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Pedro Estudillo
El renacer de
la humanidad
Por Pedro Estudillo
Año 2010
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El renacer de la humanidad
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Pedro Estudillo
Prólogo
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de las energías limpias alternativas, como la solar, la eólica o la obtenida del hidrógeno,
precipitando de esta forma la destrucción del, ya por sí, maltrecho medioambiente.
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Los adelantos en la medicina han conseguido alargar la vida del individuo hasta
los ciento treinta años aproximadamente. Claro que sólo de aquellos que tienen una
posición acomodada o un trabajo estable. El resto pueden dar gracias si llegan a los
cincuenta; la mayoría mueren antes de alcanzar la vejez por diversas causas, como
neumonía, cáncer de piel, por algunas de las numerosas epidemias surgidas por el
aumento de la temperatura o simplemente por el calor o el frío; sin contar con la falta de
protección con que cuentan estas clases menos favorecidas y que facilita que se
autodestruyan entre ellos mismos en la lucha por la supervivencia.
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En cuanto al agua potable, el ochenta por ciento se extrae del mar, utilizando
potentes desaladoras repartidas por todas las zonas costeras, con el inconveniente de que
éstas necesitan consumir una gran cantidad de energía para su funcionamiento; claro
que esto sólo supondría un obstáculo en caso de que ésta desapareciese...
Tan sólo los más ancianos son capaces de recordar como, en su juventud, la
gente acudía en masa a estas mismas playas, ocupadas ahora por la industria desaladora,
o a otras ya desaparecidas, para divertirse y emplear así su espacio de ocio, algo
impensable y totalmente imposible en la actualidad, donde esto sería un auténtico
suicidio. De ahí que, los más jóvenes, observen dicha práctica de la antigüedad con
asombro y cierta curiosidad.
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Todo comenzó la noche del 31 de Diciembre del 2099, aunque hacía mucho
tiempo que se esperaba algo así. El punto de partida fue la costa Este de los Estados
Unidos de Norteamérica. Ese invierno estaba siendo más frío de lo normal,
alcanzándose temperaturas de hasta cincuenta grados por debajo de cero en la ciudad de
Nueva York. Los potentes calefactores instalados en todos los edificios públicos y
viviendas particulares funcionaban a pleno rendimiento.
Debido a que la comunidad científica no llegó a alcanzar un acuerdo respecto a
cuándo debía comenzar el nuevo siglo XXII, unos opinaban que debía ser el uno de
Enero del año 2100 y otros que el mismo día del año 2101, hubo un gran debate
internacional (como si no hubiera asuntos verdaderamente importantes que debatir)
llegándose al compromiso de que éste comenzaría en el 2100, algo que ya se preveía,
aunque todos sabíamos que al año próximo se volvería a hacer otra gran fiesta de
celebración del principio de siglo.
La cuestión era que oficialmente esa noche se celebraba la entrada del siglo
XXII y para ello todas las ciudades habían preparado grandes festejos con montones de
luces y fuegos artificiales. En particular, a todo lo largo de la costa Este de Estados
Unidos se había construido un inmenso cartel luminoso de 100 kilómetros de largo
compuesto por un billón de focos halógenos de 200 vatios cada uno, donde se leía
FELIZ SIGLO XXII.
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La idea era que se encendiera a las cero horas del uno de Enero y sería
retransmitido desde el espacio a todo el planeta. Era el plato fuerte de la entrada de año
y todo el mundo esperaba verlo con impaciencia.
Pero lo cierto es que nadie llegó a verlo ni lo verá jamás. Justo a la hora
establecida, miles de ordenadores programados para tal evento repartidos por todas las
grandes ciudades de la costa Este dieron la misma orden: encender millones de lámparas
y demás artilugios electrónicos preparados para la celebración, con lo que se produjo un
colapso energético en las principales centrales eléctricas de la región que empezó
apagando todo Nueva York, ocasionando una reacción en cadena que dejó sin energía a
todo el mundo civilizado en menos de cuarenta y ocho horas.
El monopolio mundial al que estaba sometido todo el planeta por las empresas
suministradoras de energía, y que tanto había sido denunciado por la comunidad
internacional, por fin tuvo sus fatídicos frutos. Hacía algunos años, a alguien se le
ocurrió que por seguridad, todas las centrales eléctricas deberían estar conectadas unas
con otras, de manera que si alguna fallaba podría abastecerse temporalmente de las
otras.
La idea fue tan bien acogida (naturalmente, gracias al ahorro de coste que
suponía) que la conexión se realizó a nivel mundial tirando gruesos cables a lo largo y
ancho de los océanos Atlántico y Pacífico. El temor de todos los gobiernos de quedarse
sin la energía de la que tanto dependían les llevó a cometer el mayor de todos los errores
de la historia de la Tierra.
Si una central fallaba la siguiente se ocupaba del consumo de ésta, además del
consumo propio; a nadie se le ocurrió pensar que si el fallo se producía por un exceso de
consumo en varias centrales consecutivas al mismo tiempo, como así ocurrió esa noche,
se produciría un efecto rebote en el resto de la red ocasionando el desastre que pudimos
presenciar.
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que eran autónomos, así como la misma estación, lo que nos permitió tener imágenes en
directo de lo que iba sucediendo.
No nos podíamos creer lo que estábamos viendo; en tan sólo treinta minutos toda
la mitad este de Norteamérica quedó a oscuras. En hora y media se extendió al resto del
continente Americano: Canadá, México, Brasil, todas a oscuras. Tan sólo podíamos
distinguir con nuestras cámaras las distintas explosiones que se producían en algunas
centrales, suponemos que por el fallo de las medidas de seguridad frente a sobrecargas.
También se veían muchos edificios dotados con sistemas autónomos de alimentación
ininterrumpida que iluminaban parcialmente a los mismos y mantenían en
funcionamiento algunos equipos informáticos.
El resto del mundo también pudo presenciar esta catástrofe gracias a las
imágenes que les retransmitíamos desde la estación; lo que no podían imaginar es que
no tardaría en alcanzarles a ellos también. Lo más trágico es que lo pudieron haber
evitado; tuvieron hasta ocho horas para cortar las conexiones con el continente
americano. Éstas estaban situadas en el Reino Unido, Japón y Australia; pero a nadie se
le ocurrió hacerlo y a las nueve y cuarenta y cinco minutos, hora de Nueva York, del
uno de Enero, la sobrecarga llegó primero a Tokio, de ahí pasó a China, India y todo el
continente asiático; dos horas más tarde entró en Gran Bretaña y alcanzó a toda Europa.
A las doce horas y cincuenta minutos llegó a Australia dejando sin electricidad al
continente oceánico y algunos países sudafricanos que también se encontraban
conectados.
En definitiva, habían sido necesarias menos de cuarenta y ocho horas para dejar
a todo el planeta desarrollado y civilizado sin el suministro energético del que tanto
dependían.
Los efectos no tardaron en producirse. El clima fue el factor determinante de la
masacre que presenciamos horrorizados desde nuestra privilegiada posición. Los
equipos autónomos de alimentación de que disponían algunos edificios, sobre todo los
oficiales, tan sólo alimentaban parte de la iluminación y algunos equipos informáticos,
pero no a las grandes maquinarias encargadas de climatizar el edificio, ya que éstas
consumían demasiada energía.
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El hemisferio norte vivía uno de los inviernos más duros de las últimas décadas,
soportando temperaturas por debajo de los sesenta grados bajo cero. En algunos lugares
como Rusia y Europa del Este los termómetros bajaban hasta los setenta y cinco grados.
Mientras, en el hemisferio sur, el calor se hacía insoportable; en la ciudad de Sydney se
alcanzaban los cincuenta y cuatro grados. Tan sólo en Australia contamos más de
quinientos incendios, algunos de grandes proporciones y lo mismo ocurría en toda la
mitad sur de Sudamérica y África.
Gracias a los satélites contábamos con imágenes de casi todo el planeta, pero no
podíamos contactar con nadie en la Tierra para contarles lo que estaba sucediendo y, al
mismo tiempo, nadie podía saber lo que estaba ocurriendo en otros lugares; estaban
sordos, ciegos y mudos. Y muy desesperados y asustados.
Pudimos comprobar como intentaban restablecer el funcionamiento de las
centrales menos dañadas sin éxito, ya que las condiciones climáticas hacían muy difícil
su acceso y, además, todo el mantenimiento de las mismas se hacía de forma
automática. Dependían unas de otras para su reparación; nadie había imaginado que
podían fallar todas a la vez.
El caos se desató primero en los países del hemisferio sur debido a que las altas
temperaturas son más difíciles de combatir. En cuanto faltó la climatización del aire y
fue suprimido el suministro de agua (también éste era automático), la población salió a
la calle desesperada en busca de un lugar donde poder refugiarse del asfixiante calor.
Los que vivían cerca de la costa acudieron a las playas; los del interior lo tuvieron más
complicado, en poco tiempo no quedó ni un metro de agua libre, piscinas, ríos,
embalses, se habían convertido en el objetivo de todos en un primer momento. Las
ciudades se colapsaron en pocas horas; los transportes colectivos estaban inutilizados ya
que las centralitas que los gobernaban no funcionaban y los privados también quedaban
inservibles en cuanto se les acababa el combustible o las baterías, al no poder repostar.
La comida no tardó mucho en escasear. La producción de alimentos se cortó en
cuanto se produjo el apagón y las conservas y congelados sólo duraban unos días en tan
elevadas temperaturas. En definitiva, sin agua potable ni comida y temperaturas
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superiores a cuarenta grados, sólo hicieron falta unas pocas semanas para acabar con los
cerca de seis mil millones de habitantes que se concentraban en la mitad sur del planeta.
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si quedaban supervivientes, ya que las cámaras no podían captar el cien por cien de la
superficie del planeta. Sólo podemos decir que estuvimos durante cinco meses
rastreando todo lo que pudimos y lo único que vimos fue muerte y destrucción por todas
partes. Queremos pensar que aquellas poblaciones más primitivas establecidas en zonas
despobladas y marginales lograron sobrevivir.
Precisamente aquellas poblaciones a las que el mundo civilizado siempre les
había dado la espalda, dejándolas morir de hambre y miseria, podían ser ahora la llave
para una futura repoblación del planeta.
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conocer exactamente los daños, era muy complicado y arriesgado y no se podía obligar
a ningún miembro de la tripulación a aventurarse en un viaje sin retorno.
Así que la única opción viable que se nos planteaba era la de quedarse
exactamente como estábamos, sin poder hacer nada.
Al final, la más ambiciosa apuesta de toda la humanidad civilizada, la
construcción de la estación espacial Parinirvana, totalmente autónoma y capaz de viajar
por toda la Galaxia, se había convertido en su herencia y nosotros, sus tripulantes, en los
únicos beneficiarios.
Por fortuna, la estación se encontraba prácticamente finalizada y disponíamos de
todo el material necesario para los pequeños retoques que aún faltaban para su completo
funcionamiento.
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grandes reactores que, una vez en el espacio, poseían una autonomía total e infinita, ya
que la radiación gamma se encuentra en todo el universo conocido.
Este descubrimiento dio un giro de ciento ochenta grados a la carrera espacial.
No tardaron en construirse sondas de todo tipo capaces de viajar por toda la Galaxia, a
estrellas y planetas remotos y a una velocidad hasta entonces jamás soñada.
Como era de esperar, la Agencia también se hizo eco de este descubrimiento y el
proyecto de la estación espacial se amplió enormemente; ya no sólo se trataba de
construir una simple estación que orbitara alrededor de la Tierra; ahora se hablaba de
toda una nave espacial tripulada y lista para viajar por todo el Universo. Como siempre,
la realidad superaba a la ficción; en vista del nuevo proyecto que se acometía, las
grandes superproducciones de Hollywood de ciencia ficción parecían un juego de niños.
Fue entonces cuando la estación fue bautizada con el nombre de Parinirvana y su
capacidad fue ampliada de los treinta mil metros cuadrados que tenía en un principio
hasta los cuarenta mil metros cuadrados de superficie con los que cuenta en la
actualidad. Una de las últimas aportaciones que se hicieron, cinco años antes del
desastre, fue la instalación de doscientas cámaras de hibernación; a pesar de que esta
técnica para alargar la vida de un ser humano aún no había sido perfeccionada ni
probada convenientemente; pensaron que éste sería un lugar perfecto para hacerlo.
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sin ver cumplido nuestro sueño: encontrar un planeta habitable donde poder extender de
nuevo nuestra civilización procurando no cometer los errores del pasado.
Todos sabemos, aunque no solemos hablar de ello, que tenemos muy pocas
probabilidades de encontrar un planeta compatible con nuestra forma de vida, pero
albergamos la esperanza de que futuras generaciones sí lo consigan.
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Al principio nos llevamos una gran decepción con la velocidad máxima que
alcanzaban los reactores, unos escasos quinientos mil kilómetros por hora. Así nos
llevaría siglos llegar a cualquier parte; pero conforme nos íbamos alejando del centro de
gravedad del sistema solar, la velocidad fue aumentando considerablemente hasta
alcanzar unos asombrosos diez mil kilómetros por segundo aproximadamente; esto
ocurrió después de unos diez meses volando a través del sistema solar. Unos días antes
habíamos dejado atrás Plutón, del que tomamos unas imágenes maravillosas; es curioso
pensar que hace algunos años, los astrónomos de la Tierra hubieran dado lo que fuera
por imágenes como éstas, y sin embargo ahora carecen de toda importancia para
nosotros. Aun así, nuestros científicos han tomado el mayor número de datos posibles
de los planetas del sistema solar y sus lunas a los que nos hemos aproximado; nunca se
sabe y, pensándolo bien, independientemente de que sirvan o no para algo, ése es su
trabajo y todos debemos mantenernos ocupados en algo.
Como iba diciendo, una vez que pasamos Plutón, la velocidad de la nave empezó
a aumentar de forma brutal. Fueron momentos muy tensos; parecía que no iba a parar
nunca de aumentar, y para colmo de males nos estábamos aproximando peligrosamente
al cinturón de Kuiper, una densa nube de asteroides, muchos de los cuales tenían el
tamaño suficiente como para desintegrarnos si nos cruzábamos en su camino.
Al final la velocidad se estabilizó en unos diez mil kilómetros por segundo y,
una vez que nos adentramos en el cinturón de asteroides, comprobamos con alivio que
las distancias que los separaban eran mayores de lo que parecía en un principio y,
afortunadamente, el sistema de conducción automática de la nave disponía de
dispositivos muy sofisticados que funcionaban a las mil maravillas.
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Los habitantes de la nave, por lo general, eludimos hablar del tema, pero todos
sabemos que nunca más volveremos a pisar tierra firme; si la velocidad se mantiene,
aún tardaríamos unos ciento veinticinco años en aproximarnos a Próxima Centaury, y ya
sabemos que esta estrella no es orbitada por ningún planeta; es una de las estrellas más
pequeñas que se conocen, con una masa diez veces menor que la de nuestro sol. A partir
de ahí ni siquiera nos hemos planteado donde dirigirnos. Conocemos cientos de estrellas
que poseen planetas a su alrededor, pero las distancias son tan enormes que nos da
pereza incluso ponernos a pensar en ello; eso es algo que deberán de debatir nuestros
hijos.
Aunque quién sabe, algún día nos dará por utilizar las cámaras de hibernación
que posee la nave. De momento todos somos jóvenes y nadie quiere oír ni hablar de
ello; ni siquiera sabemos si funcionarán correctamente, se trata de una tecnología muy
novedosa y tan sólo se han hecho algunos experimentos con animales menores durante
cortos espacios de tiempo. En la actualidad tenemos un par de cerdos hibernados desde
hace dos años y sus constantes vitales parecen positivas; todo hace pensar que podrían
seguir así durante muchos años, lo que no sabemos es como despertarán, si lo hacen
algún día. La idea es dejarlos así el máximo tiempo posible, justo hasta cuando
empecemos a plantearnos la hibernación de alguno de nosotros, y considerando que el
mayor soy yo con cincuenta y ocho años y que aún me pueden quedar más de cincuenta
o sesenta años de vida saludable, creo que esos dos cerdos van a dormir durante mucho
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Nave Parinirvana
Dos mil años después
– “...Nadie sabe lo que nos deparará el futuro”. Y esto es todo –concluyó Elena
después de cerrar el diario que tenía entre sus manos.
– Una historia impresionante –contestó Pet–. Parece increíble que seres humanos
como nosotros propiciaran los hechos que el capitán describe. Es una pena que en esas
viejas cámaras de hibernación sólo se sobreviviera durante siete años; sería fascinante
escuchar el relato de todo lo que ocurrió de su propia voz.
– Quizás sea mejor así; si esas cámaras funcionasen bien, igual no estaríamos
aquí ni tú ni yo para escucharlo; recuerda que la nave tiene un límite de población muy
estricto. Además, ya has oído lo que opinaba el capitán sobre esa absurda idea que
tienen muchas personas de sobrepasar los límites de la muerte. Recuerda: nada es
eterno, y así debe seguir siendo.
– Es verdad, como siempre, tienes razón. Pero hay dos cosas que me intrigan
mucho del capitán Douglas. La primera es por qué se empeñaba en escribir en ese libro
en vez de hacerlo como todo el mundo en una agenda digital; incluso en aquella época
ya nadie utilizaba el papel, que yo sepa.
– Eso te lo puedo explicar –respondió Elena–. El capitán era una persona muy
clásica; él tenía el convencimiento de que el desarrollo y las nuevas tecnologías
aumentaban la desintegración de las personas y las alejaban cada vez más de la
felicidad.
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– Y ahora es cuando viene ese rollo de la felicidad con mayúsculas del que tanto
te gusta hablar, ¿no es así? Supongo que lo aprendiste de él.
– Tranquilo cariño –continuó Elena un poco enojada–, ya sé lo que te aburren
mis sermones. Y para que lo sepas, el capitán Douglas no pretendía dar ninguna lección
con su diario, ya que, en primer lugar, lo que dices de la felicidad no se aprende, sino
que se comprende, aunque dudo que entiendas la diferencia; y en segundo lugar es
difícil aprender nada del capitán porque apenas dejó nada más escrito.
– No te enfades mujer, ya sabes que a mí en el fondo sí que me gusta escucharte.
Por cierto, precisamente eso es lo segundo que me intriga de ese hombre. ¿Por qué dejó
de escribir repentinamente? Que se sepa, vivió hasta los ciento veintiocho años.
– Sí, así es. Murió el trece de octubre del 2175 de la era terrestre o en el año
setenta y cinco de la era espacial, como se le pasó a llamar después. No te puedo
contestar a tu pregunta porque no lo sé. Supongo que sería porque no habría mucho más
que escribir.
» Ten en cuenta que esto no es un diario en el que escribiera todos los días. Al
parecer lo escribió todo en unos pocos días como mucho. Mi idea es que, después de
cinco años viajando, pensó que sería mejor relatar todo lo que pasó en la Tierra para las
futuras generaciones, antes de que se olvidara para siempre. Además todos los
acontecimientos dignos de mención durante el vuelo aparecen en el diario de
navegación tal como se sigue haciendo ahora. Y, aunque las imágenes están grabadas,
supongo que él se fiaría más de la palabra escrita. Ésta permanecerá siempre inalterable
frente a posibles pérdidas de energía, al contrario de lo que ocurre con cualquier registro
electrónico, los cuales necesitan irremediablemente de la energía para poder ser
consultados. Como ves, este hombre pensaba en todo.
– Se nota que lo admiras. Lo que no entiendo es cómo lo conoces tanto si apenas
escribió nada.
– Él no –respondió Elena–; pero sí su hijo Martín, el que le sucedió en el cargo.
No es que escribiese directamente sobre él, pero sí que hacía muchas alusiones a su
padre en el diario de navegación. A través de esas grabaciones es como he podido
comprender bien la naturaleza del capitán Douglas y su forma de pensar.
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» Puede que a ti te parezca eso una tontería porque es a lo que nosotros estamos
acostumbrados, pero en aquella época fue todo un logro, créeme.
– Quieres decir que nuestra filosofía de trabajo se la debemos a él ¿no es así?
Pues bendito capitán Douglas; prometo a partir de ahora no volver a burlarme de él
nunca más –comentó Pet con cierto aire irónico, aunque en el fondo, también sentía
admiración por la labor del capitán Douglas.
– Me parece que he escuchado gemir a Eli –dijo Elena dándose la vuelta en la
cama–; seguro que quiere ir al baño. Te toca a ti ahora, cariño.
La pequeña Eli, de tres años, era la hija de Pet, un joven de treinta y dos años,
ingeniero de uno de los radiotelescopios de la nave, y de Elena, que con sólo veintiocho
años de edad se había convertido en la historiadora mejor preparada de la Parinirvana;
daba clases en la escuela de estudios superiores y se había ganado un gran prestigio en
toda la nave gracias a sus numerosas charlas sobre los siglos XX y XXI de la era
terrestre y los acontecimientos que desembocaron en la gran tragedia del planeta Tierra.
Su innata curiosidad y temprana afición por la lectura, inculcada por su madre, la
llevaron a leer todos los libros que se habían conservado en la nave tras su partida. Estos
no eran muchos, pero sí de muy diversos temas, la mayoría seleccionados por el capitán
Douglas para fomentar la lectura entre su tripulación; y junto con la innumerable
cantidad de vídeos almacenados en los ordenadores, daban una idea bastante exacta de
la historia del planeta Tierra.
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sobrevivir en ellos. Así que hoy tocaba decidir un nuevo rumbo para la Parinirvana;
prometía ser un día interesante, o al menos no tan aburrido como de costumbre.
– Buenos días, Ayina; ¿qué tal por la galaxia hoy? –cinco años llevaba Pet
trabajando con Ayina, su operadora de telescopio, y siempre el mismo saludo. Aunque
esta vez la respuesta de su ayudante fue algo diferente.
– No te lo vas a creer, Pet. Creo que he localizado varios planetas más, cerca de
esa estrella. Por los menos dos, aunque puede que hasta sean cuatro.
– Imposible. Ya habíamos rastreado todo el perímetro orbital cientos de veces
sin ningún resultado.
– Mira –Ayina le hizo señas a Pet para que se acercase al monitor que tenía
delante en el que se veían unos puntos alrededor de la estrella marcados en rojo–. Son
muy pequeños, por eso no los habíamos visto antes, y el cinturón de asteroides que
tienen delante nos confundió.
– Sí, ya veo –dijo Pet fijándose atentamente en la pantalla–. ¿Puedes obtener
algún dato de ellos a esta distancia?
– Me temo que no mucho. Por su brillo parece que tienen alguna atmósfera,
aunque bastante menos densas que las de sus hermanos mayores. Tendríamos que
acercarnos más para poder obtener datos fiables.
– Para ello tendremos que adentrarnos en esa nube de asteroides que tenemos
delante. No creo que al capitán le haga mucha gracia. Recuerda lo que insistió para que
no nos acercásemos tanto.
– Sí, ya sé que nuestro capitán no se caracteriza precisamente por su arrojo y
valentía –afirmó Ayina–. Pero habrá que decírselo, y que ellos decidan si les merece la
pena o no.
– ¿Quieres decir que los de arriba aún no saben nada de esto?
– Pues claro que no ¿por quién me has tomado? –contestó Ayina fingiendo que
estaba enojada–. Esa es tu misión. Ya sabes que yo nunca pasaría por encima tuya.
