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Capítulo 1:

Desde que tenía memoria, Stan había vivido en el campo, rodeado de animalitos del bosque y
con una vida simple, por la mañana (si es que su hermana no se despertaba temprano para
ordeñar a las vacas) Él se retiraba al lago, el cual quedaba si bien hacemos la cuenta, a 5 metros
de su morada.
Siempre era así. y en las tardes, solo se preocupaba por recibir los folletos que le podían llegar
de esas tiras cómicas canadienses que tanto le gustaban. A pesar de ser un maduro hombre de 20
años, y que además su insistente madre ya lo consideraba en edad de… casarse, El jamás lo
vería así. Desde que su último intento “amoroso” desposara a otro joven la temporada pasada.
Desde ese entonces, Stan se enclaustro en las paredes de su hogar, el cual si repasamos bien no
era para nada una “Humilde” morada. Limitándose a salir solo hacia los paramos del lago y
jugando con su perrito Sparky.
Stan se sentó en su cómodo sofá de siempre, uno de tonos tierra, con una delicada tela
importada desde china. A pesar de vivir en el campo, las ganancias familiares seguían en pie,
Lord Randy Marsh, el padre de Stan y señor de la residencia, tenía un pequeño “negocio”, solo
diremos que vendía productos especiales. Hasta podríamos tomarnos la osadía de decir… que la
misma casa real, reconocía su trabajo…
- ¡Cariño!, ¿Cómo has estado mi precioso bebe? - Sharon dejo a un lado su bordado para pararse
a abrazar a su hijo, no hubo pista de el en todo el día, ella lo abrazo como si de el no hubo rastro
en un mes entero, eso es lo que caracterizaba a esta preciosa mujer de cabellos cortos, el calor
maternal que siempre daba y demostraba por sus hijos.
Stan recibió el abrazo de parte de su madre con reciprocidad, amaba verla feliz a pesar que su
padre cometiera cada estupidez posible. -Madre, ¡por favor para! JAJAJA-. Decía el joven
mientras su madre le abrazaba y llenaba de besos en el cachete. Al final Lady Marsh termina
con sus demostraciones de afecto y retoma su postura elegante, pero sin deslindarse mucho de
su efusivo rostro cariñoso, vuelve a avanzar con su bordado, pero esta vez sentándose al costado
de su hijo.
- Otra vez en el lago, ¿verdad? -. A pesar de que Stan quisiera mentirle a su madre diciéndole
que se fue a alguna gala absurda de improvisto o que se reuniría con unos amigos para charlar
de Polo o alguna de esas actividades… Sharon también era muy inteligente, y se tenía bien
conocido a su hijo como cualquiera de los libros que tenía en su biblioteca personal.
- Si madre-. Se limitó a decir con un tanto de resignación en su mente. Sharon dejo en la
delicada mesita de caoba sus materiales de bordado y reincorporándose con la postura de toda
una dama, observa a Stan con seriedad, pero al mismo tiempo, tratando de obtener empatía en
su habla.
-Cielo, sé que lo de Wendy te ha sido muy difícil de asimilar… Y es algo totalmente normal y
comprensible, pero, también sé que un caballero como tú no debería de siempre encerrarse en la
soledad… Me encantaría que superases todo esto y…-.
Stan se paró de golpe, pero sin lastimar a su madre, él ya estaba irritado de que Lady Sharon
siempre intentara hacer que salga de la pocilga impregnada de depresión en la cual le encantaba
estar, era mejor que… Llevar un antifaz.
Él se paró erguido e interrumpió el discurso de siempre de su madre.
-Madre, con todo el respeto que te mereces, no creo estar “Listo” para otro discurso el día de
hoy-. El trato de ocultar sus preciosos ojos color océano, los cuales, metafóricamente estaban
por convertirse en uno.
-Leíste lo de Whistledown hoy… ¿No es así? -. Dijo Sharon tratando de esconder
disimuladamente el panfleto debajo de la tetera que estaba en la bandeja de te
- “Esta Humilde escritora tiene que, por ahora ser una mensajera, en cuanto mi artículo llegue
a ustedes, notaran la similitud entre su llegada y el mito de la cigüeña, es tan agradable
escuchar de mis fuentes, que esta nueva temporada la nueva condesa Black, está esperando a
su primer retoño, A mi desde mi actual anonimato solo me queda felicitar a la feliz pareja…
¡Que haya más sorpresas como esta!, pronto…-. Repitió Stan volteando la mirada hacia su
madre, quien estaba anonadada ante la gran memoria que tuvo su hijo para repetir ese verso que
lo tenía tan deprimido que de costumbre ese día.
