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ETNOGRAFIA COMPLETA-Familia Politica y e
ETNOGRAFIA COMPLETA-Familia Politica y e
Diego Zenobi
Coordinadores: Buenos Aires. Es Licenciado y Doctor en
Mauricio F. Boivin se llevaba a cabo en el local República Cromañón de Buenos Aires, dejó un Antropología Social por la Facultad de
Ana Rosato saldo de 194 jóvenes muertos. Días después, sobrevivientes, amigos y Filosofía y Letras de la Universidad de
Fernando A. Balbi
familiares de los fallecidos comenzaron a impulsar su demanda de justicia
denunciando la masacre y conformaron diversos grupos que dieron origen
Diego Zenobi Buenos Aires. Actualmente es docente de
grado y posgrado de esa casa de estudios, e
Otros Títulos: al movimiento Cromañón. Investigador Asistente del Consejo Nacional
Familia,
De leales, desleales y traidores. Valor moral y (CONICET).
concepción de política en el peronismo. A partir de un trabajo de campo prolongado en el movimiento, y apelan-
Sus trabajos de investigación han dado lugar
Fernando Alberto Balbi do a las herramientas conceptuales de la antropología social, esta etno-
a la publicación de artículos en revistas
Un nuevo bloque político y económico. Análisis
grafía traza un relato de fuerte intensidad emocional centrado en el punto nacionales y extranjeras sobre temas
antropológico del proceso político tejido en torno de vista de quienes se presentan públicamente como víctimas de la
política y
diversos tales como moral y política;
a la construcción de la Región Centro de la ‘mayor catástrofe no natural de la historia argentina’, con el objetivo de emociones y demandas de justicia; protesta
emociones
Ana Rosato y Victoria Arribas (compiladoras)
cia y, al mismo tiempo, circulan como víctimas y damnificados a través del expertos estatales (psicólogos, abogados,
Calando la Vida. Ambiente y pesca artesanal en el aparato estatal. De aquí surge una idea provocadora que atraviesa toda la trabajadores sociales, médicos, etc.) en la
Delta Entrerriano. producción social de las víctimas. Asimismo
Mauricio Boivin, Ana Rosato y Fernando Alberto investigación: las demandas del movimiento, su conformación y dinámica,
Balbi (comps.) así como el modo en que las víctimas entienden y despliegan en el espacio co-dirige un proyecto de investigación que
tiene como objetivo el estudio de las
público las nociones de familiar, sobreviviente, bronca, dolor, justicia, políti-
Construyendo integración al interior del Mercosur: modalidades de organización y demanda
La integración entrerriano-riograndense (1992 – ca, etc. sólo pueden ser entendidos si se los considera a la luz de los múlti- pública de los familiares de personas
ples vínculos que las mismas establecieron con variadas agencias y actores
Las víctimas de Cromañón
2001).
Ana Rosato (comp.) privadas de la libertad (Universidad Nacional
estatales. de Lomas de Zamora-Ministerio de Justicia
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Diego Zenobi
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Zenobi, Diego
Familia, política y emociones : las víctimas de Cromañón entre el
movimiento y el Estado . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : Antropofagia, 2014.
248 p. ; 23x15 cm.
ISBN 978-987-1983-07-0
1. Etnografía. I. Título
CDD 305.8
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Índice
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
La masacre de República Cromañón y la demanda de justicia . . . . . . . . . . . 23
Sobre la politización de los familiares de víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Antígona en Cromañón: heteronomías y categorías nativas . . . . . . . . . . . . . . 36
El movimiento Cromañón como una configuración social . . . . . . . . . . . . . . . 43
¿Antropólogo o infiltrado? De las acusaciones a las perspectivas de los actores 53
Organización del libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Parte 1
Las víctimas movilizadas
Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
La noche del incendio y la búsqueda de los chicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
El Gobierno de la ciudad: el Programa de atención integral . . . . . . . . . . . . . 78
El Poder Judicial de la Nación: las víctimas como querellantes . . . . . . . . . . . 88
La formación de las ‘cabezas de querella’ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Conclusiones parciales. La acreditación oficial de las víctimas . . . . . . . . . . . . 100
Parte 2
Emociones y política en el movimiento Cromañón
Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público . . . . . 143
Las reuniones de Que No Se Repita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
Abogados y familiares: entre la lucha y lo judicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
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Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
Cromañón como un ‘caso’: el inicio del juicio penal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Aperturas: el movimiento y el Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
La sentencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Fuentes relativas a los Programas de atención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 246
Fuentes relativas a la causa penal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
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Agradecimientos
Son muy numerosos los motivos por los cuales deseo expresar mi mayor
agradecimiento al Dr. Fernando Alberto Balbi, director de la tesis de doc-
torado en la cual se basa este libro y de la beca posdoctoral otorgada por
el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet)
que lo hizo posible. Desde los inicios de mi investigación iniciada a prin-
cipios de 2006, Fernando se mostró como una persona generosa siempre
dispuesta a intercambiar ideas y a estar presente cada vez que fue necesa-
rio. En particular, durante el tramo final del proceso de escritura encontré
en él a un gran motivador. Por otra parte Fernando fue el director de dos
proyectos ubacyt sucesivos, radicados en la Facultad de Filosofía y Le-
tras (ffyl-uba) y financiados por la Universidad de Buenos Aires, en los
que participé desde el año 2008. Gracias a ello fue posible financiar parte
de los gastos de esta investigación así como la participación en jornadas
y congresos en los que pude compartir los resultados de mi trabajo. En
resumen, agradezco a Fernando por la motivación, las ideas, la genero-
sidad, y el trabajo compartido estos años. Todo ello forma parte de su
invalorable aporte a mi desarrollo como antropólogo.
Agradezco a Claudia Briones por haber participado en los inicios de mi
camino como investigador al haber dirigido mi tesis de licenciatura y las
dos primeras becas de doctorado que me otorgara el conicet. Asimismo,
deseo agradecer a María Pita por haber estado presente en el inicio de
mi formación como Co-Directora de aquella tesis. Más acá en el tiem-
po, María también estuvo presente a través de sus valiosos trabajos –que
hacen de ella una referente ineludible en el campo de los estudios sobre
familiares de víctimas–, así como del intercambio de ideas en el marco
de un Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (pict) radica-
do en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional
de San Martín (idaes-unsam) y financiado por la Agencia Nacional de
Promoción Científica (anpcyt)del que formamos parte.
Al jurado de la tesis de doctorado en la que se basa este libro –defendida
en mayo de 2011 en la Facultad de Filosofía y Letras (uba)-, le debo un
especial agradecimiento. El mismo estuvo conformado por María Pita,
Virginia Manzano y Sebastián Pereyra –este último, con quien también
comparto actualmente el espacio del proyecto pict junto a otros colegas-.
Todos ellos realizaron importantes observaciones y comentarios críticos
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Agradecimientos 9
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Prólogo
Etnografía, objetivación y compromiso
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nativas, examinando en detalle los variables sentidos que les atribuyen los
actores, las connotaciones morales que los tornan en factores capaces de
orientar su comportamiento, los diversos contextos en que son desplega-
dos y los usos a que son sometidos. A través de la atención estratégica
que brinda a las perspectivas de los actores, Zenobi no sólo consigue dar
cuenta del curso seguido por las acciones desarrolladas por uno de los
grupos que forman parte del movimiento Cromañón a fin de demandar
justicia para las víctimas de la masacre, sino que hace aportes decisivos
al análisis de la compleja dinámica de las relaciones entabladas entre los
diversos grupos que se movilizan en torno de esas demandas. Y, lo que
es aún más significativo, Zenobi consigue mostrar que la conformación y
dinámica de los grupos del movimiento Cromañón, sus demandas y las
formas en que entienden y despliegan las nociones de familia, política,
politización, justicia, víctima, sobreviviente, etc. solamente pueden ser
entendidos si se los considera a la luz del accionar de una multiplicidad
de agencias estatales: esto es, de una parte, atendiendo a las formas es-
pecíficas en que diversas agencias nacionales y de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires interpelaron a las personas afectadas por la masacre,
las cuales a su vez supusieron, de hecho, la imposición de condiciones en
función de las cuales esas personas debieron ponderar cuidadosamente su
accionar a fin de tratar eficazmente con dichas agencias (varios de los
más interesantes pasajes del libro muestran, precisamente, los esfuerzos
desplegados por algunos actores para establecer e imponer determinadas
formas de comportamiento consideradas como apropiadas para promover
públicamente sus demandas, para tratar con las agencias judiciales, etc.);
y, de la otra, analizando cómo, con anterioridad, incluso, al nacimiento de
quienes habían de ser víctimas de las acciones que ocasionaron el incendio
de Cromañón, diversas agencias estatales sancionaron, regularon y, luego,
simplemente ‘reconocieron’ a través de procedimientos rutinizados, coti-
dianos, cuasi-invisibles, ciertas formas de relacionamiento (estableciendo,
por ejemplo, las condiciones en que se considera que dos personas man-
tienen un determinado lazo de parentesco y qué derechos y obligaciones
comporta) que, en definitiva, aparecen a nuestros ojos como naturales y
que fueron precondiciones de las interpelaciones desplegadas a partir de
la infausta noche del 30 de diciembre de 2004.
He dicho al comienzo que el libro que el lector está a punto de abor-
dar es una muy buena etnografía, en un sentido del término que ya he
especificado, y que representa una adición significativa a la todavía pe-
queña biblioteca que podríamos conformar con la literatura etnográfica
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Introducción
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4 Fuente: “Los chicos se caían muertos como moscas”. Diario La Nación, 4 de enero de 2005.
5 Fuente: “Uno de los recórds más tristes de la historia”. Diario Clarín, 31 de diciembre de
2004.
6 Los datos indicaban que la franja de edad a la que pertenecía la mayor cantidad de muertos
fue la de 19 a 25 años: esa franja de edad sumó el 45% del total de fallecidos. A su vez, el 34%
del total fueron menores de 18 años. Fuente: “De los muertos en el boliche, el 34% no tenía más
de 18 años”. Diario Clarín, 31 de diciembre de 2004; “El promedio de edad de los muertos en
la tragedia es de 22 años”. Diario La Nación, 5 de enero de 2005.
7 Fuente: “Cromañón, considerada la mayor catástrofe no natural de la historia argentina”.
Diario Los Andes, 2 de enero de 2005; “Tragedia en Buenos Aires: nadie festejó la Nochevieja”.
Diario El país (España), 2 de enero de 2005.
8 Fuente: “El 30% de los sobrevivientes de Cromañón sigue bajo tratamiento”. Diario Clarín,
23 de agosto de 2009; “Lo que dejó Cromañón en terapia postrauma”. Diario InfoBae, 25 de
noviembre de 2009.
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15 A lo largo del libro destacaré con cursivas las categorías propias de los actores. Tal como
señalo más adelante en esta introducción, considero de ese modo a términos tales como ‘lucha’,
‘grupo’, ‘movimiento’, ‘familiares’, ‘violentos’, ‘politizados’, entre otros. Sin embargo, con el
objetivo de facilitar la lectura, evitaré destacar a tales expresiones en todas las ocasiones en
que aparecen citadas. En ese sentido, limitaré el uso de las cursivas a aquellas situaciones en
las que es estrictamente necesario distinguir el uso de esos términos como categorías propias de
los actores. En cuanto a las citas textuales –comilla doble– que no tienen referencia, las mismas
han sido producidas en diversas situaciones de campo.
16 Entre los partidos de izquierda se destacaban el Movimiento Socialista de los Trabajadores
(mst), el Partido Comunista Revolucionario (pcr), el Frente Obrero Socialista (fos), Izquierda
Socialista (is), el Partido Socialista de los Trabajadores (pts) y el Partido Obrero (po). Las
organizaciones sociales y piqueteras movilizadas eran la Corriente Clasista y Combativa (ccc)
y el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (mijd). También la Federación
Universitaria de Buenos Aires (fuba) acompañaba a los familiares en esas marchas. Por su
parte, en la marchas también participaban miembros de organismos de Derechos Humanos como
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la Liga por los Derechos del Hombre, la Asociación ex Detenidos Desaparecidos, el Movimiento
Ecuménico por los Derechos Humanos y Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
17 En el año 2002 Ibarra había promovido una fuerte reestructuración en el Estado porteño
a partir de la cual se había reducido drásticamente la cantidad de inspectores municipales
dedicados al control de locales nocturnos. Fuente: “Ibarra reduce la estructura y cambia nombres
en la Ciudad”. Diario Clarín, 11 de mayo de 2002. Para una explicación detallada de la evolución
de los organismos municipales de control entre 2001 y 2004 véase: Sanz Cerbino (2009).
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18 Algunos parientes de los miembros del grupo Callejeros fallecieron en el incendio. Allí murió
la esposa del manager de la banda, la madre del baterista y los dos sobrinos adolescentes de uno
de los guitarristas. La madre del cantante del grupo sufrió graves quemaduras en su cuerpo,
por lo que estuvo internada varias semanas.
19 Fuente: “Distintas convocatorias con diferentes consignas”. Diario Página 12, 6 de enero de
2005.
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20 Con el objetivo de mantener el anonimato de los actores he optado por sustituir sus nombres
originales por otros ficticios. Cabe destacar que la preocupación por mantener el anonimato de
los actores no ha sido el único motivo para modificar sus nombres originales. Esa decisión
me permitió tomar distancia durante el proceso de análisis y escritura de aquellas personas
con las que entablé relaciones de amistad, empatía y afinidad luego de un trabajo de campo de
varios años. En ese sentido, realizar tales cambios fue, en parte, una consecuencia de aquello que
Rabinow consideró como una “tensión entre la distancia analítica por un lado, y la participación
y empatía del antropólogo por el otro” (1992:85).
21 Fuente: “Los familiares intentaron marchar unidos. Con o sin cánticos, bajo la lluvia”. Diario
Página 12, 31 de enero de 2005.
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22 Puede consultarse una cronología del lucio político en: “Cronología: los hechos hasta la des-
titución”. Disponible en: http://pibescromagnon.ourproject.org/spip.php?article27. Para una
descripción detallada de las acciones públicas de los familiares durante el proceso del juicio
político véase: Murillo (2008) y Sanz Cerbino (2009).
23 A raíz del incendio se inició un conjunto de causas que estaban relacionadas entre sí y que
fueron dando lugar a otras. Entre ellas se encuentran la causa “de la emergencia”, en la que se
investigó si hubo jóvenes que fallecieron a causa de la implementación inadecuada del operativo
de emergencia; las causas conocidas en el movimiento Cromañón como “Bomberos 1 y 2”, en
las que se juzgó a bomberos, policías y empresarios que vendían habilitaciones para locales
nocturnos; la causa “de la morgue”, que tuvo como objetivo investigar si hubo irregularidades
en los procedimientos médicos realizados luego de las muertes; las causas “Cromañón 1 y 2”,
en las que se juzgó lo sucedido la noche del incendio y la responsabilidad del dueño del local
incendiado, respectivamente; y, finalmente, otras causas por asociación ilícita y cohecho en las
que se investigó a funcionarios del gcba. De ese conjunto de causas judiciales, la más importante
para los familiares fue la relativa a la noche del incendio, “Cromañón 1”. A lo largo de la tesis,
al referirme al ‘juicio’, estaré haciendo referencia a ese proceso penal.
24 Al emitir su sentencia sobre la causa “Cromañón 1”, el Tribunal Oral en lo Criminal N o 24
estableció una serie de condenas que luego fueron apeladas. Luego de la intervención de varias
instancias judiciales, finalmente, a fines de 2012, las penas quedaron firmes. En lo que hace
a los responsables de República Cromañón y a los músicos, fueron condenados por incendio
culposo seguido de muerte y cohecho: Omar Chabán, gerenciador de República Cromañón (10
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nuevos lazos que mezclan los mundos público y privado, revelando así
la arbitrariedad de esta división” (Filc, 1998:32). En resumen, tanto las
acciones de demanda como aquellas que se proponían reprimirlas termi-
naban produciendo “una novedosa y eficaz politización de la esfera de los
vínculos primarios” (Vezzetti, 1998:2).
Al ocuparse de analizar las acciones de los familiares de víctimas en
demanda de justicia, algunos autores (Font, 1997; Jelin, 1998) han con-
siderado adecuado comparar esa situación con la de Antígona, 27 aquel
personaje mitológico femenino que defendiendo el valor de los vínculos
familiares, se enfrenta al poder detentado por el soberano de Tebas. Reto-
mando esta misma figura mitológica, sugiero aquí que los análisis citados
pueden ser considerados como parte de una matriz interpretativa común
a la que llamaré Modelo de Antígona. Desde esa perspectiva, ‘lo privado’
y ‘lo público’ son considerados en términos abstractos como dominios o
universos discretos, autónomos y en oposición. Al analizar la actuación
pública de los padres y madres que demandan justicia, y (pre)suponiendo
una antecedencia lógica de lo familiar en relación a lo político, se afirma
que a través de sus acciones de demanda ellos promueven una imbricación
recíproca entre lo privado y lo público, haciendo posible la transforma-
ción de lo familiar en político, esto es, su politización. En este marco, tal
proceso de politización es considerado por los analistas como necesario
e inevitable, motivo por el cual el rechazo del carácter público y políti-
co de aquellas demandas es tratado como la negación (ilusoria) de una
realidad que se impone: aún cuando puede reconocerse “el pasaje de una
27 En la tragedia de Sófocles (1994), Antígona es hija de Edipo y Yocasta. Sus hermanos
varones, Eteocles y Polinices, heredan de su padre el trono de Tebas y acuerdan la alternancia
en el mismo. Pero una vez finalizado su mandato, Eteocles no cede el trono a su hermano.