– Qué tontería –replicó Pet tranquilizándola–. Seguro que a ti te hacen más caso
que a mí. Para ellos yo soy todavía el nuevo.
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que tenía la autoestima por los suelos y, dicho sea de paso, no era muy valiente.
Mientras la rutina fuera la que mandara en la nave, era el perfecto capitán; no se metía
con nada ni con nadie. Pero en el momento que surgiera algún problema en el que
tuviera que tomar alguna decisión más o menos importante, se ponía muy nervioso,
dejando al descubierto su falta de arrojo. Después de tantos años, ya todos lo conocían
bien y procuraban no ponerle en ningún aprieto serio; después de todo, el capitán era un
buen hombre.
Sobre el consejo de ancianos hay poco que decir. Lo formaban aquellas personas
que pasaban de los cien años y, por supuesto, querían pertenecer a tan selecto grupo.
Podía parecer un pretexto para mantener ocupados a estos hombres y mujeres que, por
su edad, habían dejado de desempeñar sus respectivos trabajos en la nave; y lo cierto es
que así era, ya que en la práctica eran muy raras las ocasiones en las que tenían que
tomar decisiones verdaderamente importantes. Pero eso sí, tampoco se les puede restar
importancia; la más mínima alteración en el orden de la Parinirvana, no se producía sin
el previo consentimiento del consejo de ancianos, y toda la población de la nave
respetaba su decisión con absoluta obediencia, fuese ésta cual fuese.
Hacía algunos años, un grupo de habitantes solicitó el aumento de la población
de la nave en cincuenta individuos más; se creó cierta división y polémica en la pacífica
comunidad a raíz de la solicitud. La mediación del consejo de ancianos fue de vital
importancia; después del minucioso estudio de todos los datos expuestos por los dos
bandos, llegaron a la conclusión de denegar la solicitud. Todos respetaron la decisión y
no se ha vuelto a hablar más sobre el tema.
Otras de sus funciones es la mediar ante conflictos personales importantes que se
les escape de la mano a los afectados, aunque esto era algo que ocurría en muy pocas
ocasiones. Por lo general, los habitantes de la nave solían solucionar sus pequeñas
diferencias de forma pacífica y educada; esto era consecuencia del sistema educativo tan
estricto que se implantaba en la nave, herencia del capitán Douglas. Desde muy
pequeños se les inculcaba a todos los habitantes la importancia de valores como la
responsabilidad, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, el esfuerzo y el sentido del
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deber. El haber pasado todos por la misma escuela es algo que se nota en el ambiente de
la nave, en donde se respira una cordialidad entre todas las personas que en ocasiones
raya la cursilería.
Y es por ello que el consejo raras veces tenía que intervenir en conflictos
personales. Se podría decir que esta semana ha sido la que más trabajo han tenido en
mucho tiempo, ya que han sido convocados por dos veces por el capitán en menos de
siete días. La primera fue para convencerles de que no era necesario adentrarse en el
cinturón de asteroides al que se aproximaban y, por consiguiente, había que fijar otro
nuevo rumbo. Y la segunda había sido para todo lo contrario, de ahí el estremecimiento
del capitán cuando se presentó ante ellos.
Al capitán Jorel le temblaba la voz cuando les comunicó los resultados de la
investigación de Pet y Ayina. Sabía que los ancianos habían estado trabajando duro
durante seis días para decidir qué nuevo rumbo tomar, ya que ésta era la decisión más
importante que un consejo podía tomar, de ella dependía el destino de toda la nave en el
futuro.
– Capitán, espero que sus conclusiones sean acertadas –expuso Travis con una
seriedad inusual en él erigiéndose portavoz del consejo–. Según estos datos
necesitaríamos varios años para cruzar ese cinturón de asteroides, y, teniendo en cuenta
el tamaño de algunos de esos pedruscos, ¿de verdad piensa que merece la pena
intentarlo?
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Pero también sabían que lo que hacían no era por puro capricho. Todos conocían
la fragilidad de la Parinirvana; a pesar de llevar dos mil años viajando sin ningún
accidente serio, nadie podía asegurar que éste no se produjese en cualquier momento.
La rotura de alguna pieza de la nave imprescindible para su funcionamiento, una avería
en los reactores irreparable, alguna enfermad desconocida, una colisión; eran muchos
los peligros que les acechaba ahí arriba, y estaban solos. Aunque a muchos no les
gustase la idea, todos eran conscientes de la necesidad de encontrar un planeta donde
poder establecerse para perpetuar la especie.
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Elena se encontraba dando de comer a la pequeña Eli cuando entró Pet muy
emocionado en la cocina.
– Vaya, por fin, ¿es que ahora te ha entrado la vena trabajadora? –dijo con
sarcasmo Elena–. Es la primera vez que llegas tan tarde del observatorio; estaba a punto
de llamarte.
– No te burles, por fin hoy hemos tenido un día emocionante ahí arriba.
– Cuenta, cuenta –quiso saber Elena ansiosa–. Le han robado el desayuno al
capitán ¿o qué?
– Tú ríete –replicó Pet–, pero esto te va a encantar. Hemos descubierto varios
planetas nuevos cerca de esa estrella a la que nos acercábamos. Y atenta, esto que te voy
a decir es extraoficial; por los cálculos que hemos hecho Ayina y yo, hay bastantes
posibilidades de encontrar algo; el tamaño de los planetas y su distancia a la estrella son
muy favorables para que alguno de ellos haya desarrollado una atmósfera benigna.
– Esa es una noticia estupenda; pero ¿por qué es extraoficial? A todo el mundo
le encantará oírlo.
– Bueno, no queremos crear falsas esperanzas. Ya sabes que las posibilidades
son muy remotas; creemos que será mejor esperar a tener más datos. De momento
seguimos rumbo a esa estrella y se han puesto todos los radiotelescopios trabajando en
ello.
– ¿Para cuándo crees que se sabrá algo más concreto? –quiso saber Elena.
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Casi todas las tardes después de almorzar y dormir un poco, Pet, Elena y su hija
Eli, se reunían con los padres de Elena, Roberto y Roxi, en el apartamento de éstos. Allí
solían charlar sobre temas muy variados mientras tomaban algo; a veces se les unían
otras personas, como los padres de Pet o algunos vecinos, que participaban también en
la tertulia.
Roberto, el padre de Elena, a sus cincuenta y cinco años, trabajaba en el hospital
de la nave como cirujano jefe. Su trabajo le dejaba mucho tiempo libre, ya que,
afortunadamente, se hacían muy pocas intervenciones quirúrgicas en la nave, por lo
tanto casi toda su jornada laboral la dedicaba a la investigación y a la preparación de
jóvenes estudiantes de medicina en las técnicas de cirugía, cosa que le apasionaba
incluso más que la práctica de la medicina.
También le dedicaba mucho tiempo al estudio del cuerpo humano; solía decir
que la escasez de trabajo de un cirujano como él era uno de los grandes logros de la
humanidad. Él veía al ser humano como un milagro de la evolución y, comprender su
funcionamiento era una de las más altas maravillas a la que se podía aspirar. Esa misma
idea le hacía pensar que ni en diez mil millones de años encontrarían un planeta con
vida inteligente como lo fue la Tierra. Este asunto era fuente de numerosas discusiones
con su hija y otras amistades.
Su mujer, Roxi, y madre de Elena, tenía cuarenta y ocho años y trabajaba en una
de las granjas de la nave como operaria; le encantaban los animales, y cuidar de ellos
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era su pasión. Era una mujer tranquila y muy culta; a pesar de sus fuertes convicciones,
muy pocas veces expresaba su opinión; eso sí, cuando creía necesario hacerlo lo hacía
con contundencia, y pocos eran los que se atrevían a llevarle la contraria, no por temor,
sino porque siempre hablaba con mucha coherencia y cordura, y sus argumentos eran
incuestionables.
Esa tarde sólo estaban los cuatro sentados en el salón del apartamento de los
padres de Elena y, mientras Eli jugaba en el suelo distraídamente con unos bloques de
madera, ellos tomaban una infusión y hablaban sobre el tema del día.
El primero en expresar su opinión fue Roberto, como de costumbre.
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vista del planeta Tierra, el ser humano fue una plaga. Si queremos empezar de cero en
otro sitio, más nos valdría no olvidar esta lección.
– Bonito discurso, mama –saltó Roberto cada vez más animado; él llamaba así a
su mujer desde que nació Elena–. Entonces me estás dando la razón; nuestro final es
cuestión de tiempo, lo mismo aquí que en cualquier planeta ¿no es así? Pues para qué
complicarnos la vida, conformémonos con lo que nos ha sido dado, seamos felices
mientras esto dure y, cuando todo se acabe, pues adiós muy buenas.
Roxi hizo un gesto de resignación con la cabeza y siguió hojeando el libro que
tenía entre manos. Sabía que cuando a su marido se le metía una idea en la cabeza era
inútil intentar discutir con él. Pero Elena había heredado parte de su cabezonería, así que
no podía dejar las cosas así y siguió con el tema.
– Papa, no te enteras de nada; mama no te da la razón. Lo que ha querido decir a
su manera es lo mismo que dice una antigua teoría de la evolución: que las especies que
sobreviven no son las más inteligentes ni las más fuertes, sino las que mejor ayudan a
mantener la vida en su entorno.
» Según esta teoría, el hombre, con su comportamiento en la Tierra, estaba
predestinado al auto exterminio; y esto es algo que debemos de tener en cuenta si algún
día colonizamos otro planeta ¿Verdad que tengo razón o no, mama?
– Hija, yo no te doy la razón a ti, ni se la quito a tu padre –contestó Roxi
levantando la vista del libro–. Los dos tenéis razón, sólo que pensáis de forma distinta.
Si nos quedamos en la nave podríamos durar miles de años más o perecer mañana por
un fallo en los reactores. Igualmente, si vamos en busca de algún planeta podríamos
vivir millones de años, o bien, también se podría acabar todo mañana mismo al
colisionar con un asteroide.
» Lo único que sabemos del futuro es que no sabemos absolutamente nada,
tomemos la decisión que tomemos. Lo importante es que nos hemos marcado un
objetivo en el que la mayoría estamos de acuerdo, yo incluida, que es la búsqueda de un
planeta habitable; pero esto no quiere decir que no haya que respetar las demás
opciones, o que éstas estén equivocadas.
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Pedro Estudillo
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El renacer de la humanidad
Nave Parinirvana
Ocho años después
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Pedro Estudillo
superficie está compuesta en su mayor parte por agua; agua líquida, sí. Además su
atmósfera presenta grandes proporciones de oxígeno molecular.
» Si observan estas manchas blancas que aparecen en estas fotografías tomadas a
intervalos de media hora –continuó Pet señalando distintas imágenes que aparecían en la
pantalla–, verán como se mueven y se transforman; son nubes. Lo que nos hace pensar
que tiene su climatología, con lluvias, vientos, etcétera, tal como la tenía nuestra antigua
Tierra. Además, entre las nubes, se pueden apreciar algunas manchas oscuras que
creemos que es tierra firme.
» Si a todo esto le unimos su tamaño y la distancia que lo separa de la estrella,
creo que tenemos motivos más que suficientes para estar contentos, ¿no creen?
– ¿Qué tiempo piensas que será aún necesario para estar totalmente seguros, Pet?
–preguntó Julia, que tras la muerte de Travis, tres años atrás, se había convertido en el
miembro de más edad de la nave y portavoz del consejo.
– Calculamos que por lo menos dos años más –respondió Pet–. Tengan en
cuenta que estamos a tan sólo cinco años de poder situarnos en su órbita; es lo más
cerca que hemos estado jamás de un planeta, sin contar la Tierra, claro.
– Puede que necesitemos menos tiempo –le interrumpió el capitán.
Desde que murió Travis, el capitán Jorel había cogido más confianza en sí
mismo; sin la presencia intimidadora de su antecesor, Jorel sentía que todo el peso de la
nave caía sobre sus espaldas y, esta responsabilidad le había hecho madurar un poco, en
beneficio de todos; aunque eso sí, sus decisiones seguían siendo muy prudentes y sin
demasiado arrojo.
– Hace ahora unos dieciocho meses –continuó diciendo– notamos un progresivo
aumento de la velocidad debido a la atracción gravitatoria de la estrella; y cuanto más
nos acerquemos mayor será. Tanto es así que le hemos estado restando potencia a los
reactores para compensar. No debemos precipitarnos mientras estemos inmersos en este
campo de asteroides; una vez que nos libremos de ellos podremos aumentar la velocidad
considerablemente para acercarnos a ese planeta. Eso si fuera necesario, claro.
– ¿Y cuándo calculamos que ocurrirá eso, Jorel? –volvió a preguntar Julia.
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sabes lo difícil que resulta en esta nave guardar un secreto; seguro que a estas alturas la
mitad de la gente sabe ya tanto o más que nosotros.
– Tienes razón –contestó Julia con una sonrisa–, unos cuantos años de esperanza
nos sentará bien a todos. Ojalá se cumplan; sería maravilloso acabar nuestros días en
tierra firme.
Una vez terminada la reunión, Pet salió corriendo y muy enfadado y se dirigió
hacia la sala de control. Allí se encontraba su amigo Jonás trabajando.
– Oye, contéstame sinceramente –le interrumpió sin siquiera saludarlo antes– ¿tú
sabías que llevamos dieciocho meses frenando la nave?
– Cálmate amigo –contestó Jonás sorprendido– ¿Qué ocurre?, ¿Qué ha pasado
en esa reunión para que salgas así?
– No te hagas el tonto. El capitán ha dicho que llevamos un año y medio
reduciendo la potencia de los reactores y quiero saber si tú lo sabías y por qué nadie me
ha dicho nada.
– Pues claro que lo sabía; aquí todos lo sabíamos, no es ningún secreto. Si no te
he dicho nada es porque no lo creí importante. No entiendo a qué viene todo esto.
– ¿Qué no lo creíste importante? –respondió Pet aún más alterado–. El que no lo
entiende soy yo. O sea que llevamos más de dos mil años buscando un planeta donde
vivir y, cuando por fin encontramos uno con muchas posibilidades, parece que nadie
quiere llegar. Y ya puesto por qué no nos damos media vuelta y nos olvidamos de todo.
– Tranquilízate Pet. Yo tengo tantas ganas de llegar como tú, pero no creo que
sea para tanto; ya conoces al capitán, se ahoga en un vaso de agua; en cuanto le dijimos
que se estaba incrementando la velocidad a causa de la atracción gravitatoria, nos
ordenó que redujéramos la potencia para mantener la velocidad. Dijo que no quería
correr más riesgos que los justamente necesarios.
» ¿Qué íbamos a hacer? Él es el que manda ¿no? Además, tampoco le dimos
tanta importancia, sinceramente. Llevamos viviendo aquí toda nuestra vida; por uno o
dos años más no creo que nos ocurra nada. No entiendo el por qué de tanto ajetreo.
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– Lo que ocurre –contestó Pet algo más calmado– es que en el fondo, todos
pensáis igual que el capitán. Estáis bien como estáis y no os importaría nada pasar en
esta nave el resto de vuestra vida.
– Eso no es justo, amigo, y tú sabes que no es verdad. Pero no debemos
precipitarnos. ¿Qué ocurrirá si al final resulta que no podemos habitar ese planeta? Yo
te lo diré: no ocurrirá nada; nos daremos media vuelta y nos iremos por donde hemos
venido. Y nuestras vidas seguirán adelante; insulsas, monótonas y aburridas, pero, al fin
y al cabo la única vida que tenemos, y cuanto antes te conciencies de ello, será mejor
para ti, o lo pasarás muy mal llegado el momento.
– Pues cuanto antes lleguemos a ese dichoso planeta, antes llegará ese momento,
¿no crees? –respondió Pet marchándose, no sin antes decir con gesto amenazador–; y ya
me encargaré yo de que este trasto vuele a toda máquina en cuanto salgamos de estos
asteroides.
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ahora nosotros lo tenemos al alcance de nuestra mano. Creo que es muy normal mi
excitación ¿no?
– Todos estamos nerviosos y entusiasmados con la idea, pero hasta que no
estemos del todo seguro, no conviene que nos ilusionemos demasiado. Es lo único que
te quiero decir.
– A eso es lo que voy precisamente –continuó Pet sin dar su brazo a torcer–. Si
no hubiéramos disminuido la velocidad, a estas alturas ya sabríamos con seguridad lo
que sea. Lo que me pone tan nervioso es la incertidumbre estando tan cerca.
– Mama, yo también quiero vivir en un planeta como la Tierra –intervino Eli que
había estado siguiendo la conversación muy callada.
– Lo sé hija, todos lo queremos; pero no conviene que nos hagamos muchas
ilusiones, tu padre ya tiene las de toda la nave.
Lo cierto es que Pet no era el único que estaba excitado. La noticia había corrido
como la pólvora y toda la población de la Parinirvana se encontraba en el mismo estado
de nerviosismo y entusiasmo. No se hablaba de otra cosa en toda la nave. Como había
dicho Elena, había opiniones de todo tipo; unos se encontraban temerosos por lo
desconocido, otros emocionados, a nadie dejaba impasible el echo de estar tan cerca de
un objetivo que no hacía tanto tiempo tan sólo era un sueño inalcanzable.
Y el caso es que la mayoría de los habitantes de la nave no tenían ni la más
remota idea de los cambios que produciría en sus vidas el vivir en un planeta, en vez de
en una nave en medio del espacio como habían hecho hasta ahora. Por eso mismo, era
tanto el interés que había suscitado la historia del antiguo planeta Tierra (el único que el
hombre había conocido y habitado alguna vez), que Elena, como principal historiadora
y conocedora de la vida en la Tierra, no daba abasto. Raro era el día que no tenía alguna
charla en la escuela o en el auditorio público sobre cualquier tema que tuviera algo que
ver con la vida de sus antepasados terrestres.
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Pedro Estudillo
Esa mañana, seis meses después de la reunión de Pet y el capitán Jorel ante el
consejo de ancianos, Elena se encontraba en la escuela de estudios superiores dispuesta
a comenzar la primera de una serie de charlas que, a petición de Julia, iba a dar a sus
alumnos. El tema no podía ser más apasionante: la religión en la Tierra.
Empezó leyendo un pequeño libro que tenía entre las manos titulado Budismo:
– “Todas las grandes religiones han sido fundadas por lo que podríamos llamar
un espíritu original, uno de esos individuos extraordinarios escasos, agraciados con el
coraje y la clarividencia necesarios para atreverse en el laberinto de sí mismos y
penetrar el gran misterio encerrado en su núcleo. Una persona así no conoce la verdad
de segunda mano, sino que la conoce directamente bebiendo del manantial. Después es
posible que enseñe a otros, pero los problemas surgen de inmediato. En primer lugar,
los discípulos, por lo general, no poseen el talento espiritual de sus maestros, y, en
segundo lugar, en cualquier caso, hay un límite con respecto a lo que se puede enseñar
porque cada individuo es único, con una configuración enteramente nueva, y debe, a fin
de cuentas, encontrar su propio camino al centro.
» El contacto directo con la presencia inspiradora de un maestro puede hacer que
algunos superen esas dificultades. Mientras una enseñanza (o revelación) nueva está
fresca y flamante, tiene un poder especial, sin embargo, la mayoría de los discípulos se
limitarán a ser imitadores, venerando al maestro y convirtiéndose quizás incluso en
buenos organizadores y misioneros capaces de empaquetar y vender sus enseñanzas con
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El renacer de la humanidad
gran eficacia, pero siempre más desde el punto de partida de la fe o la creencia que
desde la gnosis (conocimiento).
» La muerte del maestro representará inevitablemente una crisis extraordinaria,
y sus enseñanzas –muchas de las cuales, por no decir la mayoría, fueron diseñadas
probablemente para resolver las necesidades de situaciones ad hoc y no para ser
generalizadas– serán puestas en un pedestal. Se formalizarán y se pondrán por escrito, y
así, con el tiempo, se osificarán en mayor o menor medida, perderán vida, como flores
guardadas en plexiglás. El clero y la jerarquía también se impondrán, y se orquestará
una estructura mundial que atraerá gran riqueza y poder, lo que ineluctablemente
conducirá a rivalidades, cismas, arribismo, dogmatismo, etcétera.
» Todo esto es religión en oposición a lo que fue antes, a lo que podemos llamar
espíritu.
» Desde luego que las religiones hacen mucho bien, nos han dado mucho de los
regalos de la civilización, tales como ética, conocimientos y estructura social; pero
también pueden hacer mucho daño. Intolerancia y fanatismo estrechos de miras, guerras
santas y caza de brujas, inquisiciones y autos de fe son aspectos de la cara oscura de la
religión. En el peor de los casos, la religión puede oponerse activamente a la
espiritualidad (por supuesto que movida por las mejores razones posibles); la historia
está salpicada de ejemplos de grandes místicos, de individuos inspirados realmente por
la divinidad que han sido perseguidos e incluso muertos por las camarillas religiosas.
» Si sucumbe a su cara oscura, una gran religión puede, con el tiempo, quedar
más o menos desconectada de la fuente que le proporcionó su inspiración original.”
– Ese espíritu original –continuó diciendo Elena– a que hace referencia el autor
es, como todos sabéis, Jesucristo para los cristianos, Mahoma para los musulmanes, el
Buda para los budistas y, en el caso de los judíos, podría ser Moisés, como autor de los
primeros y más importantes libros de la Biblia, o Abraham, por ser el gran patriarca de
la familia hebrea.
» Estas fueron las cuatro grandes religiones existentes en la Tierra en los últimos
dos mil años. Por supuesto que había muchas más, pero eran minoritarias y casi todas
derivaban de alguna de estas cuatro.
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» Como sé que todos habéis leído los libros sagrados y conocéis bien la historia
de cada religión, no voy a hacer más hincapié en ninguna de ellas; prefiero abrir un
debate donde participemos todos sobre lo que más os interese. Por supuesto, sin salirnos
del tema de la religión.
Diciendo esto, señaló a uno de los alumnos que había levantado la mano para
intervenir.
– Usted ha dicho que las religiones le dieron a nuestros antepasados regalos
como la ética, conocimiento y estructura social; pero nosotros tenemos todo eso y no
practicamos ninguna religión. ¿Por qué nuestros antepasados necesitaban la religión
para vivir en armonía y nosotros no?
– Bueno, en primer lugar –contestó Elena–, hablas de ellos y de nosotros como
si fuésemos especies distintas, y no es así. Estás olvidando que la historia de nuestros
antepasados es la misma que la nuestra; nosotros estamos aquí gracias a ellos. Nuestro
presente es consecuencia directa de nuestro pasado, o sea de nuestra historia, así que lo
que a ellos les sirvió, también nos ha servido a nosotros; de otro modo no seríamos lo
que somos ni estaríamos donde estamos.
» En segundo lugar, te equivocas al decir que no practicamos ninguna religión.
Aquí hay mucha gente que cree en la existencia de un ser superior que dirige el destino
del Universo; otros también creen que poseen un alma que vivirá eternamente una vez
que mueran, etcétera. Todo el mundo cree en algo, llámesele Dios, Universo, naturaleza
del hombre, ciencia, Tao,... el nombre es lo de menos, lo importante es que todos
tenemos fe en algo en lo que creemos y lo utilizamos para darle sentido a nuestras vidas.
» Y por último creo que dijiste que necesitaban la religión para vivir en armonía,
¿no es así?
El muchacho asintió.
