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Ecosistema manglar en Guatemala

Los manglares son ecosistemas costeros de suma importancia para los


seres humanos y para el mantenimiento de la biodiversidad marino-costera,
al proporcionar un hábitat crítico para especies terrestres, marino y costero y
servir de zonas de cría para muchas de ellas, así como para la pesca.
Constituyen una barrera natural que protege a las comunidades costeras de
eventos climáticos extremos tales como huracanes e inundaciones, también
estabilizan las costas y reducen la erosión del suelo. Además de los
numerosos servicios ecosistémicos y de la producción de madera que provee
el manglar, este tipo de bosque favorece la reproducción de moluscos,
crustáceos y peces (Ronnback, 1999) que son fuentes de ingresos
substanciales para las poblaciones vecinas.

El bosque de mangle guatemalteco cuenta con cinco especies de manglar: la


principal es el mangle rojo (Rhizophora mangle L.) que cubre el 67 % del
área de manglar, mientras que el mangle blanco (Laguncularia racemosa (L.)
Gaertn.f.) es el segundo más común, con un 33 %. Siguen los manglares
negros (Avicennia germinans L.) y botoncillo (Conocarpus erectus L.) que
ocupan áreas menores, con un 3 y 0.3 % respectivamente (MARN, 2013).
Actualmente se tienen registros de dos especies más de mangle en
Guatemala: Rhizophora racemosa G. Mey también conocida como mangle
rojo o colorado y otro mangle negro Avicennia bicolor Standl.

En Guatemala se han realizado múltiples esfuerzos que buscan la


recuperación del recurso, uno de ellos es la incorporación en la Ley
PROBOSQUE de una modalidad de restauración de mangle, la cual paga
incentivos a quienes realizan acciones de restauración y protección de
mangle.

El manglar es un ecosistema irreemplazable y único, es el hogar de una gran


variedad de vida y el refugio de aves migratorias, criaturas marinas y
reptiles, además de muchas especies de plantas asociadas. En Guatemala el
ecosistema manglar está distribuido en el litoral pacífico y caribe del país,
representando una superficie de 25,089 hectáreas.

El núcleo principal de este ecosistema, tanto en climas secos como


lluviosos, está compuesto por especies arbóreas de los géneros Rhizophora,
Avicennia, Laguncularia y Conocarpus; se considera que el 80% del manglar
está conformado por mangle colorado o rojo (Rhizophora mangle) y el resto
por mangle negro (Avicennia germinans), mangle blanco (Laguncularia
racemosa) y con pequeños estratos de mangle botoncillo (Conocarpus
erectus). Estas cuatro especies de mangle se encuentran categorizadas
como especies protegidas en la Lista de Especies Amenazadas de
Guatemala -LEA-.
PARA QUE SIRVE

Los manglares son de los ecosistemas más productivos del mundo, proveen
de servicios y bienes que ayudan al sustento de muchos guatemaltecos, la
pesca artesanal es un claro ejemplo, así como también la utilización del
mangle para la construcción de techos y casas de comunidades que viven en
interacción con ellos, territorios que dotan de un sentido de pertinencia
cultural. Además, son territorios con una diversidad biológica que
fundamenta las zonas marino costeras, áreas que por su composición son
barreras vivas que sirven como defensa ante fenómenos
hidrometeorológicos, como la erosión eólica y del oleaje.

LA EXTINCIÓN

En muchos lugares del mundo, incluyendo Guatemala, el ecosistema


manglar se encuentra amenazado por el cambio en el uso del suelo, la
contaminación y la sobre-explotación de sus recursos. Es por ello que, el
CONAP junto al INAB realizan acciones y estrategias para la conservación
de los bosques de mangle, que permitan mejorar la interacción para el uso y
acceso de sus recursos sosteniblemente, así como, su recuperación y
restauración. Además del involucramiento del gobierno local, iniciativa
privada, comunidades y de otras instituciones que apoyan la conservación
del ecosistema manglar, realizando actividades de control y monitoreo para
evitar la tala y pesca ilegal, entre otras.

Restauración de mangle con ayuda comunitaria

Por otro lado, las condiciones sociales presentes en la zona también son
difíciles. La mayoría de la gente que habita los poblados de la línea costera
en Guatemala sobrevive gracias a actividades artesanales de subsistencia
como la pesca, en actividades de construcción y como empleados en las
fincas azucareras de la costa sur guatemalteca.

“A veces nos dedicamos a lavar ropa ajena”, dicen Norma Carias y Jéssica
Soraya, dos mujeres residentes en las aldeas Agua Dulce y Papaturro en
Guazacapán, quienes deben buscar la manera de generar ingresos debido a
la escasez de medios de vida que los habitantes del lugar experimentan.

Ambas forman parte del programa Alimentos por Acciones del Ministerio de
Agricultura (APA) y Ganadería (MAGA), creado para promover el desarrollo
local por medio de la realización de proyectos comunitarios con impacto
socioambiental, y que les permitió ser seleccionadas para integrar el
proyecto del Fondo de Desarrollo Verde (FDV) manejo integral del paisaje en
la Costa Sur.
“Sabemos que los medios de vida de las personas del sector playa son muy
limitados y dependen del manglar, por ello decidimos trabajar con
beneficiarios del programa APA del MAGA para recuperar unas 40 hectáreas
de zonas degradadas”, explica María Fernanda Ramírez, bióloga encargada
del programa de restauración.

Norma, Jéssica y otras 200 personas integraron cuadrillas dedicadas a la


construcción y mantenimiento de unas 600 pequeñas isletas hechas a partir
de madera y bambú, conocidas como chinampas, que es un sistema artificial
de cultivo para la siembra de mangle rojo. “Me sentí feliz, porque iba a
trabajar”, dijo emocionada Carias, de 30 años, para quien esta sería su
primera oportunidad laboral remunerada.

La degradación del ecosistema de manglar ya ha tenido un impacto


significativo en la región. “Hay veces que no hay pesca y no tenemos otras
fuentes de ingreso”, se lamentó Soraya. Esto se da debido a la ausencia de
cobertura forestal y tiene un impacto en los hábitos de reproducción de
ciertas especies de valor comercial como los pargos y los bagres, por
mencionar a algunos.

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