Polinices decide entonces invadir la ciudad. La guerra concluye con la muerte de ambos, cada
uno a manos del otro. Luego de la muerte de sus sobrinos maternos, Creón, hermano de Yocasta,
se convierte en rey de Tebas. Él es también el padre de Hemón, prometido y primo de Antígona.
A diferencia del honroso entierro preparado para Eteocles, el nuevo soberano dictamina que, por
haber invadido su propia ciudad, el cuerpo de Polinices debe ser abandonado en las afueras de
la misma al arbitrio de las aves de rapiña y los perros: “uno forjaba patria, el otro la destruía”,
se justifica Creón (1994:196). Abrumada por la imposibilidad de dar a su hermano un responso
pacífico, Antígona decide contradecir al poder estatal. Ella entierra a Polinices y realiza sobre su
cuerpo los correspondientes ritos funerarios. Dice Antígona: “nada me avergüenza dar honor a
mis consanguíneos” (1994:196). Este desafío al poder soberano acarrea para Antígona su propia
muerte, ya que su tío Creón la condena a ser enterrada viva por haberlo desafiado. Antes de
cumplirse la condena, ella evita el sufrimiento ahorcándose en su celda. Al ver muerta a su
prometida, Hemón se suicida con su espada, abrazándola. Esta muerte provoca el suicidio de
Eurídice, su madre. La muerte de su mujer e hijo provocan en Creón un profundo pesar que
lo acompañará toda su vida. En la tragedia, el sufrimiento de Creón es considerado como una
consecuencia de que él subordinó la importancia de los lazos de parentesco a su papel de rey
soberano (Cf. Sófocles, 1994; Fainlight y Littman, 2009).
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mamente difícil entender qué se quiere decir en cada caso al utilizar tal ex-
presión. Sin embargo, parece posible encontrar en dichos trabajos algunas
características comunes al respecto. De un modo similar a aquellas inves-
tigaciones preocupadas por las acciones de los familiares de desaparecidos,
esa expresión funciona como un nexo que vincula las representaciones so-
bre los lazos familiares, que son considerados como parte de lo privado, y
el mundo de lo público. Así, se ha considerado que el movimiento es una
muestra de la ‘politización del dolor’ que habría hecho posible “convertir
el dolor íntimo ligado a la muerte en un dolor colectivo, público, capaz de
dar lugar a la lucha” (Agencia La Vaca, 2005:120).
Desde su trabajo de investigación, Sanz Cerbino (2009) ha señalado que
las diferencias entre los actores movilizados pudieron verse desde las pri-
meras marchas realizadas en enero de 2005. En aquellas marchas, afirma,
los padres vinculados a Pablo Asturias consideraba que la suya era una
lucha caracterizada por la pureza que adjudicaban a los lazos de sangre y
el dolor de quienes habían perdido a sus hijos en el incendio. Estos padres
se resistían a considerar que se trataba de una lucha política puesto que,
para ellos, la política era una actividad espuria de la que debían mantener-
se a distancia. De un modo contrario, otro grupo de padres, que a su vez
eran militantes políticos y formaban parte de CoFaCrom, consideraba que
efectivamente se trataba de una lucha política. Según afirma aquel autor,
las tensiones surgidas entre esas posturas contrastantes fueron muy inten-
sas y las mismas anunciaban un debate por el papel que cumplirían los
partidos políticos en la protesta. De acuerdo a este autor, la preocupación
por la presencia de partidos políticos de izquierda expresada por algunos
familiares estaba relacionada con algo que los inquietaba: la posibilidad
de la politización del reclamo. Para Sanz Cerbino, se trataba de un inten-
to de “‘despolitización’, que se expresó en el rechazo a la participación de
los partidos de izquierda” (Sanz Cerbino, 2009:38).
También en otros trabajos se ha afirmado que los diferentes grupos
de familiares tenían perspectivas opuestas sobre el carácter político de la
protesta. Tufró y Crivelli (2009) han señalado que la diferencia entre avi-
sar y qnsr era una diferencia entre quienes promovían la construcción
de la lucha como una cuestión política o no política. Las formas diver-
sas de considerar el tema se veían expresadas en formas contrastantes de
manifestarse públicamente. Se sugería en ese sentido que el modelo de
movilización “religioso” promovido por qnsr “estaba asociado al recogi-
miento y al duelo personal, que se expresa en el silencio y en las velas”
(Tufró y Crivelli 2009:5). De un modo contrario, el modelo “político” o
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30 En otra parte he analizado esta particularidad como una tensión entre los ‘modelos caseros’
y los ‘modelos del observador’ (Zenobi 2012 a)
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31 De aquí en adelante todas las traducciones son mías excepto donde se indica lo contrario.
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litización’, esto es, como una categoría local socialmente construida que
resulta movilizada por los actores en ciertas situaciones particulares en
las que adquiere sentido.
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fuera del movimiento y los grupos ni, al revés, pensar a los mismos más
allá de las interdependencias establecidas entre sus protagonistas.
De acuerdo con el entramado de relaciones sociales recíprocas que con-
forman el movimiento en tanto configuración social particular, considero
que el modo en que los familiares se relacionan entre sí está estrechamente
relacionado con las formas en que ellos se perciben a sí mismos, evalúan
las acciones desplegadas por otros familiares y por otros actores y con el
modo en que ellos mismos son evaluados. Desde el punto de vista de los
actores, al momento de evaluar una conducta determinada resulta rele-
vante considerar tanto los juicios emitidos por quien lleva adelante una
acción específica así como las valoraciones sostenidas por otras personas
que forman parte de la misma configuración:
(. . .) la conducta de un individuo tiende a ser guiada por los juicios
concretos de los demás, por sus expectativas de seguir mereciendo
opiniones similares, pero también por sus propias valoraciones y por el
reconocimiento de la validez que tendría el parecer de sus congéneres,
de hallarse estos en posición de juzgarlo (Firth, 1971:204).
Estos modos de orientar la conducta en base a tales evaluaciones per-
miten entrever la apelación implícita o explícita a postulados normativos
según los cuales ciertas conductas son estimadas y otras, por el contrario,
son vistas como reprobables. Mientras que algunos de los actores moviliza-
dos procuran actuar con respeto y educación, otros consideran necesario
hacer quilombo. Los primeros se considerarán moderados, pero serán se-
ñalados como pasivos; los segundos se llamarán a sí mismos frontales y
dirán que sus acciones se deben a la bronca, pero serán acusados por
otros familiares de ser violentos e irracionales. Del mismo modo, quienes
prioricen el vínculo con militantes de partidos de izquierda serán llamados
politizados por parte de quienes sostienen que, si bien su lucha es política,
la misma no debe politizarse.
Los términos mencionados forman parte del lenguaje que los protago-
nistas del movimiento utilizan para definirse unos a otros y evaluar las
acciones que llevan adelante. Los mismos contienen juicios de valor explí-
citos e implícitos. No es parte de mi trabajo como científico social calificar
a unos o a otros familiares o sobrevivientes como irracionales, moderados,
33 Al referirse a la relación entre individuo y sociedad desde esta perspectiva, Elias ha señalado
que el “entramado de la remisión mutua entre los seres humanos, sus interdependencias, son
las que vinculan a unos con otros” (1989:45). Se trata de una serie de lazos “que superan la
perspectiva del individuo ‘clausus’ y de la sociedad como una entidad independiente que se
impone a los individuos” (Ibidem.).
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34 Desde aquí, lo moral no es considerado como un campo o un dominio autónomo sino como
una ‘cualidad’ o como una ‘faceta’ de las prácticas. Tal como afirma Firth “lo moral se refiere
a las cualidades de los actos, más que a su sustancia” (1971:202). Nótese que esta perspectiva
se presenta como opuesta a aquella señalada más arriba que considera lo moral como un ‘do-
minio’ que impone un obstáculo cognitivo para que los actores se representen adecuadamente
su realidad (Cf. Murillo, 2008).
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Introducción 47
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de vista de los actores hay una fusión entre ‘valor’ e ‘interés’, motivo por
el cual ‘moral’ y ‘estrategia’ no constituyen dimensiones del comporta-
miento opuestas o antitéticas. 37 Los actores ven aquello que los analistas
llamamos ‘sus intereses’ en términos morales:
37 La distinción analítica entre tipos de acción ‘moral’ y ‘estratégica’ implica una atribución
de estados internos a los actores (‘inner states’) que resulta problemática para el análisis so-
ciológico. En discusión con las posiciones de ciertos autores que se han ocupado de este tema
(Herzfeld, 1988; Nadel, 1974; Needham, 1972), Balbi (2007) ha sugerido que resulta inevitable
que los analistas atribuyamos estados internos a los sujetos con los que trabajamos, aún cuando
reconoce nuestra incapacidad en tanto científicos sociales para aprehenderlos fehacientemente.
Desde esta perspectiva, se ha considerado que, si bien tal atribución no inhibe el análisis socio-
lógico, debe evitarse estructurar los análisis a partir de la misma. El énfasis en la reconstrucción
de la perspectiva de los actores se presenta como una salida posible. En efecto, puesto que desde
la perspectiva de los actores hay una fusión entre intereses y valores, no es necesario establecer
analíticamente una operación de diferenciación entre tipos de acción ‘moral’ y ‘estratégica’ (Cf.
Balbi, 2007).
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38 Según Melossi, la creencia en tal unidad es vital para la continuidad y el funcionamiento mis-
mo del Estado, puesto que sus agencias “únicamente se pueden mantener agrupadas si quienes
las tienen a su cargo, así como el público en general con el que están relacionadas, comparten
la creencia de que dichos individuos y agencias son, de hecho, ‘órganos’ o ‘representaciones’ de
algo a lo que se llama el estado” (1992:94).
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Introducción 53
¿Antropólogo o infiltrado?
De las acusaciones a las perspectivas de los actores
La investigación en que se basa este libro ha sido desarrollada a partir de
una metodología y un enfoque de tipo etnográficos. Considero a la etnogra-
fía como “un tipo de análisis que da por supuesta la diversidad de lo real
y trata de aprehenderla a través de un trabajo de campo centrado en las
técnicas de observación participante y entrevista abierta” (Rosato y Balbi,
2003:16; Cf. también Balbi, 2007) que garantizan la exposición directa del
investigador a aquella complejidad que aspira aprehender. Con el objetivo
de dar inicio a la fase exploratoria a partir de la cual decidir cuál sería el
ámbito más propicio para realizar mi trabajo de campo, me acerqué a la
imponente marcha que conmemoraba el primer año de la masacre, en la
que se habían congregado unas 40.000 personas. Unas semanas después,
a principios de 2006, comencé a asistir a diversas actividades organiza-
das por los grupos de familiares, tales como peñas folclóricas, muestras
de fotos, recitales y diversos tipos de reuniones que congregaban a los
protagonistas del movimiento. Durante esta primera etapa en el campo
privilegié como estrategia metodológica las situaciones de charla informal
con padres, sobrevivientes, amigos, militantes, etc. Asimismo, indagué en
los diferentes sitios web elaborados por algunos de ellos, que tienen como
eje la masacre y la demanda de justicia. A partir de estos primeros pasos
construí una caracterización inicial de los diversos grupos de familiares.
La segunda etapa de campo, que se extendió entre mayo de 2006 y
diciembre de 2007, fue la más prolongada y la más intensa. Durante ese
período las actividades públicas del movimiento eran muchas y muy diver-
sas. En lo relativo a las actividades constantes y regulares, los miembros
de cada grupo se reunían una vez por semana en sus respectivas sedes.
Luego, los días viernes, los representantes de esos conjuntos se daban
cita en las reuniones de articulación que se realizaban alternativamente
en espacios diferentes. Por su parte, los segundos domingos de cada mes
familiares de diferentes grupos asistían a una misa en la Catedral Metro-
politana. Durante algunos meses del año 2006, a esas actividades se sumó
la realización de una asamblea de familiares y una ronda alrededor de la
Pirámide de Mayo, ambas actividades de carácter mensual. Finalmente, la
más importante de todas las actividades era la marcha que todos los días
30 reunía habitualmente entre 1.000 y 2.000 personas. Además de estas
acciones de frecuencia regular, los diferentes grupos de familiares propi-
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dos echaron a reír ridiculizando tal posibilidad. Tal como sucede en otras
circunstancias, en este caso se expresaba con giros humorísticos una po-
tencial situación de hostilidad (Cf. Lloyd-Peters, 1972; Radcliffe-Brown,
1974). Luego de esa intervención, Pablo cambió el tema de la conversa-
ción, quitando importancia a lo sucedido, y la reunión siguió su curso
habitual.
A partir del episodio descripto creí haber aprendido algo del modo en
que un antropólogo debe presentarse al ingresar al campo, y me reproché
a mí mismo por no haberle pedido a Pablo que me presentara pública-
mente a todo el grupo. Me había limitado a aceptar un permiso ‘formal’
de ingreso al campo, con los límites que este tipo de ‘permiso’ implica-
ba (Cf. Rabinow, 1992). Quizás había sobreestimado la capacidad de mi
portero para manejarse en ‘su’ mundo. O, más probablemente, ese mundo
no era tan diferente al mío, y ciertas reglas de cortesía y presentación nos
resultaban comunes. A partir de entonces comencé a comportarme de un
modo diferente y casi opuesto a lo que había considerado como adecuado
hasta el momento. Me dediqué a hablar más fluidamente con todos los
padres de qnsr e intenté explicarles el motivo de mi presencia allí. Con la
misma intención, en ocasión de las marchas de los días 30 de cada mes, me
mostré interactuando abiertamente con miembros de otros grupos como
Paso. En lugar de resguardar mi posición en el campo, la exponía. Ahora
consideraba, à la Malinowski (1975a), que con el paso del tiempo y co-
mo consecuencia de mi nuevo comportamiento, los miembros de qnsr se
habrían desentendido de mi persona y que habrían dejado de interesarse,
alarmarse o autocontrolarse por mi presencia. Pensaba que, con el paso
de los meses, los miembros del grupo estarían en el proceso de conside-
rarme como parte integrante de su mundo, como a cualquier etnógrafo
que es asumido por los nativos como “una molestia o mal necesario . . . ”
(Malinowski, 1975a:25).
Así pasaron algunos meses y, además de asistir a sus reuniones semana-
les, yo acompañaba a los familiares de Que No Se Repita a las actividades
organizadas por ellos y por otros grupos, tales como misas, charlas en
escuelas, volanteadas en espacios públicos, etc. Como parte de esas acti-
vidades por fuera del grupo, comencé a asistir a las asambleas mensuales
de familiares que habían sido impulsadas por sus miembros. En la cuarta
asamblea, realizada unos seis meses después de mi ingreso a qnsr, sucedió
un hecho inesperado. Se produjo la ruptura de ese espacio en dos sectores
diferentes de familiares. Esa ruptura parecía precipitar la división del mo-
vimiento Cromañón. Debido a la importancia de lo ocurrido, en la reunión
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siguiente del grupo se abordó el tema. Se dijo que la ruptura había sido
una acción politizada que buscaba la división de los familiares y del movi-
miento. Allí le adjudicaron algún papel en la ruptura a los miembros del
grupo Paso. Esta tesis fue apoyada por un padre que suele manifestarse
frecuentemente en contra de la politización de la lucha. En el contexto de
este debate, cuatro meses después de la primera acusación, llegó el turno
de la segunda. Esta vez fue ese padre quien, recordando mi vínculo con
Juan, y a través suyo con Patricia la referente de Paso, dijo señalándome:
Yo sé que algunas cuestiones que hablamos en este grupo, han lle-
gado a ser conocidas por los otros grupos. Si bien puede ser a través
de otra persona, yo quisiera saber cuál es la posición del muchacho
en todo esto . . . porque acá somos todos familiares y él es el único no
familiar. 39
La imputación realizada era una muestra de que, tal como ha señalado
Douglas (1970) al analizar las acusaciones de brujería, en circunstancias
como éstas las acusaciones funcionan “como un arma para atacar las re-
laciones sociales ambiguas” (1970:xxv). En efecto, con sus palabras, ese
padre expresaba que yo no era un familiar sino un amigo de Juan, pero
como amigo no era visto como uno de los que acompañan. Al interpre-
tar de ese modo la imputación, me esforcé por desambiguar mi posición
en el campo y desarrollé nuevamente una explicación similar a la que
había ofrecido unos meses antes intentando explicar mi papel de investi-
gador. Muchos familiares pretendieron minimizar la acusación e inclusive
señalaron que se había tratado de una intervención desubicada y de una
falta de respeto hacia mi persona y hacia la de Juan. Pero quien me acu-
só insistió en que su observación tenía razones fundadas:“Te explico . . .
acá hubo gente infiltrada . . . por eso lo dije en público, para hacerlo más
transparente . . . ”. Dándole la razón, algunos recordaron que en las prime-
ras reuniones de qnsr pudieron identificar a un infiltrado que fue expul-
sado del grupo; se trataba de un hombre que decía pertenecer al gcba y
ofrecía subsidios a familiares y sobrevivientes del incendio. En un contex-
to en el que el movimiento se había constituido en un importante actor
en la escena política local y representaba un problema para el poder po-
lítico, los infiltrados eran vistos como agentes del Estado enviados por el
39 La preocupación por la circulación de información no es exclusiva de los miembros de qnsr.
Crivelli (2007) señala que mientras realizaba trabajo de campo en un grupo de sobrevivientes del
incendio, ella se sintió tratada como “una espía” (2007:152) puesto que le prohibieron compartir
con miembros de otros grupos la información a la que tenía acceso así como asistir a ciertas
reuniones.
