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Serie

'Antropología Política y Económica' Diego Zenobi nació en 1975 en la Ciudad de


El 30 de diciembre de 2004, un incendio ocurrido en un recital de rock que

Diego Zenobi
Coordinadores: Buenos Aires. Es Licenciado y Doctor en
Mauricio F. Boivin se llevaba a cabo en el local República Cromañón de Buenos Aires, dejó un Antropología Social por la Facultad de
Ana Rosato saldo de 194 jóvenes muertos. Días después, sobrevivientes, amigos y Filosofía y Letras de la Universidad de
Fernando A. Balbi
familiares de los fallecidos comenzaron a impulsar su demanda de justicia
denunciando la masacre y conformaron diversos grupos que dieron origen
Diego Zenobi Buenos Aires. Actualmente es docente de
grado y posgrado de esa casa de estudios, e
Otros Títulos: al movimiento Cromañón. Investigador Asistente del Consejo Nacional

Familia,
De leales, desleales y traidores. Valor moral y (CONICET).
concepción de política en el peronismo. A partir de un trabajo de campo prolongado en el movimiento, y apelan-
Sus trabajos de investigación han dado lugar
Fernando Alberto Balbi do a las herramientas conceptuales de la antropología social, esta etno-
a la publicación de artículos en revistas
Un nuevo bloque político y económico. Análisis
grafía traza un relato de fuerte intensidad emocional centrado en el punto nacionales y extranjeras sobre temas
antropológico del proceso político tejido en torno de vista de quienes se presentan públicamente como víctimas de la

política y
diversos tales como moral y política;
a la construcción de la Región Centro de la ‘mayor catástrofe no natural de la historia argentina’, con el objetivo de emociones y demandas de justicia; protesta

Familia, política y emociones


República Argentina.
Julieta Gaztañaga analizar los hechos sociales que los involucran.
trabajo de campo, entre los principales.
Antropología del consumo: De consumidores, A lo largo del libro, el autor se esfuerza por comprender las acciones que Actualmente centra su trabajo de
llevan adelante quienes forman parte del movimiento que demanda justi- investigación en el estudio del papel de los

emociones
Ana Rosato y Victoria Arribas (compiladoras)
cia y, al mismo tiempo, circulan como víctimas y damnificados a través del expertos estatales (psicólogos, abogados,
Calando la Vida. Ambiente y pesca artesanal en el aparato estatal. De aquí surge una idea provocadora que atraviesa toda la trabajadores sociales, médicos, etc.) en la
Delta Entrerriano. producción social de las víctimas. Asimismo
Mauricio Boivin, Ana Rosato y Fernando Alberto investigación: las demandas del movimiento, su conformación y dinámica,
Balbi (comps.) así como el modo en que las víctimas entienden y despliegan en el espacio co-dirige un proyecto de investigación que
tiene como objetivo el estudio de las
público las nociones de familiar, sobreviviente, bronca, dolor, justicia, políti-
Construyendo integración al interior del Mercosur: modalidades de organización y demanda
La integración entrerriano-riograndense (1992 – ca, etc. sólo pueden ser entendidos si se los considera a la luz de los múlti- pública de los familiares de personas
ples vínculos que las mismas establecieron con variadas agencias y actores
Las víctimas de Cromañón
2001).
Ana Rosato (comp.) privadas de la libertad (Universidad Nacional
estatales. de Lomas de Zamora-Ministerio de Justicia

entre el movimiento y el Estado de la Nación).


Política, instituciones y gobierno: Abordajes y
perspectivas antropológicas sobre el hacer política. Esta etnografía no sólo constituye un importante aporte al campo de los
Mauricio Boivin, Ana Rosato y Beatriz Heredia
(comps.) estudios producidos en torno a las demandas de justicia, sino que debido
a las múltiples dimensiones involucradas en el caso analizado, sus alcances
El trabajo político y sus obras. Una etnografía de
tres procesos políticos en la Argentina contem-
se extienden más allá de su campo temático, tocando a otras áreas de la
poránea. antropología social como los estudios sobre política, emociones, moralida-
Julieta Gaztañaga
des, desastres, e incluso, los análisis antropológicos del Estado.
El microcrédito como política social y como

compromiso en el Banco Popular de la Buena Fe.


Samanta Doudtchitzky y Adrián Koberwein

Microcrédito, relaciones personalizadas, economía


y política. El crédito para los pobres, de
Banglladesh a la Argentina. ISBN 978-987-1983-07-0
Adrián Koberwein

Fronteras internas. Migración y disputas espaciales


en la Ciudad de Buenos Aires.
Serie
Brenda Canelo
Antropología
Política
9 789871 983070 y Económica

CMYK
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Familia, política y emociones


Las víctimas de Cromañón
entre el movimiento y el Estado

Diego Zenobi

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4 4

Grupo de Investigación en Antropología Política y Económica Regional


ffyl-uba
seanso-ica
Puan 480, 4 o piso, of. 463
(1406) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
E-mail: grupo.giaper@gmail.com
El giaper está integrado por Mauricio F. Boivin, Ana Rosato, Fernando A. Balbi,
Julieta Gaztañaga, Cecilia Ayerdi, Laura Ferrero, Julia Piñeiro, Adrián Koberwein,
Laura Prol, Julia Gastellú y Samanta Doudtchitzky.
Publicación financiada con fondos del Proyecto Cód. 20020090100284 de la Programa-
ción Científica ubacyt 2010 – 2012 (Secretaría de Ciencia y Técnica – Universidad de
Buenos Aires) y del Proyecto pict 1566-2012 (Agencia Nacional de Promoción Científica
y Tecnológica).
La Serie ‘Antropología Política y Económica’ está coordinada por Mauricio F. Boivin,
Ana Rosato, y Fernando A. Balbi.

Diseño de tapa: Raquel Masci


ISBN: 978-987-1983-07-0
Primera edición: Editorial Antropofagia, septiembre de 2014.
www.eantropofagia.com.ar

Zenobi, Diego
Familia, política y emociones : las víctimas de Cromañón entre el
movimiento y el Estado . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : Antropofagia, 2014.
248 p. ; 23x15 cm.

ISBN 978-987-1983-07-0

1. Etnografía. I. Título
CDD 305.8

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. No se permite la repro-


ducción total o parcial de este libro ni su almacenamiento ni transmisión
por cualquier medio sin la autorización de los editores.

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Índice
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Prólogo. Etnografía, objetivación y compromiso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13


Fernando Alberto Balbi

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
La masacre de República Cromañón y la demanda de justicia . . . . . . . . . . . 23
Sobre la politización de los familiares de víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Antígona en Cromañón: heteronomías y categorías nativas . . . . . . . . . . . . . . 36
El movimiento Cromañón como una configuración social . . . . . . . . . . . . . . . 43
¿Antropólogo o infiltrado? De las acusaciones a las perspectivas de los actores 53
Organización del libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63

Parte 1
Las víctimas movilizadas
Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
La noche del incendio y la búsqueda de los chicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
El Gobierno de la ciudad: el Programa de atención integral . . . . . . . . . . . . . 78
El Poder Judicial de la Nación: las víctimas como querellantes . . . . . . . . . . . 88
La formación de las ‘cabezas de querella’ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Conclusiones parciales. La acreditación oficial de las víctimas . . . . . . . . . . . . 100

Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados . . . . . . . . . . . . . . . 105


Las marchas del movimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Víctimas de una masacre: narraciones de sufrimiento y dolor . . . . . . . . . . . . 114
Los padres y los chicos: la familia como metáfora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Víctimas y sospechas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Conclusiones parciales. Familiares y sobrevivientes como víctimas
contrastantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134

Parte 2
Emociones y política en el movimiento Cromañón
Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público . . . . . 143
Las reuniones de Que No Se Repita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
Abogados y familiares: entre la lucha y lo judicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

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6 Familia, política y emociones

Emociones y sentimientos en la teoría socio-antropológica . . . . . . . . . . . . . . 153


Los padres superados por el dolor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Los desbordes en el espacio público . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Conclusiones parciales. Resituando las emociones: la encrucijada del dolor . . 172

Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política . . . . . . . . . . . . . . . . 177


Usar a la política, usar a los políticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
La politización en disputa: la génesis de nuevos grupos . . . . . . . . . . . . . . . . . 186
Familiares, militantes y politizados en el movimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Las asambleas de familiares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198
Familiares y piqueteros contra la impunidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 204
Conclusiones parciales. ¿Hacia una política no politizada? . . . . . . . . . . . . . . 207

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
Cromañón como un ‘caso’: el inicio del juicio penal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Aperturas: el movimiento y el Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
La sentencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Fuentes relativas a los Programas de atención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 246
Fuentes relativas a la causa penal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247

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Agradecimientos
Son muy numerosos los motivos por los cuales deseo expresar mi mayor
agradecimiento al Dr. Fernando Alberto Balbi, director de la tesis de doc-
torado en la cual se basa este libro y de la beca posdoctoral otorgada por
el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet)
que lo hizo posible. Desde los inicios de mi investigación iniciada a prin-
cipios de 2006, Fernando se mostró como una persona generosa siempre
dispuesta a intercambiar ideas y a estar presente cada vez que fue necesa-
rio. En particular, durante el tramo final del proceso de escritura encontré
en él a un gran motivador. Por otra parte Fernando fue el director de dos
proyectos ubacyt sucesivos, radicados en la Facultad de Filosofía y Le-
tras (ffyl-uba) y financiados por la Universidad de Buenos Aires, en los
que participé desde el año 2008. Gracias a ello fue posible financiar parte
de los gastos de esta investigación así como la participación en jornadas
y congresos en los que pude compartir los resultados de mi trabajo. En
resumen, agradezco a Fernando por la motivación, las ideas, la genero-
sidad, y el trabajo compartido estos años. Todo ello forma parte de su
invalorable aporte a mi desarrollo como antropólogo.
Agradezco a Claudia Briones por haber participado en los inicios de mi
camino como investigador al haber dirigido mi tesis de licenciatura y las
dos primeras becas de doctorado que me otorgara el conicet. Asimismo,
deseo agradecer a María Pita por haber estado presente en el inicio de
mi formación como Co-Directora de aquella tesis. Más acá en el tiem-
po, María también estuvo presente a través de sus valiosos trabajos –que
hacen de ella una referente ineludible en el campo de los estudios sobre
familiares de víctimas–, así como del intercambio de ideas en el marco
de un Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (pict) radica-
do en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional
de San Martín (idaes-unsam) y financiado por la Agencia Nacional de
Promoción Científica (anpcyt)del que formamos parte.
Al jurado de la tesis de doctorado en la que se basa este libro –defendida
en mayo de 2011 en la Facultad de Filosofía y Letras (uba)-, le debo un
especial agradecimiento. El mismo estuvo conformado por María Pita,
Virginia Manzano y Sebastián Pereyra –este último, con quien también
comparto actualmente el espacio del proyecto pict junto a otros colegas-.
Todos ellos realizaron importantes observaciones y comentarios críticos

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8 Familia, política y emociones

que me permitieron repensar y problematizar aspectos importantes de mi


trabajo.
Debo un importante reconocimiento a mis compañeros de la cátedra An-
tropología Sistemática 1 –Organización social y política– (Cátedra B), de
la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires. Esta investigación es en gran medida
una consecuencia de mi formación como antropólogo en ese espacio. A
Mauricio Boivin, titular de la cátedra, porque a partir de sus observa-
ciones siempre agudas aportó ideas que resultaron fundamentales para el
desarrollo de este trabajo: una tarde Mauricio me dijo “tu padre es quien
el Estado dice que es tu padre”, y me quedé pensando . . . A Laura Ferrero
por fomentar el interés y la dedicación a la tarea docente así como por estar
siempre dispuesta a intercambiar ideas y opiniones sobre el trabajo en el
marco de la cátedra. A Brenda Canelo con quien hemos compartido expec-
tativas y ansiedades durante el proceso de escritura de nuestras tesis. Una
vez realizadas las respectivas defensas, las emociones compartidas conti-
nuaron cuando nos deprimimos-alegramos-deprimimos-alegramos, una y
otra vez, de acuerdo con la suerte que tuvieron nuestras sucesivas pos-
tulaciones a becas y a la Carrera del Investigador Científico de la que
actualmente formamos parte.
Agradezco a mis compañeros del proyecto pict “Prácticas de deli-
mitación de la clase media en la Argentina: moralidades, identidades
etno-nacionales y apariencias espaciales y corporales” radicado en el Ins-
tituto de Desarrollo Económico y Social (ides) en el que participé entre
los años 2007 y 2009. Con ellos formé parte de un espacio compartido
de formación, discusión e intercambio de ideas. Gracias al financiamiento
otorgado por ese proyecto también pude asistir a congresos y jornadas así
como publicar algunos de mis trabajos. Desde el proyecto mencionado,
también fueron costeados gastos de mi investigación. Todo esto no hubie-
ra sido posible sin la generosidad del Dr. Sergio Visacovsky, director del
proyecto, a quien agradezco y reconozco especialmente.
Agradezco a Manuel Tufró, Paula Isacovich y Gonzalo Sanz Cerbino
porque a través de sus trabajos y de nuestros encuentros personales pude
retomar muchos de los valiosos aportes realizados por ellos en relación al
movimiento Cromañón. Al igual que en el caso de otros investigadores que
trabajaron sobre el mismo caso, estoy seguro de no haber rendido mérito
suficiente en este libro a sus investigaciones.
A Gabriel Kessler por la lectura atenta y los comentarios críticos reali-
zados a algunos de mis trabajos en congresos y seminarios.

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Agradecimientos 9

Tengo muchos motivos para agradecer a Lucía, mi mujer. Principal-


mente quiero expresar mi reconocimiento por los esfuerzos realizados para
acompañar las exigencias propias del proceso de escritura de la tesis en
la que se basa este libro y por haberse ocupado intensamente durante ese
período de nuestro pequeño hijo Francisco. Sólo por amor, por nosotros.
Desde lo más profundo de mi alma, agradezco a Francisco por haber lle-
gado a este mundo complejo y lleno de desafíos, por ser ese nene precioso,
lleno de luz, siempre dispuesto a hacerme sentir querido. Y, por anticipa-
do, envío todos mis amores e ilusiones a Vera, quien estará entre nosotros
cuando este libro ya sea una realidad.
Deseo expresar un gran agradecimiento a mis padres Sara y Néstor por
haber estimulado mis inquietudes y curiosidad en todos los ámbitos, desde
la música hasta la educación formal universitaria. Y todo ello, simplemen-
te, por asumir de un modo natural que eso era “lo mejor para un hijo”. A
Mónica, a Marina y a Andrea por haber estado muy presentes durante el
proceso de escritura.
Mi mayor reconocimiento a todos los familiares de las víctimas del in-
cendio, a los sobrevivientes del mismo y a sus padres. Gracias al gran
esfuerzo realizado con el objetivo de construir espacios de diálogo y con-
senso, el movimiento Cromañón se constituyó en un colectivo que se man-
tuvo vital durante muchos años y alcanzó muchos de los objetivos que
ellos se propusieron. Allí encontré un espacio que siempre mantuvo sus
puertas abiertas para que yo realizara mi investigación.
Gracias a las atentas lecturas que varios de esos familiares realizaron
al borrador del presente trabajo, fue posible para mí reformular algunas
ideas y ajustar el relato a los hechos acontecidos. Un reconocimiento para
ellos por el esfuerzo hecho.
Quiero destacar mi especial agradecimiento a los integrantes del grupo
Que No Se Repita, que me permitieron ser parte de su mundo durante
un largo período y con quienes compartí momentos de fortísima angustia,
bronca, dolor, alegría y grata compañía. A todos ellos quiero manifestarles
mi admiración, respeto y cariño por haber sido capaces de promover un
reclamo de ‘justicia por los chicos’ que nunca dejará de escucharse.

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10 Familia, política y emociones

Este trabajo está dedicado a la memoria de

Alejandra Yasmín Abosaleh, Ezequiel Adolfo Agüero, Fernando Luís Agui-


rre, Juan Pablo Alegre Babich, Gastón Eduardo Amaya, Iara Agustina
Antón, Paula Natalia Antón, Milena Andrea Aramburu, Martín Sebastián
Arias Juillerat, Mariela Giselle Arnaldo, Jorge Maximiliano Arnaldo, Jo-
sé Leandro Avalos, Sergio Daniel Avendaño, María Victoria Azaar, Selva
Soledad Baratta, Gisela Rebeca Barbalace, Carol Sigrid Becker, Gustavo
Alberto Belascuain, María Laura Bello, Eduardo Rubén Belzunce, Ma-
riano Alexis Benítez, Lautaro Ezequiel Blanco, Sebastián Angel Bonomi-
ni, Leandro Nahum Bordón, Solange Milagros Bordon, Gabriela Alejandra
Borras, Romina Tamara Branzini Mangiarotti, Erika Broggi, Zaida Viole-
ta Buitrón, María Angélica Cabrelli,Gloria Marina Cabrera, Silvia Gabrie-
la Cabrera, Matías Nicolás Calderón, Roberto Daniel Calderón, Abel José
Cantale, María Soledad Canziani, Romina Rocío Castro Fuentes, Julián
Cayón, Leonardo David Chaparro, Nicolás Alejandro Colnaghi, Martín
Javier Confino, Eduardo Javier Conte, Ignacio Esteban Cordero, Ricar-
do Cordero, Juan Carlos Cortés Bolla, Paola Analía Crivelli, Leonardo
Gabriel Cruz, Macarena Sol Cwierz, Sebastián Ricardo Cwierz, Elizabeth
Mayra D’Agata, Mariana Elizabeth De Olivera Marquez, Liliana Carmen
De Rose, Guido Nicolás Del Canto, Florencia Soledad Diaz, Marisa Mabel
Diaz de Longo, Florencia Laura Diez, Osvaldo José Djerfy, Liliana Noemí
Escalante, Sergio Antonio Escobar, Derlis Aurelio Espínola Monges, Pe-
dro Gabriel Espinosa, Sebastián Pablo Farreras, Juan Ignacio Fermoselle,
Diego Aníbal Fernández, Laura Gimena Fernández, Nayla Soledad Fer-
nández, Sebastián Alejandro Fernández Helbich, Franco Matías Ferreyra,
Florencia Soledad Flores, Nicolás Flores, Noemí Analía Flores, Romina
Yamila Flores, Eduardo Christian Frías, Pablo Sebastián Fucci, Oscar An-
drés Funes, Mercedes Adelaida Gamarra, José Luís Gambaccini, Gastón
Guillermo García, Matías Alejandro García, Lucas Matías Gavilán, Clau-
dia Beatriz Gioffré, Carla Alejandra Giovannini, Jorge Emiliano Giralt,
Analía Marcela Gómez, Pablo Emmanuel Gómez, Edwin Carlos Gonzales
Torrico, Abel Rodolfo González, Federico Nahuel González, Patricia Ale-
jandra González Cedrés, Alicia González Fretes, Yamila Luciana Guevara,
Lucas José Guzmán, Roberto Gabriel Ibáñez, Pedro Tomás Iglesias, Mar-
ta Teresa Jara, Sebastián Mauro Juárez, Pablo Gregorio Katz, Adriana
Inés La Vía, Matías Ezequiel Labella, Marcelo Alberto Lamenza, Noe-
lia Silvina Lanas, Juan Ignacio Lanatta Diéguez, Carlos Nicolás Landoni,
Jonathan Daniel Lasota, Luisiana Aylén Ledesma, Julio Alberto Leiva,

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11 11

Agradecimientos 11

Paola Carolina Linares, Erica Elizabeth Lizarraga, Pedro Antonio Lopez,


Esteban Rodrigo Lucas, Maximiliano Gabriel Luparello, Diego Reinal-
do Maggio, Ariel Hernán Malenovsky, Jorge Gustavo Mansilla, Gustavo
Javier Marchiano, Federico Ezequiel Mastrángelo, Mario Daniel Mazzeo,
Elisa Valeria Mazzurco, Fernando Horacio Medina, Mariano Nicolás Me-
dina, Evaristo Ignacio Mendieta, Estefanía Inés Mendive, Leandro Hugo
Migliaro, Federico Pablo Molteni, Sofía Victoria Morales, Guido Musante,
Nicolás Adrián Nieva, Cecilia Irene Noboa, Daiana Hebe Noboa, Mauro
Leonel Orrego, Déborah Yael Ortiz, Ana Laura Oviedo, Walter Jorge Pa-
ta, Dilva Lucía Paz, María Celeste Peón, Jorge Manuel Pereira Silva, Nel-
son Ignacio Pereira Silva, Lucas Gabriel Pérez, María del Monserrat Pérez
González, Lucia Propatto, Carolina Valeria Ragonese y Coman, Griselda
Noemí Ramírez, Silvina Noemí Ranieri, Cristian Alejandro Renna, Emi-
liano Marcelo Righi Rodríguez, Eduardo Hugo Rodríguez, Hernán Leonel
Rodríguez, Fernanda Rojas, Luis Cristian Rojas, Marianela Haydée Rojas,
Gerardo Humberto Rossi, Cecilia Lorena Roumieux, Julián Rozengardt,
Sergio Javier Ruiz, Osvaldo Ruiz Kannemann, Agustina Ruzyckyj, Sil-
via Emilce Sanabria Rivadineira, Rosa Beatriz Sandoval, Luís Alberto
Santana, Alicia Santanocito, María Belén Santanocito, Jacquelín Karina
Santillán, Valeria Viviana Santillán, Leandro Schpak, Sofía Adriana Sego-
via Ríos, Nicolás Adrián Sillak, Marina Alejandra Silva, Mariana Sirota,
Walter Abel Maximiliano Soliz, Pablo Mariano Soraire, Romina Stem-
pler, Marcelo Alejandro Taborda, Roberto Fabián Tolosa, Pablo Leonar-
do Torba, Jonatan Iván Torres, Mario Abel Torres, Mario Ramón Torres,
Alejandra María Trujillo, María Sol Urcullú, Mariano Leonel Valsangia-
como, Verónica Laura Valsangiacomo, Facundo Sebastián Vázquez, Javier
Andrés Vera, Cristian Mariano Viegas Mendes, Viviana Natalia Villalba,
María Lilia Vitale, Bárbara Daniela Yanni, Darío Sebastián Yanni, Walter
Eduardo Zacarías, Pablo Adrián Zalazar, Hugo Alejandro Zamudio, José
Luís Zárate, Osvaldo Oldemar Zapata y de Gustavo Ariel Zerpa.

Y a la memoria de Daniel Rozengardt.

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Prólogo
Etnografía, objetivación y compromiso

Fernando Alberto Balbi 1

El volumen del corpus de literatura etnográfica publicada por los antro-


pólogos sociales de nuestro país es aún muy modesto, hecho que cabe
atribuir en parte a razones vinculadas con la historia de nuestra discipli-
na (en particular, al desarrollo tardío de la especialidad y a los efectos
negativos que tuvo la asociación entre la etnografía y la fenomenología
vernácula) y en parte a la pequeñez del mercado editorial para este tipo
de textos. En la última década, sin embargo, la producción editada de
etnografías escritas por antropólogos ha comenzado a expandirse lenta-
mente. Probablemente el factor más relevante que permite dar cuenta de
esa expansión sea la influencia creciente de la antropología brasileña en
nuestro medio, alimentada por el tránsito de muchos de nosotros por los
posgrados del país vecino y por el establecimiento de múltiples ámbitos de
debate entre los antropólogos de ambos países (el más visible de los cuales
son las Reuniones de Antropología del mercosur) y de diversos conve-
nios y formas de cooperación entre equipos de investigación e instituciones
académicas: en efecto, a partir de fines del siglo pasado es posible apreciar
la paulatina incorporación y reelaboración de temas, enfoques y estilos de
investigación de la antropología brasileña por parte de los antropólogos
argentinos, fenómeno que incluye cierta revalorización de la etnografía en
tanto producto textual típico de la disciplina. Un segundo factor es, sin
duda, la combinación del acelerado desarrollo del sistema de posgrados
en la Argentina con la creciente presión ejercida desde los organismos de
ciencia y técnica sobre los jóvenes que inician sus carreras profesionales
para publicar, combinación que ha resultado en la producción de una gran
cantidad de tesis de maestría y doctorado y en la publicación de un por-
centaje de esas tesis que resulta difícil estimar pero que, sin lugar a dudas,
es significativo. Por último, la ampliación de los recursos estatales desti-
nados a la investigación académica ha contribuido de manera importante

1 (uba/conicet)

13

13 13
14 14

14 Familia, política y emociones

a financiar los estudios de posgrado, las investigaciones y la publicación


de sus resultados.
Por otro lado, aún en este marco de relativa expansión, la produc-
ción etnográfica de nuestra disciplina se presenta como marcadamente
heterogénea, no sólo en cuanto a su calidad sino también en materia
de estilo, entremezclándose distintas formas de hacer etnografía más o
menos vinculadas a las tradiciones de la antropología social y/o cultu-
ral y de la sociología cualitativa, así como a la diversidad de abordajes
teórico-metodológicos que atraviesan a ambas disciplinas. En este vario-
pinto panorama, el libro de Diego Zenobi que el lector tiene entre sus
manos se ubica como un producto destacado de cierta concepción de la
etnografía que hunde sus raíces en una apropiación crítica de las tradi-
ciones de la Escuela Británica y de la Escuela Sociológica Francesa. Se
trata de un enfoque donde el despliegue de una perspectiva etnográfica
supone la progresiva revisión de las orientaciones teórico-metodológicas
del investigador en función de la atención a la complejidad y los detalles
del caso analizado y de la intención de incorporar las perspectivas nativas
como partes integrales del análisis, todo lo cual configura una orientación
opuesta a otra, de cuño más bien sociológico, que implica la imposición
de un ‘marco teórico’ preestablecido a un conjunto discreto de ‘datos’
construidos en función de criterios de relevancia y de una delimitación
del universo a analizar establecidos a priori. Y, muy particularmente, se
trata de un enfoque donde las llamadas ‘perspectivas nativas’ o ‘de los
actores’ no se confunden con las declaraciones expresas que éstos hacen
en el curso de entrevistas (así sean abiertas o no directivas) sino que son
explícitamente construidas por el etnógrafo como un recurso heurístico
apelando a todo el rico material que deriva de la inmersión en el medio
social examinado, lo que supone analizar no sólo las verbalizaciones de los
sujetos en el curso de su interacción cotidiana sino también otras formas
de producción discursiva (oral, escrita, etc.), el comportamiento registra-
do en toda su extensión (esto es, incluyendo su dimensión no verbal) y
la materialidad misma del mundo social (la organización del espacio, la
vestimenta, los utensilios empleados para uno u otro fin, etc.).
El desarrollo en nuestro medio de esta forma de hacer etnografía se vio
particularmente desalentado por el éxito con que la fenomenología ver-
nácula se apropió de la noción de ‘etnografía’. En efecto, la insistencia
de los fenomenólogos, que durante la última dictadura controlaron mu-
chas posiciones académicas de preeminencia, en cuanto a que ellos hacían
etnografía y la lectura de las críticas postcoloniales del papel de los antro-

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15 15

Prólogo. Etnografía, objetivación y compromiso 15

pólogos durante el período colonial, se entrelazaron en una muy razona-


ble complicidad funcional que indujo al rechazo in toto de las tradiciones
‘clásicas’ de la disciplina por parte de dos o tres generaciones de antropó-
logos que se formaron durante el lapso de predominio de la fenomenología
–especialmente en la Universidad de Buenos Aires– y que repudiaban su
orientación ideológica y su mirada prejuiciada, supremacista, respecto de
las poblaciones indígenas de nuestro país y de las clases trabajadoras
en general. Sostenida y desarrollada casi artesanalmente durante mucho
tiempo apenas por pocos investigadores, la clase de concepción de la et-
nografía que se basa en la consideración crítica de las prácticas de los
antropólogos de la primera mitad del siglo antes que en su rechazo frontal
ha experimentado un módico reverdecer en lo que va del siglo a raíz de
la ya mencionada influencia de la antropología brasileña en nuestro me-
dio, que ha propiciado una creciente resignificación de la noción misma de
etnografía y, más ampliamente, del acervo clásico de nuestra disciplina.
Con un solvente dominio de las complejidades propias de esta manera de
entender la etnografía, Zenobi nos ofrece un libro que representa un hito
en su actual proceso de crecimiento y de reafirmación frente a otras con-
cepciones sociologizantes –y, a mi juicio, empobrecidas– de la etnografía
que tanto peso tienen en la antropología social y/o cultural de nuestro
país.
Algunas de las mayores dificultades que es menester enfrentar a la hora
de producir conocimiento sobre lo social resultan de la tensión que surge
de las necesidades interrelacionadas pero contrapuestas de establecer la
distancia necesaria para poder objetivar aquello que se va a analizar y
de hacerlo sin por ello tratar a los hechos sociales –y, consecuentemen-
te, a sus protagonistas– como si literalmente fueran cosas. En efecto, por
un lado, como surge de las enseñanzas de Gaston Bachelard y de Pierre
Bourdieu, es preciso construir el objeto de investigación rompiendo con un
sinnúmero de prenociones y articulándolo en función de una problemática
teórica, todo lo cual supone crear una distancia en relación con el objeto
e instaurar una mirada objetivante. Pero, por otro lado, es claro ya que
esto no significa que se deba procurar una imposible ‘objetividad’, y que
el distanciarse respecto del objeto no es lo mismo que olvidar que los fe-
nómenos sociales consisten en acciones de seres humanos, de personas que
tanto a fines analíticos como por razones éticas debemos siempre tratar
como tales. Esta tensión, que es constitutiva de todo análisis sociológico
y que, naturalmente, se manifiesta siempre de muchas maneras, asume
una forma específica en la antropología social –y particularmente en el

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16 Familia, política y emociones

marco de la concepción de la etnografía en que se enmarca este libro– que


puede traducirse sintéticamente en la siguiente pregunta: ¿cómo objetivar
las perspectivas nativas a fin de tratarlas adecuadamente como parte del
objeto de investigación sin por ello perder de vista que se trata de los
universos significativos en que se fundan las experiencias y las acciones
de seres humanos reales, concretos? Podríamos decir, también: ¿cómo re-
lativizar las formas en que las personas reales experimentan su mundo y
producen sus acciones a fin de analizarlas de manera objetivada en tanto
hechos sociales, y, al mismo tiempo, tomarlas radicalmente en serio, re-
conociendo su condición de partes integrales de las realidades que son las
vidas y los hechos de esas personas?
Los antropólogos escribimos mucho –desde distintos puntos de vista y
apelando a jergas muy diversas– sobre estas cuestiones, y con frecuencia lo
hacemos de maneras muy pomposas y bastante alejadas de las realidades
de la investigación y la escritura etnográficas. Uno de los aspectos más
interesantes del libro de Zenobi es la forma en que aborda estos problemas,
resolviéndolos –en las medidas relativas en que pueden ser resueltos– en
el curso mismo de su análisis y sin hacer demasiada alharaca al respecto.
No intentaré aquí explicitar los procedimientos seguidos por Zenobi que,
por un lado, son los de la tradición de investigación etnográfica en que se
inscribe su trabajo y, por el otro, no pueden ser tomados como una receta
para resolver las tensiones que atraviesan a la práctica de la etnografía
porque, sencillamente, no hay manera de resolverlas de una vez y para
siempre o, siquiera, de superarlas por completo en investigación alguna.
Mejor es, en cambio, invitar al lector a que, en el curso de su lectura
del libro, tenga en cuenta los interrogantes que he recapitulado y a que
aprecie por sí mismo la forma en que Zenobi los ha afrontado.
Por otro lado, esas mismas preguntas muchas veces comportan para el
antropólogo que hace etnografía otro interrogante que ocupa la singular
tierra de nadie que media entre los problemas teórico-metodológicos y los
problemas éticos: ¿cómo objetivar, relativizándolas, las perspectivas de los
actores sin que ello suponga descomprometerse en relación con ellos?, o
dicho de otra manera, ¿cómo puede el etnógrafo mantener un compromi-
so con las personas cuyos asuntos estudia si, para hacerlo, debe objetivar
las formas en que ellos los conciben y actúan? Se trata, por decirlo de
alguna manera, del problema de cómo producir un distanciamiento res-
pecto de la realidad a analizar para poder construir y abordar el objeto
de investigación sin por ello alejarse de las personas que la habitan. Este
problema, además, puede tornarse especialmente dramático para el antro-

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Prólogo. Etnografía, objetivación y compromiso 17

pólogo cuando pretende hacer etnografía en relación con hechos que, de


por sí, son ya dramáticos para sus protagonistas: tal es el caso, sin lugar
a dudas, de los acontecimientos relacionados con Cromañón que Zenobi
aborda en las páginas que siguen.
La historia del pensamiento sobre lo social, tanto en el plano de la
filosofía como en los de las ciencias sociales y humanidades, muestra cla-
ramente que los potenciales analítico y normativo o prescriptivo de los
diversos enfoques varían de manera inversamente proporcional. Si asumi-
mos que los hechos sociales son complejos por definición y que analizar-
los adecuadamente equivale a honrar esa complejidad, ello significa que
cuanto más simplificadora sea una mirada sobre los hechos sociales (y, en
consecuencia, menos satisfactoria desde un punto de vista analítico), más
capaz será de generar prescripciones potencialmente convincentes, e inver-
samente, cuanto más una perspectiva se muestre apta para aprehender la
complejidad de los hechos sociales (y, por ende, cuanto más satisfactoria
sea), menor será su capacidad para fundar prescripciones que aparezcan
como dotadas de autoridad. Por esta razón, no es de extrañar que las
preocupaciones normativas de muchos analistas –vale decir, su legítima
voluntad de hacer de su práctica analítica una forma de intervenir acti-
vamente en la vida social– los lleven inadvertidamente a adoptar puntos
de vista que tienden a reducir la complejidad de los hechos sociales. Así
es que los análisis de lo social abundan en el despliegue de perspectivas
unidimensionales que aspiran a encontrar claves unitarias para dar cuen-
ta de fenómenos que, en rigor, se encuentran atravesados por múltiples
determinaciones. Y así, también, es que resulta tan común la adopción
de procedimientos analíticos clasificatorios que resuelven problemas com-
plejos apelando a etiquetas para segmentar fenómenos continuos en uni-
dades discretas que pasan a ser tratadas como si existieran en el mundo
real cuando, en realidad, no son sino artificios analíticos que –además– se
basan en presupuestos ideológicos, de sentido común y epistemológicos:
este tipo de proceder, de por sí consubstancial al ‘pensamiento occidental
moderno’ en tanto y en cuanto se trata de un pensamiento burgués, se
hace particularmente ubicuo cuando los asuntos considerados correspon-
den al terreno de la vida social, y especialmente allí donde el analista
se encuentra –o aspira a encontrarse– personalmente involucrado en los
procesos sociales sobre los cuales escribe.
Esta relación de proporcionalidad inversa entre la capacidad analítica y
el potencial prescriptivo del pensamiento social se torna particularmente
dramática en el caso de la etnografía, al menos en la medida en que se

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supone que se trata de una empresa orientada a considerar cuidadosa-


mente la complejidad y los detalles de los casos examinados y a tratar las
perspectivas nativas como partes integrales de su análisis. En efecto, en
este terreno, tanto la adopción de perspectivas unidimensionales como la
imposición de conceptos clasificatorios que segmentan artificiosamente el
flujo de la vida social contradicen directamente el mandato de atender a la
complejidad de los hechos sociales. Y, para peor, ambos procedimientos
suponen descuidar o aún negar a las perspectivas nativas pues, necesa-
riamente, éstas atienden a la complejidad y a la naturaleza dinámica del
mundo social: en efecto, es claro que los actores no pueden sino entender
su propio mundo social en formas que les permitan vivirlo, de donde se
sigue que aunque las perspectivas nativas no puedan ser ‘objetivamente’
válidas, sin lugar a dudas deben ser capaces de aprehender la complejidad
y el dinamismo de los procesos sociales que las engendran y de los cuales
son partes constituyentes. En este sentido, pues, el análisis etnográfico es
particularmente susceptible a los efectos negativos de la antítesis entre
análisis y prescripción que es inherente a las miradas académicas sobre lo
social, de modo que para un etnógrafo que no esté dispuesto a dejar de
lado su compromiso con la realidad que lo ocupa resulta especialmente
difícil producir una buena pieza analítica. Pero difícil no es lo mismo que
imposible, según viene a ilustrar el libro de Zenobi.
En efecto, nos encontramos ante los resultados del trabajo de un et-
nógrafo comprometido con los actores sociales con que lleva adelante su
investigación pero que no se ha visto superado por su propio compromiso
con ellos en la medida en que ha mantenido siempre una actitud críti-
ca para con sus propios parámetros y procedimientos. Lejos de imponer
sus propias categorías al caso, Zenobi ha desarrollado –no sin vacilaciones
pero con tanto éxito como es razonable esperar– un esfuerzo destinado
a aprehender y analizar las de los actores, así como a repensar sus pro-
pias interpretaciones en función de la progresiva incorporación de esas
categorías y de las complejidades del caso. Esto, que es congruente con
su adopción del mencionado estilo de etnografía, no impide al autor de
este libro analizar el caso y escribir desde una posición comprometida en
términos personales con los hombres y mujeres cuyas vidas fueron afecta-
das decisivamente por la masacre y con quienes perdieron las suyas como
resultado de ella. Quienes conocemos a Zenobi y de una u otra mane-
ra hemos acompañado su proceso de investigación podemos dar fe de la
intensidad de su compromiso con las víctimas de Cromañón: yo podría
atestiguar, por ejemplo, que Cromañón prácticamente se le impuso co-

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Prólogo. Etnografía, objetivación y compromiso 19

mo tema, desviando el curso de una investigación que estaba inicialmente


orientada a analizar las formas de protesta de miembros de las llamadas
‘clases medias’; también podría referirme a la incomodidad que lo asaltó
–compitiendo con la excitación que suele acompañar a las revelaciones
que surgen sorpresivamente en el trabajo de campo– al comprender que
la acusación de ser un sobreviviente implicaba la sospecha de que era un
infiltrado dedicado a espiar a los miembros del movimiento Cromañón;
o podría recordar aquí su agotamiento moral al cabo de una sucesión
de entrevistas particularmente dramáticas con familiares de las víctimas
del incendio. Pero nada de esto es necesario pues el texto habla por sí
mismo: lo hace la intensidad emocional del relato en numerosos pasajes,
como cuando Zenobi combina los relatos de los protagonistas con fuentes
secundarias para reconstruir y analizar la desesperada búsqueda de los
familiares durante las horas posteriores al incendio; y lo hace, fundamen-
talmente, en la medida en que presenta un análisis que triunfa en la difícil
tarea de tratar seriamente las experiencias y perspectivas de los sujetos
–es decir, un análisis que logra respetarlos en el más personal y pleno
sentido del término–.
Así, Zenobi no permite que su compromiso con los actores se confunda
con la tácita imposición de su propia agenda a los mismos, a diferencia de
lo que tantas veces sucede en estudios académicos dedicados a casos que
aparecen como centrales en la llamada esfera pública y/o a temas que los
investigadores consideran vitales para la suerte de los actores involucrados
o, más ampliamente, del medio social donde se desarrollan: por ejemplo,
en investigaciones relacionadas con el campo de los derechos humanos,
los de las denominadas nuevas formas de acción colectiva y de protesta
social, el de las formas de resistencia frente al despliegue del poder esta-
tal o de las siempre renovadas tecnologías de gubernamentalidad, el de
la memoria, o el de los procesos de construcción de ciudadanía –todos
tópicos en que los diversos aspectos del caso Cromañón considerados en
este libro podrían ser encuadrados–. Es clave, en este sentido, la decisión
del autor de no partir de nociones a priori que son propias tanto de lo que
él denomina “nuestra doxa occidental” como de la ortodoxia académica,
renunciando a presuponer la existencia de una oposición fundamental –y
fundante– entre ‘lo familiar’ y ‘lo político’ y, así, evitando tratar las ac-
ciones de los familiares y sobrevivientes de Cromañón en términos de la
noción, subrepticiamente normativa, de ‘politización’. En cambio, Zenobi
trata a los conceptos de familia, política y politización, así como a otros
términos y expresiones que se les asocian y/u oponen, como categorías

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nativas, examinando en detalle los variables sentidos que les atribuyen los
actores, las connotaciones morales que los tornan en factores capaces de
orientar su comportamiento, los diversos contextos en que son desplega-
dos y los usos a que son sometidos. A través de la atención estratégica
que brinda a las perspectivas de los actores, Zenobi no sólo consigue dar
cuenta del curso seguido por las acciones desarrolladas por uno de los
grupos que forman parte del movimiento Cromañón a fin de demandar
justicia para las víctimas de la masacre, sino que hace aportes decisivos
al análisis de la compleja dinámica de las relaciones entabladas entre los
diversos grupos que se movilizan en torno de esas demandas. Y, lo que
es aún más significativo, Zenobi consigue mostrar que la conformación y
dinámica de los grupos del movimiento Cromañón, sus demandas y las
formas en que entienden y despliegan las nociones de familia, política,
politización, justicia, víctima, sobreviviente, etc. solamente pueden ser
entendidos si se los considera a la luz del accionar de una multiplicidad
de agencias estatales: esto es, de una parte, atendiendo a las formas es-
pecíficas en que diversas agencias nacionales y de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires interpelaron a las personas afectadas por la masacre,
las cuales a su vez supusieron, de hecho, la imposición de condiciones en
función de las cuales esas personas debieron ponderar cuidadosamente su
accionar a fin de tratar eficazmente con dichas agencias (varios de los
más interesantes pasajes del libro muestran, precisamente, los esfuerzos
desplegados por algunos actores para establecer e imponer determinadas
formas de comportamiento consideradas como apropiadas para promover
públicamente sus demandas, para tratar con las agencias judiciales, etc.);
y, de la otra, analizando cómo, con anterioridad, incluso, al nacimiento de
quienes habían de ser víctimas de las acciones que ocasionaron el incendio
de Cromañón, diversas agencias estatales sancionaron, regularon y, luego,
simplemente ‘reconocieron’ a través de procedimientos rutinizados, coti-
dianos, cuasi-invisibles, ciertas formas de relacionamiento (estableciendo,
por ejemplo, las condiciones en que se considera que dos personas man-
tienen un determinado lazo de parentesco y qué derechos y obligaciones
comporta) que, en definitiva, aparecen a nuestros ojos como naturales y
que fueron precondiciones de las interpelaciones desplegadas a partir de
la infausta noche del 30 de diciembre de 2004.
He dicho al comienzo que el libro que el lector está a punto de abor-
dar es una muy buena etnografía, en un sentido del término que ya he
especificado, y que representa una adición significativa a la todavía pe-
queña biblioteca que podríamos conformar con la literatura etnográfica

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Prólogo. Etnografía, objetivación y compromiso 21

producida por los antropólogos sociales de la Argentina. De lo agregado


en los últimos párrafos surge que, a mi juicio, es también un aporte valio-
so al campo de las investigaciones producidas desde las ciencias sociales
en torno de las formas de organización y las demandas desplegadas en
el espacio público por familiares de víctimas de diversos tipos de sucesos
trágicos, que van desde los relacionados con el terrorismo de estado hasta
los vinculados con formas cotidianas de violencia estructural (como los lla-
mados casos de ‘gatillo fácil’), pasando por fenómenos también cotidianos
y relativamente invisibilizados como el de los accidentes de tránsito y por
hechos puntuales como el de Cromañón, indudablemente vinculados con
condiciones estructurales que hacen a las modalidades de relación entre
las actividades económicas privadas y las agencias estatales de control,
entre otros factores. Finalmente, el feliz encuentro del abordaje etnográfi-
co y de ciertas orientaciones teóricas adoptadas por Zenobi, hacen que los
alcances de su libro se extiendan más allá de su campo temático, alcan-
zando directamente a las especialidades de la Antropología de la Política
(en su análisis de las formas en que actores socialmente situados trazan
distinciones y relaciones entre política, familia, justicia, etc.), del análi-
sis antropológico de las moralidades (en su cuidadoso tratamiento de la
dimensión moral de las categorías empleadas por los actores y de sus eva-
luaciones del comportamiento propio y ajeno), e incluso, de una manera
indirecta, al de los análisis antropológicos del Estado (en su atención a
las formas en que las acciones públicas desplegadas por los familiares y
víctimas de Cromañón, e incluso sus autodefiniciones en esos términos,
están informadas por modalidades estatales de regulación e intervención).
Dicho todo esto, no me queda sino invitar al lector a dar vuelta la pági-
na para internarse en una lectura que, no me caben dudas, le resultará
tan productiva como conmovedora: se trata de una combinación inusual
que trasluce la forma en que, en su etnografía, el autor ha conseguido
combinar el análisis con el compromiso, la objetivación con una honda
preocupación por las personas que sufrieron y, aún sufren, Cromañón.

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Introducción

La masacre de República Cromañón y la demanda


de justicia
La noche del 30 de Diciembre de 2004 se desató un incendio en un mi-
croestadio de la Capital Federal llamado República Cromañón, mientras
se desarrollaba allí un recital de música rock al que habían asistido entre
3000 y 4000 jóvenes. El incendio fue producto del impacto de un fuego
de artificio en el revestimiento acústico del lugar. La combustión de los
materiales que cubrían el techo produjo un humo tóxico que rápidamente
se extendió por todo el local generando dificultades para respirar en los
asistentes. 1 Muchos de ellos no pudieron encontrar a tiempo la forma de
escapar de allí puesto que no había salidas de emergencia habilitadas a
tal efecto. Como consecuencia de haber respirado el aire envenenado, fa-
llecieron 194 personas. La causa clínica de la gran mayoría de las muertes
fue intoxicación con monóxido de carbono, a la que en algunos casos se
sumó la quemadura de las vías aéreas superiores.
Luego del incendio, el tratamiento periodístico de los hechos enfatizó
la gran cantidad de fallecidos. 2 Por ese motivo, el hecho fue comparado
con otros sucesos producidos en las últimas décadas que, a causa del gran
número de muertos que implicaron, habían sido definidos como tragedias
o catástrofes. El antecedente presentado como el más cercano y similar
por sus características fue el del incendio ocurrido en 1993 en la discoteca
Kheyvi’s de San Isidro, ocasión en la que murieron 17 jóvenes. 3 El incendio
1 Los materiales sintéticos y altamente inflamables que recubrían el techo eran espuma de poliu-
retano y los conocidos popularmente como “media sombra” y “guata”. Para una reconstrucción
del desarrollo del incendio realizada según los datos obrantes en la causa penal “Chaban, Emir
Omar y otros s/estrago doloso”, véase: Sanz Cerbino (2009). Cabe aclarar que a lo largo de
los años la causa tuvo diferentes carátulas, de ahí que en las páginas siguientes se encuentren
diferentes referencias a la misma.
2 Al recuperar los datos e interpretaciones realizadas desde la prensa gráfica en relación al
incendio, debe tenerse en cuenta que desde el primer momento los medios de comunicación
se comportaron como actores destacados que participaron activamente en las disputas por
construir e imponer determinados sentidos sobre lo sucedido, sobre los responsables de las
muertes, etc. Los datos provenientes de la prensa que se citan a lo largo del libro, deben ser
enmarcados en ese contexto. Para un análisis de la construcción periodística del denominado
“caso Cromañón” véase: De Vincenzi y Grebenar (2006).
3 Fuente: “El recuerdo de la disco Kheyvis”. Diario Clarín, 31 de diciembre de 2004.

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de Cromañón también fue comparado con el atentado realizado a la Aso-


ciación Mutual Israelita Argentina (amia) en 1994, en el que fallecieron 80
personas, y con el accidente del avión de Líneas Aéreas Privadas Argen-
tinas (lapa) ocurrido en el Aeroparque Jorge Newbery en 1999, que dejó
un saldo de 65 muertos. 4 Desde esta perspectiva se sostuvo que el incendio
debía ser comprendido como una circunstancia excepcional que formaba
parte de una serie de eventos fatales del mismo tipo que se sucedían con
cierta frecuencia en nuestro país. A su vez, la magnitud de fallecidos en
esa ocasión no sólo posicionaba al incendio como un hito trágico en rela-
ción a la historia argentina, sino también en relación al contexto mundial.
En efecto, al compararlo con otros sucesos similares ocurridos en otros
países, podía verse que el incendio de República Cromañón ocupaba uno
de los primeros puestos en lo relativo al número de muertos. 5 Pero no
sólo la cantidad de los fallecidos era una marca de la desgracia sino que
la baja edad de las víctimas fatales sumaba un componente trágico: tal
como informaban diversos medios periodísticos, el promedio de edad de
las mismas fue de veintidós años. 6 De esta manera, el incendio fue con-
figurándose en diversas lecturas públicas como una situación de muerte
masiva que veía amplificado su signo trágico debido a que se trataba del
deceso masivo de jóvenes. A causa de este conjunto de particularidades
la situación relativa al incendio fue definida por medios de comunicación
de alcance provincial, nacional e inclusive internacional, como la “ma-
yor catástrofe no natural de la historia argentina”. 7 Su carácter trágico
sería considerado como la causa del trauma emocional que atravesarían
–aún varios años después del hecho– tanto los jóvenes que sobrevivieron
al siniestro como los familiares de quienes murieron en esa ocasión. 8
Mientras que desde la crónica periodística el incendio fue comparado
con una serie de hechos de similares características considerados como ex-

4 Fuente: “Los chicos se caían muertos como moscas”. Diario La Nación, 4 de enero de 2005.
5 Fuente: “Uno de los recórds más tristes de la historia”. Diario Clarín, 31 de diciembre de
2004.
6 Los datos indicaban que la franja de edad a la que pertenecía la mayor cantidad de muertos
fue la de 19 a 25 años: esa franja de edad sumó el 45% del total de fallecidos. A su vez, el 34%
del total fueron menores de 18 años. Fuente: “De los muertos en el boliche, el 34% no tenía más
de 18 años”. Diario Clarín, 31 de diciembre de 2004; “El promedio de edad de los muertos en
la tragedia es de 22 años”. Diario La Nación, 5 de enero de 2005.
7 Fuente: “Cromañón, considerada la mayor catástrofe no natural de la historia argentina”.
Diario Los Andes, 2 de enero de 2005; “Tragedia en Buenos Aires: nadie festejó la Nochevieja”.
Diario El país (España), 2 de enero de 2005.
8 Fuente: “El 30% de los sobrevivientes de Cromañón sigue bajo tratamiento”. Diario Clarín,
23 de agosto de 2009; “Lo que dejó Cromañón en terapia postrauma”. Diario InfoBae, 25 de
noviembre de 2009.

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Introducción 25

cepcionales, diversos expertos tales como filósofos, sociólogos, abogados,


etc., se preocuparon por las profundas causas sociales, políticas y cultu-
rales que lo habían hecho posible. Desde estas posiciones se consideró que
ciertas conductas que formaban parte una supuesta “cultura del riesgo y
autodestructiva” 9 extendida entre los jóvenes, habían sido el caldo de cul-
tivo para la tragedia. Al evaluar el papel del grupo de rock y del público
asistente se señaló que la utilización de bengalas y pirotecnia en lugares
cerrados era una costumbre, una tradición propia de aquella supuesta cul-
tura. Mientras algunos propusieron una lectura moralizante y señalaron
que las prácticas juveniles eran el producto de una “caída cultural” y de
una “indisciplina colectiva”, 10 otros las vieron como formas de “resisten-
cia civil, rebeldía ante la opresión”. 11 Pero no sólo las conductas juveniles
formaban parte de la supuesta cultura del riesgo: en cambio, se afirmó que
la falta de adecuación de República Cromañón a las normas de seguridad
vigentes también era parte de un patrón estable y regular de violaciones
sistemáticas de ese tipo, que los empresarios de la noche repetían en la
mayor parte de sus locales. 12 En ese marco, esta serie de comportamientos
desplegados por diferentes tipos de actores sociales, eran considerados por
algunos analistas como parte de un fenómeno social particular, esto es,
una cierta “anomia entendida como la tendencia a la ilegalidad”. 13 Así, la
cuestión quedaba definida en términos socioculturales y, afirmaban los ex-
pertos, poco podía hacer la ley para modificar esos hábitos y costumbres
fuertemente arraigadas. 14
También preocupados por las profundas causas sociales, políticas y cul-
turales del incendio, otro tipo de análisis que guardaban relación con
ciertos desarrollos sociológicos afirmaron que las prácticas juveniles en
cuestión eran propias de un fenómeno estético-social al que denominaban
“rock chabón” (Cf. Semán y Vila, 1999). Según esos trabajos, estos jóve-
nes formaban parte de un grupo social que por carecer de estímulos para
el trabajo y los estudios, también carecía de proyección hacia el futuro
(Wortman, 2005). Se afirmó que las conductas del público asistente al re-
cital que habían puesto en riesgo su propia vida, estaban fundamentadas
9 Fuente: “Responsabilidad compartida y cultura del riesgo”. Diario Clarín, 5 de enero de 2005;
“Se hizo costumbre. Las bengalas, una tradición desde que Callejeros inauguró Cromagnon”.
Diario Clarín, 31 de diciembre de 2004.
10 Fuente: “Zapatillas calientes, remeras sudadas”. Diario La Nación, 5 de enero de 2005.
11 Fuente: “Cromagnon, Estado sin república”. Diario Clarín, 11 de enero de 2005.
12 Fuente: “Sólo 36 boliches de la Capital tienen las condiciones necesarias contra incendios”.
Diario Clarín, 31 de diciembre de 2004.
13 Fuente: “Leibniz y la tragedia gratuita”. Diario La Nación, 3 de enero de 2005.
14 Fuente: “De la falta de cuidado a la tragedia”. Diario Clarín, 4 de enero de 2005.

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sobre el “aguante” (Conde, 2005). Sin embargo, señalaban esos trabajos,


los jóvenes no podían ser responsabilizados por ello puesto que eran víc-
timas de la dinámica socioeconómica contemporánea que hacía de ellos
personas excluidas de la sociedad (Rodríguez, 2005).
Como puede verse, mientras que las crónicas periodísticas que descri-
bieron el incendio se preocuparon por enfatizar su carácter excepcional,
los diversos análisis sobre las causas que lo habrían hecho posible enfa-
tizaron el contexto social más amplio y la continuidad expresada por la
repetición de ciertos supuestos hábitos o comportamientos culturales. Pe-
ro ni unas ni otros tuvieron como objetivo definir y apuntar a individuos
concretos como responsables del incendio y de las muertes. En cambio,
esa fue la mayor preocupación de los familiares de los fallecidos y de los
sobrevivientes que comenzaron a movilizarse en las calles en demanda de
justicia 15 días después del incendio.
Durante los días posteriores al siniestro, varios miles de personas co-
menzaron a reunirse en la zona cercana a República Cromañón. Muchas
llevaban ofrendas para los fallecidos, que se acumularon en la esquina del
lugar, puesto que el acceso al local estaba cerrado por orden del Juzgado
de Instrucción N o1 a cargo de la jueza María Angélica Crotto, que había
iniciado la instrucción de la causa penal. Así fue como en esa misma es-
quina comenzaba a conformarse lo que más tarde sería conocido como el
santuario. En aquellos días, desde ese lugar partieron las primeras mar-
chas con destino a Plaza de Mayo exigiendo justicia por los chicos. En esas
primeras manifestaciones públicas participaban sobrevivientes del incen-
dio, familiares de los fallecidos y parientes y amigos de ambos. Además,
se manifestaban intensa y visiblemente partidos políticos de izquierda, or-
ganizaciones sociales y miembros de organismos de Derechos Humanos. 16

15 A lo largo del libro destacaré con cursivas las categorías propias de los actores. Tal como
señalo más adelante en esta introducción, considero de ese modo a términos tales como ‘lucha’,
‘grupo’, ‘movimiento’, ‘familiares’, ‘violentos’, ‘politizados’, entre otros. Sin embargo, con el
objetivo de facilitar la lectura, evitaré destacar a tales expresiones en todas las ocasiones en
que aparecen citadas. En ese sentido, limitaré el uso de las cursivas a aquellas situaciones en
las que es estrictamente necesario distinguir el uso de esos términos como categorías propias de
los actores. En cuanto a las citas textuales –comilla doble– que no tienen referencia, las mismas
han sido producidas en diversas situaciones de campo.
16 Entre los partidos de izquierda se destacaban el Movimiento Socialista de los Trabajadores
(mst), el Partido Comunista Revolucionario (pcr), el Frente Obrero Socialista (fos), Izquierda
Socialista (is), el Partido Socialista de los Trabajadores (pts) y el Partido Obrero (po). Las
organizaciones sociales y piqueteras movilizadas eran la Corriente Clasista y Combativa (ccc)
y el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (mijd). También la Federación
Universitaria de Buenos Aires (fuba) acompañaba a los familiares en esas marchas. Por su
parte, en la marchas también participaban miembros de organismos de Derechos Humanos como

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Introducción 27

Los actores movilizados en esos días rechazaron la clasificación del si-


niestro como un ‘accidente’ o una ‘tragedia’ puesto que creían que esos
términos connotaban la ausencia de personas concretas que pudieran ser
responsabilizadas por lo sucedido. De un modo diferente, afirmaron pú-
blicamente que se había tratado de una masacre, un asesinato en masa.
En la disputa por la definición de estos modos de categorización social
estaba implícito el problema de la responsabilidad por la ocurrencia del
incendio. Quienes exigían justicia coincidieron en denunciar al empresario
que gerenciaba República Cromañón debido a que, según sostenían, en
el local no se respetaban las medidas necesarias que garantizaran la se-
guridad de los asistentes. Asimismo, estimaron que diversos funcionarios
estatales también habían sido responsables del siniestro. Por ese motivo,
apuntaron a los inspectores que habían permitido el funcionamiento de
República Cromañón y a los funcionarios encargados del área de la que
dependían, la Subsecretaría de Control Comunal del Gobierno de la Ciu-
dad de Buenos Aires (gcba). Pero las acusaciones más duras estuvieron
dirigidas hacia el Jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra, por considerarlo
como el máximo responsable político de un Estado que no había cumplido
adecuadamente con sus tareas de control. Los principales argumentos de
los denunciantes apuntaron a la corrupción y a la fuerte reducción del área
de control que había promovido el gobierno municipal dos años antes. 17
En ese contexto, la Legislatura porteña creó una Comisión Investigado-
ra de los sucesos con el objetivo de dilucidar si a Ibarra le cabía alguna
responsabilidad por lo sucedido y, en virtud de los resultados alcanzados,
de sugerir si correspondía o no que fuera sometido a un proceso de juicio
político y, eventualmente, a una destitución.
Entre quienes se movilizaban públicamente hubo un amplio consenso
en denunciar al empresario y a los funcionarios, pero no hubo pleno acuer-
do en lo relativo al papel que le cabía al grupo de rock Callejeros en los
hechos. Para la mayoría de los familiares de los fallecidos y para muchos
sobrevivientes que demandaban justicia junto a ellos, los músicos debían
ser juzgados como responsables del incendio puesto que eran fuertes pro-
motores del uso de pirotecnia y de fuegos de artificio en sus recitales.

la Liga por los Derechos del Hombre, la Asociación ex Detenidos Desaparecidos, el Movimiento
Ecuménico por los Derechos Humanos y Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
17 En el año 2002 Ibarra había promovido una fuerte reestructuración en el Estado porteño
a partir de la cual se había reducido drásticamente la cantidad de inspectores municipales
dedicados al control de locales nocturnos. Fuente: “Ibarra reduce la estructura y cambia nombres
en la Ciudad”. Diario Clarín, 11 de mayo de 2002. Para una explicación detallada de la evolución
de los organismos municipales de control entre 2001 y 2004 véase: Sanz Cerbino (2009).

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28 Familia, política y emociones

También señalaban que ellos se habían desentendido de las tareas de se-


guridad y control de República Cromañón la noche que tocaron allí. En
cambio, muchos sobrevivientes que había comenzado a movilizarse por
fuera del conjunto anterior y que eran fieles seguidores del grupo de rock,
así como algunos familiares que se hacían escuchar en los medios de comu-
nicación, sostuvieron la inocencia de sus miembros basándose en diversos
fundamentos. En principio, afirmaron que la utilización de fuegos de ar-
tificio y bengalas en espacios cerrados era una costumbre arraigada en el
público asistente a recitales de rock, por lo que no podía responsabilizarse
al grupo por ello. Por otro lado, sostuvieron que, debido a su condición
de artistas, los músicos no debían ser considerados como responsables
de las tareas de control y seguridad de sus propios recitales. Finalmente,
esos sobrevivientes y algunos familiares señalaron que los músicos también
debían ser tratados como víctimas debido a que habían perdido padres,
madres, esposas y amigos en el incendio. 18 Estas diferencias en relación
a la responsabilidad del grupo en los sucesos se expresó en las primeras
concentraciones.
Poco a poco, como se verá, las víctimas irían construyendo instancias
de coordinación y diálogo y, lentamente, un movimiento de demanda.
Ese camino no estaría exento de diferencias entre ellas y al debate sobre
la responsabilidad del grupo de rock en lo sucedido, se sumaron otras.
En esos primeros días, las tensiones alrededor de lo que algunos llama-
ban la politización de la lucha fueron frecuentes. Quienes se mostraban
preocupados por la posible politización sostuvieron que los militantes de
partidos políticos y de organizaciones sociales y de derechos humanos que
los acompañaban pretendían usar Cromañón para satisfacer fines distin-
tos a la búsqueda de justicia: “No queremos que usen ni aprovechen el
dolor de familiares y amigos de las víctimas en beneficio de otros intereses
como réditos políticos. No queremos ser usados por la derecha ni por la
izquierda. La única bandera que levantamos es la de justicia”, 19 decían.
La preocupación señalada se vio expresada en la marcha conmemora-
tiva del primer mes del incendio en la que se concentraron unas 10.000
personas y se extendió a lo largo de siete cuadras. Los padres y madres
de las víctimas estuvieron a la cabeza de la movilización. Algunos de ellos

18 Algunos parientes de los miembros del grupo Callejeros fallecieron en el incendio. Allí murió
la esposa del manager de la banda, la madre del baterista y los dos sobrinos adolescentes de uno
de los guitarristas. La madre del cantante del grupo sufrió graves quemaduras en su cuerpo,
por lo que estuvo internada varias semanas.
19 Fuente: “Distintas convocatorias con diferentes consignas”. Diario Página 12, 6 de enero de
2005.

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Introducción 29

estaban agrupados de acuerdo con las relaciones de afinidad que habían


establecido con el correr de los días. Uno de esos grupos estaba confor-
mado por los padres que se habían reunido alrededor de la persona de
Pablo Asturias. 20 Él era el padre de un fallecido pero además era abo-
gado. Quienes estaban junto a Asturias lo habían elegido como abogado
representante de sus demandas ante el fuero penal, puesto que apreciaban
positivamente el hecho de que se tratara de un abogado que a la vez era el
padre de una víctima. Preocupados por las formas de manifestarse y ex-
presarse públicamente que promovían otros grupos de víctimas a las que
veían como inadecuadas, desde ese grupo de familiares se señaló ante los
medios de comunicación que no se debía continuar “politizando el dolor,
están haciendo política sobre el cadáver de nuestros hijos”. 21
Con el paso del tiempo, aquellos primeros vínculos de afinidad estable-
cidos entre quienes se movilizaban en las calles dieron vida a diferentes
grupos. Los mismos estaban fundamentalmente integrados por padres y
madres de los fallecidos. A unos pocos meses del incendio, podían recono-
cerse varios conjuntos: Que No Se Repita (qnsr), Familias Por La Vida
(también conocido como la “ong” por haberse conformado como una Or-
ganización No Gubernamental), Memoria y Justicia por Nuestros Pibes
(también conocido como Paso, debido a que el local en el que realizan sus
reuniones está ubicado sobre la calle Paso de la Ciudad de Buenos Aires)
y la Comisión de Familiares de Cromañón (CoFaCrom). Tiempo después
este grupo daría vida a aphac (Asociación de Padres con Hijos Asesina-
dos en Cromañón) y avisar (Asociación de Víctimas de la Inseguridad
Social en la Argentina). Además de los padres y madres de los chicos,
en tales grupos participaban algunos militantes de partidos políticos y
sobrevivientes del incendio.
Hacia marzo de 2005, los sobrevivientes, familiares y militantes de los
partidos políticos que participaban de las marchas comenzaron a reunirse
semanalmente. Primero lo hicieron en la Escuela de Psicología Social Dr.
Enrique Pichón Rivière, y unas semanas después en la Facultad de Cien-

20 Con el objetivo de mantener el anonimato de los actores he optado por sustituir sus nombres
originales por otros ficticios. Cabe destacar que la preocupación por mantener el anonimato de
los actores no ha sido el único motivo para modificar sus nombres originales. Esa decisión
me permitió tomar distancia durante el proceso de análisis y escritura de aquellas personas
con las que entablé relaciones de amistad, empatía y afinidad luego de un trabajo de campo de
varios años. En ese sentido, realizar tales cambios fue, en parte, una consecuencia de aquello que
Rabinow consideró como una “tensión entre la distancia analítica por un lado, y la participación
y empatía del antropólogo por el otro” (1992:85).
21 Fuente: “Los familiares intentaron marchar unidos. Con o sin cánticos, bajo la lluvia”. Diario
Página 12, 31 de enero de 2005.

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30 Familia, política y emociones

cias Sociales de la uba. Realizando un gran esfuerzo en medio del dolor,


las víctimas y quienes los acompañaban comenzaron a poner en marcha
mecanismos para tomar decisiones, transmitirlas al resto de la comunidad,
articular acciones, etc.
El nombre dado al espacio de encuentro creado con el objetivo de coordi-
nar el movimiento fue Articulación de Familiares, Amigos y Sobrevivientes
de Cromañón. Allí, representantes de cada grupo debatían cuestiones rela-
tivas a lo judicial y a la organización de las acciones públicas de protesta.
Las actividades desplegadas desde el movimiento Cromañón durante los
meses siguientes al incendio, coordinadas en aquellas reuniones de articu-
lación, estuvieron orientadas principalmente a la denuncia e impugnación
de Aníbal Ibarra. El objetivo era doble: presionar a la justicia para que
éste fuera imputado penalmente y a la Legislatura de la ciudad para que
fuera sometido a un juicio político. Mientras tanto, la labor de la Comisión
Investigadora de la Legislatura porteña había realizado importantes avan-
ces y, en julio de 2005, ese cuerpo recomendó promover el juicio político
del entonces Jefe de Gobierno.
Una semana después de la importante decisión de la comisión, un grupo
de padres protagonizó un episodio que produjo un fuerte impacto en la
opinión pública. Días después de que Estela Carlotto, representante de
la organización Abuelas de Plaza de Mayo, firmara junto a otras perso-
nalidades una solicitada en apoyo a Aníbal Ibarra, ellos protagonizaron
un incidente con la abuela a la que increparon públicamente a la salida
de un evento dedicado a homenajear al juez español Baltasar Garzón. El
episodio mostraba las relaciones conflictivas que siempre mantuvo el mo-
vimiento con algunos organismos de derechos humanos. A algunas de esas
organizaciones las señalaban por no acompañar de un modo decidido el
reclamo de justicia por estar alineados con Ibarra y con el gobierno nacio-
nal que, según decían, lo protegía. A pesar de que en ciertas circunstancias
ese tipo de acciones eran vistas como desbordes emocionales producto de
la bronca y el dolor, desde qnsr y desde Paso se condenó públicamente
esta intervención (Cf. Capítulo 3).
Como parte del proceso de juicio político, entre agosto y noviembre
de 2005 la Sala Acusadora de la Legislatura impulsó una investigación
propia sobre el incendio. A lo largo de esos meses, algunos familiares y
sobrevivientes declararon como testigos del hecho. Una vez finalizada la
investigación, en el mes de noviembre ese órgano presentó la acusación
formal contra Ibarra y la Legislatura lo suspendió en sus funciones. El
entonces Vicejefe de Gobierno, Jorge Telerman, se hizo cargo de la Jefa-

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Introducción 31

tura de Gobierno. Con el objetivo de tramitar la acusación realizada, una


Sala Juzgadora resolvería sobre la situación de Ibarra. Finalmente, el 7
de marzo de 2006, esa Sala resolvió su destitución. 22
Luego de la destitución de Ibarra, la lucha en demanda de justicia con-
tinuó. Los familiares y sobrevivientes movilizados exigían que se realizara
el juicio penal por el incendio. 23 Ellos habían sido aceptados como que-
rellantes por el Juzgado de Instrucción Penal N o 1 a causa de los daños
sufridos. En agosto de 2008, el Tribunal Oral en lo Criminal N o 24, co-
menzó a llevar adelante el juicio penal oral. Las audiencias se realizaron
a razón de tres veces por semana. Desfilaron por ellas peritos técnicos,
testigos, funcionarios, sobrevivientes del incendio y amigos y familiares
de las víctimas fatales. La presencia de los familiares en las audiencias fue
considerada como una situación de carácter emocional particularmente
difícil con la que ellos tuvieron que lidiar. Ello se debía a que en el marco
del juicio debieron escuchar de boca de los sobrevivientes los relatos más
estremecedores sobre la noche del incendio. Además, allí pudieron ver ca-
ra a cara a quienes consideraban como responsables de haber causado la
muerte de sus hijos. Finalmente, en agosto de 2009, un año después de
iniciado el juicio, el toc dictó sentencia. Si bien el gerenciador del local y
el manager del grupo de rock recibieron altas penas, la absolución de los
miembros del grupo de rock Callejeros y las bajas penas impuestas por el
tribunal a los funcionarios porteños fueron consideradas por los familiares
como muestras de impunidad. 24

22 Puede consultarse una cronología del lucio político en: “Cronología: los hechos hasta la des-
titución”. Disponible en: http://pibescromagnon.ourproject.org/spip.php?article27. Para una
descripción detallada de las acciones públicas de los familiares durante el proceso del juicio
político véase: Murillo (2008) y Sanz Cerbino (2009).
23 A raíz del incendio se inició un conjunto de causas que estaban relacionadas entre sí y que
fueron dando lugar a otras. Entre ellas se encuentran la causa “de la emergencia”, en la que se
investigó si hubo jóvenes que fallecieron a causa de la implementación inadecuada del operativo
de emergencia; las causas conocidas en el movimiento Cromañón como “Bomberos 1 y 2”, en
las que se juzgó a bomberos, policías y empresarios que vendían habilitaciones para locales
nocturnos; la causa “de la morgue”, que tuvo como objetivo investigar si hubo irregularidades
en los procedimientos médicos realizados luego de las muertes; las causas “Cromañón 1 y 2”,
en las que se juzgó lo sucedido la noche del incendio y la responsabilidad del dueño del local
incendiado, respectivamente; y, finalmente, otras causas por asociación ilícita y cohecho en las
que se investigó a funcionarios del gcba. De ese conjunto de causas judiciales, la más importante
para los familiares fue la relativa a la noche del incendio, “Cromañón 1”. A lo largo de la tesis,
al referirme al ‘juicio’, estaré haciendo referencia a ese proceso penal.
24 Al emitir su sentencia sobre la causa “Cromañón 1”, el Tribunal Oral en lo Criminal N o 24
estableció una serie de condenas que luego fueron apeladas. Luego de la intervención de varias
instancias judiciales, finalmente, a fines de 2012, las penas quedaron firmes. En lo que hace
a los responsables de República Cromañón y a los músicos, fueron condenados por incendio
culposo seguido de muerte y cohecho: Omar Chabán, gerenciador de República Cromañón (10

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32 Familia, política y emociones

En el presente trabajo priorizaré el análisis de las expresiones de quie-


nes demandan justicia apelando a su condición de padres y madres de
los fallecidos para presentarse públicamente. Al analizar las investigacio-
nes producidas desde las ciencias sociales en torno de la organización de
familiares de víctimas en el espacio público, puede notarse que frecuente-
mente se ha recurrido a la noción de ‘politización’ para explicar ese tipo
de movimientos. Con tal expresión se pretende dar cuenta de aquello que
es considerado como un pasaje de ‘lo familiar’ a ‘lo político’. Ese tipo
de perspectiva orienta también los análisis sobre el movimiento Croma-
ñón. De un modo diferente, en la presente investigación mostraré que,
si se enfatiza el modo en que los propios actores consideran la expresión
‘politización’, aquel punto de vista adquiere otros matices.

