guía de tu vida es lo que está de acuerdo con tu propio
razonamiento y tu propia experiencia, después de haberlo investigado a fondo, y lo que
sea una ayuda para tu bienestar y el de los otros seres vivientes”.
Entonces lo vio todo claro; debían de bajar los primeros, sin lugar a dudas. Ella
misma lo había dicho cientos de veces, el gran problema de la humanidad en la Tierra,

106
Pedro Estudillo

lo que les llevó al desastre, fue el hecho de sustituir el sentido común, lo que sus mentes
les decía que estaba bien, por la comodidad y el bienestar personal a corto plazo.
¿Cuántas veces se habrían dicho en la Tierra “yo sé que esto no está bien, pero...me
cuesta tanto”, o “estoy tan bien aquí ahora, ya lo harán otros”? y así les fue.
No podía permitir que eso mismo les ocurriera a ellos. En cuanto a sus alumnos,
tenía que seguir como hasta ahora, enseñándoles a pensar por sí mismos; era la mejor
forma de ayudarles.

107
El renacer de la humanidad

Unas horas más tarde, Elena entró en el aula dispuesta a hablar a los chicos
sobre un tema difícil de afrontar, y que llevaba tiempo evitando porque lo consideraba
algo muy personal y subjetivo; se trataba de la felicidad, un término muy abstracto y
que cada persona definía de forma diferente.

– Levantad la mano todos aquellos –empezó diciendo– que no se sientan a gusto


con lo que tienen que hacer día a día. Aquellos que pasen gran parte de su tiempo
imaginándose a ellos mismos en otros lugares, con gente distinta, realizando otras tareas
que le motiven más.
La mayoría de los alumnos levantaron la mano. La profesora se dirigió a una
chica que estaba sentada en la primera fila frente a ella, y le preguntó:
– ¿Por qué haces eso?, ¿acaso no eres feliz con tu vida, en esta nave, con tus
compañeros, tus padres, tus estudios?
– Pues la verdad es que no lo sé; yo creo que sí, que soy feliz, pero
constantemente estoy imaginándome en otras circunstancias, como si yo fuera otra
persona más interesante, más extrovertida; supongo que como me gustaría ser en
realidad.
– Eso es algo muy habitual –continuó Elena–. Casi todo el mundo vivimos dos
vidas al mismo tiempo. En una de ellas tenemos obligaciones que cumplir que no

108
Pedro Estudillo

siempre nos agradan, ideales por los que luchar que la mayoría de la veces nos son
impuestos y en los que muchos ni siquiera creen.
» La otra vida está en nuestras mentes; son los sueños que nos hemos fabricado
y que algún día nos gustaría alcanzar por muy irrealizables que nos parezcan, y que en
la gran mayoría de los casos nunca llegan a cumplirse.
» Pues bien, si nos paramos a pensarlo, nos daremos cuenta de que nuestra vida
es sólo una. Lo único que tenemos que hacer es dejar que los sueños guíen nuestros
pasos por la realidad, de manera que encontremos un equilibrio entre obligación y
bienestar. Os contaré una antigua leyenda para que lo entendáis mejor:
» Un campesino envió a su hijo en busca de un sabio que le enseñara el secreto
de la felicidad. El chico anduvo durante cuarenta días por el desierto y subió una gran
montaña sobre la cual estaba situado el hermoso castillo donde vivía el sabio que
buscaba.
» El muchacho esperaba encontrar a un hombre santo solitario y en vez de eso se
encontró con una sala repleta de gente conversando por todos los rincones, una orquesta
tocando una bella melodía y una gran mesa repleta de los más deliciosos manjares que
jamás pudo imaginar.
» Tuvo que esperar hasta dos horas para poder ser atendido por el sabio. Este
escuchó atentamente el motivo de su visita pero le dijo que ahora no tenía tiempo para
explicarle el secreto de la felicidad, así que le sugirió que volviese dentro de dos horas.
» – Mientras tanto –dijo el sabio dándole al muchacho una cucharita de te donde
había vertido dos gotas de aceite–, lleva contigo esta cucharita y no dejes que se
derrame el aceite.
» El muchacho se recorrió todo el palacio subiendo y bajando escaleras sin
quitarle ojo a la cucharita para no derramar el aceite. Al cabo de las dos horas volvió en
presencia del sabio, el cual le preguntó:
» – ¿Qué te ha parecido los tapices persas que tengo en mi salón?; ¿y el jardín
que el mejor de los maestros jardineros tardó diez años en crear?; ¿qué me dices de los
antiguos pergaminos que guardo en mi biblioteca?

109
El renacer de la humanidad

» El joven, cabizbajo y avergonzado, confesó que no había podido reparar en


nada de eso ya que su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite de
la cucharita.
» – Entonces recorre de nuevo mi palacio –dijo el sabio– y conoce sus
maravillas. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.
» El muchacho, con la cucharilla en la mano, volvió a pasear por todo el palacio
contemplando todo lo que veía a su paso. Admiró las bellas obras de arte que colgaban
de paredes y techos. Memorizó cada rincón del hermoso jardín construido por el
maestro de los jardinero en diez años; sintió el perfume de cada flor. Echó un vistazo a
todos los pergaminos sagrados escritos por el hombre con paciencia y devoción.
Observó que todas las obras de arte se encontraban sabiamente distribuidas por toda la
casa de forma que cada una de ellas pudiese recibir la atención del visitante.
» Al cabo del rato volvió a encontrarse con el sabio y le relató todo lo que había
visto con minucioso detalle. Y el sabio le preguntó:
» – Pero ¿dónde están las dos gotas de aceite que puse en la cucharita?
» Horrorizado, el muchacho se dio cuenta de que las había derramado sin
percatarse de ello.
» – No te preocupes –le dijo el sabio–. Tú viniste aquí en busca de un consejo y
esto es todo lo que tengo que decirte: el secreto de la felicidad está en contemplar todas
las maravillas del mundo y no olvidarse nunca, en ningún momento, de las dos gotas de
aceite en la cucharita.
Elena hizo una pausa para que los chicos pensasen un poco lo que habían
escuchado, y continuó.
– Y bien, ¿os ha aclarado algo la historia? –dijo señalando a un muchacho con la
mano levantada.
– Lo que quiere decir es que la felicidad hay que buscarla en la rutina diaria. En
nuestro trabajo y nuestras obligaciones de cada día.
– Sí –siguió diciendo otra alumna–, y que no podemos esperar encontrarla sólo
en aquellas cosas que nos gustan pero que no forman parte de nuestra realidad.

110
Pedro Estudillo

– Pero las maravillas de las que habla la historia –interrumpió otro alumno– sí
que son reales. Yo creo que más bien se refiere a que normalmente estamos tan
enfrascados en nuestros quehaceres que no nos percatamos de que hay otras cosas a
nuestro alrededor que podemos compaginar, y que nos pueden hacer la vida más
agradable.
– La verdad es que todos tenéis razón –continuó la profesora–. En primer lugar
os tengo que decir que la felicidad no es una meta que tengamos que alcanzar y que una
vez conseguida hace que seamos felices para siempre. No; más bien es un camino, una
dirección que tenemos que seguir.
» El maestro Dogen dijo una vez: “Para ganar un cierto objetivo debes primero
convertirte en una clase de hombre especial; pero una vez que te hayas convertido en
ese hombre, el alcanzar el objetivo dejará de ser una preocupación”.
» A eso es lo que me refiero; una vez que entras en el camino, lo demás da todo
igual, simplemente tienes que seguir caminando.
– Pero el hecho de encontrar ese camino puede convertirse en una meta que
tengamos que conseguir –dijo un chico.
– Una meta –prosiguió Elena– es algo que se consigue y ya está, no hay más. El
camino de la felicidad no es una meta, es un ideal. Son cosas distintas; es necesario
tener un ideal que seguir, sin embargo las metas no son necesarias. Hay que
concentrarse en el «aquí y ahora». Si estáis trabajando, concentraos en el trabajo, o en la
comida cuando estéis comiendo; si tenéis que hablar, hablad, pero decid únicamente lo
importante para la situación. Muchas veces se nos ocurre algo interesante que decir y
pensamos “ya lo diré luego”, con tal de no interrumpir; pero nunca más se vuelve a dar
esa situación concreta donde poder decir lo que habíamos pensado. Cada momento es
único y no se repetirá jamás, por tanto hay que aprovecharlo.
» Pero hay que aprovecharlo exactamente para lo que es. En este momento estáis
aquí para aprender, pues eso es lo único que tenéis que hacer. Si os ponéis a pensar
ahora en lo que vais a hacer después cuando salgáis, estaréis desaprovechando este
momento para siempre. Cuando llegue después, sabréis lo que tendréis que hacer sin
necesidad de pensarlo ahora.

111
El renacer de la humanidad

– Pero es muy difícil mantenerse siempre concentrado en lo que se está haciendo


–comentó una chica–. Es prácticamente inevitable que la mente empiece a divagar,
sobretodo si estamos haciendo algo rutinario para lo que no necesitamos pensar mucho.
– Sí, es cierto, no es fácil. Como dije al principio, nos pasamos la mitad de
nuestra vida soñando despiertos y, muchas veces no sabemos ni lo que pasa fuera ni,
mucho menos, dentro de nosotros. Nos hace falta pasar por algún trauma grave, un
choque vital, como una enfermedad o la cruda confrontación con la muerte, propia o de
un ser querido, para que nos despertemos de ese mundo de fantasía en el que vivíamos,
y lo veamos tal y como realmente es.
» ¿Cómo desarrollar y mantener ese estado de conciencia aguda al que me
refería antes, durante todo el día? Hay una herramienta muy útil que todos podemos
utilizar: la meditación. Practicar la meditación diariamente nos ayudará a observar la
vida de manera más objetiva, desapasionadamente, evitando el deseo de lo que se
observa o la aversión. Si mostramos apego o rechazo a algo nos estamos alejando del
camino de la felicidad.
– Eso suena un poco espiritual, ¿no cree? –interrumpió un muchacho.
– La búsqueda espiritual es la mayor aventura que puede emprender un ser
humano –prosiguió Elena–, no hay que temerle; va muy de la mano del camino de la
felicidad, al menos tal y como yo lo veo.
» A lo largo de nuestras vidas surgirán continuamente muchas metas menores a
las que enfrentarnos: estudios, poder, amor, fama, etcétera. Son metas falsas que nos
desviarán de nuestro propósito principal si no prestamos atención. En el fondo sabemos
que es así, nuestro corazón y nuestra mente buscan ese propósito verdadero al que me
refiero, pero huimos de él continuamente, asustados de lo que nos exige y nos obliga a
dejar.
– ¿Y puede la meditación ayudarnos a no desviarnos de nuestro propósito
verdadero? –quiso saber una muchacha a la que Elena dio la palabra.
– Sí, pero todo a su tiempo. Creo que nos estamos desviando del tema y lo único
que voy a conseguir es confundiros aún más.

112
Pedro Estudillo

» Estábamos hablando de la felicidad, ¿no es así? Pues bien, a finales del siglo
XX y durante el XXI, muchos científicos serios se propusieron dar con las claves que
hacen que una persona sea feliz o desgraciada, y llegaron a la siguiente conclusión:
» Existen tres factores determinantes. El primero sería el tener una posición
social cómoda, holgada, donde tengamos nuestras necesidades básicas cubiertas;
necesidades como la comida, la vivienda o la ropa. En la Tierra esto significaba tener
una posición económica estable.
» El segundo factor se refiere a las relaciones personales con el resto de la
sociedad. Según estos científicos, una persona que tuviese muchas amistades o
familiares con los que relacionarse, sería más feliz que otra que estuviese sola. En
definitiva, necesitamos sentirnos queridos o, al menos, acompañados. Aquí también
entraría el hecho de tener una pareja estable con la que nos llevásemos bien.
» Y en tercer lugar, para ser completamente felices necesitaríamos poder
desarrollar una actividad, que podría ser nuestro trabajo o sólo una afición en nuestro
tiempo libre, que realmente nos gustase y que nos permitiese desarrollar todo nuestro
potencial creativo o intelectual de manera que nos sintamos plenamente satisfechos con
lo que estamos haciendo.
» ¿Qué os parece la teoría? –prosiguió Elena tras una pausa–. Según ésta, aquí
tenemos todo lo necesario para ser felices, ¿por qué nos complicamos la vida buscando
algo más?
– ¿Y dónde queda ahí la espiritualidad, la búsqueda de la verdad y todo eso que
nos hablaba usted antes? –preguntó un alumno.
– Como veis, los científicos entienden poco de esas cosas. Ellos se rigen por
hechos concretos, constatables y estudios estadísticos; lo cual está bien, es su obligación
como científicos que son. Pero buscar la felicidad no es como buscar una vacuna contra
una enfermedad; la felicidad es algo abstracto que no podemos medir con ningún
aparato ni hacer estadísticas sobre ella; no se puede medir el grado de felicidad de una
persona.
» Si os fijáis bien, esta teoría está cogida por los pelos. En ella, la felicidad de
una persona depende totalmente de factores externos a ella; que tenga un buen trabajo,

113
El renacer de la humanidad

buenos amigos, posibilidades materiales de desarrollar una actividad que le guste...¿Y


qué pasa si de repente te falta algo de esto? Por ejemplo que tu pareja te deja o se
muere, o te echan del trabajo, o una catástrofe natural te deja sin todas tus pertenencias.
De la noche a la mañana dejaríamos de ser felices para convertirnos en unos
desgraciados. Y eso por no hablar de aquellas personas más desafortunadas que, por el
simple hecho de haber nacido en un lugar determinado o haber nacido con alguna
minusvalía cualquiera por ejemplo, no tienen posibilidades ninguna de acercarse a
alguno de esos tres factores. ¿Acaso no tienen derecho estas personas de ser felices
también?
» Por tanto a mí esto no me vale. Yo quiero algo más estable y duradero, que
dependa sólo y exclusivamente de mí; es decir, la felicidad que fluya desde dentro de mí
hacia fuera y no de fuera hacia dentro como nos hacen ver los científicos.
» Por eso yo me quedo con las enseñanzas del Buda. Este hombre, que vivió
hace unos cuatro mil seiscientos años, fue hijo de un rey de una de las muchas tribus
que por aquel entonces poblaban la India. Lo tenía todo; vivía en un hermoso palacio
rodeado de todos los lujos que podáis imaginar. Un buen día descubrió el mundo que
había fuera de su palacio; un mundo donde había miseria, hambre, muertes,
enfermedades... Y llegó a la conclusión de, lo que se llamó, la primera verdad del
budismo: que la vida es sufrimiento.
» Qué tontería, diréis, para eso no hace falta ser muy sabio. Pues sí, pero él no se
quedó ahí, sino que fue más allá y se preguntó qué sentido tiene el nacer sólo para
sufrir. Sabía que tenía que haber algo más, así que lo abandonó todo y se fue en busca
de una respuesta. En su búsqueda llegó a las siguientes tres conclusiones que, junto con
la primera que ya os he dicho, forman las cuatro nobles verdades del budismo o, lo que
es lo mismo, su pilar central; son éstas:
» La causa de este sufrimiento proviene de que el hombre desconoce la
naturaleza de la realidad y se apega a los bienes materiales.
» La tercera sería que el sufrimiento puede tener fin si el hombre logra superar
su ignorancia y renuncia a las ataduras mundanas.

114
Pedro Estudillo

» Y la cuarta, el camino para lograr esta superación es la Octuple Senda, o


camino de las ocho etapas, que se resume en principios tales como moralidad,
concentración y sabiduría.
» También se podría resumir diciendo que consiste en tener una adecuada visión
de las cosas, buenas intenciones, un modo de expresión correcto, realizar buenas
acciones, tener un modo de vida adecuado, esforzarse de forma positiva, tener buenos
pensamientos y dedicarse a la contemplación del modo adecuado.
» En definitiva, según el Buda, y yo estoy de acuerdo con él, la causa principal
del sufrimiento es el deseo; el deseo de ser y de tener, es decir, el egoísmo; el querer ser
mejor que los demás o tener más que nadie. Nuestro ego nos engaña constantemente
haciendo que nos desviemos del camino de la felicidad más y más.
» Digo que nos engaña porque es eso precisamente lo que hace. Nos hace creer
que por ser más importante o tener más cosas seremos más felices, y en la mayoría de
los casos caemos en un pozo sin fondo que nos hace cada vez pedir más sin ponerle
nunca fin, porque siempre habrá alguien por encima nuestra, o que posea cosas que
nosotros no tenemos.
» El deseo es como un veneno, es una enfermedad que nos puede llevar a la
locura. Pero esta enfermedad se puede curar, se le puede poner freno aplicando unos
preceptos morales básicos y teniendo una conciencia clara.
Elena le dio la palabra a un muchacho que levantó la mano en ese momento.
– Ese pensamiento es muy parecido al de los clásicos griegos como Platón o
Aristóteles, que llegaron prácticamente a las mismas conclusiones. Aristóteles decía que
el pueblo escoge el placer porque lo toma por el bien y huye del dolor porque piensa
que es el mal. ¿Tuvieron alguna relación los unos con los otros?
– No, que se sepa –contestó Elena–. El Buda fue entre uno y dos siglos anterior a
los filósofos griegos que mencionas y la historia no cita ninguna relación entre ambos;
pero tienes razón, es curioso como ambas corrientes filosóficas procedentes de tan
distintas culturas llegan a tan parecidas conclusiones.
» Aunque habría que decir que los filósofos griegos como Sócrates, Platón y
Aristóteles hacen más hincapié en el conocimiento como fuente para alcanzar la

115
El renacer de la humanidad

felicidad. Como dijo Platón: “La virtud es conocimiento y éste puede ser aprendido. El
que se comporta de forma inmoral lo hace desde la ignorancia”. Y también escribió,
atribuyéndoselo a su maestro Sócrates: “Todo vicio es resultado de la ignorancia,
ninguna persona desea el mal. La virtud es conocimiento y aquellos que conocen el
bien, actuaran de manera justa”. Platón consideraba una persona justa a aquella cuyo
elemento racional, ayudado por la voluntad, controlaba sus apetitos. Estos apetitos
serían los deseos contra los que nos previene el Buda.
» Vosotros pensaréis que aquí no tenemos ese problema y que estamos a salvo
de todo eso, pero tened en cuenta que os estoy hablando del mayor problema que tuvo la
sociedad de la que procedemos, justamente el que lo llevó a su exterminio y que podría
volver a suceder en un futuro si no ponemos los medios adecuados. En la sociedad
moderna de consumo, el deseo era fomentado fuertemente, día a día por las poderosas
agencias de publicidad y mercadotecnia que lo dirigía constantemente a nuevos y
variados campos.
» Desde nuestra perspectiva, tan lejana y distinta, podréis pensar que conociendo
el problema es fácil poner el remedio, pero no es así. Los humanos que vivían en la
Tierra hace más de dos mil años no eran unos ilusos que no entendían nada o les daba
igual vivir o morir; nada de eso. Eran personas inteligentes, que sabían tanto o más que
nosotros sobre todo esto de lo que estoy hablando.
– Y entonces, ¿qué ocurrió? –se atrevió a preguntar una chica–. ¿cómo es que no
pudieron evitar lo que les vino encima?
– Muy sencillo –prosiguió Elena–, porque no somos dueños de nuestras mentes;
creemos que sí, que hacemos o pensamos lo que queremos, pero estamos equivocados y
os lo puedo demostrar con una prueba muy sencilla. Intentad concentraros en algún
objeto en concreto, por ejemplo un cuadrado; debéis pensar sólo y exclusivamente en
ese cuadrado, con sus cuatro lados iguales. Hacedlo por favor, si cerráis los ojos os
resultará más sencillo.
Elena dejó transcurrir un minuto en silencio.
– Seguro que no habéis sido capaces de mantener sólo la imagen del cuadrado en
vuestra mente ni treinta segundos seguidos, y cuánto más intentáis concentraros en esa

