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BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE
DE SU REALIZACIÓN
Texto:
© Sandra Sáenz-López Pérez
Diseño gráfico:
© Sergio M artínez / M ayte de la Fuente
Imagen de portada:
Carta de Juan de la Cosa (1500). M useo N aval, M adrid (n.º inv. 257)
Edición:
© Frente de Afirmación H ispanista, A.C. M éxico, 2015.
Casa de Cultura de Potes, Calle del Sol, nº 20
39570 Potes (Cantabria)-ESPAÑ A
Tel. 942 730 812
potesculturafah@gmail.com
Impresión:
Artes Gráficas J. M artínez (Guarnizo, Cantabria)
I.S.B.N .: 978-84-608-2188-5
D.L.: SA 578-2015
Reservados todos los derechos. Permitida la reproducción parcial, sin la previa autorización escrita del editor.
LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA
BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE
SU REALIZACIÓN
7
Prólogo de la autora
as cartas náuticas son m apas que nacieron en la Baja Edad M edia com o
L herram ientas para la navegación de estim a, aunque de ellas nos han llegado
esencialm ente sus versiones lujosas, ricam ente decoradas con ilustraciones.
Este libro se centra en el estudio de estos m apas, y especialm ente en quiénes fueron
sus autores y cóm o realizaron estas obras. El análisis del proceso creativo presta
especial atención al aspecto artístico inherente en m uchos de los ejem plares conser-
vados. Com o colofón, com o lo fue de la cartografía m edieval, se analiza la Carta de
1500 de Juan de la Cosa, actualm ente conservada en el M useo N aval de M adrid
(n.º inv. 257), y cuyo autor da nom bre al M useo Cartográfico que edita la presente
m onografía. Sin duda alguna, este m apa condensa el conocim iento y la im agen que
el hom bre del M edievo tenía del m undo, en el m om ento en que la historia de la
hum anidad daba paso a la M odernidad.
9
m ira sovent
búix ola, vent,
com pàs e carta,
d’esculls t’aparta,
de naufragar
e d’encallar.
Así reza la firma de la carta náutica realizada en M allorca en 1447, actualmente conservada en la
Biblioteca Guarnacci de Volterra (CN 1). La relación entre Pere Rosell («Petrus Roselli»), cartó-
grafo posiblemente mallorquín, y el genovés Baptista Beccari («Baptiste Becarii»), así como la
explicación de ese «de arte» han sido objeto de numerosos planteamientos, entre los cuales pode-
mos mencionar un reconocimiento del primero al que fuera su maestro 1 , una muestra de aprecio 2
o que Pere Rosell copiaba un modelo beccariano 3 . Sirva la complejidad de interpretar esta firma
para introducirnos en un mundo igualmente complejo, el de la cartografía náutica medieval, sus
autores y el proceso artístico de creación.
La cartografía medieval engloba una gran variedad de tipos de mapas, desde esquemáticas
representaciones como los llamados mapas de «T en O » 4 , que muestran un mundo tripartito
donde Asia ocupa la parte superior, y Europa y África la inferior (Fig. 1), a m appaem undi histo-
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 3. Mappamundi de Hereford (ca. 1300). H ereford Cathedral, H ereford (Reino Unido).
cuando los viajes por el Atlántico y el uso de latitudes había hecho a estos mapas casi inservibles
para navegar. Su utilización a bordo de las embarcaciones ya en la Edad M edia está bastante pro-
bada gracias a la información textual con la que contamos12 . Al respecto, es bien conocida la anéc-
dota que cuenta que en 1270, cuando el rey San Luis se dirigía hacia Túnez, una tormenta forzó a
la embarcación a cambiar el rumbo hacia Cagliari (Cerdeña) y, entonces, el capitán mostró al rey
francés un mapa –una carta náutica, debemos suponer– para enseñarle su cercanía a tierra firme13 .
N o podemos sin embargo asegurar a día de hoy que los ejemplares que de estos mapas se han
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Fig. 4. Mappamundi de Fra Mauro (1448-1453). Biblioteca N azionale M arciana, Venecia (n.º inv. 106173).
conservado fueran empleados para navegar. Los que nos han llegado son esencialmente copias lujo-
sas hechas con ricos materiales como oro y plata, y en las que se incorporaron numerosas ilustra-
ciones. Así se puede apreciar, por ejemplo, en el Atlas Catalán (ca. 1375) de Cresques Abraham (Fig.
6)14 , en la carta de M ecia de Viladestes de 1413 (Fig. 7)15 , y en el M appam undi Catalán Estense
(ca. 1450)16 , atribuido a Pere Rosell17 (Fig. 8). Pero los hubo incluso de mayores dimensiones y
mucho más decorados: uno de los mapas –desgraciadamente desaparecido– realizado en Barcelona
en 1399-1400 por el mallorquín Jaume Ribes (nombre cristiano de bautismo de Jafuda Cresques,
hijo de Cresques Abraham y heredero de su taller cartográfico) y el genovés Francesco Beccari (pro-
bablemente padre del ya mencionado Baptista Beccari), superaba en tamaño y en ilustraciones a
todos los conservados, ya que, según se enumera en su documento contractual, estaba decorado con
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Fig. 5. Carta náutica de Guillem Soler (ca. 1380). Bibliothèque nationale de France, París (Rés. Ge B 1131).
«165 figuras y animales; 25 barcos y galeras; 100 peces grandes y pequeños; 340 banderas en ciu-
dades y castillos; 140 árboles; lo que hace un total de 770 imágenes» 18 .
Fue así, gracias a la incorporación de una rica decoración, como las cartas náuticas pasaron
de las embarcaciones y de desempeñar una finalidad eminentemente funcional, a convertirse en
obras de colección, ansiadas incluso por los altos estamentos de la sociedad. Este es el caso del
Atlas Catalán (ca. 1375) de Cresques Abraham, que, según conocemos también por información
documental, fue regalado en 1381 por el infante don Juan de Aragón al nuevo monarca francés
Carlos VI, quien deseaba tener uno de esos m appaem undi19 . A través de estos mapas y de las ilus-
traciones y textos que incorporan el hombre medieval podía tener ante sus ojos una muy comple-
ta imagen del mundo, entendiendo el término «mundo» desde una acepción enciclopédica que
atiende no solo a cuestiones geográficas, sino también políticas, económicas, sociales, culturales y
religiosas. N o en vano, Cresques Abraham definió el término «mappamundi» en su Atlas Catalán
como la «imagen del mundo, de sus diversas épocas, de las diversas regiones que hay sobre la tie-
rra y las diferentes razas que viven en ella» 20 . Las ilustraciones que incorporaban estas cartas náu-
ticas de lujo no eran meros ornamentos. Julio Rey Pastor y Ernesto García Camarero justificaban
su presencia como una manera de informar del interés o no de navegar hacia un territorio deter-
minado, según sus riquezas, atractivos y peligros21 , y en esta misma línea, Agustín H ernando afir-
maba que estos mapas permitirían «establecer nuevas rutas y abrir nuevos mercados para sus pro-
ductos, o bien acceder a otros territorios para tomar provisiones» 22 . A día de hoy, las ilustracio-
nes de las cartas náuticas son una fuente primordial para completar la imagen que tenemos del
mundo medieval.
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 6. Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375). Bibliothèque nationale de France, París (M s. espagnol 30).