Sobre la politización de los familiares de víctimas


En el contexto de la dictadura militar argentina (1976-1983), así como
en épocas más recientes, los vínculos de parentesco se han revelado como
un valor central en la construcción de demandas públicas de justicia. Las
Madres de Plaza de Mayo –pioneras de ese tipo de movimientos–, se han
convertido en la referencia ineludible al respecto. Pero dentro del univer-
so de los organismos defensores de los derechos humanos surgidos bajo el
régimen dictatorial, ellas no fueron las únicas en reivindicar su condición
de familiares de los desparecidos. Otras organizaciones como Familiares

años y 9 meses de prisión); el manager de la banda Callejeros, Diego Argañaraz (5 años); el


cantante y líder del grupo Patricio Fontanet (7 años); el baterista Eduardo Vázquez (6 años); los
restantes músicos de la banda, Christian Eleazar Torrejón, Juan Alberto Carbone, Maximiliano
Djerfy y Elio Rodrigo Delgado (5 años); el escenógrafo del grupo, Daniel Cardell (3 años) y,
finalmente, Raúl Villarreal, jefe de seguridad del local y mano derecha de Omar Chabán (6
años). Por su parte, también fueron condenados los siguientes funcionarios públicos: por los
delitos de incendio culposo seguido de muerte y cohecho, el ex Subcomisario Carlos Rubén Díaz
(8 años de prisión e inhabilitación especial perpetua); por el delito de omisión de deberes de
funcionario público en concurso ideal con incendio culposo seguido de muerte, Fabiana Fiszbin,
ex Subsecretaria de Control Comunal del gcba (4 años de prisión), Gustavo Juan Torres, ex
Director General de Fiscalización y Control (3 años y 9 meses) y Ana María Fernández, ex
Directora General Adjunta de la Dirección General de Fiscalización y Control (3 años y 6
meses). Fuente: “Todos los condenados por el caso Cromañón están presos”. Disponible en:
www.26noticias.com.ar/todos-los-condenados-por-el-caso-cromanon-estan-presos-163703.html;
21 de diciembre de 2012. Cabe recordar que Aníbal Ibarra y un gran número de funcionarios
y empleados del gcba habían sido sobreseídos unos meses antes de la realización del juicio.
Por su parte, en el año 2012, se llevó adelante el juicio correspondiente a la causa “Cromañón
2”, en el que el propietario del predio donde funcionó Cromañón, Rafael Levy, fue encontrado
penalmente responsable por el incendio y tuvo como condena cuatro años y seis meses de prisión.

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Introducción 33

de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas o Abuelas de Pla-


za de Mayo, también apelaron a los vínculos de sangre para presentarse
en sociedad. 25 Algunos estudios sobre estos organismos han analizado las
relaciones entre las representaciones de los vínculos familiares, asociados
al mundo de lo privado, y aquellas vinculadas a la política, entendida és-
ta como parte de lo público (Filc, 1998; Gingold y Vázquez, 1986; Jelin,
1998, 2007; Luchetta, 1998, 2003; Sánchez, 2007; Vezzetti, 2003). 26 Si bien
desde tales investigaciones se ha asumido que ‘lo público’ y ‘lo privado’
son construcciones sociales históricamente situadas, en las mismas tales
universos son tratados como dominios realmente existentes. Así, a lo lar-
go de estos trabajos se ha pretendido dar cuenta del camino recorrido
por aquellos familiares de víctimas, de lo privado hacia lo público, de lo
personal y biográfico hacia lo colectivo y social, y de lo familiar hacia lo
político.
En lo que hace al estudio de las acciones públicas promovidas por los
familiares de detenidos desaparecidos, se ha enfatizado frecuentemente el
hecho de que las mismas habrían estado orientadas por ciertas represen-
taciones sobre la vida familiar. De acuerdo con tales representaciones, en
el seno de la familia “las apelaciones son principalmente morales y afec-
tivas, antes que los incentivos monetarios o la coerción” (Jelin, 1998:76).
Al interior del hogar familiar podrían reconocerse diversos roles que esta-
rían vinculados estrechamente a determinados afectos y pasiones. En ese
contexto, “la abnegación y devoción de la madre, la responsabilidad del
padre, la obediencia de los hijos son valores sociales tradicionales” (Jelin,
1998:76).
El conjunto de valores y prescripciones asociados a la familia conforma-
rían una cierta matriz familiar (Filc, 1998) que habría sido puesta en juego
públicamente por los familiares de los desaparecidos. Aquellas representa-
ciones sobre las relaciones familiares les habrían provisto la materia prima
para interpretar su lugar en la confrontación pública que mantenían con
los militares en ejercicio del poder: los familiares se habrían apropiado
del modelo tradicional de familia para producir un discurso de oposición
al poder. Ello explicaría que en el discurso de las Madres de Plaza de
25 El conjunto de organizaciones vinculadas a la defensa de los Derechos Humanos incluye
otros organismos que no se encuentran necesariamente articulados en torno al parentesco. Tal
es el caso del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, el Centro de Estudios Legales
y Sociales y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, por ejemplo.
26 Desde una perspectiva similar, también han sido analizadas otras organizaciones surgidas
en tiempos más recientes, tales como Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el
Silencio, a principios de la década de 1990 (Bonaldi, 2006; Bonetto, 2006; Colectivo Situaciones,
2000; Vezzetti, 1998) y Hermanos hacia el año 2000 (Teubal, Veiga y Betanin, 2005).

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34 Familia, política y emociones

Mayo se destaquen el rol maternal y los lazos familiares, presentes en los


discursos de reivindicación de sus hijos. Sus acciones podrían explicarse
teniendo en cuenta que las Madres se identificaban y compartían un de-
terminado modelo de familia (Sánchez, 2007). Al apelar a la eficacia social
de aquella matriz fundada sobre la importancia de los valores familiares,
las acciones de quienes se presentaban como ‘madres’ –o eventualmente
como ‘abuelas’ o ‘hermanos’– se habrían visto socialmente legitimadas:
“El ‘familismo’ y el ‘maternalismo’ son criterios centrales de la atribución
de legitimidad de la palabra pública en la Argentina” (Jelin, 2007:38).
Desde esta perspectiva se ha sugerido que el reclamo de “algo tan ‘per-
sonal’ como los hijos, en el centro del lugar tradicional de la ‘política’, la
Plaza de Mayo” (Gingold y Vázquez, 1986:1), era un síntoma de la salida
o apertura de los familiares hacia el mundo de la política. La misma fue
concebida como un producto del dolor y del sufrimiento provocado por las
muertes y las desapariciones de seres queridos: “la pérdida familiar im-
pulsa la salida de los lazos y sentimientos privados hacia la esfera pública,
rompiendo decisivamente la frontera entre la vida privada y el ámbito pú-
blico” (Jelin, 2007:44). La principal consecuencia de la exposición pública
de los familiares habría sido el quiebre de las fronteras que separaban
lo privado y lo público en tanto universos discretos y escindidos entre sí.
Esta mezcla entre mundos diversos habría implicado una serie de redefini-
ciones en relación al vínculo entre esos dominios opuestos. En este marco,
se resignificaba políticamente la idea misma de maternidad, un lazo asu-
mido en estos análisis como un vínculo biológico que, siendo propio del
ámbito privado, había sido resignificado en el ámbito público (Lucchetta,
1998). Así, por ejemplo, los vínculos entre madres e hijos adquirían un
nuevo sentido ya que entre las víctimas de la dictadura el atributo de
‘hijo’ ya no dependería del lazo ‘de sangre’ sino de la experiencia política
compartida (Filc, 1998).
En el contexto de la dictadura militar argentina, el movimiento de ‘lo
familiar’ hacia ‘lo político’ no estaba circunscripto a la voluntad de los
familiares que demandaban por sus parientes detenidos o desaparecidos.
La transformación de lo familiar en político fue también un producto de
la invasión del espacio privado por el poder dictatorial a través de las
prácticas estatales represivas de control, situación que politizaba el ám-
bito de lo doméstico (Lucchetta, 1998). Así como a partir de sus propias
acciones los familiares habrían impulsado una mezcla entre lo privado y
lo público, ahora la intervención del Estado producía ese mismo efecto:
“Cuando todas las relaciones son politizadas desde arriba se desarrollan

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Introducción 35

nuevos lazos que mezclan los mundos público y privado, revelando así
la arbitrariedad de esta división” (Filc, 1998:32). En resumen, tanto las
acciones de demanda como aquellas que se proponían reprimirlas termi-
naban produciendo “una novedosa y eficaz politización de la esfera de los
vínculos primarios” (Vezzetti, 1998:2).
Al ocuparse de analizar las acciones de los familiares de víctimas en
demanda de justicia, algunos autores (Font, 1997; Jelin, 1998) han con-
siderado adecuado comparar esa situación con la de Antígona, 27 aquel
personaje mitológico femenino que defendiendo el valor de los vínculos
familiares, se enfrenta al poder detentado por el soberano de Tebas. Reto-
mando esta misma figura mitológica, sugiero aquí que los análisis citados
pueden ser considerados como parte de una matriz interpretativa común
a la que llamaré Modelo de Antígona. Desde esa perspectiva, ‘lo privado’
y ‘lo público’ son considerados en términos abstractos como dominios o
universos discretos, autónomos y en oposición. Al analizar la actuación
pública de los padres y madres que demandan justicia, y (pre)suponiendo
una antecedencia lógica de lo familiar en relación a lo político, se afirma
que a través de sus acciones de demanda ellos promueven una imbricación
recíproca entre lo privado y lo público, haciendo posible la transforma-
ción de lo familiar en político, esto es, su politización. En este marco, tal
proceso de politización es considerado por los analistas como necesario
e inevitable, motivo por el cual el rechazo del carácter público y políti-
co de aquellas demandas es tratado como la negación (ilusoria) de una
realidad que se impone: aún cuando puede reconocerse “el pasaje de una
27 En la tragedia de Sófocles (1994), Antígona es hija de Edipo y Yocasta. Sus hermanos
varones, Eteocles y Polinices, heredan de su padre el trono de Tebas y acuerdan la alternancia
en el mismo. Pero una vez finalizado su mandato, Eteocles no cede el trono a su hermano.
Polinices decide entonces invadir la ciudad. La guerra concluye con la muerte de ambos, cada
uno a manos del otro. Luego de la muerte de sus sobrinos maternos, Creón, hermano de Yocasta,
se convierte en rey de Tebas. Él es también el padre de Hemón, prometido y primo de Antígona.
A diferencia del honroso entierro preparado para Eteocles, el nuevo soberano dictamina que, por
haber invadido su propia ciudad, el cuerpo de Polinices debe ser abandonado en las afueras de
la misma al arbitrio de las aves de rapiña y los perros: “uno forjaba patria, el otro la destruía”,
se justifica Creón (1994:196). Abrumada por la imposibilidad de dar a su hermano un responso
pacífico, Antígona decide contradecir al poder estatal. Ella entierra a Polinices y realiza sobre su
cuerpo los correspondientes ritos funerarios. Dice Antígona: “nada me avergüenza dar honor a
mis consanguíneos” (1994:196). Este desafío al poder soberano acarrea para Antígona su propia
muerte, ya que su tío Creón la condena a ser enterrada viva por haberlo desafiado. Antes de
cumplirse la condena, ella evita el sufrimiento ahorcándose en su celda. Al ver muerta a su
prometida, Hemón se suicida con su espada, abrazándola. Esta muerte provoca el suicidio de
Eurídice, su madre. La muerte de su mujer e hijo provocan en Creón un profundo pesar que
lo acompañará toda su vida. En la tragedia, el sufrimiento de Creón es considerado como una
consecuencia de que él subordinó la importancia de los lazos de parentesco a su papel de rey
soberano (Cf. Sófocles, 1994; Fainlight y Littman, 2009).

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actitud individual a otra política por parte de las madres militantes ( . . . )


muchas siguen negando el carácter público de la búsqueda así como sus
implicancias políticas” (Filc, 1998:209).
La oposición entre lo familiar y lo político constitutiva de nuestra doxa
occidental, está estrechamente relacionada con el desarrollo histórico de
lo privado y lo público como esferas de la vida social separadas entre sí.
Nuestra propia noción de familia tiene su origen en el contraste entre
esas esferas. El Estado ha jugado un papel destacado en el proceso de
institución objetiva y subjetiva de las representaciones sociales al respecto
(Bourdieu, 1997a, 1997b). Según Bourdieu, tal como han sido instituidas,
las representaciones sobre la familia comparten la asunción de que ésta
“existe como un universo social separado comprometido con una labor
de perpetuación de las fronteras y orientado hacia la idealización de lo
interior como sagrado” (1997b:127). Tal universo estaría fundado sobre un
conjunto de prescripciones normativas que la (re)presentan como el lugar
de la confianza y del don. Así es como ‘lo familiar’ llegó a ser considerado
como opuesto a un exterior moldeado por la política (Cf. Collier, Rosaldo
y Yanagisako, 1982)
Las investigaciones a las que he clasificado como parte de una matriz
interpretativa compartida, asumen que los actores sociales se representan
su propia situación a partir de los supuestos de sentido común que oponen
privado y público, familiar y político, etc. En la medida en que tales
trabajos están estructurados en base a aquellas representaciones propias
de nuestra doxa, los sentidos de los términos y procesos más relevantes
para los actores son preasignados por los analistas. De un modo diferente,
en el presente trabajo me propongo analizar los sentidos de términos tales
como familia, política y politización estructurando mi explicación a partir
de la perspectiva de los propios actores sobre su mundo social.

Antígona en Cromañón: heteronomías y categorías


nativas
Las organizaciones vinculadas a la defensa de los derechos humanos a las
que me he referido en el apartado anterior conviven en la esfera pública
con un conjunto de expresiones públicas de familiares de víctimas surgidas
más recientemente que componen un universo heterogéneo y fragmentario
organizado en torno a reclamos de justicia muy diversos (Pereyra,2005).

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Introducción 37

Algunas de estas organizaciones se conformaron como consecuencia de


muertes imputadas a la violencia policial, situación popularmente deno-
minada como ‘gatillo fácil’. 28 Frecuentemente, estas asociaciones que de-
mandan justicia e impugnan al Estado han confluido en manifestaciones
públicas con las organizaciones vinculadas a los derechos humanos, así co-
mo con partidos políticos de izquierda y organizaciones sociales. A su vez,
existen otras expresiones de familiares de víctimas que no están orienta-
das a denunciar la violencia estatal pero que, al igual que aquéllas, exigen
al Estado y en ocasiones denuncian su responsabilidad, total o parcial,
por la muerte de sus parientes. 29 El denominado movimiento Cromañón
ha adquirido un importante protagonismo en este contexto heterogéneo
de familiares de víctimas movilizados.
La mayoría de las investigaciones sobre aquel movimiento se han ocupa-
do de analizar las movilizaciones impulsadas por familiares, sobrevivien-
tes, militantes, etc., enfatizando sobre todo el papel de los padres y madres
de las víctimas fatales en las mismas. Algunos trabajos hicieron referencia
al grupo Paso (Isacovich, 2009), mientras que otros pusieron el énfasis en
avisar (Crivelli, 2007; Tufró y Crivelli, 2009; Sanz Cerbino, 2009) y en los
grupos avisar y aphac (Sanz Cerbino, 2009). Otras investigaciones, por
su parte, se ocuparon de analizar la dinámica del movimiento sin abordar
el caso de ningún grupo en particular, considerando a los protagonistas del
mismo de un modo más genérico (Murillo, 2008; Agencia La Vaca, 2005).
A pesar de que casi ninguno de estos trabajos retoma los análisis sobre
las organizaciones de familiares de víctimas señaladas hasta aquí ni dialo-
ga con ellas, sus autores apelan fuertemente a la expresión ‘politización’
para explicar la acción de los padres de las víctimas del incendio, dándole
un uso que guarda similitud con el que puede encontrarse en los estudios
sobre familiares de detenidos desaparecidos señalados más arriba.
En los análisis del movimiento Cromañón, los usos de ‘politización’ no
son estrictos ni están claramente definidos, motivo por el cual resulta su-
28 Se trata de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (correpi); la Comi-
sión de Familiares de Víctimas (cofavi), cuyo nombre completo es Comisión de Familiares de
Víctimas Indefensas de la Violencia Social-Policial-Judicial-Institucional; la pionera Comisión
de Amigos y Vecinos de Budge (cav) (Gingold, 1997; Pita, 2004, 2005, 2010) y la Asociación
Miguel Bru.
29 Tal es el caso de los familiares de víctimas de accidentes de tránsito y de delitos ‘comunes’
que se han reunido en la Asociación Madres del Dolor (Claps, 2007); de los familiares de los
fallecidos en el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (amia), organizados en
la Asociación Memoria Activa (Aronson, 2000; Fischamn y Pelacoff, 2002); también de los
familiares de fallecidos por ‘ajustes de cuentas’ (Bermúdez 2010) y por hechos de ‘inseguridad’,
que a diferencia del resto de los conjuntos nombrados no han conformado un colectivo ni una
organización institucionalizada (Kessler, 2007; Schillagi, 2006).

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38 Familia, política y emociones

mamente difícil entender qué se quiere decir en cada caso al utilizar tal ex-
presión. Sin embargo, parece posible encontrar en dichos trabajos algunas
características comunes al respecto. De un modo similar a aquellas inves-
tigaciones preocupadas por las acciones de los familiares de desaparecidos,
esa expresión funciona como un nexo que vincula las representaciones so-
bre los lazos familiares, que son considerados como parte de lo privado, y
el mundo de lo público. Así, se ha considerado que el movimiento es una
muestra de la ‘politización del dolor’ que habría hecho posible “convertir
el dolor íntimo ligado a la muerte en un dolor colectivo, público, capaz de
dar lugar a la lucha” (Agencia La Vaca, 2005:120).
Desde su trabajo de investigación, Sanz Cerbino (2009) ha señalado que
las diferencias entre los actores movilizados pudieron verse desde las pri-
meras marchas realizadas en enero de 2005. En aquellas marchas, afirma,
los padres vinculados a Pablo Asturias consideraba que la suya era una
lucha caracterizada por la pureza que adjudicaban a los lazos de sangre y
el dolor de quienes habían perdido a sus hijos en el incendio. Estos padres
se resistían a considerar que se trataba de una lucha política puesto que,
para ellos, la política era una actividad espuria de la que debían mantener-
se a distancia. De un modo contrario, otro grupo de padres, que a su vez
eran militantes políticos y formaban parte de CoFaCrom, consideraba que
efectivamente se trataba de una lucha política. Según afirma aquel autor,
las tensiones surgidas entre esas posturas contrastantes fueron muy inten-
sas y las mismas anunciaban un debate por el papel que cumplirían los
partidos políticos en la protesta. De acuerdo a este autor, la preocupación
por la presencia de partidos políticos de izquierda expresada por algunos
familiares estaba relacionada con algo que los inquietaba: la posibilidad
de la politización del reclamo. Para Sanz Cerbino, se trataba de un inten-
to de “‘despolitización’, que se expresó en el rechazo a la participación de
los partidos de izquierda” (Sanz Cerbino, 2009:38).
También en otros trabajos se ha afirmado que los diferentes grupos
de familiares tenían perspectivas opuestas sobre el carácter político de la
protesta. Tufró y Crivelli (2009) han señalado que la diferencia entre avi-
sar y qnsr era una diferencia entre quienes promovían la construcción
de la lucha como una cuestión política o no política. Las formas diver-
sas de considerar el tema se veían expresadas en formas contrastantes de
manifestarse públicamente. Se sugería en ese sentido que el modelo de
movilización “religioso” promovido por qnsr “estaba asociado al recogi-
miento y al duelo personal, que se expresa en el silencio y en las velas”
(Tufró y Crivelli 2009:5). De un modo contrario, el modelo “político” o

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Introducción 39

“militante” de avisar, proponía marcar la presencia en el espacio público


a partir del establecimiento de vínculos con partidos políticos y agrupa-
ciones de izquierda. Ellos pretendían hacer de su lucha una causa política:
proponían “‘politizar’ la lucha de Cromañón en un contexto marcado por
una valoración negativa de la política” (Op.cit.:16).
Frente a la concepción de ‘politizar’ como un modo de vincularse con
otras demandas y con diversos partidos políticos de izquierda, Isacovich
(2008) ha presentado un escenario diferente al analizar el caso del grupo
Paso. La autora afirma que “la politización del tema fue inmediata pero
ambigua”(Isacovich, 2008:5) ya que los padres de ese grupo se esforzaban
“por mantener simultáneamente una politización de las demandas y un
distanciamiento de los símbolos de los partidos” (Ibidem). Para la auto-
ra esta particularidad implicaba una cierta ambigüedad puesto que a la
vez que parte del movimiento promovía fuertemente la renuncia del Jefe
de Gobierno, se oponía al mismo tiempo a la participación de partidos
políticos.
El rechazo a los partidos políticos fue tratado como una consecuencia
de los “prejuicios” (Sanz Cerbino, 2009:360) de quienes se presentaban
públicamente como familiares para diferenciarse de los políticos. Murillo
ha afirmado que el rechazo a la politización debía ser considerado como
una consecuencia de que el “motor del proceso de exigencia de rendición
de cuentas fue la familia. La interpelación al Estado no surgió desde el
lugar de ciudadano o colectivo social de protesta” (Murillo, 2008:288).
Según su análisis, quienes se presentaban públicamente como familiares y
no como ciudadanos, expresaban una visión de su condición que reducía
la protesta a una mera “intervención moral de carácter apolítico” (Muri-
llo, 2008:137). Desde esta perspectiva, las consideraciones morales de los
demandantes eran presentadas como un obstáculo para que ellos se repre-
sentaran adecuadamente su situación y asumieran el carácter político de
su demanda.
A pesar de lo que algunos autores han considerado como los ‘prejuicios’,
las posiciones ‘moralizantes’ y las ‘ambigüedades’ de quienes se oponían
a la política, el proceso desatado parecía conducir inevitablemente a la
politización de la lucha. Frente a la postura de los demandantes que mos-
traban su disconformidad con la politización, los analistas sostenían que
se trataba de “un reclamo que no podía no ser ‘político’” (Sanz Cerbino,
2010:360). Ello se debía a que “la política es ineludible, puesto que por
naturaleza el hombre es un ser conflictual” (Murillo, 2008:73). Por ese
motivo, en el marco de la protesta orientada a discutir y antagonizar con

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el Estado, en realidad había sólo una “aparente despolitización ( . . . ) que


en realidad era una nueva forma de politización ( . . . ) [que] se presenta
como apolítica” (Murillo, 2007:2). Desde estas posiciones, se sostenía que
la batalla contra la politización llevada adelante por algunos familiares
estaba destinada al fracaso. Independientemente de lo que ellos creyeran
al respecto, no puede borrarse con el codo lo que se escribe con la mano:
aún cuando algunos se opusieran a la politización de la lucha, al ma-
nifestarse en las calles impugnando al Estado y demandando justicia, la
politización parecía ser una cuestión inevitable. En ese escenario, mientras
que los expertos saben que los familiares se han politizado y que actúan
políticamente, pareciera que éstos ‘lo hacen pero no saben que lo hacen’.
Puede verse que en los trabajos citados las tensiones al interior del movi-
miento Cromañón en relación a aceptar o rechazar a los partidos políticos,
a sus militantes y a sus símbolos, estuvieron articuladas alrededor del con-
flicto entre ‘familia’ y ‘política’ como dominios sociales contrastantes. Al
orientar sus estudios en base a esa oposición, los analistas afirmaron que el
inevitable proceso de politización había transformado lo familiar en polí-
tico. Considero entonces que esos usos analíticos de ‘politización’ guardan
similitud con los usos que se ha hecho de ese concepto en los trabajos
que he enmarcado bajo una matriz común denominada como Modelo de
Antígona.
De acuerdo con lo señalado hasta aquí, resulta inquietante la persis-
tente tensión entre la perspectiva de los analistas que han considerado a
la politización como un proceso inevitable y la de algunos actores movi-
lizados que insistían en la necesidad de evitar la politización de la lucha.
Con el objetivo de abordar este conflicto entre una y otra perspectiva,
propongo aquí que aquello que ha sido tratado como una negación inge-
nua o un desconocimiento por parte de los familiares sobre la realidad del
movimiento, puede ser repensado como una tensión entre diferentes usos
de un mismo término, a saber, los usos nativos y los usos analíticos. 30
Sugiero que, al ser analizado siguiendo la perspectiva de los actores, aquel
término no representa para ellos un pasaje o una transformación de lo
familiar en político, sino que expresa una evaluación moral negativa de la
personalidad social de ciertos actores que son vistos como politizados. Esa
forma de ‘hablar de otros’ permite entrever que la política es considerada
de un modo ambiguo: no se trata de una actividad valorada apriorísti-
camente en términos negativos o positivos, sino que las consideraciones

30 En otra parte he analizado esta particularidad como una tensión entre los ‘modelos caseros’
y los ‘modelos del observador’ (Zenobi 2012 a)

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Introducción 41

sobre la misma están íntimamente relacionadas con el modo en que es


ejercida por personas concretas que están inmersas en un entramado de
relaciones sociales al interior del movimiento. Así, la práctica y las con-
sideraciones en torno a la política no se dan en abstracto y no pueden
ser escindidas de la personalidad social que la ejerce. En este contexto,
la expresión politización puede ser abordada como una categoría nativa a
través de cuya manipulación se promueven distinciones en el campo que
oponen a actores politizados y no politizados (Cf. Capítulo 4).
Con el objetivo de evitar la imposición de las prenociones propias de los
analistas por sobre las de los actores, es necesario orientar la investigación
prestando especial atención a la diferencia entre lo que parece significativo
al investigador, en virtud de sus propios preconceptos, y aquello que es
relevante para los propios actores sociales. En palabras de Elias (1982),
“el análisis sociológico exige una más estricta exclusión de los sentimientos
e ideales del investigador, en otras palabras, una mayor autonomía de la
valoración” (Elias, 1982:44). Sólo así resulta posible echar luz sobre una
serie de matices que suelen permanecer “ocultos y herméticos en una valo-
ración heterónoma” (Op. cit:45). No se trata de pretender, ingenuamente,
que la subjetividad y los prejuicios del investigador puedan ser eliminados
sin más, sino de mantener una atenta vigilancia epistemológica sobre los
mismos.
En lugar de tomar como punto de partida ciertas nociones apriorísti-
cas sobre la familia y la política, creo imprescindible advertir que lejos
de tratarse de dominios autónomos y específicos, una y otra son siem-
pre construcciones difusas, productos de procesos de clasificación social
(Barreira y Palmeira, 2006; Marques, 2002; Neiburg, 2003). Algunas inves-
tigaciones sobre familiares de víctimas producidas desde la antropología
social argentina (Vecchioli, 2005; Pita, 2010), han avanzado en tal direc-
ción al poner en cuestión la perspectiva común a un amplio conjunto de
trabajos que pueden ser inscriptos dentro de lo que he denominado Mo-
delo de Antígona, desde el cual se asume que la movilización de quienes
se definen como familiares es un producto natural del dolor generado por
la pérdida de los parientes. Así, se ha enfatizado la necesidad de señalar
la diferencia entre aquello que los propios actores consideran acerca de su
condición de familiares –que es vista como un producto de los lazos de
parentesco asumidos como naturales– y el proceso de construcción social
de esa categoría.
El estudio del modo en que se construye públicamente la categoría
familiar importa un potencial crítico fundamental, en la medida en que

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permite comprender que se trata de una categoría que no se encuentra


definida exclusivamente en términos de los vínculos de parentesco. En
el presente trabajo, me propongo mostrar que también hay un potencial
crítico, acaso menos inmediato, menos evidente, que reside en avanzar
también en la desnaturalización de las concepciones de ‘política’ puestas
en juego por los propios actores.
Con el objetivo de abordar los sentidos que revisten los términos de es-
pecial importancia para los familiares movilizados, tales como política y
politización, apelaré a la propuesta realizada desde la ‘antropología de la
política’ (Cf. Balbi, 2007; Frederic, 2004; Frederic y Soprano, 2008; Gaz-
tañaga, 2008; Heredia, Texeira y Barreira, 2002; Masson 2004; Palmeira
y Goldman, 1996; Quirós, 2006, 2012) en lo que hace al análisis de las
formas en que los actores socialmente situados delimitan qué entienden
por ‘política’ o ‘político’:

La antropología de la política se centra en el análisis de las múlti-


ples maneras en que las problemáticas categorías que habitualmente
asociamos al universo de la política, así como otras que comúnmen-
te se les asocian (‘nación’, ‘político’, ‘público’, etc.) o se les oponen
(‘privado’, ‘familia’, ‘economía’, ‘religión’, etc.), son conceptualizadas
por actores socialmente situados: “O foco da análise está centrado nas
intersecções entre o que, do ponto de vista nativo, é conceptualizado
como ‘política’, e o que é tido como da ordem de outros domínios da
vida social e cultural (nuap, 1998:7)” (Balbi y Boivin, 2008:10).

Al colocar las miradas nativas sobre la política como elemento central


del análisis, una perspectiva etnográfica permite evitar la imposición de
“un recorte arbitrario y estático al ‘domino político’, sin por ello negar
su especificidad, la cual queda sujeta al análisis en lugar de desvanecerse
en las sombras que encubren a los supuestos analíticos toda vez que los
naturaliza” (Balbi y Rosato, 2003:16-17). Si propongo una caracterización
de la política estructurada sobre los sentidos que los actores le adjudican,
reconozco entonces que “no hay límites atribuibles a priori a lo que pueda
ser pensado y vivido como propio de la política y que los eventuales lími-
tes, construidos socialmente, no gozan del privilegio de la inmutabilidad”
(Barreira y Palmeira, 2006:9). 31 Desde esta perspectiva sostengo que si
bien la expresión ‘politización’ ha sido utilizada frecuentemente como un
concepto analítico, la misma puede ser abordada en cambio como ‘po-

31 De aquí en adelante todas las traducciones son mías excepto donde se indica lo contrario.

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Introducción 43

litización’, esto es, como una categoría local socialmente construida que
resulta movilizada por los actores en ciertas situaciones particulares en
las que adquiere sentido.

El movimiento Cromañón como una configuración


social
Desde la perspectiva de quienes se movilizan públicamente en demanda
de justicia, el movimiento Cromañón es un conjunto de grupos de fami-
liares, amigos y sobrevivientes que se han reunido a partir de un evento
crítico. 32 Para ellos, el movimiento y los grupos refieren a totalidades de
diferente orden: el primero sería una totalidad más abarcativa mientras
que los grupos serían parcialidades más reducidas contenidas dentro de
aquél. El movimiento es visto como un conjunto de grupos que, en tanto
constituyen sus partes, le son preexistentes. La explicación de los propios
actores sobre las relaciones sociales al interior del colectivo muestra una
consideración de aquellos conjuntos como asociaciones perdurables que
actúan unificadamente porque sus miembros comparten características y
atributos comunes. Así, suele decirse que en el movimiento existen di-
ferencias entre los grupos combativos y los tibios, los politizados y los
antipolíticos, etc. De un modo similar, en lo que hace a los intentos de
explicar la dinámica del movimiento, diversas investigaciones sobre el te-
ma insisten en la referencia a los conflictos entre grupos ‘de derecha’ y ‘de
izquierda’, ‘militantes’ y ‘religiosos’, grupos ‘políticos’ y ‘apolíticos’. Estas
miradas comparten con los actores aquella concepción práctica (esto es,
tácita, no verbalizada, naturalizada) con respecto a lo que el movimien-
to y los grupos son, dando lugar a una confusión entre los conceptos y
modelos explicativos y los modos en que los propios actores explican su
mundo. Creo en cambio que movimiento y grupo deben ser abordados
como categorías nativas, esto es, en tanto términos “que forman parte
del repertorio cognitivo empleado por los actores para entender su mundo
social y operar en él” (Balbi, 2009:158).

32 Cabe destacar algunas investigaciones desarrolladas desde el campo de la antropología so-


cial que pretenden dar cuenta del carácter procesual de ciertos ‘eventos críticos’ –incendios,
inundaciones, terremotos, crisis económicas, etc.–, acaecidos en nuestra región en las últimas
décadas. Al respecto véase: Camargo da Silva (2001); Revet (2007); Visacovsky (2011); Ullberg
(2013).

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De acuerdo con el enfoque que promuevo aquí el objetivo de la inves-


tigación etnográfica es la reconstrucción del punto de vista de los actores
sobre las cuestiones que resultan significativas para ellos, en los términos
en que ellos mismos se las representan. En tal sentido, la perspectiva de los
actores es una construcción teórica orientada por el investigador (Guber,
2001). Con el objetivo de reconstruir las perspectivas nativas, la descrip-
ción etnográfica debe incorporar los modos locales en que los individuos
se representan su propia vida cotidiana en dos sentidos interrelacionados
(Cf. Balbi, 2010). En primer lugar, la descripción etnográfica realizada por
el antropólogo debe ser producida a través de la paulatina modificación
de sus propios marcos de referencia en función de su confrontación con las
perspectivas locales. En segundo término, el producto final del proceso de
investigación, la etnografía, “debe integrarlas coherentemente como parte
de la descripción del mundo social analizado, dando cuenta de sus lógi-
cas, fundamentos y vinculaciones con los procesos sociales examinados”
(Balbi, 2010:172). El antropólogo construye su propia interpretación de
ciertos fenómenos en diálogo con las categorías propias de los actores que
constituyen el modelo de explicación nativo, de acuerdo con los criterios
que él estima relevantes según sus propios objetivos. Mientras que en el
caso del primer tipo de modelo, “su coherencia ‘lógica’ no ha de preocu-
par, pues es una cuestión que depende de los nativos ( . . . ) El segundo es
interpretativo y depende del razonamiento del antropólogo” (Pitt-Rivers,
1973:44). Así es como él puede considerar “consecuencias, fundamentos
o inconsistencias, que aquellos no ven y lo que a estos parece razonable
puede que no se lo parezca a él y viceversa” (Op. cit:44). Al mismo tiem-
po que el análisis etnográfico incorpora las perspectivas locales, el mismo
hace posible ponerlas en cuestión, desnaturalizarlas.
En lugar de considerar al movimiento y a los grupos como conjuntos
de diferente orden, creo que los mismos no existen como totalidades por
fuera de las relaciones recíprocas establecidas entre los actores sociales.
Tales vínculos no son establecidos entre grupos sino entre familiares y
otros actores que pueden definirse como miembros de tal o cual grupo o
de ninguno. Resulta necesario, entonces, estudiar ese entramado de in-
terdependencias conformado por aquellas relaciones entre personas que
dan forma a una particular configuración social (Elias, 1982). Al precisar
este concepto, Elias ha señalado que “hombres individuales constituyen
conjuntamente configuraciones de diversos tipos, [y] las sociedades no son
más que configuraciones de hombres interdependientes” (Op. cit.:31). 33
Desde este punto de vista, no resulta posible pensar a los individuos por

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Introducción 45

fuera del movimiento y los grupos ni, al revés, pensar a los mismos más
allá de las interdependencias establecidas entre sus protagonistas.
De acuerdo con el entramado de relaciones sociales recíprocas que con-
forman el movimiento en tanto configuración social particular, considero
que el modo en que los familiares se relacionan entre sí está estrechamente
relacionado con las formas en que ellos se perciben a sí mismos, evalúan
las acciones desplegadas por otros familiares y por otros actores y con el
modo en que ellos mismos son evaluados. Desde el punto de vista de los
actores, al momento de evaluar una conducta determinada resulta rele-
vante considerar tanto los juicios emitidos por quien lleva adelante una
acción específica así como las valoraciones sostenidas por otras personas
que forman parte de la misma configuración:
(. . .) la conducta de un individuo tiende a ser guiada por los juicios
concretos de los demás, por sus expectativas de seguir mereciendo
opiniones similares, pero también por sus propias valoraciones y por el
reconocimiento de la validez que tendría el parecer de sus congéneres,
de hallarse estos en posición de juzgarlo (Firth, 1971:204).
Estos modos de orientar la conducta en base a tales evaluaciones per-
miten entrever la apelación implícita o explícita a postulados normativos
según los cuales ciertas conductas son estimadas y otras, por el contrario,
son vistas como reprobables. Mientras que algunos de los actores moviliza-
dos procuran actuar con respeto y educación, otros consideran necesario
hacer quilombo. Los primeros se considerarán moderados, pero serán se-
ñalados como pasivos; los segundos se llamarán a sí mismos frontales y
dirán que sus acciones se deben a la bronca, pero serán acusados por
otros familiares de ser violentos e irracionales. Del mismo modo, quienes
prioricen el vínculo con militantes de partidos de izquierda serán llamados
politizados por parte de quienes sostienen que, si bien su lucha es política,
la misma no debe politizarse.
Los términos mencionados forman parte del lenguaje que los protago-
nistas del movimiento utilizan para definirse unos a otros y evaluar las
acciones que llevan adelante. Los mismos contienen juicios de valor explí-
citos e implícitos. No es parte de mi trabajo como científico social calificar
a unos o a otros familiares o sobrevivientes como irracionales, moderados,
33 Al referirse a la relación entre individuo y sociedad desde esta perspectiva, Elias ha señalado
que el “entramado de la remisión mutua entre los seres humanos, sus interdependencias, son
las que vinculan a unos con otros” (1989:45). Se trata de una serie de lazos “que superan la
perspectiva del individuo ‘clausus’ y de la sociedad como una entidad independiente que se
impone a los individuos” (Ibidem.).

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violentos o politizados. En cambio, si aquí retomo esos términos enten-


diéndolos como categorías nativas ello se debe a que como antropólogo
social, me interesa particularmente comprender su propio punto de vista
sobre el movimiento Cromañón.
Estas formas de clasificación deben ser abordadas como distinciones
moralmente informadas que ponen en juego lo que los actores conside-
ran como obligatorio, correcto o incorrecto, deseable o indeseable. Hacer
referencia a un comportamiento relacionado con valores morales implica
hablar de acciones que revelan “la preferencia por determinados cursos
de acción en función de su deseabilidad y obligatoriedad, siendo que esa
preferencia es formulada conceptualmente y que la acción en su favor es
estimulada a través de una carga emotiva adherida a su formulación con-
ceptual” (Balbi, 2007:76). Siguiendo a Balbi (2007), entiendo que si los
actores se refieren a sus acciones en términos morales los analistas sociales
deberíamos pensar la cuestión en esos mismos términos. 34
Al considerar el carácter moral del comportamiento en términos de una
relación entre obligatoriedad y deseabilidad resulta indispensable mencio-
nar a Durkheim, quien ve en esa relación la eficacia social de lo moral
(Durkheim, 1951:136 y ss., 149 y ss.). Para él, el hecho de que las normas
sean cumplidas no se debe a una mera coacción ejercida por algún órgano
exterior a los individuos sino al hecho de que cumplir con las obligaciones
sociales es visto por los actores como una cuestión deseable. Sin embargo
no todas las obligaciones son vividas del mismo modo. Puede asumirse
a modo de ejemplo que para una parte de los ciudadanos, pagar los im-
puestos es visto como una obligación indeseable, por lo que puede haber
discusiones y posiciones encontradas al respecto. En cambio, cuidar a los
hijos es visto como un deber: se trata de una tarea que, aún cuando impli-
ca una obligación, es evaluada positivamente como una cuestión deseable.
Por tratarse de un principio axiomático en el marco de nuestras represen-
taciones sobre las relaciones familiares, nadie pondría en duda el hecho
de que los padres deben cuidar de sus hijos y que ello es, de por sí, meri-
torio. Tal como señala Firth al referirse a la moral, “la obligación moral
no reviste el carácter de una simple sumisión a un poder superior puesto
que sus principios se consideran deseables de por sí” (Firth, 1971:205). Se

34 Desde aquí, lo moral no es considerado como un campo o un dominio autónomo sino como
una ‘cualidad’ o como una ‘faceta’ de las prácticas. Tal como afirma Firth “lo moral se refiere
a las cualidades de los actos, más que a su sustancia” (1971:202). Nótese que esta perspectiva
se presenta como opuesta a aquella señalada más arriba que considera lo moral como un ‘do-
minio’ que impone un obstáculo cognitivo para que los actores se representen adecuadamente
su realidad (Cf. Murillo, 2008).

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Introducción 47

trata de aquellos casos en que, dicho en palabras de Durkheim, la “noción


del bien penetra en la noción del deber tanto como la noción de deber y
obligación penetra en la del bien” (Durkheim, 1951:154). 35
Debido a que los valores morales orientan el comportamiento y a que,
al mismo tiempo, pueden ser movilizados interesadamente, los cursos de
acción a seguir por los actores sociales no están fatalmente determinados
por los mismos. En las circunstancias específicas en que los actores deci-
den cómo posicionarse frente ciertos temas relevantes, los posibles cursos
de acción son sólo, y justamente, posibles. A su vez, las decisiones que
estos tomen tampoco están libres de constricciones. 36 Puesto que no hay
una relación directa entre valores y comportamiento, las decisiones sobre
qué caminos seguir son una consecuencia de ciertas “elecciones morales”
(Archetti, 2003:165).
En caso del movimiento Cromañón, las posiciones conflictivas y en
disputa en torno de los así llamados desbordes violentos en el espacio
público o la politización de la lucha ponen en juego aquello que los acto-
res consideran deseable, obligatorio y, en virtud de estos atributos, más
conveniente para su lucha. En tal sentido, los criterios que definen la efi-
cacia (o la ineficacia) de sus propias acciones públicas están moralmente
informados. Esta particularidad permite comprender que desde el punto
35 Siguiendo el énfasis puesto por Durkheim en la importancia de los sentimientos, afectos
y pasiones como fuentes del deseo, Firth (1971) sugirió que las consideraciones morales que
fundamentan distinciones sociales son siempre concebidas “emocionalmente, ( . . . ) por más que
se les dé una expresión intelectual y se los presente de una manera razonada” (Firth, 1971:202).
En el mismo camino, al destacar el carácter afectivo de los comportamientos morales, Archetti
(2003) propuso que preguntarnos “de modo racional qué está bien, qué está mal no resulta
suficiente; necesitamos enfocar nuestra investigación en lo que es deseable y meritorio para los
actores” (Archetti, 2003:163).
36 El tratamiento de la dimensión moral del comportamiento en la teoría antropológica puede
ser sistematizado de acuerdo a dos grandes tendencias (Cf. Balbi, 2007, Capítulo I). En un
extremo se encuentran las posturas que insisten en la obediencia normativa y que tratan a
los valores como conceptos abstractos, homogéneos y unívocos que regulan la acción social.
En el otro extremo, se encuentran quienes privilegian la capacidad individual de manipularlos
según las circunstancias con el objetivo de maximizar los beneficios personales. Creo posible
y necesario situar el análisis a mitad de camino entre esas dos tendencias. Sostener que “los
valores morales son, en su forma y contenido, productos del comportamiento” (Balbi, 2007:78),
no implica considerar a la capacidad de manipulación situacional como una decisión estratégi-
camente meditada por los actores y libre de todas limitaciones. Como ha mostrado Malinowski
a lo largo de toda su obra, tal manipulación siempre se da de acuerdo con ciertas constricciones
tanto normativas como contextuales. Esas limitaciones incluyen condicionamientos institucio-
nales, la distribución desigual de recursos y capacidades entre los actores y, en muchos casos,
la existencia de ciertos sentidos relativamente legitimados que se asocian sistemáticamente a
aquellos valores, juicios, máximas morales, etc. Al situarme a medio camino entre aquellas dos
tendencias, asumo que la producción de los sentidos de los ‘juicios’, ‘máximas’ y ‘elecciones’ mo-
rales es en gran medida “situacional, esto es, simultáneamente parcial, interesada y socialmente
situada” (Balbi, 2007:78).

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de vista de los actores hay una fusión entre ‘valor’ e ‘interés’, motivo por
el cual ‘moral’ y ‘estrategia’ no constituyen dimensiones del comporta-
miento opuestas o antitéticas. 37 Los actores ven aquello que los analistas
llamamos ‘sus intereses’ en términos morales:

Esta superposición de valores e intereses desde el punto de vista


subjetivo en nuestra propia conducta –la sutil forma en que una y
otra vez confundimos lo que nos conviene hacer con lo que nos parece
correcto hacer– es algo que todos hemos experimentado: el problema
radica en entender cómo ello se produce (Balbi, 2007:72)

En tanto fundamento de las conductas, las nociones locales sobre lo


correcto y lo incorrecto deben ser estudiadas en las circunstancias precisas
en las que se ponen en juego puesto que, como ha señalado Firth, “las
ideas sobre lo bueno y lo malo, tal como las interpretan los individuos al
referirlas a sus propias situaciones particulares, otorgan una importante
justificación a la acción social” (1971:229). Si bien el significado de las
categorías y términos movilizados por los actores es siempre una función
del contexto en el que está inserto, el significado social del contexto va
mucho más allá de la simple referencia a las coordenadas de tiempo y
lugar en el que una determinada acción se despliega.
La importancia de un análisis fuertemente contextual reside en que, en
palabras de Malinowski, “la expresión y la situación están enlazadas en
forma inextricable una con otra y el contexto de situación resulta indis-
pensable para la comprensión de las palabras” (Malinowski, 1964:321).
Desde esta perspectiva, “el verdadero conocimiento de una palabra se
logra por la práctica del uso apropiado de ella dentro de una situación
( . . . ) así, no puede haber definición de una palabra sin que esté presente
la realidad que ella significa” (Malinowski, 1964:341). En el caso que me
ocupa, categorías tales como politización o dolor son movilizadas en cier-

37 La distinción analítica entre tipos de acción ‘moral’ y ‘estratégica’ implica una atribución
de estados internos a los actores (‘inner states’) que resulta problemática para el análisis so-
ciológico. En discusión con las posiciones de ciertos autores que se han ocupado de este tema
(Herzfeld, 1988; Nadel, 1974; Needham, 1972), Balbi (2007) ha sugerido que resulta inevitable
que los analistas atribuyamos estados internos a los sujetos con los que trabajamos, aún cuando
reconoce nuestra incapacidad en tanto científicos sociales para aprehenderlos fehacientemente.
Desde esta perspectiva, se ha considerado que, si bien tal atribución no inhibe el análisis socio-
lógico, debe evitarse estructurar los análisis a partir de la misma. El énfasis en la reconstrucción
de la perspectiva de los actores se presenta como una salida posible. En efecto, puesto que desde
la perspectiva de los actores hay una fusión entre intereses y valores, no es necesario establecer
analíticamente una operación de diferenciación entre tipos de acción ‘moral’ y ‘estratégica’ (Cf.
Balbi, 2007).

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Introducción 49

tas circunstancias públicas y producen efectos sobre las realidades de las


que forman parte. En este marco, el lenguaje se revela no tanto como un
‘medio de pensar’ sino más bien como un ‘modo de acción’. Al analizar el
papel de los contextos de situación desde la perspectiva etnográfica pro-
puesta, resulta posible incorporar al análisis la complejidad, los matices
y las contradicciones propias de la vida social.
Al abordar el estudio del movimiento Cromañón como una configu-
ración social, debe destacarse que las relaciones de interdependencia de
acuerdo a las cuales los familiares se definen a sí mismos no se limitan a
las relaciones recíprocas que ellos establecen entre sí. Por un lado, el movi-
miento está inserto dentro de un campo más amplio de organizaciones de
familiares de víctimas. A su vez, participan activamente del mismo otros
actores tales como los sobrevivientes y los que acompañan (militantes po-
líticos, amigos de los fallecidos, otros parientes, psicólogos sociales, etc.)
(Cf. Capítulo 2). Por otra parte, deben considerarse las relaciones que los
familiares de los fallecidos y los sobrevivientes del incendio establecieron
con diversos agentes y funcionarios estatales, al ser reconocidos como víc-
timas por los programas de atención creados por el gobierno porteño y
como querellantes ante la justicia penal (Cf. Capítulo 1).
El estudio de las relaciones establecidas por familiares y sobrevivien-
tes con diversas instancias estatales que aquí propongo, evita asumir
al Estado como una entidad unificada, autocontenida y autónoma (Cf.
Abrams, 1988; Corrigan y Sayer, 2007; Daas y Poole, 2008; Troulliot,
2001). Siguiendo a Abrams, cabe distinguir entre lo que este autor de-
nomina ‘sistema-estado’ e ‘idea-estado’. Para Abrams, el primero es “un
nexo palpable de práctica y estructura institucional centrado en el go-
bierno y más o menos extenso, unificado y dominante en cualquier so-
ciedad dada” (Abrams, 1988:82). Por otro lado, existe una idea-estado
proyectada y creída en diferentes sociedades, que presenta a las insti-
tuciones del sistema-estado como “una expresión integrada del interés
general limpiamente disociada de todos los intereses sectoriales y de las
estructuras –clase, raza, iglesia, etc.– asociadas a los mismos” (Abrams,
1988:76). Asumir la idea-estado implica atribuir a las prácticas y agencias
del sistema-estado la unidad e independencia con que aquélla los presen-
ta, pero que, según Abrams, no tienen. En términos de Mitchell, la idea
de unidad proyectada sobre esas agencias diversas es producto de “un
poderoso efecto metafísico de prácticas que hacen que tales estructuras
aparenten tener una existencia propia” (1991:94). 38 De acuerdo con estas
ideas, el análisis de las relaciones de los familiares y sobrevivientes con

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50 Familia, política y emociones

el Estado se abordará a partir de la consideración del mismo como un


entramado lábil y de límites difusos, articulado en torno de agencias e
instituciones heterogéneas.
Las relaciones establecidas por familiares y sobrevivientes con opera-
dores y expertos que se desempeñan dentro de ciertas agencias estatales
resulta particularmente importante debido a que, tal como han demos-
trado otras investigaciones (Daich, 2004; Das, 1995; Fassin y d’Halluin,
2005; Mora, 2008; Sarrabayrouse, 2003; Vechiolli, 2005, 2000), la condi-
ción de ‘víctima’, ‘damnificado’ o ‘querellante’ es el resultado de diversos
procedimientos oficiales de acreditación. A lo largo de este tipo de pro-
cedimientos suelen ponerse en circulación una serie de documentos tales
como declaraciones judiciales, documentos de identidad, partidas de na-
cimiento, libretas matrimoniales, etc. Entre esos artefactos de registro
oficial se destacan las constancias y certificados médicos orientados a que
las víctimas acrediten adecuadamente el sufrimiento causado por haber
‘estado allí’. Se trata de documentos que exponen en forma descarnada
que para el Estado “el cuerpo se ha constituido en el lugar que muestra
la evidencia de la verdad” (Fassin y d’Halluin, 2005:598). En resumen, la
posesión, puesta en circulación y exposición de este conjunto de artefactos
“legaliza y oficializa al ciudadano y lo hace visible, pasible de control y
legítimo para el estado” (Peirano, 2002:37). Así, resulta posible para la
enredada maquinaria estatal identificar a los ciudadanos y establecer los
derechos y deberes de cada uno de ellos (Cf. Scott, Tehranian & Mathias,
2002).
En su análisis del papel del Estado en la institución de representaciones
sociales, Bourdieu ha señalado que su poder de nominación reside en que

El Estado instaura e inculca unas formas y unas categorías de per-


cepción y de pensamiento comunes, unos marcos sociales de percep-
ción, ( . . . ) unas formas estatales de clasificación. Por ello crea las
condiciones de una suerte de orquestación inmediata de los habitus
de los cuales es el fundamento, de una suerte de consenso sobre este
conjunto de evidencias compartidas que son constitutivas del sentido
común (Bourdieu, 1997b:117).

38 Según Melossi, la creencia en tal unidad es vital para la continuidad y el funcionamiento mis-
mo del Estado, puesto que sus agencias “únicamente se pueden mantener agrupadas si quienes
las tienen a su cargo, así como el público en general con el que están relacionadas, comparten
la creencia de que dichos individuos y agencias son, de hecho, ‘órganos’ o ‘representaciones’ de
algo a lo que se llama el estado” (1992:94).

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Introducción 51

En particular, este autor se ha referido a la familia como un fenómeno


social que cuenta con una doble forma de existencia, tanto en la objetivi-
dad como en la subjetividad. Según su propuesta, las formas y principios
estatales encarnan “a la vez en la objetividad bajo la forma de estructu-
ras y mecanismos específicos y también en la ‘subjetividad’ o, si se quiere,
en los cerebros, bajo la forma de estructuras mentales, de categorías de
percepción y de pensamiento” (1997b:98). En el caso que aquí presento,
el proceso de acreditación de los vínculos filiales implica que, además de
ser conocidos por quienes los invocan, los mismos deben ser reconocidos
a través de los procedimientos oficiales. En el caso de los padres y ma-
dres que aquí me ocupan, ello fue posible cuando pusieron en circulación
una serie de documentos que objetivaban un habitus y una representación
subjetiva de su condición (el ser familiares) y, sólo a través de esas he-
rramientas estatalmente validadas, lograron eficazmente adecuarse a las
estructuras objetivas y externas que la garantizaban.
Puesto que, como ha señalado Bourdieu, al instituir sus propias cate-
gorías y principios de clasificación en la objetividad y en la subjetividad
el Estado “confiere a un arbitrario cultural todas las apariencias de lo na-
tural” (1997b:95), lejos de ser abordados como cuestiones naturales auto-
evidentes, creo que los vínculos familiares oficialmente acreditados deben
ser tratados como ‘hechos de Estado’. Se trata de vínculos estatalmente
instituidos.
En base a lo señalado hasta aquí, creo que un análisis de las acciones
desplegadas por los actores movilizados en el marco del movimiento no
puede descuidar la otra cara de su personalidad social, modelada en base
a los vínculos con el Estado a los que me he referido. En efecto, tal como
mostraré, ellos están vinculados por un lado al movimiento –como acto-
res movilizados en demanda pública de justicia– y por el otro al Estado
–en tanto víctimas reconocidas ante el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires (gcba) y querellantes ante la justicia penal– (Cf. Capítulo 1). La
noción de ‘lazos contrapuestos’ expresa esta participación simultánea en
dos ‘órdenes’ diferentes.
Son numerosos los trabajos que desde la antropología política clásica
han abordado el papel de este tipo de vínculos en contraposición (Cf.
Evans Pritchard, 1977; Gluckman, 1968, 2003; Pitt-Rivers, 1989). Gluck-
man (2003) ha analizado desde esta perspectiva la dinámica de las rela-
ciones entre quienes actúan en ciertas situaciones sociales de acuerdo con
los vínculos que mantienen ente sí en tanto ‘blancos’, ‘zulúes’, ‘cristianos’
y ‘paganos’. Un análisis contextual muestra que en tales circunstancias

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52 Familia, política y emociones

la adscripción de las personas a estos grupos “cambia de acuerdo a los


intereses, valores y motivos que determinan su comportamiento en dife-
rentes situaciones” (2003:48). Al expresarse en contextos específicos, esta
participación simultánea en relaciones sociales diversas define la persona-
lidad social de los actores. Esto es lo que ha mostrado Pitt-Rivers (1989)
al analizar la pertenencia simultánea de los habitantes de un pequeño
pueblo al Estado y a la comunidad local: “los dos sistemas se entrecruzan,
( . . . ) como sistemas opuestos de sanciones que operan con fuerza relati-
va sobre el individuo en cada situación particular y definen, a través del
equilibrio que ellos provocan, su personalidad social” (1989:176).
En el caso que aquí me ocupa la expresión de esos lazos contrapuestos
puede verse, por ejemplo, cuando los miembros de Que No Se Repita, en su
carácter de ‘familiares’ pero también de ‘querellantes’, condenan a quienes
promueven desbordes en el espacio público al considerar que esas acciones
pueden influir negativamente en la causa penal. Como se verá, ese ‘doble
carácter’ también se hace explícito al analizar el papel que Pablo Asturias
cumple en ese grupo como referente, papá y abogado (Cf. Capítulo 3).
De esta manera, el estudio de las relaciones establecidas por familiares
y sobrevivientes con diversas agencias estatales resulta fundamental para
comprender el modo en que se articulan los vínculos que ellos mantienen
entre sí en el marco de la lucha pública.
El modo que he propuesto aquí para abordar el estudio del movimiento
Cromañón se propone dialogar con otras investigaciones sobre familiares
de víctimas que no han tomado en consideración las múltiples relaciones
que han establecido con el Estado y sus agencias quienes se definen como
víctimas. En el caso de las investigaciones sobre Cromañón se ha hecho
hincapié recurrentemente en las acciones de oposición, denuncia e impug-
nación promovidas hacia el Estado y ‘los políticos’. Aquí evitaré tratar al
‘movimiento’ y al ‘Estado’ como conjuntos enfrentados entre sí. Me pro-
pongo analizar al movimiento desde un abordaje etnográfico tratándolo
como una configuración social, esto es, como un entramado de interde-
pendencias que debe ser explicado teniendo en cuenta tanto las relaciones
recíprocamente establecidas entre los actores organizados para demandar
justicia, así como las entabladas por ellos con diversas agencias estata-
les. Al hacerlo, espero demostrar la importancia de tales vínculos para su
propia construcción pública como víctimas de Cromañón.

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Introducción 53

¿Antropólogo o infiltrado?
De las acusaciones a las perspectivas de los actores
La investigación en que se basa este libro ha sido desarrollada a partir de
una metodología y un enfoque de tipo etnográficos. Considero a la etnogra-
fía como “un tipo de análisis que da por supuesta la diversidad de lo real
y trata de aprehenderla a través de un trabajo de campo centrado en las
técnicas de observación participante y entrevista abierta” (Rosato y Balbi,
2003:16; Cf. también Balbi, 2007) que garantizan la exposición directa del
investigador a aquella complejidad que aspira aprehender. Con el objetivo
de dar inicio a la fase exploratoria a partir de la cual decidir cuál sería el
ámbito más propicio para realizar mi trabajo de campo, me acerqué a la
imponente marcha que conmemoraba el primer año de la masacre, en la
que se habían congregado unas 40.000 personas. Unas semanas después,
a principios de 2006, comencé a asistir a diversas actividades organiza-
das por los grupos de familiares, tales como peñas folclóricas, muestras
de fotos, recitales y diversos tipos de reuniones que congregaban a los
protagonistas del movimiento. Durante esta primera etapa en el campo
privilegié como estrategia metodológica las situaciones de charla informal
con padres, sobrevivientes, amigos, militantes, etc. Asimismo, indagué en
los diferentes sitios web elaborados por algunos de ellos, que tienen como
eje la masacre y la demanda de justicia. A partir de estos primeros pasos
construí una caracterización inicial de los diversos grupos de familiares.
La segunda etapa de campo, que se extendió entre mayo de 2006 y
diciembre de 2007, fue la más prolongada y la más intensa. Durante ese
período las actividades públicas del movimiento eran muchas y muy diver-
sas. En lo relativo a las actividades constantes y regulares, los miembros
de cada grupo se reunían una vez por semana en sus respectivas sedes.
Luego, los días viernes, los representantes de esos conjuntos se daban
cita en las reuniones de articulación que se realizaban alternativamente
en espacios diferentes. Por su parte, los segundos domingos de cada mes
familiares de diferentes grupos asistían a una misa en la Catedral Metro-
politana. Durante algunos meses del año 2006, a esas actividades se sumó
la realización de una asamblea de familiares y una ronda alrededor de la
Pirámide de Mayo, ambas actividades de carácter mensual. Finalmente, la
más importante de todas las actividades era la marcha que todos los días
30 reunía habitualmente entre 1.000 y 2.000 personas. Además de estas
acciones de frecuencia regular, los diferentes grupos de familiares propi-

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54 Familia, política y emociones

ciaban actividades que eran variables en cantidad y frecuencia de acuerdo


con la agenda del momento y con los temas que ellos consideraban de
relevancia para su lucha.
Si bien yo no compartía algunas de las premisas políticas del movimiento
Cromañón, mi intención fue acercarme al colectivo con el objetivo de
prolongar mi exploración sobre las formas de protesta de clase media que
había iniciado unos años antes al estudiar la denominada ‘crisis de 2001’
(Fava y Zenobi, 2009) y, en particular, a los ‘ahorristas estafados’ (Zenobi,
2006; 2007; 2011 c). Si yo pretendía trabajar con familiares de víctimas
de clase media, de acuerdo con la caracterización primigenia realizada a
partir de la fase prospectiva de campo, Que No Se Repita parecía ser un
grupo adecuado. Por tal motivo, una vez finalizada la fase inicial intenté
establecer contacto con sus miembros.
Una vez que comencé a participar en ese grupo mi principal tarea con-
sistió en realizar observación participante en las reuniones semanales que
mantenían sus integrantes en un local del microcentro porteño, en las que
participaban activamente unos cincuenta familiares. A su vez, paralela-
mente a mi trabajo de campo allí, me hice presente en diversas situaciones
como las mencionadas más arriba en las que se ponía en juego la interac-
ción de sus miembros con otros integrantes del movimiento. El objetivo
de esta estrategia metodológica fue contextualizar permanentemente la
vida interna del grupo con las relaciones establecidas con los familiares de
otros grupos.
La etapa final de mi trabajo de campo fue desarrollada entre agosto
de 2008 y agosto de 2009, período relativo al juicio oral penal. Durante
estos meses mantuve mi presencia en las mismas actividades que en la eta-
pa previa: reuniones de qnsr, marchas, reuniones de articulación, etc. Sin
embargo, a lo largo de ese año buena parte del trabajo de campo se centró
en la observación participante desarrollada en las audiencias judiciales que
se llevaron a cabo en el palacio de Tribunales. Asimismo, en ese período
realicé veinte entrevistas. Dieciséis fueron realizadas a miembros de qnsr:
catorce a padres y dos a padres de sobrevivientes. También entrevisté a los
referentes públicos de los otros grupos. Para ello organicé encuentros con
los referentes del grupo Paso, de la ong y de aphac. En todos los casos se
trató de entrevistas semiestructuradas y no directivas. Las entrevistas no
fueron consideradas como medios para ‘recolectar datos’ de la realidad.
Al realizarlas he evitado asumir que su “validez radica en obtener infor-
mación verificable, cuyo contenido ( . . . ) [es] independiente de la situación
particular del encuentro entre ese investigador y ese informante” (Guber,

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Introducción 55

2001:76). Así, al analizar su contenido he considerado que las entrevistas


hablan menos del ‘mundo externo’ que de la posición del hablante y de
su interlocutor (el antropólogo) en el campo.
A lo largo de todas las etapas de mi trabajo en terreno presté especial
atención a dos tipos de fuentes secundarias: las noticias aparecidas en
la prensa gráfica y los documentos burocráticos producidos por diversas
agencias estatales. En relación a las primeras, el trabajo con ese corpus de
información resultó relevante a los fines de recolectar cifras, datos e inter-
pretaciones que contribuyeron a la construcción social del incendio como
una ‘tragedia traumática’. Claramente, estos medios fueron importantes
actores que participaron activamente en las disputas por construir e impo-
ner determinados sentidos sobre lo sucedido. En relación al segundo tipo
de fuentes, al considerar pertinente el estudio del proceso de acreditación
de la condición de los familiares de los fallecidos y de los sobrevivientes
del hecho, relevé y analicé las leyes y decretos resoluciones del Gobierno
de la ciudad de Buenos Aires relativos a los programas de asistencia. Por
su parte, en lo relativo a las producciones pertenecientes al Poder Judi-
cial de la Nación, analicé tramos del expediente de la causa penal iniciada
como consecuencia del incendio que lleva como nombre “Chaban, Emir
Omar y otros s/estrago doloso”. Asimismo, trabajé con los materiales que
fue produciendo la agencia judicial a medida que fueron avanzando las
diferentes etapas del juicio oral penal que finalizó cuatro años después del
incendio.
Una vez elegido qnsr para desarrollar el trabajo de campo, la opor-
tunidad para contactarme con ese grupo se produjo de forma casual. En
una de las primeras marchas a las que asistí me encontré con una amiga
personal cuyo primo había fallecido en el incendio. En esa ocasión ella me
comentó que Patricia, la madre del joven, era la referente pública del gru-
po Paso, pero que su propio padre, Juan, tío del fallecido, era un activo
y destacado miembro de qnsr. Frente a mi pedido de participar en las
reuniones del grupo, realizado a través de un mensaje de e-mail unos días
después de haberlo conocido, Juan me invitó a asistir a esos encuentros.
En la primera reunión Juan me indicó cuáles eran los modos adecuados
de ingresar a su mundo. Él me presentó a Pablo Asturias, el referente
público de qnsr, y nos introdujo en un breve intercambio en el que Pablo
me autorizó a asistir a las reuniones sin que mediara consulta alguna o
presentación al resto del grupo. De esta manera, comencé a participar y a
tomar notas en mi libreta de campo sobre las charlas e intercambios que
establecían entre sí los asistentes a la reunión. Luego de esa primera jorna-

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da de trabajo, me sentí muy satisfecho por el papel desempeñado por mi


‘portero’ (Cf. Berreman, 1962), quien parecía manejarse muy fluidamente
con el resto de los padres y con el líder del grupo.
Al ingresar al campo, yo había decidido manejarme manteniéndome a
una distancia prudente de ‘mis’ nativos: creía que no debía comportarme
como una víctima, ni como uno de los que acompañan, sino como un in-
vestigador. Al no participar de las discusiones expresando públicamente
mis opiniones personales sobre ‘sus’ asuntos, pensaba que mi silencio sería
interpretado como una muestra de respeto hacia su dolor. En la segunda
ocasión en que asistí a la reunión de qnsr, mientras tomaba notas, uno de
los padres que había estado atento a mis movimientos, dijo señalándome:
“Perdonen mi ignorancia . . . pero . . . este muchacho ¿es sobreviviente . . . ?
¿O qué es? Porque lo veo . . . [tomando notas]”. Mientras llamaba la aten-
ción públicamente sobre mi persona, él hacía con su mano el gesto que
representa el movimiento de la mano al escribir. A través de la gestualidad
a la que apelaba, ese padre mostraba su preocupación por el hecho de que
yo estuviera registrando lo que se hablaba en la reunión. De acuerdo con
Guber, mientras que “la participación pone el énfasis en la experiencia vi-
vida por el investigador, al ‘estar adentro’ de la sociedad estudiada ( . . . )
la observación ubicaría al investigador fuera de la sociedad para llevar
un registro detallado de cuanto ve y escucha” (2001:57). Siguiendo esta
distinción, mi actitud en las primeras reuniones se inclinaba claramente
hacia mi condición de observador. Para quien se había inquietado por
mi presencia, mi silencio y mi interés en tomar notas eran vistos como
conductas socialmente inadecuadas. La duda planteada por aquel padre
se revelaba como una sospecha: si yo era un sobreviviente, ¿por qué me
comportaba como alguien ‘de afuera’ preocupado sólo en registrar cuanto
acontecía en la reunión? De un modo opuesto, si yo no lo era, ¿qué hacía
allí tomando notas?, ¿cuál era el objetivo de mi participación en el grupo?
En un intento por aclarar mi situación decidí intervenir y expliqué: “mi
nombre es Diego. Soy estudiante de la uba y soy amigo de Celeste, la hija
de Juan. Estoy estudiando cómo se organizan los familiares de los chi-
cos”. Contrariamente a lo que yo hubiera esperado, la explicación sobre
mi presencia en la reunión tuvo un efecto que complejizó las cosas aún
más. Otro padre afirmó a viva voz y entre risas: “¡Es estudiante de la uba
y tiene una beca Ibarra!”. A través de este comentario él expresaba mi
posible asociación con Aníbal Ibarra, ex Jefe de Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, a quien los familiares consideran como el responsable
penal y político de la muerte de sus hijos. Luego de estas palabras to-

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Introducción 57

dos echaron a reír ridiculizando tal posibilidad. Tal como sucede en otras
circunstancias, en este caso se expresaba con giros humorísticos una po-
tencial situación de hostilidad (Cf. Lloyd-Peters, 1972; Radcliffe-Brown,
1974). Luego de esa intervención, Pablo cambió el tema de la conversa-
ción, quitando importancia a lo sucedido, y la reunión siguió su curso
habitual.
A partir del episodio descripto creí haber aprendido algo del modo en
que un antropólogo debe presentarse al ingresar al campo, y me reproché
a mí mismo por no haberle pedido a Pablo que me presentara pública-
mente a todo el grupo. Me había limitado a aceptar un permiso ‘formal’
de ingreso al campo, con los límites que este tipo de ‘permiso’ implica-
ba (Cf. Rabinow, 1992). Quizás había sobreestimado la capacidad de mi
portero para manejarse en ‘su’ mundo. O, más probablemente, ese mundo
no era tan diferente al mío, y ciertas reglas de cortesía y presentación nos
resultaban comunes. A partir de entonces comencé a comportarme de un
modo diferente y casi opuesto a lo que había considerado como adecuado
hasta el momento. Me dediqué a hablar más fluidamente con todos los
padres de qnsr e intenté explicarles el motivo de mi presencia allí. Con la
misma intención, en ocasión de las marchas de los días 30 de cada mes, me
mostré interactuando abiertamente con miembros de otros grupos como
Paso. En lugar de resguardar mi posición en el campo, la exponía. Ahora
consideraba, à la Malinowski (1975a), que con el paso del tiempo y co-
mo consecuencia de mi nuevo comportamiento, los miembros de qnsr se
habrían desentendido de mi persona y que habrían dejado de interesarse,
alarmarse o autocontrolarse por mi presencia. Pensaba que, con el paso
de los meses, los miembros del grupo estarían en el proceso de conside-
rarme como parte integrante de su mundo, como a cualquier etnógrafo
que es asumido por los nativos como “una molestia o mal necesario . . . ”
(Malinowski, 1975a:25).
Así pasaron algunos meses y, además de asistir a sus reuniones semana-
les, yo acompañaba a los familiares de Que No Se Repita a las actividades
organizadas por ellos y por otros grupos, tales como misas, charlas en
escuelas, volanteadas en espacios públicos, etc. Como parte de esas acti-
vidades por fuera del grupo, comencé a asistir a las asambleas mensuales
de familiares que habían sido impulsadas por sus miembros. En la cuarta
asamblea, realizada unos seis meses después de mi ingreso a qnsr, sucedió
un hecho inesperado. Se produjo la ruptura de ese espacio en dos sectores
diferentes de familiares. Esa ruptura parecía precipitar la división del mo-
vimiento Cromañón. Debido a la importancia de lo ocurrido, en la reunión

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58 Familia, política y emociones

siguiente del grupo se abordó el tema. Se dijo que la ruptura había sido
una acción politizada que buscaba la división de los familiares y del movi-
miento. Allí le adjudicaron algún papel en la ruptura a los miembros del
grupo Paso. Esta tesis fue apoyada por un padre que suele manifestarse
frecuentemente en contra de la politización de la lucha. En el contexto de
este debate, cuatro meses después de la primera acusación, llegó el turno
de la segunda. Esta vez fue ese padre quien, recordando mi vínculo con
Juan, y a través suyo con Patricia la referente de Paso, dijo señalándome:
Yo sé que algunas cuestiones que hablamos en este grupo, han lle-
gado a ser conocidas por los otros grupos. Si bien puede ser a través
de otra persona, yo quisiera saber cuál es la posición del muchacho
en todo esto . . . porque acá somos todos familiares y él es el único no
familiar. 39
La imputación realizada era una muestra de que, tal como ha señalado
Douglas (1970) al analizar las acusaciones de brujería, en circunstancias
como éstas las acusaciones funcionan “como un arma para atacar las re-
laciones sociales ambiguas” (1970:xxv). En efecto, con sus palabras, ese
padre expresaba que yo no era un familiar sino un amigo de Juan, pero
como amigo no era visto como uno de los que acompañan. Al interpre-
tar de ese modo la imputación, me esforcé por desambiguar mi posición
en el campo y desarrollé nuevamente una explicación similar a la que
había ofrecido unos meses antes intentando explicar mi papel de investi-
gador. Muchos familiares pretendieron minimizar la acusación e inclusive
señalaron que se había tratado de una intervención desubicada y de una
falta de respeto hacia mi persona y hacia la de Juan. Pero quien me acu-
só insistió en que su observación tenía razones fundadas:“Te explico . . .
acá hubo gente infiltrada . . . por eso lo dije en público, para hacerlo más
transparente . . . ”. Dándole la razón, algunos recordaron que en las prime-
ras reuniones de qnsr pudieron identificar a un infiltrado que fue expul-
sado del grupo; se trataba de un hombre que decía pertenecer al gcba y
ofrecía subsidios a familiares y sobrevivientes del incendio. En un contex-
to en el que el movimiento se había constituido en un importante actor
en la escena política local y representaba un problema para el poder po-
lítico, los infiltrados eran vistos como agentes del Estado enviados por el
39 La preocupación por la circulación de información no es exclusiva de los miembros de qnsr.
Crivelli (2007) señala que mientras realizaba trabajo de campo en un grupo de sobrevivientes del
incendio, ella se sintió tratada como “una espía” (2007:152) puesto que le prohibieron compartir
con miembros de otros grupos la información a la que tenía acceso así como asistir a ciertas
reuniones.