– Pues siento decirte que también te equivocas en eso. La historia está plagada
de miles de ejemplos en donde la religión, no sólo no servía para vivir en armonía, sino
que además la utilizaban como excusa para empezar grandes guerras y matanzas por
todo el mundo.
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– ¿Y por qué matarse sólo por unas creencias? –intervino otra alumna–. Como
usted ha dicho, aquí cada uno creemos en lo que queremos y nadie se mete con nadie.
– Aquí somos muy pocos. Tenemos una organización cerrada y todos hemos
sido educados de la misma forma; digamos que todos bebemos de la misma fuente.
Además en la mayoría de los conflictos, la religión era sólo una excusa; todas tenían un
trasfondo político y social. Sólo buscaban el ampliar sus territorios para así conseguir
mayor poder y riquezas.
– Sí, pero al final el poder siempre lo tenían los mismos –dijo un muchacho al
que Elena le dio la palabra–. ¿Cómo se explica el que hubiera tantas personas dispuestas
a morir sólo para que unos pocos vivieran mejor?
– El hecho de que esos pocos estuvieran ahí arriba en el poder no había sido por
casualidad, sino por su inteligencia y gran poder de convicción. Utilizaban estas dos
cualidades para convencer al pueblo de que había una causa justa por la que luchar, ya
fueran creencias religiosas, patriotismo, la defensa de sus recursos naturales, etcétera.
» Pero creo que nos estamos desviando del tema propuesto; todo esto
corresponde a otro debate que tendremos otro día si queréis. ¿Alguna pregunta más
sobre religión? –concluyó la profesora señalando a una chica con la mano levantada.
–¿Y qué hay de los ritos y las celebraciones religiosas?, ¿de donde vienen?
– Sí, en algunos casos, los menos, el mismo creador de la religión, el espíritu
original, antes de morir, dejaba escrito o les decía a sus discípulos lo que debían hacer.
Por ejemplo, en el caso de los musulmanes, Mahoma escribió (o más bien, hizo escribir)
todas las leyes y rituales que debían seguir sus discípulos y, como todos lo consideraban
un profeta, o sea, que estaba inspirado por Dios, su palabra era la del mismo Dios.
» Pero en la mayoría de los casos, las celebraciones religiosas son invención de
los mismos seguidores. Muchas de ellas incluso se implantaban muchos años después
de que muriera su maestro; las utilizaban para tener controlada a la gente. Les hacían
creer que tenían que seguir esos rituales para obtener la salvación de sus almas.
Utilizaban el miedo para tener a los fieles bajo control y poder hacer con ellos lo que
quisieran.
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“bienaventurados los pobres porque ellos heredaran la tierra”, y cosas así que podemos
leer en los libros del Nuevo Testamento.
» Ese es el verdadero mensaje de Jesucristo. El hecho de que resucitase al tercer
día o fuese hijo de Dios es simplemente simbólico, y sin embargo, para los cristianos
ésta era la piedra angular de su religión; por eso creo que fracasó en los últimos tiempos
ante el budismo que se había mantenido más fiel al espíritu original de el Buda.
» Bueno, sólo queda tiempo para una última pregunta –dijo Elena señalando a
un muchacho de la última fila.
– ¿Cree usted en Dios, profesora? –preguntó el alumno.
Elena se quedó pensativa durante un momento. No se esperaba esa pregunta ni
tenía una respuesta preparada. Al fin contestó.
– Me preguntas si creo en la existencia de un ser superior. Mi respuesta es que
no lo sé. Pero no te confundas; no es que no sepa si creer o no creer, lo que no sé es si
existe o no. Es distinto. Me explico: hablando de Jesucristo, yo no sé si fue hijo de Dios
o no, o si resucitó al tercer día y subió al cielo; puede que fuese así, pero para mí esto es
lo de menos. La demostración de que Jesús fue sólo un hombre como otro cualquiera
hubiera sido para los católicos un desastre, sin embargo para mí no hubiera supuesto
nada, ya que yo creo en Jesús como hombre, igual que creo en Mahoma o en el Buda o
tantísimas otras personas que han existido y que han demostrado tener un corazón y
unos sentimientos por encima de todos los demás, creyesen en Dios o no.
» La existencia de Dios es algo que no se puede demostrar; pero tampoco se
puede demostrar lo contrario, que no exista; por tanto es una pérdida de tiempo discutir
sobre eso. Cada uno es libre de pensar lo que quiera y, por supuesto, permitir a los
demás que también piensen lo que ellos quieran.
» No sé si esto contesta a tu pregunta, pero no hay tiempo para más, lo siento.
Nos veremos mañana –concluyó Elena dando por terminada la clase.
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Ni que decir tiene el gran alboroto que se formó en toda la nave en cuanto
apareció el capitán por las pantallas. Ya no había lugar a dudas; se acabaron las
especulaciones. El milagro se había producido; habían encontrado vida más allá del
planeta Tierra. La gran pregunta que durante miles de años se había hecho la humanidad
por fin había sido contestada: no estamos solos en el Universo. Pero el capitán tenía
razón al decir que aquello era sólo el principio; ninguno de los presentes podría
imaginarse lo que les quedaba aún por descubrir ni lo que les esperaba allí abajo.
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Esa noche, en casa de Pet y Elena, se reunieron con sus respectivos padres para
celebrar todos juntos la noticia. Después de la cena se sentaron a charlar un poco y,
claro está, el tema de conversación no podía se otro.
– Pet, tú que estás ahí arriba, seguro que sabes mucho más sobre ese planeta.
¿Por qué no nos lo cuentas? –comenzó preguntando Andrew, el padre de Pet.
– Bueno, de momento no creas que hay mucho más que decir. Como habéis
visto en las imágenes, está compuesto por agua en la mayoría de su superficie; pero
también existen grandes placas continentales y multitud de islas donde poder
establecernos. Se ve mucha vegetación, por lo que se supone que la tierra es fértil.
Parece un planeta perfecto para formar una civilización tan grande o más que la que
hubo en su día en el planeta Tierra.
– ¡Espero que no! –exclamó Elena–. No te olvides que uno de los mayores
problemas que tuvo la Tierra fue su excesiva demografía.
– No seas agorera, hija –dio Roberto–; Pet lo único que ha querido decir es que
es un buen planeta donde poder establecerse, ¿no es así?
– Pues claro –contestó Pet–. Algo habremos aprendido de nuestros antepasados
como para no cometer de nuevo los mismos errores.
– Sí, nosotros quizás sí –continuó diciendo Elena–, lo que me preocupa son
nuestras futuras generaciones. Con el tiempo todo se olvida y es fácil caer en los
mismos fallos. La historia está repleta de ejemplos.
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– Pues seguro que al que escribió eso le encantaría estar aquí ahora para
comprobar que estaba equivocado –dijo Sofía.
– La verdad es que no es el único que pensaba así –repuso Pet–. Como ha dicho
Roberto, esa era la idea que tenían la gran mayoría de científicos tanto en la Tierra
como aquí en la nave.
» Para los biólogos sobre todo, nuestra búsqueda era algo así como un
imposible. Este planeta supone el mayor descubrimiento de la historia en muchos siglos
o milenios, diría yo. Os puedo asegurar que todos ellos están deseando bajar ahí para
poder hacer montones de comprobaciones y experimentos.
– Pues claro, yo mismo –intervino Roberto –. Tened en cuenta que después de
miles de años intentándolo, nadie ha sido capaz de reproducir artificialmente las
complejas macromoléculas de la vida a partir de los materiales inorgánicos que la
componen.
» Alguien comparó una vez la probabilidad de la formación de la primera
molécula de ADN o ARN mediante una combinación molecular aleatoria, con la
inverosimilitud de que al pasar por un desguase de aviones un tornado, dejase tras de sí
un Jumbo perfectamente montado.
– ¿Qué es un Jumbo, abuelo? –preguntó Eli.
– Un avión de pasajeros construido en el siglo XX, querida –contestó éste–.
Hasta ahora sólo conocíamos un modelo celular, el de la Tierra; y eso hacía que se
plantearan muchos interrogantes que no podían responderse. Este descubrimiento
supone una oportunidad única para responder todas esas preguntas sobre el origen de la
vida.
– Y digo yo –en esta ocasión fue Andrew el que intervino–, si ya hay vida en ese
planeta como sabemos, y las leyes de la naturaleza son universales, o sea que se
cumplen en todos los lugares del Universo y en todos los tiempos, será sólo cuestión de
tiempo que aparezca una forma de vida inteligente y que desarrolle una tecnología
basada en estas leyes, construyendo herramientas parecidas a las que hemos construido
nosotros, ¿no es así?
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– Puede ser –contestó Elena–, pero para eso se necesitarían millones de años de
evolución y no sabemos todavía el nivel evolutivo de las especies que habitan en ese
planeta. Además tendrán que darse muchas casualidades para encontrar ahí algo
parecido a nosotros o a algo que conozcamos.
– Tengo que reconocer que a mí me da un poco de miedo todo esto –dijo Sofía–.
Por lo que estáis diciendo, en ese planeta podría haber montones de especies totalmente
desconocidas para nosotros y, además, también nosotros seremos desconocidos para
ellos, ¿no creéis que puede ser peligroso adentrarse en un mundo tan desconocido y
distinto al nuestro?
– No tenemos por qué temer nada, mama –contestó Pet–. Ya he dicho que antes
de bajar, estudiaremos el planeta palmo a palmo. Incluso estamos preparando varios
robots que lanzaremos con sondas en varios puntos distintos para tomar datos in situ.
Disponemos de la tecnología necesaria para conocer ese planeta mejor que a esta nave.
Os puedo asegurar que no habrá sorpresas.
– Siempre hay sorpresas –repuso Roxi pensativa.
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decir que las similitudes eran mayores que las diferencias. Prácticamente, cada especie
estudiada, tanto animal como vegetal, podía ser comparada con otra que hubiese
existido algún día en la Tierra.
Por supuesto que nadie en la nave había visto jamás animales salvajes y en
libertad, ni los había conocido, ya que la mayoría de las especies, incluso se habían
extinguido antes de la catástrofe del año dos mil cien de la era terrestre. Por aquel
entonces sólo se conservaban algunos ejemplares vivos en zoológicos, pero era tan alto
el coste que suponían por tener que recrear todo su hábitat artificialmente, que cada vez
eran menos, y estaban condenados a su extinción total.
Los únicos animales salvajes que conocían en la Parinirvana eran los que habían
visto en imágenes de archivo de la segunda mitad del siglo XX y primera del XXI, antes
de que el cambio climático y la acción del hombre fueran acabando poco a poco con
todos los parques naturales y bosques tropicales del planeta Tierra.
Por todo ello, la expectación en la nave era extraordinaria, nadie quería perderse
ni un solo detalle de todas las imágenes que cada día se repetían por los monitores. Para
la mayoría de los habitantes de la Parinirvana todo aquello era algo nuevo y
maravilloso; sólo algunos de los científicos mostraban una preocupación cada vez
mayor; ellos sabían que encontrar un planeta tan parecido al que abandonaron hace más
de dos mil años era algo así como imposible. Pero sin embargo lo tenían ahí delante y
tenían que rendirse ante la evidencia.
A estas alturas, todos se habían hecho a la idea de que ese planeta sería muy
pronto su futuro hogar. Ese era el único tema del que se hablaba en la nave
prácticamente, con lo que las labores rutinarias se habían descuidado; lo único que
importaba era conocer el momento en que el capitán y el consejo de ancianos decidieran
que se podía bajar.
En la escuela, las clases se hacían imposible, ya que a los chicos lo único que les
interesaba era conocer nuevos detalles de ese planeta y del tipo de vida que les esperaba
allá abajo. Elena quiso aprovechar esta excitación general para explicar a los jóvenes
muchos de los aspectos que representaban la vida cotidiana de los antiguos habitantes
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de la Tierra, de modo que les sirviera como ejemplo de lo que debían, o más bien, no
debían de hacer en cuanto se establecieran en esa nueva tierra.
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Esa mañana empezó la clase leyendo un pasaje del libro de las Sibilas; éstas eran
mujeres que se creían inspiradas con poderes proféticos por el dios Apolo de las
mitologías griegas y romanas:
– “Hubo una vez una ciudad (no importa donde quedaba, ni cómo se llamaba)
antigua y próspera ubicada en el medio de una basta planicie. Un verano, mientras los
pobladores se afanaban por prosperar y vivir bien, una mujer pobre, vieja y extraña
llegó a una de las puertas de la ciudad cargada con doce pesados libros que puso a la
venta entre los ciudadanos. Dijo que los libros contenían todo el conocimiento y toda la
sabiduría del mundo y que se los cedía a la ciudad por tan sólo un saco de oro.
» La gente de la ciudad consideró la idea bastante graciosa. Pensaron que
obviamente la señora no tenía noción del valor del oro y que lo mejor que podía hacer
era marcharse.
» Ella se mostró conforme, pero antes, dijo, destruiría la mitad de los libros.
Prendió una pequeña fogata, quemó a la vista de todos los habitantes de la ciudad seis
de los libros que contenían todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo, y luego
se marchó.
» Con algunas dificultades, la ciudad logró prosperar a pesar del duro invierno y,
al verano siguiente, la anciana regresó.
» –¡Ah, otra vez usted! –le dijeron–. ¿Cómo están el conocimiento y la
sabiduría?
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» –Seis libros –dijo–, sólo quedan seis. La mitad de todo el conocimiento y toda
la sabiduría del mundo. Otra vez se los ofrezco.
» –Ah, ¿sí? –le contestaron las personas riendo con disimulo.
» –Solo que ha cambiado el precio.
» –No nos sorprende.
» –Dos sacos de oro.
» –¿Qué?
» –Dos sacos de oro por los seis libros que quedan con todo el conocimiento y
toda la sabiduría del mundo. Los toman o los dejan.
» –Nos parece –le dijeron– que usted no debe de tener mucha sabiduría y
conocimiento, ya que de lo contrario sabría que no puede cuadruplicar un precio ya
escandaloso para el mercado del comprador. Si ese es el tipo de conocimiento y
sabiduría que pretende vendernos, entonces francamente se lo puede quedar a cualquier
precio.
» –¿Los quieren o no?
» –No.
» –Muy bien. Si no es molestia, un poco de leña, por favor.
» Prendió otra fogata y quemó tres de los libros restantes a la vista de todos;
luego se marchó por la planicie.
» Esa noche dos o tres curiosos salieron furtivamente a inspeccionar las cenizas
para ver si podían encontrar una página o dos, pero el fuego lo había consumido todo y
la vieja mujer había rastrillado las cenizas. No quedaba nada.
» Pasó otro invierno difícil que afectó a la ciudad, y causó algunos problemas de
hambre y enfermedad a sus habitantes, pero el comercio siguió prosperando y, al llegar
el verano, cuando volvió a regresar la anciana, ya se encontraban bastante bien.
» –Llega temprano este año –le dijeron.
» –Tengo menos que acarrear –explicó mostrándoles los tres libros que llevaba
con todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo–. ¿Les interesa?
» –¿A qué precio?
» –Cuatro sacos de oro.
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» –Abuela, usted está totalmente loca. Además, nuestra economía atraviesa por
un período medio difícil en este momento. No podemos pensar en sacos de oro.
» –Leña, por favor.
» –Espere un minuto –dijeron–, esto no le está haciendo bien a nadie. Hemos
estado pensando acerca de todo esto y hemos formado un pequeño comité para mirar
sus libros. Déjenos evaluarlos durante unos meses para ver si tienen algún valor para
nosotros, y cuando regrese el próximo año quizá le podamos hacer una oferta razonable.
Pero no estamos hablando de sacos de oro, ¿eh?
» La anciana meneó la cabeza.
» –No –dijo–. Tráiganme leña.
» –Le va a costar.
» –No importa –dijo la mujer encogiendo los hombros–. Los libros arden bien
sin leña.
» Y diciendo esto procedió a hacer trizas dos de los libros, que se quemaron con
facilidad. Luego, se fue por la planicie dejando a los ciudadanos por otro año.
» Regresó al final de la primavera.
» –El último que queda –dijo, poniéndolo en el suelo delante de ella–. Esta vez
pude traer mi propia leña.
» –¿Cuánto? –le preguntaron.
» –Dieciséis sacos de oro.
» –¡Sólo presupuestamos ocho!
» –Tómenlo o déjenlo.
» –Espere.
» La gente de la ciudad se reunió y regresó a la media hora.
» –Dieciséis sacos de oro es todo lo que nos queda –imploraron–. Son tiempos
difíciles. Debe dejarnos con algo.
» La anciana canturreó en voz baja y comenzó a hacer una fogata.
» –¡Está bien! –exclamaron, y abrieron las puertas de la ciudad para que salieran
dos carruajes tirados por bueyes cargados con ocho sacos de oro cada uno–. ¡Será mejor
que sea bueno! –exclamaron.
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– Pero –interrumpió otro alumno del fondo del aula– el desastre de la Tierra
ocurrió por depender demasiado de la energía; teniendo en cuenta ese detalle y,
conociendo otras formas de obtener energía alternativa, como ya conocemos, no creo
que tengamos que renunciar a las comodidades que estén a nuestro alcance.
– Lo del apagón fue sólo la gota que colmó el vaso –respondió la profesora–. La
extinción del hombre en la Tierra era algo que estaba escrito mucho tiempo atrás.
Recordad el manifiesto que escribieron en el año 1992 de la era terrestre la comunidad
científica internacional1 dirigido a todas las naciones desarrolladas de entonces.
» En él se avisaban a todos esos países de los desastres que les esperaban si no
cambiaban de actitud; cambio climático, epidemias, desertización, escasez de recursos
debido a la excesiva demografía, etcétera. Creo que acertaron en casi todo. En el
noventa y dos aún estaban a tiempo de solucionar algo, pero era tanto el sacrificio que
se debía hacer por parte de toda la población, que ningún gobernante tuvo la fortaleza
necesaria para intentarlo siquiera. Y si lo hubo, no tardarían en echarlo. A nadie nos
gusta tener que renunciar a nada de lo que ya tenemos.
Elena le dio la palabra a una chica que llevaba un buen rato con la mano
levantada.
– Ya hemos visto en otras ocasiones que la mayoría de las guerras comenzaron
por motivos religiosos y, no hace mucho leí en un libro que la religión es el opio del
pueblo, refiriéndose a todo el mal que le causaba a la sociedad. ¿Cree usted que
deberíamos de evitar cualquier tipo de creencia religiosa para no tener problemas en un
futuro?
– No, no, ni mucho menos –contestó Elena–, además eso sería imposible. Fue
Karl Marx, el padre del comunismo, el que dijo eso de que la religión es el opio del
pueblo, pero yo no estoy de acuerdo; en todo caso sería la religión mal entendida. Para
los que no lo sepan, el opio era una droga muy extendida por todo el mundo, que iba
anulando poco a poco el cerebro del que la consumía al mismo tiempo que lo convertía
en un esclavo de la misma, hasta destruirlo del todo; de ahí la comparación de Marx.
1
Documento reproducido íntegramente en el Apéndice al final del libro.
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más de dos mil años. Ese será nuestro deber con las futuras generaciones; si lo logramos
podremos darnos por satisfechos –concluyó Elena dándole la palabra a otro chico que
tenía la mano levantada.
– Usted ha dicho que la paz sólo se consiguió al final en los países desarrollados,
mientras que en los del tercer mundo seguían luchando entre ellos. ¿Acaso no había
recursos en todo el mundo suficientes como para repartirlos entre todos, o es que a
nadie les importaba?
– Esa fue la gran deuda pendiente de toda la humanidad mientras vivieron en la
Tierra –contestó Elena poniéndose muy seria–; y como herederos suyos debemos
hacerla nuestra también para que nunca, por muchas generaciones que pasen, se nos
olvide y se vuelva a repetir.
» Durante toda la historia de la Tierra se han conocido cientos de genocidios que
se encuentran perfectamente documentados en los libros, como por ejemplo el de los
judíos a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, los de cristianos y
musulmanes en las Cruzadas, el de serbios y albano-kosovares de la antigua
Yugoslavia, judíos y palestinos, etcétera. Pero el mayor de todos los genocidios ni
siquiera fue conocido como tal. Les estoy hablando de la destrucción casi completa de
todo el continente africano.
» Durante los siglos XX y XXI se dejaron morir allí millones y millones de seres
humanos de la peor muerte que nadie puede conocer, de hambre, sed y olvido. Estas
muertes se podían haber evitado, pero como tú bien has dicho, a nadie les importaba. Y
lo peor de todo es que, no sólo pudieron haber sido evitadas por los países más
desarrollados, sino que para colmo fueron ellos los que provocaron esta situación tan
catastrófica en el continente, por eso lo llamo genocidio. Muchos de estos países ricos
consiguieron serlo gracias, precisamente a los africanos; primero con la esclavitud,
después llegaron las colonias, más tarde la explotación de todas sus riquezas y el cobro
de las deudas contraídas y, por último, cuando ya no tenían nada más que ofrecer, el
abandono.
» Aunque tampoco sería justo culpar a toda la humanidad; sí que había mucha
gente a la que les importaba. Existían multitud de organizaciones que, sin ningún ánimo
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dice el varón santo: yo nada hago, y el pueblo por sí mismo progresa; yo amo la calma,
y el pueblo por sí mismo se arregla; yo no trabajo, y el pueblo por sí mismo enriquece.
» Gobernar un gran Estado es como freír pequeños peces, no se les puede
manipular mucho no sea que se deshagan.”
» Yo no comparto todos los preceptos taoísta –continuó diciendo Elena–, pero
tengo que reconocer que están llenos de sabiduría y de buenas intenciones. Estoy segura
de que uno de los libros de la vieja que mencionaban las Sibilas, hablaba sobre el Tao.
Si alguien se siente interesado y quiere conocer algo más sobre él, le puedo dejar este
libro que tengo en mis manos y que contiene, aparte del Tao Te Ching, otro tratado
mucho más extenso del Tao, escrito por otro de los grandes maestros de este
pensamiento, discípulo de Lao Tse, llamado Chuang Tzu. Os leeré un fragmento para
picaros la curiosidad y con esto terminamos por hoy:
» “No embarazarse con el mundo, no ataviarse con cosas, no ser descortés, no
oponerse al pueblo, fomentar la paz y tranquilidad en el mundo para que el pueblo viva
su vida. Contentarse con que yo y todo el mundo tengamos lo preciso para sustentar la
vida y no más. De esta manera, purificar los corazones. En las doctrinas antiguas se
hallaban estas cosas.
» Ser justos sin partidismos, igual con todos sin favoritismos; no mandar como
señor, seguir el tenor de las cosas, sin discrepar de ellas; no andar mirando y
considerando, no usar la inteligencia en discurrir y planear, no andar eligiendo, sino
seguir las cosas.
» El cielo puede cubrir, pero no puede sostener; la tierra puede sostener, pero no
puede cubrir. El gran Tao puede contener, pero no puede distinguir. Así, sabemos que
todas las cosas tienen sus posibilidades y sus imposibilidades. Andar eligiendo va contra
la universalidad. Tampoco la enseñanza llega a todo. Al Tao, en cambio, nada se le
escapa.”
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que lo tenemos localizado y vigilado a diario, seguro que con un poco de paciencia,
veremos algo más. Supongo que alguna vez saldrán a la playa a darse un baño, digo yo.
– ¿Hay posibilidad de mandar allí alguno de los robots? –preguntó Pet.