Los vientos y los puntos cardinales a los que aludían las líneas de la red de rumbos fueron en
muchos mapas destacados de una forma gráfica más evidente. Desde el norte y en sentido de las agu-
jas del reloj, encontramos referencias a Tramontana (N orte), Gregal, Levante (Este), Jaloque,
M ediodía (Sur), Lebeche, Poniente (O este) y M istral. El sistema clásico de los doce vientos, aún pre-
sente en muchos m appaem undi medievales, por ejemplo, en el de H ereford de hacia 1300 (Fig. 3),
fue sustituido dentro de la cartografía náutica por el de los ocho principales24 . El poema de la Sfera
atribuido a los hermanos Leonardo o Gregorio Dati (1362-1435) se hace eco de ese cambio:
Los símbolos gráficos de los vientos y los puntos cardinales están relegados a los extremos de
los mapas y su ubicación se ajusta a las líneas de rumbo correspondientes, como puede verse nue-
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 7. Carta náutica de Mecia de Viladestes (1413). Bibliothèque nationale de France, París (Rés. Ge. AA 566).
vamente en la carta de Guillem Soler (Fig. 5). Generalmente aparecen insertos en imagos o círcu-
los. La imagen de los puntos cardinales, que normalmente coincide con los vientos respectivos, es
muy reiterativa. El norte aparece señalado mediante una estrella de ocho puntas, una alusión a la
estrella Polar esencial en la navegación en el hemisferio septentrional, y para la cual son realizados
estos mapas. El este está simbolizado de dos maneras: mediante el símbolo solar, pues es por aquí
por donde el astro nace, o con una cruz asociada a Cristo, ya que en los textos bíblicos se afirma
en boca de Cristo «Yo soy la luz del mundo» (Juan 8:12). El sur ha sido descrito como la repre-
sentación de un creciente lunar 26 , sin embargo, se trata más bien de la tierra con la mitad de la
superficie en sombra, y la otra mitad, donde se ilustra un rostro, iluminada 27 . El hecho de que el
dibujo de la sombra y la luz sobre la tierra se haga en forma de creciente contribuye a recrear la
esfericidad del mundo. Asimismo, esta interpretación del sur nos puede ayudar a entender el oeste:
en algunas cartas aparece tan solo mediante un círculo dentro del cual se inscribe su nombre, y
quizá debamos pensar que si al sur el círculo se divide por la mitad como símbolo del mediodía, al
oeste se representa completamente en sombra, pues es aquí por donde se pone el sol.
Por lo que respecta a los vientos no cardinales, cuando figuran lo hacen de dos maneras:
mediante su nombre o inicial, o a través de su representación antropomorfa, según encontramos
por ejemplo en la carta mallorquina de Angelino Dulcert (1339)28 . Generalmente, las cabezas de
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Fig. 8. Mappamundi Catalán Estense (ca. 1450). Biblioteca Estense Universitaria, M ódena (C.G.A.1).
los vientos se disponen de perfil con la boca abierta de forma que esta coincida con la línea de
rumbo correspondiente, como si al soplar dieran lugar a esos vientos.
Para indicar tanto los vientos como los puntos cardinales, especialmente el norte, se incorpo-
raron las rosas de compás: motivos estrellados de ocho o más puntas, insertos en círculos. La pri-
mera rosa de compás dentro de la cartografía náutica es la que aparece en el Atlas Catalán (ca.
1375) de Cresques Abraham 29 (Fig. 9). El norte se resalta mediante una punta de flecha rematada
por una estrella dorada, de nuevo alusiva a la Polar; posteriormente, a partir de finales del siglo
XV, se sistematizó la flor de lis en lugar de la estrella 30 . El este está también destacado en este mapa
por un signo muy estilizado, lejos de la cruz que por lo general marca esta dirección; es lícito
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 10. Carta náutica portuguesa más antigua conservada, anónima (ca. 1471-1482).
Biblioteca Estense Universitaria, M ódena (C.G.A.5.c).
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territorios están coloreados. Los topónimos se escriben con tinta negra o roja, reservando esta últi-
ma para los lugares más importantes, como de nuevo nos informa Alonso de Chaves: «Se puede
diferenciar la letra escribiendo las cosas principales y más notorias con letra más grande o de colo-
rado, porque se hallan más presto las tales cosas, poniendo el principio de tal nombre junto al tal
lugar y en su derecho, porque la letra sea el índex de lo que habla» 36 .
Asimismo, en relación con las características de la cartografía náutica, hay que indicar la pre-
sencia de escalas gráficas. Están formadas por dos largueros paralelos que albergan en su interior
graduaciones espaciadas de forma regular. Curiosamente carecen de toda indicación escrita refe-
rente a las unidades empleadas o al valor de sus divisiones, por lo que debemos de suponer que
estos datos eran omitidos por ser sobradamente conocidos37 . Algunos de los mapas incorporan,
sin embargo, referencias textuales al valor asignado a las escalas, divisiones y subdivisiones: por
ejemplo, Vesconte M aggiolo afirma en su carta de 1512 38 que de un punto a otro son cincuenta
millas: «saperay come da uno punto a larto sono milia cinquanta» 39 ; y en la carta de Giovanni da
Carignano se puede leer: «N ota que cualquier espacio indica diez millas, y los espacios mayores
cincuenta millas, y esta medida es lícita por mar, pero no para todos los caminos en tierra a causa
de ser tortuosos» 40 . Aunque en esencia, en lo que respecta al sistema de medición, las escalas son
prácticamente idénticas, formalmente difieren mucho unas de otras, incluso en los ejemplares rea-
lizados por el mismo cartógrafo o el mismo taller cartográfico 41 .
Además de su carácter práctico, las escalas llegaron a desempeñar un considerable papel orna-
mental. Pasaron de estar simplemente trazadas sobre los mapas a aparecer enmarcadas en cartelas
decoradas, o incluso simular cintas42 , lo que ha llevado a sugerir que, de forma similar a las rosas
de compás, su utilización se hiciera trazándolas en una tira independiente del mapa para poder ser
trasladadas a cualquier región 43 . Asimismo, en algunos atlas, las escalas figuran en los ángulos de
los mapas formando un triángulo con las esquinas, donde paulatinamente se encerrará decora-
ción 44 .
Indudablemente, los elementos hasta ahora comentados ponen de relieve la practicidad de
estos mapas como instrumentos náuticos. A estos debemos añadir también el interés de los cartó-
grafos por señalar los peligros para la navegación. En las aguas navegadas con las cartas náuticas
encontramos representados signos convencionales que servían para advertir de las dificultades o
riesgos de ciertas zonas. Estos aluden al fondo marino y hacen referencia a los bajos o bancos de
arena y a la presencia de escollos o arrecifes. Para conocer su significado debemos recurrir nueva-
mente al Q uatri Partitu o Espejo de N avegantes (lib. I, trat. II, cap. 2) de Alonso de Chaves (ca.
1492-ca. 1586), según el cual, los bajos de arena se indican mediante «puntos menudos y espesos
que ocupen, por longitud y latitud, todo el lugar que ellos ocupan» 45 . Tony Campbell afirma que
dicho punteado minúsculo aludiría a los granos de arena 46 . Los escollos se señalan mediante «cru-
ces pequeñas, que, asimismo, ocupen tanto lugar de la carta como ellos en el lugar donde están» 47 .
Tanto el punteado como las cruces se encuentran por lo general en idénticas posiciones en los dis-
tintos mapas, lo que es indicativo de que, incluso en los ejemplares lujosos no concebidos para la
navegación, estos signos no estaban ilustrados de forma arbitraria, sino que eran fruto de la expe-
riencia marítima. Además de representarse gráficamente, estos peligros se especifican en ocasiones
textualmente. En la carta anónima genovesa (1457)48 los encontramos mencionados en el océano
Índico junto a la ilustración de un barco: «El océano Índico está lleno de muchas islas, rocas y ban-
cos de arena...» 49 . Y en la carta de Albino Canepa (1480), en la costa de Dalmacia, encontramos
representado un escollo, y junto a este el recuerdo de un naufragio 50 .
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LOS CEN TROS MEDIEVALES DE PRODUCCIÓN DE CARTAS N ÁUTICAS Y SUS AUTORES
Inicialmente destacaron Génova, Venecia y M allorca como los principales centros de realización
de cartografía náutica. El genovés Francesco Beccari afirmaba en su carta de 1403 51 que «maes-
tros cartógrafos catalanes, venecianos y genoveses hacían cartas de navegación desde tiempo
atrás» 52 . A estos focos cartográficos pertenecen las cartas náuticas más antiguas que han llegado
a la actualidad, y los primeros autores conocidos. M uy probablemente el arte de realizar cartas
náuticas nació en Génova, y desde aquí fue importado a Venecia y M allorca.