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gobierno para infligir algún tipo de daño sobre ese conjunto y su presencia
era asumida como parte normal de la lucha política. 40 Sobre el final de la
reunión yo no dejaba de preguntarme por el origen de la nueva acusación
sufrida. Si bien no compartía algunas de las posiciones políticas del movi-
miento y no tenía una posición definida sobre la responsabilidad del grupo
de rock en la ocurrencia del incendio, nunca había discutido esos temas
con los familiares. Ahora me sentía todo lo opuesto al investigador que,
supuestamente, con el tiempo deja de ser un elemento disturbador (Mali-
nowski 1975a). En cambio, creía que todo el grupo se había conmocionado
por lo que yo sospechaba que era mi ‘invisible’ e ‘inofensiva’ presencia,
y que quizás a lo largo de todos estos meses varios de sus miembros me
habían estado mirando con recelo.
En mi afán de estudiar los modos de organización del grupo, yo había
ingresado a un campo de relaciones sociales previamente existente entre
los miembros de Que No Se Repita y los familiares de otros grupos, y
mi persona social estaba siendo evaluada en relación a ellas. Yo era el
amigo de Juan, y Juan era el cuñado de Patricia, la referente de un grupo
al que algunos miembros de qnsr señalaban como politizado. Además,
él mismo tenía una historia vinculada a la política (Cf. Capítulo 4). Al
mismo tiempo, al señalar que yo bien podía ser un sobreviviente o un
infiltrado, se me estaba asignando un lugar dentro de ese entramado social
según categorías que para estos familiares tenían un sentido y una historia
particular. Como Mead, quien no podía evitar verse “prisionera entre las
redes del rango real” (1983) al ser considerada como un taupou a lo largo
de todo su trabajo de campo en Samoa, yo me encontraba embrollado
en las mismas categorías y redes que los actores sociales habían tejido
para sí, y de las que creía estar eximido al suponerme externo, invisible e
inofensivo.
Habitualmente se considera que la empatía con los nativos y la cons-
trucción de relaciones de confianza son cuestiones centrales para conducir
la investigación a buen puerto. De todos modos, en este caso la descon-
fianza y las acusaciones resultaron productivas y estimularon preguntas
de investigación que resultaron centrales para mi trabajo. A diferencia
de una mirada naturalista sobre el trabajo de campo (Cf. Hammersley,

40 En el caso de la antropología argentina, al analizar algunos episodios de su trabajo de


campo con ex combatientes de la denominada ‘guerra de Malvinas’, Guber (1995) ha analizado
la consideración nativa del antropólogo como un espía oficial que pretende realizar algún daño
a la comunidad con la que trabaja. Para un análisis más detallado de los episodios que aquí
describo, sus aspectos éticos y sus consecuencias para la construcción de conocimiento a partir
del trabajo de campo, véase: Zenobi (2010 b).

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60 Familia, política y emociones

1984), una postura reflexiva entiende que este tipo de episodios deben
verse como instancias a ser problematizadas antes que como obstáculos
para la investigación: “la transgresión (lo que llamamos errores o traspiés)
es ( . . . ) un medio adecuado de problematizar distintos ángulos de la con-
ducta social y evaluar su significación en la cotidianeidad de los nativos”
(Guber, 2001:66). 41 Luego de estos episodios en los que ellos mismos pu-
sieron en relación las categorías ‘sobreviviente’ e ‘infiltrado’, yo comencé
a sospechar que estos padres creían que un sobreviviente podía actuar co-
mo un espía con el objetivo de conseguir información sólo accesible a los
miembros de qnsr. Pero la cuestión también podía plantearse del modo
inverso: ¿podía un infiltrado simular su condición de víctima y hacerse
pasar falsamente por un sobreviviente del incendio? A partir de entonces
comencé a prestar especial atención a los relatos sobre falsos sobrevivien-
tes que cada tanto salían a la luz y aquella pregunta fue cobrando mayor
espesor. Así fue como comencé a indagar las particularidades del proceso
de acreditación de la condición de sobreviviente y de familiar frente a
las agencias del Estado (Cf. Capítulo 1). De ese análisis surge que, según
algunos familiares, en los meses posteriores al incendio, ciertas personas
inmorales e inescrupulosas que no estuvieron presentes en el hecho ac-
cedieron a la atención médica y psicológica prevista por el gcba, para
conseguir un certificado médico que acreditara (falsamente) su condición
de víctimas y así acceder al subsidio previsto para quienes sufrieron las
consecuencias del siniestro.
La necesidad de tejer lazos con los sujetos implicados en las relaciones
sociales que se pretende estudiar, y el hecho de frecuentar sus espacios
de sociabilidad con el objetivo de producir lo que serán los datos de in-
vestigación, conducen al antropólogo a establecer vínculos más o menos
regulares con los nativos. Una vez que el etnógrafo pisa suelo nativo al
intentar establecer esas relaciones, él queda atrapado en las tensiones, con-
flictos y dinámicas propias del campo en el que desenvolverá su actividad.
En tanto el investigador está sumergido dentro de esta red de relaciones,
‘estar ahí’ permite producir un tipo de conocimiento íntimamente ligado
a la dinámica propia del campo que se estudia. El conocimiento generado
a través del trabajo en terreno debe ser entendido como una consecuencia
de esas interacciones establecidas en el campo y no como algo meramente
‘extraído’ de nuestros informantes (Scheper-Hughes, 1977). Como produc-
to del establecimiento de ciertas relaciones sociales particulares, el mismo

41 Para una reflexión crítica sobre mis propios supuestos naturalistas durante mi trabajo de
campo, véase: Zenobi (2011 a).

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Introducción 61

siempre debe ser considerado en el contexto local de su producción, de sus


idas y vueltas, de sus vaivenes y entredichos. 42 Desde este punto de vista,
la importancia de realizar trabajo de campo estriba en que ningún dato
tiene importancia por sí mismo si no es en el seno de una situación social
que condensa el conjunto de relaciones que le dan sentido: los datos se re-
cogen en contexto, porque es en el contexto donde adquieren significación
(Guber, 1995).
En el caso analizado, la intranquilidad sobre mi papel en qnsr expresó
una preocupación sobre el destino que yo podía darle a la información a
la que accedía, y que producía a partir del establecimiento de relaciones
sociales en el campo. Mi posición social en el grupo despertó desconfianza
entre algunos de sus miembros y, en tal sentido, de un modo similar a lo
que ocurre en el caso de las acusaciones de brujería, aquí “la acusación se
presentaba como un modo de lidiar con la indeterminación” (Gluckman,
1972:152) expresada en aquellas sospechas. Juan veía en mí a alguien
que acompañaba a los familiares, como los psicólogos o los militantes que
apoyaban la causa. Quien me acusó, por su parte, consideraba que yo
participaba de las reuniones del grupo a partir de un interés en conocer
cómo se organizaba el movimiento. En contraste con el caso de los que
acompañan él ponía de relieve el hecho de que yo estaba estableciendo
relaciones sociales que tenían como último fin esa producción de saber
y lo preocupaba mi potencial capacidad de traficar información. Él me
recordaba que yo no estaba ahí tanto para apoyar su causa, sino para
trabajar por la mía. Paradójicamente, su acusación mostraba que yo había
logrado mi objetivo de no ser confundido como uno de los que acompañan
y de ser reconocido como un antropólogo.
Coincido con quienes sostienen que a diferencia de lo que ocurre en las
etnografías ‘realistas’ y ‘naturalistas’ (Frederic, 1999; Hammersley, 1984),
el lugar del investigador en el campo debe ser problematizado. De todos
modos, en este caso, un análisis centrado en el rol del antropólogo en
el campo que obvie problematizar las categorías con las que los actores
piensan y construyen sus mundos cotidianos (familiares, sobrevivientes,
infiltrados, etc.), hubiera resultado incompleto para comprender los sen-
42 La importancia de comprender que el conocimiento producido etnográficamente es parte
de una interacción y no una mera extracción de información, también tiene consecuencias
para la construcción de la autoridad etnográfica. Tal autoridad no deviene simplemente del
‘estar ahí’ (Geertz, 1989) cual testigo de unos hechos ajenos a la persona del etnógrafo, ni de
un mero artificio retórico, tal como propone la crítica textualista (Clifford y Marcus, 1988).
Como sugieren Hastrup y Hervik (1994), tal autoridad debe ser referida a la participación del
investigador en el contexto en que las interacciones se despliegan y toman sentido, así como al
lugar, rol y posición del antropólogo en el mismo.

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tidos de los episodios que he descripto. De un modo opuesto, un examen


enfocado en el estudio de estos sentidos nativos que no aborde el lugar
específico del antropólogo en un universo al que ha llegado sin que lo lla-
men, tampoco hubiera resultado suficiente. Ello se debe a que en estos
episodios se combinaron cuestiones de diferente orden. Por una parte, mi
comportamiento personal y mis decisiones más o menos (des)acertadas
sobre cómo presentarme en el grupo y sobre cómo manejarme con el resto
de los familiares que no pertenecían a qnsr colaboraron a que yo fuera
considerado sospechoso. Por otra parte, debe destacarse que las sospe-
chas cobraron la forma de acusaciones que fueron canalizadas poniendo
en juego ciertas categorías locales específicas que, a partir de lo sucedido,
fueron especial objeto de indagación. Fue a partir de las acusaciones que
comencé a considerar la posibilidad de que los significados de términos ta-
les como sobrevivientes, familiares e infiltrados guardaran algún vínculo
con las relaciones establecidas entre las víctimas y el Estado.
Tal como surge del análisis de acusaciones promovidas en otros contex-
tos (Nader, 1988; Wax, 1971), 43 las acusaciones realizadas a los antropó-
logos parecen estar relacionadas con la importancia y centralidad que se
asigna desde la investigación etnográfica a la construcción de vínculos con
los nativos con el fin de producir datos que permitan reconstruir sus pers-
pectivas sobre su propio mundo. En tal sentido, las inquietudes generadas
por la naturaleza de mi rol como investigador en qnsr son un produc-
to del tipo de metodología elegida como parte de mi investigación. En
este contexto, aún cuando el investigador conoce sus propias intenciones
y despliega una cierta instrumentalidad en el marco de tales relaciones,
el modo en que esos vínculos se desenvolverán nunca puede conocerse de
antemano. Al suponer que tenemos un cierto control sobre ellas y al estar
preocupados por generar empatía y confianza nos sorprendemos y angus-
tiamos frente a situaciones inesperadas a las que denominamos ‘incidentes’
o ‘episodios’. Tales calificaciones dan cuenta de lo extraordinario de estos
hechos que no coinciden con nuestras expectativas de investigación. Seña-
la Bourgois que “la necesidad de tejer lazos de simpatía con las personas
a las cuales se estudia ( . . . ) conduce a los investigadores a ser negligen-
tes con las dinámicas negativas” (1995:10). Atendiendo a esa advertencia,
creo necesario enfatizar que la producción de conocimiento es posible no
43 La relación entre antropología y espionaje, y los debates suscitados al respecto, tienen
su propia historia. Para contar con perspectivas diversas del tema en relación a diferentes
momentos históricos, véase: Price (2008) y Gonzales (2004). Para una síntesis de los debates
suscitados en torno del papel de los antropólogos en la invasión norteamericana a Irak, véase:
Zenobi (2010 b).

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Introducción 63

sólo a partir de la construcción instrumental de relaciones sociales en el


terreno sino también a partir de su destrucción, de la dificultad y de los
obstáculos encontrados para establecerlas.

Organización del libro


El presente libro está organizado en función de una introducción, dos
partes y una conclusión final. Tal organización responde a mi interés por
prestar atención tanto a las relaciones que los actores movilizados man-
tienen entre sí, como a aquellas que han establecido con ciertas agencias
estatales. La primera parte (Capítulo 1 y Capítulo 2) se centra en el mo-
do en que familiares y sobrevivientes del incendio se vincularon con tales
agencias y en la importancia que esas relaciones tuvieron para su cons-
trucción pública como víctimas movilizadas. La segunda parte del libro
presta especial atención a la perspectiva de los familiares de qnsr sobre el
modo en que las emociones y la política son puestas en juego en el marco
de su lucha (Capítulo 3 y Capítulo 4). Con el objetivo de poner a prueba
las ideas centrales de mi investigación, en las Conclusiones me propongo
analizar cómo las relaciones sociales al interior del movimiento fueron re-
definidas durante el período en que se realizó el juicio penal. Finalmente,
doy cuenta del modo en que el análisis de ese proceso colabora a iluminar
las múltiples y complejas relaciones recíprocamente establecidas entre ‘el
movimiento’ y ‘el Estado’.
En el Capítulo 1 analizo los diversos procedimientos de reconocimiento
oficial a través de los cuales familiares y sobrevivientes se constituyeron
en víctimas. Como mostraré, mientras que los primeros solo debieron ex-
hibir la documentación que garantizara la existencia del vínculo asumido
como natural que mantenían con el fallecido, los sobrevivientes debieron
probar su presencia en el incendio y las consecuencias sufridas a causa
de ello. A través de estos mecanismos de acreditación las categorías ‘fa-
miliar’ y ‘sobreviviente’ fueron consagradas como socialmente legítimas.
Asimismo, en este capítulo analizo el modo en que la decisión judicial
de unificar la representación jurídica creando cabezas de querella a causa
de la gran cantidad de querellantes, tuvo como consecuencia el estableci-
miento de vínculos jurídicos entre familiares que eran miembros de grupos
que sostenían posiciones diferentes en el contexto del movimiento.
Al analizar la construcción pública de las víctimas que se movilizan en
demanda de justicia, en el Capítulo 2 me he propuesto abordar las parti-

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cularidades que ese proceso comporta. Así, analizo las marchas del movi-
miento y las relaciones entre las víctimas que se expresan en las mismas.
Muestro cómo a través de las narraciones de sufrimiento contrastantes,
quienes perdieron un hijo se diferencian de quienes estuvieron presentes
en el incendio. A partir de esas narraciones diferenciadas, indago en el
modo en que se legitiman públicamente las voces de los diferentes tipos
de víctimas movilizadas. En ese contexto, analizo el modo en que se dan
algunas sospechas sobre posibles falsas víctimas y trato a los episodios
acusatorios de un modo similar al que la antropología social abordó las
acusaciones de brujería. Un análisis tal contribuye a mostrar que tales
sospechas están relacionadas con la consideración de los familiares sobre
el proceso de acreditación de la condición de sobreviviente (Cf. Capítulo
1) que, desde su punto de vista, contrasta con su propia condición natural
de víctimas.
En el Capítulo 3 examino el modo en que la emocionalidad asociada
a los vínculos vistos como naturales a través de los cuales los familiares
se constituyeron en víctimas, es puesta en juego en el contexto de movi-
lización. Al centrarme en un análisis de las reuniones del grupo Que No
Se Repita (qnsr) analizo el papel de Pablo Asturias como un ‘broker’
que, como papá y abogado, es reconocido como el mejor intérprete de la
relación entre la lucha y lo judicial. En este capítulo señalo que la preo-
cupación de los miembros de qnsr por evitar acciones a las que llaman
irracionales y violentas en el espacio público que serían inadecuadas para
la estrategia jurídica, exhibe el hecho de que ellos se encuentran atravesa-
dos por los lazos en contraposición que los califican al mismo tiempo como
familiares movilizados y como querellantes en una causa penal. Muestro
que, en este marco, los sentimientos son considerados de un modo ambi-
valente, ya que son vistos como constitutivos de su condición de familiares
a la vez que son percibidos como una amenaza para la lucha.
En el Capítulo 4 me ocupo de abordar los sentidos que adquieren las
actividades a las que los propios actores movilizados consideran como
políticas. Describo el modo en que ellos se vincularon con el mundo de la
política profesional en los momentos previos al juicio a Ibarra, intentando
‘usar’ la política para conseguir justicia. Asimismo, abordo las diferencias
entre los familiares llamados politizados y aquellos que consideran que su
lucha no debe politizarse. En función de esto, indago la experiencia de
la asamblea de familiares propuesta por qnsr como un espacio ‘más de
familiares’, como alternativa a las reuniones de articulación. Finalmente,
cuestiono la definición de politización como un pasaje de lo familiar a lo

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político y propongo que sus sentidos –así como los de política - deben ser
abordados desde un análisis fuertemente contextual centrado en el modo
en que tales categorías son movilizadas por los actores.
Durante la realización del juicio penal se redefinió el vínculo entre la
lucha y lo judicial, y Cromañón como un ‘caso’ imprimió su propio ritmo
a su otra cara, la de Cromañón como un movimiento. En las Conclusiones
me propongo realizar un análisis del colectivo durante ese período, con
el objetivo de reafirmar y ampliar algunos de los argumentos centrales
desarrollados a lo largo del libro. Al analizar el nuevo contexto me ocupo
de mostrar cómo se vieron redefinidos los vínculos interpersonales entre
los protagonistas de ese conjunto. A diferencia de aquellas investigaciones
que enfatizan la oposición entre ‘movimiento’ y ‘Estado’, sugiero que los
cambios ocurridos durante el período del juicio muestran la necesidad
de considerar los vínculos simultáneos que mantienen los familiares con
ambos órdenes de relaciones sociales.

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Parte 1
Las víctimas movilizadas

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Capítulo 1
Las víctimas frente al Estado
En el presente capítulo me propongo examinar las formas en que los fa-
miliares de los fallecidos en el incendio y los sobrevivientes del mismo
se relacionaron con diversas agencias estatales a partir de la noche mis-
ma del siniestro. Esas relaciones fueron distintas según se dieran con la
Subsecretaría de Derechos Humanos (ssddhh) del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires (gcba) o bien con las dependencias del Poder Judicial
de la Nación. Con el objetivo de ser reconocidos como víctimas ante el
Programa de atención integral y como querellantes ante la justicia, ellos
pusieron en circulación una serie de documentos burocráticamente produ-
cidos. Mientras que los primeros acreditaron el vínculo considerado como
natural con un fallecido, los sobrevivientes debieron probar, a través de
tales artefactos de registro, su presencia en el incendio y las consecuen-
cias sufridas a causa de ello. En este contexto, al abordar las relaciones
mantenidas con la justicia analizaré las consecuencias de la conformación
de cabezas de querella que agruparon a familiares y sobrevivientes que
–como miembros de grupos diferentes– mantenían posiciones diversas en
relación a la lucha pública.

La noche del incendio y la búsqueda de los chicos


La noche del recital Darío fue invitado por un amigo del barrio a ver a la
banda de rock Callejeros. El grupo tocaba esa noche en el microestadio
República Cromañón, ubicado en el barrio de la Ciudad de Buenos Aires
conocido como “Once”. 1 Ambos jóvenes estaban cerca de cumplir quince
años. Dado que se trataba de una de las primeras salidas nocturnas de
ambos, fueron al recital acompañados por el tío de uno de ellos. Sus fami-
lias se conocían desde hacía varios años porque ambas viven en el Partido
de La Matanza, ubicado en la zona oeste del Gran Buenos Aires.
Miri y Leandro, los padres de Darío, nacieron en ese mismo barrio. Sus
padres llegaron a la zona varias décadas atrás, provenientes del interior del
país. Tras abandonar el colegio secundario, Miri y Leandro se casaron y se
1 La denominación oficial del barrio en el que está ubicado el local es “Balvanera”. Sin embargo,
en el uso corriente se lo conoce como “Once”, en referencia a la estación de trenes allí ubicada que
lleva como nombre oficial “Once de septiembre” (fecha que conmemora el “Día del maestro”).

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70 Familia, política y emociones

instalaron en un terreno cercano a las casas de sus padres. Allí levantaron


el hogar en el que viven actualmente. En esa misma casa criaron a Darío
y a su hermana menor, que en ese momento tenía diez años de edad. Al
momento del incendio Leandro trabajaba en la empresa Aguas Argentinas
como operario. Miri, por su parte, hacía tareas administrativas en un
consultorio médico. Luego del incendio las cosas cambiaron y actualmente
ella trabaja como empleada doméstica y su marido es enfermero en un
hospital público.
Los padres de Darío habían acordado pasar a buscarlo a la salida del
recital, con el objetivo de disfrutar de un paseo por el centro de la ciudad
y terminar esa noche de calor agobiante tomando un helado cerca del local
en el que se desarrollaría el show. Al acercarse la hora convenida para salir
desde su casa, Miri se sorprendió al ver llegar a toda velocidad el auto de
los padres del amigo de su hijo. Traían malas noticias. Su hijo los había
llamado por teléfono y les había contado que hacía unos pocos minutos
República Cromañón se había incendiado. A causa de un corte de luz
producido como consecuencia del incendio, el joven se había separado de
Darío y todavía no se habían reencontrado. Ante la incredulidad de Miri,
quien imaginaba a su hijo pasando un buen momento junto a su amigo,
el padre ratificó sus palabras.
Media hora después los cuatro padres y la pequeña hermana de Darío
llegaban a la zona del incendio. La descripción de Miri habla de una zona
de desastre. La angustia con la que había llegado hasta allí se amplificó
profundamente frente al cuadro de situación con el que se encontró. Y
más aún cuando comenzaron a presentarse las dificultades para encontrar
a Darío en ese contexto caótico:

Nunca fui a una guerra, pero era algo así . . . no sé . . . una confusión
que hasta ahora es . . . para mí fue una película horrible . . . me encontré
con chicos tirados en la plaza, vomitando, llorando, papás llamando a
los hijos . . . eso no me lo saco nunca de la cabeza . . . chicos tirados en
la boca de los subtes que yo pensaba que estaban dormidos y había
muchos que estaban muertos. Eso lo sé porque yo bajé para fijarme
si alguno de ellos era Darío y me daba cuenta por la ropa que no
eran . . . había chicos que estaban arrodillados en posición fetal del
dolor de estómago que tenían . . . y uno de ellos era el amigo de mi
hijo y estaba sin ropa. Cuando lo encuentro en la plaza le grito a la
madre . . . estaba con dolor de panza, descompuesto pero estaba vivo.
Entonces le pregunto por Darío y me dice que no estaba cerca de él

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 71

cuando se cortó la luz porque Darío había ido a mojarse la cabeza al


baño que estaba en el primer piso . . . y entonces paré a uno de esos
celulares azules de la policía y le dije que había dos chicos que estaban
descompuestos que si se los podía llevar a un hospital, y se los cargó
y se los llevó con la mamá . . . el nene quedó internado en el hospital
de niños Gutiérrez (entrevista a Miri, julio de 2009).

Según las crónicas periodísticas el rescate de los heridos en República


Cromañón comenzó con un malentendido. Cuando los primeros dos pa-
trulleros llegaron allí, alertados del incendio por un llamado al número
de emergencias policiales 911, un grupo de jóvenes que no había podido
entrar al recital los recibió en la puerta. Considerando la presencia policial
como una provocación, insultaron a los policías y les arrojaron algunas
botellas. Sólo después de atravesar al grupo de gente amontonada en el
exterior del local, los policías lograron ingresar al local. Así describía la
escena uno de ellos:

Era muy difícil entrar al boliche porque la puerta principal esta-


ba trabada por una especie de muralla de personas, unas sobre otras,
inconscientes o muertas. Había quejidos, gritos, llantos. Mucha deses-
peración. Cuando quería avanzar por allí no se veía nada, el humo era
intenso y la respiración imposible. Me tironeaban de los brazos y los
que estaban en el piso me agarraban de las piernas. 2

Una vez que los agentes comprendieron las dimensiones del suceso aler-
taron al Sistema de Atención Médica de Emergencia público de la Ciudad
de Buenos Aires (same). Sin esperar la llegada de las ambulancias, comen-
zaron a trasladar a los primeros heridos en patrulleros y en dos camionetas
de la Guardia de Infantería destinadas al movimiento de tropas. Dada la
gran cantidad de personas que se habían visto afectadas por los gases
tóxicos, desde la Secretaría de Salud de la Ciudad se puso en alerta rojo
al sistema hospitalario porteño. Ello implicó que los 19 hospitales munici-
pales dieran de alta, sin importar la hora, a los pacientes que no estaban
en situación de emergencia, y que las guardias rechazaran todo caso que
no fuera de urgencia. Con el objetivo de gestionar las consecuencias del
incendio se pusieron en movimiento cuarenta y seis ambulancias, siete
dotaciones de bomberos y la Brigada Especial de Rescate de la Policía
Federal Argentina (pfa).
2 Fuente: “Desesperación, caos y heroísmo en las dramáticas horas del rescate”. Diario Clarín,
9 de enero de 2005.

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72 Familia, política y emociones

A minutos de la llegada de aquel primer patrullero, la situación afuera


de República Cromañón ya era caótica. Cientos de jóvenes intoxicados,
heridos, quemados y lastimados a causa de las avalanchas producidas en
los intentos por escapar del local se amontonaban en la calle. El vallado
previsto para este tipo de situación, que tiene como objetivo permitir el
trabajo adecuado de los profesionales, tardó más de una hora en imple-
mentarse. Por tal motivo, cientos de familiares y amigos de los asistentes
se abarrotaban en la cuadra del local buscando a sus seres queridos. La
gran cantidad de gente reunida, así como los numerosos cuerpos sin vida
depositados en la calle, dificultaban el acceso de las ambulancias y com-
plicaban el trabajo de los operadores del same que intentaban clasificar a
los heridos según su gravedad. Numerosos jóvenes que increpaban a bom-
beros y policías para que ingresaran al local, les arrebataban las máscaras
de oxígeno que portaban e ingresaban a República Cromañón por sus
propios medios a buscar heridos. Como consecuencia de esta conducta,
posibilitada por la falta del vallado de seguridad, murieron varias decenas
de jóvenes que se intoxicaron al ingresar allí en repetidas oportunidades.
Miri se recuerda a sí misma gritando al aire, desesperada, el nombre
de su hijo, esperando una respuesta. Leandro silbaba con fuerza, con el
típico silbido al que respondía Darío cuando jugaba a la pelota en las
calles de su barrio. Al no encontrar al joven afuera del local, él se sumó a
quienes actuaban improvisadamente como rescatistas y entró a República
Cromañón:
Leandro le dijo a un policía que estaba en la puerta, ‘Si no tenés
huevos para entrar dámela a mí que yo quiero encontrar a mi hijo’. Al
final entró sin máscara y empezó a sacar chicos, sacó uno, sacó otro,
otro, otro, otro, nunca lo encontraba a Darío. Después llegó hasta la
puerta del baño que no se podía abrir. Pudieron sacarla entre tres o
cuatro personas. Al abrirla se vinieron todos los cuerpos al piso . . .
Ahí había muchos chicos porque todos pensaron que el baño tendría
una ventana o una ventilación y se fueron a encerrar ahí. Leandro no
pudo hacer nada (entrevista a Miri, julio de 2009).
Al no encontrar a Darío en el interior de República Cromañón ni en
sus inmediaciones, pero tampoco entre los cuerpos depositados en la ca-
lle, sus padres y varios amigos y parientes que se habían acercado al lugar
decidieron comenzar la búsqueda en diversos hospitales. Ante la gran can-
tidad de nosocomios en los que podía encontrarse el joven, se dividieron
las tareas. Miri y Leandro fueron al Hospital Ramos Mejía, al Hospital

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 73

Argerich, al Hospital Naval y al Hospital Gutiérrez. Al igual que en la


zona del incendio, en los hospitales el panorama era caótico:

Cuando llegamos al hospital Ramos Mejía la policía reprimía a los


padres, a los amigos y a los sobrevivientes que querían entrar a la
guardia. Nos decían que los médicos estaban desbordados. En la guar-
dia pusieron un biombo y atrás un policía que custodiaba que nadie
pasara. Yo me tiré al piso para mirar por abajo del biombo y cuando
veo la guardia estaba lleno de chicos tirados en el piso . . . nosotros gri-
tábamos que por favor pusieran un ventilador, porque era terrorífico
el calor que hacía. Además no había agua . . . los chicos sobrevivientes
que estaban en los pasillos esperando para ser atendidos, vomitaban,
vomitaban, vomitaban, otros se desmayaban. Nosotros decíamos –Un
medico acá! Pero nada . . . no nos respondían . . . los médicos también
estaban desorbitados . . . creo que no sabían para donde ir . . . (entre-
vista a Miri, julio de 2009).

En cada hospital al que fueron consultaron por su hijo en la guardia y en


el área de internaciones. Allí los médicos les pedían datos que permitieran
individualizar al joven entre los numerosos heridos aún no identificados.
Características físicas, documentos, vestimenta, todos esos datos podían
resultar útiles. Pero una y otra vez recibieron respuestas negativas. Frente
a las negativas en las áreas señaladas, Leandro y Miri se presentaron
entonces en la morgue de cada hospital. Leandro se encargó de la difícil
tarea de realizar reiterados reconocimientos oculares de cuerpos que nunca
eran el del hijo buscado. La noche avanzaba y sus padres no sabían si Darío
estaba grave, si estaba sano o si había fallecido.
A causa de la gran profusión de pacientes en los hospitales y de fallecidos
en la Morgue Judicial, durante esos días el funcionamiento habitual de esas
instituciones se vio profundamente alterado. Por ejemplo, mientras que a
lo largo de todo el año 2004 se habían realizado un promedio de nueve
autopsias por día en las seis camillas de la Morgue Judicial, a dos días
del incendio debieron realizarse 180. 3 Inclusive, el desborde generado por
la gran cantidad de cuerpos que debían tramitarse, condujo a que en esos
primeros días se brindaran datos erróneos sobre la cantidad de fallecidos
desde la propia morgue. 4

3 Fuente: “La Morgue trabajó en 60 horas casi tanto como en un mes”. Diario Clarín, 5 de
enero de 2005.
4 Fuente: “Error en la lista oficial de víctimas. el ultimo parte consignaba 191. Ahora informan
que los muertos son 189”. Diario Clarín, 11 de enero de 2005.

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74 Familia, política y emociones

Los agentes de salud y los afectados a las acciones de rescate señala-


ban consternados que “nunca vi nada igual”, esto fue “un desastre”, y
que los pacientes “morían como moscas”. 5 La intervención en el desastre
tuvo implicancias afectivas para el personal interviniente que afirmaba
estar “absolutamente desbordado desde lo emocional”. 6 Los expertos en-
trenados para lidiar objetivamente con situaciones de muerte relataron sus
vivencias personales y subjetivas afirmando desolados que “esto fue algo
para lo que nadie está preparado”. 7 En un sentido similar, un periodista
comentó que cubriendo el incendio vivió “la peor pesadilla” de su vida. 8
Con el objetivo de centralizar la dirección de las acciones que formaron
parte del operativo de emergencia desplegado por el gcba, hacia la me-
dianoche se conformó en Defensa Civil 9 un Comité de Emergencia dirigido
por el entonces jefe de Gobierno Aníbal Ibarra. Desde allí se coordinó la
creciente provisión de oxígeno a los hospitales. Asimismo, se decidió cen-
tralizar la información en el Centro de Gestión y Participación (cgp) N o
2 Sur, adonde debieron dirigirse quienes quisieran recibir datos sobre la
situación de los heridos. 10 En la madrugada del día 31 cientos de perso-
nas se concentraron en la puerta del cgp buscando noticias. Hacia las
4 A.M. se leyó públicamente la primera lista de internados y fallecidos,
pero el nombre de Darío no estaba incluido allí, por lo que Miri y su gente
volvieron a recorrer una vez más los hospitales que ya habían visitado pre-
viamente. Sin embargo, no hubo novedades sobre su hijo. A lo largo de la
noche llegaron a volver hasta cuatro veces a los mismos hospitales. Así los
encontró el amanecer del nuevo día: agotados y sin noticias del joven. Con
el sol del amanecer despuntando en el horizonte, la madre y la hermana
pequeña de Darío recorrieron el camino que las llevó, una vez más, desde
el hospital hasta el cgp en busca de nueva información. Mientras tanto,
Leandro continuaba recorriendo hospitales junto a amigos y parientes.
5 Fuente: “Todos llegaban con el cuerpo teñido de hollín. Nunca vi nada igual”. Diario Clarín,
5 de enero de 2005; “Los chicos se caían muertos como moscas”. Diario La Nación, 4 de enero
de 2005.
6 Fuente: “La Morgue trabajó en 60 horas casi tanto como en un mes”. Diario Clarín, 5 de
enero de 2005.
7 Fuente: “La tragedia, vista por los ojos de un médico del Ramos Mejía”. Diario La Nación, 5
de enero de 2005.
8 Fuente: “El cronista que se asomó al infierno”. Diario La Nación, 2 de enero de 2005.
9 Defensa Civil es una dependencia del gcba que tiene como función atender situaciones tales
como inundaciones, accidentes en la vía pública, incendios, derrames de sustancias tóxicas, etc.
Desde Defensa Civil se coordinan, planifican y controlan todos los operativos que el Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires implementa en situaciones de catástrofe, con el objetivo de proteger
a la población y prevenir daños.
10 Los Centros de Gestión y Participación de la Ciudad de Buenos Aires son unidades funcio-
nales administrativas del Estado porteño ubicadas en los diferentes barrios de la ciudad.

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 75

Hacia la mañana del día 31 el cgp estaba invadido por los medios de
comunicación. El calor agobiante de diciembre y el agotamiento no daban
respiro. Miri tuvo una crisis de nervios y fue asistida por personal del
same. También su hija debió recibir asistencia puesto que, a causa de no
haberse alimentado adecuadamente ni tomar líquidos a lo largo de toda la
jornada, la niña había sufrido un cuadro de deshidratación. Las noticias
sobre el fallecimiento de Darío recién llegarían pasadas las cinco de la
tarde del día 31, cuando su madre, su hermana y amigas de la familia se
aprestaban para recorrer nuevamente los hospitales en busca de noticias.
Luego de recibir la confirmación sobre el destino fatal que había sufrido
su hijo, Miri recuerda que

( . . . ) caminé media cuadra y me desmayé. Los chicos de la Cruz Ro-


ja me hicieron primeros auxilios y me llevaron de vuelta al cgp para
darme una medicación, una inyección. Después vino una psicóloga, me
hizo acostarme en el piso, poner las piernas para arriba y me habla-
ba me hablaba, me hablaba . . . ( . . . ) Y cuando salgo del cgp viene
Leandro con dos o tres chicos más que lo sostenían y lo empezaron a
abrazar y empezaron a llorar. Después él me dijo que me vaya con la
nena, que ya no había nada más que hacer. Él iba a ir a hacer todos los
trámites que nos pedían para poder retirar el cuerpo . . . (entrevista a
Miri, julio de 2009).

La noche misma del incendio la prensa gráfica confirmó la muerte de 175


jóvenes. 11 Los cuerpos fallecidos ingresados a los hospitales fueron deriva-
dos directamente a las morgues de esos nosocomios y de allí a la morgue
judicial o bien hacia el Cementerio de la Chacarita, donde permanecían en
cámaras frigoríficas. Según informaron los diarios del día, quienes iban a
reconocer a sus familiares hasta allí debieron observar fotos numeradas de
los fallecidos en varias computadoras instaladas para ese fin en la Direc-
ción General del Cementerio. Ante la presunción de haber reconocido al

11 A lo largo de las semanas que sucedieron al incendio la cantidad de muertes aumentaba


progresivamente y los medios de comunicación daban cuenta de ello casi a diario. El primer
día después del incendio, informaron sobre 175 personas muertas; una semana después la cifra
había ascendido a 190 (Fuente: “Murieron otras dos jóvenes: hay 190 víctimas fatales”. Diario
Clarín, 7 de enero de 2005). Recién hacia fines de febrero la cifra de fallecidos se detendría en
193. Si bien la fiscalía reconoció a 193 víctimas, para los familiares hay una más. Se trata de
un empleado de seguridad del local cuyo deceso se produjo a seis meses de la tragedia. Aunque
los médicos entendieron que la inhalación del humo tóxico le provocó un daño pulmonar grave,
para el fiscal de la causa su fallecimiento se debió a una enfermedad preexistente. De todos
modos, en lo relativo a la demanda pública de justicia la cifra que terminó consolidándose fue
la de 194 víctimas fatales.

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pariente, fueron trasladados en camioneta hasta la morgue, a unas cinco


cuadras de allí. En el caso de que en esta segunda observación personal se
confirmara la identificación, los padres debieron radicar una denuncia por
la muerte. Recién una vez efectuada la denuncia, los cuerpos quedaron
disponibles para que se realizaran las autopsias tendientes a determinar
quiénes murieron por inhalación de monóxido de carbono y otros gases,
quiénes por acción directa del fuego y quiénes por las lesiones sufridas
al intentar escapar de la discoteca. Sólo entonces sus familiares pudieron
retirar los cuerpos. 12
El largo recorrido que siguieron los cuerpos, así como la gran cantidad
de cadáveres que debieron ser procesados médica y burocráticamente, pro-
dujeron enormes retrasos en la entrega de los mismos para que los deudos
pudieran darles entierro. Las quejas por las demoras en entregar los cuer-
pos y por los numerosos requerimientos burocráticos fueron compartidas
por todos los familiares que estaban pasando por el mismo terrible mo-
mento que Leandro. Pablo Asturias era uno de ellos. El es un papá y, al
mismo tiempo, es el abogado de la mayor parte de los familiares y sobre-
vivientes del incendio junto a la Dra. Laura Pastori. Juntos iniciaron la
búsqueda del hijo de Pablo. Luego de reconocer el cuerpo de su hijo en
la morgue del hospital, el mismo fue trasladado hasta la morgue judicial.
Al llegar hasta allí

Nos entregaron unas listas en las que aún figuraban personas fa-
llecidas no identificadas y en las que el nombre de nuestro hijo no
figuraba ( . . . ) En medio del desconcierto, decidimos ir al Cementerio
de Chacarita ( . . . ) debimos ver unas fotos digitales entre las que se
encontraba la de nuestro hijo, con la información de que su cuerpo
se encontraba en el cajón 054. Con este dato, nos conducen hasta el
depósito de cadáveres del cementerio donde luego de esperar que nume-
rosos familiares entraran a identificar los cuerpos, entramos sin poder
reconocer en ninguno a nuestro hijo. Ante nuestros gritos en busca
de respuestas, el comisario inspector a cargo del operativo comenzó a
buscar información para determinar dónde se hallaba el cuerpo ( . . . )
[y más tarde nos] informó que efectivamente habían ‘descargado’ su

12 De acuerdo con los procedimientos burocráticos oficiales, la realización de autopsias a los


cuerpos era necesaria en virtud de la intervención de la justicia penal como producto de la
existencia de muertes violentas ocasionadas en una situación pública. Una vez realizada la
autopsia, antes de retirar los cuerpos de la morgue los familiares debían informar el lugar de la
inhumación y firmar un acta en la que se comprometían a no incinerar los restos. Los exámenes
forenses resultarían fundamentales para el futuro de la investigación judicial.

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 77

cuerpo en la morgue ( . . . ) [una vez allí nuevamente] pudimos ver una


camioneta con 20 cuerpos apilados sin refrigeración alguna y una sala
donde encontramos aproximadamente 20 cuerpos tirados en el piso,
( . . . ) muchos de ellos con las bolsas abiertas, entre los que finalmente
encontramos a Juan. 13
Pablo se quejó amargamente por el maltrato y la desidia con la que
fueron tratados los familiares de las víctimas durante aquellos momentos
por parte de agentes y funcionarios oficiales, a quienes acusó de inoperan-
tes. 14 Su malestar estuvo relacionado en buena medida con las exigencias
burocráticas que aquellos les hicieron cumplir para poder retirar el cuerpo
de su hijo:
Pero la desdichada hazaña por reencontrarnos con el cuerpo de nues-
tro hijo, identificado y reconocido hacía ya casi 20 horas, no había
acabado. Para poder retirarlo de la morgue, nos exigieron que llená-
ramos una innumerable cantidad de formularios, en los que debimos
reiterar una y otra vez los mismos datos ( . . . ). Finalmente, a las 2 de
la madrugada del 1 o de enero, 25 horas después de su fallecimiento,
pudimos retirar el cuerpo de Juan, para poder velarlo y sepultarlo. 15
Tal como surge del análisis de los legajos de los fallecidos incluidos en
la causa penal, así como de los relatos de sus familiares, la documentación
que debieron presentar con el objetivo de obtener el certificado de defun-
ción y poder retirar los cuerpos era recurrentemente la misma. En primer
término, un padre (o madre) de un fallecido debía acreditar su identidad
presentando su Documento Nacional de Identidad (dni) o equivalentes
tales como la Libreta Cívica o de Enrolamiento. En segundo lugar, para
acreditar su vínculo filial debía presentar la partida de nacimiento del
fallecido y/o la libreta matrimonial en la que constan los nacimientos de
las uniones matrimoniales. En este último tipo de artefactos está expli-
citada la relación entre quienes habían acreditado su propia identidad y
la identidad de los fallecidos. En efecto, los tres documentos menciona-
dos incluyen la denominación de ciertas personas como ‘padre de’ y como
‘madre de’ o bien como ‘hijo de’.
Ahora bien, para haber llegado a obtener la partida de nacimiento y/o
la libreta matrimonial, ese mismo padre debió haber expuesto al mo-
13 Fuente: “José Iglesias: sufrir algo más que la muerte”. Disponible en: http://www.quenosere-
pita.com.ar/?q=jose_iglesias_0
14 Fuente: ibídem.
15 Fuente: ibídem.

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mento del nacimiento de quien ahora había fallecido los documentos que
acreditaran su propia identidad (dni, Libreta Cívica o Libreta de Enro-
lamiento). Así, la acreditación de la condición de padre (o madre) ponía
en juego un vínculo entre padres e hijos preexistente al incendio, que es-
taba expresado en una serie de artefactos de registro que lo garantizaban.
La circularidad expresada en el hecho de que para obtener un documen-
to determinado –en este caso un certificado de defunción– fuera necesario
contar con otros documentos previos, muestra un encadenamiento progre-
sivo entre esos artefactos y expresa que, como ha señalado Peirano (2002),
los documentos son obtenidos ‘en secuencia’. En este caso la secuencia iba
en forma ascendente desde los documentos que acreditaron la identidad,
luego los que mostraron el vínculo y, en último lugar, el que evidenció el
fallecimiento y habilitó a retirar los cuerpos.
A lo largo del procedimiento de reconocimiento oficial descripto, los do-
cumentos se presentaron como elementos “particulares/individuales ( . . . )
que reconocidos y regulados, identifican a un individuo como único y par-
ticular” (Peirano, 2002:37). En los días siguientes, la necesidad de recibir
asistencia médica, psicológica y social, tanto para los familiares de los
fallecidos como para los sobrevivientes, acentuaría aquellos intercambios
con diversas agencias estatales.

El Gobierno de la ciudad: el Programa de atención


integral
Dado el carácter trágico y excepcional de la situación, dos días después
del incendio el Estado de la Ciudad de Buenos Aires comenzó a intervenir
con las primeras medidas destinadas a quienes reconoció como víctimas.
Una semana después del incendio, la legislatura de la ciudad aprobó una
ley de acuerdo con la cual se pretendía garantizar el “traslado, tratamien-
to, provisión de medicamentos y realización de prácticas médicas” 16 a
quienes se vieron afectados por el incendio. Unos días después, el Poder
Ejecutivo reglamentó esa ley a través de un decreto en el que se sostenía
que “ante situaciones extremas y excepcionales de crisis como la aconte-

16 Ley N◦ 1.638, 07/01/2005, gcba. La Ley N o 1.638 y los decretos N o 67, N o 692 y N o 2.120,
que cito en este capítulo, fueron tomados del informe “República Cromagnón. A dos años de
la tragedia: una evaluación de las políticas públicas del Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires”. Informe elaborado para María Eugenia Estensoro (Legisladora de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires) por Andrea Andújar (2006).

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 79

cida en nuestra Ciudad, corresponde que el Estado se ocupe de paliar con


ayuda directa, las consecuencias inmediatas derivadas de la tragedia”. 17
El decreto propuso la creación del Programa de atención integral a las
víctimas del 30 de diciembre de 2004 coordinado por la Subsecretaría de
Derechos Humanos (ssddhh) del gcba. Esta política pública pretendió
paliar la situación de quienes fueran víctimas de Cromañón, entendien-
do por ello a “los familiares de las víctimas fatales, los sobrevivientes y
sus familiares”. 18 Entre los objetivos del Programa estaban los de otorgar
asesoramiento en materia de trámites y gestiones, así como otorgar una
ayuda económica para cubrir los gastos derivados de los decesos. También
promovía la realización de acciones tendientes a brindar atención médica
y mental a quienes definía como víctimas, en base a la intervención de los
prestadores de salud dependientes de la Secretaría de Salud del gcba. 19
Al considerar las secuelas del incendio, se afirmó que las experiencias de
sufrimiento y el dolor no estaban limitados a los padeceres físicos suscepti-
bles de ser abordados mediante atención y cuidados de tipo médicos, sino
que debían considerarse especialmente las consecuencias psicológicas que
daban forma a numerosos cuadros de estrés postraumático. Consultado
por la tragedia, un experto –el director de la sección de Estrés Postraumá-
tico del Hospital Alvear– señalaba que “El trauma psíquico ( . . . ) y el sín-
drome de estrés postraumático, es un cuadro psicopatológico que pueden
sufrir aquellos que están expuestos a situaciones críticas como desastres,
guerras, actos de violencia individual o colectiva y accidentes”. 20 Con el
objetivo de atender los padecimientos psicológicos de las víctimas, duran-
te la semana siguiente al incendio comenzaron a difundirse los servicios
de atención disponibles.
Para favorecer la derivación hacia diversos centros de atención se pusie-
ron en marcha dos líneas telefónicas orientadas a asistir a las víctimas y
brindarles información. 21 El primer día, las líneas recibieron un promedio
de 100 llamadas por hora. Estos llamados fueron interpretados por quienes
los atendían como la expresión de la “angustia”, el “dolor”, las “marcas”
17 Decreto N o 67/05, 18/01/2005, gcba. Establece las pautas de organización del Programa.
18 Ibídem.
19 Las agencias intervinientes fueron la Dirección General de Hospitales y la Dirección General
Adjunta de la Atención Primaria de la Salud. Asimismo, el programa trabajó conjuntamente
con el Servicio de Asistencia a las Víctimas de la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno
de la Provincia de Buenos Aires.
20 Fuente: “Las pesadillas que dejó Cromañón”. Diario Clarín, 22 de junio de 2005.
21 Una de ellas era la línea 0800-999-Ayuda, dependiente de la Dirección de Asistencia a
la Víctima de la Subsecretaría de Derechos Humanos del gcba. El otro servicio de atención
telefónica disponible llevaba como nombre Salud Mental Responde, y se prestaba a través de
las líneas del Servicio de Estrés Postraumático del Hospital Alvear.

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y el “trauma” 22 que había dejado el incendio en quienes lo sobrevivieron y


en los familiares de los fallecidos. Para cubrir la gran demanda recibida se
dispuso la creación de equipos constituidos por psiquiatras y psicólogos,
que trabajaban en un horario ampliado en los servicios de psicopatología
de todos los hospitales de la Ciudad de Buenos Aires. Un mes después del
incendio, en febrero de 2005, estas medidas fueron publicitadas por una
fuerte campaña del gcba en conjunto con el Ministerio de Salud de la
Provincia de Buenos Aires y el Ministerio de Salud de la Nación.
El efecto de la difusión de las acciones del Estado porteño fue inmedia-
to, y apenas comenzaron a difundirse los servicios de atención disponibles
cientos de personas se sumaron a quienes habían comenzado a atenderse
un mes antes, días después del hecho. Sobre un total de 1102 atenciones
realizadas durante el primer semestre de 2005, un 84% correspondió a
sobrevivientes mientras que sólo un 3% correspondió a los familiares de
víctimas fatales. Esta diferencia en las cifras fue explicada por el hecho
de que, a diferencia de los familiares, fueron ellos quienes estuvieron ex-
puestos en forma directa a la tragedia. 23 Con el objetivo de acceder a la
atención, ellos debían pedir turno en los centros de salud previstos de-
clarando su condición de sobrevivientes del hecho sin que fuera necesario
acreditar tal condición de modo alguno.
Entre quienes realizaron las consultas los cuadros más frecuentes fueron
el trastorno por estrés postraumático (33%) y la depresión y/o ansiedad
(20%), 24 que incluían síntomas tales como agresión y violencia, el uso
indebido de alcohol y estupefacientes, el padecimiento de insomnio, irri-
tabilidad y dificultades de concentración. 25 Pero estos síntomas postrau-
máticos no siempre se manifestaban de un modo inmediato en quienes
habían estado expuestos en forma directa al incendio. En muchos casos,
recién con el paso de los meses los jóvenes sobrevivientes comenzaban a
vivir en carne propia cómo se alteraban su vida social y cotidiana a raíz
de estas huellas que el incendio había dejado en ellos. Según los expertos
los síntomas podían variar e intensificarse con el paso del tiempo. Según
una psicóloga especialista en situaciones postraumáticas que trabajó con
sobrevivientes del incendio de República Cromañón
22 Fuente: “Línea del dolor: 100 llamadas por hora en el primer día de atención a víctimas”.
Diario Clarín, 5 de enero de 2005.
23 Informe “Atención en Salud Mental de la Tragedia de Cromañón, 30 de Diciembre de 2004”,
elaborado por el Dr. César Bendersky (director del Área de Salud Mental del Ministerio de Salud
porteño), incluido en Andújar (2006).
24 Fuente: “Cromañón: Mayoría de sobrevivientes sufren estrés post traumático”. Disponible
en: http://www.derf.com.ar/despachos.asp?cod_des=87914&id_Seccion=33
25 Fuente: “Las pesadillas que dejó Cromañón”. Diario Clarín, 22 de junio de 2006.

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El primer año los motivos de consulta tenían que ver con el síndrome
de estrés postraumático que se refleja en pesadillas, ataques de pánico,
dificultad para dormir y para salir muy graves. En el segundo año los
cuadros son distintos: situaciones de profunda depresión y dificultades
para retomar los proyectos y la vida anterior a la tragedia (citado en
Sanz Cerbino, 2009:272).

A causa de la difusión progresiva que el Estado realizó de las accio-


nes de atención, así como debido a la variación y manifestación tardía
de los síntomas, a lo largo de los meses sucesivos cada vez más jóvenes
se incorporaban a la red implementada a través del Programa. Quienes
comenzaban a recibir atención hospitalaria aún meses después del incen-
dio venían a sumarse a quienes habían comenzado a atenderse los días
inmediatamente posteriores al mismo. En efecto, si bien la mayor parte
de las 1102 atenciones psicológicas realizadas durante el primer semes-
tre de 2005 se concentraron en enero y febrero, los hospitales referentes
recibieron consultas hasta julio de ese mismo año:

Tabla 1
Consultas psicológicas mensuales.
Período: primer semestre de 2005. Total: 1102 casos 26
Pacientes
Mes %
atendidos
Enero 539 49%
Febrero 201 19%
Marzo 161 15%
Abril 92 8%
Mayo 37 3%
Junio 36 3%
Julio 36 3%

El número preciso de víctimas fatales, que hacia fines de febrero de 2005


se había detenido en 193, contrastaba con el número de supervivientes
que requerían atención médica y mental a medida que pasaban los meses,
y su cantidad aparecía como una cuestión abierta e indeterminada.
Además de brindar atención médica y mental, el Programa impulsado
por el gcba también pretendió otorgar ayuda económica a familiares de
las víctimas fatales y sobrevivientes del incendio. En primer término, se
26 César Bendersky, en Andújar (2006)

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propuso cubrir los gastos y erogaciones sufridos por los deudos a causa de
los sepelios y los traslados de los fallecidos. La otra herramienta mediante
la cual el gcba brindó ayuda económica fue el Subsidio único y especial
para las víctimas del 30 de diciembre de 2004. Tal subsidio fue creado
teniendo en cuenta que

Resulta oportuno ( . . . ) brindar ayuda material directa, de carác-


ter excepcional, a las víctimas que en la actualidad se encuentran en
situación de vulnerabilidad, entendida ésta como el desequilibrio e in-
defensión que experimentan los individuos en sus condiciones de vida
como consecuencia del impacto provocado por algún evento traumáti-
co y que les impide continuar o retomar sus tareas habituales. 27

Las víctimas que pretendieron acceder al subsidio contaron con treinta


días corridos a partir de la fecha de publicación del decreto que lo había
creado. Tanto los familiares de los fallecidos como los sobrevivientes del
incendio pudieron presentarse como solicitantes del mismo hasta fines de
junio de 2005, es decir, seis meses después de ocurrido el siniestro. Dentro
de ese plazo debieron presentar la documentación correspondiente que
acreditara su competencia para acceder al mismo.
En caso de que la denominada ‘situación de vulnerabilidad’ derivara
del deceso de un ‘familiar directo’, la Subsecretaría de Derechos Huma-
nos pagaría un único subsidio de hasta siete cuotas mensuales iguales y
consecutivas de $1.200 cada una por persona fallecida. Teniendo en cuen-
ta que en la enorme mayoría de los casos los fallecidos fueron jóvenes
solteros y sin hijos, la condición de ‘familiar directo’ estuvo representa-
da por sus padres y madres. 28 Al presentarse para solicitar el subsidio,
27 Decreto N o 692/05, 27/05/2005, gcba.
28 Según la Resolución N◦ 54 (Subsecretaría de Derechos Humanos) del 13/06/05, el orden
de prelación que se había impuesto para acceder al beneficio distinguía entre quienes podían
presentarse como 1) hijos, 2) cónyuges, y 3) padres de los fallecidos. En aquellos casos en los que
el subsidio era recibido por personas que quedaban incluidas dentro de este orden de prelación,
el mismo era otorgado a través de una resolución que resolvía varios casos al mismo tiempo. Así,
el subsidio se entregaba a través de un único acto administrativo a varias decenas de padres
y madres. Sin embargo, cuando el requirente no formaba parte de ese conjunto de personas
preestablecidas, el tratamiento era diferente y se dictaba una resolución administrativa para
cada caso que era tratado como una ‘situación de excepcionalidad’. Por ejemplo, en diversas
resoluciones de la ssddhh del mes de junio de 2005 se trataron las peticiones realizadas por un
hermano cuya hermana víctima fatal estaba a su cargo, siendo que los padres de ambos estaban
fallecidos
(Resol. N◦ 59); una abuela, siendo que madre e hija fallecieron en el incendio por lo que recibiría
un subsidio por cada una de ellas (Resol. N◦ 56); una concubina que acreditó convivencia mayor
a dos años con documentación y, además, debió declarar bajo juramente que el fallecido no tenía
hijos (Resol. N◦ 58).

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los padres debieron exponer la documentación necesaria para acreditar


su identidad. Para ello debieron entregar una copia de las dos primeras
hojas del Documento Nacional de Identidad, de la Libreta Cívica o de la
Libreta de Enrolamiento. Luego, la Subsecretaría de Derechos Humanos
certificó que la muerte se hubiera producido, mediante la consulta de los
registros producidos por otras agencias estatales como el Poder Judicial:
el fallecimiento se tuvo por acreditado “con los datos obrantes en la causa
penal ‘Chaban, Emir Omar y otros s/homicidio’”. 29 Finalmente, y como
último paso, esas personas debieron acreditar su vínculo con la víctima
fatal a través de la documentación adecuada. En este caso se exigieron
documentos diferentes a los ya presentados, y debieron presentar en la
ssddhh una copia de la Partida de Nacimiento y/o de Defunción del hijo,
o bien de la Libreta de Matrimonio de ambos. Tal como puede verse, se
trató de pasos similares a los que debieron realizar al momento de retirar
los cuerpos de los jóvenes fallecidos.
En el caso de los familiares de las víctimas fatales, la acreditación del
vínculo con los fallecidos era considerada como suficiente y no hacía falta
la presentación de constancias ni certificados de atención médica o mental
que acreditaran la situación de vulnerabilidad. Desde los fundamentos del
subsidio se consideraba esto como un hecho dado y autoevidente:

Debe considerarse que aquellos que sufrieron la pérdida de un fa-


miliar directo se encuentran atravesando un período de duelo cuyas
consecuencias pueden derivar en momentos de extrañamiento, esta-
dos de depresión y pérdida del sentido de la vida que requieren de
instancias apropiadas de contención y elaboración. 30

Al establecer el procedimiento descripto para acceder al denominado


Subsidio único y especial para las víctimas del 30 de diciembre de 2004,
se definía a la población que estaba en ‘situación de vulnerabilidad’ y que
podría ser beneficiaria del mismo. Aquí, de un modo similar a lo analizado
en el caso de las demandas civiles iniciadas por familiares de desapare-
cidos (Vecchioli, 2005), puede reconocerse la existencia de un conjunto
de especificaciones técnicas orientadas a establecer quiénes podían acce-
der a las prerrogativas establecidas por el Estado. En este caso, serían
aceptados como actores legítimos quienes demostraran, a través de la do-
cumentación adecuada, la relación entre un familiar y un fallecido. En
un sentido similar a lo analizado por Vecchioli, el reconocimiento de los
29 Resolución N o 54, Subsecretaría de Derechos Humanos.
30 Decreto N o 692/05, gcba.

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fallecidos implicaba a su vez el reconocimiento de sus familiares como un


grupo social especifico. Al reconocer la relación filial entre los padres y
sus hijos, el Estado contribuía a hacer de ellos una nueva víctima.
Además de alcanzar a los familiares de los fallecidos, el subsidio único
también estaba destinado a los sobrevivientes del incendio. En el caso
de personas cuya situación de vulnerabilidad derivara del padecimiento
“por haber estado en el lugar de los hechos”, 31 el subsidio sería de hasta
siete cuotas mensuales iguales y consecutivas de $600 cada una, esto es,
la mitad de lo que recibirían los familiares. En este caso, la asignación
de la “ayuda económica” estaba destinada a quienes “hayan padecido o
padezcan de afecciones en su salud que por su naturaleza y origen podrían
guardar relación directa con los hechos ocurridos el 30 de diciembre de
2004” 32 (destacado mío). El uso del potencial en la redacción del decre-
to no es casual: en el caso de los sobrevivientes aquella relación ‘directa’
debía ser demostrada de algún modo. A diferencia de los familiares, que
demostraban su competencia como víctimas beneficiarias a partir de la ex-
posición de la conexión filial con los fallecidos, los sobrevivientes lograrían
(o no) ser reconocidos como tales a partir de diversos procedimientos. En
este caso, los requisitos para acceder al subsidio único eran los siguientes:

Artículo 5◦ a) Acompañar constancia médica de que el interesado se


encuentra en tratamiento y su diagnóstico. b) Acompañar constancia
de que se encuentra en tratamiento psiquiátrico o psicológico y está
imposibilitado de retornar y/o continuar con sus tareas habituales. 33

A diferencia de los familiares, estos jóvenes debían certificar a través


de médicos y psicólogos sus vivencias durante el incendio. Ellos debieron
transformar su sufrimiento en el lenguaje de la ciencia para que el mismo
fuera oficialmente reconocido. Tal como se ha sugerido en otros casos, en
estas circunstancias “los doctores se transforman de curadores en agentes
certificantes” (Das, 1995:151). La fuerza de los certificados médicos para
acreditar las experiencias de padecimiento de las víctimas radica en que
una vez que la marca de sufrimiento está objetivada en un certificado, la
misma “no está sólo sobre –o en– el cuerpo. Está presente en un docu-
mento con valor legal” (Fassin y d’Halluin, 2005:606). A causa de que el
trámite para obtener el subsidio podía ser realizado hasta casi siete me-
ses después de ocurrido el incendio de República Cromañón, y teniendo
31 Ibídem.
32 Ibídem.
33 Resolución N o 54, Subsecretaría de Derechos Humanos.

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en cuenta la manifestación tardía de los síntomas, la mayor parte de las


constancias y certificados médicos y psicológicos fueron expedidos varios
meses después del hecho. La mayor parte de estos artefactos burocráticos
señalaban la existencia de los síntomas experimentados por quien afirma-
ba haber sobrevivido a un evento ocurrido hasta varios meses antes.
La Subsecretaría de Derechos Humanos aceptó estos certificados como
documentos válidos para acreditar la condición de sobreviviente, lo que
implicaba aceptar que los síntomas reconocidos por los expertos eran se-
cuelas del incendio de República Cromañón. 34 A través de este mecanismo
de reconocimiento oficial las constancias de atención médica se constitu-
yeron para la ssddhh en el vínculo mismo entre esas personas y el evento,
concretizando esa relación. De esta manera, quienes contaban con tales
artefactos médico-burocráticos quedaron habilitados para recibir la ayu-
da económica. Finalmente, casi el 88% de los beneficiarios del subsidio
fueron sobrevivientes, mientras que sólo en un 11% de los casos se trató
de padres y madres de las víctimas fatales. 35
Con el objetivo de garantizar el registro y el seguimiento adecuado de
quienes recibían atención médica y mental, y cobraban el subsidio único, el
Programa de atención integral a las víctimas del 30 de diciembre de 2004
se propuso avanzar en la conformación de un equipo de trabajo dedicado
a esa tarea. Sin embargo, a casi un año y medio del inicio del programa,
desde el gcba se reconoció que no se había logrado avanzar en ese sentido:

Existían cuatro bases de datos conteniendo información ( . . . ) ha-


bía errores en cada una y duplicaciones de información ( . . . ) no se
sabía a ciencia cierta a quién se le estaba pagando el subsidio ni si
las personas damnificadas estaban recibiendo otro tipo de asistencia
material.(Andújar, 2006:15)

En marzo de 2006 el vicejefe de gobierno de la ciudad, Jorge Telerman,


asumió el cargo que había dejado vacante Aníbal Ibarra como consecuen-
cia del proceso de juicio político. El nuevo funcionario impulsó la creación
de una nueva política pública: el Programa de atención a los damnificados
34 Al analizar el papel de los médicos que certifican las marcas de violencia de quienes de-
mandan ser aceptados como refugiados en Francia, Fassin y d’Halluin han señalado que los
certificados “atestiguan la profunda convicción asociada a la narrativa, más que a una verdad
clínica interpretada a partir del cuerpo ( . . . ) convencer al médico o al psicólogo es en conse-
cuencia, un primer paso y posiblemente el más decisivo en la producción de la verdad de una
persona” (2005:604). Para ellos, los certificados dan cuenta tanto de la expertise profesional de
los médicos como de su creencia en la veracidad de los discursos de los peticionantes.
35 Sobre un total de 1894 beneficiarios, 1681 fueron sobrevivientes y 213 fueron padres y
madres. Fuente: “Subsidios para las víctimas”. Diario Página 12, 30 de diciembre de 2006.

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de la tragedia de Cromañón. 36 El cambio de ‘víctimas’ por ‘damnificados’


podría dar lugar a la interpretación de que ‘víctimas’ quedaba reservado
para quienes habían fallecido en el siniestro. Sin embargo, en el cuerpo del
decreto que lo creaba, el programa hacía referencia a los familiares de los
fallecidos y a los sobrevivientes como ‘víctimas’. En ese sentido, este pro-
grama estaba orientado a los mismos beneficiarios que su antecesor. En el
texto de su creación se consideraba que “una vez superada la emergencia,
y a los fines de coadyuvar en el proceso de recuperación integral de las
personas afectadas, resulta pertinente implementar una política pública
( . . . ) considerando el bienestar de los familiares y sobrevivientes”. 37 El
programa pretendía tomar medidas destinadas a contribuir a la inserción
de “los afectados” en el sistema educativo y en el mercado laboral”. A di-
ferencia del programa anterior, en este caso se enfatizaba en la necesidad
de generar alguna herramienta de registro con el objetivo de conocer a la
población beneficiaria: “resulta prioritario el diseño e implementación de
una herramienta de relevamiento de datos que permita determinar cuál
es la situación actual de los destinatarios”. 38 A pesar de estas intenciones,
a lo largo del año y medio en que estuvo en vigencia no se avanzó en
la realización del relevamiento propuesto, ni se modificó la situación de
desconocimiento sobre la población que estaba bajo su cobertura.
La situación relativa al seguimiento y relevamiento de los damnifica-
dos se vio modificada cuando, luego de ganar las elecciones porteñas de
2007, el nuevo gobierno de Mauricio Macri creó el Programa de aten-
ción integral a los damnificados de Cromañón. 39 Sus beneficiarios serían
“los sobrevivientes y familiares de las víctimas de la tragedia de Croma-
ñón” 40. También en este programa se manifestaba la preocupación por
realizar una evaluación del estado médico y mental de cada uno de ellos,
y un seguimiento personalizado. 41 Con el objetivo de centralizar una base
36 Decreto N◦ 2.120, 7/12/2006, gcba. Durante la gestión de Telerman fue aprobada la Ley
de Ministerios. Entonces, la Subsecretaría de Derechos Humanos quedó, junto a la Secretaría
de Desarrollo Social, bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social porteño, del que ahora
dependía el programa.
37 Decreto N◦ 2.120, gcba.
38 Ibídem.
39 La nueva política pública fue creada por el Decreto 1.172/2008, que derogaba al programa
anterior. Luego del triunfo de Macri en las elecciones de 2007, el organigrama del gcba fue
modificado una vez más. Se derogó la Ley de Ministerios y el nuevo programa volvió a quedar
directamente bajo la órbita de la Subsecretaría de Derechos Humanos del gcba, ahora con Helio
Rebot a la cabeza.
40 Decreto N o 1.172/2008, gcba.
41 Tal seguimiento individual estaría a cargo de profesionales externos a la órbita del gobierno.
Se estableció un convenio de asesoramiento y asistencia técnica entre el gcba y la Red Iberoa-
mericana de la Cátedra Unesco de Bioética. Al mismo tiempo, la Red prestaría asesoramiento

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 87

de datos con la situación de todos los beneficiarios, se puso en marcha un


operativo de registro implementado por la Universidad Nacional de Tres
de Febrero, al que se denominó Relevamiento de beneficiaros del subsidio
a los damnificados por los hechos del 30 de diciembre de 2004.
A diferencia del programa previo, que había continuado con el Subsidio
único y especial para las víctimas del 30 de diciembre de 2004 a través
de diversos decretos que lo prorrogaban, este nuevo programa inauguró
un nuevo subsidio. 42 El mismo estipuló los mismos montos que el ante-
rior, por el término limitado de seis meses en el caso de los sobrevivientes
y doce meses en el caso de los familiares, pero también era prorroga-
ble. En el caso de los sobrevivientes, su continuidad estuvo supeditada
al cumplimiento de ciertas condiciones. Por un lado, debieron completar
el formulario del relevamiento, que era considerado como una declaración
jurada. Allí constaban datos referidos a la composición del núcleo familiar
conviviente, y debían declararse ingresos inferiores a dos mil pesos. Por
otra parte, en caso de considerar necesaria la continuidad del subsidio, de-
bió establecerse el grado de afectación de la aptitud laboral. Para ello, los
sobrevivientes tuvieron que demostrar que se encontraban en tratamien-
to mediante un “diagnóstico debidamente fundado con criterio científico
del cual surja afectación de la aptitud laboral y necesidad de tratamiento
prolongado del requirente, con copia de la documentación clínica y/o es-
tudios realizados, firmado por el profesional tratante”. 43 Una vez que la
Subsecretaría de Derechos Humanos contaba con las declaraciones jura-
das y con los diagnósticos médicos en su poder, un conjunto de expertos
evaluaban y recomendaban si correspondía continuar pagando el subsidio
o no. 44 De un modo opuesto al de los sobrevivientes, en el caso de los
familiares el único requisito para acceder a cobrarlo fue acreditar la pro-
pia identidad y el vínculo con el fallecido. No debía acreditarse situación
de vulnerabilidad alguna, ni debían presentarse constancias médicas ni
psicológicas de ningún tipo.
En resumen, luego del incendio cada nueva gestión a cargo del gcba
inauguró un nuevo programa, los cuales llegaron a ser tres en total. El
modo de denominar a los beneficiarios no fue unívoco sino que los crite-
y asistencia técnica al gcba para el desarrollo de un Plan Maestro para el Abordaje de la
Prevención, Intervención y Reconstrucción de Desastres.
42 El nuevo subsidio fue creado por el Decreto n o 84/08 del 14/07/2008.
43 Decreto 1.172/2008, gcba.
44 El decreto establecía las siguientes escalas según el grado de afección de la aptitud labo-
ral: “a) Leve: se otorgará una asistencia económica de pesos trescientos ($300). b) Moderada:
se otorgará una asistencia económica de pesos seiscientos ($600). c) Severa: se otorgará una
asistencia económica de pesos mil doscientos ($1.200)”.