– El más cercano necesitaría unos seis meses para llegar a esa playa, y antes
tendría que atravesar la cordillera que rodea la selva; no sé si sería capaz teniendo en
cuenta la altura que tiene. De todas formas no creo que sea muy buena idea meter ahí
uno de los robots, después de lo que hemos visto.
– Al capitán esto le va a encantar. Otro motivo más para retrasar la primera
expedición al planeta. Prepara la grabación, vamos a reunirnos con él y con los demás
inmediatamente. Se van a quedar atónitos cuando vean estas imágenes –concluyó Pet
saliendo del cubículo.
Al poco rato, tanto Ayina como Pet, se encontraban en la sala de reuniones junto
con el capitán Jorel y los demás miembros del equipo de radiotelescopios. En una de las
paredes de la sala había una gran pantalla con la imagen congelada de los dos niños
cogiendo el objeto redondo. Todos sin excepción miraban la fotografía con la boca
abierta sin poder salir de su asombro.
Fue uno de los operadores el que rompió el silencio diciendo: “Eso redondo, ¿es
una pelota?”
– Más bien parece un coco o alguna fruta similar. Al menos eso creo yo –le
contestó Pet.
– Supongo que tendréis el telescopio fijo en esa zona –dijo el capitán.
– Sí, Ayina ya se ha encargado de eso –respondió de nuevo Pet–. El problema es
que, debido a la rotación del planeta y la situación de la nave, sólo se podrán grabar
unas seis horas de imágenes cada día. Propongo que nos situemos sobre ese punto y
cambiemos la dirección de la nave para no perderlo de vista ni un momento, tanto de día
como de noche.
– De hecho, de noche sería el mejor momento para grabar –intervino uno de los
ingenieros–; si hay gente viviendo ahí abajo, como así parece, sería lógico pensar que al
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llegar la noche utilicen fuego o algún otro medio para iluminarse, y puede que sean más
visibles.
– Así se hará –dijo el capitán–; en cuanto salga de aquí ordenaré situarnos sobre
ese área. También quiero que nos turnemos para que haya al menos una persona las
veinticuatro horas vigilando en directo toda esa selva; yo empezaré esta noche, al fin y
al cabo tampoco puedo dormir mucho.
– Pero capitán –interrumpió Ayina–, si hay algún tipo de civilización en esa
zona, no podemos descartar que haya más en otras partes del planeta. Hemos visto otras
selvas parecidas, o quién sabe si viven también en las montañas, en el interior de cuevas
y por eso no los hemos visto.
– Tienes razón –contestó el capitán pensativo–. Pero eso sólo serían
suposiciones, mientras que en esta selva sí que sabemos con seguridad que existen, así
que iremos primero a lo seguro, no le quitaremos ojo a ese sector como ya he dicho.
» Pero es verdad que no podemos descartar la opción de que existan más, por lo
tanto destinaremos sólo dos telescopios a vigilar toda esa área; creo que serán
suficientes. Los otros tres se encargaran de barrer el resto de esta cara del planeta.
¿Están de acuerdo?
– Sí –dijo otro de los ingenieros–, pero creo que sería conveniente hacerlo a la
máxima resolución posible, aunque nos lleve más tiempo. Como ha dicho Ayina,
podrían ocultarse en cualquier cueva o conjunto de árboles. Después de lo que hemos
visto deberíamos de cambiar nuestro método de exploración, cualquier señal podría ser
significativa, no sé, por ejemplo, restos de una hoguera o unas piedras colocadas en
determinada posición; cualquier detalle podría ser importante.
Todos asintieron y uno de los operadores comentó:
– ¿Creen ustedes que serán salvajes?, por su aspecto no parecen muy civilizados.
– No te dejes llevar por su apariencia –contestó Pet–. Con la temperatura que
hace ahí abajo, si nosotros estuviéramos allí, también iríamos igual de desnudos.
– Además, el hecho de que lleven puesto algo tapando sus partes más íntimas
implica un grado de civilización –añadió otro de los operarios–. Desde aquí no se puede
apreciar si sólo llevan puesto un taparrabos o alguna otra prenda más sofisticada.
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– Pues ese será nuestro objetivo a partir de ahora –dijo el capitán–, averiguar
todo lo que podamos sobre esa gente; hasta qué punto son civilizados, cuántos son,
cómo viven, etcétera.
» Hasta que no lo sepamos todo sobre ellos no podemos arriesgarnos a bajar.
Quién sabe cómo nos recibirían o si podrían contagiarnos enfermedades para nosotros
desconocidas.
» Ahora mismo convocaré al consejo de ancianos para informarles de todo esto.
Ya les comunicaré si hay algún cambio. Pet, acompáñame; y el resto, creo que tenéis
trabajo, ¿no es así? Ni que decir tiene que quiero que me mantengan bien informado de
todo lo que descubran por insignificante que les parezca.
– Un momento, capitán –interrumpió uno de los ingenieros–, ¿se van a mostrar
estas imágenes al resto de la tripulación o cree que será mejor esperar?
– Es verdad –pensó Jorel–, de momento no digan nada a nadie, que sea el
consejo el que decida sobre este tema.
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Pet, Elena y su hija Eli habían quedado esa tarde con sus amigos Jonás y Judith
en el apartamento de éstos. Ambos tenían un hijo, Earl, de la misma edad que Eli y
compañeros en el colegio. Judith trabajaba como bióloga en los cultivos y su marido,
además de astronauta, se estaba preparando en la actualidad para pilotar uno de los
transbordadores para cuando llegase el caso, que todos daban por echo que sería muy
pronto. Jonás había querido reunirse con Pet porque pensaba que éste sabía algo más
sobre el nuevo descubrimiento de lo que se había publicado.
– Te equivocas –contestó Pet a su amigo cuando éste le interrogó–. Te puedo
asegurar que si supiese algo más te lo diría. Todo lo que sabemos es lo que dijo el
capitán esta mañana; el consejo quiso que así fuera y no hay ningún motivo para ocultar
nada.
– No es que dude de ti, Pet –continuó Jonás–, sé que tú no me ocultarías algo así.
Pero es que me cuesta trabajo creer que, con los telescopios tan potentes que tenemos,
sólo se hayan podido captar esas imágenes. Esa gente debe vivir en algún sitio, ¿dónde
están sus casas? También deben cazar o recolectar comida, y no creo que sepan que
estamos aquí arriba vigilándoles, así que por qué esconderse.
– Ten paciencia, amigo –prosiguió Pet–, aún es pronto para averiguar todo eso,
pero lo haremos, te lo puedo asegurar. Hasta ahora nos habíamos dedicado a hacer unos
barridos muy generalizados por toda la superficie; reconozco que movidos por las prisas
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de terminar cuantos antes para poder bajar ahí abajo. Se puede decir que los hemos
descubierto casi por casualidad.
» Pero ahora todo ha cambiado; los telescopios están explorando la superficie
casi centímetro a centímetro. Es cuestión de tiempo que los veamos con mayor detalle.
– ¿Y por qué no se envía a algún robot a ese bosque? Se podrían obtener mejores
imágenes –preguntó Jonás.
– ¡No, eso no se debe hacer de ninguna manera! –saltó Elena antes de que Pet
pudiera contestar–. No sabemos nada de esa gente, no podemos arriesgarnos a introducir
un elemento extraño desconocido para ellos en su hábitat. Imagínate como reaccionarían
al ver uno de nuestros robots. Para ellos sería una amenaza, y se pondrían en alerta sin
necesidad.
» Mientras no sepamos algo más sobre ellos, debemos dejarlos tranquilos, que
sigan viviendo como lo han hecho hasta ahora. Es la única forma de conocer cómo son
realmente.
– Sí, más o menos es lo que habíamos pensado nosotros también –contestó Pet–.
De todas formas es posible que existan otros grupos en alguna otra parte del planeta y
acaben descubriendo a alguno de los robots. De momento no se puede descartar nada.
– ¿Os dais cuenta de lo que significa todo esto? –inquirió Judith pensativa–. En
dos planetas con características similares como son la Tierra y éste, la evolución ha
seguido caminos paralelos llegando a desarrollarse seres también similares. Esto
contrasta totalmente con la teoría de Darwin en la que todos creemos, y que dice que
somos el fruto de millones de casualidades producidas durante el transcurso de la
evolución.
» Sería imposible que se dieran las mismas casualidades dos veces en planetas
distintos. Debe de haber algo más que a todos los científicos se nos ha escapado; y este
planeta es nuestra oportunidad para descubrirlo. ¿Os imagináis? Por fin podríamos dar
respuesta a los grandes enigmas de la humanidad, el origen de la vida y de la conciencia
humana.
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– Tranquilízate Judith –se apresuró a decir Pet–; creo que te estás dejando llevar
demasiado por la imaginación. Aún no sabemos nada de esa gente; ni sus datos
genéticos, ni de donde proceden, ni nada de nada, ni siquiera si son inteligentes o no.
– ¡Eso es lo de menos, qué más da que sus moléculas sean dextrógiras o
levógiras! –le replicó Judith–. Tú los has visto como yo, ¡son como nosotros! Y no sólo
se trata de ellos, también están los animales; hemos visto roedores, insectos, herbívoros,
carnívoros, peces de todo tipo y plantas y árboles. Todo igual que en la Tierra, con muy
pocas diferencias. Todo esto cuestiona enormemente las teorías que teníamos hasta
ahora sobre la evolución.
– A ver si al final va a resultar que Dios existe –intervino Jonás con cierta
ironía–. Y después del desastre de la Tierra, ha creado otro paraíso. Será mejor que
bajemos cuanto antes para avisarles de que no coman del árbol prohibido.
– Ja, ja, tú ríete que irás derecho al infierno –contestó Judith siguiéndole el
juego.
– Muy agudo, Jonás –dijo Elena también riendo–, pero creo que tu mujer tiene
razón. Aunque me parece que aún es pronto para sacar conclusiones, no podemos negar
que todo esto es muy extraño. Quizás muy pronto tengamos que rescribir muchas de las
teorías que hasta ahora hemos dado por buenas. No sería la primera vez que eso ocurre;
la teoría del Universo geocéntrico estuvo vigente hasta los siglos XVII y XVIII y la del
creacionismo, hasta Darwin en el siglo XIX, nadie la había cuestionado; incluso en el
XXI seguían existiendo muchos partidarios del creacionismo todavía.
– Sí, y además –intervino Pet– sería muy presuntuoso por nuestra parte el pensar
que ya lo sabemos todo o que estamos en posesión de toda la verdad. Puede que este
planeta nos enseñe una buena lección.
– Supongamos por un momento que son inteligentes –volvió a decir Judith–.
¿Qué creéis que pensaran de nosotros si nos ven bajar del cielo en nuestros
transbordadores?, ¿creerán que somos dioses o algo así?
– Eso estaría bien –bromeó Jonás–; como yo seré el primero en bajar, me puedo
convertir en su Dios supremo y hacerlos trabajar para mí. Creo que me podría
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acostumbrar a vivir así sin problemas. ¿Te apuntas, Pet? A ti te podría nombrar dios de
algo, no sé..., del mar o de los árboles, lo que tú elijas.
– No seas bruto –le reprendió Elena–. Precisamente eso sería lo último que
deberíamos hacer; dejar que nos vean bajar volando. Sabe dios cual sería su reacción.
» Lo que tendríamos que hacer, llegado el caso, es aterrizar en algún lugar
aislado e intentar mezclarnos entre ellos de igual a igual y muy poco a poco, con mucha
precaución y cautela. Sería la única forma de conocer cómo son, si son inteligentes,
hostiles, cómo se organizan, etcétera.
– Exacto –continuó Pet–, y una vez bien integrados entre ellos ya habrá tiempo
de enseñarles todos nuestros conocimientos.
– O de aprender de ellos –puntualizó Judith–. No olvides que están en su casa, y
para nosotros, ese planeta es un lugar extraño y desconocido.
– ¿Y qué pasa si son hostiles e intentan matarnos? –preguntó Jonás–.
Tendríamos derecho a defendernos, ¿no?
– Sin son hostiles será porque nos ven como una amenaza –respondió Elena–.
Lo más inteligente en ese caso sería dejarles en paz y marcharnos a otra zona
deshabitada.
– Sí, de esa forma, si son seres racionales, con el tiempo, se darían cuenta de que
no suponemos ningún peligro para ellos y dejarían de ser hostiles –sugirió Judith.
» Lo que nunca debemos hacer es enfrentarnos a ellos ya que ese planeta es su
hogar, allí los forasteros somos nosotros, y porque seamos más fuertes o más
inteligentes (aunque eso está por ver), no tenemos ningún derecho a molestarlos si no
quieren ser molestados.
– En ese planeta hay sitio de sobra para que podamos vivir todos –intervino
Jonás–, ya sea juntos o por separado. De todas formas me hacía ilusión lo de hacerme
pasar por un dios.
– Pues no te hagas ilusiones –le dijo su mujer–, en cuanto te conocieran un poco,
más que por un dios, te tomarían por el demonio y te quemarían en la hoguera, y si no
ya me encargaría yo de convencerles.
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por qué no podría él también volar en vez de verse obligado todo el día a nadar y nadar
sin poder salir del agua, cosa que le aburría mucho.
» Así que un buen día decidió que aprendería a volar; si los pájaros lo hacían,
por qué no iba a poder hacerlo él que era más pequeño y pesaba menos. Desde ese día
su único empeño era volar; se pasaba todo el tiempo dando pequeños saltos fuera del
agua al mismo tiempo que agitaba sus pequeñas aletas con todas sus fuerzas. Los demás
peces se apartaban de él porque lo veían como a un bicho raro así que nuestro pequeño
pez estaba siempre solo; pero eso no le importaba, estaba demasiado ocupado en
aprender a volar y no tenía tiempo para jugar con sus compañeros.
» Pasaron muchos años y el pececito se convirtió en un pez adulto, y seguía en
su empeño de aprender a volar. Cada vez conseguía dar saltos más grandes fuera del
agua y eso le motivaba aún más.
» Hasta que un buen día se produjo el milagro; saltó fuera del agua agitando sus
aletas y se elevó por el aire cada vez más y más alto. ¡Estaba volando! No lo podía
creer. En ese momento era la criatura más feliz de todo el universo.
» Quiso que los demás peces lo viesen para que se alegrasen con él, pero lo
único que consiguió es que volviesen a rechazarlo y se alejasen aún más diciendo “qué
se habrá creído ése; pensará que es mejor que nosotros porque sabe volar. A donde
querrá ir”.
» Entonces vio un grupo de pájaros volando a lo lejos y pensó “ahora esos serán
mis nuevos amigos; ellos me comprenderán”. Pero de nuevo se equivocó; cuando los
pájaros le vieron venir, al no conocerlo, creyeron que podría ser una amenaza para ellos
y huyeron a toda prisa. De nuevo se quedó solo.
» Al poco rato vio como se acercaba un gran pájaro y se alegró mucho de que
alguien se le acercara por fin para ser su amigo. Como aquel medio era nuevo para él,
no conocía los peligros que entrañaba ya que nadie se los había enseñado y no podía
saber que aquel pájaro era en realidad un depredador, y cuando éste lo alcanzó, lo mató
y se lo comió.
» El pececito se había pasado toda su vida solo, intentando hacer algo para lo
que no había nacido. Al final lo logró, consiguió algo que nunca jamás nadie había
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conseguido antes, la gran proeza de que un pez volara. Pero en vez de alabanzas y
reconocimiento, lo único que provocó su éxito fueron envidias, miedo, soledad y, por
último, la muerte; todo por no conformarse con ser un pez como los demás.
» Si le mereció la pena o no todo ese sacrificio por conseguir su sueño, es algo
que deberás de reflexionar tú solita. Hasta mañana cielo, que duermas bien.
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Era bien entrada la mañana cuando el capitán Jorel y el ingeniero jefe Pet se
reunieron con el consejo de ancianos. Había llegado la hora de tomar una decisión y
había división de opiniones entre el equipo de ingenieros y el capitán, así que una vez
más sería el consejo el que determinara el siguiente paso.
– Buenos días, señores –empezó hablando el capitán–. Siento mucho haberles
convocado tan tarde, pero algunos no podían esperar ni un solo día más para tomar esta
decisión; yo personalmente hubiera esperado hasta mañana para...
– Vamos capitán –le interrumpió Julia desesperada–, ya sabes que no tenemos
otra cosa que hacer, qué más da cuando nos reunamos. Si hay algo importante que
tratar, cuanto antes lo hagamos, mejor. Déjate de rodeos y ve al grano, por favor.
– Esta bien, lo siento –continuó Jorel–. La cuestión es que hemos dado por
concluida la investigación de esta cara del planeta y, aparte del poblado que ya
conocemos, no se ha descubierto nada más que pueda ser de interés. Aparte, también
consideramos que tenemos suficientes datos sobre esa gente; así que ahora se plantea la
siguiente duda:
» Parte del equipo cree que ya es hora de preparar la primera expedición a ese
planeta, y otros, en los que me incluyo yo, creemos que antes deberíamos de investigar
la otra cara del planeta igual que hemos hecho con ésta.
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– Se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo –intervino Pet–. Lo que
nosotros planteamos es que se empiece a rastrear la otra cara del planeta, como dice el
capitán, pero que al mismo tiempo se vayan haciendo los preparativos de la expedición.
» Al fin y al cabo sabemos que ésta se hará tarde o temprano; por qué demorarla
más si podemos ganar tiempo. No estamos diciendo que vayamos a bajar mañana, pero
hay muchas cosas que hacer antes y eso es lo que queremos, que se vayan haciendo ya.
Por ejemplo, hay que decidir quiénes bajarán, cómo lo harán, en qué lugar, etcétera.
– Comprendo lo que dices Pet –habló Julia–, y en principio me parece bastante
razonable. ¿Qué inconveniente habría para ello, capitán?
– Bueno, no es que haya inconveniente ninguno, sólo que tendría que dedicar
parte del equipo exclusivamente a esa tarea y ahora mismo me parece más oportuno
tenerlos a todos dedicados a la exploración de la otra cara del planeta. Pienso que es
más importante terminar de conocer ese planeta por completo; ya tendremos tiempo
después para dedicarnos todos a preparar las expediciones.
– ¿Cuánto tiempo calcula que se tardará en concluir la investigación? –preguntó
Julia.
– Unos dos meses más con los cinco telescopios a pleno rendimiento –contestó
el capitán.
– ¿Y por qué no hacemos una cosa? –intervino otro de los ancianos–. Estoy
seguro de que a los miembros del equipo que estén ansiosos por bajar no les importará
dedicar parte de su tiempo libre a preparar la expedición. Podrían reunirse por la tarde
durante un par de horas, o lo que ellos estimasen conveniente, y organizarlo todo. Saben
que pueden contar también con nosotros cuando quieran, a mí no me importaría en
absoluto colaborar con ellos.
– Y bien Pet, ¿qué opinas? –preguntó Julia ante el apoyo masivo del consejo a la
idea.
– Me parece bien –respondió éste–. Yo mismo puedo coordinar al equipo; estoy
seguro de que habrá muchos voluntarios.
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se realizará el gran principio: `De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus
necesidades`.
» El comunismo es una sociedad de trabajadores libres y conscientes, altamente
organizada, en la que se establecerá la autogestión de la sociedad, en la que el trabajo
para el bien de la sociedad será la primera necesidad vital comprendida por todos por su
necesidad y en la que las capacidades de cada uno se utilizarán para el mayor bien del
pueblo”.
» Este texto –continuó Elena– es casi una copia de la definición de comunismo
dada por Marx en su `Crítica del Programa de Gotha`.
– ¿Por qué ha dicho que el comunismo se intentó llevar a la práctica en la Unión
Soviética? –preguntó un muchacho–. Que yo sepa, este país fue comunista durante casi
todo el siglo XX.
– Sí, y así es –respondió Elena–, pero si conoces la historia de ese país, y me
costa que la conocéis, sabrás que el comunismo que impuso Lenin en 1919 no tiene
nada que ver con el ideado por Marx años atrás. Su planteamiento ideológico sí sería el
mismo, como se puede apreciar en el texto que os he leído, pero la práctica dista mucho
de parecerse en algo. Y lo peor de todo fue que sentó las bases de lo que sería el
comunismo en otros países más adelante, como China o Cuba, por nombrar algunos.
– ¿Y por qué funciona con nosotros y con los de ahí abajo y no pudo funcionar
en la Tierra? –preguntó una chica–. Eso demuestra que no es tan utópico como usted ha
dicho.
– Nosotros tenemos en común con los habitantes de ese planeta que somos una
comunidad muy reducida y con un alto grado de socialización. Somos como somos
porque nos han educado así desde hace mucho tiempo al igual que a esa gente; nadie
nos ha impuesto esta forma de vida. Esa es la gran diferencia.
» Lenin, al igual que Mao Tse-Tung en China en los años cincuenta del siglo
XX, trataron de imponer un régimen totalitario en una sociedad de millones de
individuos, donde había gente pobre, ricos, trabajadores del campo, de la industria,
etcétera. Existían ya muchas clases sociales que no se podían eliminar de la noche a la
mañana.
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» Además, ¿de qué hubiera servido más de dos mil años viajando por el espacio
en busca de un planeta donde establecerse si cuando lo encontramos tenemos que seguir
con las mismas limitaciones? No tendría sentido.
» Y todavía hay más; seguro que ninguno de vosotros os habéis puesto a pensar
en la cantidad de cosas a las que tendríamos que renunciar ahí abajo. Me refiero a cosas
que ahora mismo nos parecen tan normales como por ejemplo el agua caliente, comer
pan todos los días, gozar de una temperatura estable, un salón donde poder reunirnos
para dar clases, etcétera, etcétera. Tendríamos que empezar de cero y trabajar muy duro,
cosa a la que no estamos acostumbrados. Estoy segura de que muchos terminarían
echando de menos las comodidades de la Parinirvana.
– ¿Está usted diciendo que es mejor que nos quedemos aquí y nos olvidemos de
ese planeta? –preguntó un joven.
– No, ni mucho menos. Yo particularmente estoy deseando poner el pie en ese
planeta, lo tengo muy claro. Lo que quiero deciros es que llegará el momento en que
haya que tomar una decisión. No todo el mundo quiere bajar a tierra firme, hay quien
tiene muy claro que prefiere quedarse aquí y no renunciar a algo que ya conoce y les
resulta cómodo, por un mundo totalmente desconocido para ellos. Es una decisión muy
respetable, yo por mi parte no les reprocho nada; a nadie se le puede obligar a hacer
algo que no quiere si no comporta con ello ningún riesgo para los demás.
» Por eso quiero que tengáis claro todos lo inconvenientes que nos podemos
encontrar. Cuando os llegue la hora de tomar esa decisión, que seguramente será la más
importante de vuestras vidas, conviene que conozcáis los pros y los contras. Así tendréis
menos probabilidades de equivocaros y arrepentiros el día de mañana.
– Pues la verdad es que no lo ha pintado usted muy bien –dijo un alumno–.
Ahora sí que estoy hecho un lío. ¿Qué se supone que tendremos que hacer cuando
estemos en ese planeta?
– No lo sé –le respondió la profesora–. Por desgracia no hay una fórmula
mágica, ni un modo de actuar perfecto. Tendremos que improvisar sobre la marcha.
Aunque llevemos un plan perfectamente trazado, lo más probable es que cuando
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lleguemos ahí abajo, nada resulte como habíamos imaginado; tendremos que estar
alertas y preparados para cualquier imprevisto.