Fig. 11. Carta náutica de Angelino Dalorto (1330). Archivio Corsini, Florencia.
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Mallorca otros cartógrafos, como el quizá cristiano 61 Guillem Soler, quien realizó dos cartas, una
hacia 1380 62 (Fig. 5) y otra en 1385 63 , y otra de la que solo queda un fragmento 64 , y el judío
Cresques Abraham, autor del Atlas Catalán de hacia 1375 (Fig. 6). Dentro de la Corona de Aragón
destacó Mallorca como centro cartográfico, debido a que su posición geográfica, en el centro del
Mediterráneo occidental, la convertía en la principal encrucijada de las rutas marítimas comerciales;
no obstante, tenemos constancia documental y ejemplos cartográficos realizados también en
Barcelona 65 . A partir del siglo XVI, con el traslado del interés cartográfico a Sevilla, concretamente
a la Casa de la Contratación, numerosos cartógrafos mallorquines se vieron obligados a emigrar a
otros centros extranjeros como Mesina, Palermo, Nápoles, Livorno, etc.
Estos y otros muchos cartógrafos nutrieron con sus obras el panorama cartográfico de la Baja
Edad Media, según se recoge en el stemma que muestra la evolución de la cartografía náutica, entre
los inicios del siglo XIV y mediados del XV, a partir del cotejo de las obras conservadas y de la infor-
mación documental con la que contamos (Fig. 12). Pocos datos biográficos tenemos de dichos cartó-
grafos, y poco sabemos de cómo trabajaban. Aunque según Tony Campbell no podemos asumir que
ningún cartógrafo trabajó jamás de forma aislada 66 , comúnmente, y por la información documental
con la que contamos, se asume que estaban organizados en talleres integrados por un maestro (que
sería el firmante de los mapas, cuando estos presentan firma), bajo cuya dirección se encontrarían sir-
vientes y aprendices. Dentro de dichos talleres existían lazos familiares, pues generalmente los hijos
heredaban el oficio del padre, y así, de maestro a aprendiz o discípulo se transmitieron de unos car-
tógrafos a otros el arte de hacer mapas. Entre los ejemplos medievales, el mejor documentado es el
de Cresques Abraham, sin duda alguna el cartógrafo más conocido de la Mallorca bajomedieval, y a
quien debemos la creación de uno de los talleres de cartografía más longevos de la isla 67 . Cresques
Abraham enseñó a su hijo Jafuda Cresques (conocido como Jaume Ribes a partir de su conversión al
cristianismo en 1391)68 , y a su vez, con Jafuda Cresques se formó Samuel Corchos69 , también judío,
quien cristianizaría su nombre cambiándolo por el de Mecia de Viladestes, y con el que firmó dos car-
tas, una en 1413 (Fig. 7) y otra en 1423 70 . Posiblemente Mecia de Viladestes transmitió sus conoci-
mientos a su hermano o hijo, Joan de Viladestes, quien realizó una carta en 1428 71 .
De la Edad Moderna conocemos auténticas sagas de cartógrafos, como es el caso de los Russo,
los Prunes, los Olive y los Cavallini. Aparte de poder rastrear estos apellidos en las cartas náuticas a
lo largo de los siglos XVI y XVII, la documentación confirma los vínculos cartográficos. Por ejem-
plo, conservamos un recibo de 1625 de Pere Joan Prunes, quien recibe en herencia de su padre, Vicenç
Prunes, la mitad de los modelos de hacer cartas náuticas («patrons de fer cartes de navegar»); la otra
mitad los heredarían posiblemente su hermana (Marie Prunes) y su hermano (Iohanni Baptiste
Prunes)72 , y a su vez, Vicenç Prunes los habría heredado de su padre, Mateo Prunes73 .
En su estudio de la cartografía náutica veneciana de los siglos XIV y XV, Piero Falchetta afirma
que muchos cartógrafos del Quattrocento desempeñaban oficios relacionados con el mar, como son
los de mercader o marino. Concluye este investigador afirmando que «la experiencia directa de la
vida en el mar era en muchos casos la condición necesaria para la práctica cartográfica» 74 .
Indudablemente resulta lógico pensar que aquellos que realizaban una de las herramientas empleadas
a bordo de las embarcaciones conocerían las técnicas de navegación, y habrían navegado 75 . Al res-
pecto, es importante llamar la atención sobre la carta genovesa de Bartolomeo Pareto (1455)76 , en la
que junto a la isla de Alborán, próxima al Estrecho de Gibraltar, encontramos una leyenda que reza
«Alborán, donde yo la vi» 77 . Es decir, posiblemente con la finalidad de prevenir a las embarcaciones
de la presencia de esta isla en una zona entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico de difícil
navegabilidad y mucho tráfico marítimo, este cartógrafo se preocupó de dibujarla en su mapa en el
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
lugar preciso en el que él, según dice, la vio; así pues, sabemos
que Bartolomeo Pareto navegó por el Estrecho.
Dentro de la documentación bajomedieval mallorquina,
los cartógrafos aparecen mencionados como «mestre de mapa-
mundis i de brúixoles», es decir, «maestros de m appaem undi y
de brújulas», lo que Jaume Riera i Sans interpretó como que
además de realizar estos mapas, se dedicaban a pintar las rosas
de compás en las brújulas, que serían como aquellas ilumina-
das en los mapas78 . Ellos eran los encargados, pues, de estos
dos instrumentos básicos e indisolubles en la navegación de
estima. Entre las ocupaciones de los cartógrafos encontramos,
sin embargo, otras que indudablemente resultan curiosas si
pensamos que se compatibilizaban con la realización de cartas Fig.13. Detalle de las tiendas
náuticas. A la luz de las firmas de sus respectivas obras, cono- matriarcales de la Biblia Farhi
cemos que algunos fueron religiosos, como Giovanni da de Cresques Abraham
Carignano (primera mitad del siglo XIV)79 y Bartolomeo (1366-1382).
Pareto (1455)80 . Por su parte, Pietro Vesconte pudo ser un Colección privada, anteriormente
médico que aprendió a realizar cartas náuticas estando al ser- perteneció a David Solomon
vicio de mercaderes y marinos81 . Sassoon, Jerusalén (M s. 368, p. 23).
Al margen de la ocupación con la que podemos encontrar
documentados a estos cartógrafos, debemos reconocer que los autores de estos mapas eran asimismo
artistas, pues su realización implicaba el conocimiento de muchas habilidades propias de la realiza-
ción e iluminación de manuscritos: la preparación del pergamino; la escritura tanto de topónimos
como de extensas leyendas; el dibujo cartográfico; el diseño, entre otros, de elementos geográficos,
ciudades, animales y personajes; el policromado, dorado y plateado; etc. Aunque la destreza artística
varíe de unos cartógrafos a otros, y por ello podamos distinguir artistas de primera o segunda fila,
las cartas náuticas deben ser incluidas dentro del terreno
de la historia del arte.
Uno de los ejemplos más llamativos de cartógrafo e
iluminador es el de Cresques Abraham. Además del Atlas
Catalán, sabemos con seguridad que realizó otra obra.
No se trata en este caso de un mapa, sino de una Biblia,
la denominada Biblia Farhi82 , considerada una de las
más ricamente iluminadas de la producción hebrea 83 .
Jaume Riera i Sans la atribuyó al cartógrafo mallorquín
basándose en la firma: como aparece en su colofón (p. 2),
fue escrita e iluminada entre 1366-1382 por «Elisha ben
Abraham ben Benveniste ben Elisha Crescas» 84 , retahíla
de nombres que hace referencia al nombre judío litúrgico
completo de Cresques Abraham 85 . En la comparación de
Fig. 14. Detalle de las tiendas de los
la Biblia y el Atlas encontramos una serie de motivos ilus-
tuaregs del Atlas Catalán de Cresques
trados de forma idéntica, por lo que se deduce que fueron
Abraham (ca. 1375).
realizados por un mismo autor. Especialmente significati-
Bibliothèque nationale de France, París
vas son las tiendas de campaña con las que en la Biblia
(M s. espagnol 30).