116
Pedro Estudillo

imagen, más trabajo os costará; enseguida empezarán a aparecer en vuestra cabeza


pensamientos no deseados y que no tienen nada que ver con lo que queréis pensar en ese
momento. No os preocupéis, eso es normal, y demuestra que nuestra mente va por libre.
Por eso no es tan fácil controlar el deseo o el sufrimiento.
» Parte de la culpa la tiene la propia evolución natural del ser humano, aunque
en este caso se trata más bien de una involución. Como todos sabéis, el último órgano
del cuerpo humano en evolucionar, el que nos diferenció totalmente del hombre
primitivo y de los animales, fue el cerebro frontal o neocórtex, la zona del cerebro
responsable de nuestra inteligencia y memoria, donde radica todo lo que vamos
aprendiendo; en teoría aún sigue evolucionando, y nunca dejará de hacerlo. Pero esta
evolución no ha sido gratuita, por el contrario, ha sido a costa del debilitamiento de
nuestro cerebro primitivo, del tálamo y del hipotálamo, que tanto ayudaron a sobrevivir
a nuestro ancestros primitivos; y es ahí, precisamente, donde nace la verdadera
sabiduría.
» Si tenemos un cerebro frontal fuerte y un cerebro primitivo débil, se producirá
un desequilibrio que puede degenerar en cansancio, neurosis o cualquier otro tipo de
enfermedad mental, incluso la locura.
» La armonía y el equilibrio entre ambas partes del cerebro son indispensables.
Con la meditación lo que pretendemos es fortalecer el cerebro primitivo, hacer que surja
a la superficie la esencia de las cosas que permanecen en el subconsciente, y que
siempre han estado ahí. Tened en cuenta que cuando nacemos sólo tenemos cerebro
primitivo; no es hasta bien entrada la adolescencia cuando termina de desarrollarse
físicamente el cerebro frontal. Por tanto, con la meditación, lo único que hacemos es
volver a nuestro estado natural.
» El maestro Deshimaru predijo que el hombre mejorará finalmente; lo malo se
transformará y otra civilización nacerá. Que seamos nosotros o no depende únicamente
de nosotros.
– Por lo que está usted diciendo –comento un muchacho al que la profesora dio
la palabra– la practica del budismo es la que nos acerca más a la felicidad, ¿no es así?

117
El renacer de la humanidad

– No, no, no, creo que no me estoy explicando bien, no se trata de practicar
budismo, eso es muy complejo. Espera un momento –Elena cogió un pequeño libro de
la estantería, buscó una página y empezó a leer–. “No os dejéis engañar por lo que otros
digan, o por rumores, o por lo que está establecido en virtud de la autoridad de vuestras
enseñanzas tradicionales. No os dejéis engañar por aquellos que son diestros en citar las
escrituras, ni por lógica ni por inferencia, ni tras reflexionar sobre una nueva opinión o
teoría, ni movidos ciegamente por el respeto a un asceta o a un sacerdote. Sólo cuando
lo sepáis por vosotros mismos tales enseñanzas son buenas, no causan perjuicio, son
aceptadas por los sabios, cuando se practican producen beneficios positivos y felicidad.
Sólo entonces podéis aceptarlas y morar en ellas”.
» Estas son palabras del Buda. Como veis, su intención no era establecer
fórmulas dogmáticas ni imponer una ideología propia. Lo único que pretendía el Buda
era ayudar a la gente a encontrar la verdad y la liberación por sí mismas, a su propia y
única manera. La paz espiritual es un tesoro que todos los hombres buscan, muchos sin
saberlo; ayudar a encontrarla es el logro más alto que una persona puede aportar a la
humanidad. Ahí radica la grandeza del Buda, lo mismo que Jesucristo o Lao Tse o
tantísimos otros sabios, filósofos y hombres santos que han existido a lo largo de la
historia. Hay algo que todos ellos tenían en común: el abandono de su ego; ese es el
primer paso que todos ellos dieron antes de convertirse en las grandes personalidades
que hoy conocemos.
» Debéis de tener confianza en vuestro propio potencial espiritual y en vuestra
capacidad para encontrar vuestra verdad. No digo con esto que no tengáis que escuchar
a nadie, no, al contrario, debéis mostraros receptivos en todo momento, escuchad y
observad todo lo que podáis, aprended de los demás y utilizad lo que encontréis útil,
pero, sobre todo, aprended a confiar en vuestra sabiduría interna.
» Vuestro compañero mencionó antes a los clásicos griegos; en vuestros
ordenadores podréis encontrar una amplia información sobre ellos y sus obras. Si los
leéis, comprobaréis como también ellos están llenos de sabiduría y también veréis como
el hombre no ha cambiado tanto como parece a lo largo de los tiempos, ya que siempre
se ha encontrado con los mismos problemas, lo único que cambiaba era la cantidad de

118
Pedro Estudillo

cosas materiales y lujos que poseía, pero la esencia seguía siendo la misma hace más de
cuatro mil años que hace dos mil o, incluso, hoy día.
» No sé a vosotros, pero a mí esto me hace cuestionar mucho la evolución de la
inteligencia del ser humano; después de leer los tratados sobre la felicidad y la
moralidad humana de Platón y Aristóteles da la impresión de que todo lo que se escribió
después sobre estos temas, está de más, incluido lo que escribieron filósofos tan
renombrados como Descartes o Gasset, sin restarles importancia, por supuesto.
» Vaya, creo que nos hemos emocionado demasiado con el tema y se nos ha
echado el tiempo encima –exclamó Elena después de mirar el reloj–. Vale, vale, ya sé
que tenéis muchas preguntas pero no os preocupéis, mañana seguiremos con el mismo
tema. Reflexionad sobre todo lo que os he dicho y prometo que mañana intentaré
contestar a todas vuestras preguntas.

119
El renacer de la humanidad

– ¿Qué tal la clase hoy? –preguntó Pet al sentarse a la mesa para almorzar.
– Intensa, creo que es la mejor palabra que la define –respondió Elena–. Los
chicos se están portando muy bien, aunque me da la impresión de que les estoy
exigiendo demasiado. Esto de trabajar a contrarreloj no me gusta nada y creo que puede
ser contraproducente. A veces les miro las caras y parece que no se están enterando de
nada. Me temo que en vez de enseñarles, lo que estoy es confundiéndolos.
– Estoy seguro de que no –intentó animarla Pet–. Te conozco desde hace
muchos años y sé cual es tu problema, eres tú la que te exiges demasiado. Eres
demasiado perfeccionista y eso hace que nunca estés contenta del todo con lo que haces;
pero en el fondo sabes que lo estás haciendo bien, ¿me equivoco?
– Supongo que no; creo que me conoces mejor que yo. Pero es que los veo tan
jóvenes e inseguros... Pero basta ya de hablar de mí, dime ¿habéis averiguado hoy algo
interesante?
– Pues la verdad es que sí. Hemos descubierto en esta cara del planeta varias
poblaciones distintas de primates muy avanzados, algunos de ellos incluso andan casi
erguidos. Podría decirse que están en las primeras etapas de evolución hacia el hombre.
Si Darwin estuviera aquí sería ahora mismo la persona más feliz de la nave, estoy
seguro.

120
Pedro Estudillo

– Vaya, eso sí que es interesante; cualquier antropólogo de la Tierra hubiera


dado lo que fuese por verlo. Quizás nos puedan aportar muchos datos nuevos sobre
nuestra propia evolución.
– Sí, pero hay algo más –continuó Pet–; se nos ocurrió hacer algo que no
habíamos hecho hasta ahora. Hemos inspeccionado el planeta con las cámaras de rayos
X e infrarrojos y resulta que bajo la superficie existen inmensas bolsas de petróleo;
parece ser que está todo el planeta lleno, y algunas de ellas, a muy poca profundidad.
¿Sabes lo que eso significa? Podría sernos muy útil si nos establecemos allí algún día.
– ¿Pero qué estás diciendo Pet? –dijo Elena poniéndose muy seria–. Esa para mí
no es una buena noticia. ¿No lo entiendes? Podría ser el principio del fin por segunda
vez. Me parece mentira que estéis pensando en volver a utilizar el petróleo con lo que
nos ha costado llegar hasta aquí, ¿es que no habéis aprendido nada?
– Cálmate, Elena, creo que estás exagerando, aún no se ha decidido nada. Claro
que hemos aprendido la lección y la tendremos siempre muy presente, puedes estar
segura. No veo qué puede tener de malo el utilizar el petróleo para hacer que nuestros
transbordadores puedan despegar y así establecer una comunicación directa con la nave.
Eso sería genial, nos abre muchas nuevas posibilidades.
– No puedo creer lo que estoy oyendo –Elena dejó de comer y se encaró con Pet,
mostrando su disgusto–. ¿Es que soy yo la única que lo ve claro? Tú sabes de sobra que
no nos quedaríamos ahí; después vendrán las máquinas, los automóviles, necesitaremos
materia prima y empezaremos a derribar árboles y a destruirlo todo. Quizás no ahora,
pero en un futuro no muy lejano ocurrirá, será inevitable. No creo que hallamos llegado
hasta aquí para hacer lo mismo que hicimos en la Tierra y cometer los mismos errores.
– Pues si te pones así –dijo Pet intentando restarle importancia a la discusión–,
mejor será que no te cuente lo que se ha decidido hacer con la primera expedición. Creo
que tampoco te va a gustar.
– Por lo que veo te has propuesto darme la comida ¿verdad?; ¿qué se os ha
ocurrido ahora?

121
El renacer de la humanidad

– Bueno, no se trata de lo que se nos haya ocurrido; que conste que a mí no me


gusta la idea, pero parece ser que no hay otra alternativa, se han estudiado todas las
posibilidades y ...
– ¡Vamos, suéltalo ya, Pet! –interrumpió Elena desesperada–. Después de lo que
me has contado antes, estoy preparada para todo.
– Está bien, está bien, tranquilízate. El problema es que si queremos mezclarnos
con los habitantes de ese planeta, tendremos que aterrizar el transbordador delante de
sus narices; el único lugar posible para tener acceso a ellos es en la misma playa, muy
cerca de sus campamentos.
» A mi también me parece una locura –se apresuró a decir Pet al ver la cara que
puso su mujer–, pero es imposible hacerlo en otro sitio. Hemos estudiado centímetro a
centímetro las montañas que los rodean y son demasiado escarpadas; en medio de la
selva tampoco se puede aterrizar y si lo hacemos al otro lado de la cordillera jamás
llegaríamos hasta ellos a pie, son demasiado altas.
– Pues sencillamente dejémoslos en paz; aprendamos de ellos desde aquí arriba,
busquemos otro lugar donde las condiciones sean también idóneas y establezcámonos
allí, donde no pongamos en peligro la vida de nadie. No los necesitamos para nada y,
mucho menos, ellos nos necesitan a nosotros.
– Pero Elena, sé razonable. Son los únicos seres humanos de todo el planeta, es
lógico que queramos ir en su busca y establecer un contacto; podríamos enseñarles
muchas cosas.
– ¿Estás seguro de eso? A mí no me parece que necesiten nuestra ayuda para
nada. ¿No será más bien que somos nosotros los que necesitamos de ellos?, ¿y no será
también que os da miedo enfrentaros a ese mundo desconocido solos, sin la ayuda de
alguien que controle el terreno?
» Si hacéis lo que pretendéis será una invasión y sus consecuencias pueden ser
totalmente imprevisibles.
– ¿Por qué tiene que ser una invasión? –continuó Pet algo acalorado– ¿Por qué
no puede ser una cooperación?, ¿qué tiene de malo el que queramos compartir el hábitat
con ellos para así poder aprender los unos de los otros?

122
Pedro Estudillo

– Porque nadie les ha pedido permiso antes; por eso simplemente. No podemos
caerles encima de repente sin conocerles de nada ni ellos a nosotros. Estoy segura de
que las consecuencias de eso serían nefastas para los dos.
Después de una pequeña pausa que sirvió para tranquilizar los nervios, Pet
rompió el silencio.
– Será mejor que nos calmemos los dos. Quizás estamos discutiendo por nada, al
fin y al cabo la última palabra la tiene el consejo de ancianos; ellos decidirán lo que sea
más conveniente para todos.
– No estaría yo tan segura de eso –subrayó Elena también más calmada–.
Prométeme una cosa Pet. Prométeme que me avisarás cuando se vaya a debatir este
asunto con el consejo; quiero estar presente.
– No te preocupes, algo me dice que si no lo hago tendré muchos problemas, así
que allí estarás.
» Será mejor que recojamos todo esto; no se puede decir que hayamos
aprovechado mucho la comida hoy.
– Un momento, Pet, una cosa más –Elena cogió a Pet de las manos antes de
levantarse de la mesa y lo miró fijamente a la cara–. Quería decirte algo, no sé si ahora
será un buen momento, después de esta discusión, pero ya me había hecho a la idea de
hacerlo, así que allá va.
» Sé que tú te mueres de ganas por viajar con la primera expedición al planeta y
que, tarde o temprano, me lo ibas a decir. Lo he estado pensando y he decidido que
también yo quiero ir y, si Eli está de acuerdo, que estoy segura de que lo estará, también
vendrá con nosotros. Pero eso sí, si se decidiera bajar en esa playa me lo tendría que
volver a pensar, lo siento mucho, eso es algo con lo que no había contado.
– Vaya, no me esperaba esta noticia –dijo Pet pensativo–. Tienes razón, pensaba
decírtelo un día de éstos pero aún no sabía como hacerlo; creí que te enfurecerías. Me
alegro de que pienses así.
» Pero espera un momento, si deciden aterrizar en la playa yo no tendré la culpa;
eso se llama chantaje.

123
El renacer de la humanidad

– Yo lo llamo sentido común. Además te he dicho que lo pensaría no que no iría,


no adelantemos acontecimientos.
» Anda, ayúdame a recoger la mesa que se nos está haciendo tarde, ¿ya no
recuerdas que tu hija está con Jonás y Judith y quedamos en ir a buscarla después de
almorzar? –terminó diciendo Elena mientras se levantaba de la mesa.

124
Pedro Estudillo

A la mañana siguiente, Elena se apresuró en ir a clase; estaba deseando


proseguir el tema que dejó a medias el día anterior. Se encontraba muy motivada, ya
que los alumnos habían respondido muy bien, parecía que había conectado con ellos
justo en el término que ella deseaba.
Las malas noticias que le había hecho llegar Pet, tanto la posibilidad de utilizar
el petróleo hallado o el aterrizar justo al lado del poblado indígena, no hacían más que
confirmar sus peores temores; pero lejos de intranquilizarla lo que consiguieron fue
motivarla aún más. Sabía que ahora más que nunca, el futuro de la especie en ese
planeta podía estar en manos de esos jóvenes a los que ella enseñaba y de las
convicciones y valores que consiguiera transmitirles.
Con esta reflexión entró Elena resuelta en el aula donde la esperaban ya sus
alumnos ansiosos por comenzar la clase, con decenas de dudas y preguntas en sus
cabezas.

– Vaya, por lo que veo –comenzó diciendo la profesora– ayer conseguí


impresionaros un poco; me alegro porque hoy vengo dispuesta a quedarme el tiempo
que haga falta para contestar todas vuestras preguntas, que espero que sean muchas.
– Ayer usted habló del deseo como si fuera una enfermedad o un veneno, fueron
sus palabras –dijo un muchacho al que Elena señaló–. Pero yo no veo qué puede tener

125
El renacer de la humanidad

de malo el querer vivir bien y cómodamente. Si la vida nos ofrece esa posibilidad, ¿por
qué no aceptarla?
– Veréis, es difícil haceros ver lo que quiero desde nuestra perspectiva. Aquí en
la nave, tanto el deseo como el sufrimiento están muy limitados; somos muy
afortunados por eso. Pero ese desconocimiento nuestro de esa faceta nueva de nuestra
mente puede ser muy peligroso para aquellas personas que decidan bajar a ese planeta.
Allí la situación cambiará radicalmente. Surgirán situaciones nuevas a las que no
estamos acostumbrados y si no tenemos un control pleno de nuestras acciones y
emociones, podemos caer en tentaciones muy peligrosas para todos nosotros, aunque a
simple vista no nos lo parezca.
» Eso es lo que yo trato de evitar cuando os prevengo contra el deseo y el ego.
La persona que sólo quiere tener placeres y se niega a aceptar el sufrimiento,
desperdicia mucha energía resistiéndose a la vida y, al mismo tiempo, no la vive
intensamente. Si intentamos evadir algunas formas de sufrimiento, caeremos en otras
inevitablemente. Si nos metemos de lleno en la cultura del consumismo y abandonamos
la búsqueda espiritual correremos el riesgo de contraer enfermedades tan comunes en el
siglo XXI como desórdenes nerviosos, soledad, falta de finalidad, etcétera.
» Cuando estemos en ese planeta, nuestros problemas serán los problemas de
todo el mundo, ambos brotan de las mismas raíces, y para solucionarlos debemos
aceptar plenamente la realidad del sufrimiento, que nos golpeará continuamente, tanto
física como emocional o mentalmente. Y, aunque os parezca extraño, sólo de esa
manera obtendremos grandes recompensas, porque también el dolor tiene su lado
positivo; gracias a él, el ser humano permanece en contacto íntimo con otras personas y
con el resto del Universo. Lo mejor del ser humano, lo que de verdad hace grande a
nuestra especie, sale a la luz gracias al sufrimiento.
Elena señaló a otra chica que tenía la mano alzada.
– También mencionó usted ayer, o al menos así lo entendí yo, que debemos
reprimir nuestra imaginación y permanecer concentrados en lo que hacemos todo el
tiempo. Yo creo que las ilusiones y las fantasías son buenas para afrontar el día a día
con más alegría y entusiasmo, ¿por qué evitarlas?