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88 Familia, política y emociones

rios para definirlos fueron heterogéneos y diversos. El primer programa


incluyó la categoría ‘víctimas’ en su propio nombre y consideró como tales
a familiares y sobrevivientes. También en el caso del subsidio único, esos
fueron los actores reconocidos como víctimas. En el segundo programa
comenzó a hablarse de ‘damnificados’ pero se mantenían referencias a fa-
miliares y sobrevivientes como ‘víctimas’. En el último de los programas,
el creado durante la gestión de Mauricio Macri, esta situación cambió y el
uso de ‘víctimas’ fue el más restrictivo: sólo se denominaba así a los falle-
cidos, mientras que los potenciales beneficiarios eran considerados como
‘damnificados’. De todos modos, ya sea que se los denominara ‘víctimas’
o ‘damnificados’, las diversas políticas públicas enfatizaron la necesidad
de brindar atención a las personas que estaban atravesando experiencias
de sufrimiento a causa del incendio.

El Poder Judicial de la Nación: las víctimas como


querellantes
Además de vincularse con una importante cantidad de agencias del Go-
bierno de la Ciudad de Buenos Aires, quienes se vieron afectados de algún
modo por el incendio trabaron relaciones con diversas dependencias del
Poder Judicial de la Nación, como el Juzgado de Instrucción Penal n o 1,
la Fiscalía n o 10, y la Policía Federal en tanto auxiliar de la Justicia. De
un modo similar a los pasos que debieron seguir ante las agencias por-
teñas para participar en el Programa, en este caso debieron demostrar
adecuadamente su condición de familiares de los fallecidos en República
Cromañón y de supervivientes del incendio. Sin embargo, ahora tal pre-
sentación respondía al contexto del juicio penal y de los procedimientos
jurídicos. Por ese motivo, mientras que los familiares debieron exponer
una vez más sus vínculos de paternidad, en este caso los sobrevivientes
no debieron dar cuenta de sus experiencias de sufrimiento como debieron
hacerlo ante el Programa del gcba. En cambio, ahora la justicia les exigió
demostrar adecuadamente su presencia física en el local la noche misma
del incendio.
La existencia de fallecimientos en una situación pública motivó la ac-
tuación de oficio del fiscal Juan Manuel Sansone, de la Fiscalía n o 10. Así
se dio inicio a la causa penal “Chabán, Emir Omar y otros s/homicidio”.
La posibilidad de impulsar el proceso judicial iniciado por el ministerio

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 89

público estaba abierta a las “víctimas del delito” 45, que podían presentar-
se como querellantes. En ese marco, apenas unos días después del hecho
decenas de familiares de las víctimas fallecidas y asistentes al recital rea-
lizaron presentaciones ante el Juzgado de Instrucción n o 1 a cargo de la
Dra. María Angélica Crotto. El juzgado inició entonces los procedimientos
correspondientes para reconocer quiénes entre estos pretensos querellantes
podrían ser admitidos como tales.
Para la justicia penal –a diferencia de los programas impulsados desde
el gcba que veían a familiares y sobrevivientes como víctimas–, sólo los
sobrevivientes fueron considerados como víctimas de un delito, mientras
que los familiares fueron tratados como ‘representantes’ de las víctimas,
esto es, de los fallecidos. Así, el juzgado se propuso distinguir entre quienes
se presentaban como ‘lesionados’ por haber estado directamente expues-
tos al incendio y quienes, según lo establecido por el cppn, pretendían
constituirse en representantes de los fallecidos. Tal como surge de las reso-
luciones del juzgado, algunos querellantes serían considerados como tales
“por haber sufrido lesiones producto del hecho investigado y otros por
representar legalmente a los fallecidos”. 46 Si bien unos y otros debieron
acreditar ante la justicia penal su competencia para ser aceptados como
partes interesadas, de un modo similar a lo que he mostrado para el caso
de los diversos programas y el subsidio único, aquí también los recorridos
que debieron seguir eran contrastantes.
De forma similar a la distinción realizada para acceder al subsidio, en el
caso del derecho penal el código vigente establece distinciones entre quie-
nes pretenden constituirse en representantes de los fallecidos según sean
sus padres, hijos o cónyuge. Teniendo en cuenta que, tal como se ha seña-
lado, la gran mayoría de las víctimas fatales fueron jóvenes de una edad
promedio de 22 años, solteros y sin hijos, se comprende que en la inmensa
mayoría de los casos haya sido alguno de sus padres quien se constituyó

45 Según el Código Procesal Penal de la Nación (cppn), “la víctima del delito tendrá derecho
( . . . ) [a] constituirse en actor civil o tener calidad de querellante” (Art. 80). Si bien a los fines
de mi argumentación me interesa destacar las consecuencias de los procedimientos penales en el
reconocimiento y definición de la condición de familiares y sobrevivientes, debe destacarse que
estos también se presentaron como actores civiles con la finalidad de obtener indemnizaciones
por las muertes. Debido a que no hay datos oficiales al respecto, se estima que se presentaron
unas 1200 demandas civiles contra el gcba en virtud del agravio moral sufrido. El valor total
de las demandas civiles asciende a unos $632.441.624. Mientras que aquellas iniciadas por los
padres de los jóvenes fallecidos reclaman unos $300.000 por cada uno, la demanda de mayor
monto es la del grupo Callejeros, que reclama más de 9 millones de pesos por las secuelas
psíquicas y comerciales que les habría causado el incendio. Fuente: “Ya hay juicios por más de
$630 millones”. Diario Clarín, 30 de diciembre de 2009.
46 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 24/01/2005.

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en querellante. 47 Para que ello fuera posible, ese representante legal debió
acreditar su identidad ante el juzgado aportando copias de su dni. A estos
documentos se les sumaron otros, tales como las copias simples o certifi-
cadas de la partida de nacimiento de sus hijos. Del mismo modo que lo
hicieron en hospitales, morgues y secretarías, al poner en circulación estos
artefactos, los representantes acreditaron su identidad y su vínculo con el
incendio frente al juzgado. Quienes fallaron en exponer alguna de las docu-
mentaciones requeridas, no fueron aceptados como querellantes hasta tan-
to no lo hicieran. Así, a un padre que no presentó la constancia del vínculo
con su hijo se le indicaba que “no obra la correspondiente partida de naci-
miento que acredite el vínculo que se invocó entre los nombrados. Por tal
motivo, una vez aportada la misma –en copia autenticada–, se proveerá”. 48
En el caso de los sobrevivientes los pasos a seguir para ser reconocidos
como partes interesadas eran diferentes. Haber sido atendido en un hospi-
tal el día del incendio y contar con una constancia de ello era una condición
suficiente para que se constituyeran como querellantes ante el Juzgado de
Instrucción n o 1. Frente al pedido de un grupo de sobrevivientes, a través
de una resolución esa agencia judicial señalaba que con respecto a

La situación de los presentantes que seguidamente detallaré ( . . . ) de


las constancias de la causa surge que los mismos fueron atendidos en
distintos nosocomios el día del hecho, lo que alcanza por el momento
para tener por acreditado que concurrieron a ‘República Cromañón’ y
que a causa de ello sufrieron lesiones. En tal sentido, tiénese por parte
querellante a ( . . . ) (destacado mío). 49

Quienes no tuvieron en su poder certificados médicos elaborados la pro-


pia noche del incendio o en los días inmediatamente posteriores, contaron
con la posibilidad de acreditar su presencia en el show a través de otras
vías. Ellos pudieron presentar testigos, también contaron con la posibili-
dad de entregar la entrada al recital y, finalmente, también se aceptó la
constancia médica expedida aún meses después del incendio en el marco
de las acciones de atención médica y mental realizadas como parte del Pro-

47 En este caso se especifica que, cuando se trata de hechos que tuvieron como resultado la
muerte del ‘ofendido’, podrán ejercer el rol de querellantes “el cónyuge supérstite, sus padres,
sus hijos o su último representante legal” (cppn, Art. n o 82). En el caso de las demandas civiles
la situación es la misma: “si del hecho hubiere resultado la muerte de la víctima, únicamente
tendrán acción los herederos forzosos” (Código Civil de la nación, Art. 1078), que, en el caso
de la mayor parte de las jóvenes víctimas, eran sus padres.
48 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 26/04/2005.
49 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 24/01/2005.

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grama del gcba. En el caso de quienes no lograron acreditar su presencia


en Cromañón a través de ninguna de estas vías –por no contar con esos
elementos o bien porque el juzgado consideraba que eran insuficientes–,
esas personas debieron acercarse a brindar declaración testimonial ante la
División Delitos contra la Salud, dependiente de la Unidad de reconoci-
mientos médicos de la Policía Federal Argentina:

[aquellas] Personas que habrían sufrido lesiones en el hecho investiga-


do, como ( . . . ) no han acreditado de alguna manera que estuvieron
en el lugar, o que fueron atendidos en un nosocomio, a fin de mostrar
el carácter que invocan, se deberán presentar para que se les reciba
declaración testimonial ante la División Delitos contra la Salud de la
pfa (destacado mío). 50

Allí, un funcionario policial aplicaba al ‘pretenso querellante’ un formu-


lario en el que se consultaba sobre los males físicos y psíquicos sufridos a
raíz del incendio y confeccionaba un legajo. Tal procedimiento no incluía la
realización de algún tipo de revisación médica o mental con el objetivo de
contrastar lo declarado, sino que se limitaba a las preguntas del agente ofi-
cial y a las respuestas de quien decía ser sobreviviente del incendio. Luego
de esa declaración la agencia policial circulaba el listado correspondiente
de declarantes al juzgado, que pasaba a aceptar automáticamente como
querellantes a quienes allí figuraban mientras que rechazaba como tales a
quienes no habían realizado la declaración en aquella dependencia policial:

A los peticionantes ( . . . ) en virtud de que tratándose de personas


que habrían sufrido lesiones en el hecho investigado, ( . . . ) siendo que
ninguno de ellos se encuentra entre los legajos ( . . . ) confeccionados por
la División Delitos contra la Salud ( . . . ) no es posible en este estado
comprobar que los solicitantes hayan sido particulares damnificados
(destacado mío). 51

Analía es sobreviviente del incendio, hermana de un joven fallecido allí


y miembro del equipo de abogados de la querella mayoritaria. Luego de la
muerte de su hermano prometió a su memoria que finalizaría su carrera de
derecho con el objetivo de participar como abogada en el juicio. Y lo con-
siguió. Una vez recibida de abogada, Pablo Asturias, el padre-abogado,
la sumó a trabajar como parte de su cabeza de querella. Él consideró

50 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 26/04/2005.


51 Ibídem.

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que contar con el trabajo de una hermana en el estudio de abogados era


una garantía de compromiso con el trabajo judicial por la búsqueda de
justicia. Analía considera que la acreditación de la condición de sobrevi-
viente es problemática. Según dice, resulta muy difícil saber “quién estuvo
y quién no en Cromañón”, y aún en el caso de quienes se constituyeron
como querellantes no es posible contar con pruebas concluyentes de que
efectivamente se trate de sobrevivientes del incendio:
Para poder comprobar que eran sobrevivientes en el juzgado te
exigían las entradas, pero la entrada se puede conseguir por otros
medios . . . un certificado médico tampoco es una prueba excluyente.
Hay muchos chicos que son sobrevivientes que no tuvieron ningún tipo
de lesiones, y se presentaron a declarar y eso era suficiente para ser
querellantes ( . . . ) uno no puede saber a ciencia cierta cuanta cantidad
de gente había ahí adentro y tampoco se puede saber quiénes estaban
porque en realidad no tenés manera de probarlo (entrevista a Analía,
julio de 2009).
A un año del incendio de República Cromañón se produjo el cierre de la
etapa de instrucción de la causa, en la que fueron reconocidas como quere-
llantes unas 850 personas. De esa cifra total, unos 700 eran sobrevivientes
del incendio, mientras que las 150 querellas restantes fueron iniciadas por
los familiares de los fallecidos. A lo largo del proceso, aproximadamente
la mitad de los asistentes al recital, unos 1530 sobrevivientes, fueron in-
dividualizados y declararon en la etapa de instrucción como testigos ante
las diversas agencias (Fiscalía, Juzgado, Policía Federal Argentina). Si se
tiene en cuenta que la cifra de asistentes rondaba entre los 3000 y los
4000, esto implica que entre 1500 y 2500 personas no fueron identificadas
y quizás nunca lo sean. Un año y medio después del hecho, los medios de
comunicación informaban que aún “la cantidad de sobrevivientes no está
del todo clara”. 52

La formación de las ‘cabezas de querella’


Considerando el gran número de lesionados y fallecidos en el incendio, y
en base a la cantidad de ‘pretensos querellantes’ presentados durante el
mes siguiente a lo sucedido, la jueza Crotto previó que se constituiría un
52 Fuente: “Las indemnizaciones por Cromañón pueden llegar a los 300 millones”. Diario Página
12, 18 de mayo de 2006.

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 93

gran número de ‘partes interesadas’. Por ese motivo, anticipándose a las


dificultades operativas y administrativas que ello podría implicar, en el
mes de enero de 2005 promovió la unificación de querellas en ‘cabezas de
querella’. 53 A través de una resolución, señalaba que
Teniendo en cuenta la multiplicidad de pretensos querellantes y la
unidad de intereses ( . . . ) deberán unificar representación dentro del
término de dos días ( . . . ), bajo apercibimiento de hacerlo el tribunal
de oficio si no se pusieren de acuerdo ( . . . ). La unidad de intereses
surge con claridad del cotejo de las presentaciones analizadas, porque
fue un mismo hecho el que provocó las lesiones o muertes que cada
uno de los querellantes denuncia. 54
La unificación implicaba que cada interesado debía subsumir su propia
querella individual a la representación de otra, que se constituiría en ‘ca-
beza’ de varias querellas. Cualquiera de los padres y madres que hasta el
momento habían realizado presentaciones podían ser elegidos como ‘cabe-
za’. A fines de enero de 2005, un mes después del incendio, la jueza decidió
unificar a unas treinta personas eligiendo a Pablo como su cabeza. En este
caso los representantes de esta cabeza y su representación coincidían ya
que eran el propio Asturias que había sido aceptado como ‘abogado con
causa propia’ para representarse a sí mismo, y su compañera en su estudio
de derecho, la Dra. Laura Pastori. Además, ellos ya representaban a una
treintena de familiares:
Unificaré en el Dr. Pablo Asturias ( . . . ), quien además de querellar
por el fallecimiento de su hijo, junto con la Dra. Laura Pastori re-
presenta a casi treinta damnificados (entre querellantes y pretensos).
Considero que la cantidad de partes que agrupó, es motivo determi-
nante para delegar en dicho letrado la personería. A eso se le suma
que entre el contenido de las acusaciones de sus representados con los
de los restantes, no existe contradicción que puede implicar diferencia
de intereses. Sin perjuicio de ello, si los querellantes se agrupasen en
distintos conjuntos delimitados por diferentes acusaciones, el tribunal
los analizará oportunamente. 55
53 Esta unificación estaba respaldada por el Art. 416 del cppn que al referirse a la “unidad
de representación” señala que “cuando los querellantes fueren varios, y hubiere identidad de
intereses entre ellos, deberán actuar bajo una sola representación, la que se ordenará de oficio si
ellos no se pusieren de acuerdo”. Cabe aclarar que quienes pueden constituirse en ‘cabezas’ son
los querellantes, esto es, las ‘partes’ y no sus representantes letrados, es decir, sus abogados.
54 Resolución del Juzgado de Instrucción N o 1, 24/01/2005.
55 Resolución del Juzgado de Instrucción N o 1, 27/01/2005.

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Teniendo en cuenta que la unificación podía recaer sobre cualquier que-


rellante, cabe resaltar que al tomar la decisión de unificar en Pablo las
querellas individuales la jueza no tuvo en cuenta simplemente su condi-
ción de parte, esto es, de padre. Tal como surge de la resolución citada,
él fue elegido por el “motivo determinante” de agrupar a una gran can-
tidad de partes. El hecho de que él representara a una gran cantidad de
querellantes se debía a que a los ojos de los familiares y sobrevivientes
del incendio, Asturias estaba comprometido emocionalmente con la causa
por ser un familiar. Así, la justicia unificaba bajo su persona porque como
abogado él representaba a muchos querellantes y, a su vez, él representaba
a muchos querellantes por ser un padre. A la larga, era su condición de
padre la causa de que su cabeza de querella fuera la más numerosa.
A partir de esta unificación y a lo largo de toda la etapa de instruc-
ción, la totalidad de los pretensos querellantes que fueron aceptados como
tales por el juzgado fueron derivados automáticamente a la ‘cabeza’ repre-
sentada por Asturias-Pastori, a menos que se manifestara una intención
diferente. Esta unificación aumentó notoriamente el número de quere-
llantes que quedaron vinculados a la estrategia procesal que seguiría esa
querella. Así fue como ellos llegaron a tener bajo su paraguas a 650 de
los 850 querellantes. Se trataba tanto de quienes habían elegido a Pablo
o a Laura como abogados particulares representantes de sus querellas, así
como de aquellas personas que habían elegido a otros abogados que los
representaran y que ahora estaban bajo su paraguas. De todos modos, al
día siguiente de dictar la unificación, la jueza dejó abiertas las puertas
para que, en caso de que las partes no tuvieran lo que era denominado co-
mo ‘unidad de intereses’, pudieran constituir nuevas cabezas: “si cada una
persigue distintos objetivos y tiene estrategias procesales controvertidas,
se mantendrán separados”, señalaba una resolución del juzgado. 56
A medida que pasaban los días Pablo y Laura iban imaginando una po-
sible estrategia procesal. En principio, se propusieron acusar a Ibarra, al
empresario que gerenciaba el local y a los funcionarios estatales (policías
y personal de los entes de control). En estos primeros meses aún no tenían
una posición determinante sobre qué actitud tomar con el grupo de rock
Callejeros. Muchos familiares que estaban incluidos en su cabeza y que
ahora él representaba a causa de la unificación, defendían a viva voz a
los músicos, mientras que otros pensaban que eran los máximos responsa-
bles. Al mismo tiempo que había opiniones divergentes en relación a esa
cuestión, también había otros factores de disenso entre ellos relativos a las
56 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 28/01/2005.

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 95

posiciones en torno de la lucha pública. Mientras que unos proponían for-


mas de manifestarse públicamente a las que algunos consideraban como
desbordes, otros acusaban a éstos de ser tibios; mientras unos creían que
debían sumarse los partidos políticos y las organizaciones sociales, otros
se preocupaban por evitar la politización de Cromañón.
En el escenario descripto, plagado de tensiones y diferencias que ve-
nían dadas por factores de diverso orden, los pedidos de conformación
por la constitución de nuevas cabezas de querella no se hicieron espe-
rar. La autorización para ello estaba fundamentada simplemente en que
los peticionantes habían manifestado a las autoridades del juzgado tener
objetivos diferentes:

Teniendo en cuenta que la unificación en cabeza del Dr. Asturias


se realizó en forma provisoria, el acuerdo entre un número importante
de querellantes que manifiesta tener unidad de intereses y coincidir en
su estrategia procesal a efectuar, amerita la separación del resto, con
cuya cabeza afirman no tener los mismos objetivos. 57

De acuerdo con las nuevas posibilidades, un grupo de familiares solicitó


unificar su personería en la cabeza de una madre que había optado por ser
representada por un grupo de abogados con un perfil muy diferente al de
Pablo. Se trataba de los Dres. Marcelo Parrilli y María del Carmen Verdú.
Era éste un momento muy inicial en el plano de lo jurídico –había pasado
apenas un mes del incendio, por lo que las cabezas aún no habían comen-
zado a desarrollar caminos diferenciados respecto de sus planteos frente
al juzgado y sus posiciones no diferían esencialmente. Tanto la cabeza re-
presentada por Asturias-Pastori como la representada por Parrilli-Verdú
creían que los funcionarios del Estado y al gerenciador de local eran los
máximos responsables del hecho. En segundo plano quedaban los músicos,
y no había posiciones definidas respecto de cuál había sido su papel en el
incendio. Aún así, varios miembros del grupo Paso decidieron sumarse a
la nueva dupla. Entre ellos estaba Patricia, la referente pública del grupo
para quien esa decisión fue una consecuencia natural de su propia historia
personal.
Actualmente Patricia trabaja como docente terciaria formando docen-
tes y en un gabinete psicopedagógico de una escuela bonaerense. Si bien
cursó estudios de psicología, educación y realizó parte de una maestría en
antropología social, prefiere destacar las virtudes de su formación fuera de

57 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 4/01/2005.

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los ámbitos institucionales tradicionales, gracias a la cual pudo combinar


sus intereses por la educación con la militancia.
Su militancia está inscripta en la historia militante de su familia. Su
padre era un intelectual reconocido que ha formado parte del Partido Co-
munista y ha escrito numerosos libros sobre arte, literatura y política. Su
madre, maestra, ingeniera y geógrafa, también formó parte del pc, del
movimiento de mujeres y es militante de una organización de Derechos
Humanos. 58 Sobre el final de la dictadura militar Patricia tuvo un breve
paso por “la Fede” y una participación de mayor intensidad en el icuf. 59
Como parte de esta historia de militancia, conoció al padre de sus hijos
en el centro de estudiantes del colegio secundario. Años después, con el
retorno de la democracia, buscó formas alternativas de militancia diferen-
tes de las tradicionales. Como ejemplos destaca una experiencia militante
vivida en el área de educación del Movimiento Sin Tierra de Brasil, y su
constante trabajo en un equipo colectivo de educación popular vinculado
a la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo.
Una de las cuestiones que impulsaron a Patricia a sumarse a la nueva
cabeza inaugurada fue su evaluación respecto de las trayectorias profesio-
nales de los abogados. En relación a ello, cabe destacar que tanto Parrilli
como Verdú son renombrados representantes jurídicos provenientes del
mundo de los organismos de Derechos Humanos. Parrilli formó parte du-
rante 30 años del Movimiento Socialista de los Trabajadores (mst) y fue
candidato en diversas oportunidades por ese partido de izquierda, llegan-
do a ocupar bancas como legislador de la ciudad y de la provincia de
Buenos Aires. En el caso de Verdú, su trayectoria profesional se encuen-
tra vinculada a la correpi (Coordinadora Contra la Represión Policial e

58 Los saberes militantes de su madre fueron fundamentales para la formación del grupo Paso,
que comenzó a tomar forma a partir de una carta abierta a las víctimas del incendio que ella
difundió en las primeras marchas, invitándolas a ponerse en contacto entre sí con el objetivo de
armar una red, de organizar reuniones, etc. La carta contenía el siguiente mensaje: “El dolor y
la furia. La solidaridad y la esperanza de justicia. Soy ( . . . ). En la masacre de la disco del Once,
después de debatirse entre la vida y la muerte, falleció mi nieto ( . . . ), de sólo 18 años. Un pibe
sano, inquieto, un sol para todos nosotros. Por encima del dolor y la furia, que soy incapaz de
traducir en palabras, sentimos que los familiares y amigos deberíamos transformar la inmensa
pena en energía, en primer lugar para que haya justicia y, además, para que se acabe con esta
infame práctica de los boliches convertidos en trampas para la juventud. Por eso me parece
bueno que los familiares estemos en contacto para diseñar acciones colectivas o individuales,
para impedir el olvido, para construir la memoria y defender el futuro. No sé cuál sería la forma
de accionar pero estoy segura que juntos encontraremos los mejores caminos. Quizás una red
de familiares, quizás alguna reunión, les pido se comuniquen. Un abrazo. (datos de contacto)”.
59 En Argentina se conoce como “La Fede” a la organización juvenil del Partido Comunista
local. Por su parte, icuf es la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina (Idisher
Cultur Farband).

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 97

Institucional). Se trata de dos claros ejemplos de abogados militantes. 60


En cambio, el recorrido profesional de Pablo es muy distinto. Él se formó
como abogado en el ámbito del derecho comercial, especialidad sobre la
que escribió un libro de derecho concursal. Se desempeñó en el ámbito
de la justicia comercial, donde llegó a ser secretario de Cámara y admi-
nistrador judicial de diversas instituciones en situación de quiebra. Luego
de muchos años de trabajar en el ámbito del Estado, se dedicó a la ac-
tividad privada. En ese marco, se desempeñó como gerente comercial y
síndico de bancos extranjeros con sedes en nuestro país. Luego de tomar
la decisión de presentarse como abogado ‘con causa propia’ en el juicio
por Cromañón, Pablo inició un posgrado en derecho penal.
Además de evaluar estas diferencias en las trayectorias profesionales,
Patricia prestó atención a las acciones y declaraciones públicas realizadas
por Pablo y por el grupo de familiares que comenzó a nuclearse alrede-
dor suyo. Ella los veía como familiares derechosos, que veían a la política
como una actividad que debía mantenerse alejada de la lucha a riesgo
de contaminarla. En cambio, pensaba que el movimiento debía estimu-
lar la participación política y la relación con otros colectivos sociales de
demanda de justicia y grupos piqueteros. La decisión de Patricia respec-
to de la cabeza a la que sumarse estuvo íntimamente relacionada con su
trayectoria profesional y militante por los Derechos Humanos. 61
Un mes después de conformadas las cabezas señaladas, en marzo de
2005, Pablo Asturias comunicó que su estrategia jurídica incluiría al gru-
po de rock como responsable del siniestro. Por ese motivo algunas víctimas
solicitaron al juzgado autorización para conformar un nuevo agrupamien-
to. La tercera cabeza estaba representada por los Dres. Mauricio Castro
y Patricia Núñez Morano. Esta querella no sólo no acusaría a los músi-
cos, sino que los consideraban como víctimas. Como cabría esperar, allí
se nuclearon familiares y sobrevivientes que se manifestaban abierta y
60 Vecchioli (2009) ha estudiado la conformación del segmento profesional de los abogados de
Derechos Humanos. Al hacerlo, se ha ocupado de analizar las trayectorias de esos profesionales
considerándolos a la vez como militantes.
61 Es importante destacar que una vez finalizado el juicio penal, Patricia decidió cambiarse
de cabeza de querella y pasar a formar parte de la de Pablo Asturias. Ello se debió, sobre
todo, a que evaluó negativamente el trabajo realizado por los abogados que había elegido. Por
otra parte, con el correr del tiempo ambos fueron construyendo un vínculo mutuo de respeto
y cercanía. Así, si bien durante varios años hubo una cierta distancia entre Paso y qnsr –los
grupos de los que ambos eran referentes– a causa de las cuestiones que analizaré en este libro, sus
miembros actualmente están muy cercanos entre sí. Patricia y Pablo han participado juntos en
algunos proyectos como la conducción de un programa de radio y han impulsado una campaña
contra la impunidad –llamada Funcionario hacete cargo– junto a familiares y víctimas de otros
casos.

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98 Familia, política y emociones

públicamente a favor del grupo de rock. Muchos eran de la zona de La


Matanza y habían comenzado a reunirse sistemáticamente dando inicio a
lo que sería la Comisión de Familiares de Cromañón (CoFaCrom). 62
Durante estas primeras semanas un conjunto de familiares entre los
que había algunos sobrevivientes, mantuvieron una serie de reuniones en
la Casa Rosada con funcionarios del gobierno nacional para plantearles
sus demandas y exigencias. A partir de los vínculos que construyeron en
esos encuentros comenzaron a actuar en conjunto y a dar forma a la ong
que lleva como nombre Familias por la Vida. Hilda es la referente de este
conjunto. Ellos solicitaron al juzgado apartarse de la cabeza de Pablo
Asturias y afirmaron que sus intereses no estaban representados tampoco
por Parrilli-Verdú ni por Castro-Nuñez Morano. Por ello propusieron ser
representados por los Dres. Poplavsky y Rico. En rigor, las diferencias no
eran tanto de tipo procesal puesto que aún se trataba de un momento
muy inicial sino que estaban vinculadas a cuestiones de tipo político,
ideológicas, etc., esto es, relacionadas con la dinámica del movimiento. En
efecto, para ellos la posición pública de Asturias y del grupo de familiares a
él asociado en Que No Se Repita era vista como tibia, puesto que insistían
en manifestase de formas moderadas, sin violencia, preocupados por la
imagen pública del movimiento; a su vez veían a la gente de Paso que
estaba bajo la representación de Parrilli y Verdú como politizada; por otra
parte, se mostraban disconformes por el hecho de que ciertos miembros
de CoFaCrom vinculados a Castro y a Nuñez Morano promovieran actos
y marchas en defensa de los músicos.
Finalmente, hacia mediados de 2005, la totalidad de los querellantes
quedó agrupado en las cuatro cabezas referidas. La querella representada
por Parrilli y Verdú reunió a unos 45 querellantes; la representada por
Castro y Nuñez, a unos 85, y la representada por Poplavsky y Rico a unos
70 querellantes. Bajo la cabeza de Asturias, representada por él mismo y
por Laura Pastori, quedaron reunidos unos 650 querellantes. De esos 650,
unos 140 eran familiares de los fallecidos en el incendio y el resto eran
sobrevivientes.
Para los familiares existe una cierta asociación entre grupos del movi-
miento y cabezas de querella, como si cada grupo estuviera representado
por una de ellas –‘la ong está con Poplavsky’ o ‘Paso y aphac están con
Parrilli-Verdú’, suele escucharse. Pero lo cierto es que qnsr es el único

62 Como se verá más adelante, luego de la separación de CoFaCrom surgieron dos grupos: la
Asociación de Padres con Hijos Asesinados en Cromañón (aphac) y la Asociación de Víctimas
de la inseguridad Social en Argentina (avisar).

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 99

grupo cuyos miembros están en su totalidad bajo la cabeza de una misma


querella. En el resto de los casos la correspondencia entre una y otra ins-
tancia no es absoluta. Ello se debe a que a pesar de los cambios de cabeza
que se dieron en los primeros meses, algunos miembros de Paso y aphac
optaron por permanecer bajo el paraguas de Asturias. Es el caso de Miri,
la madre de Darío, quien eligió continuar bajo su paraguas puesto que
“Asturias es un papá y no nos va a traicionar” (entrevista a Miri, julio
de 2009). Al igual que otros familiares de otros grupos, ella quedó bajo
la representación de Pablo aún cuando, como miembro de aphac, piensa
que desde qnsr él promueve formas de movilizarse con las que no está de
acuerdo por considerarlas demasiado tranquilas y frías.
Tal como puede verse hasta aquí, en esos primeros meses luego de lo
sucedido, apenas comenzaban a perfilarse los grupos, las cabezas y sus
incipientes estrategias jurídicas. Los pedidos por separarse de Asturias y
conformar nuevas cabezas de querella estuvieron relacionados no tanto
con cuestiones de orden jurídico sino principalmente con la ponderación
de cuestiones a las que los propios familiares llaman políticas. Se trata de
aquellos asuntos relativos a las posiciones que iba tomando cada grupo
en relación a la demanda pública. En ese sentido, existió una estrecha
relación entre lo que ocurría a nivel de la lucha y lo que sucedía a nivel
de lo judicial.
Para Pablo, algunas decisiones tomadas por la jueza permiten ver que
ella también consideró que había una relación entre la lucha y lo judicial.
En efecto, ella estaba atenta al hecho de que a medida que avanzaba la
lucha se iban expresando diferencias entre los diversos grupos y si bien
esas diferencias aún no se habían expresado formalmente como pedidos de
pena o acusaciones distintas puesto que los tiempos judiciales aún no lo
requerían, tarde o temprano encontrarían expresión en ese terreno. Por ese
motivo, había autorizado la existencia de diversas cabezas de querella. Eso
implicaba un reconocimiento de que existía algún tipo de relación entre
la forma en que se iban conformando los grupos del movimiento, por un
lado, y las cabezas por el otro:

Todo el tiempo hubo una tensión entre la cuestión ‘humana’ y la


‘procesal’. La unificación realizada por Crotto fue realizada con un
criterio no procesal: ( . . . ) nos eligió porque éramos los que más gente
teníamos bajo representación ( . . . ) Ella vio que había diferencias no
técnicas que no eran subsanables en esos momentos: algunos en el mo-
vimiento hablaban de ‘izquierda’ y ‘derecha’, de diferencias de clase

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100 Familia, política y emociones

social, etc. y por eso dejó abierta la posibilidad de otras cabezas. En


penal se hace así: se toma una decisión y después se buscan los funda-
mentos. Le decís a tu secretario, ‘Buscame jurisprudencia’. La decisión
es una decisión política. El silogismo de la ley no existe (entrevista a
Pablo, agosto de 2009)

Para Pablo, la decisión de dejar abierta la posibilidad de que se for-


maran cabezas de querella diferentes a la suya fue una decisión acertada
de la jueza, quien realizó una lectura política para tomar, finalmente,
una decisión técnica teniendo en cuenta la complejidad y heterogeneidad
de las relaciones asociativas que se estaban tejiendo entre las víctimas
movilizadas. Y, en efecto, con el paso del tiempo algunas diferencias y
conflictos que se expresaban al nivel del movimiento –por ej. sobre la res-
ponsabilidad de los músicos en el incendio–, fueron tomando cuerpo como
diferencias relativas a la estrategia jurídica de cada cabeza. 63

Conclusiones parciales. La acreditación oficial de las


víctimas
Al promulgar resoluciones, leyes y decretos que sancionaban un conjunto
de derechos, las agencias de los Estados porteño y nacional sancionaron
al mismo tiempo a aquellos actores a los que consideraban como legíti-
mos para exigirlos: las ‘víctimas’, los ‘damnificados’, los ‘lesionados’, los
‘representantes’, etc. Los derechos a los que fueron autorizados a acceder
incluyeron subsidios, atención médica y mental, así como la posibilidad
de constituirse como querellantes en la causa penal.
Quienes se consideraban a sí mismos como actores legítimos para ac-
ceder a esas prerrogativas debieron acreditar su condición a través de la
puesta en circulación de una variedad de documentos tales como libre-
tas matrimoniales, certificados de defunción, dni, constancias de atención
médica, partidas de nacimiento, declaraciones testimoniales, certificados
63 Pueden señalarse algunas diferencias interesantes en relación a cómo consideró cada una
de ellas la responsabilidad del grupo de rock durante el juicio penal. La querella de Asturias
distinguió entre diferentes grados de responsabilidad entre sus miembros por lo que el pedido
de penas fue diferenciado; de un modo distinto, la querella Poplavsky-Rico pidió la misma pena
para todos los músicos. Por su parte, Parrilli y Verdú, no los acusaron por creer que la máxima
responsabilidad estaba en los empresarios y en los funcionarios, que fueron su prioridad. Esta
última querella tampoco acusó a los policías por considerar que no contaban con el principio
de ‘legitimación activa’ para hacerlo. Finalmente, la querella Castro-Nuñez Morano, tampoco
acusó a los músicos puesto que para ellos eran inocentes.

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 101

de atención psicológica, etc. La necesidad de contar con ciertos documen-


tos para que se les reconocieran las condiciones que reclamaban para sí,
expresa que el vínculo entre un individuo y tales artefactos no expone
una relación de representación sino más bien una relación de contigüidad
y/o extensión (Cf. Peirano, 2002). En tal sentido, a las personas que no
contaran con los documentos apropiados en las situaciones en que eran
necesarios, se les denegaba aquella posibilidad. Ello se debe a que la posi-
bilidad habilitada por la posesión de los documentos adecuados “tiene su
lado inverso: el de remover, desposeer, negar y rechazar el reconocimiento
social del individuo que no posee el documento exigido en determinados
contextos” (Peirano, 2002:37).
Al mismo tiempo que se definía quiénes podían acceder a los derechos
señalados y quiénes no estaban en condiciones de hacerlo, también se es-
tablecían diferencias entre quiénes podían exigir a causa de haber estado
presentes en el siniestro, por un lado, y quiénes podían hacerlo por ha-
ber perdido un hijo, por el otro. Tal como ha sido analizado en el caso
de las demandas civiles iniciadas por familiares de desaparecidos, en es-
te caso la normativa legal evidenció su poder de trazar “fronteras entre
grupos y clases, definiendo los criterios de inclusión y exclusión a partir
de los cuales se reconocerán derechos” (Vecchiolli, 2000:44). La principal
frontera trazada en este caso fue aquella que distinguió entre familiares y
sobrevivientes.
Teniendo en cuenta que a través de la acción de sus agentes y produccio-
nes autorizadas el Estado contribuye a la producción y a la representación
de la realidad social, como consecuencia de la circulación de aquellos docu-
mentos ‘familiares’ y ‘sobrevivientes’ devinieron condiciones reconocidas
por el mismo Estado que las instituía y consagraba formalmente. Ello es
producto del poder de nominación estatal, de acuerdo con el cual ciertos
actos oficiales constituyen verdaderos actos de institución que por medio
del nombrar crean al mismo tiempo la realidad que nombran:
Al enunciar con autoridad lo que un ser, cosa o persona es en ver-
dad (veredicto) en su definición social legítima, es decir, lo que está
autorizado a ser, lo que tiene derecho a ser, el ser social que tiene de-
recho de reivindicar, de profesar, de ejercer ( . . . ), el Estado ejerce un
verdadero poder creador (Bourdieu, 1997b:114).
El procedimiento regular para ser reconocido como familiar de un falle-
cido consistió en dos pasos. Primero se debió acreditar la propia identidad
y, en segundo lugar, la relación de parentesco. Para ello los padres de los

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fallecidos presentaron documentos que exponían relaciones de paternidad


preexistentes al incendio. Las agencias intervinientes simplemente com-
probaron relaciones que por el hecho de haber sido instituidas previamente
por el Estado y objetivadas en los documentos expuestos hacían indefec-
tiblemente de esos familiares ‘víctimas’ y ‘querellantes’. En este contexto,
mientras que para las agencias del Poder Judicial de la Nación las expe-
riencias de sufrimiento personal de los familiares no fueron relevantes para
su aceptación como querellantes, para la Subsecretaría de Derechos Hu-
manos del gcba esas vivencias fueron determinantes para considerarlos
como víctimas o damnificados. Desde ese organismo se asumió que la si-
tuación de vulnerabilidad de los familiares era una cuestión autoevidente
y, por tal motivo, ellos no debieron exponer credenciales que certificaran
y garantizaran los padecimientos sufridos a causa del incendio.
El proceso de acreditación seguido por los sobrevivientes fue muy dife-
rente. En primer término, frente a la agencia judicial, los sobrevivientes
debieron demostrar su presencia en el incendio del modo más confiable
posible según los parámetros judiciales. Para ello se exigió una constancia
de atención médica producida en los días inmediatamente posteriores al
hecho, o bien otras pruebas tales como testigos que los hubieran visto allí,
la entrada al recital, una declaración en la fiscalía, el juzgado o la policía.
En segundo lugar, ellos debieron certificar sus padecimientos frente a la
ssddhh del gcba mediante las constancias expedidas por los médicos y
psicólogos de hospitales públicos que desempeñaban sus tareas en el mar-
co de las acciones previstas por los sucesivos programas. En este caso,
el dolor fue objetivado en un documento oficial que se constituyó en el
puente entre esa persona y el incendio. Si bien para el Estado se trato de
formas adecuadas de acreditación puesto que se llevaron adelante a través
de los mecanismos y herramientas oficialmente validados, tal como han
señalado tanto Das (1995) como Fassin y d’Halluin (2005) al analizar el
papel de los certificados médicos en este tipo de circunstancias, la rela-
ción entre los daños sufridos y la causa que los ha originado siempre es
probable y nunca es el resultado de algún tipo de comprobación clínica o
científica determinante.
Si bien unos y otros debieron demostrar su vínculo con el incendio a
través de los mecanismos oficiales, los diferentes recorridos burocráticos
realizados para ser reconocidos como víctimas o querellantes muestran
que en contraste con lo que ocurrió con los familiares, en el caso de los
sobrevivientes el vínculo con el incendio no estaba fundado sobre una rela-
ción previa a los hechos. A diferencia de ‘padre’ o ‘madre’, ‘sobreviviente’

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Capítulo 1. Las víctimas frente al Estado 103

no era una condición preexistente al incendio. De este modo, el reconoci-


miento de tal condición no estaba basado en actos de institución estatal
previos sino que la misma fue instituida con posterioridad al incendio,
ex pos facto, mediante la acción de agentes y operadores que pusieron
en juego aquellas constancias y certificados, artefactos de registro oficia-
les elaborados especialmente para la ocasión (Cf. Zenobi, 2011b). En este
contexto, diversas y heterogéneas agencias estatales refrendaron la condi-
ción de la enorme mayoría de personas que afirmaron ser sobrevivientes
de Cromañón y, a partir de las acciones desplegadas por agentes estatales
que actuaban en situaciones de autoridad, la condición de los sobrevi-
vientes fue reconocida como legítima e instituida a través de un efecto de
derecho.
Además de instituir y consagrar a ‘familiares’ y ‘sobrevivientes’ como
condiciones legítimas, algunos de los actos jurídicos de los que ellos fue-
ron objeto incidieron en la forma que tomaron cierto tipo de relaciones
que unos y otros mantenían entre sí. En efecto, luego de la unificación de
la representación bajo la persona de Asturias muchos quedaron vincula-
dos a través de esos lazos jurídicos. Sin embargo, las diferencias políticas,
ideológicas, etc., condujeron a que la mayor parte de los miembros de
los diversos grupos organizados para la acción pública pidieran la confor-
mación de nuevas cabezas que fueron autorizadas por el juzgado. De esta
manera, la dinámica de la conformación de nuevas cabezas fue adquiriendo
su propia forma influida por la dinámica de la lucha y de las asociaciones
que se producían en ese nivel. A esto se refería Pablo al señalar la tensión
entre ‘el componente humano’ y ‘lo procesal’.
En un contexto en el que abundaron los pedidos de cambio de querella,
debe señalarse como un segundo hecho destacable que muchos querellantes
optaran por no ser apartados de la cabeza de Asturias, a la que habían sido
derivados automáticamente por decisión judicial. El hecho de que varios
familiares de diversos grupos decidieran quedar bajo su paraguas se debió
a que como abogado representante de su propia querella que hacía las
veces de ‘cabeza’ del resto, su condición de familiar fue vista como una
marca positiva de su compromiso emocional con la causa. Esto explica
el ‘desfasaje’ existente en el caso de algunos familiares que pertenecen a
un determinado grupo y, al mismo tiempo, a una querella con la que ese
grupo no suele ser identificado.
Finalmente, cabe destacar que debido al gran número de querellantes
que fueron derivados compulsivamente a la cabeza de Pablo, la composi-
ción de ese agrupamiento jurídico no se limita a los miembros de qnsr

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sino que incluye a un gran número de actores que mantienen complejas re-
laciones entre sí en el marco del movimiento. Así, aquellos familiares que
no pertenecen a ningún grupo, que no se movilizan y que están ajenos
a las tensiones propias de la lucha, aportan el mayor caudal de quere-
llantes a esa cabeza. Por otro lado se encuentran quienes optaron por no
separarse de Asturias-Pastori, aun cuando pertenecían a grupos diferen-
tes que frecuentemente están enfrentados a qnsr en relación al cómo de
la lucha. Entonces, como consecuencia de la decisión judicial de unificar
representación y de que muchos familiares optaran por no apartarse de
Pablo, se conformó un ‘esqueleto’ de relaciones jurídicas entre personas
de diferentes filiaciones políticas, sociales, económicas e ideológicas, que
forman parte de colectivos diferentes o de ninguno y que están vincula-
dos jurídicamente a su representación. Como se verá (Cf. Conclusiones),
esto tuvo importantes consecuencias durante el tiempo del juicio para las
relaciones que los integrantes del movimiento mantuvieron entre sí.

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Capítulo 2
Familiares y sobrevivientes movilizados
En el presente capítulo me ocuparé de analizar los modos en que los fa-
miliares y los supervivientes del incendio se presentan como víctimas a
través de un complejo proceso de construcción pública que incluye la or-
ganización y la movilización. A lo largo de ese proceso pueden reconocerse
los modos en que las víctimas se representan a sí mismas y ponen en juego
experiencias de sufrimiento fundadas sobre vínculos de diferente tipo con
el incendio. Mientras que en un caso el dolor está vinculado a la relación
mantenida con el hijo fallecido, al hecho de ser padres, en el otro, la ex-
periencia personal de sufrimiento está fundamentada sobre el hecho de
haber ‘estado ahí’. En ese contexto, al analizar las diferentes posiciones
sobre la responsabilidad del grupo de rock en el incendio, muestro cómo
es movilizada la noción del movimiento como una familia con el objetivo
de apelar a la unidad y la empatía tanto como para marcar las relaciones
de autoridad y jerarquía entre los padres y los chicos. Finalmente, indago
el modo en que las categorías ‘familiar’ y ‘sobreviviente’ son puestas en
juego en el marco de las sospechas sobre la posible existencia de personas
que se harían pasar por sobrevivientes del incendio, sin serlo. Considero
que para comprender estas sospechas resulta necesario retomar el punto
de vista de los familiares sobre el proceso de acreditación de la condición
de víctima descripto en el Capítulo 1.

Las marchas del movimiento


La Reunión de articulación de grupos de familiares, sobrevivientes y ami-
gos de las víctimas de la masacre de Cromañón es el espacio semanal
de encuentro en el que se dan cita miembros de los diversos grupos de
familiares, los sobrevivientes, militantes de partidos que apoyan la lucha
y amigos de las víctimas. En los primeros tiempos las articulaciones se
realizaban en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Bue-
nos Aires. Se trataba de reuniones multitudinarias en las que participaban
cientos de personas que pretendían sumarse a la organización de las accio-
nes públicas en demanda de justicia. Pero a medida que fueron pasando
los meses mermó la participación en las marchas y también se redujo la

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participación en articulación. Una vez que se constituyeron grupos de fa-


miliares con sus propias sedes, las reuniones dejaron de realizarse en la
Facultad y comenzaron a hacerse alternadamente en esos espacios. Meses
después, las reuniones ya no convocaban a cientos sino a unas veinte o
treinta personas.
En articulación se discuten los temas que resultan más importantes para
los protagonistas del movimiento Cromañón y se trabaja para coordinar
las actividades públicas de ese conjunto. Algunas de esas actividades son
decididas y organizadas en común desde ese espacio, mientras que otras
son llevadas adelante por cada grupo en forma particular. Se trata de ac-
tividades tales como conferencias de prensa, charlas en alguna institución
educativa, vigilias, misas, peñas, recitales, caravanas de automóviles, etc.
Pero, sobre todo, la relevancia de las reuniones de articulación reside en
que desde ese espacio se toman las decisiones en torno a la actividad que
todos consideran como la más destacada: la marcha de los días 30 de cada
mes. Para ellos se trata de la actividad más importante puesto que en esa
ocasión participan miembros de todos los grupos de familiares, así como
los sobrevivientes del incendio. En tal sentido, según consideran quienes
se movilizan, en la marcha se expresa el movimiento como una unidad.
Como parte de la organización de las marchas de los días 30, en arti-
culación se redacta el documento que se lee en el acto de cierre de esas
movilizaciones, que suele incluir un llamado a que la sociedad entera se
comprometa con la lucha. Todos pueden acompañar a quienes se movilizan
en demanda de justicia:

Nosotros, familiares, sobrevivientes y amigos de las víctimas de Cro-


mañón, podríamos pedirte que te pongas en nuestro lugar por unos
momentos. En el lugar de quienes han perdido lo más querido, algo
que no vuelve de ninguna manera. Los que notamos la cama o la silla
vacía en casa, la falta de proyectos jóvenes, los botines sin utilizar,
las zapatillas intactas, la música que no suena. Sin embargo, no te
pedimos que te pongas en nuestro lugar. Te pedimos que te pongas
en el tuyo, en el de persona que vive en este país, que se cansa de la
injusticia, que cree que las causas justas hay que acompañarlas. 1

1 “2 Años!!! Seguiremos en la lucha ahora y siempre. Documento de los 24 meses, consensuado


entre familiares, amigos y sobrevivientes de la masacre de Cromañón”. Parte de los documentos
puede encontrarse en la página web del grupo Que no se repita (http://quenoserepita.com.ar)
de Familias por la Vida (http://www.familiasporlavida.org.ar) y en la del grupo Paso
(http://pibescromagnon.ourproject.org/).

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 107

El punto de encuentro de las marchas es el espacio conocido como el san-


tuario, ubicado en la intersección de las calles Bartolomé Mitre y Ecuador
de la Capital Federal, a unos cincuenta metros de República Cromañón.
Luego del incendio y a partir de la intervención del juzgado de instruc-
ción, la calle Mitre fue cerrada con vallas con el objetivo de mantener las
pruebas a resguardo. Por ese motivo, cuando al día siguiente comenzó a
acercarse gente a depositar ofrendas en memoria de los fallecidos, debieron
dejarlas en esa esquina. Así, sobre el asfalto se comenzaron a acumular
muestras de afecto que fueron tomando cada vez más cuerpo. Allí había
zapatillas (el emblema de la banda de rock que tocaba esa noche), fotos
de algunos de los chicos, flores, velas, poesías, etc. Con el objetivo de res-
guardar esas muestras de afecto, un grupo de familiares y sobrevivientes
del incendio construyó un precario cobertizo de chapa iluminado con la
luz del alumbrado público dispuesto sobre Mitre. Para quienes se movi-
lizan, la importancia de este espacio radica en que “la calle y la vereda
fue el espacio donde se ubicaron muchos cuerpos; donde algunos jóvenes
lucharon por sobrevivir ( . . . ); donde muchos vieron por última vez con
vida a sus seres queridos”. 2 Desde el santuario, a unos pocos metros detrás
del vallado, puede verse la puerta clausurada del local bailable custodiada
por un patrullero policial.
A un lado del santuario está la Plaza de la Memoria, construida meses
después del incendio. La plaza fue levantada por el Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, sobre terrenos pertenecientes a la empresa Ferrocarriles
Argentinos. Algunos familiares del grupo Que No Se Repita aportaron
ideas para su diseño. Para ingresar a la plaza debe atravesarse un portón
que un cuidador abre durante el día. Al ingresar al amplio rectángulo de
unos 30 m por 10 m, puede verse una larga pared blanca en la que están
las fotos de los chicos con sus nombres. Un camino de piedras pequeñas,
rodeado de maceteros con flores, bordea esa pared y conduce hasta un
espacio en el que hay una mesa de cemento con un techo que ofrece res-
guardo de la lluvia y el sol. Al llegar el atardecer, la potente luz que brinda
el alumbrado instalado especialmente realza el aspecto prolijo y cuidado-
samente diseñado del lugar. En la Plaza se realiza el oficio ecuménico
previo a todas las marchas. En el mismo brindan sus oficios un cura, un
rabino, un pastor evangélico y un imán musulmán. Antes de dar comienzo
al oficio, algunos familiares leen los nombres de los chicos en voz alta. Los

2 Fuente: “La Vena Abierta De La Capital Argentina”. Disponible en:


www.quenoserepita.com.ar/la_vena_abierta_de_la_capital_argentina

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presentes, habitualmente unas cincuenta personas, responden ‘¡Justicia!’


luego de la mención de cada uno.
Si bien la Plaza de la Memoria y el santuario están ubicados en la misma
esquina, se trata de dos espacios diferentes que contrastan fuertemente.
Está claro que mientras que el santuario construido sobre la calle Mitre
fue hecho improvisadamente y con pocos recursos, la Plaza contó con un
diseño, la participación de arquitectos y financiamiento estatal. Pero la
Plaza y el santuario no sólo contrastan en su aspecto sino también en su
uso. Tal como se ha señalado en algunas investigaciones (Isacovich, 2009;
Rodríguez, 2008), no todos los familiares circulan por ambos espacios.
Algunas personas cuidan y limpian el santuario pero no entran a la Plaza;
otros van a la Plaza pero no al santuario y no están allí las fotos de sus
hijos. Del mismo modo, en los momentos previos al inicio de las marchas,
mientras que algunas personas participan en uno u otro de estos espacios,
otros esperan el momento de comenzar la caminata, sin ingresar a la
plaza ni al santuario. A pesar de las diferencias señaladas, ambos espacios
comparten el hecho de que en los mismos se concentran las acciones y
expresiones más visiblemente emotivas por parte de quienes se reúnen allí
para movilizarse.
Al analizar el carácter obligatorio de las expresiones emocionales desple-
gadas en ciertos contextos, tanto Mauss (2005) como Malinowski (1975b)
han señalado la importancia de prestar atención al modo en que se ma-
nifiesta el dolor por la muerte de un pariente. En el caso de las marchas,
durante los momentos previos a la movilización propiamente dicha, los
familiares y amigos de las víctimas fatales despliegan acciones caracteri-
zadas por su fuerte carga emotiva. Algunos hablan con las imágenes de los
chicos y lloran ante su foto; otros se abrazan con congoja. Aquellos auto-
res también han señalado con insistencia el hecho de que las expresiones
de dolor tienen una dimensión pública que es preciso destacar. Desde tal
perspectiva, el llanto, los abrazos, los gestos de dolor, pueden ser consi-
derados como un cierto tipo de lenguaje. Al referirse de ese modo a tales
actitudes, Mauss ha señalado que las mismas “son como frases y palabras.
Es preciso decirlas, pero si es preciso decirlas, es porque todo el mundo
las comprende. La persona, por lo tanto, hace más que manifestar sus
sentimientos, ella los manifiesta a otros” (Mauss, 2005:332). A través de
esas expresiones emocionales, quienes participan de las mismas se recono-
cen mutuamente como víctimas con dolor en demanda de justicia. En la
misma situación en la que denuncian las responsabilidades por el incen-

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 109

dio, quienes se movilizan lloran por las vidas perdidas y los sufrimientos
vividos.
Una vez finalizado el tiempo del santuario y de la Plaza, las personas
se agrupan poco a poco en la calle, listas para comenzar la caminata a
lo largo de la avenida Rivadavia. Habitualmente, en este momento de
las marchas, el llanto, la congoja y los lamentos van dejando lugar a las
consignas de protesta. En tal sentido, si bien en el contexto de las marchas
las expresiones de sufrimiento y las acciones de protesta forman parte de
la misma situación, ellas se expresan en momentos diferentes. A medida
que se hace más inminente el momento de ponerse en movimiento, los
actores despliegan cada vez más enfáticamente una particular tecnología
manifestante (Pita, 2010). Se trata de un conjunto de técnicas y prácticas
orientadas a dramatizar la protesta que comienza a hacerse cada vez más
visible. Aquellos familiares que aún no se colgaron del cuello la foto de su
hijo o la de alguno de los chicos, proceden a hacerlo. También levantan las
pancartas en las que hay consignas como ‘Justicia’, o ‘Ibarra y Chabán la
tienen que pagar’. Además de los carteles y las pancartas, pueden verse
algunas banderas que reclaman justicia con fotos, dibujos o retratos de
alguna de las víctimas fatales del incendio. Algunos familiares reparten
volantes diseñados y financiados por ellos mismos. Mientras tanto se va
conformando la columna de manifestantes y dos grandes banderas ocupan
el frente de la misma. Una de ellas es una gran bandera argentina de unos
20 metros de largo con las fotos de los jóvenes fallecidos y manos dibujadas
sobre ellas. En la mayor parte de las marchas, esta bandera acompaña a
la bandera principal que suele estar al frente del conjunto. Se trata de un
gran lienzo negro con la inscripción ‘Justicia’ en color blanco. Al frente,
por fuera de la columna, algunos familiares y algunos militantes organizan
y dan el ritmo al avance de la movilización. Quienes están al frente de la
misma hablan con la policía, que corta el tránsito a medida que se avanza,
y marcan el paso del resto.
A pesar de la existencia de diferentes grupos de familiares, no se dis-
tinguen entre ellos banderas u otros distintivos que los identifiquen como
miembros de los mismos. Sólo ocasionalmente pueden verse prendedores
o calcomanías con la sigla de algún grupo, pero su uso no es muy visible
ni está generalizado. Los familiares están mezclados, es decir que quie-
nes pertenecen a un mismo grupo no marchan todos juntos. En cambio,
están reunidos de acuerdo con sus afinidades personales. En el caso de
Que No Se Repita, que es un grupo muy numeroso y heterogéneo, pueden
encontrarse habitualmente unos siete u ocho grupos de afinidad desparra-

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110 Familia, política y emociones

mados a lo largo de la columna. En algunos de esos grupos de afinidad


puede hallarse a algunos psicólogos sociales que acompañan a los familia-
res y charlan con ellos. Si bien no se trata de un conjunto numeroso, en
ciertas circunstancias ellos tienen un papel destacado en el movimiento,
colaborando como intermediarios cuando hay tensiones en el movimiento,
facilitando lugares para realizar reuniones de articulación o asambleas,
etc. 3
A pesar de que a lo largo de la marchas se repiten las consignas contra
Ibarra y Chabán, nunca se promueven cantos ni consignas de oposición a
Callejeros. Ello se debe a que en las movilizaciones suelen participar so-
brevivientes seguidores de la banda, que también demandan justicia pero
que consideran que los miembros del grupo de rock no tienen responsabi-
lidad alguna en el incendio, y que por lo tanto no deben ser juzgados en
el juicio penal. Inclusive, en el contexto de las marchas, estos jóvenes han
promovido acciones a favor de los músicos.
En diciembre de 2006, en la marcha que conmemoraba los dos años del
incendio, un grupo de unos treinta jóvenes sobrevivientes se hizo presente
en la movilización sosteniendo una bandera que llevaba escrita la siguiente
leyenda: “Cuando la canción canta verdades, ni la censura ni el rencor la
han de callar”. La bandera estaba firmada por Los Invisibles. En aque-
lla ocasión, estos jóvenes vestían remeras amarillas con la inscripción en
letras negras que decía “Basta de culpar a Callejeros. No coimearon, no
incentivaron las bengalas, no cerraron las puertas ¿Porqué los acusan?”. A
lo largo de 2006 y 2007, esos mismos sobrevivientes organizaron acciones
públicas a las que denominaron banderazos. Las mismas reunían a unos
100 jóvenes con banderas y remeras amarillas bajo la consigna “Basta de
culpar a Callejeros”.
Los sobrevivientes que se manifiestan pública y organizadamente a fa-
vor del grupo de rock en marchas o en banderazos no participan en ningún
grupo de familiares. En cambio, otros jóvenes que optaron por dejar la
discusión sobre la responsabilidad de Callejeros en suspenso, o bien los
consideran responsables del incendio, participan activamente en esos gru-
pos. Tanto aphac, como la ong y Paso cuentan con sobrevivientes entre
sus integrantes. En el caso de algunos jóvenes vinculados a Paso, en el año

3 Se trata de unas diez personas vinculadas a las escuelas de psicología social Alfredo Moffat
y Pichon Rivière. Algunos de ellos también eran militantes del pcr (Sanz Cerbino, 2009).
Dadas las consecuencias traumáticas y dolorosas que ha dejado el incendio en familiares y
sobrevivientes, la presencia de los psicólogos es considerada como una cuestión normal. Se cree
que ellos cuentan con la experiencia para aconsejar y dar contención a las víctimas, cuestión
especialmente necesaria los días 30 puesto que es la fecha conmemorativa del incendio.

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 111

2006 organizaron junto a una madre del grupo, la murga “Los que nunca
callarán”. En algunas de las marchas de los días 30, pero sobre todo en
las marchas que conmemoran cada aniversario del incendio, los murgueros
sobrevivientes también se hacen escuchar. Estos jóvenes apelan a formas
de expresión festivas de carácter carnavalesco con el objetivo de rememo-
rar un suceso definido como trágico (Morel, 2009). En tales situaciones,
ellos cantan a coro consignas que reclaman justicia. Algunos padres suelen
sumarse a esas performances aplaudiendo y gritando sus estrofas. Puede
reconocerse un contraste entre esos familiares y los padres de qnsr, que
marchan en silencio sosteniendo sus pancartas.
El tramo final de la columna está reservado a los militantes de partidos
políticos que participan en las movilizaciones: Movimiento Socialista de
los Trabajadores (mst), Partido Comunista Revolucionario (pcr), Parti-
do Obrero (po) y Partidos de los Trabajadores Socialistas (pts). Al igual
que los psicólogos y los amigos de los fallecidos, ellos acompañan a las
víctimas. Entre quienes no son víctimas, ellos representan numéricamente
el grupo mayor de personas que se hacen presentes los días 30 de cada
mes. A diferencia de los familiares, están agrupados según sus pertenen-
cias y despliegan una tecnología manifestante diferente. Los militantes
reparten volantes con consignas vinculadas a Cromañón, pero también
con consignas propias que invitan a sumarse a otras causas y moviliza-
ciones. Resulta habitual ver en las marchas a una camioneta del Partido
Obrero que cuenta con un equipo de sonido propio. Algunos militantes to-
man el micrófono e invitan a los manifestantes a sumarse a sus consignas.
La consigna que más se escucha es ‘ni la bengala ni el rocanrol, a nuestros
pibes los mató la corrupción.’ Se trata de una consigna que enfatiza el
papel de los responsables empresariales y políticos en el incendio y que
evita responsabilizar por el mismo tanto a los asistentes al show como a
los músicos.
A medida que la columna sigue su curso, algunos militantes se despren-
den de la misma y pegan afiches en las paredes. Según lo que ellos llaman
la ‘caracterización de la situación’ –esto es, un diagnóstico que formula
y adopta el partido al que pertenecen respecto de determinadas circuns-
tancias o acontecimientos a fin de orientar su lucha revolucionaria– (Cf.
Rosato y Quirós, 2001), el incendio de Cromañón ha sido una lamentable
consecuencia lógica del régimen capitalista actual. Desde esta perspec-
tiva, todos los ciudadanos somos víctimas de la explotación capitalista,
que genera condiciones degradantes para la vida humana. Por ese motivo,
quienes participan de esas organizaciones políticas creen que su papel en

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112 Familia, política y emociones

las marchas es acompañar a los familiares pero también denunciar esa si-
tuación. Los militantes mantienen un compromiso con la causa que tiene
otro fundamento que el hecho de ser víctimas de los sucesos denunciados
en las movilizaciones.
Mientras que el grueso de los integrantes de los partidos políticos no
suele desplazarse más allá del círculo de sus compañeros de agrupación,
algunos de ellos tienen una actitud diferente. En efecto, algunos militan-
tes se acercan a charlar con los familiares. Se trata de quienes militan
Cromañón. A diferencia de sus compañeros que sólo acompañan en las
marchas de los días 30, ellos tienen un rol activo en el movimiento ya que
participan en las reuniones de articulación y en las reuniones de algunos
de los grupos. Su presencia en la cotidianeidad del movimiento marca una
diferencia con los políticos profesionales y los cuadros dirigentes de esos
partidos que participan en algunos actos o marchas destacadas como las
anuales. Los militantes proveen recursos, mano de obra, organizan acti-
vidades y aportan ideas políticas que los familiares suelen valorar puesto
que su lucha es, en buena medida, una lucha política. Su presencia es con-
siderada como una señal positiva de su compromiso con el movimiento.
De todos modos algunos padres los miran con recelo puesto que, según
creen, las actitudes y consignas de los militantes politizan la lucha. Por
eso resulta habitual encontrarse con algunos que se quejan de su pre-
sencia, mientras que otros charlan amigablemente con ellos y repiten las
consignas que promueven.
Luego de avanzar por la avenida Corrientes, la marcha pasa por el
Obelisco y llega a Plaza de Mayo aproximadamente una hora después de
haber partido del santuario. La Plaza de Mayo es el lugar elegido para
hacer el acto de cierre de las mismas puesto que las víctimas consideran
que el poder político es el responsable principal del incendio. Ellos ven en
la Casa Rosada el máximo símbolo de ese poder. Como una muestra de la
unidad del movimiento, algunos representantes de cada grupo se ubican
sobre un pequeño escenario montado en el centro de la plaza. Además de
los familiares, suelen hacerse presentes en el escenario algún sobreviviente
y algún militante. Frecuentemente, esos representantes charlan entre sí y
ultiman los detalles del acto de cierre. Esta situación contrasta con lo que
resulta predominante a lo largo del desarrollo de la marcha, en la que los
familiares de los distintos grupos no suelen establecer mayores contactos
e intercambios entre ellos.
El acto de cierre consta de varias etapas. En primer término, se hace
lugar a la lectura de los nombres de los chicos. La lista con los nombres de

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 113

las 194 víctimas es leída en conjunto por quienes están sobre el escenario.
Luego de la mención de cada nombre, todos responden ‘¡Justicia!’. Pero
esa lista no incluye sólo a los chicos. Entre las víctimas fatales están
incluidos aquellos padres y madres, tíos y abuelos que, según denuncian,
fallecieron como consecuencia del dolor causado por la impunidad. Luego
de la lectura de los nombres, en algunas marchas toman la palabra otras
personas movilizadas por casos de impunidad y por otro tipo de demandas
que fueron invitados a participar del acto de cierre. La decisión de invitar
a determinados representantes de otras causas se toma en articulación.
Así, en diversas marchas participaron del acto de cierre trabajadores de
fábricas recuperadas, estudiantes, otros familiares de víctimas, etc.
Finalmente, se da lectura al documento elaborado en la articulación.
Para familiares y sobrevivientes se trata de un momento en el que el
movimiento, expresa públicamente sus posiciones políticas. En la marcha
de abril de 2006, a dieciséis meses del incendio, a través del documento
ellos definían lo sucedido como una masacre con responsables:

Debimos discutir con los grandes medios de comunicación los ad-


jetivos que utilizaron al comienzo para hablar del 30 de diciembre.
Accidente, tragedia, desgracia . . . términos que parecen hablar de algo
inevitable; pero logramos finalmente que se imponga en nuestra socie-
dad el nombre que le corresponde: masacre, asesinato en masa. Las
palabras no son neutrales, pues si un grupo de empresarios y políti-
cos corruptos es responsable de una masacre no es lo mismo que si
solamente estuvo presente en el momento de un “accidente” o de una
“tragedia”. 4

La lectura del documento no siempre formó parte del acto de cierre de la


marcha. En efecto, recién seis meses después de realizar movilizaciones, la
redacción y lectura del mismo surgió como una idea para organizar el acto
de cierre de las movilizaciones, que durante ese tiempo no habían tenido
un formato estandarizado. Patricia, la referente pública del grupo Paso,
propuso en articulación la redacción de un documento que representara la
voz de todos los familiares. Tal como señala en una entrevista, durante el
primer año “ . . . las marchas eran un dolor, porque se marchaba, se lloraba
y después llegamos ahí y alguien que quisiera subía al escenario y decía lo
que se le ocurría, y estaba bueno pero era terrible . . . Entonces les propuse
que produjéramos un documento” (citado en Isacovich, 2009:55). La pro-
4 “Por qué seguimos marchando? Documento de los 16 meses. Consensuado entre familiares,
amigos y sobrevivientes de la masacre de Cromañón”.

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ducción de lo que ella llama una “voz colectiva unificada” fue considerada
por quienes participaban en la articulación como una forma adecuada de
limitar la exposición pública de las diferencias entre los propios familiares,
y entre los familiares y los sobrevivientes del incendio. Por ese motivo, el
documento es visto por ellos como una expresión de unidad.
Tal como he mostrado hasta aquí, en el transcurso de las marchas pro-
tagonizadas por familiares y sobrevivientes –pero en las que también par-
ticipan los que acompañan, tales como amigos, militantes y psicólogos–,
pueden distinguirse diversos momentos: la concentración en el santuario,
la movilización por las calles de la ciudad y, finalmente, el acto de cierre.
Cada uno de estos momentos se corresponde con un espacio y una serie
de acciones particulares. Dicho de otro modo, esos espacios y acciones
diferentes representan un momento particular de las marchas.
Quienes se movilizan detrás de la consigna de justicia, lo hacen orien-
tados por motivos muy diversos. Cada uno de esos actores legitima de
modos distintos su participación: algunos lo hacen por sus hijos, otros
porque ‘estuvieron allí’, otros para dar contención afectiva, otros para
manifestarse contra las consecuencias del capitalismo, otros por solida-
ridad, etc. Tal como ha señalado Isacovich (2009), la expresión de esta
diversidad en una misma situación espacial y temporal compleja y hete-
rogénea, recrea la idea de que el movimiento está ahí mismo, expresándose
como un colectivo unificado. 5 Sin embargo, en esas ocasiones se expresan
tensiones en relación a las formas de manifestarse, a las relaciones con los
militantes, a la responsabilidad de los músicos en el incendio, etc. de las
que me ocuparé en los próximos apartados.

Víctimas de una masacre: narraciones de sufrimiento


y dolor
En diferentes contextos y épocas se ha analizado el papel del sufrimiento
y el dolor en los actos de institución y consagración de diversas categorías
de personas. Tales actos de institución muestran modos colectivos de re-
presentarse el sufrimiento (Das, 1997). En el caso de quienes se presentan
como víctimas del incendio, el dolor se ve expresado a través de marcas en
el cuerpo, o bien a través de padecimientos de tipo psicológico producto
5 En buena medida esto es posible gracias a la eficacia de las marchas en tanto conductas
ritualizadas que expresan esa ‘unidad’ para los propios protagonistas, así como hacia el exterior
del movimiento (Cf. Moore y Myerhoff, 1977).