Farhi se ilustran las tiendas matriarcales y la de Jacob en
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
la página 23 (Fig. 13), y en el Atlas Catalán las viviendas de los Tuareg del Norte de África (Fig. 14).
Asimismo, Cecil Roth considera de Cresques Abraham la iluminación de un Pentateuco (ca. 1380)86
y según Gabriel Llompart i Moragues, seguramente también lo fue la biblia que, según conocemos
documentalmente, a principios del siglo XV vendió Safia Natjar, posiblemente tío de Jafuda
Cresques87 . Igualmente relacionado con la vocación artística de los cartógrafos, debemos recordar el
caso de Rafel Monells (siglo XV), quien a final de su vida cambió la producción de mapas por la pin-
tura de retablos88 .
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Ese proceso de copiar el modelo es denominado «trasflor o trasflorar», y como sigue explicando
Cortés, consiste en señalar «en el papel transparente con una pluma delgada un Leste-Oeste y un
Norte-Sur... Y asimismo trasfloran toda la costa, puertos, islas, ciudades y cabos y ríos» 102 .
Una vez que el padrón ha sido copiado en estos trasflores (nótese el plural, porque para cubrir
toda la superficie eran necesarios varios papeles), el dibujo trasflorado debía ser calcado sobre la
superficie del nuevo mapa. Para ello, se disponía entre este y el papel trasflorado:
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 16. Detalle de una carta náutica de Pere Rosell (ca. 1483) reutilizada como relleno de una
encuadernación, como testimonian las filas de orificios de la costura.
Bibliothèque nationale de France, París (Rés Ge C 15118).
«otro papel delgado ahumado por la parte baja que es la que cae sobre la carta arrum-
bada [i.e. la superficie del nuevo mapa]. El cual se haya ahumado con tea o con mechas
de pez. Esto así asentado y bien fijado uno sobre otro. H as de tomar un garfio o punte-
ro que tenga la punta lisa porque no rasgue ni horade el papel y con él se irá apretando
sobre todo el transflor y señalando cuanto en él está trasladado del padrón... y así queda
todo impreso del humo en la carta arrumbada, sobre lo cual con una pluma delgada se
tornará a señalar con tinta. Después... con una migaja de pan se limpiará todo lo del
humo, y quedará la costa asentada con tinta en la carta» 103 .
El hecho de que el papel del que se disponía en época de las primeras cartas náuticas no fuera de
la consistencia y espesor necesarios para convertirlo en ese material transparente al que alude Cortés,
y que la utilización de pergamino para estos trasflores sumara al grosor su elevado coste, llevaron a
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 17. Detalle del Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375) donde se aprecia el encierro de Gog y
Magog y el Anticristo por Alejandro Magno tras los montes del Caspio, ilustrados estos últimos mediante
dos formas distintas de recrear la orografía, y posiblemente por dos artistas.
Bibliothèque nationale de France, París (M s. espagnol 30).
plantear a Pujades i Bataller que los cartógrafos medievales hubieran recurrido al damasco; aunque
caro, tenía como ventajas sus cualidades translúcidas y el poder recurrir a una sola pieza (y no a
varios trasflores)104 . La utilización de damasco en la realización de cartas náuticas está documenta-
da por Bartolomeo Crescenzio Romano en su N autica mediterranea (Roma, 1601, p. 189)105 .
Asimismo, este investigador describe otros procesos para copiar el modelo, de los que quizá los car-
tógrafos medievales recurrieron al de puntear con una aguja el dibujo del modelo que era trasladado
al nuevo mapa mediante polvo de índigo que, aplicado con una muñequilla, traspasaba los orificios.
De hecho, esta misma técnica, conocida como spolvero o estarcido, fue utilizada en otros procedi-
mientos pictóricos en la Edad Media.
A pesar de recurrir a modelos previos, la realización de cartas náuticas no consistía en la copia
exacta de unas a otras. Por un lado, entre los existentes encontramos considerables variaciones en la
escala, que muy posiblemente se conseguía gracias a una cuadrícula que servía de base para la reali-
zación del dibujo 106 . Por otro lado, los cartógrafos actualizaron los mapas a la par que el conoci-
miento geográfico se incrementaba; como revela Pujades i Bataller, dichos cambios son especialmen-
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Fig. 19. Detalle del Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375) con la representación de los pescado-
res de perlas en el océano Índico junto a un junco chino, según la narración de Marco Polo.
Bibliothèque nationale de France, París (M s. espagnol 30).
distingue hasta dos estilos muy distintos en la representación de la orografía –a modo de cúmulo de
piedras, como en el Atlas africano, o mediante un dibujo suelto en zig-zag, en los montes del Caspio–,
lo que significa que en la realización de este mapa intervinieron al menos dos manos, la de Cresques
Abraham y muy posiblemente la de su hijo Jafuda Cresques, que por entonces tendría unos 15 años
(Fig. 17). Es también interesante el caso del Mappamundi Catalán Estense (ca. 1450), donde descu-
brimos claramente dos momentos en la realización de las embarcaciones y las sirenas del océano: pri-
meramente debieron trazarse las líneas del agua, respetando las zonas donde estos motivos se iban a
ilustrar, dejando para ellos un rectángulo en blanco; después, se realizarían dichas imágenes, para a
continuación terminar el fondo de líneas. Aunque la unión de las rayas está realizada con gran peri-
cia, se pueden apreciar los recuadros reservados para las ilustraciones (Fig. 18). Probablemente este
detalle no solo responda a dos momentos de la intervención, sino al trabajo de dos artistas distintos,
el segundo de mayor destreza artística, pues a él le correspondieron los motivos figurados.
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
El repertorio de imágenes
de algunas de las cartas náuti-
cas alcanza una mayor comple-
jidad que la descrita por
Cortés. Además de motivos
aislados, estos mapas se con-
virtieron en escenarios de
auténticos programas icono-
gráficos. Por ejemplo, la pro-
funda dependencia del Atlas
Catalán o del M appam undi
Catalán Estense respecto de la
narración del viaje a Asia de
M arco Polo (ca. 1254-1324)
convierte prácticamente estos
mapas en, podríamos decir,
ejemplares de Il M ilione ilumi-
nados. Los buscadores de dia-
mantes, el ritual indio de cre-
mación del cadáver, el entierro
del Gran Khan, la ciudad de
Cambaluc, los pescadores de
perlas (Fig. 19), entre otras
imágenes mostradas en ellos,
son los que el mercader vene-
ciano había descrito 115 .
Es importante indicar, por Fig. 20. Detalle del norte de África de la carta náutica de Angelino
lo que respecta a la iluminación Dulcert (1339) en el que se aprecia la red de rumbos sobre las
de las cartas náuticas, que, a superficies de agua, y no tierra adentro.
juzgar por los ejemplos que nos Bibliothèque nationale de France, París (Rés Ge B 696).
han llegado, inicialmente esta
hizo su aparición en las obras mallorquinas, mientras que las italianas acusaban una mayor sobrie-
dad 116 . Para Pujades i Bataller, Angelino Dulcert es «el primer cartógrafo que, con su carta hecha en
Mallorca en el año 1339, presenta ante nuestros ojos el resultado maduro de ese proceso de enri-
quecimiento decorativo e informativo de las cartas y mapaemundi de lujo», y según continúa este
investigador, estos motivos dulcetianos serían copiados posteriormente por Cresques Abraham en su
Atlas Catalán 117 . Y aunque es obvio que existe una clara dependencia iconográfica, al menos en las
partes geográficas que estos mapas comparten (la carta de 1339 no incluye todo el continente asiáti-
co), considero interesante poner de relieve una diferencia apreciable entre la obra de Angelino Dulcert
y las del taller de Cresques Abraham. Al dibujar la red de rumbos, Dulcert apenas continúa el traza-
do sobre el interior de los continentes y, por ello, las ilustraciones casi no están atravesadas por las
líneas, como puede verse, por ejemplo, en el norte de África) (Fig. 20). Sí se prolongan, sin embargo,
en el oeste, sobre el océano Atlántico, muy posiblemente heredado de las cartas empleadas en la nave-
gación, que requerían de la existencia de líneas de rumbo en esa zona para poder navegar. A partir
del Atlas Catalán (1375) encontramos una tendencia a que las líneas de rumbo se prolonguen más
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 21. Detalle del norte de África del Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375) en el que se apre-
cia la red de rumbos cubriendo toda la superficie, incluyendo sobre las ilustraciones tierra adentro.