126
Pedro Estudillo

– No todas las ilusiones son negativas, tienes razón –prosiguió Elena–. A lo que
yo me refería ayer es a la capacidad que tenemos de ver la realidad de forma
distorsionada y no como es realmente. La mayoría de las veces, esa ilusión es
sutilmente deliberada; si no nos gustan las cosas como son, en vez de enfrentarnos a
ellas, lo que hacemos es huir. Hay una teoría que, yo diría que se cumple en un noventa
y nueve por ciento de las ocasiones, que dice que si una cosa va mal, siempre tiende a
empeorar.
» ¿Qué quiere decir esto? Que un pequeño problema que surja hoy, si no lo
solucionamos, se convertirá en un gran problema el día de mañana y su solución será
mucho más costosa o, lo que es peor, no tendrá solución. Los problemas no se
solucionan solos, hay que afrontarlos y cuanto antes mejor.
» Sin embargo, en muchas otras ocasiones, ese engaño o ilusión del que os
hablaba antes, nos puede venir de fuera. Esto era algo muy habitual en la Tierra; os
hablo de la manipulación que una persona o grupo en particular puede hacer de los
demás para conseguir unos intereses determinados para ellos. Estos grupos los
constituían, en la mayoría de los casos, los partidos políticos o las iglesias o, incluso, las
grandes empresas de mercadotecnia y multinacionales, que conseguían con unos
métodos muy estudiados y elaborados hacer que la sociedad tuviera una percepción de
la realidad totalmente falsa y acorde a sus intereses particulares. Platón describe muy
bien este fenómeno en el llamado mito de la caverna, incluido en su libro La República.
Echadle un vistazo y comprenderéis mejor lo que trato de deciros.
» También es importante tener muy en cuenta la impermanencia de las cosas, la
realidad del cambio. El Universo es dinámico y si queremos vivir en armonía con él,
debemos aceptarlo tal como es en cada momento. Una persona sabia viaja con poco
equipaje y, sobre todo, con la mente abierta en cualquier situación porque sabe que la
realidad de mañana será muy diferente a la de hoy. Para ello hay que aprender el difícil
arte del desapego, es decir, no apegarse a las personas o a las cosas, sino que llegado el
momento, dejarlas ir y seguir con nuestras vidas.
– El apego está muy relacionado con el deseo, ¿no es así? –interrumpió un
muchacho.

127
El renacer de la humanidad

– Exactamente –continuó la profesora–. El deseo conduce al apego y,


paradójicamente, cuando deseamos demasiado algo, nunca podremos alcanzarlo, ya que
el espíritu está demasiado apegado a ese deseo, lo cual termina produciendo dolor y
sufrimiento en el hombre. La sabiduría y un espíritu tranquilo hacen que las cosas nos
lleguen por sí solas, por eso es necesaria la sabiduría en la vida práctica.
– ¿Cómo definiría usted la sabiduría? –preguntó una alumna.
– La sabiduría es aprender a no sufrir por un fracaso y a disminuir los deseos. Es
dejar en libertad al tiempo y a la energía para que nos inculquen activamente cualidades
morales como la paciencia, resolución, gentileza, la simpatía por los éxitos de los otros
y la compasión por sus fracasos o sufrimientos.
» Si nos esforzamos en esta dirección, con paciencia, conseguiremos un total
desapego del mundo y de nuestros propios progresos, llegando a una aceptación tan
desapasionada de las vicisitudes de la vida que, incluso la muerte dejará de
preocuparnos.
» Dejad que os cuente una historia que sirva de ejemplo: Una vez, un ejercito
rebelde atacó una ciudad coreana. En esta ciudad había un templo budista, y todos los
monjes huyeron cuando llegaron los soldados. Todos excepto el abad. El general
rebelde entró en el templo con su espada en la mano y pavoneándose por su éxito, pero
cuando vio al monje que no se había marchado ni parecía temerle, quedó atónito.
» – ¿No sabes –rugió– que estás viendo a un hombre que puede traspasarte con
su espada sin un parpadeo?
» – ¡Y tú –replicó el abad– estás viendo a un hombre que puede ser traspasado
por una espada sin un parpadeo!
» El general quedó desconcertado, le hizo una reverencia al monje en señal de
respeto y se marchó.
Elena hizo una pausa de unos segundos y continuó hablando.
– La sabiduría puede ser un arma muy poderosa. El guerrero más valiente y hábil
con su espada es aquel que no necesita desenvainarla para vencer a sus enemigos.
– ¿Y cómo puede ayudarnos la meditación a conseguir todos esos valores tan
importantes? –quiso saber otra de las alumnas.

128
Pedro Estudillo

– Esos valores tan importantes como tú dices, no hay que conseguirlos de


ninguna manera, ya los tenemos, sólo hay que dejarlos actuar con libertad.
» Los seres humanos somos esencialmente morales; nos hacemos inmorales
cuando las condiciones sociales de nuestro entorno degeneran de tal manera que llegan
a atrofiar el desarrollo adecuado de nuestra persona.
» En el planeta Tierra, la degeneración de las tradiciones religiosas y sus bases
éticas desembocaron en códigos rígidos totalmente contrarios a la evolución y a la
saludable autoexpresión, por eso, se puede decir, que la moralidad no estaba de moda en
la sociedad. Lo realmente excitante era todo lo contrario, o sea, incumplir las normas
establecidas, sobre todo las personas más jóvenes, a las que se les echaba la culpa de
todo, cuando, en realidad, ellos eran víctimas de la sociedad creada por sus padres y
abuelos.
» La meditación nos puede ayudar a poner en orden nuestras vidas, nos hace
sentirnos mejor y ser más pacíficos y confiados, lo cual, repercute también en las
personas que nos rodean. Es un proceso de doble dirección; no sólo conseguimos que
las cosas nos vayan mejor a nosotros sino también a aquellos que conviven con
nosotros.
» Para los más escépticos os diré que también en su día se hicieron cientos de
experimentos sobre personas que practicaban la meditación, y se demostraron sus
saludables efectos en todos los aspectos del ser humano, el físico, el intelectual y el
moral; así que no tenéis excusa para no empezar a practicar a partir de hoy mismo.
– ¿Y no podría ser –dijo de repente un chico– que ocurra al revés? O sea, que las
personas que meditan lo hacen porque ya tienen, prácticamente, esas mismas
características físicas, intelectuales y morales y eso las conduce a actuar de la misma
manera.
– Buena aclaración, sí señor. Es posible que así sea en personas intelectual y
moralmente parecidas, pero con el físico no me vale. Y cuando digo físico me refiero
también a la salud mental, no sólo corporal, os hablo por propia experiencia. Es difícil
expresar con palabras las mejoras emocionales que se obtienen con la meditación, por
eso os animo a que la practiquéis, para que podáis experimentarlo por vosotros mismos.

129
El renacer de la humanidad

» Al principio os resultará difícil y molesto el simple hecho de estar sentados sin


hacer nada, ni moverse; eso es porque estamos acostumbrados a dispersar nuestra
energía en actividades que, la mayoría de las veces, no tienen finalidad ninguna.
Muchas personas evitan de esta manera el enfrentarse con sus problemas.
» Al meditar, no sólo aprovechamos esta energía, sino que además nos forzamos
a mirar hacía dentro de uno mismo, enfrentándonos cara a cara con los problemas de los
que intentábamos huir. Esto hace que la meditación se convierta en una molestia
dolorosa, ciertamente. Y es precisamente en este momento tan doloroso cuando nuestra
determinación se pone a prueba; podemos elegir entre dejarlo y continuar con nuestra
vida cómoda, fácil y vacía, o podemos embarcarnos en el camino de la liberación.
» Puede que también en este momento te des cuenta que tu vida te ha llevado
hasta ahora a un callejón sin salida; entonces tu determinación por alcanzar tu
naturaleza verdadera será tan fuerte como el esfuerzo que estés dispuesto a hacer. Si
continuas la lucha evitando tentaciones de escape llegarás a un entendimiento profundo
y adquirirás una calma y claridad cargadas de vitalidad.
» El motivo por el que la meditación se nos hace tan cuesta arriba lo tenemos en
nuestro propio ego. Cada avance exige la muerte de nuestro antiguo yo y éste no se
rendirá tan fácilmente, por el contrario, luchará con encarnizamiento; para vencerle
debéis de tener una motivación muy fuerte. Pensad que sin dolor no hay recompensa.
» El Buda dijo que el dolor es una condición de la vida y que si intentamos
evitarlo nos condenamos a una existencia superficial ya que el placer y el dolor son las
dos caras de una misma moneda. El sufrimiento nos puede llegar en cualquier momento,
con una enfermedad o con la vejez, separarnos de gente a la que amamos o estar con
otras que nos desagradan; y si tan expuestos estamos a él, por qué no prepararnos para
hacerle frente, si no lo hacemos siempre estará ahí, molestándonos. Yo personalmente,
la única manera que conozco de hacer frente al dolor es llevando una vida espiritual más
completa, si vosotros conocéis otra forma, decídmelo por favor –concluyó Elena
señalando a un muchacho que quería hablar.

130
Pedro Estudillo

– Pero yo me supongo que para llevar una vida plena y estar preparados para
cuando llegue el dolor, no sólo será suficiente la meditación; también será necesario
tener claro una serie de preceptos morales básicos y una actitud positiva.
– Por supuesto –respondió Elena–; y no sólo una actitud positiva, sino también
vigilante y alerta; cuidando tus sensaciones y respuestas, estando siempre atento a lo
que ocurre a tu alrededor. Tratando de aprender el camino de en medio, o sea, evitando
ser un crítico destructivo o un iluso. Huye de los extremos, no conducen a nada bueno.
» Aristóteles hace una disertación muy extendida y profunda sobre el camino de
en medio, o justo medio, como él lo llama, en su libro Ética, a Nicómaco
particularizándolo para cada virtud, como por ejemplo la amistad, la justicia, la gracia o
la generosidad, por poner algunas. Os recomiendo que lo leáis; puede ser muy
instructivo.
» La generosidad también favorece el crecimiento espiritual, por lo que se
convierte en una buena razón para practicarla.
» No os dejéis desalentar nunca por los tropiezos, que serán muchos, ni por los
errores propios, sacadles provecho aprendiendo de ellos. La persona que nunca se cae,
nunca aprenderá a levantarse. Puede que incluso llegue un momento en que nos demos
cuenta de que estamos completamente equivocados y tengamos que dar marcha atrás,
cambiar de ideales, confiar en otras personas de las que antes desconfiábamos y
viceversa. Esto nos desalentará y caeremos en la tentación de abandonar la lucha, pero
hay que evitar la negatividad de estas experiencias, debemos aprender la lección y
seguir adelante.
» Es importante también el mantener la mente abierta, libre de prejuicios; es la
única forma de aprender nuevas enseñanzas que nunca se sabe por qué inesperado
camino nos pueden llegar; y al mismo tiempo, también es la única forma de percatarnos
de nuestros errores. Estar abiertos significa también no tener siempre la necesidad de
controlarlo todo; dejad que las cosas fluyan por sí solas, no intentad evitarlas, sobretodo
las desagradables. Si lo hacéis, estaréis dándole la espalda a un camino que os podría ser
muy útil más adelante. Tened en cuenta que, por mucho que creáis saber, nunca lo

131
El renacer de la humanidad

sabréis todo y, además, siempre habrá alguien que sepa más que vosotros, por eso es tan
importante el mantenerse siempre alerta y con una mente abierta.
» Otra cosa que debéis evitar a toda costa son los juicios innecesarios o gratuitos,
ya sean sobre uno mismo o sobre los demás. Es muy difícil deshacerse de una opinión
de la que nos hemos hecho dueños; tendemos a defenderla y para ello nos volvemos
polémicos y agresivos. Voltaire dijo una vez que la opinión ha causado más problemas
en el mundo que todas las plagas y terremotos juntos.
» No hacer evaluaciones gratuitas quiere decir no pensar en el bien ni en el mal.
Con esto lo único que se consigue es levantar un muro entre lo que me es familiar y está
aquí conmigo y lo extraño que está allí fuera contigo.
– Pero si no podemos defender nuestros ideales, ¿cómo debemos enseñar a los
demás lo que pensamos? No lo entiendo –preguntó un chico.
– No, parece que no me he explicado bien –aclaró Elena–. No es lo mismo
defender una idea nuestra, que hacer un juicio innecesario sobre la idea de otra persona.
Al discutir con alguien tendemos siempre a tratar de imponer nuestras ideas a los
demás, no somos arbitrarios; a eso me refería con lo de mantener la mente abierta.
Debemos de tener un grado de autoconocimiento suficiente como para conocer nuestros
propios fallos y no precipitarnos a la hora de hacer juicios.
» En muchas ocasiones vemos en los demás algunos fallos con mucha claridad,
y suelen ser precisamente los fallos que menos soportamos en nosotros mismos los que
hacen que se despierte nuestro lado oscuro impulsándonos a juzgarlos duramente. La
persona sabia sólo se ocupa de sus propios errores, intentando rectificarlos, y no se
preocupa más de lo imprescindible de las faltas de los demás.
» No se debe caer en la tentación de utilizar los preceptos morales como armas
con las que atacar a los demás. Los preceptos son pautas de comportamiento que
debemos utilizar con flexibilidad y cordura. Todos deseamos conseguir la perfección
moral algún día, pero eso es imposible, no se puede conseguir totalmente y, menos de
una vez; lo normal es que fallemos de vez en cuando, pero no tenemos por qué
atormentarnos por ello ni por qué esperar castigos infernales; simplemente lo que

132
Pedro Estudillo

tenemos que hacer es reconocer la falta e intentar enmendarla en un futuro para que no
se vuelva a repetir.
– Por lo que usted ha dicho hasta ahora –dijo una muchacha a la que Elena dio la
palabra– está claro que para llevar una vida plena y feliz es muy importante la
espiritualidad, pero ¿sabría usted decir qué es lo más difícil de vencer, o el primer paso
a dar, para llevar esa vida espiritual de la que nos está hablando?
– Bueno, en primer lugar quiero aclarar un poco lo que significa la palabra
espiritualidad, porque estoy segura de que muchos de vosotros veréis connotaciones
religiosas en esa palabra , y no tiene por qué ser así. Cuando digo espiritualidad me
refiero a introspección, a autoconocimiento, a tener control sobre nosotros mismos en
todo momento.
» Muchas personas diferencian el espíritu del cuerpo, piensan que cuando
mueren, el espíritu o el alma sube al cielo y el cuerpo se queda aquí. Esta es una forma
de pensar dualista y, por tanto, incorrecta; espíritu, alma, conciencia son la misma cosa
y están en unidad con el cuerpo, son como el derecho y el envés de una misma moneda.
» En cuanto a lo que me preguntabas sobre qué es lo más difícil de vencer, es
algo que no es fácil de contestar ya que cada persona es diferente, pero aún así intentaré
hacerlo desde mi punto de vista personal.
» La creación más fuertemente arraigada en nuestra mente es la idea de la
persona y, más concretamente, de aquella persona a la que llamamos «yo». Nuestro
mundo se nos divide irremediablemente en dos, por una lado estoy «yo» y por otro, «los
demás». Esta división sólo puede conducir al conflicto y al sufrimiento, ya que nuestro
«yo» intentará en todo momento controlar la otra parte del mundo que corresponde a
«los demás» y, al igual que una pulga enfrentándose a un elefante, está destinado al
fracaso, es una empresa inútil.
» La noción del «yo» se convierte en nuestra mente en nuestro punto de
referencia principal y casi único, nos apegamos a él con todas nuestras fuerzas
fomentando sólo aquello que parezca interesarle y rechazando todo aquello que creamos
pueda ser una amenaza, ya sea real o imaginaria. Buscamos constantemente reafirmar
nuestro ego, que todos sepan que existimos y que somos valiosos.

133
El renacer de la humanidad

» Los dualismos nunca han conducido a nada bueno y, en particular, éste del
«yo» y «los demás» es especialmente peligroso y fuente de multitud de conflictos.
Contestando a tu pregunta, lo primero que tenemos que hacer si queremos llevar una
vida plena y feliz, es olvidarnos de esta forma de pensar tan estrecha, sólo así
descubriremos que hay algo en nosotros mayor y más profundo, una forma de ser
completamente distinta, aunque no la podamos ver ahora.
– Si la espiritualidad no tiene nada que ver con la religión, ¿qué utilidad puede
tener la lectura de los libros sagrados, como la Biblia o el Corán? –preguntó otro de los
alumnos.
– Yo no he dicho que no tenga nada que ver; esa es una forma de pensar también
dualista. Lo que he dicho es que no tiene por qué. La lectura de estos libros es muy
importante para comprender nuestra historia y nuestras raíces; no olvidaos de lo que os
he dicho muchas veces, que la historia es la educadora por excelencia.
» Estos libros hay que leerlos con una mente muy abierta, apreciativa y crítica,
buscando siempre su espíritu fundamental. Si sólo prestamos atención a su comprensión
literal y ponemos más confianza en la letra que en el espíritu, podemos caer en el
fundamentalismo. Por muy venerables que sean esas escrituras, no podemos aplicar los
precedentes allí descritos literalmente a las situaciones reales de la vida. Sólo es
necesario tener un poco de sentido común para saber lo que tenemos que utilizar o
rechazar de estos libros; pero para eso, repito, hay que leerlos con la mente muy abierta.
Si lo hacéis así os pueden resultar de mucha utilidad, pero si no, podrían ser muy
peligrosos, como ya se demostró en la Tierra durante toda su historia.
» Respecto a las religiones, es interesante conocer sus textos, reglas y
ceremonias, pero teniendo en cuenta que son sólo decorado, nada de eso es importante.
El problema de las religiones y las filosofías es que son demasiado imaginativas, por
eso tienden a debilitarse. La búsqueda espiritual es la búsqueda de la verdadera esencia
de todas las religiones.
» En la base de todas ellas, tanto del cristianismo como del budismo, el
islamismo, el judaísmo o el taoísmo, hay cinco grandes iniciados. Debemos conocer y