-Cariño… yo…-. Dijo Sharon en un intento de querer consolarlo, cuando estaba a punto de
palmear el hombro de Stan, este se dio la vuelta y le beso la mano en señal de respeto.
-Madre, si, es algo bueno… Me alegro por ella… Pero tengo que ir al despacho, hay algunos
papeleos que tengo que desalojar, gracias por, aunque sea acompañarme, pero me retiro-.
Termino de decir Stan con la voz seca y dirigiendo su marcha hacia la segunda planta donde se
hallaba el despacho.
-Stanley…-. Dijo su madre reteniéndolo por la espalda, exhalo su resignación por un instante, y
al final termino.
-En la noche tu padre quiere que nos reunamos todos en el comedor principal, según él, tiene un
anuncio importante-. Aclaro su madre y llevándole la delantera a su hijo, dejo la sala de estar y
se dirigió al jardín.
Aunque Stan siempre quisiera ser el último de la palabra, con su madre jamás era capaz, esa
mujer era realmente astuta en siempre acabar ella primero y el resto solo era lo que sobraba en
la habitación, de razón, la baronesa Broflovski, la respetaba mucho y siempre la invitaba a las
reuniones en su hogar, ¡Era el alma de la fiesta!
Stan bajó la mirada después de aquella pequeña reflexión que le sacó una pequeña sonrisa, su
madre tal vez había hecho la mala elección de casarse con el imbécil de su padre, pero agradecía
que la armonía y dulce calidez que le daba lo ayudase a equilibrar su postura en el hogar.
El joven Marsh sin ningún reparo se dirigió al pabellón principal, ahí la extravagancia no se
hacía faltar para nada. A inicios de la temporada, Lord Randy se vio aficionado a la cocina
tradicional, tanto así que, en honor a las uvas, las cuales amaba por ser sus ingredientes
favoritos para postres o vinos, mando a colocar un vitral de viñedo en medio del recibidor,
alabando lo grandiosos que eran estos frutos para la existencia humana.
Las cortinas eran exquisitamente también las más resaltantes de ese “Hall”, eran de un refinado
terciopelo suave color violeta, hechas y bordadas a mano en la india, las ventanas también
contaban con detalles de vitral en las lunas, y justo debajo del alfeizar había jarrones finamente
pintados de la china.
Y para rematar esta breve y poco buena descripción de las excentricidades del recibidor Marsh,
en el centro no había ninguna aburrida mesa de descanso, ¡Para nada! Randy se aseguró que al
centro hubiese un imponente alce de oro representando como él y su mujer se conocieron en el
bosque… pero bueno… ¡Esa es otra historia!
Si bien todos los nobles nuevos que visitaban su hogar reparaban en detallar con la vista
cualquier extravagancia de la residencia y de la familia misma, como las escaleras en forma de
caracol hechas de mármol, las cuales dirigían a la segunda planta, a él ni siquiera le importaba,
estaba muy acostumbrado a los lujos que poseía, pero igualmente era un hombre bastante
sencillo y parlotear de su fortuna no era algo que le encantara.
Stan llego al segundo piso, el cual, literalmente era como una mansión nueva encima de otra,
solo que esta solo tenía habitaciones exageradamente enormes, despachos para su padre y el,
una sala de juegos infantil donde en su niñez él y Shelly jugaban, una segunda habitación
personal para el té y un balcón terraza donde habían unas sillitas y una mesa finas traídas desde
Francia en tonos cálidos, alrededor también se observaban imponentes y grandes macetas con
acabados románticos en las esquinas del barandal del balcón, en el suelo de este mismo una
delicada alfombra de terciopelo con patrones también de estilo romántico exaltaba el estilo del
dueño de la casa.