» Para empezar tendremos que reprogramar todos nuestros sentidos. Ninguno de
nosotros sabe lo que es pasar frío o calor, subir una montaña, pisar hierba fresca, oler la
tierra húmeda, cruzar un río, aguantar picaduras de insectos o tener que dormir encima
de un árbol. No creáis que pretendo asustaros, a mí todo eso me parece maravilloso; lo
que de verdad me aterraría sería el hecho de no tener siquiera la posibilidad de intentar
hacer realidad un sueño.
– ¿Y qué ocurrirá si enfermamos? –preguntó una chica–. No tendremos
hospitales, ni laboratorios para fabricar medicinas, ni nada de nada.
– Serán muchos los riesgos a los que se enfrenten las personas que decidan bajar,
y ése será uno de ellos. Afortunadamente nosotros contamos con unos profesores
excepcionales; lo que tenemos que hacer es aprender todo lo posible de los habitantes
del planeta. A ellos parece que les va muy bien sin hospitales ni medicinas y, si pueden
sobrevivir así, ¿por qué no nosotros?
– Es curioso –sugirió un muchacho–, con toda nuestra tecnología y
conocimientos sobre todas las ciencias, al final vamos a acabar aprendiendo de gente
que en su vida han visto un libro, para poder sobrevivir.
– Exacto, ése es su mundo y, si queremos vivir en él, tendremos que ser
humildes y dejadnos guiar por ellos –continuó Elena–. Tendremos que olvidar muchas
de las cosas que hemos aprendido y empezar de nuevo, como si fuéramos niños
pequeños.
» Me viene a la mente la respuesta que le dio el maestro Philip Kapleau a uno de
sus alumnos cuando éste le preguntó cómo debían de vivir. El maestro respondió:
“Aprenda a vivir del mismo modo que un pez nada o un pájaro vuela, sin conciencia de
sí mismo. Abandone la ambición, que conduce a la agresión. Esté alerta y sea receptivo.
De todo lo que se ocupe su mano derecha haga que la izquierda se ocupe también. Evite
los juicios innecesarios. Sea modesto y no tenga presunción; dé su opinión solamente
cuando se la pidan. Olvide sus buenas acciones y confiese las malas. Y nunca deje de
relacionar cada efecto con la causa que lo produce”.
98
Pedro Estudillo
» Bien, con esto tendremos que dar por terminada la clase de hoy; lo siento
chicos pero no hay tiempo para más. Continuaremos otro día. Espero que os haya
servido lo que hemos hablado para reflexionar un poco, y recordad que, cuando llegue
el momento, decidáis lo que decidáis, estará bien.
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El renacer de la humanidad
– ¿Dónde están Pet y Eli, hija? –preguntó Roberto al ver entrar sola a Elena.
Eran las seis de la tarde y Elena había ido al apartamento de sus padres a buscar
compañía y charlar un poco.
– A Eli la he dejado en casa de Judith, jugando con su hijo, y Pet está trabajando.
Han formado un grupo de voluntarios y se reúnen todas las tardes para ir preparando la
primera expedición al planeta. También Jonás está con ellos y el capitán Jorel.
– Vaya, de Pet y Jonás no me extraña, pero el capitán... –comentó Roberto.
– Ya sabes que ese hombre tiene un gran sentido del deber –contestó Elena–. No
podía permitir que hubiera hombres haciendo horas extras y él no. De todas formas ya
ha dejado bien claro que él se quedará en la Parinirvana. Según dice, alguien tiene que
quedarse al mando.
– Claro, por no decir que no se atreve –volvió a decir Roberto–. Como si aquí en
la nave no hubiera gente responsable de sobra para hacerse cargo.
– No te metas con el capitán, Roberto –intervino Roxi–. Recuerda que nosotros
tampoco vamos a bajar.
– Es verdad –reconoció Roberto poniéndose más serio–; pero mis motivos son
diferentes. Yo soy muy feliz aquí; al fin y al cabo la felicidad es la vocación de todo ser
humano, ¿no? Tú misma lo has dicho muchas veces, hija. No creo que en ese planeta
pueda estar mejor que aquí, ni tampoco comprendo a los que preferís dejar todo esto y
arriesgar vuestras vidas en un mundo extraño y desconocido.
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Pedro Estudillo
– Papá –le dijo Elena–, ¿recuerdas aquel documental que vimos hace algunos
años sobre unos alpinistas subiendo al monte Everest? También entonces comentaste lo
mismo sobre ellos. Esas personas estaban pasando frío, hambre, apenas podían dormir,
sus vidas corrían un peligro extremo a cada minuto; sin embargo, te puedo asegurar, que
en aquel momento eran tan felices como lo puedes ser tú ahora, o más incluso, porque
estaban haciendo lo que realmente les gustaba y, además, la escalada les obligaba a
esforzarse al máximo y a poner todos sus sentidos al cien por cien en lo que estaban
haciendo.
– Pues sigo sin comprender qué puede tener de divertido el sufrimiento y por
qué debemos de buscarlo innecesariamente –respondió Roberto.
– “Sólo en la aflicción y el sufrimiento, el hombre atrae a sus semejantes, para
que, sólo entonces, su vida se vuelva hermosa” –intervino Roxi–. Esto no lo digo yo, lo
dijo Henry Miller, un escritor norteamericano del siglo XX, y yo estoy completamente
de acuerdo con él. Muchas personas no se dan cuenta de lo hermosa que puede ser la
vida hasta que no sufren algún tipo de penalidad, como una enfermedad grave o alguna
experiencia que les acerque a la muerte.
– Yo ya sé que la vida es hermosa –replicó su marido–. No necesito ninguna
mala experiencia para darme cuenta de eso.
– Tu problema papá –volvió a intervenir Elena– es que lo ves todo desde tu
punto de vista nada más. No comprendes que puede haber personas con otras realidades
y otras inquietudes. Te voy a contar una historia que le cuento a mis alumnos más
pequeños, ya que tú eres igual que ellos:
» Estaba un maestro budista con su discípulo echando de comer a los cerdos del
templo cuando, viendo como los cerdos se revolcaban en sus propios excrementos y se
comían los desperdicios, el maestro le dijo al discípulo: “Si cuando muera me reencarno
en cerdo y, por casualidad, me descubres, mátame por favor, para así poder volver a
reencarnarme en algo más digno”.
» Pasado un tiempo, el maestro murió, y al cabo de unos años, su antiguo
discípulo se convirtió en maestro del mismo templo. Un buen día se encontraba éste
mirando a los cerdos cuando reconoció en uno de ellos a su antiguo maestro y le dijo:
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El renacer de la humanidad
“No se preocupe, maestro; ahora mismo le mataré como usted me pidió”; y éste le
respondió: “Ni se te ocurra”. El discípulo extrañado le preguntó por qué ahora no quería
morir y, su maestro reencarnado en cerdo le contestó: “Cuando te hice esa petición veía
a los cerdos desde la perspectiva de los humanos, y no me gustaba; ahora que lo veo
desde el punto de vista de un cerdo, tengo que reconocer que me gusta y soy muy feliz
así”.
» ¿Comprendes lo que te quiero decir, o no? –concluyó Elena.
– Moraleja, antes de matar un cerdo, pregúntale –bromeo su padre–. Claro que te
entiendo, hija, no soy tan tonto como crees. Ya sé que vosotros tenéis inquietudes, sólo
que yo pensaba que también erais felices aquí.
– Y lo somos, pero tienes que entender que no podemos dejar escapar esta
oportunidad. Es lo que siempre habíamos deseado. Os echaré mucho de menos, y echaré
de menos estas charlas contigo; me encantaría que vinierais con nosotros, pero sé que
no os puedo obligar.
» Además, podremos seguir en contacto; me ha dicho Pet que están preparando
unos transmisores alimentados con energía solar para poder comunicarnos con la nave
desde ese planeta, y vosotros nos estaréis viendo todo el tiempo, así que como veis, no
os vais a poder deshacer de mí tan fácilmente.
– Francamente, hija –añadió Roxi con seriedad–, preferiría no tener que veros
desde aquí. Puede que ahí abajo lo paséis muy mal, y no me gustaría ver a mis seres
queridos sufriendo sin poder hacer nada para evitarlo. Prefiero pensar que estáis bien y
que por fin habéis encontrado lo que tanto deseabais.
– Pero mama, ya sabes que yo estoy preparada para todo, incluso para la muerte;
eso no me da miedo. Tú te encargaste de ello, y muy bien por cierto.
– Puede que tú estés preparada para sufrir o para morir incluso, como dices; pero
yo no estoy preparada para verlo. Y no sólo se trata de ti, también estarán Eli y tu
marido.
– Tienes razón –contestó Elena pensativa–. Ahora me alegro de que Eli tenga
edad suficiente para decidir por ella misma. Sería una responsabilidad muy grande si
fuera más pequeña. De todas formas creo que nos estamos poniendo demasiado
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Pedro Estudillo
trágicos; aún falta mucho para que podamos ir a ese planeta, y eso contando con que se
pueda. Todavía tiene que bajar la primera expedición y comprobar las condiciones de
vida in situ. Después de eso, ya hablaremos.
Unas horas más tarde, Elena se reunió con Pet en su apartamento. Durante la
cena estuvo muy callada; la conversación con sus padres la había dejado algo
preocupada.
– ¿Te ocurre algo cariño? –preguntó Pet antes de acostarse–. Has estado muy
pensativa durante toda la comida.
– No, no es nada. He estado hablando con mis padres sobre nuestra posible
partida al planeta y, ya sabes como son ellos, no les hace mucha gracia la idea. Y no
sólo son ellos, hay mucha gente indecisa en la nave, sobretodo los más jóvenes. Ellos
me ven a mí como un ejemplo a seguir y me da miedo convencerles de algo de lo que
no están muy seguros, para que después se lleven una decepción; a veces, incluso hasta
yo misma no estoy segura de lo que quiero. Es demasiada responsabilidad, ¿no lo
entiendes?
» Nosotros estamos más o menos preparados mentalmente tanto para el éxito
como para el fracaso, pero la mayoría de la gente no lo está. Yo intento hacerles ver
todos los pros y los contras que se van a encontrar, pero al mismo tiempo creo que les
estoy contagiando mi entusiasmo; no soy lo suficientemente objetiva como para
hacerles pensar por ellos mismos.
– Pues yo creo que te estás preocupando demasiado. Tus alumnos ya son
mayorcitos como para saber lo que quieren. Además, para eso están sus padres. Quizás
tú te estés involucrando demasiado, deberías limitarte a dar tu asignatura y ya está.
– No puedo. Fue Julia la que me pidió por favor que intentara preparar a los
chicos para una posible colonización del planeta. Me dijo que a mí me respetaban y que
no conocía a otra persona mejor para hacerlo. Y en parte, como profesora, me veo
obligada. Nuestro éxito en ese planeta depende mucho de la preparación que le demos a
los más jóvenes. Ellos son el futuro y no podemos dejar al azar algo tan importante.
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El renacer de la humanidad
– Entonces estoy seguro de que lo estarás haciendo muy bien. Julia tiene razón,
no hay nadie en la nave que esté mejor preparada que tú para esa tarea. Aunque mucho
me temo que te vas a tener que dar un poco de prisa ya que van a tener que tomar una
decisión muy pronto.
– ¿Por qué lo dices? –preguntó Elena–. ¿Acaso pensáis mandar ya la primera
expedición?
– No, no, para eso aún faltan uno o dos meses. Es que hoy nos hemos encontrado
con el primer problema serio. Resulta que la nave cuenta con ocho transbordadores; en
cada uno puede ir hasta cincuenta personas con total seguridad. Teniendo en cuenta que
cada transbordador sólo podrá realizar un viaje de ida, tan sólo cuatrocientas personas
podrán bajar y, ya sabes que en la nave somos quinientos. Sabemos que mucha gente
quiere quedarse, pero no sabemos exactamente cuantos.
» La mayoría del equipo queremos aprovechar el primer vuelo al máximo por si
acaso, pero el capitán y unos cuantos más, dicen que no están dispuestos a arriesgar
tantas vidas, y pretenden que el transbordador baje prácticamente vacío.
– En mi opinión, creo que lo mejor es hacer antes que nada la encuesta. Igual
nos llevamos una sorpresa y la mayoría de la gente prefiere quedarse; aunque lo dudo.
– Sí, eso es lo que habíamos pensado –continuó diciendo Pet–, pero como tú
dijiste antes, ahora mismo hay mucha gente indecisa a la espera de lo que ocurra con la
primera expedición.
» Imagínate que vemos que todo les va de maravilla; todo el mundo querrá
apuntarse a los próximos viajes, y entonces tendremos un gran problema.
» Lo que yo propongo es aprovechar el transbordador al máximo, seleccionando
de entre toda la tripulación a las cincuenta personas mejor preparadas tanto física como
mentalmente, y que sean capaces de resolver cualquier eventualidad que les surjan. Y,
por supuesto, que quieran ir claro.
– Sí, esa parece una buena idea. Pero de todas formas yo haría la encuesta cuanto
antes para que la gente se vaya ya mentalizando y, al mismo tiempo, eso nos podrá dar
una idea de la situación.
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Pedro Estudillo
Esa noche, Elena apenas pudo conciliar el sueño. A pesar de lo que le había
dicho su marido, seguía pesándole demasiado la responsabilidad que tenía sobre esos
jóvenes. Incluso ella misma empezaba a tener dudas cuanto más se acercaba el
momento.
Sus alumnos la consideraban una persona segura de sí misma y decidida, la
seguirían a donde fuera. ¿Y si los conducía a una muerte segura? O, lo que es peor, a
una vida de sufrimiento y miserias, ¿podría vivir con esa carga sobre su conciencia? Al
fin y al cabo todos ellos eran felices en la nave; aquí disponían de todo lo que podían
necesitar, ¿acaso no es la felicidad el fin primordial que persigue todo ser humano?,
¿por qué arriesgarse en un futuro incierto? Sí, todos saben que la Parinirvana no va a
durar siempre, y que en cualquier momento puede surgir algún problema que los
conduzca a una catástrofe, pero también en cualquier planeta corren ese riesgo; ya
sucedió en la Tierra, donde, que se sepa, hubo hasta seis extinciones masivas, contando
con la última y definitiva para el ser humano.
Por otro lado, si dejaba escapar esta oportunidad, sabía que se arrepentiría
durante toda su vida; igual que sabía que era conveniente que al menos bajaran la mitad
de la población de la nave al planeta mientras que el resto deberían quedarse en ella. De
esa forma la especie humana tendría el doble de posibilidades de sobrevivir por más
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Pedro Estudillo
lo que les llevó al desastre, fue el hecho de sustituir el sentido común, lo que sus mentes
les decía que estaba bien, por la comodidad y el bienestar personal a corto plazo.
¿Cuántas veces se habrían dicho en la Tierra “yo sé que esto no está bien, pero...me
cuesta tanto”, o “estoy tan bien aquí ahora, ya lo harán otros”? y así les fue.
No podía permitir que eso mismo les ocurriera a ellos. En cuanto a sus alumnos,
tenía que seguir como hasta ahora, enseñándoles a pensar por sí mismos; era la mejor
forma de ayudarles.
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El renacer de la humanidad
Unas horas más tarde, Elena entró en el aula dispuesta a hablar a los chicos
sobre un tema difícil de afrontar, y que llevaba tiempo evitando porque lo consideraba
algo muy personal y subjetivo; se trataba de la felicidad, un término muy abstracto y
que cada persona definía de forma diferente.
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Pedro Estudillo
siempre nos agradan, ideales por los que luchar que la mayoría de la veces nos son
impuestos y en los que muchos ni siquiera creen.
» La otra vida está en nuestras mentes; son los sueños que nos hemos fabricado
y que algún día nos gustaría alcanzar por muy irrealizables que nos parezcan, y que en
la gran mayoría de los casos nunca llegan a cumplirse.
» Pues bien, si nos paramos a pensarlo, nos daremos cuenta de que nuestra vida
es sólo una. Lo único que tenemos que hacer es dejar que los sueños guíen nuestros
pasos por la realidad, de manera que encontremos un equilibrio entre obligación y
bienestar. Os contaré una antigua leyenda para que lo entendáis mejor:
» Un campesino envió a su hijo en busca de un sabio que le enseñara el secreto
de la felicidad. El chico anduvo durante cuarenta días por el desierto y subió una gran
montaña sobre la cual estaba situado el hermoso castillo donde vivía el sabio que
buscaba.
» El muchacho esperaba encontrar a un hombre santo solitario y en vez de eso se
encontró con una sala repleta de gente conversando por todos los rincones, una orquesta
tocando una bella melodía y una gran mesa repleta de los más deliciosos manjares que
jamás pudo imaginar.
» Tuvo que esperar hasta dos horas para poder ser atendido por el sabio. Este
escuchó atentamente el motivo de su visita pero le dijo que ahora no tenía tiempo para
explicarle el secreto de la felicidad, así que le sugirió que volviese dentro de dos horas.
» – Mientras tanto –dijo el sabio dándole al muchacho una cucharita de te donde
había vertido dos gotas de aceite–, lleva contigo esta cucharita y no dejes que se
derrame el aceite.
» El muchacho se recorrió todo el palacio subiendo y bajando escaleras sin
quitarle ojo a la cucharita para no derramar el aceite. Al cabo de las dos horas volvió en
presencia del sabio, el cual le preguntó:
» – ¿Qué te ha parecido los tapices persas que tengo en mi salón?; ¿y el jardín
que el mejor de los maestros jardineros tardó diez años en crear?; ¿qué me dices de los
antiguos pergaminos que guardo en mi biblioteca?
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Pedro Estudillo
– Pero las maravillas de las que habla la historia –interrumpió otro alumno– sí
que son reales. Yo creo que más bien se refiere a que normalmente estamos tan
enfrascados en nuestros quehaceres que no nos percatamos de que hay otras cosas a
nuestro alrededor que podemos compaginar, y que nos pueden hacer la vida más
agradable.
– La verdad es que todos tenéis razón –continuó la profesora–. En primer lugar
os tengo que decir que la felicidad no es una meta que tengamos que alcanzar y que una
vez conseguida hace que seamos felices para siempre. No; más bien es un camino, una
dirección que tenemos que seguir.
» El maestro Dogen dijo una vez: “Para ganar un cierto objetivo debes primero
convertirte en una clase de hombre especial; pero una vez que te hayas convertido en
ese hombre, el alcanzar el objetivo dejará de ser una preocupación”.
» A eso es lo que me refiero; una vez que entras en el camino, lo demás da todo
igual, simplemente tienes que seguir caminando.
– Pero el hecho de encontrar ese camino puede convertirse en una meta que
tengamos que conseguir –dijo un chico.
– Una meta –prosiguió Elena– es algo que se consigue y ya está, no hay más. El
camino de la felicidad no es una meta, es un ideal. Son cosas distintas; es necesario
tener un ideal que seguir, sin embargo las metas no son necesarias. Hay que
concentrarse en el «aquí y ahora». Si estáis trabajando, concentraos en el trabajo, o en la
comida cuando estéis comiendo; si tenéis que hablar, hablad, pero decid únicamente lo
importante para la situación. Muchas veces se nos ocurre algo interesante que decir y
pensamos “ya lo diré luego”, con tal de no interrumpir; pero nunca más se vuelve a dar
esa situación concreta donde poder decir lo que habíamos pensado. Cada momento es
único y no se repetirá jamás, por tanto hay que aprovecharlo.
» Pero hay que aprovecharlo exactamente para lo que es. En este momento estáis
aquí para aprender, pues eso es lo único que tenéis que hacer. Si os ponéis a pensar
ahora en lo que vais a hacer después cuando salgáis, estaréis desaprovechando este
momento para siempre. Cuando llegue después, sabréis lo que tendréis que hacer sin
necesidad de pensarlo ahora.
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» Estábamos hablando de la felicidad, ¿no es así? Pues bien, a finales del siglo
XX y durante el XXI, muchos científicos serios se propusieron dar con las claves que
hacen que una persona sea feliz o desgraciada, y llegaron a la siguiente conclusión:
» Existen tres factores determinantes. El primero sería el tener una posición
social cómoda, holgada, donde tengamos nuestras necesidades básicas cubiertas;
necesidades como la comida, la vivienda o la ropa. En la Tierra esto significaba tener
una posición económica estable.
» El segundo factor se refiere a las relaciones personales con el resto de la
sociedad. Según estos científicos, una persona que tuviese muchas amistades o
familiares con los que relacionarse, sería más feliz que otra que estuviese sola. En
definitiva, necesitamos sentirnos queridos o, al menos, acompañados. Aquí también
entraría el hecho de tener una pareja estable con la que nos llevásemos bien.
» Y en tercer lugar, para ser completamente felices necesitaríamos poder
desarrollar una actividad, que podría ser nuestro trabajo o sólo una afición en nuestro
tiempo libre, que realmente nos gustase y que nos permitiese desarrollar todo nuestro
potencial creativo o intelectual de manera que nos sintamos plenamente satisfechos con
lo que estamos haciendo.
» ¿Qué os parece la teoría? –prosiguió Elena tras una pausa–. Según ésta, aquí
tenemos todo lo necesario para ser felices, ¿por qué nos complicamos la vida buscando
algo más?
– ¿Y dónde queda ahí la espiritualidad, la búsqueda de la verdad y todo eso que
nos hablaba usted antes? –preguntó un alumno.
– Como veis, los científicos entienden poco de esas cosas. Ellos se rigen por
hechos concretos, constatables y estudios estadísticos; lo cual está bien, es su obligación
como científicos que son. Pero buscar la felicidad no es como buscar una vacuna contra
una enfermedad; la felicidad es algo abstracto que no podemos medir con ningún
aparato ni hacer estadísticas sobre ella; no se puede medir el grado de felicidad de una
persona.
» Si os fijáis bien, esta teoría está cogida por los pelos. En ella, la felicidad de
una persona depende totalmente de factores externos a ella; que tenga un buen trabajo,
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felicidad. Como dijo Platón: “La virtud es conocimiento y éste puede ser aprendido. El
que se comporta de forma inmoral lo hace desde la ignorancia”. Y también escribió,
atribuyéndoselo a su maestro Sócrates: “Todo vicio es resultado de la ignorancia,
ninguna persona desea el mal. La virtud es conocimiento y aquellos que conocen el
bien, actuaran de manera justa”. Platón consideraba una persona justa a aquella cuyo
elemento racional, ayudado por la voluntad, controlaba sus apetitos. Estos apetitos
serían los deseos contra los que nos previene el Buda.
» Vosotros pensaréis que aquí no tenemos ese problema y que estamos a salvo
de todo eso, pero tened en cuenta que os estoy hablando del mayor problema que tuvo la
sociedad de la que procedemos, justamente el que lo llevó a su exterminio y que podría
volver a suceder en un futuro si no ponemos los medios adecuados. En la sociedad
moderna de consumo, el deseo era fomentado fuertemente, día a día por las poderosas
agencias de publicidad y mercadotecnia que lo dirigía constantemente a nuevos y
variados campos.
» Desde nuestra perspectiva, tan lejana y distinta, podréis pensar que conociendo
el problema es fácil poner el remedio, pero no es así. Los humanos que vivían en la
Tierra hace más de dos mil años no eran unos ilusos que no entendían nada o les daba
igual vivir o morir; nada de eso. Eran personas inteligentes, que sabían tanto o más que
nosotros sobre todo esto de lo que estoy hablando.