134
Pedro Estudillo

comprender las raíces de estas personas ya que nos pueden ser de gran utilidad en
nuestro propio camino.
» Lo bueno del Zen es que es experiencia pura, no se puede identificar con
ninguna religión aunque haya surgido del budismo y, a la vez, lo que intenta, es
comprender las raíces de todas ellas.
– Pero las creencias religiosas siempre han ayudado a la gente a afrontar el
momento de la muerte –apuntó un muchacho–. Para muchas personas es de gran ayuda
el tener fe en que después de la muerte hay algo más. Eso les da un sentido a sus vidas
y, al mismo tiempo, les facilita el doloroso trance de la muerte, ya sea la propia o la de
algún ser querido.
– Efectivamente, uno de los propósitos fundamentales de todas las religiones es
el intentar dar una explicación a la muerte. Esto ha sido siempre así porque el hombre
nunca ha sabido aceptar la materialidad de su cuerpo. Volvemos a encontrarnos con el
problema de siempre: nuestro ego. ¿Cómo es posible que yo, con lo importante e
inteligente que soy, pueda desaparecer algún día sin dejar rastro? Nos negamos a
aceptar la realidad más evidente que nos rodea.
» Cuando una persona nace es imposible conocer absolutamente nada sobre el
futuro que le espera; no sabemos si será guapo, tendrá éxito, será un desgraciado o en
qué trabajará; sólo sabemos una cosa con total seguridad, y es que algún día morirá. A
nadie le gusta la idea de morir y desaparecer para siempre, de ahí que, desde el principio
de los tiempos, desde que el hombre empezó a tener conciencia de sí mismo, comenzó
también su lucha particular para vencer a la muerte inventándose todo tipo de historias y
estratagemas cada cual más inverosímil.
» Tienes razón cuando dices que a muchas personas, estas creencias les ayuda y
les da sentido a sus vidas. Con esta actitud lo único que se demuestra es que preferimos
vivir en una gran mentira antes que afrontar la realidad. Pero si lo piensas bien, esta
forma de actuar puede tener también un doble sentido muy peligroso. Si la vida que me
espera después de la muerte es mejor que ésta, ¿por qué esperar? Esta ideología fue
utilizada por muchos religiosos fundamentalistas, del Islam sobre todo, a finales del

135
El renacer de la humanidad

siglo XX y durante la primera mitad del XXI para llevar a cabo su particular guerra
contra occidente.
» Como sabéis, la inmolación de musulmanes contra judíos y cristianos, puso a
todo el mundo civilizado en jaque durante casi sesenta años, desembocando en una gran
guerra entre ambas culturas. Les hacían creer que si morían por la causa, sus almas irían
a un supuesto paraíso donde vivirían eternamente rodeados de toda clase de lujos. Ese
es el doble sentido tan peligroso al que me refiero.
– Hace poco leí un libro –interrumpió una muchacha– sobre una secta islamista
donde sus seguidores eran engañados muy hábilmente por su líder para que se
suicidasen cuando éste se lo ordenase. El título de este libro es Alamut, que era el
nombre de la fortaleza donde residían.
– Sí, yo también lo he leído –continuó la profesora–. Es un libro muy
interesante, lo escribió Vladimir Bartol; pero no creas que es ficción, está basado en
hechos reales. La secta de la que habla existió en realidad sobre el siglo XI; fue un
grupo chiíta que luchó durante varios siglos contra los turcos y el gobierno suní de
Bagdad de aquella época y, efectivamente, utilizaban la inmolación de sus integrantes
para realizar asesinatos selectivos entre sus adversarios; se puede decir que fueron los
primeros en utilizar estos medios para sembrar el terror entre sus enemigos, de hecho, la
palabra asesino proviene del nombre que le daban a la secta, que traducido al cristiano,
sólo quiere decir “consumidores de hachís” que, por lo que se ve, era una droga a la que
eran todos adictos.
» Lo que jamás podría haber imaginado su autor es que unos sesenta años
después de escribirlo, volvería a ponerse de moda este tipo de amenaza entre los
musulmanes, y sin la necesidad de utilizar ninguna droga para engañarlos, como hacían
en el libro, sino simplemente utilizando su fe en la palabra. Algún día hablaremos de la
obra de Vladimir Bartol, podemos aprender mucho de sus libros.
» Pero dejadme que continúe con lo que estábamos hablando, me interesa que
quede bien clara mi postura. El hombre es el único animal consciente de sí mismo y, por
tanto, también consciente de su final; y es esta consciencia unida a nuestro egoísmo
natural lo que nos hace desear transcender sobre las demás criaturas del Universo; y yo

136
Pedro Estudillo

me pregunto, si nuestra alma sube al cielo al morir, ¿por qué no pueden ir también las
de los elefantes, o las hormigas, o las gaviotas, etcétera? O incluso la de las plantas, que
también son seres vivos. Nadie se plantea eso porque pensamos sólo en nosotros
mismos.
» En este aspecto, el budismo también se diferencia del resto de las religiones. Si
os fijáis, ningún texto budista hace referencia al más allá. Para ellos lo único importante
es el «aquí y ahora». Nadie ha vuelto después de morir para explicarnos donde ha ido,
por tanto, no se puede decir nada, es un problema metafísico, y todos sabemos que estos
problemas no pueden ser resueltos, no se pueden afirmar ni negar. Nos podemos llevar
toda la vida elucubrando sobre lo que ocurrirá después de la muerte, pero nunca
llegaremos a una conclusión, por lo tanto, para qué perder el tiempo.
» El maestro Dogen dijo una vez: “la leña no puede ver las cenizas, las cenizas
no pueden ver a la leña”. ¿Qué quiere decir esto? La leña representa a la vida y las
cenizas a la muerte. A nadie se le ocurre decir que la ceniza es madera muerta o que la
madera es ceniza viva; la ceniza es ceniza y la madera es madera, y no hay más.
» Imaginaos que existe un paraíso donde irá nuestra alma cuando muramos.
Cuando estemos allí, nos seguiríamos preguntando ¿y ahora qué?, ¿qué sentido tiene
esto?, ¿habrá algo después del paraíso? El sentido de tu vida está aquí y ahora, mañana
estará en otro lugar y en otro momento. No merece la pena preocuparse por ello.
» La filosofía budista lo que enseña es a aceptar la muerte inconscientemente; si
lo hacéis, tanto vuestro cuerpo como vuestro espíritu, encontrarán serenidad hasta el
último momento de vuestras vidas.
» Para terminar con este tema, os contaré algo que le sucedió al Buda y que
resume sus enseñanzas sobre la muerte:
» Al Buda se le acercó una vez una mujer medio enloquecida de dolor por la
muerte de su hijo recién nacido. Puso al niño a los pies del Buda y le imploró que le
devolviese la vida. Después de escuchar pacientemente, el Buda le dijo que fuese a la
ciudad y le trajese un grano de mostaza de una casa en donde no hubiese habido
ninguna muerte. La mujer recorrió la ciudad entera llena de esperanza llamando a todas
las puertas, pero no encontró ni una sola casa donde la muerte no hubiera estado.

137
El renacer de la humanidad

Entonces comprendió que la muerte llega para todos y lo único que se puede hacer es
aceptarla, así que, finalmente, ella aceptó la suerte de su hijo.
Elena señaló a una chica del fondo que tenía la mano levantada.
– ¿Y qué pasa con la muerte de Jesucristo? Significa mucho para los cristianos.
Yo creo que le dan demasiada importancia.
– A Cristo lo mataron por oponerse al gobierno de su época. Esto es lo que debe
hacer toda persona verdaderamente religiosa, oponerse a las injusticias y a todo lo que
suponga una mala práctica. Su crucifixión sirvió para que se desarrollara el cristianismo,
al menos como lo conocemos hoy; fue el motor que impulsó a los apóstoles a difundir y
organizar sus enseñanzas.
» La compasión hacia Jesús por la muerte tan cruel que tuvo impulsó el
nacimiento de esta religión. Él eligió el camino del sacrificio; también a Mahoma
intentaron matarlo sus paisanos por oponerse a las ideas de la época; pero éste eligió
huir y luchar más tarde contra aquellos que se oponían a sus enseñanzas.
» Todas las religiones tuvieron comienzos difíciles, corresponde a cada uno de
nosotros personalmente el comprender su mensaje, por eso insisto tanto en la lectura de
los libros sagrados de cada una de ellas con una mente abierta, libre de prejuicios.
» El problema que hubo en la Tierra con las religiones es que siempre se
aceptaron por tradición, y eso está bien cuando uno es un niño que aún no tiene la
madurez ni el sentido común suficientemente desarrollados para pensar por sí mismo;
entonces la religión puede servir para inculcarles una serie de valores morales y
preceptos que lo ayuden a diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
» Pero cuando una persona adulta, en vez de utilizar su sentido común, sigue
guiándose por dogmas y rígidas doctrinas, corre el peligro de caer en el
fundamentalismo y de ser utilizado por otras personas más inteligentes para sus fines
propios. Ese es el peligro de las religiones y la causa de tantos conflicto a lo largo de la
historia de la Tierra.
– Tampoco se le puede echar la culpa de todo a la religión –exclamó un
muchacho desde el fondo del aula–. La prueba está en que a finales del siglo XXI,
después de conseguirse la paz entre musulmanes, cristianos y judíos, en el mundo

138
Pedro Estudillo

civilizado apenas tuvo influencia ninguna religión y, sin embargo, por las imágenes que
tenemos, parece una sociedad muy decadente y vacía, con mucha violencia y problemas
mentales en la mayoría de la población.
– Y me temo que así era –continuó Elena–; lo que demuestra que los problemas
no sólo vienen por un único frente, sino por varios. Efectivamente, la disminución de las
creencias religiosas trajo consigo otro problema muy grave: la pérdida de valores
morales.
» Progresivamente, a lo largo del siglo XXI, se fue eliminando la educación
religiosa en los niños, no sólo en las escuelas sino, lo que es más grave, también en el
seno de las familias, y ésta no se sustituyó por ninguna otra que le hiciera comprender a
un niño pequeño la importancia de valores como la justicia, la igualdad, la compasión,
el respeto a los demás, el esfuerzo, etcétera. ¿Qué ocurrió? Pues lo normal cuando un
niño crece en una sociedad donde lo que predomina es la envidia, la violencia, el éxito a
cualquier precio y de la forma más sencilla y rápida posible. Las consecuencias de todo
eso ya habéis visto cuales son, un mundo en el que todos eran esclavos de alguien o de
algo, donde nadie tenía la libertad de decidir por sí mismo lo que hacer con su vida.
– Pero para poder subsistir en la sociedad era necesario trabajar en algo o para
alguien –intervino un alumno–. Y de esa forma siempre eres esclavo de ese algo o
alguien. ¿Cómo poder escapar a eso sin morirse de hambre?
– Yo sólo conozco una forma; aprender a experimentar el trabajo como un
medio para la salvación personal o, lo que es lo mismo, para la liberación de las
nociones engañosas a las que nos tiene atado nuestro ego.
» El trabajo puede servirnos de vehículo para la auto-realización, no sólo
debemos verlo como un medio de producción o para ofrecer un servicio de utilidad para
la sociedad; si queremos, podemos hacer que nuestro trabajo tenga una finalidad mucho
más profunda.
» Para ello deben de poner de su parte tanto empresarios como empleados. Los
primeros deben adaptar el trabajo a las necesidades humanas de sus trabajadores en vez
de hacer que estos se ajusten a las demandas de las máquinas. Deben procurar que en el
trabajo participen sus corazones y mentes y no sólo sus miembros, de esta forma el

139
El renacer de la humanidad

trabajo será más gratificante y no sólo un medio para ganar dinero con el que comprar
más cosas materiales.
» El trabajador, por su parte, debe entregarse plenamente al trabajo, pero sin
ataduras. Debemos evitar hacer una separación mental entre uno mismo y el trabajo
juzgándolo aburrido o ameno; para ello debemos concentrarnos en lo que estamos
haciendo y eliminar todos los pensamientos desperdigados e inútiles, que son tan
perjudiciales para la mente, como lo es la contaminación ambiental para el cuerpo.
» Si conseguimos esto, estaremos trabajando para nosotros mismos. Esta es la
verdadera nobleza del trabajo.
Elena le dio la palabra a una chica que llevaba bastante tiempo con la mano en
alto.
– Usted nos ha hablado mucho de la meditación y de cómo ésta puede ayudarnos
a liberarnos de las ataduras del yo; pero no nos ha enseñado todavía cómo meditar.
– Bueno –comenzó diciendo Elena–, enseñar a meditar con palabras no es fácil,
ya que existen muchos métodos y cada persona debe de encontrar el suyo propio. La
única forma de hacerlo es experimentando, y con constancia y paciencia. En la
biblioteca encontraréis muchos libros que explican diferentes métodos, aunque todos
tienen en común tres aspectos fundamentales: la postura, la respiración y la actitud. Los
tres son igualmente importantes.
» La postura no tiene por qué ser cómoda, pero sí es fundamental que sea una
postura de equilibrio donde la espalda esté completamente recta y podamos relajar todo
nuestro cuerpo pero sin dejarlo flácido.
» Con la practica, comprobaréis como las ideas huyen de vuestra mente y la
tranquilidad y sabiduría llegan inconscientemente a través del cuerpo y la respiración.
Pero esto requiere tiempo y dedicación. Cuando os sintáis desilusionados, recordad esta
pequeña historia:
» Un hombre estaba en la playa con su hija, cuando le pidió a ésta que
comprobara cómo estaba el agua. La hija se fue para la orilla y regresó a los pocos
segundos diciendo que el agua estaba fría.
» – ¿Cómo lo has averiguado? –preguntó el padre.

140
Pedro Estudillo

» – He metido un pie –le contestó su hija.


» Entonces el padre se levantó, cogió a su hija en brazos y la tiró al agua.
Cuando a la niña se le pasó la impresión, empezó a reírse por la broma que le había
gastado su padre. Éste volvió a preguntarle: “¿Cómo está el agua?. “Está muy buena,
papa”, respondió la hija.
» – No lo olvides –le dijo el padre–, a partir de ahora, cada vez que quieras
probar algo, no te limites a meter sólo el pie, zambúllete en ello.
» Bien chicos –continuó la profesora–, ya nos hemos pasado bastante la hora, así
que lo tendremos que dejar. Espero haberos dado motivo suficiente para pensar.
» Por cierto, olvidaba deciros que un día de estos se celebrará la votación para
saber quiénes desean bajar al planeta. Pensad bien los pros y los contras antes de tomar
una decisión.

141
El renacer de la humanidad

Después de una semana de mucho trabajo, por fin llegó el día esperado por
todos, el día de tomar decisiones importantes; decisiones que podrían cambiar el destino
de la humanidad para siempre. La sala estaba repleta; allí se encontraban el consejo de
ancianos al completo, todo el equipo de ingenieros con el capitán Jorel al frente y
algunas personas que quisieron presenciar el debate, entre ellas, Elena, que tenía su
discurso preparado y, minutos antes, le había pedido a Julia que la dejase intervenir
antes de tomar ninguna decisión.

– Bien, será mejor que comencemos cuanto antes, hay varios temas que tratar y
no conviene perder el tiempo –comenzó diciendo el capitán–. Como sabéis, ya tenemos
todo listo para poder realizar el primer vuelo de exploración al planeta, pero hay algunas
cuestiones en las que no hemos podido ponernos de acuerdo; ese es el motivo de esta
asamblea.
» Principalmente son dos los problemas con los que nos hemos topado. En
primer lugar está el lugar de aterrizaje; si queremos convivir con los únicos habitantes
que conocemos del planeta tendremos que aterrizar delante de ellos, a la vista de todos.
La otra opción sería hacerlo al otro lado de la cordillera, en cualquier otro lugar
habitable, donde estaríamos solos y puede que jamás nos encontrásemos con ellos
debido a lo infranqueable de su territorio; a mi parecer, eso sería una lástima.

142
Pedro Estudillo

» El segundo punto a decidir es el número de personas que deben ir en la nave.


Algunos opinamos que no merece la pena arriesgar tantas vidas, y por eso queremos que
bajen sólo los imprescindibles para una exploración sobre el terreno. Sin embargo, otros
creen que es mejor aprovechar el transbordador al máximo, arriesgando la vida de hasta
cincuenta personas.
– Capitán, por favor –se apresuró a interrumpirle Pet visiblemente molesto por la
presentación que éste había hecho–. Eso no es justo, está intentando influenciar la
decisión del consejo. Usted sabe que está exagerando y no está siendo nada objetivo.
Con los datos que tenemos del planeta, el riesgo es mínimo y todos conocemos el
resultado de la votación, hasta trescientas ochenta personas desean bajar, y puede que el
número aumente después de la primera expedición; no podemos desperdiciar ninguna
plaza.
– También puede que ese número baje –replicó Jorel–; eso no lo podemos
asegurar. Ante la duda, lo más sensato es actuar con precaución.
– Pero hay voluntarios de sobra para viajar en ese vuelo –volvió a insistir Pet–, y
todos conocemos los riesgos y los aceptamos. Tenemos derecho a decidir por nosotros
mismos lo que queremos hacer con nuestras vidas.
– Como capitán de la nave soy responsable de la vida de todos y cada uno de sus
tripulantes. No estoy dispuesto a arriesgar más vidas de las imprescindibles por una
cabezonería.
– ¡Caballeros, por favor, basta ya! –exclamó Julia mostrando su irritación ante
aquella discusión–. Ya sabemos lo que opináis cada uno y, precisamente por eso
estamos aquí, creo recordar.
» A partir de ahora nosotros haremos las preguntas que tengamos para conocer
mejor la situación y vosotros os limitaréis a contestarlas. Después procederemos con las
votaciones y lo que se decida por mayoría se acatará por todos. No quiero más
discusiones en esta sala, ¿entendido?
» Empezaremos por el tema del aterrizaje, yo misma tengo una duda. En caso de
aterrizar junto a ellos, si se mostrasen agresivos, ¿tendríamos alguna forma de
defendernos?

143
El renacer de la humanidad

– Bueno –contestó uno de los ingenieros–, ya sabéis que aquí no disponemos de


ningún tipo de arma de fuego, pero hemos fabricado todas las lanzas y arcos y flechas
que hemos podido, no con la idea de luchar contra nadie, sino más bien para poder cazar
animales, como lo hacen ellos. En el caso de una confrontación, ellos dispondrían de las
mismas armas que nosotros.
– Con la diferencia de que ellos saben manejarlas –apuntó otro de los
ingenieros–. Además de conocer mejor el terreno y la manera más segura de
desenvolverse en él.
– Y si nos dirigimos hacia otro lugar –siguió otro de los miembros del consejo–,
¿qué posibilidades tendríamos de sobrevivir solos? Ninguno de nosotros sabe cazar, ni
tampoco conocemos los alimentos que pueden ser comestibles o no.
Esta vez fue Pet quien respondió.
– Llevaríamos alimentos y agua para mantenernos durante varias semanas.
Además hemos seleccionado varios lugares alternativos cercanos a algún río, donde la
caza es abundante y existen pocos peligros. También hemos estudiado bien como lo
hacen ellos y qué alimentos comen. Todos sabemos que la aclimatación no será fácil,
pero creo que estamos preparados. Llevamos siglos entrenándonos para esto, no lo
olviden.
– ¿Y cómo nos comunicaríamos con ellos si aterrizamos a su lado? –preguntó
otro de los ancianos–. No conocemos su lenguaje.
– Eso no lo sabemos –contestó el capitán–. Tendríamos que improvisar sobre la
marcha, dependiendo de su reacción. Pero no creo que eso suponga ningún problema,
las relaciones multiculturales en la Tierra eran muy frecuentes y, que yo sepa, el
lenguaje nunca supuso un obstáculo.
» Además les llevaríamos muchos regalos que les pueden resultar interesantes
para mostrarles que vamos de buena fe; eso siempre es un buen comienzo.
– Pero si nos establecemos con esa gente –intervino un miembro del consejo–,
nos veremos obligados a vivir en ese hábitat igual que ellos sin posibilidad de salir a
explorar el resto del planeta; estaríamos prisioneros.