Bibliothèque nationale de France, París (M s. espagnol 30).
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
allá de la circunferencia, indistintamente tanto sobre el agua como sobre los continentes (Fig. 21);
penetran así las líneas tierra adentro, cubriendo Europa, Asia y África, y todos los motivos ilustrados
en estos territorios. Esta diferencia en la forma de trazar las redes de rumbo parece responder a una
evolución artística de la cartografía náutica: Angelino Dulcert encarna un primer estadio en su ilu-
minación, donde ilustración y elemento cartográfico son aún independientes; a partir de Cresques
Abraham ambos se imbrican de forma que la red de rumbos tapiza todas las imágenes. No obstante,
no pretendemos con esto subestimar las imágenes de Angelino Dulcert, que por otra parte muestran
una gran calidad técnica y artística, superior, incluso, a la de Cresques Abraham.
«Encerrándonos en una habitación tuvimos en las manos... una esfera sólida del
mundo con estos descubrimientos, y muchos pergaminos que los marinos llaman car-
tas de marear, una de las cuales la habían dibujado los portugueses, en la cual dicen
que puso mano Américo Vespucio, florentino, hombre perito en este arte, que navegó
hacia el Antártico muchos grados más allá de la línea equinoccial con los auspicios y
estipendios de los portugueses... La otra [carta de marear] la comenzó Colón cuando
vivía en iba recorriendo aquellos lugares, y en ella su hermano Bartolomé Colón,
Adelantado de la Española, añadió lo que juzgaba, pues él también recorrió aquellas
costas. Además, cada uno de los castellanos que, según su propia persuasión, sabía
medir tierras y costas, se trazó su pergamino de navegar. D e entre todas se conservan
com o m ás recom endables las que com puso aquel Juan de la Cosa» 121 .
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
Fig. 22. Carta de Juan de la Cosa (1500). M useo N aval, M adrid (n.º inv. 257).
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América aparece representada en el extremo occidental de la carta como una gran mancha verde,
articulada con arcos en el norte y rectas en el sur –quizá para diferenciar la región bajo dominio inglés
de la castellana– que acogen líneas azules que convergen en círculos. Indudablemente, el desconoci-
miento del interior de este continente llevó a optar por cubirlo de color 123 , pero en la elección del
mismo se evocaba la frondosidad de las selvas tropicales y los grandes ríos que tanto sorprendieron
a los descubridores. No cabe duda, también, de que el protagonismo visual que este territorio adquie-
re lleva a dirigir la mirada del espectador hacia él, hacia la zona de mayor interés del mapa 124 .
Las exploraciones inglesas en territorio Americano llevadas a cabo en el norte por Juan Cabot
en 1497 son indicadas a través de una inscripción que reza m ar descubierto por ingleses y el topó-
nimo cavo de Inglaterra, así como por las cinco banderas que ondean en estas costas, correspon-
dientes a los estandartes de Enrique VII. En el archipiélago caribeño podemos reconocer las islas de
Cuba, Jamaica, La Española y Puerto Rico, rodeadas de islas menores de forma circular de carácter
fantástico. La Española y Cuba, dibujadas de manera muy real, se sitúan erróneamente sobre el tró-
pico de Cáncer, más al norte de su verdadera posición. Se trata de un error que encontramos con
anterioridad, como ocurre en el globo de M artin Behaim (1492)125 . Sobre estas islas caribeñas, así
como por la costa sur de las tierras americanas, ondean banderas castellanas, como las que también
exhiben dos embarcaciones bajo el Ecuador. Asimismo, una leyenda –este cavo se descubrió en ano
de m il y CCCX CIX por castilla siendo descobridor vicentians– recoge el descubrimiento del cabo
brasileño de Santa M aría de la Concepción por Vicente Yánez Pinzón en 1500, no en 1499 como
menciona erróneamente Juan de la Cosa. Respecto a Brasil, otra leyenda al este del supuesto meri-
diano de Tordesillas reza Y sla descubierta por Portugal, en alusión al viaje de Álvarez Cabral, quien
por error llegó a tierras brasileñas en 1500 cuando se dirigía hacia las Indias orientales.
Los descubrimientos de Portugal en África y Asia también están plasmados en la carta.
Aparecen gráficamente a través de la serie de carabelas que con el pendón portugués circunavegan
las costas de África hasta llegar al litoral hindú. Además, en el extremo sur del continente africa-
no encontramos una leyenda en la que se afirma H asta aquí descubrió el ex celente R ey don Juan
R ey de Portugal, en recuerdo de que el cabo de Buena Esperanza fue rebasado por Bartolomé Díaz
en 1488, bajo el reinado de Juan II (1481-1495). Del mismo modo, en la India, otra leyenda que
reza Tierra descubierta por el rey don M anuel de Portugal, conmemora la llegada aquí de Vasco
de Gama en 1498, reinando M anuel I (1495-1521), y con ello el culmen de la circunnavegación
africana. Por último, el control de Portugal en África se pone también de relieve a través de la
representación del escudo portugués en el cono sur del continente. Perdido al desprenderse, ya que
originalmente era un recorte posiblemente de un grabado adherido al mapa, ahora tan solo queda
su recuerdo a través del rectángulo de enmarcamiento y la corona que lo remataba, que se poli-
cromaron directamente sobre la carta.
Para recalar en uno de los aspectos más interesantes del mapa debemos volver nuestra mirada
hacia América, concretamente al cuello del pergamino, a la zona correspondiente a Centroamérica,
aún sin explorar en 1500, donde se enmarca en una cartela a san Cristóbal llevando sobre sus hom-
bros a Cristo N iño, y bajo cuya representación, como decíamos, se encuentra la firma (Fig. 24). Es
común encontrar en esta parte de las cartas náuticas la imagen de la Virgen, Cristo o algún santo,
como protectores de aquellos que se embarcaban en empresas en alta mar. También figura en el
mapa de Juan de la Cosa, en el océano Atlántico, una imagen de la Virgen entronizada con Cristo
N iño y flanqueada por ángeles, recortada de un grabado y adherida en el centro de una rosa de com-
pás. En esta línea, no sería de extrañar la presencia de san Cristóbal, como santo patrón de los via-
jeros. N o obstante, en este caso, la lectura de esta representación debe ir más allá.
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«Los sarracenos llaman a esta montaña Gibelcamar, que en nuestra lengua significa
montaña de la Luna; está sobre la línea equinoccial y es tan alta que desde la cima se
podrían ver los dos polos; de esta montaña bajan ríos que forman un lago en el cual se
encuentra oro y por eso se le llama río de O ro» 132 .
Tal como se explica en el texto, el nombre dado a este monte en la Carta de Juan de la Cosa es
la transcripción del árabe G ebel al-Q um r o G ebel al-Q am ar, que significa «monte de la Luna», una
montaña que según la G eografía (lib. IV, cap. 8) de Claudio Ptolomeo (ca. 100-ca. 168) era el ori-
gen del N ilo. La presencia en estos mapas de la transcripción del nombre árabe del monte da pie a
pensar que la fuente de este río debió de llegar a ellos a través de contactos orales con el mundo islá-
mico, más que a través de la obra del sabio alejandrino. N o en vano, su G eografía fue tan solo cono-
cida en la Europa occidental a partir de su traducción del griego al latín hacia 1406-1409 y, años
antes, la carta veneciana de los hermanos Pizzigani de 1367 ya recogía esta alusión 133 .