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Introducción 59
gobierno para infligir algún tipo de daño sobre ese conjunto y su presencia
era asumida como parte normal de la lucha política. 40 Sobre el final de la
reunión yo no dejaba de preguntarme por el origen de la nueva acusación
sufrida. Si bien no compartía algunas de las posiciones políticas del movi-
miento y no tenía una posición definida sobre la responsabilidad del grupo
de rock en la ocurrencia del incendio, nunca había discutido esos temas
con los familiares. Ahora me sentía todo lo opuesto al investigador que,
supuestamente, con el tiempo deja de ser un elemento disturbador (Mali-
nowski 1975a). En cambio, creía que todo el grupo se había conmocionado
por lo que yo sospechaba que era mi ‘invisible’ e ‘inofensiva’ presencia,
y que quizás a lo largo de todos estos meses varios de sus miembros me
habían estado mirando con recelo.
En mi afán de estudiar los modos de organización del grupo, yo había
ingresado a un campo de relaciones sociales previamente existente entre
los miembros de Que No Se Repita y los familiares de otros grupos, y
mi persona social estaba siendo evaluada en relación a ellas. Yo era el
amigo de Juan, y Juan era el cuñado de Patricia, la referente de un grupo
al que algunos miembros de qnsr señalaban como politizado. Además,
él mismo tenía una historia vinculada a la política (Cf. Capítulo 4). Al
mismo tiempo, al señalar que yo bien podía ser un sobreviviente o un
infiltrado, se me estaba asignando un lugar dentro de ese entramado social
según categorías que para estos familiares tenían un sentido y una historia
particular. Como Mead, quien no podía evitar verse “prisionera entre las
redes del rango real” (1983) al ser considerada como un taupou a lo largo
de todo su trabajo de campo en Samoa, yo me encontraba embrollado
en las mismas categorías y redes que los actores sociales habían tejido
para sí, y de las que creía estar eximido al suponerme externo, invisible e
inofensivo.
Habitualmente se considera que la empatía con los nativos y la cons-
trucción de relaciones de confianza son cuestiones centrales para conducir
la investigación a buen puerto. De todos modos, en este caso la descon-
fianza y las acusaciones resultaron productivas y estimularon preguntas
de investigación que resultaron centrales para mi trabajo. A diferencia
de una mirada naturalista sobre el trabajo de campo (Cf. Hammersley,
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1984), una postura reflexiva entiende que este tipo de episodios deben
verse como instancias a ser problematizadas antes que como obstáculos
para la investigación: “la transgresión (lo que llamamos errores o traspiés)
es ( . . . ) un medio adecuado de problematizar distintos ángulos de la con-
ducta social y evaluar su significación en la cotidianeidad de los nativos”
(Guber, 2001:66). 41 Luego de estos episodios en los que ellos mismos pu-
sieron en relación las categorías ‘sobreviviente’ e ‘infiltrado’, yo comencé
a sospechar que estos padres creían que un sobreviviente podía actuar co-
mo un espía con el objetivo de conseguir información sólo accesible a los
miembros de qnsr. Pero la cuestión también podía plantearse del modo
inverso: ¿podía un infiltrado simular su condición de víctima y hacerse
pasar falsamente por un sobreviviente del incendio? A partir de entonces
comencé a prestar especial atención a los relatos sobre falsos sobrevivien-
tes que cada tanto salían a la luz y aquella pregunta fue cobrando mayor
espesor. Así fue como comencé a indagar las particularidades del proceso
de acreditación de la condición de sobreviviente y de familiar frente a
las agencias del Estado (Cf. Capítulo 1). De ese análisis surge que, según
algunos familiares, en los meses posteriores al incendio, ciertas personas
inmorales e inescrupulosas que no estuvieron presentes en el hecho ac-
cedieron a la atención médica y psicológica prevista por el gcba, para
conseguir un certificado médico que acreditara (falsamente) su condición
de víctimas y así acceder al subsidio previsto para quienes sufrieron las
consecuencias del siniestro.
La necesidad de tejer lazos con los sujetos implicados en las relaciones
sociales que se pretende estudiar, y el hecho de frecuentar sus espacios
de sociabilidad con el objetivo de producir lo que serán los datos de in-
vestigación, conducen al antropólogo a establecer vínculos más o menos
regulares con los nativos. Una vez que el etnógrafo pisa suelo nativo al
intentar establecer esas relaciones, él queda atrapado en las tensiones, con-
flictos y dinámicas propias del campo en el que desenvolverá su actividad.
En tanto el investigador está sumergido dentro de esta red de relaciones,
‘estar ahí’ permite producir un tipo de conocimiento íntimamente ligado
a la dinámica propia del campo que se estudia. El conocimiento generado
a través del trabajo en terreno debe ser entendido como una consecuencia
de esas interacciones establecidas en el campo y no como algo meramente
‘extraído’ de nuestros informantes (Scheper-Hughes, 1977). Como produc-
to del establecimiento de ciertas relaciones sociales particulares, el mismo
41 Para una reflexión crítica sobre mis propios supuestos naturalistas durante mi trabajo de
campo, véase: Zenobi (2011 a).
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cularidades que ese proceso comporta. Así, analizo las marchas del movi-
miento y las relaciones entre las víctimas que se expresan en las mismas.
Muestro cómo a través de las narraciones de sufrimiento contrastantes,
quienes perdieron un hijo se diferencian de quienes estuvieron presentes
en el incendio. A partir de esas narraciones diferenciadas, indago en el
modo en que se legitiman públicamente las voces de los diferentes tipos
de víctimas movilizadas. En ese contexto, analizo el modo en que se dan
algunas sospechas sobre posibles falsas víctimas y trato a los episodios
acusatorios de un modo similar al que la antropología social abordó las
acusaciones de brujería. Un análisis tal contribuye a mostrar que tales
sospechas están relacionadas con la consideración de los familiares sobre
el proceso de acreditación de la condición de sobreviviente (Cf. Capítulo
1) que, desde su punto de vista, contrasta con su propia condición natural
de víctimas.
En el Capítulo 3 examino el modo en que la emocionalidad asociada
a los vínculos vistos como naturales a través de los cuales los familiares
se constituyeron en víctimas, es puesta en juego en el contexto de movi-
lización. Al centrarme en un análisis de las reuniones del grupo Que No
Se Repita (qnsr) analizo el papel de Pablo Asturias como un ‘broker’
que, como papá y abogado, es reconocido como el mejor intérprete de la
relación entre la lucha y lo judicial. En este capítulo señalo que la preo-
cupación de los miembros de qnsr por evitar acciones a las que llaman
irracionales y violentas en el espacio público que serían inadecuadas para
la estrategia jurídica, exhibe el hecho de que ellos se encuentran atravesa-
dos por los lazos en contraposición que los califican al mismo tiempo como
familiares movilizados y como querellantes en una causa penal. Muestro
que, en este marco, los sentimientos son considerados de un modo ambi-
valente, ya que son vistos como constitutivos de su condición de familiares
a la vez que son percibidos como una amenaza para la lucha.
En el Capítulo 4 me ocupo de abordar los sentidos que adquieren las
actividades a las que los propios actores movilizados consideran como
políticas. Describo el modo en que ellos se vincularon con el mundo de la
política profesional en los momentos previos al juicio a Ibarra, intentando
‘usar’ la política para conseguir justicia. Asimismo, abordo las diferencias
entre los familiares llamados politizados y aquellos que consideran que su
lucha no debe politizarse. En función de esto, indago la experiencia de
la asamblea de familiares propuesta por qnsr como un espacio ‘más de
familiares’, como alternativa a las reuniones de articulación. Finalmente,
cuestiono la definición de politización como un pasaje de lo familiar a lo
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político y propongo que sus sentidos –así como los de política - deben ser
abordados desde un análisis fuertemente contextual centrado en el modo
en que tales categorías son movilizadas por los actores.
Durante la realización del juicio penal se redefinió el vínculo entre la
lucha y lo judicial, y Cromañón como un ‘caso’ imprimió su propio ritmo
a su otra cara, la de Cromañón como un movimiento. En las Conclusiones
me propongo realizar un análisis del colectivo durante ese período, con
el objetivo de reafirmar y ampliar algunos de los argumentos centrales
desarrollados a lo largo del libro. Al analizar el nuevo contexto me ocupo
de mostrar cómo se vieron redefinidos los vínculos interpersonales entre
los protagonistas de ese conjunto. A diferencia de aquellas investigaciones
que enfatizan la oposición entre ‘movimiento’ y ‘Estado’, sugiero que los
cambios ocurridos durante el período del juicio muestran la necesidad
de considerar los vínculos simultáneos que mantienen los familiares con
ambos órdenes de relaciones sociales.
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Parte 1
Las víctimas movilizadas
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Capítulo 1
Las víctimas frente al Estado
En el presente capítulo me propongo examinar las formas en que los fa-
miliares de los fallecidos en el incendio y los sobrevivientes del mismo
se relacionaron con diversas agencias estatales a partir de la noche mis-
ma del siniestro. Esas relaciones fueron distintas según se dieran con la
Subsecretaría de Derechos Humanos (ssddhh) del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires (gcba) o bien con las dependencias del Poder Judicial
de la Nación. Con el objetivo de ser reconocidos como víctimas ante el
Programa de atención integral y como querellantes ante la justicia, ellos
pusieron en circulación una serie de documentos burocráticamente produ-
cidos. Mientras que los primeros acreditaron el vínculo considerado como
natural con un fallecido, los sobrevivientes debieron probar, a través de
tales artefactos de registro, su presencia en el incendio y las consecuen-
cias sufridas a causa de ello. En este contexto, al abordar las relaciones
mantenidas con la justicia analizaré las consecuencias de la conformación
de cabezas de querella que agruparon a familiares y sobrevivientes que
–como miembros de grupos diferentes– mantenían posiciones diversas en
relación a la lucha pública.
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Nunca fui a una guerra, pero era algo así . . . no sé . . . una confusión
que hasta ahora es . . . para mí fue una película horrible . . . me encontré
con chicos tirados en la plaza, vomitando, llorando, papás llamando a
los hijos . . . eso no me lo saco nunca de la cabeza . . . chicos tirados en
la boca de los subtes que yo pensaba que estaban dormidos y había
muchos que estaban muertos. Eso lo sé porque yo bajé para fijarme
si alguno de ellos era Darío y me daba cuenta por la ropa que no
eran . . . había chicos que estaban arrodillados en posición fetal del
dolor de estómago que tenían . . . y uno de ellos era el amigo de mi
hijo y estaba sin ropa. Cuando lo encuentro en la plaza le grito a la
madre . . . estaba con dolor de panza, descompuesto pero estaba vivo.
Entonces le pregunto por Darío y me dice que no estaba cerca de él
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Una vez que los agentes comprendieron las dimensiones del suceso aler-
taron al Sistema de Atención Médica de Emergencia público de la Ciudad
de Buenos Aires (same). Sin esperar la llegada de las ambulancias, comen-
zaron a trasladar a los primeros heridos en patrulleros y en dos camionetas
de la Guardia de Infantería destinadas al movimiento de tropas. Dada la
gran cantidad de personas que se habían visto afectadas por los gases
tóxicos, desde la Secretaría de Salud de la Ciudad se puso en alerta rojo
al sistema hospitalario porteño. Ello implicó que los 19 hospitales munici-
pales dieran de alta, sin importar la hora, a los pacientes que no estaban
en situación de emergencia, y que las guardias rechazaran todo caso que
no fuera de urgencia. Con el objetivo de gestionar las consecuencias del
incendio se pusieron en movimiento cuarenta y seis ambulancias, siete
dotaciones de bomberos y la Brigada Especial de Rescate de la Policía
Federal Argentina (pfa).
2 Fuente: “Desesperación, caos y heroísmo en las dramáticas horas del rescate”. Diario Clarín,
9 de enero de 2005.
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3 Fuente: “La Morgue trabajó en 60 horas casi tanto como en un mes”. Diario Clarín, 5 de
enero de 2005.
4 Fuente: “Error en la lista oficial de víctimas. el ultimo parte consignaba 191. Ahora informan
que los muertos son 189”. Diario Clarín, 11 de enero de 2005.
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Hacia la mañana del día 31 el cgp estaba invadido por los medios de
comunicación. El calor agobiante de diciembre y el agotamiento no daban
respiro. Miri tuvo una crisis de nervios y fue asistida por personal del
same. También su hija debió recibir asistencia puesto que, a causa de no
haberse alimentado adecuadamente ni tomar líquidos a lo largo de toda la
jornada, la niña había sufrido un cuadro de deshidratación. Las noticias
sobre el fallecimiento de Darío recién llegarían pasadas las cinco de la
tarde del día 31, cuando su madre, su hermana y amigas de la familia se
aprestaban para recorrer nuevamente los hospitales en busca de noticias.
Luego de recibir la confirmación sobre el destino fatal que había sufrido
su hijo, Miri recuerda que
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Nos entregaron unas listas en las que aún figuraban personas fa-
llecidas no identificadas y en las que el nombre de nuestro hijo no
figuraba ( . . . ) En medio del desconcierto, decidimos ir al Cementerio
de Chacarita ( . . . ) debimos ver unas fotos digitales entre las que se
encontraba la de nuestro hijo, con la información de que su cuerpo
se encontraba en el cajón 054. Con este dato, nos conducen hasta el
depósito de cadáveres del cementerio donde luego de esperar que nume-
rosos familiares entraran a identificar los cuerpos, entramos sin poder
reconocer en ninguno a nuestro hijo. Ante nuestros gritos en busca
de respuestas, el comisario inspector a cargo del operativo comenzó a
buscar información para determinar dónde se hallaba el cuerpo ( . . . )
[y más tarde nos] informó que efectivamente habían ‘descargado’ su
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mento del nacimiento de quien ahora había fallecido los documentos que
acreditaran su propia identidad (dni, Libreta Cívica o Libreta de Enro-
lamiento). Así, la acreditación de la condición de padre (o madre) ponía
en juego un vínculo entre padres e hijos preexistente al incendio, que es-
taba expresado en una serie de artefactos de registro que lo garantizaban.
La circularidad expresada en el hecho de que para obtener un documen-
to determinado –en este caso un certificado de defunción– fuera necesario
contar con otros documentos previos, muestra un encadenamiento progre-
sivo entre esos artefactos y expresa que, como ha señalado Peirano (2002),
los documentos son obtenidos ‘en secuencia’. En este caso la secuencia iba
en forma ascendente desde los documentos que acreditaron la identidad,
luego los que mostraron el vínculo y, en último lugar, el que evidenció el
fallecimiento y habilitó a retirar los cuerpos.
A lo largo del procedimiento de reconocimiento oficial descripto, los do-
cumentos se presentaron como elementos “particulares/individuales ( . . . )
que reconocidos y regulados, identifican a un individuo como único y par-
ticular” (Peirano, 2002:37). En los días siguientes, la necesidad de recibir
asistencia médica, psicológica y social, tanto para los familiares de los
fallecidos como para los sobrevivientes, acentuaría aquellos intercambios
con diversas agencias estatales.
16 Ley N◦ 1.638, 07/01/2005, gcba. La Ley N o 1.638 y los decretos N o 67, N o 692 y N o 2.120,
que cito en este capítulo, fueron tomados del informe “República Cromagnón. A dos años de
la tragedia: una evaluación de las políticas públicas del Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires”. Informe elaborado para María Eugenia Estensoro (Legisladora de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires) por Andrea Andújar (2006).
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El primer año los motivos de consulta tenían que ver con el síndrome
de estrés postraumático que se refleja en pesadillas, ataques de pánico,
dificultad para dormir y para salir muy graves. En el segundo año los
cuadros son distintos: situaciones de profunda depresión y dificultades
para retomar los proyectos y la vida anterior a la tragedia (citado en
Sanz Cerbino, 2009:272).
Tabla 1
Consultas psicológicas mensuales.
Período: primer semestre de 2005. Total: 1102 casos 26
Pacientes
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Junio 36 3%
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propuso cubrir los gastos y erogaciones sufridos por los deudos a causa de
los sepelios y los traslados de los fallecidos. La otra herramienta mediante
la cual el gcba brindó ayuda económica fue el Subsidio único y especial
para las víctimas del 30 de diciembre de 2004. Tal subsidio fue creado
teniendo en cuenta que
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público estaba abierta a las “víctimas del delito” 45, que podían presentar-
se como querellantes. En ese marco, apenas unos días después del hecho
decenas de familiares de las víctimas fallecidas y asistentes al recital rea-
lizaron presentaciones ante el Juzgado de Instrucción n o 1 a cargo de la
Dra. María Angélica Crotto. El juzgado inició entonces los procedimientos
correspondientes para reconocer quiénes entre estos pretensos querellantes
podrían ser admitidos como tales.
Para la justicia penal –a diferencia de los programas impulsados desde
el gcba que veían a familiares y sobrevivientes como víctimas–, sólo los
sobrevivientes fueron considerados como víctimas de un delito, mientras
que los familiares fueron tratados como ‘representantes’ de las víctimas,
esto es, de los fallecidos. Así, el juzgado se propuso distinguir entre quienes
se presentaban como ‘lesionados’ por haber estado directamente expues-
tos al incendio y quienes, según lo establecido por el cppn, pretendían
constituirse en representantes de los fallecidos. Tal como surge de las reso-
luciones del juzgado, algunos querellantes serían considerados como tales
“por haber sufrido lesiones producto del hecho investigado y otros por
representar legalmente a los fallecidos”. 46 Si bien unos y otros debieron
acreditar ante la justicia penal su competencia para ser aceptados como
partes interesadas, de un modo similar a lo que he mostrado para el caso
de los diversos programas y el subsidio único, aquí también los recorridos
que debieron seguir eran contrastantes.