144
Pedro Estudillo

– Prisioneros en un paraíso, en cualquier caso –volvió a responder el capitán–.


¿Acaso no lo estamos ahora en esta nave y nadie se queja? Esa selva es enorme, hay
espacio de sobra para instalar varios poblados más; es un lugar privilegiado e ideal para
vivir. No encontraremos otro sitio mejor.
– En todo el tiempo que llevamos observando a esa gente –repuso unos de los
ingenieros– no les hemos visto ninguna conducta violenta. Parecen personas civilizadas
y muy amables los unos con los otros. No tenemos motivos para pensar que puedan
querer hacernos daño.
– Hasta ahora no han visto peligrar su modo de vida –exclamó un anciano–. No
podemos estar seguros de su reacción, podrían considerarnos invasores.
– Ante de continuar –intervino Julia–, Elena quería decirnos algo al respecto,
¿no es así, Elena?
– Sí, gracias Julia, intentaré ser breve. Todos conocéis ya mi opinión sobre este
asunto, yo no soy partidaria de aterrizar entre esa gente. Como habéis comentado
algunos, eso sería una invasión y, aunque en un principio no se mostrasen agresivos,
nunca podría salir bien, tarde o temprano terminaría explotando la situación.
» Si estudiamos la historia de la Tierra siempre ha sido así. Si se muestran
pacíficos los unos con los otros es porque entre ellos no existen diferencias, son todos
iguales, provienen de la misma extirpe; pero eso no ocurriría con nosotros. Nosotros
siempre seríamos diferentes, con el tiempo volvería a ocurrir lo que ha ocurrido
siempre, un pueblo se hará más fuerte que el otro, surgirán los conflictos entre ambos y
terminará dominándolo por la fuerza; y eso dando por hecho que nos acogiesen
pacíficamente, que lo dudo.
» Mi opinión es que nos establezcamos en cualquiera de los otros lugares
escogidos y fundemos nuestra propia civilización. Los dos pueblos saldríamos ganando,
nosotros podremos extendernos por el planeta como se hizo en la Tierra, y ellos
seguirán tranquilos y felices como hasta ahora. Recordad las palabras de la famosa
fotógrafa del siglo XX Leni Riefenstahl: “Allí donde se despliega el lado oscuro de la
civilización, la felicidad desaparece”.

145
El renacer de la humanidad

» Esto lo dijo después de ver desaparecer varias tribus africanas tras la


colonización del hombre moderno; y también fueron colonizaciones pacíficas.
» También quería comentarles algo sobre el número de personas que deberían
bajar al planeta. Sobre eso tengo una opinión muy particular que puede que les
sorprenda.
» Pienso que lo más sensato sería que en la nave se quedasen un número de
habitantes suficientes como para poder establecer de nuevo una comunidad como la que
tenemos ahora y, por supuesto, manteniendo todas las funciones de la Parinirvana a
pleno rendimiento, con la idea de poder seguir viajando por el espacio en busca de otros
planetas habitables. Si nosotros hemos llegado hasta aquí, en un futuro otras
generaciones podrán hacer lo mismo en otros planetas, extendiéndose la raza humana
por el Universo todo lo que nos sea posible.
» Creo que es nuestra obligación; incluso, quien sabe, puede que tengamos la
oportunidad de llevar la vida a algún planeta donde no se conozca. Si está en nuestras
manos y podemos hacerlo, como ya hemos demostrado, sería una insensatez por nuestra
parte quedarnos aquí de brazos cruzados ¿no creen?
Un murmullo recorrió toda la sala. Se habría un nuevo dilema a discutir en el
que nadie había pensado hasta ahora. La voz del capitán Jorel se elevó por encima del
resto sin disimular el miedo que le daban las palabras de Elena.
– ¿Salir de nuevo al espacio exterior? –exclamó–, eso es una locura, con lo que
nos ha costado llegar hasta aquí. Se supone que era esto lo que todos estábamos
buscando ¿no? Pues ya está, ya lo hemos conseguido, disfrutémoslo. No pienso
arriesgar de nuevo la vida de todos ahí fuera.
– Capitán, piénselo por un momento –salió Pet en defensa de su mujer–. Usted
mismo ha declarado en muchas ocasiones su deseo de quedarse en la nave, así como
muchos otros que tampoco quieren bajar. El riesgo que corren es el mismo orbitando
este planeta que viajando por el espacio. Lo que dice Elena tiene mucho sentido.
– Un momento Pet –intervino en esta ocasión Jonás–, si hacemos eso tendríamos
que dejar algunos transbordadores en la Parinirvana, con lo que el número de personas a
bajar sería aún más limitado. ¿Cómo explicarles a mucha gente que tienen sus ilusiones

146
Pedro Estudillo

puestas en ese planeta, que no pueden bajar, que deben quedarse a morir en esta nave
para asegurar la propagación de la especie por todo el Universo? No seré yo quien lo
haga, te lo puedo asegurar.
– Ya había pensado en eso –continuó Elena– y reconozco que esa sería la parte
más difícil. No sé si la tripulación estará dispuesta a colaborar o no, pero creo que
debemos intentarlo al menos. Yo me presento voluntaria para explicárselo a todos y, si
es necesario, me quedaré en la nave para dar ejemplo.
A Pet se le cambió la cara después de oír eso. De repente todos sus planes
futuros con Elena y Eli en ese planeta se fueron al traste. No podía creer que su mujer
estuviera dispuesta a hacer semejante sacrificio por su especie. Antes de que pudiera
reaccionar si quiera, intervino una anciana del consejo.
– Creo que estamos llevando la cosa demasiado lejos. Esta discusión no tiene
sentido; el objetivo de la Parinirvana siempre ha sido el encontrar un planeta habitable
en el que establecernos y ya lo hemos hecho. ¿Por qué tenemos que ir más lejos? En un
futuro podríamos establecer una línea de contacto entre la nave y el planeta; sabemos
que ahí abajo hay petróleo y también sabemos cómo utilizarlo, pues hagámoslo. Nos
llevará tiempo y esfuerzo, por eso mismo interesa que bajen el mayor número de
personas posibles. Creo que ese debe ser nuestro objetivo a partir de ahora.
– ¡No, no, no! –interrumpió Elena desesperada–, precisamente eso es lo que
quería evitar. No podemos volver a cometer los mismos errores que en el pasado.
Sabemos lo contaminante que es el petróleo, precisamente fue el causante de la
degeneración del planeta Tierra, ¿cómo podéis pensar en utilizarlo otra vez?, ¿es que no
habéis aprendido nada?
– Elena, estás exagerando la situación –intervino en esta ocasión el capitán–. El
planeta Tierra se deterioró después de muchos años haciendo un uso masivo y
descontrolado, no sólo del petróleo, sino también contribuyó la tala de árboles y la
excesiva demografía, entre otras cosas.
» No creo que le hagamos mucho daño a este planeta sólo por hacer volar
nuestros transbordadores de vez en cuando.

147
El renacer de la humanidad

– ¿No lo entendéis?, ese sería sólo el principio. Sólo fueron necesarios menos de
doscientos años para cambiar toda la climatología de la Tierra. Allí, al principio,
también fue muy limitado su uso, pero con el tiempo, el crecimiento fue inevitable,
como ocurrirá aquí.
» En la Tierra, el crecimiento de la población ocurrió de forma paralela al
aumento de la producción del petróleo. Todos sabéis que este combustible fósil fue el
motor que llevó a la humanidad a su destrucción en la Tierra. No estoy dispuesta a
permitir que eso vuelva a ocurrir otra vez.
Tras un incómodo silencio en la sala y muchas cabezas mirando hacia abajo, fue
Julia la que reanudó el debate.
– Bueno, parece ser que el tema se ha complicado un poco más de lo que
esperábamos. Sinceramente, yo ya no sé ni lo que tenemos que votar siquiera; será
mejor que hagamos un resumen para que nos aclaremos.
» No se ustedes, pero a mí lo que ha propuesto Elena me ha hecho pensar, así
que creo que lo mejor será votar primero si queremos quedarnos en este planeta o
debemos partir en busca de otros. Una vez decido esto, creo que lo demás será más
sencillo.
– Julia, propongo que dejemos la votación para mañana –dijo un miembro del
consejo–; así podremos reflexionar sobre todo esto con tranquilidad. Creo que a todos
nos vendrá bien un descanso.
– Me parece bien –respondió Julia–. Nos veremos mañana a la misma hora.
Primero nos reuniremos nosotros solos y, una vez que lleguemos a un acuerdo os lo
haremos saber a través del capitán.

148
Pedro Estudillo

Nunca en su vida había estado Elena tan nerviosa; eran ya más de las dos y
media del mediodía y aún no había regresado su marido. No sabía si eso era una buena o
una mala señal. El consejo de ancianos había necesitado hasta dos días para poder llegar
a un acuerdo; dos días que a Elena se le habían hecho eternos, y por fin esta mañana se
reunían con el capitán y los ingenieros para comunicarles su decisión.
Durante estos dos días, Pet y ella no habían querido hablar mucho sobre lo que
se dijo en la reunión, por el contrario, más bien lo habían evitado a propósito, sobre
todo, lo concerniente a la posibilidad de quedarse en la Parinirvana y partir en busca de
otro planeta. Por la actitud de su marido, Elena sabía que no le había gustado nada su
decisión y, a decir verdad, a ella tampoco; pero también sabía que ahora tendría que ser
consecuente con lo que había dicho y llevarlo hasta el último término, si era necesario.
Al fin llegó Pet al apartamento; Elena lo esperaba en la cocina a solas; siendo
previsora, se había encargado de enviar a su hija Eli con sus padres. Sabía que era muy
probable que tuviese una larga charla con su marido, e incluso llegasen a discutir, y
prefería que su hija no estuviera delante. Cuando vio la cara de Pet al entrar en la
cocina, supo enseguida que no traía buenas noticias.

– ¿Y bien? –le preguntó.


– Lo siento, me temo que tendremos que seguir esperando –contestó Pet
sentándose a la mesa frente a su mujer.

149
El renacer de la humanidad

– ¿Qué significa eso?, ¿aún no han sido capaces de llegar a un acuerdo? No me


lo puedo creer.
– Bueno, en realidad sí que han acordado algo, que por cierto no te va a gustar
nada. Únicamente han definido cómo será la primera expedición al planeta; el resto de
las cuestiones lo han dejado pendiente a la espera del resultado de ésta.
– ¿Por qué dices que no me va a gustar?; ¿acaso han decidido aterrizar entre los
indígenas? Por nuestro bien, espero que no.
– Pues me temo que así es –continuó diciendo Pet–. Han pensado que es lo
mejor. Y no sólo eso, también se han dejado llevar por la opinión del capitán en lo
concerniente al número de tripulantes del transbordador. Han decidido que bajen sólo
veinticinco personas. Dicen que al ser un número reducido, intimidaremos menos a esa
gente y tendremos más posibilidades de congeniar bien con ellos.
– Dios mío, qué locura –exclamó Elena llevándose las manos a la cabeza–, no
saben dónde se van a meter.
– Querrás decir, dónde nos vamos a meter; espero que vengas con nosotros,
ahora más que nunca, necesitaremos a una persona como tú allí abajo.
– ¿Quieres decir que ya te has apuntado sin consultármelo antes?
– Te recuerdo que tú tampoco me consultaste lo de que estarías dispuesta a
quedarte en la nave si fuera necesario, y sabes que me dolió mucho el que lo dijeras allí,
delante de todo el mundo.
– Sabía que me lo echarías en cara algún día. Aquello fue una decisión
espontánea, no lo había pensado antes; pero ya que lo mencionas, reconozco que tienes
razón, debí haberlo hablado antes contigo y te pido disculpas por ello, pero como te
digo, fue algo que se me ocurrió de pronto, no fue premeditado, aunque eso no quita
para que no tenga que llevarlo a cabo si se diera esa circunstancia, por eso mismo no
puedo bajar con el primer vuelo, por mucho que desee hacerlo.
– Vamos Elena –imploró Pet–, sé razonable. Todo el mundo sabe que lo dijiste
en un momento de acaloramiento, al igual que saben que eres una de las persona mejor
preparadas para esa expedición. Nadie te va a echar en cara nada, si es eso lo que temes.

150
Pedro Estudillo

– Si piensas eso de mí, es que no me conoces lo suficiente, Pet. No se trata de lo


que piensen los demás, eso me trae sin cuidado; se trata de mí. Si me voy, sentiría que
estoy defraudando a mucha gente, y eso es algo que no se me olvidaría nunca, no podría
vivir tranquila con esa idea en la cabeza.
» Tú sabes que yo estaba dispuesta a bajar la primera, lo deseaba con toda mi
alma, y aún lo deseo, pero las circunstancias han cambiado.
– ¿Y qué pasa conmigo?, ¿acaso mi opinión no cuenta? –preguntó Pet algo
dolido.
– Yo no puedo obligarte, ni quiero hacerlo, a quedarte si no quieres. Me dolerá
mucho separarme de ti, pero no me gustaría que eso influyera en tu decisión; debes
hacer lo que tú creas conveniente y lo que de verdad desees. Lo único que te pido es que
respetes tú también mi decisión.
– Juegas con ventaja, sabes de sobra que yo nunca me iría dejándoos aquí a Eli y
a ti.
– Quizás Eli quiera bajar contigo. Ya es mayorcita para tomar sus propias
decisiones. Yo me tendría que resignar aunque tampoco me gustase.
– Sería incapaz de ponerla en el aprieto de tener que elegir entre los dos, así que
tú ganas, nos quedaremos aquí; pero al menos prométeme que harás todo lo posible por
intentar bajar en el segundo vuelo si lo hubiere.
– Me parece bien, y te lo agradezco mucho, de veras. Anda, ayúdame a poner la
mesa que a este paso no almorzamos hoy.
– Sí, además he quedado con Jonás esta tarde para ultimar algunas cosas; se
llevará una desilusión muy grande cuando se entere de que no vamos; él contaba con
nosotros.
» Me gustaría que me acompañaras, así se lo explicarías tú que seguro que lo
harás mejor que yo. A mí sería capaz de convencerme todavía –concluyó Pet.

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El renacer de la humanidad

Jonás y Judith esperaban ansiosos la llegada de sus amigos. Tenían algo muy
importante que decirles, algo que seguramente cambiaría todo lo que se había acordado
hasta ahora.
Judith había hecho algunas averiguaciones sobre la población de ese planeta, y
tenía un argumento de peso que haría al consejo de ancianos replantearse de nuevo su
decisión de mezclarse con ellos.

– Por fin habéis llegado –dijo Jonás visiblemente ansioso cuando vio entrar a Pet
y Elena–. Creo que al final te vas a salir con la tuya, Elena. Mi mujer ha descubierto
algo extraordinario sobre esa gente. Venid, entrad por aquí y ella misma os lo enseñará.
Los tres entraron en la habitación donde se encontraba Judith sentada frente al
ordenador.
– ¿Qué ocurre Judith? –dijo Pet–; tu marido parece que está desesperado por
enseñarnos algo.
– Sí, no os lo vais a creer –respondió ésta–. Llevaba tiempo investigando la
manera en la que esta gente controlaban la población. En un principio creí que, al igual
que ocurría en algunas tribus indígenas en la Tierra, sobre todo nómadas, lo hacían
controlando su menstruación las mujeres.
» Estas tribus no podían permitirse durante determinados períodos del año, el
tener que cargar con bebés recién nacidos o mujeres en avanzado estado de gestación,

152
Pedro Estudillo

cuando el alimento escaseaba o tenían que desplazarse a otras zonas más productivas.
Así que sus mujeres eran capaces de decidir cuando podían o no ser fértiles, al igual que
hacían la mayoría de los animales del planeta los cuales tenían sus períodos de
fertilidad, dependiendo de la época del año.
» Pero con esta gente no es así. He estado haciéndole seguimiento a varias
mujeres embarazadas y he descubierto algo increíble. Parece ser que ellos dejan que el
embarazo siga adelante durante los nueve meses que dura, más o menos igual que los
nuestros, pero cuando llega el momento del parto, si no ha habido ninguna defunción
previamente en ninguno de los poblados, matan al bebé. De esa forma, el número de
habitantes es siempre el mismo.
Judith hizo una pausa esperando la reacción de sus amigos, que no se hizo
esperar.
– ¡Pero eso es una salvajada! –exclamó Pet–. Pensé que eran más civilizados;
nos han engañado a todos.
– Pues no creas que a mí me sorprende mucho –dijo Elena–. No me lo había
planteado en ningún momento, pero ahora lo veo claro. Yo no creo que sea ninguna
salvajada, se trata de supervivencia simplemente.
» Nosotros hacemos lo mismo, la diferencia está en que nosotros tenemos los
medios adecuados para evitar el embarazo y ellos no, pero en el fondo es lo mismo.
Pensarlo bien, no pueden multiplicarse sin control ya que su hábitat es limitado y, al
mismo tiempo, tampoco pueden permitirse el lujo de reducir su número porque se
necesitan los unos a los otros para sobrevivir.
» A mí me parece que el hecho de matar a sus hijos es un sacrificio digno de
admiración. Demuestra lo que son capaces de hacer por el bien común de la especie.
– ¿Sabéis lo que eso significa? –dijo Jonás–. Si son capaces de hacer eso con sus
propios hijos, qué no harán con unos extraños. No podemos caer sobre ellos sabiendo lo
que sabemos.
– Y dime Judith –interrumpió Pet–, ¿tienes pruebas qué demuestren lo que has
descubierto? Las necesitaremos si queremos convencer al consejo.

