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Los manglares son de los ecosistemas más productivos del mundo, proveen
de servicios y bienes que ayudan al sustento de muchos guatemaltecos, la
pesca artesanal es un claro ejemplo, así como también la utilización del
mangle para la construcción de techos y casas de comunidades que viven en
interacción con ellos, territorios que dotan de un sentido de pertinencia
cultural. Además, son territorios con una diversidad biológica que
fundamenta las zonas marino costeras, áreas que por su composición son
barreras vivas que sirven como defensa ante fenómenos
hidrometeorológicos, como la erosión eólica y del oleaje.
LA EXTINCIÓN
Por otro lado, las condiciones sociales presentes en la zona también son
difíciles. La mayoría de la gente que habita los poblados de la línea costera
en Guatemala sobrevive gracias a actividades artesanales de subsistencia
como la pesca, en actividades de construcción y como empleados en las
fincas azucareras de la costa sur guatemalteca.
“A veces nos dedicamos a lavar ropa ajena”, dicen Norma Carias y Jéssica
Soraya, dos mujeres residentes en las aldeas Agua Dulce y Papaturro en
Guazacapán, quienes deben buscar la manera de generar ingresos debido a
la escasez de medios de vida que los habitantes del lugar experimentan.
Ambas forman parte del programa Alimentos por Acciones del Ministerio de
Agricultura (APA) y Ganadería (MAGA), creado para promover el desarrollo
local por medio de la realización de proyectos comunitarios con impacto
socioambiental, y que les permitió ser seleccionadas para integrar el
proyecto del Fondo de Desarrollo Verde (FDV) manejo integral del paisaje en
la Costa Sur.
“Sabemos que los medios de vida de las personas del sector playa son muy
limitados y dependen del manglar, por ello decidimos trabajar con
beneficiarios del programa APA del MAGA para recuperar unas 40 hectáreas
de zonas degradadas”, explica María Fernanda Ramírez, bióloga encargada
del programa de restauración.