De forma similar a la distinción realizada para acceder al subsidio, en el
caso del derecho penal el código vigente establece distinciones entre quie-
nes pretenden constituirse en representantes de los fallecidos según sean
sus padres, hijos o cónyuge. Teniendo en cuenta que, tal como se ha seña-
lado, la gran mayoría de las víctimas fatales fueron jóvenes de una edad
promedio de 22 años, solteros y sin hijos, se comprende que en la inmensa
mayoría de los casos haya sido alguno de sus padres quien se constituyó
45 Según el Código Procesal Penal de la Nación (cppn), “la víctima del delito tendrá derecho
( . . . ) [a] constituirse en actor civil o tener calidad de querellante” (Art. 80). Si bien a los fines
de mi argumentación me interesa destacar las consecuencias de los procedimientos penales en el
reconocimiento y definición de la condición de familiares y sobrevivientes, debe destacarse que
estos también se presentaron como actores civiles con la finalidad de obtener indemnizaciones
por las muertes. Debido a que no hay datos oficiales al respecto, se estima que se presentaron
unas 1200 demandas civiles contra el gcba en virtud del agravio moral sufrido. El valor total
de las demandas civiles asciende a unos $632.441.624. Mientras que aquellas iniciadas por los
padres de los jóvenes fallecidos reclaman unos $300.000 por cada uno, la demanda de mayor
monto es la del grupo Callejeros, que reclama más de 9 millones de pesos por las secuelas
psíquicas y comerciales que les habría causado el incendio. Fuente: “Ya hay juicios por más de
$630 millones”. Diario Clarín, 30 de diciembre de 2009.
46 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 24/01/2005.
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en querellante. 47 Para que ello fuera posible, ese representante legal debió
acreditar su identidad ante el juzgado aportando copias de su dni. A estos
documentos se les sumaron otros, tales como las copias simples o certifi-
cadas de la partida de nacimiento de sus hijos. Del mismo modo que lo
hicieron en hospitales, morgues y secretarías, al poner en circulación estos
artefactos, los representantes acreditaron su identidad y su vínculo con el
incendio frente al juzgado. Quienes fallaron en exponer alguna de las docu-
mentaciones requeridas, no fueron aceptados como querellantes hasta tan-
to no lo hicieran. Así, a un padre que no presentó la constancia del vínculo
con su hijo se le indicaba que “no obra la correspondiente partida de naci-
miento que acredite el vínculo que se invocó entre los nombrados. Por tal
motivo, una vez aportada la misma –en copia autenticada–, se proveerá”. 48
En el caso de los sobrevivientes los pasos a seguir para ser reconocidos
como partes interesadas eran diferentes. Haber sido atendido en un hospi-
tal el día del incendio y contar con una constancia de ello era una condición
suficiente para que se constituyeran como querellantes ante el Juzgado de
Instrucción n o 1. Frente al pedido de un grupo de sobrevivientes, a través
de una resolución esa agencia judicial señalaba que con respecto a
47 En este caso se especifica que, cuando se trata de hechos que tuvieron como resultado la
muerte del ‘ofendido’, podrán ejercer el rol de querellantes “el cónyuge supérstite, sus padres,
sus hijos o su último representante legal” (cppn, Art. n o 82). En el caso de las demandas civiles
la situación es la misma: “si del hecho hubiere resultado la muerte de la víctima, únicamente
tendrán acción los herederos forzosos” (Código Civil de la nación, Art. 1078), que, en el caso
de la mayor parte de las jóvenes víctimas, eran sus padres.
48 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 26/04/2005.
49 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 24/01/2005.
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58 Los saberes militantes de su madre fueron fundamentales para la formación del grupo Paso,
que comenzó a tomar forma a partir de una carta abierta a las víctimas del incendio que ella
difundió en las primeras marchas, invitándolas a ponerse en contacto entre sí con el objetivo de
armar una red, de organizar reuniones, etc. La carta contenía el siguiente mensaje: “El dolor y
la furia. La solidaridad y la esperanza de justicia. Soy ( . . . ). En la masacre de la disco del Once,
después de debatirse entre la vida y la muerte, falleció mi nieto ( . . . ), de sólo 18 años. Un pibe
sano, inquieto, un sol para todos nosotros. Por encima del dolor y la furia, que soy incapaz de
traducir en palabras, sentimos que los familiares y amigos deberíamos transformar la inmensa
pena en energía, en primer lugar para que haya justicia y, además, para que se acabe con esta
infame práctica de los boliches convertidos en trampas para la juventud. Por eso me parece
bueno que los familiares estemos en contacto para diseñar acciones colectivas o individuales,
para impedir el olvido, para construir la memoria y defender el futuro. No sé cuál sería la forma
de accionar pero estoy segura que juntos encontraremos los mejores caminos. Quizás una red
de familiares, quizás alguna reunión, les pido se comuniquen. Un abrazo. (datos de contacto)”.
59 En Argentina se conoce como “La Fede” a la organización juvenil del Partido Comunista
local. Por su parte, icuf es la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina (Idisher
Cultur Farband).
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62 Como se verá más adelante, luego de la separación de CoFaCrom surgieron dos grupos: la
Asociación de Padres con Hijos Asesinados en Cromañón (aphac) y la Asociación de Víctimas
de la inseguridad Social en Argentina (avisar).
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sino que incluye a un gran número de actores que mantienen complejas re-
laciones entre sí en el marco del movimiento. Así, aquellos familiares que
no pertenecen a ningún grupo, que no se movilizan y que están ajenos
a las tensiones propias de la lucha, aportan el mayor caudal de quere-
llantes a esa cabeza. Por otro lado se encuentran quienes optaron por no
separarse de Asturias-Pastori, aun cuando pertenecían a grupos diferen-
tes que frecuentemente están enfrentados a qnsr en relación al cómo de
la lucha. Entonces, como consecuencia de la decisión judicial de unificar
representación y de que muchos familiares optaran por no apartarse de
Pablo, se conformó un ‘esqueleto’ de relaciones jurídicas entre personas
de diferentes filiaciones políticas, sociales, económicas e ideológicas, que
forman parte de colectivos diferentes o de ninguno y que están vincula-
dos jurídicamente a su representación. Como se verá (Cf. Conclusiones),
esto tuvo importantes consecuencias durante el tiempo del juicio para las
relaciones que los integrantes del movimiento mantuvieron entre sí.
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Capítulo 2
Familiares y sobrevivientes movilizados
En el presente capítulo me ocuparé de analizar los modos en que los fa-
miliares y los supervivientes del incendio se presentan como víctimas a
través de un complejo proceso de construcción pública que incluye la or-
ganización y la movilización. A lo largo de ese proceso pueden reconocerse
los modos en que las víctimas se representan a sí mismas y ponen en juego
experiencias de sufrimiento fundadas sobre vínculos de diferente tipo con
el incendio. Mientras que en un caso el dolor está vinculado a la relación
mantenida con el hijo fallecido, al hecho de ser padres, en el otro, la ex-
periencia personal de sufrimiento está fundamentada sobre el hecho de
haber ‘estado ahí’. En ese contexto, al analizar las diferentes posiciones
sobre la responsabilidad del grupo de rock en el incendio, muestro cómo
es movilizada la noción del movimiento como una familia con el objetivo
de apelar a la unidad y la empatía tanto como para marcar las relaciones
de autoridad y jerarquía entre los padres y los chicos. Finalmente, indago
el modo en que las categorías ‘familiar’ y ‘sobreviviente’ son puestas en
juego en el marco de las sospechas sobre la posible existencia de personas
que se harían pasar por sobrevivientes del incendio, sin serlo. Considero
que para comprender estas sospechas resulta necesario retomar el punto
de vista de los familiares sobre el proceso de acreditación de la condición
de víctima descripto en el Capítulo 1.
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dio, quienes se movilizan lloran por las vidas perdidas y los sufrimientos
vividos.
Una vez finalizado el tiempo del santuario y de la Plaza, las personas
se agrupan poco a poco en la calle, listas para comenzar la caminata a
lo largo de la avenida Rivadavia. Habitualmente, en este momento de
las marchas, el llanto, la congoja y los lamentos van dejando lugar a las
consignas de protesta. En tal sentido, si bien en el contexto de las marchas
las expresiones de sufrimiento y las acciones de protesta forman parte de
la misma situación, ellas se expresan en momentos diferentes. A medida
que se hace más inminente el momento de ponerse en movimiento, los
actores despliegan cada vez más enfáticamente una particular tecnología
manifestante (Pita, 2010). Se trata de un conjunto de técnicas y prácticas
orientadas a dramatizar la protesta que comienza a hacerse cada vez más
visible. Aquellos familiares que aún no se colgaron del cuello la foto de su
hijo o la de alguno de los chicos, proceden a hacerlo. También levantan las
pancartas en las que hay consignas como ‘Justicia’, o ‘Ibarra y Chabán la
tienen que pagar’. Además de los carteles y las pancartas, pueden verse
algunas banderas que reclaman justicia con fotos, dibujos o retratos de
alguna de las víctimas fatales del incendio. Algunos familiares reparten
volantes diseñados y financiados por ellos mismos. Mientras tanto se va
conformando la columna de manifestantes y dos grandes banderas ocupan
el frente de la misma. Una de ellas es una gran bandera argentina de unos
20 metros de largo con las fotos de los jóvenes fallecidos y manos dibujadas
sobre ellas. En la mayor parte de las marchas, esta bandera acompaña a
la bandera principal que suele estar al frente del conjunto. Se trata de un
gran lienzo negro con la inscripción ‘Justicia’ en color blanco. Al frente,
por fuera de la columna, algunos familiares y algunos militantes organizan
y dan el ritmo al avance de la movilización. Quienes están al frente de la
misma hablan con la policía, que corta el tránsito a medida que se avanza,
y marcan el paso del resto.
A pesar de la existencia de diferentes grupos de familiares, no se dis-
tinguen entre ellos banderas u otros distintivos que los identifiquen como
miembros de los mismos. Sólo ocasionalmente pueden verse prendedores
o calcomanías con la sigla de algún grupo, pero su uso no es muy visible
ni está generalizado. Los familiares están mezclados, es decir que quie-
nes pertenecen a un mismo grupo no marchan todos juntos. En cambio,
están reunidos de acuerdo con sus afinidades personales. En el caso de
Que No Se Repita, que es un grupo muy numeroso y heterogéneo, pueden
encontrarse habitualmente unos siete u ocho grupos de afinidad desparra-
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3 Se trata de unas diez personas vinculadas a las escuelas de psicología social Alfredo Moffat
y Pichon Rivière. Algunos de ellos también eran militantes del pcr (Sanz Cerbino, 2009).
Dadas las consecuencias traumáticas y dolorosas que ha dejado el incendio en familiares y
sobrevivientes, la presencia de los psicólogos es considerada como una cuestión normal. Se cree
que ellos cuentan con la experiencia para aconsejar y dar contención a las víctimas, cuestión
especialmente necesaria los días 30 puesto que es la fecha conmemorativa del incendio.
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2006 organizaron junto a una madre del grupo, la murga “Los que nunca
callarán”. En algunas de las marchas de los días 30, pero sobre todo en
las marchas que conmemoran cada aniversario del incendio, los murgueros
sobrevivientes también se hacen escuchar. Estos jóvenes apelan a formas
de expresión festivas de carácter carnavalesco con el objetivo de rememo-
rar un suceso definido como trágico (Morel, 2009). En tales situaciones,
ellos cantan a coro consignas que reclaman justicia. Algunos padres suelen
sumarse a esas performances aplaudiendo y gritando sus estrofas. Puede
reconocerse un contraste entre esos familiares y los padres de qnsr, que
marchan en silencio sosteniendo sus pancartas.
El tramo final de la columna está reservado a los militantes de partidos
políticos que participan en las movilizaciones: Movimiento Socialista de
los Trabajadores (mst), Partido Comunista Revolucionario (pcr), Parti-
do Obrero (po) y Partidos de los Trabajadores Socialistas (pts). Al igual
que los psicólogos y los amigos de los fallecidos, ellos acompañan a las
víctimas. Entre quienes no son víctimas, ellos representan numéricamente
el grupo mayor de personas que se hacen presentes los días 30 de cada
mes. A diferencia de los familiares, están agrupados según sus pertenen-
cias y despliegan una tecnología manifestante diferente. Los militantes
reparten volantes con consignas vinculadas a Cromañón, pero también
con consignas propias que invitan a sumarse a otras causas y moviliza-
ciones. Resulta habitual ver en las marchas a una camioneta del Partido
Obrero que cuenta con un equipo de sonido propio. Algunos militantes to-
man el micrófono e invitan a los manifestantes a sumarse a sus consignas.
La consigna que más se escucha es ‘ni la bengala ni el rocanrol, a nuestros
pibes los mató la corrupción.’ Se trata de una consigna que enfatiza el
papel de los responsables empresariales y políticos en el incendio y que
evita responsabilizar por el mismo tanto a los asistentes al show como a
los músicos.
A medida que la columna sigue su curso, algunos militantes se despren-
den de la misma y pegan afiches en las paredes. Según lo que ellos llaman
la ‘caracterización de la situación’ –esto es, un diagnóstico que formula
y adopta el partido al que pertenecen respecto de determinadas circuns-
tancias o acontecimientos a fin de orientar su lucha revolucionaria– (Cf.
Rosato y Quirós, 2001), el incendio de Cromañón ha sido una lamentable
consecuencia lógica del régimen capitalista actual. Desde esta perspec-
tiva, todos los ciudadanos somos víctimas de la explotación capitalista,
que genera condiciones degradantes para la vida humana. Por ese motivo,
quienes participan de esas organizaciones políticas creen que su papel en
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las marchas es acompañar a los familiares pero también denunciar esa si-
tuación. Los militantes mantienen un compromiso con la causa que tiene
otro fundamento que el hecho de ser víctimas de los sucesos denunciados
en las movilizaciones.
Mientras que el grueso de los integrantes de los partidos políticos no
suele desplazarse más allá del círculo de sus compañeros de agrupación,
algunos de ellos tienen una actitud diferente. En efecto, algunos militan-
tes se acercan a charlar con los familiares. Se trata de quienes militan
Cromañón. A diferencia de sus compañeros que sólo acompañan en las
marchas de los días 30, ellos tienen un rol activo en el movimiento ya que
participan en las reuniones de articulación y en las reuniones de algunos
de los grupos. Su presencia en la cotidianeidad del movimiento marca una
diferencia con los políticos profesionales y los cuadros dirigentes de esos
partidos que participan en algunos actos o marchas destacadas como las
anuales. Los militantes proveen recursos, mano de obra, organizan acti-
vidades y aportan ideas políticas que los familiares suelen valorar puesto
que su lucha es, en buena medida, una lucha política. Su presencia es con-
siderada como una señal positiva de su compromiso con el movimiento.
De todos modos algunos padres los miran con recelo puesto que, según
creen, las actitudes y consignas de los militantes politizan la lucha. Por
eso resulta habitual encontrarse con algunos que se quejan de su pre-
sencia, mientras que otros charlan amigablemente con ellos y repiten las
consignas que promueven.
Luego de avanzar por la avenida Corrientes, la marcha pasa por el
Obelisco y llega a Plaza de Mayo aproximadamente una hora después de
haber partido del santuario. La Plaza de Mayo es el lugar elegido para
hacer el acto de cierre de las mismas puesto que las víctimas consideran
que el poder político es el responsable principal del incendio. Ellos ven en
la Casa Rosada el máximo símbolo de ese poder. Como una muestra de la
unidad del movimiento, algunos representantes de cada grupo se ubican
sobre un pequeño escenario montado en el centro de la plaza. Además de
los familiares, suelen hacerse presentes en el escenario algún sobreviviente
y algún militante. Frecuentemente, esos representantes charlan entre sí y
ultiman los detalles del acto de cierre. Esta situación contrasta con lo que
resulta predominante a lo largo del desarrollo de la marcha, en la que los
familiares de los distintos grupos no suelen establecer mayores contactos
e intercambios entre ellos.
El acto de cierre consta de varias etapas. En primer término, se hace
lugar a la lectura de los nombres de los chicos. La lista con los nombres de
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las 194 víctimas es leída en conjunto por quienes están sobre el escenario.
Luego de la mención de cada nombre, todos responden ‘¡Justicia!’. Pero
esa lista no incluye sólo a los chicos. Entre las víctimas fatales están
incluidos aquellos padres y madres, tíos y abuelos que, según denuncian,
fallecieron como consecuencia del dolor causado por la impunidad. Luego
de la lectura de los nombres, en algunas marchas toman la palabra otras
personas movilizadas por casos de impunidad y por otro tipo de demandas
que fueron invitados a participar del acto de cierre. La decisión de invitar
a determinados representantes de otras causas se toma en articulación.
Así, en diversas marchas participaron del acto de cierre trabajadores de
fábricas recuperadas, estudiantes, otros familiares de víctimas, etc.
Finalmente, se da lectura al documento elaborado en la articulación.
Para familiares y sobrevivientes se trata de un momento en el que el
movimiento, expresa públicamente sus posiciones políticas. En la marcha
de abril de 2006, a dieciséis meses del incendio, a través del documento
ellos definían lo sucedido como una masacre con responsables:
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ducción de lo que ella llama una “voz colectiva unificada” fue considerada
por quienes participaban en la articulación como una forma adecuada de
limitar la exposición pública de las diferencias entre los propios familiares,
y entre los familiares y los sobrevivientes del incendio. Por ese motivo, el
documento es visto por ellos como una expresión de unidad.