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El renacer de la humanidad

– Sí, mirad, he recopilado varias grabaciones –continuó Judith mostrando a sus


compañeros unas imágenes en el monitor–. Fijaos en esta mujer, está en avanzado
estado de gestación; aquí vemos como entra en su cabaña. Esta otra imagen está tomada
un día y medio después; sale de la cabaña con toda su familia después de haber parido y
mirad lo que lleva en sus brazos, es el bebé muerto. Entre todos lo llevan hasta las
montañas y lo abandonan allí, a merced de los carroñeros.
– ¿Pero cómo podemos saber que el bebé no nació ya muerto, o murió en el
parto? –interrumpió Jonás.
– Tranquilo, aún no he terminado –Judith siguió mostrando distintas grabaciones
en el ordenador–. Tengo filmados hasta cuatro nacimientos con idénticos resultados en
distintos poblados y otros dos en los que el bebé salió ileso. La diferencia está en que,
antes de estos dos nacimientos hubo dos muertes, una de ellas fue un accidente, un
joven cayó de un árbol mientras recolectaba su fruto; la segunda fue un anciano que,
supongo, moriría de viejo.
» Veis, siempre hacen lo mismo, llevan los cadáveres a las montañas. Puede que
sea casualidad, pero a mí no me lo parece.
– ¿Y no os parece un poco cruel abandonar sus cuerpos a la intemperie para que
se lo coman los anímales salvajes? –preguntó Pet–. Yo creía que esa gente eran más
humanas pero me están decepcionando por momentos.
– Tienes razón –continuó Jonás–. Si te fijas no parece que sientan pena alguna,
ni siquiera por los pequeños.
– Yo no lo encuentro tan grave –dijo Judith–. ¿Qué diferencia hay entre enterrar
un cadáver o dejarlo en un lugar apartado al aire libre? Por un lado lo dejas para que se
lo coman los gusanos y las hormigas y por el otro, se lo comerán los buitres, hienas y
otros carroñeros. ¿Por qué iban a ser mejores los unos que los otros? Seguramente ellos
pensaran que de esa forma están colaborando en el mantenimiento de su entorno, del
que tanto dependen.
– Yo creo que Judith tiene razón –prosiguió Elena–; ese comportamiento sólo
demuestra su total adaptabilidad a su hábitat natural. Y la falta de sensibilidad que
parecen mostrar ante la muerte de sus seres queridos puede que indique el grado tan alto

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Pedro Estudillo

de aceptación que tienen de algo tan natural como es la muerte, mucho mayor que el
que nunca tuvieron en la Tierra ninguna civilización conocida.
» A mí, personalmente, me parece un comportamiento admirable. Creo que
tenemos mucho que aprender de ellos.
– ¿Quieres decir que nosotros también tendremos que matar a nuestros hijos
cuando estemos en ese planeta? –preguntó Jonás–. Yo por ahí no entro, lo siento
mucho; seguro que hay alternativas mejores.
– No seas burro –le increpó su mujer–. Nosotros no necesitaremos hacer eso;
pero para ello tendremos que establecernos en un lugar abierto, desde donde la especie
se pueda extender por todo el planeta. Nos tendremos que olvidar de esa gente para
siempre y dejarlos tranquilos.
– Al menos de momento –puntualizó Elena–. También el planeta es un espacio
finito, aunque sea mucho mayor. Recordad que uno de los grandes problemas con que
se enfrentaron en la Tierra fue el aumento descontrolado de la población,
desencadenando una multitud de problemas secundarios, como la escasez de recursos o
el aumento de la producción energética para poder abastecerlos a todos...
» Vale, vale, no me miréis así, ya sé que es pronto para preocuparme por esas
cuestiones ahora, sólo estaba pensando en voz alta.
– Eso es algo de lo que se tendrán que preocupar las generaciones futuras –dijo
Judith–. Nosotros ya hemos hecho bastante llegando hasta aquí.
– Bueno, dejémonos de historias –concluyó Pet–, hay que informar de todo esto
al consejo de ancianos. Ahora mismo voy a llamar al capitán para que los convoque
mañana a primera hora. Seguro que pensará que lo único que intento es salirme con la
mía; se llevará una desagradable sorpresa.

155
El renacer de la humanidad

Una vez que el consejo de ancianos fue informado de los descubrimientos de


Judith sobre la población indígena del planeta, se replantearon la decisión tomada
anteriormente de aterrizar el transbordador entre ellos.
Después de una larga reunión, el consejo resolvió establecer a los primeros
exploradores en uno de los lugares alternativos que tenían dispuesto. Al mismo tiempo,
en vista del poco peligro que presentaba la zona escogida y, ante la insistencia de buena
parte de la tripulación, se dispuso que el transbordador bajase completo, con todas las
plazas cubiertas, o sea, que bajarían cincuenta personas.
El único tema que quedaba pendiente, y el más delicado, era el de que
abandonase la nave el planeta una vez que se hubiera establecido en él una comunidad
o, por el contrario, quedarse orbitándolo indefinidamente a la espera de poder establecer
un contacto directo entre las dos comunidades en un futuro.
Para ello decidieron esperar a lo que aconteciera después de la primera
expedición.
Otro de los asuntos que debatieron fue la lista de los cincuenta tripulantes que
bajarían en el transbordador. Julia incluyó en ella a Elena, Pet y la hija de ambos. Por
mucho que le costara deshacerse de personas tan valiosas, sabía que no podía privarles
de su sueño que, por otro lado, se habían ganado con creces.
Julia se lo hizo saber a Elena personalmente diciéndole que ella misma se haría
cargo de comunicar al resto de la tripulación la decisión de volver a viajar al espacio

156
Pedro Estudillo

exterior en busca de otros planetas, si llegara el caso de tener que hacerlo. La portavoz
del consejo de ancianos sabía, al igual que Elena, que esa era la decisión más sensata y
que, tarde o temprano, tendría que afrontarla. Le hubiera gustado poder contar en ese
momento con la ayuda de la historiadora, pero pensó que no sería justo, ella era la
persona más anciana de la Parinirvana y, por tanto, esa era su obligación.
En la nave también irían Jonás como piloto con su mujer y su hijo. El resto
estaría compuesto por personal de lo más variopinto, especialistas en cultivos, zoología,
ingenieros y científicos en cualquier materia que pudiera resultar útil, algunos de los
jóvenes mejor preparados, dos de los ancianos de menor edad, todos ellos acompañados
de sus parejas e hijos quien los tuviera.
La partida se efectuaría en pocos días, una vez que el transbordador estuviera
perfectamente equipado con todo lo necesario para la expedición. Al fin se haría
realidad el sueño de tantos años, ya no faltaba mucho para poder responder a la pregunta
que muchos se hacían: ¿merecería la pena abandonar las comodidades de la Parinirvana
por vivir en tierra firme a merced de una naturaleza desconocida e imprevisible? Pronto
lo podrían comprobar.

157
El renacer de la humanidad

Ni que decir tiene la alegría que se llevaron Elena y su marido cuando Julia les
anunció su inminente partida en el primer vuelo. Pero a pesar de los nervios y del
entusiasmo inicial, Elena no quiso olvidarse de su obligación con sus alumnos y, para la
que sería su última clase con ellos, preparó un tema de vital importancia para el futuro
de todos, tanto para los que bajasen al planeta con ellos como para los que se quedasen
en la nave.

– Bien chicos –comenzó diciendo la profesora–, todos sabéis ya que el


transbordador partirá para el planeta dentro de dos días, y que yo iré en él junto con
algunos de vosotros. Os echaré de menos, aunque a la mayoría estoy segura de que os
veré pronto en los siguientes vuelos.
» No quería irme sin hablaros antes de algo que me preocupa mucho y que
pronto vais a experimentar en vuestras vidas, me refiero a la educación de vuestros
hijos. De ella depende en gran parte el éxito o fracaso del futuro de nuestra especie, ya
sea en ese planeta, en esta nave o, quién sabe, en otros planetas dentro de miles de años.
» Para introducir el tema me gustaría que vierais este video que os he preparado.
No os preocupéis, sólo dura unos minutos.
Elena puso en marcha una grabación en la que se veía a un niño de unos ocho
años y rasgos orientales con una gran cometa. La imagen comenzaba con el pequeño
echando a volar la cometa y continuaba mostrando al mismo haciéndola volar con

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Pedro Estudillo

mucha habilidad, a pesar de las rachas de viento que sobrevenían de vez en cuando. En
cuanto terminó, apagó el monitor y se dirigió a su clase.
– Bien, ¿qué os ha parecido? Seguro que os estaréis preguntando qué tiene que
ver un niño con una cometa con la educación. Si he querido que vierais este video es
porque me supongo que la mayoría de vosotros no sabíais siquiera lo que era una
cometa ni como se utiliza; quería estar segura de que me entendierais en el ejemplo que
os voy a poner, ya que la educación de un niño se puede comparar perfectamente con el
vuelo de una cometa.
» Si os habéis fijado bien, para poder mantener la cometa en el aire, el pequeño
unas veces tenía que soltar cuerda y otras veces lo que hacía era recogerla, dependiendo
de cómo soplara el viento y hacia donde quería dirigirla. Puede que parezca complicado
el saber cuando hay que recoger cuerda y cuando hay que soltarla pero, como veis, hasta
un niño es capaz de hacerlo; sólo es cuestión de práctica y aprendizaje y se terminará
haciendo casi por instinto, como todo en la vida. Llega un momento en que parece que
la cometa vuela sola, seguro que el chaval no se da ni cuenta de los movimientos que
está haciendo con la cuerda para mantenerla en el aire, pero es él el que hace que la
cometa no se caiga.
» Pues bien, con la educación de un niño ocurre exactamente lo mismo; unas
veces tendremos que soltar cuerda y otras tendremos que tirar. Me explico, un buen
padre debe saber siempre cuando debe empujar a su hijo y cuando debe aguantarlo o
cuando debe decirle que sí y cuando decirle que no.
» Os preguntaréis que cómo podéis saber lo que tenéis que hacer en cada
momento, ¿verdad? Al igual que con la cometa, la práctica y la experiencia hará que
vayáis aprendiendo. Lo verdaderamente importante es empezar con ese tira y afloja
desde el primer momento, o sea, desde el primer día de vida de vuestro hijo.
» Si queréis aprender a volar una cometa, seguro que no se os ocurre empezar a
hacerlo un día de mucho viento, por el contrario, esperaréis a que las condiciones
meteorológicas sean las más favorables, de manera que cuando vengan los días de
mucho viento ya tengáis la práctica suficiente como para saber lo que tenéis que hacer
en todo momento.

159
El renacer de la humanidad

» De la misma manera, no podéis pretender empezar a educar a vuestro hijo


cuando éste tiene ya una edad difícil, como puede ser la adolescencia; entonces todo lo
que no le hayáis enseñado ya, será muy difícil que lo aprenda. Por eso es importante
empezar cuando las condiciones son más favorables también, o sea, cuando el niño es
pequeño; en ese momento, si te equivocas, lo máximo que puede ocurrir es que el bebé
te coja una rabieta o algo así, pero nada que no se pueda remediar. Mientras que un
error cuando el niño es mayor, sí que nos puede costar muy caro, sobretodo a él, que
arrastrará durante el resto de su vida esa carencia de educación de sus primeros años,
condicionándole su personalidad para siempre.
» No se os puede olvidar nunca que los años más importantes en la formación de
toda persona son los primeros dos o tres; es entonces cuando se forma el carácter y la
personalidad que tendrá en un futuro. Nadie nace violento o caprichoso o irrespetuoso,
somos sus educadores los que hacemos que termine siendo así.
» Por eso os insisto en que hay que empezar a practicar ese tira y afloja desde su
primer día de vida, de manera que cuando vaya siendo mayor tengamos la experiencia
suficiente como para saber cómo debemos actuar en cada situación, y, al mismo tiempo,
él irá adquiriendo unos valores y unas pautas de comportamiento que le harán actuar
correctamente por inercia, ahorrándonos a los padres mucho trabajo y sufrimientos.
» Si intentamos volar la cometa sin saber hacerlo un día de mucho viento, ésta
terminará cayendo y, lo más probable, es que también termine destrozada. De la misma
manera, si dejamos la educación de nuestro hijo en un segundo plano, cuando lleguen
los momentos difíciles, el fracaso vendrá seguro y ya será imposible dar marcha atrás.
Elena señaló a una muchacha que había levantado la mano para intervenir.
– ¿Tuvo algo que ver la educación que habían recibido los habitantes de la
Tierra con todos lo problemas que tuvieron de violencia y falta de preocupación por el
medio ambiente? –preguntó ésta.
– Sin duda alguna –respondió la profesora–. La educación recibida está en el
trasfondo de todos los problemas. En la mayoría de países desarrollados de la Tierra
hubo un momento, un punto de inflexión, localizado en la segunda mitad del siglo XX,
a partir del cual se puede apreciar un cambio fundamental en la actitud de las personas.

160
Pedro Estudillo

» Ese punto de inflexión fue la incorporación masiva de las mujeres al mercado


laboral dejando en un segundo plano la educación de sus hijos. Según los expertos, y yo
coincido con ellos, esto representó un cambio brutal en la sociedad. Un cambio que
terminaron pagando muy caro.
– Pero aquí también trabajan las madres y no tenemos tantos problemas para
educar a nuestros hijos –interrumpió un joven.
– Como siempre digo, los problemas suelen venir por varios frentes. A este
abandono de los hijos por parte de sus padres hay que sumarle el imparable avance
tecnológico de la época en materias como la informática, las comunicaciones o el
entretenimiento. Todo ello hacía que los jóvenes tuvieran al alcance de su mano un
abanico enorme de posibilidades sin nadie a su lado que lo controlase o le guiase.
» Para que os hagáis una idea, en la década de los setenta del siglo XX, lo más
violento que podía ver un chaval normal por la televisión era una película de vaqueros
donde, a pesar de morir mucha gente, no se veía una sola gota de sangre; mientras que si
nos vamos a finales del siglo o durante el siglo XXI, no sólo aumenta la violencia
considerablemente en el cine y la televisión sino que además aparecen miles de
videojuegos cada vez más salvajes y violentos y con mayor realismo y, prácticamente al
alcance de cualquier familia. Si a esto le unimos que los padres no prestan la atención
debida a lo que hacen sus hijos, el resultado es el que todos conocemos.
» Vosotros sois jóvenes y sabéis perfectamente que a cualquier niño o joven le
atrae todo aquello que está prohibido o que puede resultar arriesgado o peligroso. Si se
lo ponemos delante, lo cogerán sin duda alguna sin pensar en sus consecuencias, ya que
aún no tienen la madurez ni el sentido común suficientemente desarrollados como para
saber lo que les conviene o no.
– Si tenían todos esos adelantos tan a mano sería porque alguien se los ofrecería
–dijo una muchacha–. Me resulta difícil pensar que unos padres no se den cuenta de lo
que tiene o no tiene su hijo.
– Veréis, para eso hay que ponerse en la mentalidad de una sociedad de consumo
tan bestial como la de aquel entonces –continuó Elena–. Podemos comparar la vida
también con una partida de cartas, de póquer por ejemplo; el que nos toque cartas

161
El renacer de la humanidad

buenas o malas depende únicamente del azar, ¿verdad? Al igual que el hecho de nacer
en un lugar u otro o con una genética determinada; nadie puede elegirlo, es el azar el
que lo establece.
» Pues bien, en una partida de póquer no siempre gana el que tiene mejores
cartas sino el que mejor sabe jugarlas. La persona que siempre juega con buenas cartas
es difícil que aprenda a jugar de verdad y, en cuanto le toque una mano mala, perderá
sin remedio. En la vida pasa lo mismo; en una sociedad desarrollada y con abundancia
de todo, los padres sólo se preocupaban de que sus hijos tuvieran buenas cartas, o sea,
que no les faltase de nada: buenos estudios, dinero de sobra, contactos, etcétera; pero no
se preocupaban de lo más importante, enseñarles a jugar esas cartas.
» ¿Qué ocurría? En cuanto algo les fallaba no sabían reaccionar y se
derrumbaban. De ahí que hubiesen tantos problemas mentales en edades cada vez más
tempranas. Y sobretodo, los problemas venían cuando esos jóvenes se tenían que
incorporar al mercado laboral y empezar a pensar en formar una familia y buscar una
estabilidad; en el momento en que se daban cuenta de que la vida no es tan sencilla ni
cómoda como ellos creían, el fracaso estaba cantado. La responsabilidad les pesaba
demasiado cayendo un alto porcentaje de ellos en profundas depresiones e, incluso,
suicidios.
– Sin embargo –expuso una joven a la que Elena dio la palabra–, la igualdad
entre hombres y mujeres a la hora de trabajar fue considerado como un logro muy
importante en una civilización tradicionalmente machista. ¿Por qué no podía ser el
hombre el que se quedara en casa con los hijos mientras la mujer trabajaba?
– Por supuesto que podía ser así. Yo no digo que sea la mujer la que se tenga que
quedar en casa obligatoriamente. Ahora bien, lo que sí opino es que, si esa labor la
habían desarrollado tradicionalmente las madres no había sido por casualidad. Cualquier
experto coincidirá conmigo en que, por norma general, ya que siempre hay excepciones,
la mujer es, de los dos, la persona más cualificada para tan importante tarea. Todos
sabéis que las mujeres poseen mayor sensibilidad y tienen más facilidad a la hora de
exteriorizar sus sentimientos y de ofrecer cariño, y esas son cualidades muy importantes

162
Pedro Estudillo

en la educación de un niño. Millones de años de evolución en un solo sentido no pueden


cambiarse en sólo unas décadas.
» Lo que intento deciros es que cuando una pareja decide tener un hijo deben
plantearse muy en serio su educación, nunca dejarla en un segundo plano. El error que
cometieron en la Tierra es que esta labor no se reconocía como debiera; al contrario, el
hecho de que una mujer no trabajara en la calle y se quedara cuidando a sus hijos, se
consideraba como algo humillante, como si esta mujer no estuviese capacitada para
hacer nada mejor. Y de lo que no se daban cuenta es de que la crianza y educación de un
hijo es el trabajo más difícil y gratificante que cualquier ser humano puede desarrollar;
mucho mejor que pegarse ocho horas todos los días delante de un ordenador aguantando
a un jefe, o detrás de un mostrador escuchando todo el día las quejas de los clientes, por
mencionar sólo algunos ejemplos.
» En ese aspecto, la mayoría de especies animales fueron más listas que los
humanos. Si habéis visto los documentales de la fauna salvaje de la Tierra, habréis
podido comprobar como las madres vuelcan toda su energía en sus cachorros y no los
abandonan hasta que éstos aprenden a defenderse por sí solos ante la vida. Saben que de
ello depende la supervivencia de la especie. De esto no se dieron cuenta los humanos en
la Tierra hasta que no fue demasiado tarde y no hubo posibilidad de dar marcha atrás.
– ¿Qué valores cree usted que pueden ser los más importantes que debe aprender
un niño? –preguntó un alumno.
– Prácticamente todos –contestó Elena después de pensarlo durante unos
segundos–. Pero por mencionar algunos, yo destacaría el sentido del deber y la
responsabilidad, el esfuerzo por conseguir lo que desean o el respeto, no sólo hacia sus
semejantes, sino también hacia su entorno y a cualquier forma de vida.
» Esos tres valores se les puede inculcar a un niño desde muy pequeño. Hay
otros, como por ejemplo, la compasión o la templanza que deben de adquirir conforme
vayan madurando y desarrollando su propia personalidad. Lo importante es sentarles
unas bases desde un principio que les sirvan en un futuro para adquirir por sí mismos
unos valores positivos; y para ello es imprescindible el ejemplo de sus padres.