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 115

del carácter traumático de la masacre. En el marco de la movilización


pública en demanda de justicia, tanto los familiares de los chicos como
los sobrevivientes y sus familiares se constituyen en víctimas a través de
las narraciones de sufrimiento que ponen en juego en ese contexto. 6
Como ha señalado Hertz (1990), no todas las muertes se viven del mis-
mo modo y algunas de ellas son vividas como muertes especialmente do-
lorosas. Los padres movilizados suelen expresar que las muertes de los
chicos son antinaturales debido a que, por tratarse de muertes de jóvenes,
desafían la temporalidad propia del ‘ciclo natural de la vida’. Una madre
describía su sufrimiento apelando a esa situación considerada como anó-
mala: “ver a mi hija en un cajón. . . las cosas debieron ser al revés, que
ella me enterrara a mí . . . ”. Estas muertes también son consideradas como
antinaturales debido a que son vistas como producto de factores ajenos
a la salud y responsabilidad de quienes fallecieron. Por ser consideradas
como una consecuencia de la corrupción, los padres de los chicos entien-
den que se trata de muertes que podrían haberse evitado si el Estado y
sus agencias hubieran controlado adecuadamente el local República Cro-
mañón. Finalmente, teniendo en cuenta que se trató de muertes masivas
por asfixia en un espacio cerrado del que cientos de jóvenes no pudieron
escapar, son consideradas como muertes traumáticas.
En virtud de este carácter antinatural, evitable y traumático de las
muertes de sus hijos, las vidas de los deudos han iniciado un camino
hacia un dolor del que parece no haber retorno. De ahí el énfasis en
expresiones como ‘angustia de la que no puedo recuperarme’, ‘familias
arruinadas para siempre’, ‘yo también morí con vos’, etc. Se trata del
inicio de una temporalidad particular en la experiencia de vida de quienes
sufren, que es considerada como irreversible. Este dolor del que no hay
vuelta atrás, implica que la situación de quien es padre de una víctima
no se verá nunca modificada sustancialmente, en virtud de que el hijo
fallecido ha desaparecido y que esa es una situación inmodificable. Una
frase que habitualmente se escucha en boca de los padres, ‘nada va a
devolverme a mi hijo’, es la afirmación que más claramente expresa esa
idea.
Las constantes referencias a la situación de no retorno y a la ausencia
de los hijos fallecidos (‘están constantemente presentes’, ‘pensamos en
ellos todo el tiempo’; etc.) dan a las acciones de los familiares un sentido
afectivo que influye en el modo en que ellos despliegan y organizan la

6 Puede encontrarse extensos relatos sobre las experiencias de sufrimiento de los sobrevivientes
en algunos trabajos de tipo testimonial. Véase: Comínguez (2007); Ratti y Tosatto (2006).

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116 Familia, política y emociones

manifestación pública. Quienes se presentan como padres comprometen


el afecto con la lucha, el amor con el reclamo público, los sentimientos y
la emoción con la movilización. Esas expresiones suelen hacer referencia a
los sentimientos negativos de angustia y desesperación por la pérdida, que
pueden producir cambios y alteraciones físicas y psicológicas, y conducir
a la muerte:

Querida Lau: ( . . . ) Tu pérdida ha provocado en mí una enorme an-


gustia de la que no puedo recuperarme y un desconsuelo que me oprime
el pecho hasta enloquecer. Hace varios días que me siento mal física-
mente ( . . . ) me diagnosticaron un cáncer que abarca todo mi vientre
y ningún tratamiento lo puede detener. Después del 30 de diciembre
mis células se desordenaron y enloquecieron por mi amor a vos ( . . . )
Los médicos no saben cuánto tiempo me queda. Sólo espero que sea
el suficiente para ( . . . ) encontrar la justicia terrenal, por la que vengo
luchando ( . . . ). No tengo ninguna duda que este maldito tumor creció
vertiginosamente por presenciar y vivir esta gran impunidad, reina
de este sistema corrupto, representado por hombres políticos de car-
ne y hueso, verdaderos culpables de tantas muertes jóvenes evitables,
de centenares de familias arruinadas para siempre, del sufrimiento de
miles de amigos ( . . . ) ¡Cómo olvidarte mi vida! ¡Cuánto desconsuelo!
¡Cierro los ojos y te veo, te oigo, te huelo y, por sobre todas las cosas,
te siento! Esa trágica noche yo también morí con vos mi corazón. ( . . . )
Te amo, Mami. 7

Como puede verse, los intercambios, consignas y discursos públicos de


los familiares orientados a conseguir justicia están frecuentemente atra-
vesados por términos que hablan del amor, el cariño y el dolor por los
hijos que ya no están. Así es como ellos fundamentan afectivamente su
condición de víctimas movilizadas.
Como ha señalado Pita (2010) al analizar el caso de los familiares de
víctimas de ‘gatillo fácil’, desde la perspectiva de los actores son “los lazos
de sangre los que aparecen presentados para explicar la obligación y el
compromiso moral existente” (2010:101). La representación de tal vínculo
como una cuestión biológica naturaliza la obligación de demandar justicia
que pasa a ser interpretada como una consecuencia directa y autoevidente
de su condición de familiares. La categoría familiar enlaza los sentidos que
7 Carta pública escrita por Mariela Marconi, miembro fundadora de CoFaCrom. Fuente: “El
megáfono”. Diario Página 12, 27 de mayo de 2005. Mariela falleció el 21 de mayo de 2005. Su
muerte fue interpretada en el movimiento como una consecuencia del sufrimiento.

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 117

los actores otorgan a los vínculos familiares con su puesta en escena en


la acción pública, y la misma deviene “una entidad moral, una esfera
de acción social, un espacio ético dotado de positividad ( . . . ) capaz de
despertar emociones, sentimientos, reacciones y ( . . . ) toda una serie de
deberes, obligaciones y prohibiciones” (Pita, 2010:19).
El caso de Cromañón muestra que el hecho de que un familiar se mo-
vilice en demanda de justicia, no es visto sólo como la consecuencia de
una obligación impuesta en virtud del parentesco mantenido con los chi-
cos. En cambio, aquella impronta afectiva y emocional expresa el carácter
deseable que adquiere su adhesión a la causa. Esto es, al movilizarse,
no sólo se cumple con una obligación relativa al parentesco sino que esa
manifestación es asumida como una conducta deseable en función de la
propia situación de sufrimiento. Así, si consideramos que estas acciones
cuentan con un aspecto al que podemos llamar ‘moral’, ello se debe a
que las mismas comportan un carácter obligatorio y deseable al mismo
tiempo (Durkheim, 1951:136 y ss., 149 y ss.; Balbi, 2007, Cap. I). Desde
este punto de vista, familiar se presenta como una categoría con una di-
mensión moral que permite organizar y definir las relaciones en el campo
de la protesta.
Si bien se considera que quienes se movilizan lo hacen por creerlo merito-
rio, adecuado y deseable, suelen establecerse diferencias relacionadas con
el grado de obligatoriedad que tal compromiso reviste según los diferentes
tipos de víctimas. Mientras que el caso de quienes son padres conlleva el
mayor grado de obligación, en el caso de personas que mantenían otros ti-
pos de relaciones con los chicos tal carácter obligatorio comporta algunos
matices. Así, se establecen distinciones entre los padres y otros familiares
que los acompañan, como hermanos, tíos, primos y abuelos, cuya parti-
cipación en las marchas es vista como un producto de su voluntad y no
se considera que estén obligados a manifestarse. Finalmente se encuen-
tran quienes mantenían un vínculo exclusivamente afectivo con los chicos,
como los novios y los amigos.
En relación al conjunto de actores mencionado conformado por parien-
tes de los fallecidos, nunca se plantean dudas sobre la veracidad de su
dolor, y son sus propias experiencias de sufrimiento las que fundamen-
tan su condición de víctimas. Sin embargo, suele señalarse que el dolor
de quien se presenta como un hermano, un tío o un primo no es el mis-
mo que el de un padre. Es decir, que no son considerados como víctimas
del mismo tipo. Tal distinción se basa en la existencia de experiencias
de sufrimiento vistas como igualmente válidas pero disímiles entre sí. Te-

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niendo en cuenta que su participación en el movimiento no se considera


como obligatoria pero dado que al mismo tiempo ellos forman parte de
las víctimas, la definición sobre si un hermano o un tío se movilizan por
derecho propio o acompañan a los padres siempre es objeto de miradas
contrapuestas. Así, para algunos se trata de familiares como los padres,
pero esto no es así para otros que opinan diferente.
Por ejemplo, Juan (mi portero en Que No Se Repita) se considera fa-
miliar y cree que su propia experiencia de dolor como tío lo legitima para
movilizarse por derecho propio. En cambio, otros familiares del grupo
piensan que él debe acompañar a los padres:

Juan: Para algunos padres, no para todos, mi rol en el grupo era


acompañar ( . . . ). Les dije ‘¿Entonces no puedo dar mi opinión?’. Me
dijeron -‘No, vos tenés que acompañar lo que nosotros decidimos por-
que vos tenés a tus hijos en tu mesa’ ( . . . ). En un momento de mucha
tensión, cuando aparece alguna discusión, ese prejuicio existe, ‘Vos sos
tío, yo soy padre: no es lo mismo’.
Diego: ¿Y vos qué pensás de eso?
Juan: Y . . . que no es lo mismo, realmente no es lo mismo . . . Pero
¿cuál es el ‘dolorómetro’ que te pone en tal lugar? (entrevista a Juan,
agosto de 2009).

Además de los padres y del resto de los parientes mencionados, hay otro
gran conjunto de personas que se definen como víctimas. Se trata de los
sobrevivientes. Estos jóvenes suelen exponer públicamente su experiencia
personal de sufrimiento por haber estado presentes en el incendio. Al
igual que en el caso de los familiares, su fuente de legitimación para la
movilización son sus narraciones de sufrimiento.
Al analizar la experiencia de los sobrevivientes de la dictadura militar
argentina, se ha señalado que el modo en que es narrada la vida de quien
ha sobrevivido a un acontecimiento trágico suele implicar un punto de
ruptura: se trata de biografías que al ser narradas expresan “un antes y
un después ( . . . ) se retorna siendo otro y ya no se mira el mundo con los
mismos ojos” (Longoni, 2007:22). Asimismo, se ha afirmado que en tales
relatos resultan reiteradas las referencias al ‘destino’ o al ‘azar’ como
factores a los que se les adjudica la posibilidad de haber sobrevivido. De
un modo similar, quienes han atravesado por el incendio de Cromañón
manifiestan los males que sufren y trazan una frontera que delimita dos
momentos en sus vidas a partir de la experiencia vivida:

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 119

Carta a los Chicos de Cromañón, de una sobreviviente. ( . . . ) con mi


hermanita B. y el P. llegamos a República Cromañón para ver tocar
una banda. Hicimos la previa ( . . . ) con un grupito de chicos ( . . . ) Me
reencontré con viejos amigos, bailamos y nos reímos, felices porque
se terminaba el año ( . . . ) Fue un instante que se nos escapó toda esa
alegría de las manos y todo se volvió oscuridad. Y fue en ese instante en
que perdí la mitad de mi alma. Pánico, terror, desesperación . . . ¿Por
qué les tocó a ustedes? ¿Por qué no me tocó a mí? . . . no me consolaban
las palabras destino y suerte. Y sentí un vacío en el pecho que aún
no logro llenar, y que duele tanto. Los años que siguieron fueron cada
vez más difíciles . . . Palabras como “rivotril” y “psiquiatra” eran de
uso corriente entre mis amigos. “Pánico” ya no era algo que se veía solo
en las películas de terror . . . “Verificar las salidas de emergencia” ya
no era solo cosa de inspectores . . . “Dormir con la luz prendida” ya no
era solo cosa de niños . . . “Llorar” dejó de ser solo cosa de mujeres . . .
Les confieso que muchas veces quise escapar, bajar los brazos . . . sentí
deseos de seguir durmiendo y no despertar. 8

Las narraciones de quienes ‘estuvieron ahí’ permiten ver que el com-


promiso emocional con la causa no es una prerrogativa exclusiva de los
familiares de los fallecidos. En cambio, los propios sobrevivientes se pre-
sentan públicamente mostrando el dolor por el que atraviesan.
Esa experiencia de sufrimiento impulsó una serie de cambios dramáti-
cos que implicaron también a las familias de esos jóvenes. Por tal motivo,
algunos padres de sobrevivientes también participan en los grupos de fa-
miliares. En el caso de qnsr suelen participar tres o cuatro de ellos. Al
narrar su experiencia como madre de sobreviviente, Sonia expresa que se
considera a sí misma como víctima a causa de su historia de sufrimiento
familiar:

Nuestra vida cambió totalmente: fue un antes y un después de Cro-


mañón. Antes mi hijo no iba nunca al médico y después tuvo que
hacerse chequeos médicos cada tres meses. Hacía fútbol y handball,
y los análisis médicos le empezaron a dar mal. A partir de 2006 nos
enteramos de que iba a tener un problema nefrológico crónico. Ese año
repitió 3 o año. Después de Cromañón él empieza a tener cambios, a
mantenerse aislado . . . el año pasado estuvo con depresión, dejó hand-
ball, no iba a la escuela . . . vivía acá encerrado, tirado, durmiendo,
8 Fuente: “Carta a los chicos de Cromañón, de una sobreviviente”. Disponible en:
www.que noserepita.com.ar/carta_a_los_chicos_de_cromanon_de_una_sobreviviente

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no quería hacer nada. No salía con los amigos, se distanció de todos.


Lo cambié de escuela, lo llevé a terapia y me puse a hacer terapia yo
también. Además yo me quedé sin pareja . . . todo eso tuvo una rela-
ción directa con Cromañón. Le pasó a la mayoría de los familiares.
Mi pareja no se bancaba que yo fuera a las marchas, a las reuniones.
Discutíamos por el estado de mi hijo . . . (entrevista a Sonia, julio de
2009).

De acuerdo con lo señalado hasta aquí –y del mismo modo que en el


caso de los familiares de los fallecidos–, las expresiones de los sobrevivien-
tes y sus padres se construyen sobre la delimitación de ‘un antes y un
después’. Sin embargo, en sus discursos de dolor es posible encontrar una
temporalidad que contrasta con aquella expresada en las narraciones de
los padres. De un modo diferente a la idea de ‘no retorno’ presente en
los relatos de quienes sufren la ausencia de sus hijos, quienes han logrado
escapar del incendio pueden proyectar una situación futura más favorable.
Si bien ellos ‘ya no miran el mundo con los mismos ojos’, en este caso el
tiempo no se ha detenido y el dolor puede ser revertido, de modo tal que
siempre resulta posible que esos jóvenes avancen progresivamente hacia
una mejora de su situación:

En el caso de los padres, el dolor del hijo, la falta del hijo, va a estar
toda la vida. En nuestro caso, yo veo que mi hijo, veo que este año ya
está mejor. Si esta mejora anímica y afectiva sigue en progreso, entre
este año y el próximo nuestras vidas van a estar encaminadas desde
otro lugar ( . . . ) No es que Cromañón va a desaparecer, pero sí que
va a pasar a ocupar otro espacio, ¿no? Y me parece que mi vida va a
pasar también a ser otra cosa (entrevista a Sonia, julio de 2009)

Para Sonia, el sufrimiento fundado a partir del vínculo de paternidad


con el fallecido y de su desaparición física contrasta con el sufrimiento de
quienes vivieron en carne propia el incendio y cuentan con la posibilidad
de superar progresivamente el dolor. Desde la perspectiva de los actores,
esta oposición entre dos tipos de experiencias diversas es muy importante,
puesto que puede condicionar las formas en que unos y otros se relacionan
entre sí:

( . . . ) me costó mucho acercarme al grupo de familiares porque yo


pasé una situación de mierda pero mi hijo estaba vivo . . . los padres,
en cambio, habían perdido a sus hijos . . . entonces no podía ni mirarlos

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 121

a los ojos, te lo juro. Pero además a mi hijo lo salva gente que yo no sé


si está viva o muerta. . . Pablo me dijo algo que para mí tiene mucho
valor: “Si mi hijo murió solo producto de la corrupción, de la desidia,
a mí me llena de mucha bronca. Pero si mi hijo hubiera muerto por
salvar al tuyo, al menos la muerte de mi hijo tendría sentido”. Eso que
me dijo hizo que yo siguiera yendo a las reuniones del grupo (entrevista
a Sonia, julio de 2009).

La diferencia basada en el hecho de tener el hijo vivo se expresa en el


modo en que Sonia llama al resto de sus compañeros de qnsr, al referirse
a ellos como ‘los padres’. A pesar de que ella es madre de un joven vin-
culado al incendio, en el contexto del grupo no es considerada ni tratada
como una madre. La diferencia entre una madre y una madre de sobrevi-
viente es la diferencia que existe entre quien ha atravesado una situación
de pérdida que no tiene retorno y quien considera que tanto su experiencia
de sufrimiento como la de su hijo pueden mejorar. Por ello Sonia no se
considera a sí misma ni es considerada como una familiar sino como una
madre de sobreviviente. Este caso muestra que la importancia del paren-
tesco en la definición de familiar como categoría local no es autoevidente.
Para saber si una persona es o no es un familiar no alcanza con saber
si es un padre o una madre ya que esas categorías no están relacionadas
con el vínculo de paternidad o maternidad; en cambio, lo relevante es si
esos padres y madres están relacionados con jóvenes que fallecieron en el
incendio o con sobrevivientes del mismo.
Si bien los familiares consideran a los sobrevivientes y a sus padres
como víctimas a causa de su sufrimiento, no creen que su movilización en
demanda de justicia tenga el mismo carácter obligatorio que existe en su
caso puesto que ellos cuentan con la posibilidad de ‘retornar del dolor’. Al
igual que en el caso de los tíos o los primos, hay posiciones encontradas
respecto de si ellos se movilizan por derecho propio o si acompañan a los
padres. Algunos padres de sobrevivientes que participan en qnsr creen
que su papel es el de acompañar puesto que “hay una línea que no se
puede pasar, una división entre los que tienen sus hijos muertos y los que
no: nuestro lugar es estar presentes, no más” (entrevista a Paulo y María,
julio de 2009). Sonia también se siente una víctima que principalmente
debe acompañar a los familiares, puesto que “si bien me siento parte de la
causa, los escucho hablar a los padres y me parece como que tienen más
derecho. No sé si está bien o está mal pero es lo que me pasa ( . . . ) en
definitiva no sé si un dolor vale más o menos pero para mí hubiera sido

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122 Familia, política y emociones

peor perder a mi hijo . . . ” (entrevista a Sonia, julio de 2009). Estos padres


de sobrevivientes prefieren mantener un perfil bajo dentro del grupo y
participar en los debates que se dan entre los familiares sólo cuando es
estrictamente necesario.
Finalmente, debe destacarse que en el movimiento hay familiares que
son al mismo tiempo sobrevivientes. Se trata de quienes concurrieron al
recital con alguno de sus hijos o con un hermano y, mientras estos fallecie-
ron, ellos lograron salir con vida. Estas personas son tratadas y vistas por
todos como familiares: nadie los considera sobrevivientes sino más bien
madres, padres o hermanos.
Amanda, una integrante de qnsr es una madre que ‘estuvo ahí’. Ella
había asistido al recital junto a sus tres hijas puesto que consideraba que
esa era una buena forma de cuidar de ellas. Una vez desatado el incendio,
recuerda que
Yo no podía salir, estaba todo lleno de humo, chicos gritando, tirados
en el piso, yo estaba toda negra, no podía respirar . . . y alguien me
agarró y me sacó de adentro. En la calle me encontré con dos de
mis hijas pero una no estaba porque me había entrado a buscar a mí.
Entonces yo me desesperé y entré, pero era imposible estar adentro así
que tuve que salir y cuando salgo veo que está mi nena en una camilla
con oxígeno y que respiraba . . . al final falleció a la tarde (solloza)
(entrevista a Amanda, agosto de 2009).
Tal como ha mostrado Estrada (2010), en el caso de quienes han so-
brevivido al incendio, los recursos discursivos articulados en narraciones
de sufrimiento, además de transmitir lo percibido permiten expresar el
padecimiento. Como surge de la narración de Amanda, ella ha sufrido y
sufre tanto por haber estado presente en el hecho como por haber perdido
a su hija. Una y otra experiencia son inescindibles.
El de Analía, también de qnsr, es un caso similar al de Amanda. Ella
es hermana de un fallecido y a la vez es sobreviviente de la masacre. El
día del incendio fue al recital con sus amigos, sus primas y su hermano.
Una vez desatado el caos, pudo ver que su hermano estaba ubicado muy
cerca de la puerta y próximo a salir de República Cromañón. Sin embargo,
una vez afuera del local no pudo encontrarlo. Horas después de buscarlo,
se enteró de que el joven había fallecido. A causa de su condición de
hermana y sobreviviente, ella expresa que su sufrimiento es “doble”: “a
mí todo esto me hizo muy mal no solo por mí sino más bien por lo que
pasó con mi hermano . . . porque eso afectó a toda la familia. Nos destrozó”

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 123

(entrevista a Analía, julio de 2009). Quienes sufren esta doble condición


son siempre considerados y tratados como familiares: como una madre,
como una hermana. Así, las relaciones de maternidad o hermandad con
los chicos se imponen sobre la condición de sobreviviente.
Estos casos muestran que así como la condición de familiar no es au-
toevidente –puesto que se asigna sobre todo a los padres y madres de
fallecidos mas no a los de sobrevivientes–, la definición de alguien como
sobreviviente tampoco es un proceso automático ni lineal. No se trata de
una condición asignada directamente por haber ‘estado ahí’ puesto que
el hecho de estar conectado con un muerto transforma al sobreviviente
del incendio en familiar. Una sobreviviente que es madre de una fallecida
será una madre y una sobreviviente que es hermana de un fallecido será
una hermana. Sintetizando, puede decirse que a lo largo del proceso de
definición respecto de quiénes son las víctimas movilizadas, sólo el hecho
de estar conectado a un muerto transforma a un padre, una madre o un
sobreviviente en familiar. El resto serán sobrevivientes, padres de sobre-
vivientes, primos, tíos, etc. Es decir, personas que para algunos son tan
víctimas como los padres, pero que para otros deben reservarse el papel
de acompañar.

Los padres y los chicos: la familia como metáfora


Los miembros del movimiento Cromañón han hecho un gran esfuerzo por
canalizar las tensiones que surgen en algunas ocasiones respecto de la
responsabilidad del grupo Callejeros en el incendio. Se trata de un tema
que genera polémicas y sobre el que no hay un acuerdo cerrado. Como he
señalado (Cf. Introducción) para algunos familiares y sobrevivientes son
importantes responsables por lo ocurrido, mientras que otros los ven co-
mo víctimas. En virtud de estas diferencias siempre latentes, en diversas
reuniones de articulación los representantes de los grupos han acordado
enfocar el pedido de justicia exigiendo la cárcel para los funcionarios esta-
tales y los empresarios. Así, han consensuado en dejar en segundo plano
la cuestión relativa al papel de los músicos a lo largo de las movilizaciones.
De ahí que en las marchas, en general, no se vean pancartas o banderas
que los acusen ni se escuchen consignas que los impliquen como respon-
sables. Todo ello en virtud de mantener la unidad del movimiento. Sin
embargo, en ciertas situaciones –como la marcha descripta más arriba,
por ejemplo– el tema se hace presente.

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124 Familia, política y emociones

Las diferencias alrededor de la responsabilidad de los músicos en el in-


cendio de República Cromañón estuvieron presentes desde los primeros
días, cuando quienes se definían como víctimas comenzaron a movilizar-
se. Esas opiniones diferentes se vieron actualizadas a principios de 2006,
cuando el grupo de rock intentó realizar algunas presentaciones en vivo
en la Ciudad de Buenos Aires. Debido a que las autoridades locales así
como las autoridades de varios municipios de la Provincia de Buenos Aires
rechazaron los pedidos realizados por el grupo para tocar en tales lugares,
los músicos optaron por realizar sus presentaciones en el interior del país.
En marzo de 2006, organizaron un recital en un estadio de la Provincia
de Tucumán. Sin embargo, unos días antes del show, el gobernador de esa
provincia prohibió que el mismo se llevara a cabo. Entonces, los músicos
acusaron públicamente a algunos padres que, según sostenían, habían pre-
sionado y amenazado a diversos funcionarios estatales para que tomaran
esa decisión. 9 Además, se afirmaba que ellos habían presentado recursos
judiciales para que la Justicia prohibiera al grupo realizar actuaciones en
vivo. Muchos sobrevivientes, en cambio, se mostraron a favor de aquella
iniciativa.
Parte de aquellos sobrevivientes eran chicos que integraban el grupo
que solía pronunciarse públicamente defendiendo a los músicos organi-
zando ‘banderazos’ y usando las remeras amarillas que llevaban la ins-
cripción “Basta de culpar a Callejeros”. Algunos de ellos formaban parte
del movimiento Cromañón pero creían que conseguir justicia no incluía
responsabilizar a Callejeros.
Si bien quienes pedían que no se realizara el recital señalaban diversos
fundamentos como la falta de baños químicos en el predio, etc., lo cierto es
que el argumento emocional sobre la necesidad de respetar a las víctimas
y el dolor de los familiares fue el dominante. Del mismo modo, quienes
creían que el show debía llevarse adelante también reclamaron para sí ser
reconocidos como víctimas que debían ser respetadas:

La discusión en términos de respeto a las víctimas, presenta dema-


siados matices: desde cómo entender el respeto, hasta pensar en que
nosotros también somos víctimas que merecen respeto y, a diferencia
de los 194 que nos miran de arriba, podemos comunicarlo con nuestras
propias voces (aunque las intenten callar). Callejeros tiene que volver
a tocar. 10
9 Fuente: “Polémica por la suspensión del recital de Callejeros en Tucumán”. Diario Clarín, 29
de marzo de 2006.
10 Fuente: http://callejeros-rocanrol.blogspot.com.ar/2006/07/el-silencio-no-es-justicia.html

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 125

A lo largo del debate público sobre el recital suspendido, algunos sobre-


vivientes reclamaron que sus experiencias de sufrimiento fueran conside-
radas como legítimas, del mismo modo que era considerado como legítimo
el dolor de los familiares:

No sabemos lo que se siente perder un hijo, pero los padres de vícti-


mas que se oponen a que veamos a Callejeros no saben lo que es verle
la cara a la muerte. 11

Unos y otros reclamaron para sí ser reconocidos como víctimas con


legitimidad pública para fundamentar su acusación o su defensa respecto
de la realización del recital: los familiares decían ‘yo perdí un hijo’, los
sobrevivientes afirmaban ‘yo estuve en el infierno’. Pero en el movimiento
Cromañón los puntos de encuentro y disidencia entre quienes se consideran
víctimas de modos diferentes no sólo son canalizados a través de ese tipo de
narraciones de sufrimiento contrastantes sino que también son procesados
a través de la lente de las diferencias generacionales entre quienes son
padres y quienes son chicos.
Tanto Crivelli (2007) como Isacovich (2008, 2009) han resaltado la im-
portancia de los sentidos de adultez y juventud que circulan en relación
al movimiento, y han destacado el modo en que los mismos forman parte
de los acuerdos y disputas entre sus integrantes. En sus trabajos, la di-
mensión generacional es inscripta dentro de la producción de relaciones
de jerarquía y autoridad. 12 Según esta perspectiva, las interpretaciones en
términos de generaciones realizadas por los protagonistas de la demanda
–pero no sólo por ellos–, resultan relevantes para comprender cómo llevan
adelante sus relaciones.
En el movimiento, las apelaciones a las diferencias generacionales for-
man parte de la construcción de la posición de autoridad de los familiares
como padres que ejercen su rol de experiencia sobre los sobrevivientes,
quienes por edad y generación les recuerdan a los chicos, sus propios hi-
jos fallecidos. Algunos señalan que los jóvenes pueden sostener posiciones
11 Fuente: Ibídem
12 Por ejemplo, Crivelli ha analizado el caso del grupo avisar. Allí participan muy pocos
adultos y la enorme mayoría de sus miembros son sobrevivientes. La autora ha enfatizado que
su posición en la lucha y en su propio grupo se construye, en parte, a partir del establecimiento
de fronteras sociales y discursivas entre jóvenes y adultos. Las relaciones al interior de avisar
se estructuran sobre un principio de autoridad jerárquico, desde el cual los adultos transmiten
su saber y experiencia a los más jóvenes (Crivelli, 2007). Por su parte, al analizar los sentidos
de juventud puestos en juego durante el juicio político a Ibarra, Isacovich (2009) señaló que se
hicieron recurrentes las “imágenes estereotipadas de los jóvenes como vulnerables e incompletos,
imposibilitados de cuidarse solos” (Isacovich, 2009:101).

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126 Familia, política y emociones

de defensa del grupo de rock, por tratarse de chicos que por no haber
atravesado la experiencia de tener un hijo y haberlo perdido no pueden
comprender el sufrimiento de los padres.
Debido a que la noche del incendio muchas de las víctimas fatales con-
currieron al recital junto a su grupo de amigos, primos y hermanos, entre
padres y sobrevivientes suele haber vínculos de conocimiento personal
previos al siniestro. Cuando discuten con ellos se lamentan amargamente:
“no les podemos hacer sentir culpa por haber salido vivos. Muchos son
parientes nuestros, amigos, novios de los chicos”, dicen. Así, frecuente-
mente, las discusiones que mantienen con estos jóvenes son canalizadas
mediante un leguaje que enfatiza en la comprensión y el cuidado de esos
chicos.
Si bien ‘padres’ y ‘chicos’ son distinciones que oponen unos a otros,
esas mismas clasificaciones también son utilizadas para tender puentes
entre ellos como miembros de un mismo cuerpo. Al ver a los sobrevivien-
tes como jóvenes de la misma generación que sus hijos, asumen que los
debates que se dan entre ellos son asimilables a las discusiones que se dan
entre miembros de una familia. Así suelen hablar de esas situaciones como
“‘berrinches’ de padres e hijos”. Ese reconocimiento es mutuo, ya que al
referirse a los familiares con los que debaten los sobrevivientes se refieren
a ellos como los padres o los papás.
La apelación a la idea de familia como metáfora de unidad y consenso ha
sido analizada por Filc (1998) para el caso de los detenidos desparecidos
y sus familiares, quienes utilizaron metáforas de ese tipo para describir
las nuevas relaciones que desarrollaron bajo la dictadura a partir de las
prácticas de resistencia compartidas. En el caso tratado aquí, si para
los padres la idea de familia implica una cierta unidad en virtud de las
relaciones afectivas y ‘de sangre’ que se dan entre sus miembros, la familia
Cromañón es la expresión de unidad entre padres y chicos, familiares y
sobrevivientes, en virtud de la experiencia común de sufrimiento, el cariño
y la búsqueda de justicia que unos y otros comparten. Así, a pesar de los
posicionamientos divergentes en relación al grupo de rock, el lenguaje
que viabiliza las posiciones diferentes aquí señaladas sobre ciertos temas
incluye referencias como “seguimos juntos y abrazados, aún con algún
disenso . . . y marchando juntos . . . y discutimos . . . como se discute en
toda familia –grande o pequeña– ( . . . ) el dolor es uno solo y el pedido es
uno solo”. Esta referencia al movimiento como una familia se reitera en
aquellas situaciones en las que se promueve la búsqueda de unidad, y su
uso suele venir acompañado de una forma diferente de hacer referencia a

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 127

los padres y a las madres de fallecidos que pasan a ser referenciados como
‘papás’ y ‘mamás’.
Las apelaciones a la noción de familia para referirse a lo que en otras cir-
cunstancias es denominado como el movimiento no surgen naturalmente
del hecho de que se trata de relaciones entre padres y chicos. En cambio,
esa forma de referirse a Cromañón se hace presente en circunstancias es-
pecíficas que remiten a intentos de afirmar la unidad en situaciones de
disenso. Cabe entonces destacar la ubicuidad de la metáfora familiar en
tanto mecanismo al que se recurre para producir el sentido de unidad,
enfatizando la solidaridad, los objetivos comunes y los lazos afectivos,
incluyendo, al mismo tiempo, los conflictos entre padres y chicos y la
construcción de posiciones de autoridad y jerarquía. Así se iguala a pa-
dres y chicos al mismo tiempo que se fundan diferencias entre ellos. Si la
apelación a la familia como una metáfora resulta eficaz, ello se debe a su
carácter firmemente instituido y, por tanto, naturalizado.

Víctimas y sospechas
Como he analizado, las distintas posiciones sobre el grupo de rock pueden
llegar a expresar modos diferenciados mediante los cuales se representa la
condición de víctima: los familiares dicen ‘yo perdí un hijo’, los sobrevi-
vientes afirman ‘yo estuve ahí ’. Las sospechas en torno de la real condición
de víctimas de algunas personas a las que algunos en el movimiento se-
ñalan como supuestos y posibles falsos sobrevivientes es la expresión más
extrema de aquellas diferencias. Si bien ese tipo de acusaciones resultan
infrecuentes y se limitan a ciertas personas en ciertas circunstancias es-
pecíficas las mismas no son excepcionales. A lo largo de los tres años
que estuve entre los familiares, varias veces escuché relatos que los tenían
como protagonistas.
De un modo similar a lo que ocurre en el caso de las acusaciones de
brujería (Evans-Pritchard, 1976; Gluckman, 1973, 1978), creo que aque-
llos procesos que implican sospechas y acusaciones pueden ser analizados
considerando, en primer lugar, las relaciones entre los implicados y las
tensiones que se derivan de esas relaciones.
Al analizar el modo en que se desarrollan las acusaciones de brujería
entre los azande, Evans-Pritchard mostró que las mismas nacen de las
enemistades personales: “como norma un individuo sólo plantea ante el
oráculo los nombres de aquellos que podrían haberlo dañado a consecuen-

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128 Familia, política y emociones

cia de algún concreto acontecimiento que él cree que ha ocasionado su


enemistad” (Evans-Pritchard, 1976:116). Ello explicaría que ciertas per-
sonas que no entran dentro de la esfera de relaciones sociales de un indivi-
duo nunca resulten acusadas, puesto que los conflictos sólo pueden nacer
allí donde los contactos sociales son más cercanos y frecuentes. Debido a
que la brujería es producto de inquinas personales, los azande consideran
que el brujo es alguien que está movilizado por malos sentimientos. La
brujería, en este sentido, encierra una cierta teoría nativa de la moral;
aquellos individuos que embrujan lo hacen motivados por la ira, el rencor
y la envidia hacia quienes son sus vecinos: “la condena moral está prede-
terminada porque cuando un hombre sufre una desgracia medita sobre su
agravio y pondera mentalmente quién de entre sus vecinos le ha mostrado
inmerecida hostilidad o quién tiene injustificados rencores en su contra”
(Evans-Pritchard, 1976:122). Puede comprenderse entonces que, en estas
circunstancias, la definición de quiénes serán considerados como brujos
esté basada en la opinión de una persona sobre “sus relaciones personales,
sus propias disputas, ambiciones y sentimientos similares” (Gluckman,
1973:89).
Considero que las acusaciones lanzadas por algunos familiares acerca
de la existencia de personas que supuestamente, desde su mirada, serían
falsas víctimas puede ser abordada desde la perspectiva planteada. Ello se
debe a que tales imputaciones suelen darse en relación a ciertos sobrevi-
vientes que promueven acciones que desde el movimiento son consideradas
como inmorales y opuestas a la búsqueda de justicia. Ese es el caso de la
organización tnv (Transformemos Nuestras Vidas), una asociación civil
conformada por sobrevivientes y familiares de sobrevivientes y el del abo-
gado Molinos, un profesional del derecho que tiene bajo su representación
a algunos sobrevivientes que no participan del movimiento.
Como he señalado en la introducción, en el presente libro se han modifi-
cado los nombres de los protagonistas, lo que incluye tanto a la asociación
como al abogado (ver nota al pie N◦ 20, Introducción). A continuación
expongo algunas opiniones de ciertos integrantes del movimiento Croma-
ñón sobre tnv y sobre Molinos. No es mi propósito aquí definir quiénes
serían víctimas reales y quienes no sino, más bien, comprender cuáles son
los motivos sociológicos que hacen posibles las sospechas y acusaciones.
La asociación tnv fue formada en el año 2006 por algunos padres de
sobrevivientes del incendio. Uno de sus fundadores había tenido participa-
ción en los inicios de Que No Se Repita pero, debido a algunos conflictos
con sus miembros, decidió dejar de participar en el grupo e impulsó la

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 129

creación de una asociación civil que reunió a una decena de sobrevivien-


tes y a sus familiares. Actualmente, las actividades de esa asociación se
concentran en brindar información acerca de los subsidios, ofrecer asis-
tencia psicológica y organizar o difundir recitales de rock. Este conjunto
no participa en articulación y en ninguna otra instancia propia del movi-
miento.
Las primeras apariciones públicas de tnv se dieron en mayo de 2006,
cuando difundieron públicamente su primer boletín. Allí se señalaba a
modo informativo que los sobrevivientes que pretendieran iniciar deman-
das civiles no estaban obligados a presentarse como querellantes en la
acción penal. De todos modos, afirmaban que quienes lo hicieran podrían
considerarlo como una ventaja para la presentación del reclamo indemni-
zatorio:
No resulta estrictamente necesario presentarse como querellante en
la causa penal para poder reclamar una indemnización. Es conveniente
hacerlo para poder acreditar mejor la concurrencia el día del recital y
los perjuicios sufridos por sus consecuencias. Eso nos facilita la prueba
en el juicio civil porque acredita suficientemente el haber sido damni-
ficado por el incendio.
Al comentar este envío, entre los familiares de qnsr se interpretó que se
trataba de un mensaje destinado a los jóvenes sobrevivientes para que no
acusaran penalmente al grupo de rock y se limitaran a presentar demandas
civiles. Para ellos, la comunicación restaba importancia al reclamo de
justicia y ponía en primer plano la posibilidad de obtener indemnizaciones.
Por otra parte, debido a que la organización no impulsaba acciones contra
los funcionarios del gcba, suponían que recibía algún tipo de recurso
económico de parte de ese organismo. Pablo Asturias, el padre que era
referente público de qnsr y a la vez abogado representante de la mayor
parte de los querellantes, consideró que el letrado que representaba a los
sobrevivientes de esa ong sólo tenía “objetivos patrimoniales”.
Por otra parte, desde qnsr afirmaban que mientras que las víctimas se
esforzaban por alcanzar la unidad entre familiares y sobrevivientes, desde
tnv se estimulaba a los jóvenes a realizar los ‘banderazos’ a favor de Ca-
llejeros y a utilizar las remeras amarillas en las marchas. Estas posiciones
trascendieron a qnsr y desde el grupo Paso se sostuvo una posición si-
milar cuando se señaló que tnv promovía actividades con sobrevivientes
por fuera del movimiento con lo cual, afirmaban, fomentaban la discordia
entre ellos y los familiares.

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Desde la perspectiva de los familiares del movimiento los miembros de


tnv no se comportaban como ellos creían que debían hacerlo quienes con-
sideraban como víctimas reales: creían que mientras que éstas buscaban
justicia, la gente de tnv mostraba una preocupación mayor por las de-
mandas civiles que por el juicio penal. Por otra parte, mientras que desde
el movimiento se esforzaban por lograr la unidad de familiares y sobrevi-
vientes, algunos sostenían que desde tnv se estimulaba la división entre
ellos. Por estos motivos, pusieron en duda que quienes se presentaban
como sobrevivientes de ese grupo y sus padres fueran víctimas reales. In-
clusive, se sugirió la posibilidad de que entre algunos de los miembros de
tnv hubiera “gente de los servicios” [de inteligencia del estado] 13 preten-
diendo hacerse pasar como sobreviviente del incendio.
Las sospechas estaban relacionadas con el carácter ‘problemático’ que
estos actores representaban para algunos dentro del colectivo. De un modo
similar a lo que ocurre en el caso de las acusaciones de brujería, al estar
orientadas hacia sujetos que se comportan de modo preocupante, estas
imputaciones proyectaron una cierta condena moral hacia los acusados.
Las acusaciones funcionaron como un modo de asignar responsabilidades
por los (potenciales) daños que podría sufrir el conjunto amenazado por
parte de quienes, según afirmaban, estaban animados por malas intencio-
nes.
Las sospechas respecto de la real condición de víctima, también recaen
sobre un abogado quien a partir de presentarse públicamente como sobre-
viviente del incendio alcanzó una destacada visibilidad en algunos medios
de comunicación. El abogado Molinos afirma ser sobreviviente de Croma-
ñón pero Pablo Asturias lo niega: “se dice sobreviviente y cobra subsidio
pero no le importa conseguir justicia”, dice. Entre los miembros de qnsr
algunos afirman que Molinos se presentaba en los hospitales los días pos-
teriores al incendio haciéndose pasar por un sobreviviente con el objetivo
de sumar clientes. Para ellos, intentaba aprovecharse de la situación y por
ese motivo lo acusan de pretender hacer negocios amparado en la legiti-
midad que le otorgaría su condición de víctima. Lo mismo ocurre con sus
clientes sobrevivientes que, para esos familiares, también son inventados.
Si bien, al igual que en el caso de tnv, Molinos no participa del movi-
miento Cromañón sus acciones son comentadas entre quienes sí lo hacen.
Así ocurrió, por ejemplo, en noviembre de 2005 cuando en la última se-

13 En este caso “servicios” hace referencia a la Secretaría de Inteligencia del Estado (side),
el principal y mayor servicio de inteligencia argentino, en el que desempeñan sus tareas los
“espías” oficiales.

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 131

sión en la que se definía si se impulsaba o no el juicio político, un pequeño


grupo de padres generó algunos incidentes en la Legislatura porteña (Cf.
Capítulo 4). En esos días Molinos declaró en los diarios que los familiares
“están haciendo valer el dolor como derecho a la impunidad total. Y esto
no puede pasar”. 14 Desde Que No Se Repita se cuestionó públicamente
esta postura a través de un comunicado y se acusó al abogado de haber
cuestionado a los padres a través de “protagonismo y mentiras”, actuando
como un “oportunista que busca figurar” para “hacer negocios”. 15
Pero desde la perspectiva de los familiares, Molinos no sólo cuestionó a
los familiares sino que, según señalan, también se metió con los chicos. El
abogado se habría expresado en tal dirección, cuando afirmó en los medios
de comunicación que la noche del recital República Cromañón podría
haber funcionado como un centro de distribución y venta de drogas. 16
Finalmente, al interpretar diversas conductas de Molinos, algunos fa-
miliares creen que él podría estar cercano a algunas de las figuras denun-
ciadas por el movimiento. En primer lugar, cabe recordar que hacia el año
2006 Callejeros comenzó a presentarse en diversas ciudades del interior del
país lo que provocaba el desplazamiento masivo de jóvenes hasta las ciu-
dades elegidas para el evento. Molinos se mostró preocupado en relación
a esto ya que, según dijo, podría producirse un accidente automovilístico
o un choque en la ruta, que alimente la ‘leyenda negra’ de la banda. 17 En-
tonces, las noticias periodísticas hablaron de “un abogado representante
de víctimas del incendio de Cromañón y sobreviviente de esa tragedia” 18
que impulsaba una acción judicial tendiente a que Callejeros fuera auto-
rizado a tocar en la Ciudad de Buenos Aires, lo que provocó el rechazo de
los familiares de los fallecidos. En segundo lugar, según quienes lo denun-
cian, él habría mantenido vínculos cercanos con políticos y funcionarios
denunciados por el movimiento. 19 Durante la campaña electoral corres-
pondiente a las elecciones de 2007, denunció al entonces Jefe de Gobierno
Jorge Telerman, perteneciente a una facción política enfrentada a Ibarra,

14 Fuente: “Entramos todos o no entra nadie”. Diario La Nación, 11 de noviembre de 2005.


15 Fuente: “Comunicado Especial”. Disponible en: www.quenoserepita.com.ar/novedades_co-
municado
16 Fuente: “Sospechan que Chabán vendía droga en Cromagnon”. Diario La Nación, 4 de junio
de 2005.
17 Fuente: “Piden a Telerman que Callejeros vuelva a tocar”. Diario La Nación, 26 de octubre
de 2006.
18 Fuente: ibídem.
19 Fuente: “Telerman pagara una multa por lo del título. Aquel asunto del licenciado”. Diario
Página 12, 13 de junio de 2007.

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132 Familia, política y emociones

por usurpación de título. Esto fue leído como una acción que favorecía a
Ibarra, el ex jefe de Gobierno enfrentado al movimiento.
A raíz del comportamiento al que define como inescrupuloso e inmoral,
Pablo afirma que denunció a Molinos ante el Tribunal de Disciplina del
Colegio Público de Abogados, y desde qnsr se difundió un comunicado
de prensa que afirmaba:

las posibilidades de futuros reclamos indemnizatorios por parte de las


víctimas y sobrevivientes ha hecho nacer numerosos intereses profesio-
nales ( . . . ) Molinos, no ha dudado en atacar a padres de fallecidos. Es
amoral decirse sobreviviente sin haber estado en la noche de Cromañón
( . . . ) pero lo más grave es decir que se defiende a los sobrevivientes
simulando ser uno de ellos. 20

Como puede verse, al igual que en el caso de los miembros de la aso-


ciación civil Transformemos Nuestras Vidas, las sospechas sobre ciertos
sobrevivientes que tienen actitudes que son evaluadas por los familiares
como condenables dan paso a la desconfianza sobre su real presencia en
el incendio. Los comportamientos del presente agitan dudas sobre la ex-
periencia pasada que califica como víctimas a esos actores.
Desde el punto de vista de Pablo y Laura Pastori –su compañera en el
estudio y representante junto a él de su cabeza de querella–, resulta posible
garantizar quién es un sobreviviente real y quién no lo es, consultando los
legajos de cada víctima en los que pueden encontrarse declaraciones tes-
timoniales, constancias, certificados, etc. Según ella, Molinos cuenta con
una constancia médica que indica que fue atendido la noche del incendio
en un hospital de la Capital Federal por una luxación en el hombro. Sin
embargo, afirma que la experiencia de la noche del incendio relatada en
las declaraciones testimoniales resulta completamente contradictoria en
relación a las declaraciones del resto de los testigos y la califica como muy
endeble. Para Laura, la declaración de Molinos cuenta con numerosas in-
coherencias como el hecho de afirmar que durante el incendio cayó una
viga de madera y le produjo la luxación cuando “todos saben que en el
interior del local no había nada de madera ni ninguna viga por el estilo”
(entrevista a Laura, agosto de 2009). Por ese motivo ella cree que la cons-
tancia de atención médica habría sido obtenida a partir de un relato en el
que éste señaló que la herida era una consecuencia del incendio cuando,
según sospecha Laura, habría sido producida en circunstancias ajenas al
20 Fuente: “Comunicado especial”. Disponible en: www.quenoserepita.com.ar/novedades_co-
municado

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 133

hecho. En palabras de Asturias, desde su perspectiva, este abogado “entró


la noche del incendio a un hospital con una luxación y se enganchó como
sobreviviente”.
Por estos motivos, además de haberlo denunciado en el Colegio de abo-
gados y de haber difundido el comunicado señalado, como tercera y más
importante medida, ellos decidieron excluir el legajo de aquel abogado y
el de su pareja de la nómina de lesionados elevada al Tribunal Oral en
lo Criminal N o 24 por considerar que no estuvieron en el incendio. Al
fundamentar su convicción de que no se trata de sobrevivientes reales,
apelaron a la lectura e interpretación de ciertas herramientas de registro
oficialmente producidas en el marco del proceso de acreditación de las
víctimas (Cf. Capítulo 1). En efecto, esa decisión fue tomada teniendo
en cuenta que según su lectura de los respectivos testimonios judiciales y
de los datos de atención médica, resulta evidente para ellos que “ambos
no estuvieron en el local Republica de Cromañón al momento de los he-
chos”. 21 Así, a pesar de que Molinos fue reconocido como sobreviviente
por el Estado a través de declaraciones, constancias y certificados, al revés
de lo que sucede con otros sobrevivientes, para ellos esa documentación
oficial no confirma la veracidad de su condición sino, muy por el contrario,
constituye la demostración de que él es no sería una víctima real, según
creen estos familiares.
La contracara de aquellas personas a las que sugieren como supuestos
falsos sobrevivientes son los sobrevivientes verdaderos, aquellos jóvenes
que están cerca de los familiares e inclusive forman parte de sus grupos.
Esto es lo que cree Hilda, miembro de Familias por La Vida, grupo cono-
cido como la ong:

Yo voy a poner la cara siempre por mis sobrevivientes, los de mi


grupo, los que yo sé ‘posta’ que son sobrevivientes. Pero los que me
dijeron que eran sobrevivientes y tienen el papelito y siguen ponién-
dose que son sobrevivientes . . . buscan la oportunidad y también la
posibilidad de hacer política (entrevista a Hilda, agosto de 2009).

Con esta afirmación, Hilda expresaba algo similar a los expresado por
Asturias y Pastori: que aún cuando algunos sobrevivientes cuentan con
certificados de atención médica y han realizado declaraciones en el juzgado
de instrucción y en la pfa –parte de esos ‘papelitos’–, para ella existe la
posibilidad de que sean personas que han falseado su condición.
21 Fuente: “Elevación a juicio oral”. Disponible en: www.quenoserepita.com.ar/elevacion_a_jui-
cio_oral

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134 Familia, política y emociones

Hasta aquí he señalado que para comprender las acusaciones hacia quie-
nes son vistos por los familiares como supuestas falsas víctimas, es funda-
mental analizar las tensiones persistentes entre diversos actores al interior
del movimiento. Una vez realizado este primer paso, considero necesario
ir más allá de las tensiones interpersonales y mostrar por qué motivo las
acusaciones –en tanto modos de asignar responsabilidades–, recaen sobre
ciertas clases de personas y no sobre otras. Mientras que las historias sobre
posibles falsos sobrevivientes no resultan extraordinarias, nunca escuché
hablar de la existencia de falsos familiares. Con el objetivo de indagar en
esta diferencia, creo necesario retomar algunas cuestiones planteadas en el
capítulo anterior en relación al proceso de acreditación de la condición de
sobreviviente poniendo especial atención al modo en que se lo representan
las víctimas.

Conclusiones parciales. Familiares y sobrevivientes


como víctimas contrastantes
Las marchas de los días 30 de cada mes congregan a un heterogéneo con-
junto de actores que se movilizan en demanda de justicia por los chicos. En
esas ocasiones, las expresiones de dolor se funden en una misma situación
espacio-temporal con la exigencia de justicia. Quienes allí se movilizan lo
hacen en virtud de motivos muy diversos. Mientras algunos participan a
causa de la obligación creada en virtud de la relación de paternidad que
mantenían con el fallecido, otros, como los militantes y psicólogos sociales,
los acompañan. Hay otro conjunto de actores movilizados en relación a
quienes no hay consenso sobre si acompañan o se movilizan por derecho
propio en virtud de sus experiencias personales de sufrimiento. Por un
lado, se trata de los parientes que no son padres, madres o hermanos, es
decir los tíos, primos, etc. e inclusive de los amigos de los fallecidos. En el
caso de los sobrevivientes la situación es similar: mientras que para algu-
nos es claro que ellos acompañan a los familiares, para otros se movilizan
en su calidad de víctimas.
Aquí pretendo mostrar que nos encontramos ante tipos de víctimas que
son percibidos de formas diferentes, esto es, como víctimas contrastantes.
Familiares y sobrevivientes son víctimas contrastantes en tanto las formas
de producción de su condición de víctimas son diferenciadas. No debe
interpretarse que se trata de un conflicto o tensión entre grupos reales
de personas enfrentadas entre ellas, puesto que, como he señalado, hay

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 135

relaciones cruzadas y muchos sobrevivientes están vinculados a los grupos


de familiares y mantienen vínculos preexistentes entre sí. No obstante ello,
en ciertas situaciones pueden darse debates que ponen a la luz una tensión
entre las formas diferenciadas que asume su construcción pública como
víctimas. Si los familiares están calificados como víctimas a causa del
vínculo mantenido con el fallecido y el dolor que surge de su muerte, los
sobrevivientes afirman que son ellos quienes atravesaron la experiencia del
incendio en carne propia. Sin embargo, y a pesar de lo que puedan decir
quienes se llaman a sí mismos sobrevivientes, desde el punto de vista de
los familiares el hecho de que una persona determinada sea efectivamente
un superviviente ‘real’ del incendio nunca es una cuestión certera.
Al retomar y ampliar las ideas de Evans-Pritchard (1976), los estudios
antropológicos sobre brujería inspirados en una perspectiva procesualista
han enfatizado especialmente el hecho de que las acusaciones ponen de
manifiesto conflictos que exceden el marco de las relaciones interpersona-
les (Gluckman, 1972, 1973, 1978; Turner, 1996). Tales acusaciones están
relacionadas con ciertas contradicciones normativas que podrían ser iden-
tificadas a través del análisis de esos procesos acusatorios: en esos contex-
tos, las creencias en brujería “‘encubren’ discrepancias fundamentales y
conflictos entre los principios sobre los que se basa una sociedad” (Gluck-
man, 1978:265). 22 Frecuentemente, esas tensiones profundas encarnan en
personas concretas, cuyo rol y posición social expresan una indetermina-
ción que resulta preocupante para el resto de los actores. Ello explicaría
que corrientemente sean acusadas ciertas clases de personas y no otras. 23
Siguiendo esas ideas, al analizar los episodios acusatorios que he des-
cripto considero relevante inscribir las imputaciones que realizan algunos
familiares a supuestos falsos sobrevivientes en un contexto más amplio
22 Para una crítica de estos enfoques, véase: Favret-Saada (1989). Según esta autora, no
puede afirmarse que en todos los contextos sociales las acusaciones refieran necesariamente
a las relaciones sociales consideradas como las más problemáticas. Basándose en su trabajo
con granjeros franceses, afirma que a pesar de que la tensión fundamental en esas unidades
productivas se encuentra en el grupo sucesorio, los acusados de ser brujos suelen ser los vecinos.
Lo que debe resaltarse, según su perspectiva, es el hecho de que la ‘curación’ iniciada a partir de
la acusación reajusta los roles familiares, funcionando de este modo como un tipo de ‘terapia’
familiar. Por otra parte, algunos autores (Cf. Rutherford, 1999) han señalado que los análisis
clásicos sobre el tema se encuentran constreñidos por preguntas de orden funcionalista que
también estarían expresadas en los análisis más actuales que abordan el tema, como los de
Comarofff y Comaroff (1997) y Geschiere (1997).
23 Ya en su clásico estudio sobre la institución del matrimonio ente los trobriandeses, Mali-
nowski (1975 b) mostró que las acusaciones de hechicería por la muerte de un pariente recaían
sobre ciertas clases de personas y no sobre otras. En ese caso, los parientes políticos (perte-
necientes a otros subclanes) que eran objeto de las mismas, representaban un tipo de vínculo
considerado como más débil que el que encarnaban los parientes del propio grupo de parentesco.

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136 Familia, política y emociones

que excede el marco de las relaciones interpersonales establecidas entre


acusadores y acusados: me refiero a las relaciones que establecieron las
víctimas con ciertas agencias estatales.
Como hemos visto en el Capítulo 1, desde el punto de vista de los
familiares, a lo largo del proceso de acreditación ellos expusieron una
serie de documentos que mostraban una relación ‘natural’ preexistente a
los mismos. Se trataba de un vínculo de paternidad allende el Estado al
que tales artefactos burocráticos sencillamente certificaron y garantizaron.
En virtud de que su conexión con la masacre fue considerada como una
consecuencia natural de su condición de padres, ellos tan sólo podían
reconocer a la documentación exigida la pobre –e inoportuna– virtud de
certificar lo evidente a través de un acto administrativo fútil, irrelevante y
molesto: “para poder retirarlo de la morgue, nos exigieron que llenáramos
una innumerable cantidad de formularios, en los que debimos reiterar una
y otra vez los mismos datos”, decía Pablo. 24 A lo largo de este proceso
ellos demostraron que su condición objetiva de padres, esto es, su vínculo
con el fallecido, se encontraba ajustada a las categorías presentes en las
estructuras del ‘mundo externo’. Es decir, para ser reconocidos como tales
por el Estado, presentaron los artefactos respectivos (documentos varios)
que objetivaban aquellos vínculos.
A diferencia de los padres, los sobrevivientes debieron probar su presen-
cia en el incendio a través de la demostración oficialmente garantizada de
las consecuencias sufridas. En el caso de las resoluciones del Juzgado de
Instrucción n o 1, se señalaba como posibles querellantes a quienes decían
ser “personas que habrían sufrido lesiones en el hecho investigado” (des-
tacado mío). 25 Por su parte, desde la Subsecretaría de Derechos Humanos
(gcba) se afirmaba que serían reconocidos como sobrevivientes quienes
hubieran padecido “afecciones en su salud que por su naturaleza y origen
podrían guardar relación directa con el incendio” (destacado mío). 26
En ambos casos, esos sobrevivientes debían probar que efectivamente
habían ‘estado allí’, y lo hicieron a través de vías diferentes. Mientras que
para mostrarle esa presencia a la justicia apelaron a testigos, entradas al
show, declaraciones, etc., en el caso del Gobierno de la ciudad certificaron
su sufrimiento a través de la acción de los expertos oficiales (médicos,
psicólogos, trabajadores sociales) que cuantificaron y cualificaron esas do-
lencias. Así, si bien en este caso debieron exponer su experiencia personal
24 Fuente: “José Iglesias: sufrir algo más que la muerte”. Disponible en:
www.quenoserepita.com.ar/?q=jose_iglesias_0
25 Resolución del Juzgado de Instrucción n o 1, 26/04/2005.
26 Decreto 692/05, gcba.

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 137

de dolor, ellos estaban obligados a demostrar una conexión con el hecho


del orden de lo (estatalmente considerado como) objetivo. Esa demostra-
ción sólo era válida si era realizada a través de los mecanismos que el
Estado consideraba como adecuados: constancias y certificados que ob-
jetivaban la experiencia subjetiva de sufrimiento (Cf. Capítulo 1). A la
larga, fue ésta la función que cumplieron estos documentos. Así, al igual
que en el caso de los familiares ellos debieron exponer una serie de ar-
tefactos de registro (las constancias médicas y psicológicas) homólogos a
los documentos que presentaron los padres (dnis, libretas matrimoniales,
etc.). La única diferencia residió en que mientras que los familiares no
debieron mostrar su dolor puesto que el mismo fue asumido como una
cuestión autoevidente, en este caso, el sufrimiento fue la materia prima
que el Estado debió procesar y objetivar.
A diferencia de categorías tales como ‘familiar’, ‘padre’ o ‘madre’, la
categoría ‘sobreviviente’ no era tanto una condición instituida simultá-
neamente en la objetividad y en la subjetividad, en el mundo externo y
en el hábitus –para decirlo en términos bourdianos–, sino, sobre todo, en
el primero. En efecto, desde la perspectiva de los familiares, artefactos
de registro tales como documentos y certificados objetivaron la relación
entre los sobrevivientes y la masacre, y se constituyeron en el nexo causal
entre esas personas y el incendio de República Cromañón. Para ellos, los
certificados y declaraciones son en sí mismos el vínculo de esas personas
con el evento y, de esta manera, ‘hacen’ sobrevivientes.
Ante los ojos de los padres, en ciertas circunstancias específicas los so-
brevivientes pueden ser percibidos como ‘creaciones’ estatales. Esto con-
trasta con su propia condición evidente de víctimas en dos sentidos inter-
relacionados. En primer lugar, inscripta sobre todo en la objetividad más
que en la subjetividad, la condición de sobreviviente está para ellos más
‘en los papeles’ que en la realidad; al revés de su propia situación que se
sostiene en virtud de su representación de un vínculo natural e indubita-
ble, se trata de una condición siempre posible, nunca determinante. En
segundo término, aquellos ‘papeles’ son vistos como productos posteriores
al incendio, cuestión que contrasta con la preexistencia del vínculo con el
fallecido que transformó en víctimas a los familiares. Así, los sobrevivien-
tes son vistos como una consecuencia de procedimientos ex post facto en
relación al incendio. Quizás sean estas cuestiones las que explican que las
acusaciones se movilicen a través de esta categoría de actores y no de
otras. De hecho, nunca tuve noticias acerca de acusaciones sobre falsos
familiares, condición que por su carácter evidente, basada en su origen

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138 Familia, política y emociones

natural y previo al evento, resultaría imposible de ser falseada. En tal


sentido, cada vez que surgieron sospechas sobre posibles infiltrados en el
movimiento –como las que recayeron sobre mi persona (Cf. Introducción)–
las mismas fueron remitidas a individuos que se habrían hecho pasar por
sobrevivientes (Zenobi, 2010 b).
Considerando que los sobrevivientes son vistos de este modo, cabe pre-
guntarse por qué motivos mientras que algunos conflictos pueden terminar
en la apelación a la unidad entre padres y chicos en el marco del movi-
miento entendido como una familia, en otros casos esas discusiones pueden
tener como desenlace las acusaciones públicas a través de las que se se-
ñala algunos de ellos como supuestas falsas víctimas. Resulta necesario
dar cuenta de los motivos por los cuales mientras que algunos de ellos son
considerados como ‘nuestros hijos’, y nadie se animaría a sospechar de su
condición real de víctimas, otros son acusados de estar falseándola. Entre
las tensiones interpersonales y las acusaciones públicas hay un camino del
que es necesario dar cuenta. Como ha advertido brillantemente Douglas
(1970), “la gente puede creer en la posibilidad de brujería pero nunca
hacer acusaciones de brujería” (1970:xxiv).
Según entiendo, en primer lugar, la cristalización de un conflicto en
una acusación está estrechamente vinculada con las evaluaciones morales
realizadas por los acusadores. Como ha señalado Gluckman, la brujería
“como una teoría de la causalidad encierra una teoría de la moralidad”
(Gluckman, 1973:86). Retomando el caso que aquí me ocupa, debe recor-
darse que al describir las posiciones encontradas sobre el grupo de rock,
los padres suelen debatir con chicos que formaban parte del movimien-
to aun cuando estos se manifestaban a favor de los músicos. El caso del
abogado Molinos y de la asociación civil Transformemos Nuestras Vidas
se presenta como diferente en dos sentidos: ellos eran vistos como adultos
y no formaban parte del movimiento. Por el contrario, los familiares que
los acusaban creían que ellos pretendían ejercer un daño sobre el mismo
oponiendo a los chicos contra los padres al manipularlos y llenarles la
cabeza. Además de intentar dividir a las víctimas, esas personas preten-
dían lucrar con Cromañón. Al señalar esta diferencia entre una situación
y otra, puede verse que no cualquier sobreviviente puede ser acusado de
ser una falsa víctima: que ello ocurra o no depende, en buena medida, de
la evaluación moral de la personalidad social de los protagonistas.
En segundo término, la presencia de acusaciones muestra el carácter
situacional de las valoraciones realizadas por quienes esgrimen las sospe-
chas. Al analizar las sospechas sobre los forasteros en una pequeña comu-

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Capítulo 2. Familiares y sobrevivientes movilizados 139

nidad de montaña, Pitt-Rivers (1989) ha señalado que quien llega desde


una comunidad vecina “no es sólo un forastero, es también un miembro
de otras muchas categorías como edad, sexo, estatus y ocupación. En con-
secuencia, el origen sospechoso de una persona se recuerda sólo cuando el
contexto lo demande, es decir, cuando se produce una ofensa” (1989:63).
Volviendo al caso que me ocupa, sólo cuando ciertas palabras son interpre-
tadas como un ataque a la búsqueda de justicia y se advierte que quienes
las hablan son personas vistas como peligrosas y dañinas –sólo entonces–
parece cobrar importancia la percepción de la condición de sobreviviente
como un producto estatal. En efecto, si bien todos atravesaron por el mis-
mo proceso de reconocimiento oficial, aquella consideración sólo resulta
significativa en relación a algunos como el abogado Molinos y los integran-
tes de la asociación tnv. En tales casos, se lanzan acusaciones públicas y
frontales señalando que ellos, a diferencia de los sobrevivientes reales, son
inventados.
Finalmente, cabe destacar que la naturalización de la condición de ‘pa-
dres’ y ‘madres’ que hace posible su reconocimiento como víctimas au-
toevidentes, esto es, como padres y madres, también debe ser abordada
como una consecuencia de actos estatales de institución. En efecto, como
ha señalado Bourdieu (1997b, 1997a), la familia en tanto categoría social
objetiva, es el fundamento de la familia como categoría social subjetiva
que, a su vez, contribuye a reproducir la categoría social objetiva. Desde
este punto de vista, la familia es un ‘hecho de Estado’ que ha borrado sus
huellas en el mismo proceso de su institución:
debido a que es el resultado de un proceso que la instituye a la vez
en las estructuras sociales y en las estructuras mentales adaptadas
a esas estructuras, la institución instituida hace olvidar que es fruto
de una larga serie de actos de institución y se presenta con todas las
apariencias de lo natural (Bourdieu, 1997b:98).
Si bien se contempla como una obviedad la existencia de vínculos na-
turales preexistentes a la masacre que han calificado a los padres como
víctimas, cabe reconocer que su condición es producto de que oportuna-
mente, al momento del nacimiento de sus hijos, ellos fueron investidos
oficialmente por el Estado que los instituyó como ‘padres’. Aquí, el hecho
de que las relaciones de paternidad son relaciones estatales puede verse
en que sólo pudieron constituirse en querellantes ante la Justicia y en
víctimas ante la Subsecretaría de Derechos Humanos del gcba, quienes
lograron dar cuenta del vínculo con el fallecido a través de dni, Libretas

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140 Familia, política y emociones

Matrimoniales, Partidas de Nacimiento, etc. Es decir, a través de diversas


producciones oficiales. Quienes pretendieron constituirse en querellantes
aduciendo ser padres de un fallecido pero sin haber presentado los docu-
mentos requeridos (Cf. Capítulo 1) no fueron aceptados como tales.
De acuerdo con lo señalado hasta aquí, tanto en el caso de los familiares
como en el de los sobrevivientes, el vínculo con la masacre que calificó a
unos y otros como víctimas fue instituido en el mismo proceso de recono-
cimiento oficial en el que ellos acreditaron conexiones con el hecho que,
desde el punto de vista del Estado, eran consideradas como objetivas. Sólo
que en el caso de los padres, ellos mantenían relaciones con los fallecidos
que habían sido estatalmente instituidas en forma previa al incendio.
Según he sostenido, analizar el movimiento como una configuración
social supone abordar el estudio de las relaciones establecidas entre los
protagonistas del mismo, así como aquellos vínculos que ellos establecie-
ron con las agencias del Estado y sus operadores oficiales autorizados (Cf.
Introducción). Tal indagación me ha permitido mostrar que la producción
social de familiares y sobrevivientes como categorías locales está íntima-
mente relacionada con la existencia de las mismas en tanto categorías
estatales. De ello se desprende que los vínculos establecidos entre las víc-
timas y el Estado, tienen importantes consecuencias para el modo en que
se despliegan las relaciones interpersonales en el marco del movimiento.

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Parte 2
Emociones y política en
el movimiento Cromañón

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Capítulo 3
La expresión de las emociones
en el espacio público
Familiares y sobrevivientes de Cromañón se constituyeron públicamente
como víctimas movilizadas tanto a partir de las relaciones que estable-
cieron con el Estado como a través de la organización y la movilización
(Cf. Capítulo 1 y Capítulo 2). Expresiones emocionales como el dolor y
la bronca formaron parte de ese proceso. En el presente capítulo preten-
do analizar el modo en que, al ser expuestas en el espacio público, esas
emociones pueden ser percibidas como problemáticas. Por un lado, este
carácter problemático se expresa en el caso de los familiares que se en-
cuentran superados por el dolor y se ven imposibilitados de sumarse a
las movilizaciones. Por el otro, están aquellos que han ocasionado lo que
algunos califican como desbordes a causa del duelo patológico por el que
atraviesan. Esta situación representa un problema muy significativo para
quienes –en tanto familiares movilizados y querellantes– consideran que
tales intervenciones podrían afectar negativamente el desarrollo de la cau-
sa penal. Destaco, entonces, la situación de “crisis moral” en la que se ven
involucrados quienes creen que resulta inevitable manifestar públicamen-
te los sentimientos, pero al mismo tiempo consideran que esto debe ser
realizado de modo racional y sin violencia.

Las reuniones de Que No Se Repita


Los miembros de Que No Se Repita se reúnen semanalmente con el ob-
jetivo de informarse sobre el avance de la causa penal y de organizar las
manifestaciones públicas en las que se vinculan con el resto de los grupos
del movimiento. Las reuniones del grupo, a las que comencé a asistir en
mayo de 2006, se realizan en un local facilitado por una organización cató-
lica ubicado en el centro de Buenos Aires. Se trata de un amplio salón en
el que hay dos cuadros de Juan Pablo ii y algunas banderas con los colores
del Vaticano. Además, el lugar está ocupado por unas 50 sillas plásticas
ubicadas frente a una enorme mesa de roble. Dos de esas sillas se encuen-
tran ubicadas de frente al resto: son las reservadas para el referente del

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144 Familia, política y emociones

grupo y cabeza de la querella en que participan todos los integrantes de


qnsr, Pablo Asturias, y para Laura Pastori, su compañera en el estudio
de abogados y representante junto a él de esa cabeza.
Antes de comenzar las reuniones, a medida que van ingresando familia-
res, se van conformando pequeños grupos de tres o cuatro personas que
charlan entre sí. Los hombres por su lado, las mujeres por el suyo, en la
mayor parte de los casos se trata de matrimonios. Mientras que algunos
de esos familiares, como Pao, participan desde el principio en el grupo,
otros como María Elena y Ernesto, que son sus vecinos, se sumaron a las
reuniones un tiempo después, en marzo de 2006. Hasta el comienzo del
encuentro todos charlan sobre temas diversos que no están necesariamen-
te vinculados a la causa penal ni al movimiento. Entre quienes componen
esos grupos de afinidad, algunos han establecido vínculos de amistad y
suelen encontrarse durante la semana para salir a cenar o a pasear.
En contraste con estas escenas habituales en las reuniones de qnsr,
en las que se reconocen pequeños grupos de padres que dialogan entre
sí, algunas de las personas que van llegando al local se sientan solas y así
esperan el comienzo del encuentro. En algunos casos se trata de familiares
que sólo son conocidos por Pablo o Laura, que son sus abogados, sin que
el resto de los miembros del grupo sepa de quiénes se trata. Esta escena
contrasta con la que puede vivirse en una reunión de Paso, de la ong
o de avisar. En esos casos, se trata de grupos conformados por una
menor cantidad de miembros, en los que no sólo todos se conocen entre
sí sino que además mantienen vínculos afectivos y de amistad. 1 En las
reuniones de qnsr también la disposición espacial es diferente a la que
puede observarse en las reuniones de los otros grupos, donde no participan
abogados y ningún familiar se sienta de frente al resto sino que todos se
ubican alrededor de una mesa o en círculo.
Entre los familiares de Que No Se Repita suele decirse que la lucha
tiene dos caras: la judicial y la política. En un sentido más específico,
también pueden decir que se trata de dos luchas distintas. Es una distin-
ción entre dos planos de acción diversos. Orientados por esa distinción,
los integrantes del grupo han decidido organizar las reuniones en dos tra-
mos. La primera parte de las mismas es la parte judicial y se centra en
la relatoría sobre el avance de la enorme causa penal que actualmente
consta de 62200 fojas repartidas en 311 cuerpos. Durante este tramo de la
reunión, Pablo y Laura también comentan cuáles son las acciones que van
realizando como parte de la estrategia jurídica por ellos planteada. De un
1 Para una descripción de una reunión de avisar véase: Crivelli (2007).