Tal como he mostrado hasta aquí, en el transcurso de las marchas pro-
tagonizadas por familiares y sobrevivientes –pero en las que también par-
ticipan los que acompañan, tales como amigos, militantes y psicólogos–,
pueden distinguirse diversos momentos: la concentración en el santuario,
la movilización por las calles de la ciudad y, finalmente, el acto de cierre.
Cada uno de estos momentos se corresponde con un espacio y una serie
de acciones particulares. Dicho de otro modo, esos espacios y acciones
diferentes representan un momento particular de las marchas.
Quienes se movilizan detrás de la consigna de justicia, lo hacen orien-
tados por motivos muy diversos. Cada uno de esos actores legitima de
modos distintos su participación: algunos lo hacen por sus hijos, otros
porque ‘estuvieron allí’, otros para dar contención afectiva, otros para
manifestarse contra las consecuencias del capitalismo, otros por solida-
ridad, etc. Tal como ha señalado Isacovich (2009), la expresión de esta
diversidad en una misma situación espacial y temporal compleja y hete-
rogénea, recrea la idea de que el movimiento está ahí mismo, expresándose
como un colectivo unificado. 5 Sin embargo, en esas ocasiones se expresan
tensiones en relación a las formas de manifestarse, a las relaciones con los
militantes, a la responsabilidad de los músicos en el incendio, etc. de las
que me ocuparé en los próximos apartados.
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6 Puede encontrarse extensos relatos sobre las experiencias de sufrimiento de los sobrevivientes
en algunos trabajos de tipo testimonial. Véase: Comínguez (2007); Ratti y Tosatto (2006).
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Además de los padres y del resto de los parientes mencionados, hay otro
gran conjunto de personas que se definen como víctimas. Se trata de los
sobrevivientes. Estos jóvenes suelen exponer públicamente su experiencia
personal de sufrimiento por haber estado presentes en el incendio. Al
igual que en el caso de los familiares, su fuente de legitimación para la
movilización son sus narraciones de sufrimiento.
Al analizar la experiencia de los sobrevivientes de la dictadura militar
argentina, se ha señalado que el modo en que es narrada la vida de quien
ha sobrevivido a un acontecimiento trágico suele implicar un punto de
ruptura: se trata de biografías que al ser narradas expresan “un antes y
un después ( . . . ) se retorna siendo otro y ya no se mira el mundo con los
mismos ojos” (Longoni, 2007:22). Asimismo, se ha afirmado que en tales
relatos resultan reiteradas las referencias al ‘destino’ o al ‘azar’ como
factores a los que se les adjudica la posibilidad de haber sobrevivido. De
un modo similar, quienes han atravesado por el incendio de Cromañón
manifiestan los males que sufren y trazan una frontera que delimita dos
momentos en sus vidas a partir de la experiencia vivida:
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En el caso de los padres, el dolor del hijo, la falta del hijo, va a estar
toda la vida. En nuestro caso, yo veo que mi hijo, veo que este año ya
está mejor. Si esta mejora anímica y afectiva sigue en progreso, entre
este año y el próximo nuestras vidas van a estar encaminadas desde
otro lugar ( . . . ) No es que Cromañón va a desaparecer, pero sí que
va a pasar a ocupar otro espacio, ¿no? Y me parece que mi vida va a
pasar también a ser otra cosa (entrevista a Sonia, julio de 2009)
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de defensa del grupo de rock, por tratarse de chicos que por no haber
atravesado la experiencia de tener un hijo y haberlo perdido no pueden
comprender el sufrimiento de los padres.
Debido a que la noche del incendio muchas de las víctimas fatales con-
currieron al recital junto a su grupo de amigos, primos y hermanos, entre
padres y sobrevivientes suele haber vínculos de conocimiento personal
previos al siniestro. Cuando discuten con ellos se lamentan amargamente:
“no les podemos hacer sentir culpa por haber salido vivos. Muchos son
parientes nuestros, amigos, novios de los chicos”, dicen. Así, frecuente-
mente, las discusiones que mantienen con estos jóvenes son canalizadas
mediante un leguaje que enfatiza en la comprensión y el cuidado de esos
chicos.
Si bien ‘padres’ y ‘chicos’ son distinciones que oponen unos a otros,
esas mismas clasificaciones también son utilizadas para tender puentes
entre ellos como miembros de un mismo cuerpo. Al ver a los sobrevivien-
tes como jóvenes de la misma generación que sus hijos, asumen que los
debates que se dan entre ellos son asimilables a las discusiones que se dan
entre miembros de una familia. Así suelen hablar de esas situaciones como
“‘berrinches’ de padres e hijos”. Ese reconocimiento es mutuo, ya que al
referirse a los familiares con los que debaten los sobrevivientes se refieren
a ellos como los padres o los papás.
La apelación a la idea de familia como metáfora de unidad y consenso ha
sido analizada por Filc (1998) para el caso de los detenidos desparecidos
y sus familiares, quienes utilizaron metáforas de ese tipo para describir
las nuevas relaciones que desarrollaron bajo la dictadura a partir de las
prácticas de resistencia compartidas. En el caso tratado aquí, si para
los padres la idea de familia implica una cierta unidad en virtud de las
relaciones afectivas y ‘de sangre’ que se dan entre sus miembros, la familia
Cromañón es la expresión de unidad entre padres y chicos, familiares y
sobrevivientes, en virtud de la experiencia común de sufrimiento, el cariño
y la búsqueda de justicia que unos y otros comparten. Así, a pesar de los
posicionamientos divergentes en relación al grupo de rock, el lenguaje
que viabiliza las posiciones diferentes aquí señaladas sobre ciertos temas
incluye referencias como “seguimos juntos y abrazados, aún con algún
disenso . . . y marchando juntos . . . y discutimos . . . como se discute en
toda familia –grande o pequeña– ( . . . ) el dolor es uno solo y el pedido es
uno solo”. Esta referencia al movimiento como una familia se reitera en
aquellas situaciones en las que se promueve la búsqueda de unidad, y su
uso suele venir acompañado de una forma diferente de hacer referencia a
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los padres y a las madres de fallecidos que pasan a ser referenciados como
‘papás’ y ‘mamás’.
Las apelaciones a la noción de familia para referirse a lo que en otras cir-
cunstancias es denominado como el movimiento no surgen naturalmente
del hecho de que se trata de relaciones entre padres y chicos. En cambio,
esa forma de referirse a Cromañón se hace presente en circunstancias es-
pecíficas que remiten a intentos de afirmar la unidad en situaciones de
disenso. Cabe entonces destacar la ubicuidad de la metáfora familiar en
tanto mecanismo al que se recurre para producir el sentido de unidad,
enfatizando la solidaridad, los objetivos comunes y los lazos afectivos,
incluyendo, al mismo tiempo, los conflictos entre padres y chicos y la
construcción de posiciones de autoridad y jerarquía. Así se iguala a pa-
dres y chicos al mismo tiempo que se fundan diferencias entre ellos. Si la
apelación a la familia como una metáfora resulta eficaz, ello se debe a su
carácter firmemente instituido y, por tanto, naturalizado.
Víctimas y sospechas
Como he analizado, las distintas posiciones sobre el grupo de rock pueden
llegar a expresar modos diferenciados mediante los cuales se representa la
condición de víctima: los familiares dicen ‘yo perdí un hijo’, los sobrevi-
vientes afirman ‘yo estuve ahí ’. Las sospechas en torno de la real condición
de víctimas de algunas personas a las que algunos en el movimiento se-
ñalan como supuestos y posibles falsos sobrevivientes es la expresión más
extrema de aquellas diferencias. Si bien ese tipo de acusaciones resultan
infrecuentes y se limitan a ciertas personas en ciertas circunstancias es-
pecíficas las mismas no son excepcionales. A lo largo de los tres años
que estuve entre los familiares, varias veces escuché relatos que los tenían
como protagonistas.
De un modo similar a lo que ocurre en el caso de las acusaciones de
brujería (Evans-Pritchard, 1976; Gluckman, 1973, 1978), creo que aque-
llos procesos que implican sospechas y acusaciones pueden ser analizados
considerando, en primer lugar, las relaciones entre los implicados y las
tensiones que se derivan de esas relaciones.
Al analizar el modo en que se desarrollan las acusaciones de brujería
entre los azande, Evans-Pritchard mostró que las mismas nacen de las
enemistades personales: “como norma un individuo sólo plantea ante el
oráculo los nombres de aquellos que podrían haberlo dañado a consecuen-
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13 En este caso “servicios” hace referencia a la Secretaría de Inteligencia del Estado (side),
el principal y mayor servicio de inteligencia argentino, en el que desempeñan sus tareas los
“espías” oficiales.
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por usurpación de título. Esto fue leído como una acción que favorecía a
Ibarra, el ex jefe de Gobierno enfrentado al movimiento.
A raíz del comportamiento al que define como inescrupuloso e inmoral,
Pablo afirma que denunció a Molinos ante el Tribunal de Disciplina del
Colegio Público de Abogados, y desde qnsr se difundió un comunicado
de prensa que afirmaba:
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Con esta afirmación, Hilda expresaba algo similar a los expresado por
Asturias y Pastori: que aún cuando algunos sobrevivientes cuentan con
certificados de atención médica y han realizado declaraciones en el juzgado
de instrucción y en la pfa –parte de esos ‘papelitos’–, para ella existe la
posibilidad de que sean personas que han falseado su condición.
21 Fuente: “Elevación a juicio oral”. Disponible en: www.quenoserepita.com.ar/elevacion_a_jui-
cio_oral
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Hasta aquí he señalado que para comprender las acusaciones hacia quie-
nes son vistos por los familiares como supuestas falsas víctimas, es funda-
mental analizar las tensiones persistentes entre diversos actores al interior
del movimiento. Una vez realizado este primer paso, considero necesario
ir más allá de las tensiones interpersonales y mostrar por qué motivo las
acusaciones –en tanto modos de asignar responsabilidades–, recaen sobre
ciertas clases de personas y no sobre otras. Mientras que las historias sobre
posibles falsos sobrevivientes no resultan extraordinarias, nunca escuché
hablar de la existencia de falsos familiares. Con el objetivo de indagar en
esta diferencia, creo necesario retomar algunas cuestiones planteadas en el
capítulo anterior en relación al proceso de acreditación de la condición de
sobreviviente poniendo especial atención al modo en que se lo representan
las víctimas.
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Parte 2
Emociones y política en
el movimiento Cromañón
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Capítulo 3
La expresión de las emociones
en el espacio público
Familiares y sobrevivientes de Cromañón se constituyeron públicamente
como víctimas movilizadas tanto a partir de las relaciones que estable-
cieron con el Estado como a través de la organización y la movilización
(Cf. Capítulo 1 y Capítulo 2). Expresiones emocionales como el dolor y
la bronca formaron parte de ese proceso. En el presente capítulo preten-
do analizar el modo en que, al ser expuestas en el espacio público, esas
emociones pueden ser percibidas como problemáticas. Por un lado, este
carácter problemático se expresa en el caso de los familiares que se en-
cuentran superados por el dolor y se ven imposibilitados de sumarse a
las movilizaciones. Por el otro, están aquellos que han ocasionado lo que
algunos califican como desbordes a causa del duelo patológico por el que
atraviesan. Esta situación representa un problema muy significativo para
quienes –en tanto familiares movilizados y querellantes– consideran que
tales intervenciones podrían afectar negativamente el desarrollo de la cau-
sa penal. Destaco, entonces, la situación de “crisis moral” en la que se ven
involucrados quienes creen que resulta inevitable manifestar públicamen-
te los sentimientos, pero al mismo tiempo consideran que esto debe ser
realizado de modo racional y sin violencia.
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ticas, y los cursos de acción más convenientes para la lucha coincidían con
sus propias expectativas sobre la necesidad de no ser violentos. Estas opi-
niones eran tenidas especialmente en cuenta, puesto que además de ser
considerado como un profesional que sabía de técnicas y procedimientos,
él también era reconocido como alguien que conocía la dinámica institu-
cional y política de lo judicial.
Al expresarse de estos modos, Pablo creaba un rol para sí mismo y hacía
ese rol inteligible dentro de los términos de la experiencia de su auditorio.
Su perspectiva sobre la cuestión modelaba su propia posición en el grupo
como referente público y como experto, como familiar y como abogado.
De esta manera, él era ubicado por sus compañeros en el lugar de quien es
capaz de interpretar adecuadamente la relación entre aquellos dos planos
de acción diferentes –el de la lucha y el de lo judicial–.
A pesar de que pueda parecerlo, en la reunión de qnsr en la que se de-
batía qué hacer frente a las decisiones tomadas en articulación, la opinión
de Pablo no era la única. A diferencia de lo ocurrido en la parte judicial
del encuentro, que había sido dominada por los abogados, en la segun-
da parte moderada por Pao todos los reunidos debatieron, discutieron y
opinaron. A diferencia de lo judicial, terreno reservado a los expertos, la
lucha era vista como un espacio abierto a la participación de todos. Y no
todos pensaban igual. Luego de las observaciones de Pablo, Pao cedió la
palabra a una madre quien sugirió que la propuesta de articulación era
adecuada y que había que “hacer quilombo porque el desorden vende. Es
lo que quiere ver la prensa”. Para evitar realizar acciones inadecuadas
ella propuso escrachar a los imputados en lugar de escrachar a los jueces.
Pero una vez más los abogados reafirmaron su posición técnica-jurídica,
al señalar que ese procedimiento de denuncia pública sólo sería legítimo
en el caso de quienes tuvieran una condena firme. La fuerte impronta pro-
fesional orientaba su imaginación respecto de aquello que podía hacerse
y aquello que no. Al evitar la discusión y confrontación con estas inter-
pretaciones respecto de los modos adecuados de conducirse públicamente,
había un reconocimiento activo de la posición autorizada de los abogados.
La doble condición en virtud de la cual Pablo es percibido por los
miembros de qnsr como padre y como abogado funda su reputación como
referente público del grupo, reputación que se juega siempre en la opinión
que los demás tienen de su persona (Cf. Bailey, 1971; Pitt-Rivers, 1989).
De ahí la importancia de sus compañeros de lucha en tal reconocimiento.
Los miembros del grupo suelen referirse a él diciendo ‘Pablo nos orienta’,
‘es nuestro líder’, ‘en el grupo no hay líderes, es nuestro referente’. De
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En la ong las reglas las ponemos los familiares. No vienen los aboga-
dos a decirnos qué hacer y qué no porque nos conviene. No los dejamos
que nos lleven por el camino que ellos quieren porque no dejan de ser
abogados preocupados por quedar bien con los jueces porque es su
trabajo. Pero nosotros somos familiares y estamos más allá de eso. No
nos importa quedar bien con nadie sino que haya justicia (entrevista
a Hilda, julio de 2009).
Por su parte, Patricia, referente del grupo Paso, también considera que
la participación de quien es visto como un abogado en circunstancias y
decisiones propias del movimiento, puede resultar inapropiada. Pero a di-
ferencia de Hilda y Miri, en este caso ello se debe a que la lucha es un
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hecho político. Por ese motivo reclama la autonomía de las decisiones po-
líticas de los familiares frente a las eventuales posiciones de sus abogados
(entrevista a Patricia, julio de 2009).
Sobre el final de la segunda parte de la reunión en la que se debatió
qué hacer frente a las decisiones tomadas en articulación, Pao repasó la
posición de qnsr que debía comunicar en el próximo encuentro al resto
de los grupos y adelantó que la propuesta de evitar los escraches no ten-
dría ninguna repercusión en aquel espacio. Ese era un terreno en el que,
afirmaba, se imponían acciones de tono más bien político o bien cercanas
a acciones que desde qnsr se veían como desbordes o excesos. Mientras
realizaba su exposición, Pao relató algunas situaciones de tensión que,
como representante de qnsr en articulación, había sufrido a causa de las
diferencias reiteradas sobre los modos de manifestarse en el espacio pú-
blico entre su grupo y el resto. Mientras relataba lo que describía como
el maltrato y el ninguneo que había sufrido en ese espacio, su angustia
era cada vez más evidente. Hablaba entre sollozos cada vez más intensos.
Sobre el final de su intervención, finalmente, Pao comenzó a llorar. Si bien
todos nos estremecimos, los familiares estaban al tanto de que además del
momento tenso que había vivido en articulación, ella estaba atravesando
una difícil situación personal. Como me comentaron María Elena y Er-
nesto, sus vecinos que habían comenzado participar de las reuniones del
grupo unos meses antes, además de haber sufrido la muerte de su hija en
el incendio, ahora su marido estaba gravemente enfermo.
Tal como se verá en los próximos apartados, las acciones consideradas
como inadecuadas para la lucha suelen ser explicadas como productos
emocionales. Si bien ciertas expresiones como el dolor y la bronca son
consideradas como experiencias comunes a todos los padres, en caso de
no ser procesadas adecuadamente pueden resultar problemáticas para la
movilización. Con el objetivo de dar cuenta del papel problemático que
pueden representar las emociones, será necesario primero recorrer breve-
mente algunos desarrollos conceptuales sobre el tema.
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guaje que hace posible comprender las acciones de los sujetos movilizados:
las “emociones colaboran a definir las metas y actuar en consecuencia”
(Jasper, 1998:421).