Pasando ahora a la rama meridional del N ilo, es interesante señalar que según la cartografía
náutica mallorquina, este procede Paraíso Terrenal. Así por ejemplo se afirma ya en la carta de
Angelino Dulcert (1339)134 , y se representa en el M appam undi Catalán Estense en la zona ecua-
torial del continente africano (Fig. 8). El origen de esta idea deriva de la identificación del N ilo con
el Geón, uno de los ríos paradisíacos mencionados en el Génesis (2:10-14). Sin embargo, la Carta
de Juan de la Cosa se distancia en este caso de la cartografía náutica bajomedieval, y prescinde
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
tanto textual como iconográficamente del Paraíso Terrenal en África. Q uizá, la razón se deba a que
con el descubrimiento del N uevo M undo el Paraíso fue trasladado a las tierras americanas. De
hecho allí lo localizaba el propio Cristóbal Colón, quien en su Tercer Viaje (entre 1498 y 1500),
ante la desembocadura del río O rinoco, creía estar ante uno de los ríos del Paraíso, pues de este
dice:
«Y creo que pueda salir de alli [del Paraíso Terrenal] esa agua bien que sea lexos y
venga a parar alli donde yo vengo: y faga este lago. grandes yndiçios son estos del
parayso terrenal: porquel sitio es conforme ala opinion destos sanctos e sanctos theo-
logos. y asimismo las señales son muy conformes que yo jamas ley ni oy que tanta can-
tidad de agua dulce fuese asi adentro e vezina con la salada. y enello ayuda asi mismo
La suauissima temperancia. y si dealli del parayso no sale: pareçe aun mayor maravi-
lla: por que no creo que sepa enel mundo de rio tan grande y tan fondo» 135 .
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
«Arabia Sebba. Provincia que fue de la reina de Saba. Ahora es de los árabes sarrace-
nos, y en ella hay muy buenos perfumes, así como mirra e incienso. Abunda en oro,
pata y piedras preciosas y también, según se cuenta, se encuentra allí un ave llamada
Fénix» 139 .
Igualmente tienen también cabida los soberanos fantásticos, como el R ey Benicalep en África,
cerca del M onte G ibebel / Cam ar (Fig. 25). Se trata de un cynocéfalo, es decir, un ser monstruoso
con cabeza de perro, que encontramos también ilustrado en el M appam undi Catalán Estense de
hacia 1450 (Fig. 8), y del que una leyenda en este mapa nos dice:
«Los sarracenos llaman a estas gentes Benicalep, que en nuestra lengua significa perro,
hijo de perro, porque su cara se asemeja a la de un perro; entre ellos se entienden por
medio de ladridos y no tienen leyes ni razones, y guerrean contra otros sarracenos
sometidos al emperador Preste Juan» 140 .
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LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
«Sabed que estas naves se llaman “ nichi” (juncos). Tienen sesenta codos de quilla y
treinta y cuatro codos de eslora; pocas hay que tengan menos de cuatro mástiles, y las
hay hasta de diez. Las velas son de caña y palma» 143 .
En el norte del continente asiático en la Carta de Juan de la Cosa, dentro de una hornacina a
modo de tienda de campaña, aparece sobre pedestal la representación de una figura monstruosa
con numerosos rostros en su cabeza y en sus manos, identificada con un Y dolo de ydolatras, según
reza la leyenda a sus pies (Fig. 29). Se trata de la representación del ídolo adorado por los idóla-
tras de la ciudad de Castrema, tal como conocemos gracias a la cartografía mallorquina. Así por
ejemplo figura en la carta de M ecia de Viladestes de 1413 (Fig. 30) o en el M appam undi Catalán
Estense de hacia 1450, donde junto a su representación encontramos la siguiente leyenda:
«Ciudad de Castrema. En esta provincia hay gente idólatra que adoran un ídolo de
metal con nueve cabezas y nueve manos y le consideran su dios; por otra parte, hay hor-
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N otas
1. REVELLI, 1937, 312.
2. WIN TER, 1952, 4.
3. PUJADES I BATALLER, 2007, 260, nota 94.
4. Para este tipo de mapas, CH EKIN , 2006, 27-74.
5. Catedral de El Burgo de O sma, Soria (Cod. 1, fols. 34v-35r). Para este mapa, M O RALEJO ÁLVAREZ , 1992,
151-179; reed. en 2004, vol. 2, 237-260; para una reproducción facsimilar de este manuscrito, BEATO DE
LIÉBAN A, 1992, vol. 1.
6. H ereford Cathedral, H ereford (Reino Unido). Para este mapa, WESTREM , 2001; y H ARVEY, 2010; para
una reproducción facsimilar, restaurada digitalmente, M appa M undi..., 2010.
7. Biblioteca N azionale M arciana, Venecia (n.º inv. 106173). Para este mapa, FALCH ETTA, 2006; y CATTA-
N EO , 2011.
8. «M aps were practically unknown in the middle ages», en H ARVEY, 1991, 7.
9. El estudio de la cartografía náutica medieval ha dado lugar a una muy amplia bibliografía en constante cre-
cimiento; para una aproximación a este tema, REY PASTO R y GARCÍA CAM ARERO , 1960; CAM PBELL,
1987; RO SSELLÓ I VERGER, 2000; PUJADES I BATALLER, 2007; y SÁEN Z -LÓ PEZ PÉREZ , 2007, 291-
713, 726-738.
10. BEAZ LEY, (1904), pp. 159-161.
11. REAL ACADEM IA ESPAÑ O LA, 2001, vol. 2, s.v. «mapa».
12. Véase PUJADES I BATALLER, 2007, 155-163.
13. N AN GIS, 1840, 444.
14. Bibliothèque nationale de France (BnF), París (M s. espagnol 30). Para una reproducción facsimilar de este
mapa, CRESQ UES ABRAH AM , 1983; e Ibidem , 2005.
15. BnF, París (Rés. Ge. AA 566). Para una reproducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 202-203,
fig. C30.
16. Biblioteca Estense Universitaria, M ódena (C.G.A.1). Para una reproducción facsimilar de este mapa, M ILA-
N O y BATIN I, 1996; y A ntichi planisferi..., 2004.
17. DESTO M BES, 1955, 151-152.
18. «Figures e animals .clxv.; e naus e galeres .xxv.; e peys entre grans e pochs, cent; e banacres que son en ciu-
tats e castells, .cccxxxx.; e arbres per tot lo mapamundi, .cxxxx.; en axi que son en suma per tot .dcclxx»,
en SKELTO N , 1968, 111.
19. Arxiu de la Corona d'Aragó, Barcelona (Reg. 1665, fol. 26); para este documento, RUBIÓ I LLUCH , 1908,
295; y para la identificación del Atlas Catalán con el mapa mencionado en la documentación, RIERA I
SAN S, 1975, 14.
20. «Ymage del mon e de les diverses etats del mon e de les regions que son sus la terra de diverses maneras de
gens qui en ela habiten», en CRESQ UES ABRAH AM , 1983, 15.
21. REY PASTO R y GARCÍA CAM ARERO , 1960, 16.
22. «Establir noves rutes i obrir nous mercats per als seus productes, o bé accedir a altres territoris per tal de
proveir-se», en H ERN AN DO , 1995, 52.
23. BnF, París (Rés. Ge B 1131).
24. Para el sistema clásico de los vientos en la Edad M edia, O BRIST, 1997.
25. GALLETTI, 1854, 8.
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55. Archivio di Stato, Lucca (sala 40, 194/I). BILLIO N , 2011, pp. 1-21. Tanto la fecha de realización de la carta
Pisana y como la de Lucca han sido retrasados por PUJADES I BATALLER, 2013, pp. 17-32, sin embargo,
sus conclusiones son rebatidas por CAM PBELL, <http://www.maphistory.info/CartePisaneTEXT.html> (últi-
ma consulta 10 de junio de 2015).