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 145

modo diferente a lo que ocurre con la parte judicial, el tramo siguiente


de las reuniones no es reconocible por una denominación específica. Se lo
llama la segunda parte, y se centra en las relaciones de qnsr con los otros
grupos de familiares, y en cómo continuar la lucha. La propia estructura
de estos encuentros semanales muestra que en los mismos se superponen,
a un tiempo, los querellantes con su cabeza de querella, y los familiares
movilizados con el referente de su grupo.
Al comienzo de las reuniones, Pablo y Laura se ubican en las sillas reser-
vadas para ellos. Quienes escuchan el informe judicial depositan el mayor
interés en la situación de la causa penal, pues creen que la posibilidad
de esclarecer las responsabilidades por la muerte de sus hijos depende del
modo en que dicha causa evolucione. En una de esas reuniones, realizada
en noviembre de 2006, Laura comentó que en ese mes se habían reali-
zado algunos avances significativos. Habían sido citados a declarar en el
juzgado algunos sobrevivientes del incendio y algunos músicos de Calleje-
ros. Según dijo, mientras que los primeros lo habían hecho en carácter de
testigos, los segundos lo habían hecho como imputados. En ese momento
varios familiares se miraron entre sí con satisfacción, puesto que creían
que la citación a declarar era una señal de que la jueza tenía firmes sospe-
chas de que ellos eran responsables del incendio. Sin embargo, Laura restó
importancia a la citación y a las declaraciones realizadas por los músicos.
Al hacerlo explicó cuáles eran las diferencias técnicas entre quienes decla-
raban como imputados y quienes lo hacían como procesados. Señaló que
el hecho de que fueran imputados no era tan relevante como el de que, en
algún momento esas personas llegaran a estar procesadas puesto que esto
significaba que la justicia había encontrado pruebas relevantes como para
pensar que habían tenido responsabilidad en los hechos. Reafirmando esas
palabras de Laura, Pablo Asturias intervino para aclarar que eso ocurriría
cuando la jueza tuviera sospechas firmes sobre la responsabilidad de una
persona en la ocurrencia de alguna muerte. La diferencia entre quienes
eran imputados y quienes eran procesados, y el grado de relevancia dife-
rente que ello revestía en cada caso, eran cuestiones evidentes para estos
abogados, pero no lo eran para el resto de sus compañeros de qnsr. A
lo largo de la reunión, una y otra vez ellos tradujeron términos técnicos
del derecho al lenguaje lego. Ellos eran vistos como especialistas con acce-
so exclusivo a una serie de instrumentos y procedimientos determinantes
para conseguir justicia, cuyo manejo requiere una formación profesional
específica (Cf. Freidson, 1986) ajena al resto de los miembros del grupo.

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146 Familia, política y emociones

Además de ser visto como un profesional que poseía ciertos conoci-


mientos técnicos, Pablo era considerado como un familiar que a su vez
formaba parte del mundo judicial. Él tenía una importante trayectoria
en el Poder Judicial de la Nación, solía tener reuniones con abogados y
jueces, y habitualmente frecuentaba el Palacio de Tribunales como parte
de su actividad profesional. Luego de establecer aquella distinción técnica
entre ‘imputados’ y ‘procesados’, los abogados comentaron los resulta-
dos del encuentro que habían mantenido con la jueza de instrucción que
gestionaba la causa. Pablo evaluó cuál había sido la actitud de la magis-
trada, y dijo que “la jueza tiene un compromiso emocional con la causa.
Se puso mal cuando le hablamos de los chicos y eso no siempre ocurre
porque los jueces no dejan ver lo que sienten”. Al expresarse de este mo-
do, el padre-abogado exhibía su propia experiencia en el mundo judicial,
a partir de la cual evaluaba las actitudes de la funcionaria.
Una semana después de la reunión mencionada, los familiares de qnsr
volvieron a encontrarse en el local del microcentro porteño. En el trans-
curso de la primera parte de esa reunión, algunos mantuvieron intercam-
bios sobre cómo habían sido los últimos minutos de vida de sus hijos. En
tal ocasión, una madre comentó sus dudas acerca de la situación de los
chicos en el interregno entre el rescate del micro-estadio y su llegada a
los hospitales. Ella tenía dudas sobre si su hija había fallecido en Cro-
mañón o si había fallecido en la ambulancia que la había trasladado al
nosocomio. Debido a que, según entendía, la reconstrucción de los mo-
mentos posteriores al incendio podía hacerse a través de la lectura de las
declaraciones testimoniales de los testigos, al plantear sus inquietudes se
dirigió a la persona de Pablo. Para esa madre, Pablo –en tanto abogado
que contaba con los conocimientos apropiados para lidiar con el contenido
de la causa penal– era el único familiar del grupo que podía contar con
esa información. Gracias al manejo experto del contenido de la misma, él
pudo explicarle que de la lectura de las declaraciones se desprendía que
había testigos que vieron salir a su hija de Cromañón con signos vitales.
Sin embargo, explicó que no estaba claro algo que resultaba central a los
fines penales: distinguir si la joven había sido subida a la ambulancia ya
fallecida o si aún estaba viva y falleció durante el traslado o en el hospi-
tal. A partir del intercambio establecido entre abogados y legos, algunos
padres obtuvieron nueva información y datos que no poseían sobre los
últimos momentos de vida de sus hijos. Gracias al conocimiento detallado
de cada caso y de su lectura experta del expediente, Pablo y Laura satis-

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 147

facían, en parte, la ‘necesidad de saber’ a la que suelen hacer referencia


los familiares.
El papel de los ‘brokers’ (Cohen y Comaroff, 1974) como un tipo par-
ticular de mediadores (Kapferer, 1974; Silverman, 1977; Paine, 1974) ha
sido analizado teniendo en cuenta su particular actividad como adminis-
tradores de significados. Así, se ha señalado que ellos se presentan como
los únicos sujetos capaces de lidiar con ciertos significados que resultan
exóticos a la otra parte que participa en la relación. Al ser reconocidos
de ese modo, los brokers aparecen como los traductores capaces de hacer
comprensibles esos términos a quien interactúa con ellos. En el caso ana-
lizado, Pablo y Laura son vistos como intérpretes autorizados de la causa
penal por su condición de portadores de un saber profesional específico
que los califica como expertos en lo relativo a los procedimientos jurídi-
cos; y cuentan, además, con la capacidad de hacer que ese ‘mundo’ sea
comprensible para el resto de sus compañeros. Su papel en el grupo debe
comprenderse, tal como en el caso de los brokers, como parte de las “rela-
ciones de desigualdad estructuradas por la distribución diferenciada de los
recursos valorados como indispensables” (Cohen y Comaroff, 1974:88). En
efecto, en el marco de qnsr, ellos están ubicados en un lugar diferencial
en relación a sus compañeros de grupo. Además de ser vistos como fami-
liares, son considerados como abogados que participan de un conjunto de
conocimientos inaccesible a los demás, quienes valoran especialmente los
recursos y procedimientos propios del derecho puesto que son vistos como
las herramientas privilegiadas para alcanzar justicia.
Si bien no se han transformado en expertos, entre los legos algunos pa-
dres se familiarizaron con cuestiones de derecho penal. Ello puede notarse
en algunas de las preguntas que realizan a lo largo de las reuniones. Por
ejemplo, algunos demostraron los conocimientos adquiridos al cuestionar
que la carátula de la causa fuera ‘homicidio culposo’. Consideraron que,
de imputarse finalmente ese delito en el marco del juicio oral, las penas
para los acusados no serían lo suficientemente altas. Frente a esta inquie-
tud, Pablo intervino para aclarar que antes del juicio oral podría haber
una modificación en la tipificación del delito y, por lo tanto, en la carátula.
Sin embargo, según aclaraba, ese cambio no sería sólo una consecuencia
de lo que ocurriera en el dominio de lo judicial, sino que “lo que pase en el
juicio dependerá de las condiciones sociales. Si llegamos mal socialmente
tendremos una carátula mala como ‘homicidio culposo’. Por eso hay que
estar presentes en la calle con acciones.” Si el avance de la causa estaba
vinculado a la situación de la lucha, entonces lo judicial y la lucha debían

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148 Familia, política y emociones

complementarse. Como me dijera Pablo en una entrevista: “lo técnico es


importante pero si vos no metes presión en la calle no pasa nada . . . y al
revés también si vos haces un montón de presión política pero no hacés
lo jurídico, no sirve” (entrevista a Pablo, agosto de 2009).
A partir de lo que perciben como una estrecha relación entre esos dos
espacios diversos, tanto Pablo como Laura consideran que para alcanzar
justicia es necesario enviar las señales adecuadas desde la lucha, con el
objetivo de influir eficazmente sobre los agentes que tramitan la causa:
abogados, empleados judiciales, jueces, fiscales, etc. De acuerdo con lo
que ella considera, eso es importante puesto que
Los jueces son personas, los jueces no son máquinas que agarran,
procesan el juicio, lo pasan por una computadora y sale . . . son per-
sonas, entonces también está bueno que tengan una buena imagen de
las partes. Con Pablo coincidimos siempre, en que era muy importante
levantar la imagen de los familiares y, tratar de que fuera todo prácti-
camente sin ningún tipo de desborde. O sea, como una cosa ejemplar
en cuanto a ( . . . ) silencio y más respeto que en otros juicios donde
hay menos cuestiones involucradas (entrevista a Laura Pastori, agosto
de 2009).
De ahí la importancia de que todos comprendan esa relación estrecha
entre uno y otro plano de acción, relación que implica la necesidad de
actuar adecuadamente en la lucha para canalizar la demanda de un modo
que resulte eficaz en relación a lo judicial. Para Pablo esa relación debe
ser abordada sutilmente y basarse en “un delicado equilibrio entre no
desaparecer y no saturar: que esté la llama pero no una fogata. Tenemos
que estar siempre presentes pero tampoco hacer un desastre o estar todos
los días en la calle”.
Pablo Asturias y Laura Pastori son vistos en su grupo como los únicos
capaces de lidiar con el lenguaje, los procedimientos y los significados pro-
pios del derecho. Ellos son capaces de explicar ciertos términos técnicos,
de leer e interpretar adecuadamente la causa, etc. Pero su papel no es
meramente una cuestión técnica, sino que también los ven como perso-
nas que pertenecen al mundo del derecho, y es esta experiencia la que les
permite, por ejemplo, interpretar cómo piensan los jueces. De ahí que sus
opiniones sobre la relación entre la calle y lo judicial resulten especial-
mente relevantes. A partir de sus posicionamientos en la parte judicial,
lejos de limitarse al papel de traductores de tecnicismos, ellos interpretan
y orientan cursos de acción en lo referido a las relaciones con otros grupos

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 149

y al desarrollo de la demanda. Como se verá más adelante, su influencia


no se limita a aquellas cuestiones relacionadas con la causa penal, sino
que se extiende a la totalidad de los campos de acción que los miembros
de qnsr consideran vinculados a su demanda de justicia.

Abogados y familiares: entre la lucha y lo judicial


Luego del informe de Pablo y Laura sobre lo judicial, se inicia la segunda
parte de las reuniones de Que No Se Repita. En ese momento la pro-
tagonista pasa a ser Pao, la representante del grupo en las reuniones de
articulación, el espacio en el que se coordinan las acciones relativas a la lu-
cha entre los representantes de los diferentes grupos. Si bien la perspectiva
sobre el significado de la articulación fue cambiando con el tiempo (Cf.
Conclusiones), apenas comencé mi trabajo de campo en Que No Se Repita
se consideraba que la articulación era un espacio en el que se tomaban
decisiones con las que ellos no estaban de acuerdo. Debido a que allí las
decisiones se tomaban por consenso y no por votación, aun cuando qnsr
era el grupo más numeroso de familiares, frecuentemente se imponían las
propuestas de los grupos que reunían a una cantidad menor de familiares
pero que coincidían en sus propuestas. Sin embargo, a pesar de ser visto
como un espacio hostil, todos creían que la participación de Pao en esas
reuniones era muy importante debido a la relación inextricable entre la
lucha y lo judicial.
En una de las reuniones realizada en abril de 2007, al comenzar con
el relato de su informe sobre lo sucedido en articulación, Pao se ubicó
de frente al grupo –junto a los abogados– e informó sobre lo ocurrido
en ese encuentro. Comentó que el resto de los grupos del movimiento
habían decidido expresar el descontento con el (escaso) avance de la causa
judicial y que habían propuesto terminar la marcha del 30 de ese mes
en Tribunales, en lugar de hacerlo en Plaza de Mayo. También habían
resuelto ir al domicilio particular de un juez de Casación que debía decidir
si Aníbal Ibarra podía presentarse o no como candidato en las elecciones
legislativas de la ciudad a realizarse en junio de ese año. El objetivo era
realizar algún tipo de acción en la puerta de su casa para presionarlo y
lograr una resolución contra el intento de Ibarra.
Luego de la exposición de Pao, Pablo Asturias fue el primero en tomar
la palabra y señaló que aquellas actividades orientadas a demostrarle el
descontento al Poder Judicial eran inapropiadas. Su explicación estuvo

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150 Familia, política y emociones

sustentada en lo que él evaluaba como el funcionamiento de las corpo-


raciones. Las corporaciones profesionales de médicos, políticos, policías,
abogados, etc., según dijo, tenían un funcionamiento de acuerdo con el
cual los integrantes de las mismas se protegían entre sí. Por tal motivo,
afirmó, los médicos o los abogados no se denuncian aunque unos sepan
que otros se desempeñan inapropiadamente en su profesión:

Los abogados son una corporación fortísima. La familia judicial reac-


ciona abroquelándose cuando se ataca a sus miembros. Lo digo porque
lo conozco de adentro. Entonces lo que puede funcionar mejor para al-
guien de la familia judicial es el desprestigio como una carta de lectores
en La Nación y no un escrache. 2

Además de subrayar las consecuencias negativas de escrachar a un juez,


Pablo consideró que ello implicaba romper las reglas a las que los quere-
llantes impulsores del proceso penal habían aceptado someterse. Al ofre-
cer su explicación sobre lo inadecuado de tales métodos, recordó a sus
compañeros que ellos no eran sólo familiares movilizados sino también
querellantes en una causa penal:

Si el grupo acepta el proceso judicial debe aceptar sus reglas de juego


para moverse ahí dentro. En pocos días vamos a tener una audiencia
y no podemos pedirle a la jueza ir a la audiencia y después tirarle
huevos o gritarle cosas . . . si se va a jugar ese juego hay que acatar las
reglas.

A través de la exposición pública de su propia experiencia como miem-


bro del mundo judicial, Pablo se propuso delimitar cuáles eran las formas
que podrían ser asumidas como violentas por los integrantes de la ‘familia
judicial’, señalando que por ese mismo motivo serían ineficaces. Frecuen-
temente, a través de sus opiniones, él presentaba a lo judicial como un
dominio en relación al cual los familiares debían adaptar sus propias prác-
2 Según su uso genérico, ‘escrachar’ es un modo de ‘poner al descubierto’ a alguien. De acuerdo
al uso que le han dado algunas organizaciones de familiares de víctimas, se trata de una serie
de acciones que implican “hacerse presente en la puerta de la casa del victimario y, una vez
allí, denunciarlo públicamente, manifestar el repudio, ‘ponerlo al descubierto’ frente al resto de
la comunidad y especialmente de sus vecinos” (Pita, 2010:144). En un escrache la denuncia se
realiza a través de acciones tales como gritar, exhibir fotos de los chicos, hacer ruido, cantar
ciertas consignas, insultar, etc. En el caso de los familiares de víctimas de Cromañón, se asume
como un escrache a una situación similar a la descripta por Pita. Sin embargo, en este caso,
un escrache no siempre implica hacerse presente en el domicilio de quien es acusado y, por tal
motivo, algunos escraches realizados por estos familiares han tenido como escenario los actos
públicos de campaña de algunos políticos.

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 151

ticas, y los cursos de acción más convenientes para la lucha coincidían con
sus propias expectativas sobre la necesidad de no ser violentos. Estas opi-
niones eran tenidas especialmente en cuenta, puesto que además de ser
considerado como un profesional que sabía de técnicas y procedimientos,
él también era reconocido como alguien que conocía la dinámica institu-
cional y política de lo judicial.
Al expresarse de estos modos, Pablo creaba un rol para sí mismo y hacía
ese rol inteligible dentro de los términos de la experiencia de su auditorio.
Su perspectiva sobre la cuestión modelaba su propia posición en el grupo
como referente público y como experto, como familiar y como abogado.
De esta manera, él era ubicado por sus compañeros en el lugar de quien es
capaz de interpretar adecuadamente la relación entre aquellos dos planos
de acción diferentes –el de la lucha y el de lo judicial–.
A pesar de que pueda parecerlo, en la reunión de qnsr en la que se de-
batía qué hacer frente a las decisiones tomadas en articulación, la opinión
de Pablo no era la única. A diferencia de lo ocurrido en la parte judicial
del encuentro, que había sido dominada por los abogados, en la segun-
da parte moderada por Pao todos los reunidos debatieron, discutieron y
opinaron. A diferencia de lo judicial, terreno reservado a los expertos, la
lucha era vista como un espacio abierto a la participación de todos. Y no
todos pensaban igual. Luego de las observaciones de Pablo, Pao cedió la
palabra a una madre quien sugirió que la propuesta de articulación era
adecuada y que había que “hacer quilombo porque el desorden vende. Es
lo que quiere ver la prensa”. Para evitar realizar acciones inadecuadas
ella propuso escrachar a los imputados en lugar de escrachar a los jueces.
Pero una vez más los abogados reafirmaron su posición técnica-jurídica,
al señalar que ese procedimiento de denuncia pública sólo sería legítimo
en el caso de quienes tuvieran una condena firme. La fuerte impronta pro-
fesional orientaba su imaginación respecto de aquello que podía hacerse
y aquello que no. Al evitar la discusión y confrontación con estas inter-
pretaciones respecto de los modos adecuados de conducirse públicamente,
había un reconocimiento activo de la posición autorizada de los abogados.
La doble condición en virtud de la cual Pablo es percibido por los
miembros de qnsr como padre y como abogado funda su reputación como
referente público del grupo, reputación que se juega siempre en la opinión
que los demás tienen de su persona (Cf. Bailey, 1971; Pitt-Rivers, 1989).
De ahí la importancia de sus compañeros de lucha en tal reconocimiento.
Los miembros del grupo suelen referirse a él diciendo ‘Pablo nos orienta’,
‘es nuestro líder’, ‘en el grupo no hay líderes, es nuestro referente’. De

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todos modos, la reputación que él ha adquirido a causa de su condición


de padre y abogado se extiende más allá de las fronteras de qnsr, puesto
que ‘Cromañón’ es visto como un movimiento a la vez que como un caso
–esto es, un caso penal– también por los familiares del resto de los grupos.
El hecho de que Pablo tenga una cierta reputación no implica que él sea
bien considerado en todos los casos sino, simplemente, que es reconocido:
la posición destacada de una persona en un determinado entramado de re-
laciones sociales “no depende de tener una buena reputación. Sólo de tener
una” (Bailey, 1974:4). Mientras que en qnsr su reputación es positiva, en
otros casos su posición puede ser evaluada de otro modo. Los familiares de
otros grupos ven en Asturias a un familiar que mezcla inapropiadamente
su carácter de abogado con el de padre y referente de su grupo. Hilda, de
la ong, considera que los abogados no deben participar de las acciones
y decisiones vinculadas a la lucha tomadas en el marco de los grupos de
familiares:

En la ong las reglas las ponemos los familiares. No vienen los aboga-
dos a decirnos qué hacer y qué no porque nos conviene. No los dejamos
que nos lleven por el camino que ellos quieren porque no dejan de ser
abogados preocupados por quedar bien con los jueces porque es su
trabajo. Pero nosotros somos familiares y estamos más allá de eso. No
nos importa quedar bien con nadie sino que haya justicia (entrevista
a Hilda, julio de 2009).

De un modo similar a lo señalado por Hilda, para Miri, miembro de


aphac, también hay una relación entre el tipo de acciones que promueve
el grupo qnsr y el papel de Pablo Asturias en el mismo. De acuerdo con lo
que ella señalaba en una entrevista, las acciones de qnsr están limitadas
por el papel de Pablo Asturias en ese grupo:

Ellos seguían mucho a Asturias. Cuando nosotros decidíamos algu-


na actividad en articulación, ellos se oponían y siempre buscaban otra
estrategia para no quedar mal con la sociedad. Uno va con una pro-
puesta y ellos te la terminan armonizando tanto, que para eso mejor
no hagamos nada (entrevista a Miri, julio de 2009).

Por su parte, Patricia, referente del grupo Paso, también considera que
la participación de quien es visto como un abogado en circunstancias y
decisiones propias del movimiento, puede resultar inapropiada. Pero a di-
ferencia de Hilda y Miri, en este caso ello se debe a que la lucha es un

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 153

hecho político. Por ese motivo reclama la autonomía de las decisiones po-
líticas de los familiares frente a las eventuales posiciones de sus abogados
(entrevista a Patricia, julio de 2009).
Sobre el final de la segunda parte de la reunión en la que se debatió
qué hacer frente a las decisiones tomadas en articulación, Pao repasó la
posición de qnsr que debía comunicar en el próximo encuentro al resto
de los grupos y adelantó que la propuesta de evitar los escraches no ten-
dría ninguna repercusión en aquel espacio. Ese era un terreno en el que,
afirmaba, se imponían acciones de tono más bien político o bien cercanas
a acciones que desde qnsr se veían como desbordes o excesos. Mientras
realizaba su exposición, Pao relató algunas situaciones de tensión que,
como representante de qnsr en articulación, había sufrido a causa de las
diferencias reiteradas sobre los modos de manifestarse en el espacio pú-
blico entre su grupo y el resto. Mientras relataba lo que describía como
el maltrato y el ninguneo que había sufrido en ese espacio, su angustia
era cada vez más evidente. Hablaba entre sollozos cada vez más intensos.
Sobre el final de su intervención, finalmente, Pao comenzó a llorar. Si bien
todos nos estremecimos, los familiares estaban al tanto de que además del
momento tenso que había vivido en articulación, ella estaba atravesando
una difícil situación personal. Como me comentaron María Elena y Er-
nesto, sus vecinos que habían comenzado participar de las reuniones del
grupo unos meses antes, además de haber sufrido la muerte de su hija en
el incendio, ahora su marido estaba gravemente enfermo.
Tal como se verá en los próximos apartados, las acciones consideradas
como inadecuadas para la lucha suelen ser explicadas como productos
emocionales. Si bien ciertas expresiones como el dolor y la bronca son
consideradas como experiencias comunes a todos los padres, en caso de
no ser procesadas adecuadamente pueden resultar problemáticas para la
movilización. Con el objetivo de dar cuenta del papel problemático que
pueden representar las emociones, será necesario primero recorrer breve-
mente algunos desarrollos conceptuales sobre el tema.

Emociones y sentimientos en la teoría


socio-antropológica
Hacia mitad de los años setenta, un conjunto de investigaciones abordó el
estudio de los sentimientos y las emociones como un problema sociológi-

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154 Familia, política y emociones

co. Algunos autores insistieron en el origen fisiológico de las sensaciones


corporales, señalando que éstas se encuentran expuestas al control y a
la regulación socialmente establecidos (Hochschild, 1990). Otros enfoques
otorgaron mayor peso a lo social y a lo cultural (Franks y Gecas, 1992) lle-
gando a considerar la cuestión en términos discursivos (Harré, 1986). Por
otra parte, mientras que algunos de esos trabajos pretendieron demostrar
la existencia de un vínculo entre la estructura social y las disposiciones
de la personalidad (Gordon, 1990; Kemper, 1990), otros se esforzaron
por proponer una mirada más circunscripta, concentrada en el estudio
de los sistemas locales de derechos y obligaciones (Harré, 1986). A pe-
sar de tal variedad, desde esas diferentes perspectivas se ha coincidido en
que “los conceptos emocionales no son puramente psicológicos: los mismos
presuponen ideas sobre las relaciones sociales e instituciones y nociones
pertenecientes a sistemas de juicio morales, estéticos y legales” (Bredford,
1986:30).
En buena medida, como una reacción al énfasis en las emociones y la
irracionalidad presentes en los estudios sobre la participación popular du-
rante el nazismo y la Segunda Guerra Mundial, hacia las décadas de los
60’ y los 70’ las visiones racionalistas de la acción lideradas por la Teoría
de la movilización de recursos (Resource mobilization theory), dominaban
la escena de la sociología ocupada de los movimientos de protesta (Ost,
2004). Considerando que la ciencia sólo podía abordar aquello que era
definido como ‘racional’, desde esta corriente se focalizó en el estudio de
variables que podían ser medidas, comparadas y calculadas, tales como
instituciones, estructuras y mecanismos. Frente a la negación a abordar lo
emocional como parte de esos movimientos, diversos autores provenientes
de la sociología de la acción colectiva y del estudio de los denominados
‘nuevos movimientos sociales’ han discutido con aquellas visiones racio-
nalistas (Goodwin, Jasper y Polletta, 2001; Denzin, 1984; Jasper, 1998).
El objetivo de estos trabajos fue el de “revertir esa tendencia reincorpo-
rando las emociones como rabia e indignación, miedo y disgusto, alegría y
amor en las investigaciones sobre política y protestas” (Goodwin, Jasper
y Polletta, 2001:2). Al analizar la exposición pública de los sentimien-
tos en el contexto de movilizaciones y protestas, los nuevos teóricos de
la acción colectiva consideraron que el involucramiento de los actores no
debía ser abordado sólo como una cuestión ‘racional’ sino también como
un involucramiento de tipo ‘emocional’. Aquí, los sentimientos y las emo-
ciones explican el modo en que se relacionan las personas y construyen
sus tramas sociales y políticas. Las emociones conforman un tipo de len-

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 155

guaje que hace posible comprender las acciones de los sujetos movilizados:
las “emociones colaboran a definir las metas y actuar en consecuencia”
(Jasper, 1998:421).
Al ser abordadas como un aspecto central de los movimientos de pro-
testa, las emociones fueron consideradas como un recurso frecuentemente
movilizado con el objetivo de legitimarlas públicamente. Al ser evalua-
das en relación a las metas y objetivos planteados por esos movimientos,
podían ser consideradas como “estratégicamente eficaces”, “poco estraté-
gicas”, “inadecuadas”, “inapropiadas”, etc. (Jasper, 1998:404). Como ha
advertido Ost (2004) desde estos trabajos se ha tratado a las emociones
como expresiones que no están en conflicto con la racionalidad sino como
factores que informan a esa racionalidad orientada a alcanzar el éxito de
la protesta. Así, a pesar de que se han esforzado por incorporar los aspec-
tos emocionales en el análisis, estos enfoques continuaron tomando como
parámetro para el estudio de la acción social sus aspectos ‘estratégicos’.
Desde esta corriente –y al igual que en el caso de buena parte de los au-
tores que forman parte de la denominada Sociología de las emociones–,
éstas son naturalizadas y consideradas como factores dados a priori, que
resultan modelados por las expectativas y necesidades sociales.
Desde la antropología social, diversos autores también se han ocupa-
do de analizar específicamente el papel de los sentimientos en diversos
ámbitos de la vida social. El estudio antropológico de las emociones ha
dado lugar a trabajos que responden a orientaciones teóricas diferentes,
generalmente encuadradas bajo el paraguas del paradigma culturalista
norteamericano. Por un lado, pueden reconocerse aquellos trabajos de
tendencia interpretativa, preocupados por el significado de los ‘selfs’ mo-
delados por su carácter fuertemente emocional (Levy, 1983; Midletton,
1989; Myers, 1979; Rosaldo, 1980). Por otra parte, otros autores herede-
ros del cognitivismo se han ocupado del tema al investigar el significado de
ciertas expresiones emocionales en diversos contextos de la vida cotidiana
(Abu-Lughoud y Lutz, 1990; Lutz, 1982; White, 1980). 3

3 En los primeros trabajos de Lutz puede reconocerse una fuerte impronta cognitivista. Su
trabajo sobre las emociones entre los ifaluk de la Micronesia (1982) tiene como objetivo la cons-
trucción de “un mapa cognitivo ‘promedio’” (1982:118) de la conceptualización nativa sobre
lo emocional. La herencia teórica cognitivista explica que las emociones hayan sido tratadas
como un aspecto del lenguaje. Por un lado, el estudio de las emociones en estos términos ha
sido considerado como una aproximación abstracta ya que se basa en una aislación analítica de
los términos de sus contextos (Middleton 1989). En efecto, al ser tratados como una cuestión
relativa al significado cultural, desde este enfoque se han reificado los sentidos heterogéneos
que pueden tener las emociones. Al no mostrar las dinámicas sociales de su uso, estos pare-
cen significar lo mismo para todos los actores en todas las situaciones. Por otra parte, se ha

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156 Familia, política y emociones

Orientadas por un espíritu relativista, las investigaciones antropológi-


cas sobre el tema se preocuparon por desnaturalizar y poner en cuestión
nuestros propios conceptos de lo emocional. Como expresión de estas preo-
cupaciones, Lutz (1986) propuso sistematizar lo que considera como un
cierto ‘sentido común euroamericano’ sobre ese dominio. Así, ha sugerido
que la consideración occidental sobre las emociones reposa sobre dos no-
ciones contradictorias: “por un lado se opone al proceso de pensamiento
considerado positivamente, y por el otro se opone al extrañamiento del
mundo como un proceso evaluado negativamente” (1986:289). Al señalar
que lo emocional es visto como un dominio que predispone a la acción pe-
ro que al mismo tiempo se opone al pensamiento, sugiere que el mismo ha
sido visto como cognitivamente deficiente. Por ello señala que la emoción
sería al pensamiento lo que el ‘valor’ sería a los ‘hechos’: las emociones
impiden ver la realidad ‘tal cual es’. Por ello afirma que, como parte de
la herencia de nuestra tradición positivista, “el rol ideológico que tal con-
cepto ha jugado consiste en reforzar la separación entre hecho y valor”
(Lutz 1986:288). De un modo diferente, la autora plantea la necesidad de
analizar el papel de las emociones en los modos diversos en que los actores
sociales se representan sus propios universos.
Desde la antropología social local, algunas investigaciones han analizado
el papel de las emociones en el contexto de diversos tipos de demandas
públicas (Daich, Sirimarco y Pita, 2006; Fernández Álvarez, 2008; Pita,
2010; Zenobi 2010 a; 2013). Así, se ha señalado que la sociología de la
acción colectiva otorga un estatus explicativo a las emociones en lugar
de analizar su papel en el modo en que los actores se representan sus
universos cotidianos. Desde la perspectiva señalada se ha propuesto que

El registro de las emociones cobra presencia no como un elemento


o factor que permite explicar disposiciones a la acción, sino como un
lenguaje que se despliega en la vida cotidiana de las personas y que
nos habla del modo en que se establecen las relaciones, se compar-
ten experiencias, se construyen acciones comunes (Fernández Álvarez,
2008:19).

señalado que esta aproximación es excesivamente racionalista puesto que pretende reconstruir
conexiones lógicas a ser representadas en mapas y árboles, que no tienen en cuenta los aspectos
no verbalizados de la conducta (Leavitt, 1996). El trabajo de Lutz sobre los ifaluk deja expues-
tos estos problemas al pretender construir un mapa de “emotion words”, en tanto conjunto de
palabras relacionadas lógicamente entre sí, que poco dicen acerca del entramado de relaciones
sociales y el contexto en el que cobran sentido. Para una versión diferente sobre las emociones
entre los ifaluk puede consultarse Wiersbicka (1994).

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 157

Al retomar algunas de las ideas planteadas por los antropólogos que se


ocuparon del estudio de las emociones, en ciertas investigaciones locales
se consideró que las mismas componen un ‘lenguaje’, un “lexicón emocio-
nal” (Middleton, 1989). Al abordar las acciones de protesta promovidas
por algunos familiares de víctimas, los sentimientos fueron tratados co-
mo portadores de significados a través de los cuales los sujetos así como
los grupos, pueden expresar y actuar su situación particular (Pita, 2010).
Retomando a Lutz, las emociones fueron tratadas como ‘valores’ constitu-
tivos del modo en que los actores se representan los ‘hechos’ de sus vidas
cotidianas. Así, se enfatizó que “el dolor, puesto en circulación como valor,
legitima y en este sentido funda una autoridad moral que, presentándose
como incuestionable, construye el puente hacia el ‘derecho’ a intervenir,
a reclamar” (Pita, 2010:193).
En relación al caso Cromañón, Estrada (2010) se ha propuesto desen-
trañar el modo en que las emociones y pasiones son presentadas en los
testimonios y argumentos esgrimidos por los familiares y sobrevivientes
del incendio en circunstancias tan diversas como una carta, un testimonio
judicial, o una entrevista. Al prestarle especial atención a los ‘evidencia-
les de percepción directa’ (Cf. Estrada 2010), ha mostrado que en tales
discursos “el saber y el sentir surgen del mismo acto perceptivo pero se
despliegan en dos dimensiones –la cognoscitiva y la afectiva o pasional–
que conforman una zona de clivaje en la cual lo sensible se diferencia de
lo inteligible” (op.cit.: 133).
Con el objetivo de analizar el papel de las emociones en el contexto de la
movilización de los familiares de víctimas de Cromañón, recuperaré para
el presente trabajo algunas de las ideas desarrolladas por Lutz desde la an-
tropología social. A partir de sus aportes sobre el carácter ambivalente de
lo emocional analizaré cómo, en un contexto de movilización pública en el
que la lucha y lo judicial están estrechamente entrelazados, las emociones
pueden ser percibidas como problemáticas. Se trata del dolor y la bronca
que en ciertas condiciones pueden ser concebidos como una amenaza a la
lucha y a los vínculos que establecen sus protagonistas para organizarla.
Al enfatizar en el carácter problemático de las emociones mostraré que,
a diferencia de lo que ocurre en el caso de otras expresiones públicas de
familiares de víctimas, entre los familiares de víctimas de Cromañón lo
emocional no puede ser abordado como un valor que legitima a priori sus
acciones públicas.
Desde el punto de vista de los familiares, la definición de ciertas acciones
como emocionales guarda relación con los estados internos que ellos invo-

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158 Familia, política y emociones

can al clasificarlas de ese modo (bronca, dolor, etc.). Sin embargo, como
antropólogos debemos cuidarnos de no estructurar nuestros análisis a par-
tir de la asunción de que aquella relación directa existe tal como lo creen
los actores. Tal como sugiere Nadel, si bien “podemos juzgar ( . . . ) que los
gestos expresivos de las personas manifiestan sentimientos o pensamientos
( . . . ) y podemos entender lo que otras personas dicen de sus estados men-
tales” (Nadel, 1974:78), debemos limitarnos a analizar las manifestaciones
en la conducta que ellos mismos consideran como consecuencias de ciertos
estados internos. De acuerdo con estas ideas, considero necesario explicar
las expresiones emocionales a partir del estudio de sus manifestaciones en
la conducta y del modo en que los actores establecen relaciones sociales
a través de las mismas. De acuerdo con esta perspectiva, “( . . . ) no tiene
sentido debatir si las conductas son racionales o irracionales. Lo que sí
resulta significativo, es si esa conducta puede ser o no inteligible” (Firth,
1985:33, destacado en el original).
Siguiendo esta propuesta, considero que términos tales como racional o
irracional, violencia o bronca, deben ser tratados como categorías propias
de los actores que toman su sentido del contexto de situación en el que
son actualizadas a través de las relaciones interpersonales (Koury, 2005).
Así, las mismas pueden ser abordadas como categorías nativas alrededor
de las cuales se traman las relaciones sociales que las hacen inteligibles.
Entonces, en lugar de tomar como punto de partida la pregunta respecto
del significado de emociones tales como bronca o dolor, resulta adecuado
indagar cómo es que tales términos son movilizados en un espacio social
específico. Es a través de su manipulación que, como veremos, los fami-
liares construyen posiciones de igualdad y diferencia.

Los padres superados por el dolor


En el capítulo anterior he mostrado que para los familiares de víctimas
que se movilizan en demanda de justicia, su compromiso con la lucha es
considerado como una obligación con el hijo fallecido. Tal como ha seña-
lado Pita (2010) al analizar el caso de los familiares de casos de ‘gatillo
fácil’, “la muerte obliga, valga la redundancia, a expresar las obligaciones”
(2010:85). Sin embargo, la misma autora advierte sobre la existencia de
padres y madres cuyos hijos fueron asesinados pero que no participan de
las acciones de protesta. De un modo similar, en el caso de los familia-
res de víctimas de Cromañón hay quienes no participan de las acciones

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 159

públicas del colectivo. 4 Cabe preguntarse entonces cómo es evaluada la


situación de aquellos familiares que, a pesar de ser padres, no se movili-
zan públicamente. Una de las explicaciones más extendidas sobre el tema
es que la falta de participación en las actividades es una consecuencia del
desborde emocional. Se trata de padres que se ven superados por el dolor:
ellos están tan dolidos que no tienen fuerzas para movilizarse. Las explica-
ciones sobre tales comportamientos están relacionadas con las narraciones
de sufrimiento personal a las que he hecho referencia en el capitulo previo.
Si bien María Elena y Ernesto hoy en día participan activamente de
las reuniones de Que No Se Repita y de las marchas de los días 30 de
cada mes, como he señalado más arriba ellos se sumaron a las actividades
del movimiento en marzo de 2006. La causa de que comenzaran a par-
ticipar tardíamente en las actividades fue que durante mucho tiempo se
vieron desbordados, confundidos y abatidos emocionalmente. Esos senti-
mientos se manifestaron con mayor intensidad los primeros días después
del incendio. Según lo que recuerda María Elena

Yo abría los ojos por la mañana y los volvía a cerrar porque no podía
afrontar la realidad que me tocaba vivir. Estaba demasiado medicada y
no podía coordinar mis acciones, ni comprender qué era lo que estaba
pasando . . . tuve que dejar de trabajar (entrevista a María Elena y
Ernesto, agosto de 2009).

A causa de este cuadro emocional al que describe como de shock, ella


recuerda que en aquel momento no podía seguir al frente de su negocio.
Por ese motivo la familia tuvo que cerrar uno de sus dos locales de artícu-
los de limpieza. Dos semanas después del incendio María Elena decidió
que le haría bien retomar las consultas con su psicólogo particular, que
había dejado meses atrás, y reinició su tratamiento. Mientras ella asistía
tres veces por semana al consultorio, preocupados por su situación, los
vecinos del barrio le acercaron la dirección de un grupo de autoayuda
para familiares de víctimas llamado Renacer. 5 Teniendo en cuenta que la
4 En el caso de los familiares de fallecidos por ‘gatillo fácil’, ellos consideran que quienes no
participan de las acciones de protesta tienen ‘miedo’, ‘vergüenza’ o ‘sangre fría’. En este último
caso, ello implica que “no es solo la sangre lo que explica la obligación de reclamar y de protestar.
Porque la sangre puede presentar distintas características que importan distintos significados.
Así como funciona como dador de valor y de sustancia para aquellos que denuncian y reclaman
( . . . ) también puede ser fría ( . . . ) [caso en el que] implica tanto falta de compromiso suficiente
como de coraje, de valentía” (Pita, 2010:103).
5 Renacer es una red de grupos organizados zonalmente, conformados por padres cuyos hijos
murieron en diversas circunstancias tales como suicidios, accidentes de tránsito, enfermedades
terminales, delitos ‘comunes’, etc.

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muerte inesperada de un hijo en una tragedia como el incendio es una ex-


periencia traumática, aproximadamente dos meses después de la muerte
de su hija ambos padres consideraron adecuado acercarse a ese grupo. Se-
gún ella, Renacer tiene como objetivo “lograr la reinserción en la sociedad,
encontrar otro sentido a la vida a pesar del dolor. Trascender el dolor, a
partir de la contención. Necesitábamos que nos ayudaran a poder vivir
sin nuestra hija” (entrevista a María Elena y Ernesto, agosto de 2009).
Las reuniones del grupo Renacer correspondiente al barrio de María
Elena y Ernesto se realizan en una iglesia cercana a su casa. Durante
las primeras semanas ellos fueron recibidos de modo individual por un
coordinador. Ella recuerda que se trataba de un padre que contaba con
experiencia en el grupo, esto es, que ya había transitado el duelo por la
muerte de su hijo. Para Ernesto, el hecho de que el coordinador hubiera
sido padre de una víctima tenía un valor especial, puesto que “eso te
muestra que ahí no hay ideas políticas, no hay ideas religiosas, no hay un
psicólogo, un psiquiatra, que dirija. Lo dirige un papá que pudo asumir
la muerte de su hijo y puede ayudar a otros” (entrevista a María Elena y
Ernesto, agosto de 2009).
A medida que fue mejorando su situación emocional, estos padres co-
menzaron a participar en las reuniones de los grupos testimoniales de
Renacer junto a otros familiares. Las reuniones testimoniales se organi-
zan alrededor de una ronda en el salón principal de la iglesia y uno a
uno sus integrantes van relatando su situación afectiva y emocional. En la
ronda, las preguntas que circulan entre los diferentes padres son ¿Cómo
estuviste esta semana?, ¿Cómo te sentís?, etc. Asimismo, al pasar a este
nuevo estadio ellos recibieron una lista con los números de teléfono de los
miembros del grupo. En caso de estar atravesando un momento de angus-
tia podrían apelar a esos contactos y recibir contención, esto es, recibir
afecto, ser escuchados en su angustia y ser acompañados en el dolor.
Unos meses después de comenzar a asistir a Renacer, María Elena y
Ernesto recibieron una carta de Pao, vecina de su misma zona, con quien
habían establecido un vínculo con el objetivo de intercambiar ideas para
construir un memorial para los chicos en una plaza de su barrio. A través
de la carta Pao los invitaba a participar de las reuniones qnsr. Mientras
ellos asistían a Renacer y luchaban por salir de su difícil estado emocional,
Pao se destacaba como una importante miembro de qnsr, dedicando la
mayor parte de su tiempo a la organización de actividades propias de la
lucha y desempeñándose como representante del grupo en articulación. Al

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 161

recibir la carta evaluaron la posibilidad de sumarse a aquel espacio. Sin


embargo, María Elena recuerda que durante este período
Yo no estaba preparada ni física ni psicológicamente, para transitar
las marchas ni era posible la vinculación con el grupo de gente que
había padecido lo mismo que nosotros. Yo no podía ver lo que esta-
ba pasando. Cuando apenas te podías levantar y dar unos pasos, no
podías tener la fuerza para llegar a ese lugar y poder conectarte con
toda esa gente (entrevista a María Elena y Ernesto, agosto de 2009).
Al igual que el resto de los familiares, en ese momento María Elena y
Ernesto creían que el juicio oral penal a los responsables sólo llegaría a
realizarse si el movimiento generaba la suficiente presión en las calles como
para que eso ocurriera. Por ese motivo, el hecho de no poder sumarse a
las movilizaciones era una cuestión por la que se lamentaban. Para ella, la
realización del juicio oral fue una consecuencia de la lucha llevada adelante
por los familiares movilizados de la que ella, dice, casi no pudo ser parte.
Esa imposibilidad de participar de la lucha es vista como una consecuencia
del estado de parálisis causado por el dolor y el desborde emocional que se
impusieron sobre la propia voluntad de quienes ‘querían pero no podían’.
Luego de un año de participar en Renacer y de asistir a las consultas
psicológicas, estos padres atravesaron por un extendido proceso a lo largo
del cual la contención comenzó a rendir sus frutos, y estos padres comen-
zaron a sentirse con fuerzas para sumarse al movimiento. Gracias a los
avances logrados, pasaron de estar inmovilizados a participar activamente
de una lucha de la que querían sentirse parte. El momento en el que em-
pezaron a sentirse mejor anímicamente fue coincidente con el comienzo de
su participación en la lucha. Entonces, un día de marzo de 2006, sacaron
de un cajón la carta que les había enviado Pao y llamaron por teléfono
al número que aparecía en la misma. Del otro lado estaba su compañera,
quien festejó la decisión y les indicó las coordenadas de día, hora y lugar
correspondientes a los encuentros semanales de qnsr.
Al asistir a la primera reunión, ellos se encontraron con una situación
muy diferente a la que se daba en las reuniones de Renacer. Por empezar,
al ingresar al salón se encontraron con una disposición diferente de los
lugares que ocupaban los familiares. Aquí no había una ronda sino unas
50 sillas ordenadas en un bloque y dos sillas más estaban enfrentadas a
éstas. Se trataba de los lugares que ocupaban Pablo y Laura. Por otra
parte, notaron que muchos de los asistentes no conversaban entre sí ni se
conocían. A su vez, si bien las reuniones también estaban orientadas por

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162 Familia, política y emociones

un padre, al igual que ocurría en Renacer, en este caso el padre también


cumplía la función de ‘experto’: era el abogado personal de casi todos los
presentes, la cabeza de querella de todos ellos y el representante junto a
Laura de la misma. Finalmente, una vez que la reunión hubo comenza-
do, María Elena y Ernesto notaron que había una parte judicial y una
segunda parte en la que se charlaba sobre las relaciones con otros gru-
pos en el marco del movimiento. A lo largo de tales encuentros no había
un espacio dedicado a los testimonios ni a indagar acerca de la situación
afectiva de los miembros del grupo. Para ellos, estas diferencias se debían
a que, a diferencia de Renacer, los grupos de familiares de Cromañón se
formaron al calor de la lucha, motivo por el cual los mismos no tenían
como objetivo principal la contención. Estos grupos “no apuestan sola-
mente a contener a los familiares. El criterio de juntarse como grupos fue
social, personal, político, jurídico . . . la contención es una función más
entre otras” (entrevista a María Elena y Ernesto, agosto de 2009).
El caso de María Elena y Ernesto no es excepcional, sino que con el co-
rrer de los meses varios familiares se fueron sumando a la lucha a medida
que sus condiciones afectivas fueron mejorando. Por otra parte, en franco
contraste con quienes fueron mejorando e incorporándose al movimiento,
el aspecto emocional de otros familiares que formaban parte activa del
mismo fue empeorando. Estos padres experimentaron el camino inverso
al recorrido por María Elena y Ernesto. Mientras que en el caso de los
amigos y sobrevivientes que dejan de participar en las marchas suele de-
cirse que no están lo suficientemente dolidos como para hacerlo, o que ya
se recuperaron del dolor, en el caso de las explicaciones para dar cuenta
de la falta de participación de los familiares que dejaron de movilizarse
nunca escuché nada semejante. En cambio suele decirse que, si bien hasta
ahora ellos tuvieron controlada su situación emocional, ahora ‘explota-
ron’, ingresaron en una etapa depresiva y están superados por su dolor.
Ese fue el caso de Pao.
Hacia mediados de 2007, Pao y otros familiares que hasta el momento
habían participado de qnsr se separaron de ese grupo a causa de ciertas
diferencias mantenidas con el resto de sus miembros. 6 A pesar de que estos
6 Hacia mediados de 2007, durante un período en el que interrumpí mi trabajo de campo
por unos meses, se produjo una división en qnsr. Una parte de los padres, que conformaban
un grupo de afinidad y que mantenían vínculos de amistad entre sí, dejó de participar en las
reuniones semanales. El nuevo conjunto nunca llegó a institucionalizarse como un grupo más del
movimiento. Inclusive, a partir de la división, las relaciones personales entre quienes se habían
quedado en qsnr y quienes se habían alejado no se volvieron especialmente conflictivas sino
que, simplemente, dejaron de ser fluidas y regulares. Debido a que la división se dio durante
una pausa en mi trabajo de campo, a que sus protagonistas nunca se mostraron interesados

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 163

padres ya no participaban en las reuniones de qnsr, en las marchas men-


suales que reunían a todos los grupos continué conversando ellos. En una
de las marchas realizadas en esos meses, uno de sus nuevos compañeros
me comentó que el estado de salud del marido de Pao se había agrava-
do. Sin embargo, a pesar del difícil momento que estaba atravesando, ella
continuaba asistiendo a las reuniones semanales del nuevo grupo y a las
movilizaciones. Sin embargo, a partir de entonces, cada vez que vi a Pao
en alguna actividad pública (puesto que yo no tenía acceso a las reunio-
nes del conjunto recientemente formado, ni pretendía tenerlo), noté en
ella algunos cambios: estaba muy sensible y lloraba frecuentemente. Esta
sensibilidad se había expresado también meses atrás en aquella reunión
de Que No Se Repita referida más arriba, en la que Pao había roto en
llanto luego de relatar su experiencia en la reunión de articulación.
Hacia fines de ese mismo año, el marido de Pao falleció. En la reunión
siguiente de qnsr todos se mostraron muy afligidos por lo sucedido y
expresaron su solidaridad y afecto hacia ella. A pesar de que esta madre
había promovido la división del grupo junto a otros familiares, lo que
suponía una gran desventaja para la lucha, todos coincidieron en la ne-
cesidad de apoyarla afectivamente y brindarle ayuda. El día del velorio,
varios miembros de qnsr decidieron acompañar y contener a Pao. Ellos
podían representarse qué sentía su compañera puesto que compartían el
mismo dolor de padres al que ahora se sumaba un nuevo episodio de
sufrimiento. Luego de asistir al entierro, en la reunión siguiente, varios
comentaron sobre el triste estado emocional de quien había perdido a su
hija y a su marido en unos pocos años y coincidieron en señalar el estado
de fragilidad y vulnerabilidad en el que se encontraba su compañera de
lucha como algo comprensible.
Hasta ese momento Pao había sido una madre muy activa y un impor-
tante resorte en la organización del grupo. Además, su nombre trascendía
las fronteras de qnsr a causa de haber sido su representante en articu-
lación. Ahora, en contraste con el papel que había desempeñado hasta
entonces, dejó de participar en la vida activa del movimiento al abando-
nar su participación en las reuniones del grupo que se había separado de
qnsr y al dejar de asistir a articulación. Sus compañeros consideraron
que esto era una consecuencia de que ella estaba superada por dolor.

en hablar conmigo del tema sino más bien todo lo contrario, y a que ellos parecían restarle
importancia a la situación, me encontré con un obstáculo para comprender adecuadamente lo
sucedido.

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Tal como puede verse a través de los casos de María Elena y Ernesto,
por un lado, y de Pao por el otro, para quienes creen en la íntima rela-
ción entre la lucha y lo judicial, marchar y participar de las actividades
promovidas por el movimiento es una cuestión de máxima importancia.
Padres y madres creen que deben movilizarse en demanda de justicia en
virtud del carácter obligatorio y deseable que revisten tales acciones. Sin
embargo, a causa del desborde emocional ajeno a su propia voluntad, no
todos los familiares que consideran las cosas de este modo participan de
la lucha.
Al manifestarse como un desborde, el aspecto emocional es considerado
como problemático tanto cuando conduce a la imposibilidad de movilizar-
se como cuando se presenta como la causa de aquellas formas de manifes-
tación que algunos familiares denominan como irracionales. Mientras que
el primer caso está representado por los padres superados por el dolor, el
segundo está expresado por quienes promoverían acciones denominadas
por otros como violentas.

Los desbordes en el espacio público


Como vengo señalando, desde la perspectiva de los miembros del movi-
miento, la posibilidad de construir una demanda socialmente legitimada
está estrechamente relacionada con el modo en que ellos se expresan pú-
blicamente. Sin embargo, desde su punto vista, la condición de víctima
parece entrañar un carácter ambiguo que se desliza entre el reconocimiento
y la impugnación. Eso se señala en un documento producido por algunos
familiares de fallecidos en el incendio:

“Quizás una gran ambigüedad acompañe la representación que nues-


tra sociedad construye acerca del lugar de las víctimas. Por un lado, la
autoridad que genera el haber padecido un hecho violento habilita al
protagonismo y a la apelación a la sociedad. Pero a la vez se expresa
la negación de la palabra reflexiva, se resta autoridad al pensamiento
de las víctimas, encerrándolas en el lugar de la lástima mediatizada.
Se justifica la expresión del dolor, aunque no de la furia y se niega la
posibilidad o el derecho de transitar de la desesperación a la partici-
pación, del grito a la consigna, de la defensa a la demanda sostenida
para desmantelar a fondo los mecanismos que producen las muertes

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 165

injustas, a la lucha firme contra la corrupción y la impunidad” (aavv,


2008:18). 7

Es justamente ese carácter ambiguo el que habría conducido a que la


demanda de justicia por los chicos sea vista como ilegítima por algunos
sectores sociales. Según creen, el reclamo del movimiento

“no es asumido ni acompañado socialmente de un modo decidido. De


hecho, dio lugar a uno de los mecanismos más perversos que en nuestro
país funcionan desde hace décadas: culpar a la víctima y deslegitimar
su discurso y su accionar” (aavv, 2008:19).

En este contexto relativo a las disputas por la legitimidad de la lucha,


cobra sentido la preocupación de algunos integrantes del movimiento por
los desbordes en el espacio público.
Los primeros meses luego del incendio, El Uruguayo y Rodríguez, dos
padres que habían comenzado a participar en qnsr realizaban propuestas
de acción que otros integrantes del mismo espacio veían como violentas,
y por ese motivo no las avalaban.
A causa de las frecuentes tensiones con ellos, desde el grupo se impuso
la condición de que no continuaran promoviendo acciones vistas como
inadecuadas por el resto. Lejos de aceptar ese condicionamiento, unos
meses después de haber comenzado a participar del grupo dejaron de
asistir a las reuniones:

tenían actitudes públicas violentas. Se pelearon con todos porque los


demás tenían una actitud pacífica, de aceptar las reglas judiciales. En
el grupo nosotros aceptamos estar adentro de la institución: no decimos
dame tal cosa o rompo todo (entrevista a Laura, julio de 2009).

A partir de que se fueron de Que No Se Repita, aquellos dos padres


comenzaron a transitar juntos la lucha. Si bien los así llamados padres
violentos no encontraron lugar en aquel grupo, tampoco se sumaron a
ningún otro ni formaron uno nuevo, aunque en algunas marchas podía
vérselos charlando, cantando e intercambiando opiniones. Junto a Telma,
una madre que se había sumado a sus iniciativas, participaron en diversas

7 Este problema está expresado en la introducción del libro Pensar Cromañón (aavv, 2008),
escrita por el hermano de una víctima, miembro del grupo Paso. El libro es producto de la
recopilación de una serie de charlas realizadas en el Hotel Bauen promovida por ese grupo
con el objetivo de interpelar a intelectuales, artistas y personalidades de la cultura para que
reflexionen sobre la tragedia.

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acciones con cierta repercusión pública. La más resonante de ellas ocurrió


en agosto de 2005, cuando arrojaron huevos contra Estela Carlotto, titular
de Abuelas de Plaza de Mayo.
En aquella ocasión, se propusieron denunciar a funcionarios políticos y
personalidades públicas presentes en un homenaje al juez español Baltazar
Garzón, realizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Así pretendían exigir el compromiso del gobierno con su búsqueda de
justicia. En ese contexto fue Carlotto –quien meses atrás había firmado
una solicitada de apoyo a Aníbal Ibarra, que resaltaba su trayectoria y
reputación–, la que recibió los huevos arrojados. 8
Si bien todos los familiares coincidieron en condenar la posición de Car-
lotto como aliada de Ibarra, varios padres, preocupados por las consecuen-
cias que podría tener ese hecho para la imagen pública del movimiento,
condenaron la acción que no había sido acordada en articulación con el
resto de los grupos. Su preocupación se debía a que Abuelas de Plaza de
Mayo era una organización de Derechos Humanos que contaba con un re-
conocido prestigio tanto en el ámbito local como en el internacional. Por
ese motivo, los referentes de qnsr y Paso leyeron un comunicado conjun-
to refiriéndose al tema, e inclusive algunos miembros de qnsr se hicieron
presentes en el acto de desagravio que organizaron varios organismos de
derechos humanos en la sede de Madres de Plaza de Mayo Línea Funda-
dora. Allí, ellos rechazaron públicamente la metodología elegida por sus
pares. Pablo afirmó que “estas acciones no se llegan a comprender nunca.
Cuesta entender que los papás hayan tenido esa actitud. En general utili-
zamos métodos de expresión distintos a los que ayer se utilizaron”. 9 Con
estas declaraciones públicas realizadas ante los medios de comunicación,

8 Además de Carlotto, en el encuentro estaban presentes el juez Baltazar Garzón, Eduardo


Luis Duhalde, entonces Secretario de Derechos Humanos y Cristina Fernández de Kirchner
(actual Presidenta de la Nación), que en ese entonces era senadora y esposa del Presidente
Néstor Carlos Kirchner. Según consta en las crónicas periodísticas de acceso público el grupo
de familiares se acercó hasta allí y una vez adentro, desplegaron pancartas desde sus butacas
que decían “Asesinos”, “Cristina ¿Vos de qué lado estás?” y “Abuela funcional al Gobierno de
Ibarra”. Fuente: "Cruces entre familiares de Cromañón". Diario La Razón, 2 de agosto de 2005.
Luego de esto, según dicen las crónicas periodísticas, se levantaron de sus asientos y arrojaron
sobre el escenario carpetas con denuncias, insistiendo al juez español que el estado nacional
no estaba comprometido con la búsqueda de justicia. Cuando el automóvil que transportaba
a Carlotto salió del garaje, la insultaron y le arrojaron los huevos. Por este motivo, la titular
de Abuelas de Plaza de Mayo los denunció ante la justicia. En declaraciones a la prensa, un
padre que participó de la acción defendió lo realizado: “le da apoyo al jefe de gobierno y acusa
a los padres de las víctimas. Carlotto hace política, es agraviante lo que hace ella, porque
es presidenta de una organización de Derechos Humanos”, afirmó. Fuente: “Carlotto iniciará
acciones legales contra sus agresores”. Diario La Nación, 2 de agosto de 2005.
9 Fuente: ibídem.

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 167

el referente de qnsr establecía una diferencia entre su grupo, por un la-


do, y quienes habían participado de ese hecho por el otro. Afirmaba que
se trataba de acciones violentas que eran una muestra de irracionalidad,
mientras que para él el camino a seguir debía ser bien distinto:

Desde nuestro grupo nos mostramos racionales, sin dar concesiones:


no vamos a romper nada pero vamos a exigir todo hasta el final. En
estos casos la batalla hay que darla por los caminos institucionales
porque por otros caminos no se llega a mucho. Las marchas y las
cosas que se hacen en la calle por un lado y todo lo institucional por el
otro, tiene que ser hecho adecuadamente. En las marchas nos conviene
hacer determinadas cosas y no otras. No podemos evitar hacer cosas
que no le gustan a la gente como cortar el transito . . . pero no hacemos
fogatas, ¿entendés? Hay que tratar de manifestarse con mecanismos
que le caigan bien a la gente, que se identifique con vos (entrevista a
Pablo, agosto de 2009).

Luego de este suceso, a medida que pasaron los meses, el grupo de


padres que había promovido aquel desborde público, participó ocasional-
mente de algunas reuniones en la sede de la ong y realizaron algunas
acciones con menor repercusión junto a sus miembros. Sin embargo, nun-
ca llegaron a formar parte orgánica de ese ni de ningún otro grupo de
familiares. Con el correr del tiempo –tal como había ocurrido con qnsr-,
también abandonaron la participación en aquellas reuniones. Ellos im-
pulsaban acciones que no coordinaban con el resto del movimiento ni
sometían a discusión en las reuniones de articulación.
Unos meses después del episodio ocurrido con Carlotto estos padres a
los que algunos llamaban violentos, volvieron a reaparecer en escena cuan-
do, según consta en las noticias periodísticas de acceso público, habrían
amenazado a músicos, funcionarios judiciales y al ex Jefe de Gobierno
Aníbal Ibarra. Como producto de las intimidaciones realizadas, se trami-
taron causas judiciales contra ellos. 10
10 Fuente: “Polémica por la suspensión del recital de Callejeros en Tucumán”. Diario Clarín,
29 de marzo de 2006; “Cromañón: la jueza Crotto denunció nuevas amenazas de los padres”.
Diario Clarín, 11 de julio de 2006; “La amenaza, el único recurso”. Diario Página 12, 1 de agosto
de 2006; “Ibarra también denunció por amenazas a padres de víctimas de Cromañón”. Diario
InfoBae, 23 de agosto de 2006. Al respecto cabe aclarar que, como se ha señalado en la nota al
pié N o2, al recuperar los datos e interpretaciones realizadas desde la prensa gráfica en relación
al incendio, debe tenerse en cuenta que desde el primer momento los medios de comunicación
se comportaron como actores destacados que participaron activamente en las disputas por
construir e imponer determinados sentidos sobre lo sucedido, sobre los responsables de las
muertes, etc.

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Además de la acción contra Carlotto, otra de las situaciones que adqui-


rió especial relevancia en los medios de comunicación fue la manifestación
que realizaron en el domicilio particular de la jueza que llevaba la ins-
trucción de la causa. Según las crónicas, un día de agosto de 2006 estos
padres se acercaron hasta allí y pegaron carteles por la zona que hacían
referencia a una enfermedad que ella sufría. Llevaban con ellos fotogra-
fías de las víctimas y velas encendidas que acomodaron en el piso. Todo
terminó cuando la policía los obligó a retirarse. 11
Unos meses después de esta situación que adquirió gran difusión públi-
ca, la jueza de una de las causas ordenó la realización de pericias psiquiá-
tricas para determinar si ellos estaban atravesando “un duelo que pueda
considerarse normal o patológico”. 12 Desde la justicia se buscaba deter-
minar si en el momento en que profirieron las supuestas intimidaciones
denunciadas “presentaban algún trastorno o alteración psíquica que hu-
biera perturbado profundamente su inteligencia, el afecto y/o la voluntad
como para comprender plenamente la significación jurídica de sus actos y
dirigir sus acciones”. 13
Un mes después de que la jueza ordenara la realización de esos estudios,
durante el acto de cierre de la movilización en la que se conmemoraban
los veintidós meses del incendio, familiares y sobrevivientes se refirieron a
estas cuestiones a través del documento elaborado en una reunión de arti-
culación. El mismo llevaba por título “La lucha no es locura, la impunidad
enloquece”. Allí se señaló que el duelo patológico era una consecuencia del
carácter injusto y evitable de las muertes de los chicos, y se afirmaba que
“el día en que sepamos que la muerte totalmente injusta y evitable de
todos nuestros chicos, no haya sido en vano y que todos los responsa-
bles vayan presos y paguen por esta masacre, entonces sí, Señora Jueza,
podremos tener un duelo normal”. 14
Finalmente, dos años después de abiertas las causas por amenazas, es-
tos padres fueron procesados judicialmente. Las noticias periodísticas que
informaban sobre ello abundaban en referencias respecto de su estado
emocional y destacaban la irracionalidad de sus actos, anclándola en el
dolor: “Parece obvio que ( . . . ), pasaban por un momento de máximo des-
control debido a la pérdida de sus hijos, al punto de que buena parte

11 Fuente: “La amenaza, el único recurso”. Diario Página 12, 1 de agosto de 2006.
12 Fuente: “Cromagnon: ordenan pericias psiquiátricas a tres padres de víctimas”. Diario La
Nación, 2 de octubre de 2006.
13 Fuente: ibídem.
14 “La lucha no es locura, la impunidad enloquece. Documento de los 22 meses, consensuado
entre familiares, amigos y sobrevivientes de la masacre de Cromañón”.

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 169

de las amenazas se emitieron a través de los medios de comunicación”. 15


Para algunos expertos en el tema, era claro que podrían argumentar ante
la justicia que estaban desbordados por el sufrimiento y que actuaban
enceguecidos por sus impulsos: para esos expertos “el dolor por la pérdi-
da de los hijos no les permitió comprender la criminalidad de los actos y
que las amenazas eran irrazonables al punto de que en su mayoría fueron
hechas en forma pública”. 16 Quizás fueron algunos de estos motivos los
que condujeron a que, un año después, estos padres fueran sobreseídos
por considerarse que las amenazas habían sido en verdad “exabruptos por
el dolor y la frustración”, pero que no representaban un peligro real. 17
Para algunos familiares de Que No Se Repita, las acciones impulsadas
por los así llamados padres violentos eran inadecuadas para la lucha.
Esto es lo que considera Sonia, la madre de sobreviviente quien veía en
esas intervenciones manifestaciones irracionales consecuencia del duelo
patológico por el que estaban transitando. Pero así como Sonia evalúa
negativamente aquel tipo de acciones, cree que la experiencia del desborde
es un producto comprensible del dolor. Como madre de sobreviviente,
cree que se trata de una reacción posible ante la muerte de un hijo. Para
ella, cualquier padre puede llegar a atravesar por esa situación: “si mi
hijo hubiese fallecido en el incendio, quizás yo también hubiese ‘perdido
un tornillo’ y expresado el costado loco o violento de mi personalidad
agarrando un arma para salir a matar a todos los responsables”(entrevista
a Sonia, julio de 2009).
Esta posición sobre quienes promovieron los desbordes que he referido
no es excepcional. Quienes se presentan como padres ven en su experien-
cia de sufrimiento por la muerte de los chicos una experiencia común, un
sentimiento compartido. Dadas las circunstancias trágicas y traumáticas
en que fallecieron sus hijos, creen que todos ellos están expuestos a la posi-
bilidad de ‘perder la cabeza’. Es por ese motivo que, tal como comentaba
un padre en una reunión del grupo, la situación de quienes se manifiestan
de esos modos debe ser comprendida:

Todos tenemos dolor por la muerte de nuestros chicos. Lo emocional


nos tapa lo racional y lo emocional es lo que prevalece en las situaciones
cotidianas. A veces los de afuera nos piden templanza: ¡Templanza las

15 Fuente: “Procesamiento a tres padres de víctimas de Cromañon. Con la acusación de ame-


nazas”. Diario Página 12, 24 de julio de 2008.
16 Fuente: ibídem.
17 Fuente: “La Justicia sobreseyó a tres padres de Cromañón en una causa por amenazas”.
Diario La Nación, 27 de febrero de 2009.

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170 Familia, política y emociones

pelotas! ¡Estamos hechos mierda! A veces se puede tener templanza y


otras no . . .

Como puede verse entonces, el conflicto planteado por las intervenciones


públicas de Telma, El Uruguayo y Rodríguez no implica necesariamente
que los familiares de qnsr que se oponen a sus acciones los juzguen con
severidad. Algunos creen que responsabilizarlos por las mismas no sería
justo puesto que, al estar movilizados por sus impulsos, sus desbordes
son involuntarios. La pretendida falta de intencionalidad es el principal
motivo por el cual algunos familiares dicen que ‘nadie puede juzgarlos’.
La barrera entre ‘emoción’ y ‘pensamiento’ presupone que, “al contrario
que el pensamiento, las emociones le ocurren a la persona y por lo tanto
no son intencionales” (Lutz, 1986:292). Aquí, el aspecto involuntario de
la experiencia resulta prioritario y le da a lo emocional su carácter de
veracidad y autenticidad (Cf. Wentworth y Ryan, 1992).
Debido a que los desbordes son un producto del dolor que todos los
padres llevan dentro por igual, tanto la unidad como los conflictos entre
ellos son expresados a través de categorías que implican nociones de emo-
cionalidad. Pero el conflicto se presenta sólo con los así llamados violentos.
En el caso de los superados por el dolor, en cambio, la imposibilidad de
establecer un compromiso con la lucha a causa de la situación emocional
conduce a la piedad y a la justificación de sus conductas. Estas diferencias
en cuanto a cómo considerar a cada uno están relacionadas con el modo
en que se percibe la estrecha relación entre la lucha y lo judicial, y con
las consecuencias que tienen las acciones de unos y otros sobre la misma.
En un contexto que es considerado como una disputa política y judicial
por la muerte de sus hijos y en el marco de los conflictos planteados
alrededor de lo emocional, la posibilidad de tener templanza, esto es,
pensar en frío, es especialmente valorada. Quienes aparecen orientados
por sus impulsos emocionales, y no por la ‘razón’, no son vistos como
interlocutores válidos. El referente de qnsr, Pablo Asturias, cree que al
mostrarse actuando de un modo irracional, las intervenciones de aquellos
padres han tenido efectos negativos para la lucha política, aunque pueden
ser comprendidas por el resto de quienes han perdido un hijo. Así se refiere
a los desbordes que

fueron la excusa perfecta para tratarnos de violentos, intemperantes


e irracionales. Yo los entiendo porque estamos todos desequilibrados.
Pero la reacción de los familiares de víctimas en general es otra, es

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 171

absolutamente racional: piden justicia (entrevista a Pablo, agosto de


2009).

En un tono similar, pero estableciendo una relación directa con lo ju-


dicial, para Laura Pastori esas actitudes ponían en riesgo la situación de
la causa penal: “Si vos tenés a tres tipos [promoviendo desbordes] es una
cosa pero si tenés a 50 se levanta el juicio. Por eso nosotros no apoyamos
esas cosas” (entrevista a Laura, agosto de 2009). La íntima relación entre
la calle y lo judicial estaba en el centro de su preocupación.
Todos los familiares pueden representarse y comprender lo que sienten
los así llamados padres violentos y quienes están superados por el dolor,
puesto que todos llevan dolor y bronca en su interior. Pero si bien aquí
queda expuesto el hecho de que, como señala Lutz, las emociones hacen
posible la comunicación, la conexión (1986) entre quienes las comparten,
en este caso la experiencia compartida de dolor no conduce necesariamente
al establecimiento de relaciones sociales. En los casos en que se ven expre-
sadas de un modo patológico, las emociones dificultan la construcción de
vínculos y, en consecuencia, la participación en los grupos de familiares.
Así, el hecho de que los padres que promovieron desbordes en el espacio
público no se hayan sumado a ningún grupo de familiares sino que, por el
contrario, se hayan alejado de los mismos, habría dificultado su posibili-
dad de estar contenidos. Esta sería la causa de los desbordes y del hecho
de que esos padres sean vistos como un grupo autónomo que no responde
más que a sus propias e irracionales determinaciones, desconociendo las
posiciones acordadas colectivamente en articulación.
Los miembros de qnsr están convencidos de que sólo actuando racio-
nalmente serán capaces de orientar adecuadamente la lucha y avanzar
positivamente en lo judicial. Para ello resulta fundamental que los fami-
liares establezcan vínculos con otros familiares en el marco de los grupos y
logren una cierta contención afectiva. Por ese motivo, dicen que en qnsr
“No somos violentos, no nos descontrolamos ni somos agresivos. Tenemos
bronca como todos pero estamos contenidos por el grupo”. Según su punto
de vista, quien está contenido en el marco de un grupo puede manifestar
su dolor adecuadamente sin desbordes.
En su trabajo sobre los ilongot, Rosaldo señala que ellos consideran que
“aunque [esté] estimulado por el ‘liget’ –furia, enojo, pasión–, el individuo
requiere ‘conocimiento’ (‘beya’) para darle a los impulsos afectivos una
forma inteligible y social” (1980:44). De un modo similar, aquí el dolor y
la bronca son considerados como experiencias emocionales que impulsan la

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172 Familia, política y emociones

lucha y que resultan comunes a todos. Sin embargo, las mismas deben ser
contenidas para hacer posibles los vínculos entre los actores y conducir
adecuadamente la manifestación. Ahora bien, teniendo en cuenta cómo
son vistas las acciones de quienes no participan en ningún grupo, puede
advertirse un nuevo sentido para el término contención. A diferencia de
lo que ocurre en el caso de un grupo que tiene como principal objetivo el
de brindar ayuda, tal como es el caso de Renacer, Que No Se Repita se
gestó al calor de la lucha y su papel como espacio destinado a abordar
la situación afectiva de sus miembros es uno más entre otros relativos
a la movilización en demanda de justicia. En este contexto, entonces, el
término contención no refiere exclusivamente al domino de lo psicológico
o afectivo, sino que expresa la necesidad de regular las manifestaciones
emocionales en función de la lucha. Ello implica, en primer término, lograr
movilizarse y participar; en segundo lugar, hacerlo adecuadamente, sin
violencia; finalmente, implica actuar coordinadamente con el resto del
movimiento. Así es como la regulación emocional conduce a una regulación
de la acción pública, y el dominio sobre ‘lo que se siente’ se transforma
en un dominio sobre ‘lo que se hace’.