– Y entonces, ¿qué ocurrió? –se atrevió a preguntar una chica–. ¿cómo es que no
pudieron evitar lo que les vino encima?
– Muy sencillo –prosiguió Elena–, porque no somos dueños de nuestras mentes;
creemos que sí, que hacemos o pensamos lo que queremos, pero estamos equivocados y
os lo puedo demostrar con una prueba muy sencilla. Intentad concentraros en algún
objeto en concreto, por ejemplo un cuadrado; debéis pensar sólo y exclusivamente en
ese cuadrado, con sus cuatro lados iguales. Hacedlo por favor, si cerráis los ojos os
resultará más sencillo.
Elena dejó transcurrir un minuto en silencio.
– Seguro que no habéis sido capaces de mantener sólo la imagen del cuadrado en
vuestra mente ni treinta segundos seguidos, y cuánto más intentáis concentraros en esa
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– No, no, no, creo que no me estoy explicando bien, no se trata de practicar
budismo, eso es muy complejo. Espera un momento –Elena cogió un pequeño libro de
la estantería, buscó una página y empezó a leer–. “No os dejéis engañar por lo que otros
digan, o por rumores, o por lo que está establecido en virtud de la autoridad de vuestras
enseñanzas tradicionales. No os dejéis engañar por aquellos que son diestros en citar las
escrituras, ni por lógica ni por inferencia, ni tras reflexionar sobre una nueva opinión o
teoría, ni movidos ciegamente por el respeto a un asceta o a un sacerdote. Sólo cuando
lo sepáis por vosotros mismos tales enseñanzas son buenas, no causan perjuicio, son
aceptadas por los sabios, cuando se practican producen beneficios positivos y felicidad.
Sólo entonces podéis aceptarlas y morar en ellas”.
» Estas son palabras del Buda. Como veis, su intención no era establecer
fórmulas dogmáticas ni imponer una ideología propia. Lo único que pretendía el Buda
era ayudar a la gente a encontrar la verdad y la liberación por sí mismas, a su propia y
única manera. La paz espiritual es un tesoro que todos los hombres buscan, muchos sin
saberlo; ayudar a encontrarla es el logro más alto que una persona puede aportar a la
humanidad. Ahí radica la grandeza del Buda, lo mismo que Jesucristo o Lao Tse o
tantísimos otros sabios, filósofos y hombres santos que han existido a lo largo de la
historia. Hay algo que todos ellos tenían en común: el abandono de su ego; ese es el
primer paso que todos ellos dieron antes de convertirse en las grandes personalidades
que hoy conocemos.
» Debéis de tener confianza en vuestro propio potencial espiritual y en vuestra
capacidad para encontrar vuestra verdad. No digo con esto que no tengáis que escuchar
a nadie, no, al contrario, debéis mostraros receptivos en todo momento, escuchad y
observad todo lo que podáis, aprended de los demás y utilizad lo que encontréis útil,
pero, sobre todo, aprended a confiar en vuestra sabiduría interna.
» Vuestro compañero mencionó antes a los clásicos griegos; en vuestros
ordenadores podréis encontrar una amplia información sobre ellos y sus obras. Si los
leéis, comprobaréis como también ellos están llenos de sabiduría y también veréis como
el hombre no ha cambiado tanto como parece a lo largo de los tiempos, ya que siempre
se ha encontrado con los mismos problemas, lo único que cambiaba era la cantidad de
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cosas materiales y lujos que poseía, pero la esencia seguía siendo la misma hace más de
cuatro mil años que hace dos mil o, incluso, hoy día.
» No sé a vosotros, pero a mí esto me hace cuestionar mucho la evolución de la
inteligencia del ser humano; después de leer los tratados sobre la felicidad y la
moralidad humana de Platón y Aristóteles da la impresión de que todo lo que se escribió
después sobre estos temas, está de más, incluido lo que escribieron filósofos tan
renombrados como Descartes o Gasset, sin restarles importancia, por supuesto.
» Vaya, creo que nos hemos emocionado demasiado con el tema y se nos ha
echado el tiempo encima –exclamó Elena después de mirar el reloj–. Vale, vale, ya sé
que tenéis muchas preguntas pero no os preocupéis, mañana seguiremos con el mismo
tema. Reflexionad sobre todo lo que os he dicho y prometo que mañana intentaré
contestar a todas vuestras preguntas.
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– ¿Qué tal la clase hoy? –preguntó Pet al sentarse a la mesa para almorzar.
– Intensa, creo que es la mejor palabra que la define –respondió Elena–. Los
chicos se están portando muy bien, aunque me da la impresión de que les estoy
exigiendo demasiado. Esto de trabajar a contrarreloj no me gusta nada y creo que puede
ser contraproducente. A veces les miro las caras y parece que no se están enterando de
nada. Me temo que en vez de enseñarles, lo que estoy es confundiéndolos.
– Estoy seguro de que no –intentó animarla Pet–. Te conozco desde hace
muchos años y sé cual es tu problema, eres tú la que te exiges demasiado. Eres
demasiado perfeccionista y eso hace que nunca estés contenta del todo con lo que haces;
pero en el fondo sabes que lo estás haciendo bien, ¿me equivoco?
– Supongo que no; creo que me conoces mejor que yo. Pero es que los veo tan
jóvenes e inseguros... Pero basta ya de hablar de mí, dime ¿habéis averiguado hoy algo
interesante?
– Pues la verdad es que sí. Hemos descubierto en esta cara del planeta varias
poblaciones distintas de primates muy avanzados, algunos de ellos incluso andan casi
erguidos. Podría decirse que están en las primeras etapas de evolución hacia el hombre.
Si Darwin estuviera aquí sería ahora mismo la persona más feliz de la nave, estoy
seguro.
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– Porque nadie les ha pedido permiso antes; por eso simplemente. No podemos
caerles encima de repente sin conocerles de nada ni ellos a nosotros. Estoy segura de
que las consecuencias de eso serían nefastas para los dos.
Después de una pequeña pausa que sirvió para tranquilizar los nervios, Pet
rompió el silencio.
– Será mejor que nos calmemos los dos. Quizás estamos discutiendo por nada, al
fin y al cabo la última palabra la tiene el consejo de ancianos; ellos decidirán lo que sea
más conveniente para todos.
– No estaría yo tan segura de eso –subrayó Elena también más calmada–.
Prométeme una cosa Pet. Prométeme que me avisarás cuando se vaya a debatir este
asunto con el consejo; quiero estar presente.
– No te preocupes, algo me dice que si no lo hago tendré muchos problemas, así
que allí estarás.
» Será mejor que recojamos todo esto; no se puede decir que hayamos
aprovechado mucho la comida hoy.
– Un momento, Pet, una cosa más –Elena cogió a Pet de las manos antes de
levantarse de la mesa y lo miró fijamente a la cara–. Quería decirte algo, no sé si ahora
será un buen momento, después de esta discusión, pero ya me había hecho a la idea de
hacerlo, así que allá va.
» Sé que tú te mueres de ganas por viajar con la primera expedición al planeta y
que, tarde o temprano, me lo ibas a decir. Lo he estado pensando y he decidido que
también yo quiero ir y, si Eli está de acuerdo, que estoy segura de que lo estará, también
vendrá con nosotros. Pero eso sí, si se decidiera bajar en esa playa me lo tendría que
volver a pensar, lo siento mucho, eso es algo con lo que no había contado.
– Vaya, no me esperaba esta noticia –dijo Pet pensativo–. Tienes razón, pensaba
decírtelo un día de éstos pero aún no sabía como hacerlo; creí que te enfurecerías. Me
alegro de que pienses así.
» Pero espera un momento, si deciden aterrizar en la playa yo no tendré la culpa;
eso se llama chantaje.
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de malo el querer vivir bien y cómodamente. Si la vida nos ofrece esa posibilidad, ¿por
qué no aceptarla?
– Veréis, es difícil haceros ver lo que quiero desde nuestra perspectiva. Aquí en
la nave, tanto el deseo como el sufrimiento están muy limitados; somos muy
afortunados por eso. Pero ese desconocimiento nuestro de esa faceta nueva de nuestra
mente puede ser muy peligroso para aquellas personas que decidan bajar a ese planeta.
Allí la situación cambiará radicalmente. Surgirán situaciones nuevas a las que no
estamos acostumbrados y si no tenemos un control pleno de nuestras acciones y
emociones, podemos caer en tentaciones muy peligrosas para todos nosotros, aunque a
simple vista no nos lo parezca.
» Eso es lo que yo trato de evitar cuando os prevengo contra el deseo y el ego.
La persona que sólo quiere tener placeres y se niega a aceptar el sufrimiento,
desperdicia mucha energía resistiéndose a la vida y, al mismo tiempo, no la vive
intensamente. Si intentamos evadir algunas formas de sufrimiento, caeremos en otras
inevitablemente. Si nos metemos de lleno en la cultura del consumismo y abandonamos
la búsqueda espiritual correremos el riesgo de contraer enfermedades tan comunes en el
siglo XXI como desórdenes nerviosos, soledad, falta de finalidad, etcétera.
» Cuando estemos en ese planeta, nuestros problemas serán los problemas de
todo el mundo, ambos brotan de las mismas raíces, y para solucionarlos debemos
aceptar plenamente la realidad del sufrimiento, que nos golpeará continuamente, tanto
física como emocional o mentalmente. Y, aunque os parezca extraño, sólo de esa
manera obtendremos grandes recompensas, porque también el dolor tiene su lado
positivo; gracias a él, el ser humano permanece en contacto íntimo con otras personas y
con el resto del Universo. Lo mejor del ser humano, lo que de verdad hace grande a
nuestra especie, sale a la luz gracias al sufrimiento.
Elena señaló a otra chica que tenía la mano alzada.
– También mencionó usted ayer, o al menos así lo entendí yo, que debemos
reprimir nuestra imaginación y permanecer concentrados en lo que hacemos todo el
tiempo. Yo creo que las ilusiones y las fantasías son buenas para afrontar el día a día
con más alegría y entusiasmo, ¿por qué evitarlas?
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– No todas las ilusiones son negativas, tienes razón –prosiguió Elena–. A lo que
yo me refería ayer es a la capacidad que tenemos de ver la realidad de forma
distorsionada y no como es realmente. La mayoría de las veces, esa ilusión es
sutilmente deliberada; si no nos gustan las cosas como son, en vez de enfrentarnos a
ellas, lo que hacemos es huir. Hay una teoría que, yo diría que se cumple en un noventa
y nueve por ciento de las ocasiones, que dice que si una cosa va mal, siempre tiende a
empeorar.
» ¿Qué quiere decir esto? Que un pequeño problema que surja hoy, si no lo
solucionamos, se convertirá en un gran problema el día de mañana y su solución será
mucho más costosa o, lo que es peor, no tendrá solución. Los problemas no se
solucionan solos, hay que afrontarlos y cuanto antes mejor.
» Sin embargo, en muchas otras ocasiones, ese engaño o ilusión del que os
hablaba antes, nos puede venir de fuera. Esto era algo muy habitual en la Tierra; os
hablo de la manipulación que una persona o grupo en particular puede hacer de los
demás para conseguir unos intereses determinados para ellos. Estos grupos los
constituían, en la mayoría de los casos, los partidos políticos o las iglesias o, incluso, las
grandes empresas de mercadotecnia y multinacionales, que conseguían con unos
métodos muy estudiados y elaborados hacer que la sociedad tuviera una percepción de
la realidad totalmente falsa y acorde a sus intereses particulares. Platón describe muy
bien este fenómeno en el llamado mito de la caverna, incluido en su libro La República.
Echadle un vistazo y comprenderéis mejor lo que trato de deciros.
» También es importante tener muy en cuenta la impermanencia de las cosas, la
realidad del cambio. El Universo es dinámico y si queremos vivir en armonía con él,
debemos aceptarlo tal como es en cada momento. Una persona sabia viaja con poco
equipaje y, sobre todo, con la mente abierta en cualquier situación porque sabe que la
realidad de mañana será muy diferente a la de hoy. Para ello hay que aprender el difícil
arte del desapego, es decir, no apegarse a las personas o a las cosas, sino que llegado el
momento, dejarlas ir y seguir con nuestras vidas.
– El apego está muy relacionado con el deseo, ¿no es así? –interrumpió un
muchacho.
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– Pero yo me supongo que para llevar una vida plena y estar preparados para
cuando llegue el dolor, no sólo será suficiente la meditación; también será necesario
tener claro una serie de preceptos morales básicos y una actitud positiva.
– Por supuesto –respondió Elena–; y no sólo una actitud positiva, sino también
vigilante y alerta; cuidando tus sensaciones y respuestas, estando siempre atento a lo
que ocurre a tu alrededor. Tratando de aprender el camino de en medio, o sea, evitando
ser un crítico destructivo o un iluso. Huye de los extremos, no conducen a nada bueno.
» Aristóteles hace una disertación muy extendida y profunda sobre el camino de
en medio, o justo medio, como él lo llama, en su libro Ética, a Nicómaco
particularizándolo para cada virtud, como por ejemplo la amistad, la justicia, la gracia o
la generosidad, por poner algunas. Os recomiendo que lo leáis; puede ser muy
instructivo.
» La generosidad también favorece el crecimiento espiritual, por lo que se
convierte en una buena razón para practicarla.
» No os dejéis desalentar nunca por los tropiezos, que serán muchos, ni por los
errores propios, sacadles provecho aprendiendo de ellos. La persona que nunca se cae,
nunca aprenderá a levantarse. Puede que incluso llegue un momento en que nos demos
cuenta de que estamos completamente equivocados y tengamos que dar marcha atrás,
cambiar de ideales, confiar en otras personas de las que antes desconfiábamos y
viceversa. Esto nos desalentará y caeremos en la tentación de abandonar la lucha, pero
hay que evitar la negatividad de estas experiencias, debemos aprender la lección y
seguir adelante.
» Es importante también el mantener la mente abierta, libre de prejuicios; es la
única forma de aprender nuevas enseñanzas que nunca se sabe por qué inesperado
camino nos pueden llegar; y al mismo tiempo, también es la única forma de percatarnos
de nuestros errores. Estar abiertos significa también no tener siempre la necesidad de
controlarlo todo; dejad que las cosas fluyan por sí solas, no intentad evitarlas, sobretodo
las desagradables. Si lo hacéis, estaréis dándole la espalda a un camino que os podría ser
muy útil más adelante. Tened en cuenta que, por mucho que creáis saber, nunca lo
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El renacer de la humanidad
sabréis todo y, además, siempre habrá alguien que sepa más que vosotros, por eso es tan
importante el mantenerse siempre alerta y con una mente abierta.
» Otra cosa que debéis evitar a toda costa son los juicios innecesarios o gratuitos,
ya sean sobre uno mismo o sobre los demás. Es muy difícil deshacerse de una opinión
de la que nos hemos hecho dueños; tendemos a defenderla y para ello nos volvemos
polémicos y agresivos. Voltaire dijo una vez que la opinión ha causado más problemas
en el mundo que todas las plagas y terremotos juntos.
» No hacer evaluaciones gratuitas quiere decir no pensar en el bien ni en el mal.
Con esto lo único que se consigue es levantar un muro entre lo que me es familiar y está
aquí conmigo y lo extraño que está allí fuera contigo.
– Pero si no podemos defender nuestros ideales, ¿cómo debemos enseñar a los
demás lo que pensamos? No lo entiendo –preguntó un chico.
– No, parece que no me he explicado bien –aclaró Elena–. No es lo mismo
defender una idea nuestra, que hacer un juicio innecesario sobre la idea de otra persona.
Al discutir con alguien tendemos siempre a tratar de imponer nuestras ideas a los
demás, no somos arbitrarios; a eso me refería con lo de mantener la mente abierta.
Debemos de tener un grado de autoconocimiento suficiente como para conocer nuestros
propios fallos y no precipitarnos a la hora de hacer juicios.
» En muchas ocasiones vemos en los demás algunos fallos con mucha claridad,
y suelen ser precisamente los fallos que menos soportamos en nosotros mismos los que
hacen que se despierte nuestro lado oscuro impulsándonos a juzgarlos duramente. La
persona sabia sólo se ocupa de sus propios errores, intentando rectificarlos, y no se
preocupa más de lo imprescindible de las faltas de los demás.
» No se debe caer en la tentación de utilizar los preceptos morales como armas
con las que atacar a los demás. Los preceptos son pautas de comportamiento que
debemos utilizar con flexibilidad y cordura. Todos deseamos conseguir la perfección
moral algún día, pero eso es imposible, no se puede conseguir totalmente y, menos de
una vez; lo normal es que fallemos de vez en cuando, pero no tenemos por qué
atormentarnos por ello ni por qué esperar castigos infernales; simplemente lo que
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Pedro Estudillo
tenemos que hacer es reconocer la falta e intentar enmendarla en un futuro para que no
se vuelva a repetir.
– Por lo que usted ha dicho hasta ahora –dijo una muchacha a la que Elena dio la
palabra– está claro que para llevar una vida plena y feliz es muy importante la
espiritualidad, pero ¿sabría usted decir qué es lo más difícil de vencer, o el primer paso
a dar, para llevar esa vida espiritual de la que nos está hablando?
– Bueno, en primer lugar quiero aclarar un poco lo que significa la palabra
espiritualidad, porque estoy segura de que muchos de vosotros veréis connotaciones
religiosas en esa palabra , y no tiene por qué ser así. Cuando digo espiritualidad me
refiero a introspección, a autoconocimiento, a tener control sobre nosotros mismos en
todo momento.
» Muchas personas diferencian el espíritu del cuerpo, piensan que cuando
mueren, el espíritu o el alma sube al cielo y el cuerpo se queda aquí. Esta es una forma
de pensar dualista y, por tanto, incorrecta; espíritu, alma, conciencia son la misma cosa
y están en unidad con el cuerpo, son como el derecho y el envés de una misma moneda.
» En cuanto a lo que me preguntabas sobre qué es lo más difícil de vencer, es
algo que no es fácil de contestar ya que cada persona es diferente, pero aún así intentaré
hacerlo desde mi punto de vista personal.
» La creación más fuertemente arraigada en nuestra mente es la idea de la
persona y, más concretamente, de aquella persona a la que llamamos «yo». Nuestro
mundo se nos divide irremediablemente en dos, por una lado estoy «yo» y por otro, «los
demás». Esta división sólo puede conducir al conflicto y al sufrimiento, ya que nuestro
«yo» intentará en todo momento controlar la otra parte del mundo que corresponde a
«los demás» y, al igual que una pulga enfrentándose a un elefante, está destinado al
fracaso, es una empresa inútil.
» La noción del «yo» se convierte en nuestra mente en nuestro punto de
referencia principal y casi único, nos apegamos a él con todas nuestras fuerzas
fomentando sólo aquello que parezca interesarle y rechazando todo aquello que creamos
pueda ser una amenaza, ya sea real o imaginaria. Buscamos constantemente reafirmar
nuestro ego, que todos sepan que existimos y que somos valiosos.
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El renacer de la humanidad
» Los dualismos nunca han conducido a nada bueno y, en particular, éste del
«yo» y «los demás» es especialmente peligroso y fuente de multitud de conflictos.
Contestando a tu pregunta, lo primero que tenemos que hacer si queremos llevar una
vida plena y feliz, es olvidarnos de esta forma de pensar tan estrecha, sólo así
descubriremos que hay algo en nosotros mayor y más profundo, una forma de ser
completamente distinta, aunque no la podamos ver ahora.
– Si la espiritualidad no tiene nada que ver con la religión, ¿qué utilidad puede
tener la lectura de los libros sagrados, como la Biblia o el Corán? –preguntó otro de los
alumnos.
– Yo no he dicho que no tenga nada que ver; esa es una forma de pensar también
dualista. Lo que he dicho es que no tiene por qué. La lectura de estos libros es muy
importante para comprender nuestra historia y nuestras raíces; no olvidaos de lo que os
he dicho muchas veces, que la historia es la educadora por excelencia.
» Estos libros hay que leerlos con una mente muy abierta, apreciativa y crítica,
buscando siempre su espíritu fundamental. Si sólo prestamos atención a su comprensión
literal y ponemos más confianza en la letra que en el espíritu, podemos caer en el
fundamentalismo. Por muy venerables que sean esas escrituras, no podemos aplicar los
precedentes allí descritos literalmente a las situaciones reales de la vida. Sólo es
necesario tener un poco de sentido común para saber lo que tenemos que utilizar o
rechazar de estos libros; pero para eso, repito, hay que leerlos con la mente muy abierta.
Si lo hacéis así os pueden resultar de mucha utilidad, pero si no, podrían ser muy
peligrosos, como ya se demostró en la Tierra durante toda su historia.
» Respecto a las religiones, es interesante conocer sus textos, reglas y
ceremonias, pero teniendo en cuenta que son sólo decorado, nada de eso es importante.
El problema de las religiones y las filosofías es que son demasiado imaginativas, por
eso tienden a debilitarse. La búsqueda espiritual es la búsqueda de la verdadera esencia
de todas las religiones.
» En la base de todas ellas, tanto del cristianismo como del budismo, el
islamismo, el judaísmo o el taoísmo, hay cinco grandes iniciados. Debemos conocer y
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Pedro Estudillo
comprender las raíces de estas personas ya que nos pueden ser de gran utilidad en
nuestro propio camino.
» Lo bueno del Zen es que es experiencia pura, no se puede identificar con
ninguna religión aunque haya surgido del budismo y, a la vez, lo que intenta, es
comprender las raíces de todas ellas.
– Pero las creencias religiosas siempre han ayudado a la gente a afrontar el
momento de la muerte –apuntó un muchacho–. Para muchas personas es de gran ayuda
el tener fe en que después de la muerte hay algo más. Eso les da un sentido a sus vidas
y, al mismo tiempo, les facilita el doloroso trance de la muerte, ya sea la propia o la de
algún ser querido.
– Efectivamente, uno de los propósitos fundamentales de todas las religiones es
el intentar dar una explicación a la muerte. Esto ha sido siempre así porque el hombre
nunca ha sabido aceptar la materialidad de su cuerpo. Volvemos a encontrarnos con el
problema de siempre: nuestro ego. ¿Cómo es posible que yo, con lo importante e
inteligente que soy, pueda desaparecer algún día sin dejar rastro? Nos negamos a
aceptar la realidad más evidente que nos rodea.
» Cuando una persona nace es imposible conocer absolutamente nada sobre el
futuro que le espera; no sabemos si será guapo, tendrá éxito, será un desgraciado o en
qué trabajará; sólo sabemos una cosa con total seguridad, y es que algún día morirá. A
nadie le gusta la idea de morir y desaparecer para siempre, de ahí que, desde el principio
de los tiempos, desde que el hombre empezó a tener conciencia de sí mismo, comenzó
también su lucha particular para vencer a la muerte inventándose todo tipo de historias y
estratagemas cada cual más inverosímil.
» Tienes razón cuando dices que a muchas personas, estas creencias les ayuda y
les da sentido a sus vidas. Con esta actitud lo único que se demuestra es que preferimos
vivir en una gran mentira antes que afrontar la realidad. Pero si lo piensas bien, esta
forma de actuar puede tener también un doble sentido muy peligroso. Si la vida que me
espera después de la muerte es mejor que ésta, ¿por qué esperar? Esta ideología fue
utilizada por muchos religiosos fundamentalistas, del Islam sobre todo, a finales del
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El renacer de la humanidad
siglo XX y durante la primera mitad del XXI para llevar a cabo su particular guerra
contra occidente.
