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El pueblo de Dios

Hace unos 4.000 años, Jehová/ Yahveh, eligió a un grupo de personas para que fueran su pueblo. Él dijo a
los israelitas: “Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi
propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de
sacerdotes y una nación santa…””. (Éxodo 19:5, 6. Biblia de Jerusalén 1976) Todas las naciones
pertenecían a Dios, pero los israelitas podían llegar a ser su propiedad especial o personal y con el tiempo
servir de sacerdotes a favor de toda la humanidad.
No fue una decisión arbitraria por parte de Dios, Israel había sido escogida, en vez de cualquier otra
nación, debido al amor de Dios a Abrahán, y a la promesa que le había hecho. (Deu. 7:7, 8; 2 Rey. 13:23)
Sin embargo, esa relación especial estaba condicionada. Dios había dicho: “Si ustedes obedecen
estrictamente mi voz [...] entonces ciertamente llegarán a ser mi propiedad especial”. (Éxodo 19:5.
TNM) De modo que el que ellos continuasen gozando de esa relación escogida con Dios dependía de una
condición: que permanecieran fieles a Él.

Para el siglo VIII a. E.C. durante los días del profeta Oseas. A pesar de haber recibido el favor especial de
ser el pueblo escogido de Dios, la mayoría de los israelitas abandonaron la adoración verdadera de
Jehová. ¿Cuál fue la reacción de Dios? Permitió que su pueblo fuera al exilio a Babilonia por 70 años.

No obstante, en los siguientes siglos tras la vuelta del exilio, los judíos se dejaron influenciar por la filosofía
griega y otras creencias, lo que tuvo efectos catastróficos en su adoración. Aquella adoración ya nunca
más se basaría tan solo en las enseñanzas de Moisés y de los profetas hebreos.

¿Continuaría Jehová considerando a los judíos como su pueblo escogido?


No. La mayoría de los judíos no prestaron atención a esa advertencia y continuaron en su proceder
apóstata, rechazando incluso a Jesús como el ungido de Jehová.

Por consiguiente, en la fiesta del Pentecostés del año 33 E.C., 50 días después de la resurrección de
Jesús, hubo un cambio histórico. Jehová rechazó al que hasta ese momento había sido su pueblo y creó
una nueva nación o pueblo: el Israel espiritual o “Israel de Dios” (Gálatas 6:16). Utilizó su espíritu santo
para elegir a las personas que formarían esta nación. El apóstol Pablo explicó que estas personas habían
sido circuncidadas, pero no como Abrahán y sus descendientes. Esta era una circuncisión diferente. Pablo
dijo: “Su circuncisión es la del corazón”. Jehová la hacía con su espíritu santo (Romanos 2:29).

En aquella fiesta, los apóstoles y más de 100 discípulos de Jesús estaban reunidos en Jerusalén (Hechos
1:12-15). En esa reunión, Dios les dio su espíritu santo a todos ellos y los adoptó como hijos (Romanos
8:15, 16; 2 Corintios 1:21). Esto demostró que Jehová había aceptado el sacrificio de Jesús y que el nuevo
pacto había reemplazado al anterior (Lucas 22:20; Hebreos 9:15). Estos discípulos que Dios ungió con
espíritu fueron los primeros miembros del nuevo pueblo o nación de Jehová.
Ese día de Pentecostés, Jehová usó al apóstol Pedro para hacer una invitación a los que eran de la
religión judía. No importaba que fueran judíos de nacimiento o que fueran prosélitos. Podían unirse a la
nueva nación de Dios: la congregación de cristianos ungidos.

Aquel día, Pedro no tuvo miedo de decirles a los judíos que ellos habían matado a Jesús y que ahora
debían reconocer que Jesús era su Señor y también el Cristo. Los judíos preguntaron cómo podían hacer
eso, y Pedro les contestó: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo
para perdón de sus pecados”.

Como confirmación inequívoca de ese cambio en la relación de Dios con los humanos, no pasó mucho
tiempo antes de que Dios permitiese que en el año 70 E.C., el templo que había en Jerusalén, en el que se
había adorado a Jehová, fuese reducido a ruinas, mostrándose así la total ruptura de parte de Dios con el
Israel carnal.

¿Qué tendrían que hacer los miembros del nuevo pueblo o nación de Dios?
En el año 49 E.C., los apóstoles y los ancianos de Jerusalén tuvieron una reunión especial. En ella, el
discípulo Santiago mencionó a Pedro cuando dijo: “Simeón ha contado cabalmente cómo Dios por primera
vez dirigió su atención a las naciones para sacar de entre ellas un pueblo para su nombre” (Hechos
15:14).
En este “pueblo para su nombre” habría cristianos judíos y de otras naciones (Romanos 11:25, 26a). Más
tarde, Pedro escribió: “En un tiempo ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”.
También explicó para qué formó Dios esta nueva nación: “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio
real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’
de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa” (1 Pedro 2:9, 10). Tenían, por tanto, que ser
testigos valientes y contarle a todo el mundo que Jehová es el Rey del universo.