Al ser abordadas como un aspecto central de los movimientos de pro-
testa, las emociones fueron consideradas como un recurso frecuentemente
movilizado con el objetivo de legitimarlas públicamente. Al ser evalua-
das en relación a las metas y objetivos planteados por esos movimientos,
podían ser consideradas como “estratégicamente eficaces”, “poco estraté-
gicas”, “inadecuadas”, “inapropiadas”, etc. (Jasper, 1998:404). Como ha
advertido Ost (2004) desde estos trabajos se ha tratado a las emociones
como expresiones que no están en conflicto con la racionalidad sino como
factores que informan a esa racionalidad orientada a alcanzar el éxito de
la protesta. Así, a pesar de que se han esforzado por incorporar los aspec-
tos emocionales en el análisis, estos enfoques continuaron tomando como
parámetro para el estudio de la acción social sus aspectos ‘estratégicos’.
Desde esta corriente –y al igual que en el caso de buena parte de los au-
tores que forman parte de la denominada Sociología de las emociones–,
éstas son naturalizadas y consideradas como factores dados a priori, que
resultan modelados por las expectativas y necesidades sociales.
Desde la antropología social, diversos autores también se han ocupa-
do de analizar específicamente el papel de los sentimientos en diversos
ámbitos de la vida social. El estudio antropológico de las emociones ha
dado lugar a trabajos que responden a orientaciones teóricas diferentes,
generalmente encuadradas bajo el paraguas del paradigma culturalista
norteamericano. Por un lado, pueden reconocerse aquellos trabajos de
tendencia interpretativa, preocupados por el significado de los ‘selfs’ mo-
delados por su carácter fuertemente emocional (Levy, 1983; Midletton,
1989; Myers, 1979; Rosaldo, 1980). Por otra parte, otros autores herede-
ros del cognitivismo se han ocupado del tema al investigar el significado de
ciertas expresiones emocionales en diversos contextos de la vida cotidiana
(Abu-Lughoud y Lutz, 1990; Lutz, 1982; White, 1980). 3
3 En los primeros trabajos de Lutz puede reconocerse una fuerte impronta cognitivista. Su
trabajo sobre las emociones entre los ifaluk de la Micronesia (1982) tiene como objetivo la cons-
trucción de “un mapa cognitivo ‘promedio’” (1982:118) de la conceptualización nativa sobre
lo emocional. La herencia teórica cognitivista explica que las emociones hayan sido tratadas
como un aspecto del lenguaje. Por un lado, el estudio de las emociones en estos términos ha
sido considerado como una aproximación abstracta ya que se basa en una aislación analítica de
los términos de sus contextos (Middleton 1989). En efecto, al ser tratados como una cuestión
relativa al significado cultural, desde este enfoque se han reificado los sentidos heterogéneos
que pueden tener las emociones. Al no mostrar las dinámicas sociales de su uso, estos pare-
cen significar lo mismo para todos los actores en todas las situaciones. Por otra parte, se ha
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señalado que esta aproximación es excesivamente racionalista puesto que pretende reconstruir
conexiones lógicas a ser representadas en mapas y árboles, que no tienen en cuenta los aspectos
no verbalizados de la conducta (Leavitt, 1996). El trabajo de Lutz sobre los ifaluk deja expues-
tos estos problemas al pretender construir un mapa de “emotion words”, en tanto conjunto de
palabras relacionadas lógicamente entre sí, que poco dicen acerca del entramado de relaciones
sociales y el contexto en el que cobran sentido. Para una versión diferente sobre las emociones
entre los ifaluk puede consultarse Wiersbicka (1994).
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can al clasificarlas de ese modo (bronca, dolor, etc.). Sin embargo, como
antropólogos debemos cuidarnos de no estructurar nuestros análisis a par-
tir de la asunción de que aquella relación directa existe tal como lo creen
los actores. Tal como sugiere Nadel, si bien “podemos juzgar ( . . . ) que los
gestos expresivos de las personas manifiestan sentimientos o pensamientos
( . . . ) y podemos entender lo que otras personas dicen de sus estados men-
tales” (Nadel, 1974:78), debemos limitarnos a analizar las manifestaciones
en la conducta que ellos mismos consideran como consecuencias de ciertos
estados internos. De acuerdo con estas ideas, considero necesario explicar
las expresiones emocionales a partir del estudio de sus manifestaciones en
la conducta y del modo en que los actores establecen relaciones sociales
a través de las mismas. De acuerdo con esta perspectiva, “( . . . ) no tiene
sentido debatir si las conductas son racionales o irracionales. Lo que sí
resulta significativo, es si esa conducta puede ser o no inteligible” (Firth,
1985:33, destacado en el original).
Siguiendo esta propuesta, considero que términos tales como racional o
irracional, violencia o bronca, deben ser tratados como categorías propias
de los actores que toman su sentido del contexto de situación en el que
son actualizadas a través de las relaciones interpersonales (Koury, 2005).
Así, las mismas pueden ser abordadas como categorías nativas alrededor
de las cuales se traman las relaciones sociales que las hacen inteligibles.
Entonces, en lugar de tomar como punto de partida la pregunta respecto
del significado de emociones tales como bronca o dolor, resulta adecuado
indagar cómo es que tales términos son movilizados en un espacio social
específico. Es a través de su manipulación que, como veremos, los fami-
liares construyen posiciones de igualdad y diferencia.
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Yo abría los ojos por la mañana y los volvía a cerrar porque no podía
afrontar la realidad que me tocaba vivir. Estaba demasiado medicada y
no podía coordinar mis acciones, ni comprender qué era lo que estaba
pasando . . . tuve que dejar de trabajar (entrevista a María Elena y
Ernesto, agosto de 2009).
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en hablar conmigo del tema sino más bien todo lo contrario, y a que ellos parecían restarle
importancia a la situación, me encontré con un obstáculo para comprender adecuadamente lo
sucedido.
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Tal como puede verse a través de los casos de María Elena y Ernesto,
por un lado, y de Pao por el otro, para quienes creen en la íntima rela-
ción entre la lucha y lo judicial, marchar y participar de las actividades
promovidas por el movimiento es una cuestión de máxima importancia.
Padres y madres creen que deben movilizarse en demanda de justicia en
virtud del carácter obligatorio y deseable que revisten tales acciones. Sin
embargo, a causa del desborde emocional ajeno a su propia voluntad, no
todos los familiares que consideran las cosas de este modo participan de
la lucha.
Al manifestarse como un desborde, el aspecto emocional es considerado
como problemático tanto cuando conduce a la imposibilidad de movilizar-
se como cuando se presenta como la causa de aquellas formas de manifes-
tación que algunos familiares denominan como irracionales. Mientras que
el primer caso está representado por los padres superados por el dolor, el
segundo está expresado por quienes promoverían acciones denominadas
por otros como violentas.
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7 Este problema está expresado en la introducción del libro Pensar Cromañón (aavv, 2008),
escrita por el hermano de una víctima, miembro del grupo Paso. El libro es producto de la
recopilación de una serie de charlas realizadas en el Hotel Bauen promovida por ese grupo
con el objetivo de interpelar a intelectuales, artistas y personalidades de la cultura para que
reflexionen sobre la tragedia.
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11 Fuente: “La amenaza, el único recurso”. Diario Página 12, 1 de agosto de 2006.
12 Fuente: “Cromagnon: ordenan pericias psiquiátricas a tres padres de víctimas”. Diario La
Nación, 2 de octubre de 2006.
13 Fuente: ibídem.
14 “La lucha no es locura, la impunidad enloquece. Documento de los 22 meses, consensuado
entre familiares, amigos y sobrevivientes de la masacre de Cromañón”.
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lucha y que resultan comunes a todos. Sin embargo, las mismas deben ser
contenidas para hacer posibles los vínculos entre los actores y conducir
adecuadamente la manifestación. Ahora bien, teniendo en cuenta cómo
son vistas las acciones de quienes no participan en ningún grupo, puede
advertirse un nuevo sentido para el término contención. A diferencia de
lo que ocurre en el caso de un grupo que tiene como principal objetivo el
de brindar ayuda, tal como es el caso de Renacer, Que No Se Repita se
gestó al calor de la lucha y su papel como espacio destinado a abordar
la situación afectiva de sus miembros es uno más entre otros relativos
a la movilización en demanda de justicia. En este contexto, entonces, el
término contención no refiere exclusivamente al domino de lo psicológico
o afectivo, sino que expresa la necesidad de regular las manifestaciones
emocionales en función de la lucha. Ello implica, en primer término, lograr
movilizarse y participar; en segundo lugar, hacerlo adecuadamente, sin
violencia; finalmente, implica actuar coordinadamente con el resto del
movimiento. Así es como la regulación emocional conduce a una regulación
de la acción pública, y el dominio sobre ‘lo que se siente’ se transforma
en un dominio sobre ‘lo que se hace’.
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Capítulo 4
El movimiento Cromañón y la política
En función de su objetivo de alcanzar justicia, a lo largo de su lucha
los familiares del movimiento establecieron diversas y variadas relaciones
con actores políticos tales como legisladores, políticos profesionales, mi-
litantes, etc. En ese contexto, al mismo tiempo que ven en la lucha una
cuestión esencialmente política, algunos de ellos no ocultan su preocupa-
ción por la posibilidad de que la misma se politice, esto es, de que sea
‘usada’ para fines definidos como ajenos a la búsqueda de justicia. Para
ellos este riesgo estaría representado tanto por los políticos profesionales y
por los militantes como por algunos familiares politizados que participan
del movimiento.
Desde algunas investigaciones a las que he enmarcado bajo el tipo de
explicación denominado como Modelo de Antígona, la oposición de al-
gunos familiares a la politización ha sido tratada como una resistencia
a reconocer el carácter político de la demanda a partir de una supuesta
oposición entre la ‘familia’ y la ‘política’ (Cf. Introducción). De un modo
contrario, en el presente capítulo mostraré que la oposición a la politiza-
ción no implica un desconocimiento ni un rechazo a la política, sino que
exhibe una forma de hacer referencia a otros familiares. Al explicitar el
significado nativo de la noción de politización, pretendo restituir el sentido
ambiguo que la política reviste para los actores movilizados.
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discurso enfatizó que había que respetar lo que llamaba el camino ins-
titucional, centrado en las posibilidades que otorgaban las vías legales y
político-institucionales para el juzgamiento del ex Jefe de Gobierno, sin
pedir su linchamiento. Al finalizar el acto mostró su satisfacción por la
convocatoria, puesto que los padres habían logrado congregar a personas
que pertenecían a un amplio espectro ideológico que contenía a “lo mejor
de la derecha y lo mejor de la izquierda”. 2 Las acciones políticas eran
consideradas como importantes para el avance de sus propios objetivos.
Además de promover la realización del acto en el teatro, estos familia-
res se propusieron realizar otras acciones tales como contactar a diversos
legisladores que formarían parte de la Sala Acusadora con el objetivo de
exponer frente a ellos los argumentos por los cuales debían votar a favor
de la realización del juicio político. Tanto desde qnsr como desde los otros
grupos del movimiento como Paso, por ejemplo, visitaron representantes
de la ciudad y les hicieron saber sus inquietudes. Gracias a que algunos
legisladores habían sido antiguos compañeros de militancia de Juan, desde
qnsr él aportó contactos relevantes y jugó un papel destacado para lograr
esas citas. Para él, esta era claramente una forma de hacer política: “la
acción política es eso: es mover contactos personales, ver qué hilo mover,
contra quién, escuchar los consejos de los que conocen el entorno y dicen
‘Te conviene hacer tal o cual cosa’” (entrevista a Juan, julio de 2009). Él
recuerda una de esas reuniones con una legisladora que finalmente votó a
favor del juicio a Ibarra: “lo nuestro fue una explicación de porqué creía-
mos que había que votar a favor del juicio y ella dijo ‘Bueno, yo los voy a
escuchar, no les voy a anticipar nada’. No hubo ninguna negociación rara,
ni ninguna presión, ni amenaza ni de parte de ella ni nuestra” (entrevista
a Juan, julio de 2009).
Pablo, quien también participó en encuentros de ese tipo a partir de los
cuales los familiares intentaban incidir en el mundo de la política, también
recuerda otras estrategias. El utilizaba dos términos – hacer ‘opereta’ y
‘rosquear’–, que son propios de la actividad política para referirse a esas
acciones:
2 Fuente: Ibídem.
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Durante la etapa del juico político había que estar muy atento, lo
que hiciéramos dependía de lo que pasaba en cada momento. De re-
pente había una operación que había que saber aprovechar. Nosotros
aprovechamos un error del bloque del Frente para la victoria . . . algu-
nos los chiflamos y ellos se ofendieron y se fue todo el bloque. Si esa
noche ellos volvían, se votaba y perdíamos (entrevista a Pablo, agosto
de 2009).
En ese contexto, Pablo recuerda que dio el primer paso para ‘armar
una opereta’, una ‘operación política’. Un grupo de representantes de
cada grupo de familiares se acercó al presidente de la Legislatura para
pedirle que los condujera a hablar con todos los legisladores, que se en-
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Así, a pesar de esa contradicción, ella cree que la política fue muy
positiva e importante durante el proceso de destitución del ex Jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Gracias al análisis político y a
través de acciones políticas como el acto en el teatro, la rosca y la opereta
el día de la votación, los familiares habían logrado avanzar en su objetivo
de justicia. La política formaba parte de Cromañón y estaba disponible
para ser usada:
La política puede ser buena, te puede servir para hacer cosas buenas
y para hacer cosas malas. Por ahí nosotros hablamos de politizar como
algo necesariamente malo, pero el hecho de que Cromañón haya sido
algo político, no necesariamente quiere decir que sea malo, que esté
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Analía:A los políticos les servía Cromañón como para tener un pues-
to, una banca como legislador, entonces el hecho de no politizarse era
no darles de comer . . . Es un círculo vicioso, porque, uno dice, no hay
que politizarse pero a los padres les servían los políticos. Política es
esto de necesitar mucho el apoyo de políticos en un momento . . . y al
mismo tiempo era necesario no politizar Cromañón . . .
Diego: ¿Y cómo se hace eso?
Analía:Es que en realidad es un círculo vicioso. Creo que evitar la
politización tiene que ver con este límite de tener en claro para qué se
busca la ayuda del político según qué es que uno lo necesita. ¿La meta
cual es?, lograr algo. (Ibídem).
De acuerdo con lo señalado hasta aquí puede verse que, según el punto
de vista de estos protagonistas del movimiento, mientras que los políticos
intentaban ‘usar Cromañón’, los padres, por el contrario, pretendían ‘usar
la política’. Para ellos, la victoria obtenida en la Legislatura no había sido
sólo un producto de las acciones públicas de las que todos participaban,
como las marchas, escraches y vigilias, sino también de acciones políticas
de otro tipo, que incluían las relaciones con políticos profesionales como
el acto en el teatro, las reuniones con legisladores o la ‘opereta’ en la
Legislatura porteña. Tales situaciones mostraban que la política podía
ser utilizada adecuadamente para alcanzar justicia.
La idea según la cual hay formas adecuadas e inadecuadas, buenas y
malas, correctas e incorrectas de usar la política, muestra que la misma no
tiene una sola cara. Si la política también tiene una ‘cara mala’, entonces
algunas personas pueden usarla en contra del movimiento, aprovechándose
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Dos días después del incendio, Darío fue velado en una cochería cercana
a su casa. En otro salón de la misma casa velatoria, al mismo tiempo, se
estaba velando a otro joven de la zona fallecido en el siniestro. Los salones
estaban repletos de amigos, sobrevivientes del incendio y familiares de los
jóvenes, algunos de los cuales se habían encontrado el día anterior en el
corte organizado por los militantes del fos. En el velorio, Miri y Leandro
conocieron a Gustavo y a su mujer, los padres del otro joven que estaba
siendo velado. Casi una semana después del entierro de sus respectivos
hijos, los dos matrimonios fueron a la primera marcha convocada en la
zona del barrio de Once en demanda de justicia.
En la marcha se encontraron con varios vecinos de su zona que eran
parientes, amigos de jóvenes fallecidos o sobrevivientes del incendio. Asi-
mismo, pudieron reconocer a algunos familiares con los que se habían
cruzado unos días antes, durante la búsqueda de los chicos. Tal era el
caso de Gutiérrez y su hijo, con quien Miri recordaba haber tenido una
charla la misma noche del incendio, en el cgp donde se concentraba la
información sobre los internados y fallecidos. Junto a Gutiérrez había al-
gunos militantes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (mst).
Luego de ponerse en contacto e intercambiar sus teléfonos y direcciones,
decidieron organizar una reunión al costado de las vías de la estación
de tren cercana a su barrio de La Matanza para debatir como continuar
con las acciones de demanda pública. En esa reunión daría sus primeras
señales de vida la Comisión de familiares de Cromañón.
A diferencia del resto de los grupos que se iban conformando, en Co-
FaCrom participaba muy activamente un gran número de militantes de
partidos de izquierda, que se esforzaban porque los familiares se vincularan
entre sí y participaban muy activamente en la organización del mismo. 3
Con el paso del tiempo, el grupo se fue nucleando en torno de las figuras
de Gutiérrez y de Mariela Marconi. Estos padres, vecinos de la zona oeste
del gba, se habían conocido en uno de los cortes. Pero su condición de
vecinos no era su única coincidencia sino que, además, ambos tenían una
historia de militancia. Mariela militaba en el sindicato de empleados mu-
nicipales (suteba). Gutiérrez, por su parte, había militado en los ’80 en
el Movimiento al Socialismo (mas), y en ese momento militaba en el mst.
3 Entre los actores que participaron activamente para poner en contacto a estos familiares de
La Matanza, debe señalarse también el papel del padre de Sebastián Bordón, un joven asesinado
por la policía provincial de Mendoza en 1999. Él es un activista contra el gatillo fácil y vecino
de la zona. Durante los primeros días de enero ese padre se acercó a Plaza Once con la intención
de reunir teléfonos y direcciones de los familiares de la zona para colaborar con su organización
(Sanz Cerbino, 2009).