56. Archivio Corsini, Florencia. Para este mapa, M AGN AGH I, 1898; y AN GELIN O DALO RTO , 1929.
57. Carta de 1311, Archivio di Stato di Firenze, Florencia (Carte nautiche 1); atlas de 1313, BnF, París (Rés. Ge
DD 687); dos atlas de 1318, M usei Civici Veneziani, Collezione Correr, Venecia (Portolano 28) y Ö sterrei-
chische N ationalbibliothek, Viena (M s. 594); atlas hacia 1320, Biblioteca Apostolica Vaticana (BAV), Roma
(Pal. Lat. 1362A); y atlas hacia 1322, Bibliothèque de la Ville, Lyon (M s. 175). Atribuidos a Pietro Vesconte
son 1321, BAV, Roma (Vat. Lat. 2972); y 1325, BL, Londres (M s. 27376*).
58. Biblioteca Palatina, Parma (M s. 1612). Para una reproducción de este mapa, CAVALLO , 1992, vol. 1, 432-
433.
59. BnF, París (Rés. Ge B 696). Para una reproducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 120-121,
fig. C8.
60. REPARAZ , 1930, 302-303; y LLO M PART I M O RAGUES, 1997, 1122-1124.
61. LLO M PART I M O RAGUES, 1975, 43.
62. BnF, París (Rés. Ge B 1131).
63. Archivio di Stato, Florencia (Carte nautiche 3). Para una reproducción de este mapa, PUJADES I BATA-
LLER, 2007, 158-159, fig. C17.
64. Esta carta fragmentaria fue comprada en 2014 por el Ayuntamiento de Barcelona, y actualmente se conser-
va en el Arxiu H istòric de esta ciudad.
65. Por ejemplo, a Barcelona marchó en 1394 Jaume Ribes (Jafuda Cresques) y aquí trabajó en la realización de
unos mapas con Francesco Beccari en 1399-1400, tal como mencionamos anteriormente. Como muestra de
una carta ejecutada en la ciudad condal podemos mencionar la de Jacobo Bertrán y Berenguer Ripoll (1456),
N ational M aritime M useum, Greenwich (G230:1/7), en cuya firma leemos: «Jachobus Bertran et Berengarius
Ripol composuit hanch cartam in civitatis Barchioe anno a natiutate Dnj M CCCCL sexto». Para una repro-
ducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 318-319, fig. C58.
66. CAM PBELL, 1987, 429-430.
67. Para Cresques Abraham y su taller, RIERA I SAN S, 1975; LLO M PART I M O RAGUES, 1999-2000; PUJA-
DES I BATALLER, 2005; y SÁEN Z -LÓ PEZ PÉREZ , 2007, 303-318.
68. M arcel Destombes atribuyó a Jafuda Cresques la carta anónima (ca. 1380) de la BnF, París (Rés. Ge AA 751),
en DESTO M BES, 1952, 60-62; y FO N CIN , DESTO M BES y RO N CIÈRE, 1963, 19. Para una reproducción
de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 178-179, fig. C22.
69. El documento que así lo prueba es Arxiu del Regne de M allorca, Palma de M allorca (Prot. N ot. N icolau de
Cases, N -2421 (1387-1391), fols. 123r-v, recogido en LLO M PART I M O RAGUES y RIERA I SAN S, 1984,
349-350.
70. Biblioteca M edicea Laurenziana, Florencia (Ashb. nº. 1802). Para una reproducción de este mapa, PUJADES
I BATALLER, 2007, 238-239, fig. C34.
71. Topkapi Sarayi, Estambul (H . 1826). Para una reproducción de este mapa, KAM AL, 1939, vol. IV, fasc. IV,
fols. 1456v-1457.
72. Véase LLO M PART I M O RAGUES, 1988, 49-50.
73. LLO M PART I M O RAGUES, 1977, 1127 y doc. 31, donde se transcribe el testamento de Vicenç Prunes.
74. FALCH ETTA, 1995, 69.
75. O bviamente esto no siempre fue cierto, como afirma Pujades i Bataller para el caso de los cartógrafos medie-
vales mallorquines, en PUJADES I BATALLER, 2007, 257 y nota 79.
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76. Biblioteca N azionale Centrale Vittorio Emanuele II, Roma (Cart. N aut. 1). Para una reproducción de este
mapa, CAVALLO , 1992, vol. 1, 314-315, fig. II.12.
77. «Alborame unde ego sic vidi».
78. RIERA I SAN S, 1975, 17-18.
79. «Presbyter Johannes rector Sancti M arci de Portu Janue me fecit».
80. «Presbiter Bartholomeus de Pareto Civis Janue Acolitus Sanctissimi Domini N ostri Pape Composuit H anc
Cartam M CCCCLV in Janua».
81. FALCH ETTA, 1995, 33-34.
82. Colección privada, anteriormente perteneció a David Solomon Sassoon, Jerusalén (M s. 368); existe un
microfilm en blanco y negro en la BL, Londres (O r. M icrofilm 2744). Para este manuscrito, SASSO O N ,
1932, 6-14.
83. Para la Biblia Farhi, M IN TZ , 1988, 51-56; LEVEEN , 1944, 109-113; y KO GM AN -APPEL, 2004, 152-154.
84. El nombre del artista, igualmente «Elisha ben Abraham ben Benveniste ben Elisha Crescas», figura también
en la p. 89. En la p. 2, su autor afirma «yo completé».
85. RIERA I SAN S, 1975, 15. Esta identificación de Cresques Abraham como autor de biblias y mapas ha sido
mantenida con posterioridad; véase SÁEN Z -LÓ PEZ PÉREZ , 2009, 129-130; y KO GM AN -APPEL, 2014,
27-36.
86. Biblioteca Pública Estatal Saltykov-Shchedrin, Leningrado (Firk. H ebr. II._.B.101); véase RO TH , 1952, 356.
N o obstante, no todas las páginas tapiz de este Pentateuco parecen proceder del mismo manuscrito, según
GÜN Z BURG, STASSO FF y N ARKISS, 1990, 68.
87. LLO M PART I M O RAGUES, 1989, 6.
88. PUJADES I BATALLER, 2007, 258.
89. CH AVES, 1983, 110-114; CO RTÉS, 1990, 214-225; y GARCÍA DE PALACIO , 1993, 236-239.
90. Los mejores estudios sobre el proceso de realización de la cartografía náutica bajomedieval son los de
CAM PBELL, 1987, 390-392, 428-432; ASTEN GO , 1994, 153-172; y PUJADES I BATALLER, 2007, 182-
235; asimismo, para las cartas náuticas posteriores, ASTEN GO , 2007, 185-206.
91. Es importante poner de relieve que a partir del nacimiento de la imprenta, en algunas ocasiones se impri-
mieron cartas para incluirlas en compendios cosmográficos o náuticos. Así ocurrió por ejemplo en el Breue
com pendio de la sphera y de la arte de nauegar, con nueuos instrum entos y reglas, ex em plificado con m uy
subtiles dem onstraciones... de M artín Cortés (Sevilla: Antón Álvarez, 1551), donde en el fol. 67r se incor-
poró una carta, centrada en el océano Atlántico, que abarcaba del N uevo M undo al occidente del Viejo.
Asimismo, es importante señalar que con posterioridad a la Edad M edia continuó empleándose el pergami-
no por su durabilidad, por ejemplo, en la realización del padrón real o mapa oficial que se hacía en la Casa
de la Contratación de Sevilla y que debía servir como modelo de todas las cartas españolas. N o obstante, a
partir del siglo XVI se generalizó el uso del papel (material ya muy común), pues se suponía que las cartas
se empleaban durante tiempo limitado al ser continuamente actualizadas; para este tema, SAN DM AN , 2007,
1096-1101.
92. Véase PUJADES I BATALLER, 2007, cap. 2, ref. 27.
93. Para la imagen de una de estas cajas, ASTEN GO , 2007, 183, fig. 7.5.
94. Véase PUJADES I BATALLER, 2007, 187-188.
95. Véase PO GN O N , 1975, 7-9.
96. Véase CAM PBELL, 1987, 390; y PUJADES I BATALLER, 2007, 188-200.
97. M usei Civici Veneziani, Collezione Correr, Venecia (Portolano 28, fol. 2v).
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Stato, Florencia (Carte nautiche 22); siglo XV, atribuida, BnF, París (Rés Ge D 3005).