Así que Dios ya no concedería un favor especial a nadie solo por su ascendencia genealógica. Él daba la
oportunidad a personas de todos los orígenes nacionales para que entablasen una relación con Él.

Jehová formó al Israel espiritual con el mismo propósito por el que escogió al Israel carnal, para anunciar a
la humanidad las cosas maravillosas que él ha hecho y hará (Isaías 43:21). Fueron testigos de Jehová y
de Jesús en Jerusalén, Judea y Samaria, y llegaron “hasta la parte más distante de la tierra” (Mateo
28:19,20; Hechos 1:8; Colosenses 1:23).

Pablo fue un testigo valiente que defendió a Jehová sin importar lo que le dijeran los filósofos. Enseñaba
que Jehová es el Dios verdadero, “el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él” y el “Señor
del cielo y de la tierra” (Hechos 17:18, 23-25).

Sin embargo, pocas décadas después de la formación del nuevo pueblo, Pablo también tuvo que advertir a
sus hermanos de lo que pasaría después de su muerte. Llegarían a la congregación personas malvadas
parecidas a lobos que tratarían mal al rebaño de Dios. Además, les advirtió que en la congregación
algunos se rebelarían y mentirían a sus hermanos para que los siguieran (Hechos 20:29, 30). Estos
cristianos rebeldes eran apóstatas, y ya había muchos antes de la muerte del último apóstol (1 Juan 2:18,
19).

Después de la muerte de los apóstoles, estos falsos cristianos se adueñaron de las congregaciones y
crearon sus propias iglesias. En vez de ser testigos valientes de Jehová, dejaron de usar su nombre en
muchas de sus traducciones de la Biblia.
Por siglos, le han faltado el respeto de muchas maneras. Por ejemplo, siguiendo costumbres de otras
religiones y enseñando cosas que no estaban en la Biblia. Dijeron que sus guerras eran santas y que se
peleaban en el nombre de Dios. Durante todo ese tiempo, solo algunas personas adoraron fielmente a
Jehová. No hubo un grupo organizado de verdaderos cristianos que defendiera el nombre de Dios.

Jesús enseñó que un día habría tantos apóstatas que sería muy difícil encontrar a los verdaderos siervos
de Dios. Para explicarlo usó un ejemplo. Habló de un hombre que plantó trigo. El hombre es Jesús. Luego,
mientras los trabajadores dormían, un enemigo plantó mala hierba. El enemigo es el Diablo. El trigo y la
mala hierba crecerían juntos hasta “la conclusión del sistema”. Jesús explicó que el trigo es los “hijos del
reino”, es decir, los cristianos ungidos. La mala hierba son los cristianos falsos. Jesús mismo enviaría a los
ángeles a quitar “la mala hierba” y a recoger “el trigo” (Mateo 13:24-30, 36-43).

Tras la muerte del último de los apóstoles, para principios del siglo II de nuestra era, comenzó ese período
de oscurantismo espiritual, pero alcanzó su punto álgido en el siglo IV, momento en el que se desarrollaría
un cristianismo falso que duraría siglos, y provocaría que casi no se pudiese distinguir del verdadero
cristianismo hasta poco antes de la siega anterior a la “conclusión del sistema” ( “…fin del mundo” BJ
1976)
En el periodo anterior a la siega, el pueblo de Dios, “el trigo”, los cristianos verdaderos, y la “mala hierba”
los cristianos de imitación se identificarían con toda claridad.

¿Cómo se podrían identificar hoy día a los verdaderos cristianos que compondrían el pueblo de
Dios?
No hay duda en cuanto a quiénes practicaban la religión verdadera en el primer siglo. Lo hacían los
seguidores de Jesucristo. Todos ellos pertenecían a la única organización cristiana verdadera. Pero, ¿qué
hay de hoy día? ¿Cómo se puede identificar a los que estarían practicando la religión verdadera?

No hay que adivinarlo, Jesús explicó cómo podemos hacer eso, cuando dijo: “Por sus frutos los
reconocerán. . .. Todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto
inservible; . . . Realmente, pues, por sus frutos reconocerán a aquellos hombres. No todos los que me
dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el Reino de los cielos. Solo entrarán los que hacen la voluntad de mi
Padre que está en los cielos” (Mateo 7:16-21)

¿Qué frutos se esperaría que produjeran los verdaderos adoradores de Dios? ¿Qué deberían estar
diciendo y haciendo hoy día su pueblo?