Desplazándose al fondo del pasillo, el joven Marsh llego a su despacho. Un lugar donde los
decoradores de su padre jamás pudieron pisar y donde solo él podía mantenerlo a su forma, era
un cuarto bastante modesto donde solo se limitaba a tener enormes estantes de libros y
claramente, los inquilinos de esos eran los más recientes que el proveedor bibliotecario le
pudiera proporcionar.
Al costado de la chimenea el hombre depositó su cuerpo cansado después de aquella estancia en
el lago. Tiró a un lado los papeles de su investigación astrofísica y se acurrucó en su confortable
sillón, y ahí se entregó a los brazos de Morfeo, para que cuando despertase el sol le hubiera
dado pase al nocturno apagón.
“La amé y siempre lo haré, pero si de su felicidad depende, con el dolor mas fuerte de mis
entrañas cederé” …
Dijo para si mismo el joven ojiazul, mientras cerraba sus ojos para por fin descansar.

La noche que ahora se apropiaba del firmamento trayendo consigo su manto de estrellas
envolvió al joven Marsh en sus sueños, mientras que, a la simultánea, a no muy lejos de la finca
Marsh, en la ciudad de Londres, ahí, justo en la cima de la colina, una mansión señorial, era
considerada la perla de la ciudad, técnicamente se consideraba un Palacio.
Y es que, si de la voluntad de su majestad habría un concurso de, “quien puede comparársele a
ella”, la familia propietaria de ese casorio ganaría sin pena y con gloria lo dictado por la reina.
Ignorando la monumental fachada de la mansión, en sus adentros la música, risas y trivialidades
no pueden faltar.
Esa misma noche, era el baile del cumpleaños de la señora de la casa, quien ahora bajaba la gran
escalera principal. Una pelirroja de talla grande, ya con los años marcados en su rostro, pero con
una armonía jovial que rebalsaba por donde la vieran. Usaba un bello vestido color azul noche,
el cual resaltaba aun mas el esfuerzo que había hecho para perder unos centímetros de cintura,
sobre todo la resaltaba completamente a ella, ya que realmente parecía el mismo firmamento de
la noche estrellado. Por lo que se rumorea por ahí, el marido no escatimo en gastos para que su
amada luzca como una verdadera joya esa noche.
Y hablando de él, también se encontraba fielmente al lado de su mujer. El le acariciaba la mano
dulcemente mientras bajaban cada escalón… ¡y puedo jurar, que todos los invitados suspiraron
de ilusión al ver a tal ferviente pareja!
Ciertamente al lado de los esposos se hallaban los retoños del matrimonio, un joven de pantalón
recto negro, botas de cuero con unas estrellas diminutas bordadas a los costados, en conjunto
con un saco de terciopelo azul muy oscuro, inclusive mas que el tono de su madre y con un
cabello ligeramente largo color negro perfectamente peinado como un “librito”, pero que
resaltaba esa perfecta mandíbula canadiense y su nariz respingada y finita.
Y para acabar con “la posible competencia de los hermanos Bridgerton”, el galán de la noche, el
que sin duda desde que lo mencionaron entrar, todas las damas casaderas desesperadas por
anclarse al crucero del amor hicieron fila cual cadetes en la batalla de Waterloo a esperar al
joven.
Llevaba un perfecto cabello rojizo brillante, igual al de su madre, perfectamente estilizado con
su rostro de ángel pálido, usaba una preciosa chaqueta de cuero naranja quemado, algo mojada,
ya que según dicen recién llegaba de su estancia en otro lugar, tenía una pañoleta blanca
disimulada en el cuello, más unos pantalones finos marrones y sus típicas botas negras de
siempre.
Si bien la nariz la tenía para nada respingada como su hermano, encajaba perfectamente con ese
majestuoso semblante… y bueno, ya saben que dicen de las narices un tantito prominentes…
Así es Queridos lectores míos, el feliz matrimonio y los retoños del hogar hicieron su aparición
al fin a esos momentos de la noche, pero como dicen mis estimados compatriotas siempre…
¡En realidad los Invitados siempre se verán los mas desesperados en primeros llegar, es recién
con la llegada de los maravillosos Broflovski, cuando la verdadera fiesta ha de empezar!
Revista de sociedad Whistledown 1823

El ambiente se sentía tibio, con un toque de olor a tabaco por el aire pero era normal, sobre todo
si cartman estaba cerca

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