163
El renacer de la humanidad

» La mayoría de los animales, y el hombre no es una excepción, aprenden


copiando el comportamiento que observan en sus mayores. Si lo que ven, ya sea en sus
casas o en la calle o por la televisión, es malo, eso será lo que aprenderán; y lo peor de
todo es que para ellos ese será el comportamiento normal, ya que es el que le han
enseñado; de ahí la importancia de proporcionarles un entorno adecuado e intentar
evitarles todo aquello que pueda suponer un mal ejemplo.
– Para los padres del siglo XXI –añadió una joven– debería resultar muy difícil
mantener a sus hijos apartados de una sociedad tan consumista y violenta. Lo que no me
explico es cómo pudieron llegar a ese estado tan lamentable cuando eso es algo que se
venía prediciendo muchos años atrás.
– Eso es algo –continuó la profesora– que explica muy bien el filósofo español
Ortega y Gasset en lo que él denominó Hombre-masa, incluido en su libro La Rebelión
de las masas.
» Según su teoría, una generación de individuos que nace y crece en una
sociedad ya bien organizada, en donde no tienen que luchar por ninguno de sus
derechos ni libertades, tiende a hacerse egoísta, a pensar que el resto de la sociedad, o
sea, los demás, están para proporcionarles a él todo el bienestar posible y que él, como
individuo, no tiene por qué preocuparse por nadie ya que para eso está la sociedad o los
demás.
» O sea, que una vida fácil y cómoda hace a las personas egoístas e insolidarias.
El individuo termina creyendo que todo lo que le rodea (que tanto esfuerzo y
sufrimiento ha costado a sus predecesores) es algo natural en lo que él no tiene por qué
colaborar para mantenerlo pero que, por el contrario, sí que debe complacerlo en todas
sus necesidades.
» No cabe duda que Ortega y Gasset no iba nada mal encaminado; lo que él
vislumbró a principios del siglo XX tuvo mucho que ver con la decadencia de la
humanidad años más tarde. Y seguramente también influiría en la caída de tantísimos
grandes imperios y civilizaciones a lo largo de toda la historia de la humanidad. De ahí
la importancia de inculcarles a nuestros hijos valores como el esfuerzo, el respeto o la
solidaridad que no deben de olvidar nunca por poco que crean necesitarlos en sus vidas.

164
Pedro Estudillo

» En fin, creo que ya no hay tiempo para mucho más. Estoy segura de que
vosotros lo haréis maravillosamente. Pronto podréis poner todo lo que os he enseñado
en práctica, espero que no lo olvidéis.

165
El renacer de la humanidad

Al llegar al apartamento, Elena se sorprendió al ver a su marido tan temprano


esperándola.

– Vamos debemos darnos prisa –le comentó éste–. Han convocado una reunión
urgente para esta tarde.
– ¿Algún contratiempo grave? –preguntó Elena nerviosa.
– No lo sé; por lo que he podido escuchar, Elías, uno de los geólogos, ha hecho
un descubrimiento importante analizando unos datos obtenidos por uno de los robots
sobre unas muestras de rocas del planeta.
» Debe de ser algo importante a juzgar por el nerviosismo del capitán cuando me
informó de la reunión. Él mismo fue el que me pidió que vinieras tú también.
– Vaya, no sé si eso será bueno o malo; me temo lo peor, Pet. Pensábamos que
teníamos todos los problemas resueltos y vete a saber ahora qué es lo que han
descubierto para que no podamos bajar a ese dichoso planeta. Ya me estoy empezando a
cansar un poco.
– Tranquilízate, aún no sabemos de qué se trata. Seguro que no será para tanto.
Ya sabes como es el capitán, se ahoga en un vaso de agua.
» La reunión es para dentro de una hora, así que no tenemos mucho tiempo. Ya
me he encargado de mandar a Eli a casa de tus padres, la recogeremos cuando salgamos.

166
Pedro Estudillo

Una hora más tarde, Pet y Elena llegaron a la sala de reuniones. Allí se
encontraban, a parte del consejo de ancianos y el capitán, la mayoría de los futuros
tripulantes del primer vuelo al planeta y muchos de los científicos más importantes de la
Parinirvana.
– Bien, ante todo permítanme que les pida disculpas por la urgencia de esta
reunión –comenzó diciendo Elías, un geólogo de mediana edad que también pertenecía
al grupo de los primeros exploradores del planeta–. Ha sido necesario debido al
inminente despegue del transbordador; no tenemos mucho tiempo y, creo que lo que
hemos descubierto es lo bastante importante como para analizarlo detenidamente entre
todos antes de seguir adelante.
» Iré al grano. Llevaba unos días preocupado por unos análisis de la
composición de unas rocas que me había enviado uno de los robots. Yo mismo lo envié
hasta esa zona ya que, desde un principio, me resultaba extraña esa formación rocosa.
El geólogo puso en funcionamiento el monitor principal de la sala, insertó una
unidad de memoria y aparecieron unas imágenes de una pared rocosa con una franja
mucho más oscura en el centro.
– Aunque no se puede apreciar bien en la fotografía sus dimensiones, esa pared
tiene unos doscientos kilómetros de longitud –continuó hablando el geólogo–; y la
franja central más oscura mide alrededor de cien metros de grosor. No es la única
formación semejante que existe en ese planeta, pero sí la más significativa, de ahí que
sintiera curiosidad por la composición de ese material más oscuro.
» Lo primero que pudimos comprobar es que no se trata de un solo tipo de
mineral o roca, sino más bien la mezcla de muchos muy compactados. Entre ellos hay
mucha abundancia de hierro pero, e aquí la primera sorpresa, no se trata de mineral de
hierro puro sino en aleaciones como el acero y algunas otras más. Esto ya nos inquietó
bastante y pensamos que se podría tratar de algún error.
» Pero ahí no quedó la cosa; había otros materiales que no costaban en nuestros
catálogos, en teoría eran desconocidos, algo que podía ser normal tratándose de un
planeta nuevo para nosotros. Pero no nos quedamos conforme y seguimos
investigándolo utilizando librerías antiguas de la Tierra por si encontrábamos algo

167
El renacer de la humanidad

parecido y... ¡bingo!, lo encontramos. Esa enorme franja oscura que ven ahí se
encuentra en su mayoría formada por hormigón y asfalto muy compactado por el peso
de la roca que la cubre.
En la sala no se hicieron esperar las exclamaciones y los murmullos de asombro
por parte de todos los asistentes.
– Los expertos han comprobado los datos cientos de veces –intervino en esta
ocasión el capitán Jorel–, y no hay lugar a dudas; se trata del mismo hormigón utilizado
por los humanos del planeta Tierra en sus construcciones, así como el asfalto de las
carreteras y otros componentes totalmente artificiales que también se han identificado.
– Pero, ¿cómo es posible? –preguntó Julia asombrada–, ¿qué quiere decir esto?,
¿acaso creen que en ese planeta vivieron civilizaciones de humanos hace miles de años?
– Exactamente veinte millones de años –continuó el geólogo–. Esa es la edad
aproximada que tienen esos restos analizados. Y esas civilizaciones a que te refieres,
Julia, son exactamente las que todos conocemos, nuestros antepasados; hemos vuelto de
nuevo al mismo lugar del que partimos hace más de dos mil años; ese planeta es la
Tierra.
En esta ocasión los murmullos se convirtieron en auténticos gritos de asombro
por parte de todos. Tanto es así que Julia se tuvo que levantar de su asiento para poder
poner un poco de orden en la sala.
– Calma señores, por favor –imploró la portavoz del consejo de ancianos–. Elías,
será mejor que aclares eso que acabas de decir. Cómo puedes estar tan seguro.
– Eso es imposible –gritó uno de los ancianos–; sólo hace unos dos mil años que
abandonamos el planeta; ¿qué insinúa?, ¿que hemos viajado en el tiempo?
– No, no ha sido necesario viajar en el tiempo –continuó Elías–. Me llevó un día
entero darme cuenta, pero al fin lo comprendí. ¿Ya no recuerdan lo que aprendieron en
la escuela cuando eran jóvenes?
– ¡Claro! –exclamó Pet de repente–, ¡Einstein! ¿Cómo no lo vimos antes? La
teoría de la relatividad especial de Einstein podría explicar por qué en la Tierra han
transcurrido veinte millones de años mientras que para nosotros, sólo han pasado algo
más de dos mil.

168
Pedro Estudillo

– Exacto –prosiguió el geólogo–. Hasta ahora nos había sido imposible


comprobar con precisión la relación entre velocidad, espacio y tiempo que Einstein
predijo en su teoría de la relatividad. Nuestro viaje puede suponer la prueba definitiva
de esta parte de la teoría. Es la única explicación que se me ocurre; estoy seguro de que
los físicos llegarán a la misma conclusión después de hacer sus comprobaciones.
– Pero un momento –interrumpió uno de los ingenieros–; yo creía que la teoría
de la relatividad especial predecía justamente lo contrario; acordaos de la paradoja de
los gemelos; el que viaja al espacio vuelve más joven que el que se queda en tierra, por
lo tanto es como si viajara al pasado y no al futuro como hemos hecho nosotros.
– No, no, piénsalo bien –añadió uno de los ingenieros físicos presentes–. Si el
viajero vuelve más joven quiere decir que para él, el tiempo ha transcurrido más
lentamente; justamente lo que nos ha ocurrido a nosotros. Elías tiene razón, teniendo en
cuenta la velocidad a la que hemos viajado y el espacio que hemos recorrido, es
perfectamente posible que estemos en la Tierra veinte millones de años después de
haberla dejado, aunque parezca increíble.
– ¿Y qué pasa con el sistema de navegación? –preguntó un anciano–, ¿cómo es
posible que nos haya traído de nuevo al punto de partida sin que nos percatásemos de
ello?
– Para poder explicar eso –respondió el capitán– habría que remontarse siglos
atrás seguramente. En alguno de los cambios de rumbo anteriores, teóricamente en el
último, hace más de setecientos años, alguien sin darse cuenta fijaría la dirección de la
nave en sentido opuesto, justo hacia el Sol, donde nos encontramos ahora. Quién podía
imaginar que ocurriría algo así.
– Vale, eso puede ser posible –intervino de nuevo Julia–, pero ¿qué hay de todos
los indicios que encontramos y que nos demostraban que éste no era el planeta Tierra?
– También tiene su explicación –contestó esta vez Elías–. Siempre habíamos
supuesto que en el planeta Tierra también habían transcurrido dos mil años, por eso no
nos coincidía nada de lo que observábamos; si hacemos esas mismas comparaciones
teniendo en cuenta que han pasado unos veinte millones de años, podremos comprobar
como sí que puede ser más que posible que ésta sea la Tierra.

169
El renacer de la humanidad

» De momento ya hemos comprobado la distancia de la Luna y, sabiendo que se


aleja de la Tierra cuatro centímetros por año, coincide perfectamente con la distancia
que tiene ahora. Además hemos hecho que los ordenadores calculen la teórica posición
de las placas tectónicas de la Tierra después de este tiempo y también nos dan una
situación muy parecida. Y por lo que respecta a los restos que pudimos dejar en el
espacio cuando nos marchamos, me refiero a los satélites, telescopios y demás artilugios
que quedaron orbitando el planeta, es perfectamente normal que después de tantos años
no quede ni rastro.
» Por mi parte, tenemos indicios más que suficientes para afirmar que hemos
vuelto a nuestro planeta de origen.
La rotunda afirmación del geólogo había dejado a todos los presentes perplejos y
sin saber qué decir; después de un incómodo silencio de varios segundos, intervino
Elena intentando poner las ideas en orden.
– Lo cierto es que la noticia es increíble, pero no debe de cambiar para nada
nuestros planes. Si estamos de nuevo en la Tierra, mejor que mejor, ya la conocemos
bien, así que los riesgos son mínimos. ¿Qué mejor planeta para vivir que el nuestro
propio?
» Lo verdaderamente importante es que las condiciones de habitabilidad han
mejorado considerablemente desde que lo abandonamos, así que no creo que tengamos
nada que temer allí abajo. Será como una vuelta al hogar.
– Elena tiene razón –dijo Julia–. Ahora más que nunca debemos continuar con lo
que teníamos pensado. Pasado mañana partirá el primer transbordador a la hora
establecida, y será mejor que vayamos preparando ya los siguientes vuelos. La fortuna
nos ha brindado una segunda oportunidad, espero que esta vez no lo echemos todo a
perder de nuevo.

170
Pedro Estudillo

Al término de la reunión, Pet y Elena volvieron al apartamento de los padres de


ésta para recoger a su hija y, de paso, contarles el nuevo descubrimiento.

– Dios mío, esto es maravilloso –comentó Roxi asombrada tras escuchar a su


hija–. Hemos regresado a nuestra casa. Estoy segura de que nadie se esperaba una
noticia así.
– Puedes estar segura –dijo su marido–. Pero a mí no me parece una noticia tan
maravillosa precisamente. Descubrir vida en otro planeta podía responder a muchos
interrogantes, ahora todas las expectativas que teníamos puestas en ése han quedado en
nada. Quizás, después de todo, Giordano Bruno se equivocaba al afirmar que podía
haber seres vivos en otros planetas, y resulta que el nuestro es el único que existe en
toda la Galaxia.
– No, papá –le respondió Elena–, los que nos equivocábamos éramos nosotros
pensando que podíamos viajar por todo el Universo, así sin más. Si algo nos ha
enseñado esta odisea es que el Universo le queda demasiado grande a unos
insignificantes humanos como nosotros.
» Por supuesto que habrá planetas repartidos por toda la inmensidad de la
Galaxia repletos de vida de lo más variada, tal como dijo Giordano Bruno; pero lo más
seguro es que nunca los conozcamos y, quizás sea mejor así.

171
El renacer de la humanidad

– Dime una cosa, hija –preguntó Roxi–, ¿aún sigues pensando que es mejor que
la Parinirvana siga viajando en busca de otros planetas que colonizar?
Elena se quedó pensando durante un momento.
– No lo sé –respondió al fin–. Ahora mismo estoy hecha un lío; aún no he tenido
tiempo suficiente de asimilar todo esto. Pero ya que me lo preguntas, me supongo que
no. Supongo que lo mejor sería olvidarnos para siempre del espacio exterior y
aprovechar lo mejor que sepamos esta segunda oportunidad que nos ha dado el destino.
– La lástima es que no haya transbordadores suficientes como para poder bajar
todos –comentó Pet–. Sería estupendo poder empezar todos juntos esta nueva vida.
– Sí, tienes razón –intervino Roberto–. Parece una tontería, pero ahora que sé
que ese es nuestro antiguo planeta, no me importaría nada bajar con vosotros.
– Aún podéis hacerlo –dijo Elena esperanzada–. Podéis intentar ocupar alguna
plaza de los siguientes vuelos. Eso sería maravilloso.
– No hija, no te hagas ilusiones –le interrumpió Roxi–. No digo que a mí no me
gustaría bajar también, pero debemos ser realistas, no sería justo para los que se
quedasen. Además, nosotros ya no tenemos edad para correr detrás de un conejo o para
andar subiéndonos a los árboles en busca de frutas.
– Mamá, no digas eso. Vosotros podéis ser de mucha utilidad todavía ahí abajo.
Para formar una nueva civilización, no sólo hace falta mano de obra, sino también
muchos conocimientos y sabiduría, y en eso no hay quien os gane.
– Además, aún sabiendo que este planeta es la Tierra, puede que haya más de
cien personas que deseen quedarse en la Parinirvana –dijo Pet–. Creo que, si de verdad
lo deseáis, tenéis muchas posibilidades de poder viajar con nosotros.
– Pet tiene razón –continuó Elena–. Papá, mamá, prometedme que haréis todo lo
posible por bajar con nosotros. Hacedlo al menos por vuestra nieta.
Roberto y Roxi se miraron durante un momento y al fin fue Roberto el que
contestó a su hija.
– Está bien, hija, no hace falta que te pongas así. Bajaremos siempre y cuando
no le quitemos la plaza a alguien más joven que desee también hacerlo. ¿Estás de
acuerdo, mamá?

172
Pedro Estudillo

– Me parece bien –respondió Roxi–. Pero no me gustaría que os hicierais


demasiadas ilusiones. Prefiero pensar que me quedaré aquí con tu padre, y si al final
resulta que podemos ir pues mejor que mejor.

173
El renacer de la humanidad

Cuarenta y dos hora después, Elena se encontraba junto a su marido en el


transbordador espacial, rumbo al que, a partir de ahora, sería su nuevo hogar y el de
toda su familia y amigos.
Durante el viaje tuvo tiempo de sobra para reflexionar sobre todo lo que les
esperaría allá abajo. Hace años, ni en sus mejores sueños podría pensar que acabaría sus
días en el mismo planeta de sus antepasados. Ese planeta que tanto había estudiado y
del que tanto había leído ¿En verdad sería como lo había imaginado siempre? Pronto lo
sabría.