SANTIFICAR EL NOMBRE DE DIOS


Los adoradores verdaderos de Dios obrarían en armonía con la Oración Modelo (el padrenuestro) que
Jesús dio a sus seguidores. Lo primero que Jesús mencionó allí fue esto: “Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre.” ¿Qué significa santificar el nombre de Dios? ¿Cómo lo hizo Jesús?
Jesús mostró cómo lo hizo cuando dijo en oración a su Padre: “He puesto tu nombre de manifiesto a los
hombres que me diste del mundo.” (Juan 17:6) Sí, Jesús dio a conocer el nombre de Dios, Jehová, a
otras personas. Usó ese nombre; no dejó de hacer eso. Jesús sabía que el propósito de su Padre era que
su nombre fuera glorificado en toda la Tierra. Por eso dio el ejemplo al proclamar ese nombre y santificarlo.
—Juan 12:28; Isaías 12:4, 5.

La Biblia muestra que la mismísima existencia de la verdadera congregación cristiana, como hemos visto,
está enlazada con el nombre de Dios. El apóstol Pedro explicó que Dios “dirigió su atención a las naciones
para tomar de entre ellas un pueblo para su nombre.” (Hechos 15:14) Por eso el verdadero pueblo de
Dios tiene que tratar el nombre de Él como santo y darlo a conocer por toda la Tierra. De hecho, se
requiere conocer ese nombre para alcanzar la salvación, como dice la Biblia: “Porque ‘todo el que invoque
el nombre de Jehová será salvo.’”—Romanos 10:13, 14. ¿Quién hoy trata el nombre de Dios como santo y
lo da a conocer por toda la Tierra?

PROCLAMAR EL REINO DE DIOS


En la Oración Modelo que Jesús dio también mostró la importancia del reino de Dios. Enseñó a la gente a
orar: “Venga tu reino.” (Mateo 6:10) Vez tras vez Jesús dio énfasis al Reino como la única solución
para los problemas de la humanidad. Él y sus apóstoles hicieron esto mediante predicar a la gente
acerca de ese reino “de aldea en aldea” y “de casa en casa.” (Lucas 8:1; Hechos 5:42; 20:20) El reino de
Dios fue el tema de la predicación y enseñanza de ellos.

¿Cuál debería ser la enseñanza central del Pueblo de Dios hoy? Al profetizar en cuanto a estos” últimos
días,” Jesús dijo: “Estas buenas noticias del reino se predicarán en toda la tierra habitada para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14) De modo que el Reino tiene que
ser el mensaje principal del pueblo de Dios.

RESPETO POR LA PALABRA DE DIOS


Otra manera de identificar a los que practican la religión verdadera es por la actitud que despliegan para
con la Biblia. Jesús en todo momento mostró respeto por la Palabra de Dios. Vez tras vez recurrió a ella
como la autoridad final en cuanto a los asuntos. (Mateo 4:4, 7, 10; 19:4-6) También mostró respeto a la
Biblia al vivir de acuerdo con sus enseñanzas. Nunca desprestigió la Biblia. Más bien, condenó a los que
no enseñaban en armonía con ella y trataban de debilitar el vigor de las enseñanzas de ésta presentando
sus propias ideas. (Marcos 7:9-13).

SEPARADOS DEL MUNDO


Otra marca que identificaría al pueblo de Dios es que, como dijo Jesús, “no son parte del mundo.” (Juan
17:14) Esto significa que los adoradores verdaderos se mantienen separados del mundo alejado de Dios y
de sus asuntos; lo que incluye la política y el nacionalismo, pero no serían ermitaños, ni personas
antisociales. Jesucristo rehusó hacerse gobernante político. (Juan 6:15) Tenemos que comprender por qué
el mantenerse uno separado del mundo es tan importante si entendemos que la Biblia dice que Satanás el
Diablo es el gobernante del mundo. (Juan 12:31; 2 Corintios 4:4) Lo serio de este asunto se ve cuando se
considera la declaración bíblica: “Cualquiera, por lo tanto, que quiere ser amigo del mundo está
constituyéndose enemigo de Dios.”—Santiago 4:4.

AMOR MUTUO
Una manera muy importante de identificar a los verdaderos discípulos de Cristo es por el amor que se
tienen unos a otros. Jesús dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen
amor entre ustedes mismos.” (Juan 13:35)
El pueblo de Dios desplegaría ese amor mutuo aun cuando los países donde viviesen entrasen en guerra
entre ellos.

UNA SOLA RELIGIÓN VERDADERA


Es solo lógico que habría una sola religión verdadera. Esto está en armonía con el hecho de que el Dios
verdadero “no es Dios de desorden, sino de paz.” (1 Corintios 14:33) La Biblia dice que en realidad hay
solo “una fe.” (Efesios 4:5)

Entonces, ¿Quiénes forman el pueblo o grupo de verdaderos adoradores de Dios hoy día?
Serán aquellos que estén practicando lo que realmente enseño Jesús y estén mostrando los frutos o
marcas identificadores antes indicados.

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