» Como sabéis, la inmolación de musulmanes contra judíos y cristianos, puso a
todo el mundo civilizado en jaque durante casi sesenta años, desembocando en una gran
guerra entre ambas culturas. Les hacían creer que si morían por la causa, sus almas irían
a un supuesto paraíso donde vivirían eternamente rodeados de toda clase de lujos. Ese
es el doble sentido tan peligroso al que me refiero.
– Hace poco leí un libro –interrumpió una muchacha– sobre una secta islamista
donde sus seguidores eran engañados muy hábilmente por su líder para que se
suicidasen cuando éste se lo ordenase. El título de este libro es Alamut, que era el
nombre de la fortaleza donde residían.
– Sí, yo también lo he leído –continuó la profesora–. Es un libro muy
interesante, lo escribió Vladimir Bartol; pero no creas que es ficción, está basado en
hechos reales. La secta de la que habla existió en realidad sobre el siglo XI; fue un
grupo chiíta que luchó durante varios siglos contra los turcos y el gobierno suní de
Bagdad de aquella época y, efectivamente, utilizaban la inmolación de sus integrantes
para realizar asesinatos selectivos entre sus adversarios; se puede decir que fueron los
primeros en utilizar estos medios para sembrar el terror entre sus enemigos, de hecho, la
palabra asesino proviene del nombre que le daban a la secta, que traducido al cristiano,
sólo quiere decir “consumidores de hachís” que, por lo que se ve, era una droga a la que
eran todos adictos.
» Lo que jamás podría haber imaginado su autor es que unos sesenta años
después de escribirlo, volvería a ponerse de moda este tipo de amenaza entre los
musulmanes, y sin la necesidad de utilizar ninguna droga para engañarlos, como hacían
en el libro, sino simplemente utilizando su fe en la palabra. Algún día hablaremos de la
obra de Vladimir Bartol, podemos aprender mucho de sus libros.
» Pero dejadme que continúe con lo que estábamos hablando, me interesa que
quede bien clara mi postura. El hombre es el único animal consciente de sí mismo y, por
tanto, también consciente de su final; y es esta consciencia unida a nuestro egoísmo
natural lo que nos hace desear transcender sobre las demás criaturas del Universo; y yo
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Pedro Estudillo
me pregunto, si nuestra alma sube al cielo al morir, ¿por qué no pueden ir también las
de los elefantes, o las hormigas, o las gaviotas, etcétera? O incluso la de las plantas, que
también son seres vivos. Nadie se plantea eso porque pensamos sólo en nosotros
mismos.
» En este aspecto, el budismo también se diferencia del resto de las religiones. Si
os fijáis, ningún texto budista hace referencia al más allá. Para ellos lo único importante
es el «aquí y ahora». Nadie ha vuelto después de morir para explicarnos donde ha ido,
por tanto, no se puede decir nada, es un problema metafísico, y todos sabemos que estos
problemas no pueden ser resueltos, no se pueden afirmar ni negar. Nos podemos llevar
toda la vida elucubrando sobre lo que ocurrirá después de la muerte, pero nunca
llegaremos a una conclusión, por lo tanto, para qué perder el tiempo.
» El maestro Dogen dijo una vez: “la leña no puede ver las cenizas, las cenizas
no pueden ver a la leña”. ¿Qué quiere decir esto? La leña representa a la vida y las
cenizas a la muerte. A nadie se le ocurre decir que la ceniza es madera muerta o que la
madera es ceniza viva; la ceniza es ceniza y la madera es madera, y no hay más.
» Imaginaos que existe un paraíso donde irá nuestra alma cuando muramos.
Cuando estemos allí, nos seguiríamos preguntando ¿y ahora qué?, ¿qué sentido tiene
esto?, ¿habrá algo después del paraíso? El sentido de tu vida está aquí y ahora, mañana
estará en otro lugar y en otro momento. No merece la pena preocuparse por ello.
» La filosofía budista lo que enseña es a aceptar la muerte inconscientemente; si
lo hacéis, tanto vuestro cuerpo como vuestro espíritu, encontrarán serenidad hasta el
último momento de vuestras vidas.
» Para terminar con este tema, os contaré algo que le sucedió al Buda y que
resume sus enseñanzas sobre la muerte:
» Al Buda se le acercó una vez una mujer medio enloquecida de dolor por la
muerte de su hijo recién nacido. Puso al niño a los pies del Buda y le imploró que le
devolviese la vida. Después de escuchar pacientemente, el Buda le dijo que fuese a la
ciudad y le trajese un grano de mostaza de una casa en donde no hubiese habido
ninguna muerte. La mujer recorrió la ciudad entera llena de esperanza llamando a todas
las puertas, pero no encontró ni una sola casa donde la muerte no hubiera estado.
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El renacer de la humanidad
Entonces comprendió que la muerte llega para todos y lo único que se puede hacer es
aceptarla, así que, finalmente, ella aceptó la suerte de su hijo.
Elena señaló a una chica del fondo que tenía la mano levantada.
– ¿Y qué pasa con la muerte de Jesucristo? Significa mucho para los cristianos.
Yo creo que le dan demasiada importancia.
– A Cristo lo mataron por oponerse al gobierno de su época. Esto es lo que debe
hacer toda persona verdaderamente religiosa, oponerse a las injusticias y a todo lo que
suponga una mala práctica. Su crucifixión sirvió para que se desarrollara el cristianismo,
al menos como lo conocemos hoy; fue el motor que impulsó a los apóstoles a difundir y
organizar sus enseñanzas.
» La compasión hacia Jesús por la muerte tan cruel que tuvo impulsó el
nacimiento de esta religión. Él eligió el camino del sacrificio; también a Mahoma
intentaron matarlo sus paisanos por oponerse a las ideas de la época; pero éste eligió
huir y luchar más tarde contra aquellos que se oponían a sus enseñanzas.
» Todas las religiones tuvieron comienzos difíciles, corresponde a cada uno de
nosotros personalmente el comprender su mensaje, por eso insisto tanto en la lectura de
los libros sagrados de cada una de ellas con una mente abierta, libre de prejuicios.
» El problema que hubo en la Tierra con las religiones es que siempre se
aceptaron por tradición, y eso está bien cuando uno es un niño que aún no tiene la
madurez ni el sentido común suficientemente desarrollados para pensar por sí mismo;
entonces la religión puede servir para inculcarles una serie de valores morales y
preceptos que lo ayuden a diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
» Pero cuando una persona adulta, en vez de utilizar su sentido común, sigue
guiándose por dogmas y rígidas doctrinas, corre el peligro de caer en el
fundamentalismo y de ser utilizado por otras personas más inteligentes para sus fines
propios. Ese es el peligro de las religiones y la causa de tantos conflicto a lo largo de la
historia de la Tierra.
– Tampoco se le puede echar la culpa de todo a la religión –exclamó un
muchacho desde el fondo del aula–. La prueba está en que a finales del siglo XXI,
después de conseguirse la paz entre musulmanes, cristianos y judíos, en el mundo
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civilizado apenas tuvo influencia ninguna religión y, sin embargo, por las imágenes que
tenemos, parece una sociedad muy decadente y vacía, con mucha violencia y problemas
mentales en la mayoría de la población.
– Y me temo que así era –continuó Elena–; lo que demuestra que los problemas
no sólo vienen por un único frente, sino por varios. Efectivamente, la disminución de las
creencias religiosas trajo consigo otro problema muy grave: la pérdida de valores
morales.
» Progresivamente, a lo largo del siglo XXI, se fue eliminando la educación
religiosa en los niños, no sólo en las escuelas sino, lo que es más grave, también en el
seno de las familias, y ésta no se sustituyó por ninguna otra que le hiciera comprender a
un niño pequeño la importancia de valores como la justicia, la igualdad, la compasión,
el respeto a los demás, el esfuerzo, etcétera. ¿Qué ocurrió? Pues lo normal cuando un
niño crece en una sociedad donde lo que predomina es la envidia, la violencia, el éxito a
cualquier precio y de la forma más sencilla y rápida posible. Las consecuencias de todo
eso ya habéis visto cuales son, un mundo en el que todos eran esclavos de alguien o de
algo, donde nadie tenía la libertad de decidir por sí mismo lo que hacer con su vida.
– Pero para poder subsistir en la sociedad era necesario trabajar en algo o para
alguien –intervino un alumno–. Y de esa forma siempre eres esclavo de ese algo o
alguien. ¿Cómo poder escapar a eso sin morirse de hambre?
– Yo sólo conozco una forma; aprender a experimentar el trabajo como un
medio para la salvación personal o, lo que es lo mismo, para la liberación de las
nociones engañosas a las que nos tiene atado nuestro ego.
» El trabajo puede servirnos de vehículo para la auto-realización, no sólo
debemos verlo como un medio de producción o para ofrecer un servicio de utilidad para
la sociedad; si queremos, podemos hacer que nuestro trabajo tenga una finalidad mucho
más profunda.
» Para ello deben de poner de su parte tanto empresarios como empleados. Los
primeros deben adaptar el trabajo a las necesidades humanas de sus trabajadores en vez
de hacer que estos se ajusten a las demandas de las máquinas. Deben procurar que en el
trabajo participen sus corazones y mentes y no sólo sus miembros, de esta forma el
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trabajo será más gratificante y no sólo un medio para ganar dinero con el que comprar
más cosas materiales.
» El trabajador, por su parte, debe entregarse plenamente al trabajo, pero sin
ataduras. Debemos evitar hacer una separación mental entre uno mismo y el trabajo
juzgándolo aburrido o ameno; para ello debemos concentrarnos en lo que estamos
haciendo y eliminar todos los pensamientos desperdigados e inútiles, que son tan
perjudiciales para la mente, como lo es la contaminación ambiental para el cuerpo.
» Si conseguimos esto, estaremos trabajando para nosotros mismos. Esta es la
verdadera nobleza del trabajo.
Elena le dio la palabra a una chica que llevaba bastante tiempo con la mano en
alto.
– Usted nos ha hablado mucho de la meditación y de cómo ésta puede ayudarnos
a liberarnos de las ataduras del yo; pero no nos ha enseñado todavía cómo meditar.
– Bueno –comenzó diciendo Elena–, enseñar a meditar con palabras no es fácil,
ya que existen muchos métodos y cada persona debe de encontrar el suyo propio. La
única forma de hacerlo es experimentando, y con constancia y paciencia. En la
biblioteca encontraréis muchos libros que explican diferentes métodos, aunque todos
tienen en común tres aspectos fundamentales: la postura, la respiración y la actitud. Los
tres son igualmente importantes.
» La postura no tiene por qué ser cómoda, pero sí es fundamental que sea una
postura de equilibrio donde la espalda esté completamente recta y podamos relajar todo
nuestro cuerpo pero sin dejarlo flácido.
» Con la practica, comprobaréis como las ideas huyen de vuestra mente y la
tranquilidad y sabiduría llegan inconscientemente a través del cuerpo y la respiración.
Pero esto requiere tiempo y dedicación. Cuando os sintáis desilusionados, recordad esta
pequeña historia:
» Un hombre estaba en la playa con su hija, cuando le pidió a ésta que
comprobara cómo estaba el agua. La hija se fue para la orilla y regresó a los pocos
segundos diciendo que el agua estaba fría.
» – ¿Cómo lo has averiguado? –preguntó el padre.
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Después de una semana de mucho trabajo, por fin llegó el día esperado por
todos, el día de tomar decisiones importantes; decisiones que podrían cambiar el destino
de la humanidad para siempre. La sala estaba repleta; allí se encontraban el consejo de
ancianos al completo, todo el equipo de ingenieros con el capitán Jorel al frente y
algunas personas que quisieron presenciar el debate, entre ellas, Elena, que tenía su
discurso preparado y, minutos antes, le había pedido a Julia que la dejase intervenir
antes de tomar ninguna decisión.
– Bien, será mejor que comencemos cuanto antes, hay varios temas que tratar y
no conviene perder el tiempo –comenzó diciendo el capitán–. Como sabéis, ya tenemos
todo listo para poder realizar el primer vuelo de exploración al planeta, pero hay algunas
cuestiones en las que no hemos podido ponernos de acuerdo; ese es el motivo de esta
asamblea.
» Principalmente son dos los problemas con los que nos hemos topado. En
primer lugar está el lugar de aterrizaje; si queremos convivir con los únicos habitantes
que conocemos del planeta tendremos que aterrizar delante de ellos, a la vista de todos.
La otra opción sería hacerlo al otro lado de la cordillera, en cualquier otro lugar
habitable, donde estaríamos solos y puede que jamás nos encontrásemos con ellos
debido a lo infranqueable de su territorio; a mi parecer, eso sería una lástima.
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puestas en ese planeta, que no pueden bajar, que deben quedarse a morir en esta nave
para asegurar la propagación de la especie por todo el Universo? No seré yo quien lo
haga, te lo puedo asegurar.
– Ya había pensado en eso –continuó Elena– y reconozco que esa sería la parte
más difícil. No sé si la tripulación estará dispuesta a colaborar o no, pero creo que
debemos intentarlo al menos. Yo me presento voluntaria para explicárselo a todos y, si
es necesario, me quedaré en la nave para dar ejemplo.
A Pet se le cambió la cara después de oír eso. De repente todos sus planes
futuros con Elena y Eli en ese planeta se fueron al traste. No podía creer que su mujer
estuviera dispuesta a hacer semejante sacrificio por su especie. Antes de que pudiera
reaccionar si quiera, intervino una anciana del consejo.
– Creo que estamos llevando la cosa demasiado lejos. Esta discusión no tiene
sentido; el objetivo de la Parinirvana siempre ha sido el encontrar un planeta habitable
en el que establecernos y ya lo hemos hecho. ¿Por qué tenemos que ir más lejos? En un
futuro podríamos establecer una línea de contacto entre la nave y el planeta; sabemos
que ahí abajo hay petróleo y también sabemos cómo utilizarlo, pues hagámoslo. Nos
llevará tiempo y esfuerzo, por eso mismo interesa que bajen el mayor número de
personas posibles. Creo que ese debe ser nuestro objetivo a partir de ahora.
– ¡No, no, no! –interrumpió Elena desesperada–, precisamente eso es lo que
quería evitar. No podemos volver a cometer los mismos errores que en el pasado.
Sabemos lo contaminante que es el petróleo, precisamente fue el causante de la
degeneración del planeta Tierra, ¿cómo podéis pensar en utilizarlo otra vez?, ¿es que no
habéis aprendido nada?
– Elena, estás exagerando la situación –intervino en esta ocasión el capitán–. El
planeta Tierra se deterioró después de muchos años haciendo un uso masivo y
descontrolado, no sólo del petróleo, sino también contribuyó la tala de árboles y la
excesiva demografía, entre otras cosas.
» No creo que le hagamos mucho daño a este planeta sólo por hacer volar
nuestros transbordadores de vez en cuando.
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– ¿No lo entendéis?, ese sería sólo el principio. Sólo fueron necesarios menos de
doscientos años para cambiar toda la climatología de la Tierra. Allí, al principio,
también fue muy limitado su uso, pero con el tiempo, el crecimiento fue inevitable,
como ocurrirá aquí.
» En la Tierra, el crecimiento de la población ocurrió de forma paralela al
aumento de la producción del petróleo. Todos sabéis que este combustible fósil fue el
motor que llevó a la humanidad a su destrucción en la Tierra. No estoy dispuesta a
permitir que eso vuelva a ocurrir otra vez.
Tras un incómodo silencio en la sala y muchas cabezas mirando hacia abajo, fue
Julia la que reanudó el debate.
– Bueno, parece ser que el tema se ha complicado un poco más de lo que
esperábamos. Sinceramente, yo ya no sé ni lo que tenemos que votar siquiera; será
mejor que hagamos un resumen para que nos aclaremos.
» No se ustedes, pero a mí lo que ha propuesto Elena me ha hecho pensar, así
que creo que lo mejor será votar primero si queremos quedarnos en este planeta o
debemos partir en busca de otros. Una vez decido esto, creo que lo demás será más
sencillo.
– Julia, propongo que dejemos la votación para mañana –dijo un miembro del
consejo–; así podremos reflexionar sobre todo esto con tranquilidad. Creo que a todos
nos vendrá bien un descanso.
– Me parece bien –respondió Julia–. Nos veremos mañana a la misma hora.
Primero nos reuniremos nosotros solos y, una vez que lleguemos a un acuerdo os lo
haremos saber a través del capitán.
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Nunca en su vida había estado Elena tan nerviosa; eran ya más de las dos y
media del mediodía y aún no había regresado su marido. No sabía si eso era una buena o
una mala señal. El consejo de ancianos había necesitado hasta dos días para poder llegar
a un acuerdo; dos días que a Elena se le habían hecho eternos, y por fin esta mañana se
reunían con el capitán y los ingenieros para comunicarles su decisión.
Durante estos dos días, Pet y ella no habían querido hablar mucho sobre lo que
se dijo en la reunión, por el contrario, más bien lo habían evitado a propósito, sobre
todo, lo concerniente a la posibilidad de quedarse en la Parinirvana y partir en busca de
otro planeta. Por la actitud de su marido, Elena sabía que no le había gustado nada su
decisión y, a decir verdad, a ella tampoco; pero también sabía que ahora tendría que ser
consecuente con lo que había dicho y llevarlo hasta el último término, si era necesario.
Al fin llegó Pet al apartamento; Elena lo esperaba en la cocina a solas; siendo
previsora, se había encargado de enviar a su hija Eli con sus padres. Sabía que era muy
probable que tuviese una larga charla con su marido, e incluso llegasen a discutir, y
prefería que su hija no estuviera delante. Cuando vio la cara de Pet al entrar en la
cocina, supo enseguida que no traía buenas noticias.
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Jonás y Judith esperaban ansiosos la llegada de sus amigos. Tenían algo muy
importante que decirles, algo que seguramente cambiaría todo lo que se había acordado
hasta ahora.
Judith había hecho algunas averiguaciones sobre la población de ese planeta, y
tenía un argumento de peso que haría al consejo de ancianos replantearse de nuevo su
decisión de mezclarse con ellos.
– Por fin habéis llegado –dijo Jonás visiblemente ansioso cuando vio entrar a Pet
y Elena–. Creo que al final te vas a salir con la tuya, Elena. Mi mujer ha descubierto
algo extraordinario sobre esa gente. Venid, entrad por aquí y ella misma os lo enseñará.
Los tres entraron en la habitación donde se encontraba Judith sentada frente al
ordenador.
– ¿Qué ocurre Judith? –dijo Pet–; tu marido parece que está desesperado por
enseñarnos algo.
– Sí, no os lo vais a creer –respondió ésta–. Llevaba tiempo investigando la
manera en la que esta gente controlaban la población. En un principio creí que, al igual
que ocurría en algunas tribus indígenas en la Tierra, sobre todo nómadas, lo hacían
controlando su menstruación las mujeres.
» Estas tribus no podían permitirse durante determinados períodos del año, el
tener que cargar con bebés recién nacidos o mujeres en avanzado estado de gestación,
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cuando el alimento escaseaba o tenían que desplazarse a otras zonas más productivas.
Así que sus mujeres eran capaces de decidir cuando podían o no ser fértiles, al igual que
hacían la mayoría de los animales del planeta los cuales tenían sus períodos de
fertilidad, dependiendo de la época del año.
» Pero con esta gente no es así. He estado haciéndole seguimiento a varias
mujeres embarazadas y he descubierto algo increíble. Parece ser que ellos dejan que el
embarazo siga adelante durante los nueve meses que dura, más o menos igual que los
nuestros, pero cuando llega el momento del parto, si no ha habido ninguna defunción
previamente en ninguno de los poblados, matan al bebé. De esa forma, el número de
habitantes es siempre el mismo.
Judith hizo una pausa esperando la reacción de sus amigos, que no se hizo
esperar.
– ¡Pero eso es una salvajada! –exclamó Pet–. Pensé que eran más civilizados;
nos han engañado a todos.
– Pues no creas que a mí me sorprende mucho –dijo Elena–. No me lo había
planteado en ningún momento, pero ahora lo veo claro. Yo no creo que sea ninguna
salvajada, se trata de supervivencia simplemente.
» Nosotros hacemos lo mismo, la diferencia está en que nosotros tenemos los
medios adecuados para evitar el embarazo y ellos no, pero en el fondo es lo mismo.
Pensarlo bien, no pueden multiplicarse sin control ya que su hábitat es limitado y, al
mismo tiempo, tampoco pueden permitirse el lujo de reducir su número porque se
necesitan los unos a los otros para sobrevivir.
» A mí me parece que el hecho de matar a sus hijos es un sacrificio digno de
admiración. Demuestra lo que son capaces de hacer por el bien común de la especie.
– ¿Sabéis lo que eso significa? –dijo Jonás–. Si son capaces de hacer eso con sus
propios hijos, qué no harán con unos extraños. No podemos caer sobre ellos sabiendo lo
que sabemos.
– Y dime Judith –interrumpió Pet–, ¿tienes pruebas qué demuestren lo que has
descubierto? Las necesitaremos si queremos convencer al consejo.
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de aceptación que tienen de algo tan natural como es la muerte, mucho mayor que el
que nunca tuvieron en la Tierra ninguna civilización conocida.
» A mí, personalmente, me parece un comportamiento admirable. Creo que
tenemos mucho que aprender de ellos.
– ¿Quieres decir que nosotros también tendremos que matar a nuestros hijos
cuando estemos en ese planeta? –preguntó Jonás–. Yo por ahí no entro, lo siento
mucho; seguro que hay alternativas mejores.
– No seas burro –le increpó su mujer–. Nosotros no necesitaremos hacer eso;
pero para ello tendremos que establecernos en un lugar abierto, desde donde la especie
se pueda extender por todo el planeta. Nos tendremos que olvidar de esa gente para
siempre y dejarlos tranquilos.
– Al menos de momento –puntualizó Elena–. También el planeta es un espacio
finito, aunque sea mucho mayor. Recordad que uno de los grandes problemas con que
se enfrentaron en la Tierra fue el aumento descontrolado de la población,
desencadenando una multitud de problemas secundarios, como la escasez de recursos o
el aumento de la producción energética para poder abastecerlos a todos...
» Vale, vale, no me miréis así, ya sé que es pronto para preocuparme por esas
cuestiones ahora, sólo estaba pensando en voz alta.
– Eso es algo de lo que se tendrán que preocupar las generaciones futuras –dijo
Judith–. Nosotros ya hemos hecho bastante llegando hasta aquí.
– Bueno, dejémonos de historias –concluyó Pet–, hay que informar de todo esto
al consejo de ancianos. Ahora mismo voy a llamar al capitán para que los convoque
mañana a primera hora. Seguro que pensará que lo único que intento es salirme con la
mía; se llevará una desagradable sorpresa.
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exterior en busca de otros planetas, si llegara el caso de tener que hacerlo. La portavoz
del consejo de ancianos sabía, al igual que Elena, que esa era la decisión más sensata y
que, tarde o temprano, tendría que afrontarla. Le hubiera gustado poder contar en ese
momento con la ayuda de la historiadora, pero pensó que no sería justo, ella era la
persona más anciana de la Parinirvana y, por tanto, esa era su obligación.
En la nave también irían Jonás como piloto con su mujer y su hijo. El resto
estaría compuesto por personal de lo más variopinto, especialistas en cultivos, zoología,
ingenieros y científicos en cualquier materia que pudiera resultar útil, algunos de los
jóvenes mejor preparados, dos de los ancianos de menor edad, todos ellos acompañados
de sus parejas e hijos quien los tuviera.
