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STORYTELLING vivencial

NÚMEROS ENTEROS

Había una vez un pequeño pueblo llamado San Juan, donde todo estaba relacionado con los
números enteros. Cada habitante tenía un número que lo identificaba y que estaba presente
en cada aspecto de su vida. En este lugar, los números no solo eran utilizados para las
matemáticas, sino que también se convertían en protagonistas de sus emocionantes aventuras.

En San Juan, los números positivos y negativos coexistían en perfecta armonía. Los números
positivos eran alegres y optimistas, siempre mirando el lado brillante de las cosas. Por otro
lado, los números negativos eran más reservados y serios, pero no por ello menos importantes.
Todos en el pueblo entendían que la diversidad numérica era esencial para mantener el
equilibrio en sus vidas.

En el centro de San Juan se encontraba un enorme árbol mágico conocido como el "Árbol
Numérico". Este árbol poseía hojas que cambiaban de color según el número al que estuvieran
asociadas. Era una representación de la importancia de los números en la vida cotidiana de los
habitantes.

La historia comienza con un pequeño número positivo llamado Jhonathan, cuyo número
identificativo era el 7. Siempre estaba lleno de energía y entusiasmo, pero un día, se encontró
con un número negativo llamado Bryan, que tenía el número -5. Bryan era tranquilo y reflexivo,
pero a menudo se sentía triste y solo.

Jhonathan se acercó a Bryan con la intención de hacerlo sonreír y mostrarle la alegría de los
números positivos. Intentó explicarle cómo los números positivos podían agregar cosas y
crecer, mientras que los números negativos a veces restaban y disminuían. Pero Bryan no
estaba convencido, se sentía incapaz de cambiar su naturaleza negativa.

Decidieron ir a visitar al sabio del pueblo, un anciano con un número identificativo neutral de 0.
El sabio les explicó que todos los números, ya sean positivos o negativos, eran esenciales y
tenían un propósito en la vida de San Juan. Les enseñó que los números negativos, como
Bryan, podían representar situaciones difíciles o problemas a resolver, pero que también eran
una oportunidad para aprender y crecer.

Después de esa charla, Jhonathan y Bryan comenzaron a pasar más tiempo juntos.
Aprendieron a complementarse mutuamente, y juntos resolvieron problemas que antes
parecían imposibles. Se dieron cuenta de que, al trabajar en equipo, sus habilidades se
potenciaban, y sus diferencias numéricas se volvieron una fortaleza.

La noticia sobre esta amistad única se extendió por todo San Juan, y otros números positivos y
negativos comenzaron a interactuar y colaborar entre sí. La comunidad se hizo más fuerte y
más unida que nunca.

Con el tiempo, los habitantes de San Juan comprendieron la importancia de aceptar y valorar
cada número y su singularidad. Aprendieron a vivir en armonía con su diversidad numérica y a
usarla para el bien común.

Y así, la historia de Jhonathan y Bryan se convirtió en un legado de unión y tolerancia en San


Juan. Los números enteros se convirtieron en un ejemplo vivencial de cómo la diversidad y la
cooperación podían hacer que el mundo fuera un lugar mejor para todos.

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