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venían con una ideología que nos querían meter en la cabeza cosas
políticas, manifestaciones, ir a lugares a pedir cosas. Ellos dirigían
todo en las reuniones y había un listado con las necesidades de los
familiares para reclamarle al gobierno ( . . . )Pero estaba la muerte de
mi hijo y yo no podía lucrar con eso (Ibídem).
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4 En septiembre de 2008 volvió a darse un cisma. En esa ocasión avisar sufrió un desprendi-
miento de la mayor parte de sus integrantes quienes pasaron a conformar la Organización 30
de diciembre.
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que ese procedimiento había sido “una falta de respeto: Ibarra nunca
contestó una pregunta ( . . . ) Yo dije que mentía y un grupo de papás
al que pertenece Asturias me hacían gestos para que me calle ( . . . ) Yo
sostengo una posición que es cantar, insultarlos, decirle que son asesinos”
(citado en Sanz Cerbino, 2009:362). En claro y fuerte contrate con qnsr,
desde este grupo desconfiaban de los caminos institucionales.
Si se quería alcanzar justicia, en lugar de seguir los procedimientos insti-
tucionalizados, para la gente de avisar era necesario sumar a los partidos
políticos de izquierda y vincular la lucha con otras demandas políticas.
Al vincularse con otras luchas, creían que el movimiento lograría avanzar
en su politización y, como consecuencia de ello, se vería fortalecido:
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adelante era aquella con la foto de las 194 víctimas. Luego de la votación,
una vez más, se impuso la postura de qnsr. En ambas circunstancias, los
pocos militantes presentes no participaron del momento de la votación
ni intervinieron en las discusiones, reservando esas prerrogativas para los
padres.
En el mes de septiembre de 2006, en la tercera asamblea de familiares,
sus participantes se vieron involucrados en una discusión relativa a una
actividad realizada una semana antes, que no había salido de acuerdo con
lo planificado. Si bien la propuesta de la ‘Vigilia contra la impunidad’ en
Plaza de Mayo había sido realizada por los padres de qnsr, algunos les
recriminaron que sólo dos familiares de ese grupo habían pasado toda la
noche en la plaza. Ellos respondieron que buena parte del grupo se había
retirado en respuesta al recital de rock y a la actuación de la murga ‘Los
que nunca callarán’, porque, afirmaban, la vigilia se había transformado
en una fiesta. Esta tercera asamblea terminó con un cuestionamiento a la
posición de qnsr al respecto y las cosas quedaron tensas.
La siguiente asamblea, realizada en el mes de octubre, fue la última.
Al llegar al salón encontré a Pablo conversando amigablemente con un
militante del pcr que acompañaba a los familiares. Me llamó la atención
que casi no hubiera familiares de aphac, apenas dos o tres de la ong y
sólo uno de Paso. No estaban Hilda ni Patricia. En cambio, al igual que
en las reuniones previas, había unos treinta miembros de qnsr.
Una vez dispuestos unos cuarenta familiares asambleístas para dar co-
mienzo al evento, la primera de las intervenciones fue la de Gustavo, el
compañero de Miri en aphac, quien dijo:
Yo vengo a comunicar que aphac decidió que no va a participar más
de la asamblea. Creemos que no se decide levantando la mano. Hace
dos años que nos conocemos y tenemos diferentes maneras de luchar
y no las vamos a resolver hoy. Vamos a participar en todas la acciones
( . . . )En articulación nos podíamos poner de acuerdo debatiendo. Ahí
se hacen cosas buenas y malas. Se discute y se llega a acuerdos. Acá si
traigo más gente gano ( . . . )De dos años a acá no nos dimos un debate:
que pensamos muy diferente. Y es así. No es el momento de debatir.
Yo más de una vez tiré una piedra o me pelié con alguien. No creo en
la justicia y lo haría de nuevo. En las marchas de los 30 igual vamos
a estar presentes.
Luego de las palabras de Gustavo, la madre de un sobreviviente que
participaba en la ong agregó que en el encuentro anterior se habían ido
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muy lastimados por los conflictos entre familiares, y que ellos no tenían
intenciones de pelear con otros padres. Anunció que la ong también de-
jaría de asistir a la asamblea. Sin embargo, al igual que Gustavo, señaló
que su grupo estaba dispuesto a continuar asistiendo a la articulación.
Finalmente, un padre de Paso apoyó esa postura y señaló que si se reti-
raban dos grupos no tenía sentido continuar participando de la asamblea.
Al igual que Gustavo de aphac, rescató también la importancia de arti-
culación como un espacio en el que se privilegiaba el consenso y se tenía
en cuenta a todos los padres.
Toda la situación tomó por sorpresa a los padres de qnsr. En ese con-
texto Pablo Asturias sostuvo:
En asamblea se decidió poner la bandera con los nombres de los
chicos delante de la marcha, se decidió leer los nombres antes que el
documento y hacer la asamblea cada un mes. Y no se quieren respetar
esas decisiones ( . . . )Entonces ‘si no conduzco me voy’ . . .
Mientras Pablo hablaba mirando a los compañeros de su propio gru-
po, el resto se iban levantando de sus asientos y procedían a retirarse.
La asamblea se iba disolviendo. El único sobreviviente de avisar pre-
sente en la reunión se expresó diciendo que “esta división beneficia a los
políticos . . . estoy muy triste . . . hay que dejar de tirar cada grupo para
su lado. Ofrezco avisar como canal de diálogo”. Estas palabras fueron
aplaudidas por Asturias y sus compañeros, que a esta altura eran los
únicos presentes en el salón.
En el encuentro siguiente de Que No Se Repita, luego de la parte judicial
en la que Laura presentó un informe sobre el avance de la causa, se debatió
acerca de lo sucedido en la asamblea. La segunda parte de la reunión la
abrió Pablo, quien sugirió que hablaran sus compañeros antes que él con
el objetivo de evitar condicionar sus expresiones.
Un padre al que todos escuchaban pidió pensar en frío y hacer un análi-
sis racional y no emocional. Algunos se refirieron a la experiencia política
de miembros del grupo Paso, señalando que desde allí se sumaba militan-
tes a las reuniones de articulación y que se fomentaba la politización de
Cromañón.
La gente de qnsr también llamó la atención sobre las palabras de Gus-
tavo, el padre de aphac que declaró que su grupo abandonaba el espacio
de la asamblea. Si bien él había señalado que las formas diversas de luchar
dificultaban la continuidad de ese espacio, destacaron que esas formas di-
versas habían convivido durante esos años. Eso era lo que Pablo Asturias y
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que tales elecciones no están predeterminadas sino que son sólo posibles
y que las mismas están moralmente informadas.
Finalmente, luego de una larga discusión que incluyó una acusación
pública al antropólogo (Cf. Introducción), en la reunión de qnsr se impuso
la decisión de dejar de participar en articulación por un tiempo, pero
continuar participando junto al resto en la marcha con el objetivo de
evitar la ruptura del movimiento.
8 Juan Carlos Blumberg es el padre de un joven secuestrado y asesinado en el año 2004. Luego
de la muerte de su hijo comenzó a impulsar un conjunto de acciones orientadas a ‘luchar contra
la inseguridad’. Esas acciones incluyeron la realización de marchas multitudinarias en el año
2004, la fundación de una ong dedicada a trabajar el tema, y la presentación de proyectos
legislativos de sesgo punitivista. Algunos de esos proyectos se transformaron en leyes en ese
año, cuando fueron aprobados por el Congreso de la Nación.
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¡Nos tenemos que unir todas las causas! ¡Hoy en la plaza había tres
o cuatro actos diferentes! ¡No puede ser! ¿Cuándo nos daremos cuenta
que estamos todos en la misma lucha y que tenemos el mismo victima-
rio que está acá atrás en la casa de gobierno? Seguimos haciendo actos
pequeños separados cada uno por su lado . . . nos tenemos que unir
todos. Basta de matar a los chicos con el gatillo fácil, con los autos
que corren ‘picadas’ y atropellan a la gente . . . Cromañón nos pasó a
todos y lo que les pasa a ustedes también nos pasa a nosotros, somos
todos víctimas ¡Los invitamos a todos el 30 de diciembre a marchar
con nosotros!
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Conclusiones
En la primera parte de este libro he descripto el modo en que familiares y
sobrevivientes se relacionaron con diversas agencias estatales y cómo ello
repercutió en la dinámica de su propia construcción pública como vícti-
mas. En el capítulo 1 he mostrado que unos y otros fueron reconocidos
como víctimas y querellantes en base a situaciones diferentes. Mientras
que los primeros fueron así considerados en virtud de los vínculos vis-
tos como naturales que mantenían con los fallecidos, los segundos fueron
reconocidos de tal modo por haber estado presentes en el incendio y a
causa de las situaciones de sufrimiento que debieron demostrar de acuer-
do con las herramientas objetivamente validadas por el Estado. De esta
manera, ‘familiar’ y ‘sobreviviente’ fueron instituidas como condiciones
contrastantes a partir de las relaciones establecidas con diversas agencias
estatales. En el Capítulo 2, he analizado las narraciones de sufrimiento
a través de las cuales los actores movilizados se presentan públicamente
como víctimas y las tensiones en torno de tal condición que en ocasiones,
llegaron a desencadenar acusaciones sobre supuestas falsas víctimas.
En la segunda parte me he ocupado de analizar las posiciones públicas
de las víctimas con respecto a ciertos temas que resultan especialmente
relevantes para su lucha. Así he mostrado cómo son movilizadas ciertas
categorías nativas vinculadas a las emociones y a la política. En par-
ticular, en el Capítulo 3 destaqué el carácter problemático que pueden
representar ciertas cuestiones definidas como emocionales, en virtud de
la estrecha relación entre la lucha y lo judicial. En este caso, enfaticé el
papel de Pablo Asturias quien, en tanto padre y abogado, participa en
qnsr como un ‘broker’ que administra ciertos significados y brinda con-
tención, delimitando cuáles son las acciones más adecuadas. Por su parte,
en el Capítulo 4 me centré en analizar cómo son consideradas las acciones
políticas. Mostré que en el contexto del movimiento el calificativo politi-
zado no supone una consideración negativa de la política, sino que hace
referencia al modo en que los familiares hablan de otros familiares. Esto
implicaría una distinción entre formas adecuadas e inadecuadas de vin-
cularse con la política, lo que expresa el carácter ambiguo de la misma.
A lo largo del libro destaqué los mecanismos, acuerdos y acciones que
hablan de la construcción de consensos en el movimiento Cromañón, al
tiempo que mostré cómo son producidas las posiciones diversas al interior
del mismo.
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presencia fue vivida como algo deseable a pesar de que implicaba remover
el dolor.
Las narraciones de sufrimiento (Cf. Capítulo 2) desplegadas por los
padres, sobrevivientes, amigos, etc. que brindaban sus testimonios ante
los jueces, permitieron entrever que, como ha observado Estrada (2010),
en ese contexto
“el testimonio no es tan sólo un acto de habla que describe un estado
de cosas al que la presencia de un testigo ocular le otorga la garantía
de objetividad y de verosimilitud, sino que es también un acto de
habla en el cual dicho testigo, al haber vivenciado los acontecimientos
que describe, se compromete emocionalmente con lo que atestigua”
(Estrada, 2010:23).
Así fue como tanto quienes brindaban esos testimonios, como quienes
los escuchaban atentamente, volvieron a recordar los difíciles momentos
vividos la noche del incendio. Al tiempo que exponían las situaciones de
dolor y padecimiento, aquellos discursos dejaron de ser el canal a través
del cual familiares y sobrevivientes se legitimaban públicamente como
víctimas de diferente tipo, para pasar a transformarse en ‘declaraciones’,
esto es, herramientas jurídicas orientadas a delimitar responsabilidades
en el marco de un juicio penal. Tal como se ha señalado en otros casos
similares (Das, 1995), aquí también la justicia transformó el sufrimiento
de las víctimas, ahora ‘testigos’ o ‘damnificados’, en instrumentos del
procedimiento judicial.
Al analizar los aspectos emocionales de la movilización, he mostrado
que en ciertas circunstancias lo emocional es visto como una dimensión
constitutiva del movimiento, a la vez que como una cuestión con la que sus
miembros deben lidiar (Cf. Capítulo 3). En el nuevo contexto establecido
por la asistencia a las audiencias judiciales el carácter problemático del
dolor se vio confirmado y resignificado.
Como se ha destacado en otros casos (Pita, 2010), la presencia de fa-
miliares de víctimas en juicios orales ha generado en ocasiones algunas
tensiones alrededor del (in)cumplimiento de las reglas propias del proce-
dimiento judicial. Sobre todo en los primeros meses en que se desarrolló el
juicio penal, se dieron varias situaciones conflictivas que dejaron expuesta
la dificultad de algunos familiares por contener su dolor. Luego de las de-
claraciones realizadas por los imputados en la causa, se sucedieron varias
situaciones que todos calificaron como desbordes emocionales producto
de las alteraciones que provocaban a los padres y madres escuchar sus
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Conclusiones 217
1 Fuente: “La madre de una víctima de Cromañón descargó su furia contra Chabán: ‘Por qué
no te moriste vos’”. Diario Perfil, 5 de noviembre de 2008.
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Conclusiones 219
los actores que participaban en las mismas. Si bien siempre habían sido
una minoría, los sobrevivientes prácticamente dejaron de participar allí.
En primer lugar, su ausencia fue explicada en virtud del menor grado
de obligatoriedad y compromiso con la lucha que se esperaba de ellos, en
contraste con los padres que –después de cuatro años–, aún se moviliza-
ban. En segundo término, como consecuencia del paso del tiempo, muchos
creían que la mayor parte de ellos se había repuesto de las consecuencias
físicas y psíquicas que les había causado el incendio (Cf. Capítulo 2).
Por otra parte, en las reuniones desarrolladas durante el período del jui-
cio tampoco estaban presenten los que acompañan. Algunos creían que los
militantes no participaban de ese espacio debido a que ya no podían ‘usar’
Cromañón, puesto que la lucha estaba concentrada casi exclusivamente en
presenciar las audiencias y casi no se realizaban acciones públicas en las
calles que permitieran a los militantes capitalizar algún tipo de ventaja
política.
El hecho de que la articulación se realizara en el estudio de Pablo y que
no participaran en ella militantes ni sobrevivientes, hacía que ese espacio
de encuentro ahora fuera visto de un modo muy distinto a como había sido
considerado hasta entonces: “las articulaciones ya no son lo que eran. Eso
lo demuestra el hecho de que se hacen en el estudio de Pablo. Y sirven,
son útiles, hay que participar”, decía un padre en la reunión de qnsr. La
articulación ya no tenía el color politizado que antes veían algunos en la
misma.
Desde el momento en que esos encuentros comenzaron a realizarse en
su estudio jurídico, tanto Pablo como Laura y otros integrantes de qnsr
tomaron una participación activa en las mismas. En una articulación rea-
lizada en diciembre de 2008, los abogados respondieron a los presentes
diversas consultas relativas a la causa penal. En el contexto de un debate
sobre qué pasos seguir frente a lo que consideraban como un intento por
retirarle el subsidio a los familiares, desde la ong se afirmó que se trataba
de una cuestión injusta puesto que ellos lo habían recibido como repara-
ción por las muertes de los chicos. Entonces, rápidamente, los abogados
intervinieron desde sus posiciones autorizadas para señalar que desde la
técnica jurídica el subsidio no era una reparación ni una indemnización
por las muertes. Entonces el resto aceptó la corrección, señalando que
algunas cuestiones jurídicas les resultaban ajenas.
En la reunión, preocupada por las consecuencias que podrían causar los
desbordes que parecían ser casi inevitables, una madre de la ong consultó
a Pablo Asturias sobre las posibilidades de que el juicio se suspendiera.
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Conclusiones 221
raba a los protagonistas del proceso judicial del público asistente. Quienes
asistían a las audiencias como familiares no contaban con la posibilidad
de interactuar con ellos. Mientras ellos dialogaban, intercambiaban con
sus pares abogados e intervenían frente al Tribunal Oral, ninguno de los
familiares podía hacer nada semejante, sino sólo escuchar. Así, durante
este período sus compañeros de lucha vieron en Pablo a un abogado que
destacaba por el hecho de ser un familiar.
El hecho de que en estos contextos él fuera visto más como un aboga-
do-padre que como un padre-abogado quedó expuesto claramente durante
el alegato en el que él y Laura expusieron los pedidos de penas para los
acusados. El mismo fue realizado en junio de 2009, tuvo una duración de
catorce horas y fue desplegado a lo largo de dos días consecutivos. Tal
intervención implicó el despliegue de un discurso fuertemente técnico en
el que abundaron los términos sólo comprensibles para los expertos del
derecho. Sin embargo, sobre el final del mismo, Pablo dio un vuelco que re-
sultó inesperado para todos y habló de su dolor de padre, del sufrimiento
de los familiares y sobrevivientes, de la bronca causada por la impuni-
dad generalizada y de su necesidad de justicia. Al revés de lo que podía
verse al analizar su papel en el movimiento en donde se destacaba como
padre-abogado, en este caso, dejó expuesto claramente que aún cuando
en esa situación primaba –o debía primar– su condición profesional, él era
antes que nada un familiar:
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por los que quedan. Pensé si decir estas palabras con las fotos de los
chicos de fondo, como se hizo en el juicio de la amia, pero no lo creí
necesario. Es que los procesos judiciales se deshumanizan. Se habla de
necropsias, de autopsias . . . y acá se trató de muertos, de proyectos
de vida truncados. Es por eso que hoy pedimos justicia por los chicos
y “que no se repita” (Suenan aplausos entre el público. El Tribunal
pide orden y silencio. Algunos de los presentes sollozamos, otros lloran
abiertamente, sin consuelo).