Conclusiones parciales. Resituando las emociones: la


encrucijada del dolor
Como antropólogos no estamos en condiciones de definir si las manifesta-
ciones de la conducta guardan algún tipo de relación más o menos estrecha
con los estados internos (‘inner states’) que, según los actores, ellas ex-
presan. 18 Aunque compartamos la creencia en el dolor producido por la
muerte de un hijo, por ser antropólogos nativos y/o padres, difícilmente
podríamos responder si el movimiento y las acciones de los padres por
algunos llamados violentos son efectivamente consecuencias del dolor y la
bronca o si responden a otros factores. Por tal motivo, a diferencia de los
estudios vinculados a la sociología de la acción colectiva, debemos evitar
explicar las acciones a partir de las emociones. Nuestra tarea, en cambio,
es explicar qué tipo de acciones son consideradas como emocionales y qué
tipo de relaciones y conflictos se articulan alrededor de las mismas.
En su análisis del caso, Estrada ha advertido que “los locutores del
discurso de la tragedia de Cromañón no pueden presentarse como suje-

18 Al respecto, ver nota al pie N◦ 37, Intruducción.

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 173

tos enteramente cognoscitivos y racionales, dado que en el recorrido de la


manifestación discursiva ( . . . ) emergen como un ser de pasión ( . . . ) se
conmueven y conmueven a su interlocutor ( . . . )” (Estrada, 2010:214). En
particular, para los padres de Que No Se Repita manifestar públicamente
las emociones comunes a todos resulta inevitable e inclusive deseable. Es
así que ellos se constituyen como víctimas a través de un discurso que re-
salta la afectividad vinculada a su posición de familiares (Cf. Capítulo 2).
Al mismo tiempo, consideran necesario hacerlo adecuadamente según sus
principios, para lo cual resulta necesario pensar en frío. Esto se debe a que
la evolución y el movimiento de la causa están estrechamente vinculados
a las acciones que se despliegan a lo largo de la lucha. Pero teniendo en
cuenta que se trata de padres cuyos chicos fallecieron en circunstancias
traumáticas y evitables, todos entienden que en ciertos casos puede re-
sultar difícil expresarse como familiares sin hacerlo de formas irracionales
y violentas. De modo tal que, al ser expuestas en el espacio público, las
expresiones emocionales pueden plantear un dilema.
El conflicto señalado es producto de que la personalidad social de quie-
nes se movilizan en demanda de justicia está definida en virtud de los
lazos contrapuestos que los califican como familiares y, al mismo tiempo,
como querellantes en la causa penal. De esta manera queda planteado
un escenario que es vivido como conflictivo y que puede ser considerado
como una situación de “crisis moral” (Gluckman, 1972). Puede recono-
cerse una situación de “crisis moral” cuando “las personas son movidas
por reglas sociales y valores diferentes pero igualmente estimados, hacia
cursos de acción opuestos” (1972:25). La presencia de los padres violentos
y de los que están superados por el dolor debe comprenderse en el marco
de esta tensión entre posiciones normativas que resultan conflictivas. En
el contexto de estos cursos de acción posibles, se dirimen las “elecciones
morales” (Archetti, 2003) que toman los protagonistas del movimiento.
Si bien lo emocional puede funcionar como discurso legitimador de al-
gunas prácticas, en otros casos está claro que también puede presentarse
como “una forma de cuestionar la validez y aún mas, el sentido mismo de
lo que está diciendo” (Lutz, 1986:291). Al vincular las expresiones emo-
cionales con otros dominios sociales, tal como señala Middleton (1989),
pueden comprenderse los sentidos que en ellas están implicados. En el
contexto de actuación pública descripto, las expresiones emocionales que
califican a los familiares como padres y madres que buscan justicia por
la muerte de sus hijos, pueden descalificarlos como actores públicos racio-
nales. La tensión entre el carácter emocional constitutivo de su condición

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174 Familia, política y emociones

de víctimas y la expresión pública del mismo, muestra que el dolor y la


bronca son percibidos como expresiones que pueden tanto fortalecer como
debilitar su demanda. La crisis moral planteada por la expresión pública
de las emociones se encuentra íntimamente relacionada con el carácter
ambivalente de las mismas.
En un contexto en el que lo emocional es percibido como aquello que
puede habilitar y al mismo tiempo limitar los caminos a seguir, la lucha
no es entonces sólo una lucha por justicia sino, primero, una lucha por ser
reconocidos como interlocutores legítimos, esto es, ni violentos, ni abati-
dos, ni locos, ni deprimidos. Para ello, resulta necesario lograr un cierto
distanciamiento respecto de los sentimientos que permita a los familiares
posicionarse en el espacio público como interlocutores racionales con ca-
pacidad de discernimiento. Desde su perspectiva, entonces, lo que legitima
sus acciones públicas no es tanto el carácter emocional asociado al hecho
de ser familiar sino, en cambio, el distanciamiento que resulta posible a
través de la contención grupal. Estar contenido implica haber alcanzado
un estado emocional adecuado que les permita manifestarse en las calles
sin dejarse llevar por los impulsos.
En el caso de qnsr, cabe destacar el papel de Pablo Asturias en la con-
tención de sus compañeros de grupo. La personalidad social de Pablo en
ese ámbito está definida por su ubicación entre los lazos contrapuestos de
padre y abogado. Como profesional experto, desde su lugar de ‘broker’ él
hace comprensible la situación de la causa para el resto de los familiares.
Por otra parte, al tener un conocimiento específico de la institución judi-
cial vinculado a su trayectoria profesional, él aparece como un intérprete
adecuado de los efectos que pueden tener las acciones propias de la lucha
sobre lo judicial.
Los padres ven en él a alguien que por su doble condición representa
el justo medio entre el carácter afectivo asignado a su condición de padre
y el carácter racional considerado como característico del conocimiento
técnico-profesional. Para ellos, él es capaz de combinar correctamente los
aspectos emotivos junto con la posibilidad de pensar en frío. Al mismo
tiempo que se produce el reconocimiento de su papel como referente del
grupo y abogado, se delimita qué tipo de intervenciones pueden ser con-
sideradas como violentas y, por lo tanto, inadecuadas para interactuar
con la agencia judicial. De ese proceso surgen las acciones racionales, no
violentas, promovidas por qnsr.
El dilema que expresa una preocupación por lo afectivo como un ma-
terial inestable no es igualmente significativo para los miembros de otros

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Capítulo 3. La expresión de las emociones en el espacio público 175

grupos, quienes creen que la participación de Asturias en qnsr resulta


inadecuada. Aquello que en qnsr es visto positivamente –la necesidad de
tomar cierta distancia de lo emocional–, conduce a que desde estos grupos
se señale a los padres de ese conjunto como tibios. Desde su perspectiva,
ese distanciamiento descalifica a quienes se comportan de un modo al que
evalúan como pasivo. Los criterios conflictivos de legitimidad para orientar
la demanda manifiestan que los miembros de grupos diferentes pertene-
cientes al mismo movimiento conciben expectativas de acción pública que
son diversas. Esos criterios de legitimidad en disputa se encuentran rela-
cionados, en parte, con el lugar que debe ocupar la expresión pública de
los sentimientos en la lucha.
De acuerdo con lo analizado hasta aquí, parece haber ciertas diferencias
entre el movimiento Cromañón y otras situaciones de demanda. En otros
casos, se ha considerado la centralidad de lo emocional “como forma de
legitimación pública de las demandas” (Fernández Álvarez, 2008:19) para
lograr el apoyo de otros actores sociales. Asimismo, en el caso de ciertos
familiares de víctimas, se ha insistido en la puesta en juego del dolor co-
mo un valor que, desde el punto de vista de quienes lo invocan, legitima
sus reclamos: “la exhibición de los sentimientos y su enunciación en el
espacio público [son] activadores de valores –que refieren a la pérdida–
que se suponen socialmente aceptados” (Pita, 2010:193). Al analizar el
caso aquí presentado, cabe señalar algunos matices. Entre los familiares
de Cromañón la apelación a las emociones no parece otorgar una legiti-
midad a priori a todas las formas de manifestación pública en el marco
de la lucha. En cambio, aún cuando se reconoce al dolor y a la bronca
como sentimientos compartidos, hay diferentes criterios respecto de cómo
deben ser expresados ya que no todas las formas en que se manifiestan
son consideradas como adecuadas.

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Capítulo 4
El movimiento Cromañón y la política
En función de su objetivo de alcanzar justicia, a lo largo de su lucha
los familiares del movimiento establecieron diversas y variadas relaciones
con actores políticos tales como legisladores, políticos profesionales, mi-
litantes, etc. En ese contexto, al mismo tiempo que ven en la lucha una
cuestión esencialmente política, algunos de ellos no ocultan su preocupa-
ción por la posibilidad de que la misma se politice, esto es, de que sea
‘usada’ para fines definidos como ajenos a la búsqueda de justicia. Para
ellos este riesgo estaría representado tanto por los políticos profesionales y
por los militantes como por algunos familiares politizados que participan
del movimiento.
Desde algunas investigaciones a las que he enmarcado bajo el tipo de
explicación denominado como Modelo de Antígona, la oposición de al-
gunos familiares a la politización ha sido tratada como una resistencia
a reconocer el carácter político de la demanda a partir de una supuesta
oposición entre la ‘familia’ y la ‘política’ (Cf. Introducción). De un modo
contrario, en el presente capítulo mostraré que la oposición a la politiza-
ción no implica un desconocimiento ni un rechazo a la política, sino que
exhibe una forma de hacer referencia a otros familiares. Al explicitar el
significado nativo de la noción de politización, pretendo restituir el sentido
ambiguo que la política reviste para los actores movilizados.

Usar a la política, usar a los políticos


Al referirme a los estudios sobre familiares de víctimas basados en lo que
he denominado como Modelo de Antígona, he señalado que los mismos
han postulado una oposición normativa abstracta que distingue a la fa-
milia como un universo o dominio opuesto a la política. Así, desde ese
tipo de abordajes se ha insistido frecuentemente en el carácter explicativo
de la distinción entre familiares y políticos. En el caso de los familiares
de víctimas de Cromañón, se ha señalado que su lucha debía ser enten-
dida como un tipo de demanda promovida por la denominada “sociedad
civil”, que reclamaba públicamente diferenciándose de una clase políti-
ca de la que desconfiaba (Mauro, 2009; Murillo, 2008). A pesar de estas

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178 Familia, política y emociones

consideraciones, es posible reconocer que los familiares de Cromañón han


establecido fluidas relaciones con el mundo de la política.
A principios del año 2005, mientras la causa penal estaba en marcha,
los familiares demandaban fuertemente que el máximo funcionario político
del gobierno municipal –Aníbal Ibarra–, rindiera cuentas por el incendio.
Ellos consideraban que el siniestro había sido una consecuencia de deci-
siones políticas tomadas en las esferas más altas del Estado porteño:
En 2005 y 2006 nosotros llevamos adelante una lucha política. La
posibilidad de que un joven vea un recital de rock no debería tener
relación con la política, pero el incendio tuvo que ver con la corrupción,
con políticas públicas no realizadas . . . Siempre hay un presupuesto
político en cada actividad que uno hace . . . la política, entre muchas
cosas que puede ser, es una forma de organización de la vida social.
Detrás de la actividad nocturna de la ciudad, por ejemplo, hay una
decisión política de desarrollarla de esta manera o de tal otra, si hay
droga o no hay droga, si se desarrolla en el centro o afuera . . . siempre
hay política (entrevista a Pablo, agosto de 2009).
Para ellos era muy importante llegar a esa instancia, debido a que creían
que si Ibarra era sometido a ese proceso y destituido tendrían mayores
chances de que la justicia considerara también su responsabilidad penal
en los hechos.
Para que el juicio político se llevara a cabo, primero era necesario que
la Comisión Investigadora que debía recomendar (o no) la realización del
mismo se expidiera (Cf. Introducción). Esto ocurrió en el mes de julio
de 2005, cuando ese cuerpo sugirió la realización del proceso puesto que
había encontrado indicios y pruebas suficientes contra Ibarra. Ahora, sólo
restaba esperar que la Sala Acusadora decidiera si hacía lugar al dicta-
men de la Comisión Investigadora e impulsaba (o no) el proceso. Fue en
este contexto que algunos miembros de qnsr inauguraron un nuevo es-
pacio de encuentro con el objetivo de analizar políticamente la situación
y planear las acciones a seguir. Tales encuentros se realizaron por fuera
de las reuniones semanales del grupo y, a diferencia de éstas, no todos
participaron de las mismos, sino sólo cinco o seis familiares, aquellos a los
que, según Pablo, “la mirada política les resultaba más fácil” (entrevista a
Pablo, agosto de 2009). Entre ellos se encontraba Juan, mi portero en Que
No Se Repita, quien había sido convocado porque entendía de política.
Juan tenía una fuerte e intensa trayectoria en ese terreno. Él había
comenzado la militancia en el Partido Comunista en su juventud, cuando

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 179

realizó algunos viajes de formación política a Rusia a principios de los


años ’70. En ese momento, su padre, un destacado intelectual argentino,
era dirigente de aquel partido. Fue en ese contexto que Juan conoció
a su actual esposa. Algunos años después, la participación orgánica en
estructuras partidarias lo desilusionó, y dejó de militar. Sólo luego de la
muerte de su sobrino volvió al ruedo. Pero esta vez no se trató de una
militancia individual en el marco de una estructura partidaria, sino de
una militancia que incluyó a toda su familia y que se dio en el marco de
un movimiento: “para nosotros fue un impacto tremendo en nuestra vidas
y como tal reaccionamos, ¿y cómo reaccionamos? Militando, que era lo
que sabemos hacer” (entrevista a Juan, julio de 2009).
Pablo Asturias, otro de los participantes de esas reuniones, también
contaba con una intensa trayectoria política. Sin embargo, se trataba de
un recorrido cualitativamente distinto al de Juan, puesto que él contaba
con experiencia en el terreno de la militancia gremial en el ámbito del
Poder Judicial así como en el espacio de la política profesional.
Aunque la política no formaba parte de su universo familiar, a sus 17
años, a principios de la década de 1970, comenzó a participar en reuniones
políticas en el colegio secundario. Si bien no era una militancia orgánica,
se trataba de reuniones en las que él podía manifestar sus inquietudes
sobre la historia argentina, desde una perspectiva revisionista. Algunos
años después, cuando ya había decidido su vocación y estaba cursando la
carrera de derecho en la Universidad Católica Argentina, la política pasó
a formar parte de su vida de un modo más intenso y orgánico. Entonces,
comenzó a militar en una agrupación universitaria peronista que actuaba
en aquella institución.
Una vez recibido de abogado, Pablo ingresó a trabajar al Poder Judicial
de la Nación y comenzó a vincularse con lo que él denomina la familia
judicial. Dentro de la carrera judicial, ascendió desde los primeros esca-
lones hasta llegar a ser designado a través de un concurso público como
Secretario de una Cámara de apelaciones en lo civil. Trabajar en la fami-
lia judicial acentuó su interés y su pasión por la política. Por ese motivo,
al mismo tiempo que iba haciendo su carrera en la justicia comenzó a
militar en una agrupación gremial de los empleados judiciales. Dentro de
la denominada Comisión inter-fueros, en la que había representantes de
los trabajadores de juzgados comerciales, penales, administrativos, etc.,
él era el representante de quienes trabajaban en el fuero civil. Al mis-
mo tiempo que realizaba esta actividad gremial, continuaba vinculado a

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180 Familia, política y emociones

sus antiguos compañeros de militancia en la universidad a través de la


asistencia a reuniones políticas y de formación doctrinaria.
Con el golpe de Estado de 1976 y con la consiguiente prohibición de
las actividades gremiales, la Comisión inter-fueros pasó a la clandestini-
dad. Varios de los nombres de esos compañeros de aquella comisión hoy
están grabados en la placa de mármol que está instalada en la entrada del
Palacio de Justicia de la Nación, que recuerda a los trabajadores desapare-
cidos del Poder Judicial. Al mismo tiempo que ese espacio de militancia se
reducía, la agrupación universitaria con la que estaba vinculado fue debili-
tándose y él fue perdiendo el contacto cotidiano con aquellos compañeros.
Hacia el regreso de la democracia en 1982, Pablo volvió a encontrarse
con algunos de aquellos viejos amigos y comenzó a trabajar como asesor de
un diputado peronista, renunciando a su trabajo en el Poder Judicial. Era
la primera vez que vivía en primera persona el trabajo político profesional
en el Congreso de la Nación. De esta época están claros sus recuerdos sobre
la necesidad de construir consensos y acuerdos entre diferentes sectores
políticos. Esta sería su última incursión en el terreno de la política. A
mediados de los años ’80, recibió la oferta de trabajar como gerente de
asuntos jurídicos de un banco. Allí trabajó algunos años. A medida que
pasaba el tiempo y se agrandaba la familia, el sueldo como gerente no era
suficiente. Por ese motivo, luego de esta experiencia y ya con cinco hijos,
decidió instalar su propio estudio como abogado particular.
En las semanas previas a que la Sala Acusadora decidiera si acataba
o no el dictamen de la Comisión Investigadora, de acuerdo con el aná-
lisis político realizado por ese grupo reducido de familiares una cuestión
aparecía como prioritaria: era necesario comenzar a establecer vínculos y
contactos con políticos, funcionarios y legisladores con el objetivo de que
ese cuerpo votara el inicio del proceso. Teniendo en vista esa meta, desde
qnsr se decidió organizar un acto en un teatro de la Capital Federal al
que invitaron a gente del mundo de la cultura y del espectáculo y a varios
políticos que apoyaban su lucha. Algunos de los invitados habían formado
parte de aquella Comisión y otros eran miembros de la Sala. Con el acto
se pretendía dar un reconocimiento público a aquellos personajes y, al
mismo tiempo, comprometer el voto positivo de algunos de los invitados.
Así tituló un diario local el acontecimiento: “Acto para avalar el pedi-
do de juicio a Ibarra. Apoyo político a familiares. Familiares de Croma-
ñón hicieron público su respaldo al dictamen de la comisión legislativa
que investigó el caso”. 1 El único orador del acto fue Pablo, quien en su
1 Fuente: “Apoyo político a familiares”. Diario Página 12, 3 de agosto de 2005.

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 181

discurso enfatizó que había que respetar lo que llamaba el camino ins-
titucional, centrado en las posibilidades que otorgaban las vías legales y
político-institucionales para el juzgamiento del ex Jefe de Gobierno, sin
pedir su linchamiento. Al finalizar el acto mostró su satisfacción por la
convocatoria, puesto que los padres habían logrado congregar a personas
que pertenecían a un amplio espectro ideológico que contenía a “lo mejor
de la derecha y lo mejor de la izquierda”. 2 Las acciones políticas eran
consideradas como importantes para el avance de sus propios objetivos.
Además de promover la realización del acto en el teatro, estos familia-
res se propusieron realizar otras acciones tales como contactar a diversos
legisladores que formarían parte de la Sala Acusadora con el objetivo de
exponer frente a ellos los argumentos por los cuales debían votar a favor
de la realización del juicio político. Tanto desde qnsr como desde los otros
grupos del movimiento como Paso, por ejemplo, visitaron representantes
de la ciudad y les hicieron saber sus inquietudes. Gracias a que algunos
legisladores habían sido antiguos compañeros de militancia de Juan, desde
qnsr él aportó contactos relevantes y jugó un papel destacado para lograr
esas citas. Para él, esta era claramente una forma de hacer política: “la
acción política es eso: es mover contactos personales, ver qué hilo mover,
contra quién, escuchar los consejos de los que conocen el entorno y dicen
‘Te conviene hacer tal o cual cosa’” (entrevista a Juan, julio de 2009). Él
recuerda una de esas reuniones con una legisladora que finalmente votó a
favor del juicio a Ibarra: “lo nuestro fue una explicación de porqué creía-
mos que había que votar a favor del juicio y ella dijo ‘Bueno, yo los voy a
escuchar, no les voy a anticipar nada’. No hubo ninguna negociación rara,
ni ninguna presión, ni amenaza ni de parte de ella ni nuestra” (entrevista
a Juan, julio de 2009).
Pablo, quien también participó en encuentros de ese tipo a partir de los
cuales los familiares intentaban incidir en el mundo de la política, también
recuerda otras estrategias. El utilizaba dos términos – hacer ‘opereta’ y
‘rosquear’–, que son propios de la actividad política para referirse a esas
acciones:

Hacíamos ‘rosca’, íbamos a la casa de diputados importantes, o a


hablar con algún ministro . . . inclusive me he reunido con una dipu-
tada que fue varias veces candidata a presidenta, intentando organizar
algo para intentar convencer a algunos de sus legisladores que no sabía-

2 Fuente: Ibídem.

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182 Familia, política y emociones

mos cómo podían llegar a votar . . . en fin, hacer ‘opereta’ y ‘rosquear’


(entrevista a Pablo, agosto de 2009).

En el caso de qnsr, la experiencia y los saberes aportados por Juan, Pa-


blo y un muy reducido grupo de padres, fueron relevantes para sobrellevar
las relaciones con aquellos actores durante los cuatro meses que transcu-
rrieron entre la sugerencia de la Comisión Investigadora y la votación que
se realizó en la Sala Acusadora para dirimir si Ibarra sería llevado a juicio
político.
El día en que se llevó a cabo la sesión de votación los familiares pre-
sentes en la Legislatura estaban tensos y preocupados puesto que, según
el cálculo que circulaba en el recinto, había una diferencia de un voto en
contra de la realización del juicio. Según el recuerdo de Pablo, mientras
que los padres de qnsr y Paso tenían la seguridad de ir hacia una derrota
y se mantenían en silencio, atentos al movimiento político de la sesión,
algunos miembros de CoFaCrom, la ong y avisar insultaban y silbaban
a los legisladores. El principal blanco de sus críticas eran los legisladores
del Frente para la Victoria (fpv) alineados con el gobierno nacional, que
votarían en contra del juicio a Ibarra. Con el objetivo de mostrar su dis-
conformidad frente a las actitudes hostiles de esos padres, los legisladores
que conformaban ese bloque decidieron retirarse del recinto. Tras la reti-
rada del bloque mayoritario, el presidente del cuerpo legislativo llamó a
un intervalo de unos minutos con el objetivo de restablecer el orden en
la sala y proceder a la votación con ese bloque presente. En ese mismo
momento, Pablo Asturias interpretó que la retirada del bloque del fpv
había sido un ‘error político’ que había que aprovechar rápidamente para
lograr que se suspendiera la votación y así evitar la derrota inminente:

Durante la etapa del juico político había que estar muy atento, lo
que hiciéramos dependía de lo que pasaba en cada momento. De re-
pente había una operación que había que saber aprovechar. Nosotros
aprovechamos un error del bloque del Frente para la victoria . . . algu-
nos los chiflamos y ellos se ofendieron y se fue todo el bloque. Si esa
noche ellos volvían, se votaba y perdíamos (entrevista a Pablo, agosto
de 2009).

En ese contexto, Pablo recuerda que dio el primer paso para ‘armar
una opereta’, una ‘operación política’. Un grupo de representantes de
cada grupo de familiares se acercó al presidente de la Legislatura para
pedirle que los condujera a hablar con todos los legisladores, que se en-

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 183

contraban reunidos en un salón durante el intervalo. Les señalaron que no


debía votarse ese día puesto que había varios legisladores ausentes que se
habían retirado. Argumentaron que por tratarse de un tema de máxima
importancia institucional, era necesario que estuvieran todos presentes.
Por ello, exigieron que se pasara a un cuarto intermedio que durara todo
el fin de semana. Pablo recuerda que era una operación muy rápida, de
unos pocos minutos; los familiares jugaban contra el tiempo puesto que
si nuevamente se hacían presentes los legisladores del fpv, se propondría
pasar a votación. Y todos sabían que frente a ese escenario, el movimien-
to Cromañón sufriría una derrota. Teniendo en cuenta su experiencia y
trayectoria, la situación no le resultaba ajena. Él actuaba en base a su
propia experiencia en política:
Yo tenía un entrenamiento en hacer análisis político, calcular, anti-
cipar qué jugadas iba a hacer el otro. Había ciertas cosas que entendía
y que me sirvieron. Para mí, la legislatura no era un lugar nuevo. Yo ya
había estado en el parlamento, en el congreso . . . y es más, me encon-
tré con gente de aquella época. La mayor parte de las cosas que hice
en mi vida me sirvieron estos cinco años ( . . . ) reflexionando ahora,
debe ser por eso que las hice (entrevista a Pablo, agosto de 2009).
Luego de aquel encuentro entre los familiares y los legisladores, el pre-
sidente del cuerpo decidió postergar la sesión por el fin de semana. Pocos
minutos después el bloque del fpv volvió con la intención de votar pero
los familiares se opusieron firmemente puesto que la decisión de pasar al
cuarto intermedio ya estaba tomada. Luego de ese fin de semana, se reali-
zó la votación y salió favorecida la posición que promovía el movimiento:
Ibarra sería llevado a juicio político.
A diferencia de otros momentos de la lucha, durante la etapa previa al
juicio político los conocimientos sobre el mundo de la política profesional
y su funcionamiento fueron especialmente importantes. En contraste con
lo que ocurría con otras acciones políticas en las que solían participar,
tales como marchas, escraches, etc., la mayor parte de los familiares del
movimiento no tenía experiencia en el terreno de la política profesional.
‘Rosquear’ y ‘operar’, manejarse según los códigos del ámbito legislativo,
reunirse con políticos, etc., no eran prácticas a las que ellos estuvieran
acostumbrados; tampoco los militantes de izquierda que acompañaban el
reclamo se encontraban familiarizados con esas prácticas y espacios. Se
trataba de cuestiones políticas de signo distinto a las intervenciones pú-
blicas propias de la lucha, que se basaban en otro tipo de acciones, se des-

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184 Familia, política y emociones

plegaban en ámbitos diferentes y requerían otro tipo de conocimientos y


experiencia. A su vez, estas acciones políticas pasaban por una dimensión
que no era pública y estaban restringidas a la intervención de unos pocos.
Para algunos, entre estos pocos que se desplazaron entre estas formas de
hacer política, la trayectoria previa de Pablo tuvo un papel especial:

Él se fue a hacer otro tipo de política ( . . . ) era la política de los


políticos, del nivel que hacen los políticos, no la política que hacen las
organizaciones. Él dijo “Bueno, si estos se mueven así, yo me voy a
mover así”. Se movió como uno de ellos. Y lo hizo brillantemente. Creo
que el triunfo del juicio político tiene mucho que ver con lo que él hizo:
maniobras, movidas, conversaciones, presiones, generar enfrentamien-
tos entre ellos (entrevista a Juan, julio de 2009).

A diferencia de lo que ocurría en el caso de Juan y Pablo, la mayor


parte de los miembros de Que No Se Repita no tenían experiencia alguna
en política. Tal es el caso de Analía, una hermana para quien las acciones
políticas siempre formaron parte necesaria de la construcción pública del
movimiento. Sin embargo, para ella la relación de los familiares con ese
universo siempre fue contradictoria:

“los familiares no queríamos que participen partidos políticos en las


marchas pero durante todo el juicio político se reunieron con diez
millones de políticos . . . era contradictorio ( . . . ). Tener estos contactos
políticos, quieras o no, te sirve: vos te podes unir con un político, podes
hacer que te sirva para lo que vos buscas” (entrevista a Analía, julio
de 2009).

Así, a pesar de esa contradicción, ella cree que la política fue muy
positiva e importante durante el proceso de destitución del ex Jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Gracias al análisis político y a
través de acciones políticas como el acto en el teatro, la rosca y la opereta
el día de la votación, los familiares habían logrado avanzar en su objetivo
de justicia. La política formaba parte de Cromañón y estaba disponible
para ser usada:

La política puede ser buena, te puede servir para hacer cosas buenas
y para hacer cosas malas. Por ahí nosotros hablamos de politizar como
algo necesariamente malo, pero el hecho de que Cromañón haya sido
algo político, no necesariamente quiere decir que sea malo, que esté

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 185

mal. Creo que si solamente se hubiera quedado en el lado político, por


decirte, que se destituyera a Aníbal Ibarra y que todo se terminara ahí,
eso hubiese estado mal. Pero a cuatro años y medio se ha avanzado a
nivel judicial de tal manera, que bueno . . . vos decís, indudablemente
la política no fue mala en estos cuatro años (Ibídem).

Al igual que Pablo, Juan y Analía, la mayoría de los familiares de qnsr


valora las herramientas políticas para promover su objetivo de justicia.
Pero establecen distinciones entre diferentes formas de ‘hacer política’.
Si bien la política forma parte necesaria de Cromañón y había sido bien
usada por los familiares para avanzar hacia el juicio, algunos familiares
sospechan que en diversos momentos los políticos pretendieron politizar
Cromañón y usar a los familiares para provecho propio:

Analía:A los políticos les servía Cromañón como para tener un pues-
to, una banca como legislador, entonces el hecho de no politizarse era
no darles de comer . . . Es un círculo vicioso, porque, uno dice, no hay
que politizarse pero a los padres les servían los políticos. Política es
esto de necesitar mucho el apoyo de políticos en un momento . . . y al
mismo tiempo era necesario no politizar Cromañón . . .
Diego: ¿Y cómo se hace eso?
Analía:Es que en realidad es un círculo vicioso. Creo que evitar la
politización tiene que ver con este límite de tener en claro para qué se
busca la ayuda del político según qué es que uno lo necesita. ¿La meta
cual es?, lograr algo. (Ibídem).

De acuerdo con lo señalado hasta aquí puede verse que, según el punto
de vista de estos protagonistas del movimiento, mientras que los políticos
intentaban ‘usar Cromañón’, los padres, por el contrario, pretendían ‘usar
la política’. Para ellos, la victoria obtenida en la Legislatura no había sido
sólo un producto de las acciones públicas de las que todos participaban,
como las marchas, escraches y vigilias, sino también de acciones políticas
de otro tipo, que incluían las relaciones con políticos profesionales como
el acto en el teatro, las reuniones con legisladores o la ‘opereta’ en la
Legislatura porteña. Tales situaciones mostraban que la política podía
ser utilizada adecuadamente para alcanzar justicia.
La idea según la cual hay formas adecuadas e inadecuadas, buenas y
malas, correctas e incorrectas de usar la política, muestra que la misma no
tiene una sola cara. Si la política también tiene una ‘cara mala’, entonces
algunas personas pueden usarla en contra del movimiento, aprovechándose

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186 Familia, política y emociones

de la misma para promover sus propios fines políticos. En este contexto,


oponerse a la politización es una forma de rechazar ser usados por los
políticos.
En algunos análisis del caso, ora los familiares de Cromañón, ora los
miembros de qnsr, fueron caracterizados como apolíticos. Sin embargo,
tal como he mostrado, para estos familiares la política y sus expresiones no
son consideradas necesariamente en términos negativos. Por el contrario,
la cuestión está relacionada con el modo en que se ‘usa’ la política: todo
depende de si son los familiares quienes usan a los políticos o si son los
políticos quienes usan a los familiares.

La politización en disputa: la génesis de nuevos


grupos
Al mismo tiempo que los familiares impulsaban acciones políticas en el
marco de espacios institucionalizados como la Legislatura de la ciudad, y
trababan relaciones con los actores vinculados a los mismos, el movimien-
to iba tomando su propia forma. A lo largo de ese proceso las nociones
locales de política y las evaluaciones sobre cómo ‘usarla’ jugaron un papel
fundamental. Esto es lo que muestra el proceso de conformación y poste-
rior disolución de la Comisión de familiares de Cromañón (CoFaCrom),
uno de los grupos del movimiento.
Al día siguiente del incendio, Miri y su marido –a quienes me he referido
en el Capítulo 1–, pudieron saber que ellos no eran los únicos familiares
de Cromañón en la localidad en la que vivían sino que más de una decena
de jóvenes de la zona habían fallecido en el incendio. Luego de enterarse
de las malas noticias, algunos militantes políticos del partido de izquierda
Frente Obrero Socialista (fos) que militaban en esa zona promovieron la
realización de un corte de ruta o ‘piquete’. Muchos parientes y amigos de
los fallecidos, así como sobrevivientes del incendio, se sumaron al mismo
con el objetivo de pedir justicia. Miri fue una de las primeras personas
que los militantes del fos fueron a buscar para participar del corte. Sin
embargo, a causa del estado de ánimo devastado y del cansancio agotador
producto de la búsqueda de Darío realizada la noche anterior, ella no pudo
hacerse presente. Miri estaba abatida por el dolor y no podía movilizarse:
estaba confundida, agotada, desalmada.

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 187

Dos días después del incendio, Darío fue velado en una cochería cercana
a su casa. En otro salón de la misma casa velatoria, al mismo tiempo, se
estaba velando a otro joven de la zona fallecido en el siniestro. Los salones
estaban repletos de amigos, sobrevivientes del incendio y familiares de los
jóvenes, algunos de los cuales se habían encontrado el día anterior en el
corte organizado por los militantes del fos. En el velorio, Miri y Leandro
conocieron a Gustavo y a su mujer, los padres del otro joven que estaba
siendo velado. Casi una semana después del entierro de sus respectivos
hijos, los dos matrimonios fueron a la primera marcha convocada en la
zona del barrio de Once en demanda de justicia.
En la marcha se encontraron con varios vecinos de su zona que eran
parientes, amigos de jóvenes fallecidos o sobrevivientes del incendio. Asi-
mismo, pudieron reconocer a algunos familiares con los que se habían
cruzado unos días antes, durante la búsqueda de los chicos. Tal era el
caso de Gutiérrez y su hijo, con quien Miri recordaba haber tenido una
charla la misma noche del incendio, en el cgp donde se concentraba la
información sobre los internados y fallecidos. Junto a Gutiérrez había al-
gunos militantes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (mst).
Luego de ponerse en contacto e intercambiar sus teléfonos y direcciones,
decidieron organizar una reunión al costado de las vías de la estación
de tren cercana a su barrio de La Matanza para debatir como continuar
con las acciones de demanda pública. En esa reunión daría sus primeras
señales de vida la Comisión de familiares de Cromañón.
A diferencia del resto de los grupos que se iban conformando, en Co-
FaCrom participaba muy activamente un gran número de militantes de
partidos de izquierda, que se esforzaban porque los familiares se vincularan
entre sí y participaban muy activamente en la organización del mismo. 3
Con el paso del tiempo, el grupo se fue nucleando en torno de las figuras
de Gutiérrez y de Mariela Marconi. Estos padres, vecinos de la zona oeste
del gba, se habían conocido en uno de los cortes. Pero su condición de
vecinos no era su única coincidencia sino que, además, ambos tenían una
historia de militancia. Mariela militaba en el sindicato de empleados mu-
nicipales (suteba). Gutiérrez, por su parte, había militado en los ’80 en
el Movimiento al Socialismo (mas), y en ese momento militaba en el mst.

3 Entre los actores que participaron activamente para poner en contacto a estos familiares de
La Matanza, debe señalarse también el papel del padre de Sebastián Bordón, un joven asesinado
por la policía provincial de Mendoza en 1999. Él es un activista contra el gatillo fácil y vecino
de la zona. Durante los primeros días de enero ese padre se acercó a Plaza Once con la intención
de reunir teléfonos y direcciones de los familiares de la zona para colaborar con su organización
(Sanz Cerbino, 2009).

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Con el correr de los días, estos padres comenzaron a estrechar vínculos


entre sí y con los miembros de los diversos partidos y organizaciones que
estaban a su alrededor.
Desde la perspectiva militante de estos padres, la organización de los
familiares de los fallecidos era el primer paso necesario para enfrentar al
poder. Como parte de la organización del grupo, a los militantes que ya
participaban del mismo comenzaron a acercarse otros, puesto que Gu-
tiérrez y Mariela Marconi impulsaban su participación. Miri, que nunca
se había acercado a espacios de militancia, conocía de vista a algunos
de ellos porque eran vecinos del barrio. Pero quienes se iban sumando al
grupo eran vistos como personas ajenas a su propia causa por no haber
tenido vínculo alguno con el incendio: ellos no eran familiares ni sobrevi-
vientes, no eran novios ni amigos. Mientras estos jóvenes se preocupaban
por organizar el grupo y promover acciones tales como cortar la ruta, ella
recuerda que en esos primeros tiempos “no me salía hacer eso de cortar la
ruta o juntarnos . . . no entendía bien que es lo que había que hacer, cómo
manejarme” (entrevista a Miri, julio de 2009).
Las primeras actividades de demanda impulsadas por CoFaCrom fueron
vividas por Miri como acciones interesadas que, según ella, contaminaban
el reclamo puro por la muerte de Darío. Creía que sus compañeros tenían
un comportamiento politizado, que buscaban sacar provecho político de
una situación que todos vivían como dolorosa. Ellos pretendían usar Cro-
mañón:

venían con una ideología que nos querían meter en la cabeza cosas
políticas, manifestaciones, ir a lugares a pedir cosas. Ellos dirigían
todo en las reuniones y había un listado con las necesidades de los
familiares para reclamarle al gobierno ( . . . )Pero estaba la muerte de
mi hijo y yo no podía lucrar con eso (Ibídem).

Para Miri, al participar activamente en el grupo y tener un rol desta-


cado en el mismo, estas personas podían imponer cosas políticas ajenas
a la demanda de justicia. Cuando presentó sus desacuerdos con ciertas
formas de proceder a las que consideraba como inadecuadas, encontró co-
mo respuesta de los militantes que sabían lo que hacían, porque tenían
muchos años de militancia. Pero, a pesar de su falta de experiencia, para
ella debían ser los familiares quienes tomaran las decisiones:

nosotros estábamos en desacuerdo con que esa gente venga a decirnos


qué hacer. Todo lo que nosotros hiciéramos, así fuera bien o mal, era

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 189

por decisión propia y no impulsados por un partido político. Ellos sí


sabían bien que era lo que querían, pero nosotros no. A mí me daba
miedo que alguien me diga –Tenés que hacer tal cosa, y vamos, la
hacemos (Ibídem).

A pesar del interés demostrado por los militantes en organizar la protes-


ta, en las primeras reuniones de CoFaCrom Miri y Gustavo rechazaban la
participación de los partidos y agrupaciones. Ella se sentía incómoda con
esa presencia porque pensaba que su demanda estaba lejos de ser política:
“yo decía que Cromañon no tenía nada que ver con la política, porque a
mi hijo lo mató Ibarra, lo mató Chabán . . . ” (entrevista a Miri, julio de
2009).
Para Gutiérrez, aquel familiar con trayectoria militante, la desconfianza
abierta de algunos hacia los partidos de izquierda estuvo relacionada con la
diferencia entre quienes tenían experiencia en ese terreno y quienes nunca
habían participado en ese tipo de organizaciones. Ese rechazo fue visto
por él como un rechazo a la politización: “por no tener experiencia política
[ . . . ] el tema de los partidos también disgustaba a mucha gente, se decía
que se politizaba el tema Cromañón” (citado en Sanz Cerbino, 2009:362).
Para él, los padres que no tenían conocimientos de “estrategia política” se
equivocaban al considerar que los partidos políticos no debían participar
de las movilizaciones: “sin partidos políticos no hubiésemos hecho nada,
porque ésta era una causa política [ . . . ]. “(Ibídem).
Al igual que Gutiérrez, también Miri entiende que las diferencias entre
quienes traían historias y experiencias militantes y quienes no, precipita-
ron la ruptura del grupo. Las tensiones en torno de la participación de los
militantes, la relación con los partidos políticos de izquierda, las formas
de acción pública, el vínculo con otros movimientos de protesta y organi-
zaciones, etc. se presentaron como un obstáculo para la continuidad de la
comisión. A causa de ello, a mediados de 2005 Miri, Leandro, Gustavo y
otros familiares decidieron separarse de CoFaCrom, que continuó siendo
liderado por Gutiérrez y Mariela Marconi.
Quienes abandonaron CoFaCrom decidieron formar un nuevo grupo.
Se trata de la Asociación de Padres de Hijos Asesinados en Cromañón
(aphac). La primera sede de aphac estuvo ubicada en la localidad de La
Matanza, en un local conseguido gracias a un funcionario político local.
El local se mantuvo durante un tiempo gracias a las rifas que hacían estos
padres y a que lo alquilaban para otras actividades. Ese lugar fue durante
mucho tiempo el punto de encuentro en el que se reunieron semanalmente

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190 Familia, política y emociones

y en el que se encontraron los días 30 de cada mes con el objetivo de


abordar los micros que los trasladaban a las marchas que se realizaban en
la Capital Federal. Al igual que el local, los micros habían sido conseguidos
gracias a la ayuda del mismo funcionario político que, según Miri, tenía
buenos gestos con los familiares.
En los tiempos de CoFaCrom, Miri, Leandro y Gustavo consideraban
que la lucha no era una cuestión política y que, en cambio, política era lo
que hacían Mariela, Gutiérrez y quienes los acompañaban. Sin embargo,
con el correr del tiempo ellos comenzaron a ver las cosas de otro modo:
“al principio no lo relacionaba políticamente . . . hasta que después me di
cuenta y dije ‘¡Sí, qué mierda no va a ser político, si los chicos murieron
por toda la corrupción que hay en el gobierno!’” (entrevista a Miri, julio
de 2009). A partir de entonces, la muerte de Darío ya no fue considera-
da como una consecuencia exclusiva de la irresponsabilidad de individuos
particulares como Ibarra o Chabán, sino de la corrupción del Estado y
de los empresarios. Ella cree que de haberse cumplido con las normas de
seguridad y de haberse controlado adecuadamente el local las muertes se
podrían haber evitado. En este marco, el Estado corrupto es visto co-
mo el responsable de las muertes, debido a que sus agentes no realizaron
adecuadamente su labor de verificación y control de las normas de seguri-
dad de República Cromañón. Al considerar a los funcionarios políticos del
gobierno porteño como responsables y al desplegar sus acciones públicas
contra ellos, la lucha pasó a ser vista como una cuestión política.
Los cambios en la perspectiva de Miri sobre el movimiento muestran
que, para ella, ciertas cuestiones que en un determinado momento no eran
políticas ahora pasaban a serlo. Así, con el paso del tiempo, esta madre
fue evaluando positivamente el involucramiento con ciertas prácticas a las
que antes rechazaba:

Al principio, a mí me parecía que nosotros no podíamos estar en


un reclamo por gente desocupada, piqueteros que pedían subsidios
por desocupación, porque nosotros no íbamos a pedir un subsidio, ni
trabajo . . . Quizás ahora pienso que quizás sí . . . todo lo que sea para
aportar algo o para ayudar a otra persona, me parece bien; está bien
apoyar una causa. Hace un tiempo, vinieron unas cuantas vecinas a
decirme si yo podía ir a ayudarlas a apoyar un corte de ruta, porque
querían que viniera el intendente y les diera chapas para los techos, y
yo las ayudé (entrevista a Miri, julio de 2009).

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 191

Al mismo tiempo que percibieron la lucha como una cuestión política,


los familiares de aphac comenzaron a aceptar más abiertamente la par-
ticipación de militantes en las reuniones del grupo. Así, mientras que su
participación había sido uno de los motivos que condujeron a la división
de CoFaCrom, en las reuniones de aphac podía encontrarse a jóvenes
miembros del fos, del pcr y del po. Su presencia era considerada como
positiva puesto que colaboraban en la organización de actividades, apor-
taban ideas, recursos, etc. Ahora, su presencia era vista como una cuestión
natural puesto que, en una lucha política, no era extraño que participaran
militantes políticos.
Mientras que Miri y Gustavo formaron aphac, unas semanas después
de la separación de CoFaCrom Mariela y Gutiérrez decidieron formar la
Asociación de Víctimas de la Inseguridad Social en Argentina (avisar). 4
La sede del grupo está ubicada en el mismo edificio de la estación de
trenes conocida como ‘Once’, en el que también se encuentra la sede de
la ong (Familias por la vida). A diferencia del espacio de la ong, en
su local no hay computadoras ni tiene el aspecto de una oficina o de un
lugar en el que se realicen tareas administrativas. Hay una gran mesa,
sillas y un armario muy antiguo y algo desvencijado. No se ven fotos de
los chicos. En cambio, hay algunos afiches de grandes dimensiones en los
que pueden leerse algunas de las consignas y demandas del movimiento.
Pero también hay otros carteles que hacen referencia a otras causas y
movimientos de protesta (gatillo fácil, derechos humanos, trabajadores de
fábricas recuperadas, entre otros).
Desde sus inicios, avisar se nutrió de militantes, la mayoría de los
cuales habían seguido a Mariela y a Gutiérrez luego de la separación
de CoFaCrom. Para los miembros de los otros grupos, el hecho de que
avisar estuviera conformado por militantes y familiares que a su vez eran
militantes le daba una fuerte impronta política. Además, avisar también
se diferenciaba del resto de los grupos debido a que consideraban que la
lucha debía orientarse contra el poder político, sin cargar las tintas contra
los músicos. Finalmente, otra particularidad que distinguió a avisar del
resto fue su escepticismo respecto de que el juicio político a Ibarra y el
proceso judicial penal, sirvieran para alcanzar justicia. Gutiérrez definió
al juicio político contra Ibarra como ‘una farsa, un circo mediático’. Al
día siguiente de la primera interpelación al ex Jefe de Gobierno, señalaba

4 En septiembre de 2008 volvió a darse un cisma. En esa ocasión avisar sufrió un desprendi-
miento de la mayor parte de sus integrantes quienes pasaron a conformar la Organización 30
de diciembre.

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192 Familia, política y emociones

que ese procedimiento había sido “una falta de respeto: Ibarra nunca
contestó una pregunta ( . . . ) Yo dije que mentía y un grupo de papás
al que pertenece Asturias me hacían gestos para que me calle ( . . . ) Yo
sostengo una posición que es cantar, insultarlos, decirle que son asesinos”
(citado en Sanz Cerbino, 2009:362). En claro y fuerte contrate con qnsr,
desde este grupo desconfiaban de los caminos institucionales.
Si se quería alcanzar justicia, en lugar de seguir los procedimientos insti-
tucionalizados, para la gente de avisar era necesario sumar a los partidos
políticos de izquierda y vincular la lucha con otras demandas políticas.
Al vincularse con otras luchas, creían que el movimiento lograría avanzar
en su politización y, como consecuencia de ello, se vería fortalecido:

Consideramos a las luchas de los trabajadores como propias y nos


solidarizamos con ellas, y creemos que unificando nuestros reclamos y
peleando junto a todos los sectores que luchan por sus justas reivindi-
caciones vamos a estar en mejores condiciones para continuar nuestra
pelea. 5

Como parte de esa lucha que representaba una continuidad en su lar-


ga historia de militancia y de su intento por politizarla, en el año 2007
Gutiérrez decidió presentarse como candidato a legislador por el partido
denominado Frente de Izquierda. Esto fue interpretado por algunos de sus
ex compañeros de CoFaCrom, como un intento de ‘usar’ el movimiento:
veían en esa postulación la confirmación de que estos familiares tenían un
compromiso interesado en alcanzar algún tipo de rédito político para su
partido.
Con el objetivo de esclarecer el modo en que los propios actores socia-
les conducen sus conflictos, se ha señalado que resulta prudente prestar
atención a aquellas acciones a las que consideran como ‘políticas’ o ‘poli-
tizadas’ (Cf. Borges, 2003). Entre quienes se presentan y reconocen como
familiares, pueden reconocerse ciertas tensiones alrededor de la política y
las cuestiones a ella asociadas. Como vimos, a partir de las diferencias en-
tre los miembros de CoFaCrom en torno a la politización, se delimitó una
frontera entre quienes actuaban de forma politizada y consideraban que
esto era lo correcto y quienes evaluaban ese accionar como inadecuado y se
oponían a ello. Miri y Gutiérrez realizaban evaluaciones sobre sus propias
conductas y sobre las conductas ajenas apelando al término ‘politizar’,
pero el modo en que lo consideraban resultaba diferente en cada caso.

5 Comunicado de prensa publicado por avisar, octubre de 2008.

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 193

En efecto, mientras que para Gutiérrez y los militantes la politización


consistía en ampliar y generalizar su lucha, para Miri esto parcializaba y
restringía el carácter de la misma, puesto que implicaba conducirla según
los intereses políticos y sectoriales de los militantes y de los familiares poli-
tizados. Sin embargo, para ella, la oposición a la politización no implicaba
desconocer o evaluar negativamente el carácter político del movimiento y
de sus acciones. Un análisis contextual y situacional permite dar cuenta
de aquellos usos ambiguos, que expresaban una disputa alrededor de cómo
debía conducirse la lucha.

Familiares, militantes y politizados en el movimiento


La formación de los grupos del movimiento fue paralela a la organización
progresiva del mismo. Así, a medida que las víctimas se iban nucleando
y rearmando sus relaciones según sus afinidades como en el caso recién
descripto, al mismo tiempo iban desarrollando los espacios de reunión y
encuentro entre esos diferentes conjuntos.
Como ya he señalado, las Reuniones de articulación de grupos de fami-
liares, sobrevivientes y amigos de las víctimas de la masacre de Cromañón
son el espacio semanal de encuentro del movimiento. Las mismas se rea-
lizan alternadamente en cada una de las sedes de los diferentes grupos
y tienen como objetivo definir y coordinar las acciones públicas de de-
manda. En ellas participan personas que pertenecen a diferentes grupos.
Se trata de padres, parientes y amigos de jóvenes fallecidos, sobrevivien-
tes del incendio y sus padres, psicólogos sociales y militantes de partidos
políticos que acompañan el reclamo. Si bien algunos militantes asisten a
articulación como miembros de sus organizaciones, una gran parte de ellos
lo hace como integrantes de algún grupo. Además de los que participan
en aphac y avisar, en Paso participan algunas militantes de organismos
de Derechos Humanos que conocían a Patricia –la referente del grupo–
previamente al incendio, a través de su actividad como educadora popu-
lar. Por su parte, en el caso de la ong, diversos militantes que no forman
parte orgánica del grupo han participado en sus reuniones durante un
período de tiempo prolongado. Finalmente, qnsr es el único espacio en
el que no participan miembros de organizaciones y partidos políticos. Tal
como se ha señalado en algunas investigaciones (Mauro, 2009; Isacovich,
2008), estas diferencias relativas a la participación de militantes expresan

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ciertas tensiones en torno a cómo se construye la legitimidad de los grupos


en el marco del movimiento.
Al comienzo de una reunión de articulación los participantes se sien-
tan en círculo y el moderador de la misma se encarga de conformar un
temario con los puntos a debatir. Allí deciden qué banderas encabezarán
la movilización del día 30, cuál será el recorrido de la marcha y quienes
participarán en el acto de cierre, entre otras cuestiones. Con el objetivo
de evitar que Cromañón se vaya aislando, también se debaten diversas
estrategias para orientar la relación del movimiento con otras luchas. Los
protagonistas de esas reuniones promueven el vínculo de Cromañón con
otras organizaciones y grupos a través de la difusión de petitorios, adhi-
riendo a los mismos, participando en actos de otras causas, en homenajes
a víctimas de otras tragedias, etc. Como ha señalado Isacovich (2009), el
movimiento inscribe su demanda en relación a una tradición más amplia
de familiares que han sido víctimas de la violencia estatal, como los que
participan en la correpi o los organismos de Derechos Humanos, pero
también en relación a otras organizaciones de familiares de fallecidos por
otros motivos, tales como Madres del Dolor, los ‘padres de Kehivy’s’ o los
‘familiares de la amia’, entre otros.
En la articulación las decisiones se toman a través de un mecanismo
al que sus participantes llaman ‘por consenso’. La toma de decisiones
por consenso implica que quienes promueven diferentes posicionamientos
deben buscar el modo de acordar y acercar esas posiciones diversas. Una
vez que las personas que debaten consideran que hay un acuerdo todos
reconocen que se ha establecido un consenso. Las posiciones consensuadas
entre quienes participan en ese espacio se ven reflejadas en el documento
que es leído en los actos de cierre de las marchas (Cf. Capítulo 2). De ahí
que el nombre completo del mismo sea ‘Documento Consensuado entre
familiares, amigos y sobrevivientes de la masacre de Cromañón’.
En los primeros años de funcionamiento de las reuniones de articulación
el documento fue una producción redactada en conjunto. Pero con el paso
del tiempo Patricia, la referente de Paso, fue adquiriendo un rol cada
vez más importante en su elaboración aún a su pesar: “tomo lo que se
está diciendo, lo que dicen todos los grupos y lo que hemos charlado en
la Articulación. Y la verdad que hace mucho que nadie cuestiona lo que
yo escribo. Hace mucho. A mí eso no me agrada” (citado en Isacovich,
2009:122). Tanto para quienes participan en la articulación como para
quienes no asisten a la misma el documento tiene mucha importancia,
puesto que es visto como una herramienta de difusión de las posiciones

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 195

políticas del movimiento. Allí se expresa públicamente quiénes son los


‘amigos’ y quienes los ‘enemigos’ de la lucha.
Hacia mayo de 2006 comenzó a discutirse en articulación la propuesta
de establecer vínculos con organizaciones y colectivos de protesta para
conformar un ‘Movimiento contra la Impunidad’. Esta cuestión se vio
reflejada en el documento que se leyó en la marcha de ese mes:

Es el clima de impunidad generalizado, que no comprende solamen-


te a Cromañón sino a otros casos en todo el país, el que nos agravia y
nos enferma. La impunidad aumenta nuestro dolor, y está provocando
serios problemas de salud en familiares y sobrevivientes ( . . . ) Uni-
dos entre nosotros, con las organizaciones que nos acompañan y con
otras víctimas, ( . . . ) llamamos a participar del acto de constitución
del Movimiento contra la Impunidad, a concretarse este 24 de junio
próximo. 6

En la reunión siguiente, de junio de 2006, se estableció la necesidad


de crear una comisión de trabajo que tenía como objetivo tender puentes
y coordinar actividades con otros movimientos de protesta. A su vez, se
decidió comenzar a participar orgánicamente en las luchas de otros fami-
liares. Así fue como se decidió aceptar la invitación a participar en una
marcha organizada por los familiares de un joven víctima de la violencia
policial fallecido unos meses atrás. Asimismo, en la reunión se decidió
participar en los actos del 26 de junio, que recordarían la masacre del
Puente Pueyrredón en la que fueron asesinados por la policía los militan-
tes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Estas decisiones
eran muestras de solidaridad con otras luchas, cuestión vista como nece-
saria para que el movimiento también recibiera la adhesión de estos otros
actores en demanda de justicia: “difícilmente logremos solidaridad hacia
nuestra lucha, si no participamos de otras acciones importantes contra la
Impunidad, como este caso que es emblemático”. 7
Entre los diversos grupos, qnsr es el único cuya participación en arti-
culación siempre fue irregular. Ello se debe a que sus integrantes tienen
ciertos desacuerdos con el funcionamiento de ese espacio y con las decisio-
nes que allí se toman. A contramano de resoluciones tomadas en articula-
ción como las señaladas más arriba, en variadas ocasiones desde el grupo
se cuestionó el establecimiento de vínculos con otras luchas, por conside-
6 “Que no nos quiten la plaza. Documento de los 17 meses, consensuado entre familiares, amigos
y sobrevivientes de la masacre de Cromañón”.
7 Ibídem.

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196 Familia, política y emociones

rar que se trataba de propuestas de carácter político surgidas desde ese


espacio y que desvirtuaban el pedido de justicia.
En ocasiones, algunos de los acuerdos alcanzados en articulación son
vistos como una consecuencia de la participación en ese espacio de mi-
litantes y de familiares a los que llaman politizados. En virtud de sus
trayectorias políticas, de la cercanía con los militantes y del tipo de ac-
ciones que promueven, Gutiérrez, el referente de avisar, y Patricia, la
referente de Paso, son vistos como familiares politizados. Extrañamente,
y quizás a causa de que en aphac participan varios militantes, a pesar
de que Miri no tiene trayectoria política y de que su propio grupo es pro-
ducto de un cisma causado por su oposición a la politización, hay quienes
también ven en ella a una madre politizada. Los familiares politizados
aceptan a los militantes en sus grupos, y al revés, los militantes se acer-
can a los grupos con familiares politizados. Si en qnsr no hay militantes,
ello se debe a que no hay familiares politizados.
Para ellos, los militantes y los familiares politizados tendrían intereses
estrictamente políticos, mientras que el movimiento busca justicia, una
cuestión esencialmente política pero que no tiene fines políticos. Por tal
motivo, frecuentemente expresan su preocupación con respecto al riesgo
de que la lucha se politice, esto es, que sea ‘usada’ para que se cumplan
objetivos y fines que están más allá del reclamo de justicia.
Pablo es uno de los familiares que se ha mostrado preocupado por la
politización de la lucha. Los primeros meses después del incendio él tomó
distancia de los partidos de izquierda que participaban en las moviliza-
ciones (Cf. Introducción). Su opinión crítica sobre esa participación es
considerada por él mismo como una dificultad impuesta por su propia
trayectoria política, que no lo había acercado a los militantes del movi-
miento ni a sus organizaciones sino que, por el contrario, lo había alejado.
Para quien había estado relacionado con ‘la otra política’, las acciones pú-
blicas de denuncia promovidas por el movimiento formaban parte de una
nueva experiencia a la que debió ajustarse progresivamente: “al principio
me molestaban los partidos políticos en Cromañón. Yo no tenía gimnasia
en reclamos de este tipo ( . . . ) hoy puedo decir que los partidos y militan-
tes que nos acompañaron siempre en el movimiento se portaron de forma
impecable” (entrevista a Pablo, agosto de 2009).
Analía es sobreviviente del incendio y hermana de un joven fallecido en
esa ocasión. Ella participa activamente de qnsr y trabaja como abogada
en el estudio jurídico de Pablo. Para Analía, la lucha tiene un carácter
político inevitable. De un modo similar al señalado por Miri más arriba,

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 197

cree que la política forma parte de la demanda de justicia en la medida


en que el incendio fue un producto de las decisiones de un Estado que
debía controlar el correcto funcionamiento del local, pero que no lo hizo a
causa de la corrupción: “indudablemente el tema de la política no puede
quedar al margen de lo que fue Cromañón, porque no solamente es un
tema judicial. Inevitablemente tiene que ver con una cuestión política . . .
por qué estaba habilitado el lugar ( . . . )” (entrevista a Analía, julio de
2009).
Al expresar la relación entre el incendio y la política, ella entiende que
si bien la política forma parte de la lucha, “no hay que equivocarse en
el rumbo, porque hay muchas personas que usaron el apoyo político que
tuvimos para otras cosas que no tenían nada que ver con Cromañón, en-
tonces uno tiene que tener bien en claro el límite . . . ” (Ibídem). Como
cabría esperar, es justamente ese límite el objeto de las disputas entre fa-
miliares, familiares politizados y militantes. Quienes politizan Cromañón,
dicen, se comportan inadecuadamente al usar la política para ‘otros fines’
que están más allá del límite señalado por esta hermana. Puede tratarse
de militantes o de familiares que están politizados:

Hay familiares que politizan Cromañón ( . . . ). [Algunos] grupos tie-


nen activistas políticos que participan en partidos. Al tener activistas
políticos que participan en un partido político, inevitablemente llevan
a que el familiar tome una actitud política . . . muchas veces esos fa-
miliares ya participaban activamente antes de Cromañón ( . . . ) Pero
en Que No Se Repita no se dejó que se politice (entrevista a Analía,
julio de 2009).

La idea según la cual la política forma parte necesaria de la lucha y,


a la vez, puede ser usada en formas que resultan inconvenientes para el
movimiento, no se limita al espacio de qnsr sino que excede sus fronte-
ras. Como referente de la ong, Hilda afirma que odia la política pero,
a la vez, insiste en que ‘los familiares hacemos política’. Y de un modo
similar a Analía de qnsr y a Miri de aphac, enfatiza que debe evitar-
se que Cromañón sea ‘usado políticamente’ por los militantes y partidos
políticos:

No quiero que haya gente que se aproveche de Cromañón, no quiero


que nadie nos use, no quiero que nos usen los partidos políticos. Noso-
tros también hacemos política pero no es política partidaria, no somos
del partido peronista, ni del PO, ni del MST. A mí me parece que los

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198 Familia, política y emociones

partidos políticos tienen que apoyar, acompañar (entrevista a Hilda,


julio de 2009).

Los familiares que se muestran preocupados por la posible politización


del movimiento no cuestionan la presencia de militantes en las reuniones
de articulación en las que se toman las decisiones más importantes. Consi-
deran, en cambio, que tal presencia es natural en el contexto de una lucha
esencialmente política, y necesaria en virtud de que ellos acompañan a
las víctimas. Por otra parte, difícilmente podrían cuestionar la presencia
de los familiares politizados debido a que ellos también son vistos como
víctimas. Debe comprenderse entonces que, para ellos, el movimiento no
se ve politizado mecánicamente por la mera presencia de militantes o de
familiares politizados. Desde su punto de vista la politización ocurre, en
cambio, cuando se toman ciertas decisiones en articulación que afectan
a la vida pública del mismo. En el contexto descripto, la preocupación
por la politización expresa una tensión relativa a cuál debería ser el papel
en el movimiento de los militantes que acompañan, así como de los fami-
liares politizados. Si hasta el momento ellos habían logrado imponer sus
posiciones en articulación, conduciendo al movimiento a una politización
cada vez mayor como creían desde qnsr, esto era una consecuencia de los
mecanismos empleados para tomar decisiones en ese espacio.

Las asambleas de familiares


Hacia mediados de 2006, los familiares de Que No Se Repita propusieron
en articulación la creación de un espacio alternativo a esas reuniones. El
objetivo de crear una asamblea de familiares era, según plantearon, es-
timular la presencia de familiares en la vida pública del movimiento. Se
trataba de una respuesta a la fuerte presencia de militantes y sobrevi-
vientes que imponían su voluntad allí. Por ese motivo también se propuso
que, a diferencia de aquel espacio, la asamblea no funcionara en base al
consenso alcanzado por los representantes de los diversos grupos sino que
las decisiones se tomaran a través del voto nominal. La propuesta fue
aprobada y se decidió que mientras en articulación se debatiría todo lo
relativo a la marcha, la decisión final en relación a las mismas estaría
reservada a la asamblea: ‘articulación propone, asamblea decide’, fue la
consigna. Si en esta instancia definitoria las decisiones las tomaban los
familiares, y no los militantes ni los politizados, se expresaría la voluntad

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 199

de la mayoría de padres y ellos no podrían usar Cromañón para sus fines


políticos.
La primera asamblea se realizó en julio de 2006 en un salón ubicado
en el subsuelo de una escuela de psicología social del barrio de Almagro.
La iluminación provista por luz de tubos daba al lugar un aspecto frío.
Unas setenta sillas plásticas se encontraban dispuestas en un gran semi-
círculo en cuyo centro había una tarima de altura, una mesa y dos sillas.
La distribución de los asistentes prefiguraba claramente las pertenencias
grupales. Los familiares de qnsr eran unos treinta. Los integrantes de la
ong, Paso y aphac, sumados, apenas llegaban a igualar esa cantidad.
avisar contaba sólo con un sobreviviente-militante como único represen-
tante. En ese escenario, el grupo mayoritario e impulsor de la creación de
la asamblea de familiares ocupaba casi la mitad del salón.
A simple vista, las distinciones de clase y condición social también eran
claras. Estas distinciones no sólo eran evidentes para mí. La primera in-
tervención fue la de un hermano de la ong quien señaló que
Tenemos que estar unidos. No tenemos que hacer diferencias por si
soy de la ong o de Asturias. No tiene que ser que porque uno tiene un
departamento en Villa del Parque y otro en Matanza o zona Sur nos
miremos diferente . . . somos diferentes pero nos pasó lo mismo.
Apoyando las palabras de aquel hermano, Pablo ‘recogió el guante’ y
enfatizó la riqueza y vitalidad que suponía para el movimiento la convi-
vencia de diferentes formas de manifestarse y actuar públicamente. En
esa ocasión, él señaló que “En la diferencia está la riqueza. Unos grupos
se les ocurren ciertas cosas y se expresan de cierta manera y nosotros lo
hacemos de otra”.
En la primera reunión pudo verse a varios familiares que estaban bajo la
representación legal de Asturias pero que no participaban de las reunio-
nes semanales de qnsr. Sin embargo, la asamblea los había convocado
y se habían hecho presentes. Por su parte, si bien nadie había prohibi-
do la participación de los militantes, apenas habían asistido unos siete u
ocho sobre un total de unos sesenta familiares presentes. A lo largo de la
reunión mantuvieron una actitud pasiva, y no intervinieron en los deba-
tes ni se pronunciaron al momento de votar. A lo largo de las votaciones
planteadas, la denominada ‘mayoría de padres’ se expresó levantando sus
manos y, gracias a la superioridad numérica lograda por qnsr, el resto
de los grupos y los politizados quedaron en minoría. Sobre el final de la
reunión, desde el grupo de Pablo Asturias se mostró satisfacción con la

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convocatoria puesto que la primera asamblea no había sido manejada por


los militantes ni por los politizados.
Un mes después, en agosto de 2006, se realizó la segunda asamblea. A
diferencia de lo que ocurrió en el primer encuentro, en esa ocasión surgie-
ron algunas diferencias que fueron dirimidas a través del voto. La gente de
aphac había reclamado que las misas previas a las marchas comenzaran
a las 17 hs., con el objetivo de que las movilizaciones no se retrasaran
a causa de esos actos religiosos. Ellos recorrían grandes distancias para
llegar hasta la zona de Once, puesto que venían desde lugares alejados
como La Matanza. Explicaron que su intención era la de poder volver a
sus casas a un horario adecuado. Desde el sector de qnsr se planteó que
en caso de comenzar antes las misas habría muchos padres que no podrían
participar, puesto que salían de sus trabajos a esa misma hora. Luego de
casi media hora de debate, finalmente llegó la hora de votar y se impuso
la postura de mantener el horario de los oficios religiosos.
Un rato después, luego de tomar algunas decisiones relativas a las pró-
ximas actividades del movimiento, llegó el momento de avanzar sobre lo
propuesto en la última reunión de articulación para la marcha del día 30.
La asamblea debía ratificar o rectificar lo propuesto allí. Si bien los pa-
dres y madres reunidos coincidieron en la mayor parte de las propuestas,
se generó un debate alrededor del momento en que debía ser leído el do-
cumento consensuado. Mientras Patricia, de Paso, propuso que se leyera
primero el documento y sobre el cierre de la marcha los nombres de los
chicos, qnsr se opuso a ese orden. Ella señalaba que, si el documento
se dejaba para el final, muchos familiares no lo escucharían puesto que
se retirarían una vez leídos los nombres. Por su parte, desde qnsr argu-
mentaban que si se leía el escrito primero, y lo que quedaba para el final
eran los nombres, nadie se quedaría para escucharlos. Para unos y otros
el orden de precedencia reflejaba el lugar que debía ocupar la política en
la marcha. Los padres de qnsr creían que leer el documento primero era
un símbolo de la política imponiéndose sobre algo que la trascendía, como
era la lectura de los nombres de sus hijos fallecidos.
Una discusión del mismo tono volvió a repetirse al tratar la ubicación
de las banderas en la marcha del día 30. Una de ellas era de color negro y
tenía escrita en grandes letras blancas la palabra ‘Justicia’. La otra era una
bandera argentina sobre la cual estaban pegadas las fotos de los rostros de
los 194 jóvenes fallecidos en el incendio (Cf. Capítulo 2). Para Hilda, de
la ong, la bandera con la inscripción ‘Justicia’ debía estar al frente de la
columna, mientras que para los familiares de qnsr la bandera que debía ir

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 201

adelante era aquella con la foto de las 194 víctimas. Luego de la votación,
una vez más, se impuso la postura de qnsr. En ambas circunstancias, los
pocos militantes presentes no participaron del momento de la votación
ni intervinieron en las discusiones, reservando esas prerrogativas para los
padres.
En el mes de septiembre de 2006, en la tercera asamblea de familiares,
sus participantes se vieron involucrados en una discusión relativa a una
actividad realizada una semana antes, que no había salido de acuerdo con
lo planificado. Si bien la propuesta de la ‘Vigilia contra la impunidad’ en
Plaza de Mayo había sido realizada por los padres de qnsr, algunos les
recriminaron que sólo dos familiares de ese grupo habían pasado toda la
noche en la plaza. Ellos respondieron que buena parte del grupo se había
retirado en respuesta al recital de rock y a la actuación de la murga ‘Los
que nunca callarán’, porque, afirmaban, la vigilia se había transformado
en una fiesta. Esta tercera asamblea terminó con un cuestionamiento a la
posición de qnsr al respecto y las cosas quedaron tensas.
La siguiente asamblea, realizada en el mes de octubre, fue la última.
Al llegar al salón encontré a Pablo conversando amigablemente con un
militante del pcr que acompañaba a los familiares. Me llamó la atención
que casi no hubiera familiares de aphac, apenas dos o tres de la ong y
sólo uno de Paso. No estaban Hilda ni Patricia. En cambio, al igual que
en las reuniones previas, había unos treinta miembros de qnsr.
Una vez dispuestos unos cuarenta familiares asambleístas para dar co-
mienzo al evento, la primera de las intervenciones fue la de Gustavo, el
compañero de Miri en aphac, quien dijo:
Yo vengo a comunicar que aphac decidió que no va a participar más
de la asamblea. Creemos que no se decide levantando la mano. Hace
dos años que nos conocemos y tenemos diferentes maneras de luchar
y no las vamos a resolver hoy. Vamos a participar en todas la acciones
( . . . )En articulación nos podíamos poner de acuerdo debatiendo. Ahí
se hacen cosas buenas y malas. Se discute y se llega a acuerdos. Acá si
traigo más gente gano ( . . . )De dos años a acá no nos dimos un debate:
que pensamos muy diferente. Y es así. No es el momento de debatir.
Yo más de una vez tiré una piedra o me pelié con alguien. No creo en
la justicia y lo haría de nuevo. En las marchas de los 30 igual vamos
a estar presentes.
Luego de las palabras de Gustavo, la madre de un sobreviviente que
participaba en la ong agregó que en el encuentro anterior se habían ido

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muy lastimados por los conflictos entre familiares, y que ellos no tenían
intenciones de pelear con otros padres. Anunció que la ong también de-
jaría de asistir a la asamblea. Sin embargo, al igual que Gustavo, señaló
que su grupo estaba dispuesto a continuar asistiendo a la articulación.
Finalmente, un padre de Paso apoyó esa postura y señaló que si se reti-
raban dos grupos no tenía sentido continuar participando de la asamblea.
Al igual que Gustavo de aphac, rescató también la importancia de arti-
culación como un espacio en el que se privilegiaba el consenso y se tenía
en cuenta a todos los padres.
Toda la situación tomó por sorpresa a los padres de qnsr. En ese con-
texto Pablo Asturias sostuvo:
En asamblea se decidió poner la bandera con los nombres de los
chicos delante de la marcha, se decidió leer los nombres antes que el
documento y hacer la asamblea cada un mes. Y no se quieren respetar
esas decisiones ( . . . )Entonces ‘si no conduzco me voy’ . . .
Mientras Pablo hablaba mirando a los compañeros de su propio gru-
po, el resto se iban levantando de sus asientos y procedían a retirarse.
La asamblea se iba disolviendo. El único sobreviviente de avisar pre-
sente en la reunión se expresó diciendo que “esta división beneficia a los
políticos . . . estoy muy triste . . . hay que dejar de tirar cada grupo para
su lado. Ofrezco avisar como canal de diálogo”. Estas palabras fueron
aplaudidas por Asturias y sus compañeros, que a esta altura eran los
únicos presentes en el salón.
En el encuentro siguiente de Que No Se Repita, luego de la parte judicial
en la que Laura presentó un informe sobre el avance de la causa, se debatió
acerca de lo sucedido en la asamblea. La segunda parte de la reunión la
abrió Pablo, quien sugirió que hablaran sus compañeros antes que él con
el objetivo de evitar condicionar sus expresiones.
Un padre al que todos escuchaban pidió pensar en frío y hacer un análi-
sis racional y no emocional. Algunos se refirieron a la experiencia política
de miembros del grupo Paso, señalando que desde allí se sumaba militan-
tes a las reuniones de articulación y que se fomentaba la politización de
Cromañón.
La gente de qnsr también llamó la atención sobre las palabras de Gus-
tavo, el padre de aphac que declaró que su grupo abandonaba el espacio
de la asamblea. Si bien él había señalado que las formas diversas de luchar
dificultaban la continuidad de ese espacio, destacaron que esas formas di-
versas habían convivido durante esos años. Eso era lo que Pablo Asturias y

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 203

un hermano miembro de la ong habían expresado justamente al principio


de la primera asamblea. En cambio, ellos creían que la verdadera causa del
cisma estaba en que los militantes y los familiares politizados, que hasta
el momento habían hegemonizado la toma de decisiones en articulación,
habían perdido esa prerrogativa al constituirse las asambleas . Creían que
el nuevo sistema de toma de decisiones había sincerado las cosas: según
los padres de qnsr, en esos grupos politizados había pocos familiares y
muchos de los que acompañan, que no asistían a las asambleas y que no
votaban en las mismas.
Todos coincidieron en que la propuesta de realizar asambleas de familia-
res tenía su fundamentación última en una cuestión de poder, relacionada
con el control de la toma de decisiones sobre la acción pública del mo-
vimiento. Al mismo tiempo, todos creían que era naturalmente deseable
que en las instancias de decisión relativas a la lucha se impusieran las
propuestas de qnsr puesto que en el grupo eran todos padres:
“acá somos todos padres. En la articulación estábamos en desigualdad.
El pensamiento de un partido político no puede votar igual que un
padre porque no tiene mi dolor. Un sobreviviente puede ser porque
perdió un amigo. Pero la articulación estaba llena de políticos”.
En un contexto en el que ser familiar y no estar politizado configuraba
una condición más legítima que otras al momento de tomar decisiones
sobre el movimiento, la asamblea fue vista como un intento de restar
poder a los militantes y a los politizados. Se trató de una cuestión que era
considerada como correcta y deseable, en tanto permitió evitar que ellos
pusieran la política adelante de los chicos. Al mismo tiempo, esa elección
fue vista como lo mejor para la lucha. Tal como he mostrado en otra parte
al analizar el caso de las asambleas (Zenobi, en prensa) desde el punto de
vista de los familiares, hacer ‘lo correcto’ era ‘lo más conveniente’. Así, el
proceso de conformación y disolución de ese espacio permite ver que, desde
el punto de vista de los actores, aquello que los analistas reconocemos
como ‘valor’ e ‘interés’ “no sólo no están necesariamente opuestos sino que
tienden a superponerse, y aun a confundirse, porque los términos en que
concebimos nuestros intereses son, desde un primer momento, términos
morales” (Balbi, 2007:76). Al dar cuenta de las situaciones concretas en
las que los actores realizan sus elecciones morales (Archetti, 2003), la
combinación de un abordaje etnográfico centrado en el análisis de los
contextos y en el carácter moral de las evaluaciones realizadas por aquéllos
se nos revela en todo su potencial. Un análisis tal nos permite mostrar

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que tales elecciones no están predeterminadas sino que son sólo posibles
y que las mismas están moralmente informadas.
Finalmente, luego de una larga discusión que incluyó una acusación
pública al antropólogo (Cf. Introducción), en la reunión de qnsr se impuso
la decisión de dejar de participar en articulación por un tiempo, pero
continuar participando junto al resto en la marcha con el objetivo de
evitar la ruptura del movimiento.