La partida se efectuaría en pocos días, una vez que el transbordador estuviera
perfectamente equipado con todo lo necesario para la expedición. Al fin se haría
realidad el sueño de tantos años, ya no faltaba mucho para poder responder a la pregunta
que muchos se hacían: ¿merecería la pena abandonar las comodidades de la Parinirvana
por vivir en tierra firme a merced de una naturaleza desconocida e imprevisible? Pronto
lo podrían comprobar.
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Ni que decir tiene la alegría que se llevaron Elena y su marido cuando Julia les
anunció su inminente partida en el primer vuelo. Pero a pesar de los nervios y del
entusiasmo inicial, Elena no quiso olvidarse de su obligación con sus alumnos y, para la
que sería su última clase con ellos, preparó un tema de vital importancia para el futuro
de todos, tanto para los que bajasen al planeta con ellos como para los que se quedasen
en la nave.
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mucha habilidad, a pesar de las rachas de viento que sobrevenían de vez en cuando. En
cuanto terminó, apagó el monitor y se dirigió a su clase.
– Bien, ¿qué os ha parecido? Seguro que os estaréis preguntando qué tiene que
ver un niño con una cometa con la educación. Si he querido que vierais este video es
porque me supongo que la mayoría de vosotros no sabíais siquiera lo que era una
cometa ni como se utiliza; quería estar segura de que me entendierais en el ejemplo que
os voy a poner, ya que la educación de un niño se puede comparar perfectamente con el
vuelo de una cometa.
» Si os habéis fijado bien, para poder mantener la cometa en el aire, el pequeño
unas veces tenía que soltar cuerda y otras veces lo que hacía era recogerla, dependiendo
de cómo soplara el viento y hacia donde quería dirigirla. Puede que parezca complicado
el saber cuando hay que recoger cuerda y cuando hay que soltarla pero, como veis, hasta
un niño es capaz de hacerlo; sólo es cuestión de práctica y aprendizaje y se terminará
haciendo casi por instinto, como todo en la vida. Llega un momento en que parece que
la cometa vuela sola, seguro que el chaval no se da ni cuenta de los movimientos que
está haciendo con la cuerda para mantenerla en el aire, pero es él el que hace que la
cometa no se caiga.
» Pues bien, con la educación de un niño ocurre exactamente lo mismo; unas
veces tendremos que soltar cuerda y otras tendremos que tirar. Me explico, un buen
padre debe saber siempre cuando debe empujar a su hijo y cuando debe aguantarlo o
cuando debe decirle que sí y cuando decirle que no.
» Os preguntaréis que cómo podéis saber lo que tenéis que hacer en cada
momento, ¿verdad? Al igual que con la cometa, la práctica y la experiencia hará que
vayáis aprendiendo. Lo verdaderamente importante es empezar con ese tira y afloja
desde el primer momento, o sea, desde el primer día de vida de vuestro hijo.
» Si queréis aprender a volar una cometa, seguro que no se os ocurre empezar a
hacerlo un día de mucho viento, por el contrario, esperaréis a que las condiciones
meteorológicas sean las más favorables, de manera que cuando vengan los días de
mucho viento ya tengáis la práctica suficiente como para saber lo que tenéis que hacer
en todo momento.
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buenas o malas depende únicamente del azar, ¿verdad? Al igual que el hecho de nacer
en un lugar u otro o con una genética determinada; nadie puede elegirlo, es el azar el
que lo establece.
» Pues bien, en una partida de póquer no siempre gana el que tiene mejores
cartas sino el que mejor sabe jugarlas. La persona que siempre juega con buenas cartas
es difícil que aprenda a jugar de verdad y, en cuanto le toque una mano mala, perderá
sin remedio. En la vida pasa lo mismo; en una sociedad desarrollada y con abundancia
de todo, los padres sólo se preocupaban de que sus hijos tuvieran buenas cartas, o sea,
que no les faltase de nada: buenos estudios, dinero de sobra, contactos, etcétera; pero no
se preocupaban de lo más importante, enseñarles a jugar esas cartas.
» ¿Qué ocurría? En cuanto algo les fallaba no sabían reaccionar y se
derrumbaban. De ahí que hubiesen tantos problemas mentales en edades cada vez más
tempranas. Y sobretodo, los problemas venían cuando esos jóvenes se tenían que
incorporar al mercado laboral y empezar a pensar en formar una familia y buscar una
estabilidad; en el momento en que se daban cuenta de que la vida no es tan sencilla ni
cómoda como ellos creían, el fracaso estaba cantado. La responsabilidad les pesaba
demasiado cayendo un alto porcentaje de ellos en profundas depresiones e, incluso,
suicidios.
– Sin embargo –expuso una joven a la que Elena dio la palabra–, la igualdad
entre hombres y mujeres a la hora de trabajar fue considerado como un logro muy
importante en una civilización tradicionalmente machista. ¿Por qué no podía ser el
hombre el que se quedara en casa con los hijos mientras la mujer trabajaba?
– Por supuesto que podía ser así. Yo no digo que sea la mujer la que se tenga que
quedar en casa obligatoriamente. Ahora bien, lo que sí opino es que, si esa labor la
habían desarrollado tradicionalmente las madres no había sido por casualidad. Cualquier
experto coincidirá conmigo en que, por norma general, ya que siempre hay excepciones,
la mujer es, de los dos, la persona más cualificada para tan importante tarea. Todos
sabéis que las mujeres poseen mayor sensibilidad y tienen más facilidad a la hora de
exteriorizar sus sentimientos y de ofrecer cariño, y esas son cualidades muy importantes
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» En fin, creo que ya no hay tiempo para mucho más. Estoy segura de que
vosotros lo haréis maravillosamente. Pronto podréis poner todo lo que os he enseñado
en práctica, espero que no lo olvidéis.
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– Vamos debemos darnos prisa –le comentó éste–. Han convocado una reunión
urgente para esta tarde.
– ¿Algún contratiempo grave? –preguntó Elena nerviosa.
– No lo sé; por lo que he podido escuchar, Elías, uno de los geólogos, ha hecho
un descubrimiento importante analizando unos datos obtenidos por uno de los robots
sobre unas muestras de rocas del planeta.
» Debe de ser algo importante a juzgar por el nerviosismo del capitán cuando me
informó de la reunión. Él mismo fue el que me pidió que vinieras tú también.
– Vaya, no sé si eso será bueno o malo; me temo lo peor, Pet. Pensábamos que
teníamos todos los problemas resueltos y vete a saber ahora qué es lo que han
descubierto para que no podamos bajar a ese dichoso planeta. Ya me estoy empezando a
cansar un poco.
– Tranquilízate, aún no sabemos de qué se trata. Seguro que no será para tanto.
Ya sabes como es el capitán, se ahoga en un vaso de agua.
» La reunión es para dentro de una hora, así que no tenemos mucho tiempo. Ya
me he encargado de mandar a Eli a casa de tus padres, la recogeremos cuando salgamos.
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Una hora más tarde, Pet y Elena llegaron a la sala de reuniones. Allí se
encontraban, a parte del consejo de ancianos y el capitán, la mayoría de los futuros
tripulantes del primer vuelo al planeta y muchos de los científicos más importantes de la
Parinirvana.
– Bien, ante todo permítanme que les pida disculpas por la urgencia de esta
reunión –comenzó diciendo Elías, un geólogo de mediana edad que también pertenecía
al grupo de los primeros exploradores del planeta–. Ha sido necesario debido al
inminente despegue del transbordador; no tenemos mucho tiempo y, creo que lo que
hemos descubierto es lo bastante importante como para analizarlo detenidamente entre
todos antes de seguir adelante.
» Iré al grano. Llevaba unos días preocupado por unos análisis de la
composición de unas rocas que me había enviado uno de los robots. Yo mismo lo envié
hasta esa zona ya que, desde un principio, me resultaba extraña esa formación rocosa.
El geólogo puso en funcionamiento el monitor principal de la sala, insertó una
unidad de memoria y aparecieron unas imágenes de una pared rocosa con una franja
mucho más oscura en el centro.
– Aunque no se puede apreciar bien en la fotografía sus dimensiones, esa pared
tiene unos doscientos kilómetros de longitud –continuó hablando el geólogo–; y la
franja central más oscura mide alrededor de cien metros de grosor. No es la única
formación semejante que existe en ese planeta, pero sí la más significativa, de ahí que
sintiera curiosidad por la composición de ese material más oscuro.
» Lo primero que pudimos comprobar es que no se trata de un solo tipo de
mineral o roca, sino más bien la mezcla de muchos muy compactados. Entre ellos hay
mucha abundancia de hierro pero, e aquí la primera sorpresa, no se trata de mineral de
hierro puro sino en aleaciones como el acero y algunas otras más. Esto ya nos inquietó
bastante y pensamos que se podría tratar de algún error.
» Pero ahí no quedó la cosa; había otros materiales que no costaban en nuestros
catálogos, en teoría eran desconocidos, algo que podía ser normal tratándose de un
planeta nuevo para nosotros. Pero no nos quedamos conforme y seguimos
investigándolo utilizando librerías antiguas de la Tierra por si encontrábamos algo
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parecido y... ¡bingo!, lo encontramos. Esa enorme franja oscura que ven ahí se
encuentra en su mayoría formada por hormigón y asfalto muy compactado por el peso
de la roca que la cubre.
En la sala no se hicieron esperar las exclamaciones y los murmullos de asombro
por parte de todos los asistentes.
– Los expertos han comprobado los datos cientos de veces –intervino en esta
ocasión el capitán Jorel–, y no hay lugar a dudas; se trata del mismo hormigón utilizado
por los humanos del planeta Tierra en sus construcciones, así como el asfalto de las
carreteras y otros componentes totalmente artificiales que también se han identificado.
– Pero, ¿cómo es posible? –preguntó Julia asombrada–, ¿qué quiere decir esto?,
¿acaso creen que en ese planeta vivieron civilizaciones de humanos hace miles de años?
– Exactamente veinte millones de años –continuó el geólogo–. Esa es la edad
aproximada que tienen esos restos analizados. Y esas civilizaciones a que te refieres,
Julia, son exactamente las que todos conocemos, nuestros antepasados; hemos vuelto de
nuevo al mismo lugar del que partimos hace más de dos mil años; ese planeta es la
Tierra.
En esta ocasión los murmullos se convirtieron en auténticos gritos de asombro
por parte de todos. Tanto es así que Julia se tuvo que levantar de su asiento para poder
poner un poco de orden en la sala.
– Calma señores, por favor –imploró la portavoz del consejo de ancianos–. Elías,
será mejor que aclares eso que acabas de decir. Cómo puedes estar tan seguro.
– Eso es imposible –gritó uno de los ancianos–; sólo hace unos dos mil años que
abandonamos el planeta; ¿qué insinúa?, ¿que hemos viajado en el tiempo?
– No, no ha sido necesario viajar en el tiempo –continuó Elías–. Me llevó un día
entero darme cuenta, pero al fin lo comprendí. ¿Ya no recuerdan lo que aprendieron en
la escuela cuando eran jóvenes?
– ¡Claro! –exclamó Pet de repente–, ¡Einstein! ¿Cómo no lo vimos antes? La
teoría de la relatividad especial de Einstein podría explicar por qué en la Tierra han
transcurrido veinte millones de años mientras que para nosotros, sólo han pasado algo
más de dos mil.
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– Dime una cosa, hija –preguntó Roxi–, ¿aún sigues pensando que es mejor que
la Parinirvana siga viajando en busca de otros planetas que colonizar?
Elena se quedó pensando durante un momento.
– No lo sé –respondió al fin–. Ahora mismo estoy hecha un lío; aún no he tenido
tiempo suficiente de asimilar todo esto. Pero ya que me lo preguntas, me supongo que
no. Supongo que lo mejor sería olvidarnos para siempre del espacio exterior y
aprovechar lo mejor que sepamos esta segunda oportunidad que nos ha dado el destino.
– La lástima es que no haya transbordadores suficientes como para poder bajar
todos –comentó Pet–. Sería estupendo poder empezar todos juntos esta nueva vida.
– Sí, tienes razón –intervino Roberto–. Parece una tontería, pero ahora que sé
que ese es nuestro antiguo planeta, no me importaría nada bajar con vosotros.
– Aún podéis hacerlo –dijo Elena esperanzada–. Podéis intentar ocupar alguna
plaza de los siguientes vuelos. Eso sería maravilloso.
– No hija, no te hagas ilusiones –le interrumpió Roxi–. No digo que a mí no me
gustaría bajar también, pero debemos ser realistas, no sería justo para los que se
quedasen. Además, nosotros ya no tenemos edad para correr detrás de un conejo o para
andar subiéndonos a los árboles en busca de frutas.
– Mamá, no digas eso. Vosotros podéis ser de mucha utilidad todavía ahí abajo.
Para formar una nueva civilización, no sólo hace falta mano de obra, sino también
muchos conocimientos y sabiduría, y en eso no hay quien os gane.
– Además, aún sabiendo que este planeta es la Tierra, puede que haya más de
cien personas que deseen quedarse en la Parinirvana –dijo Pet–. Creo que, si de verdad
lo deseáis, tenéis muchas posibilidades de poder viajar con nosotros.
– Pet tiene razón –continuó Elena–. Papá, mamá, prometedme que haréis todo lo
posible por bajar con nosotros. Hacedlo al menos por vuestra nieta.
Roberto y Roxi se miraron durante un momento y al fin fue Roberto el que
contestó a su hija.
– Está bien, hija, no hace falta que te pongas así. Bajaremos siempre y cuando
no le quitemos la plaza a alguien más joven que desee también hacerlo. ¿Estás de
acuerdo, mamá?
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su libro La Resistencia: “Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que
todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido
ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez,
nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que (únicamente) los
valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición
humana”.
No estaban ciegos, ni sordos, ni mudos. Por el contrario, se daban perfecta
cuenta de lo que estaba ocurriendo, y hacia donde les estaba llevando ese
comportamiento; eran inteligentes, pero por lo visto, no lo suficiente. La evolución no
consiguió traspasar esa barrera de inteligencia suficiente como para salvarse de ellos
mismos. La pregunta era, ¿habrían sobrepasado ya esa barrera?, ¿habrían conseguido
evolucionar lo suficiente como para no volver a cometer los mismos errores?
En muy poco tiempo, geológicamente hablando, el ser humano consiguió
convertirse en la especie más inteligente y dominante que nunca había habitado el
planeta, y sin embargo, paradójicamente, también fue la especie que menos tiempo
pobló la Tierra antes de extinguirse; eso sin contar con que también fue la única especie
del planeta que se autoextinguió, llevándose con ellos a la mayoría de especies con las
que cohabitaban. Cómo explicarles a las futuras generaciones que ellos habían sido la
causa de la sexta y más destructiva extinción masiva del planeta.
¿Se le puede llamar a eso inteligencia? Es cierto que conseguimos muchos
logros muy importantes; conseguimos alargar nuestra esperanza de vida, conseguimos
extendernos por todo el planeta, dominar al resto de las especies, conseguimos mejorar
nuestra calidad de vida (siempre a costa de otros menos afortunados), conseguimos
comprender la insignificancia de nuestra existencia cuando descubrimos que habitamos
un planeta exiguo que se encuentra literalmente en medio de la nada y que algún día
desaparecerá irremediablemente.
¿Y de qué nos sirvió todo eso? No se puede negar que muchas generaciones
vivieron muy bien, con toda clase de lujos y comodidades. ¿Pero qué clase de ser vivo
es incapaz de pensar en el futuro de su especie?, ¿acaso les daba igual cómo vivieran
sus hijos o sus nietos? Cuesta trabajo pensar que esto fuera así, pero si nos remitimos a
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los hechos, es exactamente eso lo que parece. Vale que nos pueda dar igual cómo viven
nuestros hermanos, o nuestros vecinos,... ¿Pero y nuestros hijos?
Por más vueltas que le diera al asunto, Elena no podía comprender cómo sus
antepasados podían ser tan egoístas como para no pensar siquiera en sus propios hijos,
algo tan esencial en cualquier especie, ya sea animal o vegetal.
¿Para qué tanta avaricia?, ¿habían conseguido de ese modo la tan ansiada
felicidad? Por lo que ella había podido averiguar, más bien no, todo lo contrario; cada
vez eran más esclavos de sí mismos y del sistema que los envolvía. Por lo tanto, ¿había
merecido la pena tanto desarrollo, tantas comodidades, tanta tecnología, tantas guerras,
tantas muertes?
Le hubiese gustado tener la respuesta, pero por desgracia, no había respuesta
para esa pregunta. El destino quiso hacer borrón y cuenta nueva y ellos eran ahora los
protagonistas.
O quizás no; quizás fuesen unos intrusos. Quizás los auténticos protagonistas
fuesen esos humanos que habitan ahora el planeta; ellos parece que sí que han aprendido
la lección. Quizás nosotros sólo vengamos a estropearlo todo de nuevo. Quizás la
Parinirvana nunca debió de existir.
Elena se estremeció en sus asiento ante este nuevo pensamiento que la invadió.
Le hizo ver su presunción al creerse tan importante para la continuidad de su especie; el
planeta ya se había encargado de eso por sí solo, sin la ayuda de ellos. Al fin y al cabo
ellos también eran el fruto de toda esa tecnología y desarrollo que llevó a la humanidad
y a tantísimas otras especies a su fin. ¿Serían capaces de olvidarse de todo lo que sabían
y comenzar de cero?, ¿tendrían la humildad suficiente como para llegar al planeta con el
rabo entre las piernas, decirle “aquí estoy de nuevo, perdóname”, y ponerse a su
servicio, el cual nunca debieron de haber abandonado?
Sí, sin duda alguna esa era la solución, empezar de cero. Cuando los antiguos
pobladores de la Tierra se dieron cuenta de que el entorno no podía adaptarse a sus
necesidades, sino que eran ellos los que tenían que adaptarse a él, tal y como hacían el
resto de especies animales y vegetales, ya fue demasiado tarde para dar marcha atrás.
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Todos sabemos lo difícil que resulta ceder, agachar la cabeza, reconocer los errores
cometidos y enmendarlos una vez que se ha conseguido tanto.
Sin embargo ellos no tenían nada que perder; esa era la ventaja con la que
jugaban. Su meta mientras viviera sería el no perder jamás esa ventaja y hacérselo ver a
los demás de la misma forma. Sabía que tarde o temprano se perdería, era inevitable.
Pero también sabía que ella había hecho, y seguiría haciendo, todo lo posible por
retardarlo el mayor tiempo posible.
Por fin llegaban a su destino. Por la ventanilla se podía ver abajo, a los lejos,
tierra firme. Era hermoso; muy hermoso. Lo había visto infinidad de veces en pantallas
de televisión y monitores de ordenador, pero nunca se podía haber imaginado que
resultara tan enormemente grade y basto. Cómo pudieron transformar de esa manera un
paisaje tan maravilloso. Pero lo más increíble y asombroso de todo era cómo el mismo
planeta se había encargado de regenerarse y comenzar de nuevo.
Fuimos unos ilusos al pensar que éramos la especie dominante, que lo
controlábamos todo. El tiempo, como siempre, se ha encargado de poner las cosas en su
sitio, y volverá a hacerlo una y otra vez. Por eso es importante volver con humildad
olvidándose de la supuesta supremacía con la que el hombre creía contar y que de poco
le sirvió.
Pero todo eso pertenecía al pasado. Ahora les tocaba a ellos; les había llegado
su hora. La rueda de la vida daba un nuevo giro, repitiéndose el mismo principio de
siempre desde el comienzo de los tiempos: para que unos vivan, otros deben morir.
Algún día ellos también desaparecerán dándole la oportunidad a otros. Elena esperaba
dejarles un legado mejor que el que ellos recibieron.
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FIN
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Apéndice
Preámbulo
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El medio ambiente
La atmósfera
La reducción del ozono estratosférico nos amenaza con un aumento de radiación
ultravioleta sobre la superficie de la Tierra, la cual puede resultar dañina o letal para
muchas formas de vida. La contaminación del aire y la lluvia ácida causan numerosas
lesiones a los seres humanos, los bosques y los cultivos.
Agua
La explotación imprudente del recurso agotable del agua pone en peligro la
producción de alimentos y otros servicios esenciales para la humanidad. El derroche de
agua potable ha provocado serias restricciones en unos 80 países que contienen el 40%
de la población mundial. La contaminación de ríos, lagos y aguas subterráneas limita
aún más el abasto.
Océanos
Los océanos soportan una destrucción severa, especialmente en las regiones
costeras que cubren la mayoría de la demanda pesquera mundial. En la actualidad, la
cantidad total de capturas pesqueras equivale o supera los niveles que se consideran
sostenibles. Algunos caladeros ya han dado muestras de agotamiento. Los ríos, que
llevan gran cantidad de materiales erosionados hasta los mares, también transportan
residuos industriales, urbanos, agrarios y pecuarios, algunos de ellos tóxicos.
Suelos
La pérdida de la productividad de los suelos, que causa un abandono masivo de
las zonas rurales, es un subproducto de las prácticas presentes en la agricultura y la
ganadería. Desde 1945 se ha degradado el 11% de la superficie fértil de la Tierra (un
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área mayor que India y China juntas), y la producción de alimentos per cápita está
decreciendo en muchas partes del mundo.
Bosques
La selva tropical así como los bosques secos tropicales y de zonas templadas se
están destruyendo rápidamente. Al ritmo actual, algunos tipos de bosques serán
eliminados en pocos años, y la mayor parte de la selva tropical habrá desaparecido antes
de finales del próximo siglo. Con ellos se extinguirá una gran cantidad de especies de
plantas y animales.
Especies
La pérdida irreversible de especies, que para el año 2100 podría llegar a afectar a
un tercio de todas las especies que ahora viven, tiene especial gravedad. Estamos
perdiendo la capacidad que tienen para suministrarnos medicinas y otras ventajas, y la
aportación que supone la diversidad genética de las formas de vida para la robustez de
los sistemas biológicos del globo y para la asombrosa belleza de la Tierra. Gran parte de
estos daños es irreversible en una escala temporal de siglos y, en algunos casos, es
incluso permanente.
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Población
Advertencia
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movimiento para convencer a los líderes reacios, a los gobiernos reacios y a los propios
pueblos reacios de que lleven a cabo los cambios necesarios.
Los científicos del mundo que emitimos este manifiesto esperamos que nuestro
mensaje llegue a todo el mundo y haga mella.
Necesitamos la ayuda de todos.
Necesitamos la ayuda de la comunidad mundial de científicos (naturales,
sociales, económicos y políticos).
Necesitamos la ayuda de los líderes industriales y empresariales del mundo
entero.
Necesitamos la ayuda de los líderes religiosos.
Necesitamos la ayuda de todas las gentes.
Llamamos a que todos se nos unan en este cometido.
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Y para quien le pueda interesar, la población en el año 2003 ascendió hasta unos
6.302 millones de personas en todo el mundo. Cada día hay 250.000 nacimientos, lo que
suma 90 millones al año. A este ritmo, la población global llegará a los 10.000 millones
en el 2050.
Cada segundo se tala una superficie de bosque tropical para uso humano
equivalente a un campo de fútbol. Y cada día, se estima, que se extinguen unas cien
especies diferentes entre animales y vegetales.
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