El alegato dejó expuesto el hecho de que a lo largo del juicio oral Pablo
se enfrentó a un conflicto entre, por un lado, su obligación de familiar
según la cual debía manifestar sus emociones y su sufrimiento y, por el
otro, su condición de abogado querellante, que en ese contexto limitaba tal
posibilidad. El conflicto que enfrentaba no era otro que aquel al que ya he
hecho referencia: en cualquier configuración social, un individuo participa
en “toda una serie de diferentes sistemas sobrepuestos de relaciones. Si
intenta actuar según una serie de obligaciones, se enfrenta a otra serie de
obligaciones contrarias” (Gluckman, 1978:139).
Al considerar cómo deben abordarse las relaciones establecidas por los
actores movilizados con el Estado, he sugerido que lejos de ser tratado
como un todo homogéneo el mismo debe ser asumido como un conjunto
de agencias que se agrupan como un todo en la idea de ‘el Estado’ (Me-
lossi, 1992). En este caso, me he ocupado especialmente de señalar las
relaciones que los protagonistas del movimiento establecieron con una de
tales agencias, el Poder Judicial de la Nación. En particular, he descripto
el proceso de unificación de la representación realizado por el Juzgado de
instrucción N o 1 (Cf. Capítulo 1).
En julio de 2009, unas semanas antes de que el tribunal dictara la sen-
tencia, los querellantes agrupados en la cabeza de querella de Pablo se
reunieron en el estudio de abogacía para escuchar los pronósticos de los
expertos sobre el fallo. Además, en esa ocasión se repartirían las creden-
ciales necesarias para que los querellantes tuvieran garantizado un lugar
en la sala de audiencias, que contaba con una capacidad muy limitada.
Tras la fuerte convocatoria realizada a quienes estaban en su cabeza de
querella, una pequeña parte de los 650 representados por Pablo y Laura
se reunió en el estudio. Se trataba de unos 80 querellantes, entre los cuales
había unos pocos sobrevivientes y algunos de sus padres. El gran número
de participantes mostraba el carácter especial de la reunión: no alcanzaban
las sillas ni el espacio disponible y por ese motivo había gente sentada en
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Conclusiones 223
las escaleras y en el piso. Pero sólo una parte de quienes estaban allí
se conocían por formar parte de Que No Se Repita. Varios familiares
a quienes nadie conocía, puesto que habitualmente no se movilizaban,
estaban allí junto a otros con los que aquel grupo mantenía diferencias
como los violentos y los politizados, algunos de los cuales pertenecían a
otros conjuntos del colectivo.
En la cotidianeidad de la lucha los familiares se veían como miembros de
grupos diferentes. En esas ocasiones, el hecho de que un padre de la ong
estuviera relacionado con uno de qnsr por estar bajo la misma cabeza de
querella no era relevante. Pero ahora la reunión por la sentencia mostraba
las cosas de un modo inverso, puesto que su relación como integrantes de
la misma cabeza de querella los implicaba en un mismo momento y en
un mismo espacio. Todos ellos se encontraban reunidos en el estudio de
abogacía, aun cuando no se conocieran, no tuvieran afinidad personal
entre sí o promovieran formas contrastantes de manifestarse en la lucha.
Para los familiares y los sobrevivientes que se habían congregado en
el estudio jurídico, se trató de una reunión muy particular ya que los
que se reunían habitualmente eran los grupos, pero no las cabezas de
querella. Hasta entonces, tales cabezas nunca habían tomado cuerpo como
grupos de personas reales, y sólo existían en la letra de las resoluciones
del Juzgado N o 1. Sin embargo, al unificar representación a pocos meses
de iniciada la causa, el juzgado había objetivado un cierto ‘esqueleto’
formal tendiendo vínculos entre los querellantes. Tal ‘esqueleto’ estaba
conformado por relaciones cualitativamente diferentes a las que habían
dado forma a los grupos del movimiento, que se habían modelado a partir
criterios flexibles de afinidad personal, territorialidad, ideología, etc. En
el contexto de esta reunión, por primera vez, una parte de ese esqueleto
se hacía visible.
Al analizar el modo en que los actores movilizados se constituyeron
públicamente como víctimas he señalado que, por un lado, ‘familiar’ y
‘sobreviviente’ se constituyeron en categorías socialmente legítimas a tra-
vés de las diversas relaciones mantenidas con el Estado que se esforzó por
imponer sus propios principios de visión y división (Cf. Capítulo 1). Por
otra parte, he mostrado que unos y otros se constituyeron públicamen-
te como víctimas distinguiéndose a través de narraciones de sufrimiento
contrastantes (Cf. Capítulo 2). Estas formas diversas de considerar a esas
categorías de actores se vieron actualizadas en la reunión por la sentencia
que aquí analizo.
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Como afirmé más arriba, además de tener el fin de compartir los pro-
nósticos sobre el fallo, uno de los objetivos de la reunión fue distribuir
las credenciales de ingreso a la sala de audiencias para ese día. Debido
a la gran cantidad de querellantes agrupados bajo su cabeza –y tenien-
do en cuenta que el espacio disponible en la sala de audiencias era muy
limitado–, Laura advirtió a los presentes que sólo entregaría una creden-
cial por cada querella individual. Pero no todos los presentes en la reunión
eran querellantes en virtud del mismo tipo de relación con la masacre:
mientras que unos eran naturalmente víctimas por ser padres, otros ha-
bían sido reconocidos como tales por su condición de sobrevivientes (Cf.
Capítulo 1). Teniendo en cuenta esta diferencia, los abogados comunica-
ron que entre la totalidad de querellantes tendrían prioridad para recibir
las credenciales quienes fueran familiares de los fallecidos; a su vez, entre
los familiares se priorizaría a quienes tenían más de una víctima en su
familia y a quienes habían asistido regularmente a las audiencias. Para el
final quedaban los sobrevivientes y sus padres. Nadie objetó ese orden de
prioridades.
De esta manera, en la reunión se hizo patente una nueva línea de cli-
vaje que atravesaba a quienes allí se habían congregado. En efecto, en el
momento de recibir las credenciales salió a la luz una separación entre
quienes eran miembros de la misma cabeza de querella: lo relevante ya no
era la pertenencia común a la cabeza representada por Asturias-Pastori
sino si se era familiar o sobreviviente. Laura comenzó a leer una lista y los
padres de qnsr comenzaron a acercarse a buscar su credencial del mismo
modo que lo hicieron los familiares de aphac, la ong y Paso. Mientras
tanto, los sobrevivientes de estos grupos quedaron retrasados esperando
que les llegara su turno. Una vez finalizada la entrega de tarjetas a los
familiares, Laura llamó uno por uno a los sobrevivientes y a sus padres
para entregarles las credenciales sobrantes.
A lo largo de la reunión por la sentencia quedó expresado que según
las circunstancias, determinados vínculos podían unir o bien separar a las
víctimas. Según el contexto de situación, participar en un grupo determi-
nado, ser familiar o sobreviviente, o bien pertenecer a una cierta cabeza
de querella, podían ser cuestiones que vinculaban o ponían en contraste
a los protagonistas del movimiento.
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jurídica. Asimismo, tanto esta autora como Pita (2005) han estudiado la
participación de familiares de víctimas en espacios institucionales oficia-
les. En tales investigaciones se ha priorizado el análisis de la articulación
entre quienes, presentándose como familiares, actúan como integrantes
del Estado al cumplir funciones legislativas (Vecchioli, 2004) o bien como
funcionarios vinculados a la gestión de programas anti-impunidad (Pita,
2005). Coincido con las preocupaciones planteadas en los trabajos seña-
lados, y estimo necesario profundizar a futuro esa línea de indagación,
analizando, por ejemplo el papel de los expertos estatales (psicólogos,
abogados, médicos, trabajadores sociales, etc.) en la producción social de
las víctimas.
Aquí he analizado al movimiento Cromañón considerándolo como una
configuración social constituida en base a las interdependencias recípro-
camente establecidas entre sus miembros, así como en relación a ciertas
agencias oficiales. He mostrado que la personalidad social de los actores se
encuentra modelada por su participación en dos órdenes de relaciones so-
ciales organizados sobre principios diferentes. Por un lado, el movimiento
está articulado alrededor de un conjunto de relaciones personales construi-
das en virtud de ciertas elecciones morales, afinidades ideológicas, modos
particulares de considerar las experiencias de sufrimiento, etc. Por el otro,
las agencias estatales forman parte de un orden de relaciones organizado
en base a principios jurídicos formales. A partir de un análisis de tipo et-
nográfico, he mostrado que el entrecruzamiento entre aquellos órdenes se
traduce en –o toma la forma de– ciertas situaciones concretas en las que se
ponen en juego los lazos en contraposición de los que participan los acto-
res. En tales circunstancias, sus personalidades sociales se ven delineadas
de maneras que son específicas: como un familiar o como un sobrevivien-
te; como un violento o un politizado; como un padre o como un abogado,
etc. Sin embargo, tales formas no son estáticas, no están dadas de una
vez y para siempre. Aquí he intentado sacar partido de las ventajas que
comporta el hecho de incorporar el punto de vista local a la investigación,
tratando a aquellos términos como categorías nativas que son movilizadas
en circunstancias particulares.
A partir de un trabajo de campo intensivo que me ha permitido com-
partir las actividades habituales del movimiento Cromañón, a lo largo de
este libro he analizado parte de un mundo pleno de prácticas y sentidos
que –como ocurre en todo conjunto social–, resultan diversos, ambiguos
y en ocasiones contradictorios. En este pequeño-gran-universo, y tal co-
mo ocurre en cualquier agrupamiento humano, los actores sociales se ven
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Epílogo
La sentencia
El 19 de agosto de 2009, día en que el tribunal procederá a leer la sentencia,
hay un enorme operativo policial en la zona del Palacio de Tribunales que
genera un insoportable caos de tránsito. Alrededor del edificio se agrupa
una gran cantidad de policías, guardias de infantería, camiones celulares
y un carro hidrante.
Los acusados por la masacre ingresan al edificio por diferentes vías:
el ingreso de Omar Chabán (gerenciador de República Cromañón) está
ubicado sobre la calle Tucumán; el de los músicos del grupo de rock Ca-
llejeros y de los funcionarios estatales procesados está ubicado sobre la
calle Uruguay. En ambas entradas hay numerosas cámaras de tv, pero
no hay gente reunida. Esos paisajes contrastan fuertemente con el que
puede verse en la puerta de ingreso de los querellantes, ubicada sobre la
calle Lavalle. Allí, el tránsito está interrumpido por las vallas policiales
de las que cuelgan banderas y fotos de los chicos. Además de los familia-
res, hay amigos, tíos, primos y algunos sobrevivientes que los acompañan.
También están presentes unos setenta u ochenta manifestantes de agrupa-
ciones de izquierda, como el Movimiento Socialista de los Trabajadores, la
Corriente Clasista y Combativa e Izquierda Socialista, con sus banderas.
A diferencia de lo que ocurre con esas agrupaciones –y a excepción de
una bandera sostenida por algunos militantes de avisar–, no se ven iden-
tificaciones de los diversos grupos de familiares. En la enorme puerta de
entrada nace una fila de unos 20 metros en la que los querellantes esperan
para ingresar. Entre ellos circula un rumor según el cual no habrá lugares
suficientes, y quedarán afuera algunos aun cuando tengan en su posesión
la credencial de acceso. Por tal motivo, una madre de sobreviviente asu-
me que no podrá ingresar ya que entiende que serán los familiares quienes
tendrán prioridad.
Por su parte, en la Plaza Lavalle, ubicada a la vuelta de Tribunales,
están reunidos los sobrevivientes que se manifiestan a favor de Callejeros.
La enorme mayoría de ellos son adolescentes y no hay adultos en ese lu-
gar. Están haciendo un ‘banderazo’ y por ese motivo pueden verse en el
lugar muchas banderas. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre entre
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los familiares que están acompañados por los militantes, ningunas son de
partidos políticos. En franco contraste con la situación que puede verse en
el ingreso de los querellantes sobre la calle Lavalle, aquí el clima es disten-
dido. Los sobrevivientes entonan canciones de la banda colectivamente.
Hacia las diez de la mañana los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal
N o24 hacen su ingreso a la sala de audiencias. Quienes esperamos la lec-
tura de la sentencia en la calle, escuchamos atentamente las palabras del
presidente del tribunal a través de un sistema de sonido provisto por el
gcba. Luego de una hora de lectura, el juez anuncia las condenas que re-
cibirá cada uno de los procesados (Cf. Introducción). 1 Todos se muestran
de acuerdo con las penas dadas al empresario, al manager del grupo de
rock y a uno de los policías. Sin embargo, una vez que el tribunal informa
que las penas establecidas para los funcionarios del gcba serán de tres
años, quienes están reunidos en la calle se muestran disconformes, puesto
que se trata de penas excarcelables. Finalmente, el presidente del tribunal
lee las sentencias absolutorias: los músicos del grupo Callejeros, uno de
los policías y el jefe de seguridad del local quedan libres de culpa y cargo.
Ahora las personas reunidas en la calle se muestran indignadas, ofendi-
das y llenas de bronca. Muchos lloran intensamente, abrazados a sus seres
queridos. Un grupo de parientes y amigos de los familiares de aphac corre
hacia las vallas dispuestas a unos treinta metros, que protegen las puertas
por donde ingresaron los procesados, y pretenden derribarlas. Entonces el
carro hidrante se pone en movimiento y comienza a echar agua a presión
coloreada de azul sobre las personas allí reunidas. Los efectivos policiales
intentan retener las vallas y golpean con sus bastones a quienes las empu-
jan. La situación es caótica, hay corridas, llanto y desesperación. Mientras
tanto, la policía continúa reprimiendo.
De un modo similar a lo que ocurre en la calle, en el interior de la sala
de audiencias también se producen situaciones de tensión cuando el juez
anuncia la absolución de Callejeros. En ese instante, el pariente de un fa-
llecido salta de su asiento e intenta pasar por encima del vidrio blindado
que separa al público de los acusados, con el objetivo de abalanzarse sobre
uno de los músicos. Es detenido a tiempo por la custodia policial. Los que-
rellantes presentes en la sala menean sus cabezas y gesticulan mostrando
su disconformidad con el fallo absolutorio, se levantan de sus asientos y se
retiran la sala. Como el resto de sus compañeros de lucha, Pablo Asturias
1 Si bien estas fueron las penas establecidas en primera instancia tras la realización del jui-
cio oral, algunos años después, luego de sucesivas apelaciones, las mismas fueron fuertemente
modificadas. Recién en 2013 las condenas quedaron firmes. Al respecto ver nota al pie N o 24,
Introducción.
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Epílogo 231
y Laura Pastori también se levantan de sus lugares ubicados del otro lado
del vidrio blindado, para retirarse junto al resto de los abogados. Pero a
diferencia de su conducta habitual durante las audiencias anteriores, en
este caso se los ve salir de los tribunales por la puerta reservada a los
familiares y no por aquella reservada para el ingreso y la salida de los
letrados.
Una vez finalizadas las corridas y la represión, la policía permite salir a
la calle a quienes estaban en el interior de la sala. Los miembros de qnsr
se reagrupan en un bar de la zona. Rodeado por sus compañeros de lucha,
Pablo expresa su bronca sentado en una mesa y dice que “ . . . con esta
sentencia lo que están diciendo es ‘que se repita’, el mensaje a la gente es
que se puede hacer cualquier cosa . . . ”. Luego de un breve debate sobre
los pasos a seguir, deciden convocar a los medios de comunicación para
dar una conferencia de prensa. Hay algunos intercambios sobre cuál sería
el mejor horario para que la conferencia sea transmitida por televisión y
alcance la mayor difusión posible. Allí mismo deciden invitar a participar
de la misma a la gente del grupo Paso.
Mientras los familiares de Que No Se Repita esperan en el bar la con-
firmación de que el salón del Colegio Público de Abogados está listo para
que den su conferencia, desde la ventana del bar puede verse a un gru-
po de unos cincuenta familiares de la ong y aphac que emprenden una
marcha hacia la zona de Once. Ellos se dirigen al santuario, a recibir allí
a los medios de comunicación.
La conferencia de prensa se lleva a cabo a las 20.00 hs. en el lugar
establecido. Debido a la inquietud y el interés que despierta el ‘caso Cro-
mañón’ en la sociedad argentina, todos los medios de comunicación de
alcance nacional están allí presentes. Durante la conferencia de prensa,
hablan algunos padres de qnsr y otros de Paso. Unos y otros coinciden
en denunciar la impunidad.
En la actualidad, los días 30 de cada mes puede verse a algunos fa-
miliares de Cromañón en el santuario. Al igual que en otros tiempos,
ese continúa siendo el punto de encuentro. Sin embargo, hoy en día la
participación es sumamente escasa. Con el paso del tiempo, quienes los
acompañaban dejaron de hacerlo. Según dicen, los militantes ya no en-
cuentran en su lucha un espacio que los anime. Debido al descenso en el
interés público por el caso, Cromañón dejó de ser un espacio atractivo
para ellos. Los sobrevivientes, por su parte, ya no participan con la mis-
ma intensidad que antes puesto que, como creen algunos padres, se fueron
curando.
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Pero si bien tanto la lucha en las calles como las acciones en el ámbito de
lo judicial han mermado, los familiares de las 194 víctimas de Cromañón
continúan haciéndose escuchar. A través de sus acciones de movilización
y demanda, han dejado una huella en la historia que ya nadie podrá
remover.
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