A ella no le daba miedo el comienzo de una nueva vida; no temía a las


penalidades y al sufrimiento que con toda seguridad soportarían allí abajo. No le
importaba el dolor, ni el hambre, ni el trabajo, ni el agotamiento, ni el frío, ni las
lluvias,... a lo que de verdad tenía auténtico terror era a la naturaleza propia del ser
humano; a la avaricia, a la envidia, al rencor, a la venganza.
Después de haber estudiado la caída de tantas y tantas civilizaciones por las
mismas causas, no podía dejar de preguntarse qué sería de ellos en un futuro y, hasta
qué punto habrían aprendido la lección.
Le vinieron a la mente muchas palabras sabias, escritas y dichas en todos los
tiempos que, al parecer, nunca fueron escuchadas por quienes debían de hacerlo; entre
todas, aparecieron en su cabeza un párrafo de Ernesto Sábato, escritor del siglo XX, de

174
Pedro Estudillo

su libro La Resistencia: “Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que
todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido
ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez,
nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que (únicamente) los
valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición
humana”.
No estaban ciegos, ni sordos, ni mudos. Por el contrario, se daban perfecta
cuenta de lo que estaba ocurriendo, y hacia donde les estaba llevando ese
comportamiento; eran inteligentes, pero por lo visto, no lo suficiente. La evolución no
consiguió traspasar esa barrera de inteligencia suficiente como para salvarse de ellos
mismos. La pregunta era, ¿habrían sobrepasado ya esa barrera?, ¿habrían conseguido
evolucionar lo suficiente como para no volver a cometer los mismos errores?
En muy poco tiempo, geológicamente hablando, el ser humano consiguió
convertirse en la especie más inteligente y dominante que nunca había habitado el
planeta, y sin embargo, paradójicamente, también fue la especie que menos tiempo
pobló la Tierra antes de extinguirse; eso sin contar con que también fue la única especie
del planeta que se autoextinguió, llevándose con ellos a la mayoría de especies con las
que cohabitaban. Cómo explicarles a las futuras generaciones que ellos habían sido la
causa de la sexta y más destructiva extinción masiva del planeta.
¿Se le puede llamar a eso inteligencia? Es cierto que conseguimos muchos
logros muy importantes; conseguimos alargar nuestra esperanza de vida, conseguimos
extendernos por todo el planeta, dominar al resto de las especies, conseguimos mejorar
nuestra calidad de vida (siempre a costa de otros menos afortunados), conseguimos
comprender la insignificancia de nuestra existencia cuando descubrimos que habitamos
un planeta exiguo que se encuentra literalmente en medio de la nada y que algún día
desaparecerá irremediablemente.
¿Y de qué nos sirvió todo eso? No se puede negar que muchas generaciones
vivieron muy bien, con toda clase de lujos y comodidades. ¿Pero qué clase de ser vivo
es incapaz de pensar en el futuro de su especie?, ¿acaso les daba igual cómo vivieran
sus hijos o sus nietos? Cuesta trabajo pensar que esto fuera así, pero si nos remitimos a

175
El renacer de la humanidad

los hechos, es exactamente eso lo que parece. Vale que nos pueda dar igual cómo viven
nuestros hermanos, o nuestros vecinos,... ¿Pero y nuestros hijos?
Por más vueltas que le diera al asunto, Elena no podía comprender cómo sus
antepasados podían ser tan egoístas como para no pensar siquiera en sus propios hijos,
algo tan esencial en cualquier especie, ya sea animal o vegetal.
¿Para qué tanta avaricia?, ¿habían conseguido de ese modo la tan ansiada
felicidad? Por lo que ella había podido averiguar, más bien no, todo lo contrario; cada
vez eran más esclavos de sí mismos y del sistema que los envolvía. Por lo tanto, ¿había
merecido la pena tanto desarrollo, tantas comodidades, tanta tecnología, tantas guerras,
tantas muertes?
Le hubiese gustado tener la respuesta, pero por desgracia, no había respuesta
para esa pregunta. El destino quiso hacer borrón y cuenta nueva y ellos eran ahora los
protagonistas.
O quizás no; quizás fuesen unos intrusos. Quizás los auténticos protagonistas
fuesen esos humanos que habitan ahora el planeta; ellos parece que sí que han aprendido
la lección. Quizás nosotros sólo vengamos a estropearlo todo de nuevo. Quizás la
Parinirvana nunca debió de existir.
Elena se estremeció en sus asiento ante este nuevo pensamiento que la invadió.
Le hizo ver su presunción al creerse tan importante para la continuidad de su especie; el
planeta ya se había encargado de eso por sí solo, sin la ayuda de ellos. Al fin y al cabo
ellos también eran el fruto de toda esa tecnología y desarrollo que llevó a la humanidad
y a tantísimas otras especies a su fin. ¿Serían capaces de olvidarse de todo lo que sabían
y comenzar de cero?, ¿tendrían la humildad suficiente como para llegar al planeta con el
rabo entre las piernas, decirle “aquí estoy de nuevo, perdóname”, y ponerse a su
servicio, el cual nunca debieron de haber abandonado?
Sí, sin duda alguna esa era la solución, empezar de cero. Cuando los antiguos
pobladores de la Tierra se dieron cuenta de que el entorno no podía adaptarse a sus
necesidades, sino que eran ellos los que tenían que adaptarse a él, tal y como hacían el
resto de especies animales y vegetales, ya fue demasiado tarde para dar marcha atrás.

176
Pedro Estudillo

Todos sabemos lo difícil que resulta ceder, agachar la cabeza, reconocer los errores
cometidos y enmendarlos una vez que se ha conseguido tanto.
Sin embargo ellos no tenían nada que perder; esa era la ventaja con la que
jugaban. Su meta mientras viviera sería el no perder jamás esa ventaja y hacérselo ver a
los demás de la misma forma. Sabía que tarde o temprano se perdería, era inevitable.
Pero también sabía que ella había hecho, y seguiría haciendo, todo lo posible por
retardarlo el mayor tiempo posible.

Por fin llegaban a su destino. Por la ventanilla se podía ver abajo, a los lejos,
tierra firme. Era hermoso; muy hermoso. Lo había visto infinidad de veces en pantallas
de televisión y monitores de ordenador, pero nunca se podía haber imaginado que
resultara tan enormemente grade y basto. Cómo pudieron transformar de esa manera un
paisaje tan maravilloso. Pero lo más increíble y asombroso de todo era cómo el mismo
planeta se había encargado de regenerarse y comenzar de nuevo.
Fuimos unos ilusos al pensar que éramos la especie dominante, que lo
controlábamos todo. El tiempo, como siempre, se ha encargado de poner las cosas en su
sitio, y volverá a hacerlo una y otra vez. Por eso es importante volver con humildad
olvidándose de la supuesta supremacía con la que el hombre creía contar y que de poco
le sirvió.
Pero todo eso pertenecía al pasado. Ahora les tocaba a ellos; les había llegado
su hora. La rueda de la vida daba un nuevo giro, repitiéndose el mismo principio de
siempre desde el comienzo de los tiempos: para que unos vivan, otros deben morir.
Algún día ellos también desaparecerán dándole la oportunidad a otros. Elena esperaba
dejarles un legado mejor que el que ellos recibieron.

Mientras aterrizaban, la joven historiadora tatareaba una canción compuesta en


el siglo XX por un joven idealista, adelantado a su tiempo, llamado John Lennon:

“Imagina que no hay cielo


es fácil si lo intentas

177
El renacer de la humanidad

no hay infierno debajo de nosotros


sobre nosotros sólo está el firmamento.
Imagina a todo el mundo
viviendo el presente.

Puedes decir que soy un soñador


pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros
y que el mundo sea uno.

Imagina que no hay países


no es difícil hacerlo
nada por lo que matar o morir
y que tampoco hay religiones.
Imagina a todo el mundo
viviendo la vida en paz.

Imagina que no hay posesiones


me pregunto si puedes hacerlo
nada que motive la avaricia o el hambre
una fraternidad de seres humanos.
Imagina a la humanidad
compartiendo el mundo.”

FIN

178
Pedro Estudillo

Apéndice

Advertencia de los científicos del mundo a la humanidad

Alrededor de 1.700 científicos destacados, entre quienes se cuenta la mayoría de


los galardonados con un premio Nóbel de ciencias, firmaron este manifiesto en
noviembre de 1992. La advertencia de los científicos del mundo a la humanidad fue
redactada e impulsada por Henry Kendall, expresidente de la junta de directores de la
Union of Concerned Scientists.

Preámbulo

Los seres humanos y el mundo natural se encuentran en vías de colisión. Las


actividades humanas producen daños drásticos y muchas veces irreversibles al medio
ambiente y a recursos críticos. Si no las detectamos, muchas de nuestras prácticas
actuales ponen en serio peligro el futuro que deseamos para las sociedades humanas y
para los reinos animal y vegetal, y pueden alterar el mundo hasta el punto de
incapacitarlo para mantener la vida tal y como la conocemos. Es urgente que
emprendamos cambios fundamentales para evitar la colisión a la que nos conduce
nuestro curso presente.

179
El renacer de la humanidad

El medio ambiente

El medio ambiente está soportando una carga crítica:

La atmósfera
La reducción del ozono estratosférico nos amenaza con un aumento de radiación
ultravioleta sobre la superficie de la Tierra, la cual puede resultar dañina o letal para
muchas formas de vida. La contaminación del aire y la lluvia ácida causan numerosas
lesiones a los seres humanos, los bosques y los cultivos.

Agua
La explotación imprudente del recurso agotable del agua pone en peligro la
producción de alimentos y otros servicios esenciales para la humanidad. El derroche de
agua potable ha provocado serias restricciones en unos 80 países que contienen el 40%
de la población mundial. La contaminación de ríos, lagos y aguas subterráneas limita
aún más el abasto.

Océanos
Los océanos soportan una destrucción severa, especialmente en las regiones
costeras que cubren la mayoría de la demanda pesquera mundial. En la actualidad, la
cantidad total de capturas pesqueras equivale o supera los niveles que se consideran
sostenibles. Algunos caladeros ya han dado muestras de agotamiento. Los ríos, que
llevan gran cantidad de materiales erosionados hasta los mares, también transportan
residuos industriales, urbanos, agrarios y pecuarios, algunos de ellos tóxicos.

Suelos
La pérdida de la productividad de los suelos, que causa un abandono masivo de
las zonas rurales, es un subproducto de las prácticas presentes en la agricultura y la
ganadería. Desde 1945 se ha degradado el 11% de la superficie fértil de la Tierra (un

180
Pedro Estudillo

área mayor que India y China juntas), y la producción de alimentos per cápita está
decreciendo en muchas partes del mundo.

Bosques
La selva tropical así como los bosques secos tropicales y de zonas templadas se
están destruyendo rápidamente. Al ritmo actual, algunos tipos de bosques serán
eliminados en pocos años, y la mayor parte de la selva tropical habrá desaparecido antes
de finales del próximo siglo. Con ellos se extinguirá una gran cantidad de especies de
plantas y animales.

Especies
La pérdida irreversible de especies, que para el año 2100 podría llegar a afectar a
un tercio de todas las especies que ahora viven, tiene especial gravedad. Estamos
perdiendo la capacidad que tienen para suministrarnos medicinas y otras ventajas, y la
aportación que supone la diversidad genética de las formas de vida para la robustez de
los sistemas biológicos del globo y para la asombrosa belleza de la Tierra. Gran parte de
estos daños es irreversible en una escala temporal de siglos y, en algunos casos, es
incluso permanente.

Otros procesos representan amenazas adicionales. El aumento de la


concentración en la atmósfera de gases generados por la actividad humana, incluido el
dióxido de carbono producido por la quema de combustibles fósiles y por la
deforestación, puede alterar el clima a una escala global. Las predicciones de
calentamiento global son aún inciertas (con consecuencias que van de tolerables a muy
severas), pero los riesgos potenciales son muy grandes.
Nuestra intervención masiva en la red de la vida con interdependencias
mundiales (combinada con el daño ambiental causado por la deforestación, la pérdida
de especies y el cambio climático) podría provocar efectos negativos generalizados,
incluyendo el colapso imprevisible de sistemas biológicos cruciales, cuya dinámica e
interacción apenas conocemos. La incertidumbre en cuanto a la magnitud de estos

181
El renacer de la humanidad

efectos no puede justificar la autocomplacencia ni postergar que nos enfrentemos a las


amenazas.

Población

La Tierra es finita. Su capacidad para absorber desperdicios y vertidos


destructivos es finita. Su capacidad para proveer alimento y energía es finita. Su
capacidad para abastecer un número creciente de habitantes es finita. Nos estamos
acercando a muchos de estos límites. Las prácticas económicas que lastiman el medio
ambiente, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, no pueden
continuar sin el riesgo de dañar irremediablemente los sistemas globales vitales.
Las demandas que exige el desenfrenado crecimiento demográfico al mundo
natural puede derrumbar cualquier esfuerzo por lograr un futuro sostenible. Si hemos de
detener la destrucción del medio ambiente debemos aceptar límites en cuanto al
crecimiento demográfico. Una estimación del Banco Mundial indica que la población
mundial no se estabilizará en menos de 12.400 millones, mientras que las Naciones
Unidas concluyen que el total podría llegar a los 14 mil millones, casi el triple de la
población actual, de 5.400 millones. Pero aún en el presente, una de cada cinco personas
vive en la pobreza absoluta sin suficiente alimento, y uno de cada diez sufre de
malnutrición severa. No nos queda más que una o unas pocas décadas para perder la
oportunidad de evitar las amenazas a las que ahora nos enfrentamos, y eso reducirá
considerablemente las perspectivas de futuro para la humanidad.

Advertencia

Nosotros, los firmantes, miembros de la comunidad científica mundial,


advertimos aquí a la humanidad de lo que nos espera. Es preciso un cambio

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Pedro Estudillo

significativo en nuestra administración de la Tierra y de la vida que alberga si deseamos


evitar una enorme miseria humana y si no queremos mutilar irreparablemente nuestro
hogar en este planeta.

Qué debemos hacer

Debemos actuar simultáneamente en cinco frentes vinculados de forma


inextricable. Debemos controlar las actividades perjudiciales para el medio ambiente y
proteger la integridad de los sistemas terrestres de los que dependemos.
Debemos, por ejemplo, reemplazar el uso de combustibles fósiles por fuentes de
energía más benignas e inagotables para reducir la emisión de gases de invernadero y la
contaminación del aire y del agua. Hay que dar prioridad al desarrollo de fuentes
energéticas adecuadas para las necesidades del tercer mundo, es decir, a pequeña escala
y fáciles de poner en práctica.
Debemos detener la deforestación, la pérdida y el deterioro de las tierras de
cultivo, y la pérdida de espacios vegetales y animales, tanto terrestres como marinos.
Debemos administrar con mayor eficacia los recursos cruciales para el bienestar
humano.
Debemos dar gran prioridad al uso eficiente de la energía, el agua y otros
materiales, incluyendo la ampliación de medidas para su conservación y reciclaje.
Debemos estabilizar la población, lo cual sólo será posible si las naciones
reconocen que para ello hay que mejorar las condiciones económicas y sociales, y
adoptar medidas efectivas y voluntarias de planificación familiar.
Debemos reducir y, con el tiempo, erradicar la pobreza.
Debemos asegurar la igualdad entre sexos y garantizar que las mujeres tomen
sus propias decisiones con respecto a la reproducción.

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El renacer de la humanidad

Las naciones desarrolladas deben actuar ahora

Las naciones desarrolladas son las que más contaminan el mundo en la


actualidad. Ellas deben reducir drásticamente el derroche de consumo para atenuar la
sobrecarga de los recursos y del medio ambiente global. Las naciones desarrolladas
tienen la obligación de ayudar y apoyar a las naciones en vías de desarrollo, ya que son
las únicas que disponen de los medios económicos y el conocimiento técnico para estas
tareas.
Aceptar esto no es altruismo, sino mirar con inteligencia por el interés propio:
industrializados o no, todos tenemos el mismo y único bote salvavidas. Ninguna nación
puede escapar del perjuicio cuando se dañan sistemas biológicos globales. Ninguna
nación puede escapar de los conflictos que surjan por unos recursos cada vez más
escasos. Además, las migraciones masivas que causa la inestabilidad económica y los
problemas ambientales tendrán consecuencias imprevisibles para todas las naciones por
igual, sin importar su estado de desarrollo.
Las naciones en vías de desarrollo deben entender que una de las amenazas más
graves es el daño medioambiental, y que les será muy difícil aliviarlo a menos que
controlen sus poblaciones. El mayor riesgo consiste en quedar atrapados en una espiral
de deterioro ambiental, pobreza e inestabilidad social que conduzca al colapso social,
económico y ambiental. El triunfo de estos esfuerzos globales exige una gran reducción
de la violencia y las guerras. Los recursos que en la actualidad se utilizan para la
preparación y la ejecución de conflictos armados (más de un billón de dólares anuales)
son muy necesarios para este nuevo cometido y es preciso reconducirlos hacia esta
nueva empresa.
Necesitamos una ética nueva, una nueva postura para asumir nuestra
responsabilidad de cuidar de nosotros y del planeta. Debemos reconocer que la Tierra
tiene una capacidad limitada para abastecernos. Debemos reconocer su fragilidad. No
debemos permitir que sea arrasada por más tiempo. Esta ética debe impulsar un gran

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Pedro Estudillo

movimiento para convencer a los líderes reacios, a los gobiernos reacios y a los propios
pueblos reacios de que lleven a cabo los cambios necesarios.
Los científicos del mundo que emitimos este manifiesto esperamos que nuestro
mensaje llegue a todo el mundo y haga mella.
Necesitamos la ayuda de todos.
Necesitamos la ayuda de la comunidad mundial de científicos (naturales,
sociales, económicos y políticos).
Necesitamos la ayuda de los líderes industriales y empresariales del mundo
entero.
Necesitamos la ayuda de los líderes religiosos.
Necesitamos la ayuda de todas las gentes.
Llamamos a que todos se nos unan en este cometido.

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El renacer de la humanidad

Nota del autor

Este libro es el resultado de muchísimas horas de reflexión en solitario y de


muchas horas, también, de observación cotidiana. Quizás la forma escogida no sea la
más adecuada, y pido disculpas por ello, pero pido al lector que se olvide un poco de esa
forma y centre su atención en el fondo, que es lo realmente importante de toda lectura y,
por supuesto, como menciono varias veces en el libro, lo lea con la mente abierta, libre
de prejuicios.
Seguramente usted pensará que me equivoco en muchos de los conceptos e ideas
que expreso, no se lo pongo en duda; lo que sí le pediría es que no pierda el tiempo
haciendo juicios y críticas que no le van a conducir a nada, simplemente tome lo que
crea que le será de utilidad para hacerle la vida más sencilla y feliz a usted y a todos los
que le rodean; el resto olvídelo.

Sería imposible mencionar en estas pocas líneas toda la bibliografía utilizada


para la inspiración de este libro, entre otras cosas, porque mi memoria es bastante
limitada; aún así, haré un esfuerzo e intentaré recordar algunos de ellos de los cuales he
tomado prestadas algunas historias y datos concretos, sin contar, por supuesto, los ya
mencionados a lo largo del libro.
Para empezar, casi toda la información cosmológica y astronómica, así como
numerosos datos sobre nuestro planeta, están tomados del libro Hijos de las Estrellas,

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Pedro Estudillo

de Daniel Roberto Altschuler (2001), director del observatorio de Arecibo y catedrático


de física y astronomía de la Universidad de Puerto Rico; también de él obtuve la historia
del libro de las Sibilas y el manifiesto Advertencia de los científicos del mundo a la
humanidad, reproducido en el apéndice final. Algunos otros datos también
astronómicos y biológicos están sacados de La búsqueda de vida en otros planetas
escrito por Bruce Jakosky (1998).
Otro escritor que me ha servido como fuente de inspiración y del que he tomado
prestadas algunas citas es Paulo Coelho; la historia de la búsqueda de la felicidad en las
dos gotas de aceite está sacada de su libro El Alquimista.
Por último, quisiera hacer una especial mención a los maestros budistas Taisen
Deshimaru y Philip Kapleau y al experto en cultura budista John Smelling. La lectura de
sus libros supuso para mí un cambio radical en la forma de afrontar la vida y de ver el
mundo. También la lectura de clásicos como Platón y Aristóteles han contribuido
mucho a este fin. Les puedo asegurar que gracias a ellos, ahora soy más feliz y me
siento en condiciones de hacer más felices a los que me rodean.

Y para quien le pueda interesar, la población en el año 2003 ascendió hasta unos
6.302 millones de personas en todo el mundo. Cada día hay 250.000 nacimientos, lo que
suma 90 millones al año. A este ritmo, la población global llegará a los 10.000 millones
en el 2050.
Cada segundo se tala una superficie de bosque tropical para uso humano
equivalente a un campo de fútbol. Y cada día, se estima, que se extinguen unas cien
especies diferentes entre animales y vegetales.

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El renacer de la humanidad

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