100. PUJADES I BATALLER, 2009, 241.
101. CO RTÉS, 1990, 217.
102. Ibidem .
103. Ibidem , 218-219.
104. PUJADES I BATALLER, 2007, 214.
105. Este texto está transcrito en Ibidem , 213.
106. Véase CAM PBELL, 1987, 391-392.
107. PUJADES I BATALLER, 2007, 212.
108. CO RTÉS, 1990, 219.
109. PUJADES I BATALLER, 2007, 218.
110. Ibidem .
111. Ibidem , 219.
112. CO RTÉS, 1990, 219.
113. Ibidem .
114. PUJADES I BATALLER, 2007, 224.
115. Para una edición de esta obra, M ARCO PO LO , 1958. Para una aproximación a la influencia de M arco Polo
en el Atlas Catalán, M ASSIN G, 2007, 376-390.
116. CAM PBELL, 1987, 392-393.
117. «El primer cartògraf que, amb la seva carta feta a M allorca l’any 1339, presenta davant dels nostres ulls el
resultat madur d’aquest procés d'enriquiment decoratiu i informatiu de les cartes i mapamundis de luxe», en
PUJADES I BATALLER, 2007, 225 y 231.
118. Para la autoría y realización en 1500, CEREZ O M ARTIN EZ , 1989, 149-162. Para una introducción a la
vida y obra de Juan de la Cosa, M ARTÍN EZ M ARTÍN EZ y DE LA FUEN TE RO YAN O , 2010.
119. La reina Isabel llegó a comentar en una ocasión: «Sería más servida quel dicho Juan de la Cosa ficiese este
viaje, poniéndose en lo justo, porque creo que lo sabría hacer mejor que otro alguno... en lo de navegar yo
mandaré que se rija por lo que pareciere al dicho Juan de la Cosa, porque sé que es hombre que sabrá bien
lo que se aconsejare», recogido en SILIÓ CERVERA, 2002, 64.
120. M ARTÍN -M ERÁS VERDEJO , 2000, 79.
121. PIETRO M ARTIRE D’AN GH IERA, 2012, 189-190. La cursiva es mía para enfatizar.
122. Para estas distintas teorías, RO BLES M ACIAS, 2010, 8.
123. O ’DO N N ELL Y DUQ UE DE ESTRADA, 1990, 87.
124. SILIÓ CERVERA, 2002, 82.
125. Germanisches N ational M useum, N úremberg. Para este globo, RAVEN STEIN , 1908.
126. Para el proyecto colombino, véase DELAN EY, 2006, 260-292; y WEY GÓ M EZ , 2008.
127. CEREZ O M ARTÍN EZ , 1992, 41.
128. REY PASTO R y GARCÍA CAM ARERO , 1960, 49. El cotejo de la Carta de Juan de la Cosa con la carto-
grafía mallorquina fue desarrollado en SÁEN Z -LÓ PEZ PÉREZ , 2006a, 17-27.
129. REY PASTO R y GARCÍA CAM ARERO , 1960, pp. 25-26.
130. «Per aquest loch pasen los merchaders que entren en la terra del[s] negres de Gineva, lo qual pas és appellat
Vall de Darcha», en CRESQ UES ABRAH AM , 1983, 45.
131. «Tota aquesta muntanya de lonch és appellade Carena per serrayns, e per crestians és appellade M untis
Claris. E sepiats que en aquesta dita muntanya ha moltes bones villes e castels los quals combaten los huns
ab lus altres; encara con la dita muntanya és abunda de pae de vi e d’oli e de totes bones fruytes», en
Ibidem , 45.
51
LA CARTOGRAFÍA N ÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN
132. «Aquesta montanya dien los sarayns mont Gibelcamar qui vol dir en no(st)ra lengua mons de la Luna, la
qual montaya es sobre la linia equinocsiall, e as tant alta que del pus alt loch vauriem hom ab dues les
tramu(n)tanes; de aquesta montaya vena(n) ri(us) p(er) los quals fa vlac en lo quall s’ajusta l’or, la qual es
apellat riu de l’or», en M ILAN O y BATIN I, 1996, 202.
133. «Iste lacus exit de mons Lune et transit per deserta arnosa» y «M uns Lune gibet camal sive mons aurey hic
semper est perpetua nis propter altitudo mocium», en LO N GH EN A, 1953, 73.
134. «Flumen Gion que descendit de montibus paradisi».
135. VARELA M ARCO S y LEÓ N GUERRERO , 2002, 113.
136. «Aquesta mar és appellade la M ar Roga per on passaren los ·XII· trips d’Issraell. E sepias que l’aygua no és
roga, mas lo fons és d’achela color. Per esta mar passa la major pertida de l’espècies qui vénen [en]
Allexandria de les Índies», en CRESQ UES ABRAH AM , 1983, 64.
137. «Aquest senyor negre és appellat M usse M elly, senyor dels negres de Guineva. Aquest rey és lo pus rich e·l
pus noble senyor de tota esta pertida per l’abondànçia de l’or lo qual se recull en la suua terra», en Ibidem ,
45.
138. «La major príncep de tots los tartres ha nom H olubeim, que vol dir Gran Ca. Aquest emperador és molt pus
rich de tots los altres enperadors de tot lo món. Aquest emperador guarden ·XII· [millia] cavallés e han ·IIII·
capitans. Aquests ·XII· millia cavallés e cascú capità [és] en la cort ab sa copanya per ·III· [meses] de l’any, e
axí dels altres per [orde]», en Ibidem , 87.
139. «Arabia. Sebba. Provincia la qual és aquella que tania la ragina Sebba. Ara és de sarrayns alhàrabs e ay mol-
tes bones odós axi con de mirra e d ensens e és abundade en or, en argent e en péres preciosses e encara,
segons diu, hi és atrobat un auçell que ha nom ffenix», en Ibidem , 72.
140. «Aquesta genaracio de ge(n)s apellan los saraïns beni calep; uol dir en nostra lenga ca fill de cha; com lur
cara es semblant a qua qui glapexen entra els; s’entenen p(er) aquelles altres gens, e no an lig ne raho nan-
guna, ans guaragen ab altres saraïns, los quals son sotsmezos a l’anp(er)ador Presta Iohan», en M ILAN O y
BATIN I, 1996, 202.
141. Para la edición crítica de la carta, véase el trabajo magistral de Z ARN CKE, 1879, 873-934; reed. en BEC-
KIN GH AM y H AM ILTO N , 1996, 40-102.
142. Véase LAN GLO IS, 1927, 44-70.
143. «Sapiats que aquestes naus són appellades N ichi e han ·LX· coldes de carena e hobren ·XXX·IIII· coldes e
menys han encara de ·III· arbres fins en ·X· e les [lurs] veles són de canes e de palma», en CRESQ UES ABRA-
H AM , 1983, 76.
144. «Ciutat de Castrema. En sta prouiincia a jens idolatrechs, los quals adoran vna idolla da matall ab nou caps
e nou mans e fan na lur deus e a·y d’altre part forques e homens sant a manera d’ermitans; com son uels fan-
sa panjar a la forca p(er) los cabels e degolan-los totom se tena(n) a la forca», en M ILAN O y BATIN I, 1996,
153.
145. En relación con la leyenda del encierro de Gog y M agog tras los montes del Caspio por Alejandro M agno,
GRAF, 1883, vol. 2, 507-563; AN DERSO N , 1932.
146. AN DERSO N , 1932, 87.
147. SILIÓ CERVERA, 2002, 126.
148. SÁEN Z -LÓ PEZ PÉREZ , 2005, 263-276.
149. «Le plus précieux document géographique que nous ait légué la fin du moyen âge», en PO TIER, 1853, 237,
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