Familiares y piqueteros contra la impunidad


A pesar de la ruptura de la asamblea, la propuesta de continuar traba-
jando en pos de un Movimiento contra la impunidad quedó en pié. Con
ese objetivo, en una articulación de octubre de 2006, se decidió reali-
zar rondas quincenales alrededor de la pirámide de Mayo como actividad
complementaria a la movilización de los días 30. La idea rememoraba las
rondas realizadas los días jueves por las Madres de Plaza de Mayo en ese
mismo lugar. A través de ese acto, el movimiento Cromañón tendía un
puente de sentido entre ambas luchas.
En una de esas rondas, realizada en el mes de diciembre de 2006, al lle-
gar a la plaza me encontré al borde de una de las fuentes con un padre de
Que No Se Repita que estaba esperando hacía un buen rato a que llegara
el resto. Hablamos del verano y de las mujeres en el verano. Comentamos
las últimas declaraciones de Juan Carlos Blumberg 8, por ese entonces re-
ferente de la demandas contra la inseguridad. Para él ese padre ya no era
una persona de confianza puesto que se había metido en política. Mientras
hablábamos, me manifestó su preocupación por que, además de la ronda,
ese mismo día había otros actos en la plaza. Según lo que indicaban algu-
nos volantes tirados en el piso, el gremio Asociación de Trabajadores del
Estado (ate) había realizado, esa mañana, un acto reclamando el pase a
planta permanente del personal de una dependencia estatal. Además, a la
misma hora que se daría inicio a la ronda comenzaría un acto contra la
violencia policial a pocos metros de la pirámide.

8 Juan Carlos Blumberg es el padre de un joven secuestrado y asesinado en el año 2004. Luego
de la muerte de su hijo comenzó a impulsar un conjunto de acciones orientadas a ‘luchar contra
la inseguridad’. Esas acciones incluyeron la realización de marchas multitudinarias en el año
2004, la fundación de una ong dedicada a trabajar el tema, y la presentación de proyectos
legislativos de sesgo punitivista. Algunos de esos proyectos se transformaron en leyes en ese
año, cuando fueron aprobados por el Congreso de la Nación.

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 205

Mientras tanto iban llegando más familiares al punto de encuentro. Los


miembros de la ong y de aphac estaban juntos a unos metros. Entre
ellos y los padres de qnsr no hubo más que un tibio saludo a distancia.
También estaban Rodríguez y Telma, dos de los padres a los que algunos
en el movimiento llaman violentos. Al primero se lo veía muy enojado.
A los gritos, decía que estaba muy decepcionado porque “¡Los padres de
Cromañón no tienen las pelotas que hay que tener! ¡Muy mal estoy! Voy
a terminar en una cárcel o en un psiquiátrico”, decía. Juan, mi portero,
discutió con él al señalarle que había formas diferentes de luchar y que los
métodos por él impulsados no eran los únicos válidos. Le recordó el gran
esfuerzo realizado desde el movimiento para evitar desbordes públicos y
coordinar acciones entre todos los grupos.
Mientras charlábamos alrededor de la fuente, comenzamos a escuchar
los cantos y los bombos de una columna de unos doscientos manifestan-
tes que se acercaba haciendo mucho ruido. Se dirigían al acto organizado
por los familiares de víctimas de casos de ‘gatillo fácil’ nucleados en la
correpi, y contaba con el apoyo de un centenar de militantes del Movi-
miento Independiente de Jubilados y Desocupados (mijd), y de algunas
agrupaciones de izquierda. En el acto, ese movimiento piquetero preten-
día denunciar públicamente las quemaduras que habría sufrido su líder,
Raúl Castells, a causa de la represión policial desatada contra ellos en un
piquete unos días atrás. La llegada de estas organizaciones fue recibida de
modos diferentes. Mientras que el padre con el que me había encontrado
en la fuente se mostró preocupado y dijo que la situación era un quilombo,
Juan expresó su satisfacción por el hecho de que hubieran coincidido los
actos en el mismo horario y lugar. A pesar de que la columna se estacionó
justo frente a nosotros, no se produjo intercambio alguno entre unos y
otros. De frente a estos manifestantes, mostrando su estandarte, Juan se
colocó al cuello la foto de su sobrino y los demás lo imitaron.
Al mismo tiempo que comenzaba el acto de la correpi, los familiares
de los diversos grupos del movimiento Cromañón se dirigieron hacia la
Pirámide de Mayo para comenzar con el suyo. Con las fotos de los chicos
colgando del cuello, comenzaron la ronda. Los miembros de qnsr estaban
todos juntos, mientras que los familiares de aphac y la ong formaban,
mezclados, un agrupamiento único. Mientras daban vueltas en silencio,
unos y otros prestaban especial atención al modo en que se desarrollaba
el acto de la correpi; lo observaban, lo comentaban. Como consecuencia
de la gran cantidad de manifestantes, de sus banderas y estandartes, y
del potente sistema de sonido montado sobre el escenario dispuesto a

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metros de la pirámide, el acto de la correpi fue ganando visibilidad y


protagonismo en la Plaza.
Luego de realizar la ronda durante unos veinte minutos, alrededor de
la sexta o séptima vuelta, quienes estaban en el conjunto conformado por
la ong y aphac se alejaron unos diez metros de la pirámide, deteniendo
su marcha. Entre ellos evaluaban la posibilidad de sumarse al acto grande
de la correpi. En el mismo momento, algunos de los familiares de qnsr
también detuvieron su marcha y se retiraron a un costado de la pirámide,
evaluando la posibilidad de retirarse o de quedarse en la plaza y compartir
el espacio con la otra protesta, que era también una protesta de familiares
de víctimas. Unos minutos después, el grueso de los familiares de qnsr se
retiró de la plaza. Mientras tanto la gente de la ong y aphac se acercaba
a dialogar con los familiares de la correpi.
En este contexto de manifestación pública dominado por el ‘cómo’ y el
‘con quién’, los familiares de aphac y la ong optaron por acercarse a la
correpi y el mijd, separándose de los otros familiares que formaban parte
del movimiento Cromañón. Del mismo modo, estos –que no veían con
buenos ojos a los militantes y piqueteros que acompañaban a la correpi–,
optaron por retirarse.
En el acto hicieron uso de la palabra familiares de víctimas de ‘gatillo
fácil’ y dirigentes piqueteros, como la esposa de Raúl Castells. Una vez que
ellos terminaron sus discursos, invitaron a hablar a quienes presentaron
como familiares de Cromañón. Entonces subieron al escenario Rodríguez,
Telma, Hilda de la ong y un padre de aphac. Éste fue quien primero
tomó el micrófono, pero debió desistir de su intento: sollozando, dijo que
estaba muy angustiado y dolido por la muerte de su hijo y que no podría
hablar. Al tomar el micrófono, Rodríguez dijo que “¡Nos están cargando!
¡Se ríen de nosotros! ¡Si el 30-12-06 no cambia la situación judicial de
la causa voy a hacer justicia por mano propia, porque no se dan cuenta
del daño que están haciéndonos!”. Y Telma denunció que: “¡La jueza me
hizo una causa por amenazas y voy a terminar presa yo en lugar de los
responsables!”.
La última en hablar fue Hilda, de la ong. Si bien desde ese grupo se
había señalado que desde qnsr y Paso ‘hacen política’, en esta ocasión
ella estaba compartiendo un acto con organizaciones sociales y piqueteras
con las que qnsr había preferido no vincularse por considerar, del mismo
modo, que eso era ‘hacer política’. Al referirse a la necesidad de cons-
truir un Movimiento contra la impunidad, Hilda señaló desde arriba del
escenario:

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 207

¡Nos tenemos que unir todas las causas! ¡Hoy en la plaza había tres
o cuatro actos diferentes! ¡No puede ser! ¿Cuándo nos daremos cuenta
que estamos todos en la misma lucha y que tenemos el mismo victima-
rio que está acá atrás en la casa de gobierno? Seguimos haciendo actos
pequeños separados cada uno por su lado . . . nos tenemos que unir
todos. Basta de matar a los chicos con el gatillo fácil, con los autos
que corren ‘picadas’ y atropellan a la gente . . . Cromañón nos pasó a
todos y lo que les pasa a ustedes también nos pasa a nosotros, somos
todos víctimas ¡Los invitamos a todos el 30 de diciembre a marchar
con nosotros!

Quienes se habían hecho presentes esa tarde en Plaza de Mayo como


familiares de Cromañón con el objetivo de realizar la ronda, asumieron
posiciones heterogéneas respecto al vínculo con las organizaciones que allí
se manifestaban. A causa de ello, quienes parecían ocupar posiciones si-
milares por ser familiares de víctimas –como los padres de Cromañón y la
correpi– no conformaban necesariamente una instancia común. Por su
parte, quienes eran familiares de la misma masacre no tomaron necesa-
riamente el mismo camino. Puede verse, en este marco, que la genealogía
que construye el movimiento al vincularse con otros reclamos de justicia
no es lineal e implica disputas de las que es necesario dar cuenta.

Conclusiones parciales. ¿Hacia una política no


politizada?
Considero que sería imprudente pretender generalizar para todo el movi-
miento los sentidos de política y politización que aquí he sugerido como
significativos principalmente para los familiares de Que No Se Repita.
Menos aún pueden extenderse sin más a otras organizaciones de familia-
res u otras épocas, ya que, en otros contextos, esos términos pueden ser
utilizados para expresar cuestiones diferentes a las que aquí he señalado.
Aplicando el mismo razonamiento, creo que tampoco puede apelarse a
la noción de ‘politización’ como una categoría de análisis a ser utilizada
para todos los casos de organizaciones de familiares de víctimas, como si
ellos compusieran un todo homogéneo, sin dar cuenta de los sentidos en
pugna en cada caso. Justamente, uno de los principales objetivos del aná-
lisis etnográfico es dar cuenta de los diferentes sentidos que se esconden
bajo un mismo término. Este es un problema del que debe encargarse el

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208 Familia, política y emociones

antropólogo, pues el hecho de que la diversidad de sentidos de un término


no llegue a formalizarse en palabras no representa un problema para los
actores sociales: tal diversidad “se manifiesta obvia e implícitamente den-
tro del contexto del comportamiento y por consiguiente no precisa que se
la distinga en el terreno lingüístico” (Pitt-Rivers, 1983:28). Por ese moti-
vo, como señala Pitt-Rivers, el significado de las categorías locales debe
rastrearse en las formas en que las mismas se emplean “a lo vivo”.
El potencial de un abordaje etnográfico orientado a poner en cuestión
nuestras propias asunciones de lo político, residiría en que
La etnografía permite dotar de contenido a esas abstracciones im-
precisas, polisémicas y ambiguas, que son los conceptos de ‘política’,
‘Estado’ ( . . . ) en lugar de intentar vanamente atribuir a cada uno de
esos términos un sentido preciso, unívoco e inequívoco, el análisis etno-
gráfico permite dotarlos de múltiples sentidos que, además, no resultan
de la especulación teórico-normativa de quien escribe sino del examen
detallado de sus usos por parte de actores socialmente situados (Balbi
y Boivin, 2008:10).
Siguiendo estas ideas, aquí he mostrado que para los familiares de qnsr
la política adquiere características particulares de las que es necesario dar
cuenta, sin asumirlas como autoevidentes. Si de entender las nociones
locales sobre la política se trata, entonces resulta prioritario rechazar la
idea de un repertorio fijo de temas políticos (Barreira y Palmeira, 2006).
En el marco del movimiento Cromañón hay una gran variedad de cues-
tiones que son vistas como políticas. Políticas son las actividades de quie-
nes cumplen funciones de gobierno, y que han tomado la decisión política
de no controlar los locales bailables como Cromañón; la actividad de los
políticos profesionales y legisladores a los que reconocen y piden apoyo
para el juicio político es política; también lo es la presencia de las organi-
zaciones y militantes que acompañan, y que son bienvenidos a la vez que
son vistos como peligrosos.
Si bien los familiares no son políticos profesionales ni militantes, tam-
bién la lucha comporta acciones de carácter político. Algunas de ellas se
despliegan en las calles, mientras que otras, como la rosca y la opere-
ta, responden a ‘otro tipo de política’. Resumiendo, todo el conjunto de
acciones y actividades orientadas a conseguir justicia son vistas como po-
líticas, puesto que están en relación con los actores, procesos y espacios
en los que tales actores se desempeñan y que son considerados de ese mis-
mo modo. ‘Política’ (o ‘político’), entonces, es una cualidad estrictamente

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209 209

Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 209

relacional inscripta en las prácticas que estos padres promueven, ya que


está definida en función de qué se hace, con quién, en qué contexto y en
función de qué objetivos o fines se lo haga.
Al recuperar el carácter relacional de la categoría local, puede notar-
se que política incluye formas y modos de hacer que son apreciados de
maneras distintas. Si la política está para ser ‘usada’ y puede servir para
hacer cosas buenas o malas, no se trata de un tipo de práctica que pueda
ser definida esencialmente, esto es, por fuera del contexto de situación
(Malinowski, 1964). La evaluación dependerá de cómo se consideren las
acciones de los sujetos en las diversas situaciones en las que ellos ponen en
juego sus personalidades sociales; esto es, las actividades políticas están
encarnadas por personas concretas en situaciones concretas. Así, he mos-
trado que para los protagonistas del movimiento, paradójicamente, hay
señales de compromiso con la lucha que son enviadas por funcionarios y
políticos (como aquellos que votaron a favor de la destitución de Ibarra
o colaboraron con el local y el micro en el caso de aphac, por ejemplo).
Al mismo tiempo, hay acciones políticas que pueden llegar a ser vistas
como egoístas o espurias, que son impulsadas por familiares con los que
comparten la misma experiencia de dolor.
En el contexto de Que no se repita, ‘politización’ es un término que
exhibe el modo en que algunos familiares hablan de otros familiares cu-
yo accionar se ha acercado peligrosamente a modos de actuar que son
sancionados como inadecuados. En un contexto en el que la política está
disponible para ser usada, puede ocurrir que los militantes y los familiares
a los que llaman politizados pretendan ‘usar’ la política para satisfacer
sus propios intereses políticos y no como un medio para conseguir justicia.
Entonces, aquella categoría expresa en términos morales las tensiones en-
tre las formas consideradas como adecuadas e inadecuadas de conducirse
en ciertas circunstancias.
Podría pensarse que son ‘familiares politizados’ quienes están cerca de
los políticos y de los militantes. Pero la relación con los políticos o con
los militantes no transforma automáticamente a un familiar en politiza-
do. Sólo en ciertas situaciones específicas, esas cuestiones pueden resultar
relevantes y tomar importancia como argumentos para la impugnación.
También podría creerse que son así señalados quienes tienen trayectorias
políticas. Pero Pablo y Juan no son considerados de ese modo. En este
marco, –y teniendo en cuenta que “las ideas están aprisionadas en la acció-
n” (Seligman, 1976:16)–, resulta central recuperar las situaciones específi-
cas en que son movilizadas ciertas categorías nativas para lograr apreciar

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210 Familia, política y emociones

el modo en que los actores les otorgan sentidos diversos, sobrepuestos y


heterogéneos, y lidian con esas ambigüedades. Así, para comprender por
qué algunas personas son calificadas de aquella manera, debe estudiarse
la personalidad social asumida por esos actores en el campo de relaciones
sociales en el que participan: ello implica conocer quiénes son sus amigos,
sus enemigos, su historia en el campo y fuera del mismo, sus trayectorias,
deseos y aspiraciones.
El uso de la expresión familiar politizado está profundamente vincula-
do con la situación y con los participantes envueltos en la misma, puesto
que, tal como señala Malinowski, cada enunciación verbal “tiene la fina-
lidad o función de expresar algún pensamiento o sentimiento efectivo en
ese momento y en esa situación, y que por una u otra razón, es necesario
hacer conocer a otra persona o personas” (1964:321). Así, al modo de un
acto perlocucionario (Austin, 1962), el uso de la categoría ‘familiar poli-
tizado’ está destinado a operar un efecto: quien señala a un familiar de
ese modo pretende generar consecuencias sobre los sentimientos, pensa-
mientos o acciones del auditorio. Se intenta, de este modo, provocar una
consideración negativa en relación a quien es imputado de tal manera.
De esta manera, en el contexto del movimiento Cromañón, la expresión
‘politización’ denota una oposición entre familiares. En efecto, algunos
miembros de grupos como Paso, aphac o avisar, en determinadas si-
tuaciones pueden estar más cerca de militantes y piqueteros que de otros
familiares que los ven como politizados. Parece expresarse entonces una
lógica según la cual, como ha analizado Vecchioli para el caso de los fami-
liares de detenidos-desaparecidos, una determinada categoría “aproxima
a individuos y grupos que ocupan posiciones aparentemente antagónicas y
separa a individuos y grupos que ocupan posiciones aparentemente idén-
ticas” (Vecchioli, 2004:12). Así es como a través de la manipulación de
consideraciones y evaluaciones de tipo moral sobre ciertos familiares, se
promueve la conformación de distinciones en el campo de relaciones socia-
les analizado. La distinción entre familiares politizados y no politizados
es una importante frontera, que resulta tan relevante para comprender la
construcción de posiciones como aquella que separa a familiares de polí-
ticos, y que es frecuentemente enfatizada en los análisis del caso.
En el caso de las investigaciones sobre los familiares de víctimas de
Cromañón a las que me he referido (Cf. Introducción), la expresión ‘poli-
tización’ da cuenta, implícita o explícitamente, de un pasaje de lo familiar
hacia lo político. Sin embargo, los modos locales de considerar el término
revelan un sentido diferente. Desde la perspectiva de los integrantes de

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Capítulo 4. El movimiento Cromañón y la política 211

Que No Se Repita, politización es una expresión que habla de un tránsito


entre formas diversas de vincularse con acciones y prácticas vistas como
políticas. Señalar que otros se han politizado es un modo de referirse a
aquellos padres cuyo accionar se ha desplazado desde las formas valoradas
por el hablante como positivas, hacia otras sancionadas como inadecua-
das. Tratándose de un tránsito entre formas diversas de la política, resulta
evidente que la politización no puede operar una transformación entre un
estado previo (familiar) y uno posterior (político). Al mismo tiempo, se ha
insistido en que la oposición a aquella politización –en tanto transforma-
ción de lo familiar en político– habría sido un producto de los ‘prejuicios’
y de la opinión negativa de parte de los familiares sobre la política. A
partir de lo analizado aquí puede verse que, de un modo muy diferente,
politización no habla de una opinión negativa a priori sobre la política o
los políticos, como si se refirieran a un dominio o a un universo negativa-
mente valorado y opuesto a ‘lo familiar’, en tanto otro universo que sería,
en cambio, bien visto. Se trata, en cambio, del modo en que la política es
puesta en acto por personas concretas.
En el caso que me ocupa, el hecho de que el sentido nativo de politi-
zación haya quedado relegado tras los sentidos exógenos impuestos por
los académicos, confirma aquello que afirmaba Elias al señalar que en la
investigación social la visión de los analistas suele gozar de la supremacía
(1982). Con el objetivo de contribuir a evitar la subordinación de las voces
locales, creo que resulta necesario hacer explícita la distinción entre los
conceptos analíticos y los usos nativos de ciertas expresiones. Esta ope-
ración epistemológica permite reforzar la autonomía de las valoraciones
propias de los actores frente a los sentidos heterónomos, que tienden a
imponerse como producto de la construcción explicativa.
Si la expresión ‘politización’ ha funcionado como un concepto expli-
cativo de casos tan disímiles como las Madres de Plaza de Mayo y los
familiares de víctimas de Cromañón, quizás ello se deba a que no se ha
prestado la suficiente atención a los contextos situados en los que los
actores sociales actualizan, disputan y contradicen sus propias represen-
taciones. Justamente, como ha observado Pitt-Rivers, el consenso en torno
de las categorías movilizadas por ellos se da a un nivel de abstracción que
no contempla cuestiones contextuales, mientras que “los desacuerdos se
producen al nivel del contexto, en donde la abstracción debe ceñirse a
los casos particulares” (1973:47). Si para comprender el modo en que los
actores sociales entienden determinadas acciones políticas resulta deter-
minante abordar el estudio de las situaciones concretas en las que ellas

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212 Familia, política y emociones

se despliegan, no parece adecuado tomar como punto de partida para el


análisis definiciones exógenas y ajenas a las lógicas en las que ellos inter-
actúan.

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Conclusiones
En la primera parte de este libro he descripto el modo en que familiares y
sobrevivientes se relacionaron con diversas agencias estatales y cómo ello
repercutió en la dinámica de su propia construcción pública como vícti-
mas. En el capítulo 1 he mostrado que unos y otros fueron reconocidos
como víctimas y querellantes en base a situaciones diferentes. Mientras
que los primeros fueron así considerados en virtud de los vínculos vis-
tos como naturales que mantenían con los fallecidos, los segundos fueron
reconocidos de tal modo por haber estado presentes en el incendio y a
causa de las situaciones de sufrimiento que debieron demostrar de acuer-
do con las herramientas objetivamente validadas por el Estado. De esta
manera, ‘familiar’ y ‘sobreviviente’ fueron instituidas como condiciones
contrastantes a partir de las relaciones establecidas con diversas agencias
estatales. En el Capítulo 2, he analizado las narraciones de sufrimiento
a través de las cuales los actores movilizados se presentan públicamente
como víctimas y las tensiones en torno de tal condición que en ocasiones,
llegaron a desencadenar acusaciones sobre supuestas falsas víctimas.
En la segunda parte me he ocupado de analizar las posiciones públicas
de las víctimas con respecto a ciertos temas que resultan especialmente
relevantes para su lucha. Así he mostrado cómo son movilizadas ciertas
categorías nativas vinculadas a las emociones y a la política. En par-
ticular, en el Capítulo 3 destaqué el carácter problemático que pueden
representar ciertas cuestiones definidas como emocionales, en virtud de
la estrecha relación entre la lucha y lo judicial. En este caso, enfaticé el
papel de Pablo Asturias quien, en tanto padre y abogado, participa en
qnsr como un ‘broker’ que administra ciertos significados y brinda con-
tención, delimitando cuáles son las acciones más adecuadas. Por su parte,
en el Capítulo 4 me centré en analizar cómo son consideradas las acciones
políticas. Mostré que en el contexto del movimiento el calificativo politi-
zado no supone una consideración negativa de la política, sino que hace
referencia al modo en que los familiares hablan de otros familiares. Esto
implicaría una distinción entre formas adecuadas e inadecuadas de vin-
cularse con la política, lo que expresa el carácter ambiguo de la misma.
A lo largo del libro destaqué los mecanismos, acuerdos y acciones que
hablan de la construcción de consensos en el movimiento Cromañón, al
tiempo que mostré cómo son producidas las posiciones diversas al interior
del mismo.

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214 Familia, política y emociones

De acuerdo con el enfoque etnográfico que ha orientado esta investiga-


ción, he afirmado la necesidad de evitar estructurar el análisis a partir
de partir de categorías preconstruidas por el analista. Con el objetivo de
comprender el mundo creado por los actores sociales, me propuse realizar
un análisis enfocado en su propio punto de vista. Tal punto de vista no
puede ser reconstruido si no es a partir del estudio de las situaciones con-
cretas en que los actores ponen en juego sus propias nociones respecto de
temas que resultan relevantes para ellos. Como señala Pitt-Rivers, el sig-
nificado de una categoría local “hay que buscarlo en las formas en que se
emplea ‘a lo vivo’ y no en las definiciones formales” (Pitt Rivers, 1973:30)
a las que podemos acceder, por ejemplo, a través de una situación de en-
trevista. Pero la reconstrucción de ese punto de vista no implica tomarlo
como propio sino que, más bien, se trata de utilizarlo para otro fin: el
trabajo etnográfico “no implica adoptar el punto de vista de los actores
(que, por lo demás, nunca es uno solo), sino emplearlo estratégicamente
como medio de acceso al análisis de los hechos sociales que los involucran”
(Balbi, 2007:419).
Con el objetivo de presentar algunas conclusiones de esta investigación,
y siguiendo las premisas de un análisis etnográfico fuertemente contex-
tual, en esta sección me propongo analizar algunos cambios ocurridos en
la dinámica del movimiento Cromañón a la luz del inicio del juicio pe-
nal, evento que modificó radicalmente el contexto de la lucha. El análisis
de algunas situaciones ocurridas durante ese período, comprendido entre
agosto de 2008 y agosto de 2009, permite poner a prueba, reafirmar y
ampliar las ideas desarrolladas hasta aquí. Durante el proceso judicial,
las categorías familiar y sobreviviente, así como sus narraciones de sufri-
miento contrastantes, adquirieron un nuevo sentido. En tal contexto, el
carácter problemático de lo emocional adquirió un nuevo tono. Asimismo,
el liderazgo de Pablo se vio redefinido hacia afuera de qnsr. Finalmente,
las reuniones de articulación, así como los militantes y los politizados, pa-
saron a ocupar un lugar diferente en el movimiento. No resulta exagerado
afirmar que en el curso de tal período se redefinió el vínculo entre la lucha
y lo judicial, y Cromañón como un caso penal imprimió su propio ritmo
a su otra cara, la de Cromañón como un movimiento.
En las siguientes páginas, pasaré a ocuparme de la nueva situación
inaugurada por el juicio sin hacer del mismo un objeto de análisis en
sí mismo. En cambio, prestaré atención al desarrollo general del proceso
judicial, el cual habilitó la emergencia de nuevos contextos en que los

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Conclusiones 215

sentidos atribuidos a las categorías y las prácticas que analizo se vieron


redefinidos.

Cromañón como un ‘caso’: el inicio del juicio penal


Algunos análisis que pueden ser clasificados bajos el tipo de explicación
que he dado en llamar Modelo de Antígona, naturalizan la condición de
quienes se presentan como familiares en demanda de justicia al sostener
que su movilización es una consecuencia evidente del dolor. A diferencia
de esos trabajos, en la presente investigación la categoría familiar fue
abordada como una construcción social. He señalado que, de un modo
similar a lo que ocurre en otros casos, familiar comporta un cierto carácter
moral de acuerdo con el cual las prácticas que impulsan padres, madres,
hermanos y tíos forman parte de un compromiso con los fallecidos. Ellos
fundamentan sus acciones en virtud no sólo del carácter obligatorio de sus
acciones sino también de la deseabilidad y conveniencia de las mismas.
A lo largo de la lucha aquel compromiso se tradujo en la realización
de acciones concretas de presión que tuvieron como objetivo impulsar la
causa penal hasta conseguir justicia. Por ese motivo, con el inicio del juicio
en agosto de 2008, los familiares comenzaron a asistir a las audiencias
que se realizaron en el Palacio de Tribunales a razón de tres veces por
semana. Presenciar las audiencias judiciales era visto como una forma
más de movilizarse, y en tal sentido, formaba parte de la lucha. Como
cabía esperar, la asistencia a ese espacio alteró la frecuencia semanal con
que se venían realizando las reuniones de cada uno de los grupos, que se
tornaron menos regulares. Como consecuencia de ello, las reuniones de
articulación también comenzaron a concretarse más espaciadamente.
Al mismo tiempo que la presencia sistemática en esas instancias fue
vivida como una forma de lucha, la misma también expresaba una necesi-
dad. Los familiares querían saber de boca de los protagonistas los detalles
sobre la noche del incendio: “hay versiones diferentes y contradictorias so-
bre cómo murieron los chicos. Yo vengo siempre porque necesito hilvanar
todas esas cosas. Para entender cómo fue posible eso que ocurrió”, decía
un padre en los pasillos del Palacio de Tribunales. Para los familiares, ir a
las audiencias no fue percibido como la consecuencia de una simple obli-
gación impuesta, una carga que debían enfrentar en virtud de los vínculos
de parentesco mantenidos con los chicos; en cambio, su presencia en la
sala reveló un carácter afectivo y emocional de acuerdo con el cual tal

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216 Familia, política y emociones

presencia fue vivida como algo deseable a pesar de que implicaba remover
el dolor.
Las narraciones de sufrimiento (Cf. Capítulo 2) desplegadas por los
padres, sobrevivientes, amigos, etc. que brindaban sus testimonios ante
los jueces, permitieron entrever que, como ha observado Estrada (2010),
en ese contexto
“el testimonio no es tan sólo un acto de habla que describe un estado
de cosas al que la presencia de un testigo ocular le otorga la garantía
de objetividad y de verosimilitud, sino que es también un acto de
habla en el cual dicho testigo, al haber vivenciado los acontecimientos
que describe, se compromete emocionalmente con lo que atestigua”
(Estrada, 2010:23).
Así fue como tanto quienes brindaban esos testimonios, como quienes
los escuchaban atentamente, volvieron a recordar los difíciles momentos
vividos la noche del incendio. Al tiempo que exponían las situaciones de
dolor y padecimiento, aquellos discursos dejaron de ser el canal a través
del cual familiares y sobrevivientes se legitimaban públicamente como
víctimas de diferente tipo, para pasar a transformarse en ‘declaraciones’,
esto es, herramientas jurídicas orientadas a delimitar responsabilidades
en el marco de un juicio penal. Tal como se ha señalado en otros casos
similares (Das, 1995), aquí también la justicia transformó el sufrimiento
de las víctimas, ahora ‘testigos’ o ‘damnificados’, en instrumentos del
procedimiento judicial.
Al analizar los aspectos emocionales de la movilización, he mostrado
que en ciertas circunstancias lo emocional es visto como una dimensión
constitutiva del movimiento, a la vez que como una cuestión con la que sus
miembros deben lidiar (Cf. Capítulo 3). En el nuevo contexto establecido
por la asistencia a las audiencias judiciales el carácter problemático del
dolor se vio confirmado y resignificado.
Como se ha destacado en otros casos (Pita, 2010), la presencia de fa-
miliares de víctimas en juicios orales ha generado en ocasiones algunas
tensiones alrededor del (in)cumplimiento de las reglas propias del proce-
dimiento judicial. Sobre todo en los primeros meses en que se desarrolló el
juicio penal, se dieron varias situaciones conflictivas que dejaron expuesta
la dificultad de algunos familiares por contener su dolor. Luego de las de-
claraciones realizadas por los imputados en la causa, se sucedieron varias
situaciones que todos calificaron como desbordes emocionales producto
de las alteraciones que provocaban a los padres y madres escuchar sus

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Conclusiones 217

palabras. En el transcurso de la declaración de un integrante del grupo de


rock Callejeros, una madre de qsnr se paró sobre su asiento y gritó “¡No
tenés pelotas! ¡Cagón!”, por lo que fue expulsada de la sala. También Miri
tuvo un desborde. En medio de una crisis de nervios le gritó al gerenciador
del local Omar Chabán “¡Hijo de puta, por qué no te moriste vos, sos una
rata!”, 1 y también fue desalojada por la policía.
Estos hechos, sumados a otros ocurridos en la misma semana en que
habían declarado testigos e imputados, preocuparon a los padres de qnsr.
Por ese motivo, en el mes de noviembre de 2008, Pablo Asturias convocó a
una reunión especial. Los desmanes ocurridos en las audiencias represen-
taban un nuevo desafío a las víctimas. Nuevamente se encontraban frente
a una “crisis moral” similar a la que les planteaba la movilización en las
calles: ellos necesitaban estar presentes en el juicio y manifestar sus emo-
ciones allí, pero debían hacerlo de un modo considerado como adecuado
(Cf. Capítulo 3). Sin embargo, ahora las reglas eran las del mundo judicial
y las administraba el tribunal que llevaba adelante el juicio. A diferencia
de lo que ocurría con los desbordes que podían suceder en una marcha, en
caso de producirse alguna acción violenta en la sala de audiencias se ponía
en riesgo la continuidad del juicio. Los jueces habían advertido acerca de
tal posibilidad.
En la reunión organizada para hablar sobre la marcha del juicio, los
familiares presentes adjudicaron la causa de los desbordes al hecho de que
las reuniones semanales de cada grupo habían dejado de hacerse con regu-
laridad, por lo que muchos familiares estaban sin contención. A la vez, no
había una comunicación adecuada entre los representantes de los grupos
puesto que casi no se reunían en articulación. A causa de estas cuestiones
que los preocupaban, los integrantes de qnsr se mostraron interesados
en estimular la realización de reuniones de articulación y en participar
activamente en las mismas. Además, Pablo Asturias advirtió al resto del
grupo que era fundamental mostrar presencia en las calles más que nun-
ca: “Si el juicio queda sólo en algo judicial sin movilización, muere. Es un
peligro”, decía. Para eso resultaba vital recomponer el espacio de organi-
zación y coordinación de la acción pública que había desaparecido con el
inicio del juicio. Con la revitalización de la articulación, estos familiares se
propusieron fomentar la contención entre familiares para evitar desbordes
durante las audiencias y, a la vez, coordinar mejor las acciones públicas
del movimiento.

1 Fuente: “La madre de una víctima de Cromañón descargó su furia contra Chabán: ‘Por qué
no te moriste vos’”. Diario Perfil, 5 de noviembre de 2008.

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218 Familia, política y emociones

Además de permitir una mejor coordinación y contención, la participa-


ción allí era necesaria puesto que los politizados solían promover acciones
que eran vistas como negativas para el desarrollo del proceso judicial.
En relación a esto, Pablo Asturias dijo que, teniendo en cuenta que en
articulación “hay padres politizados que quieren hacer de Cromañón un
movimiento político, tenemos que participar más activamente en ese es-
pacio y ser políticos en el buen sentido: no se trata de mentir sino de
decir la verdad en el momento adecuado”. Si había un ‘buen sentido’ de
‘ser políticos’, ello implicaba que al mismo tiempo había uno malo: qnsr
representaba la primera opción puesto que ellos usaban la política para
conseguir justicia y no para fines políticos (Cf. Capítulo 4).
Al tomar la decisión de comprometerse con la articulación y ser políticos
en el buen sentido, los miembros de qnsr realizaron una elección moral
que exhibía la fusión subjetiva entre ‘interés’ y ‘valor’ (Balbi, 2007). En
efecto, por un lado, el renovado interés por participar en ese espacio du-
rante el período del juicio fue visto como una cuestión estratégica, puesto
que con ello se pretendía evitar situaciones que influyeran negativamente
o que pusieran en riesgo el proceso penal. Al mismo tiempo, ese compro-
miso fue percibido como una cuestión necesaria y deseable ya que, frente
a los militantes y a los politizados, qnsr era el único grupo que expresaba
a la mayoría de padres.
A diferencia de lo que señalan algunas investigaciones de las que me he
ocupado oportunamente, este compromiso con la política permite ver cuán
lejos están los familiares de rechazarla. De hecho, tan relevante resultaba
que para Pablo la causa iniciada la noche del incendio había llegado a la
instancia del juicio penal por tratarse de una cuestión política que excedía
el marco de lo jurídico:
En estos años lo jurídico fue lo menos importante porque gran parte
de todo esto es político. Si bien toda la causa se llevó muy jurídica-
mente y técnicamente ( . . . ) este juicio es fruto de una razón política.
Desconocer eso y pensar que es producto de una cuestión jurídica es
erróneo (entrevista a Pablo, agosto de 2009).
A partir del renovado interés por la articulación se dieron algunas si-
tuaciones novedosas en relación a ese espacio. En primer lugar, si hasta
el momento esas reuniones habían sido convocadas por otros grupos y se
habían llevado a cabo en las sedes de los mismos, ahora algunas fueron
convocadas y organizadas por qnsr en el estudio de abogacía de Pablo.
Además de los convocantes y del lugar de realización, también cambiaron

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Conclusiones 219

los actores que participaban en las mismas. Si bien siempre habían sido
una minoría, los sobrevivientes prácticamente dejaron de participar allí.
En primer lugar, su ausencia fue explicada en virtud del menor grado
de obligatoriedad y compromiso con la lucha que se esperaba de ellos, en
contraste con los padres que –después de cuatro años–, aún se moviliza-
ban. En segundo término, como consecuencia del paso del tiempo, muchos
creían que la mayor parte de ellos se había repuesto de las consecuencias
físicas y psíquicas que les había causado el incendio (Cf. Capítulo 2).
Por otra parte, en las reuniones desarrolladas durante el período del jui-
cio tampoco estaban presenten los que acompañan. Algunos creían que los
militantes no participaban de ese espacio debido a que ya no podían ‘usar’
Cromañón, puesto que la lucha estaba concentrada casi exclusivamente en
presenciar las audiencias y casi no se realizaban acciones públicas en las
calles que permitieran a los militantes capitalizar algún tipo de ventaja
política.
El hecho de que la articulación se realizara en el estudio de Pablo y que
no participaran en ella militantes ni sobrevivientes, hacía que ese espacio
de encuentro ahora fuera visto de un modo muy distinto a como había sido
considerado hasta entonces: “las articulaciones ya no son lo que eran. Eso
lo demuestra el hecho de que se hacen en el estudio de Pablo. Y sirven,
son útiles, hay que participar”, decía un padre en la reunión de qnsr. La
articulación ya no tenía el color politizado que antes veían algunos en la
misma.
Desde el momento en que esos encuentros comenzaron a realizarse en
su estudio jurídico, tanto Pablo como Laura y otros integrantes de qnsr
tomaron una participación activa en las mismas. En una articulación rea-
lizada en diciembre de 2008, los abogados respondieron a los presentes
diversas consultas relativas a la causa penal. En el contexto de un debate
sobre qué pasos seguir frente a lo que consideraban como un intento por
retirarle el subsidio a los familiares, desde la ong se afirmó que se trataba
de una cuestión injusta puesto que ellos lo habían recibido como repara-
ción por las muertes de los chicos. Entonces, rápidamente, los abogados
intervinieron desde sus posiciones autorizadas para señalar que desde la
técnica jurídica el subsidio no era una reparación ni una indemnización
por las muertes. Entonces el resto aceptó la corrección, señalando que
algunas cuestiones jurídicas les resultaban ajenas.
En la reunión, preocupada por las consecuencias que podrían causar los
desbordes que parecían ser casi inevitables, una madre de la ong consultó
a Pablo Asturias sobre las posibilidades de que el juicio se suspendiera.

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220 Familia, política y emociones

Frente a la consulta él planteó la necesidad de contener los insultos y los


gritos: “Nos van a hostigar, intimidar, pero si reaccionamos va a ser contra
el juicio; va a ser peor”, afirmó.
En tales casos, Asturias desempeñaba frente a ese heterogéneo conjunto
de actores un papel similar al que desempeñaba anteriormente en qnsr.
Desde su posición de padre y abogado actualizada en el contexto de la
articulación, él administraba los sentidos de aquello que podía ser consi-
derado como un desborde por parte del tribunal y, eventualmente, causar
la suspensión del juicio. Él podía interpretar a los jueces adecuadamente
no sólo por conocer las técnicas y procedimientos del derecho, sino debido
a que había formado parte de la familia judicial y pertenecía a un mundo
al cual el resto de sus compañeros de lucha no tenían acceso.
Hasta el inicio del juicio, el rol de Pablo como ‘broker’ fue particular-
mente importante para los familiares de qnsr que valoraban sus conoci-
mientos de derecho. De un modo contrario, los miembros de otros grupos
no valoraban especialmente tales saberes en el contexto de la lucha. No
obstante ello, a partir del juicio él fue visto de un modo diferente en el
espacio de articulación. Ahora, su doble condición de padre y abogado
era reconocida por quienes participaban activamente desde siempre en
ese ámbito. Quienes mantenían una distancia con qnsr, frecuentemente
relativizaban la importancia de Pablo Asturias en la lucha. Ahora ellos
participaban activamente en su reconocimiento y producción como un
broker.
La pertenencia simultánea de una persona a diferentes ‘órdenes’ o ‘con-
juntos’ de relaciones sociales se expresa en contextos de situación especí-
ficos. Gluckman se ha referido a este carácter contextual al señalar que
la “pertenencia de un individuo a un grupo particular en una situación
particular está determinada por los motivos y valores que influyen sobre
él en tal situación” (2003:49; Cf. 1968). El modo en que se expresa el en-
trecruzamiento entre esas dimensiones en situaciones concretas modela la
personalidad social de los actores. Teniendo en cuenta el carácter contex-
tual de la personalidad social de Asturias, debe considerarse que, si bien
en el movimiento él era visto como un padre-abogado, durante el proceso
penal también fue visto del modo inverso: como un abogado que, además,
contaba con la particularidad de ser un padre.
En efecto, durante las audiencias del juicio oral penal, el aspecto pro-
fesional de Pablo y Laura cobró una visibilidad notoria. Durante esos
momentos, ellos estaban físicamente apartados de sus compañeros del
movimiento por un vidrio blindado y por una custodia policial que sepa-

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Conclusiones 221

raba a los protagonistas del proceso judicial del público asistente. Quienes
asistían a las audiencias como familiares no contaban con la posibilidad
de interactuar con ellos. Mientras ellos dialogaban, intercambiaban con
sus pares abogados e intervenían frente al Tribunal Oral, ninguno de los
familiares podía hacer nada semejante, sino sólo escuchar. Así, durante
este período sus compañeros de lucha vieron en Pablo a un abogado que
destacaba por el hecho de ser un familiar.
El hecho de que en estos contextos él fuera visto más como un aboga-
do-padre que como un padre-abogado quedó expuesto claramente durante
el alegato en el que él y Laura expusieron los pedidos de penas para los
acusados. El mismo fue realizado en junio de 2009, tuvo una duración de
catorce horas y fue desplegado a lo largo de dos días consecutivos. Tal
intervención implicó el despliegue de un discurso fuertemente técnico en
el que abundaron los términos sólo comprensibles para los expertos del
derecho. Sin embargo, sobre el final del mismo, Pablo dio un vuelco que re-
sultó inesperado para todos y habló de su dolor de padre, del sufrimiento
de los familiares y sobrevivientes, de la bronca causada por la impuni-
dad generalizada y de su necesidad de justicia. Al revés de lo que podía
verse al analizar su papel en el movimiento en donde se destacaba como
padre-abogado, en este caso, dejó expuesto claramente que aún cuando
en esa situación primaba –o debía primar– su condición profesional, él era
antes que nada un familiar:

Aquí dejo de hablar como abogado ( . . . ) Quiero expresar mi res-


peto por los sobrevivientes y por los familiares que están allí atrás y
que me reconocen la representatividad. Agradezco al tribunal la sen-
sibilidad ( . . . ) Yo estuve en el poder judicial y sigo confiando en él.
Tuve que pelear con y contra el poder judicial. Nosotros no queremos
venganza ni pena de muerte. Nada de la sentencia nos va a devolver
a los chicos. También quiero agradecer a mis colegas por el respeto:
( . . . ) todos demostraron ser excelentes profesionales y expertos. Este
alegato es lo único que me reconforta en cuatro años. Los familiares
pedimos sentencia justa . . . ni ejemplar, ni . . . sólo justa (Deja de ha-
blar, hace silencio. El clima en la sala se tensa al extremo. Todos nos
sensibilizamos). Esto es una excepción en Argentina: que los padres
tengan que gritar justicia es excepcional. Nosotros llevamos cuatro
años de marchas por mes. No se pide pan ni trabajo, pedimos justicia.
No queremos tener que decir “nunca más” ni volver a pasar por indul-
tos. Pido justicia y “que no se repita”: por los pibes de Cromañón y

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222 Familia, política y emociones

por los que quedan. Pensé si decir estas palabras con las fotos de los
chicos de fondo, como se hizo en el juicio de la amia, pero no lo creí
necesario. Es que los procesos judiciales se deshumanizan. Se habla de
necropsias, de autopsias . . . y acá se trató de muertos, de proyectos
de vida truncados. Es por eso que hoy pedimos justicia por los chicos
y “que no se repita” (Suenan aplausos entre el público. El Tribunal
pide orden y silencio. Algunos de los presentes sollozamos, otros lloran
abiertamente, sin consuelo).

El alegato dejó expuesto el hecho de que a lo largo del juicio oral Pablo
se enfrentó a un conflicto entre, por un lado, su obligación de familiar
según la cual debía manifestar sus emociones y su sufrimiento y, por el
otro, su condición de abogado querellante, que en ese contexto limitaba tal
posibilidad. El conflicto que enfrentaba no era otro que aquel al que ya he
hecho referencia: en cualquier configuración social, un individuo participa
en “toda una serie de diferentes sistemas sobrepuestos de relaciones. Si
intenta actuar según una serie de obligaciones, se enfrenta a otra serie de
obligaciones contrarias” (Gluckman, 1978:139).
Al considerar cómo deben abordarse las relaciones establecidas por los
actores movilizados con el Estado, he sugerido que lejos de ser tratado
como un todo homogéneo el mismo debe ser asumido como un conjunto
de agencias que se agrupan como un todo en la idea de ‘el Estado’ (Me-
lossi, 1992). En este caso, me he ocupado especialmente de señalar las
relaciones que los protagonistas del movimiento establecieron con una de
tales agencias, el Poder Judicial de la Nación. En particular, he descripto
el proceso de unificación de la representación realizado por el Juzgado de
instrucción N o 1 (Cf. Capítulo 1).
En julio de 2009, unas semanas antes de que el tribunal dictara la sen-
tencia, los querellantes agrupados en la cabeza de querella de Pablo se
reunieron en el estudio de abogacía para escuchar los pronósticos de los
expertos sobre el fallo. Además, en esa ocasión se repartirían las creden-
ciales necesarias para que los querellantes tuvieran garantizado un lugar
en la sala de audiencias, que contaba con una capacidad muy limitada.
Tras la fuerte convocatoria realizada a quienes estaban en su cabeza de
querella, una pequeña parte de los 650 representados por Pablo y Laura
se reunió en el estudio. Se trataba de unos 80 querellantes, entre los cuales
había unos pocos sobrevivientes y algunos de sus padres. El gran número
de participantes mostraba el carácter especial de la reunión: no alcanzaban
las sillas ni el espacio disponible y por ese motivo había gente sentada en

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Conclusiones 223

las escaleras y en el piso. Pero sólo una parte de quienes estaban allí
se conocían por formar parte de Que No Se Repita. Varios familiares
a quienes nadie conocía, puesto que habitualmente no se movilizaban,
estaban allí junto a otros con los que aquel grupo mantenía diferencias
como los violentos y los politizados, algunos de los cuales pertenecían a
otros conjuntos del colectivo.
En la cotidianeidad de la lucha los familiares se veían como miembros de
grupos diferentes. En esas ocasiones, el hecho de que un padre de la ong
estuviera relacionado con uno de qnsr por estar bajo la misma cabeza de
querella no era relevante. Pero ahora la reunión por la sentencia mostraba
las cosas de un modo inverso, puesto que su relación como integrantes de
la misma cabeza de querella los implicaba en un mismo momento y en
un mismo espacio. Todos ellos se encontraban reunidos en el estudio de
abogacía, aun cuando no se conocieran, no tuvieran afinidad personal
entre sí o promovieran formas contrastantes de manifestarse en la lucha.
Para los familiares y los sobrevivientes que se habían congregado en
el estudio jurídico, se trató de una reunión muy particular ya que los
que se reunían habitualmente eran los grupos, pero no las cabezas de
querella. Hasta entonces, tales cabezas nunca habían tomado cuerpo como
grupos de personas reales, y sólo existían en la letra de las resoluciones
del Juzgado N o 1. Sin embargo, al unificar representación a pocos meses
de iniciada la causa, el juzgado había objetivado un cierto ‘esqueleto’
formal tendiendo vínculos entre los querellantes. Tal ‘esqueleto’ estaba
conformado por relaciones cualitativamente diferentes a las que habían
dado forma a los grupos del movimiento, que se habían modelado a partir
criterios flexibles de afinidad personal, territorialidad, ideología, etc. En
el contexto de esta reunión, por primera vez, una parte de ese esqueleto
se hacía visible.
Al analizar el modo en que los actores movilizados se constituyeron
públicamente como víctimas he señalado que, por un lado, ‘familiar’ y
‘sobreviviente’ se constituyeron en categorías socialmente legítimas a tra-
vés de las diversas relaciones mantenidas con el Estado que se esforzó por
imponer sus propios principios de visión y división (Cf. Capítulo 1). Por
otra parte, he mostrado que unos y otros se constituyeron públicamen-
te como víctimas distinguiéndose a través de narraciones de sufrimiento
contrastantes (Cf. Capítulo 2). Estas formas diversas de considerar a esas
categorías de actores se vieron actualizadas en la reunión por la sentencia
que aquí analizo.

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224 Familia, política y emociones

Como afirmé más arriba, además de tener el fin de compartir los pro-
nósticos sobre el fallo, uno de los objetivos de la reunión fue distribuir
las credenciales de ingreso a la sala de audiencias para ese día. Debido
a la gran cantidad de querellantes agrupados bajo su cabeza –y tenien-
do en cuenta que el espacio disponible en la sala de audiencias era muy
limitado–, Laura advirtió a los presentes que sólo entregaría una creden-
cial por cada querella individual. Pero no todos los presentes en la reunión
eran querellantes en virtud del mismo tipo de relación con la masacre:
mientras que unos eran naturalmente víctimas por ser padres, otros ha-
bían sido reconocidos como tales por su condición de sobrevivientes (Cf.
Capítulo 1). Teniendo en cuenta esta diferencia, los abogados comunica-
ron que entre la totalidad de querellantes tendrían prioridad para recibir
las credenciales quienes fueran familiares de los fallecidos; a su vez, entre
los familiares se priorizaría a quienes tenían más de una víctima en su
familia y a quienes habían asistido regularmente a las audiencias. Para el
final quedaban los sobrevivientes y sus padres. Nadie objetó ese orden de
prioridades.
De esta manera, en la reunión se hizo patente una nueva línea de cli-
vaje que atravesaba a quienes allí se habían congregado. En efecto, en el
momento de recibir las credenciales salió a la luz una separación entre
quienes eran miembros de la misma cabeza de querella: lo relevante ya no
era la pertenencia común a la cabeza representada por Asturias-Pastori
sino si se era familiar o sobreviviente. Laura comenzó a leer una lista y los
padres de qnsr comenzaron a acercarse a buscar su credencial del mismo
modo que lo hicieron los familiares de aphac, la ong y Paso. Mientras
tanto, los sobrevivientes de estos grupos quedaron retrasados esperando
que les llegara su turno. Una vez finalizada la entrega de tarjetas a los
familiares, Laura llamó uno por uno a los sobrevivientes y a sus padres
para entregarles las credenciales sobrantes.
A lo largo de la reunión por la sentencia quedó expresado que según
las circunstancias, determinados vínculos podían unir o bien separar a las
víctimas. Según el contexto de situación, participar en un grupo determi-
nado, ser familiar o sobreviviente, o bien pertenecer a una cierta cabeza
de querella, podían ser cuestiones que vinculaban o ponían en contraste
a los protagonistas del movimiento.

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Conclusiones 225

Aperturas: el movimiento y el Estado


Desde las investigaciones sobre familiares de detenidos desaparecidos a las
que he enmarcado bajo una matriz de interpretación común –el denomina-
do Modelo de Antígona–, se ha insistido en que a partir de su politización
ellos se oponían, denunciaban e impugnaban al poder tiránico encarnado
por el Estado dictatorial. De un modo similar, al analizar la ‘politización
de Cromañón’, se ha señalado que tal proceso fue impulsado por quienes
se presentaban como padres y madres en el espacio público, denunciando
a los políticos y al Estado (Cf. Introducción). El supuesto relativo a la
existencia de dominios tales como privado-público y familiar-político es-
tructura estos análisis y, como consecuencia de ello, las relaciones entre
los demandantes y el Estado son abordadas en términos de una oposición:
los familiares se encuentran de un lado, el Estado del otro. En ambos con-
juntos de investigaciones, el énfasis otorgado a tal oposición es comple-
mentario de su indiferencia hacia el estudio de las relaciones establecidas
entre los actores movilizados y las agencias estatales.
Desde la antropología social local, algunas investigaciones se mostraron
preocupadas por comprender las relaciones recíprocamente establecidas
entre quienes promueven acciones de demanda pública y el Estado. Tales
preocupaciones estuvieron enmarcadas en un diálogo con otros trabajos
locales dedicados al estudio de expresiones de protesta surgidas a partir
de los años ’90 en nuestro país, que estuvieron inspirados en las teorías de
la acción colectiva. Frecuentemente, los estudios sobre protesta social han
abordado escasamente las relaciones establecidas entre las organizaciones
que estudiaron y las agencias del Estado con las que sus miembros se
vincularon de los más diversos modos.
En ese intercambio Quirós (2006, 2009) y Manzano (2013) han enfa-
tizado la necesidad de estudiar las acciones ‘contenciosas’ orientando el
análisis ‘más allá’ de las mismas. Una perspectiva tal descentra la mirada
de la protesta –entendida ésta como un conjunto de acciones disruptivas
acotadas a una situación espaciotemporal restringida– para indagar en
las tramas sociales locales y las relaciones establecidas entre los actores
sociales y el Estado.
Desde una perspectiva diferente pero que expresa una preocupación si-
milar por dar cuenta de aquel tipo de relaciones, Vecchioli (2000) ha ana-
lizado la categoría ‘familiar de desaparecido’ como el producto de ciertos
actos de institución estatal. Al hacerlo, mostró el modo en que los fami-
liares son ‘creados’ como una categoría específica a través de la normativa

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226 Familia, política y emociones

jurídica. Asimismo, tanto esta autora como Pita (2005) han estudiado la
participación de familiares de víctimas en espacios institucionales oficia-
les. En tales investigaciones se ha priorizado el análisis de la articulación
entre quienes, presentándose como familiares, actúan como integrantes
del Estado al cumplir funciones legislativas (Vecchioli, 2004) o bien como
funcionarios vinculados a la gestión de programas anti-impunidad (Pita,
2005). Coincido con las preocupaciones planteadas en los trabajos seña-
lados, y estimo necesario profundizar a futuro esa línea de indagación,
analizando, por ejemplo el papel de los expertos estatales (psicólogos,
abogados, médicos, trabajadores sociales, etc.) en la producción social de
las víctimas.
Aquí he analizado al movimiento Cromañón considerándolo como una
configuración social constituida en base a las interdependencias recípro-
camente establecidas entre sus miembros, así como en relación a ciertas
agencias oficiales. He mostrado que la personalidad social de los actores se
encuentra modelada por su participación en dos órdenes de relaciones so-
ciales organizados sobre principios diferentes. Por un lado, el movimiento
está articulado alrededor de un conjunto de relaciones personales construi-
das en virtud de ciertas elecciones morales, afinidades ideológicas, modos
particulares de considerar las experiencias de sufrimiento, etc. Por el otro,
las agencias estatales forman parte de un orden de relaciones organizado
en base a principios jurídicos formales. A partir de un análisis de tipo et-
nográfico, he mostrado que el entrecruzamiento entre aquellos órdenes se
traduce en –o toma la forma de– ciertas situaciones concretas en las que se
ponen en juego los lazos en contraposición de los que participan los acto-
res. En tales circunstancias, sus personalidades sociales se ven delineadas
de maneras que son específicas: como un familiar o como un sobrevivien-
te; como un violento o un politizado; como un padre o como un abogado,
etc. Sin embargo, tales formas no son estáticas, no están dadas de una
vez y para siempre. Aquí he intentado sacar partido de las ventajas que
comporta el hecho de incorporar el punto de vista local a la investigación,
tratando a aquellos términos como categorías nativas que son movilizadas
en circunstancias particulares.
A partir de un trabajo de campo intensivo que me ha permitido com-
partir las actividades habituales del movimiento Cromañón, a lo largo de
este libro he analizado parte de un mundo pleno de prácticas y sentidos
que –como ocurre en todo conjunto social–, resultan diversos, ambiguos
y en ocasiones contradictorios. En este pequeño-gran-universo, y tal co-
mo ocurre en cualquier agrupamiento humano, los actores sociales se ven

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Conclusiones 227

enredados en tramas de relaciones sociales que los ‘tironean’ en sentidos


diferentes. Lejos de sentirse perdidos o confundidos, en esas circunstan-
cias específicas deciden cuáles son los caminos más adecuados a seguir.
Al hacerlo, las víctimas de Cromañón ponen en juego sus emociones, re-
flexiones, sus deseos y esperanzas con la convicción de que a través de la
lucha, será posible alcanzar justicia para los chicos.

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Epílogo

La sentencia
El 19 de agosto de 2009, día en que el tribunal procederá a leer la sentencia,
hay un enorme operativo policial en la zona del Palacio de Tribunales que
genera un insoportable caos de tránsito. Alrededor del edificio se agrupa
una gran cantidad de policías, guardias de infantería, camiones celulares
y un carro hidrante.
Los acusados por la masacre ingresan al edificio por diferentes vías:
el ingreso de Omar Chabán (gerenciador de República Cromañón) está
ubicado sobre la calle Tucumán; el de los músicos del grupo de rock Ca-
llejeros y de los funcionarios estatales procesados está ubicado sobre la
calle Uruguay. En ambas entradas hay numerosas cámaras de tv, pero
no hay gente reunida. Esos paisajes contrastan fuertemente con el que
puede verse en la puerta de ingreso de los querellantes, ubicada sobre la
calle Lavalle. Allí, el tránsito está interrumpido por las vallas policiales
de las que cuelgan banderas y fotos de los chicos. Además de los familia-
res, hay amigos, tíos, primos y algunos sobrevivientes que los acompañan.
También están presentes unos setenta u ochenta manifestantes de agrupa-
ciones de izquierda, como el Movimiento Socialista de los Trabajadores, la
Corriente Clasista y Combativa e Izquierda Socialista, con sus banderas.
A diferencia de lo que ocurre con esas agrupaciones –y a excepción de
una bandera sostenida por algunos militantes de avisar–, no se ven iden-
tificaciones de los diversos grupos de familiares. En la enorme puerta de
entrada nace una fila de unos 20 metros en la que los querellantes esperan
para ingresar. Entre ellos circula un rumor según el cual no habrá lugares
suficientes, y quedarán afuera algunos aun cuando tengan en su posesión
la credencial de acceso. Por tal motivo, una madre de sobreviviente asu-
me que no podrá ingresar ya que entiende que serán los familiares quienes
tendrán prioridad.
Por su parte, en la Plaza Lavalle, ubicada a la vuelta de Tribunales,
están reunidos los sobrevivientes que se manifiestan a favor de Callejeros.
La enorme mayoría de ellos son adolescentes y no hay adultos en ese lu-
gar. Están haciendo un ‘banderazo’ y por ese motivo pueden verse en el
lugar muchas banderas. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre entre

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230 Familia, política y emociones

los familiares que están acompañados por los militantes, ningunas son de
partidos políticos. En franco contraste con la situación que puede verse en
el ingreso de los querellantes sobre la calle Lavalle, aquí el clima es disten-
dido. Los sobrevivientes entonan canciones de la banda colectivamente.
Hacia las diez de la mañana los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal
N o24 hacen su ingreso a la sala de audiencias. Quienes esperamos la lec-
tura de la sentencia en la calle, escuchamos atentamente las palabras del
presidente del tribunal a través de un sistema de sonido provisto por el
gcba. Luego de una hora de lectura, el juez anuncia las condenas que re-
cibirá cada uno de los procesados (Cf. Introducción). 1 Todos se muestran
de acuerdo con las penas dadas al empresario, al manager del grupo de
rock y a uno de los policías. Sin embargo, una vez que el tribunal informa
que las penas establecidas para los funcionarios del gcba serán de tres
años, quienes están reunidos en la calle se muestran disconformes, puesto
que se trata de penas excarcelables. Finalmente, el presidente del tribunal
lee las sentencias absolutorias: los músicos del grupo Callejeros, uno de
los policías y el jefe de seguridad del local quedan libres de culpa y cargo.
Ahora las personas reunidas en la calle se muestran indignadas, ofendi-
das y llenas de bronca. Muchos lloran intensamente, abrazados a sus seres
queridos. Un grupo de parientes y amigos de los familiares de aphac corre
hacia las vallas dispuestas a unos treinta metros, que protegen las puertas
por donde ingresaron los procesados, y pretenden derribarlas. Entonces el
carro hidrante se pone en movimiento y comienza a echar agua a presión
coloreada de azul sobre las personas allí reunidas. Los efectivos policiales
intentan retener las vallas y golpean con sus bastones a quienes las empu-
jan. La situación es caótica, hay corridas, llanto y desesperación. Mientras
tanto, la policía continúa reprimiendo.
De un modo similar a lo que ocurre en la calle, en el interior de la sala
de audiencias también se producen situaciones de tensión cuando el juez
anuncia la absolución de Callejeros. En ese instante, el pariente de un fa-
llecido salta de su asiento e intenta pasar por encima del vidrio blindado
que separa al público de los acusados, con el objetivo de abalanzarse sobre
uno de los músicos. Es detenido a tiempo por la custodia policial. Los que-
rellantes presentes en la sala menean sus cabezas y gesticulan mostrando
su disconformidad con el fallo absolutorio, se levantan de sus asientos y se
retiran la sala. Como el resto de sus compañeros de lucha, Pablo Asturias
1 Si bien estas fueron las penas establecidas en primera instancia tras la realización del jui-
cio oral, algunos años después, luego de sucesivas apelaciones, las mismas fueron fuertemente
modificadas. Recién en 2013 las condenas quedaron firmes. Al respecto ver nota al pie N o 24,
Introducción.

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Epílogo 231

y Laura Pastori también se levantan de sus lugares ubicados del otro lado
del vidrio blindado, para retirarse junto al resto de los abogados. Pero a
diferencia de su conducta habitual durante las audiencias anteriores, en
este caso se los ve salir de los tribunales por la puerta reservada a los
familiares y no por aquella reservada para el ingreso y la salida de los
letrados.
Una vez finalizadas las corridas y la represión, la policía permite salir a
la calle a quienes estaban en el interior de la sala. Los miembros de qnsr
se reagrupan en un bar de la zona. Rodeado por sus compañeros de lucha,
Pablo expresa su bronca sentado en una mesa y dice que “ . . . con esta
sentencia lo que están diciendo es ‘que se repita’, el mensaje a la gente es
que se puede hacer cualquier cosa . . . ”. Luego de un breve debate sobre
los pasos a seguir, deciden convocar a los medios de comunicación para
dar una conferencia de prensa. Hay algunos intercambios sobre cuál sería
el mejor horario para que la conferencia sea transmitida por televisión y
alcance la mayor difusión posible. Allí mismo deciden invitar a participar
de la misma a la gente del grupo Paso.
Mientras los familiares de Que No Se Repita esperan en el bar la con-
firmación de que el salón del Colegio Público de Abogados está listo para
que den su conferencia, desde la ventana del bar puede verse a un gru-
po de unos cincuenta familiares de la ong y aphac que emprenden una
marcha hacia la zona de Once. Ellos se dirigen al santuario, a recibir allí
a los medios de comunicación.
La conferencia de prensa se lleva a cabo a las 20.00 hs. en el lugar
establecido. Debido a la inquietud y el interés que despierta el ‘caso Cro-
mañón’ en la sociedad argentina, todos los medios de comunicación de
alcance nacional están allí presentes. Durante la conferencia de prensa,
hablan algunos padres de qnsr y otros de Paso. Unos y otros coinciden
en denunciar la impunidad.
En la actualidad, los días 30 de cada mes puede verse a algunos fa-
miliares de Cromañón en el santuario. Al igual que en otros tiempos,
ese continúa siendo el punto de encuentro. Sin embargo, hoy en día la
participación es sumamente escasa. Con el paso del tiempo, quienes los
acompañaban dejaron de hacerlo. Según dicen, los militantes ya no en-
cuentran en su lucha un espacio que los anime. Debido al descenso en el
interés público por el caso, Cromañón dejó de ser un espacio atractivo
para ellos. Los sobrevivientes, por su parte, ya no participan con la mis-
ma intensidad que antes puesto que, como creen algunos padres, se fueron
curando.

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232 Familia, política y emociones

Pero si bien tanto la lucha en las calles como las acciones en el ámbito de
lo judicial han mermado, los familiares de las 194 víctimas de Cromañón
continúan haciéndose escuchar. A través de sus acciones de movilización
y demanda, han dejado una huella en la historia que ya nadie podrá
remover.

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Decreto 1172/08, año 2008.

Fuentes relativas a la causa penal


Código Civil de la Nación Argentina
Código Procesal Penal de la Nación Argentina
Resolución del Juzgado de instrucción n o 1, 24 de enero.
Resolución del Juzgado de instrucción n o 1, 27 de enero.
Resolución del Juzgado de instrucción n o 1, 28 de enero.
Resolución del Juzgado de instrucción n o 1, 4 de febrero.
Resolución del Juzgado de instrucción n o 1, 26 de abril.

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